SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI - LA COPA QUE BENDECIMOS

(Ex 24, 3-8; Sal 115; Hbr 9, 11-15; Mc 14, 12-16. 22-26)

“Tomando una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo: -«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios».” (Mc 14,24). El día 28 de mayo último, fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, después de visitar la exposición “Los caminos del Grial”, tuve el privilegio de celebrar la Eucaristía, junto a los compañeros de mi arciprestazgo, en la catedral de Valencia, dentro de la capilla donde se venera el Santo Cáliz. Es conocida la gran importancia de la hospitalidad en la cultura oriental, de tal forma que si alguien invita a otro a su casa y le ofrece de comer o de beber, le está demostrando una gran amistad. Se cuenta que Saladino, cuando venció a los cruzados en la batalla de los “Cuernos del Hattín”, en Galilea, el 4 de julio de 1187, le ofreció a Guido de Lusignan, rey de Jerusalén, un vaso de agua; y con este gesto le indicaba que no lo mataría, en agradecimiento a lo que el rey cruzado había hecho con la hermana del sultán cuando fue ofendida por Reinaldo de Châtillon. 

Ofrecer un trozo de pan untado, como hizo Jesús con Judas, significaba la mayor intimidad, y nadie podría sospechar que le estaba señalando como traidor, sino como todo lo contrario. En la Eucaristía, Jesucristo sigue ofreciendo la copa santa como gesto de alianza, de perdón, de amistad, y quien acepte beber de este cáliz con respeto y dignidad, se lleva la prenda de la vida futura, porque aquel que come del pan partido en la Mesa del Señor, y bebe de la Copa de la Salvación, recibe vida eterna. La Eucaristía es sacramento de la presencia real de Jesucristo y en ella se prolonga la hospitalidad divina. Con ese gesto, Jesús nos ofrece la señal más auténtica de su amistad y entrega generosa. El salmista nos brinda la expresión más adecuada: “¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando su nombre” (Sal 115).

La adoración, la hospitalidad, la entrega, el respeto, la gratitud, el sobrecogimiento, la comunión, brotan en el corazón de quien se acerca con fe a la mesa santa. Al tiempo que rendimos homenaje a la Eucaristía, aprendamos el mandamiento de la hospitalidad magnánima, al menos con el perdón.

SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI/ 7-06-2015 (DOMINGO)

En este Domingo la Iglesia celebra la Solemnidad del Corpus Christi. En esta fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo la Iglesia honramos la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. Y nos viene a la mente de todos nosotros el mandato del Señor en la última cena: “Haced esto en conmemoración mía”. La Eucaristía es exigencia de comunión con los hermanos, especialmente con los que sufren. Por esta misma razón, hoy es el día de la Caridad. Cáritas nos invita a los que celebramos la Eucaristía a tres exigencias, que son esenciales: servir a los demás frente a la exclusión social y situaciones de soledad, compartir nuestros bienes y nuestras cualidades para potenciar la comunión, e integrar a los otros rompiendo los muros que dificultan la integración.

En el Evangelio de este Domingo del Corpus Christi leemos el Evangelio de San Marcos. Jesús ha hecho con nosotros una nueva alianza. La sangre de esa alianza no es la de animales ni víctimas. Es la sangre del hijo de Dios, derramada en la cruz. (Mc 14,12-26)

Queremos en este día pedirte por los jóvenes que buscan trabajo y no lo encuentran, y por los que tienen que trabajar en condiciones precarias y poco dignas. Por los empresarios que se esfuerzan por mantener y crear puestos de trabajo. Por Cáritas para que su labor de sensibilización, denuncia y ayuda a los más necesitados de nuestra sociedad sea más eficaz y más auténtica. Amén

La misa dominical

Los estudios sociológicos lo destacan con datos contundentes: los cristianos de nuestras iglesias occidentales están abandonando la misa dominical. La celebración, tal como ha quedado configurada a lo largo de los siglos, ya no es capaz de nutrir su fe ni de vincularlos a la comunidad de Jesús.

Lo sorprendente es que estamos dejando que la misa «se pierda» sin que este hecho apenas provoque reacción alguna entre nosotros. ¿No es la eucaristía el centro de la vida cristiana? ¿Cómo podemos permanecer pasivos, sin capacidad de tomar iniciativa alguna? ¿Por qué la jerarquía permanece tan callada e inmóvil? ¿Por qué los creyentes no manifestamos nuestra preocupación con más fuerza y dolor?

La desafección por la misa está creciendo incluso entre quienes participan en ella de manera responsable e incondicional. Es la fidelidad ejemplar de estas minorías la que está sosteniendo a las comunidades, pero ¿podrá la misa seguir viva solo a base de medidas protectoras que aseguren el cumplimiento del rito actual?

Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?
¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo.

José Antonio Pagola. Cuerpo y Sangre de Cristo - B (Marcos 14,12-16.22-26). 07 de junio 2015

La solemnidad de Corpus

La Eucaristía es el don que el Señor nos hace de su cuerpo y de su sangre afín de que la Iglesia sea fermento de amor y de unidad.

Corpus es la fiesta de la alegría de poseer Dios de una forma tan concreta como es su presencia real en el sacramento, pero al mismo tiempo Corpus es la fiesta de la fe. Después de la consagración el sacerdote invita a los fieles: “Aclamad el misterio de la fe”. Un himno del oficio de la solemnidad canta: “La vista, el gusto, el tacto, en ti Señor son engañados mas tu palabra engendra fe rendida”.

La Eucaristía no es un premio para los cristianos perfectos sino alimento para los que hacemos camino hacia la casa del Padre. Mas que pan de los ángeles es pan para los caminantes. Es el pan que pedimos en la oración de Padre nuestro: “Danos hoy el pan de cada día”. Sin el alimento constante de la Eucaristía el cristiano no puede conservar la fe viva, la esperanza firme, la caridad gozosa.

Corpus es la fiesta del amor. No hay mayor amor que dar la vida por los amigos. Si Cristo ha dado la vida por nosotros, también nosotros debemos entregarnos a los demás. Que toda nuestra vida sea una acción de gracias por su entrega sin límites y de haber querido quedarse entre nosotros. 

Corpus Christi - Ex 24,3-8. He 9,11-15. Mc 14,12-16.22-26

El Evangelio del domingo pasado terminaba con la firme constatación de Jesús: Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo. Juliana de Lieja, recogida huérfana muy pequeña en las monjas de la leprosería de Mont Cornillon, meditaba a menudo estas palabras que relacionaba absolutamente con la presencia eucarística. El Papa Francisco dice de la diócesis de Lieja que era un Cenáculo eucarístico. Tan grande era la devoción de aquel pueblo al sacramento del amor de Jesús, amor que lo comprometía a vivir en caridad, que los teólogos y predicadores se dedicaban intensamente al estudio y proclamación de la devoción eucarística. El Papa Francisco en su primer sermón de Corpus del 30-05-2013 recoge profusamente la historia de "Santa Juliana, la monja que nos dio la fiesta del Corpus Christi". Dos comunidades de hombres sanos y mujeres sanas y dos comunidades de leprosos y leprosas eran conducidas por un prior sacerdote y una priora monja, supeditada al prior. Santa Juliana, hija de aquel devoto contexto de amor al cuerpo de Cristo y de amor a su cuerpo sufriente, fue priora de Cornillon y promocionó la fiesta del Corpus para que se le dio a entender que el año litúrgico le faltaba la adoración y el canto en alabanza del regalo eucarístico. Así convenció al obispo de Lieja, Robert de Tourote, que decretó la fiesta el 1246. No la pudo celebrar él porque murió pocos meses antes del primer Corpus, 1247.

El Papa Urbano IV, Jacques Pantaleón, que siendo archidiácono de la catedral de Lieja coincidió con santa Juliana y el obispo mencionado, proclamó universalmente la fiesta del Corpus en 1264 y encargó a Santo Tomás de Aquino la confección del Oficio y la Misa de la fiesta. Sus escritos se consideran una obra capital de su genio, porque reúnen profunda doctrina, humilde y ardorosa devoción y deliciosa poesía. Compuso cinco himnos que aún hoy cantamos: Adoro te, devote, Pange lingua Glorioso (Himno de primeras vísperas), Verbum supernum prodiens (Himno de laudos), Lauda Sion Salvatore (Secuencia), Tantum ergo sacramentum (que se une al Pange lingua). Resume su pensamiento en esta sencilla antífona: Oh sagrado convite donde comemos Cristo, recordando su pasión; la mente se llena de gracia y se nos da prenda de la gloria futura, aleluya. Sin embargo hubo trifulcas. Juliana tuvo que refugiarse en varios monasterios cistercienses. Hay murió, con el Santísimo expuesto en su celda. Por otra parte, se producían milagros -reales o llegendaris- en confirmación de la presencia real de Cristo. En la catedral de Viterbo, la sede papal, se conservan unos corporales manchados de sangre de 1263 y, en Girona, se conserva el relicario de los "Santos dudas" que la tradición recuerda como las dudas de un cura a la hora de adorar las hostias consagradas. La fiesta del Cuerpo de Cristo separada de la densidad emocional de los tristes acontecimientos del jueves santo: traición, negaciones, juicio, condena, permite un abanico enorme de maravillosas aproximaciones a la realidad de la donación de Jesús. Tomad y comed todos ... Quien coma de este pan .. vivirá eternamente ... Yo soy el pan bajado del cielo ...No hay mayor amor que dar la vida ... Un mandamiento nuevo os doy, amaos como yo os he amado! Barcelona y Girona el 1320 son las segundas ciudades donde consta la celebración del Corpus con una procesión. Tantas veces en el Evangelio Jesús camina con sus y la empujan de todos lados. Recordemos la mujer enferma hacía doce años, el cruce de comitivas en Naín, la entrada exultante en Jerusalén. La piedad popular ha construido la procesión de flores y enramadas, a la vez que se ostenta el Pan blanco, bajado del cielo, en custodia delicadamente elaborada. Emerge una alegría hondísima: Jesús está con nosotros. Y eso es belleza, esto es canto, esto es alimento, esto es consuelo. Jesús está en nuestras plazas, pisa nuestras calles, bendice nuestras casas, se alegra de nuestros talleres. El textos del ciclo B de este año subrayan la alianza nueva y definitiva remachada por la entrega de Jesús. Queda pendiente nuestra correspondencia y la fidelidad al pacto que sólo tiene una cláusula, un mandamiento. ¡Amaos!

Evangelio según San Marcos 14,12-16.22-26. 

El primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: "¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?". 

El envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: "Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: '¿Dónde está mi sala, en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?'. El les mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario". Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua. Mientras comían, Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: "Tomen, esto es mi Cuerpo". Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y todos bebieron de ella. Y les dijo: "Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos. 

Les aseguro que no beberé más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios". Después del canto de los Salmos, salieron hacia el monte de los Olivos. 

Himno antiguo para el Sábado Santo 
Borgia, Frammenti eucaristici antichissimi, p. 46-50

«Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. 

Hoy, sobre el altar hemos contemplado a nuestro Señor Jesucristo. Hoy, hemos sido alimentados con el carbón de fuego, a la sombra del cual cantan los Querubines (Is 6,2s). Hoy hemos oído la voz poderosa y suave que nos dice: Este cuerpo quema las espinas de los pecados, ilumina el alma de los hombres. Este cuerpo ha sido tocado por la mujer que padecía flujos de sangre y ha sido curada de su enfermedad. Este cuerpo, con sólo verlo, curó a la hija de la Cananea. Este cuerpo, la pecadora, con todo el ardor de su alma se acercó a él y fue liberada del barro de sus pecados. Este cuerpo, lo tocó Tomás y lo reconoció exclamando: «Mi Señor y mi Dios» Este cuerpo, grande y muy alto, es el fundamento de nuestra salvación. Antaño, el que es el Verbo y la Vida nos declaró: «Esta sangre ha sido derramada por vosotros y entregada para la remisión de los pecados. Hemos bebido, amados míos, la sangre santa e inmortal. Hemos bebido, amados míos, la sangre que fluyó del costado del Señor, que cura toda enfermedad, que libera a todas las almas. Hemos bebido la sangre con la que hemos sido rescatados. Hemos sido comprados e instruidos, hemos sido iluminados. ¡Mirad, hermanos, qué cuerpo hemos comido! ¡Mirad, hijos, qué sangre nos ha embriagado! Mirad la alianza pactada con nuestro Dios, por miedo a enrojecer en el día terrible, en el día del juicio (cf 1C 11,29). ¿Quién está en condiciones de glorificar el misterio de la gracia? Hemos sido juzgados dignos de participar del don. Vigilémonos hasta el fin a fin de poder escuchar su voz bendita, dulce y santa: «Venid, benditos de mi Padre, recibid en herencia el reino preparado para vosotros» (Mt 25,34)... Amados míos, celebramos las maravillas del bautismo de Jesús (cf Mc 10,38),  su santa y vivificante resurrección, por la que el mundo ha recibido la salvación. Aguardamos todos la dichosa realización por la gracia y la benevolencia de nuestro Señor Jesucristo: a él sean dadas la gloria, el honor y la adoración.

San Roberto de Newminster

San Roberto, abad

En Newminster, en el territorio de Northumberland, en Inglaterra, san Roberto, abad de la Orden Cisterciense, el cual, amante de la pobreza y de la vida de oración, junto con doce monjes instauró este cenobio, que a su vez fue origen de otras tres comunidades de monjes.

Gargrave, localidad del distrito de Craven, en Yorkshire, fue el lugar de nacimiento de san Roberto. Tras de haber recibido las órdenes sacerdotales, fue rector en Gargrave durante un tiempo y después tomó el hábito de los benedictinos en Whitby. Algo más tarde, obtuvo el permiso de su abad para unirse a otros monjes de la abadía de Saint Mary, en York, quienes se habían agrupado, autorizados por el arzobispo Thurston, y en los terrenos que le habían sido cedidos, con el propósito de dar nueva vida a la estricta regla benedictina. Ahí, en la mitad del invierno, en condiciones de extrema pobreza, sobre el desnudo suelo del valle de Skeldale, fundaron los monjes un monasterio que, más tarde, llegaría a ser famoso como Fountains Abbey (Abadía de las Fuentes), nombre que se le dio en relación con unos manantiales que había en las proximidades. Por su expreso deseo, los monjes estaban afiliados a la reforma del Cister, y Fountains se convirtió, con el tiempo, en una de las casas más fervientes de la orden. El espíritu de la santa alegría imperaba sobre una vida de ejercicios de devoción, alternados con los duros trabajos manuales. En un sitio prominente entre los monjes se hallaba san Roberto, en razón de su santidad, su austeridad y la dulzura inmutable de su carácter. «En sus modales era extremadamente modesto -dice la Crónica de Fountains-, lleno de gentileza cuando estaba en compañía, misericordioso en los juicios y ejemplar en la santidad y sabiduría de sus conversaciones».

Ralph de Merly, el señor de la región de Morpeth, visitó la abadía en 1138, cinco años después de su fundación, y quedó tan hondamente impresionado por la virtud de los hermanos, que decidió construir un monasterio para el Cister en sus propiedades. Para habitar en la nueva casa, conocida con el nombre de abadía de Newminster, lord Morpeth sacó de Fountains a doce monjes y, para gobernarlos, se nombró abad a san Roberto. El santo conservó el puesto hasta su muerte. A fuerza de trabajo constante, logró que la abadía floreciese de manera tan extraordinaria, que, para 1143, pudo fundar una segunda casa en Pipewell, en Northamptonshire y, más tarde, otras dos en Sawley y en Roche. Como hombre entregado a la meditación y a la plegaria que era, escribió un comentario sobre los Salmos que, desgraciadamente, no ha sobrevivido. Se le habían otorgado dones sobrenaturales y tenía poder sobre los malos espíritus. Hay una anécdota que ilustra el espíritu de mortificación de que estaba dotado. Se sometía a ayunos tan rigurosos durante la Cuaresma, que, en una ocasión, al llegar la Pascua, ya había perdido enteramente el apetito. «¡Ay, padre mío! ¿Por qué no queréis comer?», le preguntó entristecido el hermano encargado del refectorio. «Creo que me comería un panecillo de avena con mantequilla», repuso el abad. En cuanto le trajeron lo que había pedido, no se atrevió a locarlo, por considerar que, si lo hacía, era como ceder a la gula y, a fin de cuentas, ordenó que se diera el panecillo a los pobres. En la puerta del convento recibió el pan un joven y hermoso peregrino, quien inmediatamente desapareció, con todo y el plato.

Cuando el hermano tornero trataba de dar explicaciones plausibles sobre la desaparición del recipiente, el mismo plato quedó de pronto sobre la mesa, frente al abad. Todo el mundo afirmó que el hermoso peregrino que se comió el panecillo era un ángel. Afirman las crónicas que, en su juventud, san Roberto estudió en París, y registran un segundo viaje suyo al continente, cuando fue blanco de algunas críticas por parte de sus monjes, en relación con ciertos informes falsos sobre mala administración de su abadía, y decidió ir a visitar a san Bernardo para ponerle en claro las cosas. Pero éste, que evidentemente conocía a fondo a san Roberto, resolvió que no había necesidad de desmentir las necias acusaciones ni de defenderse contra los cargos. La mencionada visita debe haber tenido lugar en 1147 o 1148, puesto que por entonces y antes de regresar a Inglaterra, se entrevistó san Roberto con el Papa Eugenio III. El abad de Newminster visitaba a menudo al ermitaño san Godrico, por quien sentía particular afecto. La noche en que san Roberto murió, san Godrico vio ascender su alma al cielo como una bola de fuego. La fecha era el 7 de junio de 1159. La fiesta de san Roberto se conmemora en la diócesis de Hexham. 

Nova Legenda Angliae de Capgrave, en el Acta Sanctorum, junio, vol. II, no es más que un resumen de una biografía más extensa que se conserva en Lansdowne MS. 436, en el Museo Británico. Cuando Dalgairns escribió la vida de san Roberto para incluirla en la serie de santos ingleses que editó Newman, utilizó el manuscrito mencionado y agregó algunos detalles de otros relatos en existencia. Imagen: vidriera de 1518 en la capilla del Queen's College, de Oxford (en la colección de vidrieras de Lawrence, OP).

7 de junio 2015 Domingo El Cuerpo y la Sangre de Cristo Ex 24, 3-8. Bajo la promesa del pueblo que decía: «Haremos todo lo que dice el Señor". Moisés inicia todo un ritual que quiere significar el compromiso de Dios con su pueblo y el compromiso del pueblo con Dios. El texto de hoy termina así: «Esta es la sangre de la alianza que el Señor hace con ustedes de acuerdo con las palabras escritas aquí». De hecho estas últimas palabras son muy parecidas a las que los sacerdotes pronuncian a la hora de la consagración en las celebraciones eucarísticas. Este compromiso de Dios con nosotros, pide una respuesta por parte de todos. ¿Cuál es tu respuesta? Señor, ayúdame a ser coherente con mi compromiso hacia ti.

 

Francisco, en la ventana

Denuncia la "explotación laboral" de muchos niños del mundo
El Papa en el ángelus: "Que el Señor bendiga a Sarajevo y a Bosnia-Herzegovina"
"El que se nutre del pan de Cristo no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano"

José Manuel Vidal, 07 de junio de 2015 a las 11:53

Ayer fue a Bosnia como peregrino de paz y esperanza. Sarajevo es una ciudad-símbolo. Tanto que es llamada la Jerusalén de Occidente

(José M. Vidal).- Ángelus del Papa tras su histórica visita a Sarajevo, que recuerda con agradecimiento, al tiempo que resalta su "bello empeño" de volver a ser la Jerusalén europea, una ciudad y un país multiétnico y multirreligioso que busca la paz, el perdón y la concordia. Francisco también aprovechó su comparecencia en la ventana para denunciar "la explotación del trabajo infantil", que impide a los niños "jugar e ir a la escuela". 

Algunas frases de la catequesis del Papa

"Hoy se celebra en muchos países la solemnidad del Corpus Domini"
"Yo soy el pan de vida, dice Jesús"
"El pan que daré es mi carne para la vida del mundo". "Jesús toma en sus manos el pan"
"Le asigna al pan una función que no es sólo la de la nutrición física, sino la de hacer presente su persona en medio de la comunidad de los creyentes". "No basta afirmar que en la eucaristía está presente Jesús, hay que ver en ella la presencia de una vida entregada"
"Cuando comemos ese pan, nos empeñamos en transformar nuestra vida en don, sobre todo para los más pobres" ."La fiesta de hoy nos invita a la conversión, al servicio del amor y al perdón"
"Imitadores de lo que celebramos en la eucaristía"
"En el pobre que nos tiende la mano, en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida, en el niño que no sabe nada de Jesús, de la salvación, que no tiene fe"

"Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es obra de caridad y de solidaridad"

"El que se nutre del pan de Cristo no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano, hoy un problema cada vez más grave"

Saludos del papa

"Leo allí: bien retornado"
"Ayer fue a Bosnia como peregrino de paz y esperanza. Sarajevo es una ciudad-símbolo. Tanto que es llemada la Jerusalén de Occidente"
"En el reciente pasaodo, símbolo de la destrución y de guerra"
"Está en marcha un bello proceso de reconstrucción"
"Un camino difícil, pero posible. Y lo están haciendo bien"
"Mi reconociemiento a las autoriodades y a la ciudadanía por la acogida calurosa"
"Gracias a la comunidad católica"
"Gracias a ortodoxos, musulmanes y hebreos y de otras minorías religiosas. He apreciado el empeño de colaboración y solidaridad entre estas personas que pertenecen a religiones diversas. Trabajan juntos como hermanos. Que el Señor bendiga Sarajevo y Bosnia-Herzegovina"
"El próximo viernes, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. En el corazón de Jesús está todo el amor"
"También se celebra la jornada mundial contra el trabajo infantil. Muchos niños no pueden jugar ni ir a la escuela y terminan explotados como mano de obra..."
"Veo banderas de diversos países"
"Saludos a los fieles de Madrid, Brasilia, Brescia...Buen domingo y, por favor, no olviden rezar por mí. Buen apetito y hasta pronto"

Texto completo de las palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus

¡Queridos hermanos y hermanas , buenos días!

Hoy se celebra en muchos Países, entre los cuales Italia, la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, o, según la más conocida expresión latina, la solemnidad del Corpus Domini.

El Evangelio presenta el relato de la institución de la Eucaristía, cumplida por Jesús durante la Última Cena, en el cenáculo de Jerusalén. La víspera de su muerte redentora sobre la cruz, Él realizó aquello que habia anunciado: «Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo... El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él» (Jn 6,51.56), así dijo el Señor. Jesús tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: «Tomen, esto es mi Cuerpo» (Mc 14,22). Con este gesto y con estas palabras, Él asigna al pan una función que no es más aquella del simple nutrimiento físico, sino aquella de hacer presente a su Persona en medio de la comunidad de los creyentes.

La Última Cena representa el punto de llegada de toda la vida de Cristo. No es solamente anticipación de su sacrificio que se cumplirá sobre la cruz, sino también síntesis de una existencia ofrecida para la salvación de la humanidad entera. Por lo tanto, no basta afirmar que en la Eucarístia está presente Jesús, sino que se debe ver en ella la presencia de una vida donada y de ella tomar parte. Cuando tomamos y comemos aquel Pan, nosotros venimos asociados a la vida de Jesús, entramos en comunión con Él, nos comprometemos en realizar la comunión entre nosotros, a transformar nuestra vida en don, sobre todo a los más pobres.

La fiesta de hoy evoca este mensaje solidario y nos empuja a recibir la intíma invitación a la conversión y al servicio, al amor y al perdón. Nos estimula a convertirnos, con la vida, en imitadores de aquello que celebramos en la liturgia.

El Cristo, que nos nutre bajo las especies consagradas del pan y del vino, es el mismo que nos sale al encuentro en los eventos cotidianos; está en el pobre que extiende la mano, está en el sufriente que implora ayuda, está en el hermano que pide nuestra disponibilidad y espera nuestra acogida. Está en el niño que no sabe nada de Jesús, de la salvación, que no tiene fe. Está en todo ser humano, también en el más pequeño e indefenso.

La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo no puede permanecer indiferente ante aquellos que no tiene el pan cotidiano. Y hoy - lo sabemos- es un problema cada vez más grave.

Que la fiesta del Corpus Domini inspire y alimente cada vez más en cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad receptiva y solidaria. Depongamos estos deseos en el corazón de la Virgen Maria, Mujer eucarística. Ella suscite en todos la alegría de participar a la Santa Misa, especialmente el domingo, y el valor alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo.

Palabras del Papa Francisco después del rezo del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas,

Leo allí: Bienvenido... ¡gracias! Porque, ayer fui a Sarajevo, en Bosnia y Herzegovina, como peregrino de paz y esperanza. Sarajevo es una ciudad-símbolo. Durante siglos ha sido un lugar de convivencia entre pueblos y religiones, tanto, de ser llamada la "Jerusalén de Occidente". En el pasado reciente se ha convertido en un símbolo de las destrucciones y de la guerra. Ahora se encuentra en un bello proceso de reconciliación, y sobre todo por eso he ido: para alentar este camino de convivencia pacífica entre pueblos diferentes; un camino cansador, difícil, ¡pero posible! ¡Y lo están haciendo bien! Renuevo mi reconocimiento a las Autoridades y a todos los ciudadanos por la cálida acogida. Doy las gracias a la comunidad católica, a la que he querido llevar el afecto de la Iglesia universal, y agradezco también en particular a todos los fieles, ortodoxos, musulmanes, judíos y a los de las otras minorías religiosas. He apreciado el compromiso de colaboración y solidaridad entre estas personas que perteneces a religiones diferentes, instando a todos a llevar adelante la obra de reconstrucción espiritual y moral de la sociedad. Trabajan juntos como verdaderos hermanos. Que el Señor bendiga a Sarajevo y Bosnia y Herzegovina.

El próximo viernes, es la Solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús. Pensemos en el amor de Dios... ¡cómo nos ha amado! En el corazón de Jesús está todo este amor. Se celebra también el Día Mundial contra el trabajo Infantil. Muchos niños en el mundo no tienen la libertad de jugar, de ir a la escuela y terminan siendo explotados como mano de obra. Espero el compromiso atento y constante de la Comunidad internacional para la promoción del reconocimiento activo de los derechos de la infancia.

Y ahora saludo a todos ustedes, queridos peregrinos de Italia y de diversos países. Veo banderas de diferentes países; en particular, saludo a los fieles de Madrid, Brasilia y Curitiba; y los de Chiavari, Catania y Gottolengo (Brescia). Les deseo a todos un buen domingo. Por favor no se olviden de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto. 

La Eucaristía, antídoto frente a la indiferencia

Mensaje con motivo de la festividad del Corpus Christi
La Eucaristía hace posible el paso de la globalización de la indiferencia a la globalización de la caridad 

Por: Comisión Episcopal de Pastoral Social | Fuente: www.conferenciaepiscopal.es

El papa Francisco ha denunciado con frecuencia la indiferencia como uno de los grandes males de nuestro tiempo. El olvido de Dios y de los hermanos está alcanzando dimensiones tan hondas en la convivencia social que podemos hablar de una "globalización de la indiferencia" [1].

Ante esta dolorosa realidad, los obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral Social os invitamos a contemplar, celebrar y adorar a Jesucristo en el sacramento de la Eucaristía como el medio más eficaz para vencer y superar la indiferencia. La Eucaristía tiene el poder de trasformar el corazón de los creyentes, haciendo así posible el paso de la "globalización de la indiferencia" a la "globalización de la caridad", impulsándonos a la vivencia de la comunión fraterna y del servicio a nuestros semejantes.

1. La Eucaristía, sacramento de comunión con Dios y los hermanos: «Si un miembro sufre, todos sufren con él» (1Cor 12,26)

El apóstol Pablo les decía a los cristianos de Corinto que la recepción del Cuerpo y la Sangre de Cristo tiene el poder de establecer una comunión tan fuerte entre quienes creen en Él que aleja del corazón humano la indiferencia y la división: «El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos, ¿no es comunión del cuerpo de Cristo? Porque el pan es uno, nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo, pues todos comemos del mismo pan» (1Cor 10,16-17).

Esta comunión eucarística, que nos transforma en Cristo y nos permite crecer como miembros de su cuerpo, nos libera también de nuestros egoísmos y de la búsqueda de los propios intereses. Al entrar en comunión con los sentimientos de Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación, se nos abre la mente y se ensancha el corazón para que quepan en él todos los hermanos, especialmente los necesitados y marginados. «Quien reconoce a Jesús en la Hostia santa, lo reconoce en el hermano que sufre, que tiene hambre y sed, que es extranjero, que está desnudo, enfermo o en la cárcel; y está atento a cada persona, se compromete, de forma concreta, en favor de todos aquellos que padecen necesidad» [2].

"Nuestra participación en el cuerpo y la sangre de Cristo sólo tiende a convertirnos en aquello que recibimos" (San León Magno) [3]: cuerpo de Cristo entregado y sangre derramada para la vida del mundo. Desde la comunión con Cristo llegamos a ser siervos de Dios y de los hombres. De este modo, la Eucaristía constituye, en palabras de Benedicto XVI, «una especie de antídoto» [4] frente al individualismo y la indiferencia, y nos impulsa a lavar los pies a los hermanos. [5]

2. La Eucaristía, sacramento que nos compromete con los hermanos: «¿Dónde está tu hermano?» (Gn 4,9).

De la Eucaristía derivan el sentido profundo de nuestro servicio y la responsabilidad en la construcción de una Iglesia fraterna y esperanzada, así como de una sociedad solidaria y justa. Esta sociedad no se construye ni se impone desde fuera, sino a partir del sentido de responsabilidad de los unos hacia los otros. Como miembros del Cuerpo de Cristo descubrimos que el gesto de compartir y la vivencia del amor es el camino más adecuado para superar la indiferencia y globalizar la solidaridad.

En este mismo sentido, la campaña de Cáritas nos plantea este año una pregunta muy directa y concreta: «¿Qué haces con tu hermano?» [6]. A esta pregunta, no podemos responder como Caín: «¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?» (Gn 4,9). Hoy y siempre estamos llamados a preguntarnos dónde está el hermano que sufre y necesita nuestra presencia cercana y nuestra ayuda solidaria.

La solidaridad, como nos recuerda el papa Francisco, es «más que algunos actos de generosidad esporádicos. Es pensar y actuar en términos de comunidad (...), es luchar contra las causas estructurales de la pobreza, la desigualdad, la falta de trabajo, la tierra, la vivienda, la negación de los derechos sociales y laborales» [7].

Ante esa multitud de hermanos que sufren, debemos mostrar nuestra especial cercanía y afecto hacia quienes claman y esperan de nosotros una mayor solidaridad. No podemos ser indiferentes:

• Ante la muerte violenta de miles de cristianos, en distintos países de la tierra, por el simple hecho de mostrar el amor de Dios a sus hermanos y por confesar a Jesucristo como único salvador de los hombres.

• Ante la situación de tantos cristianos y no cristianos que, a pesar de la corrupción y de las dificultades de la vida diaria, actúan con honestidad, trabajan por la justicia y se esfuerzan por atender a las necesidades más inmediatas de los empobrecidos. Hemos de colaborar en la promoción de su desarrollo integral y en la transformación de las estructuras sociales injustas. [8]

• No podemos ser indiferentes ante los millones de hermanos nuestros que siguen sin acceso al trabajo, tienen puestos de trabajo que no les permiten vivir con dignidad y se ven abocados a la emigración. Pensamos de manera especial en los jóvenes, en los parados de larga duración, en los mayores de 50 años a los que se les cierra el acceso a un puesto de trabajo y en las mujeres víctimas de discriminación laboral y salarial. [9]

• Tampoco podemos pasar por alto a los que no tienen vivienda o se ven privados de ella por los desahucios. Ésta es otra de las muchas heridas sociales que acentúa la precariedad y la desesperación de miles de personas y familias.

• Nos duele y nos debe seguir doliendo la pobreza y el hambre en el mundo, sobre todo cuando la humanidad dispone de los medios y recursos necesarios para acabar con ella, como nos recuerda Cáritas Internationalis en la campaña "Una sola familia. Alimentos para todos".

• No queremos acostumbrarnos a las historias de sufrimiento y de muerte que se repiten en nuestras fronteras. A las de los miles de hombres y mujeres que huyen de las guerras, del hambre y la pobreza y no ven respetados sus derechos ni encuentran en el camino políticas migratorias que respeten su dignidad y su legítima búsqueda de mejores condiciones de vida. [10]

• Particular preocupación deben suscitar entre nosotros los miles de personas que en nuestra propia tierra son objeto de trata, así como las que se ven abocadas a situaciones de prostitución, en su mayoría mujeres, y que constituyen la nueva esclavitud del s. XXI. [11]

3. Transformados en Cristo, globalicemos la misericordia

Ante los planteamientos culturales y sociales del momento presente, que generan tanta marginación y sufrimiento, estamos llamados a dejarnos afectar por la realidad y por la situación social que sufren nuestros hermanos más débiles y necesitados. Es urgente romper el círculo que nos aísla llevándonos a un individualismo que hace difícil el desarrollo del amor y la misericordia en nuestro corazón. Como nos recuerda Jesucristo, la salvación y la realización personal y comunitaria pasan por el riesgo de la entrega: «El que quiera ganar su vida la perderá y el que esté dispuesto a perderla la ganará» (Mc 8,35).

La clave para salir de la indiferencia está en entregarse a los demás como lo hace Jesús. Él sigue partiendo su Cuerpo y derramando su Sangre en la Eucaristía para que nadie pase hambre ni tenga sed. Por eso, mientras veneramos y adoramos solemnemente en nuestros templos, plazas y calles a Jesús Eucaristía en la fiesta del Corpus Christi, le decimos:

Gracias, Señor, por este don admirable,
sacramento de tu presencia viva entre nosotros
y de comunión con Dios y los hermanos.
No permitas que nos dejemos vencer por la indiferencia.
Que nadie tenga la tentación de estar contigo,
de amarte y de servirte,
sin estar con los pobres,
amar a los que sufren
y servir a los necesitados.
Que nuestra contemplación, adoración
y participación en el misterio de la Eucaristía
nos identifique contigo,
nos ayude a superar la indiferencia
y a globalizar tu amor y tu misericordia. 

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