«Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste»

El Papa, con los obispos italianos

Les pide "salir" y defender al Pueblo de Dios de "colonizaciones ideológicas"
Francisco invita a los obispos italianos a "repudiar y derrotar a la corrupción"
Recuerda que hay "laicos dispuestos a asumir las responsabilidades que les corresponden"

Redacción, 18 de mayo de 2015 a las 19:27

Nuestra vocación cristiana y episcopal es aquella de ir contra corriente

"La sensibilidad eclesial implica no ser tímidos o indiferentes para luchar contra la mentalidad de corrupción pública y privada que ha logrado empobrecer a familias, jubilados, trabajadores honestos, comunidades cristianas, descartando a los jóvenes y privándolos sistemáticamente de toda esperanza sobre su futuro y sobre todo marginando a los más débiles y necesitados". El Papa Francisco abrió esta mañana la Asamblea de la Conferencia Episcopal italiana con un llamado claro a "repudiar la corrupción pública y privada", y a dar ejemplo.

El papa realizó estas declaraciones durante la 68ª Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, que se celebra desde hoy y hasta el 21 de mayo en el Vaticano. "No sean tímidos a la hora de repudiar y derrotar una mentalidad generalizada de corrupción pública y privada" que perjudica, sobre todo, a los más débiles y necesitados, añadió el Pontífice.

Durante su discurso, el pontífice explicó qué entiende por "sensibilidad eclesial" y dijo que esta "se manifiesta también en las elecciones pastorales, en la elaboración de documentos, donde no debe prevalecer el aspecto teórico-doctrinal abstracto".
"La sensibilidad eclesial se refleja también en el fortalecimiento del indispensable papel que desempeñan los laicos dispuestos a asumir las responsabilidades que les corresponden", apostilló. "Nuestra vocación cristiana y episcopal es aquella de ir contra corriente".

Jorge Bergoglio concluyó su alocución criticando que la sensibilidad eclesial se haya debilitado en algunos casos debido a los importantes "problemas del mundo y a la crisis" que perjudican a "la propia identidad cristiana y eclesial".

La Sensibilidad eclesial, continuó el Papa que, "como buenos pastores, nos hace salir hacia el pueblo de Dios para defenderlo de las colonizaciones ideológicas que le quitan su identidad y dignidad humana". Es esta sensibilidad la que se manifiesta en las elecciones pastorales que realizamos. Además, "la sensibilidad eclesial se revela concretamente en la colegialidad y en la comunión entre los Obispos y sus sacerdotes; en la comunión entre los Obispos mismos; entre las Diócesis ricas y aquellas en dificultad; entre la periferia y el centro; entre la conferencia episcopal y sus obispos con el Sucesor de Pedro".


Evangelio según San Juan 17,1-11a. 

Jesús levantó los ojos al cielo, diciendo: "Padre, ha llegado la hora: glorifica a tu Hijo para que el Hijo te glorifique a ti, ya que le diste autoridad sobre todos los hombres, para que él diera Vida eterna a todos los que tú les has dado. Esta es la Vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a tu Enviado, Jesucristo. Yo te he glorificado en la tierra, llevando a cabo la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame junto a ti, con la gloria que yo tenía contigo antes que el mundo existiera. Manifesté tu Nombre a los que separaste del mundo para confiármelos. Eran tuyos y me los diste, y ellos fueron fieles a tu palabra. Ahora saben que todo lo que me has dado viene de ti, porque les comuniqué las palabras que tú me diste: ellos han reconocido verdaderamente que yo salí de ti, y han creído que tú me enviaste. Yo ruego por ellos: no ruego por el mundo, sino por los que me diste, porque son tuyos. Todo lo mío es tuyo y todo lo tuyo es mío, y en ellos he sido glorificado. Ya no estoy más en el mundo, pero ellos están en él; y yo vuelvo a ti."

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Tratados sobre S. Juan, nº 106

«Yo te he glorificado sobre la tierra, he coronado la obra que me encomendaste»

«He manifestado tu Nombre a los hombres.» Estas palabras incluyen, en el pensamiento del Salvador, todos los que creerían en él al ser miembros de esta gran Iglesia de la que forman parte todas las naciones, y de la cual el salmista ha dicho: «Te daré gracias en la gran asamblea» (Salmo 21,26). Así pues es, verdaderamente, esta glorificación por la cual el Hijo da gloria al Padre propagando el conocimiento de su Nombre entre las naciones y a las innombrables generaciones humanas. Cuando dice: «He manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado», esto se refiere a lo que precede: «Te he glorificado sobre la tierra...»«He manifestado tu Nombre a los hombres que me has dado»: no el nombre de Dios, sino el nombre de Padre. Este nombre no podía manifestarlo nadie más que el Hijo. Efectivamente, no hay ningún pueblo que, incluso antes de creer en Jesucristo, no haya tenido un cierto conocimiento de Dios como el Dios de toda la creación. Porque el poder del Dios verdadero es de tal magnitud que no puede estar escondido en una criatura razonable que quiere usar de su espíritu. Excepto un pequeño número de individuos cuyo carácter ha llegado a la depravación, todo el género humano reconoce a Dios como al autor de este mundo... Pero el nombre de Padre de Jesucristo, por el cual él quita el pecado del mundo, no era, en absoluto, conocido, y es éste nombre el que el Señor manifiesta a aquellos que su Padre le ha dado.


San Ivo

Patrono de los abogados. Año 1303.   Al cual los juristas de muchos países tiene como Patrono, nació en la provincia de Bretaña (Francia). Su padre lo envió a estudiar a la Universidad de París, obtuvo su doctorado como abogado. "Ciertos malos espíritus no se alejan sino con la oración y la mortificación" (Mc. 9,29), oyó estas palabras de Jesús y se propuso dedicar buen tiempo cada día a la oración y mortificarse,  en las miradas, en las comidas, el lujo en el vestir, y en descansos que no fueran necesarios. Empezó a abstenerse de comer carne y nunca tomaba bebidas alcohólicas. Vestía pobremente y lo que ahorraba, lo dedicaba a ayudar a los pobres. Al volver a Bretaña fue nombrado juez del tribunal y en el ejercicio de su cargo se dedicó a proteger a los huérfanos, defender a los más pobres. Su gran bondad le ganó el título de "Abogado de los pobres". Visitaba las cárceles y llevaba regalos a los presos y les hacía gratuitamente memoriales de defensa a los que no podían conseguirse un abogado. San Ivo no aceptó jamás ni el más pequeño regalo de ninguno de sus clientes.

Cuando le llevaban un pleito, él se esmeraba por tratar de obtener que los dos litigantes arreglaran todo amigablemente en privado, sin tener que hacerlo por medio de demandas públicas. Muchos litigantes terminaban siendo amigos y se evitaban los grandes gastos de los pleitos judiciales.

Después de trabajar bastante tiempo como juez, San Ivo fue ordenado sacerdote, los últimos quince años de su vida los dedicó totalmente a la predicación y a la administración de los sacramentos. De muchas partes llegaban personas litigantes a obtener que San Ivo hiciera las paces entre ellos y él lograba con admirable facilidad poner de acuerdo a los que antes estaban alegando. Y aprovechaba de todas estas ocasiones para predicar a la gente acerca de la Vida Eterna y de lo mucho que debemos amar a Dios y al prójimo. Alguien le aconsejó que hiciera ahorros para cuando llegara a ser viejo y él le respondió: - «... ¿quién me asegura que voy a llegar a ser viejo? En cambio lo que sí es totalmente seguro es que el buen Dios me devolverá cien veces más lo que yo regale a los pobres". El 19 de mayo del año 1303 estaba tan débil que no podía mantenerse de pie y necesitaba que lo sostuvieran. Sin embargo celebró así la Santa Misa. Después de la Misa se recostó y pidió que le administraran la Unción de los enfermos y murió plácidamente. Tenía 50 años. Sus vecinos le compusieron un epitafio bien especial que dice: San Ivo era bretón. Era abogado y no era ladrón.
  

Oremos:Señor Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad del abogado San Ivo seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


                  

Jesús pide al Padre que nos consagre en la verdad

Juan 17, 1-11. Pascua. Jesús bien sabía que una vez que le conociéramos de verdad, no podríamos dejar de amarlo y de seguirlo.

Oración introductoria
¡Gloria a Dios en el cielo y paz a los hombres! Este clamor de los ángeles también resuena en el tiempo pascual, porque Tú eres grande, Señor. Grande es tu poder.

Tu sabiduría no tiene medida.

Quiero alabarte y glorificarte con mi vida, especialmente en este momento de oración.

Petición
Jesús, permite que no caiga en la tentación de las distracciones ni de las preocupaciones, para centrar mi oración en Ti.

Meditación del Papa Francisco
«“¿Quién nos separará del amor de Cristo?” Con estas palabras, san Pablo nos habla de la gloria de nuestra fe en Jesús: no sólo resucitó de entre los muertos y ascendió al cielo, sino que nos ha unido a él y nos ha hecho partícipes de su vida eterna. Cristo ha vencido y su victoria es la nuestra.

[…] Con san Pablo, nos dicen que, en la muerte y resurrección de su Hijo, Dios nos ha concedido la victoria más grande de todas. En efecto, ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni presente, ni futuro, ni potencias, ni altura, ni profundidad, ni ninguna otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, nuestro Señor”. La victoria de los mártires, su testimonio del poder del amor de Dios, sigue dando frutos en la Iglesia que sigue creciendo gracias a su sacrificio.

[…] El Evangelio de hoy contiene un mensaje importante para todos nosotros. Jesús pide al Padre que nos consagre en la verdad y nos proteja del mundo. Es significativo, ante todo, que Jesús pida al Padre que nos consagre y proteja, pero no que nos aparte del mundo. Sabemos que él envía a sus discípulos para que sean fermento de santidad y verdad en el mundo: la sal de la tierra, la luz del mundo. En esto, los mártires nos muestran el camino. (Homilía de S.S. Francisco, 16 de agosto de 2014)

Reflexión
Si quisiéramos una síntesis de los requisitos para alcanzar la vida eterna, está aquí: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero y al que tú has enviado, Jesucristo. Si conocer a Dios es el primer interés de los creyentes, conocer a Jesús debe ser el primer interés de los cristianos. Jesús bien sabía que una vez que le conociéramos de verdad, no podríamos dejar de amarlo y de seguirlo. Porque no se puede conocer a Jesús sin caer presa de su amor. No se puede conocer a Jesús sin contagiarse de la esperanza que infunde su mensaje. No se puede conocer a Jesús sin creer en su Pasión, Muerte y Resurrección. Alguien ha dicho que un creyente es un enamorado, uno que se ha enamorado de Dios. Si le pides que te dé razones de su amor, quizá no logre hacerlo, no porque no tenga razones o no las haya pensado, sino porque tendrá tantas que se le amontonarán en la boca y no podrán salir.

Conocer a Jesús, no nos puede dejar indiferentes, como no es indiferente el hombre ante el amor de su esposa, o de su novia. El verdadero cristiano es aquel que con su vida intentará corresponderle regalándole sus buenas obras.

Por esto, Jesús encomienda los cristianos al cuidado del Padre.

Él sabe que llega su hora. Pero no quiere dejarnos desamparados. Pide al Padre por aquellos que creerán en el Evangelio a lo largo de toda la historia. Por todos los que conociendo lo que Dios ha hecho por el hombre le corresponderán con una vida de auténticos discípulos: amando al prójimo, como Dios nos ha amado. A pesar de que el mundo nos ignore, nos desprecie y nos tache de ilusos e idealistas, cuando rememos contra corriente, recordemos que Jesús ha rogado por nosotros, simplemente porque somos suyos.

Propósito
Para agradecerle a Dios su amor, aceptaré con alegría y confianza las dificultades de este día.

Diálogo con Cristo
Permite que esta oración, en la que doy gloria a tu presencia en mi vida, sea mi punto de partida para tener siempre esa sed de orar que me lleve a la convivencia plena y diaria Contigo y con mis hermanos.

Ama a Dios y serás feliz
Cristo fue el hombre más feliz porque no le negó nada a Dios olvidándose de sí mismo preocupándose por los demás.


Quien no antepone nada al amor de Dios será la persona más dichosa, ya que en Dios está nuestra felicidad. La demostración de este principio está en que las cosas creadas no tienen la capacidad de colmar todas nuestras ansias y nuestras apetencias de infinito, que sólo Dios puede colmar, ya que solo Él es infinitamente perfecto, poderoso, bondadoso y lleno de atributos que serían innumerables y de nunca acabar. Los santos fueron hombres alegres, y no se conocen santos que hayan sido frustrados, amargados o tristes, y el motivo es porque supieron no anteponer nada al amor de Dios. Dice el salmista "¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros? tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo".(Salmo 4,7-8) Por lo tanto, debemos afirmar que se aleja la felicidad del alma cuando se aleja el rostro de Dios de nosotros. Y ¿Cómo se aleja su rostro de nosotros? Cuando anteponemos otros amores al amor de Dios. Por eso que la felicidad debe ser conquistada. La felicidad consiste en el Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Como dice la carta a los Gálatas, la alegría, es decir la felicidad, es fruto del Espíritu (Gal. 5,22) , y como tal debe ser conquistado con el amor a Dios sobre toda las cosas. Si miramos siempre a Dios en todo y en Él ponemos nuestro corazón, la luz de su rostro no se apartará de nosotros y su felicidad invadirá todo nuestro corazón. Un alma triste es un alma que algo le esta negando a Dios, como el joven rico del evangelio, que tras al haber sido invitado a seguir a Cristo dejándolo todo no quiso porque tenia muchas riquezas y dice el evangelio que al oír esto, "se puso muy triste, porque era muy rico". (Lc. 18,23)

Cristo el hombre más feliz

Siguiendo este principio, de que la felicidad depende de no negar nada a Dios, y no anteponer nada a su amor, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.

Cristo fue el hombre más feliz de todos porque su voluntad humana estaba en perfecta armonía con el plan divino.  Nada interpuso al Plan de Dios, al Plan de “Su Padre Celestial” y por eso que no sólo en cuanto Dios, sino que también en cuanto hombre fue el más feliz de todos. Él mismo enseñaba a rezar a que se haga la voluntad de Dios por encima de todo: "Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo" (Mt. 6,9-10). Enseñaba que lo primero era hacer la voluntad de Dios: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial" (Mt. 7,21). Y si enseñaba a cumplir la voluntad de Dios era porque él mismo la ponía por obra porque no enseñaba nada que antes no practicará él primero. De hecho se decía de Cristo que "les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas" (Mt. 7,29). Por eso que no sólo enseña a que se haga la voluntad de Dios sino que él mismo busca cumplir esa voluntad y ese plan con su misma vida. Abundan las citas Bíblicas en donde se ve el deseo de Cristo de Cumplir con la Voluntad del Padre celestial: Estando en el huerto de los olivos, momentos previos a su prendimiento rezaba de esta manera: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Se pueden ver también los paralelos a este evangelio. Cristo no antepone nada al plan de Dios, su voluntad humana está en perfecta armonía con el plan de salvación del Padre y por eso a pesar de sus sufrimientos, Cristo es el hombre más feliz. En el fondo de su corazón esconde su alegría.

Cristo vino para hacer la voluntad del Padre: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra."(Jn 4,34)) No vino para sí mismo sino para el Padre y por nosotros y toda su vida la gasta en esta misión sin mirarse a sí mismo. Y en otro pasaje dice "no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn 5,30) . Siempre busca no anteponer nada al amor de Dios.

También leemos en el mismo evangelio de Juan "porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día" (Jn 6,38-40).

La Obra de Cristo está centrada en Dios y en el prójimo, y Cristo la cumplió a la perfección, por lo que no podemos dudar de que en él hubo una gran alegría a pesar de sus sufrimientos.

Cristo fue el hombre más feliz porque no le negó nada a Dios olvidándose de sí mismo preocupándose por los demás.

Cuando Cristo se retiró a un lugar solitario y lo siguieron dice la escritura que "Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida» Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer»"(Mt 14,14-16) . Cristo venía ya haciendo muchas curaciones, y siempre se preocupaba de los demás, ahora podía preocuparse de si mismo, pero como se ve en el evangelio citado, Cristo se preocupa de la muchedumbre. En el mismo evangelio, un poco mas adelante Jesús dice a sus discípulos "Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino" (Mt 15,32). Hace tres días que están con Cristo. Él esta predicando, curando, haciendo el bien, y sigue preocupándose por los demás sin tenerse en cuenta a si mismo. Nada antepone al amor de Dios y al amor del prójimo.

Cristo es el hombre más feliz porque nada antepuso al amor de Dios haciéndose servidor de todos. 
Como él mismo lo dijo: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".(Mt 20,28) Y en el evangelio de Lucas nos dice: "Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22,25-27).


Cristo es el hombre más feliz porque no le negó nada a su Padre dando su vida en rescate por el género humano cumpliendo con el plan de salvación. 
Así, él entrega su cuerpo y su sangre: "Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: « Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". (Lc 22,19)

Él mismo entrega su vida: "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre."(Jn 10,17-18) Y al final de su vida dice: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu." (Lc 23,46). Por estos motivos debemos decir, que aunque Cristo haya sufrido y Dios haya permitido que por momentos sintiese tristeza de muerte, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.

Snta Marta: ¿Pensamos en el momento en el que diremos 'adiós'"

Fecha: 19 de Mayo de 2015

El papa Francisco ha invitado a encomendarse al Padre en el momento de nuestra despedida en nuestro mundo. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada esta mañana en Santa Marta, centrada en el discurso de Jesús antes de la Pasión y la despedida de Pablo y Mileto antes de dirigirse a Jerusalén. De este modo, el Papa ha recordado a las víctimas de las persecuciones que se ven obligadas a huir como los rohinyá de Myanmar o los cristianos y yazidíes en Irak.

Tal y como ha recordado el Santo Padre, Jesús se despide para ir al Padre y mandarnos el Espíritu Santo, San Pablo se despide antes de ir a Jerusalén y llora junto a los ancianos venidos de Éfeso a saludarle. Así, ha hecho referencia a las lecturas del día para desarrollar su homilía sobre qué significa “decir adiós” para un cristiano.

“Jesús se despide, Pablo se despide --ha indicado-- y esto nos ayudará a reflexionar sobre nuestras despedidas”. En nuestra vida “hay muchas despedidas”, pequeñas y grandes y hay “también mucho sufrimiento, muchas lágrimas en algunas de ellas”. De este modo, el Papa ha invitado a pensar en “esos pobres Rohingya del Myanmar.

En el momento de dejar su tierra para huir de las persecuciones no sabían qué les sucedería. Y desde hace meses están en barcas, allí… Llegan en una ciudad, donde les dan agua, comida y les dice: ‘marchaos’. Es una despedida”. Mientras tanto, hoy tiene lugar esta despedida existencial grande, ha explicado. “Pensad en la despedida de los cristianos y de los yazidíes, que piensan que no volverán a su tierra, porque han sido expulsados de sus casas, hoy”, ha indicado Francisco. 

Así, Francisco ha recordado que hay pequeñas y grandes despedidas en la vida, como la “despedida de la madre, que saluda, da un último abrazo al hijo que va a la guerra; y todos los días se levanta con miedo”, de que venga alguno y le diga: ‘le agradecemos la generosidad de su hijo que ha dado la vida por la patria’”. Y está también “la última despedida que todos debemos hacer, cuando el Señor nos llama a su orilla. Yo pienso en esto”.

El Pontífice ha proseguido reconociendo que estas grandes despedidas de la vida, también la última, “no son un ‘hasta pronto’, ‘hasta la vista’, ‘nos vemos’, despedidas después de las cuales uno sabe que vuelve, enseguida o después de una semana, sino que son despedidas que no se sabe cuándo y cómo volveré”.

A propósito, el Santo Padre ha observado que el tema de las despedidas está también presente en el arte y en las canciones. De este modo, le ha venido a la mente “esa canción alpina, cuando ese capitán se despide de sus soldados: el testamento del capitán". De este modo, el Pontífice se ha preguntado ¿Pienso en la gran despedida, mi gran despedida, no cuando tengo que decir ‘hasta luego’, ‘nos vemos’, ‘hasta pronto’, sino ‘adiós’? Nuevamente haciendo referencia a las lecturas, Francisco ha recordado que ambos textos usan la palabra ‘adiós’. Pablo encomienda a Dios a los suyos, y Jesús encomienda al Padre a sus discípulos, que quedan en el mundo. Así, ha explicado que encomendar al Padre, encomendar a Dios, es el origen de la palabra ‘adios’.

El Papa ha observado que con estos dos iconos --el de Pablo que llora de rodillas en la playa y Jesús triste porque se iba a la Pasión llorando en su corazón-- podemos pensar en nuestra despedida y nos hará bien. ¿Quién será la persona que cerrará mis ojos? ¿qué dejo?, ha preguntado.

En estos pasajes, tanto Jesús como Pablo hacen una especie de examen de conciencia. Por eso, el Papa ha explicado que nos hará bien imaginar ese momento. “Cuando será, no se sabe, pero será el momento en el que ‘hasta pronto’, ‘hasta luego’, ‘nos vemos’, ‘hasta la vista’ se convertirá en ‘adiós’.

Y Francisco se ha hecho más preguntas: ¿Estoy preparado para encomendar a Dios a todos los míos?, ¿para encomendarme a mí mismo a Dios?, ¿para decir esa palabra que es la palabra del encomendarse del hijo al Padre?

Finalmente, el Papa ha concluido su homilía aconsejando a todos meditar precisamente en las lecturas de hoy sobre la despedida de Jesús y la de Pablo y “pensar que un día” también nos tendremos que decir la palabra “adiós”.  “A Dios encomiendo mi alma, a Dios encomiendo mi historia, a Dios encomiendo los míos, a Dios encomiendo todo”. “Que Jesús muerto y resucitado nos envía el Espíritu Santo para que nosotros aprendamos esa palabra, aprendamos a decirla, pero existencialmente con toda la fuerza, la última palabra: adiós”.

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