Las lágrimas de una madre
- 16 Septiembre 2014
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El Papa Francisco en Santa Marta
Homilía de Francisco por la Bienaventurada Virgen Dolorosa
El Papa: "Nuestra alma es femenina, como María y como la Iglesia"
"Jesús vino al mundo para aprender a ser hombre"
Redacción, 15 de septiembre de 2014 a las 17:08
Y así como nuestros Padres del Paraíso salieron con una promesa, hoy nosotros podemos ir adelante con una esperanza
Así como sin María no habría existido Jesús, del mismo modo "sin la Iglesia no podemos ir adelante". Lo dijo el Papa al presidir la Misa matutina en la Capilla de la Casa de Santa Marta en la memoria litúrgica de la Bienaventurada Virgen Dolorosa.
La Liturgia - afirmó Francisco - después de habernos mostrado la Cruz gloriosa, nos hace ver a la Madre humilde y mansa. En la Carta a los hebreos "Pablo subraya tres palabras fuertes", cuando dice que Jesús "aprendió, obedeció y padeció". "Es lo contrario de lo que había sucedido a nuestro padre Adán, que no quiso aprender lo que el Señor mandaba, que no quiso padecer ni obedecer". Jesús, en cambio, aun siendo Dios, "se despojó, se humilló a sí mismo haciéndose siervo. Ésta es la gloria de la Cruz de Jesús":
"Jesús vino al mundo para aprender a ser hombre, y siendo hombre, caminar con los hombres. Vino al mundo para obedecer, y obedeció. Pero esta obediencia la aprendió del sufrimiento. Adán salió del Paraíso con una promesa, la promesa que iba adelante durante tantos siglos. Hoy, con esta obediencia, con este aniquilarse a sí mismo, humillarse, de Jesús, esa promesa devuelve esperanza. Y el pueblo de Dios camina con esperanza cierta. También la Madre, ‘la nueva Eva', como la llama el mismo Pablo, participa en este camino del Hijo: aprendió, sufrió y obedeció. Y se convierte en Madre".
El Evangelio nos muestra a María a los pies de la Cruz. Jesús dice a Juan: "He aquí tu madre". María - afirmó el Papa - "es ungida Madre". "Y esta es también nuestra esperanza. Nosotros no somos huérfanos, tenemos Madres: la Madre María. Pero también la Iglesia es Madre y también la Iglesia es ungida Madre cuando recorre el mismo camino de Jesús y de María: el camino de la obediencia, el camino del sufrimiento; y cuando tiene esa actitud de aprender continuamente el camino del Señor. Estas dos mujeres - María y la Iglesia - llevan adelante la esperanza que es Cristo, nos dan a Cristo, generan a Cristo en nosotros. Sin María, no habría existido Jesucristo; sin la Iglesia no podemos ir adelante".
"Dos mujeres y dos Madres" - prosiguió explicando el Papa Francisco - y junto a ellas nuestra alma, que como decía el monje Isaac, abad de Stella, "es femenina" y se asemeja "a María y a la Iglesia".
"Hoy, viendo a esta mujer ante la Cruz, firme en seguir a su Hijo en el sufrimiento para aprender la obediencia, al verla vemos a la Iglesia y vemos a nuestra Madre. Y también vemos nuestra pequeña alma que no se perderá jamás, si sigue siendo también una mujer cercana a estas dos grandes mujeres que nos acompañan en la vida: María y la Iglesia. Y así como nuestros Padres del Paraíso salieron con una promesa, hoy nosotros podemos ir adelante con una esperanza: la esperanza que nos da nuestra Madre María, firme ante la Cruz, y nuestra Santa Madre Iglesia jerárquica". (RV/RD)
Evangelio según San Lucas 7,11-17.
Jesús se dirigió a una ciudad llamada Naím, acompañado de sus discípulos y de una gran multitud. Justamente cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, llevaban a enterrar al hijo único de una mujer viuda, y mucha gente del lugar la acompañaba. Al verla, el Señor se conmovió y le dijo: "No llores". Después se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: "Joven, yo te lo ordeno, levántate". El muerto se incorporó y empezó a hablar. Y Jesús se lo entregó a su madre. Todos quedaron sobrecogidos de temor y alababan a Dios, diciendo: "Un gran profeta ha aparecido en medio de nosotros y Dios ha visitado a su Pueblo". El rumor de lo que Jesús acababa de hacer se difundió por toda la Judea y en toda la región vecina.
San Ambrosio (c. 340-397), obispo de Milán y doctor de la Iglesia
Sobre el evangelio de San Lucas, V, 89; SC 45
Las lágrimas de una madre
La divina misericordia pronto se deja doblegar por los gemidos de esta madre. Es viuda; los sufrimientos y la muerte de su hijo único la han destrozado… Me parece que esta viuda, rodeada de la muchedumbre del pueblo, es más que una simple mujer que, con sus lágrimas, ha merecido la resurrección de un hijo, joven y único. Es imagen de la misma Iglesia, la cual, por sus lágrimas, en medio del cortejo fúnebre y hasta en el interior del sepulcro, consigue llamar a la vida al joven pueblo del mundo. […]
Porque, por la palabra de Dios, los muertos resucitan, recuperan la voz y la madre recobra a su hijo; este es llamado de la tumba, arrancado del sepulcro. ¿Cuál es esta tumba, para vosotros, sino vuestra mala conducta ? Vuestra tumba es la falta de fe. […] Cristo os ha liberado de este sepulcro; saldréis de él si escucháis la palabra de Dios. Y si vuestro pecado es demasiado grave para que pueda ser lavado con las lágrimas de vuestra penitencia, que intervenga, en favor vuestro, el llanto de vuestra madre la Iglesia. […] Ella intercede por cada uno de sus hijos, como si cada uno fuera hijo único. En efecto, la Iglesia, llena de compasión, experimenta un dolor espiritual y del todo maternal cuando ve que sus hijos son arrastrados a la muerte por el pecado.
16 de septiembre 2014 Martes XXIV 1 Co 12, 12-14.27-31a
Hay que tener este principio bien claro: «Todos nosotros, judíos y griegos, esclavos o libres, hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo cuerpo». Las mentalidades, las culturas y los niveles sociales pueden ser bien contradictorios, pero para el creyente el bautismo nos une porque «nos ha sido dado como bebida el mismo Espíritu». ¿Cuáles son las causas que hacen que, a veces, sea tan difícil de vivir unidos? Señor, que siempre esté atento a tu Espíritu.
Emergencia humanitaria en Sudán del Sur
En Sudán del Sur casi 4 millones de personas dependen de la ayuda humanitaria para sobrevivir. Los equipos de Oxfam están atendiendo más de 150.000 personas distribuyendo comida y agua potable. El campo de desplazados de Mingkaman, a Awerial, se ha convertido en refugio para casi 100.000 personas que huyeron de los enfrentamientos violentos en el estado de Jonglei, principalmente de la ciudad de Bor. Las personas que llegan necesitan agua, comida y un techo donde refugiarse.
San Juan Macías
En Lima, en el Perú, san Juan Macías, religioso dominico, que, dedicado por mucho tiempo a oficios humildes, atendió con diligencia a pobres y enfermos y rezó asiduamente el Rosario por las almas de los difuntos (1645).
Etimología: Juan = Dios es misericordia. Viene de la lengua hebrea.
Fecha de canonización: 28 de setiembre de 1975 por Pablo VI
Nació en Rivera de Fresno, en Extremadura, España, el 2 de marzo de 1585. Era muy niño cuando sus padres murieron, quedando él bajo el cuidado de un tío suyo que lo hizo trabajar como pastor. Después de un tiempo conoció a un comerciante con el cual comenzó a trabajar, en 1616 el mercader viajó a América y Juan junto con él.
Llegó primero a Cartagena y de ahí decidió dirigirse al interior del Reino de Nueva Granada, visitó Pasto y Quito, para llegar finalmente al Perú donde se instalaría por el resto de su vida. Recién llegado obtuvo trabajo en una hacienda ganadera en las afueras de la capital y en estas circunstancias descubrió su vocación a la vida religiosa. Después de dos años ahorró un poco de dinero y se instaló definitivamente en Lima.
Repartió todo lo que tenía entre los pobres y se preparó para entrar a la Orden de Predicadores como hermano lego en el convento de dominicos de Santa María Magdalena donde había sido admitido. El 23 de enero de 1622 tomó los hábitos.
Su vida en el convento estuvo marcada por la profunda oración, la penitencia y la caridad.
Por las austeridades a las que se sometía sufrió una grave enfermedad por la cual tuvo que ser intervenido en una peligrosa operación. Ocupó el cargo de portero y este fue el lugar de su santificación. El portón del monasterio era el centro de reunión de los mendigos, los enfermos y los desamparados de toda Lima que acudían buscando consuelo. El propio Virrey y la nobleza de Lima acudían a él en busca de consejos.
Andaba por la ciudad en busca de limosna para repartir entre los pobres. No se limitaba a saciar el hambre de pan, sino que completaba su ayuda con buenos consejos y exhortaciones en favor de la vida cristiana y el amor a Dios.
Murió el 16 de setiembre de 1645.
El hijo de la viuda de Naím
Lucas 7, 11-17. Tiempo Ordinario. Dios sigue haciendo milagros para que nosotros podamos ser felices en Él.
Oración introductoria
Dios mío, Tan grande es tu amor que no dejas de compadecerte de mí, a pesar de mis debilidades, porque digo y no hago, ofrezco y no cumplo. ¡Ven a iluminar mi oración! Dame la gracia que me hará crecer en amor y en fidelidad.
Petición
Señor, quiero ser todo para Ti, concédeme olvidarme de mis preocupaciones para poder escucharte.
Meditación del Papa Francisco
Jesús tiene la capacidad de sufrir con nosotros, de estar cerca de nuestros sufrimientos y hacerlos suyos. Jesús se compadeció de esta viuda que había perdido a su hijo. Sabía lo que significaba una mujer viuda en ese tiempo.
El Señor tiene un amor especial por las viudas, y las cuida. Pienso también que esta viuda es un icono de la Iglesia, porque también la Iglesia es en cierto sentido una viuda: El Esposo se ha ido y Ella camina en la historia con la esperanza de hallarlo, de encontrarse con Él. Y Ella será la esposa definitiva. Pero mientras tanto Ella, la Iglesia, ¡está sola! El Señor no está visible. Tiene una cierta dimensión de viudez... Esta Iglesia valiente, que defiende a sus hijos, como la viuda que iba donde el juez corrupto para defender, defender y finalmente ganó. ¡Nuestra Madre Iglesia es valiente! Tiene el coraje de una mujer que sabe que sus hijos son suyos, y debe defenderlos y llevarlos al encuentro con su Esposo. (Cf. S.S. Francisco, 17 de septiembre de 2013, homilía en Santa Marta).
Reflexión
Hay una diferencia abismal entre las demás religiones y el Cristianismo. En las demás, el hombre va en busca de Dios. En el Cristianismo es Dios el que busca al hombre.
Y en la Iglesia Católica, fundada por Cristo, lo vemos todos los días. Este Evangelio es una prueba más del amor de Dios hacia nosotros, que es infinito. Tiene el arrojo y tesón del amor de padre y el candor y profundidad del amor de madre. Cristo al ver a la viuda que se le había muerto todo lo que tenía en el mundo, se compadece de ella. Del Corazón de Cristo brota esa necesidad de consolar a la viuda y le vuelve a entregar a su hijo. Y así como Cristo entregó alegría a esta viuda, hoy día Cristo entrega a muchos padres angustiados su joven hijo que se fue de casa días atrás, ablanda los corazones de los esposos a punto de separarse, inspira a los grandes empresarios a cambiar de actitud hacia sus colaboradores y, en vez de hundirles en deudas estratosféricas, hacen un trato para arreglar cuentas, etc.
Dios sigue obrando milagros para que nosotros podamos ser felices en Él. Es imposible que a Dios le guste vernos tristes, porque nos ama. Pero si lo estamos... ¿acaso será porque no le hemos permitido a Cristo entrar en nuestras vidas? Pidamos hoy esta gracia a Cristo Eucaristía.
Propósito
Hacer una visita al Santísimo Sacramento para escuchar lo que Dios me quiere decir hoy y dejarlo entrar en nuestra vida.
Diálogo con Cristo
Señor, sé, como decía san Agustín, que las aflicciones y tribulaciones que a veces sufrimos nos sirven de advertencia y corrección, y que si tuviera la fe debida, no temería a nada ni a nadie, porque todo pasa para nuestro bien, si sabemos poner todo en tus manos. Pero bien conoces mi debilidad, mi necesidad de sentir tu consuelo y tu presencia, ven a mi corazón, que quiere resucitar contigo, para poder experimentar el amor de Dios.
Buscar a Jesús con confianza
Desde la humildad podemos suplicar insistentemente a Jesús. ¿Qué necesidad tenemos y queremos pedir a Jesús?
La oración es mirar a Jesús con la confianza de un niño; caer a sus pies con la confianza de un enfermo y suplicarle con insistencia con la confianza de un pobre. Él está cerca de ti, viene como Padre, médico y rey de tu corazón, no temas, acércate y tu alma gozará de su presencia y de su amor. Es la fe la que te dará alas para llegar hasta Él.
Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. (...) Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?» Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de él. Pero él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer. (Mc 5, 22-24; 35-43)
Buscar a Jesús
Mis ojos en tu mirada y tu mirada en mis ojos
Acudir a Jesús es ponerse en camino, estar atento a sus señales, sus huellas, sus palabras. Es oír de Él para buscarlo a Él. Buscar sus huellas es el primer paso. Abrir el corazón y la mente para que el mundo y los hombres nos hablen de Él. La oración es vivir sus huellas, tener hambre de Él para que poniéndonos en su presencia se nos revele, nos regale su mirada, su Palabra, su vida y su corazón. Jairo era un personaje importante, jefe de la sinagoga, donde los judíos daban culto. Había escuchado del Maestro Jesús. Un nuevo profeta con sabiduría y poder. En un principio vio en Él al médico que podría curar a su hija. Tenía una gran necesidad de encontrarlo, pues Él quizás podría darle el regalo de curar a su hija gravemente enferma. Busca, pregunta, sale de sus seguridades y con la mente y su corazón puestos en su hija, lo encuentra.
Su búsqueda ha dado su fruto, está allí, en medio de la muchedumbre. Se acerca con cautela al inicio pero con decisión. No puede perder tiempo, tiene que reclamar su atención, su hija está grave. Así es también nuestra oración, está búsqueda del maestro nos tiene que llevar a salir de nosotros, de nuestras seguridades, del afán de controlar nuestra vida, de ser creadores de nuestra propia felicidad para salir a la búsqueda de quien no sólo da la felicidad, sino de quien es la Felicidad. Muchas veces Dios usa la cruz, la enfermedad, la soledad, la tristeza como medios para salir en búsqueda de su corazón. Así nuestros ojos tan centrados en nosotros mismos volarán hasta los de Cristo y entonces, podremos experimentar la alegría de ser penetrados por la mirada de Aquel que nos consuela porque nos conoce y nos ama.
Mis rodillas se doblan irresistiblemente ante ti
El cruzar la mirada con la de Jesús lleva a la acción. Más bien a la pasividad de la acción: Jairo se deja caer de rodillas en signo de adoración, admiración, pequeñez, súplica. El amor expresado en una mirada suaviza el corazón, debilita todo miedo y da paso a este signo de sumisión y de entrega total en las manos de Dios.
Ponerse de rodillas ante Dios es señal de abandono, de seguridad puesta a los pies del Maestro. De rodillas no tenemos facilidad de movimientos, no podemos huir, no nos podemos defender. Sí, la oración verdadera es un acto de humildad, de presentarnos indefensos ante el amor de Dios. ¿Cuántas veces vivimos defendiéndonos del amor de Dios, del camino estrecho de su seguimiento, de la cruz? Cuanto más recemos y estemos en su presencia, más humildes seremos, más cerca de la tierra estaremos y así recordaremos nuestro origen y la necesidad de Dios. Pero Cristo no quiere humillarnos. Nos deja así de rodillas para que levantemos la mirada, olvidándonos de nosotros mismos, para así contemplar su mano que se tiende para levantarnos, sostenernos y acariciar nuestras heridas. El ejercer su poder sobre nosotros a través del amor incondicional y constante. Por eso puedo decir que la oración debe ser para mí un doblar irresistiblemente las rodillas ante su amor, un sentirme seguro en mi inseguridad, un humillarme para ser exaltado por su mano que se tiende para sostenerme, acogerme, y abrazarme.
Levantados por Cristo podemos pedir con confianza
De rodillas se ve el mundo desde una perspectiva distinta. No hay escapatoria, vemos todo más cerca del suelo y más lejos del cielo. Pero Cristo no nos quiere allí tendidos. Nos permite unos minutos, unas horas en esa postura espiritual porque sabe que nos hace bien. Al inicio de la oración hemos buscado salir de nosotros mismos, lo hemos buscado a Él, hemos llegado hasta su mirada y sus ojos nos han penetrado el corazón. Esta fuerza poderosa de Jesús nos ha "derribado" hasta el suelo y de rodillas nos hemos reconocido pecadores, enfermos, pobre, necesitados de su amor. Ahora, con nuestro corazón bien dispuesto podemos pedir lo que más necesitamos. Desde la perspectiva de la humildad podemos suplicar insistentemente como lo hizo Jairo. ¿Qué necesidad vital tenemos y queremos pedir a Jesús? Entremos en nuestro corazón desde la humildad y veamos qué queremos, necesitamos, amamos para presentarlo al divino Maestro. Tenemos la seguridad de que Él conoce nuestro corazón mejor que nosotros y desde antes de que se lo pidamos, ya se encuentra nuestra petición en su corazón. Por eso, cuando Él nos levanta, nos vuelve a mirar y nos escucha ya sabe lo que necesitamos. El final de esta historia de Jairo ya lo conocemos: Cristo le dice, "no temas, ten fe" y lo demás, sucede porque ya estaba escrito en el corazón de Jesús.
Desde la humildad podemos suplicar insistentemente a Jesús. ¿Qué necesidad tenemos y queremos pedir a Jesús?
EXALTACION DE LA SANTA CRUZ 14 de septiembre de 2014
Nm 21,4b-9 / Fl 2,6-11 / Jn 3,13-17
Un día, uno de nuestros celebrantes comenzó su homilía diciendo: ¿Se ha imaginado nunca que colgando sobre el altar en vez de la cruz colgara una silla eléctrica? Recuerdo que en aquella ocasión me chocó mucho este comienzo de homilía. A mí no se me habría ocurrido nunca empezar una homilía de esta manera. Y por otra parte tenía toda la razón del mundo para que con el tiempo hemos transformado la cruz con un signo decorativo más que con lo que en realidad representa, un instrumento de tortura en el que hacían morir a la época de los romanos a aquellos que se consideraban malhechores, rechazo de la sociedad y perturbadores del orden establecido. Y estas cruces se ponían fuera de las murallas de las ciudades para que los colgados fueran un ejemplo reprobable por todos los que pasaran cerca de ellos. La muerte era una muerte lenta, de asfixia y desangrando. Este es el verdadero sentido de la cruz, un instrumento de suplicio y de ignominia. los mismos apóstoles al ver cómo terminaba la trayectoria de la vida de su Maestro, de aquel con el que ellos habían creído ciegamente, atemorizados lo abandonaron y lo contemplaron todo con miedo desde lejos. De hecho no habían comprendido el verdadero sentido del qué sucedía a pesar de que les hubiera sido anunciado varias veces por el mismo Jesús. En aquel momento no comprendían el por qué de todo aquello. Sólo será después de la resurrección que intuye que todo lo que sucedió era para poder dar testimonio de la total obediencia de Jesucristo a la misión que el Padre le había confiado ya la manifestación evidente de su amor infinito a la humanidad y a todos los menospreciados por la sociedad. Después de la resurrección de Cristo, aquellas maderas, sin perder por nada su sentido de instrumento de suplicio, se convertirán para todos los que creeremos en Jesucristo, un instrumento de salvación y de veneración, porque somos conscientes de que por medio de ellas ha entrado definitivamente en el mundo la posibilidad de la redención.
El árbol que en el paraíso, a causa de un acto de desobediencia a Dios, fue causa de condenación y de muerte; el árbol en el calvario, por causa de un acto de obediencia total al Padre, será instrumento de salvación y de vida. Hoy, pues, al celebrar la fiesta de la exaltación de la santa Cruz, la liturgia nos invita a profundizar nuevamente, de un modo particular, el misterio del amor infinito de Dios por las sus criaturas. Sabemos que precisamente es la resurrección y no la muerte en la cruz lo que da sentido a nuestra vida de cristianos y que el sufrimiento y la muerte sólo se pueden aceptar si es que son semilla de resurrección. El escándalo de la cruz del que habla San Pablo es, en definitiva, una muestra evidente de la incomprensible y maravilloso amor infinito de Dios por todos y cada uno de nosotros. Si Jesús acepta ser crucificado es para poder estar más cerca del dolor de los hombres, de sus sufrimientos, de sus carencias de amor, de sus oscuridades de noches profundas y de sus horizontes cerrados. Jesús acepta estar en el centro de toda miseria humana para demostrar una vez más que ama profundamente a la humanidad a la que ha venido a anunciar la Buena Nueva de Salvación, y que no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y se salve, y que aceptando las propias cruces pueda llegar él también a la resurrección ya la participación de la gloria divina. Dejemos, pues, que este instrumento que una vez fue signo de condenación y de muerte se convierta para nosotros un signo de conversión, de salvación y de vida verdadero gracias al amor generoso e infinito de Dios para todos y cada uno de nosotros.
Para San Ignacio, la gratitud es el primer paso, el más importante en el camino espiritual. Una actitud de agradecimiento, practicada frecuentemente, nos ayuda a encontrar a Dios en todas las cosas y permite transformar como vemos nuestra vida y la de las otras personas.
Revisa, pues, el día y pone nombre a todas las bendiciones recibidas, desde las más significativas y evidentes hasta aquellas más comunes y ordinarias. Dios se encuentra en los detalles, así que no tengas miedo de ser concreto! A la hora de hacer balance, honra los dones de los demás, pero no te olvides de reconocer tus dones, porque también ellos son ordenados hacia Dios.
No hagas este ejercicio mecánicamente como aquel que hace la lista de la compra. Saborea lo que el Señor te va dando a entender. Guiado por el Señor y con suavidad, deja que el día pase a través de ti.