Dar fruto

Crisis religiosa

La parábola de los "viñadores homicidas" es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. Es una historia triste. Dios lo había cuidado desde el comienzo con todo su cariño. Era su "viña preferida". Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Sería una "gran luz" para todos los pueblos.

Sin embargo, aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envió a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?

Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperan: "Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le entregará a un pueblo que produzca frutos".

Comentaristas y predicadores han interpretado con frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como el "nuevo Israel" después del pueblo judío, que, con la destrucción de Jerusalén el año 70, se ha dispersado por todo el mundo.

Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Una lectura honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿estamos produciendo en nuestros tiempos "los frutos" que Dios espera de su pueblo: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia los que sufren, perdón…?

Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.

Nosotros hablamos de "crisis religiosa", "descristianización", "abandono de la práctica religiosa"… ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia menos poderosa, pero más evangélica; menos numerosa, pero más entregada a hacer un mundo más humano? ¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios que nosotros?

27 Tiempo ordinario – A
(Mateo 21,33-43)

XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO “A”
(Is 5, 1-7; Sal 79; Flp 4, 6-9; Mt 21, 33-43)

TEXTO EVANGÉLICO
“Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores para percibir los frutos que le correspondían.”

TEXTO PROFÉTICO
“Mi amigo tenía una viña en fértil collado. La entrecavó, la descantó y plantó buenas cepas; construyó en medio una atalaya y cavó un lagar. Y esperó que diese uvas, pero dio agrazones.”

TEXTO SÁLMICO
“Sacaste, Señor, una vid de Egipto, expulsaste a los gentiles, y la trasplantaste. Extendió sus sarmientos hasta el mar y sus brotes hasta el Gran Río.”

TEXTO PATRÍSTICO
“Efectivamente, la Iglesia es como una vid que crece y se difunde por doquier; mientras que las ovejas descarriadas son como sarmientos inútiles, cortados a causa de su esterilidad por la hoz del labrador, no para destruir la vid, sino para purificarla. Los sarmientos aquellos, allí donde fueron podados, allí se quedan. La vid, en cambio, sigue creciendo por todas partes, sin ignorar ni uno solo de los sarmientos que permanecen en ella, de los que junto a ella quedaron podados” (San Agustín).

TEXTO MÍSTICO
“Levántate, amada mía, | hermosa mía, y vente». Paloma mía, en las oquedades de la roca, | en el escondrijo escarpado, | déjame ver tu figura, | déjame escuchar tu voz: | es muy dulce tu voz | y fascinante tu figura. «Atrapadnos las raposas, | las raposas pequeñitas, | que devastan nuestras viñas, | nuestras viñas floridas». Mi amado es mío y yo suya, | ¡se deleita entre las rosas!” (Cat 2, 13-16)

“En la interior bodega de mi Amado bebí, y cuando salía por toda aquesta vega, ya cosa no sabía, y el ganado perdí que antes seguía” (San Juan de la Cruz).

CONSIDERACIÓN
La viña es imagen del pueblo de Dios y de la Iglesia. Cabe que sus miembros sean infieles, como la cepa borde, como los sarmientos estériles. Pero también cabe que den respuestas amorosas representadas en los gestos enamorados.
Siempre me sorprende la concurrencia de los textos bíblicos. La viña plantada y cuidada por Dios, que se vuelve infiel, es personalizada por Jesús, convirtiéndose en vid verdadera, que da mucho fruto, y en el fruto mejor, hecho vino bueno, brindado como oblación total de sí mismo para perdón de los pecados de los labradores inicuos, y hasta de la viña infiel.

San Basilio (c. 330-379), monje y obispo de Cesárea en Capadocia, doctor de la Iglesia 
Homilía 5 sobre el Hexaemerón, 6

Dar fruto

El Señor no cesa de comparar las almas humanas a las viñas: «Mi amigo tenía una viña en un fértil collado» (Is 5,1); «Planté una viña y la rodeé de una cerca» (Mt 21,33). Evidentemente que Jesús llama su viña a las almas humanas, que las ha cercado, como con una clausura, con la seguridad que dan sus mandamientos y la guarda que les proporcionan sus ángeles, porque «el ángel del Señor acampa en torno a sus fieles y los protege» (Sl 33,8). Seguidamente plantó alrededor nuestro como una empalizada poniendo en la Iglesia «en el primer puesto los apóstoles, en el segundo los profetas, en el tercero los maestros» (1C 12,28). Además, por los ejemplos de los santos hombres de otros tiempos, hace elevar nuestro pensamiento sin dejar que caiga en tierra donde serían pisados. Quiere que los ardores de la caridad, como los zarcillos de una vid, nos aten a nuestro prójimo y nos hagan descansar en él. Así, manteniendo constantemente nuestra deseo hacia el cielo, nos levantaremos como vides que trepan hasta las más altas cimas. 

Nos pide también que consintamos en ser escardados. Ahora bien, un alma está escardada cuando aleja de ella las preocupaciones del mundo que no son más que una carga para nuestros corazones. Así, el que aleja de sí mismo el amor carnal y esta atado a las riquezas o que tiene por detestable y menospreciable la pasión por esta miserable y falsa gloria ha sido, por decirlo así, escardado, y respira de nuevo, desembarazado ya de la carga inútil de las preocupaciones de este mundo. 

Pero, para mantenernos en la misma línea de la parábola, es preciso que no produzcamos únicamente madera, es decir, que vivamos con ostentación, ni que busquemos ansiosamente la alabanza de los de fuera. Es necesario que demos fruto reservando nuestras obras para ser mostradas tan sólo al verdadero propietario de la viña.

Hugo de Génova, Santo
Religioso, 8 de octubre

Martirologio Romano: En Génova, de la provincia de Liguria, Italia, san Hugo, religioso, que, después de haber luchado largo tiempo en Tierra Santa, fue designado para regir la Encomienda de la Orden de San Juan de Jerusalén en esta ciudad, y se distinguió por su bondad y su caridad hacia los pobres (c. 1233).

Etimología: Hugo = aquel de inteligencia clara, viene del germano

Hugo Canefri es uno de los más destacados miembros de la Orden de Malta, a la que pertenecía, y particularmente venerado en Génova. Vino al mundo en Castellazzo Bormida, Alessandría, Italia. No existe unanimidad en la fecha; algunos la sitúan en 1148 y otros en 1168. Ésta última quizá sea la más verosímil toda vez que existe constancia de que ese año su ilustre familia participó en la fundación de Alessandría iniciada entonces. Su padre era Arnoldo Canefri. Su madre Valentina Fieschi era hija del conde Hugo di Lavagna, y hermana de Sinibaldo di Fieschi (pontífice Inocencio IV). El peso de su apellido era de gran envergadura. Su abuelo paterno había donado importantes sumas a la iglesia de S. Andrea di Gamondio. Además, tenía entre los suyos personas destacadas en los estamentos sociales, muy reputadas por su valía y alta responsabilidad tanto a nivel eclesiástico como civil, nada menos que condes, reyes, fundadores y santos... Aparte de ello, no se proporciona información sobre su infancia y adolescencia.

Los datos que se poseen se deben al arzobispo de Génova, Ottone Ghilini, paisano y contemporáneo suyo, que había pasado por las sedes de Alessandría y de Bobbio. Fue el papa Gregorio IX quien lo trasladó a Génova y al instruir el proceso canónico de Hugo, sintetizó por escrito su virtuosa vida, dando cuenta de sus milagros. Lo que se puede decir de él con más certeza arranca de la época en la que fue elegido caballero de la Orden de San Juan de Jerusalén (Orden de Malta), aunque en esa época sus miembros eran conocidos como hospitalarios y sanjuanistas. Todo parece indicar que Hugo no debió ser ordenado sacerdote, pero sí vistió el conocido hábito que en su tiempo se distinguía por su color negro con una cruz blanca de ocho puntas en alusión a las ocho bienaventuranzas; el hábito cambió de color algunos años después de su fallecimiento.

Las cruzadas contra los infieles se hallaban entonces en su apogeo. Eran muchos los que se integraban en los ejércitos que partían para liberar Tierra Santa del dominio de los enemigos de la fe cristiana. Después de la conquista de Jerusalén por Godofredo de Bouillón en 1099, el hospicio (hubo varios y de distintas nacionalidades) construido junto al Santo Sepulcro para la atención de los peregrinos, que había sido dedicado a san Juan, fue donado por el califa de Egipto, Husyafer, al beato Gerardo de Tenque, fundador de la Orden de Malta. Tras esta primera Cruzada se convirtió no solo en el lugar donde iban a sanar sus heridas los caballeros cruzados que lucharon en combate, sino que fue el origen del nacimiento de la Orden puesta bajo el amparo del pontífice Pascual II, a petición de fray Gerardo. Cuando Hugo nació, el papa Calixto II ya le había concedido nuevos privilegios, y el Gran Maestre Gilbert d'Assailly, el quinto, gozaba de gran prestigio. Esta Orden de caballería estaba integrada por seculares y también por los caballeros que habían emitido votos y tenían como objetivo la tuitio fidei et obsequium pauperum (la defensa de la fe y la ayuda a los pobres, a los que sufren), dedicándose a las tareas de enfermería. Además, los capellanes, que eran «una tercera clase», se ocupaban del servicio divino.

Pues bien, Hugo fue uno de los ilustres combatientes en Tierra Santa. Participó en la tercera Cruzada junto a Conrado di Monferrato y al cónsul de Vercelli, Guala Bicchieri. Y al regresar de estas campañas, fue designado capellán de la Encomienda del hospital de san Giovanni di Pré, en Génova. Desde ese momento, la vida del santo, alejado de las armas, se centró en la oración y en el ejercicio de la caridad con los enfermos y marginados que acudían al hospital, además de los peregrinos que iban y venían de Tierra Santa. A los enfermos los asistió procurándoles consuelo humano, espiritual y económico. Cuando fallecían, les daba sepultura con sus propias manos. Pero uno de los rasgos representativos y más loados de su espiritualidad, junto a su amabilidad, modestia y piedad, fue su fe. Con ella era capaz, como dice el evangelio, de trasladar montañas.

Entre otros milagros que se le atribuyen se halla el acaecido un día de intensísimo calor. Hubo un problema con el suministro del agua, y las lavanderas del hospital se veían obligadas a recorrer un intrincado camino para proveerse de ella. Sus lamentos fueron escuchados por Hugo, quien se apresuró a atenderlas. Entonces le rogaron que pidiese a Dios un milagro, y él les recomendó que rezasen. Pero a las mujeres les faltaba fe, y pronto su lamento se tornó en exigencia: él era el único que podía arrebatar esa gracia; ellas estaban cansadas de tanto trabajo en medio del sofocante calor. No le agradó a Hugo su propuesta, pero en aras de la caridad hizo lo que le pedían, y después de orar y de realizar la señal de la cruz obtuvo de Dios el bien que solicitaban. También se le atribuye el rescate de una nave que se hallaba a punto de naufragar, logrado con su oración, y la mutación del agua en vino, que se produjo en un banquete, al modo que hizo Cristo en las bodas de Caná. Otros fenómenos místicos que se producían a veces mientras oraba o se hallaba en misa, momentos en los que podía entrar en éxtasis, fueron visibles para otras personas, entre ellas el arzobispo de Génova, Otto Fusco.

Hugo fue un penitente de vida austera (su lecho era una tabla situada en el sótano del centro hospitalario), que vivió entregado a la mortificación y al ayuno. Su muerte se produjo en Génova hacia el año 1233, un 8 de octubre. Sus restos fueron enterrados en la primitiva iglesia en la que residía, sobre la que se erigió la de San Giovanni di Pré donde hoy día continúan venerándose.

RECUERDA QUE "LA MISERICORDIA ES EL VINO NUEVO DE LA VIÑA DEL SEÑOR"

El Papa en el ángelus: "Dios no se venga, Dios ama y nos espera para abrazarnos"

Francisco insta a "responder con frutos de bien a la llamada del Señor"

José Manuel Vidal, 08 de octubre de 2017 a las 11:41

Francisco en la ventana

La fe no es tanto una suma de preceptos y normas morales, sino una propuesta de amor de Dios a la humanidad

(José M. Vidal).-En su catequesis del ángelus, ante una plaza de San Pedro repleta de fieles, el Papa Francisco glosa la parábola de los viñadores infieles y recuerda que "la misericordia es el vino nuevo de la viña del Señor" y que, a pesar de la maldad de los viñadores, "Dios no se venga, Dios ama y nos espera para abrazarnos".

Algunas frases del discurso del Papa

"La liturgia de este domingo nos propone la parábola de los viñadores"

"Se pone a prueba la fidelidad de los viñadores"

"Pero ellos se consideran propietarios y se niegan a entregar la cosecha, maltratan a los criados..."

(Por un fallo en el micrófono, el Papa se detiene y dice: "Comencemos de nuevo". Y recomienza desde el principio)

"El dueño se muestra paciente con ellos"

"Al final, con su paciencia, decide enviar a su propio hijo...pero los viñadores matan incluso al hijo"

"Es la historia de la alianza de Dios y el pueblo de Israel"

"La gran novedad del cristianismo: Un Dios que, a pesar de estar desilusionado por nuestros pecados, no olvida su palabra y, sobre todo, no se venga"

"Dios no se venga, Dios ama y nos espera para abrazarnos"

"Dios sigue metiendo en circulación el vino nuevo de su viña: la misericordia"

"La misericordia es el vino nuevo de la viña del Señor"

"Un solo impedimento: nuestra arrogancia y nuestra presunción"

"Urgencia de responder con frutos de bien a la llamada del Señor"

"La fe no es tanto una suma de preceptos y normas morales, sino una propuesta de amor de Dios a la humanidad""Meternos al servicio de los hermanos, que no están con nosotros"

"Ser viña del Señor en todos los ambientes, incluso en los más alejados""Llevar el vino nuevo de la misericordia del Señor"

Algunas frases del saludo del Papa tras el ángelus

"Ayer, en Milán, se proclamó beato al padre Trigolo...capuchino...Alabemos al Señor por este humilde discípulo suyo...que no perdió nunca la esperanza"

"Saludo a los peregrinos...especialmente a los fieles de Australia, Francia y Eslovaquia, Polonia, que hoy celebra la jornada del Papa"

"Os animo a proseguir con alegría vuestro camino de fe, bajo la mirada de la Virgen. Ella es nuestro refugio y nuestra esperanza"

"Buen domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Buen apetitito y arrivederci"

Texto completo de la alocución del Papa previa al rezo mariano del Ángelus dominical.  Queridos hermanos y hermanas,

La liturgia de este domingo nos propone la parábola de los labradores, a quienes el propietario arrienda la viña que había plantado y luego se va. (cf. Mt 21.33 a 43). De este modo es puesta a la prueba la lealtad de estos labradores: la viña está confiada a ellos, que deben custodiarla, hacerla fructificar y entregar la cosecha al dueño. Una vez llegado el tiempo de la cosecha, el dueño envía a sus siervos a cosechar los frutos. Pero los viñadores asumen una actitud posesiva: no se consideran simples gestores, sino propietarios, y se niegan a entregar la cosecha. Maltratan a los sirvientes, hasta el punto de matarlos. El dueño se muestra paciente con ellos: envía a otros siervos, más numerosos que los primeros, pero el resultado es el mismo. Al final decide enviar a su propio hijo; pero esos labradores, prisioneros de su comportamiento posesivo, también matan a su hijo.

Este relato ilustra de manera alegórica los reproches que los Profetas habían dicho sobre de la historia de Israel. Es una historia que nos pertenece: se habla de la alianza que Dios quiso establecer con la humanidad y a la cual llamó a participar también a nosotros. Sin embargo, esta historia de alianza, como cada historia de amor, conoce sus momentos positivos, pero también está signada por traiciones y rechazos. Para hacer entender cómo Dios Padre responde a los rechazos opuestos a su amor y a su propuesta de alianza, el pasaje evangélico pone en los labios del dueño del viñedo una pregunta: «Cuando vuelva el dueño, ¿qué hará con esos labradores?» (v. 40). Esta pregunta subraya que la desilusión de Dios por el comportamiento malvado de los hombres no es la última palabra. He aquí la gran novedad del cristianismo: un Dios que, aunque decepcionado por nuestros errores y nuestros pecados, no rompe su palabra, no se detiene y sobre todo no se venga.

A través de las "piedras de deshecho"- Cristo es la primera piedra que los constructores han desechado- a través de situaciones de debilidad y de pecado, Dios sigue poniendo en circulación el «vino nuevo» de su viña, es decir, la misericordia. Sólo hay un impedimento ante la tenaz y tierna voluntad de Dios: nuestra arrogancia y nuestra presunción, que a veces se convierte también en violencia. Frente a estas actitudes y donde no se producen frutos, la Palabra de Dios conserva toda su fuerza de reprensión y admonición: «el Reino de Dios se les quitará a ustedes y se le entregará a un pueblo que produzca los frutos del Reino» (vs. 43) La urgencia de responder con frutos de bien a la llamada del Señor, que nos llama a convertirnos en su viña, nos ayuda a comprender qué hay de nuevo y original en el cristianismo. Éste no es sólo la suma de preceptos y normas morales, sino que es ante todo una propuesta de amor que Dios, por medio de Jesús, ha hecho y sigue haciendo a la humanidad. Es una invitación a entrar en esta historia de amor, convirtiéndose en una viña viva y abierta, rica de frutos y de esperanza para todos. Una viña cerrada puede volverse salvaje y producir uvas silvestres. Estamos llamados a salir de la viña para ponernos al servicio de los hermanos que no están con nosotros, para sacudirnos mutuamente y animarnos, para recordarnos que debemos ser la viña del Señor en cualquier ambiente, incluso en los más lejanos e incómodos. Invocamos la intercesión de María Santísima para que nos ayude a ser, en todas partes, especialmente en las periferias de la sociedad, la viña que el Señor ha plantado para el bien de todos.

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