No le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado

Juan Manuel Santos, con Francisco

Se reúne con el presidente Santos para abordar el diálogo de paz con las Farc
Francisco podría anunciar este lunes la fecha de su viaje a Colombia
El líder colombiano pedirá al Papa que le ayude a "tomar las decisiones correctas"
Redacción, 14 de junio de 2015 a las 16:38
Voy a agradecer además ese apoyo, la Iglesia ha tenido un papel muy prudente pero muy decisivo. Le voy a pedir que también me ilumine para ver cómo en esta fase final podemos salir todos con éxito en este proceso

El presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, será recibido por el Papa este lunes, y espera que en dicha reunión Francisco le confirme la fecha en la que visitará el país en 2016.

"El Vaticano no suele anunciar visitas con tanta anticipación pero si lo anuncia a Colombia sería una gran noticia. Lo que sí tenemos es la carta del secretario de Estado anunciando la visita del año entrante pero no sé si las fechas ya las tienen definidas", dijo el jefe de Estado.

El Pontífice ha pedido que la reunión, que estaba prevista de una hora, se alargue al menos una hora más. El proceso de paz entre el Gobierno y las Farc es una cuestión que preocupa, y mucho, al Papa.

"La Iglesia desde el primer momento ha estado apoyando el proceso de paz, ha estado siguiendo muy de cerca, el papa también, todo el desarrollo del proceso. Le voy a agradecer además ese apoyo, la Iglesia ha tenido un papel muy prudente pero muy decisivo, le voy a pedir que también me ilumine para ver cómo en esta fase final podamos salir con éxito en este proceso", dijo el presidente Santos.

En varias declaraciones de estos días, Santos explicó que en la que será su segunda audiencia con Francisco le pedirá que le "ayude a tomar las decisiones correctas en este momento difícil en esta negociación".

El sábado, tras su intervención ante la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), en Roma, explicó que pedirá que la Iglesia siga ayudando y que agradecerá al papa argentino "su acompañamiento en el proceso de paz".

"Voy a agradecer además ese apoyo, la Iglesia ha tenido un papel muy prudente pero muy decisivo. Le voy a pedir que también me ilumine para ver cómo en esta fase final podemos salir todos con éxito en este proceso", aseguró.

El encuentro llega en un momento difícil en las negociaciones con la guerrilla, después de varios ataques por parte de las FARC como el del pasado viernes en el que murieron un teniente coronel de la Policía, un patrullero y un civil.

Ante lo sucedido, Santos ordenó "intensificar la ofensiva militar" y aseguró que acciones como esa no lo llevarán a pactar un cese bilateral del fuego.

Esta será la segunda cita que Santos tendrá con el papa Francisco, después de que en mayo de 2013 acudiese a Roma para la canonización de la Madre Laura.
En aquella ocasión, Francisco alentó a todas las "partes implicadas" en el proceso de paz en Colombia a que "prosigan las negociaciones, animadas por una sincera búsqueda del bien común y de la reconciliación".

Otro de los temas de los que se hablará en la audiencia de mañana será el de la lucha contra la pobreza, así como la anunciada visita del pontífice a Colombia.

El pasado abril, el papa envió una carta a la Conferencia Episcopal italiana en la que, además de anunciar una visita al país, destacó los esfuerzos que se realizan por alcanzar la paz y animó a todos los colombianos a ser "colaboradores en la obra de la paz".

Evangelio según San Mateo 5,38-42.

Jesús, dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo y diente por diente. 
Pero yo les digo que no hagan frente al que les hace mal: al contrario, si alguien te da una bofetada en la mejilla derecha, preséntale también la otra. Al que quiere hacerte un juicio para quitarte la túnica, déjale también el manto; y si te exige que lo acompañes un kilómetro, camina dos con él. Da al que te pide, y no le vuelvas la espalda al que quiere pedirte algo prestado.

San Ireneo de Lyon (c. 130-c. 208), obispo, teólogo y mártir 
Contra las herejías, IV, 13, 3        

«La ley perfecta, la de la libertad» (St 1,25)

«Al que te quite la túnica, dice Cristo, dale también el manto; a quien te pide, dale; y al que te pide prestado, no lo rehúyas; tratad a los demás como queréis que ellos os traten» (Mt 5,40; Lc 6,30-31). De esta manera no nos entristeceremos como aquellos que han sido desposeídos contra su voluntad, sino que, por el contrario, nos alegraremos como los que dan de todo corazón, puesto que haremos una donación gratuita al prójimo más grande que si lo damos a la fuerza. Y dice: «a quien te requiera para caminar una milla, acompáñalo dos». De esta manera no le servimos como si fuéramos esclavos sino que nos adelantamos a servirle como hombres libres que somos. En todas las cosas Cristo te invita a ser útil a tu prójimo, no teniendo en cuenta su maldad, sino poniendo tu bondad al máximo. De esta manera nos invita a hacernos semejantes a nuestro Padre «que hace salir el sol sobre malos y buenos, y manda la lluvia a justos e injustos». (Mt 5,45). Todo esto no se debe a alguien que ha venido a abolir la Ley, sino a alguien que, por nosotros, le ha dado plenitud (Mt 5,17). El servicio de la libertad es el servicio más grande; nuestro libertador nos propone, respecto a él, una sumisión y una devoción más profundas. Porque él no nos ha liberado de las obligaciones de la Ley antigua para que le abandonemos,,, sino para que, habiendo recibido su gracia más abundantemente, le amemos cada vez más, y habiéndole amado más, recibamos de él una gloria cada vez más grande cuando estaremos para siempre en presencia de su Padre.

Santa Germana Cousin.

Esta santa «sin historia», como se la denomina, es otra de las doctoras en el modo admirable y heroico de asumir el anonadamiento espiritual y el perdón. Un ejemplo de vida oculta en Cristo. Pasó su existencia sin realce social ni intelectual. Deforme de nacimiento, despreciada, maltratada, abandonada de los suyos, humillada, y destinada a vivir con los animales, en ese calvario cotidiano, que llevada de su amor a Dios le ofrecía, se labró su morada eterna en el cielo. Y de eso se trata. Algunas pinceladas de su biografía se reconstruyeron en diciembre de 1644, casi medio siglo después de su muerte, cuando se abrió la tumba para enterrar a una parroquiana y hallaron su cuerpo incorrupto. Dos vecinos, que tenían ya cierta edad y habían sido contemporáneos de la joven, echaron mano de su memoria y dieron pistas para identificarla.

Había nacido en Pibrac, Francia, hacia 1579 porque se piensa que falleció en 1601 cuando tenía 22 años. Su deceso se produjo en completa soledad, como había vivido, en el establo y sobre un camastro de rudos sarmientos, acompañada del ganado que custodiaba. Era hija de Laurent Cousin, quien al enviudar de la madre de Germana, Marie Laroche, que falleció cuando aquélla tenía unos 5 años, contrajo matrimonio –era el cuarto para él– con Armande Rajols.

Y ésta fue una auténtica madrastra para la pequeña; no tuvo ni un ápice de compasión con la niña. Germana había nacido con una pésima salud. Padecía escrófula y presentaba evidente deformidad en una de sus manos. Ante la pasividad de su padre, Armande la maltrató cruelmente ideando formas despiadadas para infligirle el mayor daño posible. Al final, la separó de su hogar, le vetó el acceso a sus hijos y la destinó al cuidado de las ovejas con las que conviviría hasta el final. Tenía 9 años cuando comenzaron a enviarla a pastorear en la montaña, seguramente con la idea de ir borrando el recuerdo de su existencia, o hacerla desaparecer bajo las fauces de los lobos. Arrinconada, considerada una nulidad para cualquier acción por sencilla que fuera, Germana tuvo dos ángeles tutelares: una iletrada sirvienta de su familia, Juana Aubian, y el párroco de la localidad, Guillermo Carné. La primera volcó en ella sus entrañas de piedad hasta donde le fue posible ya que, en cuanto vieron que podía medio valerse por sí misma, la enviaron al establo. El excelso patrimonio que Juana le legó fue hablarle del Dios misericordioso. A su vez el sacerdote, hombre sin duda virtuoso y clarividente, juzgó que se hallaba ante una elegida del cielo por los signos que apreciaba en ella: bondad, espíritu de mansedumbre, y una inocencia evangélica tal que infundía una alegría ciertamente sobrenatural. La mísera ración de comida, mendrugos de pan que le echaban a cierta distancia en prevención de un eventual contagio, la compartía con los indigentes. Ni siquiera esta muestra de compasión consintió la madrastra, y un día la persiguió para darle público escarmiento. Cuando en presencia del vecindario le arrebató violentamente el delantal donde guardaba su esquilmada provisión para los pobres, quedó impactada por el prodigio que se obró en ese mismo instante. Todos vieron cómo se desprendía del modesto mandil una cascada de flores silvestres bellísimas en una estación impropia para su nacimiento y en un entorno en el que no solían brotar, anegando el suelo con sus brillantes colores.

Laurent despertó un día de su cobarde letargo y ofreció a Germana volver al hogar. La joven agradeció la invitación paterna, pero eligió seguir en el cobertizo. Oraba cotidianamente por la conversión de Armande, que no terminó de conquistar esta gracia hasta poco antes de morir. El párroco acogió a la santa como catequista de los niños que entendían maravillosamente las verdades de la fe a través de los ejemplos que ponía. Era asidua a la misa, rezaba el rosario y no podía evitar que fueran haciéndose extensivos los hechos milagrosos obrados a través de ella, y que ya en vida le dieron fama de santidad. Uno de estos se produjo nada más morir el 15 de junio de 1601, y fue contemplado por varios religiosos que se hallaban de paso en Pibrac. Vieron doce formas blancas que se elevaban hacia el cielo dando escolta a una joven vestida de blanco; llevaba la frente ceñida con una corona de flores. Al descubrir que había fallecido, todos supusieron que era Germana que entraba en la eternidad. Fue enterrada en la iglesia, lugar en el que siguieron multiplicándose los milagros. Los partidarios de la Revolución intentaron destruir sus restos echándoles cal viva. Pero en el siglo XVIII volvieron a hallar su cuerpo incorrupto. Pío IX la beatificó el 7 de mayo de 1854, y la canonizó el 29 de junio de 1867.

Callar, eso si que es difícil.

Callar es sacrificio, es amor. No figurar, son gestos muy interiores, que sólo Dios ve y valora. 


¿Cuántas veces tenemos ganas de decir, de criticar, de negar, de oponernos, de resistirnos, de imponer nuestro particular punto de vista? Es como un fuego interior, irresistible, el que nos grita. ¡No puedes dejar las cosas así! ¡Es que te están tomando de tonto! En muchas ocasiones, estos impulsos están motivados por el amor propio, mejor dicho, el egoísmo que nos invita a no quedar jamás sin poner la última palabra o dejar en claro que no estamos de acuerdo. Callar, eso si que es difícil.

Callar cuando creemos comprender lo que ocurre, más difícil todavía. ¿Y en que medida conocemos realmente la motivación de aquellos a quienes queremos criticar, o aconsejar, o corregir? ¿En qué medida podemos juzgar a los demás? Las más de las veces tomamos posiciones que, con los años, juzgamos como equivocadas. ¡Que equivocado estaba entonces!, solemos exclamar. ¡Si hubiera sido capaz de guardar silencio! Me refiero hoy a esa enorme llave del amor, que es el silencio, la humildad de callar y privarnos de pasar a la primera fila, de tomar el micrófono y decir todo lo que pensamos.

El poder simplemente observar a los demás, escucharlos, e intervenir sólo cuando tenemos algo positivo para dar, seguros de no estar simplemente tratando de decir algo, de tener nuestro “papel protagónico” bien cubierto.
Callar es sacrificio, es amor. No hacer, privarnos de figurar, son gestos muy interiores, que sólo Dios ve y valora. ¿Quién más puede ver lo que está pasando en nuestro interior, si a nadie lo contamos? Ese silencio es una gigantesca muestra de fe, es entregar a Dios ese sacrificio, sabiendo que El lo ve y lo valora. Dios toma esas muestras de amor y las pone en su alhajero, a buen recaudo de los ojos de los hombres. ¿Que hombre, acaso, es testigo de esos actos de heroísmo interior? Nadie, sólo Dios los ve. A veces pensamos que nuestro servicio a Dios incluye lo que los demás piensan de nosotros, el juicio que tienen de nuestros actos. No es así. Dios ve nuestro corazón y busca aquello que es sincero, profundo y puro. Si la gente, con juicios del todo humanos, ve en nosotros algo que no somos en realidad, no debemos preocuparnos por la opinión de Dios. El ve las cosas como realmente son, ya que las más de las veces es la hipocresía lo que impulsa los actos de las personas. El Señor, el Justo de los Justos, puro Amor y Misericordia, ve el mundo de modo muy distinto.

El quiere que le demos sacrificios interiores, que vayan purificando nuestra alma de las necesidades de figuración y protagonismo, que llenan nuestro corazón de vanidad y egoísmo. El verdadero heroísmo es el de aquellos que pueden callar, esperar, y privarse de las necesidades propias, en beneficio de los demás. Es una gran muestra de amor, que florece también en nuestra relación con quienes nos rodean. ¿Acaso nosotros mismos no nos sentimos incómodos con aquellos que opinan sobre todo, y nos critican, aconsejan, corrigen y enseñan sobre todo en todo momento? Sin embargo, no siempre nos irá bien practicando el silencio y la humildad.

Algunas veces podremos ser incomprendidos, o malentendidos. Pero es Dios el que conoce la motivación que anida en nuestro corazón en esos momentos. Y El se hará cargo de nuestras necesidades, como siempre, en el instante oportuno.
Señor, hazme manso, prudente y humilde. Dame la fortaleza para callar, esperar y confiar en Ti. Enséñame a hacer pequeños sacrificios interiores que agraden a Tu Corazón Amante, necesitado de pequeños gestos que te recuerden la humildad y el silencio de Tu Madre, en la pequeña casita de Nazaret. Ella, la más perfecta Criatura surgida del Amor de Tu Padre, guardó silencio desde el día en que el Ángel le anunció Tu venida, hasta aquella tarde en que te vio morir en la Cruz. Tú también guardaste silencio ese día. Ahora, Señor, enséñanos a callar, a esperar, a amar.



DOMINGO XI DEL TIEMPO ORDINARIO (B) Ez 17,22-24 / 2 Co 5,6-10 / Mc 4,26-34

14 de Junio ​​de 2015. Queridos hermanos y hermanas, Después de unos meses que el año litúrgico ha girado en torno a los misterios de Cristo, hoy nos encontramos nuevamente con un domingo digamos normal, en la que, con el trasfondo de la resurrección de Cristo propio de la celebración del día del Señor, toma relieve el texto el evangelio. En este texto se encaminaba la lectura de la profecía de Ezequiel y el salmo responsorial. Por eso hemos oído hablar de términos botánicos: árboles altos y pequeños, árboles verdes y árboles secos, cedros y palmeras, semillas y granos, hebras y espigas. "Alabado seas, mi Señor, por nuestra hermana, la madre tierra, la cual nos nutre y nos gobierna y quita tantos frutos con flores coloridas y con hierba ", exclamaba san Francisco (Cántico del sol).

El evangelio que acabamos de escuchar no nos puede sorprender. Ya sabemos que la enseñanza de Jesús giraba en torno al que llamaba Reino de Dios, es decir, el plan de Dios, su presencia activa en el mundo; presencia que se hacía más viva a través de su propia persona, es decir, de Jesucristo mismo. En otras palabras, "el tema más profundo de la predicación de Jesús es su propio misterio, el misterio del Hijo, que es Dios entre nosotros, Dios que cumple su palabra "(J. Ratzinger - Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, I, 173).

Esta palabra la había dado a conocer en el pueblo de Israel a través de las Escrituras. Por eso los primeros cristianos, guiados por el Espíritu Santo, fueron comprendiendo la enseñanza, la vida y la muerte de Jesús por medio de los textos sagrados. Y nosotros leemos también el Antiguo Testamento, y nos ponemos a la sombra del árbol inmenso de la Sagrada Escritura, que nos transmite el designio de Dios de reunir toda la humanidad. Esta realidad, este plan de Dios, se va haciendo a lo largo de la historia humana, historia escrita recta por Dios pero leída por nosotros en líneas torcidas, porque no la podremos captar del todo en esta vida. Con el fin de hacer entender el plan de Dios, Jesús usaba las parábolas, comparaciones extraídas de la vida corriente que, al mismo tiempo que expresan una realidad, también esconden muchos aspectos. Hasta el punto que nos podemos preguntar: "Es posible que las parábolas de Jesús sirvieran para hacer inaccesible su mensaje y reservarlo sólo a un círculo pequeño de escogidos que recibían en privado la explicación? ... ¿Es Dios partidista, hasta el punto de no querer el todo, sino sólo una selección? "(cfr ibid., 174). Esto es lo que nos puede sugerir el final el evangelio de hoy. Después de la parábola de la semilla que crece sola y de la del grano de mostaza, el evangelista comenta: "Jesús anunciaba el Reino de Dios con muchas parábolas semejantes, para que la gente la entendiera según sus disposiciones; no les hablaba sin parábolas, pero en privado lo explicaba todo a los discípulos ".

Aquí tenemos la clave para comprender no sólo el mensaje de Jesús sino su aplicación en nuestra vida: las disposiciones de cada uno hacen que Jesús sea aceptado o rechazado. Esto lo encontramos en la vida de Jesús, cuando después de la multiplicación de los panes un buen grupo de gente lo deja. Y lo encontramos en la primera generación cristiana cuando el rechazo de los judíos abrió la puerta del Evangelio a los paganos. Las parábolas de Jesús más que ser enigmáticas y provocativas, piden un posicionamiento. En el anhelo humano del conocimiento del bien y del mal, que ya encontramos expresado al inicio de la Biblia en la narración del Paraíso terrenal, se añade el misterio de la presencia de Jesús en la historia, misterio atravesado por el hecho de la cruz. Topamos, pues, siempre con esa realidad que es escándalo para unos y salvación para otros. Él definía la pasión y la resurrección afirmando que "si el grano de trigo no cae en la tierra no muere queda solo, pero si muere da mucho fruto ". Hoy nos decía que la más pequeña de las entonces termina más grande que todas las hortalizas, y así ratificaba la palabra divina citada por Ezequiel: "Yo haré crecer el árbol pequeño". El valor que las cosas pequeñas tienen en el Reino de Dios es un reclamo a cultivar interioridad. No todo lo que brilla es oro, ni la autenticidad se mide por el ruido. Para ir a fondo, hay que confiar en la palabra de Dios y recordar que las grandes maravillas de la historia de la salvación se realizan con medios pobres y humildes. ¿No puede ser también un signo esta nuestra asamblea dominical, que no busca ni tiene que buscar otra cosa que dejarse iluminar con el misterio de Cristo? Aquel "Cristo que -como canta el Anuncio de la Pascua- volviendo de entre los muertos, se apareció glorioso a los hombres como el sol en día sereno "(Exultet). "Alabado seas, mi Señor, con todas tus criaturas, especialmente el hermano sol, con el que haciendo el día nos iluminas. Y es bello y radiante, con tanta de esplendor, que de ti, Altísimo, nos es un signo claro "(San Francisco, ibid.).

El Papa en Santa Marta: 'No hay que dar motivo de escándalo'
 

Fecha: 15 de Junio de 2015


El cristiano tiene que aprender a cuidar su corazón de las pasiones y de los ruidos mundanos, para estar atento y poder acoger en cada momento la gracia de Dios. Lo indicó este lunes el papa Francisco en su homilía matutina en la misa en la Domus Santa Marta. 
El Santo Padre recordó que “existe un momento favorable” para acoger el don gratuito de la gracia de Dios, y ese momento es “ahora”. El cristiano, tiene que ser consciente y por lo tanto tener el corazón preparado para recibir este don, un corazón libre del “ruido mundano” que es “el ruido del diablo”. 
Francisco se ha inspirado en ambas lecturas de la liturgia de hoy. De san Pablo el Papa ha explicado el “no acoger en vano la gracia de Dios”, que se manifiesta 'ahora'. Esto significa que en “cada tiempo el Señor nos vuelve a dar la gracia”, el “don que es gratuito”. Acojamos esto, sin olvidar que Pablo indica: “De nuestra parte no demos motivo de escándalo a nadie”.
“Es el escándalo del cristiano que se dice cristiano, que va a la iglesia, los domingos, pero vive no como cristiano, vive mundano o como pagano. Y cuando una pesona es así, escandaliza. Cuantas veces hemos escuchado en nuestros barrios, en los negocios: 'mira a aquel o a aquella, todos los domingos va a misa y después hace esto, esto y esto...'. Y la gente se escandaliza. Es esto que Pablo dice: 'no acoger en vano'. ¿cómo hacerlo? Antes de todo es el momento favorable, dice. Nosotros tenemos que estar atentos para entender el tiempo de Dios, cuando Dios pasa por nuestro corazón”. 
Y el umbral de esta atención, explica Francisco, el cristiano la alcanza si se pone en condición de “custodiar el corazón”, y para ello “alejando cada ruido que no viene del Señor”, alejando las cosas “que nos quitan la paz”. 
Un corazón libre de las pasiones, aquellas que del 'ojo por ojo, diente por diente', Jesús cambia en el “poner la otra mejilla”, o con las dos millas caminadas junto a quien te obligó a caminar una. 
“El corazón es custodiado por la humildad, la mansedumbre, nunca por las luchas, las guerras”. ¡No!
'No hay que dar motivo de escándalo a nadie para que no sea criticado nuestro ministerio', dice Pablo, y además habla de ministerio también desde el testimonio cristiano, para que no sea criticado. Cuidar el corazón para ser siempre de Dios, como escribe san Pablo: “en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en los golpes, en las prisiones, en los tumultos, en los dolores, en las vigilias, en los ayunos”. 

-'Pero son cosas feas estas' podría decir alguien.
- '¿Y yo tengo que custodiar mi corazón para acoger la gratuidad y el don de Dios?' 
- ¡Sí!
- '¿Y cómo hago?'

Pablo indica que: 'con pureza, con sabiduría, con espíritu de santidad'. La humildad, la benevolencia, con espíritu de santidad. “La humildad, la benevolencia, la paciencia, que solamente mira a Dios, y que tiene el corazón abierto al Señor que pasa”.

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