Las exigencias de Cristo y el gozo del corazón

Evangelio según San Mateo 5,27-32. 

Jesús dijo a sus discípulos: Ustedes han oído que se dijo: No cometerás adulterio. Pero yo les digo: El que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si tu ojo derecho es para ti una ocasión de pecado, arráncalo y arrójalo lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. Y si tu mano derecha es para ti una ocasión de pecado, córtala y arrójala lejos de ti: es preferible que se pierda uno solo de tus miembros, y no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehena. 

También se dijo: El que se divorcia de su mujer, debe darle una declaración de divorcio. Pero yo les digo: El que se divorcia de su mujer, excepto en caso de unión ilegal, la expone a cometer adulterio; y el que se casa con una mujer abandonada por su marido, comete adulterio. 

San Juan Francisco de Regis

Confesor (1597-1640)  La tensión entre los católicos y los calvinistas franceses, alimentada por los intereses políticos de la Casa de Valois y la Casa de Guisa, fue aumentando en Francia; estallará la guerra civil en el siglo XVI y se prolongará durante el siglo XVII.

En uno de los períodos de paz en que se despierta el fervor religioso con manifestaciones polarizadas en torno a la Eucaristía y a la Santísima Virgen, en nítido clima de resurgimiento católico, nace Juan Francisco en Foncouverte, en el 1597, de unos padres campesinos acomodados.   Cuando nació, ya había pasado la terrible Noche de san Bartolomé del 1572 en la que miles de hugonotes fueron asesinados en París y en otros lugares de Francia, con Coligny, su jefe.

Y faltaba un año para que el rey Enrique IV, ya convertido al catolicismo, promulgara el Edicto de Nantes que proporcionaría a los hugonotes libertad religiosa casi completa.   Juan Francisco decidió entrar en la Compañía de Jesús. Estaba comenzando los estudios teológicos, cuando se declara en Touluose la terrible epidemia de peste del año 1628. Hay abundantes muertes entre enfermos y enfermeros hasta el punto de fallecer 87 jesuitas en tres años.

Como hacen falta brazos para la enorme labor de caridad que tiene ante los ojos, no cesa de pedir insistentemente su plaza entre los que cooperan en lo que pueden para dar algo de remedio al mal. Se hace ordenar sacerdote precisamente para ello, aunque su decisión conlleve dificultades para la profesión solemne.   Quiso ir al Canadá a predicar la fe; pretendía ir con deseo de martirio; hace gestiones, lo solicitó a sus superiores que le prometieron mandarlo, pero aquello no fue posible.

Su Canadá fue más al norte de Francia, en la región del Vivarais, donde vivió el resto de su vida.   Allí comienzan los lugareños a llamarle «el santo» y se llenan las iglesias más grandes de gente ávida de escucharle. Organiza la caridad. Funda casas para sacar de la prostitución a jóvenes de vida descaminada. No le sobra tiempo.    Pasa noches en oración y la labor de confesionario no se cuenta por horas, sino por mañanas y tardes. Así le sorprendió la muerte cuando sólo contaba él 43 de edad: derrumbándose después de una jornada de confesionario, ante los presentes que aún esperaban su turno para recibir el perdón.

Cinco días después, marchó al cielo. Era el año 1640

Oremos

Tú, Señor, que concediste a San Juan Francisco de Regis el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

San Juan Pablo II (1920-2005), papa Discurso a los jóvenes de los Países Bajos, 14 de mayo 1985

Las exigencias de Cristo y el gozo del corazón

Queridos jóvenes, me habéis hecho saber que a menudo consideráis a la Iglesia como una institución que no hace más que promulgar reglamentos y leyes... Y concluís que hay un profundo hiato entre el gozo que emana de la palabra de Cristo y el sentimiento de opresión que suscita en vosotros la rigidez de la Iglesia... Pero el  Evangelio nos presenta a un Cristo muy exigente, que invita a una radical conversión del corazón, a un desasimiento de los bienes de la tierra, al perdón de las ofensas, al amor a los enemigos, a la paciente aceptación de las persecuciones e incluso al sacrificio de la propia vida por amor al prójimo. En lo que concierne al dominio particular de la sexualidad, se conoce la firme posición que ha tomado en defensa de la indisolubilidad del matrimonio e incluso en la pronunciada condenación en lo que se refiere al simple adulterio cometido en el corazón. ¿Se podría no estar impresionado frente al precepto de «arrancarse el ojo» o de «cortarse la mano» cuando estos miembros son una ocasión de «escándalo»?... 

La licencia moral no hace felices a los hombres. De la misma manera la sociedad de consumo no trae el gozo del corazón. El ser humano no se realiza más que en la medida en que sabe aceptar las exigencias que provienen de su dignidad de ser creado «a imagen y semejanza de Dios» (Gn 1,27). Por eso, si hoy la Iglesia dice cosas que no gustan, es que se siente obligada a hacerlo. Lo hace por deber de lealtad... 

¿Así pues, no será verdad que el mensaje evangélico es un mensaje de gozo? Al contrario ¡es totalmente verdad! Y ¿cómo es posible? La respuesta se encuentra en una palabra, una sola palabra, una palabra breve pero de un contenido ancho como el mar. Y esta palabra es: amor. El rigor del precepto y el gozo del corazón  pueden perfectamente conciliarse. El que ama no teme el sacrificio. E incluso busca, en el sacrificio, la prueba más convincente aún de la autenticidad de su amor.

Infidelidad es sinónimo de egoísmo.

Santo Evangelio según San Mateo 5, 27-32. X Viernes de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

"Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y las dolencias de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus flaquezas. A pesar de todo te digo: Dame tu corazón, ámame tal como eres. Si para darme tu corazón esperas ser un ángel, nunca llegarás a amarme. Aun cuando caigas de nuevo, muchas veces, en esas faltasque jamás quisieras cometer y seas un cobarde para practicar la virtud, No te consiento que me dejes de amar. Ámame tal como eres." (Fragmento de una oración de Charles de Foucauld)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Adulterio no es sólo sinónimo de infidelidad; es sinónimo de egoísmo, que a su vez es contrario del amor. Adulterio y amor. Más que amenazas sobre al adulterio, encuentro consejos para el amor. Me enseñas que cuando se ama de verdad, se busca por todos los medios posibles conservar, cuidar ese amor. El amor verdadero es la solución eficaz al mal del adulterio.

Pero es importante amar. No se puede pasar la vida sin amor, amor real. ¡Cuánto vacío experimento cuando no amo o amo mal! ¡Cuánto mal hago a las personas cuando no las amo, sino que las uso!

Me invitas a amar. Es ésta la clave de lectura de este pasaje. Sabes bien que el amor es la necesidad más fuerte que el hombre lleva en su interior. Por ello buscas la manera de saciar esta necesidad enseñando un amor bueno, sano, sacrificado, hermoso.

Muchas veces busco amores que llenen mi corazón, pero luego queda un vacío más profundo que al inicio. El amor humano es algo hermoso, pero también algo que el mismo hombre se ha encargado de deformar, de reducir, de envenenar, como por ejemplo con el adulterio. Y es contra ello de lo que me previenes hoy.

El amor humano que me presenta el mundo se reduce al placer, al sentimiento, al gusto, a la emoción. El amor pareciera ser algo que se consigue a la mano y se desecha cuando ya no me agrada o me cuesta. Distinta visión a la que me das en este Evangelio. Un amor que se libera de toda esclavitud de placer mezquino, de emoción pasajera, de superficial sentimentalismo. Es el amor que se va arrancando todo aquello que impide crecer, purificarse, sanarse. Ése es el amor que pensaste para el ser humano. El amor que se entrega sin medida, que es fiel, que es puro, que respeta, que libera y no esclaviza, que no rebaja sino que eleva, que no ve en el otro un objeto sino una persona, que va más allá de la apariencia, de la mirada y penetra y hunde las raíces en el interior, en el corazón, en el alma.

Hoy me enseñas que el amor no es para esclavos, el amor es para personas libres. Amar no me limita, no me reduce; amar me eleva, me sublima, me porta al infinito, me realiza en plenitud. Desde esta perspectiva se entiende tu invitación a arrancar todo aquello que pueda ser ocasión de pecado y contaminar el amor, porque amar es el mayor proyecto de mi vida.

A los jóvenes nos dices en el primer párrafo la necesidad de mirar al otro con pureza, con sinceridad, con respeto. No como un objeto, no como medio para mi satisfacción, mi placer, mi realización. Arrancar de mi mirada esos esquemas que me impiden descubrir en el otro la belleza de una persona, con sus sentimientos, sus problemas, sus necesidades, sus cualidades y defectos. No mirar al otro fijándose en su cuerpo, sino en su rostro. Contrariamente a lo que el mundo de hoy me transmite.

"El adulterio, como el hurto, la corrupción y todos los otros pecados, primero son concebidos en nuestra intimidad y, una vez cumplida en el corazón la elección equivocada, se ponen en práctica a través de un comportamiento concreto. Y Jesús dice: quien mira a una mujer que no es la propia con ánimo de posesión es un adúltero en su corazón, ha iniciado el camino hacia el adulterio. Pensemos un poco sobre esto: sobre los malos pensamientos que vienen en esta línea. […]Que la Virgen María, que dona la escucha dócil y la obediencia alegre, nos ayude a acercarnos siempre más al Evangelio, para ser cristianos no "de fachada", ¡sino de sustancia! Y esto es posible con la gracia del Espíritu Santo, que nos permite hacer todo con amor, y así cumplir plenamente la voluntad de Dios."

(Homilía de S.S. Francisco, 12 de febrero de 2017).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy buscaré pasar un rato en familia y les daré alguna muestra de mi afecto por ellos.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

"Todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio" Sobre pudor y la castidad...

Si queremos que Cristo viva y crezca en nosotros, tenemos que evitar las malas miradas que suscitan malos deseos, que a su vez engendran adulterios del corazón y otros pecados de lujuria

-Yo esperaba que, habiendo escrito usted varias veces sobre el pudor y la castidad, ya…

-Vana esperanza. Póngase cómodo y siga leyendo.

Conviene que en este blog trate yo de vez en cuando del pudor y de la castidad por dos graves razones: porque los pecados contra esas virtudes van creciendo de año en año, y porque actualmente es muy infrecuente, casi inexistente, la predicación cristiana sobre esta grave cuestión moral. Por eso escribí sobre estos temas en 2009, 2012 y 2014, publicando series de varios artículos, de los que al final de éste doy referencia.

Esté atento el lector, porque aquí se la va a recordar una doctrina católica de la Iglesia, que partiendo de la palabra de Cristo, ha estado siempre viva en el pueblo cristiano hasta hace unos cuantos decenios, pero que actualmente está desaparecida, cuando no negada abiertamente. En un artículo anterior, (326) Catálogo de pecados descatalogados, ya dije que "el impudor es hoy un pecado descatalogado entre la mayor parte de los católicos".

* * *

Mateo 5,28: "Habéis oído que se dijo: 'no cometerás adulterio'. Pero yo os digo: 'todo el que mira a una mujer deseándola, ya ha cometido adulterio con ella en su corazón'"

-El Sexto mandamiento del Decálogo prohíbe sólo el pecado de adulterio entendido como acto exterior (Ex 20,14; Dt 5,18). Pero en el N.T. denuncia Jesús también "el adulterio del corazón", cometido únicamente en el interior, por las malas miradas y deseos consentidos.

El Décimo mandamiento, "no desear la mujer del prójimo", Dt 5,21, no se refiere originalmente al mal deseo de lujuria, sino, como se ve claramente por el contexto, al mal deseo de apropiarse de lo ajeno. Sin embargo, como señala San Juan Pablo II, ya en el A.T., en los libros sapienciales, concretamente en los Proverbios (5,1.6; 6,24-29) y en el Eclesiástico (26,9-12), se hallan advertencias para precaverse de la seducción de la mujer mala y provocativa (El amor humano en el plan divino, catequesis 38, El adulterio en el cuerpo y en el corazón, 4). "Aparta tus ojos de una mujer hermosa, y no te fijes en belleza ajena. Por la belleza de una mujer muchos se perdieron, y a su lado el amor se inflama como el fuego" (Eclo 9,8).

Estas enseñanzas de la tradición sapiencial, sigue diciendo el Papa, preparaban al pueblo judío para "comprender las palabras [de Jesús] que se refieren a la “mirada concupiscente” o sea, al “adulterio cometido con el corazón”" (ib.6; Juan Pablo II analiza ampliamente la cuestión: Catequesis 38-43).

-La frase de Jesús que comento, incluida en el Sermón de la Montaña, se fija en la pecaminosidad de "la mala mirada", conoce que en ella está el origen del mal deseo, y sabe que de éste puede derivarse la mala acción del adulterio o de otros pecados de lujuria. Los Santos Padres, a este respecto, suelen recordar el adulterio de David con Betsabé (2Sam 11): David ve a una mujer bañándose en una azotea; la mirala deseacon mal deseo; la trae a su palacio para convivir con ella en adulterio, y ordena elasesinato de su esposo para ocultar su pecado.

-Habla Jesús del mal deseo de la mirada "a la mujer", porque sabe que el impudor social visible relativo a la mujer es mucho más frecuente y peligroso que el referente al varón, aunque, por supuesto, también se da en éste a su modo. Impudor, por otra parte, puede haber en las conversaciones, en la literatura, en los espectáculos, en tantas formas y ocasiones. Pero en esta frase del Señor que comento Él habla del impudor de la mala mirada a la mujer. Es realista. De hecho, hoy la industria pornográfica centrada en el cuerpo de la mujer es incomparablemente mayor que el referente al hombre. Y en ese "adulterio del corazón" del que habla Cristo caen los hombres con mucha más frecuencia que las mujeres. En este ámbito, la mujer peca más bien de impudor -y de orgullo, y de vanidad- cuando con su modo de vestir, sus gestos y actitudes, ocasiona en el varón el pecado del adulterio interior. Aunque es obvio que una mujer modesta y decente puede ser objeto, sin culpa suya alguna, de miradas y deseos malos. Y sigue diciendo el Maestro:

Mateo 5,29: "Si tu ojo derecho te induce a pecar, sácatelo y tíralo. Más te vale perder un miembro que ser echado en la “gehenna” entero" 

Nos manda, pues, Jesús en estas frases del Evangelio referidas a la castidad, que evitemos las malas miradas, que anticipan los malos deseos, que fácilmente llevan a otros pecados de lujuria. No manda, por  supuesto, que realicemos ninguna amputación, que sería un pecado, sino que con su gracia dominemos el ejercicio de nuestros sentidos, no mirando con mal deseo aquello que puede inducirnos al pecado, y apartándonos de toda ocasión próxima de pecado. Santo Tomás de Aquino, en la Catena aurea (Mt 5,27-28), sintetiza la Tradición patrística citando, entre otros, este excelente texto de San Gregorio Magno:

"Todo aquel que mira exteriormente de una manera incauta, generalmente incurre en la delectación de pecado, y obligado por los deseos, empieza a querer lo que antes no quiso. Es muy grande la fuerza con que la carne obliga a caer, y, una vez obligada por medio de los ojos, se forma el deseo en el corazón, que apenas puede ya extinguirse con la ayuda de una gran batalla. Debemos, pues, vigilarnos, porque no debe verse aquello que no es lícito desear. Para que la inteligencia pueda conservarse libre de todo mal pensamiento, deben apartarse los ojos de toda mirada lasciva, porque son como los ladrones que nos arrastran a la culpa" (Moralia 21,2).

* * *

La "extraña" doctrina cristiana del pudor, muy poco conocida y apreciada en el mundo pagano, llega al conocimiento de los pueblos por la Revelación bíblica, y concretamente en relación con el pecado original. Crea el Señor a Adán y Eva, y "estaban ambos desnudos, sin avergonzarse de ello" (Gen 2,25). Pero al perder por el pecado la justicia y gracia en que habían sido creados, inmediatamente se les abren los ojos, sienten vergüenza de su desnudez y se visten como pueden (3,7). Más aún,"les hizo Yavé Dios al hombre y a su mujer unas túnicas de pieles, y los vistió" (3,21). En estos versículos la Biblia enseña dos verdades: que en el hombre caído, trastornado por el pecado, el vestido es una exigencia natural y la desnudez es anti-natural, algo contrario a la naturaleza caída del hombre. Y enseña también que, después del pecado original, el mismo Dios que creó desnudos al hombre y a la mujer, "los vistió"; es decir, que quiso Dios el vestido humano, y prohibió la desnudez impúdica. Ésta ha sido la fe constante de Israel y de la Iglesia de Cristo.

Por tanto, ciertas modas en el vestir, ciertos espectáculos, ciertas playas y piscinas, ciertas imágenes innumerablemente difundidas en prensa impresa y más aún en medios digitales, en los que casi se elimina totalmente ese velamiento social del cuerpo humano querido por Dios, son inaceptables para los cristianos Aceptarlos es avergonzarse de la propia fe, mundanizarse en pensamientos y obras, y acercarse a una apostasía explícita o implícita. No voy a entrar en cuestión de centímetros; pero sería infiel a la Revelación de Dios y a la doctrina de la Iglesia si no afirmara que el vestido es grato a Dios y la desnudez impúdica le ofende, porque daña al hombre y a la mujer caídos.

Esta es la antigua enseñanza de la Sagrada Escritura, de los Padres y de toda la tradición cristiana, que ya a los comienzos de la Iglesia, teniéndolo todo en contra, venció el impudor de los paganos. La desnudez total o parcial en público -relativamente normales en el mundo greco-romano, en termas, teatros, gimnasios, juegos atléticos y orgías-, fue y ha sido rechazada por la Iglesia siempre y en todo lugar. Volver a ella no indica ningún progreso, no significa recuperar la naturalidad del desnudo y quitarle así su falsa malicia, sino que es una degradación. Es un mal, pues "el mal es la privación de un bien debido" (STh I,48,3), y en este caso el vestido es un bien debido al hombre caído.

En conclusión, es un pecado de impudor que hombres y mujeres se muestren semi-desnudos en públicohaciéndose al mismo tiempo para otros ocasión próxima de pecado. Aunque esa costumbre esté hoy moralmente aceptada por la gran mayoría, también de los cristianos, sigue siendo mundana, anti-cristiana. Jesús, María y José de ningún modo aceptarían tal uso, por muy generalizado que estuviera en su tierra. Y tampoco los santos. Como tampoco lo aceptan hoy, en la vida religiosa o laical, los fieles cristianos que de verdad son fieles.

Que Cristo viva en nosotros y crezca día a día

-Toda espiritualidad cristiana es una participación pascual en la muerte y la resurrección de Cristo. "Él, muriendo, destruyó nuestra muerte, y resucitando, restauró la vida" (Pref. I Pascua). Hay en cada uno de nosotros dos hombres, el viejo, el carnal, el que viene de Adán, y el nuevo, el espiritual, el que viene de Cristo. Y los dos tienen deseos absolutamente inconciliables. No puede Cristo vivir y crecer en nosotros sino en la medida en que, dejándonos mover por su gracia, vamos dando muerte al hombre viejo. Ya nos lo ha avisado claramente: "Si alguno quiere seguirme, niéguese a sí mismo, tome cada día su cruz y sígame" (Lc 9,29). No hay otro modo. En virtud de la Cruz de Cristo, participando de ella, podemos morir al hombre viejo; y en virtud de su Resurrección, participando de ella, podemos crecer en la vida de Cristo. Y esto que se produce en cada obra buena cristiana, tiene su fuente en la Eucaristía: ahí es donde más realmente participamos del misterio pascual de Cristo. Oigamos a San Pablo:

"La tendencia de la carne es enemistad con Dios y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios… Los que viven según la carne no pueden agradar a Dios; perovosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que de verdad el Espíritu de Dios habita en vosotros"… Por tanto, "no somos deudores a la carne de vivir según la carne, que si vivís según la carne, moriréis; pero si con el Espíritu mortificáis las obras de la carne, viviréis" (Rm 8,1-13). En consecuencia, volviendo al tema:

Si queremos que Cristo viva y crezca en nosotros, tenemos que evitar las malas miradas que suscitan malos deseos, que a su vez engendran adulterios del corazón y otros pecados de lujuria. Sin morir a los malos deseos del hombre viejo, matándolos, no podemos vivir cristianamente: no le dejamos a Cristo vivir en nosotros, comunicándonos su Espíritu, el de Dios. Evitar una mala mirada deseada por el hombre viejo es, si se quiere, una muerte, algo negativo (es negarse a sí mismo, tomar la cruz); pero en realidad es vida, es algo positivo (seguir a Cristo, vivir con Él), pues es un acto de amor. Toda negación si está realizada por amor, es una inmensa afirmación positiva (por ejemplo, renunciar a un viaje de vacaciones, para poder entregar el gasto previsto a unos familiares en apuros). Del mismo modo el no mirar (-) aquello que no se debe desear es un acto intensamente positivo (+), pues es un acto de amor a Cristo, realizado con el auxilio de su gracia.

-Potenciemos, pues, con actos afirmativos de oración las negaciones que imponemos a las miradas impúdicas. Que no quede esa obra preciosa limitada a su negatividad: no mirar. Que siempre vaya acompañada de una oración por nosotros y por la conversión de las personas impúdicas. El sistema ha dado resultados infalibles durante veinte siglos. Pero eso sí: ha de unir siempre el ora y el labora. El ora con fe y el labora con determinada determinación. No falla. 

Bastará para la oración una elevación rápida del corazón a Dios, en forma de súplica o de acción de gracias. Puede ser sin palabras, pero también con palabras, si éstas nos ayudan: "Padre, líbranos del mal a mí y a ésa", "Tu gracia vale más que la vida", "Por tu cruz y resurrección nos has salvado, Señor", "Padre nuestro, no nos dejes caer en la tentación", "Tomo la cruz y sigo a Cristo", "Virgen María, auxilio de los cristianos"… Quien así ora y obra no vuelve de las situaciones de tentación derrotado, herido y triste, sino victorioso, fortalecido y alegre. Dando gracias a Cristo Salvador.

*Reconozcamos la obligación moral de evitar las miradas concupiscentes en la calle, en playas y piscinas, en revistas indecentes, en ciertos programas de la televisión, en tantos sitios digitales, en espectáculos pornográficos, si queremos guardarnos como templos sagrados de la Santísima Trinidad, que habita en nosotros. Y si no queremos cometer "adulterios del corazón".

*Reconozcamos que incluso es pecado (leve o grave) ponerse sin necesidad en ocasión próxima de pecado (leve o grave), y apliquemos este principio moral a las miradas lascivas denunciadas por Cristo como "adulterios interiores".

*Reconozcamos los cristianos, especialmente las mujeres, que es pecado (leve o grave) poner a otros en ocasión próxima de pecado (leve o grave). Muchas cristianas hoy parecen creer que tienen derecho a vestir según las modas mundanas de su ambiente, aunque esas modas sean sumamente indecentes. Más aún, creen (?) que siendo seculares tiene por vocación y obligación aceptar su condición secular, que  consiste en adaptarse a las cosas del mundo. Están muy equivocadas. Jesús y los Apóstoles enseñaron lo contrario (Rm 12,2). Les convendrá recordar, por otra parte, los avisos dados por Cristo con toda gravedad: "Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay de aquel por quien viene el escándalo!" (Mt 18,7-8).

Y no se engañen tampoco nuestras hermanas cristianas, pensando que visten con pudor cuando asumen en grados un poquito rebajados modas de un grado absolutamente impúdico. Creen (?) que así ya no escandalizan. No pocas veces escandalizan de hecho. Pero además, sepan que en sus modos de vestir la misión de las mujeres cristianas en el mundo no consiste en no escandalizar, sino en manifestar en formas visibles la santidad de Cristo, de quien ellas son miembros, y en difundir en el mundo la belleza del pudor evangélico. Sabemos que en la primera evangelización, la del Imperio Romano, la modestia humilde y digna de las mujeres cristianas en el vestir tiene una importancia muy considerable. Es para los paganos una revelación, una pre-evangelización. Hoy por el contrario, aquellas cristianas que están mundanizadas en el vestir, además de que escandalizan, difunden de modo implícito, pero muy elocuente, un cristianismo profundamente falsificado.

* * *

-Como es sabido, las virtudes crecen por actos intensos, no por la mera repetición de actos remisos. En palabras de San Ignacio de Loyola: "vale más un acto intenso que mil remisos" (Cta. 7-V-1547,2; cf. STh II-II, 24,6; I-II, 52,3). Pues bien, en el verano, con eso del calor y de las vacaciones, suele llegar el ambiente del mundo a un paroxismo de impudor: vale todo, todo está permitido. Si el cristiano ha de guardarse de las tentaciones y resistirlas, tendrá que realizar con la gracia de Cristo muy frecuentes actos intensos, de tal modo que vaya por la calle o en el autobús o entre en un mercado, y no digamos si va a la playa o a la piscina, el Espíritu Santo le moverá a recoger su mirada cada vez que venga la tentación o simplemente le llevará a no asistir a lugares impúdicos -"muerto el perro, se acabó la rabia"-.

Según esto, el verano puede ser un tiempo intenso de gracia, que purifique los corazones y los haga crecer en Cristo. Lo que viene a demostrar una vez más que "todas las cosas colaboran al bien de los que aman a Dios" (Rm 8,28): también los pecados, en este caso de impudor. Y por supuesto, estas condiciones estivales tan estimulantes para crecer con la gracia de Dios en el pudor han de ser aprovechadas no sólo por los varones, no mirando lo que no deben, sino también por las mujeres, vistiendo como Dios manda, lo que también les exigirá a veces, según las circunstancias, actos heroicos. Unos y otras, movidos por el Espíritu Santo, negarán día a día todo lo que viene del diablo, principe de este mundo, y afirmarán día a día todo lo que viene de Dios, por obra del Espíritu Santo; tanto en el dominio de la mirada, como en el modo de vestir, o en la renuncia a ciertos lugares, compañías o excursiones.

Las ocasiones próximas para los pecados de lujuria vienen a abundar hoy en todas las épocas del año en publicaciones, revistas, televisión, medios digitales, y en un grado desconocido en la historia. Un niño de escuela, con un clic, puede en unos minutos ver cien veces más y mayores indecencias que sus abuelos, y quizá sus padres, vieron en toda su vida. Pero por lo que se refiere a la vida ordinaria, en el verano se multiplican mucho las tentaciones que estimulan las malas miradas: en la calle, en todos los lugares, hasta en los templos. Consiguientemente, el verano es un tiempo muy favorable para el crecimiento en pudor y castidad, si las tentaciones vienen a ocasionar actos intensos movidos por la gracia del Salvador.

El Papa en Santa Marta: sentir la vergüenza de ser de ‘creta’ nos abre el corazón para que el Espíritu entre

Este viernes en la homilía Francisco parte de la Segunda Carta de san Pablo a los Corintios

(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 16 jJun. 2017).- Nadie se salva a si mismo, necesitamos la potencia de Dios. El papa Francisco en la homilía de este viernes en la Casa Santa Marta, señaló así la Segunda Carta de san Pablo a los Corintios, en la que el apóstol habla del misterio de Cristo, indicando que “tenemos un tesoro en vasos de creta”.

Exhorta por lo tanto a todos a tomar conciencia de nuestra debilidad porque sin la potencia de Dios no podemos seguir adelante.

“Todos nosotros somos vulnerables, frágiles, débiles y tenemos necesidad de ser curados. Y él lo dice: sufrimos tribulación, estamos consternados, somos perseguidos, golpeados como manifestación de nuestra debilidad, de la misma debilidad de Paolo, manifestación de la creta”.

Añade que “una de las cosas más difíciles en la vida es reconocer la propia vulnerabilidad” y a veces intentamos “maquillarla para que no se vea”. El mismo Pablo en el inicio de este capítulo dice: “Cuando é caído en las simulaciones vergonzosas”.

Las disimulaciones son vergonzosas siempre, “porque son hipócritas”. Incluso hacia nosotros mismos, cuando creemos que somos “otra cosa”, que no tenemos necesidad de curación ni de apoyo, al pensar “no estoy hecho de creta”, tengo “un tesoro”. “Este es el camino hacia la vanidad, la soberbia, la autorreferencialidad de aquellos que no sintiéndose de creta, buscan la salvación y la plenitud de sí mismos”. En cambio es “la potencia de Dios la que nos salva”.

Así el apóstol Pablo con este planteo, nos lleva a un diálogo “entre el tesoro y la creta”. Y el sucesor de Pedro lo ejemplifica con la confesión, “decimos nuestros pecados como si fueran una lista de precios en el mercado”, intentando “blanquear un poco la creta”. En cambio debemos aceptar nuestra debilidad y vulnerabilidad, porque aquí entra en juego la vergüenza. En cambio, asegura Francisco “es la vergüenza la que ensancha el corazón, para permitir que entre la potencia de Dios, la fuerza de Dios. La vergüenza de ser de creta y no un vaso de plata o de oro”. Y asegura que “si llegamos a este punto seremos felices, muy felices”.

Invitó a recordar el lavado de los pies, “cuando Pedro le dice a Jesús: ‘No Señor, ¿pero por favor qué haces? Pedro no había entendido que él era de creta, que necesitaba de la potencia del Señor para ser salvado”.

Solamente si aceptamos ser decreta, entonces “la extraordinaria potencia de Dios vendrá a nosotros y nos dará la plenitud, la salvación, la felicidad, la alegría de ser salvados” y recibiendo “el tesoro” del Señor, concluye el Papa.

Lutgarda, Santa
Mística, 16 de Junio

Virgen

Martirologio Romano: En el monasterio de monjas cistercienses de Aywiéres, en Brabante, Bélgica, santa Lutgarda, virgen, insigne por su devoción al Sagrado Corazón del Señor († 1246).

Breve Biografía

Santa Mística sisterciense de Aywieres, Bélgica.

Nace en 1182. A los doce años de edad fue encomendada a las monjas benedictinas cerca de Saint-Trond, no por piedad sino porque el dinero para su dote matrimonial había sido perdido por su padre. Era la costumbre de la época.

Lutgarda era bonita y le gustaba divertirse sanamente y vestir bien. No aparentaba vocación religiosa, por lo que en el convento vivía como una especie de pensionista, libre para entrar y salir. Sin embargo, un día, mientras charlaba con unas amistades, tuvo una visión de Nuestro Señor Jesucristo que le mostraba sus heridas y le pedía que lo amase solo a El. Lutgarda aquel día descubrió el amor de Jesús y lo aceptó al instante como su Prometido. Desde aquel momento su vida cambió.

Algunas monjas que observaron el cambio en Lutgarda vaticinaron que aquello no duraría. Se equivocaron, ya que su amor por Jesús mas bién crecía. Al rezar lo veía con sus ojos corporales, hablaba con El en forma familiar. Cuando la llamaban para algún servicio, le decía a Jesús: "Aguárdame aquí, mi Señor; volveré tan pronto como termine esta tarea". También tuvo visiones de Santa Catalina, la patrona de su convento y San Juan Evangelista. En éxtasis a veces se alzaba un palmo del suelo o su cabeza irradiaba luz.

Compartió místicamente los sufrimientos de Jesús cuando meditaba la Pasión. En esas ocasiones aparecían en su frente y cabellos minúsculas gotas de sangre. Su amor se extendía a todos de manera que sentía como propios los dolores y penurias ajenas.

Después de doce años en el convento de Santa Catalina, sintió la inspiración de abrazar la regla cisterciense que es mas estricta. Siguiendo el consejo de su amiga Santa Cristina que era de su mismo convento, ingresó en el Cister de Aywieres a pesar que allí solo se hablaba francés, idioma que desconocía.

Tenía gran humildad y solo se quejaba de su propia impotencia para responder como era debido a las gracias de Dios. En una ocasión oraba ofreciendo vehemente su vida al Señor, cuando se le reventó una vena que le causó una fuerte hemorragia. Le fue revelado que, en el cielo, su efusión se aceptaba como un martirio.

Tenía el don de curación de enfermos, de profetizar, de entender las Sagradas Escrituras, de consolar espiritualmente. Según la beata María de Oignies, Lutgarda es una intercesora sin igual por los pecadores y las almas del purgatorio.

Tuvo visiones del Sagrado Corazón de Jesús. En una ocasión Nuestro Señor le preguntó que regalo ella deseaba. Ella respondió: "Quiero Tu Corazón", a lo que Jesús respondió: "Yo quiero tu corazón". Entonces ocurrió un evento sin precedentes conocidos: Nuestro Señor místicamente intercambió corazones con Lutgarda.
Once años antes de morir perdió la vista, lo cual recibió con gozo, como una gracia para desprenderse mas del mundo. Aun ciega ayunaba severamente. El Señor se le apareció para anunciarle su próxima muerte y las tres cosas que debía hacer para prepararse: 1-dar gracias a Dios sin cesar por los bienes recibidos; 2- orar con la misma insistencia por la conversión de los pecadores; 3- Para todo confiar únicamente en Dios.

Predijo su muerte que ocurrió en la noche del sábado posterior a la Santísima Trinidad, precisamente cuando comenzaba el oficio nocturno del domingo. Era el 16 de junio del 1246.

6 consejos que te da la Biblia para enfrentar problemas económicos

En estos tiempos, los problemas económicos se han convertido en una pesada carga en la vida de muchas personas, generando situaciones de angustia y stress

En estos tiempos que corren, marcados por la crisis y los recortes, los problemas económicos se han convertido en una pesada carga en la vida de muchas personas, generando situaciones de verdadera angustia y stress. Como si estuvieran atrapadas en un callejón sin salida, la gente busca una solución que les permita resolver sus necesidades de vida. La experiencia dice que no siempre es fácil.

No hay que desesperar.

Como discípulos de Jesús hemos de llevar nuestros problemas, incluyendo por supuesto los económicos, a la Palabra de Dios. En ella el Señor siempre nos da la respuesta que necesitamos. Leerla, y orarla, bajo la guía del Espíritu Santo, transforma nuestro corazón y nuestra mente. Ella es luz en el sendero, y lámpara para nuestros pasos (Salm. 118, 105)

¿Cómo nos enseña la Biblia a enfrentar los problemas económicos? A continuación 6 consejos muy luminosos de la Palabra sobre este tema tan importante:

1. Lo primero es lo primero: el Reino de Dios

Jesús es claro, no debemos estar agobiados pensando qué comeremos o cómo nos vestiremos, es decir, como resolveremos el día a día. Él nos pone como ejemplo a las aves del cielo, y a los lirios del campo. El Padre conoce de antemano lo que requerimos para vivir, por lo que la actitud básica del cristiano es la confianza y el abandono en las manos amorosas de Dios (Mt. 6, 25-34)

Sin embargo, hay una condición: que busquemos primero el Reino de Dios y su justicia, es decir, que en nuestra lista de prioridades lo primero para nosotros sea hacer la voluntad de Dios, vivir según la norma del Evangelio, en seguimiento a Jesús de Nazaret,… todo lo demás se nos dará por añadidura (Mt. 6, 33). Esa es su promesa.

¡Trabaja!

La Palabra enseña que el medio normal para ganarse el sustento diario es el trabajo. Este principio rige a toda la estirpe de Adán, que ha de ganarse el pan con el sudor de su frente (Gen. 3, 19). Así mismo, el trabajo forma parte de la vocación humana universal: vayan y sometan la tierra (Gen. 1, 28).

La actitud de abandono y de confianza que nos aconseja Jesús no nos exime del deber de trabajar, sumando esfuerzo e inteligencia, para lograr satisfacer las necesidades de vida. Para un cristiano el trabajar no es un castigo, es un modo de servir a la comunidad y una fuente de bendición: ¡Trabajar no es un castigo!: una teología positiva del trabajo

Pablo nos da ejemplo, él compartía el oficio de la predicación con el arte de tejer tiendas (Hch. 18, 3). Además nos previene de la tentación de ser negligentes en la tarea, como, aparentemente, ocurría en la comunidad de Tesalónica /2 Tes. 3, 6-7), pues el que no trabaje que tampoco coma, por lo que se nos exhorta a trabajar con sosiego para ganar el propio pan y no ser una carga para nadie (2 Tes. 3, 8-12).

Por cierto, si hemos perdido el empleo, ello no significa que no tengamos trabajo, pues buscar colocarse es ya de por si un trabajo, y bien gordo.

¡Descubre tu talento!

En la parábola de los talentos Jesús nos dice que a cada uno de nosotros se nos han confiado unos dones, nuestra misión es descubrirlos y crecer en ellos para que la gracia se multiplique en los campos de Dios. Como enseña Jesús, salgamos a negociar el talento para que aumente, y recibir aún más (Mt. 25, 14-30)

Estoy convencido que está parábola encierra un gran secreto incluso para que prosperemos económicamente: descubrir el propio talento, trabajarlo, ponerlo al servicio redundará en beneficios para nosotros.

Lamentablemente, muchos hacemos como el siervo perezoso de la parábola, escondemos los dones recibidos, los enterramos, y ello se refleja en los resultados que obtenemos.

¡Ora!

Jesús nos enseñó en el Padrenuestro a pedir el pan de cada día (Lc. 11, 2-4). De esta manera llevamos a la oración las necesidades económicas para que el Señor nos socorra y provea nuestro sustento. Cuando oramos sabemos que Dios conoce de antemano lo que necesitamos (Mt. 6, 8).

Si sentimos que el Señor se toma su tiempo en atendernos, recordemos que Jesús nos exhorta a persistir en la plegaria, como el amigo inoportuno a la medianoche (Lc. 11, 5-8) o como la viuda pobre frente al juez injusto (Lc. 18, 1-8)

Si tenemos que enfrentar una situación económica que parece insoluble pidamos a Dios el don de la sabiduría (Stg. 1, 5), a fin de encontrar una salida al problema que nos agobia. Nunca olvidemos que para Dios nada hay imposible (Lc. 1, 37) y que todo es posible para el que cree (Mc. 9, 23)

Presentemos al Padre lo que nos preocupa (Filp. 4, 6), y esperemos en su gran misericordia que siempre se manifiesta en el momento oportuno.

¡Comparte tus bienes!

Jesús nos previene de la tentación de acumular tesoros en la tierra, poniendo nuestra confianza en la posesión de los bienes materiales (Mt. 6, 19 y Lc. 12, 13-21) Por lo contrario, su invitación es que compartamos con los demás, especialmente con los más pobres, de lo mucho o poco que tengamos (Mt. 19, 21)

Es una ley del Evangelio, hemos de dar si queremos recibir (Lc. 6, 38). Y aunque creamos que somos tan pobres que sólo podemos ocuparnos de nosotros mismos, siempre tenemos algo que dar a los demás, así sea nuestro tiempo y nuestra atención.

¡Se agradecido!

Dar gracias a Dios, tanto en la prosperidad como en la escasez, es proclamar nuestra confianza en la fidelidad y el amor de Dios (1 Tes. 5, 18), quien se toma el trabajo de cuidarnos y de proveer a todas nuestras necesidades con largueza (Filp. 4,19).

Cuando damos gracias confesamos y reconocemos que Dios es el dador de toda bendición (Stg. 1, 17), todo viene de su mano, él dirige nuestra vida según sus designios de amor y misericordia (Rom. 8, 28). La acción de gracias es siempre fuente de nuevas bendiciones, y trae gozo y paz al corazón.

Para terminar, un consejo de oro: ¡Acude a la Virgen María!, ello es nuestra abogada e intercesora delante de Jesús, la que adelanta su hora como hizo en las Bodas de Caná (Jn. 2, 1-12), la que ha creído en el cumplimiento de las promesas divinas (Lc. 1, 45) Ella es la madre llena de amor que Jesús nos confió antes de morir en la cruz (Jn. 19, 25-27)

María, Madre de Misericordia, asístenos en nuestras necesidades, y llévanos siempre a Jesús, el dador y la fuente de toda bendición. Amén.

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