Velad, porque no sabéis en que día vendrá el Señor
- 31 Agosto 2017
- 31 Agosto 2017
- 31 Agosto 2017
Evangelio según San Mateo 24,42-51.
Estén prevenidos, porque ustedes no saben qué día vendrá su Señor.
Entiéndanlo bien: si el dueño de casa supiera a qué hora de la noche va a llegar el ladrón, velaría y no dejaría perforar las paredes de su casa.
Ustedes también estén preparados, porque el Hijo del hombre vendrá a la hora menos pensada.
¿Cuál es, entonces, el servidor fiel y previsor, a quien el Señor ha puesto al frente de su personal, para distribuir el alimento en el momento oportuno?
Feliz aquel servidor a quien su señor, al llegar, encuentre ocupado en este trabajo.
Les aseguro que lo hará administrador de todos sus bienes.
Pero si es un mal servidor, que piensa: 'Mi señor tardará', y se dedica a golpear a sus compañeros, a comer y a beber con los borrachos, su señor llegará el día y la hora menos pensada, y lo castigará. Entonces él correrá la misma suerte que los hipócritas. Allí habrá llanto y rechinar de dientes.
San Ramón Nonato, religioso
En Cardona, de Cataluña, san Ramón Nonato, que fue uno de los primeros compañeros de san Pedro Nolasco en la Orden de Nuestra Señora de la Merced, y es tradición que, por el nombre de Cristo, sufrió mucho para la redención de los cautivos.
patronazgo: patrono de las mujeres embarazadas, madres lactantes y niños, protector de los inocentes injustamente acusados, para pedir un parto feliz, y contra la fiebre puerperal.
refieren a este santo: San Serapión
Cardenal. Año 1240.
Se le llama Nonato (no-nacido) porque nació después de morir su madre. Ella murió al dar a luz. Después de la muerte le hicieron cesárea para que el niño pudiera nacer. San Ramón nació en Cataluña, España, en 1204. Muy joven entró en la Congregación de Padres Mercedarios que se dedicaban a rescatar cautivos que los mahometanos habían llevado presos a Arget.
Lo recibió el mismo San Pedro Nolasco, fundador de la comunidad. Pocos años después de haber entrado de religioso fue enviado con una gran cantidad de dinero a rescatar a los católicos que estaban esclavizados por los musulmanes en África. Allá gastó todo el dinero en conseguir la libertad de muchos cristianos y enviarlos otra vez a su patria, de donde habían sido llevados secuestrados por los enemigos de nuestra religión.
Cuando se le acabó el dinero se ofreció el mismo a quedarse como esclavo, con tal de que libertaran a algunos católicos que estaban en grave peligro de perder su fe y su religión por causa de los atroces castigos que los mahometanos les infligían. Como entre los musulmanes está absolutamente prohibido hablar de la religión católica, y Ramón se dedicó a instruir en la religión a sus compañeros de esclavitud y aun hasta a algunos mahometanos, le dieron terribles tormentos y lo azotaron muchas veces hasta dejarlo casi muerto.
Y al fin, como no se callaba, le amarraron la cara a una correa a la cual le echaron candado, para que no pudiera hablar, y no abrían el candado sino cuando iba a comer. El jefe musulmán, con la esperanza de que Ramón volviera a España y le llevara más dinero para rescatar cristianos, lo dejó en libertad. Pero se dedicó a hablar de nuestra religión a cuantas más personas podía. Esto hizo arder en cólera a los mahometanos y lo volvieron a encarcelar y a atormentar.
San Pedro Nolasco envió a algunos de sus religiosos con una fuerte suma de dinero y pagaron su rescate y por orden de sus superiores volvió a España. Como premio de tantos heroísmos, el sumo Pontífice Gregorio IX lo nombró Cardenal. Pero San Ramón siguió viviendo humildemente como si fuera un pobre e ignorado religioso.- El Santo Padre lo llamó a Roma para que le colaborara en la dirección de la Iglesia, y el humilde Cardenal emprendió el largo viaje a pie. Pero por el camino lo atacaron unas altísimas fiebres y murió.
Era el año 1240. Apenas tenía 36 años. Pero había sufrido y trabajado muy intensamente, y se había ganado una gran corona para el cielo. A San Ramón le rezan las mujeres que van a tener un hijo, para que les conceda la gracia de dar a luz sin peligro ni tormentos.
Oremos
Tú, Señor, que concediste a San Ramón Nonato el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.
Homilía atribuida a San Macario de Egipto (¿-390), monje Homilía 31; PG 34, 728
«Velad, porque no sabéis en que día vendrá el Señor»
Dios es el bien supremo; dirige hacia él los pensamientos de tu espíritu y no sueñes en otra cosa que en aguardar su venida. Así pues, que el alma recoja sus pensamientos dispersos por el pecado, como si recogiera a unos hijos traviesos. Que los conduzca de nuevo a la casa de su cuerpo, y que espere siempre al Señor en el ayuno y en el amor, hasta que él venga y la recoja verdaderamente...
Si nuestro corazón no se hincha, si nuestros pensamientos dispersos no los enviamos a pastura en las locas hierbas del pecado, sino que por el contrario, elevamos nuestro espíritu y por una ferviente voluntad conducimos nuestros pensamientos en la presencia del Señor, entonces gracias a su buen querer, ciertamente que el Señor vendrá a nosotros y nos unirá verdaderamente a él...
Apresúrate, pues, a complacer al Señor, espérale sin cesar en tu corazón, búscale a través de tus pensamientos, incita tu voluntad y tus sentimientos a tender constantemente hacia él. Verás entonces como él viene a ti y hace en ti su morada.
El papa Francisco: Santa Rosa de Lima, “creció como lirio entre las espinas”
Clausura del Año Jubilar por los 400 años de su muerte
El Papa Envió Al Cardenal Vela Como Enviado Extraordinario A La Celebración En Lima © Peru.Com
(ZENIT, 31 Ago. 2017). El papa Francisco envió una carta al cardenal Vela Chiriboga, nombrado enviado extraordinario, para participar en la celebración de la misa de clausura del Año Jubilar por los 400 años de la muerte de santa Rosa de Lima, patrona de las Américas, de Filipinas y de las Indias occidentales.
Una vez en Lima, el cardenal Raúl Eduardo Vela Chiriboga, arzobispo emérito de Quito, participó en las celebraciones de la santa e hizo presente el escrito y lo leyó en la misa en homenaje a la “Principal Patrona del Nuevo Mundo”.
Ofrecemos a continuación la carta del papa Francisco (documento original):
«La gloriosísima santa Rosa de Lima, que creció como lirio entre las espinas (Ct 2,2), se hizo amiga del Señor desde la infancia, a tal punto que ya desde pequeña le consagró su virginidad y empezó a cultivar las virtudes. Desde entonces, inflamada por el ejemplo de intercesión de la beatísima Virgen María y de santa Catalina de Siena, ofreció completamente su vida a Dios, vistiendo el hábito de las Hermanas de la Tercera Orden regular de los Predicadores, entregada a la penitencia y a la oración y ardiendo de pasión amorosa por ganar para la vida eterna en Cristo a todos, pecadores e indígenas . Pero, también, inflamada por el amor a toda la creación, como hija espiritual de santo Domingo, invitaba frecuentemente a animales, flores, hierbas y a todo ser viviente a alabar al Creador. No por casualidad, pues, ella fue declarada por nuestro Predecesor Clemente X Patrona celestial de ambas Américas, de Filipinas y de las Indias occidentales.
Cuando, efectivamente, el próximo mes de agosto recordaremos el cuadringentésimo aniversario de aquel día gratísimo en el que esta Santa llegó dichosa a las nupcias celestes con el divino Esposo, nuestro hermano venerable, su eminencia reverendísima Juan Luis Cardenal Cipriani Thorne, arzobispo metropolitano de Lima, nos hizo saber del Año Jubilar, en el que el tránsito de la Santa a la vida más feliz es celebrado por los fieles cristianos juntamente con los Pastores de Perú y de América, pidiendo al mismo tiempo que algún Legado nuestro fuese con nuestro saludo y bendición el que asistiera a la clausura de este acontecimiento dichoso.
Emocionados, sin duda, por la petición del mismo venerable Pastor, pero también estimando mucho la fe y devoción del pueblo de Perú a santa Rosa y a otros muchos santos y beatos, que anunciaban el Evangelio en esa región durante cinco siglos y recogían copiosos frutos espirituales, decretamos enviar allí a un padre cardenal, que el día treinta del próximo mes clausurará con una solemnísima celebración el Año Jubilar de la Arquidiócesis de Lima.
Con toda confianza recurrimos ahora a ti, venerable hermano nuestro, que cumples sesenta años de ministerio sacerdotal y llevas dignamente los deberes de obispo por cuarentaicinco años, honrando con devoción a esta Patrona y amando sinceramente al pueblo fiel. Así, pues, por estas cartas, te designamos con agrado, benemérito prelado, nuestro Enviado Extraordinario para la celebración mencionada.
Así, pues, el día treinta del mes de agosto presidirás en nuestro nombre las celebraciones litúrgicas prescritas y manifestaras convenientemente nuestro benigno saludo a los Pastores y fieles cristianos. Exhortarás al pueblo congregado a una ferviente devoción a santa Rosa de Lima, para que ella obtenga de Dios muchísimos favores en bien tanto de toda la Arquidiócesis de Lima como también de los demás hombres, ya en las regiones del Perú, ya en toda la tierra. Les rogamos también humildemente que demanden con insistencia su patrocinio en favor del sumo ministerio Petrino.
Finalmente, imparto afectuosamente la Bendición Apostólica desde lo más profundo del corazón, en primer lugar, a ti, venerable hermano nuestro, que estás celebrando hoy con regocijo la feliz memoria de tu sexagésimo aniversario de ordenación presbiteral; después, a los amados Pastores e hijos e hijas allí congregados y a todos los participantes de este acontecimiento dichoso.
Dado en el Vaticano, el 27 del mes de julio, del año 2017, quinto de Nuestro Pontificado.
Santo Evangelio según San Mateo 24,42-51. Jueves XXI del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Gracias, Padre, por tu amor y generosidad. A manos llenas y gratuitamente bendices a tus hijos. Gracias por tantas cosas que me has dado a mí en particular: por aquello en concreto que más aprecio, y también por lo que me das sin que lo sepa o que tal vez me cuesta aceptar.
Ayúdame, Padre, a saber usar con sabiduría todo aquello que me has regalado. Que todo lo que está en mis manos sirva para santificar tu nombre, extender tu Reino y cumplir tu voluntad.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 24,42-51
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Velen y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor. Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa. También ustedes estén preparados, porque a la hora que menos lo piensen, vendrá el Hijo del hombre.
Fíjense en un servidor fiel y prudente, a quien su amo nombró encargado de toda la servidumbre para que le proporcionara oportunamente el alimento. Dichoso ese servidor, si al regresar su amo, lo encuentra cumpliendo con su deber. Yo les aseguro que le encargará la administración de todos sus bienes.
Pero si el servidor es un malvado, y pensando que su amo tardará, se pone a golpear a sus compañeros, a comer y a emborracharse, vendrá su amo el día menos pensado, a una hora imprevista, lo castigará severamente y lo hará correr la misma suerte de los hipócritas. Entonces todo será llanto y desesperación"
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Cada uno de nosotros ha recibido un encargo muy especial. Dios nos ha llenado de dones: interiores y exteriores, espirituales y materiales, personales y compartidos. Todas estas bendiciones vienen de su mano y sabemos que al final de nuestra vida tendremos que rendir cuentas del bien que hemos podido hacer con ellas. Por eso Cristo nos invita hoy a ser prudentes en la administración.
El siervo fiel y prudente se encuentra cumpliendo su deber en todo momento. No importa si lo están vigilando o se encuentra solo, él sabe que está a cargo y se hace responsable. Es prudente porque en cualquier circunstancia se pregunta: "¿Qué quiere mi Señor que haga con esta riqueza?" Nosotros también podemos aprender esta prudencia; que todas nuestras decisiones durante el día estén ordenadas según un criterio central: ¿Qué quiere Dios de mí ahora? Este momento que tengo a disposición, estos bienes que poseo, ¿para qué es mejor usarlos? ¿En dónde hay que invertir este "dinero"?
Más en detalle, ¿qué significa cumplir el deber y administrar con prudencia? En la parábola Cristo nos muestra el ejemplo negativo: un hombre que sólo piensa en sí mismo, que come y bebe y maltrata a los demás. De ahí podemos imaginar qué es lo que Dios quiere. Tenemos dones y riquezas interiores para el bien de los demás. Así como Jesús, que vino al mundo para servir, más que para ser servido. Somos prudentes, verdaderamente prudentes, en nuestras decisiones, si "administramos" siempre en beneficio de los demás. Más que pensar en lo que a mí me gusta, tener como criterio el bien de mi familia, dar gusto a quien se encuentre a mi lado, llevar a Dios y ayudar en lo que pueda a todo el que me necesite. ¡Ésta es la administración que Cristo premiará!
Como hijos de Dios, el Padre nos ha encargado alguna porción de su casa y de su familia. Agradezcamos la confianza que pone en nosotros. Pidámosle su ayuda para saber usar bien los dones que nos ha dado. Decidamos hoy vivir para servir.
Estamos llamados a ensanchar los horizontes de nuestro corazón, a dejarnos sorprender por la vida que se presenta cada día con sus novedades. Para hacer esto es necesario aprender a no depender de nuestras seguridades, de nuestros esquemas consolidados, porque el Señor viene a la hora que no nos imaginamos. Viene para presentarnos una dimensión más hermosa y más grande.
Que Nuestra Señora, nos ayude a no considerarnos propietarios de nuestra vida, a no oponer resistencia cuando el Señor viene para cambiarla, sino a estar preparados para dejarnos visitar por Él, huésped esperado y grato, aunque desarme nuestros planes.
(Cf Homilía de S.S. Francisco, 27 de noviembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré compartir con otros algo que me agrada a mí.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Dios en la Eucaristía fue fiel a su promesa de estar con nosotros hasta el final de los tiempos.
La fidelidad es cumplir exactamente lo prometido, conformando de este modo las palabras con los hechos. Es fiel el que guarda la palabra dada, los compromisos contraídos con Dios y con los hombres y con su propia conciencia.
Debemos ser fieles a Dios, a nuestras promesas, a nuestros cargos y encomiendas, a nuestra vocación, a nuestra fe católica y cristiana, a nuestra oración. Cristo en el Evangelio puso como ejemplo al siervo fiel y prudente, al criado bueno y leal en lo pequeño, al administrador fiel. La idea de la fidelidad penetra tan hondo dentro del cristiano que el título de fieles bastará para designar a los discípulos de Cristo (cf Hech 10, 45; 2 Co 6, 15; Ef 1, 1).
Hoy se echa de menos esta virtud de la fidelidad: se quebrantan promesas y pactos hechos entre naciones; se rompen vínculos matrimoniales por naderías o vínculos sacerdotales, por incoherencias. ¿Por qué esta quiebra en la fidelidad?
Un fallo fuerte en la fidelidad se debe a la falta de coherencia. Otras veces será el propio ambiente lo que dificulte la lealtad a los compromisos contraídos, la conducta de personas que tendrían que ser ejemplares y no lo son y, por eso mismo, parece querer dar a entender que el ser fiel no es un valor fundamental de la persona. En otras ocasiones, los obstáculos para la fidelidad pueden tener su origen en el descuido de la lucha en lo pequeño. El mismo Señor nos ha dicho: “Quien es fiel en lo pequeño, también lo es en lo grande” (Lc 16, 10).
¿Qué relación hay entre Eucaristía y fidelidad?
Fue en la Eucaristía donde Dios fue fiel a ese anhelo y voluntad de quedarse entre los hijos de los hombres. En la Eucaristía Dios cumplió lo que dice en el libro de los Proverbios: “Mis delicias son estar con los hijos de los hombres” (8, 13). Dios en Cristo Eucaristía fui fiel a su promesa de estar con nosotros hasta el final de los tiempos.
La Eucaristía me da fuerzas para ser fiel a mi fe, a mi vocación, a mi misión como cristiano, como misionero, como religioso, como sacerdote. De la Eucaristía los mártires sacaron la fuerza para su testimonio fiel hasta la muerte. De la Eucaristía las vírgenes sacaron la fuerza para defender su pureza hasta la muerte, como lo demostró la niña santa María Goretti. De la Eucaristía los confesores sacaron la fuerza para confesar su fe y explicarla a quienes les pedían razones de su fe. De la Eucaristía el cristiano se alimenta para fortalecer sus músculos espirituales y así ser fiel a sus compromisos como padre o madre de familia, como esposo y esposa, como trabajador, como empresario, como profesor, como estudiante, como líder, como catequista.
¿Cómo va a ser fiel ese matrimonio, si no se alimenta de la Eucaristía? ¿Cómo será fiel ese joven a Dios, venciendo todas las tentaciones que el mundo le presenta, si no se fortalece con el Pan de la Eucaristía que nos hace invencibles ante el enemigo? ¿Cómo va a resistir la fatiga de la soledad y del cansancio esa misionera o esa religiosa, si no participa diariamente del banquete renovador de la Eucaristía? ¿Cómo será fiel a su celibato ese sacerdote, si no valora y celebra con cariño y devoción su santa Misa diaria? ¡Cuántos pobres y enfermos se mantienen en su fidelidad a Dios, gracias a la Eucaristía!
En la Eucaristía, Dios sigue siendo fiel a ese esfuerzo por salvar a los hombres, mediante su Palabra y mediante la comunión del Cuerpo de su querido Hijo que nos ofrece en cada Misa. Así como fue fiel a los patriarcas, profetas y reyes, así también sigue siendo fiel a cada uno de nosotros. Y donde Él ratifica su fidelidad es sin duda en la Eucaristía, el sacramento del amor fiel de Dios para con el hombre y la mujer.
El día en que Dios nos retirase la Eucaristía, ese día podríamos dudar de su fidelidad. Pero Dios es siempre fiel.
La Iglesia es una, y ha de guardarse unida en doctrina y disciplina
Amoris lætitia
Confesamos en el Credo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica (Vat. II, LG 8)
Por: P. José María Iraburu | Fuente: InfoCatolica.com
–¿Y no se cansa de combatir errores?
–No, por gracia de Dios. Y que Él me asista siempre para enseñar la verdad y para reprobar los errores contrarios.
«Confesamos en el Credo que la Iglesia es una, santa, católica y apostólica» (Vat. II, LG 8)
* * *
–La Iglesia es una
El Sumo Sacerdote «profetizó que Jesús había de morir por el pueblo, y no sólo por el pueblo, sinopara congregar en la unidad a todos los hijos de Dios que están dispersos» (Jn 11,51-52). En la Cruz, pues, al precio de la sangre de Cristo, se formó la unidad de la Iglesia. El mismo términoEcclesia nos hace ver que es la Con-vocada: la reunión de todos aquellos hombres elegidos y llamados que, por la gracia de Dios, han escuchado y seguido esa vocación excelsa.
«Sólo hay un cuerpo y un espíritu, como también una sola esperanza, la de vuestra vocación. Sólo un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, que está sobre todo, por todos y en todos» (Ef 4,4-6). Babel es orgullo, pecado, mentira, división. Pentecostés es humildad, gracia, verdad, unión. «La Iglesia es una debido a su “alma”: “el Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esa admirable comunión de fieles, y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia”» (Catecismo 813, citando a Clemente de Alejandría)
«Es Cristo, quien, por el Espíritu Santo, da a la Iglesia el ser una» (LG 8). La unidad interna de la Iglesia está causada por la voluntad de Cristo y su oración continua: «Padre, que todos sean uno, como tú en mí y yo en ti, que ellos sean también uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado» (Jn 17,21). Siendo las divisiones internas (Babel) lo más frecuente en el mundo,la unidad interna de la Iglesia (Pentecostés) es un milagro permanente, que no se ha dado ni remotamente en modo semejante en ningún lugar, institución, ni época de la historia.
El cardenal Ratzinger, en su introducción a la declaración Dominus Jesus, de la Congregación de la fe (6-VIII-2000) indica que «la pretensión de unicidad y universalidad salvífica del Cristianismo proviene esencialmente del misterio de Jesucristo, que continúa su presencia en la Iglesia, su Cuerpo y su Esposa». El evangelio de San Mateo termina con estas palabras de Jesús, en las que se funda la unidad de la Iglesia: «Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo» (28,20).
–La Iglesia es única
Cristo es la Cabeza, el Esposo, el Pastor de la Iglesia: no tiene varios Cuerpos, ni varias Esposas, ni varios rebaños distintos. Llamar Iglesias a las comunidades cristianas separadas de la Iglesia, no tiene sentido. La declaración Dominus Iesus afirma que «las Comunidades eclesiales que no han conservado el Episcopado válido y la genuina e íntegra sustancia del misterio eucarístico (Vat. II, UR 22), no son Iglesia en sentido propio» (n.17).
–Los Pastores han de guardar en la unidad al pueblo de Dios que han recibido a su cuidado
Ésa es la imagen fundacional de la Iglesia: los que habían recibido la fe y el bautismo «perseveraban en oír la enseñanza de los apóstoles, y en la unión, en la fracción del pan y en la oración» (Hch 2,42). «Vivían unidos, teniendo todos sus bienes en común» (2,44). «La muchedumbre de los que habían creído tenía un corazón y un alma sola» (4,32).
–La verdad es una y une. Los errores son innumerables y dividen
La verdad católica une; los errores doctrinales y morales dividen. Como dice el Vaticano II, «la Tradición, la Escritura y el Magisterio de la Iglesia, según el plan prudente de Dios, están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros» (DV 10). Forman un triángulo equilátero, en el que cada uno de los lados sostiene a los otros dos. La unidad interna de la Iglesia se fundamenta, pues, en la verdad revelada, y ésta fluye de la triple fuente única: Escritura, Tradición y Magisterio apostólico. Toda doctrina o disciplina que no tenga su fundamento en esa fuente es causa necesaria de división interna en la Iglesia.
La Iglesia de Cristo es una. Y si no es una, no es la Iglesia de Cristo. La Iglesia nunca contra-dice su propia doctrina. Ésta se va desarrollando por obra del Espíritu Santo, que la guía hacia «la verdad completa» (Jn 16,13), pero siempre en el mismo pensamiento y sentido. Crece la doctrina católica como crece un árbol: siempre fiel a sí mismo. La Iglesia es una en su doctrina: no enseña una cosa en cierta nación, acomodándose a su cultura, y en otra nación otra cosa distinta y contraria. No sería entonces «columna y fundamento de la verdad» (1Tim 3,15). Eso explica la pasión de los primeros apóstoles por la unidad del pueblo cristiano: la unidad en la caridad, por supuesto; pero también en la doctrina de la fe: «una sola fe».
San Pablo: «Os ruego, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que todos habléis igualmente, y no haya entre vosotros cisma, sino que seáis concordes en el mismo pensar y en el mismo sentir» (1Cor 1,10). «Haced pleno mi gozo, teniendo todos el mismo pensar, la misma caridad, el mismo ánimo, el mismo sentir» (Flp 2,2). San Pablo no pretende hacer «paulinos», sino discípulos de Cristo, «cristianos» católicos.
–En el post-Concilio ya se fue disgregando en no pocos lugares la unidad de la Iglesia, sobre todo en el Occidente más rico e ilustrado. Es decir, fue acrecentándose la apostasía. Los Papas declararon abiertamente la profunda des-unión interna generalizada en amplias zonas de la Iglesia.
-Pablo VI, poco después del Concilio que presidió, afirmó en varias ocasiones que la unidad de la Iglesia en doctrina y disciplina se iba quebrantando más y más. «La Iglesia se encuentra ahora en una hora inquieta de autocrítica o, mejor dicho, de autodemolición… Está prácticamente golpeándose a sí misma (7-XII-1968)… «se ha introducido el humo de Satanás en el templo de Dios» (29-VI-1972). Es lamentable «la división, la disgregación, que por desgracia se encuentra en no pocos sectores de la Iglesia» (30-VIII-1973) -San Juan Pablo II: «se han esparcido a manos llenas ideas contrastantes con la verdad revelada y enseñada desde siempre. Se han propalado verdaderas y propias herejías en el campo dogmático y moral, creando dudas, confusiones, rebeliones.
Se ha manipulado incluso la liturgia» (6-2-1981). -El cardenal Ratzinger, un mes antes de ser constituido papa Benedicto XVI, en el Via Crucis del Coliseo: «¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia!… Señor, frecuentemente tu Iglesia nos parece una barca a punto de hundirse, que hace aguas por todas partes. Y también en tu campo vemos más cizaña que trigo» (25-III-2005).
–Actualmente esa falta interna de unidad en la Iglesia ha llegado con demasiada frecuencia a extremos clamorosos. Y la divisiones que contraponen a los mismos Pastores de la Iglesia la ponen en peligro de ruina, porque la Iglesia o es una o no es Iglesia. Ya traté de este tema, con ocasión de los Sínodos, en el artículo (342) Agua y aceite. Concretamente, en torno al capítulo 8º de la Amoris lætitia las enseñanzas contrarias entre sí abundan escandalosamente en no pocos Obispos y Cardenales, teólogos y fieles, tratándose a veces de temas graves, como es la posibilidad de comulgar en los divorciados vueltos a casar, antes llamados adúlteros...
–Cuando fracasa definitivamente un matrimonio, puede Dios permitir un segundo matrimonio, que exige la misma fidelidad que exigía el primero, y que ha de considerarse muchas veces como «un regalo de Dios», un «camino de perfección» evangélica. –La misericordia de Pedro no ha de ser menor que la de Moisés, que toleró el divorcio y el matrimonio nuevo posterior. –El matrimonio es ciertamente indisoluble; pero en algunos casos es disoluble.
–Privar de la comunión a ese segundo matrimonio aleja de la Iglesia a sus hijos. –El bien de los hijos, incluso el espiritual, exige no pocas veces que se prolongue la unión adúltera indefinidamente. –Privar de la Eucaristía a parejas «irregulares» es una crueldad inexcusable: Dios Padre no excluye de su mesa a ninguno de sus hijos. –Simplemente, deben ir confiadamente a comulgar todos los que en conciencia se sienten en paz con Dios misericordioso. –Cristo no dudó en comer con los publicanos y pecadores públicos. –Es evidente que hay actos intrínsecamente malos, gravemente prohibidos por la ley divina, que ninguna circunstancia puede justificar (Veritatis splendor 67); pero en ciertas situaciones (como la creada en un segundo matrimonio fiel y estable), pueden ser realizados sin culpa, sin perder la gracia de Dios, más aún, haciendo así la concreta voluntad de Dios providente. –Pueden darse situaciones en que la obediencia estricta a un mandamiento de Dios no pueda darse sin pecar. –Los que rechazan algunos puntos de la Amoris laetitia suelen ser eclesiásticos o laicos frustrados, que «buscan dividir», lo que es propio del diablo. Et sic de caeteris.
Esos argumentos vergonzosos son lanzados hoy por algunos Cardenales, Obispos y teólogos contra otros Cardenales, Obispos y teólogos… Ignominioso… ¿La Iglesia ES una?
Solamente en la verdad católica puede darse la unidad de la Iglesia.
–Esta situación no durará indefinidamente
Tres cosas. 1ª) Si se acepta que actos intrínsecamente malos pueden ser lícitos en ciertos casos, y se aplica ese principio, por ejemplo, a la anticoncepción, al aborto, al fraude, al homicidio exigido por el honor familiar, a la homosexualidad operativa, a la pederastia, a la comunión de los adúlteros, etc., cae arruinada toda la moral católica, como bien lo muestra y demuestra el profesorJosef Seifert. 2ª) La Iglesia Católica ya no sería «una», pues quedaría dividida en partes irreconciliables, ya que están separadas por doctrinas abiertamente contrarias entre sí. 3) En medio de las infinitas divisiones que caracterizan al mundo, la Iglesia no será ya «columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15)… Las tres cosas nos hacen prever que esta situación no puede durar mucho, pues nuestro Señor y Salvador Jesucristo profetizó la indefectibilidad de la Iglesia.
–El Papa, como sucesor de Pedro, es el primer ministro de la unidad eclesial
La autoridad doctrinal y pastoral del Obispo de Roma se extiende a toda la Iglesia. Él está especialmente asistido por Cristo para guardar a la Iglesia, es decir, a todos los Obispos y fieles católicos, «en la paz y la unidad», que en la Eucaristía, antes de la comunión, pedimos al Señor todos los días. No olvidemos que, precisamente, la Eucaristía es el sacramento que causa y expresa la unidad de la Iglesia.
Veinte siglos llevamos pidiendo a Dios en la Misa «por tu Iglesia santa y católica, para que le concedas la paz, la protejas, la congregues en la unidad y la gobiernes en el mundo entero, con tu servidor el Papa N., con nuestro obispo N., y todos los demás obispos que, fieles a la verdad, promueven la fe católica y apostólica» (Canon romano). Y lo mismo pedimos antes de la comunión en todas las Plegarias eucarísticas postconciliares.
El Papa tiene como ministerio propio, establecido y asistido por Cristo,
–guardar la unidad doctrinal de la Iglesia, «confortando en la fe» (Lc 22,31-32) a sus hermanos Obispos y a todos sus hijos católicos. Ello exige confesar aquella fe que nace de Escritura–Tradición–y Magisterio apostólicos (DV 10). Precisamente por eso los Papas deben ser muy moderados a la hora de irradiar a toda la Iglesia sus opiniones personales, sus ocurrencias, sus preferencias teológicas en temas discutidos, porque no pocos cristianos más o menos afectados depapolatría: los más sencillos, por ignorancia, y algunos eclesiásticos carrieristas, por oportunismo –denunciados éstos por Francisco en su discurso sobre «las 15 enfermedades»–. Unos y otros tomarían en todo su palabra pontificia como doctrina de la Iglesia, que exige la adhesión de todos los fieles. En tal supuesto, el Papa sería una de las causas principales de la des-unión interna de la Iglesia.
–guardar la unidad de todos en la caridad. Precisamente por eso los Papas deben moderar muy atentamente la manifestación exterior de sus preferencias personales en temas doctrinales o pastorales discutidos. Si alabaran y promovieran a aquellos que más participan de sus opiniones y tendencias personales, y si vituperaran y degradaran a otros que no participan de ellos, no serían para la Iglesia causa de unión, sino de profundas des-uniones y agravios comparativos.
–El Papa, en cuanto a sus modos propios de ser y de obrar, no está en la Sede de Pedro como ejemplo a imitar por todos los Obispos y fieles
No es ése su carisma y su ministerio propio, ni tampoco lo es en el Obispo respecto de su diócesis. El Papa y los Obispos van cambiando, y suelen ser bastante diferentes unos de otros (Pío X, Pío XII, Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI, Francisco…) Si la adhesión fiel de los católicos al Papa y a su Obispo propio exigiera esta asimilación profunda de sus modos personales de ser, de sus tendencias y preferencias, de sus estilos pastorales, al cabo de unos años, habiéndose sucedido un buen número de Papas y Obispos diocesanos, los fieles católicos, y especialmente los sacerdotes, acabaríamos todos esquizofrénicos.
En este sentido, si el Papa, concretamente, procurara que todos los Obispos y fieles piensen, sean y operen como él, aceptando su estilo pastoral en seminarios y universidades, parroquias y movimientos; es decir, si el Obispo de Roma quisiera infundir en la totalidad de la Iglesia católica su modo de pensar, su estilo pastoral, sus maneras de enfrentar los conflictos morales, necesariamente favorecería a quienes aceptasen serle clónicos, y se mostraría hostil a los diferentes. De nuevo venimos a concluir que, en tal supuesto, el Papa no sería de hecho causa de unidad en la Iglesia, sino el principal promotor de divisiones y tensiones sin fin.
La configuración estricta a los modos personales del Papa causaría graves daños sobre todo en aquellas Iglesias locales de muy antigua tradición, que en su larga historia han ido desarrollando ciertos modos propios de servir a Cristo y de difundir su Reino. No pueden, no deben ir cambiando su propia historia para acomodarla cada pocos años a las preferencias personales del Papa reinante, que puede durar 10 o 30 años, para dar paso después a otro Papa que, probablemente, será bastante diferente.
–«La enfermedad de divinizar a los jefes»
A fines de diciembre de 2014, el papa Francisco tuvo su encuentro anual con la Curia Vaticana en la Sala Clementina para intercambiar las felicitaciones de Navidad. Y en su discurso a los miembros de los dicasterios, tribunales, consejos, oficinas y comisiones advirtió del peligro de 15 enfermedades que podrían afectarles. La 10ª de éstas es:
«La enfermedad de divinizar a los jefes: Es la enfermedad de los que cortejan a los superiores, con la esperanza de conseguir su benevolencia. Son víctimas del arribismo y del oportunismo, honran a las personas y no a Dios. Son personas que viven el servicio pensando sólo en lo que tienen que conseguir y no en lo que tienen que dar. Personas mezquinas, infelices e inspiradas sólo por su egoísmo fatal». Sin duda, el peligro es real, no es meramente imaginario.
–Hace unos pocos años declaraba un Arzobispo, todavía no Cardenal, que él quería ser un Obispo clónico del papa Francisco. Ya es Cardenal. –Por ese mismo tiempo, un Monseñor de la Congregación de Educación y Seminarios decía en una entrevista que su Congregación tenía ahora la gran tarea de acomodar todos los Seminarios de la Iglesia a la mentalidad y criterios personales del papa Francisco… En el supuesto de que el próximo Papa sea un León XIV, ¿tendrá que volver la Congregación a hacer una tarea análoga?
–Los Papas, Obispos y sacerdotes que la Iglesia declara «santos» son los modelos de los Pastores de hoy
Para eso los ha canonizado la Iglesia. Pedro y Pablo, Atanasio, el Crisóstomo, Agustín, Borromeo, Mogrovejo, Vianney, Pío X, Juan Pablo II, etc., ésos y otros también canonizados como santos, son los Pastores que, configurando su vida y ministerio al Buen Pastor por obra del Espíritu Santo, son puestos por la Iglesia como intercesores y como ejemplares a los que deben seguir, según sus condiciones y gracias propias, los Pastores actuales.
Los excelentes documentos de la Iglesia sobre el sacerdocio, por otra parte,trazan también con Autoridad apostólica los grandes criterios de fe que deben guiar establemente, aunque con importantes desarrollos homogéneos, la vida y ministerio de Obispos y Presbíteros. Recordemos algunos documentos:
Haerent animo (San Pío X), Ad catholici sacerdotii (Pío XI), Menti Nostra (Pío XII), Sacerdotii nostri primordia (San Juan XXIII), Sumi Dei Verbum (Pablo VI), Sacerdotalis caelibatus (Pablo VI), Pastores dabo vobis (San Juan Pablo II), así como los grandes documentos del Concilio Vaticano II (Christus Dominus, Presbyterorum Ordinis, Optatam totius), etc. Es previsible que esta serie formidable de textos pontificios sea también continuada por el papa Francisco.
–«Nihil violentum durabile»
La Iglesia es una. En todo lo fundamental en doctrina, moral y disciplina, la unidad pertenece a la Iglesia como nota propia de su naturaleza. Puede sobrevivir la Iglesia a pesar de los pecados personales de sus Pastores y fieles, como veinte siglos de historia lo demuestran. Pero va en contra de la naturaleza de la Iglesia, es decir, le es violenta, toda des-unión en doctrinas y normas fundamentales. Es, pues, inadmisible que en ciertos sitios se combata siempre el mal intrínsecamente prohibido («por ejemplo, la blasfemia y el perjurio, el homicidio y el adulterio»;Catecismo 1756), y que en otros se permita ese mal en ciertos casos–.
Pues bien, nada que violente la unión propia de la Iglesia es tolerable, pues atenta contra su propia naturaleza. Más aún: como afirma el adagio antiguo, nihil violentum durabile. Nada que sea violento puede ser duradero.