La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre
- 25 Diciembre 2015
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La cuna de Jesús
La basílica papal de Santa María la Mayor, guarda la reliquia de la cuna donde se cree que María puso al Niño Jesús
De la cuna de Jesús se encuentra el testimonio en el versículo siete del capítulo segundo del evangelio de Lucas, en un pasaje que encierra el sentido de la Navidad: "María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue".
La imagen de una madre cariñosa que deja el cuerpo frágil de su hijo recién nacido dentro de una cuna en un pesebre, toca el corazón de cualquier persona. Con esta imagen se emocionó de forma particular el papa Sisto III, el cuál en el año 432 decidió realizar dentro de la basílica de Santa María la Mayor una "gruta de la Natividad" parecida a la de Belén. La basílica tomó entonces el nombre de Santa María adpraesepem, que en latín significa precisamente pesebre.
Fue el primer pesebre de la historia, objeto de devoción popular que empujó a fieles que volvieron de peregrinación en Tierra Santa, a llevar como regalo los que se consideran los preciosos fragmentos de madera de la célebre cuna que acogió al niño Jesús, todavía hoy custodiados en un relicario con el nombre de Sagrada Cuna (cunabulum).
La idea de colocar estas reliquias de madera en un tabernáculo fue de Gregorio XI (1370-78), más de un siglo después de la difusión de la costumbre lanzada por Francisco de Asís de realizar el pesebre. El relicario de Gregorio XI fue destruido en el siglo XVIII, durante los trabajos de restructuración en la que se llevó a cabo la fachada principal de la basílica. Se realizó uno nuevo, que duró pocos decenios, hasta el robo de las tropas napoleónicas durante la ocupación de la ciudad en el bienio 1798-99.
Se realizó otro, gracias a la donación de la duquesa Maria Emanuela Pignatelli, embajadora de Portugal. El relicario, que todavía hoy conserva los cinco listones de madera, fue realizado por Giuseppe Valadier. Un trabajo muy preciso: sobre una plataforma de madera pintada a mano, hay una base rectangular de plata con cuatro bajorrelieves. En el lado delantero está representado el pesebre, en el posterior la última cena, en los lados la fuga a Egipto y la adoración de los Magos.
Sobre esta elegante base se apoya el relicario de cristal en la forma de una cuna, sostenido por cuatro querubines de oro. Por último, la representación de un suelo de paja sobre el que se apoya el Niño bendiciendo de tamaño casi natural ocupa toda la obra.
La urna se encuentra bajo el altar mayor. En el pasado, durante las fiestas navideñas, la Sagrada Cuna era expuesta en la nave central para permitir que los fieles pudieran venerarla. A lo largo de los años, el mal estado de conservación de los resto ha hecho que se evite el desplazamiento, que hoy en día se hace sólo en ocasión de la misa del Gallo.
Una medida que interrumpió una tradición consolidada, pero que no impide a los romanos y devotos que sigan yendo a rezar frente a la Sagrada Cuna y no no solamente durante la Navidad.
Y siempre en Santa María Mayor hay otros objetos de profundo valor religioso. Dentro del museo de la basílica se conserva el pesebre más antiguo realizado en 1288 por Arnolfo di Cambio por petición del papa Nicolás IV. Además, en la Navidad de 2007 fue recuperado de una sala no abierta al público el panniculum, un trozo de tela del tamaño de una mano que, según la tradición, es una parte de la que usó María para envolver al niño Jesús y que hoy está guardado en un relicario de gran valor donado por Pío IX.
El santo padre Francisco presidió este 24, la misa de Noche Buena en la basílica de San Pedro celebrada con gran solemnidad. En su homilía destacó que con la llegada del Niño Jesús la tristeza es arrojada fuera, porque la Virgen nos ofrece a su hijo como comienzo de vida nueva; que este Niño nos enseña lo que es verdaderamente importante en nuestra vida. El Papa también ha recordado que Jesús nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia y que en una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante.
A continuación el texto completo: En esta noche brilla una «luz grande» (Is 9,1); sobre nosotros resplandece la luz del nacimiento de Jesús. Qué actuales y ciertas son las palabras del profeta Isaías, que acabamos de escuchar: «Acreciste la alegría, aumentaste el gozo» (Is 9,2). Nuestro corazón estaba ya lleno de alegría mientras esperaba este momento; ahora, ese sentimiento se ha incrementado hasta rebosar, porque la promesa se ha cumplido, por fin se ha realizado. El gozo y la alegría nos aseguran que el mensaje contenido en el misterio de esta noche viene verdaderamente de Dios. No hay lugar para la duda; dejémosla a los escépticos que, interrogando sólo a la razón, no encuentran nunca la verdad. No hay sitio para la indiferencia, que se apodera del corazón de quien no sabe querer, porque tiene miedo de perder algo. La tristeza es arrojada fuera, porque el Niño Jesús es el verdadero consolador del corazón. Hoy ha nacido el Hijo de Dios: todo cambia. El Salvador del mundo viene a compartir nuestra naturaleza humana, no estamos ya solos ni abandonados. La Virgen nos ofrece a su Hijo como principio de vida nueva. La luz verdadera viene a iluminar nuestra existencia, recluida con frecuencia bajo la sombra del pecado. Hoy descubrimos nuevamente quiénes somos. En esta noche se nos muestra claro el camino a seguir para alcanzar la meta. Ahora tiene que cesar el miedo y el temor, porque la luz nos señala el camino hacia Belén. No podemos quedarnos inermes. No es justo que estemos parados.
Tenemos que ir y ver a nuestro Salvador recostado en el pesebre. Este es el motivo del gozo y la alegría: este Niño «ha nacido para nosotros», «se nos ha dado», como anuncia Isaías (cf. 9,5). Al pueblo que desde hace dos mil años recorre todos los caminos del mundo, para que todos los hombres compartan esta alegría, se le confía la misión de dar a conocer al «Príncipe de la paz» y ser entre las naciones su instrumento eficaz. Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro. Si lo tomamos en brazos y dejamos que nos abrace, nos dará la paz del corazón que no conoce ocaso. Este Niño nos enseña lo que es verdaderamente importante en nuestra vida. Nace en la pobreza del mundo, porque no hay un puesto en la posada para Él y su familia. Encuentra cobijo y amparo en un establo y viene recostado en un pesebre de animales. Y, sin embargo, de esta nada brota la luz de la gloria de Dios. Desde aquí, comienza para los hombres de corazón sencillo el camino de la verdadera liberación y del rescate perpetuo. De este Niño, que lleva grabados en su rostro los rasgos de la bondad, de la misericordia y del amor de Dios Padre, brota para todos nosotros sus discípulos, como enseña el apóstol Pablo, el compromiso de «renunciar a la impiedad» y a las riquezas del mundo, para vivir una vida «sobria, justa y piadosa» (Tt 2,12).
En una sociedad frecuentemente ebria de consumo y de placeres, de abundancia y de lujo, de apariencia y de narcisismo, Él nos llama a tener un comportamiento sobrio, es decir, sencillo, equilibrado, lineal, capaz de entender y vivir lo que es importante. En un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios. Ante una cultura de la indiferencia, que con frecuencia termina por ser despiadada, nuestro estilo de vida ha de estar lleno de piedad, de empatía, de compasión, de misericordia, que extraemos cada día del pozo de la oración. Que, al igual que el de los pastores de Belén, nuestros ojos se llenen de asombro y maravilla al contemplar en el Niño Jesús al Hijo de Dios. Y que, ante Él, brote de nuestros corazones la invocación: «Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación» (Sal 85,8).
Evangelio según San Juan 1,1-18.
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. El no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: "Este es aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo". De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Hijo único, que está en el seno del Padre.
San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia Sermón nº 8, para la Natividad; PG 36, 311s
«A Ti, que de modo admirable has creado al hombre, y de modo más admirable todavía restableciste su dignidad»
¡Jesucristo ha nacido, démosle gloria! ¡Cristo ha bajado del cielo, corramos hacia él! ¡Cristo está sobre la tierra, exaltémosle! «¡Aclama al Señor, tierra entera. Gritad, vitoread, tocad! » (Sl 97) Viene desde el cielo para morar entre los hombres; alegraos de temor y de gozo. De temor a causa del pecado, de gozo a causa de nuestra esperanza. Hoy se disipan las sombras y la luz amanece para el mundo; igual como en otro tiempo Egipto fue castigado con las tinieblas, hoy una columna de fuego ilumina Israel. ¡Oh pueblo, sentado sobre las tinieblas de la ignorancia, contempla hoy esta inmensa luz del verdadero conocimiento porque «lo viejo ha pasado, ha llegado lo nuevo» (2Co 5,17). La letra retrocede, el espíritu triunfa (Rm 7,6), la prefiguración deja paso a la verdad que aparece!(Col 2,17).
El que nos ha dado la existencia quiere también colmarnos de felicidad; esa felicidad que el pecado nos había arrebatado, la encarnación del Hijo nos la devuelve... Esta es la solemnidad: hoy saludamos la venida de Dios entre los hombres para que podamos, no llegar ya a Dios, sino volver a estar junto a Dios; para que nos despojemos del hombre viejo y nos revistamos del Hombre nuevo (Col 3,9); para que, muertos en Adán, vivamos en Cristo (1Co 15,22)... Celebremos, pues, este día, llenos de un gozo, no mundano, sino divino, llenos del verdadero gozo celestial. ¡Qué fiesta tan grande este misterio de Cristo! Ella es mi fin, mi nuevo nacimiento.
Solemnidad de la Natividad del Señor (Misa del día)
Natividad de Nuestro Señor
Un hijo nos ha sido dado (Is. 9,5)
Estamos convocados a celebrar en Navidad el misterio incomprehensible de un Dios que decide hacerse hombre, para salvar a los hombres que se han alejado de Él. Sin embargo, Isaías, el profeta que nos ha enseñado que el nombre de Dios es Emanuel, el Señor con nosotros, nos confía un secreto que es al mismo tiempo, una prueba de amor y un desafío: Jesús, el hijo de la Virgen inmaculada, es "un hijo que nos es dado". El Hijo del Padre eterno, el Verbo encarnado, el hijo de María, nos es dado como hijo.
Somos llamados a quererlo, cuidarlo, escucharlo, llevarlo, de igual manera que queremos, cuidamos, escuchamos y llevamos a un hijo.
Navidad es el tiempo para conmemorar este misterio. Misterio que la liturgia nos propone contemplar, meditar, durante las tres semanas en las que las fiestas se suceden para que podamos gustarlas: la natividad, la celebración de la Sagrada Familia, la maternidad divina, la manifestación a los paganos, la presentación al pueblo elegido en el borde del Jordán.
La alegría de los pastores de Belén, la veneración de los magos y la presteza de los primeros discípulos, revelan l
manifiesta su inmenso amor hacia nosotros.
Y la Palabra se hizo carne
Juan 1, 1-18. Solemnidad del Nacimiento de Jesús. Al hacerse hombre, el Hijo de Dios
Oración introductoria
Gracias, Señor, por esta Navidad. Creo que te hiciste niño para redimirme y mostrarme el amor de Dios Padre. Hoy, como aquellos pastores de Belén, me anuncias la gran noticia: «hoy ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor», ilumina mi oración para saber contemplar este maravilloso misterio de amor.
Petición
Dame la gracia de ir a tu encuentro en esta oración, con las mismas disposiciones que tuvieron los pastores: humildad y apertura
Meditación del Papa Francisco
La Biblia es muy clara: "No había alojamiento para ellos". Me imagino a José, con su esposa a punto de tener a su hijo, sin un techo, sin casa, sin alojamiento. El Hijo de Dios entró en este mundo como uno que no tiene casa. El hijo de Dios entró como un homeless. El Hijo de Dios supo lo que es comenzar la vida sin un techo. Imaginemos las preguntas de José en ese momento: ¿Cómo el Hijo de Dios no tiene un techo para vivir? ¿Por qué estamos sin hogar, por qué estamos sin un techo? Son preguntas que muchos de ustedes pueden hacerse a diario. Y se las hacen. Al igual que José se cuestionan: ¿Por qué estamos sin un techo, sin un hogar? A los que tenemos techo y hogar son preguntas que nos hará bien hacernos también: ¿Por qué estos hermanos nuestros están sin hogar, por qué estos hermanos nuestros no tienen un techo?
Las preguntas de José siguen presentes hoy, acompañando a todos los que a lo largo de la historia han vivido y están sin un hogar.
José era un hombre que se hizo preguntas pero, sobre todo, era un hombre de fe. Fue la fe la que le permitió a José poder encontrar luz en ese momento que parecía todo a oscuras; fue la fe la que lo sostuvo en las dificultades de su vida. Por la fe, José supo salir adelante cuando todo parecía detenerse.
Ante situaciones injustas, dolorosas, la fe nos aporta esa luz que disipa la oscuridad. Al igual que a José, la fe nos abre a la presencia silenciosa de Dios en toda vida, en toda persona, en toda situación. Él está presente en cada uno de ustedes, en cada uno de nosotros. (Homilía de S.S. Francisco, 24 de septiembre de 2015).
Reflexión
Hoy la Iglesia presenta a todo el mundo su grande y único tesoro: Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, como un niño indefenso. Todos tenemos urgencia de encontrarnos con Él. Las generaciones lo esperaban con ansia. Grandes signos acompañaban su venida. En torno a su cuna se dan cita las virtudes de la humildad, de la sencillez y de la pureza. La riqueza y la pompa del mundo, sin embargo, no lo descubrieron. Por eso, su nacimiento es una fiesta vivida entre contradicciones. Al hacerse hombre, el Hijo de Dios manifiesta su inmenso amor hacia nosotros, ¡verdaderamente sus planes son grandiosos! Esa grandiosidad no la puede descubrir el mundo con sus criterios de placeres fáciles, sus sueños de honra y de poder. Porque todo parece suceder en contra de los cálculos humanos: La virginidad de María, en vez de condenarla a una vida estéril, la hace fecunda. Los auxilios especiales de Dios salvan a José de sus dudas al respecto. Imprevisiblemente María y José se tienen que ir a Belén, ciudad natal de José. A pesar de estas circunstancias tan desagradables, que además no les permiten encontrar lugar en el mesón, se va cumpliendo el plan de Dios - como si nada lo pudiera detener: el Hijo de Dios quiere nacer entre la paja y las bestias del campo; su comité de ingreso lo forman algunos pastores. Todo ello es una señal inequívoca de que nuestro Dios ama de un modo muy especial a los más desamparados y olvidados, a aquellos cuya única riqueza es Dios. Quería darles la seguridad de su cercanía. Al hacerse niño, Jesucristo se jugó el todo por el todo. No vino para que otros le sirvieran, sino para enseñarnos desde el primer momento de su vida, cómo se ama, cómo se sirve y cómo se perdona. Así nos redimió.
Propósito
Con una alegre creatividad, celebrar la Navidad con auténtico espíritu cristiano.
Diálogo con Cristo
Jesús, contemplar el misterio de la Navidad me confirma el gran amor que tienes por cada uno de nosotros. Me doy cuenta de que Tú viniste al mundo para amar y para enseñarme a amar. Ayúdame a vivir como Tú en la entrega generosa y delicada a los demás, que mi actitud sea como la de los pastores, que corra presuroso a procurar el bien en todos y en cada uno de los miembros de mi familia.
La Santa Misa en el día del Nacimiento de Jesús
Cuando nos acerquemos a la eucaristía, pidámosle a María: ¡Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre!
1. Las tres lecturas de este día tan bello nos hablan de una presencia entre nosotros: la presencia de Dios que ha querido vivir con nosotros. Isaías un pasaje jubiloso nos trae el saludo del mensajero de la paz, del portador de la buena noticia de que Dios reina. Gritan jubilosos los centinelas porque Dios se nos ha dejado ver cara a cara. Sus pies son hermosos y pequeñitos, ya se harán grandes para ir delante del rebaño y para ser clavados en la cruz. Vemos a Dios, al Inmenso, en una carita de Niño diminuta que nos sonríe y conquista y enamora. La humanidad estaba sumida en las tinieblas del mal y del pecado, igual que Jerusalén estaba destruida, el pueblo de Israel desterrado y humillado, y Sión abandonada. Pero viene Dios en la humildad de este niño y nos trae el anuncio de que Dios reina en quienes le quieran recibir, y realizará con su vida la gran victoria de Dios sobre todos los enemigos de la humanidad: el odio, la guerra y los pecados que deshumanizan a los hijos de Dios. Por eso "los ángeles cantan a coro, porque ven cara a cara al Señor que vuelve a Sión" "Gloria a Dios en la tierra y a los hombres a quienes Dios ama".
2. Esta Noche hemos leído el relato del nacimiento de Jesús narrado por san Lucas. En la misa de la Aurora hemos leido que los pastores fueron a Belén y encontraron al niño como les habían dicho: junto a su madre, una humilde doncella que guardaba en el corazón las cosas tan grandes que Dios iba manifestando. Junto a José, un humilde carpintero que debía velar por ambos. Un niño un pesebre como los más pobres de los pobres y el más humilde de los humildes. Dios se nos muestra sin la prepotencia de los conquistadores y sin la violencia de los poderosos. Sin armas y sin ejércitos. Sin provocar gritos de terror ni llantos de angustia. Ante su presencia amorosa los ángeles y los pastores cantan de alegría.
3. El prólogo del evangelio de san Juan. nos dice lacónicamente que la Palabra de Dios, por la cual Él hizo los mundos, ha puesto su morada entre nosotros, como si hubiera plantado su tienda de pastor entre las ovejas del rebaño, para iluminarlas con la luz de su presencia que aleja las tinieblas. Esta Palabra eterna y creadora se hace carne humana para que por ella todos los hombres podamos llegar a ser hijos de Dios. Nuestro corazón debe hoy desbordar de alegría y gratitud. Por la cercanía amorosa de Dios, por la salvación y por el perdón que nos ofrece. Porque nos revela que quiere nuestra felicidad. Y que Él quiere ser para nosotros un Padre amoroso que siempre nos espera y nos acoge. Los cristianos, al celebrar el nacimiento de nuestro salvador, tenemos que comprometernos a compartir con todos esta alegría, haciendo de nuestras vidas un testimonio del amor de Dios, que se nos ha manifestado de forma tan espléndida. Un amor que da vida y trae paz, que cura y consuela, que perdona y acoge.
4. El comienzo de la carta a los Hebreos, nos habla de lo que Dios ha hecho por nosotros, por todos los seres de este mundo: nos ha dirigido su Palabra, en el pasado, en distintas ocasiones y de muchas maneras por medio de los profetas. Pero ahora ha querido hablarnos cara a cara. No desde el esplendor de su gloria y su potencia, sino en la humilde existencia de este niño, su Hijo, su heredero universal. El contraste es muy grande. La manifestación de Dios no se nos impone con fuerza arrolladora, pues los ángeles nos anuncian que nos ha nacido un salvador, el Mesías, el Señor envuelto entre pañales, acostado en un pesebre, un niño indefenso en brazos de su madre. Por eso cantan la gloria de Dios en los cielos y la paz en la tierra para todos los seres humanos, los seres que Dios ama.
5. Si en las misas de medianoche y de la aurora hemos contemplado el acontecimiento del nacimiento de Jesús, en la Misa del día leemos textos que nos acercan a lo profundo del misterio, a lo invisible de la obra de Dios que manifiesta y vela a la vez aquella historia. La profecía y el salmo responsorial proclaman la finalidad universal de la Encarnación, cuyos beneficios son para todos los pueblos. En el mismo tono elevado, los prólogos de la carta a los Hebreos y del Evangelio de san Juan anuncian solemnemente las etapas de la salvación, que llegan hasta el misterio del Verbo divino que «se hizo carne, y acampó entre nosotros».
6. Cuando nos acerquemos a comer el fruto del vientre de María en la eucaristía, pidámosle a Ella que nos lo muestre como a los pastores. "Muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre", llena de plenitud de gozo. Haz que sepamos encontrarlo en nuestros hermanos, sobre todo en los más pequeños y desprotegidos. Amén.
Bendición Urbi et Orbi de Francisco
El Papa clama por un acuerdo entre israelíes y palestinos durante la bendición Urbi et Orbi
"Donde nace Dios, nace la paz, nace la esperanza, y no hay lugar para el odio ni para la guerra"
Recuerda a los cristianos perseguidos, "nuestros mártires de hoy", y reclama acogida a los refugiados
Jesús Bastante, 25 de diciembre de 2015 a las 12:22
Siria, Libia, Irak, Yemen Egipto, Túnez, Congo, Burundi, Sudán, Colombia o Ucrania, citadas en el discurso papal
(Jesús Bastante).- "Donde nace Dios, nace la paz, nace la esperanza, y no hay lugar para el odio ni para la guerra". Feliz Navidad a Roma, y al mundo entero. Como es tradición, el Papa Francisco impartió la bendición "Urbi et Orbi" desde el balón central de la logia de la basílica de San Pedro, ante decenas de miles de fieles. En pleno año de la Misericordia, Bergoglio hizo un llamamiento a la paz entre israelíes y palestinos, condenó los "feroces atentados terroristas" del Estado Islámico y recordó "a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico".
Como es tradición, el acto arrancó con los himnos de Italia y el Estado vaticano. Desde que Francisco es Papa, las bendiciones ya no se realizan en distintos idiomas, sino únicamente en italiano. El Niño Dios ha nacido, y el Papa así lo recordó. "Cristo ha nacido para nosotros. Abramos nuestro corazón para recibir la gracia de este día, que es el mismo Jesús, es el día luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad".
Un día de luz, "que disipa las tinieblas de la angustia", un día de paz, en el que "es posible encontrarse, dialogar y sobre todo reconciliarse". Un día de alegría "para los pequeños y los humildes".
Dios ha nacido, "toma sobre sí el pecado del mundo", apuntó Francisco, quien señaló que "todos tenemos necesidad de Él. Sólo él nos puede salvar, sólo la misericordia de Dios puede liberar a la Humanidad de muchas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios pues convertir lo corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables"
"Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Donde nace la paz, no hay lugar par el odio y para la guerra", clamó Francisco. Y, sin embargo, "justamente ahí donde vino al mundo el hijo de Dios, continúa la tensión y la violencia Y la paz queda como un don que se debe pedir y construir". Por ello, "pido que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo, y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región".
A su vez, instó a que "el acuerdo alcanzado en ONU logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria, y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada". De igual modo, "es urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país".
"Que toda la comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades en estos países, como en Irak, Yemen y el África subsahariana, causa numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros", denunció Francisco, quien recordó los países que "han sido golpeados por los feroces atentados terroristas", especialmente los acaecidos recientemente en Egipto, Beirut, París, Bamako y Túnez.
Y, cómo no, un recuerdo para "nuestros hermanos perseguidos por la fe en el mundo", que"son nuestros mártires de hoy". "Pidamos paz y concordia para las queridas poblaciones de la R. D Congo, de Burundi y Sudán del Sur", prosiguió, "para que mediante el diálogo se refuerce el compromiso común para sociedades civiles animadas por un sincero sentido de reconciliación y comprensión recíprocas". Un deseo que también tuvo para Ucrania y para "el pueblo colombiano, para que continúe buscando con tesón la anhelada paz".
"Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad", añadió. Pero "todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana, y como el niño Jesús sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres".
Por ello, pidió que "hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico", y que "no falte nuestro consuelo a quienes huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones inhumanas, y con serie peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas o estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos inmigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro para ellos y sus seres queridos, e integrarse en las sociedades que les reciben".
"Que el Señor vuelva a dar esperanza a quienes no tienen trabajo, y son muchos. Que sostenga el compromiso de los que tienen responsabilidad pública en el campo político y económico, para buscar el bien común, y tutelar la dignidad de toda vida humana", concluyó el Papa, quien animó a hacer florecer la misericordia, especialmente durante este año jubilar. "Estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro padre celestial tiene con cada uno de nosotros", fundamentalmente a los presos, para "escuchar el gemido del niño que nos susurra La paz sea contigo".
Tras la bendición, el Papa quiso leer un papel felicitando la Navidad a todos los presentes en la plaza, y a los que siguieron la retransmisión por los medios de comunicación. "Deseo a todos que puedan acoger en su vida la misericordia de Dios, que Jesucristo nos ha traído para ser misericordiosos con nuestros hermanos. Así haremos crecer la paz. ¡Feliz Navidad!"
Texto íntegro del Papa:
Queridos hermanos y hermanas, feliz Navidad.
Cristo nos ha nacido, exultemos en el día de nuestra salvación.
Abramos nuestros corazones para recibir la gracia de este día, que es Él mismo: Jesús es el «día» luminoso que surgió en el horizonte de la humanidad. El día de la misericordia, en el cual Dios Padre ha revelado a la humanidad su inmensa ternura. Día de luz que disipa las tinieblas del miedo y de la angustia. Día de paz, en el que es posible encontrarse, dialogar, reconciliarse. Día de alegría: una «gran alegría» para los pequeños y los humildes, para todo el pueblo (cf. Lc 2,10). En este día, ha nacido de la Virgen María Jesús, el Salvador. El pesebre nos muestra la «señal» que Dios nos ha dado: «un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Como los pastores de Belén, también nosotros vamos a ver esta señal, este acontecimiento que cada año se renueva en la Iglesia. La Navidad es un acontecimiento que se renueva en cada familia, en cada parroquia, en cada comunidad que acoge el amor de Dios encarnado en Jesucristo. Como María, la Iglesia muestra a todos la «señal» de Dios: el niño que ella ha llevado en su seno y ha dado a luz, pero que es el Hijo del Altísimo, porque «proviene del Espíritu Santo» (Mt 1,20). Por eso es el Salvador, porque es el Cordero de Dios que toma sobre sí el pecado del mundo (cf. Jn 1,29). Junto a los pastores, postrémonos ante el Cordero, adoremos la Bondad de Dios hecha carne, y dejemos que las lágrimas del arrepentimiento llenen nuestros ojos y laven nuestro corazón.
Sólo él, sólo él nos puede salvar. Sólo la misericordia de Dios puede liberar a la humanidad de tantas formas de mal, a veces monstruosas, que el egoísmo genera en ella. La gracia de Dios puede convertir los corazones y abrir nuevas perspectivas para realidades humanamente insuperables.
Donde nace Dios, nace la esperanza. Donde nace Dios, nace la paz. Y donde nace la paz, no hay lugar para el odio ni para la guerra. Sin embargo, precisamente allí donde el Hijo de Dios vino al mundo, continúan las tensiones y las violencias y la paz queda como un don que se debe pedir y construir. Que los israelíes y palestinos puedan retomar el diálogo directo y alcanzar un entendimiento que permita a los dos pueblos convivir en armonía, superando un conflicto que les enfrenta desde hace tanto tiempo, con graves consecuencias para toda la región. Pidamos al Señor que el acuerdo alcanzado en el seno de las Naciones Unidas logre cuanto antes acallar el fragor de las armas en Siria y remediar la gravísima situación humanitaria de la población extenuada. Es igualmente urgente que el acuerdo sobre Libia encuentre el apoyo de todos, para que se superen las graves divisiones y violencias que afligen el país. Que toda la Comunidad internacional ponga su atención de manera unánime en que cesen las atrocidades que, tanto en estos países como también en Irak, Yemen y en el África subsahariana, causan todavía numerosas víctimas, provocan enormes sufrimientos y no respetan ni siquiera el patrimonio histórico y cultural de pueblos enteros. Quiero recordar también a cuantos han sido golpeados por los atroces actos terroristas, particularmente en las recientes masacres sucedidas en los cielos de Egipto, en Beirut, París, Bamako y Túnez.
Que el Niño Jesús les dé consuelo y fuerza a nuestros hermanos, perseguidos por causa de su fe en distintas partes del mundo.
Pidamos Paz y concordia para las queridas poblaciones de la República Democrática del Congo, de Burundi y del Sudán del Sur para que, mediante el diálogo, se refuerce el compromiso común en vista de la edificación de sociedades civiles animadas por un sincero espíritu de reconciliación y de comprensión recíproca.
Que la Navidad lleve la verdadera paz también a Ucrania, ofrezca alivio a quienes padecen las consecuencias del conflicto e inspire la voluntad de llevar a término los acuerdos tomados, para restablecer la concordia en todo el país.
Que la alegría de este día ilumine los esfuerzos del pueblo colombiano para que, animado por la esperanza, continúe buscando con tesón la anhelada paz. Donde nace Dios, nace la esperanza¸ y donde nace la esperanza, las personas encuentran la dignidad. Sin embargo, todavía hoy muchos hombres y mujeres son privados de su dignidad humana y, como el Niño Jesús, sufren el frío, la pobreza y el rechazo de los hombres. Que hoy llegue nuestra cercanía a los más indefensos, sobre todo a los niños soldado, a las mujeres que padecen violencia, a las víctimas de la trata de personas y del narcotráfico.
Que no falte nuestro consuelo a cuantos huyen de la miseria y de la guerra, viajando en condiciones muchas veces inhumanas y con serio peligro de su vida. Que sean recompensados con abundantes bendiciones todos aquellos, personas privadas o Estados, que trabajan con generosidad para socorrer y acoger a los numerosos emigrantes y refugiados, ayudándoles a construir un futuro digno para ellos y para sus seres queridos, y a integrarse dentro de las sociedades que los reciben.
Que en este día de fiesta, el Señor vuelva a dar esperanza a cuantos no tienen trabajo y sostenga el compromiso de quienes tienen responsabilidad públicas en el campo político y económico para que se empeñen en buscar el bien común y tutelar la dignidad toda vida humana.
Donde nace Dios, florece la misericordia. Este es el don más precioso que Dios nos da, particularmente en este año jubilar, en el que estamos llamados a descubrir la ternura que nuestro Padre celestial tiene con cada uno de nosotros. Que el Señor conceda, especialmente a los presos, la experiencia de su amor misericordioso que sana las heridas y vence el mal.
Y de este modo, hoy todos juntos exultemos en el día de nuestra salvación. Contemplando el portal de Belén, fijemos la mirada en los brazos de Jesús que nos muestran el abrazo misericordioso de Dios, mientras escuchamos el gemido del Niño que nos susurra: «Por mis hermanos y compañeros voy a decir: "La paz contigo"» (Sal 121 [122], 8).