“Para que en mí encontréis la paz”

Francisco, ¿a Cuba?

"Bajo este papa, la política exterior del Vaticano mira hacia el Sur"
La revolución de Francisco también pasa por la diplomacia
Los católicos conservadores son abiertamente hostiles a su pontificado

Redacción, 17 de mayo de 2015 a las 19:57

Algunos católicos se sienten incómodos con el cambio que Francisco ha introducido en una de las instituciones más conservadoras del mundo

Las duras críticas del Papa Francisco a la globalización y la desigualdad lo mostraron hace largo tiempo como un líder que no teme mezclar la teología y la política. Ahora también está mostrando el poder diplomático del Vaticano. El año pasado, el Santo Padre ayudó a mediar en un acuerdo histórico entre Cuba y Estados Unidos después de medio siglo de hostilidades.

Esta semana, su despacho anunció el primer acuerdo formal entre el Vaticano y el Estado de Palestina -un tratado que da peso legal al reconocimiento de la Santa Sede al Estado palestino de facto, a pesar de la molestia de Israel.

El Sumo Pontífice crispó los ánimos el mes pasado en Turquía al llamar "genocidio" a la masacre de 1,5 millones de armenios a comienzos del Siglo XX, un hecho que Ankara niega.

Después del introvertido pontificado de su predecesor, el Papa Benedicto XVI, Francisco ha vuelto de alguna manera a la diplomacia activa del Vaticano que practicaba el trotamundos Papa Juan Pablo II, cuya contribución al fin de la Guerra Fría es reconocida por muchos.

Gran parte de su esfuerzo se ha concentrado en mejorar las relaciones entre los diferentes credos y proteger a los cristianos perseguidos en Oriente Medio, una prioridad de la Iglesia Católica.

Su diplomacia, sin embargo, está menos alineada con un bando que la vista durante los 27 años de pontificado de Juan Pablo II, en un mundo cada vez más fracturado geopolíticamente donde no hay dos bloques claros en disputa.

Esto se ve reforzado porque se trata del primer papa latinoamericano del mundo, una región cuya turbulenta historia, extendida pobreza y una relación de amor y odio con Estados Unidos le han dado antecedentes políticos totalmente diferentes a los de cualquiera de sus predecesores europeos.

"Bajo este papa, la política exterior del Vaticano mira hacia el sur", dijo Massimo Franco, un reconocido analista político italiano y autor de varios libros sobre la Santa Sede.

Franco dijo que el Santo Padre se había cuidado de apoyar a un bando en temas como Ucrania, donde nunca ha definido a Rusia como un agresor, pero siempre se ha referido al conflicto entre el Gobierno y los rebeldes respaldados por Moscú como una guerra civil.

Ese enfoque busca garantizar que Francisco mantenga su credibilidad en países como Siria, Rusia o Cuba, todas naciones en las que el Sumo Pontífice siente que puede ayudar a los cristianos locales de mejor manera al mantener un rumbo independiente.

Muchos católicos conservadores están descontentos con la atención que el papa ha puesto en asuntos como la injusticia económica y su tono relativamente tolerante con temas sociales sensibles como la homosexualidad y el estatus de las personas divorciadas, por lo que posturas marcadas en temas diplomáticos delicados podrían provocar más división en la Iglesia.

En ese punto se enfrentará a una prueba en septiembre, durante su próxima visita a Estados Unidos, donde algunos católicos conservadores son abiertamente hostiles a su pontificado.

Después de ayudar a propiciar el acuerdo del año pasado para restaurar las relaciones diplomáticas entre La Habana y Washington, Francisco recibió críticas de varios conservadores estadounidenses, incluido Marco Rubio, un candidato a la nominación presidencial del Partido Republicano.

Rubio, hijo de inmigrantes cubanos y católico practicante, evitó exhortar directamente al Papa Francisco, pero dijo que el Santo Padre debería "asumir la causa de la libertad y la democracia" en Cuba.

Ese tipo de críticas veladas de un político que normalmente sería considerado un férreo aliado de la Iglesia refleja la incomodidad que algunos católicos sienten con el cambio que Francisco ha introducido en una de las instituciones más conservadoras del mundo. (RD/Agencias)

Evangelio según San Juan 16,29-33. 

Los discípulos le dijeron a Jesús: "Por fin hablas claro y sin parábolas. Ahora conocemos que tú lo sabes todo y no hace falta hacerte preguntas. Por eso creemos que tú has salido de Dios". Jesús les respondió: "¿Ahora creen? Se acerca la hora, y ya ha llegado, en que ustedes se dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Les digo esto para que encuentren la paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir; pero tengan valor: yo he vencido al mundo". 

Liturgia caldea 
Himno al oficio del segundo día del «Ba’oussa», de San Efrén

“Para que en mí encontréis la paz”

Señor, tu misericordia es eterna. Y Tu, Cristo, que eres toda la misericordia, danos tu gracia; extiende tu mano y ven a ayudar a todos los que están tentados, tú que eres bueno. Ten piedad de todos tus hijos y ven a socorrerlos; concédenos, Señor misericordioso, poder refugiarnos a la sombra de tu protección y vernos liberados del mal y de los adeptos al Maligno. Mi vida se ha estropeado como una tela de araña. En tiempo de desgracia y turbación hemos llegado a ser como refugiados, y nuestros años se han marchitado bajo el peso de la miseria y de todos los males. Señor, tu has calmado la mar con una palabra tuya, en tu misericordia aplaca también los disturbios del mundo, sostiene al universo que tambalea bajo el peso de sus faltas. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Señor, extiende tu mano misericordiosa  sobre los creyentes y confirma la promesa hecha a los apóstoles: “Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Socórrenos como los has socorrido a ellos y, por tu gracia, sálvanos de todo mal; danos seguridad y paz para que te demos gracias y en todo tiempo adoremos a tu Santo Nombre.

SOLEMNIDAD DE LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR - B Ac 1, 1-11; Ef 4, 1-13; Mc 16, 15-20
17 DE MAYO DE 2015

Hacia donde debemos fijar la mirada, hermanos y hermanas? La solemnidad de la Ascensión parece que nos invita a mirar hacia el cielo, hacia donde fue llevado Jesús. Pero, en cambio, en la primera lectura hemos oído que los apóstoles eran recriminados, en cierto sentido, por tener la mirada alzada hacia arriba, hacia donde Jesús había despegado y una nube los había hecho perder de vista: por qué estáis mirando al cielo ?, les dijeron dos hombres venidos de Dios. En cambio, si miramos hacia la tierra, vemos mucha cosa negativa, que parece que predomina sobre el bien y la bondad. Vemos violencia verbal y física, asesinatos, engaños, infidelidades, un capitalismo salvaje que lleva a la corrupción, a la pobreza y a la marginación; vemos pérdida de referencias éticas en las relaciones entre personas, etc .; vemos enfermedades y muerte. Mirando hacia la tierra, cada vez son más los que experimentan un vacío interior sin encontrar nada que los pueda llenar. ¿Debemos quedarnos mirando todo esto y constatando que parece un callejón sin salida? ¿que no hay un horizonte de esperanza? Si fuera así, ¿qué habría aportado Jesús, el Cristo, en nuestra humanidad?

¿Hacia donde debemos fijar la mirada, entonces? ¿hacia el cielo o hacia la tierra? El mensaje de Jesús nos dice que tenemos que mirar a la tierra, a la realidad humana, donde tantos y tantos hermanos nuestros que se esfuerzan por amar y para servir generosamente y sin figurar. Tenemos que mirar la tierra, sin embargo, con la luz que nos viene del cielo donde está Jesucristo a la derecha del Padre. Y mirar la realidad humana en su conjunto y la realidad específica de nuestro entorno, -si la iluminamos con la luz que nos viene del cielo- pide implicarnos en la realidad. Cada uno según los dones que ha recibido. Implicarnos en ellas por transformar la realidad humana, empezando por nuestro entorno.

Debemos contribuir a crear una nueva conciencia ética, unas nuevas relaciones de convivencia, una sociedad verdaderamente más solidaria y fraterna. Porque la obra de Jesucristo no tiene como finalidad sólo la salvación de las personas individuales en orden a la vida futura, sino también la transformación de las relaciones humanas en toda su vasta gama. Por ello, como hemos escuchado en el evangelio, el Señor, antes de la ascensión, envió a once a anunciar la Buena Noticia del Evangelio y a trabajar para curar tanto las heridas de las personas como las heridas estructurales de nuestro mundo. Y detrás de ellos nos ha enviado a todos los cristianos, que somos los continuadores de la misión de anunciar y hacer realidad el Evangelio. Para que lo podamos llevar a cabo, Jesús promete -tal como hemos escuchado- que nos ayudará a sintonizar con todas las realidades humanas para transformarlas desde dentro.

La ascensión lleva Jesús "a la derecha del Padre"; es decir, el lugar que le corresponde como Hijo de Dios, en lugar de la más profunda intimidad con el Padre en el amor de ambos que es el Espíritu Santo. Y, desde "la derecha del Padre", que es una realidad espiritual y no un lugar físico en las alturas del cosmos, Jesús, el Cristo, vive siempre totalmente dado al Padre y totalmente dado a la humanidad, estimando el Padre y amando cada persona con el mismo amor. El Hijo de Dios se había bajado hasta nosotros en la encarnación y en la muerte, y ahora, una vez vuelto al lugar que le corresponde por su condición de Hijo, se inclina hacia la nuestra situación personal para despegar a la realidad del Padre. Y ello con una doble finalidad. Que gusto el amor entrañable con que somos amados por Dios. Y que trabajamos para hacer que nuestro mundo sea más conforme a lo que Dios quiere. Después de la ascensión, pues, Jesús sigue siendo el Emmanuel, el Dios con nosotros. En intimidad de relación con el Padre y en intimidad de relación con su Iglesia y con cada uno de sus miembros, cercano y atento a nuestras vidas. Por esto continúa ofreciéndonos su Palabra y la Eucaristía como luz y como fuerza para nuestra misión de mejorar el mundo, empezando por mejorar nosotros mismos. ¿Hacia dónde tenemos que mirar, entonces? ¿Hacia el cielo, como una evasión de la realidad que nos toca vivir? ¿Hacia la tierra, cediendo al pesimismo o al estoicismo? La solemnidad de hoy nos invita a una mirada que sepa traspasar la realidad humana con la luz que viene del cielo, del lugar donde está Cristo en la intimidad del Padre y en el Amor del Espíritu Santo.

Ahora nos adentraremos en el corazón de la celebración eucarística.

En ella, se unen la realidad de la tierra y la realidad del cielo. La realidad terrena del pan y del vino, de nuestra asamblea humana y de nuestro yo más profundo es traspasada por el Espíritu para transformarla, por divinizarla. El pan y el vino quedan convertidos en el cuerpo y la sangre de Cristo; nuestra asamblea deviene cuerpo espiritual del Señor y nosotros, acogemos el don, somos identificados cada vez más con él. La liturgia nos revela que nuestro cuerpo y toda la realidad humana se encuentra en camino hacia la transfiguración inaugurada por la resurrección y la ascensión de Jesucristo. Es todo el universo que está llamado a ser asumido en la Pascua del Señor. Pascua que ahora se hace presente en la celebración de la eucaristía (cf. Orientale Lumen, 11).

Ahora que ya estamos casi en el corazón del año, me viene a la mente de inmediato la belleza de la creación de Dios - no sólo la belleza natural, sino también todas las cosas bellas que ofrece a la humanidad. Tengo amigos que, sin importar su edad o sus circunstancias, aportan belleza a mi vida. La arquitectura, ya sea secular o religiosa, me habla en voz alta, y también lo hacen el arte y la música. La belleza de Dios está en todas partes - en un anciano que toma la mano de su nieta, mientras se preparan para cruzar la calle, en las atentas cuidados de un enfermero mientras baña un paciente, en una mujer que ajetreada a una segundo empleo para sacar adelante a su familia. ¿Por qué no soy capaz de contemplar esto continuamente?

Yo he vencido al mundo
Juan 16, 29-33. Pascua. Nos toca ahora dar la cara por Cristo, como Él dio la vida por nosotros.

Oración introductoria
Señor, mi naturaleza ansía la paz, como la felicidad perfecta, pero frecuentemente equivoca los medios para lograrla. Hoy, tu Evangelio me llena de confianza porque me invitas a encontrarla en Ti. Dame la gracia de orar para experimentar tu cercanía y tu paz.

Petición
Jesús, dame la docilidad para no buscar la paz en mis fuerzas o habilidades, sino en tu poder divino.

Meditación del Papa Francisco
No se puede ser cristiano, sin trabajar continuamente para ser justos. Una cosa que nos ayudaría mucho sería preguntarnos si ¿creo o no creo? Si creo un poco y un poco no. ¿Soy un poco mundano y un poco creyente? Sin fe no se puede seguir adelante, no se puede defender la salvación de Jesús. Necesitamos el escudo de la fe, porque el diablo no nos lanza flores sino flechas en llamas para matarnos. Hay que tomar el yelmo de la salvación y la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios. Los invito a rezar constantemente, a velar con oraciones y súplicas.

La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco vagos en la lucha y nos dejamos llevar adelante por las pasiones, por algunas tentaciones. Es porque somos pecadores, ¡todos! Pero no se desanimen. Valentía y fuerza, porque el Señor está con nosotros. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2014, en Santa Marta).

Reflexión
Es curioso. Cuando el Maestro ve en los discípulos un poco de lucidez para entender su mensaje, cuando parece que su fe es fuerte y su amor al Maestro ha crecido, les anuncia que le dejarán solo y que le abandonarán yéndose cada uno por su camino.

No lo hace con la intención de desalentarnos. Lo hace queriendo que veamos que nuestros buenos propósitos y proyectos están sostenidos de su mano amorosa. Aquí está la clave del gozo completo de los cristianos: sabemos que Dios está con nosotros.

Jesús no les oculta que el mundo se opondrá al mensaje del Evangelio. No les oculta la persecución. No les intenta convencer con demagogia para que le sigan. No. Jesús les anima con su ejemplo: "¡ánimo!: yo he vencido al mundo" Es de este modo como hay que entender la Muerte y la Resurrección del Señor, como el triunfo que sobrepasa totalmente los éxitos humanos: el triunfo que nos ganó la vida eterna.

Si tenemos un hermano mayor que nos saca de apuros en las peleas del colegio, no tememos las amenazas de quienes puedan comportarse poco amigables con nosotros. Así, si Jesús se ha batido dando su vida por destronar de una vez para siempre al príncipe de este mundo y ha vencido, no podemos tener miedo al qué dirán, ni sentirnos débiles frente a las insidias y las altanerías de los hombres. Nos toca ahora dar la cara por Cristo, como Él dio la vida por nosotros.

Propósito
Revisar mis actitudes y comportamientos para cambiar lo que me aleje de la luz de la verdad.

Diálogo con Cristo
Señor, gracias por darme fe, esperanza y caridad, el día de mi bautismo, para hacerme capaz de obrar el bien, por amor a Ti y a los demás. Qué serenidad y confianza me da saber que Tú has vencido al mundo y estás conmigo, dándome esa paz, que con tu gracia, podré irradiar a los demás, especialmente a mi familia.

¿Después de la Ascensión, qué?
¡No podemos quedarnos mirando al Cielo! Ahora nos toca a nosotros ser la voz de Jesús para alentar y consolar.


Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que anuncie la Buena Nueva. Ahora nos toca a nosotros, sus discípulos, hacerlo. Los Sacerdotes predicando(sobre todo)con la palabra, los laicos predicando (sobre todo) con el ejemplo, los padres de familia predicando con la palabra y el ejemplo.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que compadezca a los pobres y lo enfermos. Ahora nos toca a nosotros.
Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que multiplique los panes y los pescados para alimentar a las multitudes. Esa es ahora nuestra tarea, multiplicando nuestros esfuerzos para dar de comer sino a las multitudes, por lo menos a los pobres que podamos.

Después de la Ascensión ya no va a ser Jesús el que cuide a sus ovejas. Ahora nosotros tenemos que velar por ellas, especialmente por aquellas (el cónyuge, los hijos, los hermanos, los trabajadores) que Dios nos ha encomendado a cada uno.

Después de la Ascensión a nosotros nos toca ser la voz de Jesús para alentar y consolar. Sus manos para tenderlas a todo el que necesite ayuda. Sus pies para llevarlo a donde no lo conocen.

Después de la Ascensión:

¡No podemos quedarnos mirando al Cielo!

Juan I, Santo LIII Papa y Mártir, Mayo 18

Era italiano, de Toscana. En 523 fue elegido Sumo Pontífice. En Italia gobernaba el rey Teodorico que apoyaba la herejía de los arrianos. Y sucedió que el emperador Justino de Constantinopla decretó cerrar todos los templos de los arrianos de esa ciudad y prohibió que los que pertenecían a la herejía arriana ocuparan empleos públicos (los arrianos niegan que Jesucristo es Dios y esto es algo muy grave y contrario a la religión Católica). El rey Teodorico obligó entonces al Papa a que fuera a Constantinopla y tratar de obtener que el emperador Justino quitara las leyes que habían dado contra los arrianos. Pero Juan no tenía ningún interés en que apoyaran a los herejes. Y así lo comprendió la gente de esa gran ciudad.

Más de 15,000 fieles salieron en Constantinopla a recibir al Papa Juan, con velas encendidas en las manos, y estandartes. Y lo hicieron presidir muy solemnemente las fiestas de Navidad. Y claro está que el emperador Justino, aunque les devolvió algunas iglesias a los arrianos, no permitió que ninguno de estos herejes ocupara puestos públicos. Y Teodorico se encendió en furiosa rabia, y al llegar el Santo Padre a Ravena (la ciudad donde el rey vivía) lo hizo encarcelar y fueron tan crueles los malos tratos que en la cárcel recibió, que al poco tiempo murió. Junto con el Papa fueron martirizados también sus dos grandes consejeros, Boecio y Símaco. Y dicen los historiadores que el rey Teodorico sintió tan grande remordimiento por haber hecho morir a San Juan Primero, que en adelante lo veía hasta en los pescados que le servían en el almuerzo.   

       

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