Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Catalina de Suecia, Santa

Virgen, 24 de marzo
 
Martirologio Romano: En Vástena, en Suecia, santa Catalina, virgen, hija de santa Brígida, que casada contra su voluntad, con consentimiento de su cónyuge conservó la virginidad y, al enviudar, se entregó a la vida piadosa. Peregrina en Roma y en Tierra Santa, trasladó los restos de su madre a Suecia y los depositó en el monasterio de Vástena, donde ella misma tomó el hábito monástico († 1381).

Etimológicamente: Catalina = Aquella que es pura y casta, es de origen griego.

Fecha de canonización: Culto confirmado por el Papa Inocencio VIII el año 1784.

Breve Biografía

A Catalina de Suecia o de Vadstena nació alrededor del año 1331 del matrimonio formado por el príncipe Ulf Gudmarsson y Brigitta Birgesdotter; fue la cuarta de ocho hermanos. La educaron, como era frecuente en la época, al calor del monasterio; en este caso lo hicieron las monjas de Riseberga.

Contrajo matrimonio con el buen conde Egar Lyderson van Kyren con quien acordó vivir su matrimonio en castidad; ambos influyeron muy positivamente en los ambientes nobles plagados de costumbres frívolas y profanas.

Brígida, su madre, ha tenido la revelación de fundar la Orden del Santísimo Salvador que tenga como fin alabar al Señor y a la Santísima Virgen según la liturgia de la Iglesia, reparar por las ofensas que recibe de los hombres, propagar la oración contemplativa -preferentemente de la Pasión- para la salvación de las almas.

Madre e hija se encuentran juntas en Roma. Cuando Catalina tiene planes de regresar a su casa junto al esposo, Brígida comunica a su hija otra revelación sobrenatural de Dios: ha muerto su yerno. Esto va a determinar el rumbo de la vida de Catalina desde entonces. Ante el lógico dolor y la depresión anímica que sufre, es sacada de la situación por la Virgen. Es en estas circunstancias cuando muestra ante su madre la firme disposición interna a pasar toda suerte de penalidades y sufrimientos por Jesucristo. Las dos juntas y emprenden una época de oración intensa, de mortificación y pobreza extrema; sus cuerpos no conocen sino el suelo duro para dormir; visitan iglesias y hacen caridad. La joven viuda rechaza proposiciones matrimoniales que surgen frecuentes, llegando algunas hasta la impertinencia y el acoso. Peregrinan a los santuarios famosos y organizan una visita a Tierra Santa para empaparse de amor a Dios en los lugares donde padeció y murió el Redentor.

En el año 1373 han regresado, muere en Roma Brígida y Catalina da sepultura provisional en la Ciudad Eterna al cadáver de su madre en la iglesia de san Lorenzo. El traslado del cuerpo en cortejo fúnebre hasta Suecia es una continua actividad misionera por donde pasa. Catalina habla de la misericordia de Dios que espera siempre la conversión de los pecadores; va contando las revelaciones y predicciones que Dios hizo a su santa madre.

Söderkoping es el lugar patrio que recibe la procesión en 1374 como si fuera un acto triunfal. Se relatan conversiones y milagros que se suceden hasta depositar los restos en el monasterio de Vadstena, donde entra y se queda Catalina, practicando la regla que vivió durante veinticinco años con su madre.

Un segundo viaje a Roma durará cinco años; tendrá como meta la puesta en marcha del proceso de canonización de la futura santa Brígida y la aprobación de la Orden del Santísimo Salvador. A su regreso a Vadstena, muere el 24 de marzo de 1381.

Aparte de las revelaciones que tuvo y de las predicciones sobrenaturales que hizo la santa, se cuenta de ella la finura de alma que le llevó a la confesión diaria durante veinticinco años -no por ser escrupulosa- y que consiguió la confesión arrepentida de impenitentes a punto de morir. También se habla de luces que rodean el cuerpo inerte después de su muerte, de una estrella que pudo verse por un tiempo señalando el lugar del reposo y de luminosidades que refulgían junto al sarcófago. No es extraño que la leyenda haya querido dejar su huella intentando hacer que los sentidos descubran la magnanimidad de su alma que sólo es perceptible por lo externo. Por eso dijeron que nunca mamó la leche de la nodriza mundana mientras buscaba el pecho de su madre santa y de otras mujeres honestas. Igualmente contaron que libró a Roma de inundación entrando sus pies en el Tiber y hablaron de la liberación de una posesa.

De todos modos, los santos de ayer y de hoy, siempre han sido puntos de inflexión de la gracia para el bien de todos los hombres.

Mantenerse fiel a su Palabra

Santo Evangelio según san Juan 8, 31-42. Miércoles V de Cuaresma

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, quiero comprender el amor que tienes por mí, quiero dejarme amar por ti; llena mi alma con tu amor para que yo sea capaz de renunciar a lo que me aleja de ti.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 8, 31-42

En aquel tiempo, Jesús dijo a los que habían creído en Él: “Si se mantienen fieles a mi palabra, serán verdaderos discípulos míos, conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. Ellos replicaron: “Somos hijos de Abraham y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices Tú: Serán libres?”.

Jesús les contestó: “Yo les aseguro que todo el que peca es un esclavo y el esclavo no se queda en la casa para siempre; el hijo sí se queda para siempre. Si el Hijo les da la libertad, serán realmente libres. Ya sé que son hijos de Abraham; sin embargo, tratan de matarme, porque no aceptan mis palabras. Yo hablo de lo que he visto en casa de mi Padre: ustedes hacen lo que han oído en casa de su padre”.

Ellos le respondieron: “Nuestro padre es Abraham”. Jesús les dijo: “Si fueran hijos de Abraham, harían las obras de Abraham. Pero tratan de matarme a mí, porque les he dicho la verdad que oí de Dios. Eso no lo hizo Abraham. Ustedes hacen las obras de su padre”. Le respondieron: “Nosotros no somos hijos de prostitución. No tenemos más padre que a Dios”.

Jesús les dijo entonces: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí, porque Yo salí de Dios y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino enviado por Él”.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

La palabra discípulo tiene una connotación bastante académica en el mundo de hoy. Es decir, al referirnos a una persona como discípulo, lo hacemos en relación a un alumno o aprendiz respecto a su maestro. Pero el «verdadero discípulo» al que se refiere el término bíblico tiene una connotación más profunda. No sólo significaba que era una relación alumno maestro sino alguien que se comprometía con un estilo de vida con una filosofía, con un líder religioso o político.

¿Qué quería decirnos Jesús con ello?

Que de la escucha atenta a la palabra de Dios no se puede permanecer indiferente. No se puede escuchar la palabra de Dios como un simple artículo o un buen libro. Es palabra viva, es palabra de Dios, que crea un vínculo tal en el alma que compromete nuestra existencia. No se puede permanecer indiferente. Cuando la vida se vive al ritmo de la Sagrada Escritura, se vive como un verdadero discípulo de Jesús, un discípulo que busca compartir el tesoro que ha encontrado, un discípulo que, en el centro de su vida, tiene a su líder, su rey su Señor.

Ayúdanos, Jesús, a dejarnos transformar por tu palabra. Madre Santísima, tú que fuiste la maestra del verdadero discipulado cristiano, enséñanos el camino para llegar al corazón de tu hijo Jesús.

«La Sagrada Escritura nos presenta la dinámica del corazón endurecido: cuanto más el corazón está inclinado al egoísmo y al mal, es más difícil cambiar. Dice Jesús: “Todo el que comete pecado es un esclavo”. Cuando el corazón se corrompe, son graves las consecuencias para la vida social, como lo recuerda el profeta Jeremías. Cito: “Tus ojos y tu corazón no están más que a tu granjería. Y a la sangre inocente para verterla. Y al atropello y al entuerto”. Tal condición no puede cambiar ni en virtud de teorías ni por efecto de reformas sociales o políticas. Sólo la obra del Espíritu Santo, si nosotros colaboramos, puede reformar nuestro corazón: Dios mismo, en efecto, aseguró su gracia eficaz a quien lo busca y a quien se convierte “de todo corazón”». (Discurso de S.S. Francisco, 3 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

No se ama lo que no se conoce. Leeré y meditaré un momento algún Evangelio que me llame la atención, tratando de conocer más a Jesús y saber que me quiere decir a través de su Palabra.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
 
La esclavitud de la pereza

La pereza y, en general, la falta de una adecuada educación de la voluntad, constituyen una de las más dolorosas formas de pobreza

Todos habremos visto a un albañil subido a un andamio cantando alegremente mientras ponía ladrillos y, junto a él, a otro amargado y con mala cara, realizando ambos la misma tarea.

O un conductor de autobús que hace su trabajo con satisfacción y procurando agradar a los viajeros, y, en su misma ocupación y condiciones, a otro que trabajando de mala gana y despotricando de todo.

Y lo mismo al acercarse a una ventanilla, a la barra de un bar, al mostrador de una tienda, o al ir a la peluquería

Y lo mismo en las aulas. Y lo mismo en la familia. Hay padres y madres que se recrean en las tareas del hogar y en la educación de sus hijos, y padres y madres que parece que sólo saben quejarse del trabajo y los quebraderos de cabeza que les dan sus hijos, que dicen que no pueden más, que les agota, que se les hace pesado, que no hay quien lo aguante.

Muchas veces, la raíz de su tristeza y su desgana está en la pereza. En que son personas que se pasan la vida en una lucha -agotadora lucha, por otra parte- para rehuir el esfuerzo, para encontrar el modo de hacer menos y que sea otro quien haga las cosas.

El trabajo, las tareas del hogar, la educación de los hijos... cualquier persona emplea la mayor parte del día en esas tareas, ¿por qué entonces hacerlas de mala gana?: eso equivaldría a pasarse amargado la mayor parte de la vida.

Es verdad que a veces hay problemas, y problemas serios, y se hace todo muy pesado, y no apetece hacer nada. Pero también es cierto que, con un nivel de motivos de tristeza bastante parecido, hay gente habitualmente contenta y gente habitualmente descontenta. Quizá la diferencia esté en la filosofía con que cada uno se toma la vida. Se trata de:

- en vez de trabajar con desgana, procurar poner ganas, y ya acabarán apareciendo satisfacciones en ese trabajo;
- en vez de ver y de hacer ver el trabajo como una carga pesada, descubrir en él -entre otras cosas- una forma de realizarse, un motivo de satisfacción y una oportunidad de servir a los demás (Einstein decía que sólo una vida vivida por los demás merece la pena ser vivida);
- en vez de estar pensando en la hora de acabar, procurar esmerarse en lo que se está haciendo en cada momento;- en vez de quejarse continuamente y crear un clima negativo, procurar poner ilusión y crear alrededor un clima positivo; etcétera.

Muchos padres dicen que sus hijos son muy perezosos. Perezosos, dicen, para levantarse, para estudiar, para llevar a cabo cualquier actividad que no implique diversión, y a veces incluso hasta para eso. Que todo les cansa, todo les aburre, que no saben pasarlo bien más que un rato. Que una simple contrariedad les conduce al abatimiento.

Que les resulta difícil hacer frente al ocio, incluso mantener una afición o un hobby. Que no logran hacer lo que se proponen y eso les hace sentirse frustrados y estar tristes.

La pereza y, en general, la falta de una adecuada educación de la voluntad, constituyen una de las más dolorosas formas de pobreza: porque impiden a quienes la padecen disfrutar de la vida y recrear su espíritu al nivel que a nuestra naturaleza humana corresponde.

El Papa pide seguir el ejemplo misericordioso de San Alfonso María de Ligorio

El Santo Padre envía un Mensaje al Superior General de la Congregación del Santísimo Redentor.

Fue hace ciento cincuenta años cuando Pío IX, el 23 de marzo de 1871, proclamó Doctor de la Iglesia a San Alfonso María de Ligorio. “La bula de proclamación del doctorado de San Alfonso destaca la especificidad de su propuesta moral y espiritual, al haber sido capaz de mostrar "el camino seguro a través de la maraña de opiniones contrapuestas de rigorismo y laxismo" escribe el Papa Francisco en su mensaje con motivo del 150 aniversario de la proclamación de San Alfonso María de Ligorio como Doctor de la Iglesia. Sin embargo, ciento cincuenta años después de este gozoso aniversario, el Papa asegura que el mensaje de san Alfonso María de Ligorio, patrón de los confesores y moralistas, y modelo para toda la Iglesia en la proyección misionera, “sigue indicando con vigor el camino principal para acercar las conciencias al rostro acogedor del Padre, porque "la salvación que Dios nos ofrece es obra de su misericordia"”.

Escuchar la realidad

Francisco recuerda que la propuesta teológica de Alfonso “nace de la escucha y la acogida de la fragilidad de los hombres y mujeres más abandonados espiritualmente”. De hecho – dice – “la experiencia misionera en las periferias existenciales de su tiempo, la búsqueda de los alejados y la escucha de las confesiones, la fundación y dirección de la naciente Congregación del Santísimo Redentor, le llevaron a convertirse en padre y maestro de misericordia”.

En este sentido, la progresiva conversión hacia una pastoral decididamente misionera, capaz de acercarse a la gente, “llevó a Alfonso a revisar, no sin esfuerzo, incluso el enfoque teológico y jurídico que había recibido en los años de su formación”. Es por ello que Alfonso, defensor de los últimos, los frágiles y los descartados por la sociedad de su tiempo “defiende – dice el Papa – el "derecho" de todos, especialmente de los más abandonados y de los pobres”.

“San Alfonso, por tanto – asegura el Papa – no es ni laxo ni riguroso”, sino que es “un realista en el verdadero sentido cristiano" porque comprendió bien que "en el corazón mismo del Evangelio está la vida comunitaria y el compromiso con los demás".

Invitación a seguir el ejemplo de Alfonso

El Papa después explica que toda acción pastoral “tiene su raíz en el encuentro salvífico con el Dios de la vida, nace de la escucha de la vida y se nutre de una reflexión teológica que sabe hacerse cargo de las preguntas de las personas para indicar caminos viables”. Es por ello que invita a los teólogos morales, a los misioneros y a los confesores a “seguir el ejemplo de Alfonso”, a “entrar en una relación viva con los miembros del pueblo de Dios” y a “mirar la vida desde su perspectiva, para comprender las dificultades reales que encuentran y ayudar a curar sus heridas”. Además, dice el Papa, “la teología moral no puede reflexionar sólo sobre la formulación de principios, de normas, sino que necesita hacerse cargo propositivamente de la realidad que supera cualquier idea” y esto – subraya “es prioritario” porque “el conocimiento de los principios teóricos por sí solo, como nos recuerda el mismo San Alfonso, no es suficiente para acompañar y apoyar a las conciencias en el discernimiento del bien que hay que hacer”.  

Conciencias maduras para una Iglesia adulta

“Siempre es necesario encontrar un camino que no aleje, sino que acerque los corazones a Dios, como hizo Alfonso con su enseñanza espiritual y moral” continúa el Santo Padre y asegura que la atención religiosa debe tener como prioridad “la opción preferencial por los pobres” porque "la inmensa mayoría de los pobres poseen una especial apertura a la fe; necesitan a Dios y no podemos dejar de ofrecerles su amistad, su bendición, su Palabra, la celebración de los sacramentos y la propuesta de un camino de crecimiento y maduración en la fe”. Además, para el Papa, salir al encuentro de la gente como comunidad apostólica que sigue al Redentor entre los abandonados “ayuda a superar la ética individualista y a promover una madurez moral capaz de elegir el verdadero bien”. También permite “luchar contra la lógica de la competitividad y la ley del más fuerte que considera al ser humano en sí mismo como un bien de consumo, que se puede utilizar y luego desechar, dando lugar a "la cultura del descarte"”.
 
Cuatro puntos en ecología humana y clima que esperamos ver al Papa Francisco preparar.

La media  seglar, que no es amiga de la Iglesia Católica, parece especializarse en falsear los puntos de vista de sus prelados. El Papa Francisco ha sido blanco particular de esta situación, sin que ello le preocupe demasiado. Así que es difícil saber qué pensar de la historia de The Guardian en la que se dice que el Santo Padre está preparando un discurso sobre calentamiento global y   las acciones   internacionales decisivas para combatir el cambio climático. Es solo  la media seglar   tratando (una vez mas) de causar sensación respecto del papado  (¿y vender periódicos?),  ¿o es realmente algo más?
Esto es lo que sabemos:

Sabemos que el Papa Francisco, como su predecesor, el Papa Benedicto,  quiere que  seamos buenos administradores del maravilloso planeta que Dios nos ha dado, ( pero ¿quién no?)

Sabemos que Obispo Marcelo Sorondo, canciller de la  Academia Pontificia Vaticana de Ciencias, ha hablado del deseo del Papa para influir el año próximo en la reunión de la ONU en París  sobre el clima.

Sabemos – de nuevo del Obispo Sorondo – que el Papa quiere convocar una reunión ecuménica para discutir los temas del clima, ecología humana, y lo que Sorondo llama “la tragedia de la exclusión social”.

Y sabemos que existe una encíclica que está siendo redactada en estos  temas, aunque nadie parece saber exactamente que hay en ella, ya  que todavía está en sus principios. No oficialmente el Vaticano ha dado a entender que la encíclica cubrirá el tema del cambio climático y que la “ecología humana” será un tema más especializado.

Por mi parte, estoy esperando  la contribución del Santo Padre al debate sobre el hombre y el medio ambiente. Aquí tenemos algunos puntos que espero él presentará:

Primero, espero que él señale,que  si bien  debemos ser buenos administradores del medio ambiente, no quiere decir que lo veneremos.   Muchos de los ecologistas  radicales se comportan como animistas de edad respecto a los árboles y rocas como espíritus vivientes. Otros son, en efecto,  panteístas,  considerando toda la tierra, o equilibrando el cosmos como un todo, como un organismo gigante viviente.

Sólo el hombre está hecho a imagen de Dios, imagino al Papa diciendo, y solamente Dios, el creador de ambos hombre y tierra y universo rodeándolos a ellos, es digno de adoración. Esto pondría las cosas en su adecuada perspectiva y ayudará a salvar almas de las herejías de los modernos días verdes.

Segundo, espero que el Papa enfatizará las buenas noticias, mencionando que el ritmo   del calentamiento global  está mucho más abajo que el modelo original predicho por la ONU. De hecho,  la predicción del modelo de 2.80C  elevado sobre el curso del siglo esta lejos de la mitad.

Se deduce entonces que el clima de la tierra es mucho más complicado de lo que originalmente se pensó, y que simplemente no sabemos  cuánto impacto tendrá la actividad humana en el clima comparado con los ciclos naturales de calentamiento y enfriamiento.

Esto significa que tenemos más tiempo para reunir información, para mejorar modelos imperfectos del clima, y alcanzarlos  entendimientos internacionales que una vez pensamos.    No hay necesidad de concluir precipitadamente un convenio para el próximo año en París  reduciendo drásticamente las emisiones de dióxido de carbono en la base de escenarios de calentamiento extremo que simplemente no han pasado.

El Papa debería citar a los grandes científicos católicos del pasado, desde Copérnico hasta Mendel, argumentando la necesidad de cautela, ciencia cuidadosa. La propaganda no es un sustituto para una ciencia fuerte, debería argumentar, es además un mal uso de la inteligencia que Dios nos ha dado y confiado a nosotros.

Tercero, verdaderamente estoy esperando su debate en “ecología humana”, en donde yo anticipo que él, como Papa Benedicto, pondrá el bienestar de los seres humanos en el centro de la inquietud Católica para el medio ambiente.

Los pobres y los desprotegidos no deben de ser chivos expiatorios para los problemas del medio ambiente. Sobre todo, ellos no deben ser privados de los recursos que necesitan para mejorar sus vidas.

La gente pobre necesita acceso a la energía si va a mejorar sus vidas, y eso significa, les guste o no, quemar hidrocarburos, al menos al principio. La quema de madera para comida, carbón o gas natural para calentar hogares, y gasolina y diésel para  operar carros y camiones es inevitable si nosotros queremos ayudar a esas personas a escapar de la pobreza extrema.

Si el uso de esa energía es razonado o restringido, esto impactará desproporcionalmente a los pobres, y ayudará a que sigan envueltos  en la pobreza.

La misma lógica aplica a  los países como  un   todo. Confío que el Papa recordará al  mundo que el único camino para que  la gente y las naciones salgan  de pobres es haciendo el trabajo duro produciendo bienes y servicios ellos mismos. Esto también requiere del acceso a la energía.  Una drástica restricción en el uso de combustibles fósiles tendrá poco impacto en el clima, ahora sabemos, prolongaría la recesión global, y perjudicaría  a los países pobres. Partidarios de los tratados del clima saben esto, y ellos sugieren que las naciones adineradas deberían subsidiar el costo que las naciones pobres tendrán que aguantar bajo tal tratado. Pero la transferencia forzada   de riqueza  de los países desarrollados a los no desarrollados no sacará  el desarrollo nada más que forzando  transferencias abundantes entre países que remedien la pobreza. Todo lo que hacen es crear clases privilegiadas  de élites políticas con un interés en perpetuar su propia “pobreza” personal.

Un tratado del clima que aumente el costo de la energía que los pobres necesitan  para mejorar sus vidas creará exactamente lo que el Papa aparentemente quiere evitar, a saber, la “tragedia  de la exclusión social”. Subiendo el costo de la energía a niveles prohibitivos, los pobres quedarían excluidos de la prosperidad para siempre.

CUARTO. Yo suplicaría al Papa que argumente fuertemente que la no solución a los problemas ambientales involucraría   el sacrificio de vidas humanas.

Esto no  es  una preocupación ociosa.  Desde hace algún tiempo, los ecologistas  radicales han considerado a los bebés como un poco más que “pequeños emisores de dióxido de carbono” Al mismo tiempo, el cambio climático ha sido usado para justificar el objetivo de la gente pobre para la eliminación por medio de programas de control de la natalidad.

El programa trazado  por los ambientalistas radicales – restricción de  combustibles fósiles - privaría a los pobres de la mejor oportunidad  para hacer progresos económicos; y entonces usar su continua pobreza  como una excusa para eliminarlos.

El Papa debería señalar que esto no es nada más que el último engaño de los eugenistas controladores de la mente de la población, quienes quieren continuar con más bebés que “encajen” y pocos bebés que “no encajen”. Estas categorías son definidas ahora más en términos de riqueza que de raza, pero al final el resultado es el mismo: El objetivo de la eliminación de  gente de color.

Solo para entender que tan radical es este movimiento, el Papa debería decir, no mires  más allá de China. Los  entusiastas del cambio climático en la ONU actualmente aplauden la política brutal de un solo hijo, lo que ellos ven habiendo librado al planeta de 400 millones de pequeñas emisores  de carbono.

Ellos están dispuestos a pasar por alto el aborto forzado de diez millones de bebés. No parece afectarles el hecho de que China está construyendo una planta de energía de carbón quemado por semana  para incrementar su abasto de energía. Ellos están dispuestos a pasar por alto  la irresponsable liberación de miles de toneladas de contaminantes  químicos reales  hacia   la atmosfera  cada año por las empresas chinas.

¿Porqué los ambientalistas radicales le dan a China una aprobación a su contaminación? Porque están matando su juventud en grandes números. Ellos saben que la demanda de energía de China eventualmente caerá cuando su población   vaya hacia un descenso irreversible.

Esperemos que para las próximas encíclicas el Papa Francisco refleje las voces más sensibles que lo rodean. El Cardenal George Pell, anterior Obispo de Sydney quien  administra el presupuesto del Vaticano, ha señalado el hecho obvio de que el calentamiento global ha terminado en gran parte (algo que aún los radicales tácitamente admiten,  de otra forma, ¿porqué  cambiar el nombre a cambio climático?), y que  el dióxido de carbono es un nutriente vital necesario para el crecimiento de las plantas y la producción de comida.
Si el Papa en las próximas encíclicas  expone los falsos dioses de los ambientalistas radicales, causará un ruido  en medio de los científicos y de la economía, alcanzando un tema moral crucial, el hecho de la inmoralidad de los países ricos de hacer la guerra  en la población de las naciones pobres; haciendo un  importante  servicio a la verdad.

Tentaciones de Cristo, tres tentaciones que el cristiano se enfrenta diario

¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?

Por: SS Papa Francisco | Fuente: Oficina de Prensa de la Santa Sede

Ahora que estamos en Cuaresma, vale la pena meditar las palabras del Papa Francisco en la homilía de la Misa de Ecatepec 14 febrero 2016

El miércoles pasado hemos comenzado el tiempo litúrgico de la cuaresma, en el que la Iglesia nos invita a prepararnos para celebrar la gran fiesta de la Pascua. Tiempo especial para recordar el regalo de nuestro bautismo, cuando fuimos hechos hijos de Dios. La Iglesia nos invita a reavivar el don que se nos ha obsequiado para no dejarlo dormido como algo del pasado o en algún «cajón de los recuerdos». Este tiempo de cuaresma es un buen momento para recuperar la alegría y la esperanza que hace sentirnos hijos amados del Padre. Este Padre que nos espera para sacarnos las ropas del cansancio, de la apatía, de la desconfianza y así vestirnos con la dignidad que solo un verdadero padre o madre sabe darle a sus hijos, las vestimentas que nacen de la ternura y del amor.
Nuestro Padre es el Padre de una gran familia, es nuestro Padre. Sabe tener un amor único pero no sabe generar y criar «hijos únicos». Es un Dios que sabe de hogar, de hermandad, de pan partido y compartido. Es el Dios del Padre nuestro no del «padre mío» y «padrastro vuestro».

En cada uno de nosotros anida, vive ese sueño de Dios que en cada Pascua, en cada eucaristía lo volvemos a celebrar, somos hijos de Dios. Sueño con el que han vivido tantos hermanos nuestros a lo largo y ancho de la historia. Sueño testimoniado por la sangre de tantos mártires de ayer y de hoy.

Cuaresma, tiempo de conversión porque a diario hacemos experiencia en nuestra vida de cómo ese sueño se vuelve continuamente amenazado por el padre de la mentira, por aquel que busca separarnos, generando una sociedad dividida y enfrentada. Una sociedad de pocos y para pocos. Cuántas veces experimentamos en nuestra propia carne, o en la de nuestra familia, en la de nuestros amigos o vecinos, el dolor que nace de no sentir reconocida esa dignidad que todos llevamos dentro. Cuántas veces hemos tenido que llorar y arrepentirnos por darnos cuenta que no hemos reconocido esa dignidad en otros. Cuántas veces —y con dolor lo digo— somos ciegos e inmunes ante la falta del reconocimiento de la dignidad propia y ajena.

Cuaresma, tiempo para ajustar los sentidos, abrir los ojos frente a tantas injusticias que atentan directamente contra el sueño y proyecto de Dios. Tiempo para desenmascarar esas tres grandes formas de tentaciones que rompen, dividen la imagen que Dios ha querido plasmar.

Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones del cristiano que intentan arruinar la verdad a la que hemos sido llamados.
Tres tentaciones que buscan degradar y degradarnos.

1. La riqueza, adueñándonos de bienes que han sido dados para todos y utilizándolos tan sólo para mí o «para los míos». Es tener el «pan» a base del sudor del otro, o hasta de su propia vida. Esa riqueza que es el pan con sabor a dolor, amargura, a sufrimiento. En una familia o en una sociedad corrupta es el pan que se le da de comer a los propios hijos.

2. La vanidad, esa búsqueda de prestigio en base a la descalificación continua y constante de los que «no son como uno». La búsqueda exacerbada de esos cinco minutos de fama que no perdona la «fama» de los demás, «haciendo leña del árbol caído», deja paso a la tercera tentación.

3. El orgullo, o sea, ponerse en un plano de superioridad del tipo que fuese, sintiendo que no se comparte la «común vida de los mortales», y que reza todos los días: «Gracias Señor porque no me has hecho como ellos».
Tres tentaciones de Cristo…
Tres tentaciones a las que el cristiano se enfrenta diariamente.
Tres tentaciones que buscan degradar, destruir y sacar la alegría y la frescura del Evangelio. Que nos encierran en un círculo de destrucción y de pecado.

Vale la pena entonces preguntarnos:

•    ¿Hasta dónde somos conscientes de estas tentaciones en nuestra persona, en nosotros mismos?
•    ¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
•    ¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuentes de alegría y esperanza para vencer esas tentaciones?

Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Si nos acordamos, lo que escuchamos en el Evangelio, Jesús no le contesta al demonio con ninguna palabra propia sino que le contesta con las palabras de Dios, con las palabras de la Escritura. Porque hermanas y hermanos, metámoslo en la cabeza, con el demonio no se dialoga. No se puede dialogar porque nos va a ganar siempre. Solamente la fuerza de la Palabra de Dios lo puede derrotar.

Hemos optado por Jesús y no por el demonio. Queremos seguir sus huellas pero sabemos que no es fácil. Sabemos lo que significa ser seducidos por el dinero, la fama y el poder. Por eso, la Iglesia nos regala este tiempo, nos invita a la conversión con una sola certeza: Él nos está esperando y quiere sanar nuestros corazones de todo lo que lo degrada, degradándose o degradando. Es el Dios que tiene un nombre: misericordia. Su nombre es nuestra riqueza, su nombre es nuestra fama, su nombre es nuestro poder y en su nombre una vez más volvemos a decir con el salmo: «Tú eres mi Dios y en ti confío».

Que en esta eucaristía el Espíritu Santo renueve en nosotros la certeza de que su nombre es misericordia, y nos haga experimentar cada día que «el Evangelio llena el corazón y la vida de los que se encuentran con Jesús... sabiendo que con Él y en Él renace siempre la alegría» (Evangelii gaudium, 1)
 
No te acostumbres al milagro que es Dios

Martes quinta semana de Cuaresma. No pierdas la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en tu vida.

La Cuaresma, como camino de conversión y de transformación, es al mismo tiempo, una exigencia de una firme decisión de frente a Dios nuestro Señor. La Cuaresma nos pone delante lo que nosotros tenemos o podríamos elegir: con Dios o contra Él; junto a Él o separados de Él. Esta decisión no simplemente se convierte en una elección que hacemos, sino es una decisión que tiene una serie de repercusiones en nuestra vida.

El ejemplo de la Serpiente de Bronce que nos pone el Libro de los Números, no es otra cosa sino una llamada de atención al hombre respecto a lo que significa alejarse de Dios. Cuando el pueblo se aleja de Dios aparece el castigo de las serpientes venenosas. Dios, al mismo tiempo, les envía un remedio: la Serpiente de Bronce.

En ese mirar a la Serpiente de Bronce está encerrado el misterio de todo hombre, que tiene que terminar por elegir a Dios o por apartarse de Él. Está en nuestras manos, es nuestra opción el hacer o no lo que Dios pide.

Esta misma situación es la que vivían los hebreos de cara a Dios en medio de las adversidades, en medio de las dificultades: los hebreos se encontraban en el desierto y estaban hartos del milagro cotidiano del maná y de las dificultades que tenían, lo que hace que el pueblo murmure contra Dios. Algo semejante nos podría pasar también a nosotros: ser un pueblo que se acostumbra al milagro cotidiano y acaba murmurando contra Dios, como les pasó a los judíos de la época de nuestro Señor: acostumbrados, se cegaron al milagro que era tener frente a ellos, ni más ni menos, que a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.

También nosotros podemos ser personas que acaban por acostumbrarse al milagro: El milagro «tan normal» de la vida de Dios en nosotros a través del Bautismo y a través de la Eucaristía. El milagro «tan normal» del constante perdón de nuestro Señor a través de la confesión, a través de nuestro encuentro con Él. El milagro «tan normal» de la Providencia de nuestro Señor que está constantemente ayudándonos, sosteniéndonos, robusteciendo nuestro corazón.

Y cuando uno se acostumbra al milagro, acaba murmurando, acaba quejándose, porque ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en su vida. Ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que puede llegar a indicar la transformación que Dios quiere para su vida.

La Cuaresma son cuarenta días en los cuales Dios nos llama a la conversión, a la transformación. Cada Evangelio, cada oración, cada Misa durante la Cuaresma no es otra cosa sino un constante insistir de Dios en la necesidad que todos tenemos de convertirnos y de volvernos a Él. Sin embargo, pudiera ser que nos hubiésemos acostumbrado incluso a eso; como quien se acostumbra a ser amado, como quien se acostumbra a ser consentido y se transforma en caprichoso en vez de agradecido, porque así es el corazón humano.

La constante llamada a la conversión, la constante invitación a la transformación interior —que es la Cuaresma—, nos puede hacer caprichosos, superficiales e indiferentes con Dios, en lugar de hacernos agradecidos. Y, cuando se presenta el capricho, aparece la queja y la rebelión en contra de Dios, y aparece también la ceguera de la mente y la dureza de la voluntad: “Ellos no comprendieron que les hablaba el Padre”. Los judíos habían llegado a cerrar su mente y endurecer su voluntad de tal manera que ya ni siquiera comprendían lo que Jesucristo les estaba queriendo transmitir. ¡Qué tremendo es esto en el alma del hombre! ¡Qué efectos tan graves tiene!

Jesús, en el Evangelio de hoy, nos dice: “Si no creen que Yo soy, morirán en sus pecados”. En la vida no tenemos más que dos opciones: abrirnos a Dios en el modo en el cual Él vaya llegando a nuestra vida, o morir en nuestros pecados. Es la diferencia que hay entre levantarse o quedarse tirado; entre estar constantemente superándose, siguiendo la llamada que Dios nuestro Señor nos va haciendo de transformación personal, de cambio, de conversión, o vernos encerrados, encadenados cada vez más por nuestros pecados, debilidades y miserias.

Preguntémonos: ¿Dónde encuentro dificultades para superarme? ¿En mi psicología, en mi afectividad, en mi temperamento, en mi amor, en mi vida de fe, en mi oración? Muy posiblemente lo que me falta en esa situación no sea otra cosa sino la capacidad de poner a Dios nuestro Señor como centro de mi existencia. Creer que Cristo verdaderamente es Dios, creer que Cristo verdaderamente va a romper esa cadena. Recordemos que Cristo necesita de nuestra fe para poder romper nuestras cadenas; Cristo necesita de nuestra voluntad abierta y de nuestra inteligencia dispuesta a escuchar, para poder redimir nuestra alma; Cristo necesita nuestra libertad.

Quizá en esta Cuaresma podríamos haber seguido muchas tradiciones, hecho ayuno, vigilias, sacrificios y oraciones, pero a lo mejor, podríamos habernos olvidado de abrir nuestra libertad plenamente a Dios. Podríamos habernos olvidado de abrir de par en par nuestro corazón a Dios para dejar que Él sea el que va guiándonos, el que nos va llevando y el que nos libra —como dice el Evangelio— de morir en nuestros pecados. Es decir, el que nos libra de la muerte del alma, que es la peor de todas las muertes, producida no por otra cosa, sino por el encadenarse sobre nosotros nuestras debilidades, miserias y carencias.

No hay otro camino, no hay otra opción: o rompemos con esas cadenas, creyendo en Cristo, o nuestra vida se ve cada vez más encerrada y enterrada. A veces podríamos pensar que el egoísmo, el centrarnos en nosotros, el intentar conservarnos a nosotros mismos es una especie de liberación y de realización personal y la única salida de nuestros problemas; pero nos damos cuenta que cuanto más se encierra uno en uno mismo, más se entierra y menos capacidad tiene de salir de uno mismo.

El Evangelio de hoy nos dice al final: “Después de decir estas palabras, muchos creyeron en Cristo”. Después de que Cristo habla de la presencia de Dios en su alma y en su vida, la fe en los discípulos hace que ellos se adhieran a nuestro Señor. Vamos a preguntarnos también nosotros: ¿Cómo es mi fe de cara a Jesucristo? ¿Cómo es mi apertura de corazón de cara a Jesucristo? ¿Cuál es auténticamente mi disponibilidad? ¿Soy alguien que busca echarse cadenas todos los días, que busca encerrarse en sí mismo, que no permite que Dios nuestro Señor toque ciertas puertas de su vida?

No olvidemos que donde la puerta de nuestra vida se cierra a Dios, ahí quien reina es la muerte, no la superación; ahí quien reina es la oscuridad, no la luz. A cada uno de nosotros nos corresponde el estar dispuestos a abrir cada una de las puertas que Dios nuestro Señor vaya tocando en nuestra existencia. Estamos terminando la Cuaresma, preguntémonos: ¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas todavía no he abierto al Señor? ¿En qué aspectos de mi personalidad no he permitido al Señor entrar?

Ojalá que nuestro Señor, que viene a nuestro corazón en cada Eucaristía, sea la llave que abre algunas de esas puertas que podrían todavía estar cerradas. Es cuestión de que nuestra libertad se abra y de que nuestra inteligencia nos ilumine para poder encontrar a Dios nuestro Señor; para poder librarnos de esa cadena que a veces somos nosotros mismos y que impide el paso pleno de Dios por nuestra vida.

Se acerca la Pascua, que es el paso de Señor, el momento en el cual Dios pasa entre su pueblo para liberarlo de sus pecados, nuestras puertas deben estar abiertas. Ojalá que el fruto de esta Cuaresma sea abrirnos verdaderamente a nuestro Señor con generosidad, con libertad, con la inteligencia que nos es necesaria para seguirlo sin ninguna duda y sin ningún miedo, para que Él nos entregue la vida eterna que Él da a los que creen en Él.
 
PRECES

Jesús nos ha dicho que, si permanecemos en su palabra, conoceremos la verdad, y la verdad nos hará libres. A él acudimos:
R/MSeñor, tú tienes palabras de vida eterna.
Tú, que no dejas de acercarte a los hombres a través de la palabra y del testimonio de los cristianos,
– da perseverancia a los que han recibido el encargo de predicar el evangelio.MR/
Tú, que utilizaste imágenes de la naturaleza para explicarnos los misterios del reino,
– ayúdanos a tener espíritu contemplativo para reconocer las huellas de tu amor en la creación.MR/
Tú, que has mostrado tu amor por cada uno de los hombres,
– ayúdanos a mirar a los demás con afecto.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Ilumina, Dios misericordioso, el corazón de tus hijos, santificado por la penitencia, y, al infundirles el piadoso deseo de servirte, escucha compasivo a los que te suplican. Por nuestro Señor Jesucristo.

El Papa Francisco: La Virgen María no es una diosa, es nuestra madre
 
Osservatore Romano via AFP

La Virgen ejemplo de disponibilidad al Espíritu. La madre de Dios, por obra del Espíritu se convierte en “madre del Mesías” y también en Madre de los cristianos, y aún más de todos los hombres. Hasta el Islam reconoce a María .

Osservatore Romano via AFP
24/03/21

Audiencia general del miércoles en el Vaticano, en vísperas de la fiesta de la Anunciación, el Papa reflexionó sobre la oración con María. El papa Francisco afirmó que la Virgen María es la primera discípula del Cristianismo y no es una diosa, sino la ‘madre’ de Jesús, madre de la humanidad, presente en la cabecera de sus hijos, solos, durante la pandemia o la tragedia. «Jesús extendió la maternidad de María a toda la Iglesia cuando se la encomendó al discípulo amado, poco antes de morir en la cruz», dijo el Papa en la audiencia general del miércoles 24 de marzo de 2021.

En la catequesis, el Papa reflexionó sobre la oración con María. Pues, afirmó, «todos nosotros estamos colocados bajo su manto, como se ve en ciertos frescos y cuadros medievales.

En vísperas de la fiesta de la Anunciación, el Papa rememoró que la Virgen María no es una diosa. Jesús le “encomienda a la humanidad como madre, no como diosa, o co-redentora, sino como madre”.

El pontífice sostuvo que la piedad popular le confiere tantos títulos a la Virgen María. Títulos, sostuvo, que un hijo confiere a su madre con tanto cariño.Pero, el Papa advirtió “que las cosas bonitas que los santos y la Iglesia dicen a la Virgen, nada quitan a la unicidad redentora de Cristo”.

Jesús – aclaró el Papa – es el único redentor. Las palabras de cariño a la Virgen “son expresiones de amor de un hijo a su mamá, a veces, exageradas”, constató.“Pero, todos sabemos que el amor nos empuja a hacer cosas exageradas, pero por amor”.

Y así empezamos a rezarla con algunas expresiones dirigidas a ella, presentes en los Evangelios: “llena de gracia”, “bendita entre las mujeres” (cfr CCC, 2676s.).

“En la oración del Ave María pronto llegaría el título “Theotokos”, “Madre de Dios”, ratificado por el Concilio de Éfeso.

Y, análogamente y como sucede en el Padre Nuestro, después de la alabanza añadimos la súplica: pedimos a la Madre que ruegue por nosotros pecadores, para que interceda con su ternura, “ahora y en la hora de nuestra muerte”.

“Ahora, en las situaciones concretas de la vida, y en el momento final, para que nos acompañe en el paso a la vida eterna”.

María, madre de las personas solas en la pandemia En la Biblioteca del Palacio Apostólico Vaticano, el Papa afirmó que María «nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, incluso cuando nos enredamos en nuestras cosas y perdemos el sentido de la orientación, y ponemos en peligro no sólo nuestra salud sino nuestra salvación. María está ahí, rezando por nosotros, rezando por los que no rezan. Porque ella es nuestra Madre».

“María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo. Si alguno se encuentra solo y abandonado, ella está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado”.

«María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. Y añadió: «María está siempre allí, con su ternura materna».

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María: Mujer del “sí”

Explicó que «las oraciones dirigidas a la Virgen María no son vanas». La madre de Dios «es la Mujer del “sí”, que ha acogido con prontitud la invitación del Ángel».

Ella responde también «a nuestras súplicas, escucha nuestras voces, también las que permanecen cerradas en el corazón, que no tienen la fuerza de salir pero que Dios conoce mejor que nosotros mismos”.

María nos defiende en los peligros

La Virgen escucha a los fieles como una madre. “Como y más que toda buena madre, María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino, y ponemos en peligro no solo nuestra salud sino nuestra salvación”.“María está allí, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Porque ella es nuestra Madre”.

La Audiencia General concluyó con el rezo del Pater Noster y la Bendición Apostólica.

La Anunciación del Ángel a la Virgen María

Solemnidad Litúrgica
 
Martirologio Romano: Solemnidad de la Anunciación del Señor, cuando, en la ciudad de Nazaret, el ángel del Señor anunció a María: Concebirás y darás a luz un hijo, y se llamará Hijo del Altísimo. María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra. Y así, llegada la plenitud de los tiempos, el que era antes de los siglos el Unigénito Hijo de Dios, por nosotros los hombres y por nuestra salvación, se encarnó por obra del Espíritu Santo de María, la Virgen, y se hizo hombre.

Breve Reseña

La última fase de toda la apoteosis salvadora comenzó en Nazaret. Hubo intervenciones angélicas y sencillez asombrosa. Era la virgen o pártenos del Isaías viejo la destinataria del mensaje. Todo acabó en consuelo esperanzador para la humanidad que seguía en sus despistes crónicos e incurables. Los anawin tuvieron razones para hacer fiesta y dejarse por un día de ayunos; se había entrado en la recta final.

La iconografía de la Anunciación es, por copiosa, innumerable: Tanto pintores del Renacimiento como el veneciano Pennacchi la ponen en silla de oro y vestida de seda y brocado, dejando al pueblo en difusa lontananza. Gabriel suele aparecer con alas extendidas y también con frecuencia está presente el búcaro con azucenas, símbolo de pureza. Devotas y finas quedaron las pinturas del Giotto y Fra Angélico, de Leonardo da Vinci, de fray Lippi, de Cosa, de Sandro Botticelli, de Ferrer Bassa, de Van Eyck, de Matthias Grünewald, y de tantos más.

Pero probablemente sólo había gallinas picoteando al sol y grito de chiquillos juguetones, estancia oscura o patio quizá con un brocal de pozo; quizá, ajenos a la escena, estaba un perro tumbado a la sombra o un gato disfrutaba con su aseo individual; sólo dice el texto bíblico que "el ángel entró donde ella estaba".

Debió narrar la escena la misma María a san Lucas, el evangelista que la refiere en momento de intimidad.

Así fue como lo dijo Gabriel: "Salve, llena de gracia, el Señor es contigo". Aquel doncel refulgente, hecho de claridad celeste, debió conmoverla; por eso intervino "No temas, María, porque has hallado gracia ante de Dios; concebirás en tu seno y darás a luz un Hijo a quien pon-drás por nombre Jesús. Éste será grande: se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará por los siglos sobre la casa de Jacob y su reino no tendrá fin". La objeción la puso María con toda claridad: "¿Cómo será esto, pues no conozco varón?" No hacía falta que se entendiera todo; sólo era precisa la disposición interior. "El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá será llamado santo, Hijo de Dios".

Luego vino la comunicación del milagro operado en la anciana y estéril Isabel que gesta en su sexto mes, porque "para Dios ninguna cosa es imposible".

Fiesta de Jesús que se encarnó -que no es ponerse rojo, sino que tomó carne y alma de hombre-; el Verbo eterno entró en ese momento histórico y en ese lugar geográfico determinado, ocultando su inmensidad.

Fiesta de la Virgen, que fue la que dijo "Hágase en mí según tu palabra". El "sí" de Santa María al irrepetible prodigio trascendental que depende de su aceptación, porque Dios no quiere hacerse hombre sin que su madre humana acepte libremente la maternidad.

Fiesta de los hombres por la solución del problema mayor. La humanidad, tan habituada a la larguísima serie de claudicaciones, cobardías, blasfemias, suciedad, idolatría, pecado y lodo donde se suelen revolcar los hombres, esperaba anhelante el aplastamiento de la cabeza de la serpiente.

Los retazos esperanzados de los profetas en la lenta y secular espera habían dejado de ser promesa y olían ya a cumplimiento al concebir del Espíritu Santo, justo nueve meses antes de la Navidad.

¡Cómo no! Cada uno puede poner imaginación en la escena narrada y contemplarla a su gusto; así lo hicieron los artistas que las plasmaron con arte, según les pareció.

He aquí la esclava del Señor

Santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38. Jueves de la Anunciación del Señor

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

¡Dios te salve, llena de gracia, María! Hoy me pongo bajo tu manto. Enséñame a ser un hijo que se parezca a ti en la fe, en la esperanza, en el amor. Muéstrame a tu Hijo, Jesucristo, pues en Él está el Reino, la paz, la justicia y la Vida. Amén.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María.

Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: “No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?”. El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

«La virgen se llamaba María». El evento más grande de la historia comienza del modo más pequeño. Una jovencita es elegida en un pueblo a las orillas de un país que está sometido a un imperio. Dios envía su ángel a una casa humilde, y allí decide iniciar la redención del mundo entero.

¡Qué grande es María! Y curiosamente es grande porque es pequeña, pues deja espacio en su corazón para Dios. No vive llena de sí misma; no sabemos qué proyectos tenía, fuera de su matrimonio con José y de su propósito de virginidad; el Evangelio no nos dice cuáles eran sus habilidades, ni su experiencia en el trabajo, ni sus áreas de interés, nada… Todo lo que María era hasta entonces se convirtió en una ofrenda a Dios. Se lo dio todo, y tomó lo que el Señor le pedía: ser la Madre de Dios.

Tras el momento de la Anunciación, María comenzó un camino de fe. Sabía que sería madre, y que su Hijo sería grande. Los detalles, sin embargo, estaban todavía ocultos: ¿Cómo evitar un malentendido con su esposo? ¿Acaso viviría como madre soltera? ¿Quién se encargaría entonces de dar sustento al niño? ¿Cómo lograría su Hijo llegar a ser de importancia en Israel, viniendo de un hogar tan lejano y pobre? ¿Era posible que alguien reinara en ese rincón dominado por los romanos? Y aun así, María confía. Todo estaba en las manos de Dios, Él se encargaría de que las cosas fueran saliendo, paso a paso…

Gracias, María, por vivir abierta de par en par a la Voluntad de Dios. Con tu obediencia hemos recibido a Jesús, nuestro Salvador. Enséñame, madre, a ser atento como tú a los mensajes de Dios. Ayúdame a poner su Voluntad en el primer lugar de mis planes y acciones. Acompáñame en el camino, que avance siempre con fe y por la fe. Que en este día y todos los días pueda repetir tu oración: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra».

«En el “sí” de María está el “sí” de toda la historia de la salvación y ahí comienza el último “sí” del hombre y de Dios: ahí Dios recrea, como en el principio con un “sí” hizo el mundo y el hombre, esa hermosa creación: con este “sí” yo vengo para hacer tu voluntad, y de una manera más maravillosa recrea el mundo, nos recrea a todos nosotros. Es el “sí” de Dios que nos santifica, que nos hacer ir hacia adelante en Jesucristo. Por eso, hoy es el día justo para dar gracias al Señor y preguntarnos: ¿soy hombre o mujer del “sí” o soy hombre o mujer del “no”? O ¿soy hombre o mujer que miro un poco hacia otro lado, para no responder? Que el Señor nos dé la gracia de entrar en este camino de hombres y mujeres que han sido capaces de decir el “sí”». (Homilía de S.S. Francisco, 8 de abril de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Buscaré hoy rezar al menos un misterio del rosario, pidiendo por las vocaciones a la vida consagrada.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La Anunciación del ángel a María...momento solemne para la historia

Vida Oculta de Jesús.
 
Nada se sabía de la Madre de Jesús. Vivía en Nazaret. Oculta a los ojos de los hombres, pero no a los ojos de Dios. Más adelante contará Ella misma los hechos que la llevan a la maternidad, y a descubrir su vocación y su misión en la vida y en los planes de Dios. Hasta la anunciación del arcángel Gabriel, María de Nazaret era una mujer israelita perfectamente desconocida. Su vida trasciende la historia por el libre y amoroso cumplimiento de la misión que le fue asignada desde la eternidad y que Ella conoció a través del arcángel.

Infancia de María

Nace en una familia de la tribu de Judá; sus padres se llaman Joaquín y Ana. Diversas tradiciones nos la sitúan muy pequeña en el Templo donde aprende la Sagrada Escritura a un nivel no usual a las mujeres de Israel. Pero lo importante era su trato con Dios desde el principio. En su infancia, o primera adolescencia, es cuando percibe con claridad que Dios le pide vivir virgen por amor a Dios. Su vida de oración es intensa para poder descubrir algo infrecuente: la entrega total prescindiendo de algo tan bueno, y tan bendecido por Dios en todos los libros santos y en la conciencia de los humanos, como el matrimonio y la maternidad. Pero Dios quería de Ella ese modo de vivir que es amar con el corazón indiviso, sin anticipos de cosas buenas, en oblación total. Más adelante, Jesús dirá que no todos entienden estas cosas. Pero Ella entiende porque, aunque no lo sepa, desde su concepción tiene un privilegio especialísimo: no estar afectada por el pecado original y estar, por tanto, llena de la gracia de Dios. Ella es amada de Dios de un modo nuevo, en previsión de los méritos del que será su Hijo. Ella no lo sabe, pero sí sabe que tiene una gran intimidad con Dios, que le ama de un modo pleno, que bebe sus palabras y sintoniza plenamente con el querer divino.

Los planes de Dios

Cuando cumple trece años, sus familiares, siguiendo las costumbres del momento, deciden poner los medios para que se case del mejor modo posible. Para eso miran entre los varones de la tribu, y descubren uno que tiene todas las condiciones: José, vecino también de Nazaret. Era justo, es decir, cumplidor de la ley, honrado, trabajador, piadoso. Un buen hombre a ojos de todos, que puede encajar muy bien con el carácter de María. Los planes de Dios siguen su curso. Ahora podrá ser Madre virginal protegida a los ojos de todos por el Matrimonio con José.

El saludo del ángel

Al poco tiempo acontece uno de los momentos culmen de la historia de los hombres. María está en su casa, probablemente, recogida en oración. Cuando, de repente entró un ángel. Quizá es una aparición con el resplandor de los que están en la vida eterna cerca de Dios, quizá es más sencillo. Poco importa el modo; pues lo sorprendente son sus palabras: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo Ella se turbó al oír estas palabras, y consideraba qué significaría esta salutación"(Lc).

Momento solemne para la historia

Aquel fue un momento solemne para la historia de la humanidad: se iba a cerrar el tiempo del pecado para entrar en el tiempo de la gracia; se pasa del tiempo de la paciencia de Dios al de mayor misericordia. La creación entera está pendiente del sí de una joven israelita. Es un momento de gran alegría en los cielos y en la tierra, llega al mundo un gran amor divino. Dios habita en su alma de un modo pleno, gozoso, amoroso. Ella es la hija de Dios Padre que siempre ha correspondido al querer de Dios. María se sorprende, pero sin perder la serenidad, pues reflexiona sobre el significado de estas palabras. Respeto y sorpresa. “¿Es de Dios lo que oigo?”.

No temas

El ángel, llamado Gabriel, nombre que significa "fuerte ante Dios", espera; y tras un breve silencio, pronuncia las palabras de su embajada: "No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios: concebirás en tu seno y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará eternamente sobre la casa de Jacob, y su Reino no tendrá fin"(Lc).

El "no temas" es la introducción que usa la Escritura para las vocaciones de divinas, es como decir: escucha con atención, lo que vas a oír es Palabra de Dios. Y luego la gran sorpresa: por especial gracia de Dios concebirá, dará a luz, pondrá por nombre al futuro rey de Israel, al Hijo de David que tendrá un reino eterno. El momento tan esperado en Israel de la venida de un salvador ha llegado. La virgen profetizada por Isaías es Ella. Comienzan, si María quiere, los tiempos tan esperados de la gran misericordia de Dios.
María escucha, piensa, y pone una objeción no de resistencia, sino de no entender como Dios le puede pedir dos cosas que son incompatibles para el ser humano: la virginidad y la maternidad. ¡Era tan clara la llamada a ser virgen!

La respuesta de María

"María dijo al ángel: ¿De qué modo se hará esto, pues no conozco varón?". "Respondió el ángel y le dijo: El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el que nacerá Santo, será llamado Hijo de Dios. Y ahí tienes a Isabel, tu pariente, que en su ancianidad ha concebido también un hijo, y la que era llamada estéril, hoy cuenta ya el sexto mes, porque para Dios no hay nada imposible"(Lc). El ángel ha respondido a la duda, María ve, ahora, la llamada anterior compatible con la maternidad que se le pide. Dios quiere que su Hijo no sea un hijo de la carne con un padre humano, sino sólo de Mujer. La única Mujer totalmente dócil a su querer.

"He aquí la esclava del Señor"

El tiempo se detiene. María reconoce el querer de Dios para Ella: su colaboración libre en una empresa divina. Percibe que su maternidad va ser de una calidad especial; ser la madre del Rey de Reyes, del Salvador, pero sobre todo ser madre del Hijo del Altísimo, ser madre de Dios; porque la maternidad hace referencia a la persona, y Ella introducirá al Hijo sempiterno en la vida de los hombres. María tuvo que ser plenamente consciente de lo que estaba pasando y de lo que se le pedía: no será un elemento pasivo en la gran tarea de la redención. Y, desde una inteligencia preclara, sin la tiniebla del pecado, ve con claridad meridiana la grandeza de lo que se le pide. Aunque tendrá conocimiento más claro en la profecía de Simeón. Pero ve, sobre todo, el gran derroche de Amor en el mundo. El mundo espera su respuesta. La espera Adán y Eva desde el seol, la esperan los patriarcas, los ángeles, el cielo está en suspenso ante la respuesta de María. Los segundos se hacen eternos. Cuando de pronto surge de su boca el sí con acentos de entrega y fe consciente y amorosa:

"Dijo entonces María: He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra. Y el ángel se retiró de su presencia"(Lc).

Y el Verbo se hizo carne en sus entrañas virginales. El Espíritu forma la humanidad de Jesús y la une al Verbo. La Humanidad llega a su punto más alto: Dios se ha unido al hombre en Jesús. No hay cumbre mayor a partir de entonces. Y el gozo embarga el corazón de María llena de Dios, que además de hija de Dios Padre, es, desde entonces, Madre de Dios Hijo.

Ser verdaderamente hijos de Dios

Jueves quinta semana de Cuaresma. Tenemos un Dios que nos persigue y busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos.
 
Gn 17, 3-9
Jn 8, 51-59

El tiempo cuaresmal es un camino de conversión que no es simplemente arrepentirnos de nuestros pecados o dejar de hacer obras malas. El camino de conversión no es otra cosa sino el esfuerzo constante, por parte nuestra, de volver a tener la imagen, la visión que Dios nuestro Señor tenía de nosotros desde el principio. El camino de conversión es un camino de reconstrucción de la imagen de Dios en nuestra alma.

La liturgia del día de hoy nos presenta dos actitudes muy diferentes ante lo que Dios propone al hombre. En la primera lectura, Dios le cambia el nombre a Abram. Y de llamarse Abram, le llama Abraham. Este cambio de nombre no es simplemente algo exterior o superficial. Esto requiere de Dios la disponibilidad a cambiar también el interior, a hacer de este hombre un hombre nuevo.
Pero, al mismo tiempo, requiere de Abraham la disponibilidad para acoger el nombre nuevo que Dios le quiere dar.

Por otro lado, en el Evangelio vemos cómo Jesús se enfrenta una vez más a los judíos, haciéndoles ver que aunque se llamen Hijos de Abraham, no saben quién es el Dios de Abraham.

Son las dos formas en las cuales nosotros podemos enfrentarnos con Dios: la forma exterior; totalmente superficial, que respeta y vive según una serie de ritos y costumbres; una forma que incluso nos cataloga como hijos de Abraham o hijos de Dios. Y por otro lado, el camino interior; es decir, ser verdaderamente hijos de Abraham, ser verdaderamente hijos de Dios.

Lo primero es muy fácil, porque basta con ponerse una etiqueta, realizar determinadas costumbres, seguir determinadas tradiciones. Y podríamos pensar que eso nos hace cristianos, que eso nos hace ser católicos; pero estaríamos muy equivocados. Porque todo el exterior es simplemente un nombre, y como un nombre, es algo que resuena, es una palabra que se escucha y el viento se lleva; es tan vacía como cualquier palabra puede ser. Es en el interior de nosotros donde tienen que producirse los auténticos cambios; de donde tiene que brotar hacia el exterior la verdadera transformación, la forma distinta de ser, el modo diferente de comportarse.

No son las formas exteriores las que configuran nuestra persona. Son importantes porque manifiestan nuestra persona, pero si las formas exteriores fuesen simplemente toda nuestra estructura, toda nuestra manera de ser, estaríamos huecos, vacíos. Entonces también Jesús a nosotros podría decirnos: “Sería tan mentiroso como ustedes”. También Jesús nos podría llamar mentirosos, es decir, los que vacían la verdad, los que manifiestan al exterior una forma como si fuese verdad, pero que realmente es mentira.

Qué difícil y exigente es este camino de conversión que Dios nos pide, porque va reclamando de nosotros no solamente una «partecita», sino que acaba reclamando todo lo que somos: toda nuestra vida, todo nuestro ser. El camino de conversión acaba exigiendo la transformación de nuestras más íntimas convicciones, de nuestras raíces más profundas para llegar a cristianizarlas.

Para los judíos solamente Dios estaba por encima de Abraham, por eso, cuando Cristo les dice: “Antes de que Abraham existiese, Yo soy”, ellos entendieron perfecta- mente que Cristo estaba yendo derecho a la raíz de su religión; les estaba diciendo que Él era Dios, el mismo Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob. Y es por eso que agarran piedras para intentar apedrearlo, por eso buscan matarlo.

No es simplemente una cuestión dialéctica; ellos han entendido que Cristo no se conforma con cambiar ciertos ritos del templo.

Cristo llega al fondo de todas las cosas y al fondo de todas las personas, y mientras Él no llegue ahí, va a estar insistiendo, va a estar buscando, va a estar perseverando hasta conseguir llegar al fondo de nuestro corazón, hasta conseguir recristianizar lo más profundo de nosotros mismos.

El hecho de que Dios le cambie el nombre a Abram, además de significar el querer llegar al fondo, está también significando que solamente quien es dueño de otro le puede cambiar el nombre. (Según la mentalidad judía, solamente quien era patrón de otro podía cambiarle el nombre). Algo semejante a lo que hicieron con nosotros el día de nuestro Bautismo cuando el sacerdote, antes de derramar sobre nuestra cabeza el agua, nos impuso la marca del aceite que nos hacia propiedad de Dios.

¿Realmente somos conscientes de que somos propiedad de Dios? Dios es tan consciente de que somos propiedad suya, que no deja de reclamarnos, que no deja de buscarnos, que no deja de inquietarnos. Como a quien le han quitado algo que es suyo y cada vez que ve a quien se lo quitó, le dice: ¡Acuérdate de que lo que tú tienes es mío! Así es Dios con nosotros. Llega a nuestra alma y nos dice: Acuérdate de que tú eres mío, de que lo que tú tienes es mío: tu vida, tu tiempo, tu historia, tu familia, tus cualidades. Todo lo que tú tienes es mío; eres mi propiedad.

Esto que para nosotros pudiera ser una especie como de fardo pesadísimo, se convierte, gracias a Dios, en una gran certeza y una gran esperanza de que Dios jamás va a desistir de reclamar lo que es suyo. Así estemos muy alejados de Él, sumamente hundidos en la más tremenda de las obscuridades o estemos en el más triste de los pecados, Dios no va a dejar de reclamar lo que es suyo. Sabemos que, estemos donde estemos, Dios siempre va a ir a buscarnos; que hayamos caído donde hayamos caído, Dios nos va a encontrar, porque Él no va a dejar de reclamar lo que es suyo.

Éste es el Dios que nos busca, y lo único que requiere de nosotros es la capacidad y la apertura interior para que, cuando Él llegue, nosotros lo podamos reconocer. “El que es fiel a mis palabras no morirá para siempre”. No habrá nada que nos pueda encadenar, porque el que es fiel a las palabras de Cristo, será buscado por Él, que es la Resurrección y la Vida.

Ojalá que nosotros aprendamos que tenemos un Dios que nos persigue y que busca llegar hasta el fondo de nosotros mismos, y que nos va hacer bajar hasta el fondo de nosotros para que nos podamos, libremente, dar a Él.

¿De qué otra manera más grande puede Dios hacer esto, que a través de la Eucaristía? ¿Qué otro camino sigue Dios sino el de la misma presencia Eucarística? ¿Acaso alguien en la tierra puede bajar tan a lo hondo de nosotros mismos como Cristo Eucaristía? Cristo es el único que, amándonos, puede penetrar hasta el alma de nuestra alma, hasta el espíritu de nuestro espíritu, para decirnos que nos ama.

Permitamos que el Señor, en esta Semana Santa que se avecina, pueda llegar hasta nosotros. Permitámosle hacer la experiencia de estar con nosotros. Y nosotros, a la vez, busquemos la experiencia de estar con Él. Un Dios que no simplemente caminó por nuestra tierra, habló nuestras palabras y vio nuestros paisajes. Un Dios que no simplemente murió derramando hasta la última gota de sangre; un Dios que no solamente resucitó rompiendo las ataduras de la muerte. Un Dios que, además, ha querido hacerse Eucaristía para poder estar en lo más profundo de nuestras vidas y poder encontrarnos, si es necesario, en lo más profundo de nosotros mismos.

Catequesis del Papa Francisco, 2 de septiembre de 2020
 
La mañana de este 2 de septiembre, los fieles comenzaron a llegar desde temprano a la Plaza de San Pedro para luego dirigirse al patio de san Dámaso, donde tuvo lugar la Audiencia General. El Papa, al comenzar la catequesis valoró la belleza del encuentro cara a cara.

Para salir de la crisis, la solidaridad

El tema central de la catequesis de este día fue la solidaridad. El Papa afirmó, en relación con la pandemia: “para salir mejor de esta crisis, debemos hacerlo juntos, en solidaridad”.

Francisco comenzó planteando que el origen común de todos los humanos es Dios y “vivimos en una casa común, el planeta-jardín en el que Dios nos ha puesto; y tenemos un destino común en Cristo”. Sin embargo, afirmó que cuando optamos por la dinámica contraria a este origen común, “nuestra interdependencia se convierte en dependencia de unos hacia otros, aumentando la desigualdad y la marginación; se debilita el tejido social y se deteriora el ambiente”.|

La solidaridad, más necesaria que nunca

El Papa puso en evidencia la dinámica de la solidaridad, que permite que nos veamos como interdependientes y esta nos “enseña que sólo siendo solidarios podremos salir adelante, pues de lo contrario surgen desigualdad, egoísmos, injusticia y marginación”.

Para el Papa no hay solidaridad que se ubique fuera de la justicia, al contrario: “La solidaridad es una cuestión de justicia, un cambio de mentalidad que nos conduzca a pensar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes de parte de unos pocos”, por eso insiste en que para que nuestra interdependencia sea solidaria y dé frutos “se debe fundarse en el respeto a nuestros semejantes y a la creación”.

Esta manera de entender la vida y mi relación con Dios, con los hermanos y con la naturaleza, afirma el Papa, “Supone crear una nueva mentalidad que piense en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre la apropiación de los bienes por parte de algunos» (Exort. ap. Evangelii gaudium, 188).

Babel y la solidaridad

Francisco recordó el pasaje bíblico de la Torre de Babel (cfr Gen 11, 1-9) que “describe lo que sucede cuando tratamos de llegar al cielo - nuestra meta - ignorando el vínculo con la humanidad, con la creación y con el Creador” y lo puso en contraste con la experiencia de Pentecostés: “Es allí donde Dios se hace presente con la fuerza de su Espíritu Santo, que inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad y la solidaridad, y la impulsa a sanar las estructuras y los procesos sociales enfermos de injusticia y opresión”.
“Con Pentecostés, Dios se hace presente e inspira la fe de la comunidad unida en la diversidad y en la solidaridad. Una diversidad solidaria posee los “anticuerpos” para que la singularidad de cada uno - que es un don, único e irrepetible - no se enferme de individualismo, de egoísmo”, insistió Francisco.El Obispo de Roma concluyó la catequesis subrayó: “La solidaridad es, por tanto, el único camino posible hacia un mundo post-pandemia, y el remedio para curar las enfermedades interpersonales y sociales que afligen a nuestro mundo actual”.

Cuando finalizó la catequesis, saludó a los fieles de lengua española y oró por ellos diciendo: “Pido al Señor que nos conceda la gracia de una solidaridad guiada por la fe, para que el amor a Dios nos mueva a generar nuevas formas de hospitalidad familiar, de fraternidad fecunda y de acogida a los hermanos más frágiles, especialmente a los descartados por nuestras sociedades globalizadas.

Que Dios los bendiga”.

¿Jesús, Esposo? ¿De quién? ¿Quién es la afortunada elegida?...

Cristo ha amado a la Iglesia, y se ha entregado por ella, a fin de que aparezca delante de Él toda gloriosa.

En el Evangelio nos vamos a encontrar con una expresión de Jesús que no sabemos si llamarla misteriosa o idílica o encantadora. El mismo Jesús se va a dar el calificativo de ESPOSO. ¿Jesús, Esposo? ¿De quién? ¿Quién es la afortunada elegida?... Vayamos primero a la narración del hecho.

Jesús viene como un verdadero revolucionario, no de armas en la mano, sino de amor en el corazón. Y como el amor hace libres, Jesús se muestra desde el principio como un liberador de tanta esclavitud a que los escribas y fariseos habían sometido al pueblo, con prácticas que a lo mejor eran buenas, pero que no eran necesarias y resultaban a veces cargas insoportables.

Una de éstas costumbres era el ayuno como penitencia. Pues, bien. Se le presentan algunos a Jesús, y le preguntan extrañados:
- ¿Cómo es que los discípulos de Juan Bautista ayunan, igual que los discípulos de los fariseos, mientras que a los tuyos no los vemos ayunar nunca?

A Jesús le cae en gracia la pregunta, y responde con sonrisa y con buen humor:
- ¿Ayunar mis discípulos? ¿Y cómo queréis que ayunen si estoy yo con ellos? ¿Habéis visto alguna vez a los amigos del esposo ayunar mientras el esposo está con ellos en la fiesta de bodas? Llegará el momento en que les será quitado de delante el esposo, y entonces ayunarán.

Ahora es Jesús el que da un rodeo a la conversación y lleva el pensamiento por otros derroteros:
- Ha llegado la cosecha del vino nuevo, del vino de la alegría mesiánica, la que os trae el Cristo. Entonces, a vino nuevo, envases también nuevos...

El pensamiento de Jesús es claro: la venida del Mesías, del Cristo, es para el mundo una fiesta de bodas. ¿Cabe entonces la tristeza en medio de la fiesta? El amor y la alegría nos hacen libres. ¿Se puede, por lo mismo, pensar en esclavitud a la ley antigua o a prácticas pasadas de moda con la venida de Jesucristo?

Pero Jesús se da cuenta de que su presencia física entre los discípulos no va a ser posible siempre, y entonces los discípulos sabrán también ayunar, es decir, sabrán dolerse de la ausencia del Esposo amigo cuando no esté con ellos...

Nos metemos aquí en el misterio de la alianza de Dios con su Pueblo. Primero con Israel, después con la Iglesia.

Si abrimos la Biblia en el Antiguo Testamento, vemos cómo Dios establece con Israel una alianza de amor, un verdadero desposorio. Dios ama entrañablemente a su pueblo, le es fiel, lo mima. Pero Israel, como esposa alocada, se enamora continuamente de los dioses de otros pueblos, los adora, les ofrece sacrificios, y así se prostituye delante de ellos y comete el adulterio contra su esposo, que es Dios.

Dios, sin embargo, sigue en su empeño. Enamorado perdido, no deja de seguir a su pueblo, la esposa infiel, hasta que la rinde. Lo ha expresado en la Biblia, como nadie, el profesa Oseas:

- La atraeré hacia mí, la llevaré a un lugar solitario, le hablaré al corazón... Sí, te haré mi esposa querida, y tú conocerás al Señor.

Dios es así con Israel. Pero con el nuevo Israel de Dios, con la Iglesia, estas palabras tendrán un sentido místico pleno.

El apóstol san Pablo les dirá a los de Corinto:
- Os tengo desposados con Cristo como una preciosa muchacha virgen.

Y explanará su pensamiento en la carta a los de Éfeso:
- Cristo ha amado a la Iglesia, y se ha entregado por ella, a fin de que aparezca delante de Él toda gloriosa, sin mancha ni arruga, sino santa e inmaculada.

El Apocalipsis, por su parte, nos muestra a la Iglesia viniendo al encuentro de Cristo como esposa radiante de hermosura...

¿Cómo entendió la Iglesia este Evangelio de Jesús, cuando dice que un día les será arrebatado el Esposo a los amigos?...

Desde un principio se aplicó al día de la muerte del Señor. Aquel día sí que podían los discípulos de Jesús ayunar, es decir, llorar y hacer penitencia.

Y de ahí arrancó la práctica de la penitencia cuaresmal y la costumbre de ayunar y hacer otros sacrificios especiales el viernes de cada semana.

La Iglesia ha sabido unir admirablemente los dos términos de la cuestión. Por una parte, siempre vive alegre, siempre rebosa felicidad, porque sabe que su vida es una continua fiesta de bodas con Jesucristo su Esposo. Se siente libre, pues nunca la esposa puede temer al esposo que la adora...

Pero, por otra parte, sabe también la Iglesia que debe unirse a su Esposo Jesucristo cuando salva al mundo precisamente con la pasión y la cruz. Y la Iglesia no rehusa la penitencia. La practica con toda libertad, pero no la omite nunca.
Cuando la Iglesia nos manda la penitencia cuaresmal, y nos aconseja la semanal de cada viernes --que si ayuno, que si abstinencia, que si la renuncia a muchos caprichos, que si la limosna penitencial-- no hace sino enlazar con la más pura tradición del primer tiempo de cristianismo.

¡Señor Jesucristo, Esposo de la Iglesia, que nos llenas del gozo más puro! Eres Esposo, pero Esposo de sangre, que reclamas nuestra unión contigo cuando salvas al mundo con el sacrificio de la Cruz. Haznos generosos para vivir tus dolores, igual que nos haces avaros para disfrutar de tus alegrías....

PRECES

En la solemnidad de la Anunciación, bendigamos a Cristo, el «Dios-con-nosotros», que nació de María Virgen por obra del Espíritu Santo, y dirijámosle nuestras plegarias con confianza:
R/MHijo de Dios y de María, escucha nuestra oración.
Señor Jesús, Príncipe de la paz, concede al mundo entero una paz justa y estable.MR/
Rey y Dios nuestro, que al venir al mundo dignificaste al hombre, haz que te honremos con nuestra fe y nuestras obras.MR/
Tú que te hiciste semejante a nosotros, concédenos ser en nuestra vida semejantes a ti.MR/
Tú que te hiciste ciudadano de nuestro mundo, haz que vivamos también como ciudadanos de tu reino.MR/
Tú que naciste en el seno de una familia, enséñanos a querer a quienes estamos unidos por los vínculos de la sangre.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…

ORACIÓN

Oh, Dios, has querido que tu Verbo asumiera la verdad de la carne humana en el seno de la Virgen María, concédenos que cuantos confesamos a nuestro Redentor Dios y hombre merezcamos ser partícipes también de su naturaleza divina. Por nuestro Señor Jesucristo.

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