“No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal.”
- 16 Enero 2016
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Evangelio según San Marcos 2,13-17.
Jesús salió nuevamente a la orilla del mar; toda la gente acudía allí, y él les enseñaba. Al pasar vio a Leví, hijo de Alfeo, sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. Mientras Jesús estaba comiendo en su casa, muchos publicanos y pecadores se sentaron a comer con él y sus discípulos; porque eran muchos los que lo seguían. Los escribas del grupo de los fariseos, al ver que comía con pecadores y publicanos, decían a los discípulos: "¿Por qué come con publicanos y pecadores?". Jesús, que había oído, les dijo: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. Yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores".
San Marcelo I
San Marcelo I, papa
En Roma, en el cementerio de Priscila, en la vía Salaria Nueva, sepultura de san Marcelo I, papa, que, como atestigua san Dámaso, fue un verdadero pastor, por lo que sufrió mucho.
Fue expulsado de su patria y murió en el destierro tras ser denunciado falsamente ante el tirano por algunos que despreciaban la penitencia que les había impuesto.
La muerte de Marcelino, en el 304, dejaría vacante la sede de Roma durante más de tres años y medio. En el 305 abdicó el emperador Diocleciano y fue reemplazado por Constancio Cloro. ¿Qué pasaba entonces en la Iglesia de Roma? Se estaba en pleno caos. Los cristianos que habían sobrevivido a la persecución se censuraban recíprocamente. El motivo dåel enfrentamiento era que, otra vez, los relapsos, es decir, los pobres desventurados que habían claudicado ante el suplicio, deseaban ahora reintegrarse a la Iglesia. Los altercados entre los rigoristas -opuestos a su admisión- y los partidarios de la clemencia llegaron a ser sangrientos.
En el 307 (o acaso en el 308), una calma pasajera permitió que se pusieran de acuerdo acerca de la elección de un obispo. Marcelo fue designado el 27 de mayo. Como después de todas las persecuciones, lo urgente era reorganizar la Iglesia: y el nuevo obispo dividió Roma en veinticinco distritos, confiando cada uno de ellos a un sacerdote con la doble responsabilidad de formar a los catecúmenos y atender a los penitentes, al mismo tiempo que cuidar las catacumbas y ocuparse de la conmemoración de los mártires. Como la tregua fue breve, los desórdenes estallaron de nuevo. Majencio, que acababa de usurpar el título de emperador, hizo responsable de la agitación al obispo Marcelo, excesivamente rigorista en su opinión. Ordenó su exilio. Y Marcelo murió lejos de Roma el 16 de enero del año 309, o quizá del 308. El papa san Damaso I (366-384), autor de epigramas y otros poemas sobre personajes de la Iglesia (en especial sus predecesores) dice sobre san Marcelo I:
«Guía verdadero, manifestó a los caídos que expiaran su delito con lágrimas:
por eso fue para los miserables amargo enemigo, del furor y el odio de estos se siguió la discordia, y en la sedición se acabó la paz; por el delito de uno, que incluso en tiempo de paz renegó de Cristo, Marcelo fue deportado, por la crueldad de un tirano; de esta breve manera Dámaso quiere que el pueblo conozca los méritos de Marcelo»
(«Veridicus rector lapsos quia crimina flere / praedixit miseris fuit omnibus hostis amarus / hinc furor hinc odium sequitur discordia lites / seditio caedes solvuntur foedera pacis / crimen ob alterius Christum qui in pace negavit / finibus expulsus patriae est feritate tyranni / haec breviter Damasus voluit comperta referre / Marcelli ut populus meritum cognoscere possit.»).
La noticia principal fue tomada de «Los Papas, de San Pedro a Juan Pablo II», de Jean Mathieu-Rosay, Rialp, Madrid, 1990, pp 53-54; el epigrama de Epigrammata SS Damasus I, en Documenta Catholica Omnia, traducción (sólo orientativa, carente de elegancia poética) por Abel Della Costa. fuente: Mathieu-Rosay: Los Papas
Oremos
Dios todopoderoso y eterno, que quisiste que San Marcelo, Papa, presidiera a todo tu pueblo y lo iluminara con su ejemplo y sus palabras, por su intercesión protege a los pastores de la Iglesia y a sus rebaños y hazlos progresar por el camino de la salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora del Refugio (Trad.). Nuestra Señora de Montserrat liberó a los cautivos de la tiranía de los turcos, España.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Discursos sobre los Salmos, salmo 58; CCL 39, 733-734
“No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal.” (Lc 5,31)
Hay hombres robustos...que ponen su confianza en su propia justicia. Pretenden, de hecho, ser justos por ellos mismos y se consideran como gente de bien, han rehusado el remedio e incluso han matado al médico. Ahora bien, el Señor no ha venido a llamar a estos hombres robustos, sino a los débiles....
¡Ah, vosotros, que no necesitáis de médico! Vuestra fuerza no proviene de la salud sino de la locura...El Maestro de la humildad que comparte nuestra debilidad y nos hace partícipes de su divinidad ha bajado del cielo para mostrarnos el camino y ser él mismo nuestro camino.
Sobre todo ha querido dejarnos el ejemplo de su humildad... para que aprendamos a confesar nuestros pecados y a ser humildes para llegar a ser fuertes y a hacer nuestra la palabra del apóstol Pablo: “Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2Cor 12,10)...
En cuanto a los que presumían de ser fuertes, que pretendían ser justos por su propia virtud han “tropezado con la roca de escándalo” (Rm 9,32)... Son estos hombres fuertes que se lanzaron contra Cristo vanagloriándose de la justicia... Se erguían por encima de la muchedumbre de los débiles que acudían al médico.
¿Por qué? Simplemente porque se creían fuertes...Mataron al médico de todos los hombres. Pero él, en su muerte, preparó para todos los enfermos un remedio con su sangre.
No he venido a llamar a justos, sino a pecadores
Marcos 2, 13-17. Tiempo Ordinario. Mateo, se quedó con la mejor parte: elegido para seguir a Cristo, y además de los primeros doce.
Oración introductoria
Señor, necesito de tu gracia para poder tener un encuentro de amor en esta meditación porque quiero responder a tu llamado, como lo hizo Mateo. En este nuevo año no sólo quiero escuchar tu Palabra sino decidirme a hacerla vida. Dame la fortaleza para hacer la opción por Ti en esta oración.
Petición
Jesús, ayúdame a saber ignorar el «qué dirán» para responder siempre con generosidad a tu llamado.
Meditación del Papa Francisco
Después de mirarlo con misericordia, el Señor le dijo a Mateo: «Sígueme». Y Mateo se levantó y lo siguió. Después de la mirada, la palabra. Tras el amor, la misión. Mateo ya no es el mismo; interiormente ha cambiado. El encuentro con Jesús, con su amor misericordioso, lo transformó. Y allá atrás quedó el banco de los impuestos, el dinero, su exclusión. Antes él esperaba sentado para recaudar, para sacarle a los otros, ahora con Jesús tiene que levantarse para dar, para entregar, para entregarse a los demás. Jesús lo miró y Mateo encontró la alegría en el servicio. Para Mateo, y para todo el que sintió la mirada de Jesús, sus conciudadanos no son aquellos a los que «se vive», se usa, se abusa. La mirada de Jesús genera una actividad misionera, de servicio, de entrega. Sus conciudadanos son aquellos a quien Él sirve. Su amor cura nuestras miopías y nos estimula a mirar más allá, a no quedarnos en las apariencias o en lo políticamente correcto.
Jesús va delante, nos precede, abre el camino y nos invita a seguirlo. Nos invita a ir lentamente superando nuestros preconceptos, nuestras resistencias al cambio de los demás e incluso de nosotros mismos. Nos desafía día a día con una pregunta: ¿Crees? ¿Crees que es posible que un recaudador se transforme en servidor? ¿Crees que es posible que un traidor se vuelva un amigo? ¿Crees que es posible que el hijo de un carpintero sea el Hijo de Dios? Su mirada transforma nuestras miradas, su corazón transforma nuestro corazón. Dios es Padre que busca la salvación de todos sus hijos.
Dejémonos mirar por el Señor en la oración, en la Eucaristía, en la Confesión, en nuestros hermanos, especialmente en aquellos que se sienten dejados, más solos. Y aprendamos a mirar como Él nos mira.» (Homilía de S.S. Francisco, 21 de septiembre de 2015).
Reflexión
¡Premio mayor! Mateo, el publicano, se llevó el premio mayor. El leproso recobró la lozanía en su piel. El paralítico volvió a andar y además se le perdonaron sus pecados.
Pero Mateo, se quedó con la mejor parte: elegido para seguir a Cristo, y además de los primeros doce.
El caso de Mateo es especial. Él no era pescador. Era un hombre de negocios y podemos suponer que le iba bastante bien. Pero a diferencia de lo que muchas veces nos pasa, él no estaba apegado. Pasó Cristo por su vida y como dijo el Maestro en la parábola "lo dejó todo para comprar el terreno donde estaba el tesoro escondido".
Esto nos habla de que hay vocaciones ocultas incluso bajo los ropajes de una vida exitosa. Y de hecho, Cristo no riñe nunca con Mateo porque era rico. Pues Mateo antes de partir con Jesús a extender el Reino decidió hacer una fiesta: ¡porque es un gran acontecimiento ser llamado! Y porque no tenía su corazón apegado a los bienes de este mundo.
Propósito
Aprovechar el tiempo libre de este sábado para hacer una visita pausada a Cristo Eucaristía.
Diálogo con Cristo
Señor, Tú transformaste toda la vida de san Mateo, haz también de mí tu discípulo y misionero. No permitas que me excuse pensando en que no tengo tiempo o las habilidades necesarias, porque el ser tu apóstol no son unas actividades sino una actitud vital que debe influenciar mi vida en todo momento, en cada lugar y circunstancia. ¡Aquí estoy Señor, envíame!
María está cerca de cada uno de nosotros
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios.
Por: SS Benedicto XVI
Esta poesía de María –el «Magníficat»– es totalmente original; sin embargo, al mismo tiempo, es un "tejido" hecho completamente con "hilos" del Antiguo Testamento, hecho de palabra de Dios.
Se puede ver que María, por decirlo así, "se sentía como en su casa" en la palabra de Dios, vivía de la palabra de Dios, estaba penetrada de la palabra de Dios. En efecto, hablaba con palabras de Dios, pensaba con palabras de Dios; sus pensamientos eran los pensamientos de Dios; sus palabras eran las palabras de Dios. Estaba penetrada de la luz divina; por eso era tan espléndida, tan buena; por eso irradiaba amor y bondad.
María vivía de la palabra de Dios; estaba impregnada de la palabra de Dios. Al estar inmersa en la palabra de Dios, al tener tanta familiaridad con la palabra de Dios, recibía también la luz interior de la sabiduría. Quien piensa con Dios, piensa bien; y quien habla con Dios, habla bien, tiene criterios de juicio válidos para todas las cosas del mundo, se hace sabio, prudente y, al mismo tiempo, bueno; también se hace fuerte y valiente, con la fuerza de Dios, que resiste al mal y promueve el bien en el mundo.
Así, María habla con nosotros, nos habla a nosotros, nos invita a conocer la palabra de Dios, a amar la palabra de Dios, a vivir con la palabra de Dios, a pensar con la palabra de Dios. Y podemos hacerlo de muy diversas maneras: leyendo la sagrada Escritura, sobre todo participando en la liturgia, en la que a lo largo del año la santa Iglesia nos abre todo el libro de la sagrada Escritura. Lo abre a nuestra vida y lo hace presente en nuestra vida.
Pero pienso también en el «Compendio del Catecismo de la Iglesia católica», en el que la palabra de Dios se aplica a nuestra vida, interpreta la realidad de nuestra vida, nos ayuda a entrar en el gran "templo" de la palabra de Dios, a aprender a amarla y a impregnarnos, como María, de esta palabra. Así la vida resulta luminosa y tenemos el criterio para juzgar, recibimos bondad y fuerza al mismo tiempo.
María fue elevada en cuerpo y alma a la gloria del cielo, y con Dios es reina del cielo y de la tierra. ¿Acaso así está alejada de nosotros? Al contrario. Precisamente al estar con Dios y en Dios, está muy cerca de cada uno de nosotros.
Cuando estaba en la tierra, sólo podía estar cerca de algunas personas. Al estar en Dios, que está cerca de nosotros, más aún, que está "dentro" de todos nosotros, María participa de esta cercanía de Dios.
Al estar en Dios y con Dios, María está cerca de cada uno de nosotros, conoce nuestro corazón, puede escuchar nuestras oraciones, puede ayudarnos con su bondad materna. Nos ha sido dada como "madre" –así lo dijo el Señor–, a la que podemos dirigirnos en cada momento. Ella nos escucha siempre, siempre está cerca de nosotros; y, siendo Madre del Hijo, participa del poder del Hijo, de su bondad. Podemos poner siempre toda nuestra vida en manos de esta Madre, que siempre está cerca de cada uno de nosotros.
El amor es mi peso
Los hombres y las mujeres del planeta, ¿vamos hacia arriba o hacia abajo? Todo depende, decía san Agustín, del amor. En su obra más famosa, las Confesiones, acuñó una frase que se ha hecho famosa: “Mi amor es mi peso”
¿Por qué el fuego va hacia arriba y la tierra hacia abajo? Para los antiguos la respuesta era sencilla: porque el fuego tenía una fuerza interior que lo llevaba a subir, mientras que la tierra tendía naturalmente hacia abajo. En otras palabras, porque el fuego “amaba” lo alto y la tierra prefería lo bajo.
Los hombres y las mujeres del planeta, ¿vamos hacia arriba o hacia abajo? Todo depende, decía san Agustín, del amor. En su obra más famosa, las Confesiones, acuñó una frase que se ha hecho famosa: “Mi amor es mi peso”.
¿Qué quería decir con estas palabras? Agustín lo explicaba con estas palabras: “El cuerpo con su peso tiende a su lugar; el peso no va solamente hacia abajo, sino a su lugar. El fuego tiende hacia arriba; la piedra, hacia abajo; por sus pesos se mueven y van a su lugar. El aceite derramado debajo del agua se levanta sobre el agua; el agua derramada encima del aceite se sumerge debajo del aceite: por sus pesos se mueven: van a su lugar” (Confesiones, 13,10).
El lugar hacia el cual voy depende de aquello que amo. ¿Amo la tierra? Voy hacia ella. ¿Amo el cielo? Vuelo hacia él.
San Agustín, en otro texto, usará una fórmula más atrevida: “Cada quien es según aquello que ama. ¿Amas la tierra? Serás tierra. ¿Amas a Dios? ¿Qué diré, que eres dios? No me atrevo a decirlo por mí mismo. Escuchemos la Escritura: ´Yo había dicho: Vosotros sois dioses, todos vosotros hijos del Altísimo´ (Sal 82,6)” (Tratados sobre la primera carta de san Juan, II,14).
La vida sigue ante mí. En cada momento decido, hago mil cosas. El amor me guía y me lleva. Hacia el bien o hacia el mal, hacia la solidaridad o hacia el egoísmo, hacia la pureza o hacia la concupiscencia, hacia el autocontrol o hacia el desenfreno, hacia la paz o hacia el odio. Según lo que amo, escojo, y según lo que escojo, soy.
“Mi amor es mi peso”. Soy llevado hacia lo que amo. Y el amor nace de lo más profundo de mi corazón. Por eso, de rodillas, vuelvo a pedirle a Dios como el salmista: “Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme” (Sal 51,12).
Quiero vivir para amar, quiero ser llevado por el amor. Quiero, como santa Teresa del Niño Jesús, como tantos santos de ayer y de hoy, “vivir de amor y morir de amor”.
El valor del sufrimiento
Siempre existió sufrimiento, dolor, hambre y sed antes de la Redención, y después de ella incluso, sigue habiendo sufrimiento, dolor, hambre y sed. La Redención me dio más que la exención del dolor: me dio a Jesús, su gracia, el Espíritu, el amor, la paz y la alegría
El sufrimiento, en todas sus formas, fue desde los orígenes un misterio y una herida para la raza humana. Fue temido, maldecido y apartado, fue un signo de contradicción y una maldición. Jesús se hizo hombre y, al aceptar las consecuencias de nuestra caída y sufrir como todos nosotros sufrimos, elevó el sufrimiento, lo transformó, le dio poder, y entendió el dolor de cada miembro de la humanidad como el suyo. Tanto así, que cuando alivio el dolor de mi hermano, o me compadezco de él, Jesús considera esto como si se lo hiciera a Él mismo.
Siempre existió sufrimiento, dolor, hambre y sed antes de la Redención, y después de ella incluso, sigue habiendo sufrimiento, dolor, hambre y sed. La Redención me dio más que la exención del dolor: me dio a Jesús, su gracia, el Espíritu, el amor, la paz y la alegría. La Redención me ha elevado por encima del dolor.
Dios no quiere que sufra, así como nunca quiso que Adán y Eva pecaran, pero desde que lo hicieron y yo heredara la debilidad que brotó de aquel pecado, sufro, y siempre tendré que hacerlo.
La Redención de Cristo me hizo merecedor de participar en su Naturaleza Divina como Dios a través de la gracia, y participar en sus sufrimientos como hombre, a través de la Cruz.
Él descendió desde la Gloria hasta mi sufrimiento para que yo pueda elevarme desde mi miseria a su Gloria. Pero para conseguir esto, debo cargar sobre mis hombros al Cristo Total, sufriente y resucitado.
Cargó sobre sí mis pecados para que no pecara más.
Cargó sobre sí mis debilidades para que obtenga la gracia de superarlas.
Cargó sobre sí mi dolor para que pudiera coger sus manos con las mías.
Cargó sobre sí mi humillación para yo pudiera ser elevado hasta su Trono.
Cargó sobre sí la ridiculización y el insulto para que pueda mantenerme de pie en la persecución.
Cargó sobre sí la perdida de sus amigos en las horas de necesidad para que nunca estuviera solo en las mías.
Y luego… Se mantuvo solo, abandonado por Dios y por los hombres, para que nunca me sintiera desolado ni rechazado. Ahora es “nuestra” Cruz: suya y mía.
Ahora existe una razón detrás de cada lágrima, cada dolor, cada desconsuelo.
Desde ahora la Cruz no es un signo de desesperanza, ha sido elevada en lo alto y en ella yace el Hijo de Dios. Ya no es más un signo de venganza sino un signo de Amor. Ya no destruye sino que renueva y reconfigura. Ya no oprime mi espíritu sino que lo vacía para que pueda ser llenado de Dios.
Porque…
Cada desconsuelo vacía mi alma de mí mismo y la llena de Él.
Cada lágrima lava mi alma y la hace más hermosa ante sus ojos.
Cada decepción fortalece mi voluntad para que se adhiera solo a Él.
Cada día de ansiedades me hace buscar su apoyo.
Cada hora de tensión me hace buscar serenidad a su lado.
Cada dolor es añadido a los que sufrió en la Cruz para redimir al mundo.
Cada duda me hace buscar la Verdad y tomarla con fuerza.
Cada separación me hace tomar conciencia de las cosas esenciales.
Cada vez que mi amor es rechazado puedo sentir como se siente Él cuando lo ignoran.
Cada vez que soy tratado injustamente, sé cuáles son fueron sus sentimientos cuando fue llamado un demonio.
Cada vez que el orgullo, los celos, o la ambición sacan la cabeza puedo ver su Corona de Espinas.
El Papa, en una residencia de ancianos de Roma
Los 'viernes de la misericordia' de Francisco. El Papa visita por sorpresa una residencia de ancianos y un centro de enfermos de Sida
"La visita ha tomado a todos por sorpresa", dice la Santa Sede
Redacción, 15 de enero de 2016 a las 19:26
Estos gestos tendrán un carácter de visitas privadas por parte del santo padre para mantener en la medida de lo posible una relación personal de cercanía y solidaridad
El papa Francisco visitó hoy una residencia de ancianos en la periferia de Roma, como parte de las visitas privadas que hará cada mes durante el Año Santo Extraordinario de la Misericordia, informó la Santa Sede.
El pontífice saludó a las 33 personas de la tercera edad que habitualmente viven en la residencia Bruno Buozzi y conversó con ellas, según explicó el Vaticano en un comunicado publicado en la página oficial del Jubileo. "La visita ha tomado a todos por sorpresa", subrayó la Santa Sede, que aseguró que este gesto ha permitido hacer comprender a estas personas "lo importante que son las palabras del papa Francisco cuando se refiere a la 'cultura del descarte' y el gran valor que los ancianos y los abuelos tienen en la Iglesia y en la sociedad". Posteriormente, el papa visitó a otras seis personas en estado vegetativo que son atendidas en el centro Casa Iride, tras lo cual regresó al Vaticano. El pasado 4 de enero, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, anunció que Jorge Bergoglio tendrá "gestos personales" de solidaridad cada mes durante el Jubileo de la Misericordia.
"Estos gestos tendrán un carácter de visitas privadas por parte del santo padre para mantener en la medida de lo posible una relación personal de cercanía y solidaridad con las personas o las instituciones visitadas", dijo Fisichella. (RD/Agencias)