«¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?»
- 21 Septiembre 2014
- 21 Septiembre 2014
- 21 Septiembre 2014
Francisco, con evangelizadores de todo el mundo
Luis Miguel Modino
Dos mil personas, de 60 países, debaten en Roma sobre los desafíos de la nueva evangelización
La Alegría del Evangelio: "Hay que salir, ir al encuentro, estar en estado permanente de misión"
"Obispos, sacerdotes, religiosos y sobre todo laicos... la misión es tarea que compete a todos"
Francisco quiere, como recordaba nuevamente en su visita, que la Iglesia sea hospital de campaña, donde los heridos encuentren cercanía y proximidad
(Luis Miguel Modino, Roma).- La pastoral es el alma de la evangelización y por eso el Encuentro sobre el Proyecto Pastoral de la Evangelii Gaudium, organizado por el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización ha sido un momento en el que desde la reflexión teológico-pastoral se han ofrecido caminos para poder llevar a cabo el desafío que constituye anunciar con alegría el Evangelio en el mundo actual, elemento que ya aparece presente en el subtitulo de la exhortación pastoral del Papa Francisco.
Desde el día 18 hasta el 20 de septiembre, unas dos mil personas, procedentes de más de 60 países se han encontrado en el aula Paulo VI de la Ciudad del Vaticano para conocer con mayor profundidad los desafíos pastorales de la Evangelii Gaudium. Obispos, sacerdotes, religiosos y religiosas, pero sobre todo un buen número de laicos y laicas han participado de este momento en el que ha sido repetido en diversas ocasiones que la misión, la práctica pastoral, es tarea que compete a todos, como recordaba el Papa Francisco en la visita que realizaba a los participantes del encuentro.
Estos días han servido para profundizar en el conocimiento de un documento que el propio Francisco define como programático y que debe marcar la forma de evangelizar, de hacerse presente en la vida de todas las personas, también de aquellas que están lejos.
Por ello hay que salir, ir al encuentro, estar en estado permanente de misión, dejar que tenga lugar en nuestras vidas y en la vida de la propia Iglesia, una conversión pastoral, que en palabras de Monseñor Víctor Fernández, Rector de la Pontificia Universidad Católica Argentina, y el único teólogo vivo a quien el Papa cita en la Evangelii Gaudium, debe llevarnos a revisar las estructuras de la Iglesia para que la pastoral ordinaria sea más misionera y expansiva y la Iglesia se vuelva así más acogedora.
Han sido muchos, junto con el teólogo argentino citado, los que han ayudado a escudriñar los secretos del texto papal. Cardenales, obispos, teólogos, pero también gente que hace vida en el día a día aquello que el Papa nos invita a realizar. En este sentido, fue emocionante el testimonio de Jean Vanier, fundador de las comunidades del Arca, y que llevó a reflexionar sobre la escucha de los pobres, a hacernos amigos suyos, pues eso nos evangeliza, nos cambia. El reconocimiento hacia este gran personaje vino hasta del propio Francisco, que le saludó efusiva y cariñosamente en el momento en que se encontraron.
El trabajo evangelizador debe ser llevado a cabo en el mundo real, que nos desafía con su cultura urbana, especialmente en las grandes ciudades, como nos recordaba el cardenal Philippe Barbarin, arzobispo de Lyon, pero también en el mundo virtual, en los santuarios donde se manifiesta la piedad popular, en las familias. Todo ello debe estar imbuido de espiritualidad. Monseñor José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, hacía ver que el hecho de que el evangelizador sea una persona del Espíritu vuleve su testimonio, fundamentado en Jesucristo, la Palabra de Dios y la liturgia, más creíble.
En total han sido 17 conferencias y testimonios que sin duda pueden ayudar a encontrar caminos para que la Nueva Evangelización se vuelva cada vez más explícita y así pueda ayudar a hacer realidad el deseo de toda la Iglesia y especialmente del Papa Francisco, que quiere, como recordaba nuevamente en su visita, que la Iglesia sea hospital de campaña, donde los heridos encuentren cercanía y proximidad, evitando la actitud de los fariseos y los doctores de la Ley que convertían la fe en reglas. Que la paciencia y perseverancia, que el mismo Papa pedía, nos ayuden a confiar cada día más en el Dios que nunca nos abandona. Seamos testigos de eso, pues las palabras sin testimonio no sirven.
No desvirtuar la bondad de Dios
A lo largo de su trayectoria profética, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insondable” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio. Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo. Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.
Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para cenar? ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación?
Confieso que siento una pena inmensa cuando me encuentro con personas buenas que se imaginan a Dios dedicado a anotar cuidadosamente los pecados y los méritos de los humanos, para retribuir un día exactamente a cada uno según su merecido. ¿Es posible imaginar un ser más inhumano que alguien entregado a esto desde toda la eternidad?
Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que se pueda imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, vivir ante un Dios justiciero y amenazador puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona.
Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús con trazos de un Dios justiciero tomados del Antiguo Testamento. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es la confianza.
José Antonio Pagola. Domingo 25 (A) Mateo 20 , 1-16
DOMINGO 25 “A” (Is 55, 6-9; Sal 144; Flp 1, 20c-24. 27ª; Mt 20, 1-16)
EL PROYECTO DE DIOS
Este mes de septiembre, en muchos departamentos, escuelas e instituciones, se comienzan a aplicar planes y proyectos nuevos, con el deseo de impulsar la actividad, tanto educativa como empresarial, e incluso en las instituciones eclesiales, para relanzar la nueva evangelización y la actividad pastoral.
La Palabra de Dios que se proclama este domingo nos suscita una pregunta interior incómoda.
Ante el nuevo curso y los nuevos deseos, ¿podremos decir que no han nacido de una estrategia humana, especulativa, y hasta especuladora, sino de la oración, de la escucha de la Palabra, de la moción del Espíritu? La advertencia del profeta nos impulsa a preguntarnos por qué y por quién hacemos lo que hacemos. El Señor dice: “Mis planes no son vuestros planes, vuestros caminos no son mis caminos” (Is 55). A la vez, el salmista afirma que “El Señor es justo en todos sus caminos” (Sal 144).
Cuando meditamos la parábola de la viña, es posible que nos veamos reflejados en los obreros de la primera hora, que hacen sus cuentas comparándose con los otros, y sienten el agravio de que los últimos reciban el mismo salario que ellos. ¡Qué escozor se siente cuando uno se descubre especulando con Dios y haciéndole las cuentas de lo que cree que ha hecho por Él, en la misión que se le ha confiado! Sobre todo cuando comprende que si ha tenido fuerzas y voluntad, si ha tenido tarea y lugar donde llevarla a cabo, ha sido porque la Providencia del Señor lo ha posibilitado.
Hoy el Evangelio rompe todo afán perfeccionista, todo proyecto pretencioso que conduce a creerse perfecto, cumplidor, merecedor del salario, con título de honra, que diría santa Teresa de Jesús, para exigir un puesto importante a los ojos de Dios y en la sociedad, hasta en la Iglesia. La sentencia de Jesús es contundente y descoloca nuestro orden y protocolo: “Los últimos serán los primeros y los primeros, los últimos” (Mt 20, 16).
Es humano creerse con derechos. En general somos muy hipersensibles cuando no nos los reconocen. Sobre todo, en lo que se refiere al protocolo de honor. Jesús será radical en su propuesta: “El que quiera ser el primero, que sea y se haga el último”.
San Pablo nos ofrece la consigna para el mejor proyecto: “Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo” (Flp 1, 27). El Evangelio tiene una exigencia extraña, que solo la comprenden los que buscan al Señor: “El que quiera ganar su vida, que la pierda”. “El que quiera ser señor, que sea vuestro servidor”.
DOMINGO 25 (A) Is 56, 6-9; Fl 1,20-24.27; Mt 20, 1-16
1-Es posible que escuchando esta parábola muchos de nosotros hayamos tenido la misma reacción que aquellos trabajadores de la primera hora. ¿Por qué todos cobran el mismo jornal, tanto si han trabajado todo el día, como si sólo lo han hecho durante una hora? Esto no parece justo. Pero la parábola es un género literario que debemos saber interpretar. Busca transmitir una enseñanza central, que es el único que hay que retener. El resto, son elementos literarios escogidos para llamar la atención, para que el mensaje central quede mejor grabado. Y no tienen otra función.
Evidentemente, el evangelio no es un manual de productividad económica. Si los propietarios actuaran como en la parábola, no encontrarían a nadie que quisiera trabajar desde la primera hora, y la empresa quebraría. No, por ahí el mensaje de la parábola.
Jesús, aquí, nos habla de la salvación. Quiere que entendamos algo fundamenta que a menudo olvidamos: que Dios nos salva no porque nos lo merecemos, sino porque él es bueno y generoso.
Yo no "compro" mi salvación. No la "pago" con mis méritos. La salvación es un don gratuito de Dios que no guarda ninguna proporción con mis méritos. Ninguna.
Se nos quiere hacer ver, sobre todo, que Dios no se mueve por criterios de estricta justicia, sino que se mueve por amor, por pura bondad. Todos recibimos mucho más de lo que merecemos. Somos conscientes?
2- Nos dice la parábola que cinco veces, desde la primera hora de la mañana hasta que se puso el sol, aquel propietario salió a buscar gente para trabajar en su viña.
Es decir, Dios llama constantemente los hombres y mujeres a colaborar con él, para hacer que el mundo sea mejor, más acorde con su proyecto.
Unos se sienten llamados a hacerlo desde pequeños, porque los padres son creyentes ya través de ellos sienten la llamada de Dios muy pronto. Otros se sienten llamados más adelante, cuando son jóvenes: quizá por el testimonio de un educador o de un compañero que les ha hecho impacto.
Y también los hay que no se sienten llamados hasta que ya han recorrido una buena parte de su vida: tal vez una experiencia que han vivido los ha sacudido fuertemente y les ha hecho abrir los ojos.
Cada persona tiene una historia personal única, diferente de la de los demás. Cada vida es un misterio que sólo Dios conoce. Y, precisamente porque nos ama, interviene en el momento oportuno para llamarnos a colaborar con él.
El porque llama unos en la primera hora, desde pequeños, y otros cuando ya son personas hechas, no lo sabemos: es un misterio que a nosotros se nos escapa.
Es lo que nos ha dicho la primera lectura: «Mis caminos y mis pensamientos están por encima de los vuestros, tanto como la distancia del cielo a la tierra». Son incomprensibles para nosotros.
Pero aunque esto es verdad, de una cosa sí podemos estar seguros: que Dios siempre busca nuestro bien porque nos ama. Por eso, a todos nos da la misma paga: la salvación. Una paga de un valor inmenso que ninguno de nosotros puede merecer. Se lo sabemos agradecer?
3-Y por último, no olvidemos lo que decíamos: que el Señor invita a todos, también a nosotros, a trabajar en su viña: es la condición para recibir el "jornal", el regalo de Dios.
Pero fijémonos que trabajar en la viña del Señor no es hacer cualquier trabajo, sino hacer un esfuerzo sincero para que en nuestro entorno las cosas vayan mejor, más acorde con el proyecto de Dios, de un Dios que es Amor.
Querrá decir, por ejemplo, ser factores de unión, sabiendo comprender y respetar todos. Querrá decir dar la mano a aquel que se encuentra solo y necesidad o indefenso. O también, trabajar en la viña del Señor significa sembrar esperanza en nuestro entorno.
En un mundo como el nuestro hacen falta personas que crean firmemente que el Bien es más fuerte que el Mal, que el amor es la fuerza más poderosa que existe. Hacen falta personas que lo crean y que vivan de acuerdo.
Continuamos ahora nuestra eucaristía, que es un encuentro con el Señor que quizás nos pregunta, como en la parábola: "¿Qué hacéis todo el día ociosos?"
Démosle nuestra respuesta. Y no olvidemos que estar "ociosos" no significa no hacer nada, sino dejar de hacer cosas que hagan crecer el reino de Dios, es decir, la bondad, la paz, la comprensión, la unión, la esperanza.
¿Qué frutos está dando mi vida?
Evangelio según San Mateo 19,30.20,1-16.
Jesús dijo a sus discípulos: «Muchos de los primeros serán los últimos, y muchos de los últimos serán los primeros. porque el Reino de los Cielos se parece a un propietario que salió muy de madrugada a contratar obreros para trabajar en su viña. Trató con ellos un denario por día y los envío a su viña. Volvió a salir a media mañana y, al ver a otros desocupados en la plaza, les dijo: 'Vayan ustedes también a mi viña y les pagaré lo que sea justo'. Y ellos fueron. Volvió a salir al mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo. Al caer la tarde salió de nuevo y, encontrando todavía a otros, les dijo: '¿Cómo se han quedado todo el día aquí, sin hacer nada?'. Ellos les respondieron: 'Nadie nos ha contratado'. Entonces les dijo: 'Vayan también ustedes a mi viña'. Al terminar el día, el propietario llamó a su mayordomo y le dijo: 'Llama a los obreros y págales el jornal, comenzando por los últimos y terminando por los primeros'. Fueron entonces los que habían llegado al caer la tarde y recibieron cada uno un denario. Llegaron después los primeros, creyendo que iban a recibir algo más, pero recibieron igualmente un denario. Y al recibirlo, protestaban contra el propietario, diciendo: 'Estos últimos trabajaron nada más que una hora, y tú les das lo mismo que a nosotros, que hemos soportado el peso del trabajo y el calor durante toda la jornada'. El propietario respondió a uno de ellos: 'Amigo, no soy injusto contigo, ¿acaso no habíamos tratado en un denario? Toma lo que es tuyo y vete. Quiero dar a este que llega último lo mismo que a ti.
¿No tengo derecho a disponer de mis bienes como me parece? ¿Por qué tomas a mal que yo sea bueno?'. Así, los últimos serán los primeros y los primeros serán los últimos».
San Efrén (c. 306-373), diácono en Siria, doctor de la Iglesia
Diatessaron, 15, 15-17
«¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?»
Estos hombres querían trabajar pero «nadie les había contratado»; eran trabajadores, pero sin hacer nada por falta de trabajo y de amo.
Seguidamente, una voz les ha contratado, una palabra los ha puesto en camino y, en su celo, no ajustaron el precio de su trabajo como lo habían hecho los primeros. El amo ha evaluado su trabajo con prudencia y les ha pagado tanto como a los demás. Nuestro Señor pronunció esta parábola para que nadie diga: «Puesto que no fui llamado cuando era joven, no puedo ser recibido». Enseñó que, sea cual sea el momento de su conversión, todo hombre es acogido. [...] Salió al amanecer, a media mañana, hacia mediodía y a media tarde, y al caer la tarde»: con lo cual da a entender desde el inicio de su predicación, después a lo largo de su vida, hasta la cruz porque es «a la hora undécima» que el ladrón entró en el Paraíso (Lc 23,43).
Para que nadie se queje del ladrón, Nuestro Señor afirma su buena voluntad; si le hubieran contratado antes, hubiera trabajado: «Nadie nos ha contratado»
Lo que damos a Dios es muy poco digno de él y lo que nos da es muy superior a nosotros. Se nos contrata para un trabajo proporcionado a nuestras fuerzas, pero se nos propone un salario mucho mayor que el que merece nuestro trabajo. [...] Se trata de la misma manera a los primeros que a los últimos; «recibieron un denario cada uno» que llevaba la imagen del Rey. Todo esto significa el pan de vida (Jn 6, 35) que es el mismo para todos; es único el remedio de vida para los que lo comen.
En el trabajo de la viña no se puede reprochar al amo su bondad, y nada hay que decir de su rectitud. Según su rectitud da tal como estaba convenido, y según su bondad, muestra su misericordia como quiere. Es para darnos esta enseñanza que nuestro Señor dijo esta parábola, y la resumió con estas palabras: «¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos?
San Mateo, apóstol y evangelista
San Mateo, apóstol y evangelista
Fiesta de san Mateo, apóstol y evangelista, llamado antes Levi, que, al ser invitado por Jesús para seguirle, dejó su oficio de publicano o recaudador de impuestos y, elegido entre los apóstoles, escribió un evangelio en que se proclama principalmente que Jesucristo es hijo de David, hijo de Abrahán, con lo que, de este modo, se da plenitud al Antiguo Testamento.
Sin duda que los estudios críticos de la Biblia, y en especial del Nuevo Testamento, han dado vuelta muchísimas certezas populares en torno a los evangelios, una de ellas es la supuesta existencia de una redacción primitiva del Evangelio de san Mateo en arameo, dato que ya hoy de ninguna manera es aceptable, aunque formaba parte del conocimiento normal, incluso científico, en época de la redacción del Butler que prsentaré. Por no modificar su redacción mantengo el texto exactamente como lo trae, puesto que aporta una narración coherente y tradicional acerca del personaje. Pero debe advertirse que no es posible en la actualidad identificar al autor de ninguno de los cuatro evangelios con apóstoles que hayan escrito, en general se consideran apostólicos por su relación con el testimonio apostólico, porque dependen de la predicación directa e indirecta de los apóstoles, pero no por haber sido escritos por los apóstoles. Sigue a continuación el artículo del Butler-Guinea, con apenas cambios en relación al «martirio» de san Mateo.
Dos de los cuatro Evangelistas dan a San Mateo el nombre de Leví, mientras que San Marcos lo llama «hijo de Alfeo». Posiblemente, Leví era su nombre original y se le dio o adoptó él mismo el de Mateo («el don de Yavé»), cuando se convirtió en uno de los seguidores de Jesús. Pero Alfeo, su padre, no fue el judío del mismo nombre que tuvo como hijo a Santiago el Menor. Se tiene entendido que era galileo por nacimiento y se sabe con certeza que su profesión era la de publicano, o recolector de impuestos para los romanos, un oficio que consideraban infamante los judíos, especialmente los de la secta de los fariseos y, a decir verdad, ninguno que perteneciera al sojuzgado pueblo de Israel, ni aún los galileos, los veían con buenos ojos y nadie perdía la ocasión de despreciar o engañar a un publicano. Los judíos los aborrecían hasta el extremo de rehusar una alianza matrimonial con alguna familia que contase a un publicano entre sus miembros, los excluían de la comunión en el culto religioso y los mantenían aparte en todos los asuntos de la sociedad civil y del comercio. Pero no hay la menor duda de que Mateo era un judío y, a la vez, un publicano.
La historia del llamado a Mateo se relata en su propio Evangelio. Jesús acababa de dejar confundidos a algunos de los escribas al devolver el movimiento a un paralítico y, cuando se alejaba del lugar del milagro, vio al despreciado publicano en su caseta. Jesús se detuvo un instante «y le dijo: 'Sígueme', y él se levantó y le siguió.» En un momento, Mateo dejó todos sus intereses y sus relaciones para convertirse en discípulo del Señor y entregarse a un comercio espiritual. Es imposible suponer que, antes de aquel llamado, no hubiese conocido al Salvador o su doctrina, sobre todo si tenemos en cuenta que la caseta de cobros de Mateo se hallaba en Cafarnaún, donde Jesús residió durante algún tiempo, predicó y obró muchos milagros; por todo esto, se puede pensar que el publicano estaba ya preparado en cierta manera para recibir la impresión que el llamado le produjo. San Jerónimo dice que una cierta luminosidad y el aire majestuoso en el porte de nuestro divino Redentor le llegaron al alma y le atrajeron con fuerza. Pero la gran causa de su conversión fue, como observa san Beda, que «Aquél que le llamó exteriormente por Su palabra, le impulsó interiormente al mismo tiempo por el poder invisible de Su gracia.»
El llamado a san Mateo ocurrió en el segundo año del ministerio público de Jesucristo, y éste le adoptó en seguida en la santa familia de los Apóstoles, los jefes espirituales de su Iglesia. Debe hacerse notar que, mientras los otros evangelistas, cuando describen a los apóstoles por pares colocan a Mateo antes que a Tomás, él mismo se coloca después del apóstol y además agrega a su nombre el epíteto de «el publicano». Desde el momento del llamado, siguió al Señor hasta el término de su vida terrenal y, sin duda, escribió su Evangelio o breve historia de nuestro bendito Redentor, a pedido de los judíos convertidos, en la lengua aramea que ellos hablaban. No se sabe que Jesucristo hubiese encargado a alguno de sus discípulos que escribiese su historia o los pormenores de su doctrina, pero es un hecho que, por inspiración especial del Espíritu Santo, cada uno de los cuatro evangelistas emprendió la tarea de escribir uno de los cuatro Evangelios que constituyen la parte más excelente de las Sagradas Escrituras, puesto que en ellos Cristo nos enseña, no por intermedio de sus profetas, sino directamente, por boca propia, la gran lección de fe y de vida eterna que fue su predicación y el prototipo perfecto de santidad que fue su vida.
Se dice que san Mateo, tras de haber recogido una abundante cosecha de almas en Judea, se fue a predicar la doctrina de Cristo en las naciones de Oriente, pero nada cierto se sabe sobre ese período de su existencia. La iglesia le veneraba también como mártir, no obstante que la fecha, el lugar y las circunstancias de su muerte, se desconocen, motivo por el cual en la última reforma de Martirologio ya no se menciona su martirio. Los padres de la Iglesia quisieron encontrar las figuras simbólicas de los cuatro evangelistas en los cuatro animales mencionados por Ezequiel y en el Apocalipsis de san Juan. Al propio san Juan lo representa el águila que, en las primeras líneas de su Evangelio, se eleva a las alturas para contemplar el panorama de la eterna generación del Verbo. El toro le corresponde a san Lucas que inicia su Evangelio con la mención del sacrificio del sacerdocio. El león es el símbolo de san Mateo, quien explica la dignidad real de Cristo, descendiente de David (el León de Judá); sin embargo, san Jerónimo y san Agustín, asignan el león a san Marcos y el hombre a san Mateo, ya que éste comienza su Evangelio con la humana genealogía de Jesucristo.
El relato sobre San Mateo que figura en el Acta Sanctorum, Sept. vol. VI, se halla muy mezclado con las discusiones en relación con sus supuestas reliquias y sus traslaciones a Salerno y otros lugares. Puede hacerse un juicio sobre la poca confianza que se puede poner en esas tradiciones, si se tiene en cuenta el hecho de que cuatro diferentes iglesias de Francia han asegurado poseer la cabeza del apóstol. M. Bonnet publicó una extensa narración apócrifa sobre la predicación y el martirio de san Mateo, en Acta Apostolorum apocrypha (1898), vol. II, parte I, pp. 217-262 y hay otro relato, mucho más corto, de los bolandistas. El Martirologio Romano se refiere a su martirio y dice que tuvo lugar en "Etiopía", pero en el Hieronymianum se afirma que fue martirizado "en Persia, en la ciudad de Tarrium." De acuerdo con von Gutschmidt, esta declaración se debe a un error de lectura del nombre de Tarsuana, ciudad que Ptolomeo sitúa en Caramania, región de la costa oriental del Golfo Pérsico. A diferencia de la gran diversidad de fechas que se asignan a los demás apóstoles, la fiesta de san Mateo se ha observado en este día, de manera uniforme de todo el Occidente. Ya en los tiempos de Beda existía una homilía escrita por él y dedicada a esta fiesta de san Mateo: véase el artículo de Morin en la Revue Bénédictine, vol. IX (1892), p. 325. Sobre los símbolos del evangelista ver DAC., vol. V, cc. 845-852.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Oh Dios, que en tu infinita misericordia te dignaste elegir a san Mateo para convertirlo de publicano en apóstol, concédenos que, fortalecidos con su ejemplo y su intercesión, podamos seguirte siempre y permanecer unidos a ti con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).
¿Es injusto Nuestro Señor?
Mateo 20, 1-16. Tiempo Ordinario. El premio de la acogida que damos a Cristo es uno solo, igual para todos: el denario de la gloria y de la felicidad eterna.
Oración
Señor, gracias por darme la gran oportunidad de poder trabajar en tu viña. Permite que en esta oración crezca en la fe y en amor para que nunca haga comparaciones inútiles y que, en todo, y con todos, promueva la unidad y la concordia.
Petición
Jesús, concédeme que sepa reconocer siempre los innumerables dones con los que colmas mi vida.
Meditación del Papa Benedicto XVI
«El evangelio de hoy Jesús cuenta precisamente la parábola del propietario de la viña que, en diversas horas del día, llama a jornaleros a trabajar en su viña. Y al atardecer da a todos el mismo jornal, un denario, suscitando la protesta de los de la primera hora. Es evidente que este denario representa la vida eterna, don que Dios reserva a todos. Más aún, precisamente aquellos a los que se considera "últimos", si lo aceptan, se convierten en los "primeros", mientras que los "primeros" pueden correr el riesgo de acabar "últimos".
Un primer mensaje de esta parábola es que el propietario no tolera, por decirlo así, el desempleo: quiere que todos trabajen en su viña. Y, en realidad, ser llamados ya es la primera recompensa: poder trabajar en la viña del Señor, ponerse a su servicio, colaborar en su obra, constituye de por sí un premio inestimable, que compensa por toda fatiga. Pero eso sólo lo comprende quien ama al Señor y su reino; por el contrario, quien trabaja únicamente por el jornal nunca se dará cuenta del valor de este inestimable tesoro» (Benedicto XVI, 21 de septiembre de 2008).
Reflexión
¿Has leído con atención el Evangelio de hoy? Conviene que lo hagas, porque humanamente es muy desconcertante...
Estamos demasiado habituados a oír hablar de los "derechos de los trabajadores", de sindicatos obreros y de los derechos de las clases sociales menos favorecidas, vocablos y conceptos acuñados por las diversas corrientes del socialismo. A primera vista, parecería que Jesucristo nos hablara hoy de este mismo tema, pero la realidad es muy diferente.
Nuestro Señor nos narra la historia de un rico propietario que va a la ciudad a contratar jornaleros para su viña a distintas horas del día: a unos los contrata al amanecer, a otros a media mañana, al mediodía a otros, y a los últimos al atardecer. Y, cuando los llama para darles la "raya", –su salario–, comienza por los que trabajaron sólo una hora. Les da un denario a cada uno. Obviamente, los primeros, al ver la escena, comenzaron a frotarse las manos pensando que a ellos les tocaría de a más. Pero, ¡cuál no fue su sorpresa al recibir, también ellos, un denario! Pero es que ellos habían aguantado el peso del bochorno, del trabajo y del calor de todo el día!... ¡Qué injusticia! ¿Por qué actúa así el dueño de la viña? Si hubieran existido en tiempos de Jesús los sindicatos de trabajadores, seguramente habrían demandado a ese propietario por ser un "negrero" y un "burgués explotador"!...
Pero, vayamos con calma. Jesucristo NO nos está hablando aquí de la justicia distributiva, ni de salarios, ni de nada de eso. El contexto es bastante diferente. Vamos a ubicarnos. Si volvemos a leer el Evangelio, nos daremos cuenta de que Cristo comienza la parábola con estas palabras: "El Reino de los cielos se parece a un propietario que..." Aquí está el tema: nos está hablando del Reino de los cielos. Es decir, de la posibilidad de ser de aquellos que reciben la redención mesiánica. Dicho con palabras simples, trata de nuestra salvación, de esa que Cristo vino a traernos con su venida a la tierra y que continuará a lo largo de los siglos a través de su Iglesia.
El problema que afronta Jesús en la parábola es qué lugar o posición tendrán los hebreos y los paganos, los justos y los pecadores en relación con este mensaje salvífico que Él vino a anunciar. Éste era un tema muy candente en los tiempos de Cristo: los escribas y fariseos –que se creían los "justos" y los predilectos del pueblo judío–, ¿tenían que creer en la predicación del Bautista o no? ¿tenían que hacer caso a las enseñanzas de Cristo o era éste un "falso profeta" a quien ellos podían juzgar y condenar libremente? ¡Esto fue precisamente lo que hicieron ésos con nuestro Señor! En cambio, los publicanos, los pecadores y las prostitutas –a quienes los fariseos despreciaban como judíos de "segunda clase" y como gente perversa y "maldita"–, éstos sí creyeron en Cristo y se convirtieron...
A esta luz hemos de entender la parábola: los jornaleros de primera hora de la mañana son los fariseos, y los de la última hora vespertina son los pecadores. Los mañaneros son el antiguo Israel, y los postreros somos los que formamos la Iglesia de Cristo. Éste es el sentido de las palabras del Maestro: "Los primeros serán los últimos, y los últimos serán los primeros”. ¿Por qué? Porque aquéllos no abrieron su corazón a Cristo. Nuestro Señor no nos hace ninguna injusticia. Más bien, ¡somos nosotros los afortunados!, ¿no te parece? Y es que el premio de la acogida que damos a Cristo no puede ser sino uno solo, igual para todos: el denario de la gloria y de la felicidad eterna. Pero, una vez abrazada la fe, ya la recompensa será diversa para cada uno, como dice san Pablo: “Dios dará a cada uno según sus obras" (Rom 2,6).
Y es que Dios, amigo lector, no es injusto. ¡No puede serlo! Sería un absurdo. Es lo que dice el propietario a los jornaleros que le protestan: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que yo quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?". Su amor y su misericordia son infinitos, y superan con creces y sin punto de comparación las leyes de la justicia humana. ¡Para dicha y fortuna nuestra!
Propósito
No buscar el reconocimiento de los demás al ayudarlos en alguna cosa y recordar que el premio de la acogida que damos a Cristo es el denario de la gloria y de la felicidad eterna.
Diálogo con Cristo
Señor, dame el abandono y confianza que debo tener en todos y cada uno de los días de mi vida, para que no me atreva a desconfiar de tu ternura y misericordia. Tú nunca te dejas ganar en generosidad y nos das el ciento por uno, ¡gracias Señor por tu inmensa bondad! Permite que tu medida de amor sea la mía, en mis relaciones familiares y sociales. Que busque ser el primer servidor de todos.
Mateo, de publicano a santo
El cobrador de impuestos, no calcula las consecuencias, no regatea. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo.
Mateo, el publicano, tuvo la gran suerte de encontrarse con Cristo y así su vida experimentó un gran cambio hasta convertirse en el gran apóstol y evangelista que conocemos. Experimentó sin duda la angustia y la tristeza del pecado desde su condición de publicano, pero después fue valiente y decidido a la hora de abandonar aquella vida para ponerse de rodillas ante la verdad de Dios que quería su corazón plenamente. Así se operó la conversión: de publicano a santo.
Al pasar vio a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: "Sígueme" (Mt 9, 9). La misión de Cristo fue siempre la de salvar al hombre de la esclavitud del mal. Parece que siempre está comprometido en esta lucha.
Cristo siempre pasa, y siempre se encuentra con alguien: con Zaqueo, con la Samaritana, con la pecadora pública. Al pasar se encuentra con Mateo, un publicano, un ser señalado por los judíos que se creían buenos, un hombre de mala reputación, un pecador. Cristo se dirige a él y le ofrece otro camino: cambiar la mesa de los impuestos por una vida de entrega generosa y desinteresada a los demás, cambiar la vida de pecado por una vida de amistad con Dios, cambiar en definitiva el corazón. Una auténtica conversión. Él acepta esta invitación, porque la mirada de aquel hombre le había hecho comprender su pobreza interior, la pobreza que siempre conlleva el pecado.
"Él se levantó y le siguió" (Mt 9,9). Admira la prontitud con que Mateo abandona su vida de pecado para abrazar el amor de Dios. No hace consideraciones, no calcula las consecuencias, no regatea a Cristo. Deja absolutamente todo y comienza una nueva vida al lado de Cristo. Realiza dos gestos, sintetizados en dos palabras: "Se levantó", como si se dijera que abandona aquella mesa, símbolo de su vida pasada y de su pecado; y es que para salir del pecado siempre hay que abandonar algo propio, personal. Y "le siguió", es decir, abrazó una nueva vida, una vida junto a Dios, una vida centrada en otros valores, una vida nueva en Cristo. No fue sin duda fácil para Mateo esta decisión, pero bien valía la pena probar otro camino distinto de aquel que se había convertido para él en tantos momentos de dolor, de angustia y de remordimiento.
"No he venido a llamar a justos sino a pecadores" (Mt 9,13). Jesús aceptó la invitación de Mateo a comer en su casa, casa que se llenó enseguida de publicanos y pecadores. Los fariseos preguntaron a los discípulos por qué comía su Maestro con publicanos y pecadores. Pero fue Jesús el que les respondió: "No necesitan médico los que están fuertes sino los que están mal. Id, pues, a aprender lo que significa aquello de: Misericordia quiero, que no sacrificio" (Mt 9, 10-13).
Es maravilloso el comprender cómo el Corazón de Dios busca la oveja perdida y cómo se llena de alegría verdadera y profunda cuando la encuentra. Por eso se enfrenta con estas palabras tan consoladoras a aquellos fariseos que se extrañaban de que el Maestro se sentara a la mesa con los pecadores. No sabían aquellos hombres que Cristo había venido a salvar precisamente a aquellos que ellos despreciaban y, más aún, ignoraban los fariseos que tal vez era más fácil sacar del abismo del mal a personas que se aceptaban pecadoras que a ellos mismos que se consideraban justos.
Francisco, escuchando el Evangelio
"Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por tu ejemplo de fidelidad"
Francisco: "Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que realizar en la Iglesia y en la sociedad"
El Papa anima a los albaneses a "volar alto", sin "olvidar las llagas" pero "sin vengaros"
Los que tenían miedo a la verdad y a la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su País
(Jesús Bastante).- "El Señor envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a toda la gente". Francisco invitó a los fieles albaneses a "volar", siguiendo el ejemplo del águila de la bandera del país, para llevar el Evangelio. "Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que realizar en la Iglesia y en la sociedad", apuntó el Papa en la homilía en la plaza de beata Teresa. "No tengáis miedo de volar alto", incidió, "pero no os venguéis".
Bajo una intensa lluvia, que fue remitiendo a lo largo de la celebración, Bergoglio improvisó una y otra vez, siendo interrumpido por los aplausos de los feligreses. Francisco incidió en la necesidad de continuar hacia adelante. "Iglesia que vives en esta tierra de Albania, Gracias por tu ejemplo de fidelidad. No olvidéis el nido, vuestra historia lejana, ni las pruebas. No os olvidéis de las llagas. Pero no os venguéis. Id adelante, a volar en la esperanza de un futuro grande".
"El Evangelio que hemos escuchado dice que además de los 12 apóstoles, Jesús llamó a otros 72 discípulos, a los que manda anunciar el Reino de Dios", señaló. Dios "quiere que el Evangelio se difunda por medio de una comunidad de discípulos, una comunidad misionera, y les preparó para la misión. Les preparó para ir".
"Paz a esta casa", decían los primeros discípulos. "No es solo un saludo: es también un don, la paz. Viniendo hoy, en medio de vosotros, en esta plaza dedicada a la beata Madre Teresa de Calcuta, quiero repetir este saludo: "Paz en vuestras casas, en vuestros corazones, paz a vuestra nación", repitió Francisco.
En la misión de los 72 discípulos se refleja la experiencia misionera de la comunidad cristiana de todos los tiempos. "El Señor envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a toda la gente. A través de los siglos no siempre ha sido bien acogido el mensaje de paz", indicó Francisco. Aunque, "a veces, les han cerrado las puertas. Hasta hace poco, también las puertas de Albania estaban cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo de la verdad y de la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su país".
"Pensamos en los tiempos de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes", apuntó Bergolio, quien resaltó que "podemos decir que Albania ha sido una tierra de mártires. Pagaron con la vida su fidelidad. No faltaron pruebas de gran valor y coherencia en la confesión de la fe. Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron frente a la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido".
"El Señor ha estado a su lado, para sostenerlos. Él os ha guiado y consolado, os ha llevado sobre alas de águila, como hizo con el antiguo pueblo de Israel. El águila, representada en la bandera de vuestro país, os invita a poner siempre vuestra confianza en Dios, que nunca defrauda, especialmente en los momentos difíciles", continuó el Papa.
"Hoy las puertas de Albania se han abierto, y está madurando un tiempo de nuevo protagonismo para todos los miembros del pueblo de Dios. Todo bautizado tiene un lugar y una tarea que realizar en la Iglesia y en la sociedad. Que cada uno se sienta llamado a comprometerse en la transmisión del Evangelio y promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos.
"Hoy he venido para daros gracias por vuestro testimonio. He venido para animaros, para hacer crecer la esperanza en vuestro interior, y alrededor. No olvidéis el águila: el águila no se olvida del nido, pero vuela alto. ¡Volad alto, id arriba!", señaló, dirigiéndose a las nuevas generaciones. "Este es un pueblo joven, muy joven. Y donde hay juventud hay esperanza. Escuchad a Dios, adorad a Dios, y amaos entre vosotros, como pueblo y como hermanos".
"Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por tu ejemplo de fidelidad. No olvidéis el nido, vuestra historia lejana, ni de las pruebas. No os olvidéis de las llagas. Pero no os venguéis. Id adelante, a volar en la esperanza de un futuro grande. Muchos de tus hijos e hijas han sufrido hasta el sacrificio de la vida. Vuestro testimonio sostenga los pasos de hoy, los pasos de mañana en el camino del amor, en el camino de la libertad, en el camino de la justicia, y sobre todo en el camino de la paz", concluyó.
Ésta fue la homilía del Papa:
El Evangelio de hoy nos dice que Jesús, además de llamar a los Doce Apóstoles, llamó a otros setenta y dos discípulos y los envió a anunciar el Reino de Dios en los pueblos y ciudades (cf. Lc 10, 1-9. 17-20). Él vino a traer al mundo el amor de Dios y quiere que se difunda por medio de la comunión y de la fraternidad. Por eso constituyó enseguida una comunidad de discípulos, una comunidad misionera, y los preparó para la misión, para "ir". El método misionero es claro y sencillo: los discípulos van a las casas y su anuncio comienza con un saludo lleno de significado: «Paz a esta casa» (v. 5). No es sólo un saludo, es también un don: la paz. Queridos hermanos y hermanas de Albania, también yo vengo hoy entre ustedes a esta plaza dedicada a una humilde y gran hija de esta tierra, la beata Madre Teresa de Calcuta, para repetirles ese saludo: paz en sus casas, paz en sus corazones, paz en su Nación. En la misión de los setenta y dos discípulos se refleja la experiencia misionera de la comunidad cristiana de todos los tiempos: El Señor resucitado y vivo envía no sólo a los Doce, sino también a toda la Iglesia, envía a todo bautizado a anunciar el Evangelio a todos los pueblos. A través de los siglos, no siempre ha sido bien acogido el anuncio de paz de los mensajeros de Jesús; a veces les han cerrado las puertas. Hasta hace poco, también las puertas de su País estaban cerradas, cerradas con los cerrojos de la prohibición y las exigencias de un sistema que negaba a Dios e impedía la libertad religiosa. Los que tenían miedo a la verdad y a la libertad hacían todo lo posible para desterrar a Dios del corazón del hombre y excluir a Cristo y a la Iglesia de la historia de su País, si bien había sido uno de los primeros en recibir la luz del Evangelio. En la segunda lectura que hemos escuchado se mencionaba a Iliria que, en tiempos del apóstol Pablo, incluía el territorio de la actual Albania.
Pensando en aquellos decenios de atroces sufrimientos y de durísimas persecuciones contra católicos, ortodoxos y musulmanes, podemos decir que Albania ha sido una tierra de mártires: muchos obispos, sacerdotes, religiosos y fieles laicos pagaron con la vida su fidelidad. No faltaron pruebas de gran valor y coherencia en la confesión de la fe. ¡Fueron muchos los cristianos que no se doblegaron ante la amenaza, sino que se mantuvieron sin vacilación en el camino emprendido! Me acerco espiritualmente a aquel muro del cementerio de Escútari, lugarsímbolo del martirio de los católicos, donde fueron fusilados, y con emoción ofrezco las flores de la oración y del recuerdo agradecido e imperecedero. El Señor ha estado a su lado, queridos hermanos y hermanas, para sostenerlos; Él los ha guiado y consolado, y los ha llevado sobre alas de águila, como hizo con el antiguo pueblo de Israel (cf. Primera lectura). El águila, representada en la bandera de su País, los invita a tener esperanza, a poner siempre su confianza en Dios, que nunca defrauda, sino que está siempre a nuestro lado, especialmente en los momentos difíciles. Hoy las puertas de Albania se han abierto y está madurando un tiempo de nuevo protagonismo misionero para todos los miembros del pueblo de Dios: todo bautizado tiene un lugar y una tarea que desarrollar en la Iglesia y en la sociedad. Que todos se sientan llamados a comprometerse generosamente en el anuncio del Evangelio y en el testimonio de la caridad; a reforzar los vínculos de solidaridad para promover condiciones de vida más justas y fraternas para todos. Hoy he venido para animarlos a hacer crecer la esperanza dentro de ustedes y a su alrededor; a involucrar a las nuevas generaciones; a nutrirse asiduamente de la Palabra de Dios abriendo sus corazones a Cristo: su Evangelio les indica el camino. Que su fe sea alegre y radiante; muestre que el encuentro con Cristo da sentido a la vida de los hombres, de todos los hombres.
En espíritu de comunión con los obispos, sacerdotes, personas consagradas y fieles laicos, los animo a impulsar la acción pastoral y a seguir buscando nuevas formas de presencia de la Iglesia en la sociedad. En particular, me dirijo a los jóvenes: no tengan miedo de responder con generosidad a Cristo, que los invita a seguirlo. En la vocación sacerdotal o religiosa encontrarán la riqueza y el gozo de darse a sí mismos para servir a Dios y a sus hermanos. Muchos hombres y mujeres esperan la luz del Evangelio y la gracia de los Sacramentos.
Iglesia que vives en esta tierra de Albania, gracias por todo el ejemplo de tu fidelidad al Evangelio. Muchos de tus hijos e hijas han sufrido por Cristo, incluso hasta el sacrificio de la vida. Que su testimonio sostenga tus pasos de hoy y de mañana en el camino del amor, la libertad, la justicia y la paz. Amén.