Feliz tú que has creído...
- 19 Diciembre 2015
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Evangelio según San Lucas 1,5-25.
En tiempos de Herodes, rey de Judea, había un sacerdote llamado Zacarías, de la clase sacerdotal de Abías. Su mujer, llamada Isabel, era descendiente de Aarón. Ambos eran justos a los ojos de Dios y seguían en forma irreprochable todos los mandamientos y preceptos del Señor. Pero no tenían hijos, porque Isabel era estéril; y los dos eran de edad avanzada. Un día en que su clase estaba de turno y Zacarías ejercía la función sacerdotal delante de Dios, le tocó en suerte, según la costumbre litúrgica, entrar en el Santuario del Señor para quemar el incienso. Toda la asamblea del pueblo permanecía afuera, en oración, mientras se ofrecía el incienso. Entonces se le apareció el Angel del Señor, de pie, a la derecha del altar del incienso. Al verlo, Zacarías quedó desconcertado y tuvo miedo. Pero el Angel le dijo: "No temas, Zacarías; tu súplica ha sido escuchada. Isabel, tu esposa, te dará un hijo al que llamarás Juan. El será para ti un motivo de gozo y de alegría, y muchos se alegrarán de su nacimiento, porque será grande a los ojos del Señor. No beberá vino ni bebida alcohólica; estará lleno del Espíritu Santo desde el seno de su madre, y hará que muchos israelitas vuelvan al Señor, su Dios. Precederá al Señor con el espíritu y el poder de Elías, para reconciliar a los padres con sus hijos y atraer a los rebeldes a la sabiduría de los justos, preparando así al Señor un Pueblo bien dispuesto". Pero Zacarías dijo al Angel: "¿Cómo puedo estar seguro de esto? Porque yo soy anciano y mi esposa es de edad avanzada". El Angel le respondió: "Yo soy Gabriel , el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena noticia. Te quedarás mudo, sin poder hablar hasta el día en que sucedan estas cosas, por no haber creído en mis palabras, que se cumplirán a su debido tiempo". Mientras tanto, el pueblo estaba esperando a Zacarías, extrañado de que permaneciera tanto tiempo en el Santuario. Cuando salió, no podía hablarles, y todos comprendieron que había tenido alguna visión en el Santuario. El se expresaba por señas, porque se había quedado mudo. Al cumplirse el tiempo de su servicio en el Templo, regresó a su casa. Poco después, su esposa Isabel concibió un hijo y permaneció oculta durante cinco meses. Ella pensaba: "Esto es lo que el Señor ha hecho por mí, cuando decidió librarme de lo que me avergonzaba ante los hombres".
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia Sermón 293, 1-2
“...por no haber creído a mis palabras...” (cf Lc 1,20) “Feliz tú que has creído...” (Lc 1,45)
La mujer de Juan Bautista es una mujer vieja y estéril, la de Cristo es una joven doncella en todo el esplendor de su juventud. Juan es fruto de la esterilidad, Cristo, de la virginidad... El uno es anunciado por el mensaje de un ángel, el otro, por el anuncio del ángel es concebido. El padre de Juan no cree la noticia de su nacimiento y se vuelve mudo. La madre de Cristo cree en su Hijo y, por la fe, lo concibe en su seno. El corazón de la Virgen acoge a Cristo antes con la fe, y luego María recibe el fruto en sus entrañas. Las palabras que María y Zacarías dirigen al ángel son, no obstante, muy parecidas. Cuando el ángel le anuncia el nacimiento de Juan, el sacerdote responde: “¿Cómo sabré que sucederá así? Porque yo soy viejo y mi mujer avanzada en años” (Lc 1,18). Al anuncio del ángel, María responde: “¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre?” (Lc 1,34). Sí, son casi las mismas palabras... Sin embargo, el primero es corregido, a la segunda se le explica. A Zacarías se le dice: “Porque no has creído en mis palabras...”, a María: “he aquí la respuesta que tú pides.” Aún así, son casi las mismas palabras de una parte y de la otra...Pero el que escuchaba las palabras veía también los corazones. Nada le queda escondido. El lenguaje de cada uno velaba lo que pensaba, pero si este pensamiento estaba escondido para los hombres, no lo era para el ángel, o más bien, no lo era para quien hablaba a través de la mediación del ángel.
San Francisco Javier Hà
Santos Francisco Javier Hà Trong Mâu y compañeros, mártires
En el lugar llamado Bac-Ninh, en Tonkin, santos mártires Francisco Javier Há Trong Mâu y Domingo Bùi Van Uy, catequistas; Tomás Nguyen Van Dê, sastre; también Agustín Nguyen Van Mói y Esteban Nguyen Van Vinh, agricultores, el primero de estos últimos neófito y el segundo todavía catecúmeno, todos los cuales, negándose a pisotear la cruz, sufrieron la cárcel y tormentos, y finalmente, por mandato del emperador Minh Mang, fueron estrangulados.
Cumpliendo la orden real que había conmutado la pena de destierro por la de muerte, el 19 de diciembre de 1839 fueron conducidos al poblado de Co-Mé junto a Bac-Ninh, en el Tonquín, cinco cristianos seglares, y allí fueron estrangulados. Todos ellos pertenecían a la comunidad cristiana de Ké-Mot, encomendada al P. Pedro Tu, y fueron arrestados con motivo de la intensa búsqueda que del párroco hacían las autoridades. La búsqueda empezó el 28 de junio de 1838, y el día 1 de julio siguiente ya estaban los cinco capturados y eran conducidos a la capital de la provincia Nonh-Thai. Llevados ante el tribunal se les conminó durante días y días a pisotear la cruz. Por fin el 27 de julio se dictó contra ellos sentencia de destierro perpetuo, además de ciento cincuenta azotes. Sin embargo el rey Minh-Manh ordenó que la sentencia fuera cambiada por la pena de muerte si no se producía la apostasía. Los presos siguieron en la cárcel, donde hicieron un exitoso apostolado entre los otros reclusos. Así se llegó al 24 de noviembre de 1839 en que, vista la perseverancia en la fe, se confirmó la sentencia de muerte, que se ejecutó el 19 de diciembre en Bac Ninh. Beatificados en 1900, fueron canonizados por SS Juan Pablo II en 1988. Francisco Javier Há Trong Mâu nació en Ké-Dieu en 1794 y era celoso catequista de la parroquia del poblado de Ké-Mot, a donde se había trasladado a vivir. Era terciario dominico. Cuando llegaron los soldados al pueblo para hacer varios arrestos, él pudo escapar y refugiarse en Naht, en casa de un amigo pagano, pero éste lo traicionó y señaló su presencia al mandarín local, que lo arrestó y lo envió a la capital, donde se unió a los otros mártires.
Domingo Bùi Van Uy desconocía el lugar de su nacimiento. De pequeño había sido acogido en la Casa de Dios y criado por los padres dominicos, que se lo asignaron a san Pedro Tu y lo prepararon cuidadosamente para el apostolado. Acompañado de este sacerdote llegó al poblado de Ké-Mot en la primavera de 1838. Al llegar los soldados el 28 de junio pudo huir al vecino pueblo de Huong-Trang, donde un pagano los escondió en su casa. Pero al día siguiente ambos fueron arrestados. Se le separó del sacerdote, que fue decapitado el 5 de septiembre de aquel año, mientras él siguió en la cárcel hasta su muerte.
Tomás Nguyen Van Dê había nacido en Ké-Mot, en el que creció, se casó, tuvo hijos y se ganaba la vida como sastre. Al llegar los soldados lo arrestaron por ser el cristiano más distinguido del pueblo. Tras el primer interrogatorio, pudo visitarlo su esposa y él le encomendó a sus tres hijos diciéndole que estaba dispuesto a morir por Cristo. En la cárcel hizo la profesión en la Orden Tercera de Santo Domingo. Tenía 27 años de edad.
Agustín Nguyen Van Mói había nacido en 1806 en Phu Trang y más tarde se trasladó al pueblo de Ké-Mot donde conoció la religión cristiana y se convirtió a ella. Hecho el catecumenado recibió el bautismo en 1836 de manos del párroco san Pedro Tu, religioso dominico. Arrestado el 28 de junio de 1838, se negó firmemente a abandonar la fe y aprovechó su estancia en la cárcel para atraer a la fe a otros presos, e hizo allí mismo la profesión en la Orden Tercera de Santo Domingo. Trabajaba en el campo.
Esteban Nguyen Van Vinh era natural de Phu Trang y se había ido a vivir a Ké-Mot, ganándose la vida como trabajador del campo. Conoció el cristianismo y se inscribió en el catecumenado. Arrestado el 28 de junio de 1838, confesó la fe cristiana con firmeza y perseveró en ella hasta la muerte. El Martirologio romano lo llama catecúmeno pero parece que en la cárcel uno de los catequistas presos con él le administró el sacramento del bautismo.
fuente: «Año Cristiano» - AAVV, BAC, 2003
No temas, Zacarías, tu petición ha sido escuchada
Lucas 1, 5-25. Adviento. El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración. Pongamos todo en manos de Dios.
Oración introductoria
Padre mío, te suplico que esta meditación me ayude a no caer en la situación de Zacarías, que aunque dedicaba su vida a la oración y estaba en el templo, dudó del anuncio y de tu poder. Dame tu gracia para que sepa ser dócil y acepte gustoso lo que hoy quieras pedirme.
Petición
Jesucristo, ayúdame a confiar plenamente en las inspiraciones del Espíritu Santo.
Meditación del Papa Benedicto XVI
¿De dónde viene esta vida, esta interioridad tan fuerte, tan recta, tan coherente, gastada así completamente por Dios, y preparar el camino para Jesús? La respuesta es simple: de la relación con Dios, de la oración, que es el hilo conductor de toda su existencia. Juan es el don divino por mucho tiempo invocado por sus padres, Zacarías e Isabel; un don inmenso, humanamente inesperado, porque ambos eran de edad avanzada y Isabel era estéril; pero nada es imposible para Dios. El anuncio de este nacimiento se produce en el lugar de la oración, en el templo de Jerusalén, es más, sucede cuando a Zacarías le toca el gran privilegio de entrar en el lugar santísimo del templo para quemar incienso al Señor. También el nacimiento de Juan el Bautista estuvo marcado por la oración: el canto de gozo, de alabanza y de acción de gracias que Zacarías eleva al Señor, y que recitamos cada mañana en los Laudes, el "Benedictus", exalta la acción de Dios en la historia y muestra proféticamente la misión de su hijo Juan: preceder al Hijo de Dios hecho carne, para preparar sus caminos. Toda la existencia del Precursor de Jesús es alimentada por una relación con Dios, especialmente el tiempo de permanencia en el desierto. (Homilía de Benedicto XVI, 29 de agosto de 2012).
Reflexión
El Evangelio de hoy nos presenta a Zacarías, hombre justo e íntegro, que caminaba sin tacha en todos los mandamientos y preceptos del Señor. Se le apareció el ángel Gabriel para anunciarle que su mujer, Isabel, daría a luz un hijo a pesar de su avanzada edad y esterilidad. Y, ¿cómo reacciona Zacarías? Duda, no cree. Le parece imposible que aquello que había escuchado fuese verdad. Sí, así es, vemos cómo a pesar de ser un hombre justo y de cumplir todos los mandamientos le falta fe. Fe en la omnipotencia de Dios, fe en la voluntad de Dios. Hoy en nuestros días hay también muchos "Zacarías" que viven sin creer ni en Dios ni en sus hermanos, los hombres. Esta falta de confianza se manifiesta de muchísimas maneras. El hombre de nuestro tiempo parece que vive huyendo de los demás. Vive a la defensiva, olvidándose así de la caridad y de la fraternidad humana. Desconfía de aquellos que están a su alrededor y se cubre con la caparazón de la indiferencia para que el mundo externo no le afecte. Todo esto por falta de fe y de amor a Dios y por falta de fe y amor a los hombres.
Propósito
Abramos, pues, nuestros corazones y dejemos que la gracia de Dios actúe en cuestas vidas. Pidamos fe, mucha fe, para creer en Dios aceptando su voluntad divina sobre nuestras vidas. Fe para confiarnos en los demás pensando siempre bien de aquellos que se encuentran en nuestro alrededor.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, dame tu gracia para vivir con un auténtico espíritu contemplativo estos días previos a la Navidad. Te ofrezco darle prioridad a mi oración y a mi misión como apóstol de tu Reino, alejándome de las tentaciones propias de este tiempo, que en vez de propiciar el silencio y la contemplación, invitan a la disipación y a equivocar el camino que lleva a la santidad.
La Navidad y sus Tradiciones: Flor de Nochebuena
Este mes celebramos el nacimiento de Jesús. Este acontecimiento está rodeado de costumbres y tradiciones que hoy recordaremos.
¿Por qué existen tantas fiestas estos días?
Porque con el Nacimiento de Jesús se cumple la promesa de Dios al mundo de enviar a un Salvador. Jesucristo es Dios hecho hombre.
Un poco de historia
Las tradiciones y costumbres son una manera de hacer presente lo que ocurrió, o lo que se acostumbraba hacer, en tiempos pasados. Son los hechos u obras que se transmiten de una generación a otra de forma oral o escrita. La palabra tradición viene del latín traditio que viene del verbo tradere, que significa entregar. Se podría decir que tradición es lo que nuestros antepasados nos han entregado. En el caso de la Navidad, lo más importante de las tradiciones y costumbres no es sólo su aspecto exterior, sino su significado interior. Se debe conocer por qué y para qué se llevan a cabo las tradiciones y costumbres para así poder vivirlas mejor. Este es un modo de evangelizar. Existen muchas tradiciones y costumbres que se celebran en el tiempo de Adviento y de la Navidad. A continuación, presentaremos una de ellas con una pequeña explicación acerca de su significado y origen:
La flor de nochebuena
Esta flor es originaria de México. Su nombre náhuatl es cuetlaxochitl, que significa “flor de los pétalos resistentes” y para los aztecas, simbolizaba la sangre de los sacrificios que los indígenas ofrendaban al sol para renovar sus fuerzas. Los españoles bautizaron la flor como Nochebuena porque florece en diciembre. Desde entonces, estas flores se usan como símbolo de las fiestas navideñas en todo el mundo. Debemos vivir las tradiciones y costumbres navideñas con el significado interior y no sólo el exterior para preparar nuestro corazón para el nacimiento de Jesús.
Cuida tu fe
Algunas personas te podrán decir que estas costumbres y tradiciones las ha inventado la gente para divertirse y los comercios para vender. Recuerda que hay mucho significado detrás de cada una y trata de vivir estas tradiciones con el sentido profundo que tienen. Así, el 24 de diciembre no sólo será un festejo más, sino que habrás preparado tu corazón con un verdadero amor a Dios y a tu prójimo. Debemos vivir todas estas costumbres y tradiciones con mucha alegría, reflexionando en su significado y aprovechándolas para estar más cerca de Dios y motivar a todos los que nos rodean a hacer lo mismo.
Belén vivo
La cueva de Belén está llena de enseñanzas. Es un espejo de virtudes del que podemos aprender tanto: humildad, pureza, obediencia, amor... Virtudes que podemos imitar en las circunstancias concretas de nuestra vida.
Además de árboles adornados, caramelos, luces de colores, días de convivencia y vacación, ¿en qué más pensamos cuando viene a nuestra mente el concepto: Navidad?
Entre tantas esferas verdes y rojas, chocolates y cajas de regalo, parece que ha quedado opacado el verdadero sentido de la fiesta de Navidad. Ha sido reducido a unas figuras que ocupan un rincón en nuestra sala de estar. Unas figuritas que representan a una mujer joven, un hombre con barba cerrada, tres personajes solemnemente vestidos, unos pastores, un ángel y un tierno bebé que acapara el centro y las miradas del conjunto.
No está mal preocuparse por los detalles externos, al contrario, nos estimula a crear el entorno característico de fraternidad, alegría, generosidad… pero ante todo son un medio para formar un ambiente más interior y personal, un clima que nos ayude a vivir el verdadero sentido de la Navidad: el nacimiento de Cristo, su venida al mundo despojándose de su condición divina, tomando una tan pobre como la nuestra. Todo esto por una razón: el amor. Para hacernos el regalo de la redención.
Junto con los preparativos y adornos externos también tenemos que preparar el Belén interior: un alma limpia y digna para que Cristo nazca en nosotros. Cada una de las personas que se representan en el Belén tiene una lección que enseñarnos: un corazón maternal como el de María; la responsabilidad de san José; una actitud de adoración como los reyes magos; la sencillez de los pastores; el anuncio y la alegría como nos da ejemplo el ángel mensajero.
Se podría hacer todo un largo tratado sobre cada una de estas lecciones, pero el mejor tratado y el campo para poner todo esto en práctica lo encontramos en nuestra vida ordinaria: en la oficina, en nuestro hogar, con los amigos, en el juego, en las clases… Todos los días se nos presenta la oportunidad de formar un corazón maternal que acoja a todas las personas, dedicándoles un momento de nuestra atención para escucharles o darles una palabra de ánimo.
Cuando nos encontremos cansados por el trabajo, pensemos e imitemos a san José; que llevó con responsabilidad y entrega su misión, tanto en los momentos fáciles como en aquellos oscuros donde la fe fue su único faro.
Vamos a acercarnos al Misterio con una actitud de adoración. «Hemos venido a adorarle» (MT 2, 2) es la frase que resume el largo recorrido de los Reyes Magos. Todo ha valido la pena para entrar en la cueva y postrarse ante el Rey de reyes, un recién nacido como cualquier otro, indefenso y frágil.
Dios ama las almas sencillas. Los pastores dejaron entrar el mensaje en su alma; no le cerraron la puerta con el pestillo del egoísmo. Dejaron a un lado su trabajo y se pusieron en marcha, con todo y ovejas, a encontrarse con el Salvador, sin que fuera necesario una exhaustiva explicación de las escrituras.
Al ángel mensajero sólo le bastaron estas palabras: «Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor» (LC 2, 11). Los pastores, sin más tardar, dijeron: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor nos ha manifestado» (LC 2.15).
Con nuestro testimonio y con nuestra alegría debemos ser heraldos del Rey que está por nacer. Vale más un hecho, un buen ejemplo, que mil palabras. Esta gran noticia nos tiene que llenar de alegría a tal punto que irradiemos, como una estrella, señalando hacia Belén. Hay que adornar nuestra alma con virtudes, obras buenas y mucho amor. La clave se encuentra en que tengamos el deseo y queramos, desde ahora, hacer en esta Navidad la verdadera experiencia de Cristo. La experiencia de que Él ha querido venir hasta nosotros. La experiencia de que Jesús Niño ha sido acogido en un corazón dispuesto y cálido. Que en este año no se encuentre con las puertas cerradas, o con un corazón frío e indiferente, donde todo esté ya ocupado.
Las luces de colores, guirnaldas y villancicos nos refrescan el sentido de lo que vamos a conmemorar, por eso también son importantes. Que este año el pino sea grande y esté forrado de esferas y luces; que se escuchen los villancicos; que haya buñuelos y turrones; regalos para todos. Que se destaque en nuestra sala el Belén y sus peregrinos; que brille y tenga vida en nosotros el Belén de nuestra alma.