«María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo»
- 08 Septiembre 2014
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Nuestros santuarios marianos
Algunas de las vivencias cristianas que más me impresionaron durante la reciente celebración en Barcelona de la primera fase del Congreso Internacional sobre la Pastoral de las Grandes Ciudades fueron las voces provenientes de los países de América Latina. Esta zona de la Iglesia es ahora objeto de una atención particular, sobre todo desde la elección como Papa del cardenal Jorge Mario Bergoglio, que fue arzobispo de Buenos Aires.
La función de la Virgen y de sus santuarios en la geografía cristiana de América Latina es un punto que merece mucha consideración. Es un hecho de sociología religiosa que la fe de aquellas comunidades se expresa sobre todo en los santuarios marianos y más concretamente en aquellos que identifican también al país, como la Virgen de Guadalupe en México, la de Luján en Argentina, la de Aparecida en Brasil o la de la Caridad del Cobre en Cuba, por mencionar sólo algunos ejemplos.
Nuestra tierra tiene también una gran riqueza de santuarios marianos, muchos de los cuales celebran su fiesta patronal el 8 de septiembre, día en que celebramos la Natividad de la Virgen. En los santuarios marianos, la Virgen María está atenta a las peticiones de los peregrinos, las acoge e intercede eficazmente. Normalmente encontramos exvotos que manifiestan claramente esta actitud de santa María hacia todos sus hijos.
Como hizo en las bodas de Caná, ella dice a los peregrinos y visitantes: "Haced lo que Jesús os diga". María nos trae a Jesús y nos lleva hacia él. La Madre de Cristo -por decirlo así- se presenta ante los hombres como portavoz de la voluntad del Hijo -ella que la cumplió con tanta fidelidad- y como indicadora de aquellas exigencias que deben cumplirse para que el poder salvífico del Mesías pueda manifestarse.
Nos conviene mucho redescubrir el sentido humano y cristiano de los santuarios marianos de nuestro país, que son también lugares privilegiados de evangelización; es decir, unos lugares que nos hablan a todos de nuestra responsabilidad como cristianos aquí, en medio de esta sociedad nuestra.
En una de las reuniones que teníamos durante el congreso cada tarde sobre la vivencia de la fe en las grandes ciudades, se habló de la presencia de la Madre de Jesús en las bodas de Caná como un modelo de la presencia de la Iglesia en el mundo, tanto en las zonas rurales como en las grandes concentraciones urbanas. La presencia de María ante una necesidad de aquellos nuevos esposos fue una presencia con cuatro cualidades: una presencia amorosa, atenta, solidaria y de fe. ¿No son acaso estas las cualidades de la presencia de la Iglesia en medio de la sociedad de todos los tiempos?
+ Lluís Martínez Sistach Cardenal arzobispo de Barcelona
Evangelio según San Mateo 1,1-16.18-23.
Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham:
Abraham fue padre de Isaac; Isaac, padre de Jacob; Jacob, padre de Judá y de sus hermanos. Judá fue padre de Fares y de Zará, y la madre de estos fue Tamar. Fares fue padre de Esrón; Esrón, padre de Arám; Arám, padre de Aminadab; Aminadab, padre de Naasón; Naasón, padre de Salmón. Salmón fue padre de Booz, y la madre de este fue Rahab. Booz fue padre de Obed, y la madre de este fue Rut. Obed fue padre de Jesé;
Jesé, padre del rey David. David fue padre de Salomón, y la madre de este fue la que había sido mujer de Urías. Salomón fue padre de Roboám; Roboám, padre de Abías; Abías, padre de Asá; Asá, padre de Josafat; Josafat, padre de Jorám; Jorám, padre de Ozías. Ozías fue padre de Joatám; Joatám, padre de Acaz; Acaz, padre de Ezequías; Ezequías, padre de Manasés. Manasés fue padre de Amón; Amón, padre de Josías; Josías, padre de Jeconías y de sus hermanos, durante el destierro en Babilonia. Después del destierro en Babilonia: Jeconías fue padre de Salatiel; Salatiel, padre de Zorobabel; Zorobabel, padre de Abiud; Abiud, padre de Eliacím; Eliacím, padre de Azor. Azor fue padre de Sadoc; Sadoc, padre de Aquím; Aquím, padre de Eliud; Eliud, padre de Eleazar; Eleazar, padre de Matán; Matán, padre de Jacob. Jacob fue padre de José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo. Este fue el origen de Jesucristo: María, su madre, estaba comprometida con José y, cuando todavía no habían vivido juntos, concibió un hijo por obra del Espíritu Santo.
José, su esposo, que era un hombre justo y no quería denunciarla públicamente, resolvió abandonarla en secreto. Mientras pensaba en esto, el Angel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: "José, hijo de David, no temas recibir a María, tu esposa, porque lo que ha sido engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Ella dará a luz un hijo, a quien pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su Pueblo de todos sus pecados". Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que el Señor había anunciado por el Profeta: La Virgen concebirá y dará a luz un hijo a quien pondrán el nombre de Emanuel, que traducido significa: "Dios con nosotros".
Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense
2º sermón para la Natividad de María
«María, de la cual nació Jesús, que es llamado Cristo»
Hoy, celebramos el nacimiento de la bienaventurada Virgen María de quien ha nacido el que es la vida de todos. Hoy ha nacido la Virgen de quien ha querido nacer el que es la salvación de todos, a fin de dar a aquellos que nacieran para morir, poder renacer a la vida. Hoy ha nacido nuestra nueva madre, la que ha aniquilado la maldición de Eva, nuestra primera madre; así, por ella, heredamos ahora la bendición los que por nuestra primera madre, nacimos bajo a maldición. Sí, ella es verdaderamente una madre nueva, la que ha rejuvenecido a los hijos envejecidos, la que ha curado el mal de un envejecimiento hereditario, así como todas las demás formas de envejecimiento que se les habían añadido. Sí, ella es una nueva madre, ella que, permaneciendo virgen ha dado a luz un prodigio tan nuevo, ella que ha dado la vida a aquel que ha creado el mundo. [...]
¡Qué novedad más maravillosa es esta virginidad fecunda! Pero todavía más maravillosa la novedad del fruto que ella da al mundo. [...] ¿Te preguntas cómo una virgen ha dado a luz al Salvador? Pues igual que la flor de la viña propaga su perfume. Mucho tiempo antes del nacimiento de María, el Espíritu que había de habitarla... dice en su nombre: «Igual que la viña, yo he producido un dulce olor» (Si 24,17 Vulg.) [...] Así como la flor no se altera por el hecho de propagar su perfume, así tampoco la pureza de María por haber dado fruto: el Salvador. [...] Y para ti también, si guardas la castidad a la perfección, no tan sólo «tu carne florecerá de nuevo» (Sal 27,7) sino más aún, una santidad que viene de Dios se desarrollará sobre todo tu ser. Tu mirada ya no será desordenada ni extraviada, sino embellecida por el pudor [...]; toda tu persona estará adornada con las flores de la gracia de
LA NATIVIDAD DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
La Virgen María fue la Madre de Jesús y, con este hecho, se cumplieron las Escrituras y todo lo dicho por los profetas. Dios escogió a esta mujer para ser la Madre de su Hijo. Con ella se aproximó la hora de la salvación. Por esta razón la Iglesia celebra esta fiesta con alabanzas y acciones de gracias.
Un poco de historia
El nacimiento de la Virgen María tuvo privilegios únicos. Ella vino al mundo sin pecado original. María, la elegida para ser Madre de Dios, era pura, santa, con todas las gracias más preciosas. Tenía la gracia santificante, desde su concepción.
Después del pecado original de Adán y Eva, Dios había prometido enviar al mundo a otra mujer cuya descendencia aplastaría la cabeza de la serpiente. Al nacer la Virgen María comenzó a cumplirse la promesa.
La vida de la Virgen María nos enseña a alabar a Dios por las gracias que le otorgó y por las bendiciones que por Ella derramó sobre el mundo. Podemos encomendar nuestras necesidades a Ella.
La fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen María se comenzó a celebrar oficialmente con el Papa San Sergio (687-701 d.C.) al establecer que se celebraran en Roma cuaro fiestas en honor de Nuestra Señora: la Anunciación, la Asunción, la Natividad y la Purificación.
Se desconoce el lugar donde nació la Virgen María. Algunos dicen que nació en Nazaret, pero otros opinan que nació en Jerusalén, en el barrio vecino a la piscina de Betesda. Ahí, ahora, hay una cripta en la iglesia de Santa Ana que se venera como el lugar en el que nació la Madre de Dios.
Algo que no debes olvidar
María vino al mundo sin pecado original y con la gracia santificante.
La Virgen María fue escogida para ser la Madre de Dios.
La Virgen María fue pura y santa.
Al nacer la Virgen María se cumplió la promesa de Dios de que mandaría al mundo a una mujer de la que nacería el Salvador para liberarnos del pecado.
Cómo vivir la fiesta en familia
Llevar flores a la Virgen en alguna capilla, en señal de que la amamos y dando gracias a Dios por haberla creado y escogido para esa gran misión.
Pedir a la Santísima Virgen María, para que nos consiga la gracia que más necesitemos en este momento de nuestra vida, como familia.
Oración
María, en este día que festejamos tu nacimiento, te pido que me ayudes a estar siempre cerca de ti y de tu Hijo Jesús.
8 de septiembre 2014 Lunes El Nacimiento de la Virgen Mi 5, 1-4a
Hoy que celebramos el nacimiento de la Virgen, el texto nos lleva a centrarnos en su Hijo «de ti saldrá el que ha de regir Israel.» Y es que la Iglesia no ha querido desvincular María, de su función de Madre; pero no una madre como otra, sino de Aquel que reconocemos como la manifestación de Dios entre nosotros. Hoy miramos esta mujer que aparece entre los hombres y es portadora del don de Dios; su seno se convierte en el arca del amor de Dios en su plenitud. Conscientes de este misterio «el resto de los hermanos volverá hacia el pueblo de Israel», no habrá dispersión, sino una llamada a la unidad, porque María es signo de la llamada, en el seno de la Iglesia, de la unidad de todos los creyentes. Gracias, Señor, por este don tan grande que nos has regalado.
¿EN UN SITIO TAN PEQUEÑO?
Miqueas 5, 1-4ª; Sal 12, 6ab. 6cd; Mateo 1, 18-23
“El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera: María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.” Hoy es la natividad de la Santísima Virgen. ¡Felicidades Madre!. Este es un claro ejemplo de que las proporciones de Dios no son las nuestras. María y José no eran gente famosa, nunca habrían aparecido en el “Jerusalem Post” de la época y nadie les conocería fuera de su pueblo. Pero es ahí, en la humildad de esa familia donde Dios quiere encarnarse. Ya podría Dios haber nacido en Bilbao, ser cuñado de Nefertiti o primo hermano de Cesar, D. Julio. Pero no. Elige lo pequeño, lo que no cuenta, lo humilde, para humillar a los sabios y poderosos. Dios suele elegir lo pequeño para hacer las cosas más grandes. Escoge a María y ella, responde generosamente su sí. Se guarda en su corazón lo que se va gestando en sus entrañas, en silencio, en humildad. Ya será tiempo de crecer.
Si podemos llamar a María Madre nuestra, podemos aprender de ella. Muchas veces esperamos que Dios haga cosas grandes, y no nos damos cuenta de las grandes cosas que hace en lo pequeño. Ahora que en España van a cambiar (a peor, si cabe), la ley del aborto podríamos pensar que Dios debería enviar un rayo divino sobre el Ministerio de la Igualdad (ese que se distingue de todos los demás), y, esperando el rayo, no miraremos el milagro de cada vida que nazca a pesar de las dificultades, en el sacrificio de tantos padres por sus hijos, en la labor callada de tantos que apoyan la vida llenando el mundo de vida. Habrá que protestar por las leyes injustas, sin duda, pero también habrá que hacer un gran movimiento de enamorarse de la vida, que sea valorada y los hijos no sean una “opción” sino un don. Y en cada pequeña criatura se muestra la grandeza de Dios.
Un día como hoy, hace unos cuantos siglos, Joaquín y Ana contemplarían a una pequeña mujer, sin sospechar siquiera que estaban mirando a la Mujer, la que pisotearía con su talón la cabeza de la serpiente y con su obediencia restauraría la desobediencia de Eva. Una simple personita, pero que en manos de Dios se convierte en la nueva madre de toda la humanidad redimida en Cristo. ¿Podía haber hecho Dios cosas más grandes? Creo que no, aunque lo hiciera en tan poco espacio. Por eso hoy es un día para apreciar lo pequeño.
Hagámosle un regalo a María, ser fiel en lo pequeño de hoy para que Dios siga haciendo cosas grandes.
María, Madre de Dios
Mateo 1, 18-23. Fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen. Bendito el día que vio nacer a la Santísima Virgen. ¡Feliz cumpleaños, María!
Oración
A María el Evangelio la llama bienaventurada, porque siempre creyó en el cumplimiento de la Palabra. Te suplico, Señor, que tu Santísima Madre, cuyo nacimiento celebramos hoy, interceda por mí para que sepa escucharte y creer en lo que hoy me quieres decir.
Petición
Dios mío, aumenta mi fe, para poder imitar a María en su fidelidad.
Meditación del Papa Francisco
El Señor interviene: ha encontrado la fe que buscaba y abre un camino diverso, un camino de amor y felicidad: José -le dice- no temas de tomar contigo a María, tu esposa. De hecho el niño que ha sido generado en ella proviene del Espíritu Santo´.
Este evangelio nos muestra toda la grandeza de ánimo de José. Él estaba siguiendo un buen proyecto de vida pero Dios reservaba para él otro plan, una misión más grande.
José era un hombre que siempre sabía escuchar la voz de Dios, era profundamente sensible a su secreta voluntad, un hombre atento a los mensajes que le llegaban desde lo más profundo del corazón y desde lo alto.
No se había obstinado a seguir su proyecto de vida, no permitió que el rencor le envenenara el ánimo, sino que estuvo listo a ponerse a disposición de la novedad que, de manera desconcertante, le era propuesta. (S.S. Francisco, 22 de diciembre de 2013).
Reflexión
Según la liturgia, fue en el mes de septiembre que, hace más de veinte siglos, vino al mundo la Mujer destinada a ser Madre del Divino Salvador. Al recordar este nacimiento, venturoso entre todos para el género humano, lo invitamos a meditarlo en breve reflexión.
El nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo representó una honra incomparable para toda la humanidad. Guardadas las proporciones, también la venida de la Santísima Virgen al mundo dotó de particular nobleza al género humano. Fue Ella la creatura más perfecta hasta entonces nacida, concebida sin pecado original, a quien le fue dada, desde el primer instante de su ser, una superabundancia de gracias.
De esta manera se comprende, la afirmación de que María Santísima está para Nuestro
Señor, así como la luna para el sol: Ella representa la suave y amena luminosidad de la luna, y Él, la omnipotente y deslumbrante claridad del sol.
Hay sin duda, inmensa belleza en el despuntar del día del fulgurante astro. No obstante, en ciertas ocasiones, el aparecimiento de la luna tiene su encanto también, su poesía y su grandeza. La natividad de Nuestra Señora fue, para toda la humanidad, como un magnífico nacer de la luna: sol de las sombras, sol del reposo, sol de las largas meditaciones y de los extensos ejercicios del espíritu...
El cumpleaños del padre o de la madre son siempre un motivo de alegría que reúne a toda la familia para celebrarlo. Cada uno deja sus ocupaciones y trata de hacer feliz al festejado. Este signo externo trata de reflejar un sentimiento más profundo como es la gratitud y el amor. A nuestros padres debemos la vida.
Ellos fueron el instrumento de Dios para concebirnos. Hoy celebramos el cumpleaños de nuestra madre del cielo, la Santísima Virgen María.
Como toda buena familia, la Iglesia se reúne para celebrar, festejar y agasajar a María.
Cuántas veces en nuestra vida familiar se suceden acontecimientos que, humanamente, carecen de una explicación lógica.
Cuántas veces en nuestras vidas no vemos claro, nos falta luz. Y sin embargo, Dios está ahí, como estuvo hace dos mil años en la vida de la Sagrada Familia de Nazaret.
Propósito
Celebrando el cumpleaños de la Virgen María, aprovechemos para renovar nuestra fe. Unámonos en familia en torno a ella y pidámosle que nos ayude a descubrir siempre la mano de Dios en nuestra vida. Que al igual que María y José, sepamos confiar en la Providencia buscando en todo servir y agradar a Dios.
Diálogo con Cristo
Gracias Jesús por dejarnos a María como madre y modelo de santidad. Quiero acercarme más a Ella para poder seguir mejor su ejemplo y así lograr que todo momento de mi existencia sea un paso para crecer en el amor a Dios y a mis hermanos.
Nacimiento de María. Un regalo de cumpleaños
Sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.
Hoy, fiesta del nacimiento de la Virgen María, Estrella de la mañana, como la invoca San Bernardo, quiero poner nombres a la constelación celeste que corona a la Mujer vestida de sol y que tiene a la luna por pedestal, la dispuesta por Dios para ser madre suya.
María es la Inmaculada, la concebida sin pecado. Dios podía liberar a quien iba a ser madre de su Hijo de toda mancha de pecado, lo quiso y lo realizó. Ella es la sin-pecado.
María es la colmada de gracia, la amada de Dios; así la llama el ángel Gabriel como nombre propio, y esa identidad configura esencialmente la vida de la Nazarena.
María es la mujer creyente, la que se fía de Dios; así la saluda su prima Isabel: "Dichosa tu, que has creído". Ella es nuestra madre en la fe.
María es, que abandona su propio proyecto por el que le revela el Ángel de Dios: "Hágase en mí según tu Palabra".
María es la madre del Verbo encarnado: "Concebirás en tu vientre y darás a luz un Hijo", el Hijo de Dios. Es la madre de Jesús de Nazaret, Dios y hombre verdadero, es también verdadera Madre de Dios.
María es la contemplativa por excelencia, ella "guardaba todas estas cosas en su corazón". Maestra en acoger la Palabra, meditarla y alumbrarla.
María es la mujer servicial: "Subió deprisa a la montaña a servir a su prima". Ella se tiene por esclava, servidora del Señor, y de cuantos tengan necesidad de su ayuda.
María es la mujer agradecida, sensible a los dones recibidos. No se cree con derechos y reconoce a quien es la causa de su privilegio: "Proclama mi alma la grandeza del Señor".
María es mujer solidaria, sensible, social. La vemos actuar en el marco de una boda de manera comprometida cuando le dice a su Hijo: "No tienen vino".
María es la mujer fuerte, no se arredra frente a la dificultad. "Junto a la Cruz estaba María, su madre".
María es la mujer orante; dialogó con el Ángel, acudió al templo con angustia buscando a su Hijo, se reunió con los discípulos a la esperan del don del Espíritu Santo.
María es la mujer ensalzada, gloriosa, colocada junto a su Hijo en el cielo.
Por todos estos motivos, a la vez que sentimos inmensa alegría, felicitamos a la Virgen María en la fiesta de cumpleaños.
Por el nacimiento de María se enciende nuestra esperanza, el sentido de nuestra peregrinación. Ella, Medianera de todas las gracias, permanece en el desierto como mujer entrañable.
Francisco: la Natividad de la Virgen sería su cumpleaños
El papa Francisco este domingo en las palabras de dirigió después de haber rezado el ángelus, a los miles de fieles y peregrinos presentes en la plaza de San Pedro, les recordó que hoy lunes 8 es el día de la Natividad de la Virgen María, y exhortó a tenerla presente. "Y acuérdense --dijo el Santo Padre-- que mañana, como ya dije, es la fiesta litúrgica de la Natividad de la Virgen, que sería su cumpleaños. ¿Y qué se hace cuando la mamá cumple años?, la saludamos y le deseamos lo mejor". Por ello pidió que hoy lunes, "desde mañana temprano saludemos a la Virgen y digámosle ¡Tantas felicidades!" Invitó también a "decirle un Ave María, que nazca del corazón del hijo o de la hija. Acuérdense bien". El Pontífice concluyó estas palabras con un pedido que no es una formalidad: "Y a todos ustedes les pido por favor que recen por mi".
Natividad de la Santísima Virgen
Fiesta, 8 de septiembre
Fiesta de la Natividad de la bienaventurada Virgen María, de la estirpe de Abrahán, nacida de la tribu de Judá y de la progenie del rey David, de la cual nació el Hijo de Dios, hecho hombre por obra del Espíritu Santo, para liberar a la humanidad de la antigua servidumbre del pecado.
Un anticipo y anuncio inmediato de la redención obrada por Jesucristo es el nacimiento de su Madre la Virgen María, concebida sin mancha de pecado, llena de gracia y bendita entre todas las mujeres.
En Jerusalén, en la Iglesia de Santa Ana. La primera fuente de la narración del nacimiento de la Virgen es el apócrifo Protoevangelio de Santiago, que coloca el nacimiento de la Virgen en Jerusalén, en el lugar en que debió existir una basílica en honor a la María Santísima, junto a la piscina probática, según cuentan diversos testimonios entre los años 400 y 600. Después del año 603 el patriarca Sofronio afirma que ése es el lugar donde nació la Virgen. Posteriormente, la arqueología ha confirmado la tradición. La fiesta de la Natividad de la santísima Virgen surgió en oriente, y con mucha probabilidad en Jerusalén, hacia el s. v. Allí estaba siempre viva la tradición de la casa natalicia de María. La fiesta surgió muy probablemente como dedicación de una iglesia a María, junto a la piscina probática; tradición que se relaciona con el actual santuario de Santa Ana.
SOLEMNIDAD DE LA NATIVIDAD DE LA VIRGEN
8 DE SEPTIEMBRE DE 2014
Mi 5, 1-4; Rm 8, 28-30; Mt 1, 1-16.18-23
Hoy celebramos, hermanos y hermanas, una de las fiestas más antiguas de la Virgen: su nacimiento. Una fiesta que se inició en la Iglesia Madre de Jerusalén y que tiene, desde hace siglos, un relieve especial porque es la fiesta patronal de monasterios y santuarios y, también, la fiesta de PAX consagrada y dedicada como está a la Natividad de la Virgen.
Es una fiesta antigua, pero que nos lleva cada año un mensaje nuevo, actual. un mensaje de esperanza renovada a partir de lo que significa para la humanidad el nacimiento de aquella que tenía que poner al mundo el Hijo de Dios hecho hombre. la larga lista, que hemos oído en el Evangelio, de nombres de los precursores de Jesús, Mesías, tiene a María como último eslabón. Esta lista, si tomamos el que el Antiguo Testamento dice sobre cada uno de los personajes, sintetiza las esperanzas, las tristezas, los sufrimientos y los pecados de todo el Pueblo de la Primera Alianza. Y, en cierto sentido, sintetiza los de la humanidad entera. Era una situación envejecida, sin salida, sin fermentos renovadores capaces de dar nueva vida; era una situación sin esperanza de salvación, abocada a la muerte. El profeta, en la primera lectura, hablaba como de una situación de abandono. No había la luz del Evangelio para iluminar la humanidad y las puertas del Paraíso quedaban cerradas. Y el mismo profeta decía que esta situación duraría hasta que, en el momento establecido, el Señor suscitara, de la familia real de Judá, una madre que tenía que tener un hijo. Una madre elegida para tener un hijo singular que debía ser pastor del pueblo de Dios y de la humanidad entera. La oración y el lamento de los hombres y mujeres de fe de la Primera Alianza encontraron, pues, una respuesta al amanecer de la plenitud del tiempo (cf. Ga 4, 4) cuando Dios hizo germinar un fruto portador de vida para el mundo (Romanos el Melodeo): Santa María, de la cual nació Jesús. Ella es la madre y virgen anunciada por el profeta, como decía el evangelio de la anunciación a José que hemos escuchado. María ha puesto al mundo el fruto lleno de ternura y de misericordia que Dios Padre ofrece al mundo para que le seque las lágrimas, lo libere del mal, le perdone los pecados, y le abre la puerta de la felicidad plena en el Reino.
Con Jesús recibimos la Palabra de vida que es el Evangelio dirigido a todo el mundo, y no sólo en el Pueblo de la Primera Alianza. El Evangelio que enseña a la humanidad a vivir como buenos hermanos y que nos ofrece una vida que supera la muerte. Por eso los cristianos, que sabemos que representa a Jesucristo para nosotros y para todo el mundo, exultante en celebrar el nacimiento de Santa María. vemos preanunciado otro nacimiento, el de Jesucristo, el Hijo de Dios que por obra del Espíritu Santo tomará carne en las entrañas de aquella chica llena de fe y de gracia que es María de Nazaret.
Una mirada a nuestro entorno, sin embargo, nos muestra que todavía hay odios, rupturas familiares, estragos de la droga y de la violencia, situaciones de pobreza y de miseria que degradan las personas; hay, en ciertos ámbitos de nuestra sociedad, dosis de hipocresía. En muchos lugares del mundo, corre la sangre, crece la desolación, los derechos sagrados de la persona humana son violados, y su dignidad, su libertad y su honor son pisados. En Oriente medio, están amenazadas muchas de las conquistas humanas, artísticas, técnicas, morales y religiosas de la cultura cristiana, que había convivido pacíficamente con la cultura musulmana y con otros (Patriarca Lutfi Laham). Ante este panorama, puede parecer que el cambio de situación que el profeta había anunciado para cuando hubiera este nacimiento, no se ha producido. Parece que todavía estemos como antes. Sin embargo no es así. El nacimiento de María como amanecer del nacimiento de Jesús ha traído un fruto nuevo en el mundo: la luz del Evangelio que ilumina todo el mundo quien lo acoge (cf. Jn 1, 9) y la salvación por medio de la cruz gloriosa de Jesucristo que nos abrió las puertas del Paraíso. Sólo que este cambio no es algo automático. No es algo que se da al margen de la libertad de las personas. Es necesario que la luz Jesucristo penetre en los corazones y en las inteligencias humanas. Hay que el Evangelio entre en lo más íntimo de las personas para que acoge el fruto de vida y de transformación que aporta. Y esta realidad de transformación interior es da cada día, silenciosamente, pero eficazmente. Con todo, no será hasta el final de los tiempos que el hijo que María ha puesto en el mundo habrá transformado todas las cosas en plenitud. Mientras, con la esperanza y la fuerza que nos viene de él, los cristianos tenemos que ir haciendo obra transformadora tanto de nuestro interior como del nuestro entorno social y del mundo entero. Los cristianos tenemos que hacer obra de liberación y de paz.
Los cristianos, desde las diversas opciones democráticamente legítimas y desde el respeto a las posiciones diferentes de las nuestras, y desde la búsqueda del bien común, debemos contribuir a construir una sociedad respetuosa de los derechos de las personas y de los pueblos, más justa, más solidaria hacia los que sufren por la crisis económica, por la marginación o por otras causas. Los cristianos debemos amar nuestra Patria, pero sin dejar de estar abiertos a los otros pueblos a partir de la fraternidad católica. Rogamos a Santa María que libere del espíritu de discordia" y junte "todos sus hijos con corazón de hermanos "(cf. Visita Espiritual).
Ahora nos disponemos a celebrar la Eucaristía. Hay acogeremos y recibiremos el fruto de las entrañas generosas de Santa María, abrimos de par en par nuestro interior para dejarlo entrar como hizo ella y así nos pueda renovar personalmente y vigorizar para nuestro testimonio cristiano. Va esta oración a favor de todas las MISIONERAS DE PAX VOBIS Y DE LA COMUNIDAD DE JESUS.