“Quien acoge a uno de estos pequeños en mi nombre, me acoge a mi”
- 28 Septiembre 2015
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Francisco, durante su homilía en la clausura del Encuentro Mundial de las Familias
El Papa clausura el Encuentro Mundial de las Familias ante casi dos millones de fieles
Francisco: “Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio”
“Que nuestros hijos nos vean como referentes de comunión y no de división”
Jesús Bastante, 27 de septiembre de 2015 a las 23:11
Que Dios nos conceda a todos ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia, y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio
(Jesús Bastante).- "Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio". Ante casi dos millones de familias, el Papa Francisco cerró el Encuentro Mundial de las Familias de Filadelfia, último gran evento de su histórico viaje por Cuba y Estados Unidos. Y lo hizo con una homilía honda, en la que reivindicó la urgencia de"profetas de la Palabra de Dios" que imiten "la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios", pese a las críticas y la incomprensión, "saltándose la burocracia y el oficialismo".
El parque Benjamin Franklin estaba absolutamente abarrotado. Desde muchas horas antes, decenas de miles de personas se agolpaban en todas las esquinas, praderas y aceras, soportando con estoicidad los férreos controles de seguridad de la organización. Francisco llegó media hora antes del comienzo de la ceremonia en un jeep móvil, deteniéndose a saludar, besar niños y enfermos, con esa sonrisa que a lo largo del día se había quebrado después de su encuentro con las víctimas de abusos sexuales a menores.
Durante la misa, seis familias recibieron, simbólicamente, el Evangelio de Lucas de manos del Papa. A las cinco familias inicialmente previstas, se unió una familia siria, símbolo del sufrimiento de millones de refugiados y perseguidos a causa de la Guerra. Junto a ellas, familias de La Habana, Kinshasa, Hanoi, Marsella y Sydney.
En su homilía, el Papa reivindicó el mensaje "alegórico" de las lecturas, que reflejan a Moisés y a Jesús reprendiendo a sus colaboradores "por ser tan estrechos de mente". "Ojalá todos fueran profetas en el nombre de Dios y pudieran obrar milagros", indicó el Papa, que recordó que "Jesús encuentra hostilidad en la gente que no había aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios les parecía intolerable".
"Los discípulos actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la voluntad de Dios que hace llover sobre justos y pecadores, saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe. Y por tanto tiene que ser vigorosamente rechazada", recordó Bergoglio, quien incidió en el "escándalo intolerable" de no saberse abrir a los demás. "Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad, y siembra".
"Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que el amor no consiste en que nosotros hayamos amado primero a Dios, sino en que Él nos amó primero. Amor que nos da la certeza honda, somos buscados por él, somos esperados por él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, a acompañar y a hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor", pues "Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio".
"No impidan todo lo bueno, dice Jesús. Por el contrario, ayúdenlo a crecer. Poner en duda la obra del espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver, que no tienen nada que ver con aquellos que no forman parte de nuestro grupo, que no son como nosotros, es una tentación peligrosa", advirtió el Papa, quien denunció que esta postura "no bloquea solamente la conversión a la fe, sino que constituye una perversión de la fe".
¿Cómo se encuentra la fe? "La felicidad, la santidad, están siempre ligadas a los pequeños gestos", subrayó el Pontífice, apuntando que se trata de "gestos mínimos, que uno aprende en el hogar, gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad, pero que hacen diferente cada jornada". Gestos de madre, de abuelo, de hijos, de hermanos, "gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos de hogar", apuntó el Papa, quien insistió en que "el amor se manifiesta en las pequeñas cosas, la fe crece con la práctica y es plasmada por el amor".
"Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos. Quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signo de su presencia viva y actuante en nuestro mundo", añadió Francisco, quien se preguntó "¿cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades?¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos?". Son "preguntas que no podemos responder solo nosotros", sino que el espíritu "nos invita a responderlas con la gran familia humana".
Y es que "nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral. Porque sabemos que las cosas pueden cambiar. Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión, no de división. Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás, para hacer germinar todo lo bueno que el bueno que el Padre sembró".
"Nosotros, los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden", para obrar "una especie de milagro en el mundo de hoy, que está cansado de inventar nuevas divisiones, nuevos quebrantos, nuestros desastres. Ojalá todos fuéramos profetas, ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de su propia familia, y de todas las familias del mundo, y así poder superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás".
Para finalizar, el Papa preguntó a los centenares de miles de fieles si en su casa "¿se grita o se habla con amor y ternura? Es una buena manera de medir nuestro amor. Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar esta profecía y este milagro". Bergoglio concluyó invitando a todos a "participar en la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida (...). Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer el mal. Una familia que muestra que el espíritu está vivo y actuando. Y encontrará gratitud y estima. No importando el pueblo o la región a la que pertenezca".
"Que Dios nos conceda a todos ser profetas del gozo del Evangelio, del Evangelio de la familia, del amor de la familia. Ser profetas como discípulos del Señor y nos conceda la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio", concluyó.
Éste fue el texto de la homilía del Papa:
Hoy la Palabra de Dios nos sorprende con un lenguaje alegórico fuerte que nos hace pensar. Un lenguaje alegórico que nos desafía pero también estimula nuestro entusiasmo.
En la primera lectura, Josué dice a Moisés que dos miembros del pueblo están profetizando, proclamando la Palabra de Dios sin un mandato. En el Evangelio, Juan dice a Jesús que los discípulos le han impedido a un hombre sacar espíritus inmundos en su nombre. Y aquí viene la sorpresa: Moisés y Jesús reprenden a estos colaboradores por ser tan estrechos de mente. ¡Ojalá fueran todos profetas de la Palabra de Dios! ¡Ojalá que cada uno pudiera obrar milagros en el nombre del Señor!
Jesús encuentra, en cambio, hostilidad en la gente que no había aceptado cuanto dijo e hizo. Para ellos, la apertura de Jesús a la fe honesta y sincera de muchas personas que no formaban parte del pueblo elegido de Dios, les parecía intolerable. Los discípulos, por su parte, actuaron de buena fe, pero la tentación de ser escandalizados por la libertad de Dios que hace llover sobre «justos e injustos» (Mt 5,45), saltándose la burocracia, el oficialismo y los círculos íntimos, amenaza la autenticidad de la fe y, por tanto, tiene que ser vigorosamente rechazada.
Cuando nos damos cuenta de esto, podemos entender por qué las palabras de Jesús sobre el escándalo son tan duras. Para Jesús, el escándalo intolerable consiste en todo lo que destruye y corrompe nuestra confianza en este modo de actuar del Espíritu.
Nuestro Padre no se deja ganar en generosidad y siembra. Siembra su presencia en nuestro mundo, ya que «el amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó primero» (1Jn 4,10). Amor que nos da una certeza honda: somos buscados por Él, somos esperados por Él. Esa confianza es la que lleva al discípulo a estimular, acompañar y hacer crecer todas las buenas iniciativas que existen a su alrededor. Dios quiere que todos sus hijos participen de la fiesta del Evangelio. No impidan todo lo bueno, dice Jesús, por el contrario, ayúdenlo a crecer. Poner en duda la obra del Espíritu, dar la impresión que la misma no tiene nada que ver con aquellos que «no son parte de nuestro grupo», que no son «como nosotros», es una tentación peligrosa. No bloquea solamente la conversión a la fe, sino constituye una perversión de la fe.
La fe abre la «ventana» a la presencia actuante del Espíritu y nos muestra que, como la felicidad, la santidad está siempre ligada a los pequeños gestos. «El que les dé a beber un vaso de agua en mi nombre -dice Jesús- no se quedará sin recompensa» (Mc 9,41). Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida tenga siempre sabor a hogar. La fe crece con la práctica y es plasmada por el amor. Por eso, nuestras familias, nuestros hogares, son verdaderas Iglesias domésticas. Es el lugar propio donde la fe se hace vida y la vida se hace fe.
Jesús nos invita a no impedir esos pequeños gestos milagrosos, por el contrario, quiere que los provoquemos, que los hagamos crecer, que acompañemos la vida como se nos presenta, ayudando a despertar todos los pequeños gestos de amor, signos de su presencia viva y actuante en nuestro mundo.
Esta actitud a la que somos invitados nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo estamos trabajando para vivir esta lógica en nuestros hogares, en nuestras sociedades? ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos? (cf. Laudato si', 160). Pregunta que no podemos responder sólo nosotros. Es el Espíritu que nos invita y desafía a responderla con la gran familia humana. Nuestra casa común no tolera más divisiones estériles. El desafío urgente de proteger nuestra casa incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar (cf. ibid., 13). Que nuestros hijos encuentren en nosotros referentes de comunión. Que nuestros hijos encuentren en nosotros hombres y mujeres capaces de unirse a los demás para hacer germinar todo lo bueno que el Padre sembró.
De manera directa, pero con afecto, Jesús dice: «Si ustedes, pues, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?» (Lc 11,13) Cuánta sabiduría hay en estas palabras. Es verdad que en cuanto a bondad y pureza de corazón nosotros, seres humanos, no tenemos mucho de qué vanagloriarnos. Pero Jesús sabe que, en lo que se refiere a los niños, somos capaces de una generosidad infinita. Por eso nos alienta: si tenemos fe, el Padre nos dará su Espíritu. Nosotros los cristianos, discípulos del Señor, pedimos a las familias del mundo que nos ayuden. Somos muchos los que participamos en esta celebración y esto es ya en sí mismo algo profético, una especie de milagro en el mundo de hoy. Ojalá todos fuéramos profetas. Ojalá cada uno de nosotros se abriera a los milagros del amor para el bien de todas las familias del mundo, y poder así superar el escándalo de un amor mezquino y desconfiado, encerrado en sí mismo e impaciente con los demás. Qué bonito sería si en todas partes, y también más allá de nuestras fronteras, pudiéramos alentar y valorar esta profecía y este milagro. Renovemos nuestra fe en la palabra del Señor que invita a nuestras familias a esa apertura; que invita a todos a participar a la profecía de la alianza entre un hombre y una mujer, que genera vida y revela a Dios.
Todo el que quiera traer a este mundo una familia, que enseñe a los niños a alegrarse por cada acción que tenga como propósito vencer al mal -una familia que muestra que el Espíritu está vivo y actuante- encontrará nuestra gratitud y nuestra estima, no importando el pueblo, la región o la religión a la que pertenezca.
Que Dios nos conceda a todos, como discípulos del Señor, la gracia de ser dignos de esta pureza de corazón que no se escandaliza del Evangelio.
El Papa, con los obispos en Filadelfia
El Papa denuncia la moda del consumo económico o religioso
El Papa invita a los obispos a "curar las heridas de nuestro tiempo"
"Dejar de hablar de los defectos de la época actual y de las grandezas del cristianismo"
José Manuel Vidal, 27 de septiembre de 2015 a las 15:09.
El pastor vela el sueño y la vida de sus ovejas, que no nace del discursear, sino del pastorear
(José M. Vidal).- Encuentro del Papa Francisco, antes de la Gran misa de la familia, con los obispos invitados a esa magna celebración en el seminario San Carlos Borromeo de Filadelfia. El Papa invitó a los prelados a "curar las heridas de la gente" y a "dejar de hablar de los defectos actuales", al tiempo que denunciaba el "consumismo económico y religioso".
Algunas frases del Papa
La familia no es una preocupación para la Iglesia
El aprecio ha de prevalecer sobre el lamento
Dos imágenes para retratar la sociedad actual: las pequeñas tiendas de barrio y los grandes supermercados
Se vendía fiado, había confianza y vecindad
El mundo se ha convertido en un gran supermercado, donde ya no se vende fiado
La cultura actual estimula a las personas a no ligarse a nada ni a nadie, a no fiar ni fiarse
Son tantos los que comen las migajas que caen de las mesas de sus amos
La soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas
Denuncia una sociedad con miedo al compromiso y en búsqueda desenfrenada de reconocimiento
No anatematizar a los jóvenes por vivir en esta sociedad
El Evangelio no es un producto para consumir, no entra en la cultura del consumismo
Muchos jóvenes tienen la tentación de no fundar una familia por no tener los medios suficientes o por tener demasiados
Dejar de hablar de los defectos de la época actual y de las grandezas del cristianismo
Les invito a una santa parresía
El pastor vela el sueño y la vida de sus ovejas, que no nace del discursear, sino del pastorear
¿Sabemos perder el tiempo con las familias?
Los apóstoles no daban abasto, se reunieron e inventaron los diáconos
Si me equivoco, cardenal Müller...
Los obispos somos personas que aprendimos a vivir sin familia, feo, muy feo
Desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia
Tenemos que sembrar muchas veces en surcos desviados
Projimidad entre la familia y la Iglesia
La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la evidencia de una bendición irrevocable de Dios
Entrega la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, para que se la regalara a una comunidad cubana de Estados Unidos.
Y un cáliz del Papa para el seminario.
Texto del Pontífice completo
Hermanos Obispos:
Me alegro de tener la oportunidad de compartir con ustedes este momento de reflexión pastoral en el contexto gozoso y festivo del Encuentro Mundial de las Familias.
En efecto, la familia no es para la Iglesia principalmente una fuente de preocupación, sino la confirmación de la bendición de Dios a la obra maestra de la creación. Cada día, en todos los ángulos del planeta, la Iglesia tiene razones para alegrarse con el Señor por el don de ese pueblo numeroso de familias que, incluso en las pruebas más duras, mantiene las promesas y conserva la fe.
Pienso que el primer impulso pastoral que este difícil período de transición nos pide es avanzar con decisión en la línea de este reconocimiento. El aprecio y la gratitud han de prevalecer sobre el lamento, a pesar de todos los obstáculos que tenemos que enfrentar. La familia es el lugar fundamental de la alianza de la Iglesia con la creación de Dios. Sin la familia, tampoco la Iglesia existiría: no podría ser lo que debe ser, es decir, signo e instrumento de la unidad del género humano (cf. Lumen gentium, 1).
Naturalmente, nuestro modo de comprender, modelado por la integración entre la forma eclesial de la fe y la experiencia conyugal de la gracia, bendecida por el matrimonio, no nos debe llevar a olvidar la transformación del contexto histórico, que incide en la cultural social -y ya también jurídica- de los vínculos familiares, y que nos involucra a todos, seamos creyentes o no creyentes. El cristiano no es un «ser inmune» a los cambios de su tiempo y en este mundo concreto, con sus múltiples problemáticas y posibilidades, es donde debe vivir, creer y anunciar.
Hasta hace poco, vivíamos en un contexto social donde la afinidad entre la institución civil y el sacramento cristiano era fuerte y compartida, coincidían sustancialmente y se sostenían mutuamente. Ya no es así. Si tuviera que describir la situación actual tomaría dos imágenes propias de nuestras sociedades. Por un lado, los conocidos almacenes, pequeños negocios de nuestros barrios y, por otro, los grandes supermercados o shopping.
Algún tiempo atrás uno podía encontrar en un mismo comercio o almacén todas las cosas necesarias para la vida personal y familiar -es cierto que pobremente expuesto, con pocos productos y, por lo tanto, con escasa posibilidad de elección-. Había un vínculo personal entre el dueño del negocio y los vecinos compradores. Se vendía fiado, es decir, había confianza, conocimiento, vecindad. Uno se fiaba del otro. Se animaba a confiar. En muchos lugares se lo conocía como «el almacén del barrio».
En estas últimas décadas se ha desarrollado y ampliado otro tipo de negocios: los shopping center. Grandes superficies con un gran número de opciones y oportunidades. El mundo parece que se ha convertido en un gran shopping, donde la cultura ha adquirido una dinámica competitiva. Ya no se vende fiado, ya no se puede fiar de los demás. No hay un vínculo personal, una relación de vecindad. La cultura actual parece estimular a las personas a entrar en la dinámica de no ligarse a nada ni a nadie. No fiar ni fiarse. Porque lo más importante de hoy parece que es ir detrás de la última tendencia o actividad. Inclusive a nivel religioso. Lo importante hoy lo determina el consumo. Consumir relaciones, consumir amistades, consumir religiones, consumir, consumir... No importa el costo ni las consecuencias. Un consumo que no genera vínculos, un consumo que va más allá de las relaciones humanas. Los vínculos son un mero «trámite» en la satisfacción de «mis necesidades». Lo importante deja de ser el prójimo, con su rostro, con su historia, con sus afectos.
Esta conducta genera una cultura que descarta todo aquello que ya «no sirve» o «no satisface» los gustos del consumidor. Hemos hecho de nuestra sociedad una vidriera pluricultural amplísima, ligada solamente a los gustos de algunos «consumidores» y, por otra parte, son muchos -¡tantos!- los otros, los que solo «comen las migajas que caen de la mesa de sus amos» (Mt 15,27).
Esto genera una herida grande. Me animo a decir que una de las principales pobrezas o raíces de tantas situaciones contemporáneas está en la soledad radical a la que se ven sometidas tantas personas. Corriendo detrás de un like, corriendo detrás de aumentar el número de followers en cualquiera de las redes sociales, así van -vamos- los seres humanos en la propuesta que ofrece esta sociedad contemporánea. Una soledad con miedo al compromiso en una búsqueda desenfrenada por sentirse reconocido.
¿Debemos condenar a nuestros jóvenes por haber crecido en esta sociedad? ¿Debemos anatematizarlos por vivir en este mundo? ¿Deben ellos escuchar de sus pastores frases como: «Todo pasado fue mejor», «El mundo es un desastre y, si esto sigue así, no sabemos a dónde vamos a parar»? No, no creo que este sea el camino. Nosotros, pastores tras las huellas del Pastor, estamos invitados a buscar, acompañar, levantar, curar las heridas de nuestro tiempo. Mirar la realidad con los ojos de aquel que se sabe interpelado al movimiento, a la conversión pastoral. El mundo hoy nos pide y reclama esta conversión. «Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie» (Evangelii gaudium, 23).
Nos equivocaríamos si pensáramos que esta «cultura» del mundo actual sólo tiene aversión al matrimonio y a la familia, en términos de puro y simple egoísmo. ¿Acaso todos los jóvenes de nuestra época se han vuelto irremediablemente tímidos, débiles, inconsistentes? No caigamos en la trampa. Muchos jóvenes, en medio de esta cultura disuasiva, han interiorizado una especie de miedo inconsciente, y no siguen los impulsos más hermosos, más altos y también más necesarios. Hay muchos que retrasan el matrimonio en espera de unas condiciones de bienestar ideales. Mientras tanto la vida se consume sin sabor. Porque la sabiduría del verdadero sabor de la vida llega con el tiempo, fruto de una generosa inversión de pasión, de inteligencia y de entusiasmo.
Como pastores, los obispos estamos llamados a aunar fuerzas y relanzar el entusiasmo para que se formen familias que, de acuerdo con su vocación, correspondan más plenamente a la bendición de Dios. Tenemos que emplear nuestras energías, no tanto en explicar una y otra vez los defectos de la época actual y los méritos del cristianismo, sino en invitar con franqueza a los jóvenes a que sean audaces y elijan el matrimonio y la familia. También aquí se necesita una santa parresía. Un cristianismo que «se hace» poco en la realidad y «se explica» infinitamente en la formación está peligrosamente desproporcionado; diría que está en un verdadero y propio círculo vicioso. El pastor ha de mostrar que el «Evangelio de la familia» es verdaderamente «buena noticia» para un mundo en que la preocupación por uno mismo reina por encima de todo. No se trata de fantasía romántica: la tenacidad para formar una familia y sacarla adelante transforma el mundo y la historia.
El pastor anuncia serena y apasionadamente la palabra de Dios, anima a los creyentes a aspirar a lo más alto. Hará que sus hermanos y hermanas sean capaces de escuchar y practicar las promesas de Dios, que amplían también la experiencia de la maternidad y de la paternidad en el horizonte de una nueva «familiaridad» con Dios (cf. Mc 3,31-35).
El pastor vela el sueño, la vida, el crecimiento de sus ovejas. Este «velar» no nace del discursear, sino del pastorear. Solo es capaz de velar quien sabe estar «en medio de», quien no le tiene miedo a las preguntas, al contacto, al acompañamiento. El pastor vela en primer lugar con la oración, sosteniendo la fe de su pueblo, transmitiendo confianza en el Señor, en su presencia. El pastor siempre está en vela ayudando a levantar la mirada cuando aparece el desgano, la frustración y las caídas. Sería bueno preguntarnos si en nuestro ministerio pastoral sabemos «perder» el tiempo con las familias. ¿Sabemos estar con ellas, compartir sus dificultades y sus alegrías?
Naturalmente, el rasgo fundamental del estilo de vida del Obispo es en primer lugar vivir el espíritu de esta gozosa familiaridad con Dios, y difundir la emocionante fecundidad evangélica, rezar y anunciar el Evangelio (cf. Hch 6,4). Nosotros mismos, por tanto, aceptando con humildad el aprendizaje cristiano de las virtudes domésticas del Pueblo de Dios, nos asemejaremos cada vez más a los padres y a las madres -como hace Pablo (cf. 1 Ts 2,7-11)-, procurando no acabar como personas que simplemente han aprendido a vivir sin familia.
Nuestro ideal, en efecto, no es la carencia de afectos. El buen pastor renuncia a unos afectos familiares propios para dedicar todas sus fuerzas, y la gracia de su llamada especial, a la bendición evangélica de los afectos del hombre y la mujer, que encarnan el designio de Dios, empezando por aquellos que están perdidos, abandonados, heridos, devastados, desalentados y privados de su dignidad. Esta entrega total al agape de Dios no es una vocación ajena a la ternura y al amor. Basta con mirar a Jesús para entenderlo (cf. Mt 19,12). La misión del buen pastor al estilo de Dios -solo Dios lo puede autorizar, no su presunción- imita en todo y para todo el estilo afectivo del Hijo con el Padre, reflejado en la ternura de su entrega: a favor, y por amor, de los hombres y mujeres de la familia humana.
En la óptica de la fe, este es un argumento muy válido. Nuestro ministerio necesita desarrollar la alianza de la Iglesia y la familia. De lo contrario, se marchita, y la familia humana, por nuestra culpa, se alejará irremediablemente de la alegre noticia evangélica de Dios.
Si somos capaces de este rigor de los afectos de Dios, cultivando infinita paciencia y sin resentimiento en los surcos a menudo desviados en que debemos sembrar, también una mujer samaritana con cinco «no maridos» será capaz de dar testimonio. Y frente a un joven rico, que siente tristemente que se lo ha de pensar todavía con calma, un publicano maduro se apresurará a bajar del árbol y se desvivirá por los pobres en los que hasta ese momento no había pensado nunca. Que Dios nos conceda el don de esta nueva projimidad entre la familia y la Iglesia. La familia es nuestra aliada, nuestra ventana al mundo, la evidencia de una bendición irrevocable de Dios destinada a todos los hijos de esta historia difícil y hermosa de la creación, que Dios nos ha pedido servir
El Papa a las víctimas de abusos del clero: "Lo lamento profundamente; Dios llora"
"Los pecados de los abusos a menores no pueden mantenerse en secreto"
Francisco prometió que todos los abusadores "rendirán cuentas"
Redacción, 27 de septiembre de 2015 a las 18:33
Francisco había recibido ya a víctimas de abusos en su residencia de la Casa Santa Marta en el Vaticano, esta es la primera vez que lo hace en un viaje internacional
El papa Francisco se ha reunido en Filadelfia con víctimas de abusos sexuales cometidos por miembros de la Iglesia, según anunció el mismo pontífice, quien dijo que todos los responsables de esos crímenes "rendirán cuentas". "Los crímenes, los pecados de los abusos sexuales a menores no pueden ser mantenidos en secreto durante más tiempo", dijo el papa al comienzo de un encuentro que mantiene en esta ciudad estadounidense con obispos.
"Acabo de reunirme con un grupo de personas abusadas de niños que son ayudadas y acompañadas aquí en Filadelfia con un especial cariño por el arzobispo (de Filadelfia) monseñor (Charles) Chaput y nos pareció que tenía que comunicar esto a ustedes", anunció.
"Lo llevo grabado en el corazón", dijo Jorge Mario Bergoglio sobre el "sufrimiento de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes" y añadió que le abruma "la vergüenza por personas que tenían a su cuidado a esos pequeños a quienes les causaron graves daños". "Lo lamento profundamente, Dios llora", exclamó.
"Ustedes, ellos, los supervivientes de abusos se han convertido en verdaderos heraldos de esperanza y ministros de misericordia; humildemente les debemos a cada uno de ellos y a sus familias nuestra gratitud" por sus actitudes en este asunto, dijo.
Francisco ha mencionado ya varias veces este punto pues, con frecuencia, la persona que denuncia abusos ante un obispo o ante la policía se ve sometida a nuevos momentos amargos, humillaciones y tensiones. Sobre todo cuando las autoridades no le hace caso o cuando algún medio de comunicación divulga los hechos o su identidad de una víctima sin su permiso explicito, agravando el dolor y el trauma.
El encuentro había sido organizado por el cardenal de Boston, Sean Patrick O'Malley, uno de los obispos más eficaces en la limpieza de sucesivas diócesis, y presidente de la Pontificia Comisión de Protección de Menores, cuya tarea es ya preventiva y educativa para toda la sociedad, tal como pidió el Papa Benedicto XVI después de un encuentro con víctimas en el Reino Unido en 2010.
Aunque el Papa Francisco había recibido ya a víctimas de abusos en su residencia de la Casa Santa Marta en el Vaticano, esta es la primera vez que lo hace en un viaje internacional. Benedicto XVI tampoco mantenía este tipo de encuentros en todos los países que visitaba, sino solo en aquellos en que el problema había sido más grave.(RD/Agencias)
Texto íntegro de las palabras del Papa
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo, estoy muy agradecido por esta oportunidad de conocerles, estoy bendecido por su presencia. Gracias por venir aquí hoy.
Palabras no pueden expresar plenamente mi dolor par el abuso que han sufrido. Ustedes son preciosos hijos de Dios, que siempre deberian esperar nuestra protección, nuestra atención y nuestro amor. Estoy profundamente dolido porque su inocencia fue violada por aquellos en quien confiaban. En algunos casos, la confianza fue traicionada por miembros de su propia familia, en otros casos por miembros de la Iglesia, sacerdotes que tienen una responsabilidad sagrada para el cuidado de las almas. En todas las circunstancias, la traición fue una terrible violación de la dignidad humana.
Para aquellos que fueron abusados par un miembro del clero, lamento profundamente las veces en que ustedes o sus familias denunciaron abusos pero no fueron escuchados o creídos. Sepan que el Santo Padre les escucha y les cree. Lamento profundamente que algunos obispos no cumplieran con su responsabilidad de proteger a los menores. Es muy inquietante saber que en algunos casos incluso los obispos eran ellos mismos los abusadores. Me comprometo a seguir el camino de la verdad, dondequiera que nos pueda llevar. El clero y los obispos tendrán que rendir cuentas de sus acciones cuando abusen o no protejan a los menores.
Estamos reunidos aquí en Filadelfia para celebrar el Don de Dios de la vida familiar. Dentro de nuestra familia de fe y de nuestras familias humanas, los pecados y crímenes de abuso sexual de menores ya no deben mantenerse en secreto y con vergüenza. Esperando la llegada del Año Jubilar de la Misericordia, su presencia aquí hoy, tan generosamente ofrecida a pesar de la ira y el dolor que han experimentado, revela el corazón misericordioso de Cristo. Sus historias de supervivencia, cada una única y convincente, son señales potentes de la esperanza que nos llega por la promesa de que el Señor estará con nosotros siempre.
Es bueno saber que han traído con ustedes familiares y amigos a este encuentro. Estoy muy agradecido por su apoyo compasivo y rezo para que muchas personas de la Iglesia respondan a la llamada de acompañar a los que han sufrido abusos. Que la puerta de la misericordia se abra por completo en nuestras diócesis, nuestras parroquias, nuestros hogares y nuestros corazones, para recibir a los que fueron abusados y buscar el camino del perdón confiando en el Señor. Les prometemos apoyarles en su proceso de sanación y en siempre estar vigilantes para proteger a los menores de hoy y de mañana.
Cuando los discípulos que caminaron con Jesús en el camino a Emaús reconocieron que Él era el mismo Señor Resucitado, le pidieron a Jesús que se quedara con ellos. Al igual que esos discípulos, humildemente les pido a ustedes y a todos los sobrevivientes de abusos que se queden con nosotros, con la Iglesia, y que juntos como peregrinos en el camino de fe, podamos encontrar nuestro camino hacia el Padre.
Comunicado del P. Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, sobre el encuentro del Papa con víctimas de abuso sexual.
Esta mañana entre las 8 y las 9 horas, junto al Seminario San Carlos Borromeo, el Papa Francisco ha recibido a algunas víctimas de abuso sexual, por parte de algunos miembros del clero o de miembros de sus familias o sus educadores. Se ha tratado de 5 personas -3 mujeres y 2 hombres- que han padecido abusos cuando eran menores de edad; cada uno de ellos estaba acompañado por una familiar o una persona de apoyo.
El grupo estaba acompañado por el cardenal Seán Patrick O'Malley, arzobispo de Boston y presidente de la comisión creada por el Papa para la tutela de los menores, por el arzobispo de Filadelfia, Mons. Charles Chaput y por el obispo Fitzgerald, responsable de la oficina de la Diócesis Filadelfia para la protección de menores. El Papa se ha entretenido con los visitantes escuchando sus testimonios y dirigiéndoles algunas palabras en común y después saludándoles personalmente.
Ha rezado con ellos. Ha manifestado su participación en su sufrimiento, su dolor y vergüenza en concreto con el caso de las heridas cometidas por miembros del clero o colaboradores eclesiales. Ha renovado el empeño suyo y de la Iglesia, para que todas las víctimas sean escuchadas y tratadas con justicia, los culpables sean castigados y los crímenes de abuso sean combatidos con una eficaz obra de prevención en la Iglesia y en la sociedad.
El Papa ha agradecido a las víctimas por su contribución esencial para restablecer la verdad e iniciar el camino del restablecimiento. El encuentro ha durado cerca de media hora y ha terminado con la bendición del Santo Padre.
Evangelio según San Lucas 9,46-50.
Entonces se les ocurrió preguntarse quién sería el más grande. Pero Jesús, conociendo sus pensamientos, tomó a un niño y acercándolo, les dijo: "El que recibe a este niño en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe a mí, recibe a aquel que me envió; porque el más pequeño de ustedes, ese es el más grande". Juan, dirigiéndose a Jesús, le dijo: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre y tratamos de impedírselo, porque no es de los nuestros". Pero Jesús le dijo: "No se lo impidan, porque el que no está contra ustedes, está con ustedes".
San Wenceslao
La reina fue expulsada del trono, y Wenceslao fue proclamado rey por la voluntad del pueblo, y como primera medida, anunció que apoyaría decididamente a la Ley de la Iglesia de Dios.
Instauró el orden social al imponer severos castigos a los culpables de asesinato o de ejercer esclavitud y además gobernó siempre con justicia y misericordia.
Por oscuros intereses políticos, Boleslao -que ambicionaba el trono de su hermano-, invitó a Wenceslao a su reino para que participara de los festejos del santo patrono y al terminar las festividades,
Boleslao asesinó de una puñalada al santo rey. El pueblo lo proclamó como mártir de la fe, y pronto la Iglesia de San Vito -donde se encuentran sus restos- se convirtió en centro de peregrinaciones.
Ha sido proclamado como patrón del pueblo de Bohemia y hoy su devoción es tan grande que se le profesa también como Patrono de Checoslovaquia.
Oremos. Dios nuestro, que impulsaste al santo mártir Wenceslao a anteponer el reino de los cielos a un reino terrenal, concédenos, por su intercesión que tengamos valor para dejar lo que nos impida unirnos a ti de todo corazón. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
¿Quién será el mayor?
Lucas 9, 46-50. Tiempo Ordinario. La felicidad se cultiva en el corazón y da sus frutos en la paz y sencillez de vida.
Oración introductoria
Dios mío, hoy que celebramos a santa Teresita del Niño Jesús, pido su intercesión para saber vivir con la fe y la humildad que la caracterizó. Señor, concédeme iniciar esta meditación con un corazón de niño, es decir, consciente de mi pequeñez, de mi fragilidad y pobreza, pero con total confianza en tu amor.
Petición
Espíritu Santo, enséñame a verme, y a actuar, como el llamado a servir a todos, sin vanagloriarme por ello.
Meditación del Papa Francisco
Jesús enseña a los apóstoles a ser como niños. Los discípulos peleaban sobre quién era el más grande entre ellos: había una disputa interna... el carrerismo. Estos que son los primeros obispos, tuvieron la tentación del carrerismo. 'Eh, yo quiero ser más grande que tú...'. No era un buen ejemplo que los primeros obispos hagan esto, pero era la realidad. Y Jesús les enseñaba la verdadera actitud, la de los niños.
La docilidad, la necesidad de consejo, la necesidad de ayuda, porque el niño es precisamente el signo de la necesidad de ayuda, de docilidad para ir adelante... Este es el camino. No quién es más grande. Los que están más cerca de la actitud de un niño están más cerca de la contemplación del Padre. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 2 de octubre de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
¡Qué difícil es mantenerse sencillo en una sociedad tan rival como la nuestra! Todos queremos más: el ascenso, la promoción, el prestigio, el aparentar... así como les pasó a los discípulos, a ver quién es el más importante. Se ve que las raíces humanas son iguales para todos. Es preciso liberarse de la tiranía de la "fachada" para vivir en la verdad de nuestro ser. ¿Qué ganas con los aplausos si después en la soledad del corazón queda la angustia y el miedo? Es importante sanear nuestra historia, iluminar tantas zonas obscuras y liberar tantos miedos que nos atenazan. Sólo así podremos disfrutar la alegría y sencillez de los niños para acoger gozosamente la voluntad de Dios, y así ser "importantes" en el Reino de los Cielos.
La felicidad no viene del mucho tener, ni tampoco del gran saber; es planta fina, cultivada en la pureza del corazón y que da sus frutos en la paz y sencillez de vida.
¡Oh Dios!, que aborreces al que da con arrogancia y te complaces en los limpios y sencillos, te pedimos nos concedas un corazón pobre y humilde para gozar de las cosas de la vida con la alegría y la paz de los niños y así ser testigos de tu Bondad entre los hombres.
Propósito
Definir y poner en práctica, un medio para vivir un estilo de vida más sencillo y modesto.
Diálogo con Cristo
Jesús, hazme un misionero de tu amor, que ayude a los demás con un espíritu de alegría y humildad, sabiendo tener la apertura sencilla de un niño ante los demás. Ver en ellos lo bueno, lo que nos une, en vez de buscar defectos.
Francisco, en el vuelo papal
El Papa niega haber implantado un “divorcio católico” y cierra la puerta al sacerdocio femenino
Francisco: “Todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución a la crisis migratoria”
“Me gustaría mucho ir a China. Tenemos contactos, hablamos”, asegura en el vuelo de regreso
Jesús Bastante, 28 de septiembre de 2015 a las 12:20
Una vez en una de estas reuniones me encontré con varias personas y una mujer me dijo cuando mi madre se enteró que me habían abusado blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea. Yo la comprendo a esa mujer
Los muros para detener a los migrantes antes o después caerán, caerán todos, y no son la solución, porque solo hacen que aumente el odio. Lo dijo Papa Francisco en la conversación con los periodistas durante el vuelo de American Airlines que lo llevó de Filadelfia a Roma. Bergoglio habló sobre los abusos de menores cometidos por religiosos y dijo comprender que las familias no perdonen; habló de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar y de su reciente reforma sobre las nulidades matrimoniales, explicando que no se trata de un «divorcio católico». También cerró la puerta al sacerdocio femenino, e insistió en que le gustaría visitar pronto China, un pueblo al que "amo mucho". Lo cuenta Andrés Beltramo en VaticanInsider.
Fue su primera visita a Estados Unidos: ¿Qué le sorprendió de y qué fue diferente?
«Sí, fue la primera visita, nunca estuve aquí. Me han sorprendido las miradas, el calor de la gente, tan amable, una cosa bella y también diferente. En Washington (tuve) un recibimiento caluroso pero un poco más formal, en Nueva York un poco extralimitado, y en Filadelfia, muy expresivo. Tres modalidades diversas, pero la misma acogida. Me ha impresionado mucho el recibimiento en las ceremonias religiosas y también por la piedad, la religiosidad. Se veía a la gente rezar y esto me impresionó mucho, mucho, era bello.»
¿Hubo alguna provocación, algún hecho indeseable?
«No gracias a Dios no. Todo fue bien, no hubo ninguna provocación, todos educados. Ningún insulto, no, ninguna cosa fea. No, no. Tenemos que continuar trabajando con este pueblo creyente y como han trabajado hasta ahora, acompañando al pueblo en el crecimiento de sus cosas buenas y en sus dificultades, acompañándoles en la alegría, en los momentos malos, en las dificultades, cuando no hay trabajo, está la enfermedad. El desafío de la Iglesia, ahora comprendo bien, es el de ser como ha sido siempre, próxima a la gente, próxima al pueblo de los Estados Unidos, con proximidad. No una Iglesia separara del pueblo, sino próxima. Este es un desafío que la Iglesia de los Estados Unidos ha entendido bien, lo ha entendido."
«En Washington hablé a todos los obispos de los Estados Unidos, estaban de todas partes. Sentí la necesidad de expresar la compasión porque me pasó una cosa feísima. Y tantos sufrieron que no sabían esto o cuando surgió la cosa sufrieron tanto, hombres de iglesia, de oración, verdaderos pastores, y yo dije que sabía que ellos, usé una palabra de la Biblia, del Apocalipsis: vosotros estáis viniendo de la gran tribulación y eso es lo que sucedió, fue una gran tribulación, pero no solo el sufrimiento afectivo, es lo que he dicho hoy al grupo de las personas abusadas, fue no digo una apostasía, pero casi un sacrilegio.
Cuando los abusos, lo sabemos, están por todas partes, están en el entorno familiar, en el entorno vecinal, en las escuelas, en los gimnasios... pero cuando un sacerdote comete un abuso es gravísimo porque la vocación del sacerdote es hacer crecer ese niño, esa niña, hacia el amor de Dios, hacia la madurez afectiva, o el bien. En vez de hacer eso lo ha impulsado al mal y por esto es casi un sacrilegio. Y él ha traicionado la vocación, la llamada del señor, por esto la Iglesia en este momento también no se debe encubrir. También son culpables aquellos que tapado estas cosas, también hay algunos obispos que han tapado esto. Es una cosa feísima y las palabras de consuelo no son decir: estate tranquilo, no es nada. No, no, no. Ha sido así, pero ha sido tan feo. Me imagino que habéis llorado tanto que en ese sentido han sido esas palabras. Y hoy he hablado duro.»
Usted ha hablado mucho del perdón, que Dios nos perdona y los que a menudo estamos pidiendo perdón somos nosotros. Hay muchos sacerdotes que han metido abusos sexuales en perjuicio de menores y no han pedido perdón a sus víctimas. ¿Usted los perdona? Y por otra parte, ¿usted entiende a las familias que no logran perdonar no quieren perdonar?
«Si una persona ha hecho mal, es consciente de lo que ha hecho y no pide perdón, yo le pido a Dios que lo tenga en cuenta. Yo lo perdono, pero él no recibe el perdón. Está cerrado al perdón. Una cosa es dar el perdón. Todos estamos obligados a perdonar porque todos fuimos perdonados, pero otra cosa es recibir el perdón y si ese sacerdote está cerrado al perdón no lo recibe porque él cerró la puerta con la llave desde adentro y lo que queda es rezar para que el Señor le abra esa puerta. O sea, para dar el perdón hay que estar dispuesto, pero no todos lo pueden recibir, lo saben recibir o no están dispuestos a recibirlo. Es duro lo que estoy diciendo y así se explica que haya gente que termine su vida dura, mal, sin recibir la caricia de Dios. ¿La segunda pregunta cuál era?»
¿Usted entiende a las víctimas y sus familias que no han logrado perdonar o no quieren perdonar?
«Sí, los comprendo, rezo por ellos y no los juzgo. Una vez en una de estas reuniones me encontré con varias personas y una mujer me dijo cuando mi madre se enteró que me habían abusado blasfemó contra Dios, perdió la fe y murió atea. Yo la comprendo a esa mujer. La comprendo. Y Dios, que es más bueno que yo, la comprende. Y estoy seguro que a esa mujer Dios la ha recibido porque lo que fue manoseado, lo que fue destrozado era su propia carne, la carne de su hija. Yo la comprendo. No juzga a alguien que no puede perdonar. Rezo y le pido a Dios porque Dios es un campeón en buscar caminos de solución. Pido que lo arregle.»
Padre, sobre todo gracias por este momento. Todos lo hemos sentido hablar tanto del proceso de paz en Colombia, entre las FARC y el gobierno. Ahora hay un acuerdo histórico. ¿Usted se siente un poco parte de este acuerdo? Usted había dicho que iba a ir a Colombia cuando hubiese el acuerdo, ahora muchos colombianos lo están esperando. Y otra pequeñita, usted ¿qué piensa cuándo pasó este viaje tan largo y el avión se va?
«La primera. Cuando tuve la noticia de que en marzo se va a firmar el acuerdo le dije al señor: "Señor hace que lleguemos a marzo, que se llegue con esta bella intención porque faltan pequeñas cosas pero la voluntad existe, de ambas partes, de ambas partes. Existe. También en el pequeño grupo, por lo tanto están de acuerdo. Tenemos que llegar a marzo al acuerdo definitivo. Queda el punto de la justicia internacional.
Yo me quedé contentísimo y me sentí parte en el sentido que yo siempre quise esto. Hablé tres veces con el presidente Santos sobre este problema, y la Santa Sede está muy abierta a ayudar como pueda. Lo otro, esto es un poco personal pero debe ser sincero. Cuando el avión parte después de una visita mi vienen las miradas de tanta gente, me vienen las ganas de rezar por ellos, decirle al señor: "Yo vine aquí para hacer algo, para hacer el bien. Tal vez hice mal, perdóname pero custodia toda esa gente que me ha visto, que ha pensado las cosas que yo he dicho, me ha escuchado, incluso los que me criticaron y por todos siento esto. No se, me viene. Me perdone, es un poco personal. Esto no se puede decir en los periódicos.»
Santo Padre, quería hacer una pregunta sobre las relaciones de la Santa Sede con China y sobre la situación en este país, que es bastante difícil también para la Iglesia católica. ¿Qué piensa de esto?
«La China es una gran nación que aporta al mundo una gran cultura y tantas cosas buenas. Yo dije una vez, en el avión cuando estábamos sobrevolando, volviendo de Corea que me gustaría mucho ir a China. Yo amo al pueblo chino, lo quiero mucho. Yo deseo que existan las posibilidades de tener buenas relaciones, buenas relaciones. Tenemos contactos, hablamos e ir adelante. Para mi tener un país amigo como China, que tiene tanta cultura y tanta posibilidad de hacer bien, sería una alegría.»
Quería preguntarle sobre la crisis migratoria. Muchos países están construyendo las nuevas barreras de alambre de espino. ¿Qué piensa sobre esto?
«Usted ha usado una palabra: crisis. Se convierte en un estado de crisis después de un proceso largo. Esto es el resultado de un proceso de años, porque las guerras de las que aquella gente huye son guerras de años. El hambre es hambre de años. Cuando yo pienso en África, esto es un poco simple, eh, pero lo digo como ejemplo. Pienso en África, el continente explotado y ahora vienen las guerras rivales, pero tienen detrás intereses económicos. Y yo pienso que antes de explotar un continente, un país, una guerra, se podría hacer inversiones para que aquella gente tengan trabajo evitaría esta crisis. Es verdad, es una crisis de refugiados, como he dicho al Congreso, nunca vista desde la Segunda Guerra Mundial. Y usted me pregunta sobre las barreras. Usted sabe cómo terminan los muros. Todos todos los muros caen, hoy, mañana, o dentro de cien años, pero todos caen. No es una solución. El muro no es una solución. En este momento Europa está en dificultades es verdad. Debemos ser inteligentes porque viene toda aquella ola migratoria y no es fácil encontrar soluciones. Pero con el diálogo entre países deben encontrarlo. Los muros nunca son la solución. En cambio, los puentes sí. Siempre. Siempre. Eso es lo que pienso sobre los muros y las barreras. No son una solución. El problema permanece y permanece con más odio.»
Santo Padre, usted no puede obviamente anticipar el debate de los padres sinodales. Lo sabemos perfectamente, pero queríamos saber si antes del Sínodo en su corazón de pastor. Queremos saber si su «motu proprio» sobre la regulación de la nulidad ha cerrado este debate. ¿Qué responde a aquellos que temen que con esta reforma la creación de facto del llamado divorcio católico?
Empiezo por la última. En la reforma de los procesos he cerrado la puerta a la vía administrativa, que era la vía por la cual podía entrar el divorcio. Y se puede decir que aquellos que piensan en el divorcio católico se equivocan porque este último documento ha cerrado la puerta al divorcio que podía entrar por la vía administrativa. Siempre está la vía judicial. Después, la reforma la habían pedido la mayoría de los padres sinodales en las reuniones del año pasado. Hacía falta reducir los procesos. Había procesos que duraban diez, quince años. Una sentencia, y luego otra sentencia, y una apelación y otra apelación y no se terminaba nunca. La doble sentencia, cuando era válida, fue introducida por Benedicto XIV, porque en Centroeuropa, no digo el país, había algunos abusos, y para pararlos él introdujo la doble sentencia. Pero no es una cosa esencial al proceso. Los procesos cambian y la jurisprudencia cambia y se mejora siempre. Este documento, este motu proprio, facilita los procesos en el tiempo, pero no es un divorcio, porque el matrimonio es indisoluble cuando es sacramento, y esto la Iglesia no lo puede cambiar, es doctrina, es un sacramento indisoluble.
Santo Padre, usted visito a las Pequeñas Hermanas de los Pobres, y nos dijeron que usted quería mostrar su apoyo para ellas y de su caso en la corte. Y, Santo Padre, usted también apoya a las personas, incluso funcionarios del gobierno, que por objeción de conciencia no llevarían adelante por ejemplo una legislación en favor del matrimonio homosexual? ¿Usted apoyaría también este tipo de reivindicaciones en el marco de la libertad religiosa?
«No puedo conocer todos los casos que pueden existir de objeción de conciencia. Pero sí puedo decir que la objeción de conciencia es un derecho que entra en cada derecho humano. Es un derecho. Y si una persona no permite hacer objeción de conciencia, niega un derecho. En cada estructura judicial debe entrar objeción de conciencia porque es un derecho, un derecho humano. En caso contrario, terminamos en la selección de los derechos: este es un derecho de calidad, este es un derecho de no calidad, este... Es un derecho humano, eh. A mi siempre, y esto va en mi contra, siempre me conmovió cuando de joven leí muchas veces "La Chanson de Roland", cuando estaban todos todos los mahometanos en fila y delante estaba la pila bautismal, o la espada. Y tenían que elegir. No le estaba permitido la objeción de conciencia. No, es un derecho y si tenemos que hacer paz, hay que respetar todos los derechos.»
Incluyendo también a funcionarios gubernamentales...
«¡Es un derecho humano! Si el funcionario de gobierno es una persona humana, tiene ese derecho. Es un derecho humano.»
Usted en la Onu utilizó palabras muy fuertes para denunciar el silencio del mundo ante la persecución de los cristianos que son privados de sus casas, son privados de sus bienes, esclavizados y ademas brutalmente asesinados. Ahora el presidente Hollande anunció el inicio de bombardeos de parte de Francia contra las bases del sobre Isis, en Siria. ¿Qué piensa de esta acción militar?. ¿Por otra parte, también una curiosidad, el alcalde de Roma, Ignazio Marino, el alcalde del Jubileo, declaró que vino a la misa del Encuentro Mundial de Familias porque usted lo invitó. ¿Cómo fueron las cosas?
«Empiezo por la segunda: yo no invité al alcalde Marino ¿claro? No lo hice y le pregunté a mis colaboradores y ni siquiera ellos lo invitaron. Él se dice, católico y vino espontáneamente. Es claro. La otra sobre el bombardeo. En verdad tuve noticia la noticia antes de ayer y no leí, la verdad es que no conozco bien la situación. Escuché decir que Rusia tenía una posición, los Estados Unidos aún no estaba claro. La verdad, no sé que decirte, no entendí bien la cosa... Pero cuando escucho la palabra bombardeo, muerte, sangre, repito lo que dije en el Congreso y en las Naciones Unidas: hay que evitar estas cosas, pero no sé, la situación política no la juzgo porque no la conozco.»
Santo Padre, por primera vez ha visitado EEUU, ha hablado ante el Congreso, ante Naciones Unidas, se ha llevado auténticos baños de multitudes. ¿Se siente más poderoso?. Y quería preguntarle también, porque le hemos escuchado destacar el papel de las mujeres, las monjas en EEUU, ¿veremos alguna vez sacerdotes en la Iglesia católica, como piden grupos en EEUU y como tienen otras iglesias cristianas?
«Las monjas en EEUU han hecho maravillas. En el campo de la educación, en el campo de la salud... El pueblo de EEUU ama a las monjas; no sé cuánto ama a los curas, pero a las monjas las ama, las ama mucho. Son buenas, son mujeres estupendas, estupendas. Cada una sigue a su congregación, sus reglas, hay diferencias... Pero son magníficas. Y por eso yo me he sentido en la obligación de agradecer todo lo que han hecho. Una persona importante del gobierno de EEUU me ha dicho en estos días: "Yo, lo que tengo de cultura, se lo debo primariamente a las monjas". Las monjas tienen escuelas en todos todos los barrios, ricos, pobres, trabajan con los pobres en los hospitales. Esta era la primera, de la tercera me acuerdo, ¿y la segunda cuál era?».
¿Se siente poderoso después de haber estado en EEUU con esta agenda y de haber tenido tanto éxito?
«Yo no sé si he tenido éxito o no. Pero yo tengo miedo de mí mismo. Porque me siento siempre débil, no sé, en el sentido de no tener el poder. También el poder es una cosa pasajera, hoy está y mañana no está. Es importante si tú con el poder puedes hacer el bien. Y Jesús ha definido el poder: el verdadero poder es servir. Hacer los servicios más humildes. Y yo tengo todavía que avanzar en este camino del servicio, porque siento que no hago todo lo que debo hacer. Ese es el sentido que yo tengo del poder. Y en tercer lugar, las mujeres sacerdotes. Eso no puedo hacerlo. El Papa San Juan Pablo II, después de largos largos tiempos de reflexión, lo dejó dicho claramente. ¡No porque las mujeres no tengan la capacidad! Mira que en la Iglesia son más importantes las mujeres que los hombres. Porque la Iglesia es mujer. La Iglesia, no el iglesia. La Iglesia es la esposa de Jesucristo. Y la Virgen es más importante que los papas y los obispos, y que los curas. Hay una cosa que debo reconocerte: nosotros estamos un poco con retraso en una elaboración de la teología de la mujer; debemos avanzar en esa teología. Eso sí es verdad. Gracias.»
Santo Padre, en EEUU usted se ha convertido en una estrella. ¿Es bueno para la Iglesia que el Papa sea una estrella?
«¿Tú sabes cuál era el título que usaban los papas y que se debe usar? Siervo de los siervos de Dios. Es un poco diferente de una estrella. Las estrellas son bonitas para verlas. A mí me gusta mirar cuando el cielo está sereno, en verano... Pero el Papa debe ser, debe ser, el siervo de los siervos de Dios. Sí, en los medios de comunicación se usa esto, pero hay otra verdad: cuántas estrellas hemos visto que después se apagan y caen. Es una cosa pasajera. En cambio, ser el siervo de los siervos de Dios es bueno; eso no pasa. No sé, así lo pienso».
Francisco acudió a Santa María la Mayor
El Papa ya está en Roma
El miércoles presidirá la Audiencia general y el domingo, la apertura del Sínodo
Redacción, 28 de septiembre de 2015 a las 10:40
El Papa, en el avión de vuelta a Roma
Durante el vuelo, el Papa concedió una entrevista de 40 minutos a los periodistas acreditados
El Papa Francisco ya está de regreso a Roma. Minutos antes de las diez de la mañana, el vuelo de American Airlines tomaba tierra en el aeropuerto de Ciampino, para poner fin al histórico viaje a Cuba y Estados Unidos.
Nada más aterrizar, el Pontífice -que durante el vuelo concedió una entrevista de 40 minutos a los periodistas acreditados- se dirigió a la basílica de Santa María la Mayor, como viene siendo tradición, para agradecer a la Virgen los éxitos de su viaje.
Sin solución de continuidad, el Papa no descansa, y este miércoles ya presidirá la Audiencia general, y el domingo arranca la segunda fase del Sínodo de la Familia.