No se inquieten por el día de mañana
- 20 Junio 2015
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Encíclica papal sobre ecología
"Se creará una conciencia muchísimo más fuerte, firme y efectiva"
Obispos de México y EEUU resaltan el poder concienciador de la encíclica del Papa
Supone una clara crítica a los poderes económicos por buscar el beneficio financiero
Redacción, 19 de junio de 2015 a las 10:29
Es un trabajo muy a tono a lo que el Santo Padre sugiere, en el capítulo 4 habla de una ecología integral
Obispos de la Iglesia católica de México y de Estados Unidos aplaudieron la encíclica publicada por el papa Francisco porque logrará difundir y concienciar a la población sobre la importancia del medio ambiente.
"Con la autoridad del papa y la difusión se creará una conciencia muchísimo más fuerte, firme y efectiva", valoraron los obispos en rueda de prensa en Ciudad de México.
Reunidos desde el 15 de junio y hasta mañana para aunar esfuerzos de la Iglesia católica en favor de la paz y justicia en los dos lados de la frontera, subrayaron que la encíclica "invita a la humanidad, sin importar credos, ni fronteras, a hacerse responsable del cuidado del medio ambiente".
Aseguraron que el documento, una ferviente defensa a la conservación de la naturaleza y la primera que escribe en solitario Jorge Mario Bergoglio, arroja "mucha luz" sobre el tema, y valoraron la parte educativa y práctica de este escrito de 191 páginas.
"Es un trabajo muy a tono a lo que el Santo Padre sugiere, en el capítulo 4 habla de una ecología integral que mide a la persona en su relación con Dios, consigo mismo y con la ecología", detallaron los obispos, quienes tomaron "con alegría" la encíclica.
En el documento, el pontífice advirtió contra el comportamiento "suicida" de un sistema económico mundial que ha convertido el planeta en un "depósito de porquería".
El papa afirma que "el estilo de vida actual" es "insostenible", denuncia el "mecanismo consumista compulsivo" que contribuye a la destrucción del planeta y aboga por hacer una "sana presión" contra quienes tienen "el poder político, económico y social".
La encíclica supone una clara crítica a los poderes económicos por buscar el beneficio financiero y así ignorar sus consecuencias "sobre la dignidad humana y el medio ambiente". (RD/Agencias)
Evangelio según San Mateo 6,24-34.
Dijo Jesús a sus discípulos:
Nadie puede servir a dos señores, porque aborrecerá a uno y amará al otro, o bien, se interesará por el primero y menospreciará al segundo. No se puede servir a Dios y al Dinero.
Por eso les digo: No se inquieten por su vida, pensando qué van a comer, ni por su cuerpo, pensando con qué se van a vestir. ¿No vale acaso más la vida que la comida y el cuerpo más que el vestido? Miren los pájaros del cielo: ellos no siembran ni cosechan, ni acumulan en graneros, y sin embargo, el Padre que está en el cielo los alimenta. ¿No valen ustedes acaso más que ellos? ¿Quién de ustedes, por mucho que se inquiete, puede añadir un solo instante al tiempo de su vida? ¿Y por qué se inquietan por el vestido? Miren los lirios del campo, cómo van creciendo sin fatigarse ni tejer. Yo les aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vistió como uno de ellos. Si Dios viste así la hierba de los campos, que hoy existe y mañana será echada al fuego, ¡cuánto más hará por ustedes, hombres de poca fe! No se inquieten entonces, diciendo: '¿Qué comeremos, qué beberemos, o con qué nos vestiremos?'. Son los paganos los que van detrás de estas cosas. El Padre que está en el cielo sabe bien que ustedes las necesitan. Busquen primero el Reino y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura. No se inquieten por el día de mañana; el mañana se inquietará por sí mismo. A cada día le basta su aflicción.
San Rafael Arnáiz Barón (1911-1938), monje trapense español
Escritos espirituales, Dios y mi alma 04/03/1938
"¿Si Dios viste así la hierba de los campos, no hará mucho más por vosotros, hombres de poca fe?"
Cojo hoy en nombre de Dios la pluma, para que mis palabras al estamparse en el blanco papel sirvan de perpetua alabanza al Dios bendito, autor de mi vida, de mi alma y de mi corazón. Quisiera que el universo entero, con todos los planetas, los astros todos y los innumerables sistemas siderales, fueran una inmensa superficie tersa donde poder escribir el nombre de Dios. Quisiera que mi voz fuera más potente que mil truenos, y más fuerte que el ímpetu del mar, y más terrible que el fragor de los volcanes, para sólo decir, Dios. Quisiera que mi corazón fuera tan grande como el cielo, puro como el de los ángeles, sencillo como la paloma, para en él tener a Dios. Mas ya que toda esa grandeza soñada no se puede ver realizada, conténtate, hermano Rafael, con lo poco, y tú que no eres nada, la misma nada te debe bastar...
¡El que tiene a Dios! ¡Sí!, ¿por qué callarlo?... ¿Por qué ocultarlo? ¿Por qué no gritar al mundo entero, y publicar a los cuatro vientos, las maravillas de Dios? ¿Por qué no decir a las gentes, y a todo el que quiera oírlo?... ¿Ves lo que soy?... ¿Veis lo que fui? ¿Veis mi miseria arrastrada por el fango?... Pues no importa, maravillaos, a pesar de todo, yo tengo a Dios..., Dios es mi amigo..., que se hunda el sol, y se seque el mar de asombro..., Dios a mí me quiere tan entrañablemente, que si el mundo entero lo comprendiera, se volverían locas todas las criaturas y rugirían de estupor. Más aún... todo eso es poco. Dios me quiere tanto que los mismos ángeles no lo comprenden.
¡Qué grande es la misericordia de Dios! ¡Quererme a mí..., ser mi amigo..., mi hermano..., mi padre, mi maestro..., ser Dios y ser yo lo que soy!...
¡Ah!, Jesús mío, no tengo papel ni pluma. ¡Qué diré!... ¿Cómo no enloquecer?...
Mártires Ingleses
Fueron hombres y mujeres, clérigos y laicos que dieron su vida por la fe entre los años 1535 y 1679 en Inglaterra. Ya habían surgido dificultades entre el trono inglés y la Santa Sede que ponían los fundamentos de una previsible ruptura.
Luego vinieron los problemas de ruptura con Roma en tiempos de Enrique VIII, con motivo del intento de disolución del matrimonio con Catalina de Aragón y su posterior unión con Ana Bolena, a pesar de que el rey inglés había recibido el título de Defensor de la Fe por sus escritos contra la herejía luterana en el comienzo de la Reforma.
Pero fue sobre todo en la sucesión al trono, después de la muerte de María, hija legítima de Enrique VIII y Catalina de Aragón, cuando comienza a reinar en Inglaterra Isabel, cuando se desencadenan los hechos persecutorios a cuyo término hay que contar 316 martirios entre laicos hombres, mujeres y clérigos.- Primero fueron dos leyes: El Decreto de Supremacía, y el Acta de Uniformidad (1559). Por ellas el Trono se arrogaba la primacía en lo político y en lo religioso. Así la Iglesia dejaba de ser «católica» -universal- pasando a ser nacional -inglesa- cuya cabeza, como en lo político era Isabel. Fue interpretado como una desvinculación de Roma, una herejía, una cuestión de renuncia a la fe que no podía aceptarse en conciencia. De este modo, quienes se negaban al mencionado juramento o quienes lo rompían quedaban ipso facto considerados como traidores al rey y eran tratados como tales por los que administraban la justicia. Vino la excomunión a la reina por el Papa Pío V (1570). Se endurecían las presiones hasta el punto de quedar prohibido a los sacerdotes transmitir al pueblo la excomunión de la Reina Isabel I. En Inglaterra se emanó un Decreto (1585) por el que se prohibía la misa y se expulsaba a los sacerdotes.
Bastaba con sorprender una reunión clandestina para decir misa, unas ropas para los oficios sagrados descubiertas en cualquier escondite, libros litúrgicos para los oficios, un hábito religioso o la denuncia de los espías y de malintencionados aprovechados de haber dado hospedaje en su casa a un misionero para acabar en la cuerda.
No se relatan aquí las hagiografías de Juan Fisher, obispo de Rochester y gran defensor de la reina Catalina de Aragón, o del Sir Tomás Moro, Canciller del Reino e íntimo amigo y colaborador de Enrique VIII, -por mencionar un ejemplo de eclesiástico y otro de seglar.
Ana Line fue condenada por albergar sacerdotes en su casa; antes de ser ahorcada pudo dirigirse a la muchedumbre reunida para la ejecución diciendo: «Me han condenado por recibir en mi casa a sacerdotes. Ojalá donde recibí uno hubiera podido recibir a miles, y no me arrepiento por lo que he hecho». Las palabras que pronunció en el cadalso Margarita Clitheroe fueron: «Este camino al cielo es tan corto como cualquier otro». Margarita Ward entregó también la vida por haber llevado en una cesta la cuerda con la que pudo escapar de la cárcel el padre Watson. Y así, tantos y tantas... murieron mártires de la misa y del sacerdocio.
En la Inglaterra de hoy tan modélica y proclive a la defensa de los derechos del hombre hubo una época en la que no se respetó la libertad de conciencia de los ciudadanos y, aunque las medidas adoptadas para la represión del culto católico eran las frecuente y lastimosamente usadas en las demás naciones cuando habían de sofocar asuntos políticos, militares o religiosos que supusieran traición, pueden verse aún hoy en los archivos del Estado que las causas de aquellas muertes fue siempre religiosa bajo el disimulo de traición.
Y, después de la sentencia condenatoria, los llevaban a la horca, siempre acompañados por un pastor protestante en continua perorata para impedirles hablar con los amigos o rezar en paz
Oremos
Señor y Dios nuestro, que nos das constancia en la fe y fortaleza en la debilidad , concédenos por el ejemplo y los méritos de los santos mártires ingleses participar en la muerte y resurrección de tu Hijo para que también gocemos contigo, en compañía de tus mártires, de la plena alegría de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.
Laudato si': la primera encíclica con datos científicos 18 de Junio de 2015
El profesor Hans Joachim Shcellnhuber, del Instituto de Postdam sobre Impacto climático e investigación, tomó la palabra durante la presentación de la encíclica, “la primera encíclica que es acompañada en la presentación con un power point” dijo.
Añadió que el documento pontificio es enteramente único porque pone dos voces potentes en el mundo, de un lado la fe y de otro la ciencia.
A veces se dice, indicó el científico, que “el clima ha cambiado siempre en las épocas, pero el cambio reciente es muy diverso del de los milenios atrás”; y mostrando algunos gráficos mostró por ejemplo la estabilidad de los últimos 11 mil años, lo que permitió la agricultura entre otras cosas.
Indicó que los cambios climáticos dependen de tres factores, de la órbita de la tierra a veces diversa entorno al sol, así como de pequeños cambios de grados en su eje, lo que produce alternaciones. Y después el efecto invernadero.
Mostró también un gráfico con el resumen de miles de datos sobre los mares. Partió de la revolución industrial en Inglaterra y Europa, a la que se suma Estados Unidos, y así el resto de los países, llegando a China que en veinte años iguala al resto por las emisiones de carbono
A continuación mostró la diferencia de rédito y la relación de producción de carbono relacionado con la riqueza. Los pobres contaminan poco, indicaron los gráficos, mientas el consumo de los países bienestantes muchísimo más. Concluyó que para el final de este siglo se espera un calentamiento de hasta 5-7 grados.
Todo lo que está en la encíclica está de acuerdo con las pruebas científicas, aseveró el estudioso.
Se presentaron también gráficos sobre la temperatura, que para el final de siglo se calcula un calentamiento que solamente se había registrado en milenios. Y precisó que el calentamiento global no será gradual, sino que será rápido e irreversible.
Se ha acordado que pueda subir la temperatura dos grados, recordó. Y añadió: “Piensen a la temperatura del cuerpo, y dos grados son fiebre, cinco más, uno está muerto. Indicó que “afectará a las junglas y perderemos los cascos polares”. Consideró que estamos más allá del punto de no regreso.
El aumento de un metro del nivel del mar, como sucedería de seguir así, produciría por ejemplo los huracanes. Y mientras 20 mil años atrás teníamos 4 grados menos, a final de este siglo podrán ser 5 u 7 más.
La encíclica trae dos grandes mensajes, concluyó el profesor del Santa Fe Institute for Complex Systems Research de Estados Unidos: uno es el del razonamiento y del progreso y otro el de la ética, de la fe y de los valores cristianos. Por ello a la parte científica se añade el Cántico de las criaturas.
Despierte el alma dormida
¿No tiene todo hombre clavada en la carne esa tendencia a vivir dormido tres cuartas partes de su vida? Por: José Luis Martín Descalzo
Yo estaba tranquilo en mi mediocridad hasta que me resultó insoportable». Leo esta frase en la autobiografía de Robert Hossein, el cineasta francés, y me pregunto a mí mismo si esto de la mediocridad no será la mayor lacra de la Humanidad, de la que decía Ortega y Gasset que lo único que tiene de excelente es esa hache mayúscula con que la decoramos tipográficamente. ¿No es inevitable ser mediocre? ¿No tiene todo hombre clavada en la carne esa tendencia a vivir dormido tres cuartas partes de su vida?
No me refiero a aquella «aurea mediocritas» de la que hablaba Horacio, de ese no tener muchos deseos y contentarse con lo que se posee. Hablo de la mediocridad de alma, de esa terrible tentación de rutina y vulgaridad que nos rodea por todas partes.
Ya sé que la tensión permanente es imposible, que ni los genios lo son veinticuatro horas al día. Que con frecuencia hay que «descansar de vivir», que decía el poeta. Pero me pregunto si estos descansillos transitorios no se convertirán para muchos en una ley de vida, vuelta ésta una siesta interminable. Me pregunto si, como conclusión, no acabamos todos o casi todos los hombres siendo no seres humanos sino sólo muñones de hombres.
¿De qué mediocridad estoy hablando? De la de quienes no son ni buenos ni malos; de quienes más que vivir se limitan a dejarse vivir; de los que no tienen ilusiones, ni esperanzas y jamás aspiran a mejorar; de cuantos rebajan todo lo grande y prefieren arrastrarse, a escalar; de quienes desprecian todo lo que no está a su alcance y embisten –como dijo Machado– contra todo lo que no entienden; de los que intelectualmente se alimentan de lugares comunes que jamás revisan; de quienes no hablan sino de tonterías; de cuantos dicen que se aburren porque se han sometido a la rutina. De todos aquellos a quienes puede aplicarse la frase más dura de toda la Biblia, aquella en la que, en el Apocalipsis, dice el Espíritu al obispo de Laodicea: «Ojalá hubieras sido frío o caliente. Pero como no has sido ni frío ni caliente, sino tibio, comenzaré a vomitarte de mi boca».
Es cierto: la mayoría de los humanos se derrumban mucho más por la cuesta de la vulgaridad que por la del mal. Muchos iniciaron su juventud llenos de sueños, proyectos, de planes, de metas que tenían que conquistar. Pero pronto vinieron los primeros fracasos o descubrieron que la cuesta de la vida plena es empinada, que la mayoría estaba tranquila en su mediocridad, y decidieron balar con los corderos.
Porque el gran riesgo de la mediocridad es que se trata de una enfermedad sin dolores, sin síntomas muy visibles. Los mediocres son o parecen, si no felices, al menos tranquilos. Y en esa especie de ciénaga tranquila interior es muy difícil que esa mediocridad llegue a hacérseles –como a Hossein– «insoportable». Con frecuencia es necesario un gran dolor para que logremos descubrir cuán mediocres somos. Y hace falta un terrible esfuerzo para salir de la mediocridad y no regresar a ella de nuevo.
Ésta ha sido para mí una vieja obsesión. Recuerdo que en la primera novela que escribí se dibujaba a un cura –en el que en realidad me pintaba no a mí, pero sí lo que yo temía llegar a ser– que, en vísperas de su muerte, descubría que no había sido ni bueno ni malo, que comprendía que no había sabido realizar ninguno de sus deseos y soñaba que, después de su muerte, era condenado por Dios a un particularísimo purgatorio: recibía un gran saco de ave- llanas que representaban los días de su vida y se le castigaba a abrirlas una por una: todas estaba vanas y vacías. Solemos decir: tengo cuarenta, cincuenta, sesenta años. He vivido, por tanto, tantos miles de días, tantos millones de horas. Pero si alguien examinase una por una, ¿a cuántas quedarían reducidas? Tal vez nos sentiríamos felices si hubiéramos vivido una de cada diez. Lo demás es sueño, siesta, horas pasadas en Babia.
¡Y luego se queja el hombre de que la vida es corta: y somos nosotros los que cloroformizamos nueve de diez partes! ¿Qué sería, en cambio, una Humanidad en la que todos sus miembros aprovechasen al ciento por ciento sus energías, una Humanidad de seres creadores, despiertos, amantes? «Recuerde el alma dormida...», nos exhortaba el poeta, por- que «la muerte se viene tan callando». Pero no es lo preocupante que venga la muerte, sino que sea la vida la que se marcha «tan callando». Tan callando, mientras nosotros dormitamos a la orilla del milagro.
20 de junio 2015 Sábado XI 2 Co 12, 1-10
La experiencia espiritual de Pablo fue mol rica, intensa y profunda; era un buen motivo para admirarlo y, con todo, escribe a los de Corinto: «no quiero que nadie se forme de mí una opinión más alta que la que se fundamenta en lo que me ha visto hacer o me ha oído decir . »Pero en su vida había algo que no deseaba y que pedía ser liberado, la respuesta de Dios es:" Te basta mi gracia ". Y concluye:« Cuando soy débil, entonces soy fuerte . "Tú podrías decir esta misma conclusión a la que llega Pablo? Señor, ayúdame a interiorizar que eres Tú quien me salvas, no mis méritos.
Resurrección, según Cortés
"Como un don de unidad con las otras confesiones cristianas"
El Papa ofrece cambiar la fecha de la Pascua de Resurrección
La fecha común que podría ser el segundo domingo de abril
Redacción, 20 de junio de 2015 a las 13:12
Es un escándalo que dos cristianos puedan mantener una conversación como esta: "¿cuándo resucitó tu Cristo de entre los muertos?'. "El mío hoy, el tuyo la semana que viene'"
Hace unos días el Papa Francisco deslizó la posibilidad de cambiar la fecha de la Pascua de Resurrección para que esta fiesta pueda ser celebrada por todos los cristianos del mundo en un mismo día, según informa Aciprensa.
En el marco del III Retiro Mundial de Sacerdotes en la Basílica de San Juan de Letrán en Roma y ante presbíteros de los cinco continentes, el Santo Padre dijo que "tenemos que llegar a un acuerdo" para unafecha común que podría ser el segundo domingo de abril.
El Papa bromeó luego y dijo que es un escándalo que dos cristianos puedan mantener una conversación como esta:"¿cuándo resucitó tu Cristo de entre los muertos?'. "El mío hoy, el tuyo la semana que viene'".
Al respecto, la historiadora italiana Lucetta Scaraffia publicó en el diario del Vaticano L'Osservatore Romano un artículo titulado "Unidos en la resurrección: La propuesta del Papa Francisco sobre la fecha de la Pascua" en el que afirma que con esta iniciativa se alienta "la pacificación entre las confesiones y (...) una suerte de racionalización del calendario".
Para la historiadora, el Papa ofrece esta iniciativa del cambio de fecha "como un don de unidad con las otras confesiones: los cristianos en el mundo están viviendo un momento dramático, las persecuciones son intensas como nunca, y son persecuciones que golpean de modo particular a las Iglesias orientales que están en riesgo de desaparecer".
La propuesta también busca reforzar la identidad de los cristianos, especialmente de aquellos perseguidos: "La resurrección -dice Scaraffia- celebrada juntos por todos los cristianos aumentaría la importancia de esta fiesta central para la fe en un momento en el que el mundo global y los cambios aparecen como imposiciones y como cosas repentinas".
Scaraffia señala además que "nadie parece haberse dado cuenta de que la intervención del Pontífice subraya implícitamente un hecho importante: también en países en donde la identidad cristiana se va oscureciendo, la medida del tiempo sigue ligada a la vida de Jesús. Sabemos además que el calendario no es solo una convención sino algo profundo y simbólicamente relevante".
La historiadora explica que "no es un elemento indiferente que en gran parte del mundo se viva con un calendario intrínsecamente ligado al momento de la Encarnación".
Indica luego que "la Pascua y las fiestas relacionadas a ella constituyen un aspecto distinto del año litúrgico porque están conectadas a un tiempo cíclico que se repite cada año y que marca el retorno de las estaciones. Las otras fiestas como la Navidad, se insertan en el nuevo tiempo lineal que fue inaugurado por la Encarnación".
Lucetta Scaraffia recuerda asimismo que la fecha de la Pascua se establece con el ciclo de la luna, y que de modo similar musulmanes y judíos establecen sus fiestas importantes con el calendario lunar. Los ortodoxos suelen celebrarla una semana después de los católicos. (RD/Agencias)
María, causa de nuestra alegría
Si queremos vivir alegres, en un ambiente de tristeza, ¿por qué no contamos más con María?
Se ha observado muchas veces dentro de nuestro entorno religioso que las almas amantes de la Virgen María gozan y esparcen una alegría especial. Es un hecho comprobado y que nadie puede negar. La Virgen arrastra a multitudes hacia sus santuarios. Ante su imagen se congregan las gentes con flores, con velas, y rezan y cantan con fervor y entusiasmo inigualable. Y sobre ese ambiente flota un aire de paz y de alegría que no se da en otras partes. ¿Por qué será?... Una respuesta nos sale espontánea de los labios, y no nos equivocamos: ¡Pues, porque están con la Madre!...
Si esta es la razón más poderosa. Entonces, si queremos vivir alegres, y ser además apóstoles de la alegría para desterrar de las almas la tristeza, ¿por qué no contamos más con María?...
Partamos de la realidad familiar. Se trata de un hogar bien constituido. La madre ha sido siempre el corazón de ese hogar y los hijos se han visto siempre también amparados por el calor del corazón más bello que existe. ¿Puede haber allí tristeza?...
Aún podemos avanzar un poco más en nuestra pregunta, y plantear la cuestión de otra manera diferente. Se trata de un hijo que viene con un fracaso espantoso, del orden que sea. No sabe dónde refugiarse. Pero llega a la casa y se encuentra con la madre que le está esperando. ¿Cabrá allí la desesperación? ¿Dejarán de secarse las lágrimas de los ojos? ¿Volverán los labios a sonreír?...
Todas estas cuestiones están de más. Sabemos de sobra que el amor de una madre no falla nunca. Y al no fallar su amor, al lado de ella la tristeza se hace un imposible.
Esto que nos pasa a todos en el seno del hogar cuando contamos con la bendición de una madre, es también la realidad que se vive en la Iglesia. Dios ha querido que en su Iglesia no falte la madre, para que en esa casa y en ese hogar del cristiano, como es la Iglesia, no sea posible la tristeza, pues se contará en ella con el ser querido que es siempre causa de alegría.
Por eso Cristo, moribundo en la Cruz, declaró la maternidad espiritual de María, nos la dio por Madre, y nosotros la aclamamos gozosos: ¡Madre de la Iglesia!.
Por eso el pueblo cristiano, con ese instinto tan certero que tiene --como que está guiado por el Espíritu Santo-- llama a María Causa de nuestra alegría.
Unos jóvenes ingeniosos, humoristas y cristianos fervientes, hicieron suyo un eslogan publicitario, que aplicaron a María y lo cantaban con ardor: -
Y sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día.
Habían cambiado el nombre de una pasta dentífrica por el nombre más hermoso, el de la Virgen. ¡Bien por la imaginación de nuestros simpáticos muchachos!... Esos jóvenes cantaban de este modo su ideal y pregonaban por doquier, de todos modos y a cuantos quisieran oírles, su amor a la más bella de las mujeres.
Amar a la Virgen es tener el alma llena de juventud, de ilusiones, de alegría. Un amar que lleva a esparcir siempre en derredor ese optimismo que necesita el mundo. Amar y hacer amar a la Virgen alegra forzosamente la vida. La mujer es el símbolo más significativo del amor, el ser más querido del amor, el difusor más potente del amor.
Y mujer como María no hay, la mujer más bella salida de la mano de Dios.
María, al dar amor, llenará de alegría, de canciones y de flores el mundo; porque, donde existe el amor, no mueren ni menguan nunca la felicidad, la belleza, el cantar...
Alegría y cantar de los que el mundo moderno está tan necesitado.
Alegría la más sana. Cantar el más puro a la más pura de las mujeres.
Con María, las caras aparecen radiantes, con la sonrisa siempre a flor de labios, como un rayo primaveral.
Ser apóstol de María es ser apóstol de la felicidad.
Llevemos María al que sufre soledad, y le haremos sonreír. Llevemos María al tímido, y lo convertiremos en decidido y emprendedor.
Llevemos María al triste, y el que padece comenzará a disfrutar.
Llevemos María al anciano, y lo veremos volver a los años felices de la juventud.
Llevemos María al pecador, y veremos cómo el culpable vuelve muy pronto a su Dios.
Llevemos María a nuestro propio hogar, y veremos lo que será nuestra familia con dos madres juntas, que no son rivales celosas, sino dos amigas inseparables.
Llevemos María a nuestros amigos, ¡y sabremos lo que es amarnos con una mujer como Ella en medio del grupo!...
Hemos dicho antes que la piedad cristiana, siempre conducida por el Espíritu Santo, llama a la Virgen: Causa de nuestra alegría.
No puede ser de otra manera. Porque María nos trae y nos da siempre a Jesús, el que es el gozo del Padre, el pasmo de los Angeles, la dicha colmada de los Santos.
Como los jóvenes aquellos, junto con la plegaria, tenemos siempre en los labios el nombre de María, y sabemos decirnos: -
Sonría, sonría, con la protección de la Virgen cada día....
Conocer a Dios En María
María compartió lo MÁS VALIOSO QUE TENÍA: SU FE con nosotros.
Uno de los caminos secretos, pero privilegiados, de esta revelación es el misterio de la Virgen María. Es muy bello constatar cómo María está presente hoy en la vida del mundo, para hacer volver el corazón del hombre a Dios, sobre todo educándolo en la oración. Si nos confiamos a ella, si nos dejamos conducir por ella, ella nos lleva a un verdadero conocimiento de Dios, porque nos hace entrar en la profundidad de la oración.
Es ahí donde Dios se revela, donde muestra su rostro de Padre. Uno de los caminos secretos, pero privilegiados, de esta revelación es el misterio de la Virgen María. Es muy bello constatar cómo María está presente hoy en la vida del mundo, para hacer volver el corazón del hombre a Dios, sobre todo educándolo en la oración. Si nos confiamos a ella, si nos dejamos conducir por ella, ella nos lleva a un verdadero conocimiento de Dios, porque nos hace entrar en la profundidad de la oración. Es ahí donde Dios se revela, donde muestra su rostro de Padre. María nos comparte el tesoro de su fe.Hace poco hablaba con algunas personas sobre ciertos videntes a los que María se aparece para educarlos personalmente. Y estas otras personas me decían: “¡qué suerte tienen los videntes!” Ciertamente, pero creo que María hace lo mismo por todos los que se lo piden, en lo invisible. Si nos ponemos totalmente entre sus manos, ella nos educa y nos comunica un verdadero conocimiento de Dios. La pequeña Teresita, en su poema sobre la Virgen “Por qué te amo, María”, hace una afirmación muy bella: “El tesoro de la madre pertenece también al hijo.” María nos comparte lo más precioso que ella tiene: su fe. Hay un bello pasaje en “El Secreto de María” de Louis Ma. Grignion de Monfort que dice que Dios está presente en todas partes, que podemos encontrarlo en todas partes, pero que en María Él se hace particularmente presente para los pequeños y los pobres.
“No hay ningún lugar en el que la creatura pueda encontrar a Dios más cerca y más proporcionado a su debilidad que en María, pues es para esto para lo que Él descendió. En todos los demás lugares, él es el Pan de los fuertes y de los ángeles; pero en María, él es el pan de los niños…”
En María... En María, Dios se hace alimento para los más pequeños. En ella, encontramos a Dios en su grandeza y majestad, en su poder y su sabiduría que nos sobrepasan completamente; pero al mismo tiempo encontramos a un Dios accesible, que no aplasta, que no destruye, sino que se entrega para ser nuestra vida. Cuando beatificaron a los pastorcitos de Fátima, Francisco y Jacinta, el 13 de mayo del 2000, el Papa Juan Pablo II dio una homilía muy bonita. Comentaba el evangelio que cité anteriormente: lo que Dios ha escondido a los sabios y eruditos, lo ha revelado a los más pequeños, como estos niños de Fátima. El Santo Padre evoca una experiencia que vivieron durante una de las apariciones de la Virgen: “Según el designio divino, “una mujer vestida de sol” (Ap 12,1) vino del Cielo a esta tierra, buscando a los pequeñitos preferidos del Padre. Ella les habla con una voz y un corazón de madre: les invita a ofrecerse como víctimas de reparación, mostrándose presta para conducirlos - de manera segura – hasta Dios. Y entonces estos niños ven salir de sus manos maternales una luz que penetra en ellos, tanto que se sienten sumergidos en Dios como cuando una persona – explican ellos mismos – se mira en un espejo.”
La experiencia de Fátima
El pequeño Francisco, cuando hablaba más tarde de esta experiencia, decía:
“Nos quemábamos en esta luz que es Dios y no nos consumíamos. ¿Cómo es Dios? No se puede decir. Eso es seguro, jamás se podrá decir…”
Estaban sumergidos en el fuego del Amor divino, no en un fuego que destruye, sino que ilumina, que calienta, un fuego lleno de ardor y de vida. El Papa hace después una comparación con la experiencia de Moisés y la zarza ardiente:
“Fue la misma percepción que tuvo Moisés, cuando vio a Dios en la zarza ardiente; en esta ocasión, Dios le habló, habló sobre su inquietud por la esclavitud de su pueblo y su decisión de liberarlo usándolo como intermediario: “Yo estaré contigo”. Aquellos que acogen esta presencia se convierten en morada y, en consecuencia, en la “zarza ardiente” del Altísimo.” Es muy conmovedor ver cómo estos niños pequeños de Fátima vivieron, a fin de cuentas, algo análogo a este gran personaje de la historia santa, mientras que ignoraban tantas cosas. Por María, ellos entraron en una experiencia muy profunda del Dios vivo. No debemos tener celos. Quizás no viviremos las mismas cosas en el plano sensible, pero en el plano de la fe todos podemos acceder a las mismas realidades y conocer a Dios, tanto los más pequeños como los más grandes, para convertirnos así en “zarzas ardientes del Altísimo” y compartir la compasión de Dios que quiere liberar a su pueblo.