“La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.”

El Papa, en la parroquia de Ostia

"Si nos separamos de Jesús, somos cristianos de palabra, pero no de vida"
Papa en una parroquia romana: "Rezad por mí, que soy ya un poco mayor y un poco enfermo, aunque no demasiado"
"Cuando criticamos o engañamos a los demás, somos sarmientos muertos"

José Manuel Vidal, 03 de mayo de 2015 a las 17:23

¿Yo permanezco en Jesús o estoy lejos de Él? ¿Estoy unido a la vid o soy un sarmiento muerto, incapaz de dar fruto y testimonio?


(José M. Vidal).- Visita del Papa Francisco a la parroquia de Santa María Regina Pacis de Ostia, a unos 25 kilómetros de Roma. En la homilía, sin papeles, el Papa glosó la figura "bellísima" de la vid y los sarmientos. Aseguró que lo que quiere Jesús es que los creyentes "permanezcamos en Él y no seamos hipócritas". Sólo así no caeremos en la hipocresía y "seremos sarmientos vivos, unidos a la vid". Y antes de misa, pidió a la gente: "Rezad por mí, que soy ya un poco mayor y estoy un poco enfermo, aunque no demasiado".

Iglesia de estilo neoclásico, decorada con gusto y con flores amarillas y blancas. Cantos de la misa elegidos con gusto. Algunos en latín. El Papa, como siempre que celebra, con gesto recogido y orante. En el retablo principal del templo, una gran imagen de la Virgen, reina de la paz.

Antes de la misa, el Papa quiso visitar a tres hermanas de Charles de Foucauld, que viven en un barrio marginal, compartiendo su vida con los gitanos y los más pobres.

También saludó a niños y ancianos, a los que dijo: "Rezad por mí, que soy ya un poco mayor y un poco enfermo, aunque no demasiado".

También les dijo: "Ustedes son los que tiene la sabiduría de la vida, la sabiduría del dolor, de la paciencia, una sabiduría que tanto echemos de menos"

Algunas frases del Papa en la homilía

"Esta es la vida cristiana: permanecer en Jesús"
"Para explicarnos qué quiere decir esto, Jesús utiliza la bella figura de la vid y los sarmientos"
"El sarmiento que no está unido a la vid no da fruto"
"Lo sarmientos, unidos a la vid, reciben de la vid la savia de la vida"
"Sencilla, la imagen"
"Permanecer en Jesús significa permanecer en él para recibir la vida, el amor, el Espíritu Santo"
"Todos nosotros somos pecadores"
"Pero, si permanecemos en Jesús, como los sarmientos en la vid, el Señor viene y nos cuida, para que podamos dar más fruto"
"Si nosotros nos separamos de él somos cristianos de palabra, pero no de vida"
"Somos cristianos muertos, porque no damos vida"

"Permanecer en Jesús quiere decir querer recibir la vida de Él, el amor y la podadura"
"Significa rezar, acercarse a los sacramentos: la eucaristía, la reconciliación"
"Y lo más difícil, permanecer en Jesús significa hacer lo mismo que Él hizo, tener su misma actitud"
"Cuando criticamos a los demás, no permanecemos en Jesús"
"Cuando engañamos a los demás, somos sarmientos muertos"
"Es hacer lo mismo que Él hacía: hacer el bien, curar a los enfermos, ayudar a los enfermos, tener la alegría del Espíritu..."
"¿Yo permanezco en Jesús o estoy lejos de Él? ¿Estoy unido a la vid o soy un sarmiento muerto, incapaz de dar fruto y testimonio?"
"Hay otros sarmientos, los que se hacen ver como discípulos de Jesús y hacen lo contrario. Son los sarmientos hipócritas"
"Van todos los domingos a misa, y ponen cara pía, pero viven como paganos"
"A éstos Jesús en el Evangelio les llama hipócritas"
"El nos da la fuerza para permanecer"
"Lo que quiere Jesús son dos cosas: que permanezcamos en Él y que no seamos hipócritas"
"¿Qué nos da el Señor, si permanecemos en Él?"
"Pedid lo que queráis y se os dará". "Es la fuerza de la oración". "Es la potencia de la oración"
"Nuestra oración es débil...y no da su fruto"
"Ésta es la oración omnipotente, que procede del permanecer en Jesús"
"Que el Señor nos dé esta gracia"

Evangelio según San Juan 14,21-26. 

Jesús dijo a sus discípulos: «El que recibe mis mandamientos y los cumple, ese es el que me ama; y el que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a él". 

Judas -no el Iscariote- le dijo: "Señor, ¿por qué te vas a manifestar a nosotros y no al mundo?". Jesús le respondió: "El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará; iremos a él y habitaremos en él. El que no me ama no es fiel a mis palabras. La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió. Yo les digo estas cosas mientras permanezco con ustedes. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi Nombre, les enseñará todo y les recordará lo que les he dicho.» 

San Juan de la Cruz (1542-1591), carmelita descalzo, doctor de la Iglesia 
Subida del Monte Carmelo, Libro 2, cap. 22,3-5

“La palabra que ustedes oyeron no es mía, sino del Padre que me envió.”

La principal causa por que en la Ley de escritura eran lícitas las preguntas que se hacían a Dios, y convenía que los profetas y sacerdotes quisiesen revelaciones y visiones de Dios, era porque aún entonces no estaba bien fundamentada la fe ni establecida la Ley evangélica, (…). Pero ya (…) no hay para qué preguntarle de aquella manera, ni para qué él hable ya ni responda como entonces. Porque en darnos, como nos dio a su Hijo, que es una Palabra suya (Jn 1,1), que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de una vez en esta sola Palabra, y no tiene más que hablar.

Y éste es el sentido de aquella autoridad con que dice san Pablo a los hebreos (…): “Lo que antiguamente habló Dios en los profetas a nuestros padres de muchos modos y de muchas maneras, ahora a la postre, en estos días nos lo ha hablado en el Hijo” (Heb. 1, 1). (...).

Por lo cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra alguna cosa o novedad. Porque le podría responder Dios de esta manera, diciendo: “Si te tengo ya habladas todas las cosas en mi Palabra, que es mi Hijo, y no tengo otra, qué te puedo yo ahora responder o revelar que sea más que eso? Pon los ojos sólo en él, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas. (…) Porque desde aquel día que bajé con mi Espíritu sobre él en el monte Tabor, diciendo: ‘Este es mi amado Hijo, en que me he complacido, a él oíd’ (Mt. 17, 5); ya alcé yo la mano de todas esas maneras de enseñanzas y respuestas (…). Oídle a él, porque yo no tengo más fe que revelar, ni más cosas que manifestar. Que, si antes hablaba, era prometiendo a Cristo; y si me preguntaban, eran las (preguntas) encaminadas a la petición y esperanza de Cristo, en que habían de hallar todo bien, como ahora lo da a entender toda la doctrina de los evangelistas y apóstoles”.

04 de mayo 2015 Lunes V Pascua Hch 14, 5-18

Los Hechos nos explican como Pablo y Bernabé empiezan a ser perseguidos a Konya, y tienen que huir. En Listra, mientras Pablo predica, se fija en un hombre inválido: «... y viendo que tenía suficiente fe para ponerse bueno, le gritó:" Ponte derecho ti mismo "». Y quedó curado. Este milagro confundió los conciudadanos que lo vieron, de tal forma, que creyeron que Pablo y Bernabé eran dioses bajados del cielo. Entonces Pablo y Bernabé tuvieron que aclarar esta confusión diciendo que ellos actuaban en nombre de Dios. La fe transformó la vida del inválido; a ti, en el que te ha transformado la fe? Señor, dame más fe.

San Gregorio Iluminador

"El iluminador" 

Fundador y santo patrón de la Iglesia Apostólica Armenia, llamado el segundo Iluminador de Armenia, tras los apóstoles Judas Tadeo y Bartolomé.

Martirologio Romano: En Armenia, san Gregorio, apellidado el Iluminador, obispo, que, después de sobrellevar muchos trabajos, se retiró a una cueva cerca de la confluencia del Éufrates ramificado y allí descansó en paz. Es considerado apóstol de los armenios (c. 326).

Pertenecía a la línea real de la Dinastía arsácida, siendo el hijo de un parto de nombre Anak, que asesinó a Chosrov I rey de Armenia, y por lo tanto, trajo la ruina sobre sí mismo y su familia. Su madre se llamaba Okohe, y los biógrafos armenios afirman que la primera influencia cristiana que recibió fue en el momento de su concepción, que tuvo lugar cerca del monumento elevado a la memoria del santo apóstol Tadeo.

Educado en Cesarea de Capadocia por un cristiano noble llamado Euthalius, Gregorio solicitó, al llegar a la mayoría de edad, ser el encargado de evangelizar en la doctrina cristiana su tierra natal. A los 22 años se casó con una cristiana de nombre Mariam, de cuyo matrimonio nacen dos hijos, Vartanés y Aristakés. Tras siete años de enlace, interrumpen su vida matrimonial de común acuerdo, siguiendo las enseñanzas de san Pablo. Gregorio se va de Cesarea y Mariam se retira a un convento, para llevar una vida retirada, pero sin ser religiosa.

En ese momento reina el Armenia Tiridates III, hijo del rey Chosroes. Influido en parte por el hecho de que Gregorio era el hijo del enemigo de su padre, capturó a Gregorio y le sometió a un cruel encarcelamiento de catorce años en un agujero en la llanura de Ararat. En ese mismo lugar se levanta hoy en día la iglesia de Khor Virap, cerca de la histórica ciudad de Artashat.
Las crónicas ortodoxas describen numerosas y variadas formas de tortura sufridas por el santo, hasta llegar a ser juzgado y condenado a muerte en doce ocasiones, penas a las que sobrevivió, ayudado, según la tradición, por una mujer creyente que le llevaba cada día un trozo de pan.

Tirídates cayó en profunda tristeza, rozando con la locura y durante un día de caza, comienza una vida errante en el bosque, padeciendo un síndrome similar a la licantropía, ante el que nadie podía acercársele ni llevarlo al palacio. La hermana del rey tiene, según la leyenda, una visión, en la cual Dios le revela que solamente Gregorio, que está en la mazmorra de Artashat, puede curar a su hermano. Gregorio fue requerido para restaurar la razón del rey, en base a su reconocida santidad. Una vez en la corte, predica la religión cristiana y hace oración a Dios para curar al rey Tirídates. Cuando éste sana, pide el bautismo y en 301, Armenia se convirtió en el primer país que adoptó el cristianismo como religión del estado.

La causa del cristianismo parecía garantizada: el Rey, los príncipes y el pueblo compitieron entre sí en la obediencia a Gregorio. Como resultado, se establecieron numerosos monasterios, iglesias y escuelas. En 302, Gregorio recibió su consagración como Patriarca de Armenia de parte de Leontius de Cesarea. En 318 Gregorio nombró a su hijo Aristaces como su sucesor.

Hacia el año 331 se retiró a una cueva y vivió como un ermitaño en el Monte Sebuh, en la provincia de Daranalia en la Alta Armenia, y allí falleció pocos años después sin que nadie le acompañase. Cuando se descubrió que había muerto, su cadáver fue trasladado a la aldea de Thodanum (o Tharotan). Los restos del santo fueron repartidos por varios países a modo de reliquias. Se cree que su cabeza se encuentra en Italia, su mano derecha en Echmiadzin, Armenia, y su izquierda en la Santa Sede de Cilicia, en Antelias, Líbano.

A su muerte la Iglesia armenia se convirtió en extremadamente rica, pues además de los antiguos templos que el rey había confiscado para los católicos, se le otorgaron grandes extensiones de tierra. La iglesia se convirtió en la dueña de aproximadamente 10000 explotaciones ganaderas, que fueron utilizadas igual por el clero que por los príncipes. Era tal la importancia económica de la institución que durante las épocas de guerras la iglesia estaba obligada a ayudar al rey con soldados e impuestos. Se sabe que la iglesia, en un caso de necesidad, se vio obligada a proporcionar al rey 5.000 caballeros y 4.000 soldados de infantería.

La fuente más autorizada de la vida de Gregorio es Agathangelos, secretario del rey, cuya Historia de Tiridates fue publicado por el Mekhitarists en 1835. También aparece ampliamente en la Historiae Armenicae de Moisés de Chorene y en la obra de Simeon Metaphrastes. en 1749 se publicó en Venecia una biogrfía de Gregorio compuesta por el Vartabed Mateo, publicado en armenio, obra se tradujo al inglés por el reverendo S.C. Malan en 1868.

Gregorio es venerado en la Iglesia Católica Apostólica Romana, Iglesia Católica Armenia, Iglesia Apostólica Armenia, Iglesia Ortodoxa, Antiguas Iglesias Orientales y por las Iglesias Orientales Católicas.

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a descubrirse, os exhorto: Sed pastores del rebaño de Dios a vuestro cargo, gobernándolo, no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere, no por sórdida ganancia, sino con generosidad, no como dominadores sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño. Y, cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita. 1 Pe 5, 1-4
Señor, tú que colocaste a San Gregorio en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Calendario de  Fiestas Marianas: Nuestra Señora Ayudante, Normandía, Francia.

Volverán a encontrarse con el Padre

Juan 14, 6-14. Fiesta de Felipe y Santiago Apóstoles. Jesús es la vida que da la paz, la alegría y la fuerza que tanto deseamos.

Oración introductoria
Ven, Espíritu Santo, inspira este momento de oración, para descubrir o confirmar el camino, la verdad y el estilo de vida que me propone Cristo Resucitado y pueda vivir así, en plenitud, la voluntad de Dios.

Petición
Concédeme, Padre Bueno, vivir ese amor unitivo con Cristo, que Tú concedes a quienes te lo piden.

Meditación del Papa Francisco
También les invito a encontrarse con el Señor leyendo frecuentemente la Sagrada Escritura. Si no están acostumbrados todavía, comiencen por los Evangelios. Lean cada día un pasaje. Dejen que la Palabra de Dios hable a sus corazones, que sea luz para sus pasos.

Descubran que se puede "ver" a Dios también en el rostro de los hermanos, especialmente de los más olvidados: los pobres, los hambrientos, los sedientos, los extranjeros, los encarcelados. ¿Han tenido alguna experiencia? Queridos jóvenes, para entrar en la lógica del Reino de Dios es necesario reconocerse pobre con los pobres. Un corazón puro es necesariamente también un corazón despojado, que sabe abajarse y compartir la vida con los más necesitados. El encuentro con Dios en la oración, mediante la lectura de la Biblia y en la vida fraterna les ayudará a conocer mejor al Señor y a ustedes mismos. Como les sucedió a los discípulos de Emaús, la voz de Jesús hará arder su corazón y les abrirá los ojos para reconocer su presencia en la historia personal de cada uno de ustedes, descubriendo así el proyecto de amor que tiene para sus vidas.» (S.S. Francisco, Mensaje para la jornada de la juventud 2015).

Reflexión
Toda la vida de Jesús gira en torno a su Padre. Se puede decir que está realmente enamorado de Él. Busca complacerlo en todo y hacer de su voluntad la primera prioridad de su vida. "Señor, enséñanos al Padre y eso nos bastará". ¿Por qué pide esto Felipe que es el mismo discípulo que dijo a Jesús "enséñanos a orar?" Tal vez sea porque ve a Jesús tan alegre en su quehacer cotidiano de frente al Padre, porque ve que el estar con el Padre le da tanta energía y entusiasmo. Tal vez sea porque él mismo quisiera experimentar esa felicidad que ve Jesús cuando está con el Padre.

Jesús responde que el secreto de su gozo, es decir, estar con el Padre, no es tan oculto como parece. La clave está en estar con Jesús que siempre está cercano a nosotros, dispuesto a venir cuando lo llamemos.

Propósito
Al final del Evangelio dice Jesús que aquello que pidamos en su nombre lo concederá. Que la primera petición sea justamente esa: Jesús, quiero estar contigo, permíteme conocerte más.

Diálogo con Cristo
Jesús, eres camino, camino al Padre. Jesús eres verdad, verdad de que podemos conocer a Dios y amarlo. Jesús eres vida, vida que da la paz, la alegría y la fuerza que tanto deseamos como Felipe.

Felipe es un hombre que se fía de Cristo
Es aprender a ver el amor y la presencia de Dios en las circunstancias de la vida, tanto favorables como adversas.

Felipe el Apóstol, distinto del diácono Felipe (Hc 2,18), nació en Betsaida (Jn 1,44). Sabemos que Cristo le llama a su seguimiento y él a su vez acerca a Cristo a Natanael o Bartolomé (Jn 1,45), asegurándole que han encontrado al que anunciaban los profetas y animándole a ir a su busca (Jn 1,46). Encontramos a Felipe como interlocutor de Cristo en la multiplicación de los panes (Jn 6,5-7), añadiendo el Evangelio que lo hacía para probarle. Se presenta como portavoz de unos griegos que deseaban ver a Jesús (Jn 12,20-22). A él se dirige Jesús invitándole a reconocer al Padre en el Hijo hecho hombre (Jn 14,8-11). Nos presentan a Felipe como evangelizador de Escitia y sitúan su tumba en Hierápolis de Frigia (Turquia). Sus reliquias fueron trasladadas, junto con las del Apóstol Santiago, a Roma, donde reposan en la basílica de los dos Doce Apóstoles Celebramos su fiesta el 4 de Mayo.

Vamos a contemplar en la figura de Felipe especialmente un aspecto que se repite a lo largo de su contacto con el Maestro varias veces: Felipe es un hombre que se fía de Cristo. 

En los Evangelios la confianza en Dios se convierte desde el principio, tanto en una condición para seguir a Cristo como en una necesidad de cara a los milagros que Jesús hace. Con la fe se puede todo: se echan demonios, se devuelve la vista a los ciegos o la salud a los leprosos, se trasladan montes o árboles. Es impensable la relación con Cristo de los Apóstoles y de los Discípulos sin fe. Incluso podemos afirmar que la traición de Judas se empezó a gestar por culpa de su falta de fe en Jesús. El mismo Jesús enseña que sin fe no se puede agradar a Dios. Así en las diatribas a los fariseos les acusa de descuidar la fe (Mt 23,23). Pone la fe como condición para no perecer (Jn 3,16). La fe es también el camino seguro hacia la vida eterna (Jn 6,35-40). Y proclama dichosos a quienes sin ver crean (Jn 20, 24-29).

Para un cristiano la esencia de la confianza en Dios es contemplar en Jesucristo al Mesías, al Esperado de las Naciones, al Hijo de Dios que viene a salvarnos, que viene a guiarnos, que viene a enseñarnos, convirtiéndose así en "camino, verdad y vida". En esta confianza en Dios entra también la Iglesia, divina y humana, instrumento de salvación y certeza de los bienes futuros. Y entra también la Persona del Papa, Vicario de Cristo, Maestro de nuestra fe y Pastor de nuestros corazones. Fiarse de Dios es, pues, entregarse a Dios sin condiciones, sin exigencias, sin reticencias, en la certeza de que él es lo mejor que tenemos, El único que no nos puede fallar, la Verdad que nos puede guiar en la confusión de la vida. Fiarse de Dios es poner a su servicio nuestra inteligencia y nuestra libertad sin pedirle pruebas. Fiarse de Dios es creer de veras en el que tanto nos ama

En la vida de Felipe hay varios momentos en los que tiene que vivir la confianza a tope, es decir, fiarse de Cristo. A todo Apóstol, llamado por Cristo, se le exige de una forma radical fiarse de su Maestro. Es verdad que Cristo realizó grandes signos ante sus Apóstoles, como echar demonios, resucitar muertos, devolver la vista a los ciegos o la salud a los leprosos, pero indudablemente la confianza en él estaba más allá de estas cosas, porque la confianza no es asombro, sino entrega incondicional. Se puede en la vida admirar, pero no amar. Se puede en la vida asombrarse ante un gesto de alguien, pero ello no significa decisión de seguirlo. Se pude en la vida quedarse anonadado ante un líder, pero ello no lleva a dar la vida por él sin más. Vamos a recorrer esos momentos en que Felipe se fía de Cristo.

Sígueme (Jn 1,43). Es una de las pocas veces que Cristo, en el momento de llamar a sus Apóstoles, se dirige a uno de ellos con esta palabra. Nada sabíamos hasta ese momento de Felipe: ¿Quién era? ¿Quién le había acercado a Cristo? ¿Qué sabía él de Cristo? El caso es que Felipe escucha aquella invitación y a continuación él mismo acerca a Natanael a Cristo anunciándole que él es el Mesías de quien había hablado Moisés. En el comportamiento de Felipe percibimos e intuimos que se fía plenamente de Cristo. No le pide explicaciones; no le pregunta qué significa aquello de seguirle, no le pide tiempo para pensárselo.

Simplemente la personalidad de Cristo le cautiva de tal manera que él se entrega sin más. Allí comienza una vida de fidelidad, con sus altibajos, hasta ese momento culminante en que da la vida por el Maestro.

¿Dónde nos procuraremos panes para que coman éstos? (Jn 6,5-7). Nos encontramos ante una escena bellísima. Cristo se da cuenta de que le estaba siguiendo mucha gente y quiere ayudarles, no sólo espiritualmente, sino también materialmente. Se dirige a Felipe sin más y le hace la pregunta citada. El Evangelio dice intencionadamente que lo hace para probarle, porque él sabía lo que iba a hacer. El bueno de Felipe le hace un cálculo humano correcto: Doscientos denarios de pan no bastan para que cada uno tome un poco. Después viene el milagro. Detengámonos un momento realmente en lo que Cristo pretende con Felipe al hacerle aquella pregunta. Jesús quiere fortalecer la confianza absoluta de Felipe y por ello, a través de aquel milagro, le va a enseñar que él se debe fiar siempre de su Maestro, aunque las dificultades parezcan insalvables. Sin duda, tras el milagro, Felipe se dio cuenta de que en toda ocasión y circunstancia había que fiarse de Jesús. Así la fe de Felipe en Jesús maduró un poco más.

Señor, muéstranos al Padre y nos basta (Jn 14,8-9). Es como un arrebato de Felipe que escucha emocionado las tiernas palabras de Cristo sobre el Padre. Y Cristo le responde: ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en mí? Otra vez una invitación a la confianza plena. Es como si le dijera: "Cree en todo lo que te digo y enseño". El misterio de Dios sólo puede entrar en la mente humana a través de la fe, y por eso Cristo le está pidiendo que crea en las verdades que enseña agarrándose de la fe. Ese va a ser el medio con el que Felipe va a contar para recorrer el difícil camino de la vida, especialmente cuando muy pronto vaya a vivir el drama de la pasión y su fe se achique ante la muerte del Maestro.

Para nosotros cristianos, seguidores de Cristo, que arrastramos ya una historia de la Iglesia en la que se ha visto tan claramente la mano de Dios, es imperdonable el no fiarnos de Dios. Es realmente maravilloso el constatar cómo las puertas del mal no han prevalecido contra la Iglesia de Cristo. Y es que al cristiano de hoy le siguen alentando aquellas palabras de Jesús: Y he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28,20). Ante esta realidad, vamos a reflexionar qué implica para nosotros, hombres, este fiarnos de Cristo y las dificultades que encontramos a veces para ello.

Fiarnos de Dios para nosotros es, ante todo, doblegar nuestra mente con la humildad ante el que nos supera plenamente. Los hombres de hoy le damos excesiva importancia a nuestra razón. Exigimos que la razón sea la norma de la verdad. No somos conscientes de cómo nuestra razón puede estar tocada por el subjetivismo o el relativismo. Al vivir en un mundo tremendamente pragmático y empírico queremos que todo pase por la razón, incluso Dios. No somos conscientes de que Dios nos supera absolutamente y que, por tanto, no puede caber su infinitud en nuestra finitud. Sería como querer meter el mar en una pequeña charca. Por eso, una de las realidades que en la vida cotidiana embellece más a la razón es reconocer su propia pequeñez y sus limitaciones.

Precisamente en la fe puede encontrar la razón las certezas, las seguridades, el conocimiento que por sí misma no puede alcanzar. La humildad de la razón se llama lucha contra el racionalismo, el orgullo y la vanidad; y se manifiesta en la sencillez, en la conciencia de sus propias limitaciones y en la paz del que se fía en alguien que es más grande que ella, porque la ha creado.

Fiarnos de Dios para nosotros es, también, aprender a ver su amor y su presencia en las circunstancias de la vida, tanto favorables como adversas; es poner más nuestra confianza en él que en nuestros esfuerzos; es esperarlo más todo de él que de los demás. Es confiar en su Providencia que no permite que se nos caiga un pelo de la cabeza sin su consentimiento.

Muchas veces los cristianos damos la impresión de que, confiando en Él, tenemos miedo a que Dios se distraiga, no se entere, no nos eche una mano. Y tendríamos que hacer ver a los demás que la confianza en Dios está muy encima de nuestras seguridades personales. Da mucha paz al corazón del hombre que lucha todos los días por sacar un hogar adelante, por educar a los hijos, por mantenerse en el camino correcto la certeza de un Dios Padre que le acompaña, que siente con él, que le protege. Esta certeza es la confianza auténtica.

Fiarnos de Dios para nosotros es, finalmente, erradicar de cara al futuro esa ansiedad que nos lleva con frecuencia a olvidarnos de Dios y a poner nuestro corazón y nuestras fuerzas en objetivos que consideramos fundamentales para nuestra vida. A veces constatamos que el corazón es prisionero de la ansiedad, que vivimos desasosegados, que no tenemos tiempo para pensar en las verdades esenciales de la vida. No se trata de vivir el reto del futuro con inconciencia, sino más bien de encontrar respuestas para este futuro en el Corazón de Dios, no dejando de luchar al mismo tiempo por lo inmediato. El problema se agudiza cuando el futuro nos atormenta como si todo dependiera de uno mismo o de las circunstancias. Un cristiano no puede vivir en esa dinámica. Para algo nos fiamos de Dios, sabiendo al mismo tiempo que Dios nos apremia, nos exige, nos anima a luchar. Todo esto se podría aplicar al campo de la propia santidad, de la familia, de la vida profesional, de los retos personales. Impresiona en la vida de los Apóstoles como se lanzaron a un futuro incierto, solamente confiados en la Palabra de Aquél que los invitaba a seguirle. )¿e qué iban a vivir? ¿Y sus familias? ¿Y su futuro? ¿Y si fallaba el plan?

DOMINGO V DE PASCUA (B) Ac 9,26-31 / Y Yo 3,18-24 / Yo 15, 1-8.  3 de mayo de 2015

Cada domingo celebramos la Pascua con la Eucaristía que hace presente la muerte y la resurrección del Señor. Pero en el tiempo pascual la Iglesia hace especialmente presente el plan salvífico de Dios a favor de los hombres, recordando, mediante los ritos litúrgicos, el aniversario de los hechos de la redención. Porque la Pascua es la representación cultual y ritual de la acción salvadora del Señor en toda su amplitud y por ello la obra de la redención se hace presente y accesible a todas las generaciones humanas.

La celebración litúrgica de la Pascua, pues, nos permite adentrarnos en este misterio de amor y de unión con Dios. Porque "Cristo murió por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación "; es decir, para alzarnos a la comunión de la vida divina, participar de la naturaleza de Dios y hacernos hijos en su Hijo.

A lo largo de la Historia de la Salvación, Dios ha demostrado que quería unirse con los hombres mediante las diversas alianzas hechas con Abraham, los Patriarcas y Moisés.

Eligió Israel para ser su pueblo escogido, "viña selecta y predilecta, pero que, al fin, no dio frutos de justicia, sino de injusticia ". El propósito de Dios, sin embargo, se cumplió enviando a su Hijo al mundo: "a fin de reunir todos los hijos dispersos". En la última cena Jesús oró: "Que estos, y todos los que crean a través de su palabra, sean uno, como tú, Padre, y yo somos uno, que también ellos sean uno con nosotros ". Y "Yo y el Padre vendremos y haremos morada con aquellos que guarden mi palabra ". Y por eso él, en la su Pascua, "se consagró, para que todos seamos consagrados en la verdad y, llegados a la unidad perfecta, el mundo pueda conocer que tú, Padre, me has enviado, y contemplen la gloria que tenía antes de la creación del mundo ". Hoy, el Evangelio nos da una imagen de esta unidad. "Yo soy, dice Jesús, la cepa verdadera y vosotros los sarmientos. No puede dar fruto si no está en mí. Quien está en mí y yo en él da mucho fruto ". Los sarmientos pueden frutar porque reciben la savia que los aportan las raíces y el tronco de la vid. Esta savia es el mismo Espíritu Santo que Jesús glorificado y sentado a la derecha del Padre, derrama en nuestros corazones. Ya que le ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.

Es necesario, pues, estar bien unidos a Cristo para tener vida y dar fruto. Y esto es posible por la guarda de su mandato: "creer que Cristo es el Hijo y amar a los hermanos", tal como nos ha enseñado San Juan. Ya que "si cumplimos sus mandamientos, él está en nosotros y nosotros en él. Y, por el Espíritu Santo que nos ha dado, conocemos que él está en nosotros ".

"La voluntad del Padre es que demos frutos abundantes". Estos frutos nos los puede indicar San Pablo, el Apóstol "para quien vivir es Cristo y morir una ganancia". Dice: "Los que habéis sido bautizados en Cristo ha muerto y ha resucitado en Cristo sueldo nuevas criaturas. La vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Buscad las cosas de arriba, no las de la tierra ". "Comportaos sesión de acuerdo con el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne. Los frutos del espíritu son: amor, gozo, paz, paciencia, benevolencia, bondad, fidelidad, dulzura y dominio de uno mismo. Si vivimos gracias al Espíritu, comportamos hacernos conforme al Espíritu. No nos cansemos de hacer el bien ". Tenemos aquí todo un programa de vida en Cristo resucitado. Esto es vivir la Pascua. Que la Eucaristía de hoy nos haga más capaces.

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