«Poniendo su mirada sobre cada uno de los que estaban sentados a su alrededor, Jesús dijo: estos son mi madre y mis hermanos»

Francisco, en Santa María la Mayor

Acude de nuevo a Santa María la Mayor
Francisco agradece su viaje a Albania
Deposita un ramo de flores que recibió en el Centro Betania

Redacción, 22 de septiembre de 2014 a las 17:13

Los fieles presentes en la Basílica se han unido al canto final de la Salve Regina y sobre las 12.30 el Papa ha regresado al Vaticano

(VIS).- Esta mañana, a mediodía, el Santo Padre se ha desplazado a la basílica de Santa María la Mayor para dar gracias a la Virgen por su protección y por el resultado de su viaje apostólico a Albania.

Como de costumbre, ha rezado en silencio en la capilla de la Salus Populi Romani, y ha depositado un ramo de flores que recibió ayer por la noche en Albania durante su último encuentro en el Centro Betania.

Los fieles presentes en la Basílica se han unido al canto final de la Salve Regina y sobre las 12.30 el Papa ha regresado al Vaticano.

Evangelio según San Lucas 8,19-21.

Su madre y sus hermanos fueron a verlo, pero no pudieron acercarse a causa de la multitud. 
Entonces le anunciaron a Jesús: "Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren verte". Pero él les respondió: "Mi madre y mis hermanos son los que escuchan la Palabra de Dios y la practican". 

Isaac de Stella (¿-c.1171), monje cisterciense 
Sermón 51 ; PL 194, 1862

«Poniendo su mirada sobre cada uno de los que estaban sentados a su alrededor, Jesús dijo: estos son mi madre y mis hermanos» (Mc 3,34)

La Virgen ocupa, con todo derecho, el primer lugar en la asamblea de los justos ; es ella quien ha engendrado al primero de todo ellos. En efecto, Cristo es «el primero de entre una gran multitud de hermanos» (Rm 8,9) […] Por eso es verdaderamente justo que, en las Escrituras divinamente inspiradas, lo que se dice en general de esta virgen madre que es la Iglesia se aplique, en particular, a la Virgen María ; y lo que se dice en particular de la virgen madre  que es María, se comprende, en general, de la Iglesia virgen madre. Cuando un texto habla de una o de la otra, se puede aplicar, casi sin distinción, a la una y a la otra.

Igualmente cada alma creyente es, a su manera, esposa del Verbo de Dios, madre, hija y hermana de Cristo, a la vez virgen y fecunda. La misma Sabiduría de Dios, el Verbo del Padre, designa a la vez a la Iglesia en sentido universal, María en un sentido muy especial, y cada alma creyente en particular. […] La Escritura dice: «Permaneceré en la herencia del Señor» (Si 24,12). La herencia del Señor, en un sentido universal, es la Iglesia, de manera más especial es María, y cada alma creyente en particular. En la morada del seno de María, Cristo permaneció nueve meses, en la morada de la fe de la Iglesia, permanecerá hasta el fin del mundo, y en el conocimiento y el amor del alma creyente, por los siglos de los siglos.

23 de septiembre 2014 Martes XXV Pr 21, 1-6.10-13

Los proverbios que hoy escucharemos parecen estar más pensados ​​para los que tienen responsabilidades sobre otros, como los reyes; con todo, muchas de sus sentencias nos pueden ir bien escucharlas y tenerlas en cuenta; por ejemplo: «Más que la ofrenda de víctimas, el Señor prefiere la justicia y la bondad», o lo que a continuación nos propone: «Mirada altiva y corazón ambicioso: el pecado es el distintivo del injusto». Si crees que estas sentencias son verdad, como lo harás para interiorizarlas? Señor, guíame por los caminos de los mandamientos.

San Pío Pietrelcina

El Padre Pío nació en el seno de una humilde y religiosa familia de agricultores, el 25 de mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia, llamada Pietrelcina. Recibió su primera instrucción de un maestro privado y a la edad de 15 años hizo su ingreso en el Noviciado de los Padres Capuchinos en la Ciudad de Morcone. De débil salud, pero de excepcional fuerza de voluntad, pudo completar sus estudios y gracias a una continua asistencia divina tuvo la ansiada ordenación sacerdotal. El 20 de Septiembre de 1918, aparecieron visiblemente las llagas de Nuestro Señor en sus manos, pies y costado izquierdo del pecho, haciendo del P. Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia (recuerden que San Francisco no era sacerdote). Grandes multitudes, de todas las nacionalidades pasaron por su confesionario. Las conversiones fueron innumerables. Diariamente recibía centenares de cartas de fieles, que pedían su consejo iluminado y su dirección espiritual, la cual ha siempre significado un retorno a la serenidad, a la paz espiritual y al coloquio con Dios. Toda su vida no ha sido otra cosa que una continua oración y penitencia, lo cual no impedía que sembrase a su alrededor felicidad y gran alegría entre aquellos que escuchaban sus palabras, que eran llenas de sabiduría o de un extraordinario sentido del humor. El Papa Juan Pablo II lo conoció personalmente en 1947, poco después de su ordenación sacerdotal. El Padre Pío profetizó que aquel joven sacerdote sería un día Papa. El Señor lo llamó a recibir el premio celestial el 23 de Septiembre de 1968. Tenía 81 años. Durante 4 días su cuerpo fue expuesto ante millares de personas que formaban una enorme columna que no conoció interrupción hasta el momento del funeral, al cual asistieron más de cien mil personas. Millones visitan su tumba en el pueblo de San Giovanni Rotondo, Italia. Entre ellos el Papa Juan Pablo II. El P. Pío está sepultado en la cripta del Santuario de Nuestra Señora de las Gracias, San Giovanni Rotondo.

Los preliminares de su Causa de Beatificación y Canonización se iniciaron en noviembre de 1969.  Declarado Venerable el 18 de diciembre de 1997 y Beato, el 2 de mayo de 1999. Declarado Santo el 16 de junio de 2002, en la Plaza de San Pedro en Roma, por S.S. Juan Pablo II. Fechas importante en la vida de San Pío Pietrelcina  25 de mayo, 1887. Nace en Pietrelcina, Benevento, en el sur de Italia. Sus padres, Grazio "Orazio" Mario Forgione  (1860-1946), granjero, y María Giuseppa de Nunzio Forgione (1859-1929).  26 de mayo, 1887. Bautizado en la Iglesia de Santa María de los   Ángeles. Recibe el nombre de Francesco Forgione. 27 de mayo, 1899. Recibe el Sacramento de la Confirmación.  6 y 22 de enero, 1903.

A los dieciséis años entra al noviciado de Marcone. El 22 de enero es investido con el hábito de la Orden de los Hermanos Menores Capuchinos.

Toma el nombre de Fra Pío (Fra por Fratello/Hermano). 22 de enero, 1904. Terminado el año de noviciado hace la Primera Profesión (profesión temporal) de los Consejos Evangélicos de Pobreza, Castidad y Obediencia.  Entra al convento de la provincia monástica y estudia para ordenarse sacerdote. 1907. Al cumplirse los tres años de los votos temporales hace su  profesión perpetua o votos solemnes.. 10 de agosto, 1910. Con férrea voluntad se sobrepone a graves problemas de salud, es ordenando sacerdote en la capilla del Arzobispo de Beneveto, pero los problemas de salud le obligan a residir con su familia, por largos períodos, hasta el 1916. Septiembre, 1910. Recibe los estigmas visiblemente por primera vez, pero por poco tiempo y de forma intermitente. Ruega a Dios se los quite. Confía el acontecimiento únicamente a su Director Espiritual. Noviembre, 1911. El suceso sobrenatural llega a la atención de sus superiores cuando es observado un día en éxtasis. 28 de julio, 1916. Llega al Convento de San Giovanni Rotondo y permanece allí hasta su muerte. 5 a 7 de agosto, 1918. Transverberación del corazón,  le causan heridas visibles en su costado. (La Transverberación del corazón es una experiencia mística de ser traspasado en el corazón, que indica la unión de amor con Dios.)  20 de septiembre, 1918. Mientras reza, luego de la Misa, en el área del coro de la antigua Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias, aparecen los estigmas de forma visible y permanen- te. El fenómeno perdurará por los próximos 50 años. 1919. Comienzan a circular rumores en el pueblo del posible traslado del ¨santo¨ de San Giovanni Rotondo, lo que agita grandemente a la población. 2 de junio, 1922. El Santo Oficio (hoy Congregación para la Doctrina de la Fe) prohíbe apariciones públicas y el acceso del público a Padre Pió. 1924-1931. En varias ocasiones la Santa Sede rechaza que el fenómeno sea de origen sobrenatural. 9 de junio, 1931. (Solemnidad de Corpus Christi). La Santa Sede ordena al Padre Pío desistir de toda actividad salvo la celebración de la Santa Misa, la cual sólo podrá celebrar en privado.  

Principios de 1933. El Santo Padre Pío XI ordena al Santo Oficio que de marcha atrás y deje sin efecto la  prohibición que pesaba sobre el Padre Pío de celebrar públicamente. Su Santidad Pío XI comenta al respecto: "Nunca sentí mala disposición hacia el Padre Pío, pero sí fui malamente informado." 1934. Las facultades del Padre Pío son restauradas poco a poco. Se le permite confesar primero a hombres (25 de marzo, 1934) y luego confesar a mujeres (12 de mayo, 1934). 23 de septiembre de 1968. Fallece serenamente en su celda a las 2:30 de la madrugada. Murió saludable y sin los estigmas, así como había profetizado en cierta ocasión. Sus últimas palabras: "Gesú e Maria" (Jesús y María).   26 de septiembre, 1968. El cuerpo del Padre Pío se entierra en una cripta en la Iglesia de Nuestra Señora de las Gracias. Asisten al funeral más de 100,000 personas.

Oremos  

Tú, Señor, que nos has dado un modelo de perfección evangélica en la vida ejemplar de San Pío de Pietrelcina, concédenos, en medio de los acontecimientos de este mundo, que sepamos adherirnos, con todo nuestro corazón, a los bienes de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

LA MIRADA

Que rica y compleja es la mirada! La mirada puede alejarnos o puede abrirnos. Las palabras ya no son necesarias cuando recibimos o damos ciertas miradas. Pronto descubrimos en las miradas si hay indiferencia, preferencia o vacío. La mirada nos lleva a la infancia, nos puede emocionar o todo lo contrario. De una forma muy diferente miramos un amigo o una persona que nos pregunta por la calle. En un solo día no podríamos contar el número de miradas que recibimos o que damos. Te miras al espejo, te miras en ese álbum de fotos antiguas en blanco y negro, y también muchas veces aunque no mires resulta que imaginativamente no paras de mirar. Hay una mirada exterior y una mirada interior.

La mirada interior puede ser tan objetiva, e incluso más, que la mirada exterior. Cuando con los ojos cerrados ves esa cara conocida y recuerdas la relación, puedes llegar a una mayor objetividad sobre sus sentimientos y deseos que cuando la mirabas con los ojos bien abiertos. La mirada interior no es sólo un recuerdo, es una presencia sin imagen externa en la que el cerebro te conecta con un episodio vivido, y normalmente quiere escuchar también el clima afectivo del corazón y de los sentimientos.

La contemplación espiritual puede surgir de la mirada hacia el exterior, y también de la mirada interior. Cuando nos quedamos contemplando el mar, fácilmente la belleza, la grandiosidad, el movimiento, nos motivan en una especie de conexión externa-interna para vivir un gozo especial y muchas veces para dirigirnos a Aquel que es fuente de realidad, y que sabemos que nos ama. Toda la creación, todo el universo, es un acto de amor. Muchos encuentran en la reflexión racional el argumento para dar el salto al vacío de la fe, cuando contemplan el universo. Otros entienden que sin amor tanta belleza y tanta precisión evolutiva no habría sido posible. 

La mirada interior es también una de las principales fuentes de la contemplación mística. No lo ves en Él, pero entiendes que te mira. Sus ojos no son como los nuestros, no tiene, pero todo Él es también presencia, relación, amor y abrazo. Más allá de las imágenes está la realidad suya, que nos va asumiendo en su ámbito, reafirmante, que no disolviendo, nuestra persona. El Padre reafirma que somos; no puede hacernos desaparecer aunque sea en Él.

La mirada interior contemplativa muchas veces llega a la cima cuando contempla el relato de Jesús, en su conjunto o en una parte o palabra. Entonces es cuando el relato se hace en nosotros realidad, es cuando la historia se hace presencia, es cuando Él nos mira con su mirada humana renovada y glorificada y nos podemos reencontrar amorosamente en su Corazón.


Papa saluda a inmigrantes

El Papa reclama un orden económico-financiero "más justo y equitativo"
Francisco exige medidas "eficaces e incisivas" para "frenar el tráfico vergonzoso de seres humanos"
"Iglesia sin fronteras, madre de todos", título del mensaje porla Jornada Mundial del Refugiado

Redacción, 23 de septiembre de 2014 a las 12:31

La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable

El Papa ha exigido acciones "más eficaces e incisivas" para frenar "el tráfico vergonzoso y delictivo de seres humanos", al tiempo que ha afirmado que a la globalización del fenómeno migratorio se debe responder con "la globalización de la caridad y de la cooperación para que se humanicen las condiciones de los inmigrantes".

En el Mensaje para la Jornada Mundial del Refugiado, que tendrá lugar el próximo 18 de enero y tiene como lema 'Iglesia sin fronteras, madre de todos', Francisco ha criticado los "recelos" y "prejuicios" contra los inmigrantes porque "se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado".

El Pontífice ha manifestado la necesidad de una "colaboración sistemática y efectiva"que implique a los estados y organizaciones internacionales para luchar contra "la vulneración de los derechos fundamentales" contra "cualquier vejación, forma de violencia y esclavitud".

En este sentido, ha valorado sus "generosos y laudables esfuerzos" pero ha incidido en que lo que sirve es "una red universal de colaboración" fundada en la protección de la dignidad y centralidad de la persona humana. Para el Papa, "ningún país puede afrontar por si solo las dificultades implícitas en el fenómeno migratorio y, por ello, pide colaboración basada en la "reciprocidad y sinergia, disponibilidad y confianza".

Por otro lado, ha reclamado una intensificación de los esfuerzos para crear "las condiciones adecuadas" para garantizar una "progresiva disminución" de las razones que llevan a pueblos enteros a "dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras".

En todo caso, el Papa ha querido remarcar a los inmigrantes que ocupan "una lugar especial en la Iglesia", al tiempo que ha resaltado la necesidad de "asumir nuevos compromisos de solidaridad, de comunión y de evangelización". Por ello, ha pedido a la Iglesia "profundizar y reforzar los valores necesarios para garantizar una convivencia armónica entre las personas y las culturas".

Igualmente, ha señalado que para ellos no basta "la simple tolerancia", sino que es necesaria "la vocación de la Iglesia para superar las fronteras" y para favorecer "el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación a una actitud que ponga como fundamento la cultura del encuentro". De esta manera, ha comentado que "la Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable". "Las migraciones interpelan a todos, no sólo por las dimensiones del fenómeno, sino también por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscitan, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional", ha subrayado, citando la Carta encíclica escrita por el Papa emérito Benedicto XVI en 2009.

En esta línea, ha recalcado que a la solidaridad con los inmigrantes y los refugiados "es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias" para desarrollar mundialmente unorden económico-financiero "más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso".

Éste es el mensaje del Papa:

Una Iglesia sin fronteras, madre de todos

Queridos hermanos y hermanas: 

Jesús es «el evangelizador por excelencia y el Evangelio en persona» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 209). Su solicitud especial por los más vulnerables y excluidos nos invita a todos a cuidar a las personas más frágiles y a reconocer su rostro sufriente, sobre todo en las víctimas de las nuevas formas de pobreza y esclavitud. El Señor dice: «Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme» (Mt 25,35-36). Misión de la Iglesia, peregrina en la tierra y madre de todos, es por tanto amar a Jesucristo, adorarlo y amarlo, especialmente en los más pobres y desamparados; entre éstos, están ciertamente los emigrantes y los refugiados, que intentan dejar atrás difíciles condiciones de vida y todo tipo de peligros. Por eso, el lema de la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado de este año es: Una Iglesia sin fronteras, madre de todos. 

En efecto, la Iglesia abre sus brazos para acoger a todos los pueblos, sin discriminaciones y sin límites, y para anunciar a todos que «Dios es amor» (1 Jn 4,8.16). Después de su muerte y resurrección, Jesús confió a sus discípulos la misión de ser sus testigos y de proclamar el Evangelio de la alegría y de la misericordia. Ellos, el día de Pentecostés, salieron del Cenáculo con valentía y entusiasmo; la fuerza del Espíritu Santo venció sus dudas y vacilaciones, e hizo que cada uno escuchase su anuncio en su propia lengua; así desde el comienzo, la Iglesia es madre con el corazón abierto al mundo entero, sin fronteras. Este mandato abarca una historia de dos milenios, pero ya desde los primeros siglos el anuncio misionero hizo visible la maternidad universal de la Iglesia, explicitada después en los escritos de los Padres y retomada por el Concilio Ecuménico Vaticano II. Los Padres conciliares hablaron de Ecclesia mater para explicar su naturaleza. Efectivamente, la Iglesia engendra hijos e hijas y los incorpora y «los abraza con amor y solicitud como suyos» (Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen gentium, 14). La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia. Todo esto adquiere hoy un significado especial. De hecho, en una época de tan vastas migraciones, un gran número de personas deja sus lugares de origen y emprende el arriesgado viaje de la esperanza, con el equipaje lleno de deseos y de temores, a la búsqueda de condiciones de vida más humanas. No es extraño, sin embargo, que estos movimientos migratorios susciten desconfianza y rechazo, también en las comunidades eclesiales, antes incluso de conocer las circunstancias de persecución o de miseria de las personas afectadas. Esos recelos y prejuicios se oponen al mandamiento bíblico de acoger con respeto y solidaridad al extranjero necesitado. Por una parte, oímos en el sagrario de la conciencia la llamada a tocar la miseria humana y a poner en práctica el mandamiento del amor que Jesús nos dejó cuando se identificó con el extranjero, con quien sufre, con cuantos son víctimas inocentes de la violencia y la explotación. Por otra parte, sin embargo, a causa de la debilidad de nuestra naturaleza, "sentimos la tentación de ser cristianos manteniendo una prudente distancia de las llagas del Señor" (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 270). 

La fuerza de la fe, de la esperanza y de la caridad permite reducir las distancias que nos separan de los dramas humanos. Jesucristo espera siempre que lo reconozcamos en los emigrantes y en los desplazados, en los refugiados y en los exiliados, y asimismo nos llama a compartir nuestros recursos, y en ocasiones a renunciar a nuestro bienestar. Lo recordaba el Papa Pablo VI, diciendo que «los más favorecidos deben renunciar a algunos de sus derechos para poner con mayor liberalidad sus bienes al servicio de los demás» (Carta ap. Octogesima adveniens, 14 mayo 1971, 23). 

Por lo demás, el carácter multicultural de las sociedades actuales invita a la Iglesia a asumir nuevos compromisos de solidaridad, de comunión y de evangelización. Los movimientos migratorios, de hecho, requieren profundizar y reforzar los valores necesarios para garantizar una convivencia armónica entre las personas y las culturas. Para ello no basta la simple tolerancia, que hace posible el respeto de la diversidad y da paso a diversas formas de solidaridad entre las personas de procedencias y culturas diferentes. Aquí se sitúa la vocación de la Iglesia a superar las fronteras y a favorecer «el paso de una actitud defensiva y recelosa, de desinterés o de marginación a una actitud que ponga como fundamento la "cultura del encuentro", la única capaz de construir un mundo más justo y fraterno» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014). 

Sin embargo, los movimientos migratorios han asumido tales dimensiones que sólo una colaboración sistemática y efectiva que implique a los Estados y a las Organizaciones internacionales puede regularlos eficazmente y hacerles frente. En efecto, las migraciones interpelan a todos, no sólo por las dimensiones del fenómeno, sino también «por los problemas sociales, económicos, políticos, culturales y religiosos que suscita, y por los dramáticos desafíos que plantea a las comunidades nacionales y a la comunidad internacional» (Benedicto XVI, Carta enc. Caritas in veritate, 29 junio 2009, 62). 

En la agenda internacional tienen lugar frecuentes debates sobre las posibilidades, los métodos y las normativas para afrontar el fenómeno de las migraciones. Hay organismos e instituciones, en el ámbito internacional, nacional y local, que ponen su trabajo y sus energías al servicio de cuantos emigran en busca de una vida mejor. A pesar de sus generosos y laudables esfuerzos, es necesaria una acción más eficaz e incisiva, que se sirva de una red universal de colaboración, fundada en la protección de la dignidad y centralidad de la persona humana. De este modo, será más efectiva la lucha contra el tráfico vergonzoso y delictivo de seres humanos, contra la vulneración de los derechos fundamentales, contra cualquier forma de violencia, vejación y esclavitud. Trabajar juntos requiere reciprocidad y sinergia, disponibilidad y confianza, sabiendo que «ningún país puede afrontar por sí solo las dificultades unidas a este fenómeno que, siendo tan amplio, afecta en este momento a todos los continentes en el doble movimiento de inmigración y emigración» (Mensaje para la Jornada Mundial del Emigrante y del Refugiado 2014). 

A la globalización del fenómeno migratorio hay que responder con la globalización de la caridad y de la cooperación, para que se humanicen las condiciones de los emigrantes. Al mismo tiempo, es necesario intensificar los esfuerzos para crear las condiciones adecuadas para garantizar una progresiva disminución de las razones que llevan a pueblos enteros a dejar su patria a causa de guerras y carestías, que a menudo se concatenan unas a otras. A la solidaridad con los emigrantes y los refugiados es preciso añadir la voluntad y la creatividad necesarias para desarrollar mundialmente un orden económico-financiero más justo y equitativo, junto con un mayor compromiso por la paz, condición indispensable para un auténtico progreso. 

Queridos emigrantes y refugiados, ocupáis un lugar especial en el corazón de la Iglesia, y la ayudáis a tener un corazón más grande para manifestar su maternidad con la entera familia humana. No perdáis la confianza ni la esperanza. Miremos a la Sagrada Familia exiliada en Egipto: así como en el corazón materno de la Virgen María y en el corazón solícito de san José se mantuvo la confianza en Dios que nunca nos abandona, que no os falte esta misma confianza en el Señor. Os encomiendo a su protección y os imparto de corazón la Bendición Apostólica.

Vaticano, 3 de septiembre de 2014
FRANCISCUS


Cristo fue el hombre más feliz

Porque no le negó nada a Dios olvidándose de sí mismo preocupándose por los demás.

Quien no antepone nada al amor de Dios será la persona más dichosa, ya que en Dios está nuestra felicidad. La demostración de este principio está en que las cosas creadas no tienen la capacidad de colmar todas nuestras ansias y nuestras apetencias de infinito, que sólo Dios puede colmar, ya que solo Él es infinitamente perfecto, poderoso, bondadoso y lleno de atributos que serían innumerables y de nunca acabar.

Los santos fueron hombres alegres, y no se conocen santos que hayan sido frustrados, amargados o tristes, y el motivo es porque supieron no anteponer nada al amor de Dios. Dice el salmista "¿Quién nos mostrará la felicidad, si la luz de tu rostro, Señor, se ha alejado de nosotros? tú has dado a mi corazón más alegría que cuando abundan ellos de trigo y vino nuevo".(Salmo 4,7-8) Por lo tanto, debemos afirmar que se aleja la felicidad del alma cuando se aleja el rostro de Dios de nosotros. Y ¿Cómo se aleja su rostro de nosotros? Cuando anteponemos otros amores al amor de Dios.

Por eso que la felicidad debe ser conquistada. La felicidad consiste en el Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien. Como dice la carta a los Gálatas, la alegría, es decir la felicidad, es fruto del Espíritu (Gal. 5,22) , y como tal debe ser conquistado con el amor a Dios sobre toda las cosas. Si miramos siempre a Dios en todo y en Él ponemos nuestro corazón, la luz de su rostro no se apartará de nosotros y su felicidad invadirá todo nuestro corazón.

Un alma triste es un alma que algo le esta negando a Dios, como el joven rico del evangelio, que tras al haber sido invitado a seguir a Cristo dejándolo todo no quiso porque tenia muchas riquezas y dice el evangelio que al oír esto, "se puso muy triste, porque era muy rico". (Lc. 18,23) 
Cristo el hombre más feliz

Siguiendo este principio, de que la felicidad depende de no negar nada a Dios, y no anteponer nada a su amor, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.

Cristo fue el hombre más feliz de todos porque su voluntad humana estaba en perfecta armonía con el plan divino. 

Nada interpuso al Plan de Dios, al Plan de “Su Padre Celestial” y por eso que no sólo en cuanto Dios, sino que también en cuanto hombre fue el más feliz de todos. 

Él mismo enseñaba a rezar a que se haga la voluntad de Dios por encima de todo: "Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu Nombre; venga tu Reino; hágase tu Voluntad así en la tierra como en el cielo" (Mt. 6,9-10). Enseñaba que lo primero era hacer la voluntad de Dios: "No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial" (Mt. 7,21). Y si enseñaba a cumplir la voluntad de Dios era porque él mismo la ponía por obra porque no enseñaba nada que antes no practicará él primero. De hecho se decía de Cristo que "les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas" (Mt. 7,29).

Por eso que no sólo enseña a que se haga la voluntad de Dios sino que él mismo busca cumplir esa voluntad y ese plan con su misma vida. Abundan las citas Bíblicas en donde se ve el deseo de Cristo de Cumplir con la Voluntad del Padre celestial: Estando en el huerto de los olivos, momentos previos a su prendimiento rezaba de esta manera: "Padre, si quieres, aparta de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya" (Lc 22,42). Se pueden ver también los paralelos a este evangelio. Cristo no antepone nada al plan de Dios, su voluntad humana está en perfecta armonía con el plan de salvación del Padre y por eso a pesar de sus sufrimientos, Cristo es el hombre más feliz. En el fondo de su corazón esconde su alegría.

Cristo vino para hacer la voluntad del Padre: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado y llevar a cabo su obra."(Jn 4,34)) No vino para sí mismo sino para el Padre y por nosotros y toda su vida la gasta en esta misión sin mirarse a sí mismo. Y en otro pasaje dice "no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado" (Jn 5,30) . Siempre busca no anteponer nada al amor de Dios. También leemos en el mismo evangelio de Juan "porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día" (Jn 6,38-40) . La Obra de Cristo está centrada en Dios y en el prójimo, y Cristo la cumplió a la perfección, por lo que no podemos dudar de que en él hubo una gran alegría a pesar de sus sufrimientos. 

Cristo fue el hombre más feliz porque no le negó nada a Dios olvidándose de sí mismo preocupándose por los demás.

Cuando Cristo se retiró a un lugar solitario y lo siguieron dice la escritura que "Al desembarcar, vio mucha gente, sintió compasión de ellos y curó a sus enfermos. Al atardecer se le acercaron los discípulos diciendo: «El lugar está deshabitado, y la hora es ya pasada. Despide, pues, a la gente, para que vayan a los pueblos y se compren comida» Mas Jesús les dijo: «No tienen por qué marcharse; dadles vosotros de comer»"(Mt 14,14-16) . Cristo venía ya haciendo muchas curaciones, y siempre se preocupaba de los demás, ahora podía preocuparse de si mismo, pero como se ve en el evangelio citado, Cristo se preocupa de la muchedumbre. En el mismo evangelio, un poco mas adelante Jesús dice a sus discípulos "Siento compasión de la gente, porque hace ya tres días que permanecen conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que desfallezcan en el camino" (Mt 15,32). Hace tres días que están con Cristo. Él esta predicando, curando, haciendo el bien, y sigue preocupándose por los demás sin tenerse en cuenta a si mismo. Nada antepone al amor de Dios y al amor del prójimo.

Cristo es el hombre más feliz porque nada antepuso al amor de Dios haciéndose servidor de todos. 

Como él mismo lo dijo: "El Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos".(Mt 20,28) Y en el evangelio de Lucas nos dice: "Los reyes de las naciones las dominan como señores absolutos, y los que ejercen el poder sobre ellas se hacen llamar Bienhechores; pero no así vosotros, sino que el mayor entre vosotros sea como el más joven y el que gobierna como el que sirve. Porque, ¿quién es mayor, el que está a la mesa o el que sirve? ¿No es el que está a la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve" (Lc 22,25-27).

Cristo es el hombre más feliz porque no le negó nada a su Padre dando su vida en rescate por el género humano cumpliendo con el plan de salvación. 

Así, él entrega su cuerpo y su sangre: "Tomó luego pan, y, dadas las gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Este es mi cuerpo que es entregado por vosotros; haced esto en recuerdo mío. De igual modo, después de cenar, la copa, diciendo: « Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros". (Lc 22,19)

Él mismo entrega su vida: "Por eso me ama el Padre, porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo; esa es la orden que he recibido de mi Padre."(Jn 10,17-18) Y al final de su vida dice: "Padre, en tus manos pongo mi espíritu." (Lc 23,46)

Por estos motivos debemos decir, que aunque Cristo haya sufrido y Dios haya permitido que por momentos sintiese tristeza de muerte, debemos afirmar que Cristo fue el hombre más feliz de todos.

Desigualdades sociales

El aumento sistémico de las desigualdades entre grupos sociales dentro de un mismo país y entre las poblaciones de países diferentes, es decir, el aumento masivo de la pobreza relativa, no sólo tiende a erosionar la cohesión social y, de este modo, a poner en peligro la democracia, sino que también tiene un impacto negativo en el plano económico por el progresivo adelgazamiento del "capital social", es decir del conjunto de relaciones de confianza, fiabilidad y respeto de las normas, que son indispensables en toda convivencia civil.

Benedicto XVI, Encíclica Caritas in veritate nº 32

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