«Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres»
- 30 Noviembre 2015
- 30 Noviembre 2015
- 30 Noviembre 2015
El Papa habla a los jóvenes de Bangui
"¿Puedo ir a la parroquia donde les han matado?", preguntó Francisco
El Papa se entera del asesinato de tres cristianos mientras se encuentra en Bangui
A los jóvenes en la vigilia: "Si no tienes odio en tu corazón, si perdonas, serás un ganador"
Redacción, 29 de noviembre de 2015 a las 20:24
Os deseo lo mejor. Pensad en el banano. Pensad en la resistencia ante las dificultades. Huir, irse lejos no es la solución. Debéis ser valientes
La llegada esta mañana de Francisco a la República Centroafricana no ha aplacado la violencia que se produce cada día en Bangui, la capital. Mientras el Papa estaba en el palacio presidencial junto a la jefa de Estado de la transición, Catherine Samba-Panza, a pocos kilómetros fueron asesinados tres jóvenes, probablemente cristianos, cuando salían del campamento de refugiados donde se encontraban, ubicado en la parroquia de Fátima. Murieron tras ser tiroteados por un grupo de musulmanes. Lo cuenta Darío Menor en El Correo.
El religioso comboniano cordobés Juan José Aguirre, obispo de Bangassou, contó que el Papa fue informado de estos crímenes durante el almuerzo que mantuvo con los miembros del episcopado centroafricano. «¿Puedo ir a la parroquia de Fátima?», le preguntó al saber la noticia Francisco al nuncio apostólico (embajador de la Santa Sede) en Bangui, Franco Coppola.
«No, es demasiado peligroso», le respondió. El barrio de Fátima, donde se encuentra la parroquia del mismo nombre, es una zona habitada en su mayoría por cristianos. Linda con un distrito de mayoría musulmana, conocida como Kilómetro 5.
Estás áreas de Bangui son las más castigadas por el hostigamiento entre los grupos islamistas radicales, los Seleka, y los Antibalaka, escuadrones formados por cristianos y animistas. Las dos milicias cuentan con 'check point' entre ambos barrios. Del puesto de control musulmán habrían partido los disparos que acabaron con los refugiados.
«En la parroquia de Fátima hay tres combonianos que no han querido salir de su iglesia para ir a ver al Papa porque temen que si dejan a sus parroquianos los radicales pueden entrar y decapitarlos a todos», contó Aguirre.
El portavoz vaticano, el jesuita Federico Lombardi, aseguró que no sabía nada del asesinato de estos tres refugiados, mientras que la Gendarmería Vaticano explicó que tenía noticias de la muerte de dos personas, pero consideró el suceso un incidente motivado por el robo en una casa y no lo relacionó con la visita del Papa.
Vigilia de oración con el Papa
Por otra parte, tras la larga misa, el Papa se reúne con los jóvenes, en el exterior de la catedral, para participar en la vigilia de oración.
En el primer testimonio, un joven explica al Papa que, a cuasa de la guerra, muchos jóvenes han tenido que salir y buscar un futuro mejor en otros países.
El discurso improvisado del Papa
"Queridos jóvenes: os saludo con todo el afecto. Me hablaba vuestro compañero del banano. El banano es un símbolo de vida, siempre crece, siempre se reproduce y siempre da fruto con tanta energía alimentaria. El banano es también resistente"
"En este momento difícil de guerra, odio y división les propongo el camino de la resistencia"
"Decía vuestro amigo que algunos de vosotros tienen que irse. Huir al exilio de la vida nunca es una solución. Es necesario resistir, tener la valentía de la resistencia y de la lucha por el bien"
"El que huye no tiene la valentía de dar vida. El banano da la vida y sigue reproduciéndose, porque resiste, porque permanece, porque está ahí"
"Algunos de vosotros me preguntarán: Padre, ¿qué podemos hacer? ¿Cómo se hace para resistir?"
"Les diré dos o tres cosas que os pueden ser útiles para resistir"
"Lo primero, la oración. La oración es poderosa. La oración vence al mal. La oración que acerca a Dios que es el Omnipotente"
"¿Ustedes rezan? No escucho bien. No lo olviden"
"En segundo lugar, trabajar por la paz. Y la paz no es un documento que ss firma y se deja ahí. La paz se hace todos los días. La paz es un trabajo artesanal, que se hace con las manos. La paz se hace con la propia vida"
"¿Cömo puedo ser yo artesano de la paz? Primero no odiar jamás. Y si alguien te hace daño, intenta perdonar. Nada de odio. Mucho perdón. Digámoslo juntos: Mucho perdón, nada de odio"
"Y si tu no tienes odio en tu corazón, si perdonas serás un ganador. Porque seréis vencedores de la batalla más difícil de la vida: Vencedores del amor. Y por el amor viene la paz".
"¿Queréis ser perdedores o ganadores en la vida? ¿Qué queréis ser? Pero sólo se vence por el camino del amor. El camino del amor. ¿Y se peuede amar al enemigo? Sí. ¿Se puede perdonar al que te ha hecho daño? Sí. Con el amor y con el perdón, seréis ganadores"
"Con el amor seréis vencedores en la vida y daréis vida siempre".
"Os deseo lo mejor. Pensad en el banano. Pensad en la resistencia ante las dificultades. Huir, irse lejos no es la solución. Debéis ser valientes. ¿Sabéis lo que significa ser valientes? Valientes en el perdón, en el amor, en hacer la paz. ¿De acuerdo? Lo decimos juntos: valientes en el amor, en el perdón y en hacer la paz".
"Queridos jóvenes centroafricanos, estoy muy contento de estar con vosotros. Hoy hemos abierto esta puerta. Eso significa la puerta de la misericordia de Dios. Fiaros de Dios. Porque Él es misericordioso. Él es amor. Él es capaz de daros la paz. Y por eso, os dije al principio que recéis. Es necesario rezar, para resisitir, para amar, para no odiar y para ser artesanos de paz"
"Gracias por vuestra presencia. Voy adentro a escuchar las confesiones de algunos de vosotros. ¿Estáis dispuestos a resistir? ¿Sí o no? ¿Estáis dispuestos a luchar por la paz? ¿SOis capaces de perdonar? ¿Sois capaces de reconciliaros? ¿Sois capaces de amar a esta bella patria?. ¿Sois capaces de rezar?. Entonces, os pido también que recéis por mí. Para que pueda ser un buen obispo. Para que pueda ser un buen Papa. ¿Me prometéis rezar por mí?" "Os doy la bendición. Buena vigilia y rezad por mí"
El Papa y la puerta santa de Bangui
"Estamos llamados a ser artesanos de una paz fundada en la justicia"
El Papa abre la Puerta Santa: "Hoy Bangui se convierte en la capital espiritual del mundo"
"Sed artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación y expertos de la misericordia"
(José M. Vidal).- Apertura de la puerta santa del Año de la Misericordia en Bangui. El Jubileo de los últimos. Y la misa en la catedral, con otra homilía sentida y vibrante, en la que el Papa Francisco proclamó a Bangui "capital espiritual del mundo" e invita a los suyos a ser "artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación y expertos de la misericordia". Conscientes de que "se acerca la liberación" y "Dios lo puede todo".
El Papa llega a la esplanada de la catedral y, revestido de capa pluvial, se dispone a abrir lapuerta santa, mientras suena el canto de entrada. Después, la invitación a reconocer los pecados.
Comienza el rito de apertura de la puerta santa de la misericordia. "Hoy Bangui se convierte en la capital espiritual del mundo", dice el Papa.
"El año santo de la misericordia viene anticipadamente a esta tierra, que sufre desde hace años el odio, la guerra, la incomprensión y la falta de paz".
"Bangui se convierte en la capital espiritual de la misericordia del Padre"
"Todos nosotros pedismo perdón, misericordia y amor"
"Para Bangui y para toda la República centroafricana y para todos los países que sufren la guerra pidamos la paz"
"Y todos juntos pidamos amor y paz. Pidamos paz".
"Y ahora, con esta oración comenzamos el Año Santo en esta capital espiritual del mundo"
Tras una oración, el Papa empuja con sus manos la sencilla puerta de madera que se abre. En el interior la gente, los curas y las monjas le acogen con gritos y ululares de alegría.
LLegado al altar, el Papa se quita la capa pluvial y monseñor Marini le coloca la casulla, mientras entran todos los obispos concelebrantes y ocupan su lugar en el presbiterio.
El Papa está serio y triste: Ante de comenzar la misa le anunciaron que, en el kilómetro cinco, el lugar donde mañana irá a visitar una mezquita, han muerto dos jóvenes por disparos de kalasnikov.
La catedral es como una iglesia grande de cualquiera de nuestro barrios, presidida por un enorme crucifijo y la Virgen de Fátima a la derecha. Sencilla y humilde. Sólo destaca la enorme sede de madera dorada que le prepararon al Papa.
Tras la lectura a los Tesalonicenses, el Evangelio de Lucas: "Habrá signos en el sol, la luna y las estrellas...Los hombres quedarán sin aliento por el miedo...Entonces verán al Hijo del Hombre venir en una nube...Se acerca vuestra liberación..."
Algunas frases de la homilía del Papa
"Hoy hemos inciado el Año de la misericordia aquí"
"Estoy especialmente alegre de que mi visita pastoral coincida con la apertura en vuestro país de este año jubilar"
"Desde esta catedral, con el corazón y el pensamiento, querría llegar a todos los sacerdotes y consagrados de este país, especialmente unidos a nosotros en este momento"
"Por medio de vosotros querría saludar a todos los centroafricanos, los enfermos, los heridos de la vida. Algunos están desesperados y sólo esperan la limosna del pan y de la justicia y de un gesto de atención y de bondad. Y todos nosotros esperamos la gracia y la limosna de la paz"
"Pero, como los apóstoles, que subían el templo y no tenían ni oro ni plata, vengo a ofrecer el oro, la fuerza y la potencia de Dios que curan al hombre, lo ponen de pié y lo hacen comenzar una nueva vida, pasando a la otra orilla"
"Jesús no nos manda sólos a la otra orilla, sino a hacer la trevesía junto a él, respondiendo cada uno a una vocación específica"
"Tenemos que ser conscientes de que este paso a la otra orilla, sólo se puede hacer con él, para construir una Iglesia familia de Dios, abierta a todos, que cuida a los más necesitados, lo cual supone la proximidad a nuestros hermanos y hermanas e implica un espíritu de comunión"
"No se trata ante todo de medios financieros. Basta con compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios, que es bueno e indica al pecador el camino justo".
"Jesús nos enseña que el Padre celeste hace salir el sol sobre buenos y malos. Tras hacer la experiencia del perdón, tenemos que perdonar"
"Una de las exigencias esenciales de esta vocación es el amor a los enemigos, que advierte contra la tentación de la venganza y contra la espiral de las represalias sin fin"
"Jesús insitió sobre este aspecto del testimonio cristiano"
"Los evangelizadores deben ser ante todos artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación y expertos de la misericordia"
"Así podemos ayudar a nuestros hermanos a pasar a la otra orilla, revelándoles el secreto de nuestra fuerza, de nuestra esperanza y de nuestra alegría, que tienen su fuente en Dios y se basa en la certeza de que Él está en la barca con nosotros"
"Como hizo con los apóstoles, es a nosotros a los que el Señor confía sus dones, para que los distribuyamos por todas partes..."
"Descubramos algunas características de la salvación de Dios"
"Ante todo, la felicidad prometida por Dios es anunciada en términos de justicia"
"El Adviento es tiempo de preparar el corazón, para acoger al Salvador"
"Aquí, muchos hombres y mujeres tienen sed de respeto, de justicia, de equidad, sin verlas en el horizonte"
"Nos manda anunciar sobre todo a los que están oprimiedos por los poderosos de este mundo su liberación...Sí, Dios es justicia, por eso los cristianos estamos llamados a ser artesanos de una paz fundada en la justicia"
"La salvación de Dios esperada tiene el sabor del amor"
"Dios no es sólo justicia, es ante todo amor"
"Donde reinan la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos están llamados a dar testimonio de este Dios que es Amor"
"Invito a todos los que viven aquí hasta el heroísmo las virtudes cristianas"
"Mirad cómo se aman. Se aman de verdad"
"Por último, la salvación de Dios reviste el carácter de una potencia invencible, que vence a todo"
"Vuestra liberación está cerca"
"El testimonio cristiano debe reflejar esta fuerza irresistible"
"Dios es más fuerte que todo"
"Esta convicción da al creyente serenidad, coraje y la fuerza de perseverar en el bien ante las peores adversidades"
"Lo scristianos deben responder con la cabez alta, dispuestos a resistir, porque saben que Dios tendrá la última palabra, que será de amor y de paz"
"A todos los que usan injustamente las armas les lanzo un llamamiento: deponed esos instrumentos de muerte"
"Armaos mejor de la justicia, del amor y de la misericordia auténtica, que son garantía de paz"
"Este país, situado en el corazón de África, aquí vuestra vocación es la de encarnar el corazón de Dios"
"Quiera el Señor hacernos a todos irreprensibles en la santidad"
"Reconcilición, perdón, amor y paz. Amén"
Y la catedral prorrumpe en una larga y sentida ovación.
Texto completo de las palabras del Papa en la homilía en la Catedral de Bangui
En este primer Domingo de Adviento, tiempo litúrgico de la espera del Salvador y símbolo de la esperanza cristiana, Dios ha guiado mis pasos hasta ustedes, en este tierra, mientras la Iglesia universal se prepara para inaugurar el Año Jubilar de la Misericordia. Me alegra de modo especial que mi visita pastoral coincida con la apertura de este Año Jubilar en su país. Desde esta Catedral, mi corazón y mi mente se extiende con afecto a todos los sacerdotes, consagrados y agentes de pastoral de este país, unidos espiritualmente a nosotros en este momento. Por medio de ustedes, saludo también a todos los centroafricanos, a los enfermos, a los ancianos, a los golpeados por la vida. Algunos de ellos tal vez están desesperados y no tienen ya ni siquiera fuerzas para actuar, y esperan sólo una limosna, la limosna del pan, la limosna de la justicia, la limosna de un gesto de atención y de bondad. Todos nosotros esperamos la gracia y la limosna de la paz.
Al igual que los apóstoles Pedro y Juan, cuando subían al templo y no tenían ni oro ni plata que dar al pobre paralítico, vengo a ofrecerles la fuerza y el poder de Dios que curan al hombre, lo levantan y lo hacen capaz de comenzar una nueva vida, «cruzando a la otra orilla» (Lc 8,22).
Jesús no nos manda solos a la otra orilla, sino que en cambio nos invita a realizar la travesía con Él, respondiendo cada uno a su vocación específica. Por eso, tenemos que ser conscientes de que si no es con Él no podemos pasar a la otra orilla, liberándonos de una concepción de familia y de sangre que divide, para construir una Iglesia-Familia de Dios abierta a todos, que se preocupa por los más necesitados. Esto supone estar más cerca de nuestros hermanos y hermanas, e implica un espíritu de comunión. No se trata principalmente de una cuestión de medios económicos, sino de compartir la vida del pueblo de Dios, dando razón de la esperanza que hay en nosotros (cf. 1 P 3,15) y siendo testigos de la infinita misericordia de Dios que, como subraya el salmo responsorial de este domingo, «es bueno [y] enseña el camino a los pecadores» (Sal 24,8). Jesús nos enseña que el Padre celestial «hace salir su sol sobre malos y buenos» (Mt 5,45). Nosotros también, después de haber experimentado el perdón, tenemos que perdonar. Esta es nuestra vocación fundamental: «Por tanto, sean perfectos, como es perfecto el Padre vuestro celestial» (Mt 5,48). Una de las exigencias fundamentales de esta vocación a la perfección es el amor a los enemigos, que nos previene de la tentación de la venganza y de la espiral de las represalias sin fin. Jesús ha insistido mucho sobre este aspecto particular del testimonio cristiano (cf. Mt 5,46-47). Los agentes de evangelización, por tanto, han de ser ante todo artesanos del perdón, especialistas de la reconciliación, expertos de la misericordia. Así podremos ayudar a nuestros hermanos y hermanas a «cruzar a la otra orilla», revelándoles el secreto de nuestra fuerza, de nuestra esperanza, de nuestra alegría, que tienen su fuente en Dios, porque están fundados en la certeza de que Él está en la barca con nosotros. Como hizo con los Apóstoles en la multiplicación de los panes, el Señor nos confía sus dones para que nosotros los distribuyamos por todas partes, proclamando su palabra que afirma: «Ya llegan días en que cumpliré la promesa que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá» (Jr 33,14).
En los textos litúrgicos de este domingo, descubrimos algunas características de esta salvación que Dios anuncia, y que se presentan como otros puntos de referencia para guiarnos en nuestra misión. Ante todo, la felicidad prometida por Dios se anuncia en términos de justicia. El Adviento es el tiempo para preparar nuestros corazones a recibir al Salvador, es decir el único Justo y el único Juez que puede dar a cada uno la suerte que merece. Aquí, como en otras partes, muchos hombres y mujeres tienen sed de respeto, de justicia, de equidad, y no ven en el horizonte señales positivas. A ellos, Él viene a traerles el don de su justicia (cf. Jr 33,15). Viene a hacer fecundas nuestras historias personales y colectivas, nuestras esperanzas frustradas y nuestros deseos estériles. Y nos manda a anunciar, sobre todo a los oprimidos por los poderosos de este mundo, y también a los que sucumben bajo el peso de sus pecados: «En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos, y la llamarán así: "El Señor es nuestra justicia"» (Jr 33,16). Sí, Dios es Justicia. Por eso nosotros, cristianos, estamos llamados a ser en el mundo los artífices de una paz fundada en la justicia.
La salvación que se espera de Dios tiene también el sabor del amor. En efecto, preparándonos a la Navidad, hacemos nuestro de nuevo el camino del pueblo de Dios para acoger al Hijo que ha venido a revelarnos que Dios no es sólo Justicia sino también y sobre todo Amor (cf. 1 Jn 4,8). Por todas partes, y sobre todo allí donde reina la violencia, el odio, la injusticia y la persecución, los cristianos estamos llamados a ser testigos de este Dios que es Amor. Al mismo tiempo que animo a los sacerdotes, consagrados y laicos de este país, que viven las virtudes cristianas, incluso heroicamente, reconozco que a veces la distancia que nos separa de ese ideal tan exigente del testimonio cristiano es grande. Por eso rezo haciendo mías las palabras de san Pablo: «Que el Señor los colme y los haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos» (1 Ts 3,12). En este sentido, lo que decían los paganos sobre los cristianos de la Iglesia primitiva ha de estar presente en nuestro horizonte como un faro: «Miren cómo se aman, se aman de verdad» (Tertuliano, Apologetico, 39, 7).
Por último, la salvación de Dios proclamada tiene el carácter de un poder invencible que vencerá sobre todo. De hecho, después de haber anunciado a sus discípulos las terribles señales que precederán su venida, Jesús concluye: «Cuando empiece a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza; se acerca su liberación» (Lc 21,28). Y, si san Pablo habla de un amor «que crece y rebosa», es porque el testimonio cristiano debe reflejar esta fuerza irresistible que narra el Evangelio. Jesús, también en medio de una agitación sin precedentes, quiere mostrar su gran poder, su gloria incomparable (cf. Lc 21,27), y el poder del amor que no retrocede ante nada, ni frente al cielo en convulsión, ni frente a la tierra en llamas, ni frente al mar embravecido. Dios es más fuerte que cualquier otra cosa. Esta convicción da al creyente serenidad, valor y fuerza para perseverar en el bien frente a las peores adversidades. Incluso cuando se desatan las fuerzas del mal, los cristianos han de responder al llamado de frente, listos para aguantar en esta batalla en la que Dios tendrá la última palabra. Y será una palabra de amor.
Lanzo un llamamiento a todos los que empuñan injustamente las armas de este mundo: Depongan estos instrumentos de muerte; ármense más bien con la justicia, el amor y la misericordia, garantías de auténtica paz. Discípulos de Cristo, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos comprometidos en este país que lleva un nombre tan sugerente, situado en el corazón de África, y que está llamado a descubrir al Señor como verdadero centro de todo lo que es bueno: la vocación de ustedes es la de encarnar el corazón de Dios en medio de sus conciudadanos. Que el Señor nos afiance y nos haga presentarnos ante «Dios nuestro Padre santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos» (1 Ts 3,13). Reconciliación, perdón, amor y paz. Que así sea.
Evangelio según San Mateo 4,18-22.
Mientras caminaba a orillas del mar de Galilea, Jesús vio a dos hermanos: a Simón, llamado Pedro, y a su hermano Andrés, que echaban las redes al mar porque eran pescadores. Entonces les dijo: "Síganme, y yo los haré pescadores de hombres". Inmediatamente, ellos dejaron las redes y lo siguieron. Continuando su camino, vio a otros dos hermanos: a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca con Zebedeo, su padre, arreglando las redes; y Jesús los llamó. Inmediatamente, ellos dejaron la barca y a su padre, y lo siguieron.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sobre el evangelio de Mateo, nº 14, 2
«Venid y seguidme y os haré pescadores de hombres»
¡Qué admirable pesca la del Salvador! Admirad la fe y la obediencia de los discípulos. La pesca, como sabéis, requiere una constante atención. Ahora bien, cuando esos se encuentran justo en medio de su trabajo, oyen la llamada de Jesús y no dudan un solo momento; no dicen. «Déjanos regresar a casa para hablar con nuestros próximos». No, lo dejan todo inmediatamente y le siguen, tal como Eliseo hizo con Elías (1R 19,20). Es esta clase de obediencia la que nos pide Cristo, sin la más mínima duda, incluso en el caso que nos apremien necesidades aparentemente más urgentes. Por eso cuando un joven que le quería seguir le pidió si podía ir antes a enterrar a su padre, ni tan sólo esto se lo dejó hacer (Mt 8,21). Seguir a Jesús, obedecer su palabra, es un deber que está por encima de todos los demás.
¿Acaso me dirás que la promesa que les había hecho era muy grande? Por eso los admiro yo tanto: ¡cuando aún no habían visto ningún milagro, creyeron en una promesa tan grande y renunciaron a todo para seguirle! Es porque creyeron que, con las mismas palabras con las que habían sido cogidos durante la pesca, podrían ellos pescar a otros.
San Andrés Apóstol
El nombre "Andrés" (del griego Andreia, valentía o valor) como otros nombres griegos, parece haber sido común entre los judíos del segundo o tercer Siglo Antes de Cristo. San Andrés, el Apóstol, hijo de Jonás, o Juan (Mateo, 16, 17; Juan, 1, 42), nació en Bethsaida de Galilea (Juan, 1, 44) ; fue el hermano de Simón Pedro (Mateo 10,2; Juan 1, 40), ambos fueron pescadores (Mateo 4, 18; Marcos 1, 16), y al comienzo de la vida pública de Nuestro Señor ocuparon la casa de Cafarnaúm (Marcos 1, 21, 29).
Desde el cuarto Evangelio aprendemos que Andrés fue discípulo del Bautista y de Juan el Evangelista para seguir a Jesús (Juan, 1, 35-40). Andrés inmediatamente reconoció a Jesús como el Mesías, Pedro, (Juan, 1, 41). Desde entonces los dos hermanos fueron discípulos de Cristo.
En las ocasiones subsiguientes, previas al llamado final al apostolado, ellos fueron llamados a la cercana compañía, y luego dejaron todo para seguir a Jesús (Lucas 5, 11; Mateo, 4, 19, 20; Marcos, 1, 17, 18). Finalmente Andrés fue elegido para ser uno de los Doce; y en las varias listas de Apóstoles dadas en el Nuevo Testamento (Mateo, 10, 2-4; Marcos, 3, 16-19; Lucas, 6, 14-16; Actos, 1, 13) el siempre aparece entre los cuatro primeros.
La única otra explicita referencia a él en el Synoptists, ocurre en (Marcos,13, 3), donde anunciaron su unión con Pedro, Jaime y Juan en poner la cuestión que dejo Nuestro Señor en su gran discurso escatológico. Además de esta exigua información, aprendimos del cuarto Evangelio que en ocasión de la milagrosa alimentación de quinientas personas.
Fue Andrés quien dijo: "Este es un muchacho quien tiene cinco barras de pan de cebada y dos pescados: ¿pero que son estas entre tantos?" (Juan, 6, 8, 9); y cuando, unos pocos días antes de la muerte de Nuestro Señor, ciertos Griegos le preguntaron a Felipe si ellos podrían ver a Jesús, Felipe refería el tema a Andrés como una de las mayores autoridades, y luego ambos anunciaron a Cristo (Juan, 12, 20-22)
Como en la mayoría de los órdenes los primeros cuatro, son Pedro, Juan, Jaime, Andrés; no hay en las epístolas ni en el Apocalipsis mención alguna de ellos. Desde lo que conocemos de los Apóstoles generalmente, podemos, por su puesto suplementar un poco de estos escasos detalles. Como uno de los Doce, Andrés fue admitido en cercana familiaridad con Nuestro Señor durante su vida pública; estuvo presente en la Última Cena; contemplando la ascensión del Señor; testigo de la
Ascensión; compartió las gracias y regalos del primer Pentecostés, y ayudó, entre los riesgos y persecuciones, a establecer la Fe en Palestina.
Cuando los Apóstoles fueron enviados a predicar a las Naciones, Andrés parece haber tomado una parte importante, pero desafortunadamente no tenemos certeza de la extensión o el lugar de su trabajo. La cruz , en la cual él sufrió , es comúnmente sostenida de haber sido una cruz en X, ahora conocida como de San Andrés. Sin embargo la evidencia para esta visión parece ser no durar más allá del S. XIV.
Este martirio toma lugar durante el reino de Nerón, el 30 de Noviembre de 60 de la Era Cristiana; y ambas la Iglesia Griega y la Latina mantiene el 30 de Noviembre como sus fiestas. Las reliquias de San Andrés fueron trasladadas desde Patrae a Constantinopla, y depositadas en la Iglesia de los Apóstoles allí, alrededor del 357 de la Era Cristiana.
Cuando Constantinopla fue tomada por los franceses, en el comienzo del S.XIII, el Cardenal Pedro de Capua trajo las reliquias a Italia y las colocó en la Catedral de Amalfi, donde la mayoría de ellas permanecen.
San Andrés es honrado como el patrono protector de Rusia y Escocia.
Simón, Andrés, venid y os haré pescadores de hombres
Mateo 4, 18-22. Fiesta de San Andrés. ¿Y si Andrés no hubiera seguido a Cristo? Entonces Pedro, primer Papa de la Historia de la Iglesia no lo hubiera conocido.
Oración introductoria
Ven Espíritu Santo, dame la luz para aguardar, en silencio, el llamado que Jesús quiera darme en esta oración. Fortalece mi espíritu para que sepa responder rápida y eficazmente, con generosidad y amor, a lo que Dios, en su Divina Providencia, quiera pedirme.
Petición
Señor, quiero seguirte, conviérteme en un auténtico discípulo y misionero de tu amor.
Meditación del Papa Francisco
Recordemos cuando Andrés y Juan encontraron al Señor, y después hablaron con Él aquella tarde y aquella noche. Estaban entusiasmados. Lo primero que hicieron Andrés y Juan fue ser misioneros. Fueron a ver a hermanos y amigos: “¡Hemos encontrado al Señor, hemos encontrado al Mesías!”. Esto sucede inmediatamente, después del encuentro con el Señor: esto viene enseguida.
En la exhortación apostólica Evangelii gaudium hablé de “Iglesia en salida”. Una Iglesia misionera no puede dejar de “salir”, no tiene miedo de encontrar, de descubrir las novedades, de hablar de la alegría del Evangelio. A todos, sin distinción. No para ganar prosélitos, sino para decir lo que tenemos y queremos compartir con todos, sin forzar, sin distinción. Las diversas realidades que representan en la Iglesia italiana indican que el espíritu de la missio ad gentes debe llegar a ser el espíritu de la misión de la Iglesia en el mundo: salir, escuchar el clamor de los pobres y de los lejanos, encontrarse con todos y anunciar la alegría del Evangelio. (Discurso de S.S. Francisco, 27 de noviembre de 2014)
Reflexión
Dos grupos de hermanos presenta nuestro Evangelio de hoy, quizás insinuándonos que las cosas para Dios tienen caminos tan singulares como llamar a todo el "futuro" de una familia. Pero si es Cristo quien llama... El sabe de sobra lo que hace. Y lo que hacía con la familia de Pedro y de Santiago era algo verdaderamente espectacular. Andrés, el pequeño hermano de Pedro. ¡Quién lo fuera a pensar! De esos dos hombres habría de sacar la roca donde edificar la Santa Madre Iglesia. Efectivamente, porque otro pasaje, el que nos refiere Juan en su primer capítulo, nos presenta a los dos hermanos menores que se les ocurre seguir a Cristo, le conocen y ellos, terriblemente impresionados de ese singular Hombre que es Jesús, se lo cuentan a sus respectivos hermanos, que debieron ser hombres recios pues eran pescadores, y de gran corazón.
¿Y si Andrés no hubiera seguido a Cristo? O pongamos que lo hubiese seguido, ¿si no le hubiese dicho nada a Pedro? Era legítimo que se callase. El había encontrado al Señor y Pedro era ciertamente su hermano pero nada más. Pero cuando uno conoce a Cristo inevitablemente lo da a conocer. De no haberlo hecho no tendríamos quizás a Pedro, primer Papa de la Historia de la Iglesia.
Sin embargo Andrés comprendió bien lo que significaba haber estado con el Señor. Tenía que mostrárselo a fuerzas a su hermano, tenía que llevarlo a su presencia como lo hizo, aunque Pedro se la estuviera pasando muy bien entre sus pescados, aunque fuera el "hombre" de la casa, aunque no aparentara tener mucha resonancia interior.
Andrés es, pues, el que lo conduce a Cristo, es el que nos hizo el favor de poder tener a ese Pedro tan bueno entre nosotros. Y tan buen hermano fue que no sólo fue apóstol como su hermano sino que dio su vida en la cruz y fundó (así es estimado en las iglesias de oriente) con su sangre la fe de tantos hermanos nuestros que, con la gracia de Dios, tendremos algún día el gusto de abrazar en la plena comunión con Roma. Andrés, buen ejemplo.
Novena de la Inmaculada Concepción
Oraciones para cada día. Del 30 de noviembre al 8 de diciembre
Por la señal...
Señor mío Jesucristo...
1. ORACIÓN PARA TODOS LOS DÍAS
Dios te salve, María, llena de gracia y bendita más que todas las mujeres, Virgen singular, Virgen soberana y perfecta, elegida por Madre de Dios y preservada por ello de toda culpa desde el primer instante de tu Concepción: así como por Eva nos vino la muerte, así nos viene la vida por ti, que por la gracia de Dios has sido elegida para ser Madre del nuevo pueblo que Jesucristo ha formado con su sangre.
A ti, purísima Madre, restauradora del caído linaje de Adán y Eva, venimos confiados y suplicantes en esta novena, para rogarte que nos concedas la gracia de ser verdaderos hijos tuyos y de tu Hijo Jesucristo, libres de toda mancha de pecado.
Acordaos, Virgen Santísima, que habéis sido hecha Madre de Dios, no sólo para vuestra dignidad y gloría, sino también para salvación nuestra y provecho de todo el género humano. Acordaos que jamás se ha oído decir que uno solo de cuantos han acudido a vuestra protección e implorado vuestro socorro, haya sido desamparado. No me dejéis, pues, a mi tampoco, porque si me dejáis me perderé; que yo tampoco quiero dejaros a vos, antes bien, cada día quiero crecer más en vuestra verdadera devoción.
Y alcanzadme principalmente estas tres gracias: la primera, no cometer jamás pecado mortal; la segunda, un grande aprecio de la virtud cristiana, y la tercera, una buena muerte. Además, dadme la gracia particular que os pido en esta novena (hacer aquí la petición que se desea obtener).
2. REZAR LA ORACIÓN DEL DÍA CORRESPONDIENTE
3. ORACIONES FINALES
Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea, pues todo un Dios se recrea en tan graciosa belleza. A ti, celestial Princesa, Virgen sagrada María, te ofrezco en este día alma, vida y corazón. Mírame con compasión, no me dejes, Madre mía. Rezar tres Avemarías.
Tu Inmaculada Concepción, oh Virgen Madre de Dios, anunció alegría al universo mundo.
ORACIÓN. Oh Dios mío, que por la Inmaculada Concepción de la Virgen, preparaste digna habitación a tu Hijo: te rogamos que, así como por la previsión de la muerte de tu Hijo libraste a ella de toda mancha, así a nosotros nos concedas por su intercesión llegar a ti limpios de pecado. Por el mismo Señor nuestro Jesucristo. Amén.
DÍA PRIMERO (30 DE NOVIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como preservaste a María del pecado, original en su Inmaculada Concepción, y a nosotros nos hiciste el gran beneficio de libramos de él por medio de tu santo bautismo, así te rogamos humildemente nos concedas la gracia de portarnos siempre como buenos cristianos, regenerados en ti, Padre nuestro Santísimo.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA SEGUNDO (1 DE DCIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como preservaste a María de todo pecado mortal en toda su vida y a nosotros nos das gracia para evitarlo y el sacramento de la confesión para remediarlo, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de no cometer nunca pecado mortal, y si incurrimos en tan terrible desgracia, la de salir de él cuanto antes por medio de una buena confesión.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA TERCERO (2 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como preservaste a María de todo pecado venial en toda su vida, y a nosotros nos pides que purifiquemos más y más nuestras almas para ser dignos de ti, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la gracia de evitar los pecados veniales y la de procurar y obtener cada día más pureza y delicadeza de conciencia.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA CUARTO (3 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como libraste a María de la inclinación al pecado y le diste dominio perfecto sobre todas sus pasiones, así te rogamos humildemente, por intercesión de María Inmaculada, nos concedas la gracia de ir domando nuestras pasiones y destruyendo nuestras malas inclinaciones, para que te podamos servir, con verdadera libertad de espíritu, sin imperfección ninguna.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA QUINTO (4 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como, desde el primer instante de su Concepción, diste a María más gracia que a todos los santos y ángeles del cielo, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos inspires un aprecio singular de la divina gracia que tú nos adquiriste con tu sangre, y nos concedas el aumentarla más y más con nuestras buenas obras y con la recepción de tus Santos Sacramentos, especialmente el de la Comunión.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA SEXTO (5 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como, desde el primer momento, infundiste en María, con toda plenitud, las virtudes sobrenaturales y los dones del Espíritu Santo, así te suplicamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas a nosotros la abundancia de estos mismos dones y virtudes, para que podamos vencer todas las tentaciones y hagamos muchos actos de virtud dignos de nuestra profesión de cristianos.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA SÉPTIMO (6 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como diste a María, entre las demás virtudes, una pureza y castidad eximía, por la cual es llamada Virgen de las vírgenes, así te suplicamos, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas la dificilísima virtud de la castidad, que tantos han conservado mediante la devoción de la Virgen y tu protección.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA OCTAVO (7 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como diste a María la gracia de una ardentísima caridad y amor de Dios sobre todas las cosas, así te rogamos humildemente, por intercesión de tu Madre Inmaculada, nos concedas un amor sincero de ti, ¡oh Dios Señor nuestro!, nuestro verdadero bien, nuestro bienhechor, nuestro padre, y que antes queramos perder todas las cosas que ofenderte con un solo pecado.
3. Meditar y rezar la oración final.
DÍA NOVENO (8 DE DICIEMBRE)
1. Comenzar con el ofrecimiento y la oración preparatoria.
2. ORACIÓN DE ESTE DÍA. Oh Santísimo Hijo de María Inmaculada y benignísimo Redentor nuestro: así como has concedido a María la gracia de ir al cielo y de ser en él colocada en el primer lugar después de Ti, te suplicamos humildemente, por intercesión de María Inmaculada, nos concedas una buena muerte, que recibamos bien los últimos Sacramentos, que expiremos sin mancha ninguna de pecado en la conciencia y vayamos al cielo, para siempre gozar, en tu compañía y la de nuestra Madre, con todos los que se han salvado por ella.
3. Meditar y rezar la oración final.
Francisco, en la misa de Bangui
Les pide que "olviden la venganza, la violencia y la explotaciòn de los más débiles"
Última misa del Papa en Bangui: "Sed artesanos de la renovación humana y espiritual de vuestro país"
"Amar a Dios y a los hermanos de un modo nuevo, para hacer nacer un mundo renovado
Mirar hacia el futuro y, fuertes del camino ya recorrido, decidir empezar una nueva etapa en l historia de vuestro país, ir hacia nuevos horizontes
La presidenta de la RCA con un vestido con la efigie del Papa
(José M. Vidal).- Tras visitar a los musulmanes y repetir con ellos que "Dios es paz, salam",Francisco se despide de África y de la martirizada RCA con una misa multitudinaria en el estadio Boganda. En la homilía, el Papa invita a los católicos a olvidar la venganza y el odio y a ser "artesanos de la renovación humana y espiritual de vuestro país"
El Papa es recibido por un estadio lleno de gente. En el centro del estadio, un coro de mujeres con una danza africana. Con el Papa concelebran los obispos de la región y decenas de sacerdotes.
También asiste a la misa la presidenta de la Transición, Samba-Panza, tocada con un largo vestido con la efigie del Papa. Francisco lleva un sencillísimo báculo de madera. En las gradas la gente canta y baila los ritos litúrgicos del Kyrie y del gloria. La gente deja de lado, al menos por hoy, el llanto y las lágrimas que provocan la guerra, y se alegra con la presencia del Papa de la paz.
Un altar sencillo, decorado con los colores amarillo y blanco del Vaticano. Con una virgen de madera a la derecha.
Primera lectura de la carta de Pablo a los romanos: "Nadie que cree en él quedará defraudado...¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!"
Antes de la lectura del Evangelio, se realiza una procesión danzante para su proclamación. Una procesión con vestidos típicos y un niño que, en andas portada por dos hombres trae el Evangeliario.
Lectura del Evangelio de Mateo sobre la llamada de Jesús a sus discípulos: "Yo los haré pescadores de hombres".
Algunas frases de la homilía del Papa
"¡Hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio"
"Es una invitación a dar gracias por el don de la fe, que recibimos de estos mensajeros que nos la transmitieron"
"Es también una invitación a maravillarse ante la obra misionera, que trajo la alegría del Evangelio a esta amada tierra de Centroáfrica"
"Sobre todo, cuando los tiempos son difíciles y las pruebas y sufrimientos no faltan y el futuro es incierto, es bueno reunirse en torno al Señor, para gozar de su presencia, de la vida nueva y de la salvación que nos propone como la otra orilla hacia la que tenemos que navegar"
"Esta otra orilla es el cielo, al vida eterna"
"Esta vida eterna no es una ilusión ni una fuga del mundo, sino una potente realidad que nos llama y nos invita a la perseverancia en la fe y en el amor"
"La otra orilla más inmediata es una realidad que transforma ya nuestra vida presente y el mundo en el que vivimos...Amar a Dios y a los hermanos de un modo nuevo, para hacer nacer un mundo renovado en el amor"
"Gracias al Señor por la fuerza que nos da a diario en nuestra vida ante los sufrimientos físicos y morales...nos hace capaces de actos de solidaridad...por la alegría y el amor que hace brillar en nuestras familias y en nuestra sociedad...Por la valentía que introduce en nuestras almas para crear vínculos de alegría, para dialogar con los que no son como nosotros..."
"Cristo resucitado nos coge de la mano y nos invita a seguirlo"
"Gracias a Cristo por todo lo bello y valiente que habéis hecho durante los momentos difíciles.."
"No hemos llegado a la meta. Estamos como en medio del río...Ir a la otra orilla"
"El bautizado debe romper con aquello que hay todavía en él del hombre viejo y pecador..."
"Olvidar la venganza, la violencia y la explotaciòn de los más débiles"
"Nos queda mucho camino por recorrer"
"Tenemos que perdir perdón al Señor"
"El Año Jubilar, iniciado en vuestro país, sea una oportunidad para ello"
"Mirar hacia el futuro y, fuertes del camino ya recorrido, decidir empezar una nueva etapa en la historia de vuestro país, ir hacia nuevos horizontes, remar hacia aguas más profundas"
"Como el apóstol Andrés..."
"El grito que resuena aquí hoy, en Centroáfrica, en nuestros corazones, en nuestras familias y parroquias y nos invita a la perseverancia en el entusiasmo de la misión. Una misión que necesita más mensajeros todavía más numerosos...y más santos"
"Estamos llamados a ser estos mensajeros..."
"La otra orilla está al alcance de la mano y Jesús hace la travesía con nosotros"
"Las pruebas nos abren a un futuro nuevo"
"Cada uno está llamado a ser artesano de la renovación humana y espiritual de vuestro país".
"La Virgen María os protega y os anime en este camino de esperanza. Amén"
Texto íntegro de la homilía del Papa en la misa de Bangui
No deja de asombrarnos, al leer la primer lectura, el entusiasmo y el dinamismo misionero del Apóstol Pablo. «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian la Buena Noticia del bien!» (Rm 10,15). Es una invitación a agradecer el don de la fe que estos mensajeros nos han transmitido. Nos invita también a maravillarnos por la labor misionera que -no hace mucho tiempo- trajo por primera vez la alegría del Evangelio a esta amada tierra de Centroáfrica. Es bueno, sobre todo en tiempos difíciles, cuando abundan las pruebas y los sufrimientos, cuando el futuro es incierto y nos sentimos cansados, con miedo de no poder más, reunirse alrededor del Señor, como hacemos hoy, para gozar de su presencia, de su vida nueva y de la salvación que nos propone, como esa otra orilla hacia la que debemos dirigirnos.
La otra orilla es, sin duda, la vida eterna, el Cielo que nos espera. Esta mirada tendida hacia el mundo futuro ha fortalecido siempre el ánimo de los cristianos, de los más pobres, de los más pequeños, en su peregrinación terrena. La vida eterna no es una ilusión, no es una fuga del mundo, sino una poderosa realidad que nos llama y compromete a perseverar en la fe y en el amor.
Pero esa otra orilla más inmediata que buscamos alcanzar, la salvación que la fe nos obtiene y de la que nos habla san Pablo, es una realidad que transforma ya desde ahora nuestra vida presente y el mundo en que vivimos: «El que cree con el corazón alcanza la justicia» (cf. Rm 10,10). Recibe la misma vida de Cristo que lo hace capaz de amar a Dios y a los hermanos de un modo nuevo, hasta el punto de dar a luz un mundo renovado por el amor.
Demos gracias al Señor por su presencia y por la fuerza que nos comunica en nuestra vida diaria, cuando experimentamos el sufrimiento físico o moral, la pena, el luto; por los gestos de solidaridad y de generosidad que nos ayuda a realizar; por las alegrías y el amor que hace resplandecer en nuestras familias, en nuestras comunidades, a pesar de la miseria, la violencia que, a veces, nos rodea o del miedo al futuro; por el deseo que pone en nuestras almas de querer tejer lazos de amistad, de dialogar con el que es diferente, de perdonar al que nos ha hecho daño, de comprometernos a construir una sociedad más justa y fraterna en la que ninguno se sienta abandonado. En todo esto, Cristo resucitado nos toma de la mano y nos lleva a seguirlo. Quiero agradecer con ustedes al Señor de la misericordia todo lo que de hermoso, generoso y valeroso les ha permitido realizar en sus familias y comunidades, durante las vicisitudes que su país ha sufrido desde hace muchos años.
Es verdad, sin embargo, que todavía no hemos llegado a la meta, estamos como a mitad del río y, con renovado empeño misionero, tenemos que decidirnos a pasar a la otra orilla. Todo bautizado ha de romper continuamente con lo que aún tiene del hombre viejo, del hombre pecador, siempre inclinado a ceder a la tentación del demonio -y cuánto actúa en nuestro mundo y en estos momentos de conflicto, de odio y de guerra-, que lo lleva al egoísmo, a encerrarse en sí mismo y a la desconfianza, a la violencia y al instinto de destrucción, a la venganza, al abandono y a la explotación de los más débiles...
Sabemos también que a nuestras comunidades cristianas, llamadas a la santidad, les queda todavía un largo camino por recorrer. Es evidente que todos tenemos que pedir perdón al Señor por nuestras excesivas resistencias y demoras en dar testimonio del Evangelio. Ojalá que el Año Jubilar de la Misericordia, que acabamos de empezar en su País, nos ayude a ello. Ustedes, queridos centroafricanos, deben mirar sobre todo al futuro y, apoyándose en el camino ya recorrido, decidirse con determinación a abrir una nueva etapa en la historia cristiana de su País, a lanzarse hacia nuevos horizontes, a ir mar adentro, a aguas profundas.
El Apóstol Andrés, con su hermano Pedro, al llamado de Jesús, no dudaron ni un instante en dejarlo todo y seguirlo: «Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron» (Mt 4,20). También aquí nos asombra el entusiasmo de los Apóstoles que, atraídos de tal manera por Cristo, se sienten capaces de emprender cualquier cosa y de atreverse, con Él, a todo.
Cada uno en su corazón puede preguntarse sobre su relación personal con Jesús, y examinar lo que ya ha aceptado -o tal vez rechazado- para poder responder a su llamado a seguirlo más de cerca. El grito de los mensajeros resuena hoy más que nunca en nuestros oídos, sobre todo en tiempos difíciles; aquel grito que resuena por «toda la tierra [...] y hasta los confines del orbe» (cf. Rm 10,18; Sal 18,5).
Y resuena también hoy aquí, en esta tierra de Centroáfrica; resuena en nuestros corazones, en nuestras familias, en nuestras parroquias, allá donde quiera que vivamos, y nos invita a perseverar con entusiasmo en la misión, una misión que necesita de nuevos mensajeros, más numerosos todavía, más generosos, más alegres, más santos. Todos y cada uno de nosotros estamos llamados a ser este mensajero que nuestro hermano, de cualquier etnia, religión y cultura, espera a menudo sin saberlo. En efecto, ¿cómo podrá este hermano -se pregunta san Pablo- creer en Cristo si no oye ni se le anuncia la Palabra?
A ejemplo del Apóstol, también nosotros tenemos que estar llenos de esperanza y de entusiasmo ante el futuro. La otra orilla está al alcance de la mano, y Jesús atraviesa el río con nosotros. Él ha resucitado de entre los muertos; desde entonces, las dificultades y sufrimientos que padecemos son ocasiones que nos abren a un futuro nuevo, si nos adherimos a su Persona. Cristianos de Centroáfrica, cada uno de ustedes está llamado a ser, con la perseverancia de su fe y de su compromiso misionero, artífice de la renovación humana y espiritual de su País.
Que la Virgen María, quien después de haber compartido el sufrimiento de la pasión comparte ahora la alegría perfecta con su Hijo, los proteja y los fortalezca en este camino de esperanza. Amén.