«Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de personas y la unidad de su naturaleza»

Santísima Trinidad, a pie de vida
"Tú, antes que yo"
"Somos yo en la medida en que somos tú para otros"

José Moreno, 30 de mayo de 2015 a las 07:42

La Trinidad

Desde el misterio trinitario proclamamos que no podemos ser sin los otros. Y esto no es una debilidad sino un signo de la riqueza de nuestro ser social y comunitario

"Tú, antes que yo", no la traigo aquí como norma de educación, sino a colación de la fiesta de la Trinidad y de los últimos acontecimientos que estoy viviendo y me mueven interiormente.

Me doy cuenta que somos mucho más tú que yo, es más, que somos yo en la medida en que somos tú para otros. 

Y esto que es proclamado por la antropología en la visión existencial de lo humano, está refrendado por la teología en la contemplación del Dios trinitario, y se me hace evidente en signos que me abren a la inteligencia de la comunión como la clave de la salvación y el sentido, según se nos ha manifestado en el Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. En él descubrimos a un solo Dios, pero no solitario, alguien que se preocupa más de hacernos a nosotros que de ser él.

No hace mucho volví a pasar una tarde con la asociación "por ellos", padres que ha vivido la experiencia de la muerte de sus hijos. Quedan marcados de un modo único en la ruptura de su maternidad y paternidad cuando pierden la referencia del hijo que les constituía padres. El ser maternidad y paternidad lo confiere alguien que nos hace tú para él en un sentimiento que es único y que cuando desaparece nos llena de vacío y de ruptura como si muriera nuestro propio yo y ya nada puede volver a ser como antes.

El hijo, amando el tú de los padres, los constituye y les da su esencia, por eso no quieren ni pueden olvidarlos, más bien se unen para que seguir viviendo por ellos, para mantener la vela encendida de la esperanza de aquellos que, donde estén, estarán musitando un "abba" (papá y mamá) más fuerte que la muerte. Y yo acojo esta vivencia para entender la clave del Padre en la Trinidad que se constituye, como tal, en el amor que le tiene el Hijo.

Lo esencial del Credo

A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas. Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante.

Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados, Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo. Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Nuestros hijos se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en un Dios Creador y Padre pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él, vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo. Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.

José Antonio Pagola.  Santísima Trinidad – B. (Mateo 28,16-20). 31 de mayo 2015

LA SANTÍSIMA TRINIDAD   (Dt 4, 32-34. 39-40; Sal 32; Rom 8, 14-17; Mt 28, 16-20

Hoy, como culmen de la celebración de los misterios pascuales, celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. Es día de profesar la fe en el Dios revelado. “Reconoce, pues, hoy y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro” (Dt 4,39).

No creemos en un Dios lejano, abstracto, proyección de nuestra necesidad religiosa. Hemos recibido el Espíritu, que nos relaciona con un Dios personal, entrañable, amigo, hermano. “Ese Espíritu y nuestro espíritu dan un testimonio concorde: que somos hijos de Dios; y, si somos hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Rom 8,17).

El privilegio de la fe nos debe suscitar el movimiento difusivo de anunciar la verdad revelada: que el hombre ha sido creado por Dios, redimido por Jesucristo, y sostenido y acompañado por el Espíritu. No estamos solos, Dios nos habita; Jesús permanece con nosotros; su Espíritu se convierte en nuestro acompañante interior. Es de justicia anunciar con alegría el Evangelio, la Buena Nueva. Jesús nos envía: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado” (Mt 28, 19).

Este día coincide con el 31 de mayo, jornada que culmina el mes dedicado a honrar a la Madre de Jesús, la coronada en el cielo como Señora de todo lo creado. Con la certeza del amor de Dios, nos inunda de alegría, porque no hay dimensión humana que no esté invitada a una relación trascendente y amorosa, pues el Creador, por los méritos de Jesucristo, nos ha hecho hijos y amigos suyos, hermanos y templos sagrados. Contemplando a la Madre de Dios coronada de gloria, sabemos que en ella se nos anticipa nuestro propio destino.

Quizá, ante la sublimidad del misterio divino, tan solo tenemos la experiencia de la fe, de creer sin sentir, de creer sin ver, fiados de la Palabra, y consolados con el testimonio de los santos. Santa Teresa nos deja el de su visión: “Aquí es de otra manera: quiere ya nuestro buen Dios quitarla las escamas de los ojos y que vea y entienda algo de la merced que le hace, aunque es por una manera extraña; y metida en aquella morada, por visión intelectual, por cierta manera de representación de la verdad, se le muestra la Santísima Trinidad, todas tres personas, con una inflamación que primero viene a su espíritu a manera de una nube de grandísima claridad, y estas Personas distintas, y por una noticia admirable que se da al alma, entiende con grandísima verdad ser todas tres Personas una sustancia y un poder y un saber y un solo Dios; de manera que lo que tenemos por fe, allí lo entiende el alma, podemos decir, por vista, aunque no es vista con los ojos del cuerpo, porque no es visión imaginaria. Aquí se le comunican todas tres Personas, y la hablan, y la dan a entender aquellas palabras que dice el Evangelio que dijo el Señor: que vendría El y el Padre y el Espíritu Santo a morar con el alma que le ama y guarda sus mandamientos” (Moradas VII, 1, 6). Hoy recordamos de manera especial a los contemplativos, testigos vivientes de quienes no se conforman sino con solo Dios. Ellos rezan por nosotros. Recemos hoy por ellos.

Evangelio según San Mateo 28,16-20. 

En aquel tiempo, los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los había citado. Al verlo, se postraron delante de el; sin embargo, algunos todavía dudaron. 

Acercándose, Jesús les dijo: "Yo he recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes hasta el fin del mundo". 

San Antonio de Padua (1195-1231), franciscano, doctor de la Iglesia. Sermón

«Un solo Dios, un solo Señor, en la trinidad de personas y la unidad de su naturaleza» (Prefacio)

El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son de la misma sustancia y de una inseparable igualdad. La unidad reside en la esencia, la pluralidad en las personas. El Señor indica abiertamente la unidad de la divina esencia y la trinidad de las personas cuando dice: «Bautizadlas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». No dice «en los nombres» sino «en el nombre», por donde nos enseña la unidad en la esencia. Pero, a renglón seguido emplea tres nombres, para enseñarnos que hay tres personas.

En esta Trinidad se encuentran el origen supremo de todas las cosas, la perfectísima belleza, el muy bienaventurado gozo. El origen supremo, como lo afirma San Agustín en su libro sobre la verdadera religión, es Dios Padre, en quien tienen su origen todas las cosas, de quien proceden el Hijo y el Espíritu Santo. La belleza perfectísima es el Hijo, la verdad del Padre, que no le es desemejante en ningún punto, que veneramos juntamente con el Padre y en el Padre, que es el modelo de todas las cosas porque todo ha sido creado por él y que todo se le restituye. El gozo muy bienaventurado, la soberana bondad, es el Espíritu Santo, que es el don del Padre y del Hijo; y este don, debemos creer y sostener que es exactamente igual al Padre y al Hijo.Contemplando la creación, llegamos al conocimiento de la Trinidad como una sola sustancia. Captamos un solo Dios: Padre, de quien somos, Hijo, por quien somos, Espíritu Santo, en quien somos. Principio al cual recorremos; modelo que seguimos, gracia que nos reconcilia.

La Santísima Trinidad - Dt 4,32-34.39-40. Rm 8,14-17. Mt 28,16-20

Tenga en cuenta la ubicación de la fiesta, en la frontera entre el fin del ciclo Pascual (Pentecostés) y la recuperación de los domingos del año. En un sentido diría que nos urge una síntesis y la panorámica de lo que hemos ido considerando en este tiempo fuerte litúrgico; peligro, sin embargo, de incurrir en mero racionalismo (caso del Prefacio de este día) que enturbiaría la simplicidad de la Revelación del Misterio trinitario divino y de nuestra participación.

Los textos del NT piden la mirada contemplativa al tema y presuponen una EXPERIENCIA. Impresiona como la 1ª Juan (3,23-24) contrapone a la acusación del corazón -que a menudo nos abrumadora otra experiencia del creyente: Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo JC y que nos amemos unos a otros. Los que guardan sus mandamientos (los dos mencionados) están en Dios, y Dios en él. Y CONOCEMOS que está en nosotros POR EL ESPÍRITU que nos ha dado. Presupone que me daba cuenta de esta Presencia trinitaria porque he acogido el amor y me esfuerzo en practicar el nuevo mandamiento del amor. Digo esto para exorcisar una consideración nominalista a propósito de la Trinidad, que tenga poca o nula incidencia en la vida. En este sentido dirá Lucas en su comentario que sigue al Padre Nuestro, y en una fundamental petición: Danos cada día el pan que necesitamos .. Pues bien, si vosotros siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, muy más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden (ecuación Pan-Esp. Santo). Y es que salir de uno mismo para el amor y la oración desde JC al Padre, se convierten en el camino real para hacer una experiencia del Espíritu y, por tanto, trinitaria. Por otra parte, si la oración se dirige al Abba de Jesucristo, su misma condición de posibilidad es la de vivir llevados por el Espíritu .. porque ustedes han recibido un Espíritu que nos ha hecho hijos y nos hace gritar: Abbá, Padre! Así el Espíritu se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios (2ª lect. De Romanos 8, 14-17) y, Gal 4,5: Sabemos que somos hijos de Dios, porque el Espíritu del su Hijo que él ha enviado, llama en nuestros corazones: Abba, Padre! (Antífona de comunión). Estos pocos testigos del NT nos conciencian de como la vía de acceso a la Vida divina es la donación por parte de Jesús, el Señor, de su Espíritu: se trata del don Pascual por excelencia, culminación de la entrega del Siervo en la Cruz (19,30): inclinando la cabeza entregó el Espíritu (entrega a los creyentes el Espíritu) y lo confirma en la 1ª aparición a los Apóstoles: Los discípulos se alegraron de ver al Señor. Él les dijo: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo. Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo .. (20, 20-22). Por lo tanto, el don es temporalmente previo al de Pentecostés -de lanzamiento de la Iglesia-.El Evangelio de este año, de Mt 28, 16-20, hace dos afirmaciones importantes: a) la mención de la fórmula trinitaria en el Bautismo. b) y la voluntad de permanencia con vosotros, todos los días, hasta el fin del mundo.

La proskinesis = postración ante el Señor -aunque algunos dudasen- forma inclusión con la del comienzo del Evangelio = y los magos de Oriente la adoraron (2,11). Estos reconocieron en el niño de Belén el único Dios, en tanto que ahora el evangelista Sinóptico confiesa el Misterio trinitario, y lo hace por primera vez al cerrar la Revelación a su Evangelio.

Se trata de un proceso que nos debe hacer concienciar y que tiene -como punto de partida- la fe y el Bautismo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Este -no otro- es el Dios que NOS VIENE A ENCONTRAR y de lo que nos hemos dejado encontrar. Iríamos a tientas de no haberse auto-revelado. Sorpresa del creyente del AT y, en este sentido, función de la 1ª lectura de este año: Deuteronomio 4,32-34.39.40. -Dios Que se manifiesta y actúa: Dios de Abraham, de Isaac y de Jacob .. Dios de los padres; -Dios De la Revelación del Nombre = Yo soy! -SERÉ! - (Lo iréis descubriendo en su actuación: hazaña de la liberación de Egipto y del cumplimiento: ha luchado a favor nuestro! Lo expresa con emoción el Testamento de Moisés: no es el Dios de la filosofía, ni el de las especulaciones asiáticas -men de magma sin Yo ni personalidad-, es exactamente un TÚ (tiene corazón y tiene conciencia) = Dios es AMOR , puede decir NOSOTROS y, al mismo tiempo, es para nosotros: Tanto amó Dios al mundo, que le ha dado .. No os dejaré huérfanos (4ªrt Evang). No lo puedo entender, me supera .. solo me queda la obediencia de la fe y, en este sentido: -por un lado, joya de intuir la riqueza de Vida que hay EN DIOS y que me resulta indecible y, -por otra, joya de conocer cómo ha querido que participaran de esta vida divina, por la inserción de Cristo-Jesús en nuestra realidad: El texto de Romanos lo manifiesta como Revelación de JC: -donación del Hijo por parte del Padre y -donación del Espíritu Santo por parte del Hijo, como nueva respiración que nos capacita por los sentimientos filiales (Abbá) por la fe y el bautismo.

-es el más REAL = íntimo y trascendente al mismo tiempo, -Abre el corazón y la inteligencia para creer = atestigua en nosotros (milagro de la fe). -de ningún modo se trata de una verdad indigesta -n'és la ESENCIA de todo- = no somos teísta, sino cristianos. -posibilita sostener un diálogo personal con Él = desde JC - al Padre - en el Esp. Santo.
                                                      _________
Imagen de la RESPIRACIÓN: pranayama cristiano = inspiración - retención - expiración:
* En el NOMBRE del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
* GLORIA al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo
* Abba, Padre = nos da la parresía = abandono y acogimiento: JC es SEÑOR
* La experiencia de Dios es una experiencia. del ESPÍRITU, de divinización
* Facilita la con naturalidad de la Fe
* No es afirmación racionalista, ni teorema intelectual, años,
* Acto del corazón inteligente y del espíritu cordial = de la integridad de TODO el ser.

B - Solemnidad de la Santísima Trinidad

Sagrada Escritura Deut 4, 32-34.39-40. Salmo 33. Rom 8, 14-17. Mt 28, 16-20

Nexo entre las lecturas
El misterio trinitario es un misterio de Dios-Amor. Esto es evidente en las lecturas de la liturgia. Dios-Amor interviene con mano fuerte y brazo poderoso para sacar a su pueblo de Egipto, símbolo de servidumbre y opresión (primera lectura). Dios-Amor regala a sus discípulos una misión maravillosa y les asegura su compañía a lo largo de los siglos (evangelio). Dios-Amor hace a los hombres sus hijos adoptivos para que puedan clamar con Jesucristo: "abba", es decir, "Padre".

Mensaje doctrinal
1. El Dios de Moisés. Aunque en el AT se encuentran ya figuras que preparan la revelación del misterio trinitario, el Dios del AT, el Dios de Moisés, se revela en su unicidad de cara a otros dioses que no son dioses. En la pedagogía de Dios con el hombre tiene lugar primeramente la revelación de un Dios único y personal que en su amor inenarrable se elige un pueblo, lo libera y hace alianza con él. En la capacidad de apertura del hombre a lo divino, está primero la revelación de su carácter único, personal y salvífico ante los acontecimientos y situaciones que en aquellos siglos remotos encontraron los israelitas. El politeísmo circundante (sobre todo los dioses cananeos: Baal, dios de la tierra y de sus frutos, Astarté, diosa de la fecundidad, y Moloch, dios que exigía sacrificios humanos) ejercían un fuerte atractivo sobre la religiosidad, todavía elemental, de las doce tribus de Israel. Había que proclamar y defender a toda costa la unicidad de Dios: "Reconoce hoy y convéncete de que el Señor es Dios allá arriba en los cielos y aquí abajo en la tierra, y de que no hay otro" (primera lectura). En la misma línea que el deuteronomista, el segundo Isaías pone en boca de Dios estas palabras: "¿Hay algún dios fuera de mí, algún otro apoyo que yo no conozca? (Is 44,8) y poco antes había dicho de los ídolos: "Todos ellos son una nulidad, sus obras una nada, viento y vacío son sus estatuas"" (Is 41,29). La tentación de la idolatría no pertenece al pasado. Acecha en la esquina de cada época y de cada cuadrante de la historia. En nuestros días, en una sociedad pluriétnica y religiosamente individualista, la tentación casi parece invadente.

2. El Dios de Jesucristo. Tras una preparación secular Dios consideró que el hombre estaba capacitado para recibir la revelación de su vida íntima, de su misterio trinitario. Dios-Amor envía a su Hijo para que nos descorra algo el velo de su misteriosa intimidad, y el Espíritu Santo nos instruye interiormente para que no seamos necios ni quedemos ofuscados o ciegos ante tanto resplandor divino. El Dios de Jesucristo es ante todo un Dios de donación: el Padre nos dona a su Hijo, el Padre y el Hijo nos donan su Espíritu, el Padre, Hijo y Espíritu nos donan su propia vida haciéndonos hijos de Dios. El Dios de Jesucristo es un Dios de salvación: El Padre quiere que todos los hombres se salven, el Hijo lleva a cabo la salvación de todos en su sangre, el Espíritu hace eficaz en el corazón de cada hombre la salvación de Dios. El Dios de Jesucristo es un Dios de misión: Poneos en camino, haced discípulos a todos los pueblos, bautizadlos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñadles a poner por obra todo lo que yo os he mandado. La revelación de este misterio divino se puede captar un poco con la inteligencia, pero se penetra todavía algo más con el corazón y con la experiencia de Dios en la oración. Por eso, este misterio no es una barrera entre Dios y el hombre (si fuera así, Dios no nos lo hubiese revelado), sino un impulso intenso, vivo, constante a desear adentrarse más en él para quedar maravillados, extasiados.

3. Dios con nosotros. El evangelio según san Mateo comienza con el nacimiento del Enmanuel (Dios con nosotros) y termina igualmente con la presencia de Jesucristo glorioso entre sus discípulos y en la historia humana: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo" (evangelio). Israel había ya experimentado en su historia la presencia y cercanía de Yahvéh. Ahora el nuevo Israel, la Iglesia, experimenta la cercanía del Padre en la presencia y en el rostro de su Hijo, Jesucristo, en virtud del Espíritu Santo cuya misión es hacer presente en el tiempo y en la historia la verdad completa sobre Dios y sobre el hombre. En el tiempo de la Iglesia, no sólo el Hijo, sino también el Padre y el Espíritu, están realmente con nosotros y en nosotros.

Sugerencias pastorales
1. La desilusión de los ídolos. En todas las épocas ha sido verdad que si Dios no existe, habrá que inventarlo. Y así ha sido efectivamente. No hay pueblo ni cultura, desde la más primitiva hasta la más avanzada, que no se haya fabricado sus dioses. La historia de las religiones da fe de ello. Ni siquiera los ateos están exentos de esta ley. Ellos cambiarán el rostro de sus ídolos, divinizarán al "Partido", darán culto al "Jefe", lucharán por plantar el cielo en la tierra... Es evidente que no se puede asesinar eso que el hombre lleva inscrito en su misma naturaleza. En la historia humana, las generaciones han visto caer muchos ídolos, pero surgen otros nuevos. En el momento en que nos toca vivir, los ídolos creados por el comunismo han caído estrepitosamente, se derrumban otros ídolos como la técnica, el progreso, el dinero, el erotismo... Estamos en un momento muy propicio para que los cristianos hablemos al mundo no de ídolos, sino del Dios único y verdadero, que nos ha revelado Jesucristo. Es una enorme pena que, cuando muchos hombres necesitan que alguien les hable de Dios, los cristianos nos sumerjamos en el silencio por ignorancia, por temor o por excesiva prudencia humana. No tengamos miedo, Dios mismo pondrá en nuestros labios las palabras justas para que hablemos bien de Él.

2. Hacer visible a Dios-Amor. Posiblemente, los cristianos no hacemos visible a Dios, porque no tenemos una experiencia viva de Él, porque nuestro trato con Dios es a veces más con una abstracción que con un Dios vivo, que se llama Padre, Hijo y Espíritu Santo. La justicia se hace visible en un hombre justo, la verdad en un hombre veraz, el amor en un hombre que ama realmente, pues de esa misma manera Dios se hace visible en un hombre que ha experimentado el amor, la ternura, la grandeza y belleza de Dios; en un hombre "que ha visto, ha oído, ha tocado" a Dios en la Sagrada Escritura, en la oración, en los sacramentos, en el hermano. ¿No es verdad que cada cristiano debería ser como un ostensorio del Dios viviente, del Amor trinitario? Si Dios no está más presente en nuestro mundo, no nos desalentemos. Digámonos: "Es hora de esfuerzos, es hora de responsabilidad". ¡Manos a la obra!

31 de mayo 2015 La Santísima Trinidad Dt 4, 32-34.39-40

Las palabras del Deuteronomio que el pueblo de Israel debía interiorizar, aunque ahora son vigentes para nosotros: «Reconoce hoy que el Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo ni abajo en la tierra no hay de otro; recuérdalo siempre en tu corazón »Señor que nunca me olvide de tus favores.

El Papa Francisco, en el Angelus de hoy

El Papa invita a los cristianos a “edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familias”
“Estamos llamados a vivir los unos con los otros, por los otros y en los otros”
“Tratemos de elevar el tono de nuestra vida, recordando para qué existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos”

Jesús Bastante, 31 de mayo de 2015 a las 12:26

Ser siempre una Iglesia comunidad, comunidad hospitalaria donde cada persona, especialmente pobre y marginada pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada

ieles en de hoy

(Jesús Bastante).- En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La mayor catequesis, esa que hacemos cuando nos santiguamos, la que recoge el "mayor misterio" de la fe, según explicó este mediodía el Papa Francisco durante un nuevo y multitudinario Angelus, en el que reclamó a los cristianos "edificar comunidades eclesiales, que sean cada vez más familias, capaces de evangelizar no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios que habita en nosotros".

"Estamos llamados a vivir, pero no los unos sin los otros, por arriba o contra los demás, sino los unos con los otros, por los otros y en los otros", subrayó el Papa durante su catequesis, en una mañana soleada, desde su balcón en el Palacio Apostólico. "Esto significa acoger y testimoniar, de acuerdo a la belleza del Evangelio. Vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo vida y sufrimiento.Aprendiendo a pedir y conceder el perdón, y valorando los diferentes carismas".

Este es el misterio de la Santísima Trinidad, que "nos recuerda el misterio del único Dios en tres personas: padre, hijo y Espíritu Santo.La trinidad es comunión de personas divinas, que son una con la otra, una por la otra, y una en la otra". Con un gesto muy claro, que Francisco invitó, hasta en tres ocasiones, a hacer junto a la multitud: "En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo".

"La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la Vida de Dios, el misterio de amor del Dios Vivo", recordó Bergoglio, quien subrayó que la Iglesia "ha heredado de los apóstoles el mandamiento misionero. También a cada uno de nosotros, que por el bautismo formamos parte de su comunidad".

"El camino de la vida es un camino trinitario. El Espíritu nos guía al pleno conocimiento de las enseñanzas de Cristo, y lo que Jesús nos ha enseñado. Jesús ha venido al mundo para hacernos conocer al Pare, para guiarnos a Él y reconciliarnos con Él. Todo gira alrededor de este misterio", indicó. Por ello, "tratemos de elevar el tono de nuestra vida, recordando para qué gloria, para qué fin existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos. Y a qué inmenso premio estamos llamados"

Al término de la oración, el Papa pidió a la Virgen "que ayude a la Iglesia a ser misterio de comunión, a ser siempre una Iglesia comunidad, comunidad hospitalaria donde cada persona, especialmente pobre y marginada pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada".



Texto completo traducido del Italiano de la reflexión del domingo de la Solemnidad de la Trinidad

«¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! Y ¡Buen domingo!

Hoy celebramos la fiesta de la Santísima Trinidad, que nos recuerda el misterio del único Dios en tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. La Trinidad es comunión de Personas divinas, las cuales son una con la otra, una para la otra y una en la otra: esta comunión es la vida de Dios, el misterio de amor del Dios Vivo. Y Jesús nos ha enseñado este misterio. Él nos ha hablado de Dios como Padre; nos ha hablado del Espíritu; y nos ha hablado de Sí mismo como Hijo de Dios. Y así nos ha revelado este misterio. Y cuando, resucitado, ha enviado a los discípulos a evangelizar a todos los pueblos les dijo que los bautizaran «en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo» (Mt 28,19)

Este mandato, Cristo lo encomienda en todo tiempo a la Iglesia, que ha heredado de los Apóstoles el mandato misionero. Lo dirige también a cada uno de nosotros, que, gracias al Bautismo, formamos parte de su Comunidad.

Por lo tanto, la solemnidad litúrgica de hoy, al tiempo que nos hace contemplar el misterio estupendo - del cual provenimos y hacia el cual vamos - nos renueva la misión de vivir la comunión con Dios y vivir la comunión entre nosotros, sobre el modelo de esa comunión de Dios. No estamos llamados a vivir ‘los unos sin los otros, encima o contra los otros', sino ‘los unos con los otros, por los otros y en los otros'. Ello significa acoger y testimoniar concordes la belleza del Evangelio; vivir el amor recíproco y hacia todos, compartiendo alegrías y sufrimientos, aprendiendo a pedir y conceder el perdón, valorizando los diversos carismas, bajo la guía de los Pastores. En una palabra, se nos encomienda la tarea de edificar comunidades eclesiales que sean cada vez más familia, capaces de reflejar el esplendor de la Trinidad y de evangelizar, no sólo con las palabras, sino con la fuerza del amor de Dios, que habita en nosotros.

La Trinidad, como había empezado a decir, es también el fin último hacia el cual está orientada nuestra peregrinación terrenal. El camino de la vida cristiana es, en efecto, un camino esencialmente ‘trinitario': el Espíritu Santo nos guía al conocimiento pleno de las enseñanzas de Cristo. Y también nos recuerda lo que Jesús nos ha enseñado. Su Evangelio; y Jesús, a su vez, ha venido al mundo para hacernos conocer al Padre, para guiarnos hacia Él, para reconciliarnos con Él. Todo, en la vida cristiana, gira alrededor del misterio trinitario y se cumple en orden a este misterio infinito. Intentemos pues, mantener siempre elevado el ‘tono' de nuestra vida, recordándonos para qué fin, para cuál gloria nosotros existimos, trabajamos, luchamos, sufrimos. Y a cuál inmenso premio estamos llamados.

Este misterio abraza toda nuestra vida y todo nuestro ser cristiano. Lo recordamos, por ejemplo, cada vez que hacemos la señal de la cruz: en nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y ahora los invito a hacer todos juntos - y con voz fuerte - la señal de la cruz ¡todos juntos! En nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En este último día del mes de mayo, el mes mariano, nos encomendamos a la Virgen María. Que Ella - que más que cualquier otra criatura, ha conocido, adorado, amado el misterio de la Santísima Trinidad - nos guíe de la mano; nos ayude a percibir, en los eventos del mundo, los signos de la presencia de Dios, Padre Hijo y Espíritu Santo; nos obtenga amar al Señor Jesús con todo el corazón, para caminar hacia la visión de la Trinidad, meta maravillosa a la cual tiende nuestra vida. Le pedimos también que ayude a la Iglesia a ser, misterio de comunión, a ser siempre una Iglesia comunidad hospitalaria, donde toda persona, especialmente pobre y marginada, pueda encontrar acogida y sentirse hija de Dios, querida y amada».

Padre, Hijo y Espíritu Santo
Vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo

El espejo es implacable con nuestra belleza y nuestras imperfecciones. A todos podemos engañar, menos al espejo... y a Dios.

Podemos disimular, podemos recubrir las cicatrices, podemos usar los mejores ungüentos, las mejores pinturas, podemos poner aspecto juvenil con ropa nueva, con un nuevo peinado, con unos buenos lentes, podemos sonreír a diestra y siniestra, pero a la hora de la verdad, al enfrentarnos al espejo, todo eso pasa y nos encontramos la figura y la imagen de nosotros mismos ante quien no podemos definitivamente fingir ni disimular. Y el espejo es implacable con el paso del tiempo. Algún día llega en que nos volvemos irreconocibles a nosotros mismos, pues hicieron presencia las arrugas y las canas, y llegamos a preguntarnos: ¿Este soy yo? ¿Tanto tiempo ha pasado? ¿Verdaderamente éste soy yo?

Pero además de reflejarnos a nosotros mismos el espejo nos revela la semejanza y el parecido con nuestros progenitores. Somos figura de nuestros padres. De esa misma manera, el espejo nos tendría que decir que cada día nos parecemos más a Dios si en verdad somos imagen y semejanza suya. Cada día tendríamos que parecernos más a Dios si en verdad somos hijos suyos.

Tendremos que reflejar en nuestro rostro y en nuestra vida la creatividad, el ingenio, la alegría, el amor para mejorar este mundo maravilloso y encantador en el que nos ha tocado vivir, y emplear toda nuestra capacidad para mejorar este mundo que salió bello y armónico de las manos de Dios. Somos hechura del Padre que se complació en nosotros e hizo este mundo bello como el teatro en que tenemos que ir realizando nuestro papel cocreador con nuestro Dios, engendrando un mundo en que la armonía entre las cosas y los seres humanos sea la nota distintiva, empleando toda nuestra capacidad para desterrar la basura, el desorden, el destrozo de la naturaleza, y realzar la armonía entre los mismos seres humanos, que tenemos entre otras muchas cosas bellas que Dios nos ha dado, la capacidad de engendrar nuevos seres para este mundo. No le tengamos miedo a la vida. Es el distintivo de nuestro Creador y tiene que ser también el distintivo de los humanos. Cuando viene la primavera los tallos de las plantas que habían estado inactivos, como muertos, cobran nueva vida y aparecen los botones y enseguida las flores vario-pintas y fragantes. Así tiene que ser la primavera de nuestra vida que se prolonga de día en día.

Pero también tenemos que parecernos cada día un poquito más a Cristo el Señor, a Jesús, al Salvador, al Hijo de Dios, que tiene su delicia estar con los hombres, hermanarlos, hacerlos una sola familia, acercarlos los unos a los otros, de manera que las barreras que nos dividen, el color, la raza, el dinero, las comodidades, los bienes materiales nos lleguen a parecer ridículos y tendamos puentes para que la miseria, los vicios, los crímenes, las violaciones, la maldad, la división y la muerte se nos conviertan en cosa del pasado. Parece difícil, ¿pero no nos dijo Jesús: "Yo estaré todos los días con ustedes hasta el fin del mundo?" ¿A qué tenerle miedo? Aún un vaso de agua dado en el nombre de Jesús no quedará sin recompensa, ¿qué pasará si empeñamos toda nuestra vida en lograr la unidad y la paz entre todos los hombres?

Pero ya que hemos seguido esta línea, algo que siempre denotará nuestro espejo invisible, será el amor con que Dios nos ha adornado, y que tendrá que ser perfectamente reconocible cuando nos presentemos al tribunal de Dios. Y no tendrá que ser cualquier amor, hecho según las dimensiones del corazón humano, sino el Amor mismo de Dios manifestado en la persona de Cristo Hijo de Dios que se entregó por nosotros y también por el Espíritu Santo de Dios al que llamamos el Espíritu de Amor, y que se refleja en cada uno de los que nos rodean, sobre todo en los más pequeños: "Todo lo que hiciste con el más pequeño de mis hermanos a mí me lo hiciste", nos dice Jesús. Ver a Jesús en los pequeños, en los pobres, en los necesitados hasta verlos como mis propios hermanos, será fruto de la presencia del Espíritu Santo en nosotros, y así seremos más parecidos al Dios que nos ha dado la vida.

Por cierto, al llegar a este punto, debo decirles que estamos celebrando la Fiesta de la Santísima Trinidad, ante la que no caben sino dos actitudes: en primer lugar, la contemplación, la acción de gracias, la alabanza, la alegría por Dios que se nos ha manifestado en su intimidad porque nos quiere y nos ama, y segundo, una vida nueva, de entrega, de generosidad, de amor a todos los que nos rodean y a todo lo que nos rodea, pretendiendo vivir inmersos en ese Amor de Dios manifestado en su Hijo y en el Espíritu Santo, hasta ser como los pececillos en el agua.

Felicidades, Oh Trinidad Santa, Oh Trinidad inmaculada, Felicidades Oh Dios Creador, Felicidades Oh Espíritu de Amor, Felicidades Oh Jesús, Hijo de Dios que nos has metido a la inmensidad del Amor de nuestro Dios, hasta lanzarnos la invitación a vivir en ese seno de amor y de esperanza.

Felicidades a todos mis amigos, porque en cada uno de ustedes veo el rostro de mi Señor, de mi Creador, del Dios que nos ama a todos con locura.

¡Sólo Dios basta!
La Jornada Pro orantibus nos invita a volver nuestra mirada hacia los monasterios de nuestra diócesis

La Jornada “Pro orantibus” nos invita a volver nuestra mirada hacia los monasterios de nuestra diócesis. Como no podía ser de otro modo se nos propone como lema un texto teresiano: Sólo Dios basta. Quizá estemos acostumbrados a escucharlo muchas veces y nos suene a conocido, pero es, sin lugar a dudas, el núcleo de nuestra experiencia cristiana.

Muchas veces me pregunto, contemplando el panorama de secularización e indiferencia religiosa que nos rodea, cuál debe ser la respuesta de los creyentes y cómo poder llegar al corazón de las personas. Son muchas las iniciativas en nuestra diócesis y muchos los fieles que ofrecen su testimonio de vida como una luz que se enciende en medio de tanta oscuridad cultural y que brilla junto a modos de vivir alejados de Dios, indiferentes e incluso hostiles a la fe cristiana. Son también muchas las obras de acogida a las personas, a las familias, la práctica de la caridad y las obras de misericordia presentes en nuestras parroquias y comunidades cristianas. Los sacerdotes y los religiosos procuran con afán llevar adelante la obra de la evangelización y la enseñanza religiosa contando con la colaboración de tantos fieles laicos y de movimientos eclesiales. Sin embargo es necesario constatar que muchas personas carecen de vida interior, que España está dando los síntomas de una sociedad enferma, carente de alma y que ha ido perdiendo los signos de identidad que le proporcionaba la tradición católica.

Esta situación, queridas contemplativas, reclama una vuelta al radicalismo evangélico. Así lo vengo pregonando constantemente a los fieles de la diócesis, a los sacerdotes y miembros de la vida consagrada. Es en este contexto en el que se sitúa vuestra vida personal y la de las comunidades monásticas de nuestra Iglesia particular. Vosotras, queridas contemplativas, nos estáis gritando con vuestro silencio y vuestra clausura que Dios está vivo, que es el único que plenifica el corazón humano, que es la respuesta justa y adecuada a las ansias de bien y de verdad que hay en cada uno de nosotros. Por eso el lema teresiano “Sólo Dios basta” considero que acierta de lleno a comunicar vuestro modo de vida, que sintetiza la experiencia del contemplativo, que indica el camino de renovación de la Iglesia haciendo patente el radicalismo evangélico que necesitamos.

Gracias, queridas hermanas, porque sois como una lámpara que brilla entre las tinieblas. Primero gracias por vuestro ser. Sois un regalo de Dios para nuestra diócesis. Gracias también por vuestra oración, por vuestras obras. Gracias porque sostenéis con vuestra intercesión nuestra vida apostólica y toda la misión confiada a las familias, a las parroquias y movimientos.
No es el momento de incertidumbres. Sabemos bien de Quien nos hemos fiado. Unidos al Santo Padre, al obispo y a todos los sacerdotes, hemos de continuar sembrando esta tierra con las semillas de la gracia hasta el martirio si así el Señor nos lo pidiese. Mientras tanto, entre luces y sombras, os invito a gozar de la auténtica alegría que es fruto del Espíritu Santo. Es la alegría de la Virgen María que proclama la grandeza del Señor.

Ruego a todos los diocesanos que oren por vosotras, que con solicitud cuiden de vuestras necesidades y reclamen al Señor que os regale vocaciones. Nuestra diócesis de Alcalá de Henares os necesita, necesita de vuestra entrega total a Dios; necesita de vuestra virginidad que evidencia que “Sólo Dios basta”, que El es el tesoro escondido, la perla preciosa que invita a dejarlo todo porque hemos encontrado lo único necesario. También os necesitan los sacerdotes y vuestro obispo que cuenta con vuestra oración para no desfallecer en el combate por el Evangelio. En estos momentos difíciles y complejos os necesita también España, tierra plagada de tantos santos, vírgenes, confesores y mártires. Nosotros, los creyentes católicos, no podemos mirar con indiferencia la descristianización de nuestra tierra. Así nos lo reclaman los santos Niños Justo y Pastor, patronos de nuestra diócesis y todo un símbolo que nos invita al radicalismo evangélico y a la vocación martirial. Que Santa Teresa, tan unida a Alcalá de Henares, os bendiga en este V centenario de su nacimiento. No lo dudéis: habéis escogido la mejor parte.

Con mi bendición + Juan Antonio Reig Pla, Obispo Complutense

Jornada Pro Orantibus 2015

Visitación de la Virgen Fiesta, 31 de mayo

Fiesta Litúrgica

Luego que María Santísima oyó del ángel Gabriel que su prima Isabel también esperaba un hijo, se sintió iluminada por el Espíritu Santo y comprendió que debería ir a visitar a aquella familia y ayudarles y llevarles las gracias y bendiciones del Hijo de Dios que se había encarnado en Ella. San Ambrosio anota que fue María la que se adelantó a saludar a Isabel puesto que es la Virgen María la que siempre se adelanta a dar demostraciones de cariño a quienes ama.

Por medio de la visita de María llevó Jesús a aquel hogar muchos favores y gracias: el Espíritu Santo a Isabel, la alegría a Juan, el don de Profecía, etc, los cuales constituyen los primeros favores que nosotros conocemos que haya hecho en la tierra el Hijo de Dios encarnado. San Bernardo señala aquí que desde entonces María quedó constituida como un "Canal inmenso" por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones.

Además, nuestra Madre María recibió el mensaje más importante que Dios ha enviado a la tierra: el de la Encarnación del Redentor en el mundo, y en seguida se fue a prestar servicios humildes a su prima Isabel. No fue como reina y señora sino como sierva humilde y fraterna, siempre dispuesta a atender a todos que la necesitan.

Este fue el primero de los numerosos viajes de María a ayudar a los demás. Hasta el final de la vida en el mundo, Ella estará siempre viajando para prestar auxilios a quienes lo estén necesitando. También fue la primera marcha misionera de María, ya que ella fue a llevar a Jesús a que bendijera a otros, obra de amor que sigue realizando a cada día y cada hora. Finalmente, Jesús empleó a su Madre para santificar a Juan Bautista y ahora ella sigue siendo el medio por el cual Jesús nos santifica a cada uno de nosotros que somos también hijos de su Santa Madre.

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