Yo tampoco te condeno

Ángelus del Papa: Un ejemplo vale más que mil palabras

HANDOUT / VATICAN MEDIA / AFP

21/03/21

El Papa Francisco ha reflexionado desde la Biblioteca Apostólica sobre el Evangelio del día según san Juan, invitándonos a sembrar semillas de amor “no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes”

El Apóstol Juan hoy relata un episodio que ocurrió en los últimos días de vida de Cristo, poco antes de su Pasión: Mientras Jesús estaba en Jerusalén para la fiesta de pascua, algunos griegos, llenos de curiosidad por lo que estaba haciendo, expresaron su deseo de verlo. Se acercaron al apóstol Felipe y le dijeron: «Queremos ver a Jesús». Felipe se lo dice a Andrés y luego juntos van a decírselo al Maestro. El Papa Francisco, ha asegurado este mediodía antes de rezar la oración mariana del Ángelus, que en la petición de aquellos griegos “se puede ver la súplica que muchos hombres y mujeres, en todo lugar y tiempo, dirigen a la Iglesia y también a cada uno de nosotros: ‘Queremos ver a Jesús’”.

Inmediatamente, el Santo padre ha preguntado: ¿Cómo responde Jesús a esta petición? y ha contestado: “de un modo que lleva a reflexionar. Dice así: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre […] Si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere, da mucho fruto»”. Francisco señala que estas palabras “no parecen responder a la petición que habían hecho aquellos griegos” pues en realidad “van más allá”. De hecho, el Papa subraya que “Jesús revela que Él, para todo hombre que quiera buscarlo, es la semilla escondida dispuesta a morir para dar mucho fruto” como diciendo: “si queréis conocerme y comprenderme, mirad el grano de trigo que muere en la tierra, mirad la cruz”.

El crucifijo como “árbol de la vida”

Francisco también se ha parado a reflexionar sobre el signo de la cruz, recordando que a lo largo de los siglos “se ha convertido en el emblema por excelencia de los cristianos”. De hecho – dice – “quien también hoy quiere “ver a Jesús”, tal vez proveniente de países y culturas donde el cristianismo es poco conocido, ¿qué ve en primer lugar? ¿Cuál es el signo más común que encuentra? El crucifijo”. El Papa explica que el crucifijo lo encontramos en las iglesias, en los hogares de los cristianos, incluso en el propio cuerpo, pero lo más importante es “que el signo sea coherente con el Evangelio: la cruz no puede sino expresar amor, servicio, entrega sin reservas: sólo así es verdaderamente el “árbol de la vida”, de la vida sobreabundante”.

La responsabilidad de los cristianos

“Mucha gente, a menudo sin decirlo implícitamente, quisiera “ver a Jesús”, encontrarlo, conocerlo” continúa el Papa, y es por ello que es importante comprender la gran responsabilidad de los cristianos y de nuestras comunidades: “Nosotros también debemos responder con el testimonio de una vida que se entrega en el servicio. De una vida que tome el estilo de Dios, cercanía, compasión, que se dona en el servicio». Se trata – subraya – «de sembrar semillas de amor no con palabras que se lleva el viento, sino con ejemplos concretos, sencillos y valientes», «no con condenas de odio sino con gestos de amor».  Francisco asegura que es entonces que el Señor, con su gracia, «nos hace fructificar, incluso cuando el terreno es árido por incomprensiones, dificultades, persecuciones, pretensiones de legalismos o moralismos».

Por último, recuerda que es precisamente en la prueba y en la soledad, mientras muere la semilla “que brota la vida para dar fruto maduro en su momento” y es en esta trama de muerte y de vida “que podemos experimentar la alegría y la verdadera fecundidad del amor” y repite una vez más: «que se da según el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura».

Lea, Santa

Viuda, 22 de marzo

Martirologio Romano: Conmemoración de santa Lea, viuda romana, cuyas virtudes y cuya muerte recibieron las alabanzas de san Jerónimo ( c.383).

Breve Biografía

De "la santísima Lea", como la llama san Jerónimo, sólo sabemos lo que él mismo nos dice en una especie de elogio fúnebre que incluyó en una de sus cartas. Era una matrona romana que al enviudar - quizá joven aún - renunció al mundo para ingresar en una comunidad religiosa de la que llegó a ser superiora, llevando siempre una vida ejemplarísima.
Estas son las palabras insustituibles de san Jerónimo:

"De un modo tan completo se convirtió a Dios, que mereció ser cabeza de su monasterio y madre de vírgenes; después de llevar blandas vestiduras, mortificó su cuerpo vistiendo sacos; pasaba las noches en oración y enseñaba a sus compañeras más con el ejemplo que con sus palabras".
"Fue tan grande su humildad y sumisión, que la que había sido señora de tantos criados parecía ahora criada de todos; aunque tanto más era sierva de Cristo cuanto menos era tenida por señora de hombres. Su vestido era pobre y sin ningún esmero, comía cualquier cosa, llevaba los cabellos sin peinar, pero todo eso de tal manera que huía en todo la ostentación".
No sabemos más de esta dama penitente, cuyo recuerdo sólo pervive en las frases que hemos citado de san Jerónimo. La Roma en la que fue una rica señora de alcurnia no tardaría en desaparecer asolada por los bárbaros, y Lea, «cuya vida era tenida por todos como un desatino», llega hasta nosotros con su áspero perfume de santidad que desafía al tiempo.

Vete y no vuelvas a pecar

Santo Evangelio según san Juan 8, 1-11. Lunes V de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, regálame un corazón como el tuyo, que lleve todas tus palabras, sentimientos e ilusiones hasta lo más profundo de mi ser.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos y al amanecer se presentó de nuevo en el templo, donde la multitud se le acercaba; y él, sentado entre ellos, les enseñaba.

Entonces los escribas y fariseos le llevaron a una mujer sorprendida en adulterio, y poniéndola frente a él, le dijeron: “Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos manda en la ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?”.

Le preguntaban esto para ponerle una trampa y poder acusarlo. Pero Jesús se agachó y se puso a escribir en el suelo con el dedo. Pero como insistían en su pregunta, se incorporó y les dijo: “Aquel de ustedes que no tenga pecado, que le tire la primera piedra”. Se volvió a agachar y siguió escribiendo en el suelo.

Al oír aquellas palabras, los acusadores comenzaron a escabullirse uno tras otro, empezando por los más viejos, hasta que dejaron solos a Jesús y a la mujer, que estaba de pie, junto a él.

Entonces Jesús se enderezó y le preguntó: “Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Nadie te ha condenado?” Ella le contestó: “Nadie, Señor”. Y Jesús le dijo: “Tampoco yo te condeno. Vete y ya no vuelvas a pecar».

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Mujer, ¿alguna vez alguien te vio con los ojos con que yo te miro hoy? La boca, las obras, las miradas hablan de lo que abunda en el corazón. Unos vieron en ti un objeto, otros vieron una pecadora, yo vi una mujer. Vi una persona.

En mi corazón sobreabunda un deseo por ver felices a todos los hombres y a todas las mujeres. Cuando los miro no lo hago con rencor. Me compadezco. Algunas veces me alegro, otras, no lo quisiera, me entristezco. Padre, perdónalos. Tantas veces no saben lo que hacen. Te pido, Padre, mantenlos en mí; que no se pierda ninguno.

¡Pobre mujer! Es grande el pecado de los hombres… pero en el principio no era así. Entre hombre y mujer no había sino sólo amor puro. Un amor vinculado por Dios. Pero hoy te veo, mujer, en peligro y te quiero salvar. Te amo y mira cuán verdadero es mi amor; no como el de muchos hombres. Verdadero es mi amor. Eres de verdad una persona, aun cuando el pecado te haya podido manchar.

¿Nadie te ha condenado? Tampoco yo te condeno. Puedes irte pero nunca más te apartes. Ése es mi deseo.

«Queridos hermanos y hermanas, esa mujer nos representa a todos nosotros, que somos pecadores, es decir adúlteros ante Dios, traidores a su fidelidad. Y su experiencia representa la voluntad de Dios para cada uno de nosotros: no nuestra condena, sino nuestra salvación a través de Jesús. Él es la gracia que salva del pecado y de la muerte. Él ha escrito en la tierra, en el polvo del que está hecho cada ser humano, la sentencia de Dios: “No quiero que tu mueras, sino que tú vivas”».

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré un obrar concreto para ayudar a una persona que se encuentre en una situación semejante a la de esta mujer en el Evangelio.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Adulterio: infidelidad de corazón

Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia

Por: P. Jorge Loring | Fuente: Catholic.net

El pecado de adulterio: Se comete cuando un hombre y una mujer, de los cuales, al menos uno está casado, establecen una relación sexual, aunque sea ocasional

El adulterio es ya una falta grave desde el momento mismo en que se desee deliberadamente. Ya hay adulterio cuando hay infidelidad de corazón: cuando se pone a alguien por encima del propio consorte. Tal es el sentido de las palabras de Nuestro Señor: Quien mira a una mujer con deseos deshonestos, ya ha cometido adulterio en su corazón

Como pecado externo es uno de esos crímenes enormes que ya entre los judíos y los paganos era castigado con la pena de muerte.

Las personas casadas deben ser de una prudencia extrema en este punto, y cerrar cuidadosamente la puerta de su corazón al menor síntoma de un afecto desordenado naciente hacia tercera persona. Los antiguos amores de la juventud, los actuales amigos de la familia, los subordinados, los superiores, los compañeros de trabajo, pueden constituir un verdadero peligro para la virtud de los esposos.

Hay que evitar los celos infundados, pero también el ser bobalicones poniendo en peligro la fidelidad del otro cónyuge.

Una aventura amorosa extramatrimonial puede hundir la felicidad de la familia, que no podrá recuperar el cariño de antes. Y esto no tiene precio.

No se llega ordinariamente al adulterio de golpe, sino después de una serie de ligerezas, de imprudencias y de concesiones. Al principio se resiste, y se ve con horror avecinarse la tragedia.
Pero si se empieza a hacer concesiones pequeñas está todo perdido.
Cada vez se cederá más.
Siempre menos de lo que la tentación pide, pero las concesiones irán en aumento. La tragedia será casi irremediable. Por eso deben tomarse toda clase de precauciones antes de que sea demasiado tarde. Los esposos deben ayudarse en este punto evitando las ocasiones. Pero también deben evitar el no menos grave peligro de celos infundados que son la ruina de la paz conyugal.

Los pasos del adulterio pueden ser éstos:

Un marido absorbido por su trabajo.

** Su mujer se siente sola.
** Ella se encuentra casualmente con un hombre que resulta amable y atento.
** Se deja llevar con la imaginación lo que sería un matrimonio con este segundo hombre.
** Una circunstancia ocasional y un beso furtivo con este segundo hombre. Necesidad de repetir este momento.
** Después, el adulterio, una familia deshecha, y, puede ser, que la condenación eterna.

Es un proceso lento pero seguro, si no se corta al principio radicalmente.

El sentimentalismo suele ser una de las causas por las que una persona buena puede llegar también al adulterio:

** Se encuentra con otra que atraviesa una situación difícil.
** Su buen corazón le inclina a ayudarla, no viendo ningún peligro en ello.
** Nace el afecto entre los dos.
** Ella se siente agradecida y comprometida a complacerle en todo, etc.

En ambientes pervertidos, algunos matrimonios practican el intercambio de parejas, como un juego inofensivo: pero con esto han preparado una bomba de relojería que, antes o después, hará saltar, hecho añicos, su matrimonio.

La amante del hombre puede ser una profesional que va buscando hombres casados para vaciarles la cartera. Es una mujer de cuatro letras, que en lugar de trabajar en la calle lo hace en lugares lujosos: es una profesional del vicio. Otras veces puede ser una mujer ingenua que insensiblemente se enreda en un amor prohibido. Aunque ingenua no deja de ser culpable pues sabe que aquel corazón ya tiene dueño.

 

Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo

Lunes quinta semana de Cuaresma. Cristo nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.

El camino de conversión, que es la Cuaresma, tiene como todo camino, un inicio; y como todo camino, tiene también un final. La Cuaresma se enfrenta en esta semana con su última semana. El Domingo de Ramos, que es cuando celebramos la entrada de Jesús en Jerusalén, estaremos celebrando también el momento en el cual termina la Cuaresma para dar inicio a la Semana Santa. En ese momento podríamos simplemente quedarnos con la idea de haber dicho: una Cuaresma más que pasó por nuestra vida, cuarenta días más. O preguntarnos: ¿Cómo aproveché este camino? ¿Realmente le saqué fruto a toda esta Cuaresma, o la Cuaresma se me fue, como se me van tantas otras cosas?

La liturgia, en el salmo responsorial, nos habla de un sentimiento que tendría que estar presente en nuestro corazón: “Nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”. Todos sabemos que la Cuaresma es un llamamiento muy serio a la conversión, es una llamada muy exigente a transformar la vida; no la podemos dejar igual después de la Cuaresma. Nosotros podríamos asustarnos al ver el programa de conversión que se nos propone y al darnos cuenta de lo que significa convertir la propia personalidad, convertir los propios sentimientos, convertir la propia inteligencia, convertir la propia voluntad, cambiar totalmente la propia existencia.

Esta conversión se nos podría hacer un camino tan impracticable, una cumbre tan elevada, que en el corazón puede llegar a aparecer el miedo. Un miedo que nos hace incapaces de poder transformar nuestra vida, un miedo que, incluso, nos puede hacer rebeldes contra las mismas necesidades de transformación, y entonces quedarnos, a la hora de la hora, con el miedo, con la rebeldía y sin la transformación.

¡Qué serio es esto!, porque puede ser que nuestra vida se nos esté yendo como agua entre los dedos y no terminar de afianzar la transformación que nosotros necesitamos llevar a cabo en nuestra alma, y no terminar de consolidar en nuestra alma la exigencia de una auténtica transformación cristiana.

¡Cuántas Cuaresmas hemos vivido! ¡Cuántos llamados a la conversión! Cuántas veces hemos escuchado el “arrepiéntete” y, sin embargo, ¿dónde estamos en este camino? Creo que el Evangelio de hoy podría ser para todos nosotros algo muy significativo, porque Jesucristo nos habla de cómo todos tenemos esa presencia, de una forma o de otra, del alejamiento de Dios: el pecado en nuestro corazón.

El episodio de la mujer adúltera es un episodio en el cual Jesucristo se encuentra no tanto con la realidad del pecado, cuanto con la visión que el hombre tiene del propio pecado. Por una parte están los acusadores, los hombres que dicen: “Esta mujer es adúltera y por lo tanto debe ser condenada a muerte por lapidación”. Por otra parte está la mujer que, evidentemente, también está en pecado.

Qué fuerte es el hecho de que Jesús se atreva a cuestionar la legitimidad que tienen todos esos hombres de castigar a esa mujer, cuando ellos mismos están en pecado. Sin embargo, todos ellos iban a convertirse en jueces y en ejecutores de una ley, pensando que actuaban con plena justicia, como si el pecado no estuviese en ellos. Y Jesús desenmascara, con la habilidad y sencillez que a Él le caracteriza, la capacidad que tenemos los hombres en nuestro interior de torcer las cosas para creernos justos cuando no lo somos, cuando ni siquiera hemos rozado la capacidad de conversión que tenemos. De creernos limpios cuando, a lo mejor, ni siquiera hemos tocado un poco el misterio de nuestra auténtica conversión interior.

Este relato del Evangelio del domingo nos habla de un Jesús que nos llama, que nos invita a atrevernos a sumergirnos en la realidad de nuestra conversión: “El que esté sin pecado que tire la primera piedra”. No dice que la mujer ha hecho bien, simplemente les pregunta si se han dado cuenta de cuál es la justicia, la santidad que hay en cada una de sus almas: primero dense cuenta de esto y luego pónganse a pensar si pueden tirarle piedras a alguien que está en pecado. “Antes de ver la paja del ojo ajeno, quita la viga que hay en el tuyo”.

La conversión supone la valentía de profundizar dentro de la propia alma. La conversión supone la valentía de entrar al propio corazón, como Jesús entra dentro del alma de estos hombres para que se den cuenta que todos tienen pecado, que ninguno de ellos puede llegar a tirar ni siquiera una piedra. Pero, muchas veces, lo que nos acaba pasando cuando rozamos el misterio de la conversión de nuestra alma, cuando tocamos el misterio de que tenemos que transformar comportamientos, afectos, actitudes, criterios, pensamientos, juicios, es que nos da miedo y nos echamos para atrás y preferimos no tenerlo delante de los ojos.

¿Quién se atrevería a bajar hasta lo más profundo del propio corazón si no es acompañado de Dios nuestro Señor? ¿Quién se atrevería a tocar lo tremendo de las propias infidelidades, de los propios egoísmos, de todo lo que uno es en su vida, si no es acompañado por Dios? La pregunta más importante sería: ¿Ya has sido capaz de bajar, acompañado de Dios nuestro Señor, a lo profundo de tu corazón? ¿Ya has sido capaz de tocar el fondo de tu vida para verdaderamente poder convertirte?

¡Cuántos esfuerzos de conversión hemos hecho a lo largo de nuestra vida! Cuántas veces hemos intentado transformarnos, y no lo hemos logrado, porque nunca hemos bajado hasta el fondo de nuestra alma, porque nunca nos hemos atrevido a tomar a Jesús de la mano y permitirle que nos cure. Como el médico que, para poder curar nuestra enfermedad, tiene que llegar a la raíz de la misma, no puede conformarse simplemente con aplicar una cura superficial.

Ojalá que si en esta Cuaresma no hemos todavía transformado muchas cosas y seguimos teniendo egoísmos, perezas, flojeras, miedos y tantas otras cosas, por lo menos hayamos conseguido la gracia, el don de Dios, de permitirle bajar con nosotros hasta el fondo de nuestro corazón, para que desde ahí, Él empiece a sanarnos, Él empiece a transformarnos, Él empiece a cambiarnos. “Aunque atraviese por cañadas oscuras nada temo, Señor, porque Tú estás conmigo”.

¡Cuántas veces lo más oscuro de nuestras vidas es nuestro corazón! No oscuro porque esté muy manchado, sino oscuro porque ha sido poco iluminado; porque preferimos dejar las cosas como están para no tener que cambiar algunas actitudes. Hemos de entrar y tocar con sinceridad el fondo de nuestro corazón para que Cristo nos quite los miedos que nos impiden llegar hasta el fondo, para así poder transformar verdadera y cristianamente toda nuestra vida.

Que ésta sea la gracia principal que hayamos adquirido en esta Cuaresma en la que el Señor, una vez más, nos ha llamado a la conversión y, sobre todo, nos ha llamado a tenerle en lo profundo de nosotros mismos.
Esto es la Biblia: Episodio 4 - Génesis 3. El pecado original

8 formas en la que podemos usar el agua bendita

Si nos detenemos a pensar en lo que realmente representa para nosotros, la utilizaremos con más frecuencia, conciencia y gratitud

"De larga experiencia he aprendido que no hay nada como el agua bendita para poner en fuga a los demonios y evitar que vuelvan nuevamente. También huyen de la Cruz, pero regresan; así que el agua bendita debe tener gran virtud. Por mi parte, siempre la llevo, con ella mi alma siente un particular y muy notable consuelo"- [Santa Teresa de Ávila]

Esta cita de Santa Teresa enfatiza la importancia del agua bendita. Su uso nos recuerda nuestro bautismo y las promesas que en él hicimos.

Nuestras promesas bautismales incluyen renunciar a Satanás y rechazar el pecado, pero es probable que rara vez tengamos esto en mente al usar agua bendita.×

Debemos recordar que esta agua, a través del sacerdote, es bendecida por Dios en virtud del bautismo de Cristo.

La Iglesia Católica posee un enorme poder de impartir la gracia sacramental, y el agua bendita como un sacramental recibe su poder a través de la oración y la autoridad de la Iglesia.

El rito de la bendición, dicho por el sacerdote sobre el agua para que sea santa contiene oraciones de exorcismo. Con ella se puede expulsar demonios y sanar a los enfermos, pero la mayoría de las veces la usamos sin pensar en lo que en verdad representa.

Para ser más conscientes de su valor debemos conocer las formas de usarla y hacerlo con frecuencia, por ello te compartimos una lista de ocho maneras de utilizar el agua bendita en la vida cotidiana:

1.- Bendícete a ti mismo.

Esta sugerencia es obvia, pero si sólo la usamos el domingo para bendecirnos al hacer la señal de la cruz con ella cuando entramos al templo ¿no estamos perdiendo en el resto de la semana?

Nunca puedes tener demasiado gracia o bendición en tu vida. Utiliza agua bendita todos los días.

Mantener una pila de agua bendita en la casa es una gran idea para que tú, tu familia y los huéspedes puedan usarla para bendecirse en el hogar.

Mantén la fuente junto a la puerta de entrada para asegurarte de no salir de casa sin ella.

2.- Bendice tu casa.

Si no te has tomado el tiempo para bendecir tu casa con agua bendita, entonces no hay mejor momento que el presente.

Tu casa es iglesia doméstica y también necesita protección espiritual. Puedes rociar agua bendita tú mismo en tu casa, o pedirle a un sacerdote que bendiga formalmente tu casa con agua bendita, como parte de la ceremonia de bendición del hogar.

3.- Bendice a tu familia.

Utiliza el agua bendita para orar y hacer la señal de la cruz sobre tu cónyuge e hijos antes de ir a dormir por la noche.

La unión de la familia entre sí y con Dios de esta manera es una gran tradición familiar para adoptar. Mantén una botella de agua bendita a un lado de la cama con este propósito.

4.- Bendice tu espacio de trabajo

Si trabajas fuera de casa, es una gran idea rociar tu espacio de trabajo con agua bendita, no sólo para protección espiritual mientras desempeñas tus labores, sino también para santificar tu trabajo diario para la gloria de Dios.

5.- Bendice tu vehículo.

Tu vehículo es, probablemente, el lugar más peligroso en el que pasa una cantidad significativa de tiempo diario.

Nunca subestimes el poder del agua bendita aplicada a tu vehículo para mantenerte a salvo del peligro, cuando se utiliza con fe y confianza en Dios.

De hecho, también puedes pedirle a un sacerdote que bendiga tu vehículo con agua bendita.

6.- Bendice tu jardín o huerto.

Era una práctica común en la Edad Media que la gente espolvorease sus huertas con agua bendita.

En momentos en que la gente era muy dependiente de los cultivos para su subsistencia, la falta de lluvia o heladas tempranas resultaba devastadora.

El uso de agua bendita para bendecir las plantas que se utilizarían para el sustento de la familia mostraba confianza en la gracia de Dios.

7.- Bendice a los enfermos.

Si sabes de algún amigo o familiar enfermo, visítalo y bendícelo con agua bendita, lo cual además será una obra corporal y espiritual de misericordia.

Si visitas a los enfermos en un hospital o asilo de ancianos, rocía bendiciendo su espacio vital con agua bendita y déjales una botella de agua bendita como un consuelo en sus momentos de necesidad.

8.- Bendice a tus mascotas.

Muchas parroquias en la fiesta de San Francisco de Asís tiene un rito de bendición para mascotas.

Las mascotas son amados compañeros para individuos y familias y, a menudo nos proporcionan un gran servicio, e incluso estos pueden ser bendecidos con agua bendita, porque toda la creación tiene el fin de dar gloria a Dios.

Esto también se aplica a los animales de granja que proveen mano de obra, medios de subsistencia y alimento para los seres humanos.

Te compartimos una simple oración que puedes decir cuando utilices el agua bendita:

"Por esta agua bendita y por tu Preciosa Sangre, lava todos mis pecados, Señor. Amén".

No hay oración específica para orar al utilizar agua bendita, que no sea la señal de la cruz, "En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo."

También se puede rezar un Padre Nuestro o incluso la oración de San Miguel Arcángel.

Tenga en cuenta que el agua bendita ya ha sido bendecida por las oraciones del sacerdote.

¿Cómo se utiliza el agua bendita?

El agua bendita es uno de esos hermosos regalos (y armas) de Dios para ayudarnos a santificar nuestra vida cotidiana, y para mantener santificadas las cosas que habitualmente utilizamos.

Si nos detenemos a pensar en lo que realmente representa para nosotros, la utilizaremos con más frecuencia, conciencia y gratitud.

Algunos padres de familia incluso utilizan agua bendita para bendecir las cosas que sus hijos usan regularmente, tales como bicicletas y libros escolares.

Si tienes otras maneras creativas y piadosas en las que has utilizado el agua bendita para santificar tu vida cotidiana, por favor compártela en los comentarios de esta publicación.

Tiempo de Cuaresma: historia y significado

¿Cómo y cuándo empieza a vivirse la cuaresma? ¿por qué 40 días? ¿por qué la imposición de la ceniza?

Por: . | Fuente: Catholic.net

La celebración de la Pascua del Señor, constituye, sin duda, la fiesta primordial del año litúrgico. De aquí que, cuando en el siglo II, la Iglesia comenzó a celebrar anualmente el misterio pascual de Cristo, advirtió la necesidad de una preparación adecuada, por medio de la oración y del ayuno, según el modo prescrito por el Señor. Surgió así la piadosa costumbre del ayuno infrapascual del viernes y sábado santos, como preparación al Domingo de Resurrección.

Los primeros pasos

Paso a paso, mediante un proceso de sedimentación, este período de preparación pascual fue consolidándose hasta llegar a constituir la realidad litúrgica que hoy conocemos como Tiempo de Cuaresma. Influyeron también, sin duda, las exigencias del catecumenado y la disciplina penitencial para la reconciliación de los penitentes.

La primitiva celebración de la Pascua del Señor conoció la praxis de un ayuno preparatorio el viernes y sábado previos a dicha conmemoración.

A esta práctica podría aludir la Traditio Apostolica, documento de comienzos del siglo III, cuando exige que los candidatos al bautismo ayunen el viernes y transcurran la noche del sábado en vela. Por otra parte, en el siglo III, la Iglesia de Alejandría, de hondas y mutuas relaciones con la sede romana, vivía una semana de ayuno previo a las fiestas pascuales.

En el siglo IV se consolida la estructura cuaresmal de cuarenta días

De todos modos, como en otros ámbitos de la vida de la Iglesia, habrá que esperar hasta el siglo IV para encontrar los primeros atisbos de una estructura orgánica de este tiempo litúrgico. Sin embargo, mientras en esta época aparece ya consolidada en casi todas las Iglesias la institución de la cuaresma de cuarenta días, el período de preparación pascual se circunscribía en  Roma a tres semanas de ayuno diario, excepto sábados y domingos. Este ayuno prepascual de tres semanas se mantuvo poco tiempo en vigor, pues a finales del siglo IV, la Urbe conocía ya la estructura cuaresmal de cuarenta días.

El período cuaresmal de seis semanas de duración nació probablemente vinculado a la práctica penitencial: los penitentes comenzaban su preparación más intensa el sexto domingo antes de Pascua y vivían un ayuno prolongado hasta el día de la reconciliación, que acaecía durante la asamblea eucarística del Jueves Santo. Como este período de penitencia duraba cuarenta días, recibió el nombre de Quadragesima o Cuaresma.

¿Por qué inicia un miércoles?

Cuando en el siglo IV, se fijó la duración de la Cuaresma en 40 días, ésta comenzaba 6 semanas antes de la Pascua, en domingo, el llamado domingo de "cuadragésima". Pero en los siglos VI-VII cobró gran importancia el ayuno como práctica cuaresmal. Y aquí surgió un inconveniente: desde los orígenes nunca se ayunó en día domingo por ser "día de fiesta", la celebración del día del Señor. Entonces, se movió el comienzo de la Cuaresma al miércoles previo al primer domingo de ese tiempo litúrgico como medio de compensar los domingos y días en los que se rompía el ayuno.

Dicho miércoles, los penitentes, por la imposición de la ceniza, ingresaban en el orden que regulaba la penitencia canónica. Cuando la institución penitencial desapareció, el rito se extendió a toda la comunidad cristiana: este es el origen del Miércoles de Ceniza o "Feria IV anerum".

¿Por qué la ceniza?

La imposición de cenizas marca el inicio de la cuaresma en la que los cristianos católicos nos preparamos para celebrar la Pascua con cuarenta días de austeridad, a semejanza de la cuarentena de Cristo en el desierto, también la de Moisés y Elías.

Las cenizas nos recuerdan:

El origen del hombre: "Dios formó al hombre con polvo de la tierra" (Gen 2,7).

El fin del hombre: "hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella fuiste hecho" (Gn 3,19).

Dice Abrahán: "Aunque soy polvo y ceniza, me atrevo a hablar a mi Señor" (Gn 18,27).

"todos expiran y al polvo retornan" (Sal 104,29)

La raíz de la palabra "humildad" es "humus" (tierra). La ceniza es un signo de humildad, nos recuerda lo que somos.

Las cenizas, como polvo, son un signo muy elocuente de la fragilidad, del pecado y de la mortalidad del hombre, y al recibirlas se reconoce su limitación; riqueza, ciencia, gloria, poder, títulos, dignidades, de nada nos sirven.

En el Antiguo Testamento la ceniza simboliza dolor y penitencia que era practicada para reflejar el arrepentimiento por los pecados cometidos:

  • "Por eso me retracto, y me arrepiento en el polvo y la ceniza." (Job 42,6)
  • "Ellos harán oír su clamor a causa de ti, y gritarán amargamente. Se cubrirán la cabeza de polvo y se revolcarán en la ceniza." (Ez 27,30)
  • "Un hombre de Benjamín escapó del frente de batalla y llegó a Silo ese mismo día, con la ropa desgarrada y la cabeza cubierta de polvo." (1 Sam 4, 12)
  • "Al tercer día, llegó un hombre del campamento de Saúl, con la ropa hecha jirones y la cabeza cubierta de polvo. Cuando se presentó ante David, cayó con el rostro en tierra y se postró." (2 Sam 1, 2)
  • "¡Cíñete un cilicio, hija de mi pueblo, y revuélcate en la ceniza, llora como por un hijo único, entona un lamento lleno de amargura! Porque en un instante llega sobre nosotros el devastador." (Jer 6, 26)
  • "Gemid, pastores, y clamad; revolcaos en ceniza , mayorales del rebaño; porque se han cumplido los días de vuestra matanza y de vuestra dispersión, y caeréis como vaso precioso." (Jer 25, 34)
  • "En tierra están sentados, en silencio, los ancianos de la hija de Sion. Han echado polvo sobre sus cabezas, se han ceñido de cilicio. Han inclinado a tierra sus cabezas las vírgenes de Jerusalén." (Lam 2, 10)
  • "Cuando llegó la noticia al rey de Nínive, se levantó de su trono, se despojó de su manto, se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza." (Jonas 3, 6)
  • "Cuando Mardoqueo supo todo lo que se había hecho, rasgó sus vestidos, se vistió de cilicio y ceniza, y salió por la ciudad, lamentándose con grande y amargo clamor." (Ester 4, 1)

El mismo Señor Jesús declara que si la buena nueva es proclamada, lo es para que nos arrepintamos y convirtamos al Único y Verdadero Dios, a Él que es el CAMINO, VERDAD Y VIDA:

¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros que se hicieron en vosotras se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se hubieran arrepentido en cilicio y ceniza. (Mt 11, 21; Lc 10,13)

La costumbre de imponer la ceniza se practica en la Iglesia desde sus orígenes. En la tradición judía, el símbolo de rociarse la cabeza con cenizas manifestaba el arrepentimiento y la voluntad de convertirse: la ceniza es signo de la fragilidad del hombre y de la brevedad de la vida.

Al inicio del cristianismo se imponía la ceniza especialmente a los penitentes, pecadores públicos que se preparaban durante la cuaresma para recibir la reconciliación. Vestían hábito penitencial y ellos mismos se imponían cenizas antes de presentarse a la comunidad. En los tiempos medievales se comienza a imponer la ceniza a todos los fieles cristianos con motivo del Miércoles de Ceniza, significando así que todos somos pecadores y necesitamos conversión. La cuaresma es para todos.

Las cenizas se obtienen al quemar las palmas (en general de olivo) que se bendijeron el anterior Domingo de Ramos. Se debe aclarar que no tendría sentido recibir las cenizas si el corazón no se dispone a la humildad y la conversión que representan.

Como se imparten las cenizas

La bendición e imposición de la ceniza tiene lugar en la misa, después de la homilía. En circunstancias especiales, por ejemplo, cuando no hay sacerdote, se puede hacer sin misa, pero siempre dentro de una celebración de la Palabra.

Las cenizas son impuestas en la frente del fiel, haciendo la señal de la cruz con ellas mientras el ministro dice las palabras Bíblicas: "Acuérdate que eres polvo y en polvo te convertirás", o "Conviértete y cree en el Evangelio".

Las cenizas son un sacramental. Estos no confieren la gracia del Espíritu Santo a la manera de los sacramentos, pero por la oración de la Iglesia los sacramentales "preparan a recibirla y disponen a cooperar con ella" Catecismo (1670 ss.).

¿Y por qué cuarenta días?

El significado teológico de la Cuaresma es muy rico. Su estructura de cuarentena conlleva un enfoque doctrinal peculiar.

En efecto, cuando el ayuno se limitaba a dos días -o una semana a lo sumo-, esta praxis litúrgica podía justificarse simplemente por la tristeza de la Iglesia ante la ausencia del Esposo, o por el cli­ma de ansiosa espera; mientras que el ayuno cuares­mal supone desde el principio unas connotaciones propias, impuestas por el significado simbólico del número cuarenta.

En primer lugar, no debe pasarse por alto que toda la tradición occidental inicia la Cuaresma con la lectura del evangelio de las tentaciones de Jesús en el desierto: el período cuaresmal constituye, pues, una experiencia de desierto, que al igual que en el caso del Señor, se prolonga durante cuarenta días.

En la Cuaresma, la Iglesia vive un combate espiritual intenso, como tiempo de ayuno y de prueba. Así lo manifiestan también los cuarenta años de peregrinación del pueblo de Israel por el Sinaí.

Otros simbolismos enriquecen el número cuarenta, como se advierte en el Antiguo y Nuevo Testamento. Así, la cuarentena evoca la idea de preparación: cuarenta días de Moisés y Elías previos al encuentro de Yahveh; cuarenta días empleados por Jonás para alcanzar la penitencia y el perdón; cuarenta días de ayuno de Jesús antes del comienzo de su ministerio público. La Cuaresma es un período de preparación para la celebración de las solemnidades pascuales: iniciación cristiana y reconciliación de los penitentes.

Por último, la tradición cristiana ha interpretado también el número cuarenta como expresión del tiempo de la vida presente, anticipo del mundo futuro. El Concilio Vaticano II(cfr. SC 109) ha señalado que la Cuaresma posee una doble dimensión, bautismal y penitencial, y ha subrayado su carácter de tiempo de preparación para la Pascua en un clima de atenta escucha a la Palabra de Dios y oración incesante.

El período cuaresmal concluye la mañana del Jueves Santo con la Misa Crismal -Missa Chrismalis- que el obispo concelebra con sus presbíteros. Esta Misa manifiesta la comunión del obispo y sus presbíteros en el único e idéntico sacerdocio y ministerio de Cristo. Durante la celebración se bendicen, además, los santos óleos y se consagra el crisma.

En resumen, el tiempo de Cuaresma se extiende desde el miércoles de Ceniza hasta la Misa de la cena del Señor exclusive. El miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia; los viernes de Cuaresma se observa la abstinencia de carne. El Viernes Santo también se viven el ayuno y la abstinencia.

¿Cómo se fija la fecha de la Pascua?

Para el cálculo hay que establecer unas premisas iniciales:

  • La Pascua ha de caer en domingo.
  • Este domingo ha de ser el siguiente al plenilunio pascual (la primera luna llena de la primavera boreal). Si esta fecha cayese en domingo, la Pascua se trasladará al domingo siguiente para evitar la coincidencia con la Pascua judía.
  • La luna pascual es aquella cuyo plenilunio tiene lugar en el equinoccio de primavera (vernal) del hemisferio norte (de otoño en el sur) o inmediatamente después.
  • Este equinoccio tiene lugar el 20 o 21 de marzo.
  • Se llama epacta a la edad lunar. En concreto interesa para este cálculo la epacta del año, la diferencia en días que el año solar excede al año lunar. O dicho más fácilmente, el día del ciclo lunar en que está la Luna el 1 de enero del año cuya Pascua se quiere calcular. Este número -como es lógico- varía entre 0 y 29.

Es un cálculo complejo, que mejor se lo dejamos a los expertos.

Preces

Al igual que los hombres que acusaron a la mujer ante Jesús y querían apedrearla, tampoco nosotros estamos libres de pecado. Sin embargo, confiamos en el perdón de Dios y suplicamos:

R/M Señor, ten piedad de nosotros.

Vemos fácilmente las faltas de los demás, pero excusamos las nuestras,

– ayúdanos a darnos cuenta de los pecados que nos pasan inadvertidos.MR/

No permitas que seamos indiferentes al dolor del mundo,

– libéranos de las faltas de omisión y haz que seamos generosos en el servicio a los demás.MR/

Te pedimos que no falten sacerdotes que nos administren los sacramentos y nos prediquen tu palabra,

– y te pedimos que los seminaristas de nuestra diócesis puedan prepararse adecuadamente para trabajar intensamente a tu servicio.MR/

Que no caigamos en la rutina,

– y las prácticas penitenciales de la Cuaresma nos ayuden a una verdadera conversión.MR/

Padre nuestro…

Oración

Oh, Dios, por tu gracia inefable nos sentimos enriquecidos con toda bendición; haz que pasemos de la corrupción del hombre viejo a la novedad de vida, de modo que nos preparemos para la gloria del reino celestial. Por nuestro Señor Jesucristo.

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