“Si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti...”
- 27 Febrero 2015
- 27 Febrero 2015
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I VIERNES DE CUARESMA (Ez 18, 21-28; Sal 129; Mt 5, 20-26)
EL PERDÓN
¿A quién no le gusta que le perdonen sus errores? ¿Quién es tan sádico que prefiera convivir con sus sombras, en vez de dejar que entre en su corazón la gracia del perdón? Si es un deseo natural que te ayuden, comprendan y disculpen, es a la vez un deber hacia los demás tener entrañas de misericordia. Y si el perdón de otro semejante reclama correspondencia, ¡cuánta misericordia con el prójimo debería surgir del corazón perdonado cuando ha recibido el perdón de Dios! No creemos en un Dios incapaz de compadecerse de nosotros. Por el contrario, Él se muestra magnánimo con quienes se arrepienten. “¿Acaso quiero yo la muerte del malvado -oráculo del Señor-, y no que se convierta de su conducta y que viva?” (Ez 18, 23). La certeza del perdón divino nos hace posible subsistir en la prueba de la propia debilidad sin echarnos al barranco de lo irremediable. Así lo reza el salmista: “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto” (Sal 129). En la vida cristiana es esencial la actitud de perdonar; de lo contrario, las obras de piedad se desnaturalizan. “Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda” (Mt 5, 23).
SANTA TERESA DE JESÚS
La gracia del perdón reclama respuesta agradecida: “Sirve y espera en su misericordia, que remediará tu pena, cuando la penitencia de tus culpas haya ganado algún perdón de ellas; no quieras gozar sin padecer” (Las exclamaciones del alma a Dios VI, 3). La actitud de las personas que se saben amadas de Dios debe ser no solo el perdón mutuo, sino la delicadeza: “Hermanas, todo lo que pudiereis sin ofensa de Dios procurad ser afables y entender de manera con todas las personas que os trataren, que amen vuestra conversación y deseen vuestra manera de vivir y tratar y no se atemoricen y amedrenten de la virtud (Camino de Perfección 41, 7). En caso de que se aposente en las relaciones humanas la rivalidad, entonces acontece lo peor, que se echa al Señor de casa: “Cuando esto hubiese, dense por perdidas. Piensen y crean han echado a su Esposo de casa y que le necesitan a ir a buscar otra posada, pues le echan de su casa propia” (Camino de Perfección 7, 10).
LAS TRES LLAMADAS CUARESMALES
Es tiempo de gracia, de conversión, de retornos, de higiene del alma y del corazón. Tiempo de acercarse a Dios, de relación fraterna, de crecimiento en la vida interior.
La Palabra nos hace tres llamadas, que se corresponden con todo un proyecto de vida. Se extiende a las dimensiones esenciales, al referirse al dominio corporal con el ayuno; al de la mente, con la limosna; y al dominio del corazón, con la oración. Actitudes frente al afán de placer, de tener, y de poder, como antídotos correspondientes.
AYUNO
“Convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto” (Joel 1, 12). “Cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido” (Mt 6,17-18 ).
LIMOSNA “Cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mt 6, 3).
ORACIÓN «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación (2 Cor 6, 2). “Cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará” (Mt, 6, 6).
SANTA TERESA DE JESÚS
Santa Teresa de Jesús nos invita a celebrar este tiempo de gracia. Evocamos alguna de sus enseñanzas respecto a los mismos consejos que nos dan los textos bíblicos.
AYUNO “El atún enviaron la semana pasada de Malagón, crudo, y estaba harto bueno; bien nos ha sabido. Yo no he quebrantado día de ayuno después de la Cruz; mire si estoy buena” (Cartas 137, 3).
LIMOSNA
“Y esto veo es ahora don dado de Dios, que aunque por amor de Él hacía limosna, piedad natural no la tenía. Bien conocida mejoría siento en esto” (Relaciones 2, 4).
ORACIÓN
“En estos tiempos que son menester amigos fuertes de Dios para sustentar los flacos” (Vida 15, 5).
CARTA DE CUARESMA
Al acercarnos al tiempo de Cuaresma, en el que se contempla de manera especial el padecimiento de Cristo y en el que la Iglesia nos llama a la preparación intensa de las fiestas de Pascua, te ofrezco mi oración ante el Crucificado. ¿Por qué, Señor, tiene que abrirse la herida para recuperar la sensibilidad? ¿Por qué se tiene que palpar el dolor para que se despierte la compasión? ¿Por qué hay que llegar a la extrema contingencia para acudir a la oración de súplica y a la petición de auxilio? ¿Por qué, en un instante, es posible tocar el cielo y al siguiente probar el horror del infierno, en un segundo gustar la cumbre luminosa e inmediatamente el hundimiento en el abismo? ¿Por qué es posible pasar, sin tregua, de la calma a la tormenta, del día a la noche, de la luz a las tinieblas? ¿Por qué puede instalarse en el interior un sentimiento de heroicidad, y poco después tocar la quiebra y el fracaso más doloroso? ¿Por qué, Señor, después de haber gustado tu amor, de experimentar y de saber que Tú eres el único Dios, uno se puede quedar atrapado por las criaturas, mendigo de afectos humanos? Reconozco que en estas preguntas se puede refugiar el narcisismo negativo, y que estas cuestiones son un tanto egocéntricas. Sospecho que tantas contradicciones se deben al orgullo herido. Y hasta cabe que en el fondo de la experiencia se esconda el resentimiento vanidoso. No estoy seguro de que los interrogantes no se deban a una reacción justificativa. Aunque es posible que todo sea efecto de un proceso de maduración personal. Seguro que los maestros espirituales relativizan el drama, y saben leer la situación en un contexto más amplio que el presente un tanto desconcertante. Lo cierto es que, en cualquier caso, se trata de una experiencia dolorosa, en la que nos asalta la inseguridad, y hasta nos pueden invadir la angustia y el propio desprecio, si en medio de tanta contradicción no surge la referencia creyente a la misericordia, y desde ella se recobra la confianza. Sin que recurrir al perdón sea un remedio barato, en muchos casos no hay otra salida que el reconocimiento humilde de la debilidad, la apertura a la misericordia y la celebración sacramental del perdón. La Iglesia nos lo ofrece en este tiempo como gesto entrañable. Es tiempo propicio para la conversión, para comenzar de nuevo en el deseo de ser coherentes con el Evangelio.
Evangelio según San Mateo 5,20-26.
Jesús dijo a sus discípulos: Les aseguro que si la justicia de ustedes no es superior a la de los escribas y fariseos, no entrarán en el Reino de los Cielos. Ustedes han oído que se dijo a los antepasados: No matarás, y el que mata, debe ser llevado ante el tribunal. Pero yo les digo que todo aquel que se irrita contra su hermano, merece ser condenado por un tribunal. Y todo aquel que lo insulta, merece ser castigado por el Sanedrín. Y el que lo maldice, merece la Gehena de fuego. Por lo tanto, si al presentar tu ofrenda en el altar, te acuerdas de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda ante el altar, ve a reconciliarte con tu hermano, y sólo entonces vuelve a presentar tu ofrenda. Trata de llegar en seguida a un acuerdo con tu adversario, mientras vas caminando con él, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al guardia, y te pongan preso. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermón 357
“Si te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti...”
“Dios haces salir el sol sobre buenos y malos, hace llover sobre justos e injustos” (Mt 5,45) Dios muestra su paciencia; no manifiesta todavía todo su poder. Tú también... renuncia a la provocación, no aumentes el malestar a los ojos hinchados. ¿Eres amigo de la paz? ¡Mantente tranquilo dentro de ti!...¡Deja de lado las querellas y vuélvete a la oración! No te pongas a discutir con nadie, ni siquiera sobre nuestra fe con el blasfema. No respondas a la injuria injuriando, sino ora por esta persona.
Querrías hablarle contra él mismo: habla más bien a Dios de él. No digo que te calles: escoge el lugar que conviene y mira a Aquel a quien hablas, en silencio, por un grito salido del corazón. Allí donde tu adversario no te ve, sé bueno para con él. A esta adversario de la paz, a este amigo de la disputa, responde, tú, amigo de paz. “¡Di todo lo que quieras, sea la que fuere tu enemistad, eres mi hermano!”
“Ya puedes odiarme y rechazarme, eres mi hermano. Reconoce en ti el signo de mi Padre. Esta es la palabra de nuestro Padre. Hermano, tú que buscas la querella, eres mi hermano, porque tú dices igual que yo: “Padrenuestro que estás en el cielo.” Nuestro lenguaje es el mismo, ¿porqué no nos unimos como el lenguaje que es uno? Te ruego, reconoce lo que tú dices conmigo y rechaza lo que haces contra mí... No tenemos más que una voz delante del Padre. ¿Porqué no vamos a tener una sola paz juntos?
San Gregorio de Narek
San Gregorio de Narek, monje y doctor de la iglesia armenia
En el monasterio de Narek, en Armenia, san Gregorio, monje, doctor de los armenios, ilustre por su doctrina, sus escritos y su sabiduría mística.
Nació hacia el 950 en una familia de eclesiásticos ilustrados. San Gregorio ingresó al monasterio de Narek, en el sudeste del lago Van (en la actualidad perteneciente a Turquía) siendo de joven edad. Cercano ya al primer milenio del cristianismo, el monasterio de Narek se alzaba como un floreciente centro de estudios. Eran estos tiempos de relativa calma, tiempos de creatividad, antes de que las invasiones mongolas y turcas cambiaran Armenia para siempre. Armenia experimentó en esa época un renacimiento de su literatura, pintura, arquitectura y teología, de los que san Gregorio fue una figura central. Su obra de madurez fue el «Libro de Oraciones». Él mismo pensó en esta obra como su testamento: «Sus letras son como mi cuerpo, y su significado como mi alma» (oración 54e), y llamó a su obra una «enciclopedia de oración para todas las naciones»; tenía la esperanza de que su obra sirviera de guía para todos los hombres en cualquier situación. San Gregorio busca responder a la pregunta de que podemos ofrecerle a Dios, que ya tiene todo, y encuentra que lo mejor que podemos es ofrecerle los «suspiros del corazón» (frase con la que encabeza cada oración), que él plasma en estas oraciones, a veces llamadas también Lamentaciones. Según parece, escribió su libro tras una penosa y debilitante enfermedad:
Los tormentos de mis enfermedades [...]
como un cáncer que se disemina,
han tocado todas las partes de mi cuerpo,
no hay bálsamo -como no lo hubo para Israel-
para mis innumerables llagas.
cada parte de mi cuerpo, de la cabeza a los pies,
está enferma y alejada del auxilio de los médicos.
Pero tú, misericordioso, benéfico, bendito,
de largos sufrimientos, rey inmortal,
escucha por misericordia las oraciones de mi asediado corazón
cuando a ti grito, Señor,
en el tiempo de mi necesidad. (oración 18k, trad. del inglés)
En 95 oraciones llenas de gracia, san Gregorio lleva a plenitud la expresividad de la lengua clásica armenia para traducir los suspiros del corazón contrito y humillado en una ofrenda de palabras agradables a Dios; el resultado es un edificio de la fe para todas las edades, de rica imaginería, teología sutil, erudición bíblica, unidos a la inmediatez sincera de su comunicación con Dios. San Gregorio dejó este mundo hacia el 1005, pero a través de su obra su voz continúa hablando. Esta breve noticia proviene de un sitio web en inglés dedicado al Libro de Oraciones de san Gregorio. Lamentablemente las referencias al santo en Occidente son escasísimas, prácticamente no hay datos sobre él en los santorales, incluso en los muy completos, ya que su incorporación al Martirologio Romano es reciente. El lector puede atisbar la belleza de su obra en dicho web, donde está volcado por entero al inglés por Thomas J. Samuelian, autor también del web. En la Wikipedia en inglés hay también una interesante introducción, y las correspondientes referencias bibliográficas. En este sitio se halla otra transcripción visualmente más legible de la traducción del Dr. Samuelian.
Hacer y dejarse hacer
Cuarenta días pueden parecer mucho tiempo, pero el tiempo, y más en nuestro mundo acelerado, pasa con una rapidez pasmosa. Por eso es bueno disponer y tomar pequeñas decisiones que ayuden a vivir un tiempo que aparece cada año como una oportunidad nueva. Te ofrecemos algunos recursos para ayudar a esta preparación. Encontrará actos, celebraciones y enseñanzas y retiros que harán más viva esta Cuaresma.
Además de "hacer" es bueno el dejarse hacer. Por lo tanto más que la cantidad de cosas, lo importante es que las emprendamos con corazón abierto y actitud acogedora. Nosotros ponemos los medios pero al final es siempre de Él la iniciativa.
Ante todo la caridad
Mateo 5, 20-26. Cuaresma. Nuestra vida debe ser vivida como un obsequio de amor a cada uno de los que tratan con nosotros.
Oración introductoria
¡Dios mío! Tú me amaste hasta el extremo, muriendo y entregándote por mí. Todo esto porque me amas, y porque me amas como nadie en el mundo, quieres que ame, y que ame a todos por igual, quieres que viva la verdadera caridad, porque quien dice amarte y no ama a su prójimo es un mentiroso. Señor, te quiero amar y quiero amar a todos en ti.
Petición
Señor, ¡qué te ame y en ti ame a todos mis hermanos!
Meditación del Papa Francisco
Jesús propone a quien lo sigue la perfección del amor: un amor cuya única medida es la de no tener medida: de ir más allá de cualquier cálculo. El amor al prójimo es una actitud de tal manera frontal que Jesús llega a afirmar que nuestra relación con Dios no puede ser sincera si no queremos entablar paz con nuestro prójimo.
Y dice así: “Si por lo tanto si presentas tu ofrenda al altar y allí te recuerdas que tu hermano tiene algo en contra de ti, deja allí tu don delante del altar, y ve antes a reconciliarte con tu hermano”. Por ello estamos llamados a reconciliarnos con nuestros hermanos antes de manifestar nuestra devoción al Señor con la oración.
De todo esto se entiende que Jesús no da importancia simplemente a la observancia de la disciplina y de la conducta exterior. Él va a la raíz de la Ley, apuntando sobre todo en la intención y por lo tanto al corazón del hombre, desde donde nacen todas nuestras acciones, buenas o malvadas.
Para obtener comportamientos buenos y honestos no son suficientes las normas jurídicas, sino que es necesario tener motivaciones profundas, expresión de una sabiduría escondida: la sabiduría de Dios, que puede ser acogida gracias al Espíritu Santo. Y nosotros a través de la fe en Cristo podemos abrirnos a la acción del Espíritu, que nos vuelve capaces de vivir el amor Divino.» (Ángelus de S.S. Francisco, 16 de febrero de 2014).
Reflexión
El amor es donación. Pero no es una donación a una cosa sino a una persona. No es una donación aparente sino real que se vive en la entrega total al Amado, el cual gusta asemejarse con cada una de sus hijos. Nuestra vida debe ser vivida como un obsequio de amor a cada uno de los que tratan con nosotros, y el mayor obsequio siempre será el mensaje de Cristo.
Propósito
Haré un acto de caridad y no se lo contaré a nadie para agradar más a Jesús, y decirle por medio de mis obras que lo amo.
Diálogo con Cristo
¡Jesús! No quiero gastar mi vida sin amar, quiero que toda ella sea una fogata de amor que no se extinga jamás, y sé que la mejor manera de hacerlo es nunca de dejar de entregarme, pero es tan difícil, concédeme la gracia para poder hacerlo. Quiero dulcificarte la vida, dulcificando la de mis hermanos. ¡Jesús! Qué te ame tanto que no pueda dejar de amarte, y una vez amándote no pueda separarme de ti.
"El programa del cristiano, aprendido de la enseñanza de Jesús, es un «corazón que ve» dónde se necesita amor y actúa en consecuencia". Benedicto XVI, Angelus 11 de julio de 2010
¿Qué es el Vía Crucis? ¿Cómo se reza?
El Vía Crucis o Camino a la Cruz es una de las más antiguas devociones practicadas por los Católicos en todo el mundo.
¿Qué es el Viacrucis?
La expresión latina "Vía Crucis" significa "camino de la Cruz", es decir, el que recorrió Cristo durante su Pasión, desde el Pretorio de Pilatos hasta el Calvario. Dicha expresión se utiliza también de modo habitual para designar una forma de oración acompañada de meditación sobre los acontecimientos ocurridos en ese camino de Cristo, al que se añaden el hecho de su muerte en la cruz, el descendimiento de la misma y su sepultura. Junto a diversas oraciones, en general de penitencia y arrepentimiento, se van intercalando catorce meditaciones, que se llaman «estaciones», porque los que hacen este ejercicio de piedad se «estacionan» o detienen unos momentos para meditar en cada uno de los siguientes acontecimientos o escenas:
Los precedentes del Vía Crucis datan de los primeros siglos del cristianismo, de la piadosa compasión con que los cristianos primitivos veneraban los pasos de la Vía Dolorosa. La española Silvia Eteria, peregrinó a Tierra Santa en el siglo IV. Y en su Peregrinatio describe el ejercicio piadoso de los cristianos de Jerusalén, recorriendo durante la Semana Santa el camino del Calvario.
La mayoría de estas «estaciones» han sido tomadas del Evangelio, otras las ha deducido o añadido la tradición piadosa del pueblo cristiano con una sana lógica.
Las escenas o «estaciones» directamente descritas en los Evangelios son las siguientes:
· Primera: en Mt 27,1-31; Mc 15,120; Lc 23,1-25; Jn 18,28-40 y 19,1-16.
· Segunda: en Jn 19,17.
· Quinta: en Mt 27,32; Mc 15,21 y Lc 23,26.
· Octava: en Lc 23,27-32.
· Décima: en Mt 27,35; Mc 15,24; Lc 23,34 y Jn 19,23-24.
· Undécima: en Mt 27-25 s.; Mc 15,24 s.; Lc 23,33 s. y Jn 19,18.
· Duodécima: en Mt 27,50-51; Mc 15,37; Lc 23,46 y Jn 19,30-33.
· Décimo tercera: en Mt 27,57-59; Mc 15,42-45 y Lc 23,50-53.
· Décimo cuarta: en Mt 27,55-61; Mc 15, 42-47; Lc 23,50-55 y Jn 19,38-42.
Las otras estaciones –tercera, cuarta, sexta, séptima, novena– que ha añadido la tradición piadosa de los cristianos están relacionadas o deducidas de la descripción que los evangelistas hacen del camino que recorrió Jesús hacia el Calvario. Son posibles las caídas –estaciones 3ª, 7ª y 9ª, debido al agotamiento del Huerto, de los interrogatorios y sobre todo de las vejaciones –azotes, espinas– y episodios que acompañaron al arresto. Se deduce al menos una del hecho de haber pedido a Simón de Cirene que llevase la cruz, y se suponen lógicamente otras caídas, aunque no podamos saber el número exacto. Fue casi seguro el encuentro de Cristo con su Madre antes de la cruz (4ª estación), según Jn 19,25-27 y otros pasajes. Es muy probable el episodio de la Verónica según Lc 23,27 ss. y relatos escritos que se remontan a los siglos III y IV que pueden depender de relatos y tradiciones orales anteriores.
En cuanto a los orígenes de este ejercicio piadoso, es cierto que los cristianos de las primeras centurias veneraron los lugares relacionados con la vida y muerte de Cristo. Esto se facilitó a partir de la paz otorgada a la Iglesia por Constantino, con lo que se multiplicaron las peregrinaciones a los Santos Lugares, y de las que se conservan descripciones desde el s. IV. La célebre peregrina Eteria, por ejemplo, da una relación de los actos que se celebraban en Jerusalén en la Semana Santa en los distintos lugares relacionados con la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Con motivo de las Cruzadas se manifestó aún más la devoción hacia los lugares en que se había realizado algún episodio de la Pasión de Cristo. No se contentaron los cruzados con haber venerado esos mismos lugares, sino que trajeron a sus respectivos países la idea de realizar algo parecido a lo que habían visto y obrado en Jerusalén. De ahí que se erigiesen en muchas partes «Calvarios», luego «Vía Crucis», con los que los fieles manifestaban su fervor, agradecimiento y amor a la Pasión de Cristo, oraban y meditaban en ella, etc.
Los franciscanos contribuyeron mucho a extender y propagar esta devoción, aún no muy bien definida, sobre todo cuando en el s. XIV se les concedió la custodia de los Santos Lugares. También la difundió mucho el beato Alvaro de Córdoba, dominico, a su regreso de Tierra Santa (1420). Después, el principal apóstol de esta devoción fue San Leonardo de Puerto Mauricio, que, en el curso de unas misiones por Italia (1731-51), erigió más de 572 Vía Crucis.
Había cierta diversidad con respecto al número de «estaciones».
Fueron los franciscanos los que establecieron en sus iglesias el número de catorce, para que los fieles las recorriesen a imitación de los devotos peregrinos que iban personalmente a venerar los Santos Lugares de Jerusalén. Parece que la forma definitiva, según se suele practicar hoy, surgió en España. De aquí pasó a Cerdeña y a otros lugares. En el s. XX diversos autores han pretendido que se añadiese otras estaciones, como la Resurrección, con la que culmina la Pasión y Muerte histórica de Cristo, y su Via Crucis continuado a lo largo de la historia humana.
La práctica del Via Crucis, pues, viene a arrancar de los primeros siglos y se halla muy extendida entre los cristianos. Es necesario meditar y conocer bien la vida y persona de Cristo, también su Pasión y Muerte, para facilitar la identificación con El a que está llamado todo hombre. Esta devoción es de gran importancia para la vida cristiana. Nos da la oportunidad de contemplar la pasión y muerte de Jesús, nuestro Salvador. Contemplación de los dolores en el cuerpo y en el alma del Señor. Recorrer la Vía dolorosa actualizando sus sufrimientos. La pasión de Jesús es real y actual. El motivo de sus dolores es el de siempre: el pecado. Cada vez que un cristiano peca, de algún modo crucifica de nuevo a Cristo. En cambio, cuando llevamos por amor a Jesús la cruz de cada día podemos decir, como San Pablo: "Completo en mi carne lo que falta a la Pasión de Cristo en beneficio de su cuerpo, que es la Iglesia" (Co 1,24).
¿Cómo se reza?
El Vía Crucis o Camino a la Cruz es una de las más antiguas devociones practicadas por los Católicos en todo el mundo. Consiste en acompañar a Jesús en su Pasión y Muerte, en sus horas finales, repasando 14 momentos (las 14 Estaciones del Vía Crucis) desde que fue condenado a muerte hasta su sepultura.
Más recientemente a veces se suele agregar una nueva 15ª Estación: la Resurrección del Señor, en consideración a que si Cristo no resucitó, vana sería nuestra Fe (1 Cor 15, 14).
El Vía Crucis se reza de pie, y en algunos momentos de rodillas. Debe hacerse caminando, deteniéndose en cada estación, para recordar el camino de Jesús al Calvario. Es por eso que las imágenes de la representación del Vía Crucis están en la pared, alrededor del templo. Si se reza en casa, ayuda tener en la mano imágenes de la Pasión y Muerte del Señor, para que puedas recordar e imaginar su dolor.
. + En el nombre del Padre + del Hijo + y del Espíritu Santo. Amén
. Señor, que la meditación de tu Pasión y Muerte nos anime y ayude a tomar la cruz de cada día y seguirte, para un día resucitar contigo en la gloria.
Amén.
1ª ESTACIÓN: Jesús es condenado a muerte.
. Por la envidia de los Fariseos y la debilidad de Pilato, Jesús fue juzgado injustamente y condenado a muerte. Porque yo también te he juzgado al reclamarte algo, Señor. Porque también te he juzgado al juzgar a mis hermanos.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
2ª Estación: Jesús carga con la Cruz.
. Simplemente se la echaron encima sin ninguna consideración, y Él no la rechazó. Por las veces que yo he dejado de llevar mi cruz y por las veces que he renegado de mis penas y enfermedades.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
3ª ESTACIÓN: Jesús cae por primera vez.
. No es fácil llevar la cruz. Muchas veces cae uno vencido bajo su peso. Por las ocasiones en que he tardado tanto en levantarme y también por todos aquéllos que no quieren levantarse.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
4ª ESTACIÓN: Jesús se encuentra con su Madre.
. Tuviste, Jesús, el apoyo de tu Madre en la subida al Calvario. Ella no se quejó, sino que te acompañó en ese penoso camino. Por las veces que no he dado apoyo a otros en los momentos difíciles y por haberlos dejado solos en su vía crucis.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
5ª ESTACION: Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz.
. Tuviste, Jesús, a Simón el Cireneo, quien –obligado- cargó la cruz contigo. ¡Qué gracia la de éste que cruzaba por tu camino al Calvario! Por las veces, Señor, que no me he dado cuenta que Tú has sido mi Cireneo, que has sido Tú Quien me ha ayudado a llevar mi cruz.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
6ª ESTACIÓN: La Verónica limpia el rostro de Jesús.
. Aquella mujer fue valiente al limpiar tu rostro cruzando la fuerte guardia que te llevaba a empujones y jalones camino al lugar de tu Crucifixión. Y dejaste impreso tu rostro en su paño. Por las veces que no he visto tu rostro en los que sufren, en los abandonados y débiles, en los ancianos y enfermos.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
7ª ESTACIÓN: Jesús cae por segunda vez.
. No sabemos si tropezaste o si caíste por un empujón. Por las veces que con mi ejemplo hice que otros tropezaran y cayeran, y por las veces que deliberadamente los he empujado. Por las veces que por mi ejemplo, otros han pecado.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
8ª ESTACIÓN: Jesús habla a las mujeres de Jerusalén.
. En medio de su dolor, Jesús no deja de preocuparse por la pena de aquellas mujeres. Por las veces en que me he dejado abrumar tanto por mis problemas, que me he olvidado de los sufrimientos de los que me rodean o se han acercado a mí.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
9ª ESTACION: Jesús cae por tercera vez.
. Y por tercera vez hace un esfuerzo inmenso y se levanta. Por esas ocasiones en las que, ante las dificultades, me he desanimado y no he continuado en aquello que me has pedido a favor de los demás.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
10ª Estación: Jesús es despojado de sus vestiduras.
. Antes de crucificarlo, lo despojaron de sus vestiduras. Por las veces en que yo he despojado a otros de su fama, de sus bienes, de sus derechos, de su inocencia, de sus ilusiones…
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
11ª ESTACIÓN: Jesús es clavado en la cruz.
. Y desde la Cruz pidió a su Padre que perdonara a sus verdugos y que nos perdonara a nosotros. Por tantos perdones que yo he negado, por tanta represalias, por tantas venganzas que he tomado, por tanto resentimiento que conservo y que amarga mi alma.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
12ª ESTACIÓN: Jesús muere en la cruz.
. No hay amor mayor que dar la vida por otro. Por la facilidad con que me olvido de cuánto me amas, Señor, cuánto me has dado, cuánto te costaron mis pecados. Por la poca importancia que doy a tu Pasión y Muerte que me ha redimido y por no darme cuenta de la necesidad que tengo de ser redimido por Ti.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
13ª ESTACIÓN: Jesús es bajado de la cruz.
. Y su cuerpo es puesto en brazos de su Madre. Por ese tierno Niño que tú nos diste una Nochebuena y que una mala tarde te devolvimos muerto por nuestros pecados.
. Perdón, Madre, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
14ª Estación: Jesús es sepultado.
. Aquél que algunos judíos esperaban fuera el liberador de Israel ha sido sepultado. Por las veces en que he olvidado que es necesario pasar por todas esas cosas para poder entrar en la gloria.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
15ª ESTACIÓN: Y al tercer día resucitó.
. Si Cristo no hubiera resucitado, vana sería nuestra fe. Por las veces que he hecho vana mi fe al creer en mitos que van en contra de tu Resurrección. Por las veces en que olvido que si no muero a mí mismo, Jesús, no podré resucitar contigo.
. Perdón, Señor, perdón.
. Te adoramos, Cristo y te bendecimos.
. Porque por tu santa Cruz redimiste al mundo.
(Padre Nuestro, Ave María y Gloria)
Oración final:
Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus Mandamientos y jamás permitas que nos separemos de Ti. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
. Amén.
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Cuaresma, un recordatorio de cómo Dios nos quiere
Viernes primera semana Cuaresma. Nuestro amor a los demás será la mejor ofrenda a Dios.
Toda la Cuaresma, con su constante invitación a la conversión, es un hermoso recordatorio de cómo Dios nuestro Señor nos quiere, a todos y cada uno de nosotros, plenamente santos, absolutamente santos. "Purifíquense de todas sus iniquidades, renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor".
La ley de santidad, que nos exige y que nos obliga a todos, se convierte en un imperativo al que nosotros no podemos renunciar. Pero seríamos bastante ingenuos si esta ley de santidad pretendiéramos vivirla alejados de lo que somos, de nuestra realidad concreta, de los elementos que nos constituyen, de las fibras más interiores de nuestro ser. Seríamos ingenuos si no nos atreviéramos a discernir en nuestra alma aquellas situaciones que pueden estar verdaderamente impidiendo una auténtica conversión. La conversión no es solamente ponerse ceniza, la conversión no es guardar abstinencia de carne, no es sólo hacer penitencias o dar limosnas. La conversión es una transformación absoluta del propio ser.
"Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica la rectitud de la justicia, él mismo salva su vida si recapacita y se aparta de los delitos cometidos; ciertamente vivirá y no morirá".
Esta frase del profeta Ezequiel nos habla de la necesidad de llegar hasta los últimos rincones de nuestra personalidad en el camino de conversión. Nos habla de la importancia de que no quede nada de nosotros apartado de la exigencia de conversión. Y si nosotros quisiéramos preguntarnos cuál es el primer elemento que tenemos que atrevernos a purificar en nuestra vida, el elemento fundamental sin el cual nuestra existencia puede ver truncada su búsqueda de santidad, creo que tendríamos que entrar y atrevernos a examinar nuestros sentimientos.
¡Cuántas veces son nuestros sentimientos los que nos traicionan! ¡Cuántas veces es nuestra afectividad la que nos impide lograr una real conversión! ¡Cuántos de nosotros, en el camino de santidad, nos hemos visto obstaculizados por algo que sentimos escapársenos de nuestras manos, que sentimos írsenos de nuestra libertad, que son nuestros sentimientos! Los sentimientos, que son una riqueza que Dios pone en nuestra alma, se acaban convirtiendo en una cadena que nos atrapa, que nos impide razonar y reaccionar; nos impiden tomar decisiones y afirmarnos en el propósito de conversión. La penitencia de los sentimientos es el camino que nos tiene que acabar llevando en todas las Cuaresmas, más aún, en la Cuaresma continua que tiene que ser nuestra existencia, hacia el encuentro auténtico con Dios nuestro Señor.
Jesucristo, en el Evangelio, nos habla de la importancia que tiene el ser capaces de dominar nuestros sentimientos para poder lograr una auténtica conversión. La Antigua Ley hablaba de que el que mataba cometía pecado y era llevado ante el tribunal, pero Cristo no se conforma simplemente con esto; Cristo va más allá en lo que tiene que ir haciendo plena a la persona. Jesucristo nos invita, como parte de este camino de conversión, a la purificación de nuestros sentimientos, a la penitencia interior cuando nos dice: "Todo el que se enoje con su hermano, será llevado hasta el tribunal".
En cuántas ocasiones nosotros buscamos quién sabe qué mortificaciones raras y andamos pensando qué le podríamos ofrecer al Señor, y no nos damos cuenta de que llevamos una penitencia incorporada en nosotros mismos a través de nuestros sentimientos. No nos damos cuenta de que nuestros sentimientos se convierten en un campo en el que nuestra vida espiritual muchas veces naufraga.
¡Cuántas veces nuestros anhelos de perfección se han visto carcomidos por los sentimientos! ¡Cuántas veces el interés por los demás, porque los demás crezcan, por ayudar a los demás, se ha visto arruinado por los sentimientos! ¡Cuántas veces un deseo de una mayor entrega, un interés por decirle a Cristo «sí» con más profundidad, se ha visto totalmente apartado del camino por culpa de los sentimientos! No porque ellos sean malos, porque son un don de Dios, y como don de Dios, tenemos que hacerlos crecer y enriquecernos con ellos. Pero, tristemente, cuántas veces esos sentimientos nos traicionan. Nuestra conversión, para que sea verdadera, para que sea plena, tiene que aprender a pasar por el dominio de nuestros sentimientos. Y para lograrlo, la gracia tiene que llegar tan hondo a nuestro interior, que incluso nuestros sentimientos se vean transfigurados por ella.
¿Cuál es el camino para esto? El camino es el examen: "Si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene una queja contra ti [...]". Entrar constantemente dentro de nosotros mismos y vigilar nuestra alma es el camino necesario, ineludible para poder llegar a vivir esta penitencia de los sentimientos. Es el camino del cual no podemos prescindir para tener bien dominada toda esa corriente que son los sentimientos, de manera que no perdamos nada de la riqueza que ella nos pueda aportar, pero tampoco nos dejemos arrastrar por la corriente, que a veces puede llevarnos lejos de Dios nuestro Señor.
Para entrar en nosotros es necesario que la memoria y el recuerdo se transformen como en un espejo en el cual nuestra alma está siendo examinada, percibida constantemente por nuestra conciencia, para ver hasta qué punto el sentimiento está enriqueciéndome o hasta qué punto está traicionándome. Hasta qué punto el sentimiento está dándome plenitud o hasta qué punto el sentimiento me está atando a mí mismo, a mi egoísmo, a mis pasiones, a mis conveniencias.
Vigilar, estar atentos, recordar, pero al mismo tiempo, es fundamental que el camino de conversión no simplemente pase por una vigilancia, que nos podría resultar obscura y represiva, sino es necesario, también, que el camino de conversión pase por un enriquecimiento. Si alguien tendría que tener unos sentimientos ricos, muy fecundos, ése tendría que ser un cristiano, tendría que ser un santo, porque solamente el santo -el auténtico cristiano- potencia toda su personalidad impulsado por la gracia, para que no haya nada de él que quede sin redimir, sin ser tocado por la Cruz de Cristo.
Cristo, cuando está hablando a los fariseos les dice: "Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entrarán ustedes en el Reino de los Cielos". No podemos quedarnos con una justicia del «no harás», tenemos que buscar una justicia del «hacer», del llevar a plenitud, del enriquecimiento, que es parte de nuestra conversión. Y en este sentido, tenemos que estar constantemente preguntándonos si ya hemos enriquecido todos nuestros sentimientos: el cariño, el afecto, la ternura, la compasión, la sensibilidad; todos los sentimientos que nosotros podemos tener de justicia, de interés, de preocupación; todos los sentimientos que podemos tener de acercamiento a los demás, de percepción de las situaciones de los otros. ¿Hasta qué punto nos estamos enriqueciendo buscando cada día darle más cercanía a la gracia de Cristo?
Dice el salmo: Perdónanos Señor y viviremos. En estas tres palabras podríamos encerrar esta penitencia de los sentimientos. Que el Señor nos perdone, es decir, que nos purifique. Llegar a limpiar los sentimientos de todo egoísmo, de toda preocupación por nosotros mismos, de toda búsqueda interesada de nosotros. Pero no basta, hay que vivir de ese perdón; de esa purificación tiene que nacer la vida y tiene que nacer un enriquecimiento nuestro y de los demás.
El camino de conversión es difícil, exige una gran apertura del corazón, exige estar dispuestos, en todo momento, a cuestionarnos y a enriquecernos. Hagamos de la Cuaresma un camino de enriquecimiento, un camino de encuentro más profundo con Cristo, un camino en el que al final, la Cruz de Cristo haya tocado todos los resortes de nuestra personalidad.