La ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere

Evangelio según San Juan 6,51-58. 

Jesús dijo a los judíos: "Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo". Los judíos discutían entre sí, diciendo: "¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?". esús les respondió: "Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Este es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente".

Santa Germana Cousin.

Esta santa «sin historia», como se la denomina, es otra de las doctoras en el modo admirable y heroico de asumir el anonadamiento espiritual y el perdón. Un ejemplo de vida oculta en Cristo. Pasó su existencia sin realce social ni intelectual. Deforme de nacimiento, despreciada, maltratada, abandonada de los suyos, humillada, y destinada a vivir con los animales, en ese calvario cotidiano, que llevada de su amor a Dios le ofrecía, se labró su morada eterna en el cielo. Y de eso se trata. Algunas pinceladas de su biografía se reconstruyeron en diciembre de 1644, casi medio siglo después de su muerte, cuando se abrió la tumba para enterrar a una parroquiana y hallaron su cuerpo incorrupto. Dos vecinos, que tenían ya cierta edad y habían sido contemporáneos de la joven, echaron mano de su memoria y dieron pistas para identificarla.

Había nacido en Pibrac, Francia, hacia 1579 porque se piensa que falleció en 1601 cuando tenía 22 años. Su deceso se produjo en completa soledad, como había vivido, en el establo y sobre un camastro de rudos sarmientos, acompañada del ganado que custodiaba.

Era hija de Laurent Cousin, quien al enviudar de la madre de Germana, Marie Laroche, que falleció cuando aquélla tenía unos 5 años, contrajo matrimonio –era el cuarto para él– con Armande Rajols. Y ésta fue una auténtica madrastra para la pequeña; no tuvo ni un ápice de compasión con la niña. Germana había nacido con una pésima salud. Padecía escrófula y presentaba evidente deformidad en una de sus manos. Ante la pasividad de su padre, Armande la maltrató cruelmente ideando formas despiadadas para infligirle el mayor daño posible. Al final, la separó de su hogar, le vetó el acceso a sus hijos y la destinó al cuidado de las ovejas con las que conviviría hasta el final. Tenía 9 años cuando comenzaron a enviarla a pastorear en la montaña, seguramente con la idea de ir borrando el recuerdo de su existencia, o hacerla desaparecer bajo las fauces de los lobos. Arrinconada, considerada una nulidad para cualquier acción por sencilla que fuera, Germana tuvo dos ángeles tutelares: una iletrada sirvienta de su familia, Juana Aubian, y el párroco de la localidad, Guillermo Carné. La primera volcó en ella sus entrañas de piedad hasta donde le fue posible ya que, en cuanto vieron que podía medio valerse por sí misma, la enviaron al establo. El excelso patrimonio que Juana le legó fue hablarle del Dios misericordioso. A su vez el sacerdote, hombre sin duda virtuoso y clarividente, juzgó que se hallaba ante una elegida del cielo por los signos que apreciaba en ella: bondad, espíritu de mansedumbre, y una inocencia evangélica tal que infundía una alegría ciertamente sobrenatural. La mísera ración de comida, mendrugos de pan que le echaban a cierta distancia en prevención de un eventual contagio, la compartía con los indigentes. Ni siquiera esta muestra de compasión consintió la madrastra, y un día la persiguió para darle público escarmiento. Cuando en presencia del vecindario le arrebató violentamente el delantal donde guardaba su esquilmada provisión para los pobres, quedó impactada por el prodigio que se obró en ese mismo instante. Todos vieron cómo se desprendía del modesto mandil una cascada de flores silvestres bellísimas en una estación impropia para su nacimiento y en un entorno en el que no solían brotar, anegando el suelo con sus brillantes colores.

Laurent despertó un día de su cobarde letargo y ofreció a Germana volver al hogar. La joven agradeció la invitación paterna, pero eligió seguir en el cobertizo. Oraba cotidianamente por la conversión de Armande, que no terminó de conquistar esta gracia hasta poco antes de morir. El párroco acogió a la santa como catequista de los niños que entendían maravillosamente las verdades de la fe a través de los ejemplos que ponía. Era asidua a la misa, rezaba el rosario y no podía evitar que fueran haciéndose extensivos los hechos milagrosos obrados a través de ella, y que ya en vida le dieron fama de santidad. Uno de estos se produjo nada más morir el 15 de junio de 1601, y fue contemplado por varios religiosos que se hallaban de paso en Pibrac. Vieron doce formas blancas que se elevaban hacia el cielo dando escolta a una joven vestida de blanco; llevaba la frente ceñida con una corona de flores. Al descubrir que había fallecido, todos supusieron que era Germana que entraba en la eternidad. Fue enterrada en la iglesia, lugar en el que siguieron multiplicándose los milagros. Los partidarios de la Revolución intentaron destruir sus restos echándoles cal viva. Pero en el siglo XVIII volvieron a hallar su cuerpo incorrupto. Pío IX la beatificó el 7 de mayo de 1854, y la canonizó el 29 de junio de 1867.

San Francisco de Sales (1567-1622), obispo de Ginebra y doctor de la Iglesia Introducción a la vida devota, III, 8

“La ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere”

El santo e ilustre patriarca José, cuando mandó a sus hermanos que regresaran a Egipto, a la casa de su padre, sólo les hizo esta advertencia: “No os encolericéis por nada durante el camino” (Gn 45,24). Yo os digo lo mismo: esta miserable vida no es otra cosa que un camino hacia la vida bienaventurada; en este camino no os encolericéis pues, por nada, los unos con los otros, caminemos con el grupo de nuestros hermanos y compañeros suave y pacíficamente. Mas, os digo claramente y sin excepción, no os encolericéis en absoluto, por nada, si es posible, y bajo ningún pretexto no queráis abrir la puerta de vuestro corazón a los iracundos. Porque san Jaime dice clara y llanamente que “la ira del hombre no produce la justicia que Dios quiere” (1,20). 

Hay que resistir fuertemente al mal y reprimir los vicios, de manera constante y valiente, pero dulce y pacíficamente, de aquellos a quienes tenemos a nuestro cuidado … No produce tanto efecto la corrección que sale de la pasión, aunque sea con razón que la que no tiene otro origen que la sola razón. Si la cólera llega hasta la noche i “el sol se pone conservando nuestro resentimiento” (Ef 4,26), llegando a convertirse casi en odio, ya es difícil encontrar un medio para deshacerla. Porque se nutre de mil falsas persuasiones, puesto que jamás un hombre encolerizado piensa que su cólera es injusta. 

Porque es mejor intentar vivir sin ira que querer usar de ella con moderación y sabiamente, y cuando por imperfección o debilidad nos vemos sorprendidos por ella, es mejor rechazarla rápidamente que querer entablar diálogo con ella.

Como trigo es triturado.

Hoy Dos Evangelios: Mateo 5, 20-26 y Juan 6, 51-58

Hoy publicaremos dos Evangelios ¿Por qué? Las lecturas dependen del calendario litúrgico, y puede haber variaciones entre regiones o países (¡o incluso de una parroquia a otra en una misma ciudad!)

Hoy la Iglesia celebra la Solemnidad de Corpus Christi, el canon permite a los obispos trasladar esta celebración al domingo siguiente, por lo tanto para hoy la liturgia ofrece dos opciones:

Evangelio Meditado para Solemnidad de Corpus
Evangelio Meditado para X Jueves de Tiempo Ordinario

Esto no ocurre muy seguido, pero no es tampoco algo extraño.

Naturalmente nos es imposible presentar las infinitas variantes litúrgicas de cada día, pero quienes hacemos Catholic.net creemos que la ocasión merece el compartir con ustedes las meditaciones del Evangelio para las dos liturgias.

1. Evangelio Meditado para Solemnidad de Corpus Cristi

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, vengo a tus pies para darte gracias por todo lo que has hecho en mi vida y por el amor tan grande que me has tenido. Sé que muchas veces no he sabido corresponder a tan gran misericordia y por eso, esta mañana, vengo a tus pies para ofrecerte todo lo que soy. Sé que jamás podré corresponder suficiente pero quiero darte todo lo que tengo y todo lo que soy. Pongo mi vida en tus manos para que hagas en mí lo que Tú quieras. Pídeme lo que quieras pues aquí estoy para hacer tu voluntad.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Juan 6, 51-58

En aquel tiempo, Jesús a los judíos: "Yo soy el pan vivo que ha bajado del Cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo les voy a dar, es mi carne para que el mundo tenga vida".

Entonces los judíos se pusieron a discutir entre sí: "¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?".

Jesús les dijo: "Yo les aseguro: Si no comen la carne del hijo del hombre y no beben su sangre, no podrán tener

vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna y yo lo resucitaré el último día.

Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Como el Padre, que me ha enviado, posee la vida y yo vivo por él, así también el que me come, vivirá por mí.

Éste es el pan que ha bajado del Cielo; no es como el maná que comieron sus padres, pues murieron. El que come de este pan vivirá para siempre".

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Sin duda pocas veces hemos pensado en el pan o en el vino que se transforman en Eucaristía de una forma más sencilla. Al ver la hostia o el vino pensamos directamente en el gran misterio que se realiza; pensamos en la fe que debemos tener para contemplar en ese trozo de pan al mismo Dios y Señor de todo lo creado. El misterio de la Eucaristía nos puede abrumar.

Hoy bajemos la mirada un poco y pensemos en la belleza y sencillez que tuvo Cristo al escoger el pan y el vino.¿Qué pueden decirnos estos dos productos? En primer lugar, que el amor es sencillo. Cristo nos manifiesta su amor en la cotidianeidad de la vida concreta. El amor en una familia se manifiesta y crece en el calor familiar de una comida ordinaria o en lo pequeños gestos de cariño.

Otro elemento es que estos dos productos, para alegrar la mesa, tienen que pasar primero por su muerte. El trigo es triturado y las uvas aplastadas. Cristo, para manifestarnos su gran amor, se dejó triturar y aplastar como el trigo. El amor es servicio y donación, el amor pide sacrificio y renuncia. Pero el amor ve más allá y mira a una persona concreta. Cristo miró por quién se sacrificaba y no dudo en hacerlo. No dudo en pagar el precio que fuese necesario para que nosotros alcanzásemos la felicidad y la vida plena.

Un tercer elemento que podemos contemplar es la humildad. Cuando estamos a la mesa no nos preguntamos por el proceso que requiere el pan o el vino para que podamos tenerlos. Simplemente disfrutamos de ellos. Cristo quiere que disfrutemos del amor que Él nos ofrece. Quien se sabe amado no puede vivir triste, sino que debe llevar esa experiencia a los demás con su alegría. Quien ha descubierto la fuente de la vida no puede quedarse callado, sino que va y lo comparte con los demás.

"La Eucaristía, fuente de amor para la vida de la Iglesia, es escuela de caridad y de solidaridad. Quien se nutre del Pan de Cristo ya no puede quedar indiferente ante los que no tienen el pan cotidiano. Y hoy sabemos es un problema cada vez más grave.

La fiesta del Corpus Domini inspire y alimente cada vez más a cada uno de nosotros el deseo y el compromiso por una sociedad acogedora y solidaria. Pongamos estos deseos en el corazón de la Virgen María, Mujer eucarística. Ella suscite en todos la alegría de participar en la Santa Misa, especialmente el domingo, y la valentía alegre de testimoniar la infinita caridad de Cristo."

(Ángelus de S.S. Francisco, 7 de junio de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a hacer un rato de adoración para contemplar y disfrutar del gran amor que me tiene Jesús. Además, voy a hacer un acto de caridad con algún familiar enfermo o que necesite de mi ayuda, porque el amor no se puede quedar encerrado sino que tiene que transmitirse.

2. Evangelio Meditado para X Jueves de Tiempo Ordinario

Por: Héctor Laguna, L.C

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, quiero tomar conciencia de la cercanía que Tú tienes conmigo, para que pueda valorar lo que Tú haces por mí.Señor,Tú me has perdonado muchas veces. Concédeme verlo y palparlo,para que, siguiendo tu ejemplo, mi corazón perdone y ame a los que me hieran de alguna forma.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Mateo 5, 20-26

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes en el reino de los cielos. Han oído ustedes que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el tribunal. Pero yo les digo: todo el que se enoje con su hermano, será llevado también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar del castigo. Por lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar tu ofrenda. Arréglate pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro de que no saldrás de ahí hasta que hayas pagado el último centavo".

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Cristo nos plantea un punto de partida: "Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no podrán entrar en el reino de los cielos". Nos pone este punto, porque sabía que ellos no estaban del todo mal, pues intentaban seguir a la perfección los preceptos de la ley;sólo que olvidaban una cosa, lo que Dios había dicho: "Misericordia quiero y no sacrificios".

Esto era lo que no entendían ellos,e incluso hoy en día, muchas veces nos cuesta entender que el primer medio de alabanza a Dios pasa por medio del perdón, de la reconciliación y del amor. Nosotros, como cristianos, estamos llamados a ser transmisores del amor que Dios ha tenido a la humanidad.

Cuando vayas de camino con tu adversario arréglate pronto, no sea que te entregue....Con el paso del tiempo, nos acercamos cada vez más al final de nuestra vida, y, querámoslo o no, tendremos que presentar cuentas a nuestro Juez. ¿Por qué no nos esforzamos desde ahora por arreglarnos con la persona que nos ha hecho -o a la que le hemos hecho- mal, que no nos cae muy bien y a la que solemos criticar? Y en vez de presentarnos con un enemigo aquel día, ganemos amigos que sean nuestros abogados, para la hora de este momento.

El mensaje de este evangelio es un mensaje de paz y de amor. ¡Cuánta paz alcanza un hombre que no está enemistado con otro! Paz que no es ausencia de guerra sino que es presencia de Dios, presencia de Amor.

La luz de un nuevo día, las flores que despiertan, el murmullo del viento que roza nuestra ventana, nos enseña cuán grande y bello es el creador de todo. Y lo hizo para mí. Y lo hizo para mi hermano. Y lo hizo, también, para aquel con el que estoy enemistado. Y lo habría hecho igual aunque sólo fuera yo el único habitante de este mundo, aunque fuera el otro el único habitante de este mundo. Si Dios, que es Padre, nos da esto, cuanto más nosotros debemos dar lo mejor de nosotros mismos a los demás, aun siendo el otro.

Jesús da un nuevo sentido a la ley rabínica, un nuevo sentido a nuestro modo de pensar; no matarás decía la antigua ley, Cristo dice: no te enfades con tu hermano, perdona. A veces es difícil perdonar, pero tenemos el ejemplo de Cristo que nos perdona todo, si se lo pedimos; que perdona a cualquier pecador si, en su corazón, se arrepiente.

Hoy podemos aprender una nueva cosa: amar. Amar nunca se aprende totalmente. "El amor que no se practica se seca", dicen. Hoy es el día oportuno para volver a regar esa planta del amor. Esa planta que es la rosa más preciosa del Jardín de Dios.

A los que están heridos por divisiones históricas, les resulta difícil aceptar que los exhortemos al perdón y la reconciliación, ya que interpretan que ignoramos su dolor, o que pretendemos hacerles perder la memoria y los ideales. Pero si ven el testimonio de comunidades auténticamente fraternas y reconciliadas, eso es siempre una luz que atrae. Por ello me duele tanto comprobar cómo en algunas comunidades cristianas, y aun entre personas consagradas, consentimos diversas formas de odio, divisiones, calumnias, difamaciones, venganzas, celos, deseos de imponer las propias ideas a costa de cualquier cosa, y hasta persecuciones que parecen una implacable caza de brujas. ¿A quién vamos a evangelizar con esos comportamientos?

Pidamos al Señor que nos haga entender la ley del amor. ¡Qué bueno es tener esta ley! ¡Cuánto bien nos hace amarnos los unos a los otros en contra de todo! Sí, ¡en contra de todo! A cada uno de nosotros se dirige la exhortación paulina: “No te dejes vencer por el mal, antes bien vence al mal con el bien”. Y también: “¡No nos cansemos de hacer el bien!”. Todos tenemos simpatías y antipatías, y quizás ahora mismo estamos enojados con alguno. Al menos digamos al Señor: “Señor yo estoy enojado con éste, con aquélla. Yo te pido por él y por ella”. Rezar por aquel con el que estamos irritados es un hermoso paso en el amor, y es un acto evangelizador. ¡Hagámoslo hoy! ¡No nos dejemos robar el ideal del amor fraterno! 

(S.S. Francisco, Exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 100-101).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Rezar un Ave María por aquellas personas que nos han ofendido y pedir a Dios la gracia de perdonar de corazón.

Despedida para las dos Evangelios meditados

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué pan queremos?

¿Qué queremos: el pan de cebada que sólo alimenta el cuerpo, o el Pan del cielo, que alimenta el alma?

Por: P. Antonio Rivero LC | Fuente: Catholic.net 

Nos quedamos maravillados por la multiplicación de los panes de cebada que hizo Jesús, alimentando a cinco mil hombres. ¡Gracias a que compartimos nuestros cinco panes y dos pescados! ¡Si no, no hubiera habido milagro, ni alegría ni sobreabundancia!

¿Qué queremos: el pan de cebada que alimenta nuestro cuerpo solamente, o también el pan del cielo, la eucaristía, que alimenta nuestra alma?

En el desierto falta todo... En el desierto, el pueblo de Israel -y nosotros con él- aprende a experimentar la condición de “pobre”, de “necesitado de todo”, especialmente del auxilio de Dios. Dios quiso probar a su pueblo, para ver qué clase de pan le pedía: el de cebada o el del cielo.

¿Qué queremos: el pan de cebada que alimenta nuestro cuerpo solamente, o también el pan del cielo, la eucaristía, que alimenta nuestra alma?

Los judíos de ese entonces, por lo visto, sólo querían el pan de cebada. Y se escandalizaron del otro pan, el pan que alimentaría su espíritu, y que Jesús les estaba prometiendo.

Nosotros hoy, cristianos del siglo XXI, ¿vivimos más interesados del pan de cebada o del pan del cielo?

Está claro que en este desierto de la vida necesitamos comer, como aquellos israelitas, a quienes Moisés sacó de Egipto y caminaron por el desierto. Durante esa travesía también comieron y alimentaron su cuerpo, por la bondad de Dios.

Pero Dios quiso probar a su pueblo, para ver qué clase de pan le pedía: el de cebada o también el del cielo. Y les dio el maná del cielo, y les supo a nada, a poco, sin sustancia, sin sabor. Quería sólo el pan de cebada.

¡No hay otra! Y se quejó el pueblo de Dios. Quiere comer carne y cebollas, como en Egipto. No quiere ese pan suave que le fortalecería, aunque no le dé gusto a su sensualidad. ¡Quiere pringarse y chuparse bien los dedos después de haberlos metido en esas ollas repletas, hondas y humeantes del Egipto seductor!

¡Nada! Ese pueblo quiere pan de cebada y acompañamiento de dinero, amor, placer, felicidad, confort, éxito y poder... no quiere ese pueblo de Israel, no, ese pan insulso del cielo ni su guarnición de fe, oración, virtudes, mandamientos, principios, valores, promesas y destinos.

Igual les pasó a aquellos judíos que siguieron a Jesús: le buscaron sólo por el pan de cebada que engordaba el estómago y el cuerpo. Y se escandalizaron cuando les quiso dar el Pan del cielo, que es Su Cuerpo que alimenta y fortalece el alma.

¡Y pensar que este Pan del cielo que nos trae Jesús, nos quita de verdad el hambre del espíritu: el hambre de amor, de seguridad, de tranquilidad, de felicidad, de reconocimiento, de prestigio, de éxito personal, matrimonial, social, profesional, etc..!

Sin el Pan del cielo, sin el Pan de la eucaristía todo es insatisfacción y tristeza y decaimiento y desgana.

¿Qué queremos: el pan de cebada que sólo alimenta el cuerpo y da gusto al estómago, o también el Pan del cielo, que alimenta el alma y da gusto al espíritu, que acalla todas nuestras hambres profundas?

¿Cuánto hacemos por el cuerpo, cuánto hacemos por nuestra alma? ¿Qué nos pide de ordinario el cuerpo?

Lo sabemos, y contesta San Pablo en la carta a los efesios (cf. Ef 4, 17ss): nos pide frivolidades. Que es lo mismo que decir sensualidades, gustos, caprichos, antojitos, satisfacción de la concupiscencia, ya sea la de la carne como la del espíritu.

¡Y así estamos, gordos, bien gordos por las cosas mundanas que comemos tan a gusto! Y, ¿el espíritu y el alma? ¿Qué nos pide el espíritu? Nos contesta de nuevo san Pablo en esta misma carta a los efesios: no proceder como los paganos, despojarnos del hombre viejo sensual, egoísta, soberbio, vanidoso, perezoso, lujurioso. El espíritu pide alimentarnos de justicia y santidad verdadera.

¿Cómo está nuestro espíritu: flaco, famélico, o fuerte y robusto? ¡Cómo nos preocupa si nuestro cuerpo enflaquece, o tiene mal color o aspecto...! ¿Y el alma?

Se cuenta que al fakir de cierto poblado, con las costillas a la intemperie y tumbado en su catre de clavos, punta al cielo, le preguntaba la gente.

¿Tú no tienes que comer?
Sí, pero no me lo pide el cuerpo.

¿Es que eres distinto de todos los demás?
Es que al cuerpo no se lo pide el espíritu.

Y sigue la leyenda: “Cuando dieron las 12, todos se fueron a casa y se sentaron a comer. El fakir se fue a su chamizo y si arrodilló en oración”. Cuando se enteró la gente, bisbiseaba lo ocurrido. Y todo porque ante el fakir, con su culto al espíritu, ellos se avergonzaban de su propio culto al cuerpo. No sé si llegaron a sospechar que si estaba delgado el fakir, se debía a que el espíritu no le pedía al cuerpo que comiera.

¿Quién manda y ordena en mí: el cuerpo o el espíritu? Ojalá que sea el espíritu quien mande en nosotros y podamos decir siempre a Cristo: “Señor, danos siempre de ese pan” del cielo que alimenta nuestra alma. Acerquémonos a la eucaristía que la Iglesia nos ofrece, para saciar nuestra hambre de Dios y de eternidad.

Si las sociedades decaen, si los pueblos se debilitan, si los estados se vuelcan al laicismo, si vemos a tanta gente demacrada, somnolienta, decaída y triste, si algunas familias enflaquecen en valores, si hay tantos jóvenes sin fuerza para resistir las tentaciones mundanas y luchar por la santidad de vida... ¿no será porque nos está faltando este Pan del cielo?

Señor, danos siempre de ese pan.


Historia de la Solemnidad de Corpus Christi

Esta solemnidad nació con el objetivo de reafirmar abiertamente la fe del Pueblo de Dios en Jesucristo vivo y realmente presente en el santísimo sacramento de la Eucaristía

A fines del siglo XIII surgió en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.

Santa Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. La santa nace en Retines cerca de Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.

Desde joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta solemnidad.

Juliana comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde Papa Urbano IV.

El obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.

Mons. Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual Alemania.

El Papa Urbano IV, por aquél entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa- en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de sangre.

El Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula"Transiturus" del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la Santa Misa y al oficio.

Luego, según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo el suyo en pedazos.

La muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena (1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la Iglesia.

Ninguno de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir del siglo XIV.

La fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325. En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo después del domingo de la Santísima Trinidad.

En la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y Sicilia.

Finalmente, el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

La procesión del Corpus es una proclamación única de la centralidad de Dios en la vida humana

Tres jueves hay en el año que relucen más que el sol: Jueves Santo, Corpus Christi y el día de la Ascensión

Por: n/a | Fuente: ArchiToledo.org

Monseñor Juan Mi­guel Fe­rrer (Ma­drid, 1961) ocu­pa el car­go de deán de la Ca­te­dral Pri­ma­da de To­le­do. Tras ha­ber tra­ba­ja­do, du­ran­te los úl­ti­mos años, en la San­ta Sede como sub­se­cre­ta­rio de la Con­gre­ga­ción para el Cul­to Di­vino y la Dis­ci­pli­na de los Sa­cra­men­tos afron­ta una nue­va eta­pa pas­to­ral.

En una entrevista para la nueva página web de la Archidiócesis de Toledo que recoge SIC y en vísperas del Corpus, este sacerdote explica la importancia de esta procesión mundialmente conocida que recorre las calles toledanas:

- El 30 de no­viem­bre de 2016 tuvo lu­gar su nom­bra­mien­to como deán, ¿cómo asu­me esta nue­vo co­me­ti­do en la ar­chi­dió­ce­sis?
- Con mu­cha ilu­sión. He vis­to, des­de el prin­ci­pio, dos co­sas: que la Ca­te­dral está aho­ra en un mo­men­to muy bueno tan­to des­de el pun­to de vis­ta ma­te­rial (es­ta­do de con­ser­va­ción, man­te­ni­mien­to, pro­yec­tos, etc.) como des­de el pun­to de vis­ta hu­mano ya que la ca­te­dral tie­ne un am­bien­te de tra­ba­jo en­tre los em­plea­dos, ca­nó­ni­gos, etc. que es muy cons­truc­ti­vo y fra­terno; por lo que es un mo­men­to muy pro­pi­cio para po­der ha­cer co­sas y dar a la Ca­te­dral más pro­yec­ción y más irra­dia­ción que es en lo que es­ta­mos com­pro­me­ti­dos to­dos los que for­ma­mos el Ca­bil­do. Y al fin y al cabo lo que hago es dar voz a toda esa ini­cia­ti­va y coor­di­nar­la un poco.

- Este Cor­pus 2017 será el pri­me­ro en que Vd par­ti­ci­pa como deán, ¿qué se es­pe­ra y qué se pre­vé des­de el Ca­bil­do?
Lo pri­me­ro que se pre­vé es que se­rán mu­chas per­so­nas las que par­ti­ci­pen este año en la fies­ta del Cor­pus. Ad­ver­ti­mos que, cada año, el nú­me­ro de afluen­cia es ma­yor. Esto su­po­ne un reto por­que exi­ge man­te­ner el cli­ma de silen­cio, el tema de es­pi­ri­tua­li­dad, el or­den y la be­lle­za plás­ti­ca.

Y que­re­mos, si­guien­do esa lí­nea, me­jo­rar el or­den en el re­co­rri­do pro­ce­sio­nal; el nú­me­ro de par­ti­ci­pan­tes en el cor­te­jo pro­ce­sio­nal es, a día de hoy, tan gran­de que se plan­tean pro­ble­mas or­ga­ni­za­ti­vos: por ejem­plo a qué hora dar arran­que a la pro­ce­sión y cómo ga­ran­ti­zar, para que no su­ce­da, que cuan­do al­gu­nos aún no han sa­li­do de la Ca­te­dral otros ya es­tán re­gre­san­do. Que­re­mos ha­cer un es­fuer­zo para que, a pe­sar del enor­me nú­me­ro de per­so­nas que par­ti­ci­pan, se con­ser­ve ese or­den, esa cla­ri­dad y esa de­vo­ción en todo el re­co­rri­do pro­ce­sio­nal.

- ¿Cuál se­ría la cla­ve para vi­vir pro­fun­da­men­te la so­lem­ni­dad del Cor­pus Chris­ti?
- La cla­ve está en es­tar aten­to; es de­cir: no par­ti­ci­par con pre­jui­cios y no po­ner lí­mi­tes a lo que uno vie­ne a vi­vir, sino de­jar­se to­car y arras­trar por la ex­pe­rien­cia glo­bal que se va a vi­vir y esto es cla­ve.

Para par­ti­ci­par en la ce­le­bra­ción de la Eu­ca­ris­tía y en la Pro­ce­sión: de­jar­se se­du­cir por la Pa­la­bra de Dios, por el sa­cra­men­to de la Eu­ca­ris­tía y tam­bién por toda la be­lle­za plás­ti­ca y hu­ma­na de la pro­ce­sión como re­co­rri­do, como cor­te­jo y como vi­ven­cia co­lec­ti­va. Se tra­ta de una ex­pe­rien­cia úni­ca la que cual­quier ser hu­mano sen­si­ble pue­de ex­pe­ri­men­tar par­ti­ci­pan­do en el Cor­pus to­le­dano. Y esto lo pue­de uti­li­zar Dios y lo uti­li­za, de he­cho, mu­chas ve­ces para to­car el co­ra­zón y ahí le da a cada uno se­gún lo que ne­ce­si­ta. De ahí que en la fies­ta del Cor­pus haya con­ver­sio­nes y sur­jan vo­ca­cio­nes, jun­ta­men­te con las ac­cio­nes de gra­cias. Por eso po­de­mos afir­mar que no se tra­ta de una ex­pe­rien­cia fol­cló­ri­ca sino de algo que te per­mi­te tras­cen­der tu vida or­di­na­ria.

- ¿Qué dis­tin­gue la fies­ta del Cor­pus Ch­ris­ti de To­le­do res­pec­to a otros lu­ga­res?
- Yo di­ría dos co­sas. Una es la esen­cia­li­dad por­que en el Cor­pus to­le­dano, prác­ti­ca­men­te, no hay otra cosa que el San­tí­si­mo Sa­cra­men­to en su Cus­to­dia. Por ejem­plo, aquí no se pro­ce­sio­nan imá­ge­nes ni re­li­quias, etc. Lo que lla­ma la aten­ción es que la cen­tra­li­dad la tie­ne Je­su­cris­to en el San­tí­si­mo Sa­cra­men­to.

El otro pun­to lo ocu­pa la mis­ma ciu­dad me­die­val que esto se com­par­te con otras ciu­da­des es­pa­ño­las y eu­ro­peas don­de la pro­ce­sión dis­cu­rre por ca­lle­jue­las me­die­va­les. Pero qui­zá, de to­das es­tas ciu­da­des me­die­va­les, To­le­do es la que ha con­ser­va­do la fes­ti­vi­dad y la ha in­cre­men­ta­do a lo lar­go de to­dos los si­glos inin­te­rrum­pi­da­men­te. Y esto ofre­ce una fu­sión de pro­ce­sión y ciu­dad que creo que es úni­ca.

- ¿Cuál se­ría la me­jor ca­te­que­sis que ofre­ce la pro­ce­sión del Cor­pus?
- Creo que la prin­ci­pal ca­te­que­sis es: “Ve­nid, ado­re­mos­le”; el po­der ado­rar a Cris­to en la Eu­ca­ris­tía. Ello tie­ne un fac­tor im­por­tan­te por­que es una pro­cla­ma­ción de fe y una pro­cla­ma­ción úni­ca de la cen­tra­li­dad de Dios en la vida hu­ma­na y so­cial. La ra­zón es la si­guien­te: la pro­ce­sión del Cor­pus es una ma­ni­fes­ta­ción de la reale­za de Je­su­cris­to so­bre los cre­yen­tes y esto lo afir­ma con mu­cha cla­ri­dad la pro­ce­sión del Cor­pus to­le­dano.

Y la pro­ce­sión del Cor­pus ayu­da a en­ten­der que el en­cuen­tro con Cris­to Rey es un en­cuen­tro a la vez con un Cris­to cer­cano; es de­cir es un Rey al al­can­ce de la mano, se pal­pa cer­ca y se ve en las mi­ra­das de la gen­te ha­cia la Cus­to­dia y en ella bus­can­do a Cris­to.

- ¿Qué fru­tos es­pe­ra de este Cor­pus 2017?
- Es­pe­ro y de­seo que la gen­te se deje to­car por el Se­ñor y que ello les lle­ve a des­cu­brir lo bueno que es el Se­ñor. Y por otro lado que esta fies­ta de Cris­to Eu­ca­ris­tía sus­ci­te vo­ca­cio­nes; voy a pe­dir, muy es­pe­cial­men­te, que el Se­ñor nos con­ce­da mu­chas y san­tas vo­ca­cio­nes sa­cer­do­ta­les por­que la Igle­sia lo ne­ce­si­ta; en un fra­se: “Se­ñor da­nos mu­chos y san­tos cris­tia­nos y sa­cer­do­tes”.

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