Muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron
- 07 Octubre 2017
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Evangelio según San Lucas 10,17-24.
En aquel tiempo, los setenta y dos volvieron llenos de gozo y dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu Nombre".
El les dijo: "Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo.
Les he dado poder para caminar sobre serpientes y escorpiones y para vencer todas las fuerzas del enemigo; y nada podrá dañarlos.
No se alegren, sin embargo, de que los espíritus se les sometan; alégrense más bien de que sus nombres estén escritos en el cielo".
En aquel momento Jesús se estremeció de gozo, movido por el Espíritu Santo, y dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños. Sí, Padre, porque así lo has querido.
Todo me ha sido dado por mi Padre, y nadie sabe quién es el Hijo, sino el Padre, como nadie sabe quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Después, volviéndose hacia sus discípulos, Jesús les dijo a ellos solos: "¡Felices los ojos que ven lo que ustedes ven! ¡
Les aseguro que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron!".
San Juan Pablo II (1920-2005), papa Encíclica «Dominum et vivificantem», § 20-21
«Te doy gracias, Padre, … has revelado estas cosas a los más pequeños»
«Jesús, lleno de gozo y bajo la acción del Espíritu Santo exclamó: ‘Te bendigo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios e inteligentes, y las has revelado a los más pequeños. Sí, Padre, porque este ha sido tu deseo’». Jesús exulta de gozo por la paternidad divina; exulta de gozo porque puede revelar esta paternidad; exulta, en fin, porque en los «más pequeños» se revela un esplendor particular de la paternidad divina. Y el evangelista Lucas califica todo ello de «gozo desbordante en el Espíritu Santo»…
Eso que, durante la teofanía trinitaria junto al Jordán (Lc 3,22) ha venido, por decirlo de alguna manera, «del exterior», de lo alto, proviene aquí «del interior», es decir, de lo más profundo de lo que Jesús es. Es otra revelación del Padre y del Hijo, unidos en el Espíritu Santo. Jesús habla solamente de la paternidad de Dios y de su propia filiación; no habla, explícitamente, del Espíritu que es Amor y, por tanto, unión del Padre y del Hijo. Y, sin embargo, lo que dice del Padre y de sí mismo como Hijo viene de la plenitud del Espíritu que está en él, que llena completamente su corazón, penetra su propio yo, inspira y vivifica su acción en toda su profundidad. De ahí proviene ese desbordamiento de gozo en el Espíritu Santo. La unión de Cristo con el Espíritu Santo, de la cual Jesús tiene perfecta conciencia, se expresa en este desbordamiento de gozo, el cual, en un sentido, hace perceptible la fuente secreta que reside en él. De ello proviene una manifestación y una particular exhaltación propias del Hijo del hombre, de Cristo el Mesías, cuya humanidad pertenece a la persona del Hijo de Dios, sustancialmente uno con el Espiritu Santo en su divinidad.
En esta magnífica confesión de la paternidad de Dios, Jesús de Nazaret, se manifiesta, pues, a sí mismo, manifiesta su «yo» divino : en efecto, él es el Hijo «de la misma substancia» (Credo), y por eso, «nadie conoce al Hijo sino es el Padre, ni nadie conoce al Padre sino es el Hijo», este Hijo que «por nosotros y por nuestra salvación» (Credo) se hace hombre por obra del Espíritu Santo y nació de una virgen cuyo nombre era Maria.
Nuestra Señora, la Virgen del Rosario
Memoria de la Santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquella que estuvo especialmente unida a la Encarnación, Pasión y Resurrección del Hijo de Dios.
El Rosario es una serie de 150 avemarías repartidas en decenas; cada una de las cuales comienza por un padrenuestro y termina con un gloria. Los fieles honran durante el rosario a Cristo y a su Santísima Madre y meditan sobre los quince principales misterios de la vida de ambos, de suerte que el rosario es una especie de resumen del Evangelio, un recuerdo de la vida, los sufrimientos y la glorificación del Señor y una síntesis de su obra redentora. Si se sigue la propuesta del papa Juan Pablo II, se debe agregar a estos quince los cinco «misterios de la luz», que añade al conjunto cinco aspectos «sacramentales» (el bautismo de Jesús, las Bodas de Caná, la proclamación del Reino, la Transfiguración y la institución de la Eucaristía). El cristiano debería tener siempre presente esos misterios, rendir a Dios un homenaje de amor perpetuo, alabarle por cuánto sufrió por él, y regular su vida y moldear su alma con la meditación de los misterios del rosario. Precisamente ese rezo es un método fácil y adaptable a toda clase de personas, aun a las menos instruidas, y una excelente manera de ejercitar los actos más sublimes de fe y contemplación. Todo el Evangelio está contenido en el padrenuestro, la oración que el Señor nos enseñó, y quienes lo han penetrado a fondo no pueden cansarse de repetirlo; en cuanto al avemaría, toda ella está centrada en el misterio de la Encarnación y es la oración más apropiada para honrar dicho misterio. Aunque en el avemaría hablamos directamente a la Santísima Virgen e invocamos su intercesión, esa oración es sobre todo una alabanza y una acción de gracias a su Hijo por la infinita misericordia que nos mostró al encarnarse.
San Pío V ordenó en 1572 que se conmemorase anualmente a Nuestra Señora de las Victorias para obtener la misericordia de Dios sobre su Iglesia, para agradecerle sus innumerables beneficios y, en particular, para darle gracias por haber salvado a la cristiandad del dominio de los turcos en la victoria de Lepanto (1571). Aquel triunfo fue una especie de respuesta directa del cielo a las oraciones y procesiones del rosario, organizadas por las cofradías de Roma, en el momento en que se libraba la batalla. Un año más tarde, Gregorio XIII cambió el nombre de la fiesta por el del Rosario y determinó que se celebrase el primer domingo de octubre (día en que se había ganado la batalla). El 5 de agosto de 1716, día de la fiesta de la dedicación de Santa María la Mayor, los cristianos, mandados por el príncipe Eugenio, infligieron otra importante derrota a los turcos en Peterwardein de Hungría. Con ese motivo, el Papa Clemente XI extendió a toda la Iglesia de Occidente la fiesta del Santo Rosario. Actualmente se celebra el 7 de octubre, día en que se ganó la batalla de Lepanto; pero los dominicos siguen celebrándola el primer domingo del mes.
Según la tradición dominicana, ratificada por muchos Pontífices, santo Domingo fue quien dio al rosario su forma actual, cuando obedeció al pie de la letra las instrucciones que le dio la Santísima Virgen en una visión. Es posible que no exista ninguna tradición de este tipo que haya sido más violentamente atacada ni más apasionadamente defendida. La verdad de aquel suceso fue puesta en duda por primera vez hace dos siglos y, desde entonces, la controversia se ha entablado una y otra vez. Ya se sabe que el uso de objetos similares al rosario para ayudar a la memoria a llevar la cuenta es muy antiguo y anterior a la época de santo Domingo. Por no citar más que un ejemplo, los monjes de Oriente emplean una especie de rosario de cien cuentas o perlas dispuestas de modo muy diferente al nuestro y que no tiene nada que ver con el que nosotros rezamos. Por otra parte, está fuera de duda que en el siglo XIII se acostumbraba ya en todo el Occidente repetir cierto número de padrenuestros o avemarías (con frecuencia 150, que es el número de los salmos) y llevar la cuenta por medio de sartas de cuentecillas. La famosa Lady Godiva, de Coventry, que murió hacia 1075, legó a cierta estatua de Nuestra Señora «el collar de piedras preciosas que había mandado ensartar en un cordón para poder contar exactamente sus oraciones» (Guillermo de Melmesbury) . Está prácticamente probado que dichos collares se usaban para rezar padrenuestros; por ello, en el siglo XIII y durante toda la Edad Media, se llamaban «paternosters», y se daba el nombre de «paternostreros» a quienes los fabricaban. Un sabio obispo dominico, Tomás Esser, afirmaba que la costumbre de meditar durante la recitación de las avemarías había sido introducida por ciertos cartujos en el siglo XIV. Por otra parte, ninguna de las historias del rosario anteriores al siglo XV hace mención de santo Domingo y, durante los dos siglos siguientes, ni siquiera los dominicos estaban de acuerdo en la manera de definir el papel desempeñado por el santo fundador. Ninguna de sus biografías primitivas habla del rosario y los primeros documentos de la orden, aun los que se refirieron a los métodos de oración, tampoco lo mencionan. Además, la iconografía dominicana, desde los frescos de Fra Angélico hasta la suntuosa tumba de Santo Domingo en Bolonia (terminada en 1532), no ofrece vestigios del rosario.
En vista de los hechos que acabamos de enumerar, la opinión actual sobre el origen del rosario es muy diferente de la que prevalecía en el siglo XVI. Dom Luis Gougaud escribía en 1922 que «los diferentes elementos que componen la devoción católica conocida ordinariamente con el nombre de rosario, son el producto de un desarrollo gradual y prolongado, de una evolución que comenzó antes de la época de santo Domingo, continuó sin que el santo influyese en ella y tomó su forma definitiva varios siglos después de su muerte». El P. Gettino, O.P., opina que santo Domingo puede considerarse como el creador de la devoción del rosario, porque popularizó la práctica de rezar una serie de avemarías, aunque no fijó su número ni determinó la inserción de los padrenuestros. Por su parte, el P. Beda Jarret, O.P., afirma enfáticamente que el rosario inventado por santo Domingo no era, propiamente hablando, «una devoción o fórmula de oración sino un método de predicación». El P. Petitot, O.P. considera que la visión de la Virgen es un símbolo y no un hecho histórico.
Pero, aunque tal vez haya que abandonar la idea de que santo Domingo inventó y propagó la devoción del rosario, no por ello deja ésta de estar íntimamente relacionada con los dominicos, ya que fueron ellos quienes le dieron la forma que tiene actualmente y durante varios siglos la han predicado en todo el mundo. Ello ha sido una fuente de bendiciones para innumerables almas y ha producido una corriente incesante de oraciones que se elevan a Dios. No hay cristiano, por simple e iletrado que sea, que no pueda rezar el rosario. Y dicha devoción puede ser el vehículo de la más alta contemplación y de la oración más sencilla. El rosario, que es una oración privada, sólo cede en dignidad a los salmos y a la oración litúrgica, la oración que la Iglesia, en cuanto tal, eleva a Dios todopoderoso y a su enviado Jesucristo. Todo cristiano está familiarizado con la idea de que, siendo el rosario una verdadera fuente de gracias, es muy natural que la Iglesia le consagre una fiesta.
Acerca del origen de esta fiesta, véase Benedicto XIV, De festis, lib. II, c. 12, n. 16; y Esser, Unseres Lieben Frauen Rosenkranz, p. 354. Los argumentos que se oponen a la atribución de la institución del rosario a santo Domingo pueden verse por extenso en Acta Sanctorum, agosto, vol. I, pp. 422 ss; en The Month, oct. 1900 y abril 1901; el P. Thurston, autor de dichos artículos, los resumió en Catholic Encyclopedia (lamentablemente, no hay vesión castellana de este artículo). Naturalmente no faltan autores que reivindiquen para santo Domingo la gloria de haber inventado el rosario, por ejemplo, P. W. Lescher, O.P., St Dominic and the Rosary (1902). Sobre el rosario en los documentos de los últimos pontífices, pueden verse la encíclica «Grata Recordatio», de Juan XXIII, la exhortación apostólica «Marialis Cultus», de Pablo VI, o la carta apostólica «Rosarium Virginis Mariae» de Juan Pablo II, en la que propone los cinco misterios de luz que mencionábamos más arriba. Artículo del Butler-Guinea con modificaciones. En nuestro sitio hay un Rosario en línea con lecturas bíblicas e ilustrado con cuadros de grandes pintores.
fuente: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI
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Su fiesta fue instituida por el Papa san Pío V el 7 de Octubre, aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la Batalla naval de Lepanto (1571), atribuida a la Madre de Dios, invocada por la oración del rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.
Historia del Rosario
Desde el principio de la Iglesia, los cristianos rezan los salmos como lo hacen los judíos.
Mas tarde, en muchos de los monasterios se rezan los 150 salmos cada día. Los laicos devotos no podían rezar tanto pero querían según sus posibilidades imitar a los monjes. Ya en el siglo IX había en Irlanda la costumbre de hacer nudos en un cordel para contar, en vez de los salmos, las Ave Marias. Los misioneros de Irlanda mas tarde propagaron la costumbre en Europa y hubieron varios desarrollos con el tiempo.
Santo Domingo busca las ovejas perdidas
La Madre de Dios, en persona, le enseñó a Sto. Domingo a rezar el rosario en el año 1208 y le dijo que propagara esta devoción y la utilizara como arma poderosa en contra de los enemigos de la Fe.
Domingo de Guzmán era un santo sacerdote español que fue al sur de Francia para convertir a los que se habían apartado de la Iglesia por la herejía albingense. Esta enseña que existen dos dioses, uno del bien y otro del mal. El bueno creó todo lo espiritual. El malo, todo lo material. Como consecuencia, para los albingenses, todo lo material es malo. El cuerpo es material; por tanto, el cuerpo es malo. Jesús tuvo un cuerpo, por consiguiente, Jesús no es Dios.
También negaban los sacramentos y la verdad de que María es la Madre de Dios. Se rehusaban a reconocer al Papa y establecieron sus propias normas y creencias. Durante años los Papas enviaron sacerdotes celosos de la fe, que trataron de convertirlos, pero sin mucho éxito. También habían factores políticos envueltos.
Domingo trabajó por años en medio de estos desventurados. Por medio de su predicación, sus oraciones y sacrificios, logró convertir a unos pocos. Pero, muy a menudo, por temor a ser ridiculizados y a pasar trabajos, los convertidos se daban por vencidos. Domingo dio inicio a una orden religiosa para las mujeres jóvenes convertidas. Su convento se encontraba en Prouille, junto a una capilla dedicada a la Santísima Virgen. Fue en esta capilla en donde Domingo le suplicó a Nuestra Señora que lo ayudara, pues sentía que no estaba logrando casi nada.
La Virgen acude en ayuda de Santo Domingo de Guzmán
La Virgen se le apareció en la capilla. En su mano sostenía un rosario y le enseñó a Domingo a recitarlo. Dijo que lo predicara por todo el mundo, prometiéndole que muchos pecadores se convertirían y obtendrían abundantes gracias.
Domingo salió de allí lleno de celo, con el rosario en la mano. Efectivamente, lo predicó, y con gran éxito por que muchos albingenses volvieron a la fe católica.
Lamentablemente la situación entre albingences y cristianos estaba además vinculada con la política, lo cual hizo que la cosa llegase a la guerra. Simón de Montfort, el dirigente del ejército cristiano y a la vez amigo de Domingo, hizo que éste enseñara a las tropas a rezar el rosario. Lo rezaron con gran devoción antes de su batalla más importante en Muret. De Montfort consideró que su victoria había sido un verdadero milagro y el resultado del rosario. Como signo de gratitud, De Montfort construyó la primera capilla a Nuestra Señora del Rosario.
Las promesas de la Virgen a los que recen el rosario
Un creciente número de hombres se unió a la obra apostólica de Domingo y, con la aprobación del Santo Padre, Domingo formó la Orden de Predicadores (mas conocidos como Dominicos). Con gran celo predicaban, enseñaban y los frutos de conversión crecían. A medida que la orden crecía, se extendieron a diferentes países como misioneros para la gloria de Dios y de la Virgen.
El rosario se mantuvo como la oración predilecta durante casi dos siglos. Cuando la devoción empezó a disminuir, la Virgen se apareció a Alano de la Rupe y le dijo que reviviera dicha devoción. La Virgen le dijo también que se necesitarían volúmenes inmensos para registrar todos los milagros logrados por medio del rosario y reiteró las promesas dadas a Sto. Domingo referentes al rosario.
Promesas de Nuestra Señora, Reina del Rosario, tomadas de los escritos del Beato Alano:
1. Quien rece constantemente mi Rosario, recibirá cualquier gracia que me pida.
2. Prometo mi especialísima protección y grandes beneficios a los que devotamente recen mi Rosario.
3. El Rosario es el escudo contra el infierno, destruye el vicio, libra de los pecados y abate las herejías.
4. El Rosario hace germinar las virtudes para que las almas consigan la misericordia divina. Sustituye en el corazón de los hombres el amor del mundo con el amor de Dios y los eleva a desear las cosas celestiales y eternas.
5. El alma que se me encomiende por el Rosario no perecerá.
6. El que con devoción rece mi Rosario, considerando sus sagrados misterios, no se verá oprimido por la desgracia, ni morirá de muerte desgraciada, se convertirá si es pecador, perseverará en gracia si es justo y, en todo caso será admitido a la vida eterna.
7. Los verdaderos devotos de mi Rosario no morirán sin los Sacramentos.
8. Todos los que rezan mi Rosario tendrán en vida y en muerte la luz y la plenitud de la gracia y serán partícipes de los méritos bienaventurados.
9. Libraré bien pronto del Purgatorio a las almas devotas a mi Rosario.
10. Los hijos de mi Rosario gozarán en el cielo de una gloria singular.
11. Todo cuanto se pida por medio del Rosario se alcanzará prontamente.
12. Socorreré en sus necesidades a los que propaguen mi Rosario.
13. He solicitado a mi Hijo la gracia de que todos los cofrades y devotos tengan en vida y en muerte como hermanos a todos los bienaventurados de la corte celestial.
14. Los que rezan Rosario son todos hijos míos muy amados y hermanos de mi Unigénito Jesús.
15. La devoción al Santo rosario es una señal manifiesta de predestinación de gloria.
La Virgen del Rosario: ¡Vencedora de las batallas!
Europa y con ella toda la cristiandad estaba en grave peligro de extinción. Sabemos, por las promesas de Jesucristo, que eso no puede ocurrir pero, humanamente, no había solución para la amenaza del Islam. Los Musulmanes se proponían hacer desaparecer, a punta de espada, el cristianismo. Ya habían tomado Tierra Santa, Constantinopla, Grecia, Albania, África del Norte y España. En esas extensas regiones el cristianismo era perseguido, y muchos mártires derramaron su sangre, muchas diócesis desaparecieron completamente. Después de 700 años de lucha por la reconquista, España y Portugal pudieron librarse del dominio musulmán. Esa lucha comenzó a los pies de la Virgen de Covadonga y culminó con la conquista de Granada, cuando los reyes católicos, Fernando e Isabel, pudieron definitivamente expulsar a los moros de la península en el 1492. ¡La importancia de esta victoria es incalculable ya que en ese mismo año ocurre el descubrimiento de América y la fe se comienza a propagar en el nuevo continente!
La batalla de Lepanto >>>
En la época del Papa Pío V (1566 - 1572), los musulmanes controlaban el Mar Mediterráneo y preparaban la invasión de la Europa cristiana. Los reyes católicos de Europa estaban divididos y parecían no darse cuenta del peligro inminente. El Papa pidió ayuda pero se le hizo poco caso. El 17 de septiembre de 1569 pidió que se rezase el Santo Rosario. Por fin en 1571 se estableció una liga para la defensa de Europa. El 7 de octubre de 1571se encontraron las flotas cristianas y musulmanas en el Golfo de Corinto, cerca de la ciudad griega de Lepanto. La flota cristiana, compuesta de soldados de los Estados Papales, de Venecia, Génova y España y comandada por Don Juan de Austria, entró en batalla contra un enemigo muy superior en tamaño. Se jugaba el todo por el todo. Antes del ataque, las tropas cristianas rezaron el santo rosario con devoción. La batalla de Lepanto duró hasta altas horas de la tarde pero, al final, los cristianos resultaron victoriosos.
En Roma, el Papa se hallaba recitando el rosario en tanto se había logrado la decisiva y milagrosa victoria para los cristianos. El poder de los turcos en el mar se había disuelto para siempre. El Papa salió de su capilla y, guiado por una inspiración, anunció con mucha calma que la Santísima Virgen había otorgado la victoria. Semanas mas tarde llegó el mensaje de la victoria de parte de Don Juan, quién. desde un principio, le atribuyó el triunfo de su flota a la poderosa intercesión de Nuestra Señora del Rosario. Agradecido con Nuestra Madre, el Papa Pío V instituyó la fiesta de Nuestra Señora de las Victorias y agregó a las Letanía de la Santísima Virgen el título de "Auxilio de los Cristianos". Más adelante, el Papa Gregorio III cambió la fiesta a la Nuestra Señora del Rosario.
Los turcos seguían siendo poderosos en tierra y, en el siglo siguiente, invadieron a Europa desde el Este y, después de tomar enormes territorios, sitiaron a Viena, capital de Austria. Una vez mas, las tropas enemigas eran muy superiores. Si conquistaban la ciudad toda Europa se hacia muy vulnerable. El emperador puso su esperanza en Nuestra Señora del Rosario. Hubo gran lucha y derramamiento de sangre y la ciudad parecía perdida. El alivio llegó el día de la fiesta del Santo Nombre de María, 12 de septiembre, de 1683, cuando el rey de Polonia, conduciendo un ejército de rescate, derrotó a los turcos.
La batalla de Temesvar
El Príncipe Eugenio de Saboya derrotó en Temesvar (en la Rumania moderna) a un ejercito turco dos veces mas grande que el suyo, el 5 de agosto de 1716, que en aquel entonces era la fiesta de Nuestra Señora de las Nieves. El Papa Clemente XI atribuyó esta victoria a la devoción manifestada a Nuestra Señora del Rosario. En acción de gracias, mandó que la fiesta del Santo Rosario fuera celebrada por la Iglesia universal.
Excelencia del Rosario
A lo largo de los siglos los Papas han fomentado la pía devoción del rezo del rosario y le han otorgado indulgencias.
Dijo Nuestro Señor: "Donde dos o tres estén reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20). El rosario en familia es algo maravilloso. Es un modo práctico de fortalecer la unidad de la vida familiar. Es una oración al alcance de todos. Los Papas, especialmente los más recientes, han hecho gran énfasis sobre la importancia del rosario en familia.
El Papa dominico, San Pío V (1566 - 1572) dio el encargo a su congregación de propagar el santo rosario. Muchos Papas han sido grandes devotos del rosario y lo han propagado con profunda convicción y confianza.
Su Santidad León XIII escribió doce encíclicas referentes al rosario. Insistió en el rezo del rosario en familia, consagró el mes de octubre al rosario e insertó el título de "Reina del Santísimo Rosario" en la Letanía de la Virgen. Por todo esto mereció el título de "El Papa del Rosario"
Todos los Papas del siglo XX han sido muy devotos del Santo Rosario.
Su Santidad Juan Pablo II nos insiste en el rezo del Santo Rosario. Recen en familia, en grupos. Recen en privado. Inviten a todos a rezar. No tengan miedo de compartir la fe. Nada mas importante. El mundo está en crisis. Nuestras fuerzas humanas no son suficientes. La victoria vendrá una vez mas por la Virgen María. Es la victoria de su Hijo, el Señor Rey del Universo: Jesucristo.
Un gran apóstol del rosario en familia es el Padre Patrick Peyton, quién llevó a cabo los primeros planes para que se hiciera una cruzada a nivel mundial del rosario en familia en el Holy Cross College, Washington D.C., en enero de 1942. Hizo esta cruzada en acción de gracias a María Santísima por la restauración de su salud. De una forma maravillosa la cruzada se propagó por todo el mundo con el lema: "La familia que reza unida, permanece unida".
Recomendado por la Virgen en diversas apariciones
A la Virgen María le encanta el rosario. Es la oración de los sencillos y de los grandes. Es tan simple, que está al alcance de todos; se puede rezar en cualquier parte y a cualquier hora. El rosario honra a Dios y a la Santísima Virgen de un modo especial. La Virgen llevaba un rosario en la mano cuando se le apareció a Bernardita en Lourdes. Cuando se les apareció a los tres pastorcitos en Fátima, también tenía un rosario. Fue en Fátima donde ella misma se identificó con el título de "La Señora del Rosario".
Santo Evangelio según San Lucas 10, 17-24. Sábado XXVI del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy gracias de todo corazón por este momento que me regalas para estar en intimidad contigo. Delante de Ti puedo ser como soy, sin ningún tipo de máscara ni armadura, pues Tú me amas y me miras de tal manera, que no me siento condenado por Ti, sino acogido tal cual soy, con todas mis heridas, con todos mis pecados…con todas mis ganas de amar y ser amado.
En tus manos, Jesús, pongo todo mi corazón con todos mis anhelos y problemas, confiando en que acoges mi súplica y me darás hoy, y siempre, aquello que más necesito.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Lucas 10, 17-24
En aquel tiempo, los setenta y dos discípulos regresaron llenos de alegría y le dijeron a Jesús: "Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre". Él les contestó: "Vi a Satanás caer del cielo como el rayo. A ustedes les he dado poder para aplastar serpientes y escorpiones y para vencer toda la fuerza del enemigo, y nada les podrá hacer daño. Pero no se alegren de que los demonios se les sometan. Alégrense más bien de que sus nombres están escritos en el cielo". En aquella misma hora, Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquél a quien el Hijo se lo quiera revelar". Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Jesús, hoy en este evangelio, me invitas a poner la fuente de mi alegría en el hecho de que Tú me amas, más que en los éxitos que pueda alcanzar. Me mandas estar alegre porque has escrito mi nombre en el cielo. Has querido que, a donde quiera que vaya, no olvide que tu amor siempre me acompaña.
¡Tantas veces, Jesús, pierdo esta verdad en mi vida diaria!
Basta que el cielo se nuble, que pase por un momento de dificultad para que la fuente de mi alegría muchas veces se extinga. Me olvido de que si bien las nubes me impiden ver el cielo azul, eso no significa que no esté allí, y que siempre puedo tornar a verlo por medio de la oración, confiando plenamente en que su eficacia no es que me quites las dificultades, sino que me ayudes a vivir alegre en tu amor aun a pesar de ellas.
Gracias, Jesús, porque así como el cielo envuelve la tierra, así tu amor me circunda y acompaña a donde quiera que vaya. Ayúdame a nunca olvidar esta certeza y a poner la fuente de mi alegría en Ti.
Deja que Jesús te predique y deja que te cure. Así, yo también puedo predicar a los demás, enseñar las palabras de Jesús, porque dejo que Él me predique; y también puedo ayudar a curar tantas heridas, tantas heridas que hay. Pero antes tengo que hacerlo yo: dejar que Él me predique y Él me cure.
(Homilía de S.S. Francisco, 8 de febrero de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré poner mi alegría en Dios ofreciéndole las pequeñas dificultades y contratiempos.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Homilía de la Misa matutina en la Capilla de la Domus Sanctae Martahe, el Viernes 11 de octubre de 2013 Por: SS Francisco | Fuente: Catholic.net
«Por favor, no hagamos tratos con el demonio» y tomemos en serio los peligros que se derivan de su presencia en el mundo. Lo recomendó el Papa Francisco el viernes 11 de octubre por la mañana, en su homilía en la misa en Santa Marta. «La presencia del demonio —recordó— está en la primera página de la Biblia y la Biblia acaba también con la presencia del demonio, con la victoria de Dios sobre el demonio». Pero éste —advirtió— vuelve siempre con sus tentaciones. Nos corresponde a nosotros «no ser ingenuos».
El Pontífice comentó el episodio en el que Lucas (11, 15-26) cuenta de Jesús que expulsa a los demonios. El evangelista refiere también los comentarios de cuantos asisten perplejos y acusan a Jesús de magia o, como mucho, le reconocen que es sólo un sanador de personas afectadas por epilepsia. También hoy —observó el Papa— «hay sacerdotes que cuando leen este pasaje y otros pasajes del Evangelio, dicen: Jesús curó a una persona de una enfermedad psíquica». Ciertamente «es verdad que en aquel tiempo se podía confundir la epilepsia con la posesión del demonio —reconoció—, pero también es verdad que estaba el demonio. Y nosotros no tenemos derecho a hacer el asunto tan sencillo», liquidándolo como si se tratara de enfermos psíquicos y no de endemoniados.
Volviendo al Evangelio, el Papa observó que Jesús nos ofrece algunos criterios para entender esta presencia y reaccionar. «¿Cómo ir por nuestro camino cristiano cuando existen las tentaciones? ¿Cuándo entra el diablo para turbarnos?», se preguntó. El primero de los criterios sugeridos por el pasaje evangélico «es que no se puede obtener la victoria de Jesús sobre el mal, sobre el diablo, a medias». Para explicarlo, el Santo Padre citó las palabras de Jesús referidas por Lucas: «El que no está conmigo, está contra mí; el que no recoge conmigo, desparrama». Y refiriéndose a la acción de Jesús respecto a los poseídos por el diablo, dijo que se trata sólo de una pequeña parte «de lo que vino a hacer por toda la humanidad»: destruir la obra del diablo para liberarnos de su esclavitud.
No se puede seguir creyendo que sea una exageración: «O estás con Jesús o estás contra Jesús. Y sobre este punto no hay matices. Hay una lucha, una lucha en la que está en juego la salvación eterna de todos nosotros». Y no hay alternativas, aunque a veces oigamos «algunas propuestas pastorales» que parecen más acomodadoras. «¡No! O estás con Jesús —repitió el Obispo de Roma— o estás en contra. Esto es así. Y éste es uno de los criterios».
Último criterio es el de la vigilancia. «Debemos siempre velar, velar contra el engaño, contra la seducción del maligno», exhortó el Pontífice. Y volvió a citar el Evangelio: «Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Y nosotros podemos hacernos la pregunta: ¿yo vigilo sobre mí? ¿Sobre mi corazón? ¿Sobre mis sentimientos? ¿Sobre mis pensamientos? ¿Custodio el tesoro de la gracia? ¿Custodio la presencia del Espíritu Santo en mí?». Si no se custodia —añadió, cintando otra vez el Evangelio—, «llega otro que es más fuerte y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte su botín».
Son estos, por lo tanto, los criterios para responder a los desafíos planteados por la presencia del diablo en el mundo: la certeza de que «Jesús lucha contra el diablo»; «quien no está con Jesús está contra Jesús»; y «la vigilancia». Hay que tener presente —dijo también el Papa— que «el demonio es astuto: jamás es expulsado para siempre, sólo lo será el último día». Porque cuando «el espíritu inmundo sale del hombre —recordó, citando el Evangelio—, da vueltas por lugares áridos, buscando un sitio para descansar, y al no encontrarlo dice: volveré a mi casa de donde salí. Al volver se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va y toma otros siete espíritus peores que él y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio».
He aquí por qué es necesario velar. «Su estrategia es ésta —advirtió el Papa Francisco—: tú te has hecho cristiano, vas adelante con tu fe, y yo te dejo, te dejo tranquilo. Pero después, cuando te has acostumbrado y no estás muy alerta y te sientes seguro, yo vuelvo. El Evangelio de hoy comienza con el demonio expulsado y acaba con el demonio que vuelve. San Pedro lo decía: es como un león feroz que ronda a nuestro alrededor». Y esto no son mentiras: «es la Palabra del Señor».
«Pidamos al Señor —fue su oración conclusiva— la gracia de tomar en serio estas cosas. Él ha venido a luchar por nuestra salvación, Él ha vencido al demonio».
El Rosario, Evangelio hecho oracion
"¿Queremos ser cristianos, es decir, imitadores de Cristo? Contemplemos a María
Esta hermosa forma de devocion a la Virgen es el Distintivo y compendio del culto Mariano
El mes de octubre nos ofrece la oportunidad, una vez más, de invitar a todo el pueblo cristiano a practicar una forma de oración que es, justamente, muy amada por la piedad católica y que no ha perdido nada de su actualidad, en medio de las dificultades de la hora presente: me refiero al rosario de la santísima Virgen María (Pablo VI, exhortación apostólica Recurrens mensis october, 7 de octubre de 1969).
Cuatrocientos veintinueve años han pasado desde que las tropas aliadas de España, Venecia, Génova y otras repúblicas italianas, alentadas por el Papa Pío V, infligieran una pesada derrota a los ejércitos de la Media Luna en el golfo de Corinto: victoria de las armas cristianas más conocida con el nombre de Lepanto, 7 de octubre de 1571. Ese día, primer domingo de octubre, las campanas de la Ciudad Eterna anunciaron ruidosa y alborozadamente la alegre y trascendental noticia. Rezaba toda la cristiandad. Rezaba el Papa Pío V; el primer Papa del rosario, que el 7 de octubre de 1572 instituyó la fiesta de Santa María de la Victoria. Gregorio XIII, un año después, sustituyó el nombre de esta fiesta por el de la Virgen del Rosario. Estas fueron las palabras de la bula "Cayendo en la cuenta también de que el mismo día 7, que entonces fue primer domingo de dicho mes de octubre, todas las cofradías, establecidas por todo el mundo bajo la advocación de dicho Rosario, saliendo procesionalmente, según sus laudables normas y costumbres, elevaron a Dios piadosas oraciones, las cuales hay que creer que fueron muy provechosas para conseguir dicha victoria por la intercesión de la Santísima Virgen, hemos juzgado que haríamos una buena obra si, para conservar el recuerdo de tan gran victoria, evidentemente concedida por el cielo, y para dar gracias a Dios y a la Santísima Virgen, instituyésemos una fiesta solemne denominada del Rosario, que habrá de celebrarse el primer domingo del mes de octubre" (Monet Apostolus, 1 de abril de 1573).
"¿Queremos ser cristianos, es decir, imitadores de Cristo? Contemplemos a María" (Pablo VI, 24 de abril de 1970). Cualquier consideración, ya sea dogmática, litúrgica, pastoral o espiritual con respecto a María debe estar relacionada con Cristo. No hay culto mariano verdadero, no existe devoción auténtica a la Madre de Jesús si no está fundada y se origina en Cristo. Y el rosario es el "distintivo y compendio del culto mariano" (León XIII Optimae quidem spei, 21 de julio de 1891). No debe, pues, esta devoción desligarse del auténtico culto cristiano, que es trinitario y cristológico (significados en el rosario por el rezo del Padre nuestro y del Gloria).
El rosario debe, por ello mismo, estar íntimamente unido a Jesús, porque el rosario es eminentemente evangélico. El rosario es el Evangelio hecho oración.
Una oración contemplativa
Es la contemplación no solamente de las maravillas realizadas por Dios en María, sino, sobre todo y principalmente de los eventos salvíficos de Cristo, enunciados en expresiones sencillas y sintéticas: en esos acontecimientos de la historia de la salvación la presencia de María es obligada, por cuanto su actuación en los misterios de la redención fue históricamente determinante.
La Perfectae caritatis afirma que la contemplación es una adhesión a Dios con la mente y con el corazón (cf. n. 5). Es una forma de oración que tiene como contenido el misterio del reino de Dios, presente en el alma, y que pretende e invita a adherirse con mayor firmeza y de forma personal a él por una profundización en la fe. Pero la contemplación no debe reducirse a un mero ejercicio silencioso de la inteligencia ni a una mera ráfaga de sentimientos y afectos: comprende todo la persona y debe, al mismo tiempo, concluir en un compromiso concreto de santidad, de vida de gracia, porque María, libre de todo pecado, quiere conducirnos al apartamiento del pecado (perdona nuestras ofensas, ruega por nosotros pecadores). Ambas dimensiones de la contemplación están presentes en el rosario. Por una parte, se afirman las verdades más esenciales del evento redentor de Cristo y, por otra, el corazón suplica repetida y ardientemente a María que esta verdad fundamental -que no es otra que el kerigma de la primera comunidad-, es decir, la salvación, se realice por medio de su poderosa y maternal intercesión.
Si se suprime este carácter de contemplación así entendida, el rezo del rosario puede correr el riesgo de recitarse de forma mecánica, superficial, como mera repetición de unas fórmulas que se aprendieron de memoria, pero carentes de un auténtico espíritu de oración.
El rosario es, a su vez, una oración hecha súplica. Cuando Clemente VII aprobó en 1534 las cofradías del Rosario, justificaba su institución porque consideraba que el rosario era una oración muy "saludable y fructuosa" y su rezo "ha obtenido grandes bienes" (Etsi temporatium).
Grandes bienes y saludables frutos pueden considerarse: la victoria contra las herejías, la extensión de las fronteras del Reino, el restablecimiento y conservación de la fe, el rechazo de las tentaciones, la paz entre las naciones y la concordia familiar, el aumento de la piedad, el alejamiento de los peligros de la Iglesia, el detenimiento de la justificada ira de Dios, la apertura de las almas al arrepentimiento y a la conversión, la exhortación a la confianza en Dios, la aceptación del sufrimiento, el alivio espiritual y confianza en Dios de los moribundos, la liberación de las almas del purgatorio.
Estos y otros muchos frutos son enumerados en las numerosas intervenciones de los Sumos Pontífices, que con constante solicitud han impulsado el rezo del rosario.
Para la sociedad actual, tan pragmática y positivista, toda esta enumeración de bienes -que no son fruto de épocas pasadas; todo lo contrario, la historia actual de la Iglesia avala ricamente la potencia del rosario-, podría parecer exagerada. Sin embargo, tiene su garantía en la misión medianera de María que "la ejerce continuamente en nuestro favor delante del trono de Dios" (León XIII, lucunda semper, 8 de septiembre de 1894).
Para muchos de nuestros fieles es una de las prácticas de devoción que alimenta diariamente su vida cristiana. Con razón se llama al rosario la oración de los pobres, del pueblo humilde, de quienes no alcanzan otros niveles de oración, o no saben o no se atreven a otras formas de piedad.
A este respecto me permito contar algo que me ocurrió el mandar, a un penitente, como satisfacción por sus pecados, dos Ave Marías y dos Gloria al Padre. El penitente me respondió que el Ave María sí lo sabía, pero que no se acordaba del Gloria al Padre. Sin duda que el penitente no se habla olvidado el Ave María por las innumerables veces que la habla repetido en el rezo del rosario. Dejo entre admiraciones el que no se acordara que todo misterio concluye con el Gloria el Padre.
Rezar el rosario como oración de intercesión es recordar nuestra fe en la vida eterna, creer en la comunión de los santos y sobre todo es tener la certeza de que "la maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el consentimiento que dio fielmente en la Anunciación, y que mantuvo sin vacilar al pie de la cruz, hasta la realización plena y definitiva de todos los escogidos. En efecto, con su Asunción a los cielos, no abandonó su misión salvadora, sino que continúa procurándonos con su intercesión los dones de la salvación eterna" (Lumen gentium, 62).
Por todo esto, Juan Pablo II continuamente nos propone, como Maestro y Pastor de todo el rebaño de Cristo, el rezo del rosario, dado que contiene tantos valores evangélicos y espirituales que conservan y fortalecen el camino del cristiano.
Si en el rosario encontramos a Jesús, a través de los misterios de su encarnación, en este mes de octubre del Año jubilar, por medio del rezo del rosario, debemos también encontrar a María. Es de desear que, entre los frutos de este año de gracia, juntamente con un amor más fuerte por Cristo, también esté presente el fruto de una renovada piedad mariana. (Juan Pablo II, homilía de la santa misa como conclusión del XX Congreso mariológicomariano internacional y del jubileo mundial de los santuarios marianos).
Nuestra Señora del Rosario
Advocación mariana, 7 de octubre
Fiesta
Martirologio Romano: Memoria de la santísima Virgen María del Rosario. En este día se pide la ayuda de la santa Madre de Dios por medio del Rosario o corona mariana, meditando los misterios de Cristo bajo la guía de aquélla que estuvo especialmente unida a la encarnación, pasión y resurrección del Hijo de Dios.
Breve Semblanza
Cuenta la leyenda que la Virgen se apareció en 1208 a Santo Domingo de Guzmán en una capilla del monasterio de Prouilhe (Francia) con un rosario en las manos, le enseñó a rezarlo y le dijo que lo predicara entre los hombres; además, le ofreció diferentes promesas referentes al rosario. El santo se lo enseñó a los soldados liderados por su amigo Simón IV de Montfort antes de la Batalla de Muret, cuya victoria se atribuyó a la Virgen. Por ello, Montfort erigió la primera capilla dedicada a la imagen.
En el siglo XV su devoción había decaído, por lo que nuevamente la imagen se apareció al beato Alano de la Rupe, le pidió que la reviviera, que recogiera en un libro todos los milagros llevados a cabo por el rosario y le recordó las promesas que siglos atrás dio a Santo Domingo.
El rezo del Santo Rosario es una de las devociones más firmemente arraigada en el pueblo cristiano. Popularizó y extendió esta devoción el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla de Lepanto (1571), victoria atribuída a la Madre de Dios, invocada por la oración del Rosario. Más hoy la Iglesia no nos invita tanto a rememorar un suceso lejano cuanto a descubrir la importancia de María dentro del misterio de la salvación y a saludarla como Madre de Dios, repitiendo sin cesar: Ave María. La celebración de este día es una invitación a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asociada de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.
La vergüenza ante el pecado es una gracia
Homilía de la Misa celebrada en la Casa Santa Marta
El Papa asegura que el pecado estropea el corazón y la vida y debilita el alma
Avergonzarse del pecado es algo bueno según dijo el Papa en la homilía que compartió con los fieles que asistieron a la misa en la Casa Santa Marta.
"Ninguno puede decir. ‘yo soy justo’ o ‘yo no soy como ese o como esa’. Soy un pecador. Diría que casi es el primer nombre que tenemos todos: pecadores", afirmó.
Francisco fue tajante al asegurar que “el pecado estropea el corazón, estropea la vida, estropea el alma, la debilita y la enferma”.
Pero, ¿por qué somos pecadores? Hemos desobedecido: Él ha dicho una cosa y nosotros hemos hecho otra. No hemos escuchado la voz del Señor: Él nos ha hablado tantas veces. En nuestra vida, cada uno puede pensar: ‘¡cuántas veces el Señor me ha hablado a mí… y cuántas veces no he escuchado!’ Ha hablado con los padres, con la familia, con el catequista, en la iglesia, en las predicaciones, también ha hablado en nuestro corazón”.
Pero “nos hemos rebelado” fruto de la “obstinación” por seguir las “perversas inclinaciones de nuestro corazón”. Esto ha hecho que caigamos en “pequeñas idolatrías de cada día”, “codicia, “envidia”, “odio” y sobre todo “maledicencia” que es “hablar mal” y se trata de una “guerra del corazón para destruir al prójimo”.
“No es una mancha que haya que quitarse. Si fuese una mancha, bastaría acudir a la tintorería y hacérsela limpiar. No. El pecado es una relación de rebelión contra el Señor Es algo muy feo en sí mismo, pero feo contra el Señor que es bueno. Y si yo pienso así de mis pecados, en lugar de entrar en depresión siento ese sentimiento grande: la vergüenza, el deshonor. La vergüenza es una gracia”.