Jesús es el Señor del riesgo

Juan Nepomuceno, Santo

Presbítero y Mártir, 20 de marzo
 
Mártir del secreto de confesión

Martirologio Romano: En Praga, en Bohemia, san Juan Nepomuceno, presbítero y mártir, que por defender la Iglesia sufrió muchas injurias por parte del rey Venceslao IV y, expuesto a tormentos y torturas, aún respirando fue arrojado al río Moldava († 1393).

Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.

Breve Biografía

Nació en Bohemia (Checoslovaquia) hacia el año 1250, en un pueblo llamado Nopomuc, de ahí el sobrenombre Nepomuceno. El apellido de su familia era Wolfin.

Fue párroco de Praga y obtuvo el doctorado en la Universidad de Padua. Después ocupó el alto puesto de Vicario General del Arzobispado.

El rey de Praga, Wenceslao, se dejaba llevar por dos terribles pasiones, la cólera y los celos y dicen las antiguas crónicas que siendo Juan Nepomuceno confesor de la reina, se le ocurrió al rey que el santo le debía contar los pecados que la reina le había dicho en confesión, y al no conseguir que le revelara estos secretos, se propuso matarlo. Luego el rey tuvo otro gran disgusto, consistió en que el monarca se proponía apoderarse de un convento para regalar las riquezas que allí había a un familiar. El Vicario Juan Nepomuceno se opuso a esto rotundamente, ya que evidentemente esos bienes pertenecían a la Santa Iglesia.

El rey mandó matar al padre Juan; lo ataron doblado, con la cabeza pegada sobre los pies, y luego, fue lanzado al río Moldava. Esto ocurrió en el año 1393. Los vecinos recogieron el cadáver para darle santa sepultura.

En 1725, más de 300 años después del suceso, una comisión de sacerdotes, médicos y especialistas encontarron que la lengua del mártir se encontraba incorrupta, aparentemente seca y gris. De repente, en presencia de todos empezó a tomar apariencia de ser la de una persona viva. Todos se pusieron de rodillas ante este milagro. Fue el cuarto milagro que realizó el santo antes de ser proclamado oficialmente como tal.

San Juan Nepomuceno fue considerado patrono de los confesores, porque prefirió morir antes que revelar los secretos de la confesión. En Praga, en el puente desde el cual fue echado al río, se conserva una imagen de este gran santo, y muchas personas, al pasar por allí le rezan devotamente.

San Juan Nepomuceno es patrono de Bohemia y Moravia, y del secreto de confesión. También es considerado patrono de la fama y el buen nombre. Sus reliquias se guardan en Praga, en la iglesia metropolitana de San Vito.

¿Quién eres, Señor, en mi vida?

Santo Evangelio según san Juan 7, 40-53. Sábado IV de Cuaresma

Por: Balam Loza, LC | Fuente: www.somosrc.mx

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

«¡Bendito el Señor, Dios de Israel, el único que hace maravillas! ¡Bendito su nombre glorioso por siempre, la tierra toda se llene de su gloria!» (Salmo 73) Al contemplar tus maravillas, Señor, me postro ante ti y te doy gracias. ¡Cuántas veces me acostumbro a recibir tus innumerables dones!, y sin embargo, al pararme por un momento a contemplar la naturaleza, el sonido del río, el canto del pájaro, mi historia…, veo que Tú has estado presente y tu amor se ha manifestado a cada paso, en cada instante. Por eso vengo hoy a tus pies, para contemplar tus maravillas y tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de los que habían escuchado a Jesús comenzaron a decir: “Éste es verdaderamente el profeta”. Otros afirmaban: “Éste es el Mesías”. Otros, en cambio, decían: “¿Acaso el Mesías va a venir de Galilea? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá de la familia de David, y de Belén, el pueblo de David?”. Así surgió entre la gente una división por causa de Jesús. Algunos querían apoderarse de Él, pero nadie le puso la mano encima.

Los guardias del templo, que habían sido enviados para apresar a Jesús, volvieron a donde estaban los sumos sacerdotes y los fariseos, y éstos les dijeron: “¿Por qué no lo han traído?”. Ellos respondieron: “Nadie ha hablado nunca como ese hombre”. Los fariseos les replicaron: “¿Acaso también ustedes se han dejado embaucar por él? ¿Acaso ha creído en él alguno de los jefes o de los fariseos? La chusma ésa, que no entiende la ley, está maldita”.

Nicodemo, aquel que había ido en otro tiempo a ver a Jesús, y que era fariseo, les dijo: “¿Acaso nuestra ley condena a un hombre sin oírlo primero y sin averiguar lo que ha hecho?”. Ellos le replicaron: “¿También tú eres galileo? Estudia las Escrituras y verás que de Galilea no ha salido ningún profeta”. Y después de esto, cada uno de ellos se fue a su propia casa.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

¿Quién eres en mi vida, Señor? Así como en tu tiempo, hoy Tú tienes un lugar central en la vida de las personas y eres un continuo interrogante para muchos. Para unos eres una voz que habla y que llama a la conversión pero que, poco a poco, es callada o evitada. Eres una persona incómoda pues pides un cambio de vida, de estilos, de comodidades. Eres una presencia embarazosa que está fuera, tocando a las puertas de los corazones, y al que se responde desde dentro «mañana le abriremos». Así, imitamos a los fariseos a los cuales llamabas y tocabas a su puerta, pero a quienes resultabas incómodo sin ni siquiera haberte escuchado.

Para otros en cambio puedes ser aquel hombre intrigante y ejemplar. Tal vez eres como una «figura de porcelana» que tenemos en algún lugar importante de nuestro corazón y que al verla nos deja una agradable sensación. Y, sin embargo, sólo eres una figura que está ahí, que nos dice algo, pero que en el fondo nos cambia poco. No dejamos que te muevas, te tenemos bien controlado y cuidamos que no te rompas. Podemos decir que nos mantenemos en un terreno neutro; estás en nuestro corazón, pero en la zona de las visitas y te tenemos ahí, impidiendo que entres realmente en el fondo de nuestro corazón. Eres eso, una visita y no un miembro de la familia. Y tal vez, somos como los soldados que sí, te admiramos, te reconocemos como alguien importante, pero nos quedamos como meros admiradores.

Finalmente, podemos hacer realmente la experiencia de ser amigos tuyos, de poder escucharte y que tus palabras nos toquen. No seremos perfectos, pienso que los apóstoles no eran perfectos, pero sí eran tus amigos. Eres el amigo a quien se dan las llaves de casa para que entre a la hora que quiera sin pedir permiso; quien nos conoce perfectamente y que sabe lo que necesitamos; con quien podemos llorar o pasar lo mejores momentos.

«Amigos, Jesús es el Señor del riesgo, es el Señor del siempre “más allá”. Jesús no es el Señor del confort, de la seguridad y de la comodidad. Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía, hay que animarse a cambiar el sofá por un par de zapatos que te ayuden a caminar por caminos nunca soñados y menos pensados, por caminos que abran nuevos horizontes, capaces de contagiar alegría, esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia». (Discurso de S.S. Francisco, 30 de julio de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, Señor, voy a dedicar un momento para estar delante del Sagrario preguntándome quién eres en mi vida.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Mesías disfrazado

Si el Mesías estaba disfrazado, podía estar disfrazado detrás de algunos defectos aparentes...

Recordé aquella vieja historia de un monasterio en el que la piedad había decaído. No es que los monjes fueran malos, pero sí que en la casa había una especia de gran aburrimiento, que los monjes no parecían felices; nadie quería ni estimaba a nadie y eso se notaba en la vida diaria como una capa espesa de mediocridad.

Tanto, que un día el Padre prior fue a visitar a un famoso sabio con fama de santo, quien, después de oírle y reflexionar, le dijo: "La causa, hermano, es muy clara. En vuestro monasterio habéis cometido todos un gran pecado: Resulta que entre vosotros vive el Mesías camuflado, disfrazado, y ninguno de vosotros se ha dado cuenta." El buen prior regresó preocupadísimo a su monasterio porque, por un lado, no podía dudar de la sabiduría de aquel santo, pero, por otro, no lograba imaginarse quién de entre sus compañeros podría ser ese Mesías disfrazado.

¿Acaso el maestro de coro? Imposible. Era un hombre bueno, pero era vanidoso, creído. ¿Sería el maestro de los novicios? No, no. Era también un buen monje, pero era duro, irascible. Imposible que fuera el Mesías. ¿Y el hermano portero? ¿Y el cocinero? Repasó, uno por uno, la lista de sus monjes y a todos les encontraba llenos de defectos. Claro que -se dijo a sí mismo- si el Mesías estaba disfrazado, podía estar disfrazado detrás de algunos defectos aparentes, pero ser, por dentro, el Mesías.

Al llegar a su convento, comunicó a sus monjes el diagnóstico del santo y todos sus compañeros se pusieron a pensar quién de ellos podía ser Mesías disfrazado y todos, más o menos, llegaron a las mismas conclusiones que su prior. Pero, por si acaso, comenzaron a tratar todos mejor a sus compañeros, a todos, no sea que fueran a ofender al Mesías. Y comenzaron a ver que tenían más virtudes de las que ellos sospechaban.

Y, poco a poco, el convento fue llenándose de amor, porque cada uno trataba a su vecino como sí su vecino fuese Dios mismo. Y todos empezaron a ser verdaderamente felices amando y sintiéndose amados.

San José, custodio de Jesús, de la Iglesia y de las vocaciones

Hecho público el mensaje del Papa para la Jornada Mundial de oración por las vocaciones.

Ha sido publicado el mensaje del Papa Francisco en la fiesta dedicada a San José, en el mensaje, Francisco recuerda la figura de San José, el sueño de la vocación.  Y recuerda, la vocación es la “llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo. Sólo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente “sí” a Dios”. San José sugiere tres palabras claves para la vocación: sueños, servicios y fidelidad.

Desde el pasado 8 de diciembre, con motivo del 150.º aniversario de la declaración de san José como Patrono de la Iglesia universal, el Papa Francisco, por medio del Decreto de la Penitenciaría Apostólica, dio comienzo al Año dedicado especialmente a este Santo. Además, el Pontífice escribió la Carta apostólica Patris corde para «que crezca el amor a este gran santo». En su mensaje, el Papa afirma que la figura de San José es “extraordinaria, y al mismo tiempo «tan cercana a nuestra condición humana». San José no impactaba, tampoco poseía carismas particulares ni aparecía importante a la vista de los demás. No era famoso y tampoco se hacía notar, los Evangelios no recogen ni una sola palabra suya. Sin embargo, con su vida ordinaria, realizó algo extraordinario a los ojos de Dios”.

Las vocaciones: regeneran la vida cada día

Más adelante, en el mensaje, Francisco recuerda que “Dios ve el corazón y en san José reconoció un corazón de padre, capaz de dar y generar vida en lo cotidiano. Las vocaciones tienden a esto: a generar y regenerar la vida cada día. El Señor quiere forjar corazones de padres, corazones de madres; corazones abiertos, capaces de grandes impulsos, generosos en la entrega, compasivos en el consuelo de la angustia y firmes en el fortalecimiento de la esperanza”.
 
Y hoy día, en tiempos marcados por “la fragilidad y los sufrimientos causados también por la pandemia, donde nos invade la incertidumbre y el miedo al futuro, lo que necesita el sacerdocio y la vida consagrada es a San José que viene a su “encuentro con su mansedumbre, como santo de la puerta de al lado; al mismo tiempo, su fuerte testimonio puede orientarnos en el camino”.

Tres palabras clave para la vocación

Francisco señala en su mensaje que San José nos sugiere tres palabras clave para nuestra vocación. La primera es sueño. Todos en la vida sueñan con realizarse. Y es correcto que tengamos grandes expectativas, metas altas antes que objetivos efímeros —como el éxito, el dinero y la diversión—, que no son capaces de satisfacernos.

Y el mayor sueño de la humanidad: “amor”. Porque como afirma el Papa, es “el amor el que da sentido a la vida, porque revela su misterio. La vida, en efecto, sólo se tiene si se da, sólo se posee verdaderamente si se entrega plenamente. San José tiene mucho que decirnos a este respecto porque, a través de los sueños que Dios le inspiró, hizo de su existencia un don”.

En el Mensaje, el Pontífice explica que los Evangelios narran cuatro sueños. Eran llamadas divinas, “pero no fueron fáciles de acoger. Después de cada sueño, José tuvo que cambiar sus planes y arriesgarse, sacrificando sus propios proyectos para secundar los proyectos misteriosos de Dios. Él confió totalmente. Y el Papa nos pregunta: “¿Qué era un sueño nocturno para depositar en él tanta confianza?”. Aunque en la antigüedad se le prestaba mucha atención, seguía siendo poco ante la realidad concreta de la vida. A pesar de todo, san José se dejó guiar por los sueños sin vacilar”, porque confirma el Papa, “su corazón estaba orientado hacia Dios, ya estaba predispuesto hacia Él. A su vigilante “oído interno” sólo le era suficiente una pequeña señal para reconocer su voz. Esto también se aplica a nuestras llamadas”.

“A Dios no le gusta revelarse de forma espectacular, forzando nuestra libertad. Él nos da a conocer sus planes con suavidad, no nos deslumbra con visiones impactantes, sino que se dirige a nuestra interioridad delicadamente, acercándose íntimamente a nosotros y hablándonos por medio de nuestros pensamientos y sentimientos. Y así, como hizo con san José, nos propone metas altas y sorprendentes”.

La vocación: la llamada divina que impulsa a entregarse

Los sueños condujeron a José a aventuras que nunca habría imaginado. El primero, afirma en su mensaje, desestabilizó su noviazgo, pero lo convirtió en padre del Mesías; el segundo lo hizo huir a Egipto, pero salvó la vida de su familia; el tercero anunciaba el regreso a su patria y el cuarto le hizo cambiar nuevamente sus planes llevándolo a Nazaret, el mismo lugar donde Jesús iba a comenzar la proclamación del Reino de Dios. “En todas estas vicisitudes, afirma el Papa, la valentía de seguir la voluntad de Dios resultó victoriosa. Así pasa en la vocación: la llamada divina siempre impulsa a salir, a entregarse, a ir más allá. No hay fe sin riesgo.

Sólo abandonándose confiadamente a la gracia, dejando de lado los propios planes y comodidades se dice verdaderamente “sí” a Dios. Y cada “sí” da frutos, porque se adhiere a un plan más grande, del que sólo vislumbramos detalles, pero que el Artista divino conoce y lleva adelante, para hacer de cada vida una obra maestra. En este sentido, san José representa un icono ejemplar de la acogida de los proyectos de Dios”.

San José es un icono de la acogida de los proyectos de Dios, pero es una “acogida activa, nunca renuncia ni se rinde, «no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte». Que él ayude a todos, señala Francisco, especialmente a los jóvenes en discernimiento, a realizar los sueños que Dios tiene para ellos; que inspire la iniciativa valiente para decir “sí” al Señor, que siempre sorprende y nunca decepciona”.

Servicio

La segunda palabra que marca el itinerario de san José y de su vocación es servicio, escribe el Papa y explica que se desprende de los Evangelios que vivió enteramente para los demás y nunca para sí mismo. "El santo Pueblo de Dios lo llama esposo castísimo, revelando así su capacidad de amar sin retener nada para sí. Liberando el amor de su afán de posesión, se abrió a un servicio aún más fecundo, su cuidado amoroso se ha extendido a lo largo de las generaciones y su protección solícita lo ha convertido en patrono de la Iglesia. También es patrono de la buena muerte, él que supo encarnar el sentido oblativo de la vida. Sin embargo, su servicio y sus sacrificios sólo fueron posibles porque estaban sostenidos por un amor más grande: «Toda vocación verdadera nace del don de sí mismo, que es la maduración del simple sacrificio".

Y este tipo de madurez, afirma, es lo que se requiere en el sacerdocio y la vida consagrada. "Cuando una vocación, ya sea en la vida matrimonial, célibe o virginal, no alcanza la madurez de la entrega de sí misma deteniéndose sólo en la lógica del sacrificio, entonces en lugar de convertirse en signo de la belleza y la alegría del amor corre el riesgo de expresar infelicidad, tristeza y frustración».

El Pontífice explica que "para san José el servicio, expresión concreta del don de sí mismo, no fue sólo un ideal elevado, sino que se convirtió en regla de vida cotidiana", San José, dijo el Papa, "se adaptó a las diversas circunstancias con la actitud de quien no se desanima si la vida no va como él quiere, con la disponibilidad de quien vive para servir. Con este espíritu, José emprendió los numerosos y a menudo inesperados viajes de su vida: de Nazaret a Belén para el censo, después a Egipto y de nuevo a Nazaret, y cada año a Jerusalén, con buena disposición para enfrentarse en cada ocasión a situaciones nuevas, sin quejarse de lo que ocurría, dispuesto a echar una mano para arreglar las cosas. Se podría decir que era la mano tendida del Padre celestial hacia su Hijo en la tierra. Por eso, no puede más que ser un modelo para todas las vocaciones, que están llamadas a ser las manos diligentes del Padre para sus hijos e hijas".

San José, custodio de Jesús, de la Iglesia y de las vocaciones

Francisco, expresó que le gusta pensar en san José, el custodio de Jesús y de la Iglesia, como custodio de las vocaciones. "Su atención en la vigilancia procede, en efecto, de su disponibilidad para servir. «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre» (Mt 2,14), dice el Evangelio, señalando su premura y dedicación a la familia. No perdió tiempo en analizar lo que no funcionaba bien, para no quitárselo a quien tenía a su cargo. Este cuidado atento y solícito es el signo de una vocación realizada, es el testimonio de una vida tocada por el amor de Dios. ¡Qué hermoso ejemplo de vida cristiana damos cuando no perseguimos obstinadamente nuestras propias ambiciones y no nos dejamos paralizar por nuestras nostalgias, sino que nos ocupamos de lo que el Señor nos confía por medio de la Iglesia! Así, Dios derrama sobre nosotros su Espíritu, su creatividad; y hace maravillas, como en José".

La fidelidad

"Además de la llamada de Dios —que cumple nuestros sueños más grandes— y de nuestra respuesta —que se concreta en el servicio disponible y el cuidado atento—, hay un tercer aspecto que atraviesa la vida de san José y la vocación cristiana, marcando el ritmo de lo cotidiano: la fidelidad. José es el «hombre justo» (Mt 1,19), que en el silencio laborioso de cada día persevera en su adhesión a Dios y a sus planes. En un momento especialmente difícil se pone a “considerar todas las cosas” (cf. v. 20). Medita, reflexiona, no se deja dominar por la prisa, no cede a la tentación de tomar decisiones precipitadas, no sigue sus instintos y no vive sin perspectivas.

Cultiva todo con paciencia. Sabe que la existencia se construye sólo con la continua adhesión a las grandes opciones", esto dijo el Pontífce corresponde a la laboriosidad serena y constante con la que "desempeñó el humilde oficio de carpintero (cf. Mt 13,55), por el que no inspiró las crónicas de la época, sino la vida cotidiana de todo padre, de todo trabajador y de todo cristiano a lo largo de los siglos. Porque la vocación, como la vida, sólo madura por medio de la fidelidad de cada día".

La fidelidad afirma Francisco se alimenta "a la luz de la fidelidad de Dios. Las primeras palabras que san José escuchó en sueños fueron una invitación a no tener miedo, porque Dios es fiel a sus promesas: «José, hijo de David, no temas» (Mt 1,20). y a continuación el Pontífice se dirige a cada uno de estos hermanos que desean seguir su vocación:

"No temas: son las palabras que el Señor te dirige también a ti, querida hermana, y a ti, querido hermano, cuando, aun en medio de incertidumbres y vacilaciones, sientes que ya no puedes postergar el deseo de entregarle tu vida. Son las palabras que te repite cuando, allí donde te encuentres, quizás en medio de pruebas e incomprensiones, luchas cada día por cumplir su voluntad. Son las palabras que redescubres cuando, a lo largo del camino de la llamada, vuelves a tu primer amor. Son las palabras que, como un estribillo, acompañan a quien dice sí a Dios con su vida como san José, en la fidelidad de cada día".

Y es esta fidelidad el secreto de la alegría, como dice un himno litúrgico, dice por último Francisco, en la casa de Nazaret,  había «una alegría límpida». Era la alegría cotidiana y transparente de la sencillez, la alegría que siente quien custodia lo que es importante: la cercanía fiel a Dios y al prójimo. Y exclama su esperanza que hermoso sería si la misma atmósfera sencilla y radiante, sobria y esperanzadora, impregnara los seminarios, institutos religiosos, casas parroquiales. Y es la alegría que desea a todos los que "generosamente han hecho de Dios el sueño de sus vidas, para servirlo en los hermanos y en las hermanas que les han sido confiados, mediante una fidelidad que es ya en sí misma un testimonio, en una época marcada por opciones pasajeras y emociones que se desvanecen sin dejar alegría".

¿En dónde encontrar la felicidad?

¿En dónde se debe buscar la auténtica felicidad?

Por: Sebastían Rodríguez, L.C. | Fuente: Virtudes y Valores

Hubo una vez un gran millonario que ofreció la mitad de su fortuna al que le dijera de corazón que no quería ser feliz. Esperó varios meses y nadie se le acercó. Está claro que todo hombre quiere y busca ser feliz, pues es algo que tenemos por naturaleza. A veces encontramos personas que dicen que son absolutamente felices; algunas de ellas tendrán mucho dinero y otras no tendrán nada. Así nos podemos preguntar ¿qué es la felicidad?, ¿cómo podemos ser felices? y ¿cómo podemos ayudar a otros a ser felices?

Muchas veces hemos escuchado que la verdadera felicidad se puede encontrar sólo en Dios, pero a veces no sabemos el porqué. Sin ser muy filosófico se puede explicar sencillamente lo que Sto. Tomás de Aquino dijo en su Suma de Teología(I-II q.2) sobre ¿qué es lo que hace al hombre ser feliz? Es importante entender la felicidad como aquello que satisface plenamente al hombre; y “plenamente” es una palabra clave. Cada día veremos a muchas personas que buscan la felicidad en las riquezas, pues teniendo dinero podrán comprar todo. Esto último es lo que hace imposible a las riquezas el dar la felicidad, pues si se tiene dinero es para conseguir algo más, y por lo tanto, el dinero en sí no nos satisface plenamente.

Otros dirán que la felicidad está en el honor y la gloria. Sabemos que se honra a alguien cuando posee alguna excelencia (por ejemplo, un premio académico). Pero como somos imperfectos, nunca podremos tener una excelencia completa y por lo mismo siempre estaremos buscando cosas para conseguir más y más honor, lo que nos llevará a la insatisfacción. En relación a la gloria, se da al que sabe algo, pero al igual que el honor, el hombre siempre buscará y podrá saber más y más, pues al ser creaturas imperfectas, tenemos una participación en la inteligencia de Dios y por lo mismo, inventamos o descubrimos cosas que en la mente divina ya habían sido creadas.

Por otro lado, hay personas que buscarán la felicidad en el poder, pero sabemos que por mucho poder que tenga, nunca se librará de los peligros o dificultades en su vida. Esto le llevará a preocuparse por ello, y no se satisfarán plenamente sus necesidades. Otros pensarán que la felicidad está en los bienes del cuerpo (la salud, por ejemplo). El hombre está compuesto de alma y cuerpo; y este último necesita el alma para vivir. Entonces, si los bienes del cuerpo satisfarían plenamente nuestra felicidad, no necesitaríamos nuestra alma; lo que es simplemente absurdo. Lo mismo se podría decir de los placeres, pues ellos son bienes del cuerpo, y como tales, necesitan de algo más para satisfacerse (el alma).

Finalmente tenemos otras dos posibilidades: algún bien del alma o algún bien creado. Lo primero no puede ser, pues el alma está en acto sólo cuando tiene al cuerpo (para darle vida), y por lo tanto, lo que en sí mismo es potencia, no puede dar la plenitud de felicidad, pues la potencia busca algo más, que es la actualización. Y si el bien del alma no puede ser, menos será un bien creado, pues por ser creado, quiere decir que depende de otro y por lo mismo es imperfecto.

Todo esto nos lleva a pensar que el único camino de felicidad es lo que es absolutamente perfecto, eterno, lo que es actualidad pura y es lo que llamamos Dios. Por lo tanto, podemos definir felicidad como la acción de estar con Dios, que es lo que alcanzaremos en el cielo. Por eso es muy importante conocer, amar y saber transmitir a Dios en esta vida, pues mientras más cercanos estemos de Él, más felices seremos. Ahora lo único que nos falta es preguntarnos ¿qué haré concretamente para ser feliz?
 
Cristo es redentor porque es Hijo de Dios

Sábado cuarta semana de Cuaresma. Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.
 
La liturgia de estos días nos va hablando de cómo Jesús se va encontrando cada vez más ante un juicio. Un juicio que Él hace sobre el mundo y, al mismo tiempo, un juicio que el mundo hace sobre Él. El juicio que el mundo hace sobre Él se define en la fe, y por eso dirá: "Si no creen que Yo soy". Ese juicio, que se define en la fe, es el juicio del hombre que tiene que acabar por aceptar la presencia de Dios tal y como Él la quiere poner en su vida, porque mientras el hombre no acepte esto, Jesucristo no podrá verdaderamente salvarlo.

Cristo es acusado, y por eso dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre conocerán lo que Yo soy". Pero, al mismo tiempo es juez, y es Él mismo el que realiza el veredicto definitivo sobre nuestro pecado.

El juicio que nosotros hacemos sobre Cristo se resume en la cruz. Dios envía a su Hijo, y el mundo lo crucifica; Dios realiza la obra de la redención a través del juicio que el mundo hace de su Hijo, es decir de la cruz.

Esto es para nosotros un motivo de seria reflexión. El darnos cuenta de que nuestro juicio sobre Cristo es un juicio condenatorio, porque lo llevan a la cruz.

Nuestros pecados, nuestras debilidades, nuestras miserias, reconocidas o no, son las que juzgan a Cristo. Y lo juzgan haciéndolo que tenga que ser levantado y muerto por nosotros. Ésa es nuestra palabra sobre Cristo; pero, al mismo tiempo, tenemos que ver cuál es la palabra de Cristo sobre nosotros. Jesús dirá: "Cuando hayan levantado al Hijo del Hombre, entonces conocerán que Yo soy". Ese "Yo soy", no es simplemente un pronombre y un verbo, "Yo soy" es el nombre de Dios. Cuando Cristo está diciendo "Yo soy", está diciendo Yo soy Dios.

La cruz es la que nos revela, en ese misterio tan profundo, la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, porque la cruz es el camino que Dios elige, que Dios busca, que Dios escoge para hacer que nuestro juicio sobre Él de ser condena, se transforme en redención. Ésa es la moneda con la que Dios regresa el comportamiento del hombre con su Hijo.

Hay situaciones en las que, por nuestros pecados y por nuestras debilidades, vivimos en la obscuridad y en la amargura. Parecería que la expulsión de la comunión con Dios, que produce todo pecado, sería la auténtica respuesta de Dios al hombre, y, sin embargo, no es así. La auténtica respuesta de Dios al hombre es la redención. Mientras que el hombre responde a Dios juzgando, condenando y crucificando a su Hijo, Dios responde al hombre con un juicio diferente: la redención, el perdón. Pero para eso nosotros necesitamos ponernos en manos de Dios nuestro Señor.

Cristo constantemente nos está diciendo que Él es redentor porque es Hijo de Dios. Es decir, Él es el redentor porque es igual al Padre. "Yo soy", no me ha dejado solo, yo hago siempre lo que a Él le agrada. Ése es Cristo. Por eso es nuestro redentor. Cristo no es solamente alguien que se solidariza con nosotros, con nuestros pecados, con nuestras debilidades; Cristo es, por encima de todo, el Hijo de Dios, enviado al mundo para salvarnos.

Tenemos urgencia de descubrir esto para hacer de Cristo el primero. Único y fundamental punto de referencia; criterio, centro y modelo de toda nuestra vida cristiana, apostólica, espiritual y familiar, para que verdaderamente Él pueda redimir nuestra vida personal, para que Él pueda redimir la vida conyugal de los esposos cristianos, para que Él pueda redimir la vida familiar, para que Él pueda redimir la vida social de los seglares cristianos, porque si Cristo no se convierte en punto de referencia, no podrá redimirnos.

Se acerca la Semana Santa, que son momentos en los que podríamos quedarnos simplemente en una contemplación sentimental de los misterios de la pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor, cuando lo que está sucediendo en la Semana Santa es que Cristo se convierte en el juez y Señor de la historia, en el único que puede vencer a lo que destruye a la historia, que es la muerte. Cristo, vencedor de la muerte, se convierte así en el Señor de toda la historia y de toda la humanidad; en juez de toda la historia de la humanidad, y lo hace a través de la cruz, por lo que se transforma de condena en redención.

Seamos capaces de ir cristianizando cada vez más nuestros criterios, de ir cristianizando cada vez más nuestros comportamientos y de ir haciendo de nuestro Señor el punto de referencia de nuestra existencia. Que nuestra fe, nuestra adhesión, nuestro ponernos totalmente del lado de Cristo se conviertan en la garantía de que nosotros no muramos en nuestros pecados, sino que hagamos de la condena que sobre ellos tendría que cernirse, redención; y del castigo que sobre ellos tendría que caer en justicia, hagamos misericordia en nuestros corazones.

La esencia de la Cuaresma en cinco preguntas con respuesta

La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianism

Por: Por sacristania | Fuente: http://sacristania.com/

La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo. Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la de imitar el ayuno previo del Señor

1.- ¿Cuál es su origen?

"La cuaresma nació como desarrollo pedagógico de un aspecto central del misterio cristiano celebrado en el triduo pascual. Destaca la perspectiva que se refiere a la muerte de Jesucristo.

La duración de este tiempo está fundada en el simbolismo de la cuarentena bíblica: Moisés, Elías y Jesucristo estuvieron cuarenta días por las montañas; cuarenta fueron también los años que pasó el pueblo de Israel en el desierto.

La cuaresma ha sido siempre el tiempo litúrgico más caracterizado del cristianismo. Es un conjunto de cuarenta días, cuya razón de ser originaria fue la de imitar el ayuno previo del Señor al comienzo de su ministerio apostólico. De este modo, el cristiano y la comunidad cristiana se preparan a las fiestas de la pascua. En la Iglesia de la Edad Antigua, el tiempo de cuaresma era aprovechado además para la intensificación de la iniciación y preparación doctrinal y moral de los candidatos al bautismo, que precisamente recibían este sacramento en la noche santa de la gran vigilia pascual".

2.- ¿Cuáles son sus notas litúrgicas?

Constitución

Número 109: "Puesto que el tiempo cuaresmal prepara a los fieles, entregados más intensamente a oír la Palabra de Dios y la oración, para que celebren el misterio pascual, sobre todo mediante el recuerdo o la preparación del bautismo y mediante la penitencia, dése particular relieve en la liturgia y en la catequesis litúrgica al doble carácter de dicho tiempo. Por consiguiente:

a) Se use con mayor abundancia los elementos bautismales propios de la liturgia cuaresmal, y, según las circunstancias, restáurense ciertos elementos de la tradición anterior.

b) Dígase lo mismo de los elementos penitenciales. Y en cuanto a la catequesis, incúlquese a los fieles, junto con las consecuencias sociales del pecado, la naturaleza propia de la penitencia, que detesta el pecado en cuanto es ofensa de Dios; no se olvide tampoco la participación de la Iglesia en la acción penitencial y encarézcase la oración por los pecadores.

Número 110: “La penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser sólo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles".

"Los formularios litúrgicos de la cuaresma tienen un claro sentido bautismal y penitencial. La revisión cristiana ha de hacerse siempre alrededor de un punto de referencia: la opción bautismal en la que orientamos nuestra vida según la palabra de Dios. Si hubiéramos roto esa opción, no tendríamos otro camino que volver a recomponerla por la penitencia realizada en la Iglesia. El camino de la conversión es siempre camino penitencial".

Cada día de este tiempo cuenta con formularios litúrgicos propios, riquísimos en contenido. Por ello van desfilando todos los acontecimientos de la historia de la salvación, desde la creación hasta la pasión de Cristo, pasando por el pueblo de Israel, el éxodo, la peregrinación por el desierto, la alianza, el exilio, el profetismo

3.- ¿Cúal es su sentido?

"La cuaresma está pensada para intensificar ese aspecto de la vida que exige superación, esfuerzo, reconstrucción, purificación, transformación. Imágenes de la cuaresma son el camino, la soledad, la prueba, la austeridad, el desprendimiento, la oración, el ayuno… Y todo ello para facilitar el encuentro transformador y transfigurador con Dios a través de Jesucristo, el auténtico cuaresmal.

Para ello, la Iglesia nos propone recorrer durante la cuaresma el camino de la propia conversión. Todos los días del año y especialmente en estos días de cuaresma, Cristo nos interpela desde los acontecimientos, desde nuestra propia conciencia, desde la vida cotidiana, desde la Palabra de Dios, desde los hombres nuestros hermanos: “¡Convertios! ¡Haced penitencia! ¡Cambiad de vida! Está cerca el Reino de Dios".

4.- ¿Cuáles son sus símbolos?

"Toda la liturgia de la cuaresma, tanto en sus aspectos rituales como en la misma liturgia de la palabra, está transida de hermosísimos símbolos que ayuden y hagan visible el camino cristiano de la conversión. Estos símbolos son:

– Desierto. Con toda su carga simbólica y metafórica de sequedad, soledad, austeridad, rigor, peligros, tentaciones. El desierto es protagonismo escénico en los evangelios el I domingo de cuaresma
– Luz, como se pone de evidencia, por ejemplo, en el evangelio del ciego de nacimiento (Jn. 9, 1-41. Domingo IV ciclo A). Es el tránsito de las tinieblas a la luz. Jesucristo es la luz del mundo.
– Salud. Este símbolo se evidencia en textos como la curación del paralítico (Jn. 5, 5-10. Martes de la IN Semana) o la sanación del hijo del centurión (Jn. 4,43-54).
– Liberación, Triunfo. Algunas figuras bíblica, que sufren graves peligros y vencen en la prueba, son José -Gn. 37-, la casta Susana -Dan. 13, 1 y ss.-, Ester -Est. 14, 1-14- o Jesús, tentado y transfigurado.
– Agua. De la sed al agua viva: el agua de Moisés al pueblo de Israel o de Jesús a la mujer samaritana.
– Perdón. La historia de Jonás y de Nínive y, sobre todo, la parábola del hijo pródigo, son ejemplos de ello.
– Cruz. Signo y presencia permanente durante la cuaresma. Prefigurada en el Antiguo Testamento y patentiza por Jesucristo como condición de cargar con ella para el seguimiento.
– Resurrección. Es la luz definitiva del camino cuaresmal. La escena de la transfiguración de Jesús, siempre presente en el evangelio del II domingo de cuaresma. Es la verificación de aquella máxima "por la cruz a la luz".

5.- ¿Quénes son sus personajes de referencia?

– José hijo de Jacob, Ester, la casta Susana, Jeremías, el ciego de nacimiento, el hijo pródigo, el padre del hijo pródigo, la samaritana, la mujer adúltera y arrepentida, Zaqueo, el buen ladrón… y, sobre todo, Jesús de Nazaret.

Les invito a leer el mensaje del Santo Padre para la Cuaresma de 2016
Especial de Cuaresma
 
PRECES

Los guardias que volvieron sin haber detenido a Jesús afirmaron: «Nadie ha hablado jamás como ese hombre». Porque Jesús tiene palabras de vida eterna, le decimos:
R/MSeñor, danos tu salvación.
Que la Iglesia profundice cada vez más en tus enseñanzas,
– y su voz pueda ser escuchada por todos los pueblos.MR/
Que cada vez crezcamos más en tu conocimiento,
– y no nos refugiemos buscando seguridad en falsos ídolos.MR/
Que descubramos el verdadero sentido de la vida,
– y con tu ayuda sepamos ofrecerla con amor.MR/
Que cuantos viven desorientados o angustiados puedan escuchar tu palabra,
– y encontrar la libertad que has traído al mundo.MR/
Que sepamos acompañar a los que se encuentran sin trabajo,
– y puedan encontrar un empleo en el que desarrollar sus capacidades.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Te pedimos, Señor, que tu acción misericordiosa mueva nuestros corazones, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

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