«¡Que llega el esposo!»

Evangelio según San Mateo 25,1-13. 

Por eso, el Reino de los Cielos será semejante a diez jóvenes que fueron con sus lámparas al encuentro del esposo. 
Cinco de ellas eran necias y cinco, prudentes. 

Las necias tomaron sus lámparas, pero sin proveerse de aceite, mientras que las prudentes tomaron sus lámparas y también llenaron de aceite sus frascos. 

Como el esposo se hacía esperar, les entró sueño a todas y se quedaron dormidas. 

Pero a medianoche se oyó un grito: 'Ya viene el esposo, salgan a su encuentro'. 

Entonces las jóvenes se despertaron y prepararon sus lámparas.

Las necias dijeron a las prudentes: '¿Podrían darnos un poco de aceite, porque nuestras lámparas se apagan?'. 

Pero estas les respondieron: 'No va a alcanzar para todas. Es mejor que vayan a comprarlo al mercado'. 

Mientras tanto, llegó el esposo: las que estaban preparadas entraron con él en la sala nupcial y se cerró la puerta. 

Después llegaron las otras jóvenes y dijeron: 'Señor, señor, ábrenos', pero él respondió: 'Les aseguro que no las conozco'. 

Estén prevenidos, porque no saben el día ni la hora. 

San Gil (Egidio)

San Egidio o Gil, abad

La leyenda de san Gil (Aegidius), una de las más famosas en la Edad Media, procede de una biografía escrita en el siglo X. De acuerdo con aquel escrito, Gil era ateniense por nacimiento. Durante los primeros años de su juventud, devolvió la salud a un mendigo enfermo, en virtud de haberle cedido su capa, tal como había sucedido con san Martín. Gil despreciaba los bienes temporales y detestaba el aplauso y las alabanzas de los hombres, que llovieron sobre él, tras la muerte de sus padres, debido a la prodigalidad con que daba limosnas y los milagros que se le atribuían. Para escapar, se embarcó hacia el Occidente, llegó a Marsella y, luego de pasar dos años en Arles, junto a san Cesareo, se construyó una ermita en mitad de un bosque, cerca de la desembocadura del Ródano. En aquella soledad se alimentaba con la leche de una cierva que acudía con frecuencia y se dejaba ordeñar mansamente por el ermitaño. Cierto día, Flavio, el rey de los godos, que andaba de cacería, persiguió a la cierva y le azuzó a los perros, hasta que el animal fue a refugiarse junto a Gil, quien la ocultó en una cueva, y la partida de caza pasó de largo frente a ella, incluso los perros, que parecían haber perdido el olfato. Al día siguiente, se reanudó la cacería y la cierva fue nuevamente descubierta y perseguida hasta la cueva donde la ocultó el ermitaño y donde se volvía invulnerable. Al tercer día, el rey Flavio llevó consigo a un obispo para que presenciara el suceso y tratase de explicarle el extraño proceder de sus perros. En aquella tercera ocasión, uno de los arqueros del rey disparó una flecha al azar, a través de la maleza que cubría la entrada de la cueva. Cuando los cazadores se abrieron paso hasta la caverna, encontraron a Gil herido por la flecha y a la cierva echada a sus pies. Flavio y el obispo instaron al ermitaño para que diera cuenta de su presencia en aquellos parajes. Gil les relató su historia y, al escucharla, tanto el monarca como el prelado le pidieron perdón por haber alterado la paz de su soledad y el rey impartió órdenes para que fuesen en busca de un médico que le curase la herida de la flecha, pero san Gil rehusó aceptar la visita del doctor, no quiso tomar ninguno de los regalos que le presentaron los de la partida real y rogó a todos que le dejasen tranquilo en su solitario retiro. 

El rey Flavio hizo frecuentes visitas a san Gil, y éste acabó por solicitar al monarca que dedicase todas las limosnas y beneficios que le ofrecía, a la fundación de un monasterio. Flavio se comprometió a hacerlo, a condición de que Gil fuese el primer abad.

A su debido tiempo, el monasterio se levantó cerca de la cueva del ermitaño, se agrupó una comunidad en torno a Gil, y muy pronto la reputación de los nuevos monjes y de su abad llegó al oído de Carlos, rey de Francia (a quien los trovadores medievales identificaron con Carlomangno, aunque resulta anacrónico). La corte mandó traer a san Gil a Orléans, donde se entretuvo largamente con el rey en profunda charla sobre asuntos espirituales. Sin embargo, en el curso de aquellas conversaciones, el monarca calló una gravísima culpa que había cometido y le pesaba sobre la conciencia... «el domingo siguiente, cuando el ermitaño oficiaba la misa y, según la costumbre oraba especialmente por el rey durante el canon, apareció un ángel del Señor que depositó sobre el altar un rollo de pergamino donde estaba escrito el pecado que el monarca había cometido. En el pergamino se advertía también que aquella culpa sería perdonada por la intercesión de Gil, siempre y cuando el rey hiciese penitencia y se comprometiese a no volver a cometerla ... Al terminar la misa, Gil entregó el rollo de pergamino al monarca, quien, al leerlo, cayó de rodillas ante el santo y le suplicó que intercediera por él ante Dios. A continuación, el buen ermitaño se puso en oración para encomendar al Señor el alma del monarca y a éste le recomendó, con dulzura, que se abstuviese de cometer la misma culpa en el futuro». Después de aquella temporada en la corte, san Gil regresó a su monasterio y, al poco tiempo, partió a Roma para encomendar sus monjes a la Santa Sede. El Papa concedió innumerables privilegios a la comunidad, y al monasterio le hizo el donativo de dos portones de cedro tallados con primor. A fin de poner a prueba su confianza en Dios, san Gil mandó arrojar aquellas dos puertas a las aguas del Tiber, se embarcó en ellas y, con viento propicio, navegaron por el Mediterráneo hasta las costas de Francia. Recibió una advertencia celestial sobre la proximidad de su muerte y en la fecha vaticinada, un domingo l de septiembre, «dejó este mundo, que se entristeció por la ausencia corporal de Gil, pero en cambio, llenó de alegría los Cielos por su feliz arribo». Este relato sobre san Gil y otros que circularon durante la Edad Media y que son nuestras únicas fuentes de información resultan completamente indignos de confianza. Es evidente que algunos de sus pormenores son contradictorios y anacrónicos; además, la leyenda está asociada con ciertas bulas pontificias que, como ahora se sabe, fueron fraguadas para servir a los intereses del monasterio de San Gil, en Provenza. Lo más que se puede saber sobre el santo es que debe haber sido un ermitaño o un monje que vivió cerca de la desembocadura del Ródano, en el siglo sexto u octavo, y que el famoso monasterio que lleva su nombre afirma poseer sus reliquias. La historia de la cierva se relaciona con varios santos, de entre los cuales san Gil es el más famoso y, durante muchos siglos, uno de los más populares.

Se le nombra entre los «Catorce Santos Auxiliadores» (el único entre ellos que no fue mártir) y su tumba, en el monasterio, fue centro de peregrinaciones de primerísima importancia que contribuyó a la prosperidad de la ciudad de Saint Gilles durante la Edad Media, hasta el siglo XIII, cuando quedó convertida en ruinas, durante la cruzada contra los albigenses. Otros cruzados bautizaron con el nombre de Saint Gilles a una ciudad (la actual Sinjil) que fundaron en los límites de las regiones de Benjamín y Efraín, de manera que su culto se extendió por todo el oriente de Europa. En Inglaterra había 160 parroquias dedicadas a él. Se le invoca como protector de los tullidos, mendigos y herreros. Juan Lydgate, un monje poeta de Bury, le invocaba así en el siglo quince:

Gil, santo protector de pobres y lisiados,
consuelo de los enfermos en su mala suerte,
refugio y escudo de los necesitados,
patrocinio de los que miran a la muerte.
Por ti, los moribundos vuelven a la vida.

El texto en latín sobre la vida de San Gil, se encuentra en Acta Sanctorum, septiembre, vol. I, y una versión semejante, en Analecta Bollandiana, vol. VIII (1889), pp. 103-120. También hay una biografía de versos rimados y una adaptación al francés antiguo. Para estas últimas, consultar el cuidadoso estudio de la Srta. E. C. Jones, Saint Gilles (1914). En cuanto a las tradiciones populares reunidas en torno a san Gil, véase a Bächtold- Stäubli en Handwörterbuch des deutschen Aberglaubens, vol. I, pp. 212 y ss.; sobre el tratamiento del tema en el arte, véase a Künstle en Ikonographie, vol. II, pp. 32-34; el emblema distintivo del santo, naturalmente, es una cierva con una flecha clavada.

fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Oremos

Tú, Señor, que concediste a San Egidio el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia 
Sobre el santo Bautismo, Disertación 40, 46 ; PG 36, 425  

«¡Que llega el esposo!»

Inmediatamente después de tu bautismo, permanecerás de pie ante el gran santuario significando así la gloria del mundo venidero. El canto de los salmos con que serás acogido es preludio de las alabanzas eternas. Las lámparas que encenderás  prefiguran este cortejo de luces que conducirá a nuestras almas resplandecientes y vírgenes, provistas de las lámparas resplandecientes de la fe, delante del Esposo. 

Vigilemos para no quedarnos dormidos ya sea por despreocupación o por miedo a que aquél que esperamos no se presente de improviso sin que le hayamos visto venir. No nos quedemos desprovistos de aceite y de buenas obras, no sea que seamos excluidos de la sala de bodas... El Esposo hará su entrada con mucha prisa. Las almas prudentes entrarán con él. Las demás, muy ocupadas en preparar sus lámparas, no llegarán a tiempo para entrar y serán dejadas a fuera en medio de lamentos. Tarde se darán cuenta de lo que han perdido por su despreocupación...  Se parecerán a estos otros invitados a bodas que un noble padre celebra en honor de un noble esposo, y que rechazan tomar parte en ellas: uno porque se acaba de casar; otro porque acaba de comprar un campo; un tercero porque ha adquirido un par de bueyes (Lc 14,18-20)... Porque no hay lugar en el cielo para el orgulloso y despreocupado, para el hombre sin vestido adecuado, que no lleva el traje de bodas (Mt 22,11), aunque en la tierra se haya creído digno del esplendor celestial y, furtivamente, se introdujo en el grupo de los fieles abrigando falsas esperanzas. 

¿Qué será de él después? El Esposo conoce eso que nos enseñará cuando estaremos en el cielo, y sabe qué relaciones tendrá con las almas que habrán entrado con él. Creo que vivirá en su compañía y que les enseñará los misterios más perfectos y más puros.

San Gregorio Nacianceno (330-390), obispo y doctor de la Iglesia 
Sobre el santo Bautismo, Disertación 40, 46 ; PG 36, 425  

¿Cómo te imaginas hoy el cielo?

Santo Evangelio según San Mateo 25, 1-13. Viernes XXI del Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Jesús, amigo mío, vengo en este momento a estar un tiempo contigo. Quiero simplemente estar sin preocuparme de tantas cosas que poco a poco van ocupando mi corazón. Muchas veces busco el descanso en el confort de las cosas o en las distracciones pasajeras, que más o menos puedo disfrutar en el momento. Hoy vengo a tus pies para descansar contigo. Tú eres el que das la verdadera paz. Dame la paz, Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

"Salieron a esperar al esposo" Nuestra vida es un espera, una espera del momento en que nos encontraremos cara a cara con Dios. Este mundo no es nuestra morada porque es el cielo nuestro destino. Y es justamente lo que hoy Jesús nos quiere enseñar. Parece como si Jesús nos estuviese diciendo "¡Amigo, espera en mí! Todo pasa y solamente Yo quedo".

Puede pasar que con los años vamos "acomodándonos" y olvidando nuestro destino. Cuando éramos niños y nos hablaban del cielo nuestros ojos se iluminaban y se llenaban de curiosidad "¿Cómo será el cielo?". Pero la verdad es que nos olvidamos un poco de eso mientras nos hacemos adultos y llegan las preocupaciones, trabajo, dinero,… No pensamos más ni a la muerte ni mucho menos en el cielo. Lo vemos como algo lejano que queremos retrasar lo más posible.

La realidad es que de repente nos despiertan de nuestro sueño. Vemos, por ejemplo, que algún amigo después de luchar contra el cáncer ha muerto; nos damos cuenta que nuestros antiguos profesores de colegio comienzan a pasar por los achaques de la vejez; nuestros padres ya no son los de antes… En fin, nos damos cuenta que la vida pasa y que pronto nos encontraremos nosotros también con la realidad de la muerte.

"Velad porque no sabéis el día ni la hora" Nadie tiene cita con la muerte y es lo que nos repite el Evangelio con esta frase final. O mejor, todos la tienen pero llega por sorpresa, de un momento a otro. Podremos revelarnos o quejarnos y decir que es injusto Dios, pero Él mismo nos lo avisa. Pero no sólo avisa sino que no invita a ver la muerte, no como algo triste, sino como algo alegre, como una fiesta. Debemos mantener la llama de la esperanza en nuestro corazón. Debemos anhelar llegar al cielo. Debemos de esperar ese momento con los ojos iluminados y llenos de curiosidad como cuando éramos niños. Eso significa tener aceite suficiente para recibir al esposo que llega.

¿Cómo hacemos para evitar que la luz y la sal pierdan sus características? ¿Cómo se hace para evitar que el cristiano deje de ser tal, sea débil, se debilite precisamente su vocación? Una respuesta se puede encontrar en otra parábola, la de las diez vírgenes: cinco necias y cinco prudentes. La prudencia y la necedad, viene del hecho que algunas habían llevado consigo el aceite, para que no faltase mientras que las otras, jugueteando con la luz, se olvidaron y su luz acabó apagándose. También la lámpara, cuando comienza a debilitarse, nos dice que tenemos que recargar la batería. La conclusión es, por lo tanto, la misma: ¿Cuál es el aceite del cristiano? ¿Cuál es la batería del cristiano para producir la luz? Sencillamente la oración.

(Homilía de S.S. Francisco, 7 de junio de 2016, en santa Marta.).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Esta semana voy a dedicar un momento para visitar un cementerio para pensar en cómo me estoy preparando para la muerte.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Pensamos en el Cielo?
El Cielo es una alegría infinita, una paz sin miedos, un amor que será donación completa, sin egoísmos.

Vivimos en un mundo de prisas, de resultados, de competición frenética. Muchas veces caemos en el activismo, parece que existimos sólo para responder a la urgencia del momento.

Nos limitamos a considerar nuestros puntos fuertes o débiles, ese éxito profesional o esa derrota futbolística. Se suceden en nuestro corazón estados de euforia emotiva y momentos tristes y amargados... Todo pasa y todo llega como si la vida en esta tierra fuese lo único al alcance de nuestras manos, lo único por lo que vale la pena un poco de esfuerzo.

Pero no todo es fácil ni asequible. Hay momentos de dudas, de tormenta, de cansancio y de derrota. Entonces, ¿pensamos en el Cielo? ¿Recordamos cuál es la meta de la vida? Muchas veces deberíamos preguntarnos para qué vivimos, a dónde vamos, cuál es ese sueño profundo que nos viene a la cabeza ahí, cuando estamos a solas, al acostarnos, ante el espejo.

Quizá pensamos poco en el Cielo porque no sabemos lo que nos espera, porque no hemos profundizado en lo que es el amor de Dios ni en lo mucho que sueña en que un día nos encontremos, para siempre, con Él...

¿Qué es el Cielo? El Cielo es la meta última, el abrazo definitivo y eterno con quien sabemos que nos ha amado para siempre. Es llegar al lugar donde se nos conoce, se nos espera, se nos ama. Es juntarnos con ese familiar tan querido, con un compañero de trabajo que acaba de fallecer, con personas que nunca conocimos pero que también viven allí, felices, en el eterno abrazo de Dios.

El Cielo consiste en un éxtasis continuo, una alegría infinita, una paz sin miedos, un amor que será donación completa, sin egoísmos...

Deberíamos también imaginar el Cielo desde el otro lado, desde Dios. Allí llega a plenitud su querer amoroso de Padre. Recibe con alegría a cada uno de sus hijos, después de las aventuras y avatares de la vida. La alegría de Dios será la alegría de todos los salvados, la plenitud de quien se hará todo en todos, por medio de Cristo. No podemos imaginar bien lo que esa fiesta sea. "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre ha llegado, lo que Dios tiene preparado para los que le aman" (1Co 2,9).

El Cielo. Pensemos en el Cielo. Entonces se nos hará más llevadera la cruz de cada día. Daremos sentido a nuestro trabajo y nuestro amor. Viviremos más comprometidos por la justicia y la paz. Buscaremos que otros muchos, hermanos nuestros, puedan abrir su corazón a un Dios que es Padre. Un Padre que espera, con amor infinito, la llegada de los hijos de su sueño.

¿Amoris laetitia permite comunión de divorciados vueltos a casar?

Mons. Pedro Daniel Martínez Perea, Obispo de San Luis en Argentina, dice que no

En una reciente carta pastoral, el Obispo de San Luis en Argentina, Mons. Pedro Daniel Martínez Perea, explica que la exhortación apostólica del Papa Francisco Amoris laetitia no permite la comunión eucarística para los divorciados vueltos a casar.

En la carta pastoral titulada “Matrimonio, nuevas uniones y Eucaristía en el capítulo 8 de Amoris laetitia” (AL) y firmada el 29 de junio de 2017, Solemnidad de San Pedro y San Pablo, el Obispo asegura que “una lectura serena y armónica de Amoris laetitia implica considerarla en el marco del criterio eclesial y hermenéutico” de la constitución dogmática Lumen Gentium del Concilio Vaticano II.

“En este sentido y contexto, se puede concluir que la Exhortación Apostólica en ningún momento afirma que les sea moralmente lícito vivir more uxorio (convivencia con relaciones sexuales) a los fieles unidos en una nueva unión, permaneciendo válido un vínculo matrimonial anterior y que puedan recibir la Sagrada Comunión permaneciendo en ese estado de vida”.

Además, alerta el Prelado, “si así se entendiera, hipotéticamente, a mayor razón (por no tener un vínculo anterior) se seguiría que aquellos jóvenes cristianos que simplemente convivan en intimidad de modo estable podrían también recibir la Sagrada Comunión, permaneciendo en ese estado”.

En otras palabras, resalta Mons. Martínez, “la Exhortación Apostólica postsinodal, Amoris laetitia no ha cambiado al respecto ni la doctrina ni la disciplina eclesiástica, que se funda en aquélla. Es decir, los fieles unidos en una nueva unión, permaneciendo un vínculo matrimonial anterior válido con otra persona, podrían recibir la Sagrada Comunión, fuera de peligro de muerte, solo si se cumplen las condiciones previstas por la Iglesia para esos casos particulares”.

Nulidad matrimonial

El Obispo de San Luis propone también algunas perspectivas que se han de considerar ante unos esposos cuyo matrimonio podría ser nulo.

En una primera actitud, indica, se debe ayudar a los fieles “que se han separado para que hagan lo posible ante Dios de intentar reconciliarse, con actitud de perdón y así poder restablecer la vida matrimonial interrumpida”.

“En un segundo momento y considerando imposible tal reconciliación matrimonial –prosigue– en el camino de discernimiento pastoral si se cree que haya fundamentos para iniciar un proceso en vistas a una declaración de nulidad se pueden dar los pasos previstos por la Iglesia para ello”.

Al respecto, precisa el Obispo de San Luis, “es oportuno recordar que la declaración de la nulidad matrimonial no consiste en ‘anular un matrimonio válido’ sino en que se ha llegado a la certeza de que un determinado matrimonio que se creía válido nunca lo fue objetivamente, luego de un proceso jurídico que incluye una investigación en la verdad y la justicia según causales y motivos precisos objetivamente conformes con la ley divina, la natural y la  eclesiástica”.

Dos posibilidades

Mons. Martínez señala luego dos posibles escenarios con las parejas que han sometido su caso a revisión para verificar si es que su matrimonio es nulo y, por lo tanto, si pueden acceder a la Eucaristía.

La primera posibilidad es que “si al finalizar el proceso sobre la validez o no del matrimonio la Sentencia ‘del primer juez’ determinara la constancia de la nulidad del vínculo matrimonial, el matrimonio que en su momento se creía válido en realidad había sido nulo”.

“En esta situación los que convivían en una nueva unión luego de un camino espiritual apropiado, y si no existen otros impedimentos, podrán acercarse al sacramento de la reconciliación, contraer el sacramento del matrimonio, vivir como cónyuges y recibir la Santa Comunión”, explica.

La segunda posibilidad que plantea el Prelado se refiere a aquella en la que no existe nulidad y el vínculo permanece válido. En este caso, refiere, puede haber tres caminos en el acompañamiento espiritual que ha de brindarse a las parejas.

Un primer camino, dice, es invitar “a los fieles que conviven a tomar los caminos para la separación. Pues estarían viviendo de modo contrario a las enseñanzas del Evangelio. Y, por ello, si continuaran en ese estado de convivencia (more uxorio) permaneciendo el vínculo sacramental con otra persona estarían en estado objetivo de pecado”.

Esta realidad de vida imposibilita la recepción de la Santa Comunión, excepto en peligro de muerte, pues contradice la ‘unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía’”.

La segunda vía que propone el Prelado se refiere a los casos en que existan “condiciones objetivas” y “motivos serios” para que la pareja no se separe, como la educación de los hijos. En esas situaciones, señala, “la Iglesia, como madre de todos que busca la salvación de sus hijos, los invita a arrepentirse de ‘haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo’, que asuman ‘el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos’ y que estén dispuestos a vivir ‘una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio’”.

“Invitación de comprensión y acercamiento pastoral por la cual tales fieles podrían acercarse al sacramento de la reconciliación y recibir la absolución sacramental, que les abriría el camino, remoto scandalo, a recibir la Santa Comunión”, escribe el Obispo.

En el tercer camino que propone, Mons. Martínez resalta que “si realmente esta propuesta no es posible, si bien no puedan recibir la Santa Comunión, debemos acompañarlos y exhortarlos para que cultiven un estilo de vida cristiano, pues siguen perteneciendo a la Iglesia. Esta, como madre, tampoco los abandona sino que reza por ellos, los anima y no los considera necesariamente como ‘obstinados’, por vivir en ese estado contrario a las enseñanzas del Evangelio”.

El Prelado recuerda además la invitación de la Iglesia a las parejas divorciadas en nueva unión que viven more uxorio para que escuchen la Palabra de Dios, frecuenten la Misa, recen, incrementen las obras de caridad, eduquen cristianamente a los hijos y pidan cotidianamente la gracia de Dios; y sugiere a los fieles la posibilidad de adorar al Santísimo Sacramento en alguna de las doce capillas que su diócesis tiene para ello.

El Obispo de San Luis propone también que, en cualquiera de los tres caminos, el acompañamiento pastoral debe considerar que “ante estas dolorosas y nuevas situaciones, en las que pudieran encontrarse algunos fieles y que si bien no responderían ‘objetivamente a la propuesta general del Evangelio’ (AL n. 303) y a la ‘enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio’ (AL n. 292), el Santo Padre nos anima a una paternal dedicación pastoral, pues la Iglesia ‘se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia’ para conducirlas ‘a la fuente de salvación’.

El matrimonio es una alianza indisoluble

En sus apreciaciones finales, el Obispo de San Luis alienta a valorar la fidelidad matrimonial y resaltó que “la grandeza del matrimonio cristiano consiste en ser no solo un ‘pacto’ (pactus) entre un varón y una mujer según condiciones jurídicas determinadas (orden natural) sino sobre todo consiste en su profunda novedad como lo es la unión obrada por Dios entre un varón y una mujer en una ‘alianza’ (foedus) indisoluble de toda sus vidas que prefigura la unión entre Cristo y la Iglesia y que el hombre no puede separar (orden sobrenatural)”.

“El matrimonio cristiano, entonces, en su sentido más profundo es un misterio de gracia, una realidad teológica establecida por Dios mismo. Por ello, no puede ser considerado por los fieles como algo dejado a la sola libertad personal reduciéndolo a una mera entidad sociológica”, resalta.

El Prelado exhorta a pensar en la “cultura social durante la época del Imperio Romano, del mundo griego y del fenicio. Cultura que el Nuevo Testamento, especialmente las Cartas Católicas, la oponen al ideal cristiano por lo cual los Apóstoles con energía y caridad misericordiosa advertían a los fieles cristianos que no podían ni pensar (verdad especulativa) ni vivir (verdad práctica) como los paganos”.

“Recordemos que, ayer como hoy, sigue siendo una inmensa riqueza el amor fiel, auténtico, estable y fecundo. En ese sentido y movidos por una solícita caridad en la verdad, valoremos y animemos a los esposos cristianos que aún con dificultades o crisis las han superado con la gracia de Dios permaneciendo fieles con sacrificios y renuncias personales”, alienta.El Obispo de San Luis destaca asimismo que “la familia cristiana fundada en el sacramento del matrimonio indisoluble (entre un varón y una mujer) es la célula de la sociedad tanto para el bien de la Iglesia como de la misma sociedad civil”.

Condiciones para recibir la Santa Comunión

En su carta pastoral, Mons. Martínez también recuerda las condiciones que la Iglesia establece para recibir la comunión eucarística adecuadamente:

Tener fe en la presencia real de Jesucristo en la Eucaristía.

Confesión sacramental (in re vel in voto) si fuera el caso; propósito de enmienda (evitar el pecado y las ocasiones). Es decir, recibirla en gracia de Dios, pues quien tenga conciencia de estar en pecado mortal “debe recibir el sacramento de la Reconciliación antes de acercarse a comulgar”, como establece el Catecismo de la Iglesia Católica.

Estar en ayunas una hora antes.

Acercarse a recibirla con piedad y devoción.

Refranes, frases y expresiones que comúnmente usamos y que vienen de la Biblia

Algunas expresiones populares de origen bíblico

Hay refranes o dichos populares que usamos a diario sin saber su origen, y te sorprendería darte cuenta que muchos de ellos provienen de la Biblia. A continuación te presentamos algunas expresiones populares de origen bíblico:

“Raíz de todos los males es el amor al dinero”, 1 Timoteo (6,10).

“Dios salve al Rey”, 1 Samuel (10,24).

“No hay nada nuevo bajo el sol”, Eclesiastés (1,9).

“Espada de doble filo”, Proverbios (5,4).

“La niña de tus ojos”, Proverbios (7, 2).

“Blanco como la nieve’, Isaías (1, 18).

“Como cordero al matadero”, Isaías (53, 7)

“Estrecho y largo es el camino de la vida’, Mateo (7, 14).

“Busca y encontrarás”, Mateo (7, 7).

“La verdad os hará libres”, Mateo (8, 32).

“Nacer de nuevo”, San Juan (3, 3).

“Tirar la primera piedra”, San Juan (8, 7).

“El hijo pródigo”, San Lucas (1 5, 1 l).

-“Come, toma y sé feliz”, Eclesiastés (8,15).

“Vanidad de vanidades. ¡Todo es vanidad!”, Eclesiastés (1, 2).

-“Poner piedras en el camino”, Romanos (14, 13).

“Ver a través de un vidrio oscuro o empañado”, 1 Corintios (13, 12).

“En un abrir y cerrar de ojos”, 1 Corintios (15, 52).

“¿Dónde está, muerte, tu victoria?, ¿Dónde tu aguijón?”, 1 Corintios (15, 55).

“Mejor dar que recibir”, Hechos de los Apóstoles (20, 34).

“Poner palabras en boca de otro”, Samuel (14, 3).

“Poner la casa en orden”, 2 Reyes (20, 1).

“Un leopardo no puede cambiar sus manchas”, Jeremías (13, 23).

“Caer en desgracia”, Gálatas (5, 4).

“Maná del Cielo”, Éxodo (16,14).

Papa Francisco en oración

Papa Francisco conmovido por pérdida de vidas humanas tras huracán Harvey en EEUU

El Papa Francisco reconoció sentirse “profundamente conmovido por la trágica pérdida de vidas humanas y por la inmensa devastación material” causada por el huracán Harvey a su paso por los Estados de Texas y Louisiana, en Estados Unidos.

El Santo Padre, por medio de un telegrama enviado por el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin, al Arzobispo de Galveston-Houston, Cardenal Daniel Di Nardo, transmitió su “cercanía espiritual a todos los afectados por el violento huracán”.

En el telegrama, el Cardenal Parolin afirmó que el Papa reza por las víctimas y por sus familias, así como por todas las personas implicadas en las tareas de socorro, rescate y reconstrucción.

Asimismo, “confía en que las inmensas e inmediatas necesidades de tantas personas y comunidades continúen inspirando grandes gestos de solidaridad y de ayuda mutua siguiendo las mejores tradiciones de la nación”.

Por último, el Secretario de Estado aseguró en el telegrama que el Papa Francisco “envía sus bendiciones y sus deseos de consuelo, fortaleza y paz en el Señor”.

Al menos 30 personas han muerto y más de 30.000 continúan sin poder regresar a sus hogares desde que el viernes 25 de agosto el huracán Harvey llegara a la costa de Texas con una fuerza de categoría 4 para, posteriormente dirigirse hacia Louisiana.

Grandes extensiones de territorio han quedado sumergidas y muchas casas destruidas o seriamente dañadas. Las pérdidas económicas causadas por el desastre natural se estiman en alrededor de 40 mil millones de dólares.

El Arzobispo de Los Ángeles, Mons. José Gomez, anunció la organización de una colecta en todo el país para recaudar fondos destinados a ayudar a los afectados por el huracán.

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