"Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación."

Confianza y responsabilidad

Al evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».

Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?

Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.

No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.

Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas: ¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?

Hemos de preguntarnos todavía algo más: ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna? ¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?

Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.
José Antonio Pagola

Ascensión del Señor - B
(Marcos 16,15-20)
17 de mayo 2015

VII DOMINGO DE PASCUA. LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR A LOS CIELOS 
(Act 1, 1-11; Sal 46; Ef 4, 1-13; Mc 16, 15-20)

NUESTRO DESTINO
Se ha cumplido la cuarentena pascual. Hoy se nos ofrece celebrar la Pascua definitiva en Cristo, pues Él, una vez que resucitó de entre los muertos y confirmó a los suyos en la certeza de que estaba vivo, “después de hablarles, subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios” (Mc 16, 19). El que bajó del cielo ha vuelto al seno del Padre, pero no sin nosotros. El Hijo de Dios, el que se encarnó, padeció, murió y resucitó, ha ascendido a la gloria con nuestra humanidad glorificada. En Cristo los humanos hemos alcanzado nuestro propio destino. Los personajes celestes - “dos hombres vestidos de blanco”- que se les presentaron a los apóstoles, les aseguraron no solo que su Maestro había subido al cielo, sino que volvería: “Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.» (Act 1, 11). Hoy se nos revela nuestro destino.

No estamos hechos para contemplar la propia destrucción y quedar sometidos al imperio de la muerte. El que ha vencido a la muerte nos ha adelantado en su propia carne el proyecto de nuestra plenitud humana: “… hasta que lleguemos todos a la unidad en la fe y en el conocimiento del Hijo de Dios, al hombre perfecto, a la medida de Cristo en su plenitud” (Ef 4, 13).

Nuestro triunfo deberá pasar por la paradoja de la mortalidad, pero no es injusto ni vano el deseo de inmortalidad que albergamos cada uno en el corazón y como imaginario colectivo.

La fe que nos anima no es un don para consolarnos al pensar que algunos de los nuestros alcanzan el triunfo, y a la manera de unas olimpiadas o concurso deportivo nos sintamos ganadores en los que obtienen las medallas, bien porque seamos de su origen o nación, bien porque estemos afiliados a su equipo. Cada uno tenemos la vocación de eternidad y la promesa de alcanzarla.

Desde la perspectiva que trasciende lo visible, gracias el regalo de la fe, acontece un incentivo esperanzador, que nos libera de perecer sin horizontes, sumergidos en la constatación permanente de la fragilidad, y en el tránsito de lo caduco. Si así fuera deberíamos consolarnos con la evasión, y difícilmente tendríamos argumento para superar la tentación de la desesperanza.

La Ascensión de Jesucristo a los cielos nos muestra cuál es nuestro destino. Y la consecuencia es que vivamos la profecía de la meta que Él alcanza hoy.

Ascensión del Señor - Tiempo Pascual Ac 1,1-11; Ef 4,1-13; Mc 16,15-20

La Ascensión del Señor preparada por cuarenta días de Ejercicios. Las contemplaciones de la Ascensión de Lucas, tanto en el evangelio, como en los Hechos de los Apóstoles, hacen pensar en una especie de Ejercicios Espirituales que el Resucitado propone y "acompaña" a sus íntimos. Será el paso del "conocimiento externo" en el "conocimiento interno" del Señor, el paso de comprenderlo como "Jesús histórico" a reconocerlo como el "Cristo de la fe". La contemplación que Lucas hace del proceso de los discípulos con Jesús, será la de un proceso lento, lleno de consolaciones y desolaciones, de luz y oscuridad, de fe y duda, de "ver" y "no ver". El paso de entender de manera muy superficial, a la "iluminación" mística.

1. Basta que conocían a Jesús "por fuera". Y Dios-es nada, como el que lo conocían y amaban! Con él hicieron muchas veces la experiencia de la solidaridad: no podrán olvidar nunca, cuando los pocos panes llegaron a todos, y ellos descubrieron que era posible una humanidad de hermanos ... sin pobres y ricos ...!

Hicieron la experiencia de romper situaciones endiabladas, de "desdimoniar" personas "poseídas" de malos espíritus, de humanizar los infrahumanos, los rotos por dentro ... Experimentaron que era posible incluir los excluidos de la sociedad: el extranjero, como el Centurión o Cananea; el leproso del que todos huyen, "que no nos contamine!"; los publicanos y pecadores, con los que está a la mesa ...; los "últimos" que para Él son los primeros! Con Jesús sintieron que Dios no era "enemigo" al que había que "apaciguar" ..., y que tampoco lo eran los prójimos. Con Jesús "tocaron" Dios, sintieron al lado, el respiraron. Los invadió la paz y reconciliación, y percibieron que en su entorno se iba creando una nueva humanidad. Realmente era un gran profeta, el hijo del Hombre, el Mesías.

2. Pero su fue una comprensión poco "cristiana". Por eso a la primera de cambio, con una excelente buena voluntad, cuando Pedro en nombre de todos, el confiesa Mesías, pero enseguida muestra que está pensando en un Mesías poderoso: "lejos de ti la cruz y el fracaso!"

. El Mesías no puede ser un Crucificado, un perdedor.

Una comprensión a la altura de la de Satanás en las Tentaciones del Desierto: "El Mesías llega desde la riqueza, poder, prestigio". Ni hay que añadir los diversos episodios de una ingenua "corrupción", como cuando los dos Zebedeus pretenden la derecha y la izquierda del Rey Mesías, y los otros diez compañeros se llenan de celos, porque estos dos compañeros han avanzado en buscar influencias. Están pensando en un Dios y un Mesías infantil que les saque las castañas del fuego ...! En vez de dejar que el Maestro vaya haciendo de ellos hombres libres, solidarios, capaces de encajar la compleja condición humana.

3. Y todo desembocó en un estrepitoso e inesperado fracaso: una cruz, un cadaver. Qué lástima, comentaban entre ellos los de Emaús, de todo aquello, nada de nada! Por ello se borran de la "comunidad" que había creado Jesús y que rememoravem más arriba (epígrafe 1). No vale la pena medirse con el Reino, con las cosas grandes, más vale volver al realismo de "la caseta y el huerto", lejos de utopías. Era necesario que perdieran la fe falsa: la del Dios-todopoderoso-soluciona-problemas [que ha creado tanto de ateísmo]. Como los niños, habían hecho todopoderoso al padre (Freud), y fue la gran decepción ...

Ahora, en estos "Cuarenta días de Ejercicios" deben recuperar la "humanidad" de Jesús, tan "normalita" (como Freud dice que el niño debe recuperar un padre bien "normalito"). Y justamente, encajando la "humanidad" del Señor, hasta asumir toda su debilidad (la kénosis), harán el descubrimiento de la "divinidad" de Jesús. Será el paso del "conocimiento externo" del Señor, en el "conocimiento interno"

3. Lenta recuperación de Jesús (40 días). Hacia el "conocimiento interno".  La lectura de hoy de los Hechos de los Apóstoles es de un detallismo magnífico, que vale la pena leer despacio. Testimonia que cuesta mucho ver la divinidad del Resucitado tras la debilidad de la humanidad: es un largo proceso acompañado por Jesús que dura 40 días. Y hasta el último día no comprenderán; justo cuando ya no esté con ellos, arrebatado por una nube, como contempla poéticamente el relato. Ahora saben decir: Ah! aquel hombre-hombre, era Dios! Por lo tanto Dios es débil, contingente, se cansa, tiene una madre, llora, suda sangre, muere con un grito en la cruz. Es uno más de los humanos que tienen hambre, nacen en una cueva, son inmigrantes en Egipto, desplazados, están en la mazmorra del palacio de los Pilatos de turno.

Cuarenta días en que Jesús, el catequista, les hace comprender que "el crucificado es el resucitado" y que por tanto, "el resucitado es el crucificado".

4. La fe que les es dada en los Cuarenta días. Concretamos sólo tres puntos. Es el descubrimiento de otro Dios, un Dios débil, solidario de nuestros fracasos, un Dios crucificado, un Salvador crucificado

No hay que mirar hacia arriba para encontrar a Dios, sino en la tierra. Esta es la última reflexión que les es hecha por ángeles, al final del relato, cuando el Señor ya no está. Una vez que han captado esto, Jesús ya puede desaparecer, como Emaús. No lo necesitan fuera, lo tienen en el corazón. Pronto el Espíritu Santo los acabará de dar "conocimiento interno" que los haga ser nuevos "cristo", cristianos. Y repetirán lo que hacía Jesús en favor de todos.

Evangelio según San Marcos 16,15-20. 

Entonces les dijo: "Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena Noticia a toda la creación." 

El que crea y se bautice, se salvará. El que no crea, se condenará. Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los curarán". 

Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está sentado a la derecha de Dios. 

Ellos fueron a predicar por todas partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los milagros que la acompañaban. 

Liturgia siríaca 

«¡Felicitadme!, he encontrado la oveja que se me había perdido» (Lc 15,6)

En el día de la Ascensión, oh Cristo Rey
los ángeles y los hombres te aclaman:

«Tú eres santo, Señor, porque has descendido y has salvado a Adán,
al hombre hecho de polvo (Gn 2,7),
del abismo de la muerte y del pecado,
y por tu santa Ascensión, oh Hijo de Dios,
los cielos y la tierra entran a gozar de la paz.
¡Gloria a aquél que has enviado!»
La Iglesia ha visto a su Esposo en la gloria,
y ha olvidado los sufrimientos soportados en el Gólgota.
En lugar del peso de la cruz que llevaba
es una nube luminosa la que lo lleva.
Y él se levanta, vestido de esplendor y majestad.

Un gran prodigio tiene lugar hoy en el monte de los Olivos:
¿Quién es capaz de decirlo?...
Nuestro maestro había descendido buscando a Adán
y después de haber encontrado al que estaba perdido,
lo trae sobre sus espaldas
y glorioso lo introduce en el cielo con él (cf Lc 15, 4s).
Vino y nos mostró que era Dios;
se revistió de un cuerpo y nos mostró que era hombre;
descendió a los infiernos y mostró que había muerto;
subió y ha sido exaltado y nos ha mostrado cuán grande es.
¡Bendita sea su exaltación!

En el día de su nacimiento, María se alegra,
en el día de su muerte, la tierra tiembla,
en el día de su resurrección, el infierno se aflige,
en el día de su ascensión, el cielo exulta.
¡Bendita sea su Ascensión!

17 de mayo 2015 La Ascensión del Señor Hch 1, 1-11

«Galileos ¿por qué estáis mirando al cielo?» Hoy sigue vigente la pregunta: ¿qué estamos mirando? qué estás mirando ?. Jesús no ha desaparecido; estamos en una situación parecida al pueblo de Israel que atravesaba el desierto; Dios se hacía presente en medio de la nube, y esto hizo sacar adelante todo el pueblo. Debemos tener muy presente como termina el texto de hoy: «Este Jesús ... volverá» Señor que sepa contemplarte cuando estás volviendo en el corazón de los hombres, en mi corazón. Enséñame a verte.


San Pascual Bailón
Religioso. Año 1592. 

Nació en Torre Hermosa, Aragón, España. Es el patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna. Su gran amor fue la Sagrada Eucaristía.    Desde los campos donde cuidaba las ovejas de su amo, alcanzaba a ver la torre del pueblo y de vez en cuando se arrodillaba a adorar el Santísimo Sacramento. En esos tiempos se acostumbraba que al elevar la Hostia el sacerdote en la Misa, se diera un toque de campanas. Cuando el pastorcito Pascual oía la campana, se arrodillaba allá en su campo, mirando hacia el templo y adoraba a Jesucristo presente en la Santa Comunión.    Como religioso franciscanos sus oficios fueron siempre los más humildes: portero, cocinero, mandadero, barrendero. Durante el día, cualquier rato que tuviera libre lo empleaba para estarse en la capilla, de rodillas con los brazos en cruz adorando a Jesús Sacramentado. Por las noches pasaba horas y horas ante el Santísimo Sacramento.

Pascual compuso varias oraciones muy hermosas al Santísimo Sacramento Sus superiores lo enviaron a Francia a llevar un mensaje. Llegado a Francia, descalzo, con una túnica vieja y remendada, lo rodeó un grupo de protestantes y lo desafiaron a que les probara que Jesús sí está en la Eucaristía. Pascual, habló de tal manera bien de la presencia de Jesús en la Eucaristía, que los demás no fueron capaces de contestarle. Lo único que hicieron fue apedrearlo. Había recibido de Dios ese don especial: el de un inmenso amor por Jesús Sacramentado. Siempre estaba alegre, pero nunca se sentía tan contento como cuando ayudaba a Misa o cuando podía estarse un rato orando ante el Sagrario del altar. Pascual nació en la Pascua de Pentecostés de 1540 y murió en la fiesta de Pentecostés de 1592, el 17 de mayo (la Iglesia celebra tres pascuas: Pascua de Navidad, Pascua de Resurrección y Pascua de Pentecostés.

Pascua significa: (paso de la esclavitud a la libertad)   Los milagros que hizo después de su muerte, fueron tantos, que el Papa lo declaró santo en 1690.

El Sumo Pontífice nombró a San Pascual Bailón Patrono de los Congresos Eucarísticos y de la Adoración Nocturna.

Oremos

Tú, Señor, que concediste a San Pascual Bailón el don, de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

El mandato de ir a todo el mundo y la Ascensión
Resurrección y Ascensión. Id y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.


Los once apóstoles se reunieron en Galilea donde había tantos discípulos del Señor. Se reúnen en un monte que pudo ser el Tabor o quizá el de las bienaventuranzas, no lo sabemos con certeza. Allí Jesús les da una misión importantísima. "Los once discípulos marcharon a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Y, al verlo, le adoraron; pero otros dudaron. Y acercándose Jesús les habló: Se me ha dado todo poder en el Cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo cuanto os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo"(Mt).

La misión de Jesús
Jesús poseía una misión del Padre que era realizar la redención para la salvación de los hombres. El Hijo, junto al Padre, envía al Espíritu Santo para que de vida divina a los hombres. Ahora va a hacer partícipes de esa misión a los discípulos, y les da el mandato apostólico de difundir la palabra y la vida que Él mismo ha conquistado.

Esta misión no tiene límites en el espacio: abarca a todos los pueblos de todos los tiempos. Los discípulos quedan consternados por la grandeza de la vocación. Deben abrirse a todas las culturas de todos los hombres. El mundo se hace pequeño. La salvación ya no se refiere sólo al privilegiado pueblo de Israel, sino a todos los pueblos con tantas tradiciones religiosas tan distintas. Esta misión es un mandato imperativo, no sólo un consejo. Tienen la obligación de realizarlo. Y no sólo se refiere a los apóstoles sino que se dirige a todos los creyentes. Sus vidas no pueden reducirse a vivir una vida interior intensa, pero aislada. Deben abrirse al mundo y difundir la verdad de Jesucristo.

El mandato
Pero no sólo predicarán la verdad, sino también deben bautizar a los que crean, y en el nombre de Dios en sus tres divinas personas: El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. El Bautismo será la puerta de entrada en la Iglesia, después vendrá el despliegue de toda la vida divina de la gracia en el alma. Pero, de momento, a los bautizados se les perdonan los pecados, y se les da la vida conquistada por Cristo en la Cruz, la vida resucitada de Jesús, una vida para no morir. El nuevo Pueblo de Dios se constituirá a partir de ese Bautismo que conduce a los demás misterios de vida, cuyo culmen es la Eucaristía.

Esta misión tiene límites en el tiempo, pues concluirá en el fin del mundo, cuando Jesucristo venga en toda su gloria y sus ángeles con Él entonces la muerte será definitivamente vencida y se constituirá el Reino en toda su perfección.

Acompañados por Jesús
No deben tener miedo ante la grandeza de la misión, pues se dará siempre un presencia de Cristo entre los cristianos. Nunca estarán solos, ni abandonados, aunque, en ocasiones tengan que experimentar la Cruz como Jesús. Es más, vencerán enemigos poderosos. "El que crea y sea bautizado, se salvará; pero el que no crea, se condenará. A los que crean acompañarán estos milagros: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes y, si bebieran algún veneno, no les dañará; impondrán las manos sobre los enfermos y quedarán curados"(Mc). La salvación llegará por el diálogo con Dios, que es la fe, y por el bautismo; el rechazo consciente de Cristo es la condenación. La urgencia de la difusión apostólica es grande, y los enemigos, simbolizados en serpiente y venenos, serán superados; es más, vencerán a los demonios y hablarán lenguas nuevas. Los horizontes de aquellos primeros, que eran pocos, como el fermento de la masa del mundo, se amplían al máximo. Es una verdadera aventura interior y exterior.

La Ascensión
"Y después de decir esto, mientras ellos miraban, se elevó, y una nube lo ocultó a sus ojos"(Act). Se elevó alzando las manos y bendiciéndoles (Lc). Es el punto final de la vida de Jesús en la tierra. Se completa el ciclo del plan divino. Primero desciende, se hace hombre, y se abaja hasta el extremo en la cruz. Así toma al hombre en su miseria, se hace uno de nosotros en nuestra condición caída, y vence esta situación, pues paga el precio del rescate por el pecado. Vence a la muerte. Al tercer día recibe una vida nueva, una vida para no morir, una vida más divinizada, aunque plenamente humana. Y comienza una nueva humanidad. Ahora se eleva al cielo. Jesús vive junto al

Padre también como hombre. La humanidad ha alcanzado en él el máximo progreso, la máxima perfección. Ya no se puede aspirar a más. Y como hombre está a la derecha del Padre, es decir rey y juez de toda la creación, cabeza de la nueva humanidad. Cabeza de la Iglesia que es el Cuerpo místico de Cristo, el Nuevo Pueblo de Dios peregrinante en la historia hasta la consumación. Se va, pero no abandona a los hombres, pues está presente de muchas maneras. Está en los sacramentos, está en la gracia que vivifica a los hombres.

"Cuando estaban mirando atentamente al cielo mientras Él se iba, se presentaron junto a ellos dos hombres con vestiduras blancas que dijeron: Hombres de Galilea, ¿qué hacéis mirando al cielo? Este mismo Jesús, que de entre vosotros ha sido elevado al cielo, vendrá de igual manera que le habéis visto subir al cielo"(Act). Y les recuerdan que la plenitud de los tiempos que acaban de comenzar será superada por la segunda venida en gloria de Jesús al final de los tiempos.

La Ascensión no es una despedida

Gracias al Evangelio de San Lucas y a los Hechos de los Apóstoles, del mismo autor, sabemos que después de resucitar y de diversas apariciones,Jesucristo se encaminó a las afueras de Jerusalén, en dirección a Betania y, mientras bendecía a los suyos, se alejó de ellos elevándose al cielo. Ellos se quedaron mirando a lo alto hasta que dos varones con hábitos blancos les dijeron: «Hombres de Galilea, ¿qué estáis mirando al cielo? Ese Jesús que ha sido arrebatado de entre vosotros, vendrá como le habéis visto ir al cielo». Ante este episodio final de la estancia de Jesús sobre la tierra, el pensamiento se muestra incapaz de ahondar en la grandeza del misterio, y si los apóstoles levantaron la cabeza, nosotros la bajamos en señal de humilde acatamiento, porque no somos tan orgullosos de pensar que nuestra inteligencia es la medida de todas las cosas.

Algunos pensarán que aceptar el misterio es propio de personas crédulas y poco instruidas o sin la necesaria capacidad crítica. En este sentido, una cumbre intelectual como Jean Guitton escribió: «Mi fe es más sabia que la del pueblo, más instruida, pero no es más fuerte. No hay dos clases de verdad: una que es burda y buena para la masa, otra que es sutil, que se reserva para algunos iniciados. Una para el pueblo, otra para la élite. Una para la campesina y otra para el profesor de la Sorbona. Una para el párroco de pueblo y otra para el teólogo licenciado».

¿Qué nos dice la Ascensión del Señor? Que se va al Cielo y que no nos abandona. No es una despedida. Se queda con nosotros, de una forma mística en el interior de cada uno, y como cabeza de la Iglesia, institución única de carácter sobrenatural que fundó para prolongar su presencia en el mundo.

Antes de la Ascensión, Jesucristo dijo a los suyos: «Recibiréis el poder del Espíritu Santo, que vendrá sobre vosotros, y seréis mis testigos en Jerusalén, en Samaria y hasta el extremo de la Tierra». En Pentecostés se cumple la promesa y desde entonces los cristianos estamos llamados a difundir la noticia gozosa del Evangelio. Es una tarea en la que no estamos solos, sino que somos instrumentos suyos. Somos «humildes trabajadores en la viña del Señor», como dijo de él mismo Benedicto XVI el día de su elección, o los operarios llamados a trabajar porque «la mies es mucha y los obreros pocos». Jesús nos guía en este trabajo apasionante.

Las cuatro monjas santas

Con la asistencia en la ceremonia del presidente palestino, Mahmud Abas
El Papa canoniza a cuatro monjas, dos de ellas palestinas

Invitó a "rezar por el querido pueblo de Burundi que está viviendo un momento delicado"

José Manuel Vidal, 17 de mayo de 2015 a las 11:43

Nuestra fe está vinculada al testimonio de los apóstoles, como en una cadena ininterrumpida a lo largo de los siglos

José M. Vidal).- Fiesta de la santidad, de la vida consagrada y de Palestina en Roma.Cuatro monjas elevadas a los altares por el Papa. Dos de ellas, palestinas, días después de que el Vaticano reconociese al Estado palestino, con la presencia de Mahmud Abas, el presidente palestino. En su homilía, Francisco invitó a "permanecer en Cristo" para dar frutos de santidad, "como las cuatro mujeres, que la Iglesia nos invita a imitar".

Tras la petición del prefecto de las Causas de los Santos y las letanías, el Papa declara santas a las cuatro religiosas. Las dos monjas palestinas son Sor Marie Alphonsine Ghattas, fundadora de congregación del Santo Rosario, la carmelita descalza María de Jesús Crucificado. A ellas se suman Jeanne Emilie de Villeneuve, de Francia, y María Cristina de la Inmaculada Concepción de Italia.

Tras la proclamación, la exposición de las reliquias de las cuatro nuevas santas y las gracias del cardenal Amato y de los postuladores y postuladoras de las nuevas santas.

El Evangelio fue cantado primero en latín y, después, en griego. Y hasta el Papa cantó (quizás por vez primera) una breve invocación en griego.

Algunas frases de la homilía del Papa

"Ser testigos de la resurrección de Jesús"

"La misión de anunciar a Cristo no es una tarea individual, sino para vivir de una forma comunitaria"

"Nuestra fe está vinculada a su testimonio, como en una cadena ininterrumpida a lo largo de los siglos"

"Permanecer en Cristo resucitado y en su amor"

"El secreto de los santos es permanecer en Cristo, unidos a Él como los sarmientos a la vid"

"El amor resplandece en los santos"

"Cultivar la oración contemplativa"

"Esto hicieron las cuatro santas hoy proclamadas"

"Su luminoso ejemplo interpela nuestra vida cristiana"

"¿Cómo permanezco en el amor de Dios? ¿Soy capaz de sembrar la semilla de la unidad?"

"Siguiendo las huellas de estas cuatro mujeres modelos de santidad, que la Iglesia nos invita a imitar"

 
Texto completo de la homilía del Papa

"Los Hechos de los Apóstoles nos presentaron la Iglesia naciente en el momento en el que elije a quien Dios ha llamado a tomar el lugar de Judas en el Colegio Apostólico. No se trata de tomar un cargo sino un servicio. De hecho Matías, sobre quien la elección recayó, recibe una misión que Pedro define así: "Es necesario que alguien [...] se vuelva junto con nosotros, testigo de su resurrección" - la resurrección de Cristo (Hechos 1: 21-22).

Con estas palabras él resume lo que significa ser parte de los Doce: significa ser testigo de la resurrección de Jesús. El hecho de que diga "con nosotros" hace entender que la misión de proclamar a Cristo resucitado no es una tarea individual: sino que es vivir como una comunidad, con el colegio apostólico y con la comunidad.

Los Apóstoles tuvieron la experiencia directa y maravillosa resurrección; son testigos oculares de este evento. Gracias a su testimonio creíble muchos creyeron; y de la fe en Cristo resucitado nacieron y nacen continuamente comunidades cristianas.

También nosotros, hoy basamos nuestra fe en el Señor Resucitado en el testimonio de los Apóstoles, que nos llegó por la misión de la Iglesia. Nuestra fe está sólidamente ligada a su testimonio como a una cadena ininterrumpida que se ha ampliado durante los siglos, no sólo por los sucesores de los Apóstoles, sino por generaciones y generaciones de cristianos.

A imitación de los Apóstoles, de hecho, todo discípulo de Cristo está llamado a ser testigo de su resurrección, especialmente en los ambientes humanos donde es más fuerte el olvido de Dios y la confusión humana.

Para que esto suceda, debemos permanecer en Cristo resucitado y en su amor, como hemos recordado la primera carta de Juan: "El que permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él" (1 Jn 4, , 16). Jesús lo repitió en diversas ocasiones a sus seguidores: "Permaneced en mí ... Permaneced en mi amor" (Jn 15: 4,9).

Este es el secreto de los santos: permanecer en Cristo, unidos a Él como el sarmiento a la vid, para dar mucho fruto (cf. Jn 15, 1-8). Y este fruto no es otro que el amor. Este amor brilla en el testimonio de la hermana Jeanne Emilie de Villeneuve, quien dedicó su vida a Dios y a los pobres, los enfermos, los presos, explotados, convirtiéndose para ellos y para todos signo concreto del amor misericordioso del Señor.

 

La relación con Jesús resucitado es la "atmósfera" en la cual vive el cristiano y en la que se encuentra la fuerza para permanecer fiel al Evangelio, incluso en medio de obstáculos e incomprensiones.

"Permanecer en el amor": Sor María Cristina Brando también lo hizo. Ella fue completamente conquistada por el amor ardiente del Señor; y de la oración, del encuentro corazón a corazón con Jesús resucitado, presente en la Eucaristía, de allí recibió la fuerza para soportar el sufrimiento y donarse como pan partido a muchas personas lejanas de Dios y hambrientas del amor verdadero .
Un aspecto esencial del testimonio del Señor Resucitado es la unidad entre nosotros, sus discípulos, como la que existe entre Él y el Padre. Y la oración de Jesús en la víspera de su pasión ha resonado hoy en el Evangelio: "Que sean una sola cosa como nosotros" (Jn 17, 11).

De este eterno amor entre el Padre y el Hijo, que se extiende en nosotros por el Espíritu Santo (cf. Rm 5, 5), toma fuerza nuestra misión y nuestra comunión fraterna; de allí nace siempre nuevamente la alegría de seguir al Señor en el camino de su pobreza, de su virginidad y obediencia; y ese mismo amor llama a cultivar la oración contemplativa.

  

Sor Marie Baouardy lo ha experimentado de manera eminente, que aunque humilde y analfabeta, sabía cómo dar consejos y explicaciones teológicas con gran claridad, fruto del diálogo continuo con el Espíritu Santo. La docilidad al Espíritu Santo la ha hecho instrumento de encuentro y comunión con el mundo musulmán. Así también Sor María Alphonsine Danil Ghattas ha entendido bien lo que significa irradiar el amor de Dios en el apostolado, convirtiéndose en testigo de mansedumbre y unidad. Ella nos ofrece un claro ejemplo de la importancia de volvernos responsables los unos de los otros, de vivir uno al servicio de los otros.

Permanecer en Dios y en su amor, para anunciar con la palabra y con la vida la resurrección de Jesús, siendo testigos de unidad entre nosotros y de caridad hacia todos. Esto hicieron las cuatro santas hoy proclamadas.

Su brillante ejemplo también nos interroga sobre la vida cristiana: ¿Cómo soy testigo del Cristo resucitado?, es una pregunta que debemos hacernos. ¿Cómo permanezco en él, ¿cómo vivo en su amor?, ¿soy capaz de "sembrar" en la familia, en el trabajo, en mi comunidad, la semilla de esta unidad que él nos dio, haciéndonos participar en la vida trinitaria?

Al regresar a casa, llevemos con nosotros la alegría de este encuentro con el Señor resucitado; cultivemos en el corazón el compromiso de permanecer en el amor de Dios, permaneciendo unidos a Él y entre nosotros, y siguiendo los pasos de estas cuatro mujeres, modelos de santidad, que la Iglesia nos invita a imitar.

Saludos del Papa. Invitó a"rezar por el querido pueblo de Burundi que está viviendo un momento delicado. Que el Señor ayude a todos a evitar la violencia y a buscar lo mejor para el país".

Al final de esta celebración, deseo saludar a todos ustedes que han venido a rendir homenaje a las nuevas Santas, de manera particular a las Delegaciones oficiales de Palestina, Francia, Italia, Israel y Jordania. Saludo con afecto a los Cardenales, a los Obispos, a los sacerdotes, así como también a las hijas espirituales de las cuatro Santas. El Señor conceda por su intercesión un nuevo impulso misionero a los respectivos países de orígen. Inspirándose en su ejemplo de misericordia, de caridad y de reconciliación, los cristianos de estas tierras miren al futuro con esperanza, continuando por el camino de la solidaridad y de la convivencia fraterna. Hago extensivo mi saludo a las familias, a los grupos parroquiales, a las asociaciones y a las escuelas presentes, en particular a los confirmados de la Arquidiócesis de Génova. Dirijo un pensamiento especial a los fieles de la República Checa, reunidos en el santuario de Svaty Kopećek, en Olomouc, que hoy conmemoran los veinte años de la visita de san Juan Pablo II.
Ayer, en Venecia ha sido proclamado beato el sacerdote Luigi Caburlotto, párroco, educador y fundador de las Hijas de San José. Damos gracias a Dios por este Pastor ejemplar, que condujo una intensa vida espiritual y apostólica, dedicada toda al bien de las almas. Quisiera también invitar a rezar por el querido pueblo de Burundi, que está viviendo un momento delicado: el Señor ayude a todos a evitar la violencia y a actuar responsablemente por el bien del País. Nos dirigimos ahora con amor filial a la Virgen Maria, Madre de la Iglesia, Reina de los Santos y modelo de todos los cristianos.

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