¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?


Francisco, con los pobres de Brasil

La popularidad mundial del Papa alcanza el 89,6 por ciento, según un estudio
El "efecto Francisco" se globaliza
Viudos, separados, divorciados y jóvenes, los más cercanos a la figura papal
Valores Religiosos, 30 de enero de 2015 a las 19:09
El consenso sobre su obra es del 62,6% respecto del 49% de 2014 y del 36,6% de 2013

(Valores Religiosos).- La popularidad del papa Francisco crece y alcanza el 89,6 por ciento, según el Instituto de Estudios Políticos, Económicos y Sociales (Eurispes), ente privado que trabaja en esa actividad desde 1982. El consenso sobre su obra, que representa un plebiscito, arrastra consigo la confianza en la Iglesia, que toca niveles jamás alcanzados en la serie 2009-2015: el consenso es 62,6 por ciento respecto del 49 por ciento de 2014 y del 36,6 por ciento de 2013, según el informe de Eurispes. El efecto Bergoglio se ve también entre los jóvenes, donde se duplicó el consenso: del 27,1 al 51,1 por ciento para la franja entre 18 y 24 años. En la franja que va de los 25 a los 34, la popularidad de Francisco asciende del 34,3 al 53,5 por ciento. Son sobre todo las personas que han quedado viudas (77,3 por ciento) y las casadas (69,9) las que manifiestan -indica Eurispes- su agrado. Siguen luego losseparados/divorciados (63,6 por ciento), hacia quienes hay nuevas aperturas de parte de la Iglesia. La gran mayoría de los italianos considera que el Papa está dando nuevo impulso a la Iglesia y que podrá llevarla al tercer milenio, con un 89,6 por ciento de consenso. No existen diferencias en relación con el consenso sobre Francisco ni siquiera entre personas de diferentes pertenencias políticas y en algunos casos se roza el 100 por ciento.

El 79,2 por ciento de los entrevistados considera que el pontífice está más adelante que los fieles respecto de los temas éticos y el 89 por ciento está convencido de que lo está más que las jerarquías eclesiásticas.

Este sentir positivo cambia sólo cuando se pregunta si Francisco logrará superar las resistencias de las jerarquías eclesiásticas en temas éticos: los escépticos son el 44 por ciento, mientras los confiados el 55,6 por ciento.

Evangelio según San Marcos 4,35-41. 

Al atardecer de ese mismo día, les dijo: "Crucemos a la otra orilla". Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba. Había otras barcas junto a la suya. 
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa, durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: "¡Maestro! ¿No te importa que nos ahoguemos?". Despertándose, él increpó al viento y dijo al mar: "¡Silencio! ¡Cállate!". El viento se aplacó y sobrevino una gran calma. Después les dijo: "¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?". Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: "¿Quién es este, que hasta el viento y el mar le obedecen?".

San Bonifacio (c. 673-754), monje, misionero de Alemania y mártir 


De una carta a Cutberto; PL 89, 765 (trad. cf breviario 05/06)

“¿Por qué tienen miedo?”

La Iglesia, que es como una barca que navega por el mar de este mundo y que se ve sacudida por las diversas olas de las tentaciones, no ha de dejarse a la deriva, sino que debe ser gobernada. En la primitiva Iglesia tenemos el ejemplo de Clemente y Cornelio y muchos otros en la ciudad de Roma, Cipriano en Cartago, Atanasio en Alejandría, los cuales, bajo el reinado de los emperadores paganos, gobernaban la nave de Cristo, su amada esposa, que es la Iglesia, con sus enseñanzas, con su protección, con sus trabajos y sufrimientos hasta derramar su sangre.

Al pensar en éstos y otros semejantes, me estremezco y “me asalta el temor y el terror, me cubre el espanto” (Sal 54,6) por mis pecados, y de buena gana abandonaría el gobierno de la Iglesia que me ha sido confiado, si para ello encontrara apoyo en el ejemplo de los Padres o en la sagrada Escritura.

Mas, puesto que las cosas son así y la verdad puede ser impugnada, pero no vencida (…), nuestra mente fatigada se refugia en aquellas palabras de Salomón: “Confía en el Señor con toda el alma, no te fíes de tu propia inteligencia; en todos tus caminos piensa en él, y él allanará tus sendas (Pr 3,5-6).

(…) Mantengámonos firmes en la justicia y preparemos nuestras almas para la prueba; sepamos aguantar hasta el tiempo que Dios quiera y digámosle: “Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación” (Sal 89,1). Tengamos confianza en él, que es quien nos ha impuesto esta carga. Lo que no podamos llevar por nosotros mismos, llevémoslo con la fuerza de aquel que es todopoderoso y que ha dicho: “Mi yugo es llevadero y mi carga ligera” (Mt 11,30).

31 de enero 2015 Sábado III He 11, 1-2.8-19

El texto de hoy subraya la figura de Abraham, y nos va desgranando todos los aspectos que podemos admirar de este personaje; antes de hacerlo en cada uno de ellos comienza siempre con estas palabras: «Por fe ...» Pero, para que no haya dudas por lo que podemos entender por fe, dice esto: «Creer es poseer anticipadamente los bienes que esperamos, es conocer de antemano lo que aún no vemos ... »Pues bien, tomemos por modelo Abraham y contestamos-qué poseemos anticipadamente, que conocemos de antemano. Señor, que siempre sea consciente de que me posees: soy tu y tú me lo das todo.

San Juan Bosco

San Juan Bosco, presbítero y fundador

Memoria de san Juan Bosco, presbítero, el cual, después de una niñez dura, fue ordenado sacerdote, y en la ciudad de Turín se dedicó esforzadamente a la formación de los adolescentes. Fundó la Sociedad Salesiana y, con la ayuda de santa María Domènica Mazzarello, el Instituto de Hijas de María Auxiliadora, para enseñar oficios a la juventud e instruirles en la vida cristiana. Lleno de virtudes y méritos, voló al cielo, en este día, en la misma ciudad de Turín, en Italia.

En su vida, lo sobrenatural se hizo casi natural y lo extraordinario, ordinario. Tales fueron las palabras que el Papa Pío XI dijo sobre Don Bosco.

Juan Melchor había nacido en 1815, y era el menor de los hijos de un campesino piamontés. Su padre murió cuando Juan sólo tenía dos años. Su madre, santa y laboriosa mujer, que debió luchar mucho para sacar adelante u sus hijos, se hizo cargo de su educación. A los nueve años de edad, un sueño que el rapazuelo no olvidó nunca, le reveló su vocación. Más adelante, en todos los períodos críticos de su vida, una visión del cielo le indicó siempre el camino que debía seguir. En aquel primer sueño, se vio rodeado de una multitud de chiquillos que se peleaban entre sí y blasfemaban; Juan Bosco trató de hacer la paz, primero con exhortaciones y después con los puños. Súbitamente apareció una misteriosa mujer que le dijo: «¡No, no; tienes que ganártelos por el amor! Toma tu cayado de pastor y guía a tus ovejas».

Cuando la señora pronunció estas palabras los niños se convirtieron, primero en bestias feroces y luego en ovejas. El sueño terminó, pero desde aquel momento Juan Bosco comprendió que su vocación era ayudar a los niños pobres, y empezó inmediatamente a enseñar el catecismo y a llevar a la iglesia a los chicos de su pueblo. Para ganárselos, acostumbraba ejecutar ante ellos toda clase de acrobacias, en las que llegó a ser muy ducho. Un domingo por la mañana, un acróbata ambulante dio una función pública y los niños no acudieron a la iglesia; Juan Bosco desafió al acróbata en su propio terreno, obtuvo el triunfo, y se dirigió victoriosamente con los chicos a la misa. Durante las semanas que vivió con una tía que prestaba servicios en casa de un sacerdote, Juan Bosco aprendió a leer. Tenía un gran deseo de ser sacerdote, pero hubo de vencer numerosas dificultades antes de poder empezar sus estudios. A los dieciséis años, ingresó finalmente en el seminario de Chieri y era tan pobre, que debía mendigar para reunir el dinero y los vestidos indispensables. El alcalde del pueblo le regaló el sombrero, el párroco la chaqueta, uno de los parroquianos el abrigo y otro, un par de zapatos. Después de haber recibido el diaconado, Juan Bosco pasó al seminario mayor de Turín y allí empezó, con la aprobación de sus superiores, a reunir los domingos a un grupo de chiquillos y mozuelos abandonados de la ciudad.

San José Cafasso, cura de la parroquia anexa al seminario mayor de Turín, confirmó a Juan Bosco en su vocación, explicándole que Dios no quería que fuese a las misiones extranjeras: «Desempaca tus bártulos -le dijo-, y prosigue tu trabajo con los chicos abandonados. Eso y no otra cosa es lo que Dios quiere de ti». El mismo Don Cafasso le puso en contacto con los ricos que podían ayudarle con limosnas para su obra, y le mostró las prisiones y los barrios bajos en los que encontraría suficientes clientes para aprovechar los donativos de los ricos. El primer puesto que ocupó Don Bosco fue el de capellán auxiliar en una casa de refugio para muchachas, que había fundado la marquesa di Barola, la rica y caritativa mujer que socorrió a Silvio Pellico cuando éste salió de la prisión. Los domingos, Don Bosco no tenía trabajo de modo que podía ocuparse de sus chicos, a los que consagraba el día entero en una especie de escuela y centro de recreo, que él llamó «Oratorio Festivo». Pero muy pronto, la marquesa le negó el permiso de reunir a los niños en sus terrenos, porque hacían ruido y destruían las flores. Durante un año, Don Bosco y sus chiquillos anduvieron «de Herodes a Pilatos», porque nadie quería aceptar ese pequeño ejército de más de un centenar de revoltosos muchachos. Cuando Don Bosco consiguió, por fin, alquilar un viejo granero, y todo empezaba a arreglarse, la marquesa, que a pesar de su generosidad tenía algo de autócrata, le exigió que escogiera entre quedarse con su tropa o con su puesto en el refugio para muchachas. El santo escogió a sus chicos. En esos momentos críticos, le sobrevino una pulmonía, cuyas complicaciones estuvieron a punto de costarle la vida. En cuanto se repuso, fue a vivir en unos cuartuchos miserables de su nuevo oratorio, en compañía de su madre, y allí se entregó, con toda el alma, a consolidar y extender su obra. Dio forma acabada a una escuela nocturna, que había inaugurado el año precedente, y como el oratorio estaba lleno a reventar, abrió otros dos centros en otros tantos barrios de Turín. Por la misma época, empezó a dar alojamiento a los niños abandonados. Al poco tiempo, había ya treinta o cuarenta chicos, la mayoría aprendices, que vivían con Don Bosco y su madre en el barrio de Valdocco. Los chicos llamaban a la madre de Don Bosco «Mamá Margarita». Pero Don Bosco cayó pronto en la cuenta que todo el bien que hacía a sus chicos se perdía con las malas influencias del exterior, y decidió construir sus propios talleres de aprendizaje. Los dos primeros: el de los zapateros y el de los sastres, fueron inaugurados en 1853.

El siguiente paso fue construir una iglesia, consagrada a San Francisco de Sales. Después vino la construcción de una casa para la enorme familia. El dinero no faltaba, a veces, por verdadero milagro. Don Bosco distinguía dos grupos entre sus chicos: el de los aprendices, y el de los que daban señales de una posible vocación sacerdotal. Al principio iban a las escuelas del pueblo; pero con el tiempo, cuando los fondos fueron suficientes, Don Bosco instituyó los cursos técnicos y los de primeras letras en el oratorio. En 1856, había ya 150 internos, cuatro talleres, una imprenta, cuatro clases de latín y diez sacerdotes. Los externos eran 500. Con su extraordinario don de simpatía y de leer en los corazones, Don Bosco ejercía una influencia ilimitada sobre sus chicos, de suerte que podía gobernarles con aparente indulgencia y sin castigos, para gran escándalo de los educadores de su tiempo. Además de este trabajo, Don Bosco se veía asediado de peticiones para que predicara, la fama de su elocuencia se había extendido enormemente a causa de los milagros y curaciones obradas por la intercesión del santo. Otra forma de actividad, que ejerció durante muchos años, fue la de escribir libros para el gusto popular, pues estaba convencido de la influencia de la lectura. Unas veces se trataba de una obra de apologética, otras de un libro de historia, de educación o bien de una serie de lecturas católicas. Este trabajo le robaba gran parte de la noche y al fin, tuvo que abandonarlo, porque sus ojos empezaron a debilitarse.

El mayor problema de Don Bosco, durante largo tiempo, fue el de encontrar colaboradores. Muchos jóvenes sacerdotes entusiastas, ofrecían sus servicios, pero acababan por cansarse, ya fuese porque no lograban dominar los métodos impuestos por Don Bosco, o porque carecían de su paciencia para sobrellevar las travesuras de aquel tropel de chicos mal educados y frecuentemente viciosos, o porque perdían la cabeza al ver que el santo se lanzaba a la construcción de escuelas y talleres, sin contar con un céntimo. Aun hubo algunos que llevaron a mal que Don Bosco no convirtiera el oratorio en un club político para propagar la causa de «La Joven Italia». En 1850, no quedaba a Don Bosco más que un colaborador y esto lo decidió a preparar, por sí mismo, a sus futuros colaboradores. Así fue como santo Domingo Savio ingresó en el oratorio, en 1854. Por otra parte, Don Bosco había acariciado siempre la idea, más o menos vaga, de fundar una congregación religiosa. Después de algunos descalabros, consiguió por fin formar un pequeño núcleo. «En la noche del 26 de enero de 1854 -escribe uno de los testigos- nos reunimos en el cuarto de Don Bosco. Se hallaban allí además, Cagliero, Rocchetti, Artiglia y Rúa. Llegamos a la conclusión de que, con la ayuda de Dios, íbamos a entrar en un período de trabajos prácticos de caridad para ayudar a nuestros prójimos. Al fin de ese período, estaríamos en libertad de ligarnos con una promesa, que más tarde podría transformarse en voto. Desde aquella noche recibieron el nombre de Salesianos todos los que se consagraron a tal forma de apostolado. Naturalmente, el nombre provenía del gran obispo de Ginebra. El momento no parecía muy oportuno para fundar una nueva congregación, pues el Piamonte no había sido nunca más anticlerical que entonces. Los jesuitas y las Damas del Sagrado Corazón habían sido expulsados; muchos conventos habían sido suprimidos y, cada día, se publicaban nuevas leyes que coartaban los derechos de las órdenes religiosas. Sin embargo, fue el ministro Rattazzi, uno de los que más parte había tenido en la legislación, quien urgió un día a Don Bosco a fundar una congregación para perpetuar su trabajo y le prometió su apoyo ante el rey.

En diciembre de 1859, Don Bosco y sus veintidós compañeros decidieron finalmente organizar la congregación, cuyas reglas habían sido aprobadas por Pío IX. Pero la aprobación definitiva no llegó sino hasta quince años después, junto con el permiso de ordenación para los candidatos del momento. La nueva congregación creció rápidamente: en 1863 había treinta y nueve salesianos; y a la muerte del fundador, eran ya 768. Don Bosco realizó uno de sus sueños al enviar sus primeros misioneros a la Patagonia. Poco a poco, los Salesianos se extendieron por toda la América del Sur. Cuando san Juan Bosco murió, la congregación tenía veintiséis casas en el Nuevo Mundo y treinta y ocho en Europa. Las instituciones salesianas en la actualidad comprenden escuelas de primera y segunda enseñanza, seminarios, escuelas para adultos, escuelas técnicas y de agricultura, talleres de imprenta y librería, hospitales, etc. sin omitir las misiones extranjeras y el trabajo pastoral.

El siguiente paso de Don Bosco fue la fundación de una congregación femenina, encargada de hacer por las niñas lo que los Salesianos hacían por los niños. La congregación quedó inaugurada en 1872, con la toma de hábito de veintisiete jóvenes a las que el santo llamó Hijas de Nuestra Señora, Auxilio de los Cristianos. La nueva comunidad se desarrolló casi tan rápidamente como la anterior y emprendió, además de otras actividades, la creación de escuelas de primera enseñanza en Italia, Brasil, Argentina y otros países. Para completar su obra, Don Bosco organizó a sus numerosos colaboradores del exterior en una especie de tercera orden, a la que dio el título de Colaboradores Salesianos. Se trataba de hombres y mujeres de todas las clases sociales, que se obligaban a ayudar en alguna forma a los educadores salesianos.

El sueño o visión que tuvo Don Bosco en su juventud marcó toda su actividad posterior con los niños. Todo el mundo sabe que para trabajar con los niños, hay que amarlos; pero lo importante es que ese amor se manifieste en forma comprensible para ellos. Ahora bien, en el caso de Don Bosco, el amor era evidente, y fue ese amor el que le ayudó a formar sus ideas sobre el castigo, en una época en que nadie ponía en tela de juicio las más burdas supersticiones acerca de ese punto. Los métodos de Don Bosco consistían en desarrollar el sentido de responsabilidad, en suprimir las ocasiones de desobediencia, en saber apreciar los esfuerzos de los chicos, y en una gran amistad. En 1877 escribía: «No recuerdo haber empleado nunca un castigo propiamente dicho. Por la gracia de Dios, siempre he podido conseguir que los niños observen no sólo las reglas, sino aun mis menores deseos». Pero a esta cualidad se unía la perfecta conciencia del daño que puede hacer a los niños un amor demasiado indulgente, y así lo repetía constantemente Don Bosco a los padres. Una de las imágenes más agradables que suscita el nombre de Don Bosco es la de sus excursiones domingueras al bosque, con una parvada de rapazuelos. El santo celebraba la misa en alguna iglesita de pueblo, comía y jugaba con los chicos en el campo, les daba una clase de catecismo, y todo terminaba al atardecer, con el canto de las vísperas, pues Don Bosco creía firmemente en los benéficos efectos de la buena música.

El relato de la vida de Don Bosco quedaría trunco, si no hiciéramos mención de su obra de constructor de iglesias. La primera que erigió era pequeña y resultó pronto insuficiente para la congregación. El santo emprendió entonces la construcción de otra mucho más grande, que quedó terminada en 1868. A ésta siguió una gran basílica en uno de los barrios pobres de Turín, consagrada a San Juan Evangelista. El esfuerzo para reunir los fondos necesarios había sido inmenso; al terminar la basílica, el santo no tenía un céntimo y estaba muy fatigado, pero su trabajo no había acabado todavía. Durante los últimos años del pontificado de Pío IX, se había creado el proyecto de construir una iglesia del Sagrado Corazón en Roma, y el Papa había dado el dinero necesario para comprar el terreno. El sucesor de Pío IX se interesaba en la obra tanto como su predecesor, pero parecía imposible reunir los fondos para la construcción. «Es una pena que no podamos avanzar -dijo el papa al terminar un consistorio-; la gloria de Dios, el honor de la Santa Sede y el bien espiritual de muchos fieles están comprometidos en la empresa. Y no veo cómo podríamos llevarla adelante».
-Yo puedo sugerir una manera de hacerlo -dijo el cardenal Alimonda.
-¿Cuál? -preguntó el papa.
-Confiar el asunto a Don Bosco.
-¿Y Don Bosco estaría dispuesto a aceptar?
-Yo le conozco bien -replicó el cardenal-; la simple manifestación del deseo de Vuestra Santidad será una orden para él.

La tarea fue propuesta a Don Bosco, quien la aceptó al punto. Cuando ya no pudo obtener más fondos en Italia, se trasladó a Francia, el país en que había nacido la devoción al Sagrado Corazón. Las gentes le aclamaban en todas partes por su santidad y sus milagros y el dinero le llovía. El porvenir de la construcción de la nueva iglesia estaba ya asegurado; pero cuando se aproximaba la fecha de la consagración, Don Bosco repetía que, si se retardaba demasiado, no estaría en vida para asistir a ella. La consagración de la iglesia tuvo lugar el 14 de mayo de 1887, y san Juan Bosco celebró allí la misa poco después. Pero sus días tocaban a su fin. Dos años antes, los médicos habían declarado que el santo estaba completamente agotado y que la única solución era el descanso; pero el reposo era desconocido para Don Bosco. A fines de 1887, sus fuerzas empezaron a decaer rápidamente; la muerte sobrevino el 31 de enero de 1888, cuando apenas comenzaba el día, de suerte que algunos autores escriben, sin razón, que Don Bosco murió al día siguiente de la fiesta de San Francisco de Sales (que en aquel momento se celebraba el 29 de enero). Cuarenta mil personas desfilaron ante su cadáver en la iglesia, y sus funerales fueron una especie de marcha triunfal, porque toda la ciudad de Turín salió a la calle a honrar a Don Bosco por última vez. Su canonización tuvo lugar en 1934. fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Th

Oremos  


Señor Dios nuestro, que has dado a la Iglesia, en el presbítero San Juan Bosco, un padre y un maestro de la juventud, concédenos que, movidos por un amor semejante al suyo, nos entreguemos tu servicio, trabajando para la salvación de nuestros hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

 

Francisco, en Santa Marta

El Papa invita a la memoria y la esperanza
"Los cristianos tibios, pobrecitos, son un grave peligro"
Anima a "ir adelante con el coraje de la fe"
RV, 30 de enero de 2015 a las 18:30
Hay personas que al decidir seguir el Evangelio sí han echado de ellas al demonio, pero cuando éste vuelve con fuerza le abren la puerta sin estar en guardia

(RV).- Un cristiano siempre debe custodiar en sí la "memoria" de su primer encuentro con Cristo y la "esperanza" en Él, que lo impulsa air adelante en la vida con el "coraje" de la fe. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta.

No ama verdaderamente quien no recuerda "los días del primer amor". Y un cristiano sin memoria de su primer encuentro con Jesús es una persona vacía, espiritualmente inerte, come sólo saben ser los "tibios".

La frase inicial de la Carta a los Hebreos, en la que el autor invita a llamar "a la memoria aquellos primeros días", aquellos en los que han recibido - dice - "la luz de Cristo", orientó la reflexión del Papa Francisco. En especial "el día del encuentro con Jesús" - observó el Pontífice - jamás debe olvidarse porque es el día de "una alegría grande", de "unas ganas de hacer cosas grandes". Y junto a la memoria - pidió - jamás perder el "coraje de los primeros tiempos" y el "entusiasmo", la "franqueza" que nacen del recuerdo del primer amor:

"La memoria es muy importante para recordar la gracia recibida, porque si nosotros perdemos este entusiasmo que viene de la memoria del primer amor, este entusiasmo que viene del primer amor, llega ese peligro tan grande para los cristianos: la tibieza. Los cristianos ‘tibios', ¡eh! Pero están allí, detenidos, y sí, son cristianos, pero han perdido la memoria del primer amor. Y sí, han perdido el entusiasmo. También han perdido la paciencia, ese ‘tolerar' las cosas de la vida con el espíritu del amor de Jesús; ese ‘tolerar', ese ‘cargar sobre los hombros' las dificultades... Los cristianos tibios, pobrecitos, son un grave peligro".

Al pensar en los cristianos tibios, el Papa Bergoglio refiere dos imágenes tan incisivas cuanto desagradables. La evocada por Pedro, del "perro que vuelve a su vómito", y la otra de Jesús, para quien hay personas que al decidir seguir el Evangelio sí han echado de ellas al demonio, pero cuando éste vuelve con fuerza le abren la puerta sin estar en guardia y así el demonio "toma posesión de aquella casa" inicialmente limpia y bella. Que es como decir, volver al "vómito" de aquel mal en un primer tiempo rechazado. Viceversa, afirmó Francisco:

"El cristiano tiene estos dos parámetros: la memoria y la esperanza. Llamar a la memoria para no perder aquella experiencia tan bella del primer amor, que alimenta la esperanza. Tantas veces la esperanza es oscura, pero va adelante. Cree, va, porque sabe que la esperanza no decepciona, para encontrar a Jesús. Estos dos parámetros son precisamente el marco en el que podemos custodiar esta salvación de los justos que viene del Señor". Una salvación - afirmó el Papa citando un pasaje del Evangelio - que debe ser protegida "para que la pequeña semilla de mostaza crezca y dé su fruto":

"Causan pena, hacen mal al corazón tantos cristianos - ¡tantos cristianos! - a mitad de camino, tantos cristianos fracasados en este camino hacia el encuentro con Jesús, partiendo del encuentro con Jesús. Este camino en el que han perdido la memoria del primer amor y no tienen esperanza".

"Pidamos al Señor - fue la oración conclusiva del Santo Padre en esta homilía - la gracia de custodiar el regalo, el don de la salvación".

La tempestad calmada


Marcos 4, 35-41. Tiempo Ordinario. Cristo está cerca de nosotros en cualquier tempestad de nuestra vida.


Oración introductoria

Señor, aunque creo tener fe, necesito de tu gracia para acrecentarla porque me parezco a tus discípulos, ante los problemas y angustias me acobardo. Te suplico que esta oración me ayude a creer con fe viva en tu nombre, a actuar mi fe de manera filial, recordando que Tú eres un Padre que vela con infinita ternura sobre mí. Ayúdame a descubrir tu mano amorosa detrás de todo, porque Tú sólo buscas mi bien.


Petición


Señor, te pido me concedas caminar por la senda de una fe viva, operante y luminosa.


Meditación del Papa Francisco


El temor, sin embargo, no es un buen consejero. Jesús muchas veces, ha dicho: "¡No tengan miedo!" El miedo no nos ayuda. La cuarta actitud es la gracia del Espíritu Santo. Cuando Jesús trae la calma al agitado mar, los discípulos en la barca se llenaron de temor. Siempre, ante el pecado, delante de la nostalgia, ante el temor, debemos volver al Señor.
Mirar al Señor, contemplar al Señor. Esto nos da estupor, tan hermoso, por un nuevo encuentro con el Señor. "Señor, tengo esta tentación: quiero quedarme en esta situación de pecado; Señor, tengo la curiosidad de saber cómo son estas cosas; Señor, tengo miedo". Y ellos vieron al Señor: "¡Sálvanos, Señor, estamos perdidos!" Y llegó la sorpresa del nuevo encuentro con Jesús. No somos ingenuos ni cristianos tibios, somos valientes, valerosos. Somos débiles, pero hay que ser valientes en nuestra debilidad. Y nuestro valor muchas veces debe expresarse en una fuga y no mirar hacia atrás, para no caer en la mala nostalgia. ¡No tener miedo y mirar siempre al Señor!. (S.S. Francisco, 2 de julio de 2013, homilía en misa matutina en capilla de Santa Marta). 


Reflexión


Han pasado más de dos mil años desde que Jesucristo fundó la Iglesia. Han pasado más de dos mil años de cristianismo y parece que todo se viene abajo; parece que las nuevas doctrinas religiosas están tomando el puesto de la Iglesia, pero no es así.
La Iglesia parece naufragar en la tempestad del mundo y en los problemas que se le presentan; pero cada vez que los hombres dudamos se alza una voz que parece despertar de un largo sueño: ¡No temáis, tened fe! Y el mar vuelve a la calma; la barca de Pedro sigue su rumbo a través de los años, los siglos y los milenios.
Cristo no está lejos de nosotros; duerme junto al timón, para que cuando nuestra fe desfallezca, cuando estemos tristes y desamparados, Él tome el timón de nuestra vida.
Además en el mar de nuestra vida brilla una estrella; relampaguea en el cielo de nuestra alma la estrella de María, para que no perdamos el rumbo.


Propósito


Ante las dificultades, preocupaciones y angustias, decir la jaculatoria: ¡Jesús, en ti confío!


Diálogo con Cristo 

Señor, la tormenta más grande que debo combatir diariamente es el pecado. Necesito esforzarme constantemente para no caer en la tentación y decidirme, con entusiasmo y confianza, a conquistar la santidad mediante la caridad. Por eso te pido me ayudes a ser perseverante en mis propósitos.

María y una pregunta de Jesús

¿Quién es mi Madre? Pues, la que hizo la Voluntad de mi Padre y si queréis ser realmente mi hermano, mi hermana y mi madre, debes hacerte, hijo de esta Madre. 


Madre, en la Misa de hoy se ha leído una parte del Evangelio que mucho me cuesta comprender… y me quedo mirando tu imagen, buscando en ti las palabras que no hallo.

Más, Tu siempre eres respuesta a tus hijos cuando la búsqueda es sincera, llena de amor y confianza..
- Ven, hija- y te sigo… ya se hace costumbre al alma el seguirte, porque siempre tu compañía me deja mejor trazado el camino hacia Tu Hijo…
Llegamos a Cafarnaúm. Jesús está en casa. Se ha juntado tanta gente que ni siquiera puede comer
Nos acercamos sin entrar. Nos quedamos junto a la puerta. Allí también se hallan los primos de Jesús (la palabra "hermano", en hebreo, abarca a los primos y parientes)
La gente reparó en ti. Es que tu presencia jamás pasa inadvertida para tus hijos.
La Llena de Gracia, la que ganó por humildad los más grandes regalos de amor del Padre.


La Llena de gracia y en la puerta… esperando, sin hacer ostentación de tus privilegios de Madre.
Y Jesús te ve… y saca de tu presencia una profunda enseñanza…
Le dice la gente "Tu Madre y tus hermanos te buscan, ahí afuera"
La escena es clara, la distancia prudente…
Y Jesús nos habla entonces acerca de ti…
- ¿Quién es mi Madre?- 

Y sus ojos brillan de manera especial… como haciendo eco a esta pregunta, como diciendo:
- ¿Sabéis vosotros quién es, realmente, esa simple mujer que todos conocen? ¿Sabéis acaso que Ella está en el Corazón del Padre desde antes de la Creación del mundo? ¿Sabéis que sólo en Ella hallé mi complacencia para venir del Padre hasta vosotros? ¿Conocéis que los días que habité en su purísimo vientre fueron los más serenos, los más parecidos a la Mansión del Padre de donde venía?
- ¿Quién es mi Madre?-repite tu Hijo, María, y veo tu mirada baja, humilde, sencilla…
Y mirando a los que estaban sentados a su alrededor, sentados esperando una palabra, un camino… si, Tu Hijo, Madre, les habla a los que se acercan a El y allí se quedan, en espera, Tu Hijo les muestra el camino. El camino que Tú has recorrido…
- Pues, la que hizo la Voluntad de mi Padre (y Jesús volvió a escuchar en su Corazón tus palabras de la Anunciación "Hágase en mi Su Voluntad") y si queréis ser realmente mi hermano, mi hermana y mi madre, debéis haceros, en vuestro corazón, hijos de esta Madre…
Extiendes tu Mano, Madrecita, buscando la mía, como siempre, como cada día aún cuando no lo noto, más aún cuando te creo ausente…
Miro a Jesús a los ojos y mi corazón susurra un "gracias" tembloroso y emocionado, un silencioso "gracias"" que Jesús escucha en las profundidades de mi alma…
Y me dejo llevar por Ti, María, para aprender, en Tu Corazón, el camino de la Voluntad del Padre…

Amiga mía, amigo mío que lees estas líneas. María tiende hacia ti su Mano. Tómala confiado, que Ella te llevará por un camino corto, perfecto, fácil y seguro, donde Jesús te espera para decirte "hermana mía, hermano mío".



15.300 salesianos, presentes en 132 países de todo el mundo
Miles de jóvenes y educadores de España celebran hoy la fiesta de San Juan Bosco

Amigo, Blázquez, Osoro y Sistach presiden los principales actos
En España hay una Procura Misionera (Misiones Salesianas), dos editoriales salesianas (CCS y Edebé), 9 librerías, 5 ONGD (Solidaridad Don Bosco, Vols, Madreselva, VIDES, y Jóvenes y Desarrollo) y 8 Escuelas de tiempo libre

(Don Bosco).- La Familia Salesiana de España celebra, a lo largo de esta semana, la fiesta de su fundador, San Juan Bosco. Miles de jóvenes, educadores y animadores, realizan estos días diversas actividades para recordar al Santo turinés fundador de laCongregación Salesiana. El primer acto tuvo lugar en Madrid con una ceremonia en la que participó el Embajador de Italia, Pietro Sebastiani, y el entrenador del Real Madrid Carlo Ancelotti,antiguo alumno salesiano, y concluyó con una eucaristía presidida por el Cardenal Carlos Amigo. Ayer la misa fue presidida por Ricardo Blázquez, y esta tarde por Carlos Osoro.

En este 2015, además, la fiesta se celebra en el año en el que se recuerda el Bicentenario de su nacimiento. Por este motivo, en los centros de salesianos y salesianas de toda España se están multiplicando los actos religiosos, deportivos, culturales con motivo de este acontecimiento. Actos que se han centrado en esta semana, pero que también se prolongarán durante todo el año. El Bicentenario termina el 16 de agosto, fecha del nacimiento del Santo.

La celebración, en las distintas provincias, tendrá un momento especial con la eucaristía que en muchos casos presidirán los obispos diocesanos. Los arzobispos y obispos deSevilla, Pamplona, Zamora, Getafe, Ciudad Real, Lugo, Málaga, Cádiz, Córdoba, Huelva, Madrid, entre otros, acompañarán a la Familia Salesiana de sus respectivas diócesis.

El domingo 1 de febrero, el Cardenal de Barcelona Mons. Lluís Martínez Sistach, presidirá la misa que retransmite la 2 de TVE y que se celebrará desde el templo de los salesianos dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. Está en la colina del Tibidado, en la Ciudad Condal, y fue donada a San Juan Bosco para construir un templo, durante la visita que el Santo hizo a Barcelona en 1886.

Los 15.300 salesianos están presentes en 132 países, animando obras educativo-pastorales para los jóvenes. En nuestro país somos 1.050 salesianos y 745 Hijas de María Auxiliadora (salesianas) que animan y dirigen 138 colegios, 58 de Formación Profesional, con unos 119.000 alumnos. 89 plataformas sociales, centros de atención a jóvenes en riesgo de exclusión social, 127 centros juveniles y 99 parroquias. En España, además, hay una Procura Misionera (Misiones Salesianas), dos editoriales salesianas (CCS y Edebé), 9 librerías, 5 ONGD (Solidaridad Don Bosco, Vols, Madreselva, VIDES, y Jóvenes y Desarrollo) y 8 Escuelas de tiempo libre.

¿Todas las religiones valen lo mismo?

Por qué la religión debería adaptarse a la mentalidad que domina en un cierto momento de la historia?

Preguntar si todas las religiones valen lo mismo parece algo sin mucho sentido, porque es obvio, ante tantas propuestas religiosas (o pseudoreligiosas) que hay enormes diferencias entre unas y otras: no todas pueden tener el mismo valor.

El problema surge a la hora de establecer los criterios que permitirían distinguir entre una religión y otra, para luego responder a la pregunta: ¿cuál vale más y por qué?

Ciertos pensadores del mundo moderno consideran que una religión sería mejor si consigue adaptarse a la marcha de la historia. Si esa religión comprende los deseos y gustos de la mayoría, si sabe dejar de lado ideas y dogmas que resultan “anticuados”, sería mejor. En cambio, si una religión queda anclada, monolíticamente, en convicciones y ritos vistos como inmodificables y trasnochados, sería inferior, si es que no terminaría por sucumbir ante los “hechos”.

Decir lo anterior, sin embargo, crea un sinfín de problemas. ¿Por qué la religión debería adaptarse a la mentalidad que domina en un cierto momento de la historia? ¿Y quién establece claramente cuál sería esa mentalidad? ¿Es que las verdades sobre Dios y sobre el hombre dependen de las mayorías y de los tiempos? En realidad, aceptar una u otra religión no depende de modo absoluto de la mentalidad que domina en un periodo histórico. Los primeros cristianos acogieron el mensaje de Cristo precisamente en contra de las ideas de su tiempo.

En épocas recientes, muchos cristianos sometidos a dictaduras “triunfantes”, como las que surgieron en Europa y Asia durante el siglo XX, se alzaron contra las ideologías de los tiranos del momento para defender verdades que consideraban válidas y preciosas, aunque ello significase arriesgar la propia vida o sufrir persecuciones arbitrarias e injustas.

Veamos otro criterio que para algunos resultaría clave para evaluar a las religiones: el éxito, la capacidad de atraer a miles de seguidores. Ese criterio, sin embargo, no resulta suficiente. La adhesión a una fe religiosa no depende del número de creyentes, sino de convicciones profundas. Desde luego, hay quienes se apuntan a una religión porque tiene muchos seguidores y porque espera obtener una serie de beneficios sociales. Pero nos damos cuenta de lo insuficiente de este tipo de creencias. La enumeración de criterios podría ser larga. Por ejemplo, ¿vale más una religión si es más sencillo o más complicada, si tiene un credo comprensible o difícil, si defiende reglas morales exigentes o “fáciles”, si tiene ritos más o menos fijos, si posee una jerarquía o adopta un sistema democrático a la hora de establecer su doctrina y su organización?

Existe un criterio que tiene un valor clave a la hora de valorar qué religión pueda ser mejor: el de su cercanía a la verdad. Muchos objetarán que es un criterio difícil de aplicar, pues la mayoría de los creyentes piensa que su religión sería la verdadera, pues de lo contrario la abandonarían para seguir otra religión o para terminar en el escepticismo o el ateísmo. Pero la dificultad no quita la fuerza de ese criterio. ¿Por qué? Porque la experiencia religiosa no puede prescindir un anhelo profundo que radica en el corazón de cada ser humano: el amor hacia la verdad, la belleza, el bien, la justicia.

Por eso, ante tantas religiones, la pregunta decisiva sigue siempre en pie. ¿Cuál es la religión verdadera? Sólo cuando nos pongamos ante esa pregunta podremos superar la ideología de quien dice que “todas las religiones valen lo mismo”, y emprenderemos una seria reflexión que lleve a avanzar hacia una respuesta suficientemente clara, la única que permite orientarnos correctamente en las propias decisiones en materia religiosa.

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