De modo que ya no son dos, sino una sola carne
- 18 Agosto 2017
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Evangelio según San Mateo 19,3-12.
Se acercaron a él algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le dijeron: "¿Es lícito al hombre divorciarse de su mujer por cualquier motivo?".
El respondió: "¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?
De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido".
Le replicaron: "Entonces, ¿por qué Moisés prescribió entregar una declaración de divorcio cuando uno se separa?".
El les dijo: "Moisés les permitió divorciarse de su mujer, debido a la dureza del corazón de ustedes, pero al principio no era así.
Por lo tanto, yo les digo: El que se divorcia de su mujer, a no ser en caso de unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio".
Los discípulos le dijeron: "Si esta es la situación del hombre con respecto a su mujer, no conviene casarse".
Y él les respondió: "No todos entienden este lenguaje, sino sólo aquellos a quienes se les ha concedido.
En efecto, algunos no se casan, porque nacieron impotentes del seno de su madre; otros, porque fueron castrados por los hombres; y hay otros que decidieron no casarse a causa del Reino de los Cielos. ¡El que pueda entender, que entienda!".
Santa Elena, reina
En Roma, en la vía Labicana, santa Elena, madre del emperador Constantino, que, entregada con singular empeño a ayudar a los pobres, acudía piadosamente a la iglesia mezclada entre los fieles, y habiendo peregrinado a Jerusalén para descubrir los lugares del nacimiento de Cristo, de su Pasión y Resurrección, honró el pesebre y la cruz del Señor con basílicas dignas de veneración.
Por lo que se puede conjeturar, santa Elena nació en Drepano de Bitinia. Probablemente era hija de un posadero. El general romano Constancio Cloro la conoció hacia el año 270 y se casó con ella, a pesar de su humilde origen. Cuando Constancio Cloro fue hecho césar, se divorció de Elena y se casó con Teodora, hijastra del emperador Maximiano. Algunos años antes, en Naissus (Nish, en Servia), Elena había dado a luz a Constantino el Grande, que llegó a amar y venerar profundamente a su madre, a la que le confirió el título de «Nobilissima Femina» (mujer nobilísima) y cambió el nombre de su ciudad natal por el de Helenópolis. Alban Butler afirma: «La tradición unánime de los historiadores británicos sostiene que la santa emperatriz nació en Inglaterra»; pero en realidad, la afirmación tan repetida por los cronistas medievales de que Constancio Cloro se casó con Elena, «quien era hija de Coel de Colchester», carece de fundamento histórico. Probablemente, dicha leyenda, favorecida por ciertos panegíricos de Constantino, se originó en la confusión con otro Constantino y otra Elena, a saber: la Elena inglesa que se casó con Magno Clemente Máximo, quien fue emperador de Inglaterra, Galia y España, de 383 a 388; la pareja tuvo varios hijos, uno de los cuales se llamó Constantino (Custennin). Esta Elena recibió el título de «Luyddog» (hospitalaria). Dicho título empezó, más tarde, a aplicarse también a santa Elena, y un documento del siglo X dice que Constantino era «hijo de Constrancio (sic) y de Elena Luicdauc, la cual partió de Inglaterra en busca de la cruz de Jerusalén y la trasladó de dicha ciudad a Constantinopla». Algunos historiadores suponen que las iglesias dedicadas a Santa Elena en Gales, Cornwall y Devon, derivan su nombre de Elena Luyddog. Otra tradición afirma que santa Elena nació en Tréveris, ciudad que pertenecía también a los dominios de Magno Clemente Máximo.
Constancio Cloro vivió todavía catorce años después de repudiar a santa Elena. A su muerte, ocurrida el año 306, sus tropas, que se hallaban entonces estacionadas en York, proclamaron césar a su hijo Constantino; dieciocho meses más tarde, Constantino fue proclamado emperador. El joven entró a Roma el 28 de octubre de 312, después de la batalla del Puente Milvio. A principios del año siguiente, publicó el Edicto de Milán, por el que toleraba el cristianismo en todo el Imperio. Según se deduce del testimonio de Eusebio, santa Elena se convirtió por entonces al cristianismo, cuando tenía ya cerca de sesenta años, en tanto que Constantino seguiría siendo catecúmeno hasta la hora de su muerte: «Bajo la influencia de su hijo, Elena llegó a ser una cristiana tan fervorosa como si desde la infancia hubiese sido discípula del Salvador».
Así pues, aunque conoció a Cristo a una edad tan avanzada, la santa compensó con su fervor y celo su larga temporada de ignorancia y Dios quiso conservarle la vida muchos años para que, con su ejemplo, edificase a la Iglesia que Constantino se esforzaba por exaltar con su autoridad. Rufino califica de incomparables la fe y el celo de la santa, la cual supo comunicar su fervor a los ciudadanos de Roma. Elena asistía a los divinos oficios en las iglesias, vestida con gran sencillez, y ello constituía su mayor placer. Además, empleaba los recursos del Imperio en limosnas generosísimas y era la madre de los indigentes y de los desamparados. Las iglesias que construyó fueron muy numerosas. Cuando Constantino se convirtió en el amo de Oriente, después de su victoria sobre Licinio, en 324, santa Elena fue a Palestina a visitar los lugares que el Señor había santificado con su presencia corporal.
Constantino mandó arrasar la explanada y el templo de Venus que el emperador Adriano había mandado construir sobre el Gólgota y el Santo Sepulcro, respectivamente, y escribió al obispo de Jerusalén, san Macario, para que erigiese una iglesia «digna del sitio más extraordinario del mundo». Santa Elena, que era ya casi octogenaria, se encargó de supervisar la construcción, movida por el deseo de descubrir la cruz en que había muerto el Redentor. Eusebio dice que el motivo del viaje de santa Elena a Jerusalén, fue simplemente agradecer a Dios los favores que había derramado sobre su familia y encomendarse a su protección; pero otros escritores lo atribuyen a ciertas visiones que la santa había tenido en sueños, y san Paulino de Nola afirma que uno de los objetivos de la peregrinación era, precisamente, descubrir los Santos Lugares. En su carta al obispo de Jerusalén, Constantino le mandaba expresamente que hiciese excavaciones en el Calvario para descubrir la cruz del Señor. Hay algunos documentos que relacionan el nombre de santa Elena con el descubrimiento de la Santa Cruz. El primero de esos documentos es un sermón que predicó San Ambrosio el año 395, en el que dice que, cuando la santa descubrió la cruz, «no adoró al madero sino al rey que había muerto en él, llena de un ardiente deseo de tocar la garantía de nuestra inmortalidad». Varios otros escritores de la misma época afirman que santa Elena desempeñó un papel importante en el descubrimiento de la cruz; pero es necesario advertir que San Jerónimo vivía en Belén y no dice una palabra sobre ello (ver más detalles en el artículo dedicado a la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz).
Como quiera que haya sido, santa Elena pasó, ciertamente, sus últimos años en Palestina. Eusebio dice: «Elena iba constantemente a la iglesia, vestida con gran modestia y se colocaba con las otras mujeres. También adornó con ricas decoraciones las iglesias, sin olvidar las capillitas de los pueblos de menor importancia». El mismo autor recuerda que la santa construyó la basílica «Eleona» en el Monte de los Olivos y otra basílica en Belén.
Era bondadosa y caritativa con todos, especialmente con las personas devotas, a las que servia respetuosamente a la mesa y les ofrecía agua para el lavamanos. «Aunque era emperatriz del mundo y dueña del Imperio, se consideraba como sierva de los siervos de Dios». Durante sus viajes por el Oriente, santa Elena prodigaba toda clase de favores a las ciudades y a sus habitantes, sobre todo a los soldados, a los pobres y a los que estaban condenados a trabajar en las minas; libró de la opresión y de las cadenas a muchos miserables y devolvió a su patria a muchos desterrados.
El año 330, el emperador Constantino mandó acuñar las últimas monedas con la efigie de Flavia Julia Elena, lo cual nos lleva a suponer que la santa murió en ese año. Probablemente la muerte la sobrecogió en el Oriente, pero su cuerpo fue trasladado a Roma. El Martirologio Romano conmemora a santa Elena el 18 de agosto. En el Oriente se celebra su fiesta el 21 de mayo, junto con la de su hijo Constantino, cuya santidad es más que dudosa. Los bizantinos llaman a santa Elena y a Constantino «los santos, ilustres y grandes emperadores, coronados por Dios e iguales a los Apóstoles».
La principal fuente de información sobre santa Elena es la biografía de Constantino escrita por Eusebio (Vita Constantini), cuyos principales pasajes pueden verse en Acta Sanctorum, agosto, vol. III. Ver también M. Guidi, Un Bios di Constantino (1908). J. Maurice publicó una interesante obrita sobre santa Elena en la colección L´Art et les Saints (1929).
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
Esta gran santa se ha hecho famosa por haber sido la madre del emperador que les concedió la libertad a los cristianos, después de tres siglos de persecución, y por haber logrado encontrar la Santa Cruz en Jerusalen.
Nació en el año 270 en Bitinia (sur de Rusia, junto al Mar Negro). Era hija de un hotelero, y especialmente hermosa. Y sucedió que llegó por esas tierras un general muy famoso del ejército romano, llamado Constancio Cloro y se enamoró de Elena y se casó con ella. De su matrimonio nació un niño llamado Constantino que se iba hacer célebre en la historia por ser el que concedió libertad a los cristianos.
Pero al morir Constancio Cloro, fue proclamado emperador por el ejército el hijo de Elena, Constantino, y después de una fulgurante victoria obtenida contra los enemigos en el puente Milvio en Roma (antes de la cual se cuenta que Constantino vio en sueños que Cristo le mostraba una cruz y le decía: « con éste signo vencerás» ), el nuevo emperador decretó que la religión Católica tendría en adelante plena libertad (año 313) y con éste decreto terminaron tres siglos de crueles y sangrientas persecuciones que los emperadores romanos habían hecho contra la Iglesia de Cristo.
Constantino amaba inmensamente a su madre Elena y la nombró Augusta o Emperatriz, y mandó hacer monedas con la figura de ella, y le dio pleno poderes para que empleara el dinero del gobierno en las obras buenas que ella quisiera. Elena que se había convertido al cristianismo, se fue a Jerusalén, y allá, con los obreros, que su hijo, el emperador, le proporcionó, se dedicó a excavar en el sitio dónde había estado el monte Calvario y allá encontró la cruz en la cual habían crucificado a Jesucristo (por eso la pinta con una cruz en la mano).
En Tierra Santa hizo construir tres templos: uno en el Calvario, otro en el Monte de los Olivos, y el tercero en Belén. Gastó su vida en hacer buenas obras por la religión y los pobres, y ahora reina en el cielo y ruega por nosotros que todavía sufrimos en la tierra.
Oremos
Tú, Señor, que todos los años nos alegras con la fiesta de Santa Elena, concede a los que estamos celebrando su memoria imitar también los ejemplos de su vida santa. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Misal Romano
Bendición de los esposos en la celebración del matrimonio
«De modo que ya no son dos, sino una sola carne»
Señor Dios nuestro,
Que para revelar tus designios
quisiste que el amor del hombre y la mujer
fuera signo de la alianza
que estableciste con tu pueblo,
y que la unión de los esposos n el sacramento del matrimonio
manifestara las bodas de Cristo con la Iglesia. (Ef 5,32).
Extiende tu mano protectora sobre estos hijos tuyos N. y N.
Que a lo largo de la vida común,
santificada por este sacramento,
se comuniquen los dones de tu amor;
y que siendo el uno para el otro signo de tu presencia,
sean en verdad un solo corazón y un solo espíritu.
Concédeles, Señor,
mantener con su trabajo la vida de su hogar,
y educar a sus hijos según el Evangelio,
para que formen parte de tu familia santa.
Colma de bendiciones a tu hija N. (la esposa),
para que pueda cumplir sus deberes de esposa y madre,
y sea el alma y la alegría del hogar.
Bendice también a tu hijo N, (el esposo),
para que cumpla su misión de esposo fiel
y padre solícito.
Concede, Padre Santo,
a quienes se han unido ante ti
y desean acercarse a tu mesa,
participar un día en la alegría del banquete eterno.
Por Jesucristo nuestro Señor.
El proyecto de amor que Dios quiere
Santo Evangelio según San Mateo 19,3-12. Viernes XIX de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo en Ti, Señor. Confío en Ti y pongo en tus manos todo lo que soy y lo tengo. Sé que Tú nunca me vas a fallar y que contigo todo lo puedo. Te amo porque quiero amarte y no sólo porque me lo pides. Quiero amarte más y mejor. Ayúdame a serte fiel en todos los momentos del obrar cotidiano y concédeme aquellas gracias que más necesito en este momento. Te pido por todos los miembros del Movimiento que, en cualquier parte del mundo, nos unimos a Ti en esta oración y ayúdanos a ser tus apóstoles incansables.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
En este pasaje me das algunas lecciones sobre el amor. Amor es una palabra demasiado utilizada en el mundo de hoy. Pero se queda en eso, en palabra. El amor es lo más genérico que puede mencionarse. Para muchos, Señor, el amor es sentimiento, es emoción, es gusto, es placer, es actividad, es mariposeo en el estómago, es rubor en las mejillas, es poesía, es literatura, es novela, es letra de canciones. Pero ¿qué es el verdadero amor? ¿Cuál es el amor que pensaste para el hombre?
En efecto, estas descripciones del amor son demasiado pobres para expresar tan sublime realidad. Tan pobres, que por ello encuentro a tantos que "amando" se sienten infelices, insatisfechos, vacíos, pobres. Se sienten objetos, no personas. Se descubren utilizados más que amados. Se hallan en arenas movedizas más que en suelo firme. Buscador de amor podría ser una definición del hombre. Hecho para el amor, pero un amor verdadero, fuerte, fiel, generoso, sincero, duradero, desinteresado, libre, real. No para ése contaminado, pobre, mezquino, falso, ilusorio, irreal, pasajero, que el mundo pone a la venta en cualquier lugar.
Es desde la perspectiva del amor verdadero desde donde se mira el matrimonio y la virginidad. "Que lo comprenda aquel que pueda comprenderlo" es lo que dices al final del pasaje. Ambos son dones que Tú das para salvaguardar el verdadero amor. Son como los cofres que lo conservan, las cajas fuertes que lo protegen, las bóvedas que los mantienen frescos.
El matrimonio es un regalo tuyo para aquellos que han sabido acoger tu amor y desde él, amar al otro. Entonces el motivo de la unión no es sólo el amor de un hombre por una mujer o al contrario, sino que será tu mismo amor que los ha unido y los quiere mantener así. El uno es instrumento de tu amor por el otro.
Tú te encargarás de custodiar ese amor. Porque el amor del matrimonio implica fidelidad, responsabilidad por el otro, cuidado de la pareja, atención a los detalles, frescura en el trato, sinceridad y verdad a toda prueba; saber perdonar y pedir perdón; acoger al otro como es y no como yo quiero que sea; implica renuncia a sí mismo, entrega al otro, desinterés, cariño, sacrificio, ternura. ¡Éste es amor verdadero! No lo que me vende el mundo actual.
Señor, si el matrimonio ya es un don difícil de entender, más lo es el don de la virginidad o la castidad consagrada. Pero ambos son dones tuyos, y por ello ambos son valiosos, hermosos, buenos, santos. Son los que renuncian al matrimonio por entregarse de lleno al servicio del Reino, no porque el matrimonio sea algo malo, sino porque simplemente das a cada uno el tesoro que le corresponde. La castidad o la virginidad no es un "no" al amor. (Así lo ve el mundo de hoy). Por el contrario, es un "Sí" al amor verdadero. Porque así como los esposos se entregan al otro y el motivo de su unión es tu amor por los dos, de igual manera el consagrado se entrega a Ti, y a los demás, movido por el amor que le das y que quiere transmitir.
Amar verdaderamente, en ambos casos, es saberse amado por Ti y ser capaz de amar al otro. Es saberse amado por Ti y entregarse, sacrificarse, donarse para que el otro sea feliz, se sepa amado, se realice, sacie su sed de amor que lleva dentro.
De hecho, sólo a la luz de la locura de la gratuidad del amor pascual de Jesús será comprensible la locura de la gratuidad de un amor conyugal único y usque ad mortem. Para Dios, el matrimonio no es una utopía de adolescente, sino un sueño sin el cual su creatura estará destinada a la soledad. En efecto el miedo de unirse a este proyecto paraliza el corazón humano. Paradójicamente también el hombre de hoy -que con frecuencia ridiculiza este plan- permanece atraído y fascinado por todo amor auténtico, por todo amor sólido, por todo amor fecundo, por todo amor fiel y perpetuo. Lo vemos ir tras los amores temporales, pero sueña el amor autentico; corre tras los placeres de la carne, pero desea la entrega total."
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy viernes, rezaré el vía crucis para meditar sobre la gratuidad del amor de Dios y procuraré hacer un balance sobre la calidad de mi amor.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
¿Jesucristo admitió el divorcio?
Jesucristo legisló sobre el divorcio derogando explícitamente la dispensa que regía en el Antiguo Testamento.
¿Enseña Jesucristo que el divorcio es lícito al menos en ciertos casos excepcionales? ¿Cómo deben interpretarse las palabras de Cristo en San Mateo: “salvo en caso de adulterio”?
El matrimonio es indisoluble por naturaleza y por positiva institución de Dios. Por naturaleza, porque sin indisolubilidad no son alcanzables los fines propios del matrimonio[1]. Además por positiva institución de Dios que se remonta al momento mismo de la creación, como puede verse expresado en las palabras del Génesis (2,24): Por esto deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y vienen a ser una sola carne. En este sentido las interpreta Cristo: Al principio no fue así... lo que Dios ha unido no lo separe el hombre (Mt 19,6).
Como consecuencia, el divorcio (se entiende en caso de matrimonio válido) contradice tanto los preceptos positivos de Dios cuanto la ley natural. Los teólogos se explicitan diciendo que contradice el derecho natural secundario, es decir, el conjunto de preceptos cuya observancia facilita la consecución del fin primario; éste podrá ser alcanzado, pero con dificultad y no siempre. Los preceptos secundarios se siguen, a modo de conclusiones, de los primarios[2].
Sin embargo, históricamente sabemos que la ley mosaica permitió la práctica del libelo de repudio, es decir, permitía al hombre separarse de su mujer y volverse a casar, al menos en algunos casos[3]. ¿Cuándo estaba permitido? La clausula mosaica dice simplemente (Dt 24,1): si nota en ella algo de torpe [erwat dabar]. Dos escuelas contendían fundamentalmente entre sí sobre este punto. La escuela del rabí Hillel era laxista y sostenía que el marido podía repudiar a su mujer por cualquier torpeza (incluso si dejó quemar la comida). La de Shammai era más rigorista y decía que la afirmación de Moisés se refiere a una torpeza moral grave, es decir, sólo en caso de adulterio de la esposa.
Jesucristo al discutir con los fariseos que le plantean el caso deja bien en claro que el motivo de esta permisión divina fue la dureza del corazón. Da por supuesto que Dios podía dispensar de su derecho positivo y de la ley natural en este caso. Lo hace sólo como dispensa, para evitar males mayores: el hecho de que Dios no aprueba la costumbre sino que se limita a reglamentar el libelo de repudio como mal menor lo vemos expresado en lo que dice por Malaquías (2,14-16): Yo aborrezco el repudio, dice Yavé, Dios de Israel. Ahora bien, ¿por qué puede Dios dispensar de la ley natural en este caso? La explicación que da Santo Tomás es que la indisolubilidad pertenece al derecho natural secundario, como hemos dicho, por lo cual Dios -y sólo Dios- podía dispensar del mismo por motivos graves[4]. El motivo grave era aquí evitar el crimen de conyugicidio o uxoricidio, que los corazones duros de los judíos no hubieran dudado en perpetrar. Algunos Santos Padres (san Juan Crisóstomo, san Jerónimo, san Agustín) y el mismo Santo Tomás deducen que ésta es la dureza del corazón a la que se refiere Cristo, basándose en las palabras del mismo Deuteronómio (22,13): si un hombre después de haber tomado mujer, le cobrare odio...[5].
Ahora bien, ¿qué actitud toma Cristo frente a esto? Jesucristo legisló sobre el divorcio derogando explícitamente la dispensa que regía en el Antiguo Testamento[6]. Esto aparece en cuatro lugares evangélicos: Mt 19,3-9, Mt 5,31, Mc 10,2-12 y Lc 16,18. Sin embargo, en el mismo momento en que Nuestro Señor restaura la indisolubilidad original, aparece en sus labios (aunque sólo en los dos textos de Mateo) una expresión que parecería conceder cierta excepción (es decir, cierta posibilidad de divorcio): salvo caso de adulterio, excepto en caso de fornicación. Por tanto, ¿se trata de una indisolubilidad absoluta o en la mayoría de los casos? Para responder debemos analizar los textos.
1. Los problemas que presentan los dos textos de San Mateo
El texto del capítulo 19 de San Mateo se ha de interpretar teniendo en cuenta el contexto histórico en que se desarrolla la discusión. Cristo está polemizando con los fariseos y son ellos quienes sacan la cuestión del divorcio; la pregunta apunta a ver en cuál de las opiniones más importantes del tiempo (la de Hillel o la de Shammai) se enrola Jesús.
Jesucristo responde apelando a la intención originaria de Dios en el Génesis: ¿No habéis leído que al principio el Creador los hizo varón y mujer? Y dijo: ‘Por esto dejará el hombre al padre y a la madre y se unirá a la mujer, y serán dos en una sola carne’ (Mt 19,4-5); y termina su razonamiento diciendo: Así, pues, lo que Dios ha unido no lo separe el hombre (v.6).
Los fariseos entienden claramente que Jesucristo no concede ninguna posibilidad (ni siquiera el caso restrictivo de Shammai), por eso objetan con la actitud permisiva de Moisés. Jesucristo, por tanto, debe explicar cómo se interpreta la actitud de Moisés y defender su posición intransigente, lo que hará apelando nuevamente a la intención originaria del Creador (Al principio no fue así: Mt 19,8) y explicando el por qué de la actitud mosaica (se debió a la dureza del corazón de los judíos; ya hemos indicado en qué sentido se entiende esto).
Ahora bien, Jesucristo, después de recordar la permisión mosaica, va a lesgislar reinstaurando el matrimonio en su fuerza original. Él tiene conciencia de estar abrogando una ley transitoria del Antiguo Testamento; por eso introduce la nueva legislación (al menos en el texto de Mt 5)[7] con las palabras Mas yo os digo, locución con la cual en el sermón del monte opone precisamente a la enseñanza de los antiguos su propia superioridad[8]. ¿Y cuál es la enseñanza que él opone a lo que fue dicho a los antiguos? Quien repudia a su mujer (salvo caso de adulterio) y se casa con otra, adultera (Mt 19,9; cf. Mt 5,32).
Aquí está el problema. Mt 19,9: Salvo en caso de adulterio (mé epì porneía); Mt 5,32: excepto en caso de fornicación (parectós logou porneías)[9]. El núcleo del problema consiste, en realidad, en la interpretación correcta de las dos expresiones griegas.
Antes de presentar las distintas opiniones al respecto, hay una cosa que es clara y no puede discutirse y es la lógica que debe guardar el pensamiento de Cristo; no puede darse una interpretación que “fracture” psicológicamente el razonamiento de Jesús. Ahora bien, Cristo, a esta altura de su discusión, ya ha indicado: primero, que “al principio” (es decir en la Creación) la situación del matrimonio no fue la que se dio en tiempos de Moisés; segundo, que Moisés concedió el repudio no como un progreso espiritual sino como un retroceso debido a la dureza del corazón de su pueblo; tercero, que Él (Jesús) pretende volver a la situación del Génesis (todo esto en Mt 19); cuarto, que su legislación se opone a lo que se enseñó a los antiguos (esto en Mt 5). Pero si la controvertida expresión pudiese entenderse literalmente “salvo en caso de adulterio”, Cristo no habría salido del marco mosaico; estaría todavía en él, encuadrado en la posición de Shammai. Por tanto, después de anunciar una derogación de la dispensa, no tendríamos más que la consagración de una de las interpretaciones de la dispensa. En el razonamiento de Cristo habríamos encontrado una fractura lógica o un echarse atrás frente a la objeción de sus adversarios. Esta dificultad fue notada desde mucho tiempo atrás, razón por la cual algunos neoprotestantes y modernistas quisieron explicar las excepciones de Cristo como una interpolación redaccional: alguien añadió esta expresión al texto original (así dice, por ejemplo, Loisy). Esta explicación no hace otra cosa que eludir el problema.
La tradición ha buscado, en cambio, explicar el pensamiento de Cristo por dos vías: ya sea interpretando de otro modo las partículas mé, y parectós, o bien estudiando más a fondo el concepto de porneía. Las principales son las siguientes:
1) Para algunos la expresión debe entenderse como se la traduce generalmente (“salvo en caso de adulterio o fornicación”) pero lo que permite aquí Cristo es sólo el “divorcio incompleto”, es decir, la separación de los cuerpos (dejar de convivir) por motivos graves, y no equivale a un permiso para volverse a casar (así lo entendía, por ejemplo, San Jerónimo). Esta interpretación es indudablemente ortodoxa pero no soluciona el problema, simplemente lo esquiva.
2) Para otros los términos “excepto” y “salvo” querrían indicar en boca de Cristo que Él no desea tocar, por el momento, ese caso particular (el del adulterio o fornicación); por tanto, no se expide. El texto debería, pues, entenderse: “... salvo el caso de adulterio, del que no quiero hablar ahora...” (así proponía, por ejemplo, San Agustín). Ahora bien, es precisamente este caso, el del adulterio, el que los adversarios de Cristo querían tratar (porque era la interpretación de Shammai); no tiene por tanto ningún sentido evitarlo.
3) Otros han explicado el problema analizando más detenidamente el verdadero sentido o los posibles significados de las preposiciones mé y parectós. A simple vista mé parece indicar excepción, pero gramaticalmente admite tanto el sentido de excepción cuanto el de negación prohibitiva (al igual que la preposición praeter con la cual es traducido este versiculo al latín). Debería, por tanto, entenderse así: “ni siquiera en caso de adulterio”. Lo mismo valdría para parectós que junto al significado de “excepto” o “fuera de” también admite (aunque raramente) el de “además”, “aun en caso de”[10]. Es una interpretación admisible pero discutible. Es la explicación que da la Biblia de Nacar-Colunga en las notas a estos pasajes, a pesar de traducirlas en el otro sentido.
4) Finalmente otros autores apuntan a interpretar más correctamente la expresión porneía. Ésta no sería simple fornicación ni adulterio, sino propiamente el estado de concubinato. El término rabínico empleado por Cristo habría sido zenut, que designa la unión ilegítima de concubinato; el griego carece, en cambio, de un nombre específico para designar a la “esposa”, razón por la cual, se habría recurrido al término porneía[11]. En tal caso, es evidente que no sólo es lícito la separación, sino obligatoria, puesto que no hay matrimonio sino unión ilegal. Esta explicación se refuerza tomando en cuenta que San Pablo, en su carta a los Corintios, califica la unión estable incestuosa del que se había casado con su madrasta como porneía[12]. A esto mismo haría referencia el Concilio de Jerusalén al exigir que los fieles se abstengan de porneía[13], o sea de las uniones ilegales aunque estables. Esta última es, tal vez, la más plausible de las interpretaciones y la sostuvieron autores como Cornely, Prat, Borsirven, Danieli[14], McKenzie; también algunas versiones de la Biblia[15].
2. Los textos de San Lucas y San Marcos.
Entendidas las dificultades como acabamos de exponer, se comprende que sean totalmente equivalentes con las de San Lucas y San Marcos, los cuales mencionan la sentencia de Cristo sin las clausulas problematicas:
1) San Lucas (16,18): Todo el que repudia a su mujer es adúltero; y el que se casa con la repudiada por su marido, es adúltero. Aquí, queda en claro que el vínculo permanece en quien fue repudiada y en el repudiador; no hay por tanto, disolubilidad. Y no aparece la aparente excepción.
2) San Marcos (10,11): El que repudia a su mujer y se casa con otra, adultera contra aquélla, y si la mujer repudia al marido y se casa con otro, comete adulterio. Por más repudio mosaico que se practique, el nuevo matrimonio de la repudiada o del repudiador constituye adulterio.
Es evidente que si hubiera una diferencia moral tan radical entre el caso del repudio por motivos de adulterio (siendo lícito como quería Shammai) y los demás casos de repudio (que serían ilícitos), tanto Cristo como sus evangelistas deberían haberlo indicado en todos los lugares en que se haga referencia al divorcio. Por el contrario, en estos lugares Cristo no deja lugar ni para la única excepción que proponía el rabí Shammai.
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[1] Apareció en Revista Diálogo nº 15.
[1] Los fines del matrimonio son la procreación y la unión mutua de los cónyuges (amor y amistad esponsalicia). Sin el presupuesto de la indisolubilidad el fin de la procreación se hace más difícil, por cuanto, procreación no implica sólo la generación sino la educación y perfección de la prole generada, lo que exige el sacrificio lento y continuo de los padres. En cuanto al fin del amor esponsacilio, éste se funda (y consiste) en la mutua entrega total de las personas, lo que quiere decir “todo el corazón y para siempre”; si no fuera indisoluble, la entrega no sería total, y el amor verdadero y auténtico no sería causa y fin del matrimonio.
[2] Cf. Santo Tomás, Suma Teológica (S.Th.), Supl., 65, 2.
[3] Si un hombre toma una mujer y llega a ser su marido, y ésta luego no le agrada, porque ha notado en ella algo de torpe, le escribirá el libelo de repudio, y poniéndoselo en la mano, la mandará a su casa. Una vez que de la casa de él salió, podrá ella ser mujer de otro hombre. Si también el segundo marido la aborrece y le escribe el libelo de repudio y, poniéndoselo en la mano, la manda a su casa, o si el segundo marido que la tomó por mujer muere, no podrá el primer marido volver a tomarla por mujer después de haberse ella marchado, porque esto es una abominación para Yavé (Dt 24, 1-4).
[4] Lo mismo valdría para la poligamia de los patriarcas (cf. Santo Tomás, S.Th., Supl. 65).; en cambio, el concubinato contradice la ley natural en sus preceptos primarios, puesto que contradice el fin primario intentado por la naturaleza (la perpetuación de la especie) ya que la unión sin estabilidad muchas veces excluye la prole y cuando no la excluye, no puede garantizar su educación por faltarle la estabilidad matrimonial. Por eso el concubinato nunca fue lícito de suyo ni por dispensa; por tanto, si alguien practicó el concubinato propiamente dicho pecó (afirma Santo Tomás contra Moisés Maimonides); y si no pecó y es alabado en la Sagrada Escritura es porque el suyo no fue concubinato sino matrimonio verdadero (cf. S.Th., Supl., 65,3-5).
[5] Cf. S.Th., Supl., 67,6. Aclaro, sin embargo, que otros teólogos ven en la permisión mosaica sólo una ley civil, que ponía al judío al abrigo de toda pena externa, pero no lo eximía de culpa en el fuero de su conciencia. Discuten luego los teólogos en cuanto a si este repudio, mientras estuvo permitido por la ley mosaica, implicaba una verdadera rotura del vínculo conyugal. La opinión más común, compartida incluso por Santo Tomás (Cf. S.Th., Supl. 67, 1) es que rompía verdaderamente el vínculo conyugal. Así parece deducirse del texto del Deuteronomio que le permite contraer nuevas nupcias a la mujer repudiada.
[6] Es evidente que Jesucristo no sólo abrogó la ley del divorcio sino que elevó el matrimonio (entre cristianos) a sacramento de la Nueva Ley (algunos dicen que en el momento de esta discusión; otros más acertadamente dicen que lo hizo después de su Resurrección) dándole otro título de indisolubilidad: el ser signo del amor indisoluble entre Cristo y su Iglesia (cf. Juan Pablo II, catequesis del 24 de noviembre de 1982). Sin embargo, no entro en ese tema; sólo trato de responder a la intención y actitud de Nuestro Señor durante su discusión con sus adversarios.
[7] En efecto, allí dice: Pero yo os digo que quien repudia su mujer -excepto el caso de fornicación- la expone al adulterio y, el que se casa con la repudiada comete adulterio. También aquí se ve claramente que Cristo opone la legislación antigua (de Moisés) a la nueva (la suya); en esta nueva legislación (y esto ya es una diferencia esencial con la mosaica), la mujer, aún repudiada, si se une a otro adultera (por tanto, se supone que el vínculo no queda roto por el repudio, mientras que Moisés permitía la nueva unión).
[8] Cf. Mt 5,21.27,33.38, etc. Siempre la locución es Habéis oído que se dijo a los antiguos... Pero yo os digo...
[9] He usado para las expresiones castellanas la versión da Nacar-Colunga, que no puede ser tildada ciertamente de tendenciosa.
[10] La idea que quedaría sería: el que abandona a mujer, además del adulterio [por el cual la repudia], la expone a otro adulterio, etc.
[11] Cf. J. Bonsirven, Le divorce dans le Nouveau Testament, Tournai 1948; comparte su opinión J. McKenzie (cf. Comentario Bíblico San Jerónimo, Ed. Cristiandad, Madrid 1972, T.III, p. 188).
[12] Cf. 1 Cor 5,1ss.
[13] Cf. Act 15,20-29; 21,25.
[14] Cf. Il Messaggio della Salvezza, LDC, T.6, p. 151s.
[15] Así por ejemplo, la versión oficial de la CEI (Conferencia Episcopal Italiana).
Atentado de Barcelona: oración y cercanía del Papa Francisco Declaración del Director de La Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke
La declaración del Director de La Oficina de Prensa de la Santa Sede, Greg Burke, este jueves, 17 de agosto 2017, con motivo del atentado terrorista ocurrido en Barcelona (España) este mismo jueves, expresa la oración y la cercanía del Papa Francisco. El atendado ha sido causado por una furgoneta en las Ramblas, corazón del centro de Barcelona. Han muerto 13 personas y hay al menos 100 heridos, según informa el Ministerio Español de Interior. “El Santo Padre está siguiendo con gran preocupación cuanto está sucediendo en Barcelona. El Papa reza por las víctimas de este atentado y desea expresar su cercanía a todo el pueblo español, especialmente a los heridos y a las familias de los fallecidos”, dice Greg Burke. Igualmente, la Conferencia Episcopal Española publica este mensaje en su página web: “Esta tarde ha tenido lugar en Barcelona un grave atentado terrorista con resultado de muerte y numerosos heridos. Ante este hecho luctuoso y execrable, la Conferencia Episcopal Española quiere en primer lugar mostrar su cercanía y oración a todas las víctimas y sus familias. Asimismo manifestamos nuestro apoyo a toda la sociedad que es atacada con estas acciones, en esta ocasión los ciudadanos de Barcelona, y a las Fuerzas de Seguridad.
Al mismo tiempo condenamos cada muestra de terrorismo, una práctica intrínsecamente perversa, del todo incompatible con una visión moral de la vida, justa y razonable. No sólo vulnera gravemente el derecho a la vida y a la libertad, sino que es muestra de la más dura intolerancia y totalitarismo.
Pedimos a todos los creyentes que eleven sus oraciones para pedir a Dios que conceda el descanso eterno a las personas fallecidas, restablezca la salud del resto las víctimas, consuelo a los familiares, llene de paz los corazones de las personas de buena voluntad y nunca más se repitan estas acciones despreciables.”
¿Se pueden salvar los no bautizados?
Sí, pero aún así es mediante la unión sacramental a Cristo
Cada vez hay más personas sin bautizar en los países occidentales. Muchas veces padres que fueron bautizados de niños pero nunca desarrollaron la fe deciden no bautizar a sus hijos. Otras veces se debe a que llegan a Occidente personas de culturas no cristianas (de países islámicos, excomunistas o asiáticos).
Estas personas son amigos y vecinos de los cristianos y recordamos las palabras de Jesús: “El que crea y se bautice se salvará” (Mc 16,16). También gracias a las nuevas tecnologías podemos tratarnos con socios, amigos o conocidos en Singapur o Dakar, en una cultura muy distinta a la nuestra, que estén sin bautizar.
Por supuesto, el cristianismo es una religión misionera y Jesús ordenó "id y anunciad el Evangelio, bautizad y haced discípulos, enseñar a guardar lo que os he enseñado".
Pero ¿es posible que la gracia del bautismo llegue a las personas que están sin bautizar? Este es uno de los temas más interesantes que trata José Granados García en su nuevo manual Tratado general de los sacramentos (BAC, 2017), una completa exploración de la eficacia de los sacramentos en 350 páginas. Granados, profesor de Dogmática en el Instituto Juan Pablo II de la Universidad Lateranense en Roma,insiste en la importancia de lo corporal en la fe católica… eficaz incluso cuando no es aparente.
El Buen Ladrón: al Paraíso sin bautizarse
“La Iglesia entenderá que el bautismo es necesario para la salud [salvación], pero sabrá también que cuando el bautismo no se puede realizar por razones ajenas al sujeto, Dios lo cuenta por hecho. San Agustín pone el ejemplo del Buen Ladrón, que llegó al paraíso sin bautismo. Aunque más adelante duda si se bautizó o no (¿le salpicaría el agua derramada del costado de Cristo?) opina que, aún no bautizado, alcanzaría la salud”, escribe Granados, citando la catequesis “De Baptismo” XXII, 29 del santo de Hipona.
“El Buen Ladrón se salvaría no por el bautismo de agua, sino por su fe y su conversión. Lo mismo se dirá de los catecúmenos que mueren antes del bautismo y de los mártires no bautizados”, añade Granados.
El judío que se autobautizó: inválido, pero salvífico
En una carta del año 1206, el Papa Inocencio III comenta el caso de un judío que se bautizó a sí mismo. Aunque el Papa considera que como tal bautismo no sería “válido” (el bautismo lo ha de impartir una persona a otra distinta) pero afirma que esta persona iría al Cielo al morir, puesto que aunque no tenía “el sacramento de la fe” tenía “fe en el sacramento”.
Pedro Lombardo, teólogo del siglo XII muy influyente durante muchos siglos por su Libro de Sentencias, ya consideraba que hay quienes sin celebrar el sacramento reciben la gracia (Sent IV, d4, c1, n1). Y San Buenaventura y otros medievales hablaban de que además del bautismo de agua (el habitual), y del de sangre (el de los mártires, aunque no hubieran sido bautizados con agua) está uno "de llama" (flaminis) que se recibe "por tener la caridad o por la contrición del corazón".
Hay que dejar claro que los medievales insisten en que esto es así sólo si queriendo celebrar el sacramento hay imposibilidad de ello. Citaban a San Agustín: "lo que quieres hacer y no puedes, Dios lo computa como hecho" (aunque parece que San Agustín se refería a obras malas, en Enarrationes in Psalmos LVII, 4).
Los sacramentos son necesarios... para el hombre, no para Dios
"En todo caso, el efecto de la gracia pasa por el sacramento, en cuanto se exige el afán por recibirlo. Si tal requisito se rechazara, la gracia no nos alcanzaría. Por eso el Concilio de Trento [en el siglo XVI] definirá que los sacramentos son necesarios para la salvación, al menos 'in voto' [en deseo]", añade Granados.
El autor detalla que "cuando se habla de la necesidad de los sacramentos esta se entiende no en cuanto obligación que constriñe a Dios, sino por parte del hombre que debe ser salvado, 'ex parte subiecti' [por parte del sujeto]. Son necesarios no solo porque Dios los manda, sino porque son el medio adecuado por el que él transmite su gracia, para salvar al hombre modelado del barro".
Cuando ni siquiera se conoce a Cristo
Pero, ¿y si no ha habido ni siquiera bautismo de deseo, y si ni siquiera la persona ha llegado a conocer a Cristo ni su bautismo?
Granados afirma que esa gracia podría llegar "también a aquellos que sin culpa de su parte no han encontrado a Cristo ni se han acercado al bautismo y a los demás sacramentos, pero que lo habrían hecho de haberle conocido. Dios les puede salvar al margen de la celebración sacramental, en cuanto se supone que habría existido este deseo si les hubiera llegado noticia del bautismo".
Estar sin rito no estar sin sacramento
Después Granados matiza que "la posibilidad de salvarse sin cumplir el rito no implica que la redención sea extrasacramental. El significado del rito brota del lenguaje del cuerpo de Cristo, al que se incorpora el cristiano. La salvación del hombre no sucede en lo recóndito del alma, sino siempre en modo corporal, es decir, a través de nuestras relaciones con el mundo y los hombres. Puede faltar el rito, lo que no puede faltar es la asimilación corporal a Jesús y a sus hermanos. Si todo hombre de buena voluntad logra salvarse es porque el Espíritu le concede que se vincule de algún modo al misterio pascual para agregarle al Pueblo de Dios" (citando aquí Gaudium et Spes 22).
Unidos al cuerpo de Cristo para entrar al Cielo
Los que entran en el Reino (en el Cielo) lo harán participando en un cuerpo sacramental configurado al de Cristo, dice el autor. "Y ya en esta vida, por tanto, participan en cierta forma del modo de relacionarse de Jesús, presente en semilla en las experiencias originarias de todo hombre y en las diferentes culturas.
Granados detalla luego que "la lógica de los sacramentos, o sea, la comunicación de la gracia por las relaciones arraigadas en la carne de Jesús, es la única escogida por Dios para llevarnos a sí". Es conveniente "para la santidad y justicia del hombre, criatura corporal llamada a la glorificación en su carne. Se trata de una necesidad absoluta por parte del hombre en lo que toca no a la ejecución del rito sino a la entrada en el espacio relacional de Jesús. El rescate de Dios a los suyos, aún sin que ocurra el sacramento, sigue siempre una lógica sacramental", concluye.
Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta (18 al 26 de agosto)
ORACIONES INICIALES PARA TODOS LOS DÍAS
Por la señal...
Acto de contrición
Señor mío Jesucristo, divino Redentor y Salvador de las almas, que por las piadosas lágrimas de vuestra sierva Mónica os dignasteis convertir enteramente a Vos el corazón de su hijo Agustín, y desde el día de su total y dichosa conversión le inspirasteis que hiciera siempre frutos de verdadera penitencia; por las lágrimas benditas de aquella madre y por la sincerísima conversión de aquel bienaventurado hijo, conceded, misericordioso, a nuestras almas aquel dolor de verdadera contrición que alcanza con seguridad el perdón de toda culpa; aquel llanto de sincero arrepentimiento que borra toda inquietud y toda mancha, y el hacer tales frutos de penitencia que devuelvan la justificación y la paz a nuestro espíritu contrito y humillado que de veras se convierte a Vos y desea veros desenojado para siempre. Amén.
Oración preparatoria
¡Oh gloriosa Santa Mónica, espejo de esposas, modelo de madres, consuelo de viudas, mujer admirable, a quien Dios infundió el espíritu de oración y concedió aquel don de lágrimas con que supisteis hacer violencia al Dios de las misericordias para que se compadeciera de vuestros gemidos, escuchara vuestras plegarias y os concediera el fin de todos vuestros deseos! A vuestras plantas venimos hoy, las que sufrimos y lloramos en los tristes caminos de la vida, a suplicaros que nos alcancéis el espíritu de oración que vos tuvisteis y la compunción que merecen nuestras culpas, para que, derramando con humildad nuestro corazón ante el Dios de toda piedad y misericordia, alcancemos la gracia de vivir la santa vida que vos vivisteis en la tierra, y merezcamos la gloria que vos gozáis ahora en el cielo, en compañía de nuestros padres, esposos e hijos, y de todos los que por la sangre y el afecto nos pertenecen y son en Jesucristo, Señor nuestro, amados y queridos de nuestro corazón. Amén.
Rezar a continuación la oración del día que corresponda.
ORACIONES FINALES PARA TODOS LOS DÍAS
Oración final
¡Gloriosísima y bienaventurada Santa Mónica, grande en la paciencia, magnánima en la esperanza y dichosa en el triunfo, mujer sabia y prudente, que supiste edificar tu casa y en ella resplandeciste como el sol cuando amanece en las alturas del cielo, y en todo fuiste ejemplo esclarecido de mujer cristiana! Ahora, que estás ya en la «tierra de los que viven para siempre», «donde no hay llantos, ni gemidos, ni dolor alguno», acuérdate de las que todavía gemimos y lloramos en el valle donde tú gemías y llorabas, e intercede ante el Señor para que tenga compasión de tantas madres y esposas en sus tribulaciones y trabajos, y para que recoja nuestros gemidos y escuche nuestras plegarias, y nos conceda, como a ti, el fin de todos nuestros deseos, y merezcamos, un día, reinar y descansar en la gloria como tú, rodeadas de todos los seres queridos de nuestro corazón, y bendecir, así, contigo las eternas misericordias del Señor por los siglos de los siglos. Amén.
- Ruega por nosotros, bienaventurada Santa Mónica.
- Para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Jesucristo.
¡Oh Dios, consolador de los afligidos y salud de los que en Ti esperan, que aceptaste misericordiosamente las piadosas lágrimas de la bienaventurada madre Mónica por la conversión de su hijo Agustín! Concédenos por la intercesión de entrambos que lloremos nuestras pecados y encontremos la indulgencia de tu gracia. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
DÍA PRIMERO
Señor, Dios omnipotente, que os complacisteis en adornar a vuestra escogida sierva Santa Mónica, desde su tierna infancia, con los dones amables de la modestia, de la castidad y del pudor; por lo que ella os agradó con estas preciosísimas virtudes, concededme la gracia de amarlas y practicarlas como ella, para que como ella os sirva y os agrade, mi Dios y mi Señor, en medio de la vanidad y corrupción de este siglo, y así merezca conseguir los premios que tenéis reservados a vuestros escogidos en la eterna bienaventuranza. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA SEGUNDO
¡Oh Dios de infinita gloria y majestad, que inefablemente os complacíais en los sentimientos de piedad y devoción con que os amaba y servía vuestra fidelísima sierva Santa Mónica, cuando con tanto gusto prefería las delicias secretas de la oración y del recogimiento a las tiernas caricias de sus deudos y a todos los halagos seductores del siglo y de la carne! Concededme, por la intercesión de aquella vuestra sierva devotísima, la gracia de que yo os ame y os sirva sin pecado hasta la muerte, y que prefiera siempre la dicha de agradaros a todas las vanidades y deleites de la tierra, y así merezca disfrutar un día las eternas y purísimas delicias de la gloria. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA TERCERO
¡Oh Dios infinitamente amable y adorable, que de tal modo infundisteis en el corazón de vuestra amantísima sierva Santa Mónica el celo de vuestra gloria y de la salud de las almas, que, siendo esposa atribulada y afligida, supo beber en silencio el cáliz de sus tribulaciones, y con sus santísimos ejemplos y prudentísimos consejos supo edificar y consolar a muchas madres y esposas! Por lo que os agradó con su heroica paciencia, concededme que sepa yo igualmente sufrir en silencio mis trabajos y edificar con mis palabras y ejemplos a mis prójimos, a fin de que en todo de corazón os sirva, y de todas las cosas que me aproveche para mi santificación, y gloria vuestra, conforme a los designios de vuestra adorable voluntad. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA CUARTO
¡Oh Dios clementísimo y misericordiosísimo que en el corazón maternal de Santa Mónica os dignasteis infundir el espíritu de la humildad y la oración para que en constante súplica rogara en vuestra presencia por la salvación de su esposo y la conversión de su querido hijo Agustín! Por lo mucho que ella os agradó con su oración y sus lágrimas, concededme aquel mismo espíritu de humildad y oración que ella tuvo, para que sepa yo rogar ante vuestro divino acatamiento por las grandes necesidades de mi alma y de todos los que me están por Vos encomendados, y de Vos merezca alcanzar para mi y para ellos, primero, vuestra gracia, y después, la gloria. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA QUINTO
¡Oh Dios omnipotente y en las promesas fidelísimo, que os dignasteis inspirar a vuestra sierva Santa Mónica una fe tan grande acerca de la conversión de su hijo Agustín, que, en los días de su tribulación, aseguraba a su propio hijo que él había de venir adonde ella estaba, e hicisteis que se cumpliese la profecía de un santo Obispo que al ver la fe y las lágrimas de Mónica dijo: " Es imposible que hijo de tantas lágrimas perezca!". Por lo mucho que os agradó la fe de aquella santa madre, concededme que tenga yo tanta en vuestro poder y misericordia que alcance lo que os pido en esta Novena, y por ello os glorifique mi alma por los siglos de los siglos. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA SEXTO
¡Oh Dios omnipotente y Padre de toda consolación, que os dignasteis alentar tanta esperanza en el corazón de vuestra sierva Santa Mónica, que en los días más amargos de su tribulación, cuando su hijo más se alejaba de Vos, nunca dejó de esperar con grande confianza el cumplimiento de sus deseos y la consecución de vuestras misericordias! Concededme por su intercesión y méritos aquella firme esperanza que ella tuvo, para que jamás desfallezca yo en mi oración y merezca conseguir lo que os pido para consuelo de mi alma y gloria vuestra. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA SÉPTIMO
¡Oh Dios, infinitamente bueno y digno de ser amado, que de tal modo consolasteis a vuestra sierva Santa Mónica en las últimas horas de su vida, que, viendo a su lado al hijo de su alma, Agustín, convertido totalmente a Vos y santificado por las aguas del Bautismo, exclamaba que ya nada le quedaba que hacer en este mundo sino volar a Vos para amaros y poseeros para siempre! Por aquel tan grande amor con que os amaba la madre de Agustín sobre la tierra, concededme os ruego, ¡oh mi buen Dios!, que os ame yo como ella, y que de tal modo viva desprendida de todas las cosas y lazos de este mundo, que nada desee fuera de Vos, y así merezca poseeros y gozaros por los siglos de los siglos. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA OCTAVO
¡Oh Dios de los escogidos y predestinados, que os dignasteis conceder a vuestra sierva Santa Mónica una muerte tan dulce y tan dichosa en tierra extraña, que, sin cuidarse de las honras de su cuerpo, sólo pensó en entregar a Vos el alma, y encargó a su hijo Agustín que dejando descansar su cuerpo en la tierra dondequiera que ella falleciese, no se olvidara de rogar durante los días de su vida por el alma de su madre ante el altar del Señor! Por la preciosa muerte de aquella santa madre, concededme la dicha de morir en Vos y para Vos, como verdadera hija de la Iglesia, de suerte que consiga entrar en Posesión de la bienaventuranza, donde me vea rodeada de mi esposo, de mis hijos y de todos los seres queridos de mi corazón, y juntamente con ellos alabe allí por siempre vuestras misericordias. Amén.
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.
DÍA NOVENO
¡Oh Dios, que siempre te complaces en la gloria de tus Santos y te muestras en ellos admirable, para que sean venerados de las gentes, y así, en el traslado de las santas reliquias de vuestra sierva Mónica, desde el puerto de Ostia a la Ciudad Eterna, os dignasteis honrarla con el júbilo de los pueblos que la saludaban a su paso, con la devoción de tantas madres que salían a ofrecerle sus hijos y sus lágrimas, y la acompañasteis en aquel glorioso viaje con los prodigios de vuestra omnipotencia, haciendo, por su mediación, grandes milagros! Por el suave aroma que exhalan en vuestra presencia los restos venerados de aquella mujer santa y admirable, dignaos despertarme de mi tibieza, resucitarme a vuestra gloria y concederme cuanto os pido para mi salud eterna y la de todos aquellos que Vos habéis puesto bajo mi amor y cuidado. Glorificad de este modo vuestro nombre
Tres Padrenuestros, Avemarías y Glorias.
Pedir la gracia que se desee conseguir en la Novena por intercesión de la bienaventurada Santa Mónica. Terminar con la oración final para todos los días.