Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella
- 07 Febrero 2015
- 07 Febrero 2015
- 07 Febrero 2015
La sabiduría en la comunicación. 31 consejos de Mons. Enrique Planas
El otro día en la entrega de los premios Bravo del 2015, Mons. Enrique Planas nos obsequió con estos consejos que han nacido de cinco fuentes que han fraguado una especial sabiduría desde la experiencia comunicativa y eclesial. Por una parte su trabajo de más de 20 años en el Consejo Pontificio de las Comunicaciones Sociales, sus recorridos por todo el mundo enlazando y reuniendo comunicadores católicos, sus servicios al diálogo entre la fe y la cultura desde la comunicación y el cine, su vivencia de la comunicación como lugar de espiritualidad así como para el anuncio cristiano y, su pasión por generar redes de colaboración en la Iglesia sin excluir a nadie. Os ofrezco sus palabras.
"A voleo señalo una serie de criterios, supuestos, condiciones, aspectos, opiniones, juicios… llámenlos como quieran, que creo útiles para quien tenga una cierta responsabilidad en algunos campos de la pastoral católica de la comunicación.
*Amar el pasado, saberse herederos de una realidad histórica sin la cual no seríamos lo que somos.
*Sumergirse amorosamente en la realidad, tal como es. Y si hay que influir en ella o modificarla, tengamos como norte el Evangelio.
*Saber que con el tiempo todo puede tener arreglo, o mejor, todo puede construirse. *Servir a la Iglesia con alegría, divirtiéndose si es posible; creo que es así como ella quiere ser servida.
*Aunque no falten responsables de Iglesia a los que un tono fúnebre no parece molestarles.
*No supeditar jamás la creatividad a la carrera y menos la verdad. *Saber y reconocer que el mérito es de quien lo tiene y no en función de la posición que alguien ocupe en el organigrama.
*Actuar con conciencia de red (la Iglesia, desde su origen lo tiene claro), sabiendo que es más importante la vocación de nudo, más que la de ser enlace.
*Ayudar a construir la realidad comunicativa con criterios de armonía, sin crispaciones. Hacer comunicación social ha de ser lo más parecido a la composición de una sinfonía. *Saber gestionar la complejidad.
*Tener conciencia de que vivimos un momento clave: un cambio de época más que un cambio de fase.
*Lo cual es una excelente ocasión para introducir o recuperar belleza, armonía, equilibrio, buen estilo, amabilidad, educación, etc.
*Saber oír y contrastar sin dejarse influenciar.
*Amistad con todos y no meterse ni dejarse zarandear por la política.
*Evitar y no animar la autocomplacencia, tan frecuente en los aledaños del poder ya sea político, económico, mediático, etc.
*Rodearse de personas que valgan más que uno.
*Ser conscientes de que la Iglesia va por delante, es pionera, es maestra de (vieja y nueva) humanidad…
*No temer el riesgo cuando es el caso. Ser prudente no es “no hacer” sino poner los medios adecuados para actuar con eficacia, para crear. Siempre con la verdad por delante y con elegancia y finura espiritual.
*No aceptar presiones políticas, económicas o ideológicas.
* Huir de los fundamentalismos, incluso de aquellos que visten piel de cordero.
*Un cristiano de la verdad hace un culto y es, por tanto, un ser libre. *No tratar a los miembros del pueblo de Dios como a eternos adolescentes.
*Juan XXIII recordó que lo que importa de veras es “Jesucristo bendito, su Evangelio, la Santa Iglesia, la verdad y la bondad…“ no la defensa del sistema. *Hagamos que la comunicación social sea la agencia de sentido que está llamada a ser.
*Y, a menudo, la verdad está reñida con lo políticamente correcto.
*El frecuente “y tú más” no sirve para nada ni convence a nadie. *Ética, estética y funcionalidad son claves en la comunicación social.
*Hacer red no es construir corporativismo. Sobre todo no condescender con el eclesial, nada infrecuente.
*No crear problemas doctrinales. *Aunque a los medios católicos también les corresponde facilitar e incluso ejercer la función profética.
*Digamos las cosas sin ambages, como las dice el Papa Francisco; en cuanto a sus palabras no las paniagüemos, evitemos ciertas hermenéuticas y sobre todo no las corrijamos.
Creo que es suficiente. Cuando Benedicto XVI dejó el pontificado, por este mismo hecho, se dijo que a partir de entonces todo era posible, de cara al necesario tirón que la vida de la Iglesia necesitaba. Francisco está realizando este “posible”. Esperemos que comunicación y comunicadores sepan ayudarle en esta tarea". Toda una lección de maestro. Gracias Enrique.
Evangelio según San Marcos 6,30-34.
Los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado.
El les dijo: "Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco". Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato.
Orígenes (c. 185-253), presbítero y teólogo Comentario sobres San Mateo 10, 23; SC 162, pag 257
“Sintió compasión de ellos”
Jesús, el Verbo de Dios estaba en Judea. Después de la noticia del asesinato del profeta Juan Bautista, en una barca, -símbolo de su cuerpo-, Jesús se fue a una tierra desierta, al descampado. En este lugar desértico, Jesús se encontraba a salvo, es decir: su palabra estaba aislada y su enseñanza iba en contra de las costumbres y las ideas de las naciones.
Entonces, el gentío, enterándose que el que es la Palabra de Dios había venido a vivir en su desierto..., vinieron detrás de él, saliendo de sus ciudades, es decir, abandonaban las costumbres supersticiosas de su patria y se adhirieron a la ley de Cristo... Jesús había salido a su encuentro porque ellos eran incapaces de ir a él; acercándose a los que “estaban fuera” (cf Mc 4,11) los llevó adentro.
Jesús salió al encuentro de esta muchedumbre numerosa que estaba fuera. Derramando sobre ella la luz de su presencia, la mira, y, viendo qué clase de gente le rodeaba, sintió compasión por ellos. El, en cuanto Dios, está por encima del sufrimiento, sufre a causa de su amor por los hombres. La emoción le sobrecoge en sus entrañas. No sólo está conmovido sino que los cura de todas sus enfermedades y los libra de todo mal.
Beato Pío IX
Beato Pío IX, Papa
En Roma, beato Pío IX, papa, que proclamó la verdad de Cristo, a quien estaba íntimamente unido. Instituyó muchas sedes episcopales, promovió el culto de la santísima Virgen María y convocó el Concilio Vaticano I.
Giovanni Maria Mastai-Ferreti, Papa Pío IX, nació en Senigallia, Marcas, en 1792 y murió en Roma, en 1878. Procedente de la pequeña nobleza italiana, se ordenó sacerdote en 1819. Era obispo de Imola desde 1832 y cardenal desde 1840. En 1846 fue elegido para suceder en el Papado a Gregorio XVI, y ejerció el ministerio petrino por 32 años. Lo que sigue es el fragmento dedicado al nuevo beato en la homilía de SS Juan Pablo II en la misa de beatificación, el 3 de septiembre del 2000: Al escuchar las palabras de la aclamación del Evangelio: "Señor, guíanos por el recto camino", nuestro pensamiento ha ido espontáneamente a la historia humana y religiosa del Papa Pío IX, Giovanni Maria Mastai Ferretti. En medio de los acontecimientos turbulentos de su tiempo, fue ejemplo de adhesión incondicional al depósito inmutable de las verdades reveladas. Fiel a los compromisos de su ministerio en todas las circunstancias, supo atribuir siempre el primado absoluto a Dios y a los valores espirituales.
Su larguísimo pontificado no fue fácil, y tuvo que sufrir mucho para cumplir su misión al servicio del Evangelio. Fue muy amado, pero también odiado y calumniado. Sin embargo, precisamente en medio de esos contrastes resplandeció con mayor intensidad la luz de sus virtudes: las prolongadas tribulaciones templaron su confianza en la divina Providencia, de cuyo soberano dominio sobre los acontecimientos humanos jamás dudó. De ella nacía la profunda serenidad de Pío IX, aun en medio de las incomprensiones y los ataques de muchas personas hostiles. A quienes lo rodeaban, solía decirles: "En las cosas humanas es necesario contentarse con actuar lo mejor posible; en todo lo demás hay que abandonarse a la Providencia, la cual suplirá los defectos y las insuficiencias del hombre". Sostenido por esa convicción interior, convocó el concilio ecuménico Vaticano I, que aclaró con autoridad magistral algunas cuestiones entonces debatidas, confirmando la armonía entre fe y razón. En los momentos de prueba, Pío IX encontró apoyo en María, de la que era muy devoto. Al proclamar el dogma de la Inmaculada Concepción, recordó a todos que en las tempestades de la existencia humana resplandece en la Virgen la luz de Cristo, más fuerte que el pecado y la muerte.
fuente: Vaticano
Oremos: Cristo, Cabeza, Rey de los pastores,el pueblo entero, madrugando a fiesta, canta a la gloria de tu sacerdote himnos sagrados. Con abundancia de sagrado crisma, la unción profunda de tu Santo Espíritu lo armó guerrero y lo nombró en la Iglesia jefe del pueblo.
Él fue pastor y forma del rebaño, luz para el ciego, báculo del pobre, padre común, presencia providente, todo de todos. Tú que coronas sus merecimientos, danos la gracia de imitar su vida y al fin, sumisos a su magisterio, danos su gloria. Amén
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que Beato Pío IX, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia y a sus rebaños y hazlos progresar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
07 de febrero 2015 Sábado IV He 13, 15-17.20-21
La carta a los Hebreos llega a su fin y nos aconseja primeramente: «Ofrecemos a Dios, por Jesucristo, una acción de gracias perpetua, fruto de los labios que alaban su nombre.» Obsérvate: nuestros labios alaban el nombre de Dios, o pasamos más tiempo pidiendo? Señor, gracias por el don de la vida que me has dado porque así he conocido que amabas todos.
Del monolito al poliedro
El monolito encarna imagen de una moral de normas rígidas sin excepciones
Del monolito canónico de normas al poliedro evangélico de Francisco
El poliedro es conjunto armónico que no anula las características de cada una de sus caras
Juan Masiá, 07 de febrero de 2015 a las 08:39
Reconocer que “la expresión de la verdad puede ser multiforme”, que “los preceptos dados por Cristo son poquísimos”
(Juan Masiá).- El Papa Francisco usa a menudo la imagen del poliedro para conjugar el núcleo de criterios con la flexibilidad ante la diversidad de situaciones. El poliedro es conjunto armónico que no anula las características de cada una de sus caras, ni las homogeneiza como la superficie de una esfera o la rigidez del monolito. Por el contrario, el monolito encarna la imagen de una moral de normas rígidas sin excepciones.
El cuestionario del Sínodo, heredando una problemática principal del Concilio Vaticano II, afronta sin miedo la realidad de la comunicación e intercambio entre la diversidad de las culturas, así como la velocidad de los cambios culturales en la actualidad. Por eso la pregunta n.2 plantea cómo encontrar elementos comunes en el pluralismo cultural. Responderíamos: con una "moral de monolito" (o de semáforo en rojo), no se encontrarán. Con una "moral de poliedro" (o de brújula), sí se encontrarán. Pero, en vez de imágenes y conceptos abstractos, ejemplifiquémoslo con un caso concreto: la disciplina canónica acerca del bautizo de una persona casada civilmente en una sociedad que admite la poligamia. Desde una perspectiva de "moral monolítica", que define normativamente la "unidad e indisolubilidad" como "propiedades esenciales del matrimonio" (según el canon 1056 del Nuevo Derecho Canónico, de 1983), le dirían al cónyuge que desea bautizarse lo que dice el canon 1148 del mismo código: "Al recibir el bautismo en la Iglesia católica un no bautizado que tenga simultáneamente varias mujeres tampoco bautizadas, si le resulta duro permanecer con la primera de ellas, puede quedarse con una de las otras, apartando de sí a las demás. Lo mismo vale para la mujer no bautizada que tenga simultáneamente varios maridos no bautizados". (Según el Código de 1917, se obligaba a permanecer con la primera esposa como cónyuge legítima).
Desde una perspectiva de “moral poliédrica”, el criterio de valoración moral no se pondría simple y monolíticamente sin más, en la aceptación exclusiva de la monogamia y el rechazo sin excepciones de la poligamia, sino en el “elemento común” dentro del pluralismo cultural de monogamias y poligamias. Por ejemplo, ese elemento común podría colocarse en la exigencia de respeto a la dignidad y los derechos de todas y cada una de las personas, en el reconocimiento mutuo, en la comunidad de vida y amor, en la justicia, reciprocidad e igualdad de trato en las relaciones etc., tanto en el caso de una cultura de relaciones de monogamia como en la de poligamia. Por supuesto, desde esta perspectiva de una moral centrada en lo principal y con flexibilidad para admitir la diversidad en lo secundario, resulta inconcebible e injusta , por no decir una barbaridad, la disciplina eclesiástica del canon 1148. No es extraño que los obispos de algunos países africanos donde se ha planteado más agudamente este problema hagan oír sus voces . Pero para explicarlo bien se necesita una teología moral en la línea "del poliedro y la brújula”. Para entender bien y aplicar debidamente esta clase de moral del poliedro, ayudará tener presentes los párrafos 34 al 49 de la exhortación Evangelii Gaudium, donde insiste Francisco en los temas siguientes: “Centrarse en lo esencial”, “algunas verdades son más importantes por expresar más directamente el corazón del Evangelio”, “la misericordia es la mayor de las virtudes”, evitar la desproporción de cuando “se habla más de la ley que de la gracia, más de la Iglesia que de Jesucristo, más del Papa que de la Palabra de Dios”, que la moral cristiana no sea una “ética estoica ni un catálogo de pecados y errores”, que evolucione, "madure y crezca la Iglesia en su interpretación de la Palabra y comprensión de la verdad”, no empeñarse en “una doctrina monolítica defendida por todos sin matices”, reconocer que “la expresión de la verdad puede ser multiforme”, que “los preceptos dados por Cristo son poquísimos”, como decía santo Tomás, y que “hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas de posible crecimiento”, que “el confesionario no debe ser sala de torturas” y que "la misericordia del Señor nos estimula a hacer el bien posible”... ¡Todo un programa para revisar y reformar la clase de teología moral!
Como ovejas sin pastor
Marcos 6, 30-34. Tiempo Ordinario. Cada uno de nosotros tiene su propia misión en este mundo.
Oración introductoria
Señor, el día de hoy, como a los apóstoles, me llamas a un lugar solitario para descansar de mis afanes y preocupaciones, ¡quieres hablar conmigo! Señor, llévame a tu lado siempre y compadécete de mí como te compadeciste de la multitud, porque soy una pobre oveja que necesita de Ti, de tu misericordia, Tú eres mi único pastor.
Petición
María, intercede por mí para que sepa entender y vivir el sentido cristiano del descanso.
Meditación del Papa Francisco
Y después hay una expresión que se repite en la Biblia, tantas veces: «El Señor tuvo gran compasión». La misma compasión que tenía, dice el Evangelio, cuando vio a tanta gente como ovejas sin pastor. Cuando Dios visita a su pueblo, está cerca de él, se acerca a él y siente compasión: se conmueve”. El Señor se siente profundamente conmovido, como lo estuvo ante la tumba de Lázaro. Del mismo modo se conmovió aquel Padre cuando vio volver a casa a su hijo pródigo. Cuando nosotros queremos anunciar el Evangelio, llevar adelante la Palabra de Jesús, éste es el camino. El otro camino es el de los maestros, el de los predicadores de aquel tiempo: los doctores de la ley, los escribas, los fariseos… Alejados del pueblo, hablaban… bien: hablaban bien. Enseñaban la ley, bien. Pero alejados. Y ésta no era una visita del Señor: era otra cosa.
El pueblo no sentía esto como una gracia, porque faltaba la cercanía, faltaba la compasión, es decir, padecer con el pueblo. En la historia hubo tantos buenos predicadores, pero si no fueron capaces de sembrar esperanza, esa prédica no sirve. Es vanidad. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 16 de septiembre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
Jesús se presenta en este evangelio como un hombre incansable de predicar a su Padre, como autor de innumerables milagros, como sabio, maestro y pastor. Sin embargo todo esto nos da una visión limitada de lo que realmente es Cristo. En la historia ha habido muchos "líderes sociales", pero Jesús hace una diferencia, tiene un rostro que le diferencia de los demás y es la misión que le viene dada de su Padre. Es tan absorbente su misión que no tiene tiempo ni para comer. Y en medio de sus planes y su cansancio también busca momentos de reposo con los suyos, con los apóstoles que continuarán la misión que recibió del Padre. Cada uno de nosotros tiene su propia misión en este mundo. Nuestra vida familiar, el colegio, la universidad, el trabajo serán muy distintos si vivimos con mayor coherencia aquello que predicamos. Cristo fue coherente con su misión pero pagó esta coherencia con la traición y la muerte. A nosotros tal vez no nos suceda lo mismo, pero podemos seguir el ejemplo de Cristo con coraje y valentía.
Propósito
Respetar el tiempo que tengo destinado para mi oración, encuentro con la misericordia de Dios.
Diálogo con Cristo
Jesús mío, gracias por enseñarme que descansar y divertirse no es incompatible con pensar y servir a los demás. Tu compasión fue siempre pronta y eficaz porque no «dabas» sino que «te dabas» a los demás. Te pido perdón por mis impaciencias, por mis juicios temerarios sobre los otros, por las veces que no he sido compasivo con los demás, por el sufrimiento que haya podido provocar en los que me rodean y por no haber sabido reservar el mejor tiempo para mi oración.
María, dichosa la que ha creído
Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma.
La Virgen María realiza de la manera más perfecta la obediencia en la fe", nos dice el Catecismo de la Iglesia (n. 148). Muchos cristianos encuentran difícil el ejercicio de la fe. El Espíritu Santo nos ha dejado en María un modelo cercano para vivir la fe. Ella nos invita a abandonarnos en Dios, como lo hizo en el momento en que el ángel le anunció el plan que el Señor tenía para Ella. Juan Pablo II habla del "claro oscuro" de la fe de la Virgen María y de una peregrinación en la fe. Cuando pensamos en la fe de los grandes personajes del Antiguo Testamento, de María, de José quizás tenemos en mente la fe de unos "gigantes", que, en comparación con nosotros, hombres y mujeres de poca fe, son muy superiores a nosotros. Es cierto que ellos vivieron de fe, pero su fe, fue como la nuestra sometida a la prueba. No fue una fe fácil, sino siempre en camino, siempre abierta a las grandes sorpresas de Dios. María, a quien el ángel Gabriel llamó "llena de gracia" y llena de la presencia del Espíritu Santo, una vez que el mensajero celeste la dejó, se quedó sola con la carga de misterio que llevaba en su corazón y en su cuerpo. Muchas preguntas se haría dentro de su alma y muchas preguntas le podrían poner los otros a las que Ella no sabría responder. Vivió toda su vida con el misterio y lo aceptó abandonándose en manos del Padre. Por ello, Isabel al saludarla la llama dichosa porque ha creído (Lc 1, 45). Isabel, quizás sin saberlo, nos está dando la clave de la felicidad, de la dicha, que tanto buscamos los hombres y tan difícil nos es acercarnos a ella y poseerla en plenitud. Isabel pone en relación la felicidad, con la fe.
En la medida en que tenemos más fe, somos más dichosos. A veces pensamos lo contrario, que la fe nos hace infelices, que nos obliga a someternos a una serie de reglas insoportables, que nos encierra en una prisión llena de preceptos, que no nos deja disfrutar de la vida. Y no es así. La fe nos da la verdadera dimensión del ser humano que es la dimensión espiritual. Es cierto que tenemos un cuerpo, pero este mismo cuerpo está como permeado por el alma. Y la fe nos abre a la dimensión del espíritu que, junto con el cuerpo, constituye la unidad el ser humano en su ser personal.
María fue una mujer libre y liberadora porque vivió de fe. Fue dichosa en la fe. Abrió horizontes nuevos a su vida gracias a la fe. Ella nos enseña que creer es sencillo aunque ser fiel a la fe comporta una espada que traspasa el alma, "para que se descubran los pensamientos de muchos corazones" (Lc 2, 35).
El cristiano es, como María, hombre de fe y por eso es dichoso. "Santo triste, triste santo", decía la gran santa de Ávila. La fe nos da la clave de la felicidad, de esa plenitud de una existencia de quien se sabe amado por un Amor infinito que nunca fallará. María llevó en su corazón y en su cuerpo ese Amor, el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos acompaña en cada instante. Ella lo dio al mundo y nos lo da a cada uno de nosotros para que, acogiéndolo en la fe, se nos abran, también a nosotros, las puertas de la felicidad.
Los Primeros Viernes
Aquella herejía jansenista quiso apartar a las almas de la Sagrada Comunión, pero Jesús le ganó la partida...
Corrían los últimos años del siglo diecisiete y se había echado sobre toda Europa dentro de la Iglesia una herejía verdaderamente mala, maldita, nacida del mismo infierno. Se le llamó Jansenismo. ¿En qué consistía?
Tenía las apariencias de algo muy justo, como era el respeto grande a Dios. Decían aquellos herejes, que se confesaban muy católicos: Como Dios es tan grande, tan santo, tan santísimo, solamente nos podemos acercar a El con un alma purísima, con una conciencia inmaculada, con una santidad digna de Dios. Esto es lo que decían ellos.
Pero, como nadie se veía con una limpieza de alma tan exquisita, ¿qué ocurría? Pues que las almas, en vez de acercarse confiadamente a Dios, huían de El por miedo. Sobre todo, se alejaron de la Sagrada Comunión. No se atrevían a comulgar porque nadie era digno de recibir al Señor. Total, que el Sacramento de los Sacramentos no servía para otra cosa sino para caer de rodillas ante él en adoración profunda, llena de temor, y para nada más.
El mal era muy grave. Pero fue el mismo Jesús quien puso remedio. Se aparece a Margarita María —precisamente en la octava del Corpus—, le muestra el Corazón sobre su pecho, y le dice unas palabras que han pasado a la historia de la piedad cristiana moderna:
- Este es el Corazón que tanto ha amado a los hombres, que no ha ahorrado nada hasta entregarse del todo por ellos, y, sin embargo, no recibo de ellos más que ingratitud y menosprecios. Encarga a Margarita María que propague la devoción al Corazón de Jesús, y le hace la gran promesa:
- Yo prometo la salvación a todos los que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos como una reparación a mi Corazón divino. ¿Cuál fue el resultado? Las almas, antes tan miedosas de acercarse a comulgar, perdieron el temor. Empezaron a comulgar los Primeros Viernes, seguían comulgando los demás días, y después se convirtió la Sagrada Comunión —como lo fue desde el principio en la Iglesia— en el alimento normal del cristiano cara a la vida eterna. Jesús había conseguido con aquella aparición y aquella promesa lo que El pretendía: hacer de la Eucaristía el centro de la vida cristiana. La verdad es que vale la pena conservar la costumbre de la Sagrada Comunión en los Primeros Viernes. Indiscutiblemente, que trae muchas bendiciones y gracias sobre toda la Iglesia. En la evangelización primera de muchas Misiones modernas, la práctica de los Primeros Viernes ha jugado un gran papel y ha metido hondamente la costumbre de recibir al Señor en el Sacramento. Se hizo célebre el caso de un indio piel roja en Norteamérica. El jefe de la tribu, llamado Ciprá, se hace un corte en la mano al trabajar. Ante el peligro de infección, el Padre Misionero le obliga a emprender un largo viaje en busca del médico, el cual, ante la gravedad del caso, le manda quedarse unos días para hacerle una cura radical, antes de que se extienda la gangrena. Y el indio:
- No puedo detenerme. Mañana es Primer Viernes y tengo que ir con los demás de mi tribu a la Misión a recibir la Comunión del “vestidura negra”. Ya volveré después. - Pero después ya será demasiado tarde, y habré de cortarte la mano.
- No importa. Me cortarás la mano. Pero Ciprá no faltará a la Comunión del Primer Viernes con los demás de la tribu. No hubo manera de convencer a aquel indio cabezón. Marchó, recibió la Comunión de manos del “vestidura negra” —como llamaban al Padre con sotana—, y, al volver, la cosa ya no temía remedio. - Ya te lo dije... Ahora es necesario amputarte tres dedos al menos. Y el cacique, simpático:
- Pues, corta los tres dedos, que no valen lo que una Comunión. En fin, dejemos al indio piel roja con su mano maltrecha, para preguntarnos ahora nosotros: ¿qué queda de aquella práctica tan bella de la Comunión en los Primeros Viernes? ¿Ha pasado de moda? No, afortunadamente. No ha pasado de moda, aunque hoy ya no tenga la fuerza que tuvo en años pasados. Son muchas las iglesias que se ven muy concurridas en los Primeros Viernes de mes, muchas las confesiones y muy nutridas las filas de los comulgantes. Quizá ya no se mira hoy tanto eso de la promesa de la salvación, que, al fin y al cabo, es una promesa de una revelación privada, en la cual nadie está obligado a creer. El gran fruto de la práctica de los Primeros Viernes es que ahora se comulga para obsequiar al Corazón de Jesús, para desagraviarle por los pecados del mundo, para rogar por la salvación de todos. Y más que en la promesa a Margarita María, se mira a la gran promesa de Jesús en el Evangelio, que nos dice:
- Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día (Juan 6,57)
Por estas palabras de Jesús en el Evangelio de Juan, sabemos que es imposible se pierda quien ha hecho de la Comunión el alimento ordinario de su vida cristiana. Más que de los Primeros Viernes, hacemos caso de la Comunión en la Misa dominical. Y, lo que es mucho mejor, de la Misa de cada día. Porque son muchos los trabajadores que, después de las labores de la jornada, se meten en la Iglesia para no perder su Comunión diaria. Este, éste ha sido el gran fruto de esa práctica tan devota, que ha conseguido hacer de todos los días otros tantos Primeros Viernes de mes.
Aquella herejía jansenista quiso apartar a las almas de la Sagrada Comunión, pero Jesús le ganó la partida. Por nuestra parte, le decimos al Señor que sí, que cuente con nosotros cuando nos llama al comulgatorio. ¿Por qué no vamos a comulgar, si con la Comunión le damos al Corazón de Jesucristo la mayor de las alegrías?...