«No es Dios de muertos sino de vivos»

Evangelio según San Marcos 12,18-27. 

Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso: "Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'. Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos. El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer. Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?". 

Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios? Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo. Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error". 

San Anastasio de Antioquía (¿-599), monje después patriarca de Antioquía 

Homilía 5, sobre la Resurrección; PG 89, 1358

«No es Dios de muertos sino de vivos»

«Para esto murió y resucitó Cristo: para ser Señor de vivos y muertos» (Rm 14,9); «Dios no es Dios de muertos sino de vivos». Puesto que el Señor de muertos está vivo, los muertos ya no están muertos sino vivos; la vida reina en ellos para que vivan y no teman ya la muerte, al igual que «Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no muere más» (Rm 6,9). Resucitados y librados de la corrupción, ya no verán más la muerte; participarán en la resurrección de Cristo tal como él mismo ha participado de su muerte. En efecto, si vino a la tierra, hasta entonces hecha prisión eterna, es para «quebrar las puertas de bronce y romper los cerrojos de hierro» (Is 45,2), para sacar nuestra vida de la corrupción atrayéndola a él, y darnos libertad allí donde había esclavitud.

Si este plan de salvación no está todavía plenamente realizado, porque los hombres siguen muriendo y sus cuerpos son disgregados por la muerte, esto no debe ser motivo de increencia. Nosotros hemos recibido ya los primeros frutos de la promesa que se nos ha dado en la persona de aquel que es el primer nacido...: «Nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él» (Ef 2,6). Alcanzaremos la plena realización de esta promesa cuando vendrá el tiempo fijado por el Padre, cuando nos despojaremos de la infancia  y llegaremos «al estado del hombre perfecto» (Ef 4,13). Porque el Padre ha querido que permanezca firme el don que nos ha hecho...el apóstol Pablo lo declaró, porque sabía bien que esta verdad llegaría a todo el género humano por Cristo quien «transformará nuestros pobres cuerpos según la imagen de su cuerpo glorioso» (Flp 3,21)... El cuerpo glorioso de Cristo no es diferente al cuerpo «que se siembra animal, sin valor» (1C 15,43); es el mismo cuerpo cambiado en gloria. Eso que Cristo ha realizado llevando al Padre su propia humanidad, prototipo de nuestra naturaleza,  lo hará con toda la humanidad según su promesa: «Cuando seré elevado de la tierra atraeré a todos hacia mi» (Jn 12,32).

3 de junio 2015 Miércoles IX Tb 3, 1-11.24-25El relato de hoy nos cuenta como Tobías  y Sara llevan encima suyo el sufrimiento y las miserias de la humanidad; él ciego, a ella, le ha sido imposible de rehacer en su vida de casada; tanto el uno como el otro, en su oración, piden ser liberados de su desgracia y al final el texto nos dice: "Dios envió Rafael, el ángel santo del Señor, a consolar aquellos dos que habían hecho a la vez el su rezo delante de él. »¿tu oración en qué consiste? ¿Qué le dices? ¿Qué esperas? Fijado que dice el salmo «A ti levanto mi alma, Señor. Dios mío, en ti confío, que
no tenga un desengaño”.

San Isaac mártir mozárabe 1

Se llaman mozárabes los cristianos que vivieron en tierra de musulmanes en España (711-1492) manteniendo su fe. En general, se puede decir que llevaron una vida muy difícil, y los que aquí enumeramos pagaron su fidelidad a Cristo con el martirio. También hoy son un modelo para el que quiera vivir al Evangelio fielmente.

El elenco de los santos mozárabes, que recoge el "Martyrologium Romanum" (Roma 2001), está compuesto en su mayoría por mártires, y por unos pocos confesores. Tenemos relatos de los martirios de la mayoría de ellos, escritos por contemporáneos, que los conocieron personalmente, y, que incluso compartieron la cárcel conellos, y, posteriormente, padecieron el martirio. Isaac y compañeros, mártires cordobeses († 851)  En la ciudad los moros están cansados de matar; los cristianos que conviven allí se han instalado en los alrededores, ocupando las cuevas de la montaña donde viven como ermitaños.   Con frecuencia reciben la visita de Eulogio que les conforta con la palabra clara, fuerte y enérgica que deja en sus almas regustos de mayor entrega a Dios, mezclada con deseos de fidelidad a la fe cristiana y a los derechos de la patria.    

Pasan el día y la noche repitiendo las costumbres ascéticas de los antiguos anacoretas entre la meditación y la alabanza. Estalló la tormenta con el martirio del sacerdote cordobés Perfecto que fue arrastrado al tribunal, condenado y degollado. Isaac es un joven sacerdote de Tábanos, hijo de familia ilustre cordobesa; de buena educación, conocedor excelente del árabe, hábil en los negocios, servidor en la administración de Abderramán y de sus rentas. Pero amargado en la casa de su amo por la insolencia de los dominantes, por su prepotencia altanera, o quizá por escrúpulos de conciencia, decidió irse y entrar en Tábanos donde le trató Eulogio.    

Tan de plano rechaza ante el público reunido la mentira del Profeta, la bajeza de la vida del mahometano y la falsía de la felicidad prometida que, resaltando la verdad del Crucificado, la dignidad que pide a sus fieles y la verdad del único Cielo prometido.   Abderramán II mandó aplicar el rigor de la ley a su antiguo servidor; y para que los cristianos no pudieran hacer de su cadáver un estandarte dándole veneración, lo mantuvo dos días en la horca, lo hizo quemar y desparramar después sus cenizas por el río Guadalquivir. Eso sucedió el miércoles 3 de junio. Dos días más tarde, el mártir es Sancho, un joven admirador de Eulogio, nacido cerca del Pirineo, que era un esclavo de la guardia del sultán; a éste, por ser culpado de alta traición además de impío. Lo someten a  la muerte de los empalados. Seis hombres que vestían con cogulla monacal se presentaron el domingo, día 7, ante el juez musulmán, eran Pedro, un joven sacerdote y Walabonso, diácono, nacido en Niebla, ambos del monasterio de Santa María de Cute clara.

Dios todopoderoso y eterno, que diste a los santos mártires Isaac y compañeros la valentía de aceptar la muerte por el nombre de Cristo: concede también tu fuerza a nuestra debilidad para que, a ejemplo de aquellos que no dudaron en morir por ti, nosotros sepamos también ser fuertes, confesando tu nombre con nuestras vidas. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Cuando la vida te llena de vida

Sembrando Esperanza I. La vida se siente, se palpa, porque cada goce arranca una sonrisa, y cada tropiezo arranca una palabra de aliento, de emoción, de empuje.

En el interior del ser humano es donde se enfrenta la vida y se eligen las actitudes. Una vida llena de sentido es la que contesta cada mañana a la pregunta ¿Vale la pena el día de hoy? con "sí" entusiasta, porque responde pensando en un alguien. El sentido de la vida se descubre cuando se ve el rostro feliz de aquel a quien se ama; por ello, la alegría proviene del interior, de la decisión personal de donarse a alguien; y todos los que alguna vez han hecho la prueba, tienen que aceptar que el resultado es positivo. "Hay más alegría en dar que en recibir". La alegría genuina, ilumina el espacio humano que toca. La persona que la vive, irradia a su alrededor una forma nueva de ver los acontecimientos.

La realidad no cambia, pero sí los ojos con que se le ve. Camina el pesimista callado, taciturno y maldiciente. Camina el optimista confiado, alegre, lleno de vida y de esperanza. Se queja el pesimista del sol, del aire, del agua y del viento. Bendice el optimista al viento, al sol, al agua y a todo lo que encuentra en su camino. Los días son pesados y duros para el pesimista. Los días son Bendiciones del Cielo que recibe el optimista. El optimista se endereza camino de la luz. La tierra le brinda sus sonrisas en las flores, y el cielo le brinda sus sonrisas en las estrellas. La luz del sol penetra hasta su corazón y le da vida, fecundiza sus fuerzas y fortalece su voluntad, reanima su espíritu con esa poesía que se palpa y que se siente, y que brota de los labios para comunicarse al mundo y derrama la dicha en su derredor. Así marcha el optimista por el mundo. Sus días son triunfos. Vive las horas de la vida con su vida poderosa que hace vivir las horas.

La vida se siente, se palpa, porque cada goce arranca una sonrisa, y cada tropiezo arranca una palabra de aliento, de emoción, de empuje. La vida del optimista está llena de esperanza.

Espera de hoy, espera de mañana, y las esperanzas de mañana las hace realidad hoy. Los obstáculos le enardecen, las miserias no le afectan y mientras más duros son sus golpes y más grandes sus caídas, más sonriente y más grandioso se levanta. La gloria de la vida, la pujanza vital de ser engreído con la victoria, forma su entereza y va por su camino derramando aliento, sembrando energías, despertando ambiciones nobles y conquistando corazones amigos, que le contemplan en su lucha colosal y le imitan y le siguen.

La vida del optimista es corriente de vida y de luz, y los que se envuelven en ella, viven la vida de gloria y de trabajo santificada por las edades, y escrita en los libros de granito que guarda la historia de los hombres vencedores. La vida te llenará de vida en la medida que la vivas con sencillez y con actitudes positivas.

Ojalá que en tu entorno marques la pauta y así irradies esta luz.

Junio: Mes del Sagrado Corazón de Jesús
Adoramos el Corazón de Cristo porque es el corazón del Verbo encarnado, del Hijo de Dios hecho hombre

Explicación de la fiesta

La imagen del Sagrado Corazón de Jesús nos recuerda el núcleo central de nuestra fe: todo lo que Dios nos ama con su Corazón y todo lo que nosotros, por tanto, le debemos amar. Jesús tiene un Corazón que ama sin medida.

Y tanto nos ama, que sufre cuando su inmenso amor no es correspondido.

La Iglesia dedica todo el mes de junio al Sagrado Corazón de Jesús, con la finalidad de que los católicos lo veneremos, lo honremos y lo imitemos especialmente en estos 30 días.

Esto significa que debemos vivir este mes demostrándole a Jesús con nuestras obras que lo amamos, que correspondemos al gran amor que Él nos tiene y que nos ha demostrado entregándose a la muerte por nosotros, quedándose en la Eucaristía y enseñándonos el camino a la vida eterna.
Todos los días podemos acercarnos a Jesús o alejarnos de Él. De nosotros depende, ya que Él siempre nos está esperando y amando.

Debemos vivir recordándolo y pensar cada vez que actuamos: ¿Qué haría Jesús en esta situación, qué le dictaría su Corazón? Y eso es lo que debemos hacer (ante un problema en la familia, en el trabajo, en nuestra comunidad, con nuestras amistades, etc.).

Debemos, por tanto, pensar si las obras o acciones que vamos a hacer nos alejan o acercan a Dios.

Tener en casa o en el trabajo una imagen del Sagrado Corazón de Jesús, nos ayuda a recordar su gran amor y a imitarlo en este mes de junio y durante todo el año.

Origen de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Santa Margarita María de Alacoque era una religiosa de la Orden de la Visitación. Tenía un gran amor por Jesús. Y Jesús tuvo un amor especial por ella.



Se le apareció en varias ocasiones para decirle lo mucho que la amaba a ella y a todos los hombres y lo mucho que le dolía a su Corazón que los hombres se alejaran de Él por el pecado.

Durante estas visitas a su alma, Jesús le pidió que nos enseñara a quererlo más, a tenerle devoción, a rezar y, sobre todo, a tener un buen comportamiento para que su Corazón no sufra más con nuestros pecados.

El pecado nos aleja de Jesús y esto lo entristece porque Él quiere que todos lleguemos al Cielo con Él. Nosotros podemos demostrar nuestro amor al Sagrado Corazón de Jesús con nuestras obras: en esto precisamente consiste la devoción al Sagrado Corazón de Jesús.

Las promesas del Sagrado Corazón de Jesús:
Jesús le prometió a Santa Margarita de Alacoque, que si una persona comulga los primeros viernes de mes, durante nueve meses seguidos, le concederá lo siguiente:

1. Les daré todas las gracias necesarias a su estado (casado(a), soltero(a), viudo(a) o consagrado(a) a Dios).
2. Pondré paz en sus familias.
3. Los consolaré en todas las aflicciones.
4. Seré su refugio durante la vida y, sobre todo, a la hora de la muerte.
5. Bendeciré abundantemente sus empresas.
6. Los pecadores hallarán misericordia.
7. Los tibios se harán fervorosos.
8. Los fervorosos se elevarán rápidamente a gran perfección.
9. Bendeciré los lugares donde la imagen de mi Corazón sea expuesta y venerada.
10. Les daré la gracia de mover los corazones más endurecidos.
11. Las personas que propaguen esta devoción tendrán su nombre escrito en mi Corazón y jamás será borrado de Él.
12. La gracia de la penitencia final: es decir, no morirán en desgracia y sin haber recibido los Sacramentos.

Oración de Consagración al Sagrado Corazón de Jesús

Podemos conseguir una estampa o una figura en donde se vea el Sagrado Corazón de Jesús y, ante ella, llevar a cabo la consagración familiar a su Sagrado Corazón, de la siguiente manera:
Señor Jesucristo, arrodillados a tus pies,
renovamos alegremente la Consagración
de nuestra familia a tu Divino Corazón.
Sé, hoy y siempre, nuestro Guía,
el Jefe protector de nuestro hogar,
el Rey y Centro de nuestros corazones.
Bendice a nuestra familia, nuestra casa,
a nuestros vecinos, parientes y amigos.
Ayúdanos a cumplir fielmente nuestros deberes, y participa de nuestras alegrías y angustias, de nuestras esperanzas y dudas, de nuestro trabajo y de nuestras diversiones.
Danos fuerza, Señor, para que carguemos nuestra cruz de cada día y sepamos ofrecer todos nuestros actos, junto con tu sacrificio, al Padre.
Que la justicia, la fraternidad, el perdón y la misericordia estén presentes en nuestro hogar y en nuestras comunidades.
Queremos ser instrumentos de paz y de vida.
Que nuestro amor a tu Corazón compense,
de alguna manera, la frialdad y la indiferencia, la ingratitud y la falta de amor de quienes no te conocen, te desprecian o rechazan.
Sagrado Corazón de Jesús, tenemos confianza en Ti.
Confianza profunda, ilimitada.

Francisco, durante la audiencia de hoy

Recuerda y reza por las víctimas del río Yangtze
El Papa asegura que "los recortes de los servicios sociales, habitacionales y educativos hacen sufrir a las familias"
"Que a nadie le falte el pan, la casa, la educación y la sanidad", pide Francisco

José Manuel Vidal, 03 de junio de 2015 a las 10:25

No le des al pobre la ocasión de maldecirte, porque eso mismo hará el Señor contigo

(José M. Vidal).- En la audiencia de los miércoles, el Papa Francisco denuncia, con pasión, la pobreza y la miseria a la que se ven sometidas muchas familias en el mundo. Y exige a los políticos que no la shagan sufrir más con "recortes de los servicios sociales, habitacionales y educativos". Al mismo tiempo, quiere que la Iglesia sea realmente y voluntariamente pobre y asutera, para acercarse cada vez más a la gente y, especialmente, a los más pobres.

Lectura del libro del Eclesiástico: "Hijo, no prives al pobre del sustento...no hagas sufrir al hambriento...ni retrases la ayuda al indigente. No vuelvas la espalda al pobre. No apartes los ojos del necesitado".

Algunas frases del Papa
"Hemos reflexionado sobre la familia. Desde hoy, nuestras catequesis se abren a la reflexión sobre las vulnerabilidades de la familia"
"La familia tiene muchos problemas que la ponen a prueba. Una de estas pruebas es la pobreza"
"¡Cuanta miseria, cuánta degradación!"
"Situaciones degradadas incluso más por la guerra, algo terrible, que golpea a la población civil y a las familias"
"La guerra es la madre de todas las pobrezas y empobrece a las familias"
"Hay familias pobres que viven con dignidad"
"Que haya tanta pobreza es una vergüenza"
"Tenemos que arrodillarnos ante las familias que son una auténtica escuela de humanidad, que salva la sociedad de la barbarie"
"¿Qué queda si cedemos ante el dios Mamón?"
"Una nueva ética civil llegará sólo cuando los responsables de la vida pública reorganicen el sistema social a partir de la lucha a la perversa espiral entre la familia y la pobreza, que conduce al abismo".


"La economía actual se ha especializado a menudo en el disfrute del bienestar individual, pero practica ampliamente la destrucción de los vínculos familiares. ¡Una grave contradicción!"
"No es sólo cuestión de pan. Hablemos de trabajo, de educación y de sanidad"
"Los niños saben bien que el hombre no vive sólo de pan"
"En la miseria sufren los niños"
"Los cristianos debemos estar cercanos a las familias a las que la pobreza pone a prueba"
"Unos padres sin trabajo, la familia sufre"
"La miseria social golpea a la familia y, a veces, la destruye"
"La falta de trabajo o su precariedad inciden decisivamente sobre la familia"
"Los recortes de los servicios sociales, habitacionales y educativos hacen sufrir a las familias"
"El culto al consumo y a las apariencias influyen sobre las familias pobres"
"La miseria pone a prueba a la familia y, a veces, la destruye"
"La Iglesia debe ser pobre, para ser fecunda y responder a tanta miseria"
"La Iglesia pobre es la que practica una voluntaria austeridad en su vida, para abatir cualquier muro de separación sobre todo con los pobres"
"Que el Señor nos sacuda para que los cristianos pongamos en marcha la revolución de la proximidad familiar"
"El juicio de los pobres anticipa el de Dios"
"Pensemos cada palabra de la lectura que hemos escuchado"
"No le des al pobre la ocasión de maldecirte, porque eso mismo hará el Señor contigo"


Texto completo del saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas, en la catequesis de hoy nos referimos a la pobreza, como condición de vida que pone a prueba la familia y la hace vulnerable. La pobreza azota a muchas familias en las periferias de las grandes ciudades y también en las zonas rurales. Muchas veces se ve agravada por la guerra, que es sin duda la madre de todas las pobrezas, depredadora de vidas, de almas y de los afectos más queridos. En medio de estas situaciones, muchas familias intentan vivir con dignidad, confiando en la bendición de Dios, convirtiéndose así en una auténtica escuela de humanidad que salva a la sociedad de la barbarie.

Pero este reconocimiento no nos exime de nuestra obligación de velar con la oración y con la acción para que a nadie falte el pan, el trabajo, la educación y la sanidad. Es necesario que desde todas las instancias de la vida pública se pongan los medios para un nuevo orden social, que rompa la espiral perversa entre familia y pobreza que lleva la sociedad a la ruina. También nosotros cristianos debemos estar cada vez más cerca de las familias que sufren la pobreza. La Iglesia madre no debe olvidar nunca este drama de sus hijos. Ella también está llamada a ser pobre, practicando la simplicidad en su propia vida, de manera que llegue a ser fecunda y pueda dar una respuesta a tanta miseria.

***

Saludo a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España, Argentina, México, Venezuela, Guatemala, y Uruguay, así como a los venidos de otros países latinoamericanos. Pidamos a Dios que sostenga a las familias sometidas a la dura prueba de la pobreza, para que puedan seguir siendo en el mundo lugar de acogida y escuelas de auténtica humanidad. Que Dios los bendiga.

No es un Dios de muertos, sino de vivos
Marcos 12, 18-27. Tiempo Ordinario. No es un Dios de muertos, sino de vivos. El espíritu es quien da vida.

Oración introductoria
Dios Padre, hazme comprender que me llamas respetando mi libertad, aunque desgraciadamente a veces haga mal uso de ella. Por eso vengo a esta meditación buscando, la luz para no desviarme del camino y la fuerza para no doblegarme ante las dificultades.

Petición
Espíritu Santo, que no desconfíe del poder de Dios y sepa comprender su Palabra.

Meditación del Papa Francisco
En el Evangelio se encuentran dos signos reveladores de quien sabe lo que se debe creer pero no tiene fe. El primer signo es la casuística representada por aquellos que preguntaban a Jesús si era lícito pagar las tasas o cuál de los siete hermanos del marido debía casarse con la mujer que había quedado viuda. El segundo signo es la ideología.

Los cristianos que piensan la fe como un sistema de ideas, ideológico. En aquel tiempo había gnósticos, pero había muchos... Y así, estos que caen en la casuística o estos que caen en la ideología son cristianos que conocen la doctrina pero sin fe, como los demonios. Con la diferencia que ellos tiemblan, estos no: viven tranquilos.

En el Evangelio hay también ejemplos de personas que no conocen la doctrina pero tienen mucha fe. En el episodio de la Cananea, con su fe logra la sanación de la hija víctima de una posesión, y la Samaritana que abre su corazón porque ha encontrado no verdades abstractas sino a Jesucristo. También el ciego curado por Jesús y que por esto es interrogado por fariseos y doctores de la ley, hasta que se arrodilla con sencillez y adora a quien lo ha sanado. Tres personas que demuestran como fe y testimonio son indisolubles. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 21 de febrero de 2014, en Santa Marta).

Reflexión
Estáis en un gran error, advierte Jesús. Pero para quien tiene fe, el poder de Dios y las Escrituras hablan desde otro punto de vista totalmente diferente. "El espíritu es quien da vida, la carne no sirve para nada" (Jn 6, 63). Y aquí la carne está representada por los pensamientos demasiado apegados a nuestra condición terrena. Por la falta de sentido trascendente, por el olvido de nuestra dimensión espiritual, del motor interior del amor y del deseo de Dios que laten en nuestro interior.

Cuando el mundo pregona los parabienes de sus placeres, las ventajas de su libertades y la felicidad de su estilo de vida, no es veraz en la mayoría de la ocasiones. No nos conviene apegarnos a este error materialista que oscurece la parte más bella de nuestra vida y esperanza futura. Aquella parte que nos convierte en seres unidos a Dios, a su trascendencia y a su felicidad. Quien comprende y pone en práctica la prioridad de su vida espiritual puede experimentar todo lo demás como secundario.

La clave por la que interpretamos el futuro, que tanto nos preocupa a veces, está en Dios, y sólo Él nos la puede revelar a cada uno como un secreto único e intransferible, lleno de plenitud y realización.

Propósito
Dedicar más y mejor tiempo para hacer un examen de conciencia, profundo, sobre los progresos y retrocesos en mi vida espiritual.

Diálogo con Cristo
Padre mío, me has creado con una naturaleza que busca trascender, porque me has dado la dignidad de ser tu hijo. Ilumina mi meditación para que confirme que nunca será en las personas, por más buenas que sean, y por mucho que las ame, donde podré saciar esta sed de trascendencia, porque todas las creaturas, fallamos y somos finitas. Permite que sepa comprender que la gran verdad de mi vida es que Tú me amas.

Rezando el Padre Nuestro frente a la Eucaristía
Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor.

Estoy frente a ti, Señor, en esta mañana de cielo azul y sol resplandeciente, en las vísperas de la Solemnidad de Corpus Christi. Me dispongo a rezar, después de saludarte y empiezo:

"Padre Nuestro... me detengo y llega hasta mi como un relámpago la escena en que tú, Jesús, les decías a aquel grupo de hombres que habías escogido, que te seguían y que te veían orar.

Te preguntaron cómo debían orar y tú dijiste: Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre, venga a nosotros tu Reino, hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo, danos hoy nuestro pan de cada día y perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden y no nos dejes caer en tentación y líbranos del mal.(Mt 6, 9-13)

Y añadiste: Si perdonan sus faltas a los demás, el Padre que está en el cielo también los perdonará a ustedes. Pero si no perdonan a los demás, tampoco el Padre los perdonará a ustedes. (Mt 6, 9-15)

Me detengo unos momentos para pensar lo que estoy diciendo, ya que generalmente esa oración es una rutina en mi vida. Su comienzo es toda una maravilla de grandeza, de fuerza, de ternura... y revelada por ti, Señor, porque sino ¿quién se atrevería a llamar PADRE, al Omnipotente, al Creador del cielo y de la tierra, a la Divinidad, al Todopoderoso, al que dijo: "Yo Soy El que Soy"? Pues bien, Jesús, tú que eres su Hijo, dijiste que es así como le podemos llamar, con plena confianza, con respeto pero con mucho amor: Padre

También nos dices que hay que santificar ese NOMBRE, que debemos darle todo el respeto y la gloria de que es merecedor y después añades una petición: Que venga tu Reino, ese Reino por el que Tú te hiciste hombre y es el que viniste a anunciar y que fue el causante de tu muerte y nos sigues pidiendo que recordemos que es también nuestra misión el anunciarlo.

Y lo que sigue, ¡qué bien lo sabes tú, Jesús! Cada día, en todos los rincones de la Tierra hay alguien que te dice, aún con lágrimas en los ojos y el corazón roto de dolor, ¡hágase tu Voluntad! ¡Qué difícil, cómo cuesta dejar todo en tus manos y aceptar tu Voluntad!

Y sigue otra petición: Nuestro pan Señor que no nos falte. ¡Que todos tus hijos, sin distinción de razas y credos, tengan el alimento de cada día, ya que a ti te preocupaba y apenaban aquellos hombres que te seguían y no tenían que comer y que tenían hambre... y lleno de piedad hiciste uno de los milagros más hermosos. Ahora nos toca a nosotros luchar porque llegue el día en que no exista el hambre en esta Tierra. Y lo más importante, que nunca nos falte TU Pan, la Eucaristía, que siempre podamos recibirla, que aumentes nuestra fe para amar cada día más Tu presencia en ese pequeño pedacito de Pan donde quieres quedarte con nosotros para siempre.

Y luego, la petición de la humildad pidiendo perdón de nuestras ofensas, pero ese perdón, lleva una condición. ¡Ay, Jesús, esa condición, tú lo sabes porque conoces nuestro corazón, cómo nos cuesta! Mira que le ponemos al Padre, el ejemplo de que nos perdone "cómo nosotros perdonamos" y nosotros somos los que siempre decimos: "¡yo eso no lo voy a perdonar, no puedo, me han hecho demasiado daño o es una persona que no la soporto, me cae muy mal y no la voy a perdonar!" o "yo perdono pero... no olvido".

¡Ay, Jesús!, tú que sabes y recuerdas que diste hasta la última gota de tu preciosa sangre para que fuésemos perdonados y sabes también que esa es la condición del amor por nuestros semejantes. Perdonar y olvidar, porque así es el perdón que Dios, nuestro Padre, nos da. Y nosotros sabemos muy bien cómo es nuestro perdón... Ya voy a terminar la oración más hermosa que nos pudiste enseñar, pidiendo: Que no nos dejes caer en la tentación, qué seamos fuertes para no rendirnos a los mil sortilegios y engaños del enemigo de ese Dios que tanto nos ama y ¡líbranos del mal! Si, líbranos de ese mal y de tantos males para que no echen raíces en nuestro corazón, y nos puedan alejar de nuestro Padre Dios. Bendita, como ninguna, la oración del Padre Nuestro, que siendo tan hermosa la decimos todos los días pero tan rutinariamente que no le podemos dar todo el maravilloso sentido y poder que ella encierra.

Te pido mi Jesús, que cada vez que rece la oración que tú me enseñaste, lo haga despacio, con calma, con amor, sabiendo que la dirijo a mi Padre Bueno que me escucha y me ama.

Gracias por estar presente en la Eucaristía... gracias por Tu Pan de cada día.

Si tuvieras fe
Hay que tener fe en que Dios sigue llamando.

Lo he repetido y lo repetiré mientras pueda: no por casualidad, sino por gracia de Dios a nosotros nos toca, de nosotros depende el futuro de la vida consagrada en el tercer Milenio. Nacimos en circunstancias muy especiales: somos hijos del post-concilio, hemos vivido los eventos convulsivos del año 1968, nos ha tocado ver de todo y ya nada puede espantarnos. Y junto con estos eventos mundiales que de alguna manera han dado nacimiento a una nueva cultura (y de esto no nos cabe la menor duda), está también la contestación post-conciliar que ha sufrido la Iglesia de parte de no pocas personas: teólogos, obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas que de alguna manera comenzaron a cuestionar los cimientos de la fe católica, de la Tradición y del Magisterio, avalándose en una lectura equívoca y unidireccional del Concilio Vaticano II. Y de alguna forma, la vida consagrada ha sido salpicada por esta concepción del Concilio.1 Muchos concibieron el Concilio Vaticano II como una mera oportunidad para ensayar, experimentar y buscar nuevas formas de vida consagrada, con el pretexto de adaptarse a los tiempos modernos.

Y sobre esta concepción, yo diría incompleta sino errónea, comenzaron a construir (¿destruir?) nuevos modelos de la vida religiosa. El problema no es la adaptación a los tiempos, sino el autoproclamarse poseedor y conocedor de la verdad última, dejando a un lado el juicio de Cristo, de sus representantes, de la Iglesia, la Tradición y el Magisterio. Defensores del "subjetivismo a ultranza" caían en el sofisma de pensar que sólo ellos tenían la verdad última. Y sus pensamientos, convicciones e ideas, de alguna manera fueron penetrando diversas instituciones religiosas que, bajo su juicio, "la Iglesia había domesticado".2 De ahí que la vida religiosa tendría que ser adaptada a los nuevos tiempos, antiguas instituciones y estructuras tenían que ceder el paso a las nuevas culturas, el feminismo a ultranza debía impregnar los monasterios y las congregaciones femeninas, la autoridad debía ser revisada para que según ellos, no se cayera en autoritarismo, los votos religiosos debían ser revisado bajo un enfoque más humano, más social, más potenciador de la integridad humana para liberarlo de la denigración y la humillación a la que tantos monjes y monjas se veían sometidos. La psicología sería la panacea resuélvelo-todo, orillando y dejando como anacrónico e inútil la dirección espiritual y, hasta en algunos casos, la confesión.

No quiero ni es mi propósito en este artículo hacer un catálogo pormenorizado de lo que estos movimientos han causado a la vida religiosa femenina. Simplemente quiero traer a colación que todas esas ideas, propósitos, pensamientos han influido y diseminado el pensamiento de que la vida religiosa femenina está en crisis. Y cómo está en crisis no podemos pensar ni siquiera en la búsqueda de vocaciones. ¿Para que traer a los monasterios, a las comunidades a mujeres jóvenes e imponerles un estado de vida del que ni siquiera nosotros estamos convencidas? Y por otra parte, ¿cómo imponer un estilo de vida a alguien cuando ahora se ha "re-descubierto" la libertad como el valor fundamental y fundante de la persona humana? Habría, en primer lugar que definir muy bien el concepto de libertad3,4 y después ponernos a discutir sobre el respeto a la libertad y la posibilidad de invitar a una persona a vivir su felicidad eterna.5

Estos dos pensamientos base, la no-identidad de la vida religiosa y el mal-entendido respeto a rajatabla a la libertad humana, han originado un apocamiento en no pocas órdenes religiosas femeninas sobre la búsqueda de las vocaciones. Aunado a este hecho muchas congregaciones que hasta antes del Concilio se veían imposibilitadas a aceptar el número altísimo de chicas que tocaban a sus puertas, ha dado como respuesta poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma: crisis. Vivimos en una crisis de vocaciones. Y digo poco feliz, poco elaborada, poco razonada y poco sostenida por sí misma porque es una conclusión nacida de premisas falsas: como la vida religiosa está en crisis, entonces no hay vocaciones. Pero, ¿es verdad que la vida religiosa está en crisis? Y la siguiente premisa "no hay que forzar la libertad" se contrapone al anuncio que debe hacerse de la Buena nueva. Se ha mal entendido el respeto a la libertad de la persona con el renunciar a anunciar la buena nueva. ¿Cómo voy yo a proponer en un colegio, en un grupo parroquial, en un grupo juvenil la invitación de "ven y sígueme"? Para muchos eso es peor que un crimen, es forzar la libertad humana. Y yo me pregunto ¿anunciar es forzar?, ¿invitar es presionar?, ¿proponer es manipular? Frente a estas posturas las palabras del evangelio aún resuenan con la misma frescura de siempre: "Rogad al dueño de la mies para que mande operarios a la mies". Y en nuestros tiempos Juan Pablo II no deja de profetizar "una primavera vocacional". Y estas dos invitaciones quedan de alguna manera confirmadas con el hecho de que muchas congregaciones religiosas aún reciben vocaciones... y no sólo en América Latina, África o Filipinas, como muchos detractores de la vida religiosa se complacen en constatar. También en Europa surgen vocaciones tanto para las órdenes de vida contemplativa, como para las de vida activa. Tanto para las órdenes multiseculares como para las de nuevo origen. Hay que tener fe en que Dios sigue llamando. Hay que tener fe en que Cristo aún puede ser tan atractivo como siempre6 y que puede seguir ejerciendo esa seducción sobre las almas juveniles. Lo importante es tener fe en que Él sigue llamando...

NOTAS

1 Bástenos citar aquí esta frase: "La clausura del Concilio Vaticano II marcó el comienzo de más de veinticinco años de experimentación y adaptación social de antiquísimos grupos de religiosos (especialmente mujeres), tanto monásticos como de vida apostólica, lamentablemente fuera de sintonía durante cientos de años. Hay datos históricos y académicos más que suficientes para justificar la pregunta de si una reestructuración tan importante en instituciones tan establecidas -o en cualquier institución- es siquiera posible". En: Joan Chittister, OSB, El fuego en estas cenizas, Sal Terrae, Bilbao, 1998 p.20

2 Joan Chittister, OSB, op. cit, p. 49

3 Mondin, Battista, Manuale di filosofia sistematica. Volume 5 "Antropologia filosofica". Edizioni Studio Domenicano, Bologna. 2000.

4 Lucas Lucas, Ramón, "L´uomo. Spirito incarnato", Edizioni Paoline, Roma 1993

5 Ya Paulo VI notaba algo en el ambiente de la Iglesia, cuando escribía en 1964: "El naturalismo amenaza vaciar la concepción original del cristianismo; el relativismo, que todo lo justifica y todo lo califica como de igual valor, atenta al carácter absoluto de los principios cristianos; la costumbre de suprimir, la costumbre de excluir todo esfuerzo, toda molestia de la práctica ordinaria de la vida, acusa de inutilidad fastidiosa a la disciplina y a la ascesis cristiana; ..." En: Paulo VI, Ecclesiam suam, EV, 1964

6 Cabra, Una lectura detenida, pausada y meditada de este magnífico libro es recomendada para la asimilación del concepto de vocación como don de Dios para comprender el misterio de la vida de Cristo y así estar dispuesto a seguirlo a través de la pobreza, la castidad y la obediencia.

¿Qué es la Transubstanciación?
Es un misterio altísimo, singular, superior a la capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe!

«La Presencia Real»
1. Verdadera, real y sustancial

Nos enseña la santa fe católica que Nuestro Señor Jesucristo está verdadera, real y sustancialmente presente, en el Santísimo Sacramento del altar. Es sacramento porque es signo sensible –pan y vino–, y eficaz –produce lo que significa–, de la gracia invisible y porque contiene al Autor de la gracia, al mismo Jesucristo nuestro Señor.

¿Qué quiere decir verdadera?
Verdadera quiere decir que su presencia no es en mera figura (como en una foto), como quería Zwinglio, sino en verdad.

 

¿Qué quiere decir realmente?
Realmente quiere decir que su presencia no es por mera fe subjetiva (no porque uno así lo opine), como quería Ecolampadio, sino en la realidad.
 

¿Qué quiere decir sustancialmente?
Sustancialmente quiere decir que la presencia del Señor en la Eucaristía no es meramente virtual (como la usina eléctrica está virtualmente presente en el foco de luz), como quería Calvino, sino según el mismo ser de su Cuerpo y Sangre que asumió en la Encarnación.

El Concilio de Trento enseña que: «Si alguno negare que en el Santísimo Sacramento de la Eucaristía se contiene verdadera, real, y sustancialmente el Cuerpo y la Sangre, juntamente con el alma y la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo y, por ende, Cristo entero; sino que dijere que sólo está en él como en señal y figura o por su eficacia, sea anatema».

Doctrina que recoge el reciente Catecismo de la Iglesia Católica: «Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros (Ro 8,34), está presente de múltiples maneras en su Iglesia: en su Palabra, en la oración de su Iglesia, allí donde dos o tres estén reunidos en mi nombre (Mt 18,20), en los pobres, los enfermos, los presos, en los sacramentos de los que Él es autor, en el sacrificio de la misa y en la persona del ministro. Pero, “sobre todo (está presente), bajo las especies eucarísticas”.

El modo de presencia de Cristo bajo las especies eucarísticas es singular. Eleva la Eucaristía por encima de todos los sacramentos y hace de ella “como la perfección de la vida espiritual y el fin al que tienden todos los sacramentos”. En el santísimo sacramento de la Eucaristía están “contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero.” “Esta presencia se denomina ‘real’, no a título exclusivo, como si las otras presencias no fuesen ‘reales’, sino por excelencia, porque es substancial, y por ella Cristo, Dios y hombre, se hace totalmente presente”».

De tal modo, que Nuestro Señor Jesucristo está presente en la Eucaristía con el mismo Cuerpo y Sangre que nació de la Virgen María, el mismo cuerpo que estuvo pendiente en la cruz y la misma sangre que fluyó de su costado.

2. De la Transubstanciación 
Nuestro Señor se hace presente por la conversión del pan y el vino en su Cuerpo y Sangre. Esa admirable y singular conversión se llama propiamente «transubstanciación», no consustanciación, como quería Lutero.

Se dice admirable porque es un misterio altísimo, superior a la capacidad de toda inteligencia creada. ¡Es el Misterio de la fe! Se dice singular porque no existe en toda la creación ninguna conversión semejante a esta.

En la transubstanciación toda la substancia del pan y toda la sustancia del vino desaparecen al convertirse en el Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de Cristo. De tal manera que bajo cada una de las especies y bajo cada parte cualquiera de las especies, antes de la separación y después de la separación, se contiene Cristo entero.

Es de fe, por tanto, que de toda y sola la substancia del pan y del vino se transubstan­cia en toda y sola la sustancia del cuerpo y sangre de Cristo. Ahora bien, ¿qué es lo que permanece? Permanecen, sin sujeto de inhesión, por poder de Dios, en la Eucaristía los accidentes, especies o apariencias del pan y del vino.

¿Cuáles son? Los accidentes que permanecen después de la transusbtanciación son: peso, tamaño, gusto, cantidad, olor, color, sabor, figura, medida, etc, de pan y de vino.

Sólo cambia la sustancia.

Por la fuerza de las palabras bajo la especie de pan se contiene el Cuerpo de Cristo y, por razón de la compañía o concomitancia, junto con el Cuerpo, por la natural conexión, se contiene la Sangre, y el alma y, por la admirable unión hipostática, la Divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Y, ¿qué se contiene por razón de las palabras bajo la especie del vino? Por razón de las palabras se contiene la Sangre de Cristo bajo la especie del vino y, por razón de la concomitancia, junto con la Sangre, por la natural conexión, se contiene el Cuerpo, el Alma y, por la unión hipostática, la divinidad de Nuestro Señor Jesucristo.

Enseña el Catecismo de la Iglesia Católica: «Mediante la conversión del pan y del vino en su Cuerpo y Sangre, Cristo se hace presente en este sacramento. Los Padres de la Iglesia afirmaron con fuerza la fe de la Iglesia en la eficacia de la Palabra de Cristo y de la acción del Espíritu Santo para obrar esta conversión. Así, san Juan Crisóstomo declara que: “No es el hombre quien hace que las cosas ofrecidas se conviertan en Cuerpo y Sangre de Cristo, sino Cristo mismo que fue crucificado por nosotros. El sacerdote, figura de Cristo, pronuncia estas palabras, pero su eficacia y su gracia provienen de Dios. Esto es mi Cuerpo, dice. Esta palabra transforma las cosas ofrecidas”.

Y san Ambrosio dice respecto a esta conversión: “Estemos bien persuadidos de que esto no es lo que la naturaleza ha producido, sino lo que la bendición ha consagrado, y de que la fuerza de la bendición supera a la de la naturaleza, porque por la bendición la naturaleza misma resulta cambiada... La palabra de Cristo, que pudo hacer de la nada lo que no existía, ¿no podría cambiar las cosas existentes en lo que no eran todavía? Porque no es menos dar a las cosas su naturaleza primera que cambiársela”».

Sigue diciendo el Catecismo de la Iglesia Católica: «El Concilio de Trento resume la fe católica cuando afirma: “Porque Cristo, nuestro Redentor, dijo que lo que ofrecía bajo la especie de pan era verdaderamente su Cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la sustancia del pan en la sustancia del Cuerpo de Cristo nuestro Señor y de toda la sustancia del vino en la sustancia de su Sangre; la Iglesia católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación”».


3. Omnipotencia de Dios 
El sacerdote ministerial predica la Palabra de Dios, presenta a Dios los dones de pan y vino, los inmola y los ofrece al transubstanciarlos en el Cuerpo y la Sangre del Señor, obrando en nombre y con el poder del mismo Cristo, de modo tal que, por sobre él sólo está el poder de Dios, como enseña Santo Tomás de Aquino: «El acto del sacerdote no depende de potestad alguna superior, sino de la divina», de tal modo, que ni siquiera el Papa, tiene mayor poder que un simple sacerdote, para la consagración del Cuerpo de Cristo: «No tiene el Papa mayor poder que un simple sacerdote».

«Al mandar a los Apóstoles en la Última Cena: Haced esto en memoria mía (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25), les ordena reiterar el rito del Sacrificio eucarístico de mi Cuerpo que será entregado y de mi Sangre que será derramada (Lc 22,19; 1Cor 11,24.25). Enseña el Concilio de Trento que Jesucristo, en la Última Cena, al ofrecer su Cuerpo y Sangre sacramentados: “a sus apóstoles, a quienes entonces constituía sacerdotes del Nuevo Testamento, a ellos y a sus sucesores en el sacerdocio, les mandó ... que los ofrecieran”».

Y esto por el poder divino, ya que existe «en la misma transformación, una selección que indica penetración extraordinaria; dentro de una misma cosa material hay algo que cambia y algo que permanece inmutable; además el cambio produce algo nuevo...». En la Divina Invocación, como llamaban muchos Santos Padres a la consagración, se da:

1. Una selección: entre la substancia y los accidentes;
2. Una penetración extraordinaria: distinguir ambos elementos, para que desaparezca uno y permanezca el otro;
3. Algo nuevo aparece: el Cuerpo entregado y la Sangre derramada de Cristo, bajo especie ajena, o sea, sacramental.

Por esto, la conversión del pan y del vino en la Misa, implica dificultades más grandes que respecto a la creación del mundo, como dice Santo Tomás de Aquino: «En esta conversión hay más cosas difíciles que en la creación, en la que sólo es difícil hacer algo de la nada. Crear, sin embargo, es propio de la Causa Primera, que no presupone nada para su operación. Pero en la conversión sacramental (de la Eucaristía) no sólo es difícil que este todo (el pan y el vino) se transforme en este otro todo (el Cuerpo y la Sangre de Cristo), de modo que nada quede del anterior, cosa que no pertenece al modo corriente de producir, sino que también queden los accidentes desaparecida la substancia...».

Queridos hermanos y hermanas:

Crezcamos siempre en la fe y el amor a Nuestro Señor presente en la Eucaristía. Estimemos por «justa y conveniente» la palabra exacta que expresa la conversión del pan y del vino: ¡Transubstanciación!, que debería sonar en nuestros oídos como música celestial.

Y admiremos siempre el poder de Dios que allí se manifiesta, como lo hace el pueblo fiel que dice, con las palabras del Apóstol Tomás, después de ocurrida la transustanciación: ¡Señor mío y Dios mío! (Jn 20,28).

 

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