“Si el grano de trigo con cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto.”

 

Francisco, durante su homilía

"Él nos salva con nombre y apellidos, pero salvados en un pueblo, no en el grupito que yo me hago"
Francisco arremete contra las "élites eclesiales", que "han privatizado la salvación"
"Hay formas equivocadas de vida cristiana", denuncia el Papa en Santa Marta

Desprecian a los demás; desertan de la comunidad total; desertan del pueblo de Dios; han privatizado la salvación: la salvación es para mí y para mi grupito, pero no para todo el pueblo de Dios. Y esta es una equivocación muy grande

(RV).- No siguen la vía inaugurada por Jesús cuantos privatizan la fe cerrándose en "élites" que desprecian a los demás: lo afirmó el Papa Francisco durante la Misa matutina presidida en Casa Santa Marta.

Comentando la Carta a los Hebreos, el Papa Francisco afirma que Jesús es "la vía nueva y viva" que debemos seguir "según la forma que Él quiere". Porque hay formas equivocadas de vida cristiana. Jesús "da los criterios para no seguir modelos equivocados. Y uno de estos modelos equivocados es privatizar la salvación".

"Es verdad, Jesús nos ha salvado a todos, pero no genéricamente. Todos, pero cada uno, con nombre y apellido. Y esta es la salvación personal. De verdad yo he sido salvado, el Señor me ha mirado, ha dado su vida por mi, ha abierto esta puerta, esta vía nueva para mi, y cada uno de nosotros puede decir ‘Para mi'".

"Pero existe el peligro de olvidar que Él nos ha salvado singularmente, pero en un pueblo. En un pueblo. Siempre el Señor salva en el pueblo. Desde el momento en que llama a Abraham, le promete hacer un pueblo. Y el Señor nos salva en un pueblo. Por esto el autor de esta Carta nos dice: ‘Prestemos atención unos a otros'. No hay una salvación sólo para mí. Si yo entiendo la salvación así, me equivoco; me equivoco de camino. La privatización de la salvación es un camino equivocado".

Tres son los criterios para no privatizar la salvación: "la fe en Jesús que nos purifica", la esperanza que nos hace mirar las promesas y seguir adelante" y "la caridad: es decir, prestemos atención unos a otros, para animarnos mutuamente en la caridad y en las buenas obras".

"Y cuando estoy en una parroquia, en una comunidad - sea la que sea - yo estoy allí, yo puedo privatizar la salvación y estar allí un poco sólo socialmente. Pero para no privatizarla debo preguntarme si yo hablo, comunico la fe; hablo, comunico la esperanza; hablo, hago y comunico la caridad".

"Si en una comunidad no se habla, no se animan unos a otros en estas tres virtudes, los componentes de esa comunidad han privatizado la fe. Cada uno busca su propia salvación, no la salvación de todos, la salvación del pueblo. Y Jesús nos ha salvado a cada uno, pero en un pueblo, en una Iglesia".

El autor de la Carta a los Hebreos, prosigue el Papa - da un consejo "práctico" muy importante: "no desertemos de nuestras reuniones, como algunos tienen costumbre de hacer". Esto sucede "cuando estamos en una reunión - en la parroquia, en el grupo - y juzgamos a los demás", "hay una especie de desprecio a los demás. Y esta no es la puerta, la vía nueva y viva que el Señor ha abierto, ha inaugurado".

"Desprecian a los demás; desertan de la comunidad total; desertan del pueblo de Dios; han privatizado la salvación: la salvación es para mí y para mi grupito, pero no para todo el pueblo de Dios. Y esta es una equivocación muy grande. Es lo que llamamos y vemos: ‘las élites eclesiales'. Cuando en el pueblo de Dios se crean estos grupitos, piensan que son buenos cristianos, también - quizás - tienen buena voluntad, pero son grupitos que han privatizado la salvación".

"Dios - subraya el Papa - nos salva en un pueblo, no en las élites, que nosotros con nuestras filosofías o nuestra forma de entender la fe hacemos. Y estas no son las gracias de Dios ". Por tanto, invita a preguntarse: "¿tengo yo la tendencia a privatizar la salvación para mí, para mi grupito, para mi élite o no deserto de todo el pueblo de Dios, no me alejo del pueblo de Dios, y siempre estoy en la comunidad, en la familia, con el lenguaje de la fe, de la esperanza y el lenguaje de las obras de caridad?".

Y concluye: "Que el Señor nos de la gracia de sentirnos siempre pueblo de Dios, salvados personalmente. Eso es verdad: Él nos salva con nombre y apellidos, pero salvados en un pueblo, no en el grupito que yo me hago".

Francisco entregó el palio a los arzobispos

Ordena que sean los nuncios quienes lleven a cabo esta ceremonia de investidura
El Papa decide dejar de imponer el palio a los arzobispos en Roma
La decisión busca resaltar la sinodalidad: en el acto estarán los obispos de diócesis sufragáneas

Hasta ahora, el palio era impuesto a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados durante el año anterior en la misa celebrada por el Pontífice en San Pedro, el día de la fiesta de los santos Pedro y Pablo, el 29 de julio

Francisco, con el palio

El Papa ha decidido dejar de imponer el palio a los arzobispos metropolitanos en Roma, dejando a los nuncios que lleven a cabo en las respectivas diócesis esta ceremonia de investidura que simboliza la comunión con Roma.

La decisión de Francisco, que fue comunicada a los nuncios apostólicos a través de una carta firmada por el Maestro de Ceremonias Pontificias, Guido Marini, con fecha del 12 de enero de 2015, ha sido publicada por el vaticanista Gerard O'Connell.

En el mensaje distribuido a las diócesis se informa de que el palio, la franja de lana blanca decorada con cruces negras, que simboliza la oveja sobre los hombros del Buen Pastor y que usan el Papa y los arzobispos metropolitanos como signo de la comunión con Roma, ya no será impuesto por el Papa, el obispo de Roma, sino que lo hará el nuncio apostólico del respectivo país.

En esta nueva fórmula, los arzobispos metropolitanos recibirán el palio en privado y después será el nuncio del país quien lo imponga en la diócesis de origen, para resaltar la sinodalidad: en la ceremonia, efectivamente, deben participar todos los obispos de las diócesis llamadas 'sufragáneas', es decir, que dependen de alguna manera de la sede metropolitana del titular del palio.

Hasta ahora, el palio era impuesto a los nuevos arzobispos metropolitanos nombrados durante el año anterior en la misa celebrada por el Pontífice en San Pedro, el día de la fiesta de los santos Pedro y Pablo, el 29 de julio. Esta es la segunda decisión de Francisco relacionada con el palio. La primera fue la de volver a usar, en el segundo año del Pontificado, el palio que tradicionalmente usaban los Pontífices en los últimos siglos, idéntico al que se impone a los arzobispos.

Evangelio según San Marcos 4,26-34. 

Y decía: "El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: 
sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha". También decía: "¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra". Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo. 
San Gregorio Magno (c. 540-604), papa y doctor de la Iglesia 

Homilía sobre San Mateo 13

“Si el grano de trigo con cae en tierra y muere, queda él solo; pero si muere da mucho fruto.” (Jn 12,24)

 “El Reino de los cielos es semejante a un grano de mostaza que tomó un hombre y lo sembró en su campo...cuando crece es mayor que las hortalizas, y se hace árbol, hasta el punto de que las aves del cielo vienen y anidan en sus ramas”(Mt 13,31).

Esta pequeña semilla es para nosotros el símbolo de Jesucristo que, sepultado en la tierra del jardín, surgió poco después en su resurrección y se irguió como un gran árbol.

Se puede decir que cuando murió fue como una pequeña semilla. Fue un grano de semilla por la humillación en la carne y un gran árbol por la glorificación en majestad. Fue un grano de semilla cuando se presentó ante nuestros ojos desfigurado, y un gran árbol cuando resucitó como el más bello de los hombres(cf Sal 44,3). Las ramas de este árbol santo son los predicadores del evangelio de los cuales nos dice un salmo: “por toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje” (Sal 18,5). Los pájaros anidan en sus ramas cuando las almas de los justos se elevan por encima de los atractivos de la tierra, y, apoyándose en sus alas de  santidad, encuentran en las palabras de los predicadores del evangelio el consuelo que necesitan en las penas y fatigas de esta vida.

San Muciano María Viaux

San Muciano María Viaux, religioso

En Malonne, población de Bélgica, san Muciano María (Luis) Viaux, de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, que dedicó toda su vida, con constancia y generosidad, a la formación de los jóvenes.

Luis Wiaux, tercero de seis hijos, nace el 20 de marzo de 1841 en Mellet, un pueblecito de Bélgica francófona en el que casi todo el mundo es católico practicante. Su padre es herrero, y su madre ayuda a llevar un café en una sala de la casa familiar. El lenguaje grosero no se tolera allí y las tardes de cerveza y de juego de cartas se terminan siempre con el rezo del rosario. Luis no tiene las capacidades físicas ni el gusto por el oficio de su padre; está convencido de que el Señor le llama a otro tipo de trabajo. Apenas ve a los Hermanos en una escuela vecina decide entrar en el Noviciado de Namur. Después de haber enseñado 2 años en clases elementales, es destinado al pensionado de Malonne, donde pasará los 58 próximos años.

Al comienzo tiene dificultades para enfrentarse al mismo tiempo a las exigencias de la enseñanza y de la vigilancia. El Hermano encargado de los cursos de música y arte, que entonces eran una parte importante del programa, se presta a ayudarle. A partir de ese momento el Hermano Muciano es no solamente un enseñante eficaz en estas asignaturas, vigilante cuidadoso en los cursos escolares, catequista en la parroquia cercana, sino que tiene una extraordinaria influencia en los alumnos por su paciencia y su piedad evidente. Se sabe que pasa todo el tiempo que puede ante el tabernáculo o la gruta de Nuestra Señora.

Entre los Hermanos, se comenta que no se le ha visto nunca transgredir el menor punto de la Regla de los Hermanos. Después de su muerte en Malonne, su fama se extiende por toda Bélgica y se le atribuyen numerosos milagros. Sus reliquias se veneran en Malonne, en el monumento construido en su honor después de su canonización. Falleció el 30 de enero de 1917, fue beatificado por SS Pablo VI en 1977, y canonizado por SS Juan Pablo II el 10 de diciembre de 1989.fuente: Hermanos de las Escuelas Cristianas - La Salle

Oremos
Tú, Señor, que concediste al Beato Bronislao Markiewicz el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

La semilla que crece
Marcos 4, 26-34. Tiempo Ordinario. Cuida tu vida interior que crece como una pequeña semilla.

Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, guía esta oración para que se convierta en esa semilla que fructifique en obras buenas. Creo, espero y te amo, haz que mi fe crezca, mi esperanza se fortalezca y mi caridad se multiplique

Petición
Señor multiplica, para bien de la Iglesia y el triunfo de tu Reino, los frutos de mi apostolado.

Meditación del Papa Francisco
La esperanza entra en esta dinámica de dar vida. Sin embargo, la primicia del Espíritu no se puede ver. No obstante, sé que el Espíritu obra. Obra en nosotros como un grano de mostaza diminuto, pero que por dentro está lleno de vida, de fuerza, que va hacia adelante hasta convertirse en árbol. El Espíritu obra como la levadura.

Así la obra el Espíritu: no se ve, pero existe. Es una gracia para pedir.Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza hemos sido salvados, y otra cosa es vivir como buenos cristianos no más. Vivir a la espera de la revelación o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del más allá o instalados en la laguna artificial. (Cf. S.S. Francisco, 29 de octubre de 2013, homilía en Santa Marta).

Reflexión
¿No es ésta la más pequeña de entre todas las semillas? Y aún así es el más grande de todos los arbustos. Así es la vida interior, y Cristo nos la ha dado ha conocer de esa misma manera.

Lo único que se tiene que hacer para poseer ese magnifico arbusto es cultivar esa pequeña semillita hasta que crezca totalmente. Así la vida interior, en un principio es como una pequeña semilla, posteriormente, dentro de nuestro corazón, crece tanto que llena todo el corazón. Es como el amor que da verdadera felicidad, es tan pequeño al inicio que hay que irlo cultivando para que crezca y se fortalezca. Poco a poco éste se hace más fuerte hasta que se mantiene en pie por sí solo, pero sigue siendo frágil, porque cualquier hachazo puede derribarlo, por lo tanto necesita un cuidado continuo.

Esto es lo que hay que hacer con la vida interior, cuidarla cuando este bien crecidita, para que ningún hacha o sierra eléctrica nos lo vaya a echar para abajo.

Propósito
Como rama viva de la Iglesia, buscaré sostener a otros con mi oración y testimonio de vida cristiana coherente.

Diálogo con Cristo
Jesús, ayúdame a cumplir mi misión de vivir un cristianismo activo al servicio de tu Iglesia. Ayúdame a ser el instrumento para que otras personas encuentren a Dios.

Levantar el corazón
Al llegar a una situación de fracaso, el corazón corre el riesgo de hundirse. Duele no conseguir un deseo fuertemente anhelado.

No podemos realizar tantas cosas que desearíamos... A veces, por factores que escapan a nuestro control. Otras veces, por culpa nuestra. Fallamos en la organización, o quisimos ir más allá de nuestras posibilidades, o prometimos lo que no podíamos dar, o dejamos de lado el propio deber para encontrarnos, al final, sin recursos y sin tiempo.

Al llegar a una situación de fracaso, el corazón corre el riesgo de hundirse. Duele no conseguir un deseo fuertemente anhelado. Duele ver fracasar una obra que prometía tantos resultados. Duele descubrir que las manos están vacías y que no se ha conseguido prácticamente nada. Son momentos en los que quisiéramos llorar. Será, tal vez, con lágrimas de pena, sobre todo si le hemos fallado a otros. Será, puede ocurrirnos, con lágrimas de amargura, que nos atan todavía más a la desesperanza. Será, ojalá, con lágrimas de quien mira al cielo y pide ayuda. Porque en lo más hondo de la fosa cualquier cristiano puede levantar el corazón y recordar que Dios vino para todos. También para quien fracasa y siente en su alma pena por sí mismo y pena por otros.

Miramos, entonces, hacia el cielo. Descubrimos que allí se encuentra un Sumo Sacerdote que fue en todo, menos en el pecado, semejante a nosotros. Sentimos la seguridad de que podemos encontrar un ancla que nos acerque a la morada eterna y segura, la que nos ha preparado para siempre Cristo (cf. Heb 6,18-20; Jn 14,1-3).

Entonces llega el momento de tomar, nuevamente, el arado. No mirar hacia atrás, pues queda mucho camino por recorrer. No llorar con amargura, porque las lágrimas sólo sirven si nos acercan al consuelo divino y nos permiten volver a empezar. No sentirnos nunca solos, porque tenemos siempre a nuestro lado, también después de un fracaso, a un Amigo bueno, fiel, dispuesto a consolarnos.

30 de enero 2015 Viernes III He 10, 32-39

El recuerdo de situaciones pasadas que, por causa de la fe, se fue víctima de maltratos y sufrimientos, es el resumen de la primera parte del texto que hoy podemos leer la carta a los Hebreos. Es comprensible que, ante un ambiente tan hostil, nacieran deseos de hacerse atrás, pero el autor de la carta dice: «Sólo sufriendo con constancia podremos cumplir la voluntad de Dios y obtener lo que él ha prometido.» Seguramente que ahora no vivimos una situación parecida y la expresión "sufrir con constancia" no la tenemos en nuestro lenguaje espiritual. ¿Qué hay en nosotros que esta expresión nos pueda hacer miedo? Obtener la promesa de Dios nos mueve a algo? Señor, que yo sea coherente con la última frase de la lectura de hoy: no soy de los que se hacen atrás.

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