¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
- 07 Abril 2021
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Juan Bautista de la Salle, Santo
Memoria Litúrgica, 7 de abril
Presbítero, Educador y Fundador
Martirologio Romano: Memoria de san Juan Bautista de la Salle, presbítero, que en Reims, de Normandía, en Francia, se dedicó con ahínco a la instrucción humana y cristiana de los niños, en especial de los pobres, instituyendo la Congregación de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, por la cual soportó muchas tribulaciones, siendo merecedor de gratitud por parte del pueblo de Dios († 1719).
Etimológicamente: Juan = Dios es misericordia, es de origen hebreo.
Fecha de beatificación: 19 de febrero de 1888 por el Papa León XIII
Fecha de canonización: 24 de mayo de 1900 por el Papa León XIII.
Breve Biografía
Juan Bautista de La Salle vivió en un mundo totalmente diferente del nuestro. Era el primogénito de una familia acomodada que vivió en Francia hace 300 años. Juan Bautista de La Salle nació en Reims, recibió la tonsura a la edad de 11 años y fue nombrado canónigo de la Catedral de Reims a los 16. Cuando murieron sus padres tuvo que encargarse de la administración de los bienes de la familia. Pero, terminados sus estudios de teología, fue ordenado sacerdote el 9 de abril de 1678. Dos años más tarde, obtuvo el título de doctor en teología. En ese período de su vida, intentó comprometerse con un grupo de jóvenes rudos y poco instruídos, a fin de fundar escuelas para niños pobres.
En aquella época, sólo algunas personas vivían con lujo, mientras la gran mayoría vivía en condiciones de extrema pobreza: los campesinos en las aldeas y los trabajadores miserables en las ciudades. Sólo un número reducido podía enviar a sus hijos a la escuela. La mayoría de los niños tenían pocas posibilidades de futuro. Conmovido por la situación de estos pobres que parecían "tan alejados de la salvación" en una u otra situación, tomó la decisión de poner todos sus talentos al servicio de esos niños, "a menudo abandonados a sí mismos y sin educación". Para ser más eficaz, abandonó su casa familiar y se fue a vivir con los maestros, renunció a su canonjía y su fortuna y a continuación, organizó la comunidad que hoy llamamos Hermanos de las Escuelas Cristianas.
Su empresa se encontró con la oposición de las autoridades eclesiásticas que no deseaban la creación de una nueva forma de vida religiosa, una comunidad de laicos consagrados ocupándose de las escuelas "juntos y por asociación". Los estamentos educativos de aquel tiempo quedaron perturbados por sus métodos innovadores y su absoluto deseo de gratuidad para todos, totalmente indiferente al hecho de saber si los padres podían pagar o no. A pesar de todo, De La Salle y sus Hermanos lograron con éxito crear una red de escuelas de calidad, caracterizada por el uso de la lengua vernácula, los grupos de alumnos reunidos por niveles y resultados, la formación religiosa basada en temas originales, preparada por maestros con una vocación religiosa y misionera a la vez y por la implicación de los padres en la educación. Además, de La Salle fue innovador al proponer programas para la formación de maestros seglares, cursos dominicales para jóvenes trabajadores y una de las primeras instituciones para la reinserción de "delincuentes". Extenuado por una vida cargada de austeridades y trabajos, falleció en San Yon, cerca de Rouen, en 1719, sólo unas semanas antes de cumplir 68 años.
Juan Bautista de La Salle fue el primero que organizó centros de formación de maestros, escuelas de aprendizaje para delincuentes, escuelas técnicas, escuelas secundarias de idiomas modernos, artes y ciencias. Su obra se extendió rapidísimamente en Francia, y después de su muerte, por todo el mundo. En 1900, Juan Bautista de La Salle fue declarado Santo. En 1950, a causa de su vida y sus escritos inspirados, recibió el título de Santo Patrono de los que trabajan en el ámbito de la educación. Juan Bautista mostró cómo se debe enseñar y tratar a los jóvenes, cómo enfrentarse a las deficiencias y debilidades con compasión, cómo ayudar, curar y fortalecer. Hoy, las escuelas lasalianas existen en 85 países del mundo.
Consulta Escritos de San Juan Bautista de la Salle
Quédate con nosotros, Señor, porque atardece y el día va de caída
Santo Evangelio según san Lucas 24,13-35. Miércoles de la Octava de Pascual
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo, Rey nuestro.
¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, Tú conoces mi vida, sabes mejor que yo de mis debilidades; ayúdame a perseverar en el camino hacia la santidad y que este momento de intimidad contigo, me renueve el amor que siento por ti.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 24,13-35
El mismo día de la resurrección, iban dos de los discípulos hacia un pueblo llamado Emaús, situado a unos once kilómetros de Jerusalén, y comentaban todo lo que había sucedido.
Mientras conversaban y discutían, Jesús se les acercó y comenzó a caminar con ellos; pero los ojos de los dos discípulos estaban velados y no lo reconocieron. Él les preguntó: «¿De qué cosas vienen hablando, tan llenos de tristeza?».
Uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: «¿Eres tú el único forastero que no sabe lo que ha sucedido estos días en Jerusalén?». Él les preguntó: «¿Qué cosa?». Ellos les respondieron: «Lo de Jesús el Nazareno, que era un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo.
Cómo los sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, y sin embargo, han pasado ya tres días desde que estas cosas sucedieron. Es cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han desconcertado, pues fueron de madrugada al sepulcro, no encontraron el cuerpo y llegaron contando que se les habían aparecido unos ángeles, que les dijeron que estaba vivo. Algunos de nuestros compañeros fueron al sepulcro y hallaron todo como habían dicho las mujeres, pero a Él no lo vieron».
Entonces Jesús les dijo: «¡Qué insensatos son ustedes y qué duros de corazón para creer todo lo anunciado por los profetas! ¿Acaso no era necesario que el Mesías padeciera todo esto y así entrara en su gloria?». Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.
Ya cerca del pueblo a donde se dirigían, él hizo como que iba más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer». Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron, pero él se les desapareció. Y ellos se decían el uno al otro: «¡Con razón nuestro corazón ardía, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras!».
Se levantaron inmediatamente y regresaron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, los cuales les dijeron: «De veras ha resucitado el Señor y se le ha aparecido a Simón». Entonces ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Aparentemente somos nosotros quienes buscamos estar con el Señor, somos nosotros quienes le pedimos que se quede junto a nosotros porque comienza el atardecer de nuestra vida. ¡Pero no!, en realidad es Él quien sale al encuentro, es Él quien se cruza en la rivera de nuestras vidas.
Con esta consciencia descubrimos que el Señor siempre está a la puerta y llama; pero el abrirle la puerta es una decisión que sólo nosotros podemos tomar. Él conoce las necesidades de nuestro corazón, Él sabe lo que realmente necesitamos y quiere llenar nuestras carencias de cariño y amor. Pero también es un caballero y respeta nuestra libertad. Dios pone siempre el noventa y nueve punto nueve por ciento en nuestras vidas pero espera que nosotros respondamos a ese uno por ciento.
No temas a Dios, no te avergüences frente a Él que te conoce mejor que tú mismo.
Ayúdame, Madre Santísima, a descubrir la felicidad plena que sólo se puede encontrar en Dios y en el cumplimiento de su voluntad, aunque aparentemente parezca algo doloroso.
«El amor de Dios no cesará nunca, ni en nuestra vida ni en la historia del mundo. Es un amor que permanece siempre joven, activo y dinámico, y que atrae hacia sí de un modo incomparable. Es un amor fiel que no traiciona, a pesar de nuestras contradicciones. Es un amor fecundo que genera y va más allá de nuestra pereza. En efecto, de este amor todos somos testigos. El amor de Dios nos sale al encuentro, como un río en crecida que nos arrolla pero sin aniquilarnos; más bien, es condición de vida: “Si no tengo amor, no soy nada”, dice san Pablo. Cuanto más nos dejamos involucrar por este amor, tanto más se regenera nuestra vida. Verdaderamente deberíamos decir con toda nuestra fuerza: soy amado, luego existo».
(Catequesis de S.S. Francisco, 3 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Estaré atento para escuchar cuando Jesús me hable y trataré de cumplir lo que me pida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén
Los dos de Emaús recuperan la esperanza
Resurrección y Ascensión. Los de Emaús son una muestra del estado de ánimo de la mayoría el día de la resurrección.
Aquella tarde dos discípulos van de Jerusalén a Emaús, a pocas horas de camino de la Ciudad Santa, van tristes, bajo el peso de la mayor de las decepciones: el Maestro acaba de ser crucificado como un malhechor, y ahora todos los suyos se dispersaban sin saber donde ir. Si el único que tenía palabras de vida eterna había muerto, ¿qué iba a ser de ellos?
Desesperanza
Andaban -eran dos, un tal Cleofás y otro- contándose entre sí una y otra vez todo aquel desastre, el fin de la gran esperanza. Sin duda se han equivocado, Jesús debió ser profeta, pero no el Mesías.
Los de Emaús son una muestra muy clara del estado de ánimo de la mayoría el día de la resurrección. Han perdido la esperanza y se vuelven a sus casas, porque su fe era insuficiente. Están tristes, como desencantados. Cuando en aquel terrible Viernes, Jesús en vez de subir al trono de David, fue levantado sobre la cruz, sintieron sus discípulos el derrumbamiento de gran parte de sus esperanzas. Carecían entonces de la fe para pensar en las promesas de Jesús acerca de su resurrección.
Unidos a Cristo
Sin embargo, su fe no se desmoronó por completo. Habían visto con claridad meridiana el dedo de Dios en la vida y en las obras de Jesús. En el fondo de su alma permanecían unidos a Jesús; su fe, aunque conmocionada, no había sido enteramente destruida.
Y esto es lo que, verdaderamente, quedó destruido y aniquilado: la forma terrena y humana impuesta de su testarudez y miras egoístas. La idea de un Mesías poderoso y dominador, que debía subir cuanto antes al trono de David, se desvaneció a la vista de la cruz y del sepulcro sellado. Al mismo tiempo, se esfumaron también las esperanzas, los ensueños egoístas que habían iluminado su presente y, más todavía, el futuro inmediato que aquel reinado humano les parecía venir.
Lo que no consiguió Jesús en vida, lo obtuvo agonizante y muerto, curándoles definitivamente de su fe ingenua y pueril en un camino de gloria según la fantasía humana, alejado del camino de la cruz. En su alma se formó un vacío, quedando así espacio libre para la sabiduría divina que es locura para el mundo.
Un desconocido
Jesús se manifiesta como un desconocido caminante que entabla conversación con aquellos hombres desanimados. No adopta un aspecto deslumbrante con su cuerpo glorioso, sino que quiere conseguir su recuperación poco a poco. Para ello comienza por hacerles hablar. Quiere que manifiesten su versión de los hechos sucedidos. "Y les dijo:¿Qué conversación lleváis entre los dos mientras vais caminado? Y se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, de nombre Cleofás, le respondió: ¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabe lo que ha pasado allí estos días? El les dijo: ¿Qué ha pasado?"(Lc). El tono de la conversación es amable. Están tristes, desalentados, pero no son hoscos, ni se encierran en el mutismo.
"Y le contestaron: lo de Jesús el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras delante de Dios y ante todo el pueblo"(Lc). No llaman Mesías a Jesús, sino simplemente profeta, ciertamente poderoso, pero desde luego no le llaman Hijo de David, y menos aún Dios y Hombre verdadero. Están decepcionados de Jesús. Luego cuentan "cómo los príncipes de los sacerdotes y nuestros magistrados lo entregaron para que lo condenaran a muerte y lo crucificaron"(Lc).
La raíz de su decepción
Hasta que llegan a la raíz de su decepción: "Sin embargo nosotros esperábamos que Él sería quien redimiera a Israel"(Lc). Por eso dicen: "Pero, con todo, es ya el tercer día desde que han pasado estas cosas. Bien es verdad que algunas mujeres de las que están con nosotros nos han sobresaltado, porque fueron al sepulcro de madrugada y, al no encontrar el cuerpo, vinieron diciendo que habían tenido una visión de ángeles, los cuales les dijeron que está vivo. Después fueron algunos de los nuestros al sepulcro y lo hallaron tal como dijeron las mujeres, pero a él no le vieron"(Lc).
La reacción del forastero a estas explicaciones es rotunda: "¡Oh necios y tardos de corazón para creer todo lo que anunciaron los profetas"(Lc). Cleofás y su compañero se debieron detener al oír estas palabras. Aquel desconocido les llamaba ignorantes y testarudos. Pero no pueden enfadarse con aquel hombre que les increpa sin querer humillarles: lo perciben en su voz; lo ven en su gesto y en aquella mirada llena de cariño.
Entonces escuchan las palabras de aquel peregrino "¿No era preciso que el Cristo padeciera estas cosas y así entrara en su gloria? Y comenzando por todos los Profetas les interpretaba en todas las Escrituras lo que se refería a Él"(Lc).
La exposición debió ser más larga, pero hay algo que no es fácil captar por la letra escrita: es el tono de la conversación. De hecho los de Emaús se dicen entre ellos cuando Jesús desaparece: "¿No es verdad que ardía muestro corazón dentro de nosotros, mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?"(Lc). Jesús los entusiasma, poco a poco ha ido elevando la temperatura espiritual, y la luz se va haciendo en sus mentes mientras vuelve el fuego a sus corazones. Jesús empieza por los libros atribuidos a Moisés, después continúa con los salmos que hablaban del Mesías, se detendría en Ezequiel y los demás; pero, sobre todo, el calor de sus palabras se haría más intenso al recordar a Isaías cuyas descripciones del Siervo de Yavé daban la impresión de ser las de un espectador de la Pasión.
La invitación
Al hilo de la conversación llegaron a Emaús por la bien preparada calzada romana; es entonces cuando Jesús tiene un detalle revelador de cómo Nuestro Dios respeta la libertad del hombre. "Llegaron cerca de la aldea a donde iban, y él hizo ademán de continuar adelante"(Lc).
Jesús no impone ni su compañía ni su doctrina. Si hubiesen estado disconformes o irritados con aquel forastero nada más fácil que una despedida, y nunca más sus vidas volverían a encontrarse; pero las palabras de Jesús han sembrado de luz el alma de aquellos hombres, y la esperanza comenzaba a aflorar de nuevo. Están a gusto con el desconocido, y se lamentan de que hubiesen llegado tan pronto a la meta de su caminar. Saben estar a la altura de las circunstancias, pues le dicen a Jesús: "Quédate con nosotros, porque ya está anocheciendo y va a caer el día"(Lc); es una de las súplicas más conmovedoras del Evangelio, oscurece (¿quién ha de tener miedo a la oscuridad, los de Emaús o su compañero misterioso?), y después de aquel coloquio ambulante, ahora que todo son sombras, lo necesitan.
El pan
Jesús se queda. Cuando Cristo parte el pan; "Y estando juntos en la mesa tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y le reconocieron, pero él desapareció de su presencia. (...) Y al instante se levantaron y regresaron a Jerusalén, y encontraron reunidos a los Once y a los que estaban con ellos, que decían: El Señor ha resucitado realmente y se ha aparecido a Simón. Y ellos contaban lo que les había pasado por el camino, y cómo le habían reconocido en la fracción del pan"(Lc).
Luz
Ya no hay oscuridad, ya no hay tristeza, todo es luz. Por fin ven claro. Jesús ha resucitado y les quiere, les perdona, les explica lo que ha pasado y ellos no podían ver. Y exultan de gozo en la nueva vida de Jesús que ya es vida para ellos en sus almas.
"La Iglesia debe estar unida para dar un testimonio creíble del Evangelio"
Entrevista al Card. Pietro Parolin concedida a la cadena de radio española COPE
"Estamos al servicio de la comunión y también de la defensa y promoción de la libertad de la Iglesia, de la libertad religiosa y la paz mundial. Imagínense cuánto trabaja la Iglesia por la paz. Esta es mi forma de ver la diplomacia". Son las palabras del cardenal secretario de Estado Pietro Parolin en una entrevista concedida a José Luis Restán, director editorial de la cadena de radio española COPE, con motivo de la Semana Santa.
En la charla se abordaron varios temas como la figura del Secretario de Estado Vaticano y su servicio junto al Papa, la reforma de la Curia, los conflictos dentro de la Iglesia, la realidad de la Iglesia en China, el viaje apostólico a Iraq y la misión de la Iglesia en Europa. A continuación, compartimos la transcripción de la entrevista.
- El Cardenal Pietro Parolin es el secretario de Estado del Vaticano y debido a su responsabilidad conoce muy bien la realidad de la Iglesia en los cinco continentes, conoce también las situaciones políticas, los conflictos de nuestro mundo. Y al estar muy cerca del Papa es un testigo excepcional del Pontificado. Tenemos la gran alegría de poder saludarle en El Espejo. Buenas tardes y Feliz Pascua....
Muy buenas tardes a ustedes y a todos los que escuchan COPE. Muchas gracias por esta invitación que me permite hablar sobre algunos temas que me interesan mucho y también felices pascuas...La Pascua dura 40 días y dura toda la vida. Estamos en la Pascual del Señor.
- Usted es un diplomático de carrera pero es también un pastor como hemos podido ver y sentir en algunos viajes. Usted estuvo en Ucrania, ha estado en Irak, en Camerún. ¿Cómo concibe usted su labor como secretario de Estado y cómo quedará plasmada esta tarea cuando finalice la reforma de la Curia que prepara el Papa?
Yo considero que mi vocación fundamental es la sacerdotal. Me siento llamado, sigo sintiéndome llamado a ser un sacerdote, un ministro del Señor que trabaja en la Iglesia en favor de las almas. Es el horizonte fundamental pero como saben hay maneras diferentes de ejercer el sacerdocio. Imagine los párrocos pero están también los sacerdotes que trabajan en las unviersidades, en los seminarios, en los tribunales eclesiásticos. En muchas otras tareas que forman parte de la misión de la Iglesia y una de estas tareas también es la diplomacia eclesiástica que la Iglesia considera hoy todavía como una manera de ejercer su misión por eso yo no encontré nunca contradicción entre ser sacerdote y diplomático. Entré sin quererlo, me ofrecieron esta posibilidad de ponerme al servicio del Papa.
Mi obispo aceptó hace 40 años. Experimenté que ser diplomático de la Santa Sede es una forma de ejercer el propio sacerdocio sobre todo porque hoy en día después del Concilio del Vaticano II la tarea de los nuncios es una tarea pastoral entonces es de estrechar los lazos entre la Santa Sede y las iglesias locales. Estamos al servicio de la comunión y también la defensa, la promoción de la libertad de la Iglesia, de la libertad religiosa. Además de la tarea de la paz en el mundo. Imagine usted cuánto trabaja la Iglesia por la paz.
Es mi manera de considerar la diplomacia. Quedará plasmada después de la publicación de la constitución apostólica sobre la Curia Romana que por ahora se titula pero pienso que seguirá siendo este título Predicate Evangelium, quedará plasmada más o menos. Entonces el secretario de Estado seguirá coordinando la secretaría de Estado que es el organismo que ayuda más de cerca al Santo Padre en el gobierno de la Iglesia, en sus tres secciones, los asuntos generales, entonces todo lo que el Papa le encomienda. Después la dimensión diplomática y política y después se ha añadido por voluntad de Francisco la tercera sección sobre personal diplomático. Seguirá coordinando estas tres secciones y trabajando sobre todo, imagino, en la diplomacia eclesiástica.
- Por trayectoria y seguramente por temperamento o al menos así me parece usted es muy diferente al Papa Francisco pero está muy cerca de él. ¿Cómo es trabajar a su lado? ¿Qué destaca de su forma de ejercer el Pontificado que en el ámbito europeo a veces causa sorpresa?
Sí, me acuerdo han pasado ya ocho años pasa el tiempo... cuando el Papa me preguntó si aceptaba ser su secretario de Estado. Me causó una gran sorpresa porque yo estaba bien en Venezuela a pesar de todo el problema político. Me dijó ¿Quiere usted ayudarme en el servicio que me han encomendado? Fue dos meses después de su elección. En junio cuando nos hablamos. Y le dije: Santo Padre si usted piensa que yo puedo con mucho gusto me pongo a su servicio y al servicio de la Iglesia. Usted dice bien, somos muy diferentes. Esto es una ventaja. Y en la realización de lo que el Santo Padre sigue diciendo siempre. Se trata de hacer de nuestras diferencias una riqueza para el mundo. Que no se vuelva un conflicto sino colaboración y cada uno desde su punto de vista, desde su estilo, su sensibilidad, su preparación, desde su cultura, desde su espiritualidad también puede colaborar con el otro...Imagine usted lo que significa colaborar con el Santo Padre Francisco al servicio de la Iglesia.
Es un poco el espíritu con el que vivo este servicio. Por lo que se refiere al Papa hay unas características, mucho se ha hablado de él pero lo que me impacta primero es la gran sencillez que manifiesta. Cuando uno se acerca a él se da cuenta de que es un hombre sencillo sin protocolo. El contacto es inmediato. Cuida mucho la relación y la cercanía con la gente. Busca encontrar la gente. Es otra característica de su manera de trabajar. Y tercero y también me impacta mucho es este deseo suyo de ayudar a hacer la Iglesia más creible en el anuncio del Evangelio. Y también la consideración de los asuntos que se tienen que tratar pasan a través de estas características.
- El Papa viene insistiendo mucho en que no se pueden entender la Iglesia como una especie de asamblea democrática con mayorías y minorías, con su ala izquierda y su ala derecha, sino como una comunición que genera el Espíritu Santo. Quizás esta insistencia es por preocupación, porque rebrotan algunas consideraciones que creíamos superadas. Aquello de conservadores, progresistas, etc. ¿Cómo ve usted ese problema?
No, yo creo que el análisis que ha hecho usted es correcto. Lo comparto. Creo que cualquier persona que ve la situación hoy de la Iglesia tiene que preocuparse de estas cosas porque están ahí. Y diría yo, me permito decir, hace mucho daño a la Iglesia porque antes hablaba de comunión y unidad. Cristo rezó por la unidad de la Iglesia. Hay motivos para la preocupación. Pensaba yo que probablemente el problema nace de que el Papa hace mucho hincapié en la reforma de la Iglesia y hay mucha confusión sobre este tema porque la reforma de la Iglesia tiene que considerar los diferentes aspectos y no hay mucha claridad sobre estos aspectos.
Hay un nivel que no se puede cambiar, la estructura de la Iglesia, es el depósito de la fe, los sacramentos, el ministerio apostólico, estos son los elementos estructurales pero hay toda una vida de la Iglesia que puede ser renovada. El concilio mismo lo dice. Esto ¿qué significa? En su vida porque está hecha por hombres pecadores necesita renovarse continuamente. A veces estas divisiones y estas contraposiciones nacen de la confusión de estos niveles. Uno no logra distinguir entre lo esencial que no puede cambiar y lo que no es esencial que tiene que ser reformado, tiene que cambiar según el espíritu del Evangelio. Reflexionando creo que ahí está la raíz del problema.
- No voy a preguntarle por los acuerdos con China en los que ha estado directamente comprometido. Usted lo ha explicado muchas veces y me parece que muy bien pero sí por la realidad de la Iglesia en China, por lo que debemos aprender de esa experiencia de esas comunidades y también ¿qué es lo que se juega la Iglesia en ese país tan grande y complejo en el futuro?
Bien, primero me da mucho gusto que me haga una pregunta sobre el futuro de la Iglesia en China porque creo que es la perspectiva desde la cual debemos considerar este tema. Ciertamente la Iglesia en China es una parte fundamental de la Iglesia católica y todo lo que se ha intentado y se intenta hacer es para asegurar a esta comunidad que aún es pequeña pero que tienen una gran fuerza y vitalidad. Todo lo que se está haciendo es para asegurar una vida normal en la Iglesia en China. Espacios de libertad religiosa, de comunión porque no se puede vivir en la iglesia católica sin la comunión con el sucesor de Pedro, con el Papa. Entonces miramos a la Iglesia en China con un gran respeto, también por su historia, el futuro se fundamenta en la historia, una historia de mucho sufrimiento. Creo que este tiene que ser el punto de vista, el gran respeto que tenemos.
Al mismo tiempo con mucha esperanza, los pasos que se han dado aún cuando no han resulto todos los problemas que todavía ahí y que probablemente necesitarán mucho tiempo sean en el rumbo correcto hacia una conciliación en el interior de la Iglesia por este problema de distinciones, es demasiado decir de separaciones, de distinciones. Un papel evangélico dentro de la sociedad china con todas sus riquezas y sus problemas. Diría que es una mirada positiva. Mucha expectación por lo que la iglesia de China puede dar a la Iglesia católica.
- Usted ha visitado Iraq. Lo hizo en nombre del Santo Padre y luego le ha acompañado en este reciente histórico viaje así que conoce de primera mano la realidad de aquel país. ¿Qué mensaje nos llega después de este viaje del Papa de lo que ha sucedido y de lo que puede suceder también en Iraq?
Usted recuerda un viaje que para mi fue muy emotivo. Se trataba además de la Navidad y esto acrecentó la emoción de aquellos días de encontrarme con una iglesia que está sufriendo mucho porque los cristianos, desgraciadamente, han sido perseguidos por todos los conflictos y todas las fuerzas que quieren desarraigar la fe cristiana en aquel país. Muchos siguen saliendo del país a pesar de que ya no hay conflicto abierto porque el ISIS ha sido derrotado pero hay este clima de desconfianza e incertidumbre que no permite a los cristianos ver un futuro en el país. Pero lo que nos han enseñado es el testimonio de la fe que llega hasta el martirio. Es la gran lección que podemos sacar de los cristianos iraquíes. Estuve en la catedral.
El Papa también estuvo durante su viaje donde hubo un atentado con 47 muertos pero esto no amedrentado a los cristianos que siguen profesando con mucho valor su fe católica. Esto es una gran enseñanza. Creo que es una llamada, espero que el viaje del Papa que tuvo diferentes matices también con el diálogo interreligioso pero también una llamada a la solidaridad. A veces me parece que como cristianos de Europa, de Occidente, somos demasiado fríos hacia nuestros hermanos. Quisiera que hubiera más solidaridad, más cercanía, más maneras de manifestar nuestro apoyo y ayudar a seguir adelante. Ellos nos enseñan esta capacidad de ser fiel a pesar de todas las dificultades pero al mismo tiempo nos piden mayor solidaridad.
- Y hablando de la vieja Europa no quiero que dejemos eso...vemos que surgen nuevas legislaciones sobre temas éticos que se alejan cada vez más de la raíz cristriana. Aquí, en España, acabamos de tener la ley de la eutanasia. Hay una generación que ha crecido ya en la ignorancia total de la fe y algunos hablan de la necesidad de liderar una batalla cultural, otros insisten en el testimonio de la caridad, no son cosas que se contradigan evidentemente pero...¿Cuál es a su juicio el acento principal de la misión en Europa que se ha tornado tan difícil en este momento?
Ese es un gran problema. Yo siento mucho la pérdida de la fe en nuestra Europa, en nuestra cultura, en nuestros países y estos cambios antropológicos que se están dando perdiendo la identidad de la persona humana antes que una pérdida de fe yo diría que es una pérdida de razón. ¿Por qué? Lo dice muchas veces el Papa. Me impacto mucho. Dice por ejemplo: la cuestión del aborto no es una cuestión religiosa. Lo es ciertamente también para nosotros cristianos desde el principio, desde los primeros documentos de la Iglesia hay un rechazo total del aborto pero es un argumento de razón. Probablemente hoy, ya lo decía Benedicto XVI, el problema fundamental es la razón, no es la fe. Por lo que se refiere a la fe creo que es el testimonio.
Por supuesto es un testimonio, como decirlo, global, entonces tenemos que testimoniar nuestra fe, tenemos que testimoniar nuestra esperanza, tenemos que testimoniar nuestra caridad. Pero la línea es ésta. Hoy en día no se puede imponer nada sino que ofrecer a partir de un testimonio coherente y convencido de vida cristiana. A veces no sé si hago bien o mal pero me parece que se puede comparar la situación que estamos viviendo con los primeros siglos de la Iglesia cuando llegaron los apóstoles y los primeros discípulos en una sociedad que no tenía valores cristianos pero a través del testimonio de las primeras comunidades lograron cambiar la mentalidad e introducir los valores del Evangelio en la sociedad de entonces. Creo que este es el camino que tenemos que hacer hoy todavía.
- Señor cardenal ha sido un placer y estaríamos mucho tiempo pero la radio tiene también sus tiempos y nos impone terminar. Le agradezco muchísimo que haya compartido con nosotros este rato y tocar tantos asuntos importantes para la vida y el corazón de la Iglesia. Desde España un abrazo fortísimo y gracias. Pedimos por usted.
Gracias, muchas gracias por esta posibilidad y le agradezco también la oración. Tenemos que decir que hoy más que nunca necesitamos oraciones, una campaña de oración, de unirnos todos en la oración para que el Señor nos ayude a ser fieles a nuestra misión, cada uno en su lugar, pero a ser fieles en la misión de testimoniar el Evangelio y también nuestra pertenencia a la Iglesia en el mundo de hoy.
La Pascua nos da también este sentimiento de esperanza y de optimismo porque sabemos que la última palabra es la palabra de Jesús resucitado. Muchísimas gracias, que Dios les bendiga, que sigan trabajando como están haciendo y que logren cada vez más resultados buenos para la gloria de Dios y el bien de las almas.
¿Qué significa "Amén" y por qué lo decimos?
Es la respuesta de la fe y que expresa nuestro
Queridos amigos, una de las palabras que más repetimos en la oración, desde que aprendemos a rezar, es “amén”. Palabra corta, pero de significado muy profundo.
Hemos pensado que puede ser bueno para todos recordar este significado, de forma que cada vez que digamos “amén”, pronunciemos esta palabra con plena conciencia de todo lo que estamos diciéndole al Señor de modo concentrado.
Nos lo explica nuestro querido Papa Emérito Benedicto XVI:
“La oración cristiana es un verdadero encuentro personal con Dios Padre, en Cristo, mediante el Espíritu Santo. En este encuentro, entran en diálogo el «sí» fiel de Dios y el «amén» confiado de los creyentes.
En la oración constante, diaria, podemos sentir concretamente el consuelo que proviene de Dios. Y esto refuerza nuestra fe, porque nos hace experimentar de modo concreto el «sí» de Dios al hombre, a nosotros, a mí, en Cristo; hace sentir la fidelidad de su amor, que llega hasta el don de su Hijo en la cruz.
San Pablo afirma: «El Hijo de Dios, Jesucristo… no fue “sí” y “no”, sino que en Él sólo hubo “sí”. Pues todas las promesas de Dios han alcanzado su “sí” en Él. Así, por medio de Él, decimos nuestro “amén” a Dios, para gloria suya a través de nosotros» (2 Co 1, 19-20).
El «sí» de Dios es un sencillo y seguro «sí». Y a este «sí» nosotros correspondemos con nuestro «sí», con nuestro «amén», y así estamos seguros en el «sí» de Dios. Toda la historia de la salvación es un progresivo revelarse de esta fidelidad de Dios, a pesar de nuestras infidelidades y nuestras negaciones, con la certeza de que «los dones y la llamada de Dios son irrevocables».
Queridos hermanos y hermanas, el modo de actuar de Dios —muy distinto del nuestro— nos da consuelo, fuerza y esperanza porque Dios no retira su «sí». Dios nunca se cansa de nosotros, nunca se cansa de tener paciencia con nosotros, y con su inmensa misericordia siempre nos precede, sale Él primero a nuestro encuentro; su «sí» es completamente fiable. En la cruz nos revela la medida de su amor, que no calcula y no tiene medida.
En el «sí» fiel de Dios se injerta el «amén» de la Iglesia que resuena en todas las acciones de la liturgia: «amén» es la respuesta de la fe con la que concluye siempre nuestra oración personal y comunitaria, y que expresa nuestro «sí» a la iniciativa de Dios.
A menudo respondemos de forma rutinaria con nuestro «amén» en la oración, sin fijarnos en su significado profundo. Este término deriva de ’aman’ que en hebreo y en arameo significa «hacer estable», «consolidar» y, en consecuencia, «estar seguro», «decir la verdad».
Si miramos la Sagrada Escritura, vemos que este «amén» se dice al final de los Salmos de bendición y de alabanza, como por ejemplo en el Salmo 41: «A mí, en cambio, me conservas la salud, me mantienes siempre en tu presencia. Bendito el Señor, Dios de Israel, desde siempre y por siempre. Amén, amén» (vv. 13-14).
O expresa adhesión a Dios, en el momento en que el pueblo de Israel regresa lleno de alegría del destierro de Babilonia y dice su «sí», su «amén» a Dios y a su Ley. En el Libro de Nehemías se narra que, después de este regreso, «Esdras abrió el libro (de la Ley) en presencia de todo el pueblo, de modo que toda la multitud podía verlo; al abrirlo, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo al Señor, el Dios grande, y todo el pueblo respondió con las manos levantadas: “Amén, amén”» (Ne 8, 5-6).
Por lo tanto, desde los inicios el «amén» de la liturgia judía se convirtió en el «amén» de las primeras comunidades cristianas. Y el libro de la liturgia cristiana por excelencia, el Apocalipsis de san Juan, comienza con el «amén» de la Iglesia: «Al que nos ama y nos ha librado de nuestros pecados con su sangre, y nos ha hecho reino y sacerdotes para Dios, su Padre. A él la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén» (Ap 1, 5b-6). Y el mismo libro se concluye con la invocación «Amén, ¡Ven, Señor Jesús!» (Ap 22, 20).
Queridos amigos, la oración es el encuentro con una Persona viva que podemos escuchar y con la que podemos dialogar; es el encuentro con Dios, que renueva su fidelidad inquebrantable, su «sí», a cada uno de nosotros, para darnos su consuelo en medio de las tempestades de la vida y hacernos vivir, unidos a Él, una existencia llena de alegría y de bien, que llegará a su plenitud en la vida eterna.
En nuestra oración estamos llamados a decir «sí» a Dios, a responder con este «amén» de la adhesión, de la fidelidad a Él a lo largo de toda nuestra vida. Esta fidelidad nunca la podemos conquistar con nuestras fuerzas; no es únicamente fruto de nuestro esfuerzo diario; proviene de Dios y está fundada en el «sí» de Cristo, que afirma: mi alimento es hacer la voluntad del Padre (cf. Jn 4, 34).
Debemos entrar en este «sí», entrar en este «sí» de Cristo, en la adhesión a la voluntad de Dios, para llegar a afirmar con san Pablo que ya no vivimos nosotros, sino que es Cristo mismo quien vive en nosotros. Así, el «amén» de nuestra oración personal y comunitaria envolverá y transformará toda nuestra vida, una vida de consolación de Dios, una vida inmersa en el Amor eterno e inquebrantable”.
Benedicto XVI, catequesis de la audiencia del 30 de mayo de 2012
Cuando se manipula el lenguaje
Una de las estrategias típicas de las ideologías consiste en manipular el lenguaje. Por ejemplo, cuando se evita sistemáticamente usar la palabra asesinato cuando interesa que no aparezca.
Manipula el lenguaje el dictador sanguinario que intenta una y otra vez no llamar asesinato a la eliminación de sus adversarios políticos. Dirá, por ejemplo, que se trata de ajuste de cuentas, de daños colaterales, incluso de sacrificio para lograr mejoras.
Omitir el uso de un término sirve para el triunfo de los propios intereses, pero nunca llega a destruir la realidad. Porque un asesinato sigue siendo un asesinato aunque se le llame de mil maneras diferentes.
El amor a la verdad y a la justicia lleva a llamar a las cosas por su nombre, a evitar las manipulaciones del lenguaje, y a defender a las víctimas ante cualquier tipo de violencia asesina.
Porque el primer requisito para ayudar a los inocentes consiste en reconocer su situación y en dar a conocer lo que han sufrido por culpa de quienes han usado contra ellos cualquier tipo de injusticia.
Mientras algunos han hablado o hablan de solución final, de limpieza étnica, de etapa necesaria para el triunfo de la revolución, de eugenismo, de lucha de clases, de interrupción del embarazo, y otros términos ideológicos, quienes aman la verdad dirán que estamos ante el asesinato de inocentes.
Así será posible comprometerse seriamente para que ningún ser humano sea eliminado (asesinado) entre tinieblas de mentiras, y para que cada uno, desde que inicia a vivir hasta que llega su última hora, reciba el apoyo y amor que todos necesitamos en nuestro caminar humano.
Porque la salud es un don maravilloso que recibo para darme a los demás...
Tener salud no resulta fácil. Basta una infección, una corriente de aire, una comida no adecuada, una alergia, para que empiecen los problemas.
Por eso, cuando la salud brilla en momentos buenos, hay oportunidades maravillosas para entregarnos con mayor plenitud a los demás.
No siempre será una salud perfecta, pero basta la suficiente para que empecemos a salir de nosotros mismos para amar y servir.
¿Qué bien puedo hacer ahora? ¿Qué deberes puedo cumplir? ¿A quién puedo ayudar? ¿Cómo aprovechar esa energía que tengo disponible?
Al valorar la salud como don reconocemos que es algo no merecido. Millones de seres humanos están imposibilitados por enfermedades, algunas terribles.
Por eso, al despertarme y gozar de un nuevo día, puedo agradecer a Dios este don tan grande y empezar a emplearlo de la mejor manera posible: dándome.
Quizá mañana las fuerzas empiecen a fallar, los dolores se hagan más molestos, un virus limite mis posibilidades. La salud de ahora se convierte en un tesoro que puedo invertir para beneficiar a otros.
Cuando pierda la salud (ese momento llega más tarde o más temprano), Dios me concederá otros modos de darme, con la oración, la paciencia, la sonrisa ante quienes me ayuden.
Mientras la tenga, o tras recuperarla después de una enfermedad superada, pediré luz a Dios para que la sepa aprovechar en tantas obras buenas. Porque la salud es un don maravilloso que recibo para darme a los demás...
Preces
La cercanía de Jesús resucitado hace arder nuestros corazones con el fuego de su amor. Alegres le decimos:
R/M Señor, quédate junto a nosotros.
En ocasiones experimentamos el desconcierto o la desilusión,
– no permitas que nos separemos de la Iglesia de la que somos miembros.MR/
Somos duros de corazón y nos cuesta entender tu designio de salvación,
– pero cuando lo rechazamos experimentamos el vacío y la desazón.MR/
En el sacramento de la Eucaristía sigues haciéndote contemporáneo nuestro,
– haz que, alimentados por ella, crezcamos en la amistad contigo.MR/
Intenciones libres
Padre nuestro…
Oración
Oh, Dios, que todos los años nos alegras con la solemnidad de la resurrección del Señor, concédenos propicio llegar a la alegría eterna mediante las fiestas que celebramos en el tiempo. Por nuestro Señor Jesucristo.
Esto es la Biblia: Episodio 5 - Génesis 4. Caín y Abel
Papa Francisco: Cuando rezamos, ya no estamos solos
MONTEFORTE / POOL / AFP
07/04/21
Las palabras del Papa hoy en la audiencia general
«Cuando rezamos, nunca lo hacemos solos: aunque no lo pensemos, estamos inmersos en un majestuoso río de invocaciones que nos precede y nos sigue». Con estas palabras inicia el Papa Francisco su catequesis, en la audiencia general de este miércoles, dedicada al vínculo entre la oración y la comunión de los santos.
Las palabras del Papa se introducen con la lectura de un pasaje de la Carta a los Hebreos en el que se habla de los primeros cristianos en su camino, con la mirada fija en Jesús, rodeados de una ‘multitud de testigos’.
Tantas historias que hacen historia
Francisco subraya el continuo entrelazamiento entre la experiencia personal y la del pueblo y de la humanidad en su conjunto, a la que pertenecemos, expresada en las oraciones contenidas en la Biblia: liberaciones, deportaciones, exilio, momentos de alegría como el encuentro entre María y su prima Isabel cantaba en el Magnificat. En las oraciones, el dolor de uno se convierte en el dolor de todos y también la felicidad.
Las oraciones siempre renacen: cada vez que unimos nuestras manos y abrimos nuestro corazón a Dios, nos encontramos en una compañía de santos anónimos y santos reconocidos que oran con nosotros, y que interceden por nosotros, como hermanos y hermanas mayores que han pasado por la nuestra, la misma aventura humana. En la Iglesia no hay duelo que se quede solo, no hay lágrima que se derrame en el olvido, porque todo respira y comparte una gracia común.
Incluso en nuestra existencia, la santidad puede florecer
El Papa Francisco observa que alguna vez las tumbas se ubicaron cerca de las iglesias «como para decir que en cada Eucaristía participan de alguna manera las filas de los que nos precedieron». Está la fe transmitida que hemos recibido y con ella también la forma de orar, la oración. «Los santos todavía están aquí – dice –no lejos de nosotros» y especifica: Son testigos que no adoramos -por supuesto- no adoramos a estos santos sino que veneramos y que de mil maneras diferentes nos remiten a Jesucristo, único Señor y Mediador entre Dios y el hombre. Un santo que no se refiere a Jesucristo no es santo, ni siquiera cristiano. El santo te recuerda a Jesucristo porque caminó de esa manera de vivir como cristiano. Los santos nos recuerdan que incluso en nuestra vida, incluso si estamos débiles y marcados por el pecado, la santidad puede florecer. Incluso en el último momento de la vida, dice el Papa, es posible convertirse y recuerda que el primer santo canonizado, por el mismo Jesús, fue un ladrón, el buen ladrón. «La santidad, dice, es un camino de vida, de encuentro con Jesús, tanto largo como corto, y en un instante».
Solidaridad misteriosa
Refiriéndose al Catecismo, Francisco explica que los santos «no cesan de cuidar a los que han dejado en la tierra» y que, por tanto, «podemos y debemos rogarles que intercedan por nosotros y por el mundo entero». Se trata de «una misteriosa solidaridad» en Cristo entre nosotros y los que nos precedieron. Este vínculo de oración entre nosotros y los santos, es decir, entre nosotros y las personas que han llegado, ya experimentamos este vínculo de oración aquí, en la vida terrena: oramos los unos por los otros, pedimos y ofrecemos oraciones … para orar por alguien es hablar con Dios sobre él o ella. Si lo hacemos con frecuencia, todos los días, nuestro corazón no se cierra, permanece abierto a los hermanos. Orar por los demás es la primera forma de amarlos y nos empuja a una cercanía concreta. Y espontáneamente, agrega: Incluso en tiempos de conflicto, una forma de disolver el conflicto, de suavizarlo, es orar por la persona con la que estoy en conflicto. Y algo cambia con la oración. Lo primero que cambia es mi corazón, es mi actitud. El Señor lo cambia para hacer posible un encuentro, un nuevo encuentro y para evitar que el conflicto se convierta en una guerra sin fin.
Los santos desconocidos que nos echan una mano
Muchos de nosotros hemos sido bautizados con el nombre de María, santa o santa, señala el Papa, y esto no deja de tener sentido. Ellos, dice, solo están esperando para «echarnos una mano» y concluye: Si en nuestra vida las pruebas no nos han superado, si todavía somos capaces de perseverar, si a pesar de todo seguimos adelante con confianza, quizás todo esto, más que a nuestros méritos, se lo debemos a la intercesión de tantos. santos, algunos en el Cielo, otros peregrinos como nosotros en la tierra, que nos han protegido y acompañado porque todos sabemos que aquí en la tierra hay santos, hombres y mujeres santos que viven en santidad, ellos no lo saben, ni saben. lo sabemos pero hay santos, de santos cotidianos, de santos ocultos o como me gusta decir los «santos de al lado», los que viven con nosotros en la vida, que trabajan con nosotros y llevan una vida de santidad.
Divina Misericordia
Al final de la catequesis, dirigiéndose a los fieles de habla polaca, el Papa recuerda que el próximo domingo la Iglesia celebrará la Fiesta de la Divina Misericordia, instituida por San Juan Pablo II. Nos recordó, prosigue Francisco, «que la liturgia de este domingo parece trazar el camino de la misericordia que, al reconstruir la relación de cada uno con Dios, suscita también nuevas relaciones de solidaridad fraterna entre los hombres».
El hombre, de hecho, recibe la misericordia de Dios, «pero también está llamado a ‘mostrar misericordia’ hacia los demás». Pedimos, concluye el Papa, «la gracia del perdón y el amor activo al prójimo»