“¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?”
- 15 Enero 2016
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Evangelio según San Marcos 2,1-12.
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra. Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados". Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior: "¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa". El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".
San Pablo de Tebas
San Pablo es venerado por la Iglesia como modelo de la vida solitaria, por ser el primer ermitaño o anacoreta de quien habla la historia. Nació en la Tebaida, hacia el año 228.
Sus padres le dieron una esmerada educación en las ciencias humanas, pero él cada día progresaba más en las divinas. Quedó huérfano muy joven, heredero de los bienes paternos, de los que muy pronto se desprendió totalmente para siempre.
Ante la persecución contra los cristianos decretada por el emperador Decio, huyó al desierto. En principio su idea era estar allí sólo hasta que amainase la persecución. Pero empezó a tomarle gusto al silencio del desierto, a la oración sin estorbos. Perdió el miedo a las fieras que al principio le asustaban. Y se quedó en el desierto, para no salir nunca más. Una pléyade de anacoretas le seguirían, y "el desierto se cubrió de flores".
Se adentró más y más en aquellas soledades. Encontró una cueva como destinada para él por la divina Providencia, y determinó sepultarse en ella para todos los días de su vida, sin otra ocupación que contemplar las verdades eternas y gastar en oración los días y las noches.
Había a la entrada de la cueva una palmera que con sus hojas y dátiles le daba para cubrirse y alimentarse. Más tarde cuenta la tradición que, la divina Providencia, que alimenta las aves del cielo y viste los lirios del campo, dispuso que un cuervo, como al santo profeta Elías, le trajese cada día medio pan, prodigio que duró hasta el día de su muerte.
Tenía Pablo 113 años y llevaba ya 90 en el desierto. Entonces San Antonio, que tenía 90 años y vivía en otro desierto - la región de la Tebaida estaba llena de anacoretas y cenobita - tuvo el deseo de saber si habría algún otro anacoreta que viviese por aquellos agrestes parajes. Se sintió inspirado por Dios y desafiando las fieras que, según San Jerónimo, le salían al paso, caminó sin parar hasta dar con la cueva de Pablo. Así vencería la tentación de vanagloria al creer que no había en todo el desierto otro más antiguo y santo que él.
Una escena entrañable tuvo lugar entonces. Se abrazaron con ternura los dos ancianos, se saludaron por sus nombres, y pasaron muchas horas en oración y en santas conversaciones. En esto vieron llegar al cuervo con un pan entero en el pico. Admirado Pablo, dijo: Alabado sea Dios. Hace 60 años que este cuervo me trae medio pan cada día, pero hoy Jesucristo, en tu honor, ha doblado la ración. Demos gracias a Dios por su bondad.
Pablo anunció a Antonio - sigue la leyenda dorada - que estaba muy próxima su muerte, y le pidió que le trajese el manto de San Atanasio. Cuando Antonio volvía con el manto, vio subir al cielo el alma de Pablo, llena de esplendor. Llegó a la cueva, lo amortajó con el manto y, con la ayuda de dos leones que abrieron la sepultura, lo enterró. Era el año 342. Antonio se quedó con la túnica de Pablo, que luego vestía en las solemnidades.
San Jerónimo termina su relato comparando a los que tienen fortunas fabulosas con la vida del más perfecto solitario de todos los tiempos. Vosotros, les dice, lo tenéis todo, él no tenía nada. Pero el cielo se le ha abierto a este pobre, a vosotros, en cambio, se os va a abrir el infierno. Por mi parte, prefiero la túnica de Pablo a la púrpura de los reyes. Velásquez inmortalizó con su pincel la figura de Pablo el Tebano.
Concédenos, Señor todopoderoso, que el ejemplo de San Pablo de Tebas nos estimule à una vida más perfecta y que cuantos celebramos su fiesta sepamos también imitar sus ejemplos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de Banneux, Bélgica (1933).
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilía sobre san Mateo, 29,1-3
“¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios?”
“Unos hombres le llevaron un paralítico”. Los evangelistas narran que después de haber levantado unas tejas bajaron al enfermo y lo pusieron delante de Cristo, sin pedir nada, dejando hacer a Jesús. En los principios de su ministerio por toda la Judea era él quien hacía el primer paso y no exigía de ellos una gran fe; ahora son ellos quienes vienen hacia él y se les exige una fe viva y valiente: “ Viendo Jesús la fe que tenían” dice el Evangelio, refiriéndose a la fe de los que habían llevado al paralítico... También el enfermo tenía una gran fe, porque no se hubiera dejado transportar si no hubiera tenido una gran confianza en Jesús.
Ante tanta fe, Jesús muestra su poder y, con autoridad divina, perdona los pecados al enfermo dando así prueba de ser igual a su Padre. Había ya demostrado esa igualdad cuando curó al leproso diciendo “Quiero, queda limpio”; cuando calmó el mar desatado y cuando echó a los demonios que habían reconocido en él a su soberano y su juez... Aquí muestra su poder, pero sin esplendor: no se ha apresurado a curar exteriormente al que le presentan. Ha comenzado por un milagro invisible; primero ha curado el alma de este hombre perdonándole los pecados. Ciertamente, esta curación era infinitamente más ventajosa para este hombre, pero daba poca gloria a Cristo. Entonces, algunos, movidos por su malicia, han querido perjudicarle, pero, muy a pesar suyo, han hecho que el milagro fuera mucho más esplendoroso.
Levántate, toma tu camilla y anda
Marcos 2, 1-12. Tiempo Ordinario. Pedían la curación de su cuerpo y Jesús además, le curó el alma.
Oración introductoria
Padre y Señor mío, bien conoces mi fragilidad y lo difícil que me es guardar silencio y apartarme de las distracciones durante mi meditación. Permite que tu Espíritu Santo me lleve ante Ti, como lo logró el paralítico, y que sepa ser dócil a tu gracia.
Petición
Señor, ¡sáname!, para que sea tu discípulo y misionero.
Meditación del Papa Benedicto XVI
La misericordia es algo difícil de entender. Alguien podría preguntar: Pero, padre, ¿la misericordia no borra los pecados? No, lo que borra los pecados es el perdón de Dios. La misericordia es la forma como Dios perdona. Porque Jesús podía decir: 'Yo te perdono. ¡Vete!', como le ha dicho a aquel paralítico que le habían bajado desde el techo: ¡Tus pecados te son perdonados!
Aquí dice: ¡Vete en paz! Jesús va más allá. Le aconseja de no volver a pecar. Aquí se ve la actitud misericordiosa de Jesús: defiende al pecador de sus enemigos; defiende al pecador de una condena justa. También nosotros, cuántos de nosotros, tal vez deberíamos ir al infierno, ¿cuántos de nosotros? Y esa condena es justa... y Él perdona más allá. ¿Cómo? Con esta misericordia.
La misericordia va más allá y transforma la vida de una persona de tal manera que el pecado sea dejado de lado. Es como el cielo: Nosotros miramos al cielo, tantas estrellas, tantas estrellas; pero cuando llega el sol, por la mañana, con tanta luz, las estrellas no se ven. Y así es la misericordia de Dios: una gran luz de amor, de ternura. Dios no perdona con un decreto, sino con una caricia, acariciando nuestras heridas del pecado. Porque Él está involucrado en el perdón, está involucrado en nuestra salvación. Y así Jesús hace de confesor: no la humilla, no le dice: 'Qué has hecho, dime ¿Y cuándo lo has hecho? ¿Y cómo lo has hecho? ¿Y con quién lo has hecho?' ¡No! 'Vamos, vamos y de ahora en adelante ¡no peques más!'. Es grande la misericordia de Dios, es grande la misericordia de Jesús. ¡Nos perdona acariciándonos! (Cf Homilía de S.S. Francisco, 7 de abril de 2014, en Santa Marta).
Reflexión
"El interés tiene pies". "Querer es poder". "El que quiere azul celeste que le cueste". Estas tres sentencias de la filosofía popular fueron aplicadas con éxito por los parientes del paralítico. Jesús estaba en una casa "atrapado" por las multitudes: imposible el acceso por los caminos convencionales. Así que: ¡fuera techo!
Los familiares del paralítico buscaban la salud para el cuerpo de un pariente. Jesús le dio más y le otorgó también la del alma, mucho más valiosa.
Propósito
En mi oración, pedir a Dios que aumente mi fe.
Diálogo con Cristo
Sólo Tú puedes devolver a nuestras vidas el estado de gracia. Sólo Tú curas nuestras heridas con el bálsamo de tu amor. ¡Qué afortunados somos, pues no tenemos que desmantelar tejados para obtener tu perdón!
Nosotros mismos podemos acudir sin que nadie tenga que llevarnos...
La mística del Tiempo Ordinario
Ninguna lágrima ni sonrisa se pierden; por el contrario, humanizan la existencia
La celebración reciente de la Navidad nos ha regalado las claves para vivir cada día la belleza de lo doméstico y cotidiano. Los adornos perecederos de los belenes, que nos han acompañado y transmitido un clima de hogar cálido, nos revelan cómo lo más ordinario tiene virtualidad para convertirse en referencia entrañable.
Si al levantarme cada mañana, en vez de sentir el tedio, la pereza, la desgana, la inercia, el miedo a una nueva jornada, el peso del trabajo, la dureza de las relaciones interpersonales, acierto a traer a la memoria el canto del salmista: “Oh Dios, Tú eres mi Dios, por ti madrugo”, todo será diferente, y alcanzará una posibilidad de ofrenda amorosa, agradecida, y la jornada se convertirá en oportunidad para construir, en colaboración con el Hacedor de todas las cosas, un mundo más habitable.
Si cada mañana, cuando te dispones a ir a trabajar, al poner los pies en la calle, según dónde vivas, ante el impacto del tráfico o de la soledad, del frío o del aire contaminado, te atreves a encarar la jornada como gesto solidario con tantos que quizá no pueden levantarse, o no tienen dónde poner sus manos y sentir la dignidad de quien ejerce una tarea profesional, sentirás la bendición que significa ganar el pan de cada día y te llenarás de compasión.
No te enfeudes en tus problemas, ni te evadas en tu individualismo; la humanidad necesita el mensaje de los que interpretan todo acontecimiento de manera trascendente y no perecen en la limitación material de los hechos, sino que todo los mueve a la solidaridad con los próximos y con los lejanos. Ninguna lágrima ni sonrisa se pierden; por el contrario, humanizan la existencia.
La esperanza es un regalo de la fe, y si lo ordinario puede introducirnos en una estancia sobria, discreta, cabe que hasta algo penosa, por la virtud teologal que se desprende del acontecimiento celebrado en Navidad -el Verbo de Dios hecho hombre-, todo queda abierto a la providencia y a la presencia del Misterio, hasta en lo más doméstico e íntimo que suceda.
La casa de Nazaret se convierte en este tiempo en escuela y en enseñanza para saber trascender el silencio, la soledad, el trabajo, la convivencia familiar, las relaciones sociales, el tiempo hacendoso, en proyecto fecundo, en crecimiento personal, en experiencia de madurez, en necesidad de misericordia, en sabiduría acrisolada.
Mira la naturaleza: ella te enseña a permanecer y a esperar el ciclo del retorno del tiempo de la flor y de la cosecha. Ahora es tiempo de siembra, y de espera agradecida. No sucumbas por dejarte conducir por los que solo valoran la historia de manera presentista, sin horizonte.
Francisco, rodeado de jóvenes
“Crecer misericordiosos como el Padre”, mensaje de Francisco para el Jubileo de los Jóvenes
El Papa pide a los jóvenes que "aspiren a grandes ideales"
"Mantengan la esperanza en el Señor, con la valentía para ir contra corriente"
Redacción, 14 de enero de 2016 a las 12:32
Vuestros amigos y compañeros que viven en condiciones menos dramáticas se acuerdan de vosotros y se comprometen a que la paz y la justicia lleguen a todos. No creáis a las palabras de odio y terror que se repiten a menudo
(RV).- "Mantengan la esperanza en el Señor, con valentía para ir contra corriente y así poder sentir el gozo de ser sus testigos", es el aliento del Papa Francisco en su mensaje a los chicos y chicas que se preparan a celebrar el Jubileo de los Jóvenes en el marco del Año de la Misericordia. En su mensaje publicado la mañana de este jueves 14 de enero, el Santo Padre invitó a los jóvenes "a aspirar a grandes ideales, a preparar el corazón para poder meditar las palabras del Señor y vivir intensamente este Año Santo".
El evento es organizado por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización en colaboración con el Servicio nacional italiano de pastoral juvenil. El 23 de abril estará dedicado a la peregrinación de la Misericordia. Los diversos grupos de jóvenes partirán de Castel Sant'Angelo y recorrerán la Vía de la Conciliación, en un camino penitencial, leyendo la Palabra de Dios y meditando. Una vez llegados a la Plaza de San Pedro podrán recibir el Sacramento de la Reconciliación, después, entrarán en la Basílica por la Puerta Santa para la profesión de fe en el Altar de la Confesión junto a la tumba de San Pedro.
A lo largo de su Jubileo, los jóvenes podrán visitar las plazas y lugares más significativos de Roma donde se colocarán una serie de instalaciones explicativas de las siete obras de misericordia corporales y espirituales y algunos testigos de la caridad les hablarán de cómo traducir la misericordia en actos concretos.
Este es el mensaje:
Crecer misericordiosos como el Padre
Queridos jóvenes:
La Iglesia está viviendo el Año Santo de la Misericordia, un tiempo de gracia, de paz, de conversión y de alegría que cocierne a todos: grandes y pequeños, cercanos y lejanos. No hay fronteras ni distancias que puedan impedir a la misericordia del Padre llegar a nosotros y hacerse presente entre nosotros. Ahora, la Puerta Santa ya está abierta en Roma y en todas las diócesis del mundo.
Este tiempo precioso también os atañe a vosotros, queridos jóvenes, y yo me dirijo a vosotros para invitaros a participar en él, a ser protagonistas, descubriendo que sois hijos de Dios (cf. 1 Jn 3,1). Quisiera llamaros uno a uno, quisiera llamaros por vuestro nombre, como hace Jesús todos los días, porque sabéis bien que vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc 10,20), están grabados en el corazón del Padre, que es el Corazón Misericordioso del que nace toda reconciliación y toda dulzura.
El Jubileo es todo un año en el que cada momento es llamado santo, para que toda nuestra existencia sea santa. Es una ocasión para descubrir que vivir como hermanos es una gran fiesta, la más hermosa que podamos soñar, la celebración sin fin que Jesús nos ha enseñado a cantar a través de su Espíritu. El Jubileo es la fiesta a la que Jesús invita a todos, sin distinciones ni excepciones. Por eso he querido vivir también con vosotros algunas jornadas de oración y de fiesta. Por tanto, os espero el próximo mes de abril.
«Crecer misericordiosos como el Padre» es el título de vuestro Jubileo, pero es también la oración que hacemos por todos vosotros, acogiéndoos en el nombre de Jesús. Crecer misericordioso significa aprender a ser valiente en el amor concreto y desinteresado, comporta hacerse mayores tanto física como interiormente. Os estáis preparando para ser cristianos capaces de tomar decisiones y gestos valientes, capaces de construir todos los días, incluso en las pequeñas cosas, un mundo de paz.
Vuestra edad es una etapa de cambios increíbles, en la que todo parece posible e imposible al mismo tiempo. Os reitero con insistencia: «Permaneced estables en el camino de la fe con una firme esperanza en el Señor. Aquí está el secreto de nuestro camino. Él nos da el valor para caminar contra corriente. Lo estáis oyendo, jóvenes: caminar contra corriente. Esto hace bien al corazón, pero hay que ser valientes para ir contra corriente y él nos da esta fuerza [...] Con él podemos hacer cosas grandes y sentiremos el gozo de ser sus discípulos, sus testigos. Apostad por los grandes ideales, por las cosas grandes. Los cristianos no hemos sido elegidos por el Señor para pequeñeces. Hemos de ir siempre más allá, hacia las cosas grandes. Jóvenes, poned en juego vuestra vida por grandes ideales» (Homilía en la Misa de Confirmación, 28 abril 2013).
No me olvido de vosotros, chicos y chicas que vivís en situaciones de guerra, de pobreza extrema, de penurias cotidianas, de abandono. No perdáis la esperanza, el Señor tiene un gran sueño que quiere hacer realidad con vosotros. Vuestros amigos y compañeros que viven en condiciones menos dramáticas se acuerdan de vosotros y se comprometen a que la paz y la justicia lleguen a todos. No creáis a las palabras de odio y terror que se repiten a menudo; por el contrario, construid nuevas amistades. Ofreced vuestro tiempo, preocupaos siempre de quienes os piden ayuda. Sed valientes e id contracorriente, sed amigos de Jesús, que es el Príncipe de la Paz (cf. Is 9,6): « En él todo habla de misericordia. Nada en él es falto de compasión» (Misericordiae vultus, 8).
Ya sé que no todos podréis venir a Roma, pero el Jubileo es verdaderamente para todos y se celebrará también en vuestras iglesias locales. Todos estáis invitados a este momento de alegría. No preparéis sólo mochilas y pancartas, preparad especialmente vuestro corazón y vuestra mente. Meditad bien los deseos que presentaréis a Jesús en el sacramento de la Reconciliación y de la Eucaristía que celebraremos juntos. Cuando atraveséis la Puerta Santa, recordad que os comprometéis a hacer santa vuestra vida, a alimentaros del Evangelio y la Eucaristía, que son la Palabra y el Pan de la vida, para poder construir un mundo más justo y fraterno.
Que el Señor bendiga cada uno de vuestros pasos hacia la Puerta Santa. Rezo por vosotros al Espíritu Santo para que os guíe e ilumine. Que la Virgen María, que es Madre de todos, sea para vosotros, para vuestras familias y para cuantos os ayudan a crecer en la bondad y la gracia, una verdadera puerta de la Misericordia.
Vaticano, 6 de enero de 2016, Solemnidad de la Epifanía
FRANCISCUS