El que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él

Evangelio según San Marcos 10,13-16. 


Le trajeron entonces a unos niños para que los tocara, pero los discípulos los reprendieron. Al ver esto, Jesús se enojó y les dijo: "Dejen que los niños se acerquen a mí y no se lo impidan, porque el Reino de Dios pertenece a los que son como ellos. Les aseguro que el que no recibe el Reino de Dios como un niño, no entrará en él". Después los abrazó y los bendijo, imponiéndoles las manos.

San Néstor  Magido

San Néstor de Magido, obispo y mártir

En Perge, en Panfilia, pasión de san Néstor, obispo de Magido y mártir, que en la persecución bajo el emperador Decio fue condenado por el prefecto de la provincia a morir en una cruz, para que sufriese la misma pena del Crucificado a quien confesaba.

Obispo de Magido, Mártir


Polio, gobernador de Panfilia y Frigia durante el reinado de Decio, trató de ganarse el favor del emperador, aplicando cruelmente su edito de persecución contra los cristianos. Néstor, obispo de Magido, gozaba de gran estima entre los cristianos y los paganos, y comprendió que era necesario buscar sitios de refugio para sus fieles. Rehusando a ser oculto, el Obispo esperó tranquilamente su hora de martirio, y cuando se encontraba en oración, oficiales de la justicia fueron en su búsqueda.

Luego de un extenso interrogatorio y amenazas de tortura, el Obispo fue enviado ante el gobernador, en Perga. El gobernador trató de convencer al santo –primero con halagos y luego con amenazas- de que renegara de la religión cristiana, pero Néstor se mantuvo firme en el Señor, siendo enviado al potro, donde el verdugo le desgarraba la piel de los costados con el garfio.

Ante la firme negativa del santo de adorar a los paganos, el gobernador lo condenó a morir en la cruz, donde el santo todavía tuvo fuerzas para alentar y exhortar a los cristianos que le rodeaban. Su muerte fue un verdadero triunfo porque cuando el Obispo expiró sus últimas palabras, tanto cristianos como paganos se arrodillaron a orar y alabar a Jesús.



El nombre proviene literalmente del griego; tal vez signifique el que recuerda con cariño o el que es recordado.

En la Ilíada se llamaba Néstor el rey de Pilos, el más anciano y prudente de los griegos. Fue obispo de Magidos de Perge (Panfilia, actual Turquía). En tiempo del emperador Decio hubo una gran persecución contra los cristianos (248-251). En ella se buscaba principalmente a los jerarcas, pensando que, muerta la cabeza, moriría el cuerpo del cristianismo.

Entre los fieles hubo muchas apostasías. Son los llamados lapsos o libeláticos. Néstor aconsejaba a sus cristianos que huyeran antes que renunciar a su fe. A pesar de sus precauciones, el obispo Néstor fue arrestado poco después y conducido ante Polión, Gobernador de Perge.

Ante su persistencia en la fe cristiana, fue sometido al potro y a los garfios, que laceraron su cuerpo; finalmente, fue crucificado el 26 de febrero del 254. Su fiesta se celebra el 26 de febrero

Oremos


Dios todopoderoso y eterno, que concediste a San Néstor luchar por la fe hasta derramar su sangre, haz que, ayudados por su intercesión, soportemos por tu amor nuestras dificultades y con valentía caminemos hacia ti que eres la fuente de toda vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

El Pastor de Hermas (siglo II), obra cristiana El Pastor, parábola 9, 24.29

«Dejad que los niños se acerquen a mí..., porque de los que son como ellos es el Reino de los cielos»

El Pastor me ha enseñado una montaña en la cual las hierbas eran verdes y alegres; todo era floreciente, y los rebaños y los pájaros encontraban en él su alimento. Me ha dicho: «Los creyentes venidos de aquí siempre han sido simples, inocentes, felices, sin ningún resentimiento de los unos para con los otros, sino  por el contrario, siempre contentos de los servidores de Dios. Revestidos del santo espíritu de las vírgenes, llenos de compasión por todos los hombres, han ayudado, con el sudor de sus frentes, a las necesidades de todos sus semejantes, sin mrmurar y con prontitud. Viendo su simplicidad y todo su candor infantil, el Señor ha hecho prosperar todo el trabajo salido de sus manos y ha bendecido todas sus iniciativas... A todos vosotros que obráis así, permaneced tal como sois y vuestra prosperidad será perpetua»... 

    

Después me ha enseñado una montaña muy bella y totalmente blanca: «Aquí los creyentes se parecen a los niños pequeños que no tienen la más pequeña idea del mal; igual que aquellos, nunca han sabido qué es la malicia, sino que han conservado siempre la inocencia de su infancia. Ciertamente que estos hombres habitarán el Reino de Dios, porque no han violado los mandamientos de Dios sino que han perseverado todos los días de su vida en el candor y los sentimientos de su infancia. Todos vosotros, que perseveráis en este camino y sois «como niños», sin malicia, seréis glorificados por encima de los otros, porque todos los niños son gloriosos delante de Dios y los primeros a sus ojos. Bienaventurados, pues, vosotros que rechazáis la malicia para revestiros de inocencia; seréis los primeros en vivir por Dios.

El Evangelio del niño


Seremos felices si aprendemos a confiar y a ser puros y generosos, como los niños. 



Hay dos modos muy distintos de ver la niñez. Según algunos, el niño está en una etapa “de paso”. Su meta consiste en llegar a ser grande. Todo debe quedar orientado a conseguir este objetivo, mediante una buena educación. Así prepararemos al que mañana será ciudadano, trabajador, padre o madre de familia.



Para otros, la niñez es una etapa muy particular y hermosa, en la que la vida adquiere un matiz mágico y alegre, lúdico y misterioso. Una etapa tan bella que todos, en el fondo, desearíamos vivir, nuevamente, como cuando éramos niños.



Entre estas dos visiones extremas, desde luego, existen muchas otras posibles interpretaciones. Queremos ahora, simplemente, mirar hacia Jesucristo, hacia el fundador de la Iglesia, y preguntarle: Tú, ¿qué piensas de los niños?



En el Evangelio descubrimos tres pistas para la respuesta. La primera: Jesús fue niño. Vivió con sus padres, supo obedecerles, aprendió con ellos a rezar, a trabajar, a interpretar las nubes del cielo y a tener cuidado al encontrar una víbora o un escorpión. Jugó sobre las piernas de María, corrió por los caminos de Nazaret, y se cansó cuando, cada año, subía a pie, con sus padres, las pendientes de Jerusalén.



La segunda pista: Jesús, cuando fue grande, resultó muy simpático a los niños. Los pequeños tienen un “olfato” especial para ver quién los quiere de verdad y quién los ve como un estorbo o una molestia. Y los niños iban con mucha confianza y con mucha alegría para estar un rato con Jesús. A veces no se daban cuenta del tiempo que pasaba, y por eso en una ocasión los discípulos, quizá cansados, quisieron apartarlos del maestro. Jesús no dudó en defender a sus amigos “de pantalón cortito”: “Dejad que los niños vengan a mí...”



La tercera pista es, quizá, la más difícil de comprender. En una ocasión en la que los discípulos habían discutido sobre quién era el más importante, Jesús tuvo que acercar a un niño, ponerlo en medio, y presentarlo como modelo: “Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los cielos”. Así de claro: el niño no es sólo un “hombre en pequeño”. Más bien cada adulto debería ser un “niño en grande”. Ser como niños es la condición indispensable para el triunfo, es el camino recto y seguro para llegar al cielo, para ser felices de verdad.



Nuestro queridísimo Papa Juan Pablo II, en 1994, escribió una “Carta a los niños”. En ella se atrevió a llamar al mensaje de Jesús con la fórmula “el Evangelio del niño”. Juan Pablo II tuvo que explicar esta fórmula audaz y misteriosa: “En efecto, ¿qué quiere decir: «Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos»? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios”.



El Evangelio del niño vale de modo especial para un mundo que busca continuamente nuevas fórmulas para la felicidad y el progreso. No seremos felices si tenemos más dinero, si llenamos los graneros con cereales, si vemos más televisión o si viajamos por todos los océanos y países de la tierra.



En cambio, podemos ser felices si, con los ojos limpios y frescos de un niño, damos un beso de cariño a nuestros padres antes de dormir; si recordamos, de vez en cuando, a nuestro ángel de la guardia; y si buscamos, entre las estrellas, si alguna tiene escrito nuestro nombre o el de nuestros amigos y conocidos. Seremos felices si aprendemos a confiar y a ser puros y generosos, como los niños. Seremos felices, finalmente, si nos comprometemos a defender, cuidar y escuchar, con el mismo amor de Jesucristo, a esos niños cuyos ángeles contemplan, en el silencio bullicioso de lo invisible, el rostro de un Dios que nos quiere demasiado, y que un día fue, como nosotros, simplemente eso: un Niño...


La puerta secreta hacia el Reino

San Marcos 10, 13-16. VII Sábado del Tiempo Ordinario. Ciclo A.


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Muéstrame, Señor, el camino hacia Ti. Permíteme acercarme como los niños que recibías y bendecías. Enséñame a amarte hoy con un corazón de niño, que sea sencillo, pequeño y alegre. Así sea.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.

Para que venga el Reino de Cristo, sólo hay un modo eficaz. No consiste en técnicas de apostolado o secretos de vida enfrascados en una fórmula ya determinada. Más bien todo lo contrario.

En la mente de los apóstoles, Jesús tenía que ser un Maestro solemne y majestuoso. Tenía que estar rodeado de una corte noble. Tenía que ser admitido con honores en cada ciudad y pueblo por donde pasaba. Tenía que estar lejos del escándalo de los pecadores, de las súplicas de los mendigos y del alboroto de los niños. Tenía que… Pero el Reino de Cristo se acepta como un niño, venga como venga, sin ponerle a Dios esquemas o condiciones.

Junto a esta apertura de mente y de corazón viene una gran fe. Saber que, pase lo que pase, Cristo nos quiere bendecir con amor. Confiar que incluso lo que nos cuesta, al final es un abrazo de Dios y su Providencia. Pues aunque no siempre las cosas suceden como las esperamos, Dios nunca deja de ser un Padre bueno.

A Dios le encanta sorprendernos con una creatividad como sólo Él tiene. Al igual que un padre con su hijo pequeño; cada día hay algo nuevo, algo que no sabíamos, algo que no teníamos previsto… Un mensaje sencillo y corto para entrar en el Reino de los cielos. Tan sencillo que sólo los niños de corazón lo entienden.

«Quien se hace pequeño como un niño —nos dice Jesús— “es el más grande en el reino de los cielos”. La verdadera grandeza del hombre consiste en hacerse pequeño ante Dios. Porque a Dios no se le conoce con elevados pensamientos y muchos estudios, sino con la pequeñez de un corazón humilde y confiado. Para ser grande ante el Altísimo no es necesario acumular honores y prestigios, bienes y éxitos terrenales, sino vaciarse de sí mismo. El niño es precisamente aquel que no tiene nada que dar y todo que recibir. Es frágil, depende del papá y de la mamá. Quien se hace pequeño como un niño se hace pobre de sí mismo, pero rico de Dios.»
(Homilía de S.S. Francisco, 1 de octubre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy, evitaré imponer mis criterios y buscaré estar abierto a las opiniones de los demás.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.

Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El Papa en Sta. Marta: “Señor que sea justo pero con misericordia” 


En la misa de este viernes precisa que en el Evangelio de Marco se indica que “la multitud lo seguía para aprender, porque él hablaba con autoridad”





(ZENIT – Ciudad del Vaticano).- “Señor que sea justo, pero justo con misericordia”, es esta la oración sugerida por el papa Francisco para no caer en el ‘engaño hipócrita’ de la ‘casuística’ en la lógica del ‘se puede’ o ‘no se puede’.

Lo dijo el papa Francisco en homilía de la misa de este viernes en la Casa Santa Marta, en el Vaticano, precisando que en el Evangelio de Marco se indica que “la multitud lo seguía para aprender, porque él hablaba con autoridad” y “también para hacerse curar”.

En cambio un segundo grupo lo seguía para ponerlo a la prueba. El tercer grupo es el de los discípulos, que lo seguían porque lo querían y porque Jesús les había llamado.

Los doctores de la Ley le preguntan si un marido puede rechazar a la propia esposa. Y Jesús “no les responde si es lícito o no; no entra en la casuística, porque ellos pensaban en la fe en términos de ‘se puede’ o ‘no se puede’. Y les pregunta: ‘¿Qué les ordenó Moisés?

Al responder esta pregunta de Jesús, los doctores de la Ley “explican el permiso de Moisés para rechazar a la esposa, y son justamente ellos los que caen en la trampa, porque Jesús les califica de ‘duros de corazón’”.
Jesús les indica que “por esto el hombre dejará a su padre y a su madre” y se “pone en camino”, y “no son dos, pero una sola carne”.

El evangelista Marcos narra en su Evangelio que ‘el tercer grupo’ lo interrogan nuevamente sobre el tema. Y Jesús es muy claro: "Quien repudia la propia esposa y se casa con otra comete adulterio hacia ella; y si ella, repudiada por su marido se casa con otro, comete adulterio”.

Alguien podrá objetar, señala el Santo Padre que Jesús fue a hablar con la adúltera, y con aquella pagana samaritana, y con uno que no era judío, y porque bebió de un vaso que no había sido purificado. ¿Cómo explicar todo esto?

“Es el camino cristiano” dijo Francisco, porque él “pensemos a Mateo, Zaqueo, a los banquetes con los pecadores, iba a comer con ellos”. Y a aquellos que usaban la lógica del ‘se puede o ‘no se puede’, en otro paso del Evangelio, los califica de hipócritas.

Y esto lo hacían valer “con el cuarto mandamiento: se negaban de asistir a los propios padres con la excusa de que habían dado una buena oferta a la Iglesia. ¡Hipócritas!”

Además no existe solamente la verdad, explicó el Papa, “también la misericordia, porque él es la encarnación de la misericordia del Padre”. No es fácil, pensemos en las tentaciones de negocios. Los negociantes dicen: “Yo puedo hacer hasta aquí, despido a estos empleados y gano más aquí”.

El camino “que nos hace ir de la casuística a la verdad y a la misericordia no es fácil: necesitamos la gracia de Dios para que nos ayude a ir adelante”.

Y la oración necesaria es pedir ser “justos en la misericordia como tú eres justo en la misericordia”. Uno de mentalidad casuística plantea: ¿qué es más importante en Dios, la justicia o la misericordia?. Este, asegura el Papa, “es un pensamiento enfermo”. En realidad “no son dos, es una sola cosa. En Dios la justicia es misericordia y la misericordia es justicia”.

¿Cómo podemos tener libre albedrío si Dios lo sabe todo?

Conocer no es lo mismo que determinar


Pregunta:

“¡Hola! Tengo una duda teológica: con respecto al término omnisciencia, ¿cómo se puede explicar que Dios todo lo sabe cuando hay seres con libre albedrío que pueden determinar qué hacer y cómo comportarse en su entorno? Sabemos que la omnisciencia se refiere a saber todo acerca de la creación y sus formas; pero, ¿cree usted que la omnisciencia alcanza la libertad de pensamiento y acción que tienen los hombres que repercute en las decisiones que ellos mismos toman? Por ejemplo, ¿Dios sabe si uno va a ser pobre o rico?”.
SD – Costa Rica

Respuesta:

Te agradezco por tu consulta pues permitirá resolver una cuestión filosófica que en algún u otro momento ha atormentado a muchos: cómo conciliar la Omnisciencia divina con la libertad humana. En efecto, son varias las personas que se han preguntado cosas tales como “¿Cómo podemos tener libre albedrío si Dios ya sabe lo que vamos a hacer?” o “¿Cómo puede Dios saberlo todo si es que tenemos libre albedrío?”.

Pues bien, comencemos con la definición de Omnisciencia. En mi libro ¿Dios existe?: El libro que todo creyente deberá (y todo ateo temerá) leer especifico la definición de cada uno de los atributos divinos y cómo se deducen lógicamente a partir del concepto de Dios. Respecto de la Omnisciencia escribo que “Se dice que un ser es omnisciente en cuanto tiene en sí la plenitud y totalidad del conocimiento” (1). En consecuencia, absolutamente nada de lo existente y sus formas puede caer fuera del conocimiento divino. Dios lo sabe todo.

Ahora, pasemos a la cuestión: ¿hay contradicción necesaria entre la Omnisciencia y el libre albedrío? De ningún modo. Y esto por una razón muy sencilla: porque un acto libre puede ser perfectamente conocido como precisamente eso, como “acto libre”, y, por tanto, el que se lo conozca no le quita en nada su cualidad de tal. Pongámoslo con un ejemplo sencillo: imaginemos que vemos en la calle a alguien que libremente está pateando a otra persona, ¿el hecho de que lo estemos viendo quita en algo que su acto sea libre? No. Conocemos su acto como acto libre, y punto. El hecho de que nosotros veamos (conozcamos) el acto de esa persona no implica que nuestro conocimiento lo haya determinado a hacer eso sino que la determinación de su acto viene de su voluntad.

Pero aquí alguno podrá objetar: “Oh, bueno, pero con el caso de Dios es diferente porque él conoce todas las cosas desde antes que sucedan”. Aquí la clave del problema está en la palabra “desde antes”. Sucede que con tal tipo de cláusula se está diciendo como que el conocimiento de Dios es algo que se desarrolla en el tiempo conforme a un esquema de pasado-presente-futuro respecto de distintas cosas. Pero no es así pues Dios y su conocimiento, que se identifica con su ser, no está ni existe en el tiempo sino de modo trascendente al tiempo. A diferencia de lo que sucede con nuestros procesos cognitivos, Dios “ve las cosas simultánea y no sucesivamente” (2). Así que Dios no conoce en un “antes” en el sentido temporal sino que desde su conocimiento eterno abarca en un solo acto todos los sucesos temporales.

Pongamos un ejemplo adicional para ilustrar bien este último aspecto. Imaginemos que, por alguna razón, se me concede el don de la Omnisciencia y, por tanto, tengo simultáneamente el conocimiento de todo lo pasado, presente y futuro. Dentro de eso conozco, por ejemplo, que para el año 2080 un joven X elegirá libremente casarse con una muchacha Y. Ahora, sucede que estoy conociendo tal acto como acto libre. El joven podría haber elegido casarse con cualquier otra muchacha, pero en la realidad se ha dado que, de entre todas las opciones potenciales, él eligió libremente casarse con la muchacha Y. De este modo, la omnisciencia simplemente implica esto: que yo, al conocer todo lo real (en este ejemplo hipotético), conozco que el joven realizará esa elección libre por el simple hecho de que tal elección libre es un evento de la realidad. Punto, tan sencillo como eso. Análogamente, pues, Dios conoce absolutamente todos los actos, pensamientos y deseos que libremente surgen en el hombre (así como si tal o cual será “rico” o “pobre”) sin que ello elimine la libertad. Conocer no es lo mismo que determinar. Luego, no hay propiamente contradicción entre Omnisciencia y libre albedrío.

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