Recibir al que Yo envío, es recibirme a mí mismo
- 11 Mayo 2017
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Evangelio según San Juan 13,16-20.
Después de haber lavado los pies a los discípulos, Jesús les dijo: "Les aseguro que el servidor no es más grande que su señor, ni el enviado más grande que el que lo envía. Ustedes serán felices si, sabiendo estas cosas, las practican.
No lo digo por todos ustedes; yo conozco a los que he elegido.
Pero es necesario que se cumpla la Escritura que dice: El que comparte mi pan se volvió contra mí. Les digo esto desde ahora, antes que suceda, para que cuando suceda, crean que Yo Soy. Les aseguro que el que reciba al que yo envíe, me recibe a mí, y el que me recibe, recibe al que me envió".
San Mamerto de Viena
En Vienne, en la Galia Lugdunense, san Mamerto, obispo, que, con motivo de una inminente desgracia, instituyó en esta ciudad unas solemnes letanías para el triduo preparatorio de la fiesta de la Ascensión del Señor (c. 475).
Fray Mamerto Esquiú
"Inspiradas y sazonadas con tal virtud sus palabras obraban verdaderas maravillas, y la fama de su nombre corría por todas partes "
Nació el 11 de mayo de 1826 en La Callecita (Piedra Blanca) al pie del Ambato nevado, a pocos kilómetros de la Capital, bajo un techo de paja. Era el día de San Mamerto y la iglesia celebraba la fiesta de la Ascensión. Fray Francisco Cortez misionero y amigo de la familia lo bautizó; y le dijo a la madre de Esquiú, antes de que este naciera, que sería obispo.
Sus padres fueron Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata que combatió en el alto Perú hasta ser hecho prisionero por los patriotas; su madre María de las Nieves Medina criolla catamarqueña.
Después de 7 años, en Córdoba, los peritos terminaron con la revisión histórica, pero tiene que ser aprobada aun por la Santa Sede. Terminaron en octubre de 2000 y entregaron 8 cajas de material que el padre Jorge Martínez - sacerdote franciscano y vice postulador de la causa de Beatificación de Fray M.Esquiú - entregó a la Santa Sede, en Roma para revisar nuevamente el material.
El proceso comienza en 1926 Esquiú en cierto modo, no tuvo mucha suerte en cuanto al proceso. Primero hubo una confusión se había iniciado en Córdoba, después se hizo aquí, en Catamarca, un proceso que no tuvo valor. Luego vino la segunda guerra mundial y eso también la detuvo. Cuando ésta terminó, la causa fue retomada pero de los tres teólogos que debían hacer juicio de los escritos de Esquiú, dos son favorables y uno es contrario. Esto hace que la causa se detenga y PÍO XII, el Papa que estaba en ese momento, archiva el proceso.
En 1957, el embajador Manuel del Río pide permiso para reabrir la causa y Juan XXIII se lo otorga en 1958. Él revé todo y hace la defensa, pero al morir, al proceso lo ve Pablo VI, quien aprobó la defensa y así pudo retomar nuevamente la causa en 1964.
Luego en Catamarca, el padre Bernardo Martínez trabajo mucho en la causa, reactivó el proceso, logró el reconocimiento de los restos de Esquiú en la Catedral de Córdoba y pidió la opinión de los nuevos teólogos. Como había sido una causa detenida, en vez de volver atrás pusieron seis teólogos y los seis aprobaron y recomendaron su Beatificación en 1978.
En 1979 se logra la prueba que no hubo culto especial sobre Esquiú, porque el culto también detiene la causa de Beatificación. Entonces todo estuvo acorde para presentar lo que se llamó la disquisición histórica, es decir un estudio histórico. En ese momento lo tomaron tres licenciados de historia, ellos hicieron el trabajo, pero parece que no estaban informados de todo el proceso jurídico y lo terminaron muy tarde, recién en 1990.
Fue entonces cuando el Cardenal pide al padre Jorge Martínez que se ocupe del tema, quien ese momento se ocupaba como Rector de la Universidad de Mendoza. Viajo a Roma e inició una investigación más profunda y en 1993 verifica que desde 1978 la causa se había detenido bastante y que prácticamente estaba parada.
Oremos
Señor, tú que colocaste a San Mamerto en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San [Padre] Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino Ep 3, 707; 2, 70
«Recibir al que Yo envío, es recibirme a mí mismo»
Tras el amor de nuestro Señor, te recomiendo el de la iglesia, su Esposa. Ella es de alguna manera la paloma que incuba y da lugar a la descendencia del Esposo. Da todos los días gracias a Dios por ser hija de la iglesia, a ejemplo de un gran número de almas que nos han precedido en esta ruta bendita. Ten mucha compasión de todos los pastores, predicadores y guías espirituales; se encuentran esparcidos por la superficie de la tierra... Ruega a Dios por ellos, para que se salven, sean fecundos y proporcionen la salvación a las almas.
Ruega por las personas infieles como por las fervientes, reza por el Santo Padre, por todas las necesidades espirituales y temporales de la Iglesia, porque ella es nuestra madre. Haz también una oración especial por todos aquellos que estamos implicados en la salvación de las almas para gloria del Padre.
La mejor respuesta para probar científicamente que Cristo resucitó
¿Habría algo que corregirle o añadirle a este video? Por un lado, el argumento es claro: nos plantea una necesaria distinción para poder abordar mejor la Resurrección de Cristo como hecho “razonable”, es decir, digno de ser creído en cuanto racionalmente verosímil, y no caer así en la trampa de quienes lo tildan de creencia “irracional” fruto de pura autosugestión y fantasía, en cuanto carente de pruebas científicas. En ese sentido, es cierto que se trata de un evento que por su misma condición histórica (o mejor dicho, meta-histórica, pues en su mismo acontecer la trasciende), no puede ser enmarcado en el ámbito de lo “demostrable” científicamente, como si pudiese ser juzgado según pruebas experimentales, lo cual sería no solo inútil, sino ridículo. No se le pueden pedir peras al olmo, como se dice, de la misma manera que no se puede esperar que haya pruebas científicas de que los muertos resucitan; sin embargo, cabe decir que, en lo que respecta a la ciencia actual, los avances en nuestra comprensión de lo que es la materia, o mejor dicho, en nuestra incomprensión ante su enorme misterio, nos llevan más bien a acoger como posibles hechos de este tipo.
Como nos lo recordaba el P. Manuel Carreira SJ (astrofísico) refiriéndose a la materia estudiada en sus dimensiones microscópicas (campo denominado “mecánica cuántica”):
«Ni partículas ni ondas son estrictamente localizables: más bien se comportan como distorsiones, más o menos concentradas, del “vacío físico”, con posibilidad de ser detectadas fuera del lugar ocupado según la mecánica clásica. Esta falta de localización estricta se expresa en el Principio de Indeterminación de Heisenberg, y da lugar a fenómenos como el de difracción de electrones o átomos enteros, y al “efecto túnel”, importante como explicación de la radioactividad y base de dispositivos electrónicos de utilidad industrial y científica. En estos casos tenemos que admitir que una partícula está en varios lugares simultáneamente (difracción) o que pasa de un lugar a otro sin pasar por el medio y sin perder energía o emplear tiempo medible en su paso (efecto túnel).. »
Tan difícil se ha vuelto para los científicos explicar el comportamiento de la flexible, indeterminada y misteriosa materia como fue para los discípulos narrar el comportamiento del cuerpo glorioso de Cristo resucitado, que presenciaron en diversas ocasiones. Una cosa es cierta, como decía el papa Benedicto XVI, la incongruencia de los hechos no disminuye ni desacredita la atendibilidad de lo que sucede (o sucedió; por el contrario, en no pocos casos la refuerza, pues como arguye el papa:
«La dialéctica que forma parte de la esencia del Resucitado es presentada en los relatos realmente con poca habilidad, y precisamente por eso dejan ver que son verídicos. Si se hubiera tenido que inventar la resurrección, se hubiera concentrado toda la insistencia en la plena corporeidad, en la posibilidad de reconocerlo inmediatamente y, además, se habría ideado tal vez un poder particular como signo distintivo del Resucitado. Pero en el aspecto contradictorio de lo experimentado, que caracteriza todos los textos, en el misterioso conjunto de alteridad e identidad, se refleja un nuevo modo del encuentro, que apologéticamente parece bastante desconcertante, pero que justo por eso se revela también mayormente como descripción auténtica de la experiencia que se ha tenido» (Ver Jesús de Nazaret, Tomo II)
En realidad, en un tiempo como el de los discípulos los Evangelios parecen estar narrados solo para escandalizar y generar confusión, lo cual no sale muy a cuenta si se quiere convencer a alguien. Basta mencionar que, en un contexto fuertemente monoteísta, un hombre se proclama Dios y muere (Dios ha muerto como sentenció dos mil años tarde Nietzche); que resucita antes del final de los tiempos, siendo las primeras testigos de tal evento mujeres (algo escandaloso, visto que eran consideradas como testigos sin relevancia); que la Resurrección como decíamos antes viene contada de forma incongruente por los diversos testigos (Jesús es reconocible y luego no lo es, tiene corporeidad y luego atraviesa las puertas como un fantasma, etc.);los discípulos se describen a sí mismos como incrédulos, muertos de miedo, reunidos con las puertas cerradas para protegerse.
En fin, todo parece escrito por alguien a quien solo le interesa decir cómo ocurrieron las cosas sin mucho maquillaje.
Por último, añadiría que otro gran signo que nos ha dejado el Señor para sostener nuestra fe, y que constituye todavía un gran desafío para la ciencia, es la Sábana Santa de Turín. ¿Qué decir entonces ante todo esto? Que tenemos razones para creer, que la fe no niega ni la razón ni los hechos, sino que apoyándose en ellos los lleva a su plenitud en un asentimiento que se abre a una realidad nueva, una realidad que, al ser donada, no puede ser fruto de nuestros cálculos y razonamientos; una realidad tan sencilla y grande que para abrazarla solo pide una razonable humildad y confianza.
El puesto del servidor
San Juan 13, 16-20. IV Jueves de Pascua
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
María, llévame hacia el Corazón de tu Hijo y enséñame a escuchar sus latidos. Tú conoces mejor que nadie a Cristo: ayúdame a imprimir su imagen en mí para transmitir su amor a mis hermanos. Así sea.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Termina la cena y alguien tiene que levantarse a lavar los platos. Esto es lo ordinario en casa. Pero Cristo va más allá: se levanta, se quita el manto –signo de su dignidad– pero no lava platos: lava pies… Toma el puesto del sirviente. Quiere llegar al fondo de la humildad.
"Aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón." (Mt 11, 29) Tú, Jesús, me enseñas con tu ejemplo. Así puedo conocer lo que de verdad hace dichoso. Porque sólo es dichoso el que se entrega sin reservas, el que ama hasta dar la vida, el que vive para servir. Alguien tenía que redimir al ser humano y Tú has tomado este puesto. Alguien tenía que expiar el pecado del mundo y Tú has aceptado la cruz.
Me has escogido, Señor, para enseñar esto a los demás con mis palabras y mis obras. Desde el momento del bautismo soy un enviado, un apóstol para que otros puedan descubrir tu amor y tu entrega. Actúa en mí este día.
Entra en mi corazón y ayúdame a manifestar la Buena Noticia. Tal vez se me presenten oportunidades sencillas, pero cada gesto de amor sincero lleva tu imagen. Por eso te pido que me acompañes hoy, Señor, para que allá donde me envíes los demás puedan recibirte.
"Es el ejemplo del Señor: Él es el más importante y lava los pies porque, entre nosotros, el que está más en alto debe estar al servicio de los otros. Y esto es un símbolo, es un signo, ¿no? Lavar los pies es: "yo estoy a tu servicio". Y también nosotros, entre nosotros, no es que debamos lavarnos los pies todos los días los unos a los otros, pero entonces, ¿qué significa? Que debemos ayudarnos, los unos a los otros. A veces estoy enfadado con uno, o con una... pero... olvídalo, olvídalo, y si te pide un favor, hazlo. Ayudarse unos a otros: esto es lo que Jesús nos enseña y esto es lo que yo hago, y lo hago de corazón, porque es mi deber. Como sacerdote y como obispo debo estar a vuestro servicio. Pero es un deber que viene del corazón: lo amo. Amo esto y amo hacerlo porque el Señor así me lo ha enseñado."
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de marzo 2013).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré servir de algún modo durante la comida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nues ¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Somos hipócritas o servidores?
Este discurso de Jesús se dirige a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.
En las Sagradas Escrituras, frecuentemente, Jesús ataca a los escribas y fariseos. Invita a los suyos a hacer y cumplir lo que enseñan, pero no imitarlos en su conducta. Son críticas duras que les hace a los dirigentes espirituales de su pueblo. En concreto les echa en cara lo siguiente:
1. No cumplen lo que enseñan
2. Imponen cargas pesadas a la gente, pero ellos ni las tocan
3. Quieren aparentar ante los demás
4. Buscan los primeros puestos y los saludos en las plazas
Ahora, uno podría pensar que estas actitudes fueron propias de esta gente y que con su muerte se acabaron. Lastimosamente no es así. Este discurso de Jesús se dirige, por eso, también a los cristianos de todos los tiempos. Se dirige a las autoridades de la Iglesia y se dirige igualmente a cada uno de nosotros.
Porque los fariseos no son una categoría de personas. Se trata, más bien, de una categoría del espíritu de una postura interior. Es un bacilo siempre dispuesto a infectar nuestra vida religiosa.
Todos somos fariseos:
a. Cuando reducimos la religión a una cuestión de prácticas espirituales, a un legalismo estéril;
b. Cuando pretendemos llegar a Dios dejando de lado al prójimo;
c. Cuando nos preocupamos más de “parecer” que de “ser”;
d. Cuando nos consideramos mejores que los demás.
Toda esta plaga tiene un único y solo nombre: hipocresía. Por eso, con toda justicia, fariseísmo se ha convertido para nosotros en sinónimo de hipocresía.
Los hipócritas tienen una “doble cara”, una vuelta hacia Dios y la otra hacia los demás. Y, sin duda, la cara que mira a Dios es horrible, espantosa.
Para Cristo, la ley no era un ídolo, sino que era un medio. Tenía la tarea de empujar al hombre hacia adelante, de ayudarle para crecer.
El desafío que hoy nos presenta Jesús es, entonces: amor o hipocresía. Porque amar significa servir. Quien ama realmente, sirve a los demás, se entrega a los hermanos.
Es la actitud de Cristo. Toda su vida en esta tierra no fue sino un servicio permanente a los demás. Y al final entrega hasta su vida por nosotros, para liberarnos y salvarnos.
Y es también la actitud de María. En la hora de la Anunciación se proclama la esclava del Señor. Nosotros muchas veces creemos que estamos sirviendo a Dios porque le rezamos una oración o cumplimos una promesa. Miremos a María: Ella le entrega toda su vida, para cumplir la tarea que Dios le encomienda por medio del ángel. Cambia en el acto todos sus planes y proyectos, se olvida completamente de sus propios intereses.
Lo mismo le pasa con Isabel. Sabe que su prima va a tener un hijo y parte en seguida, a pesar del largo camino de unos cien kilómetros. No busca pretextos por estar encinta y no poder arriesgar un viaje tan largo. Y se queda tres meses con ella, sirviéndola hasta el nacimiento de Juan Bautista.
Hace todo esto, porque sabe que en el Reino de Dios los primeros son los que saben convertirse en servidores de todos. Cuando el ángel le anuncia que Ella será Madre de Dios, entonces María comprende que esta vocación le exige convertirse en la primera servidora de Dios y de los hombres.
Pidamos a Jesús y a María que nos regalen ese espíritu de servicio desinteresado y generoso, que ellos han vivido tan ejemplarmente. Sólo con ese espíritu podremos enfrentar los desafíos del mundo de hoy. Sólo con ese espíritu podremos ser instrumentos aptos para construir un mundo nuevo.
Preguntas para la reflexión
1. ¿En qué grupo estoy, hipócritas o servidores?
2. ¿Cómo podemos servir a los demás?
3. ¿Qué actitud de María puedo adoptar?
7 cosas que debes saber sobre las apariciones de la Virgen en Fátima
Información básica que todo católico debe saber sobre esta aparición
El 13 de mayo es la fiesta de la Virgen de Fátima, la aparición aprobada por la Santa Sede más famosa del siglo XX, particularmente por el tercer secreto que María reveló a los tres pastorcitos en la Cova da Iria (Portugal) y fue transcrito por Sor Lucía el 3 de enero de 1944.
Aquí presentamos 7 cosas que todo católico debe saber sobre esta aparición.
La Virgen apareció 6 veces en Fátima
En tiempos de la Primera Guerra Mundial la pastorcita Lucía dos Santos dijo haber experimentado las visitas sobrenaturales de la Virgen María en 1915, dos años antes de las famosas apariciones.
En 1917, ella y dos de sus primos, Francisco y Jacinta Marto, estaban trabajando como pastores en los rebaños de sus familias en un pequeño pueblo de Fátima llamado Cova de Iría. El 13 de mayo de aquel año, los tres niños vieron una aparición de la Virgen María que les dijo, entre otras cosas, que regresaría durante los próximos seis meses todos los días 13 a la misma hora.
María también reveló a los niños, en la segunda aparición, que Francisco y Jacinta morirían pronto y que Lucía sobreviviría para dar testimonio de las apariciones.
En la tercera aparición de la Virgen, el 13 de julio, a Lucía se le devela el secreto de Fátima. Según los informes, se puso pálida y gritó de miedo llamando a la Virgen por su nombre. Hubo un trueno, y la visión terminó. Los niños volvieron a ver a la Virgen el 13 de septiembre.
En la sexta y última aparición, el 13 de octubre, ante miles de peregrinos que llegaron a Fátima (Portugal), se produjo el denominado “Milagro del sol”, en el que, luego de la aparición de la Virgen María a los pastorcitos Jacinta, Francisco y Lucía, se pudo ver al sol temblar, en una especie de “danza”, según relataron los que estaban ahí.
Francisco y Jacinta murieron pronto, Lucía se hizo religiosa
Una pandemia de gripe española barrió Europa en 1918 y mató cerca de 20 millones de personas. Entre ellos se encontraban Francisco y Jacinta, que contrajeron la enfermedad en 1918 y fallecieron en 1919 y 1920 respectivamente. Por su parte, Lucía entró en el convento de las Hermanas Doroteas.
El 13 de junio de 1929, en la capilla del convento en Tuy en España, Lucía tuvo otra experiencia mística en la que vio a la Santísima Trinidad y a la Virgen María. Esta última les dijo: "Ha llegado el momento en que Dios le pide al Santo Padre, en unión con todos los obispos del mundo, hacer la consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón, prometiendo salvarla por este medio" (S. Zimdars-Schwartz, Encuentro con María, 197).
El 13 de octubre de 1930, el Obispo de Leiria (ahora Leiria-Fátima) proclamó las apariciones de Fátima como auténticas.
Sor Lucía escribió el secreto de Fátima 18 años después de las apariciones
Entre 1935 y 1941, bajo las órdenes de sus superiores, Sor Lucía escribió cuatro memorias de los acontecimientos de Fátima.
En la tercera memoria -publicada en 1941- escribió las dos primeras partes del secreto y explicó que había una tercera parte que el cielo aún no le permitía revelar.
En la cuarta memoria añadió una frase al final de la segunda parte del secreto: "En Portugal, se conservará siempre el dogma de la fe, etc".
Esta frase fue la base de mucha especulación, se dijo que la tercera parte del secreto se refería a una gran apostasía.
Tras la publicación de la tercera y cuarta memoria, el mundo puso atención en el secreto de Fátima y las tres partes del mensaje, incluyendo la petición de la Virgen para que Rusia se consagre a su Inmaculado Corazón a través del Papa y los obispos del mundo.
El 31 de octubre de 1942 Pío XII consagró no sólo Rusia, sino a todo el mundo al Inmaculado Corazón de María. Lo que faltó, sin embargo, fue la participación de los obispos del mundo.
En 1943, el Obispo de Leiria ordenó a Sor Lucía poner el tercer secreto de Fátima por escrito, pero ella no se sentía en libertad de hacerlo hasta 1944. Fue puesto en un sobre lacrado en el que Sor Lucía escribió que no debía abrirse hasta 1960.
La tercera parte del secreto de Fátima fue leída por varios Papas
El secreto se mantuvo con el Obispo de Leiria hasta 1957, cuando fue solicitado (junto con copias de otros escritos de la Hermana Lucía) por la Congregación para la Doctrina de la Fe. Según el Cardenal Tarcisio Bertone, el secreto fue leído por Juan XXIII y Pablo VI.
"Juan Pablo II, por su parte, pidió el sobre que contiene la tercera parte del ‘secreto’ tras el intento de asesinato que sufrió el 13 de mayo 1981".
Después de leer el secreto, el Santo Padre se dio cuenta de la conexión entre el intento de asesinato y Fátima: “fue la mano de una madre que guió la trayectoria de la bala”, detalló. Fue este Papa quien decidió publicarlo en el año 2000.
Para saber más del tercer secreto de Fátima puede ingresar al siguiente enlace
Las claves del secreto: arrepentimiento y conversión
El entonces Cardenal Joseph Ratzinger (Papa Emérito Benedicto XVI), Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, señaló que la clave de la aparición de Fátima es su llamado al arrepentimiento y a la conversión. (Comentario Teológico)
Las tres partes del secreto sirven para motivar al individuo al arrepentimiento y lo hacen de una manera contundente.
La primera parte del secreto es una visión del infierno
La primera parte del secreto -la visión del infierno- es para muchos la más importante, porque revela a los individuos las trágicas consecuencias de la falta de arrepentimiento y lo que les espera en el mundo invisible si no se convierten.
La segunda parte del secreto es sobre la devoción al Inmaculado Corazón
En la segunda parte la Virgen María dice:
"Usted ha visto el infierno donde van las almas de los pobres pecadores. Para salvarlas, Dios quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón".
Después de explicar la visión del infierno, María habló de una guerra que "iniciará durante el pontificado de Pío XI."
Esta última fue la Segunda Guerra Mundial, que fue ocasionada, según las consideraciones de Sor Lucía, por la anexión de Austria a Alemania durante el pontificado de Pío XI (J. de Marchi, Temoignages sur les apparitions de Fatima, 346).
Sor Lucía dos Santos
Joao César das Neves, en San Pablo
"Lucía. La espiritualidad contagiosa de los niños de Fátima"
Un retrato de "una mujer fuerte, alegre, llena de energía e iniciativa"
Antonio Aradillas, 11 de mayo de 2017 a las 07:54
Contribuirá a que los lectores tomen conciencia de lo que realmente es, significa y exige, la verdadera educación en la fe...
(Antonio Aradillas).- Católicos, y no católicos, "tradicionales y al uso", somos ya muchos a los que no nos convencen métodos y medios de evangelización y presencia pontificias en los marcos triunfantes y multitudinarios de las concentraciones masivas.
Nos da la santa impresión de que, tal y como soplan "franciscanamente" los tiempos dentro de la Iglesia, y en conformidad con los plácemes de la sensibilidad "civil", tales concurrencias "made in Juan Pablo II" pudieron, y debieron, haber pasado a la historia de las afirmaciones, y reafirmaciones propias de tiempos pasados, además de dudosa procedencia evangélica.
En este contexto de exigencias o de "frustraciones", resulta procedente situar y juzgar los actos inminentes que tendrán lugar este fin de semana en Fátima y sus alrededores turístico-piadosos, a propósito de la canonización de los pastorcillos "videntes". Fueron ya superados los correspondientes procesos que dicta el Código de Derecho Canónico, con la inclusión requerida y atestiguada de los milagros establecidos, dejando al lado el excepcional "¡Santo súbito!", es decir, "¡Ya!" y "sea lo que Dios quiera".
En los más recientes tiempos está abriéndose paso la idea de que la justificación suprema de la presencia del Papa Francisco en las tierras portuguesas, sin escatimar triunfalismos religiosos, institucionales y populares, respondieron verazmente a otros motivos o causas.
De entre estas, no pocos ponen el acento precisamente en la capacidad reparadora-"penitencial" que actos como estos pueden entrañar, con explícita referencia en nuestro caso concreto, al comportamiento tan noticiado, digno de toda clase de reproches, anatemas y descalificaciones, silenciado, consentido y aún protagonizado por los mismos miembros de la jerarquía eclesiástica, con nombres y actividades tan innobles, infernales y satánicos como "pederastia", "inmoralidad" y "corrupción", supuestamente divina y humana.
Desde tal concepción reparadora es posible explicar que el Papa Francisco no haya rehuido la posibilidad de hacerse personalmente presente en acontecimientos populares como los previstos en Fátima, repartiendo sonrisas, caricias y besos a la "grey" infantil y a sus familiares, identificado en plenitud con el comportamiento y ejemplos de Jesús, tal y como los escriben, describen, y alaban los evangelios...
Para reafirmarse en estas salvadoras ideas y modos de ser y actuar a ejemplo del Hijo de Dios y de la Virgen María, será de provecho la lectura del libro Lucía. La espiritualidad contagiosa de los niños de Fátima, recientemente editado por San Pablo, en su prestigiosa, orientadora y formativa colección de "Testigos". Su autor es Joao César das Neves, economista y catedrático de la Universidad Católica Portuguesa (Lisboa), que firma asiduamente la columna "No hay comida gratis", en el Diario de Noticias, del país hermano, relacionado de por vida con el Servicio de Estudios y difusión del santuario de Fátima.
El libro, con sus 144 páginas, y tres partes o apartados, presenta y analiza la figura de "Lucía, una testigo privilegiada de las Apariciones de Nuestra Señora... con su perfil de mujer fuerte, alegre, llena de energía e iniciativa y con una espiritualidad contagiosa". Por supuesto que el autor no escatima referir algunos rasgos fundamentales de los "otros dos pastorcitos y santos de Fátima: Jacinta y Francisco".
Una interesante y oportuna descripción e información acerca de "la espiritualidad contagiosa de los niños" que, sin misterios y secretos, contribuirá a que los lectores habituales, y otros, de San Pablo, tomen conciencia de lo que realmente es, significa y exige, la verdadera educación en la fe...
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