Misericordia es lo que yo quiero

Evangelio según San Mateo 9,9-13. 

Jesús, al pasar, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado a la mesa de recaudación de impuestos, y le dijo: "Sígueme". El se levantó y lo siguió. 
Mientras Jesús estaba comiendo en la casa, acudieron muchos publicanos y pecadores, y se sentaron a comer con él y sus discípulos. 

Al ver esto, los fariseos dijeron a los discípulos: "¿Por qué su Maestro come con publicanos y pecadores?". 

Jesús, que había oído, respondió: "No son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos. 
Vayan y aprendan qué significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios. Porque yo no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". 

 San Panteno de Alejandría, laico

Conmemoración de san Panteno de Alejandría, varón lleno de celo apostólico, enriquecido con toda clase de sabiduría, conocedor en alto grado de la Palabra de Dios y amante apasionado de la misma, acerca del cual la tradición cuenta que su fe y ardiente caridad le impulsaron a ir a predicar el Evangelio a pueblos desconocidos de lejanas regiones de Oriente, y que al volver finalmente a Alejandría, en Egipto, allí descansó en paz, en tiempo del emperador Antonino Caracalla.

«Cuando di con el último de mis maestros, el primero en realidad por su valor, a quien descubrí en Egipto, encontré reposo. Verdadera abeja de Sicilia, recogía el néctar de las flores que esmaltan el campo de los profetas y los apóstoles, engendrando en el alma de sus oyentes una ciencia inmortal» (Stromata 1,1,11).

Así se refiere Clemente de Alejandría a su maestro Panteno. Esto y lo poco que nos cuenta Eusebio de Cesarea en el libro V de su Historia Eclesiástica (V,10) es todo lo que tenemos sobre él, ya que no hay escritos suyos, y no se sabe a ciencia cierta si puso por escrito su doctrina (Eusebio lo afirma, pero Clemente lo niega), exceptuando la hipótesis de H. Marrou (1951), que opina que Panteno es el autor de la famosa «Carta a Diogneto». De las palabras de Clemente sale la deducción de que era siciliano (aunque no es el único sentido posible de la frase).

Panteno dirigía la escuela catequética de Alejandría, que en sus tiempos era aun una escuela de iniciación cristiana, antes de que Orígenes, el sucesor de Clemente al frente de la Escuela, la elevara a los altísimos niveles a los que llegó, siendo la escuela de Sagradas Escrituras y Teología más famosa e influyente de la antigüedad. Panteno llegó a Alejandría hacia el año 180; había sido filósofo estoico; se desconocen las circunstancias de su conversión, pero no es un hecho raro, ya que muchos pasaban del estoicismo al cristianismo, viendo en éste una perfección del ideal de sabiduría que la filosofía buscaba.

Puesto que dejó la dirección de la escuela a Clemente, y éste, después de haberla dirigido un tiempo, huyó de Alejandría en la persecusión de Septimio Severo (inicios del 200), no se termina de comprender por qué el elogio del Martirologio Romano dice que Panteno murió en época de Caracalla (211-217), que fue posterior a Septimio Severo. El testimonio de Eusebio más bien deja abierto el final de Panteno: «Lo cierto es, al menos, que Panteno, por sus muchos merecimientos, terminaba rigiendo la escuela de Alejandría, comentando de viva voz y por escrito los tesoros de los dogmas divinos.» (HE V,10,4).

Eusebio nos cuenta una curiosa historia sobre Panteno; pero debe tenerse presente que él mismo la recibió de tradición oral, y la refiere más de un siglo después, con todo lo que puede tener de confuso un testimonio así: «Se cuenta, pues, que demostró un celo tan grande por la doctrina divina con su ardentísima disposición de ánimo, que incluso fue proclamado heraldo del Evangelio de Cristo para los paganos del Oriente y enviado hasta las tierras indias. [...] y se dice que fue a la India, donde es tradición que se encontró con que el Evangelio de Mateo se le había adelantado en su llegada entre algunos habitantes del país que conocían a Cristo: Bartolomé, uno de los apóstoles, les había predicado y les había dejado el escrito de Mateo en los propios caracteres hebreos, escrito que conservaban hasta el tiempo mencionado.» (HE V,10,2-3) En la actualidad se tiende a identificar esta «India» que menciona aquí con el sur de la península arábiga, el actual Yemen, o quizás Etiopía. Eusebio, y luego san Jerónimo, y luego toda la tradición oral hasta hace unos pocos años, encontraba en este pasaje y algunos otros (todos vinculados a la escuela de Alejandría) la confirmación de que había existido un evangelio de san Mateo redactado en hebreo o arameo. Se tiende más bien a pensar que se trata del llamado «Evangelio de los hebreos», o del «Evangelio de los ebionitas», escritos apócrifos perdidos, de los que se conservan unos pocos fragmentos, pero que jugaron ese importante papel de ser precisamente la realidad que confirmaba el imaginario evangelio original en arameo o hebreo de san Mateo del que parece hablar Papías.

Puede leerse la noticia biográfica en el tomo I de la Patrología de Quasten (BAC), o en la entrada correspondiente del Butler-Guinea. Todos remiten a la misma fuente, la Historia Eclesiástica de Eusebio, Libro V, cap 10. que he citado prácticamente entero en este escrito. Sobre la cuestión del evangelio hebreo, cualquier tratado actual sobre los apócrifos del Nuevo Testamento dedicará especial atención a estos testimonios, por ejemplo el «Nuevo comentario bíblico San Jerónimo» (ed. española Verbo Divino, 2004). Sobre la hipótesis de Marrou, he leído la referencia en Quasten, pero ignoro los argumentos, o el nivel de aceptación del que goza en la actualidad.

Oremos  

Dios y Señor nuestro, que con tu amor hacia los hombres quisiste que San Panteno anunciara a los pueblos la riqueza insondable que es Cristo, concédenos, por su intercesión, crecer en el conocimiento del misterio de Cristo y vivir siempre segúnlas enseñanzas del Evangelio, fructificando con toda clase de buenas obras. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia 
Comentario sobre la 1ª carta de San Juan, § 8,10

«Misericordia es lo que yo quiero»

Amando a tu enemigo, deseas que sea un hermano. No le amas por lo que es sino que por lo que quieres que sea. Imaginemos un bosque de robles sin talar. Un artesano hábil ve, en el bosque, la madera ya cortada. Le gusta esta madera; no sé qué es lo que quiere hacer de ella, pero estoy seguro de que no es para que se quede tal cual está que el artista quiere esta madera. Su arte le hacer ver ya lo que podrá hacer con la madera; su amor no va dirigido hacia la madera en bruto, sino lo que él hará con ella. 

Es de esta manera que Dios nos ha amado aun cuando éramos pecadores. Por eso dijo: «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos» ¿Acaso nos ha amado pecadores para que permanezcamos en el pecado? El Artista nos ha visto como una madera en bruto tal cual llega del bosque. Lo que él veía es la obra que iba a hacer en nosotros, no la madera o el bosque. 

Igualmente te ocurre a ti: ves a tu enemigo que se te opone, te injuria con  palabras mordientes, es duro con sus afrentas, su odio te persigue. Pero tú eres atento con él por el hecho de considerarle un hombre. Ves lo que este hombre ha hecho contra ti, y tú ves que es Dios quien le ha hecho. En tanto que hombre, es obra de Dios; el odio que te tiene es obra del hombre. Y tú ¿qué te dices para ti? «Señor, sé benévolo con él, perdona sus pecados, inspírale tu temor, cámbiale.» No amas en ese hombre lo que es, sino eso que tu quieres que sea. Así pues, cuando amas a tu enemigo, amas a un hermano.

Fermín, Santo Obispo y Mártir, 7 de julio

Obispo y Mártir

San Fermín, obispo de Pamplona. El obispo de Tolosa San Saturnino le envió a predicar el Evangelio a Pamplona, le consagró por su primer obispo y, vuelto después de algunos años a las Galias, predicó el Evangelio en el norte de Francia, muriendo en Amiéns, s. II.

Etimológicamente: Fermín = Aquel que es constante, firme, recio, valeroso y sólido, es de origen latino.

Breve Biografía

Este Santo es el famoso patrono de las "Corridas de San Fermín" en España, aunque en su vida ni los toros ni la fiesta brava tuvieron presencia alguna.

San Fermín de Amiens, nacio -según su leyenda- en Pamplona alrededor del año 272, murió en Amiens el 25 de septiembre de 303 fue un misionero cristiano, primer obispo de Amiens, cuya iglesia construyó. Fue decapitado cuando tenía unos 31 años. Es patrón de Amiens, Lesaca, y co-patrón de Navarra junto con San Francisco Javier.

Nacido en Pompaelo (la actual Pamplona), hijo de un senador pagano de nombre Firmo, un alto funcionario de la administración romana que gobernó Pamplona en el siglo III. La predicación de san Honesto, quien había marchado a la península tras ser milagrosamente liberado de su prisión en Carcassonne, conmovió a sus padres, quienes sin embargo no se convirtieron hasta oír a san Saturnino de Toulose. El santo habría bautizado a Fermín y a sus padres en el lugar que hoy se llama popularmente pocico de San Cernin.

Bajo la tutela de Honesto el joven Fermín aprendió la religión y el arte de la prédica. A los 18 años fue enviado a Tolosa, donde sería ordenado. Tras predicar en Navarra, marchó a Francia, donde se asentó en Amiens. Habiendo organizado la construcción de la iglesia local, fue nombrado obispo a los 24 años. La oposición oficial a la doctrina cristiana le granjeó la cárcel, donde, tras negarse a cesar su prédica, fue decapitado.

En 1186 el obispo Pedro de París llevó de Amiens a Pamplona una reliquia de la cabeza de Fermín.

Actualmente su santoral se celebra el 7 de julio. En Pamplona se conmemora con unas fiestas de fama internacional, los Sanfermines, en las que destacan los encierros de toros.

Es además patrono de las cofradías de boteros, vinateros y panaderos.

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?

Santo Evangelio según San Mateo 9, 9-13. XIII Viernes de Tiempo Ordinario

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, quiero darte gracias por permitirme tener este momento para encontrarme contigo. Te pido que aumentes mi fe, mi esperanza y mi amor. Que al darme cuenta de tu mirada misericordiosa yo responda con generosidad y alegría a ese amor que Tú me tienes. Te pido por todos los que me rodean para que, ayudados por tu gracia, sepamos ser reflejos de tu amor misericordioso.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Amado Jesús, ¿qué tenía Mateo que te dirigistea él y le dijiste "sígueme"?

Mateo era un recaudador de impuestos para los romanos, considerado un pecador y odiado por su propio pueblo. Efectivamente, estos recaudadores no llevaban una vida santa según la Ley de Moisés y las tradiciones. Seguramente todos pensaban que cuando Tú, el Maestro, buscases algún discípulo, ese discípulo sólo podría ser alguien intachable; y sin embargo, ante mi mirada atónita,te diriges al publicano y le dices: sígueme.

¿Qué es el hombre para que de él te acuerdes; el hijo de Adán para que de él cuides?

Es tu amor misericordioso el que lo llama. No te detienes en su pecado, sino que te acercas y le dices: "Sígueme, que quiere decir: "Imítame". Le dijiste: Sígueme, más que con sus pasos, con su modo de obrar. Porque, quien dice que permanece en Cristo debe vivir como vivió él".

Él se levantó y te siguió, cambió su vida, su puesto de recaudación y fue tras de Ti convirtiéndose en uno de tus apóstoles.

Jesús, en este evangelio me enseñastu corazón misericordioso: un corazón abierto a todos. Ayúdame a sentirme mirado por Ti y que, como Mateo, también me sepa visto y llamado a seguirte y así convertirme en apóstol de tu misericordia.

Ayúdame, Jesús, a no acostumbrarme a tu mirada amorosa y que, juntamente con el poeta, exclame sorprendido:

¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío,
que a mi puerta cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí! ¡Qué extraño desvarío,
si de mi ingratitud el hielo frío
secó las llagas de tus plantas puras!
¡Cuántas veces el Ángel me decía:
"Alma, asómate ahora a la ventana,
verás con cuánto amor llamar porfía"!

¡Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía,
para lo mismo responder mañana!

(Félix Lope de Vega)

"Todos nosotros estamos invitados a la mesa del Señor. Hagamos nuestra la invitación de sentarnos al lado de Él junto a sus discípulos. Aprendamos a mirar con misericordia y a reconocer en cada uno de ellos un comensal nuestro. Somos todos discípulos que tienen necesidad de experimentar y vivir la palabra consoladora de Jesús.

Tenemos todos necesidad de nutrirnos de la misericordia de Dios, porque es de esta fuente que brota nuestra salvación".

(Homilía de S.S. Francisco, 13 de abril de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy voy a buscar mirar a los demás como Cristo los ve.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Jesús misericordioso, el Gran Perdonador

Dios me ofrece su perdón. Pero ese perdón no me llega si yo no le abro la puerta del arrepentimiento. Por: P. Jorge Loring | 

Señoras, señores:

Jesús en el Evangelio se presenta como el Gran Perdonador. Tanto en sus actuaciones con los pecadores como en sus parábolas de la misericordia. Incluso en alguna frase hiperbólica que puede entenderse mal, y muchas veces se entiende mal. Cristo, para exponer la alegría que siente ante el pecador arrepentido, dice en el Evangelio: «Hay más alegría en el cielo por un pecador que se arrepiente que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de arrepentirse».

Esta frase de Cristo en el Evangelio se puede entender mal. Porque, claro, si en el cielo hay más alegría por un pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse, pues vamos a ser pecadores, y así le damos al Señor la alegría de la conversión. Naturalmente que eso no es. Lo que quiere Cristo decir con esta expresión es que la conversión de un pecador le produce al Señor una alegría especial. No precisamente superior, sino más bien distinta.

Esto es un fenómeno psicológico que pasa continuamente en la vida. A veces, un acontecimiento nuevo y feliz me produce una alegría que parece superior a la alegría de los acontecimientos ordinarios, aunque éstos sean preferibles. Me explico.

Una madre ve con pena que su hijo se haya ido a trabajar a California. Estamos en Durango y yo sé que hay gente de Durango trabajando en Los Ángeles. Pues una madre ve con pena que su hijo se haya tenido que ir a California a buscar trabajo. Cuando ese hijo vuelve a casa le da a su madre una alegría distinta de la alegría que le dan los otros hijos que se han quedado en casa. Y no es que la madre prefiera que sus hijos se vayan de casa. La madre hubiera preferido que su hijo se hubiera quedado en casa, y no se haya tenido que ir a buscar trabajo. Pero cuando el hijo vuelve le da una alegría distinta, que no le dan los otros hijos que se han quedado en casa. Pero ella, sin duda, prefiere que los hijos se queden en casa y no tengan que irse por ahí en busca de trabajo.

Otro ejemplo:

Un padre tiene un hijo gravemente enfermo. Ese hijo gravemente enfermo recupera la salud. Cuando ese hijo recupera la salud le da a su padre una alegría que no le dan los hijos sanos. Una alegría distinta. Pero, sin duda, el padre hubiera preferido que su hijo no hubiera contraído esa enfermedad. Esto es evidente. El padre prefiere que su hijo sea sano y no contraiga la grave enfermedad. Pero una vez que la ha contraído, cuando se cura le da una alegría distinta que no le dan los hijos sanos, que no han contraído la grave enfermedad.

Éste es el sentido de la frase de Jesucristo. Cuando un pecador se convierte Dios recibe una alegría tan grande que parece superior a la que le dan los otros que no necesitan convertirse. Pero, naturalmente, no es que Dios prefiera que seamos pecadores, para darle después la alegría de la conversión.

***

Esto es lo que se simboliza en las parábolas de la misericordia. Por ejemplo en la parábola de la dracma perdida. Una mujer pierde una moneda y va con la escoba barriendo por la casa buscándola. Por fin la encuentra. Y dice el Evangelio que llama a las vecinas:

- ¡Qué alegría! Encontré la moneda que perdí.
El encontrar la moneda le da un alegría que no tenía, pero no vamos a pensar que esa moneda vale más que toda su fortuna que no ha perdido. Esa moneda vale mucho menos que su fortuna. Y ella prefiere su fortuna. Pero al encontrar la moneda recibe una alegría distinta a la satisfacción de su fortuna que no ha perdido.

***

Es también el ejemplo de la oveja perdida. Salió el pastor a buscar la oveja perdida. Deja las otras noventa y nueve en el redil. La encuentra. La carga sobre sus hombros. Y vuelve cantando porque había perdido una oveja y la ha encontrado. El encontrar la oveja perdida le produce una alegría, pero qué duda cabe que él hubiera preferido que la oveja no se perdiera. Él hubiera preferido que esa oveja estuviera en el redil cuando él contó las ovejas. Él hubiera preferido contar cien. Se hubiera ido tranquilo. Al ver que sólo hay noventa y nueve le entra la preocupación. ¡Falta una! Voy a buscarla. Y al encontrarla siente una alegría distinta que no le dan las otras noventa y nueve. Pero no hay duda de que él hubiera preferido que la oveja no se hubiera perdido.

La imagen del Buen Pastor arraigó tanto en los primeros cristianos que la primera imagen con la que se representó a Jesucristo fue la del Buen Pastor con la oveja sobre los hombros. En las catacumbas de Roma hay cuarenta y seis pinturas del Buen Pastor: tres del siglo I, trece del II y treinta del III.

***

Pero la gran parábola de la misericordia es la parábola del Hijo Pródigo. Vuelve el hijo pródigo que había exigido a su padre la fortuna. Se había ido a lejanas tierras y malgastó su fortuna con prostitutas. Se arruinó. Pasó hambre. Se puso a guardar cerdos. Tenía envidia de los cerdos, porque los cerdos podían comer bellotas y a él no le dejaban comer las bellotas que eran de los cerdos. Él era menos que los cerdos. Recapacita. Se arrepiente y vuelve a casa de su padre. Cuando su padre le ve venir, sale a su encuentro, le da un abrazo y celebra una fiesta.

Y el otro hermano que no se había ido de casa protesta:
- Oye, padre, de manera que a este sinvergüenza que se ha ido por ahí a malgastar tu fortuna con malas mujeres, tú le das una fiesta. Y yo que me he quedado contigo ¿qué?
- Hijo mío, tú estás siempre a mi lado. Pero este hermano tuyo se había perdido y lo hemos recuperado.

Y el padre celebra una fiesta, porque el hijo perdido a vuelto a casa. Pero qué duda cabe que el padre hubiera preferido que ese hijo no se hubiera ido por ahí a malgastar su fortuna de mala manera.

***

Éste es el sentido de las parábolas de la misericordia. La alegría especial, distinta, que recibe el Corazón de Jesús cuando un pecador que se había ido de casa, como el Hijo Pródigo, cuando una oveja que se había perdido en el monte, o cuando una moneda que se le pierde al ama de casa, aparecen de nuevo. Es la alegría de recuperar lo que estaba perdido.

El Corazón Misericordioso de Jesús se refleja también en su actuación con los pecadores. Tenemos varios ejemplos que son significativos.

***

La mujer adúltera. El adulterio se castigaba con la pena de muerte. Esta mujer sorprendida en adulterio tenía que ser apedreada: matada a pedradas. Y a Cristo le traen esta mujer sorprendida en adulterio. Y le preguntan al Señor:
- Y tú, ¿qué opinas? ¿Qué hacemos con esta mujer? La ley manda que muera apedreada. Y tú, ¿qué dices?
Y contesta Cristo:
- El que esté sin pecado que tire la primera piedra.
Y dice el Evangelio que empezaron a marcharse todos los fariseos: se quitaron de en medio. Se quedó Cristo sólo con la mujer adúltera. Y le pregunta el Señor:
- Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? Se han ido todos. Ninguno te acusa. Pues mira, hija, yo tampoco te acuso. Te perdono. Vete, pero no vuelvas a pecar.

Fijaos la condición de Cristo. Cristo perdona. Pero exige arrepentimiento. Le exige que se corrija. Le exige que enmiende su mala vida. Que la enderece por el buen camino.

***

La misma misericordia mostró con Zaqueo. Zaqueo, el publicano, era un hombre que robaba. Él cobraba impuestos injustos. Extorsionaba al pueblo. Los esquilmaba con sus impuestos abusivos. Y pasa Jesús por Jericó, donde vivía Zaqueo. Jesús iba siempre rodeado de gente. Y Zaqueo, dice el Evangelio, era bajo de estatura. Para ver bien al Señor se sube a una higuera. Al pasar Jesús por debajo de la higuera le dice:

- Zaqueo, ¿qué haces ahí subido en la higuera? Baja, hombre, que me quiero hospedar en tu casa.
Zaqueo dio un salto. Él se contentaba con verle desde la higuera, y resulta que Jesús se autoinvita para hospedarse en su casa. Zaqueo encantadísimo de que Jesús se hospede en su casa. Jesús le da más de lo que él quería. Él se contentaba con verle de lejos, desde la higuera, y resulta que lo va a tener en su casa. Así es la misericordia de Dios. Da más de lo que esperamos. Le da mucho más, porque Zaqueo se contentaba con verle de lejos, y Jesús le cambia el corazón, lo cual es muchísimo más.

Zaqueo era avaro, y se convierte en generoso. Dice Zaqueo:
- La mitad de mis bienes se la daré a los pobres; y si he defraudado a alguien, le daré cuatro veces más.
El que era un avaro, un tirano, un estafador, se vuelve generoso. Se convierte.Por eso dice Cristo:
- Hoy ha entrado la salvación en esta casa.
Porque Zaqueo, que vivía en pecado, cambia su vida y se convierte.

***

Esto mismo pasó con el paralítico de Cafarnaún. Estaba Jesús en una casa llena de gente. Le llevan un paralítico para que lo cure. Como no podían entrar en la casa lo descuelgan por un agujero en la azotea. La casa era de una sola planta y la escalera era exterior. Era fácil subir a la azotea. Allí quitaron unas losetas y, con unas cuerdas, descolgaron al paralítico delante de Jesús. Llevan a Jesús al paralítico para que lo cure de su enfermedad; pero Jesús, generoso como siempre, no sólo le cura el cuerpo sino también el alma:

- Tus pecados quedan perdonados.
Le curó el cuerpo:
- Coge tu camilla y vete a tu casa.
Pero además hizo algo mucho más grande: le curó el alma, porque le perdonó sus pecados.

Ahora bien, si Cristo perdonó sus pecados al paralítico, se supone que el paralítico estaba arrepentido. Si no hubiera estado arrepentido, Dios no le perdona. Dios no perdona a nadie sin arrepentimiento. Es condición indispensable el arrepentimiento para que Dios perdone. Al que no tiene arrepentimiento Dios no le perdona. Sería monstruoso que Dios perdone al que no tiene arrepentimiento.

Miren ustedes:

Yo soy sacerdote. Y me he hecho sacerdote para perdonar pecados. Porque estoy convencido que el mayor bienhechor de la humanidad es el sacerdote. Más que el médico. Nadie da lo que da el sacerdote. El médico te cura y quizás te salva de la muerte. Pero tan sólo te retrasa la muerte. Si no mueres hoy, morirás mañana, o el año que viene, o dentro de cincuenta años. Pero ningún médico te libra de la muerte, tan sólo te retrasa el momento de
morir.

El sacerdote te da vida eterna. La vida eterna no la da en el mundo nadie sino el sacerdote. Perdonando los pecados da la vida eterna. Si tú no estropeas el boleto que te da el sacerdote, puedes entrar en la vida eterna. Si, después, tú lo rompes pecando, allá tú. Pecando rompiste el boleto de entrada a la vida eterna. Pero si tú no lo rompes pecando, puedes salvarte eternamente. ¡Maravilloso! No hay bienhechor en el mundo que dé más que el sacerdote. Por eso yo me he hecho sacerdote. Porque estoy convencido de que lo más grande que se puede hacer en la vida es perdonar pecados para que la gente pueda salvar su alma.

A esto voy:
Yo que me hecho sacerdote para perdonar pecados, si viene un hombre a confesarse de que tiene una amante además de su esposa, o que ha calumniado a alguien, y cuando yo le exhorto a que se arrepienta y se enmiende, él me dice:
- No, Padre, eso no me lo pida usted. Yo voy a seguir lo mismo.
Pues no puedo perdonarle.
Y me he hecho sacerdote para perdonar pecados, pero necesito que el otro se arrepienta. Si no, no puedo perdonarle. Lo mismo Dios. Dios no puede perdonar a quien no se arrepiente. Sería una monstruosidad, que Dios no puede hacer, perdonar al que no quiere arrepentirse.

Sin embargo, a veces, me han puesto esta objeción:
- Si Dios es tan bueno y tan Padre, ¿por qué exige arrepentimiento? Una madre perdona a su hijo, de entrada, sin esperar su arrepentimiento.

Puede ser que eso sea verdad, porque a veces el amor de una madre es ciego. Hemos visto en televisión a la madre de un terrorista que ha puesto un coche bomba y ha matado a diez personas. Pero ella dice:
- Si mi hijo es bueno.
- Señora, ¡que ha asesinado a diez personas!
- No. No. Mi hijo es bueno.
Para una madre siempre su hijo será bueno. Es un amor ciego.

El amor de Dios es justo. Por eso exige arrepentimiento. Dios está siempre dispuesto a perdonar, su misericordia nos está siempre esperando con los brazos abiertos, pero no puede perdonarnos sin arrepentimiento.

***

Otro ejemplo:
Un hombre de negocios tiene un administrador que un día le dice:
- Mire usted, yo le he estado robando. Le he robado mucho. Tanto que no le puedo restituir lo robado. Por eso le ruego a usted que me lo perdone. Y mientras el hombre de negocios está considerando perdonarle, el otro añade:
- Pero sepa usted que voy a seguir robándole, porque me resulta muy provechoso.
¡Pues se acabó la historia! ¿Cómo quieres que te perdone si le adviertes que le vas a seguir robando? Esto suena a burla. Te has cerrado la puerta del perdón. Al proceder así te haces indigno del perdón.

***

Lo mismo pasa con Dios. Dios me ofrece su perdón. Pero ese perdón no me llega si yo no le abro la puerta del arrepentimiento. Hay personas que se confiesan para salir del paso: porque quieren comulgar en un funeral, en una boda o en una Primera Comunión. Se confiesan para comulgar ahora, pero sin arrepentimiento ni propósito de la enmienda. Estas confesiones son inválidas y sacrílegas.

Está muy bien confesar y comulgar en estas ocasiones solemnes. Pero la confesión hay que hacerla en condiciones. Si no, es inválida. No se perdona ningún pecado y se añade otro peor que todos: el sacrilegio. Antes que confesarse mal es preferible no confesarse; pues el que comulga en pecado se traga su propia condenación. Son palabras de San Pablo. Por eso es tan importante confesarse bien.

***

El propósito de enmienda que incluye el arrepentimiento consiste en voluntad de corregirse. No certeza. Certeza no tiene nadie. Nadie puede estar cierto de que nunca más volverá a pecar. Todos podemos tener un mal cuarto de hora. Por eso humildemente le pedimos a Dios que nos tenga de su mano. Lo que Cristo nos pide es buena voluntad de corregirnos. Tener el deseo de no volver a pecar. No es lo mismo el propósito de no volver a pecar que el miedo de volver a pecar, dada la fragilidad humana.

El propósito de enmienda supone dejar las ocasiones próximas de pecado. Quien no las quiere dejar demuestra que su propósito no es sincero. Pero quien hace lo que está de su parte y desea no volver a pecar obtiene el perdón de Dios, aunque no tenga la certeza de no volver a caer. Al salir de casa tú tienes la certeza de que no quieres romperte una pierna, pero no puedes estar seguro de que no volverás con la pierna rota.

***

Les voy a decir una cosa que digo siempre cuando hablo de esto porque me impresiona mucho. Yo le doy gracias a Dios del gran beneficio de la confesión. Dios pudo no haber instituido la confesión. Dios podía haber dicho esto:

- Mira hombre: aquí tienes una vida y una libertad. Usa bien de tu libertad y te doy la gloria eterna. Pero si usas mal, tendrás infierno eterno.

Dios lo podía haber hecho así. En la vida hay cosas irrecuperables. Si se pierden, se pierden para siempre. A un hombre le saltan un ojo. Eso es irrecuperable. Ese ojo lo perdió para siempre. Le podrán poner un ojo de cristal, pero el ojo que le saltaron de una perdigonada yendo de caza, o con un palo en una caída, son irrecuperables. Son casos que yo conozco.

Un señor, padre de un amigo mío, yendo de caza le pegaron una perdigonada y perdió un ojo. Un pobre muchacho, trabajando en el campo, tropezó y se cayó con tan mala suerte que con un palo clavado en el suelo se saltó un ojo. Un ojo perdido es irrecuperable.

También un cuadro de Velázquez que se quema es irrecuperable. En la vida hay cosas que si se pierden, se pierden para siempre: son irrecuperables. Dios podía haber hecho irrecuperable la pérdida DE LA GRACIA. Sin embargo la misericordia de Dios instituye la confesión. Dice Dios:
- Hombre, toma una vida y una libertad. Si usas bien de tu libertad, te daré la gloria eterna. Y si usas mal, pídeme perdón y yo te perdonaré.

Inmensa misericordia la de Dios.

***

Pues nosotros debemos imitar esa misericordia de Dios. Tenemos que imitarla perdonando a nuestros hermanos. Que para eso nos da Él ejemplo de misericordia. Tiene gracia ese pasaje del Evangelio cuando San Pedro le pregunta a Cristo:
- Oye, Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano? ¿Siete veces?

Siete es un número simbólico, como generalmente los números en la Biblia. Decir siete veces quiere decir muchas veces. Como nosotros cuando decimos mil veces.
- Te he llamado mil veces.
- Hombre, no; han sido cuatro.
Pero es nuestro modo de hablar. Cuando decimos mil veces queremos decir muchas veces.

Pues los hebreos cuando decían siete veces querían decir muchas veces. Cuando San Pedro le pregunta a Cristo si tiene que perdonar a su hermano siete veces pensaba que siete veces son muchas veces. Pero se quedó sorprendido ante la respuesta de Cristo.
- No, Pedro. Siete veces, no: setenta veces siete.
Es decir: siempre. Hay que perdonar siempre. Como hace el Señor.

***

Esto es difícil. Cuando alguien te ha ofendido injustamente, gravemente, recientemente, la sensibilidad se te rebela. En nuestra parte afectiva se levantan oleadas de repugnancia. Cuesta mucho perdonar. Pero no hay que confundir la sensibilidad con la voluntad. Son perfectamente separables. Tú puedes sentir un dolor y no desearlo. No tenemos dominio sobre nuestros sentimientos. Pero sí sobre nuestra voluntad.

Y una persona humana no puede regirse por los impulsos ciegos sensitivo-afectivos, sino por la razón. Renunciar a la razón es renunciar a ser persona humana. Y la razón iluminada por la fe nos lleva a perdonar. Puede ser que mi sensibilidad se rebele ante la injusticia que han cometido conmigo, pero mi voluntad puede imponerse a mi sensibilidad. Y por encima de mis sentimientos que me llevan a la venganza o me impiden perdonar está mi voluntad que puede imponerse a mi sensibilidad. Yo perdono con mi voluntad, aunque mi sensibilidad se rebele contra ese perdón.

Pongo un ejemplo que a veces pasa en la vida:

A un señor le dan un cargo muy importante, pero muy peligroso o de mucha responsabilidad. Ante un cargo de tanto peligro o de tanta responsabilidad, por dentro siente repugnancia a aceptarlo. La sensibilidad se rebela contra ese cargo por el peligro o la responsabilidad que suponen. Pero la razón y la voluntad se imponen: «debo aceptarlo, porque es un cargo público desde el que puedo hacer mucho bien».Pues lo mismo pasa aquí. La sensibilidad a veces se rebela contra el perdón, pero se impone la razón, se impone la voluntad, y podemos perdonar contra la sensibilidad.

Ahora bien, el perdón no excluye exigir que se cumpla la justicia y se repare el daño ocasionado. Una cosa no va contra la otra. Yo perdono. No le deseo ningún mal. Pero que me repare el daño que me ha hecho. La justicia no se opone al perdón. Me acuerdo ahora de cuando el Papa Juan Pablo II perdonó al terrorista que atentó contra su vida. Fue a visitarle a la cárcel y le comunico su perdón. Pero deja que la justicia italiana cumpla su cometido y le condene a cadena perpetua.

Como perdonar es muy difícil, Cristo nos pone una parábola muy significativa. Es la parábola del rey y el siervo inicuo. Había un rey que tenía un súbdito que le debía mucho dinero: diez mil talentos. El súbdito le pide al rey que le perdone la deuda porque no puede pagarle. Y el rey se la perdona. Pero después va este hombre, y a un compañero que le debía cien denarios le coge por el cuello pidiéndole que le pague lo que le debe. El compañero le pide que le perdone, que de momento no puede pagarle; pero que le pagará más adelante. Pero el siervo inicuo sigue zarandeándole y exigiéndole el pago inmediato.

Los compañeros indignados se lo cuentan al rey. La fuerza de la parábola está en la diferencia de las dos deudas. El rey le ha perdonado a él diez mil talentos, y lo que su compañero le debe con cien denarios.

Como no entendemos ni de talentos ni de denarios, lo voy a poner en pesetas para que veamos la diferencia. Diez mil talentos son cien mil millones de pesetas, según he leído. Yo no entiendo, lo he leído. Y cien denarios son diez mil pesetas. Él le debe al rey cien mil millones, y su compañero le debe a él diez mil pesetas. Menuda diferencia. Aquí está la fuerza de la parábola. La deuda de diez mil talentos era tan grande que era imposible pagarla. Y, según la ley, cuando el deudor no puede pagar se le confiscan sus bienes. Incluso se pueden vender como esclavos su esposa y sus hijos, para cobrarse la deuda. Era la ley. Por eso la parábola es tan significativa.

El súbdito le debe al rey una cantidad descomunal y su compañero le debe a él una pequeñez. Por eso el rey, indignado, le condena a cadena perpetua. Y concluye la parábola: «Del mismo modo se portará mi Padre con el que no perdone a su hermano».

¿Veis la lección? Después de todo lo que Dios me ha perdonado a mí, ¿no voy yo a perdonar a mi hermano? Por mucho que mi hermano me haya ofendido a mí, es mucho mayor mi ofensa un Dios infinito. Por eso esta parábola nos deja desarmados. ¿Quién puede negar el perdón a su hermano por mucho que le haya ofendido?

Y termino con esta frase que todos decimos en el Padrenuestro: «perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a los que nos han ofendido». Es decir, que si yo no perdono, le estoy pidiendo a Dios que tampoco me perdone Él a mí. Las palabras «así como» no se refieren a la medida del perdón, pues lo que Dios perdona es muchísimo más. Se refieren al hecho de perdonar. Si yo no perdono, le estoy cerrando la puerta al perdón de Dios.

Pidámosle a Dios que nos ayude a imitar su misericordia, porque Jesús misericordioso es el Gran Perdonador. Muchas gracias por vuestra atención.

Conferencia pronunciada en el Auditórium del PRI de Durango. México.

Novena a la Virgen del Carmen

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (7 al 15 de julio)

Por la señal, etc.

ACTO DE CONTRICIÓN PARA TODOS LOS DÍAS

Dios mío y Señor mío, postrado delante de vuestra Majestad Soberana, con todo mi ser, con toda mi alma y todo mi corazón te adoro, confieso, bendigo, alabo y glorifico. A ti te reconozco por mi Dios y mi Señor; en Ti creo, en Ti espero y en Ti confío. Me has de perdonar mis culpas y dar tu gracia y perseverancia en ella, y la gloria que tienes ofrecida a los que perseveran en tu amor. A Ti te amo sobre todas las cosas. A Ti confieso mi suma ingratitud y todas mis culpas y pecados, de todo lo cual me arrepiento y te pido me concedas benignamente el perdón. Pésame, Dios mío, de haberos ofendido, por ser Vos quien sois. Propongo firmemente, ayudado con vuestra divina gracia, nunca más pecar, apartarme de las ocasiones de ofenderos, confesarme, satisfacer por mis culpas y procurar en todo serviros y agradaros. Perdóname, Señor, para que con alma limpia y pura alabe a la santísima Virgen, Madre vuestra y Señora mía, y alcance por su poderosa intercesión la gracia especial que en este Novena pido, si ha de ser para mayor honra y gloria vuestra, y provecho de mi alma. Amén.

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS

Oh Virgen María, Madre de Dios y Madre también de los pecadores, y especial Protectora de los que visten tu sagrado Escapulario; por lo que su divina Majestad te engrandeció, escogiéndote para verdadera Madre suya, te suplico me alcances de tu querido Hijo el perdón de mis pecados, la enmienda de mi vida, la salvación de mi alma, el remedio de mis necesidades, el consuelo de mis aflicciones y la gracia especial que pido en esta Novena, si conviene para su mayor honra y gloria, y bien de mi alma: que yo, Señora, para conseguirlo me valgo de vuestra intercesión poderosa, y quisiera tener el espíritu de todos los ángeles, santos y justos a fin de poder alabarte dignamente; y uniendo mis voces con sus afectos, te saludo una y mil veces, diciendo: (rezar tres avemarías)

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS

Virgen santísima del Carmen; yo deseo que todos sin excepción se cobijen bajo la sombra protectora de tu santo Escapulario, que todos estén unidos a Ti, Madre mía, por los estrechos y amorosos lazos de esta tu querida Insignia. ¡Oh hermosura del Carmelo! Míranos postrados reverentes ante tu sagrada imagen, y concédenos benigna tu amorosa protección. Te recomiendo las necesidades de nuestro Santísimo Padre, el Papa, y las de la Iglesia Católica, nuestra Madre, así como las de mi nación y las de todo el mundo, las mías propias y las de mis parientes y amigos. Mira con ojos de compasión a tantos pobres pecadores, herejes y cismáticos, cómo ofenden a tu divino Hijo y a tantos infieles como gimen en las tinieblas del paganismo. Que todos se conviertan y te amen, Madre mía, como yo deseo amarte ahora y por toda la eternidad. Así sea.

DÍA PRIMERO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que fuiste figurada en aquella nubecilla que el gran Profeta de Dios, Elías, vio levantarse del Mar, y con su lluvia fecundó copiosamente la tierra, significando la purísima fecundidad con que diste al mundo a tu querido Hijo Jesús, para remedio universal de nuestras almas: te ruego, Señora, me alcances de su majestad copiosas lluvias de auxilios, para que mi alma lleve abundantes frutos de virtudes y buenas obras, a fin de que sirviéndole con perfección en esta, vida, merezca gozarle en la eterna. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA SEGUNDO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que por tu singular amor a los Carmelitas los favoreciste con tu familiar trato y dulces coloquios, alumbrándolos con las luces de tu enseñanza y ejemplo de que dichosamente gozaron. Te ruego, Señora, me asistas con especial protección, alcanzándome de tu bendito Hijo Jesús luz para conocer su infinita bondad y amarle con toda mi alma; para conocer mis culpas y llorarlas para saber como debo comportarme a fin de servirle con toda perfección; y para que mi trato y conversación sean siempre para su mayor honra y gloria y edificación de mis prójimos. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA TERCERO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que te dignaste admitir con singular amor el obsequio filial de los Carmelitas, que entre todos los mortales fueron los primeros que en tu honor edificaron un templo en el Monte Carmelo, donde concurrían fervorosos a darte culto y alabanza. Te ruego, Señora, me alcances sea mi alma templo vivo de la Majestad de Dios, adornado de todas las virtudes, donde El habite siempre amado, adorado y alabado por mi, sin que jamás le ocupen los afectos desordenados de lo temporal y terreno. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA CUARTO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para mostrar tu especialísimo amor a los Carmelitas les honraste con el dulce nombre de hijos y hermanos tuyos, alentando con tan singular favor su confianza, para buscar en ti, como en amorosa Madre, el remedio, el consuelo y el amparo en todas sus necesidades y aflicciones, moviéndoles a la imitación de tus excelsas virtudes. Te ruego, Señora, me mires, como amorosa Madre y me alcances la gracia de imitarte, de modo que dignamente pueda yo ser llamado también hijo tuyo, y que mi nombre sea inscrito en el libro de la predestinación de los hijos de Dios y hermanos de mi Señor Jesucristo. Así Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA QUINTO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para defender a los Carmelitas, tus hijos, cuando se intentaba extinguir la sagrada Religión del Carmen, mostrando siempre el amor y singular predilección con que los amparas, mandaste al Sumo Pontífice, Honorio III, los recibiese benignamente y confirmase su instituto, dándole por señal de que esta era tu voluntad y la de tu divino Hijo, la repentina muerte de dos que especialmente la contradecían. Te ruego, Señora, me defiendas de todos mis enemigos de alma y cuerpo, para que con quietud y paz viva siempre en el santo servicio de Dios y tuyo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

SEXTO DÍA

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que para señalar a los Carmelitas por especiales hijos tuyos, los enriqueciste con la singular prenda del santo escapulario, vinculando en él tantas gracias y favores para con los que devotamente lo visten y cumpliendo con sus obligaciones, procuran vivir de manera que imitando tus virtudes, muestran que son tus hijos. Te ruego, Señora, me alcances la gracia de vivir siempre como verdadero cristiano y cofrade amante del santo escapulario, a fin de que merezca lograr los frutos de esta hermosa devoción. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA SÉPTIMO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que en tu santo Escapulario diste a los que devotamente lo visten, un firmísimo escudo para defenderse de todos los peligros de este mundo y de las asechanzas del demonio, acreditando esta verdad con tantos y tan singulares milagros. Te ruego, Señora, que seas mi defensa poderosa en esta vida mortal, para que en todas las tribulaciones y peligros encuentre la seguridad, y en las tentaciones salga con victoria, logrando siempre tu especial asistencia para conseguirlo. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA OCTAVO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que ejerces tu especial protección en la hora de la muerte para con los que devotamente visten tu santo escapulario, a fin de que logren por medio de la verdadera penitencia salir de esta vida en gracia de Dios y librarse de las penas del infierno. Te ruego, Señora, me asistas, ampares y consueles en la hora de mi muerte, y me alcances verdadera penitencia, perfecta contrición de todos mis pecados, encendido amor de Dios y ardiente deseo de verle y gozarle, para que mi alma no se pierda ni condene, sino que vaya segura a la felicidad eterna de la gloria. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.
Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

DÍA NOVENO

Comenzar con el acto de contrición y la oración.
ORACIÓN. ¡Oh! Virgen del Carmen, María Santísima, que extendiendo tu amor hacia los Carmelitas, aún después de la muerte, como piadosísima Madre de los que visten tu santo escapulario consuelas sus almas, cuando están en el Purgatorio, y con tus ruegos consigues salgan cuanto antes de aquellas penas, para ir a gozar de Dios, nuestro Señor, en la gloria. Te ruego, Señora, me alcances de su divina Majestad cumpla yo con las obligaciones de cristiano y la devoción del santo escapulario, de modo que logre este singularísimo favor. Así, Señora, te lo suplico humildemente, diciendo: Dios te Salve, Reina y Madre de misericordia, etc.

Pedir la gracia particular que se desee conseguir en esta Novena. Terminar con la oración final.

Para saber qué es el Escapulario de la Virgen del Carmen, su historia, el objetivo, las promesas de la Virgen a quien lo lleve, puedes leer Nuestra Señora del Carmen Fiesta y significado del Escapulario.

 

El Purgatorio y la eficacia del sacrificio de Cristo

Somos salvos únicamente por la gracia abundante que tiene su fuente en Cristo, según el designio sabio y compasivo de Dios Padre
Pregunta:

Buenos días, Padre. Sigo examinando la doctrina católica y reflexionando sobre lo que predica, ya que como le he dicho en otros correos, soy evangélico desde hace 30 años, pero quiero (voy lento) avanzar a una mayor comprensión de la doctrina católica. Es una pregunta, sobre el purgatorio. "Parece", que dicha doctrina menoscaba gravemente la suficiencia de la obra de Cristo para nuestra salvación. Da a entender que los méritos de Cristo no son suficientes para borrar nuestros pecados, que su obra fue incompleta y ha de ser perfeccionada mediante sufrimientos del cristiano después de la muerte; en una palabra, debe olvidarse que "la sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado" (1 Jn 1:7). Espero su respuesta. Gracias por su tiempo. -- MJCP

Respuesta:

Un saludo en Cristo, hermano.

Somos salvos únicamente por la gracia abundante que tiene su fuente en Cristo, según el designio sabio y compasivo de Dios Padre. Esa gracia llega a nosotros de muchas maneras y en distintos tiempos, como lo muestra la Escritura con diversas imágenes. Por ejemplo, la abundancia de las aguas sugiere una multiplicidad de caminos por los que Dios sacia la sed de la tierra (Salmo 46); o la diversidad de resonancias del Cristo Glorioso en Apocalipsis 1.

De modo que no debemos pensar que por el hecho de que toda gracia viene por Cristo, entonces toda gracia debe llegar del mismo modo o al mismo tiempo.

El amor divino, por otra parte, claramente traspasa la frontera de la muerte. Dios "es un Dios de vivos, no de muertos, porque para Él todos están vivos" (Marcos 12,18-27). No hay por qué suponer que Dios cesa de amar a la persona que muere, ni tampoco cabe pensar que ese amor deje de ser eficaz.

Por supuesto, si la persona muere cerrada, blindada, a la gracia, estamos ante el triste caso de la condenación porque no puede Dios suplantar o suprimir la libertad que Él mismo nos dio. Pero si hay en la persona una apertura fundamental a la gracia, y la persona sin embargo claramente ha muerto con imperfecciones graves en su corazón. ¿Qué cabe suponer? Apocalipsis 21,27 dice que en el Cielo no entra nada impuro ni manchado, de modo que no cabe suponer que la persona con tales imperfecciones (de egoísmo, mentura, soberbia, pereza, incoherencia moral...) entre en la gloria; pero tampoco es lógico negar que su apertura al amor compasivo de Dios lo hace receptor idóneo de la gracia que transforma.

Lo lógico es afirmar una situación temporal de purificación en virtud del amor siempre eficaz que viene por los méritos de Cristo. Y eso exactamente es el purgatorio.

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