El sentido del Sabbat

Días de Fiesta y esperanza

El 1° y 2 de noviembre deben ser días de alegría y amor porque son días para hablar del triunfo de la vida sobre la muerte.

El 1° y 2 de noviembre deben ser días de alegría, de amor y de esperanza que nos abran un paréntesis entre tantas malas noticias, porque son días para hablar de un triunfo definitivo, del triunfo de la vida sobre la muerte.

Perdida de las tradiciones

Tal vez del día que más se ha perdido su el significado es el del 1° de noviembre, día de todos los santos.

¿Qué significa y que debería de ser para nosotros en la práctica ese día?

Ante todo habría que comprender el significado de la palabra santo, para algunos es un término que se aplica en ocasiones con un sentido un tanto despectivo, para otros los santos son personajes desconectados de la realidad de la vida porque están demasiado elevados y son estatuas de iglesia, cuando que en el auténtico sentido  la santidad es la realización plena del hombre al responder con libertad y entrega a la misión que Dios le ha encomendado.

Una definición un tanto no convencional sería “…un forjador de proporciones gigantescas, titánicas, que en el amanecer y en el crepúsculo, unas veces de rodillas y otras de pie y con los puños crispados en alto por el temblor de la rebeldía, ha levantado y ha dejado caer el martillo para troquelar la fisonomía del Maestro”.  Anacleto González Flores.

Pero también son santos todos aquellos que habiéndose esforzado en vida por seguir a Jesús, y aunque para el mundo no hayan realizado nada extraordinario viven ya eternamente en la presencia del Señor porque cumplieron una labor callada pero valiosa en la familia, en el trabajo y en la sociedad, y ahí podemos esperar que estén muchos de los que hemos querido, tal vez nuestros padres, parientes, amigos, bienhechores, porque según nuestra fe la muerte no destruye la vida, la  transforma, y ahora los que murieron la viven en plenitud.

En la misa del 1° de Noviembre lee la siguiente lectura del Apocalipsis…

“Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Y gritan con fuerte voz: <> Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: Amén. Alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, Amén>>

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: <<¿Esos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?>> Yo les respondí: Me respondió:

Que inmensa alegría imaginar que en medio de esa inmensa multitud  de los que han lavado sus vestiduras con la sangre de Jesús estén todos los que nos han precedido, y que mejor que vivir con la esperanza de que un día nos reuniremos ahí con ellos en la presencia de Dios.

Y el día 2 de noviembre escuchamos la siguiente lectura del santo evangelio según san Juan 14, 1-6

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“-«Que no tiemble vuestro corazón; creed en Dios y creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas habitaciones; si no fuera así; ¿os habría dicho que voy a prepararos sitio? Cuando vaya y os prepare sitio, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo, estéis también vosotros. Y adonde yo voy, ya sabéis el camino.»

Tomás le dice:

-«Señor, no sabemos adónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?»

Jesús le responde:

-«Yo soy el camino, y la verdad, y la vida. Nadie va al Padre, sino por mí.» 

Es natural estar tristes porque extrañamos a los que han muerto, y porque es normal sentir temor ante la propia muerte, pero nos consuelan y nos  animan ante las dificultades las palabras de Jesús y la certeza de que siguiéndolo estaremos avanzando por la vida por el camino correcto y seguro.

Es por esto que debemos fijar nuestra atención en estas dos celebraciones y gozarlas, y enseñar a nuestros niños y jóvenes el profundo y grandioso significado de las mismas, porque si todos aspiramos a ser triunfadores, este es el auténtico y definitivo triunfo al que todos debemos aspirar y el que todos podemos conquistar aceptando y siguiendo a Jesús.

Fieles difuntos

Memoria litúrgica, 2 de noviembre

Conmemoración de todos los fieles difuntos. La Santa Madre Iglesia, después de su solicitud en celebrar con las debidas alabanzas la dicha de todos sus hijos bienaventurados en el cielo, se interesa ante el Señor en favor de las almas de cuantos nos precedieron con el signo de la fe y duermen en la esperanza de la resurrección, y por todos los difuntos desde el principio del mundo, cuya fe sólo Dios conoce, para que, purificados de toda mancha del pecado y asociados a los ciudadanos celestes, puedan gozar de la visión de la felicidad eterna.

Un poco de historia

La tradición de rezar por los muertos se remonta a los primeros tiempos del cristianismo, en donde ya se honraba su recuerdo y se ofrecían oraciones y sacrificios por ellos.

Cuando una persona muere ya no es capaz de hacer nada para ganar el cielo; sin embargo, los vivos sí podemos ofrecer nuestras obras para que el difunto alcance la salvación.

Con las buenas obras y la oración se puede ayudar a los seres queridos a conseguir el perdón y la purificación de sus pecados para poder participar de la gloria de Dios.

A estas oraciones se les llama sufragios. El mejor sufragio es ofrecer la Santa Misa por los difuntos.

Debido a las numerosas actividades de la vida diaria, las personas muchas veces no tienen tiempo ni de atender a los que viven con ellos, y es muy fácil que se olviden de lo provechoso que puede ser la oración por los fieles difuntos. Debido a esto, la Iglesia ha querido instituir un día, el 2 de noviembre, que se dedique especialmente a la oración por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

La Iglesia recomienda la oración en favor de los difuntos y también las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia para ayudarlos a hacer más corto el periodo de purificación y puedan llegar a ver a Dios. "No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos".

Nuestra oración por los muertos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión a nuestro favor. Los que ya están en el cielo interceden por los que están en la tierra para que tengan la gracia de ser fieles a Dios y alcanzar la vida eterna.

Para aumentar las ventajas de esta fiesta litúrgica, la Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo por las intenciones del Papa entre el 1 y el 8 de noviembre, “podemos ayudarles obteniendo para ellos indulgencias, de manera que se vean libres de las penas temporales debidas por sus pecados”. (CEC 1479)

Costumbres y tradiciones.

El altar de muertos

Es una costumbre mexicana relacionada con el ciclo agrícola tradicional. Los indígenas hacían una gran fiesta en la primera luna llena del mes de noviembre, para celebrar la terminación de la cosecha del maíz. Ellos creían que ese día los difuntos tenían autorización para regresar a la tierra, a celebrar y compartir con sus parientes vivos, los frutos de la madre tierra.

Para los aztecas la muerte no era el final de la vida, sino simplemente una transformación. Creían que las personas muertas se convertirían en colibríes, para volar acompañando al Sol, cuando los dioses decidieran que habían alcanzado cierto grado de perfección.

Mientras esto sucedía, los dioses se llevaban a los muertos a un lugar al que llamaban Mictlán, que significa “lugar de la muerte” o “residencia de los muertos” para purificarse y seguir su camino.

Los aztecas no enterraban a los muertos sino que los incineraban.

La viuda, la hermana o la madre, preparaba tortillas, frijoles y bebidas. Un sacerdote debía comprobar que no faltara nada y al fin prendían fuego y mientras las llamas ardían, los familiares sentados aguardaban el fin, llorando y entonando tristes canciones. Las cenizas eran puestas en una urna junto con un jade que simbolizaba su corazón.

Cada año, en la primera noche de luna llena en noviembre, los familiares visitaban la urna donde estaban las cenizas del difunto y ponían alrededor el tipo de comida que le gustaba en vida para atraerlo, pues ese día tenían permiso los difuntos para visitar a sus parientes que habían quedado en la tierra.

El difunto ese día se convertía en el "huésped ilustre" a quien había de festejarse y agasajarse de la forma más atenta. Ponían también flores de Cempazúchitl, que son de color anaranjado brillante, y las deshojaban formando con los pétalos un camino hasta el templo para guiar al difunto en su camino de regreso a Mictlán.

Los misioneros españoles al llegar a México aprovecharon esta costumbre, para comenzar la tarea de la evangelización a través de la oración por los difuntos.

La costumbre azteca la dejaron prácticamente intacta, pero le dieron un sentido cristiano: El día 2 de noviembre, se dedica a la oración por las almas de los difuntos. Se visita el cementerio y junto a la tumba se pone un altar en memoria del difunto, sobre el cual se ponen objetos que le pertenecían, con el objetivo de recordar al difunto con todas sus virtudes y defectos y hacer mejor la oración.

El altar se adorna con papel de colores picado con motivos alusivos a la muerte, con el sentido religioso de ver la muerte sin tristeza, pues es sólo el paso a una nueva vida.

Cada uno de los familiares lleva una ofrenda al difunto que se pone también sobre el altar. Estas ofrendas consisten en alimentos o cosas que le gustaban al difunto: dulce de calabaza, dulces de leche, pan, flores. Estas ofrendas simbolizan las oraciones y sacrificios que los parientes ofrecerán por la salvación del difunto.

Los aztecas fabricaban calaveras de barro o piedra y las ponían cerca del altar de muertos para tranquilizar al dios de la muerte. Los misioneros, en vez de prohibirles esta costumbre pagana, les enseñaron a fabricar calaveras de azúcar como símbolo de la dulzura de la muerte para el que ha sido fiel a Dios.

El camino de flores de cempazúchitl, ahora se dirige hacia una imágen de la Virgen María o de Jesucristo, con la finalidad de señalar al difunto el único camino para llegar al cielo.

El agua que se pone sobre el altar simboliza las oraciones que pueden calmar la sed de las ánimas del purgatorio y representa la fuente de la vida; la sal simboliza la resurrección de los cuerpos por ser un elemento que se utiliza para la conservación; el incienso tiene la función de alejar al demonio; las veladoras representan la fe, la esperanza y el amor eterno; el fuego simboliza la purificación.

Los primeros misioneros pedían a los indígenas que escribieran oraciones por los muertos en los que señalaran con claridad el tipo de gracias que ellos pedían para el muerto de acuerdo a los defectos o virtudes que hubiera demostrado a lo largo de su vida.

Estas oraciones se recitaban frente al altar y después se ponían encima de él. Con el tiempo esta costumbre fue cambiando y ahora se escriben versos llamados “calaveras” en los que, con ironía, picardía y gracia, hablan de la muerte.

La Ofrenda de Muertos contiene símbolos que representan los tres “estadios” de la Iglesia:

1) La Iglesia Purgante,
 conformada por todas las almas que se encuentran en el purgatorio, es decir aquéllas personas que no murieron en pecado mortal, pero que están purgando penas por las faltas cometidas hasta que puedan llegar al cielo. Se representa con las fotos de los difuntos, a los que se acostumbra colocar las diferentes bebidas y comidas que disfrutaban en vida.


2) La Iglesia Triunfante, que son todas las almas que ya gozan de la presencia de Dios en el Cielo, representada por estampas y figuras de santos.

3) La Iglesia Militante, que somos todos los que aún estamos en la tierra, y somos los que ponemos la ofrenda.
En algunos lugares de México, la celebración de los fieles difuntos consta de tres días: el primer día para los niños y las niñas; el segundo para los adultos; y el tercero lo dedican a quitar el altar y comer todo lo que hay en éste. A los adultos y a los niños se les pone diferente tipo de comida.

Cuida tu fe

Halloween o la noche de brujas: Halloween significa “Víspera santa” y se celebra el 31 de Octubre. Esta costumbre proviene de los celtas que vivieron en Francia, España y las Islas Británicas.

Ellos prendían hogueras la primera luna llena de Noviembre para ahuyentar a los espíritus e incluso algunos se disfrazaban de fantasmas o duendes para espantarlos haciéndoles creer que ellos también eran espíritus.

Podría distraernos de la oración del día de todos los santos y de los difuntos. Se ha convertido en una fiesta muy atractiva con disfraces, dulces, trucos, diversiones que nos llaman mucho la atención.

Puede llegar a pasar que se nos olvide lo realmente importante, es decir, el sentido espiritual de estos días.

Si quieres participar en el Halloween y pedir dulces, disfrazarte y divertirte, Cuídate de no caer en las prácticas anticristianas que esta tradición promueve y no se te olvide antes rezar por los muertos y a los santos.

Debemos vivir el verdadero sentido de la fiesta y no sólo quedarnos en la parte exterior. Aprovechar el festejo para crecer en nuestra vida espiritual.

Algo que no debes olvidar

La Iglesia ha querido instituir un día que se dedique especialmente a orar por aquellas almas que han dejado la tierra y aún no llegan al cielo.

Los vivos podemos ofrecer obras de penitencia, oraciones, limosnas e indulgencias para que los difuntos alcancen la salvación.

La Iglesia ha establecido que si nos confesamos, comulgamos y rezamos el Credo entre el 1 y el 8 de noviembre, podemos abreviar el estado de purificación en el purgatorio.

Oración

Que las almas de los difuntos, por la misericordia de Dios, descansen en paz. Así sea.

Novena de oración por nuestros difuntos

Catholic.net ha organizado, juntamente con diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, una novena de oraciones por todos los Fieles Difuntos, con adoraciones, oraciones, el rezo del rosario, y una intención especial en la Santa Misa el día 2 de noviembre celebrada por sacerdotes amigos de Catholic.net que se han sumado a nuestra primer Novena de los Fieles Difuntos.

Únase a nuestras oraciones, y envíenos los nombres de los difuntos a quienes usted desea que encomendemos. Tendremos un recuerdo especial para ellos durante los nueve días previos a la fiesta de los Fieles Difuntos el día 2 de noviembre. Si desea enviarnos los nombres y sus intenciones es muy sencillo, rellenando el formulario en nuestro sitio Novenas Catholic.net (click aquí) Nosotros enviaremos estos nombres e intenciones a los diversos conventos y casas de religiosos y religiosas, y sacerdotes diocesanos que se han sumado a esta Novena de los Fieles Difuntos.

"HOY QUE EL MUNDO SE PREPARA PARA IR DE NUEVO A LA GUERRA"
El Papa, en el cementerio militar de Nettuno: "Nunca más la tragedia inútil de la guerra"
"Con la guerra se pierde todo...la guerra es la destrucción de nosotros mismos"

(José M. Vidal).- Misa del Papa, en el Día de Difuntos, por todas las victimas de la guerra, en el cementerio romano-americano de Nettuno. Triste, Francisco lanza desde el cementerio militar, un nuevo "nunca más a la guerra", con la que "se pierde todo". Y advierte de que "hoy el mundo está en guerra a pedazos y se prepara para ir de nievo a la guerra".

La primera lectura del Libro de Job. La segunda, de la carta de San Pablo a los Romanos. Lectura del pasaje del Evangelio de Juan: "El que viene a mí, Yo no lo dejaréa fuera...Que Yo no pierda nada de todo lo que me dió...Ésta es la voluntad de mi Padre...Yo lo resucitaré en el último día".

Concelebraron la eucaristía con el Papa, el obispo de Albano, monseñor Smeraro y el prefecto de la Casa Pontificia, monseñor Ganswein.


Algunas frases de la homilía improvisada del Papa

"Estamos hoy reunidos aquí en la esperanza"

"Para repetir las palabras de Job: 'Sé que mi redentor está vivo'"

"La esperanza de encontrar a Dios"

"Esta esperanza no desilusiona"

"La esperanza nunca desilusiona"

"Pero, a veces, la esperanza nace de las heridas humanas"

"Es la oración que surge en nosotros, cuando vemos este cementerio"

"Por favor, Señor, detente: Nunca más, nunca más la guerra"

"Nunca más esta tragedia inútil". "Mejor esperar sin esta destrucción". "Esperanzas rotas. Nunca más, Señor"

"HOy que rezamos por todos los difuntos, pero de en especial por los jóvenes caídos en la guerra y aqui enterrados"

"Hoy que el mundo está de nuevo en guerra y se prepara para ir de nuevo a la guerra"

"Nunca más, Señor"

"Con la guerra se pierde todo"

"Me viene a la mente, aquella anciana que mirando las ruinas de Hiroshima, con resignación sapiencial y con dolor, decía: 'Los hombres hacen todo para declarar una guerra y, al final, se destruyen a si mismos".

"La guerra es la destrucción de nosotros mismos". "Lágrimas que hoy la Humanidad no debe olvidar"

"La Humanidad, por su orgullo, no aprendió la lección y parece que no quiere aprenderla"

"Los hombres pretenden crear una primavera y terminan en el invierno, en el reino del terror y de la muerte""·Rezamos por todo slos digunto,s pero especialmente por estos jóvenes"

"Muchos siguen muriendo en esta guerra a pedazos de hoy en día". "La muerte es el fruto de la guerra". "Que el Señor nos dé la gracia de llorar"

Ésta es la homilía del Papa:

Todos nosotros estamos hoy reunidos en la esperanza. Cada uno de nosotros, en el propio corazón, puede repetir las palabras de Job que oímos en la primera lectura: « yo sé que mi Redentor vive y que él, el último, se alzará sobre el polvo». La esperanza de reencontrar a Dios, de reencontrarnos todos nosotros como hermanos, esa esperanza no desilusiona. Pablo fue fuerte en esa expresión de la segunda lectura « la esperanza no quedará defraudada». Pero la esperanza muchas veces nace y hecha sus raíces en tantas llagas humanas, en tantos dolores humanos, y en ese momento de dolor, de herida, de sufrimiento, nos hace mirar al cielo y decir: yo creo que mi Redentor está vivo. Pero deténte Señor. Y esa es la oración que tal vez sale de todos nosotros cuando miramos este cementerio: "estoy seguro Señor que estoy contigo. Estoy seguro": nosotros decimos esto. "Pero por favor, Señor, detente. No más, nunca más la guerra. Nunca más esta «inútil matanza»", como dijo Benedicto XV. Mejor esperar sin esta destrucción: jóvenes, miles, miles, miles, y miles... esperanzas rotas, ¡no más Señor! Y esto debemos decirlo hoy, que rezamos por todos los difuntos, pero en este lugar rezamos en modo especial por estos chicos. Hoy, en que el mundo está de nuevo en guerra y se prepara para ir más fuertemente en guerra. No más Señor, no más. Con la guerra se pierde todo. Me viene a la mente aquella anciana que, mirando las ruinas de Hiroshima con resignación sapiencial, pero con mucho dolor, con esa resignación lamentosa que saben vivir las mujeres, porque es su carisma, decía: "los hombres hacen de todo por declarar y hacer la guerra, y al final, se destruyen a sí mismos". Ésta es la guerra: la destrucción de nosotros mismos. Seguramente aquella mujer, esa anciana había perdido hijos, y nietos. Sólo tenía la herida en el corazón y las lágrimas. Y si hoy es un día de esperanza, hoy también es un día de lágrimas. Lágrimas como las que sentían y lloraban las mujeres cuando llegaba el correo: "usted señora tiene el honor de que su marido haya sido un héroe de la Patria"; "que sus hijos, sean héroes de la Patria". Son lágrimas que hoy la humanidad no debe olvidar. Este orgullo de esta humanidad que no ha aprendido la lección y parece que no quiere aprenderla. Cuando muchas veces en la historia los hombres piensan con hacer una guerra, están convencidos de traer un mundo nuevo, de hacer una "primavera". Y termina en un invierno, feo, cruel, con el reino del terror y de la muerte. Hoy rezamos por todos los difuntos, por todos. Pero en modo especial por estos jóvenes, en un momento en el que muchos mueren en las batallas de cada día, en esta guerra a pedazos. Rezamos también por los muertos de hoy, los muertos de guerra, también niños inocentes. Éste es el fruto de la guerra: la muerte. Y que el Señor nos de la gracia de llorar. Una vez de regreso en el Vaticano el Santo Padre Francisco se dirigirá a las Grutas de la Basílica Vaticana para un momento de oración en privado, como es tradicional en esta fecha, en sufragio de sus predecesores y de todos los difuntos.

Evangelio según San Lucas 14,1-6. 

Un sábado, Jesús entró a comer en casa de uno de los principales fariseos. Ellos lo observaban atentamente. 
Delante de él había un hombre enfermo de hidropesía. 

Jesús preguntó a los doctores de la Ley y a los fariseos: "¿Está permitido curar en sábado o no?". 

Pero ellos guardaron silencio. Entonces Jesús tomó de la mano al enfermo, lo curó y lo despidió. 

Y volviéndose hacia ellos, les dijo: "Si a alguno de ustedes se le cae en un pozo su hijo o su buey, ¿acaso no lo saca en seguida, aunque sea sábado?". 

A esto no pudieron responder nada. 

San Martín de Porres, religioso

San Martín de Porres, religioso de la Orden de Predicadores, hijo de un español y de una mujer de raza negra, quien, ya desde niño, a pesar de las limitaciones provenientes de su condición de hijo ilegítimo y mulato, aprendió la medicina que, después, siendo religioso, ejerció generosamente en Lima, ciudad del Perú, a favor de los pobres. Entregado al ayuno, a la penitencia y a la oración, vivió una existencia austera y humilde, pero irradiante de caridad.

San Martín de Porres fue un mulato, nacido en Lima, capital del Perú, en 1579. Era hijo natural del caballero español Juan de Porres (o Porras según algunos) y de una india panameña libre, llamada Ana Velázquez. Martín heredó los rasgos y el color de la piel de su madre, lo cual vio don Juan de Porres como una humillación. Pero más tarde, tuvo el mérito de reconocer a Martín y a una hermana suya como hijos propios. A Martín lo dejó al cuidado de su madre, y el niño, que era despierto e inteligente, aprendió la profesión de barbero y adquirió conocimientos de medicina, mediante el trato con un cirujano. Durante algún tiempo, ejerció esta doble carrera, pero, sintiendo grandes deseos de perfección, pidió ser admitido como donado en el convento de los dominicos que había en Lima. Su misma madre apoyó la petición del santo y éste consiguió lo que deseaba cuando tenía unos quince años de edad.

En el convento su vida de heroica virtud fue pronto conocida de muchos, y su humildad era tan ejemplar, que se alegraba de las injurias que recibía, incluso alguna vez de parte de otros religiosos dominicos, como uno que, enfermo e irritado, lo trató de perro mulato. Otra vez, cuando el convento estaba en situación económica muy apurada, Fray Martín espontáneamente se ofreció al P. Prior para ser vendido como esclavo, ya que era mulato, a fin de remediar la situación.

Advirtiendo los superiores de Fray Martín su índole mansa y su mucha caridad, le confiaron, junto con otros oficios, el de enfermero, en una comunidad que solía contar con doscientos religiosos, sin tomar en consideración a los criados del convento ni a los religiosos de otras casas que, informados de la habilidad del hermano, acudían a curarse a Lima. Bastante trabajo tenía el joven hermano, pero no por eso limitaba su compasión a los de su orden, sino que atendía muchos enfermos pobres de la ciudad. El día 2 de junio de 1603, después de nueve años de servir a la orden como donado, le fue concedida la profesión religiosa y pronunció los votos de pobreza, obediencia y castidad.

Juntaba a su abnegada vida una penitencia austerísima: se llagaba con disciplinas crueles o se maltrataba con dormir debajo de una escalera unas cuantas horas y con apenas comer lo indispensable. Añadía a esto un espíritu de oración y unión con Dios que lo asemejaba a otros grandes contemplativos. Se le vio repetidas veces en éxtasis y, alguna levantado en el aire muy cerca de un gran crucifijo que había en el convento. 

Se sabe que Fray Martín y santa Rosa de Lima, terciaria dominica, se conocieron y trataron algunas veces, aunque no se tienen detalles históricamente comprobados de sus entrevistas. 

Si es famoso el santo por sus virtudes, tal vez lo sea más por sus milagros y por la forma en que los hacía. Unas veces eran curaciones instantáneas, como la del novicio Fray Luis Gutiérrez, que se había cortado un dedo casi hasta desprendérselo; a los tres días tenía hinchados la mano y el brazo, por lo que acudió al hermano Martín, quien le puso unas hierbas machacadas en la herida. Al día siguiente, el dedo estaba unido de nuevo y el brazo enteramente sano. En cierta ocasión, el arzobispo Feliciano Vega, que iba a tomar posesión de la sede de México, enfermó de algo que parece haber sido pulmonía, y mandó llamar a Fray Martín. Al llegar éste a la presencia del prelado enfermo, se arrodilló, mas él le dijo: «levántese y ponga su mano aquí, donde me duele». «¿Para qué quiere un príncipe la mano de un pobre mulato?», preguntó el santo. Sin embargo, durante un buen rato puso la mano donde lo indicó el enfermo y, poco después, el arzobispo estaba curado. Otras veces, a la curación añadía la prontitud con que acudía al enfermo, pues bastaba que éste tuviera deseo de que el santo llegara, para que éste se presentase a cualquier hora. Muchas veces, entraba por las puertas cerradas con llave, como pudo comprobarlo el maestro de novicios, quien personalmente guardaba la llave del noviciado, pues, habiendo estado Fray Martín atendiendo a un enfermo, salió del noviciado y volvió a entrar sin abrir las puertas. El asombrado maestro comprobó que estaban perfectamente cerradas. Alguien le preguntó: «¿Cómo ha podido entrar?» El santo respondió: «Yo tengo modo de entrar y salir». 

Enfermero al mismo tiempo que hortelano herbolario, cultivaba las plantas medicinales de que se valía para sus obras de caridad y también desempeñaba el oficio de distribuidor de las limosnas que algunas veces recogía, en cantidades asombrosas, parte para socorrer a sus propios hermanos en religión y parte para los menesterosos de toda clase que había en la ciudad. Su amabilidad se extendía hasta los animales; hay en su biografía escenas semejantes a las que se narran de san Francisco y de san Antonio de Padua. Por ejemplo, cuando después de disciplinarse, los mosquitos lo atormentaban con sus picaduras, y fue a que Juan Vázquez lo curase, éste le dijo: «Vámonos a nuestro convento, que allí no hay mosquitos». Y Fray Martín respondió: «¿Cómo hemos de merecer, si no damos de comer al hambriento?» «¡Pero hermano, estos son mosquitos y no gentes!» «Sin embargo, se les debe dar de comer, que son criaturas de Dios», respondió el humilde fraile. Es típico el caso de los ratones que infestaban la ropería y dañaban el vestuario. El remedio no fue ponerles trampas, sino decirles: «Hermanos, idos a la huerta, que allí hallaréis comida». Los ratones obedecieron puntualmente, y Fray Martín cuidaba de echarles los desperdicios de la comida. Y sí alguno volvía a la ropería, el santo lo tomaba por la cola y lo echaba a la huerta, diciendo: «Vete adonde no hagas mal». 

Sus conocimientos no eran pocos para su época y, cuando asistía a los enfermos, solía decirles: «Yo te curo y Dios te sana». A los sesenta años, después de haber pasado cuarenta y cinco en religión, Fray Martín se sintió enfermo y claramente dijo que de esa enfermedad moriría. La conmoción en Lima fue general y el mismo virrey, conde de Chinchón, se acercó al pobre lecho para besar la mano de aquél que se llamaba a sí mismo perro mulato. Mientras se le rezaba el Credo, Fray Martín, al oír las palabras «Et homo factus est», besando el crucifijo expiró plácidamente. Fue canonizado el 6 de mayo de 1962 por el Papa Juan XXIII, quien profesaba gran devoción por el santo. 

El P. Van Ortroy empleó en el caso de Martín de Porres un método sin precedentes en Acta Sanctorum, ya que publicó su artículo, que es bastante completo, en idioma vernáculo, en vez de en latín: El P. B. de Medina testificó sobre Martín de Porres ante la comisión apostólica en 1683; su testimonio fue traducido al italiano para que pudiese usarse en la C.R.S. de Roma y, el P. Van Ortroy reprodujo esa traducción. Véase también With Bd. Martin (1945), pp. 132-168; Fifteenth Anniversary Book (1950), pp. 130-158 (publicaciones del «Blessed Martín Guild» de Nueva York, editadas por el P. Norbert Georges), donde se encontrará la traducción de las deposiciones de diez testigos en el proceso apostólico. San Martín es, en los Estados Unidos y en otros países, el patrono de las obras que promueven la armonía entre las razas y la justicia interracial; por ello existen varias biografías de tipo popular, como la de J. C. Kearns (1950).

fuente: Web de la Orden de Predicadores

San Martín de Porres es muy popular en toda América. No sólo ejerce el atractivo que han ejercido siempre los sencillos cuando el Señor ha querido glorificarlos, sino que su misma persona constituye todo un símbolo.

Nacido en Lima (Perú) como hijo natural de un caballero español y de una mulata en 1579, representa entre los santos a los «coloured men» del Nuevo Mundo, a ese pueblo de gentes de color que se ven dolorosamente humillados por su condición de negros.

Era Martín enfermero cuando entró como terciario laico en el convento de Dominicos de Lima, en el que fue recibido a la profesión (1603) siguió ejerciendo su profesión dentro del convento para con sus hermanos. El cuidado que ponía por los enfermos se extendía aun a los animales: perros, gatos, pavos, y aun ratones, eran objeto de su solicitud.

A Martín le agradaba el ayuno y la oración: sobre todo el orar de noche, a ejemplo de Jesús. En la oración obtenía grandes luces que hacían maravillosas sus lecciones de catecismo.

Su vida entera, oculta y radiante a un mismo tiempo se desarrolló dentro de un mundo lleno de ángeles y demonios en el que Martín conservó siempre una perfecta serenidad. Murió en 1639.

Oremos

Señor, Dios nuestro, que llevaste a San Martín de Porres a la gloria celestial, por medio de una vida escondida y humilde, concédenos seguir de tal manera sus ejemplos, que merezcamos, como él, ser llevados al cielo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

Catecismo de la Iglesia Católica §345-349

El sentido del Sabbat

El «Sabbat», culminación de la obra de los 'seis días'. El texto sagrado dice que «Dios concluyó en el séptimo día la obra que había hecho» y que así «el cielo y la tierra fueron acabados»; Dios, en el séptimo día «descansó», santificó y bendijo este día (Gn 2,1-3). Estas palabras inspiradas son ricas en enseñanzas salvíficas:

En la creación Dios puso un fundamento y unas leyes que permanecen estables, en los cuales el creyente podrá apoyarse con confianza, y que son para él el signo y garantía de la fidelidad inquebrantable de la Alianza de Dios. Por su parte, el hombre deberá permanecer fiel a este fundamento y respetar las leyes que el Creador ha inscrito en la creación.

La creación está hecha con miras al 'Sabbat' y, por tanto, al culto y a la adoración de Dios. El culto está inscrito en el orden de la creación. «Nada se anteponga a la dedicación a Dios» dice la regla de san Benito, indicando así el recto orden de las preocupaciones humanas.

El 'Sabbat' pertenece al corazón de la ley de Israel. Guardar los mandamientos es corresponder a la sabiduría y a la voluntad de Dios, expresadas en su obra de creación.

«El octavo día». Pero para nosotros ha surgido un nuevo día: el día de la Resurrección de Cristo. El séptimo día acaba la primera creación. Y el octavo día comienza la nueva creación. Así, la obra de la creación culmina en una obra todavía más grande: la Redención. La primera creación encuentra su sentido y su cumbre en la nueva creación en Cristo, cuyo esplendor sobrepasa el de la primera.

Dejar actuar a Jesús

Santo Evangelio según San Lucas 14,1-6. Viernes XXX del tiempo ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Concédeme la gracia, Señor, de preparar mi corazón para recibirte y maravillarme con la obra que realizaras en mí.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Del santo Evangelio según san Lucas 14,1-6

Un sábado, Jesús fue a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, y éstos estaban espiándolo. Había allí, frente a él, un enfermo de hidropesía, y Jesús, dirigiéndose a los escribas y fariseos, les preguntó: "¿Está permitido curar en sábado o no?".

Ellos quedaron callados. Entonces Jesús tocó con la mano al enfermo, lo curó y le dijo que se fuera. Y dirigiéndose a ellos les preguntó: "Si alguno de ustedes se le cae en un pozo su burro o su buey, ¿no lo saca enseguida, aunque sea sábado?". Y ellos no supieron qué contestarle.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El santo Evangelio nos muestra como Jesús entra en la casa de uno de los principales fariseos para comer.Bien sabemos que, aunque le recibían, sus intenciones no eran buenas tal como lo muestran las siguientes líneas "y ellos le estaban espiando". Jesús conoce los corazones de cada uno de nosotros, por eso debemos hacer énfasis en la acción de Jesús "entró en la casa" y nos pregunta, ¿es lícito que te sane hoy?Él ha venido para sanar nuestras enfermedades, aquellas que hemos cargado durante mucho tiempo - odio o rencor contra nosotros mismos o contra otra persona; miedos, arraigos a malos hábitos o pecados, etc.

Jesús hoy quiere sanarnos, sólo espera que veamos que está en nuestra casa - en nuestro corazón - y lo único que espera es que le dejemos actuar sin juzgar lo que hace, Él sabe muy bien cuán frágil somos, y por eso se acerca - entra - con misericordia para sanarnos.

Hay algo que es claro, no podemos seguir dándole la espalda a nuestra realidad, a nuestros hermanos, a nuestra madre la tierra. No nos es lícito ignorar lo que esta? sucediendo a nuestro alrededor como si determinadas situaciones no existiesen o no tuvieran nada que ver con nuestra realidad. No nos es lícito, más aún, no es humano entrar en el juego de la cultura del descarte.

(Discurso de S.S. Francisco, 8 de julio 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Hoy pediré al Señor que sane mis heridas y que me de la gracia de recibirlo con amor cuando comulgue.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¡Sacúdete y sal del pozo, pero...!

Sembrando Esperanza I. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba; es una oportunidad para crecer, para vencer barreras y servirme de ellas.


Sacar provecho de las situaciones es de sabios y sensatos. Los golpes de la vida y las relaciones con los demás van marcando secuelas importantes en la vida; incluso, en ocasiones, llegan a ser hasta determinantes. Quisiéramos vencerlas, superarlas y hacer de ellas efectos positivos, y no esa carga tan pesada que muchas veces arrastramos. Cuántas veces hemos escuchado la frase: "¡ay, cómo me tiran tierra!", "¡vaya, cómo me llueve!". Lamentablemente vivimos en un mundo de competencias, envidias y mientras más subimos más nos tiran. Dicen que los burros, sólo sirven para llevar carga, y como su nombre lo dice, son bien burros; pero hoy encontramos la historia de un burro diferente de los demás, este burro no es como cualquier burro, con orejas de burro y rabo de burro, éste sí supo cambiar el concepto que yo tenía de ellos.

Un día, el burro de un campesino se cayó en un pozo. El animal lloró fuertemente por horas, rebuznaba y rebuznaba mientras el campesino trataba de sacarlo sin éxito; finalmente, el campesino decidió que el animal ya estaba viejo, el pozo estaba seco y necesitaba ser tapado de todas formas, y que realmente no valía la pena sacar al burro. Invitó a todos sus vecinos para que vinieran a ayudarlo. Todos tomaron una pala y empezaron a tirar tierra al pozo. El burro se dio cuenta de lo que estaba pasando y lloró desconsoladamente, y se decía a sí mismo, esto me pasó por ser burro. Luego, para sorpresa de todos, se tranquilizó.

Después de unas cuantas paladas de tierra, el campesino finalmente miró al fondo del pozo y le sorprendió lo que vio... Con cada palada de tierra, el burro estaba haciendo algo increíble... Se sacudía la tierra y daba un paso hacia arriba...; mientras tanto, los vecinos seguían echando tierra encima del pobre animal, él se sacudía y daba un paso hacia arriba.

Pronto todo el mundo vio sorprendido cómo el burro llegó hasta la boca del pozo, pasó por encima del borde y salió trotando... así, este gran animal le dio una buena lección a todos.
La vida va a tirarte tierra, todo tipo de tierra y tal vez tú mismo le tirarás tierra, no a la vida, pero sí a las personas. ¿En dónde me ubicaría yo?, ¿con quién me identificaría?, ¿con las personas que tiran tierra?, ¿con el burro que se abate y se deja vencer?, o ¿con el burro que aprovecha esa oportunidad y sale galopando como un percherón de fina estampa?

El truco y la dignidad de la persona están en respetar a los demás con sus cualidades y sus defectos, en sacudirse, salirse del pozo, dar un paso hacia arriba y ayudar a los demás a superarse, pero no a tirar tierra. Cada uno de nuestros problemas es un escalón hacia arriba; es una oportunidad para crecer, para vencer barreras y servirme de ellas, y ser un alma buena y caritativa.

Recordar las seis reglas para ser feliz:

1. Liberar el corazón del odio.
2. Liberar la mente de preocupaciones.
3. Vivir sencillamente.
4. Dar más.
5. Esperar menos.
6. Tener esperanza y demostrar a los demás que somos sabios y sensatos.

Disfruta la vida... ¡Sacúdete!

Satanás no es una metáfora

El padre Gary Thomas insiste y mucho sobre el peligro del yoga y el Reiki

El cine y la literatura están plagados de alusiones a Satanás. Incluso los exorcismos son muy recurrentes en estos géneros. Sin embargo, están anclados en la ficción y no en la realidad. La gran mayoría piensa que todo es un cuento. Pero no es así y hay sacerdotes que están empeñados en mostrar al mundo que el demonio existe y que actúa en la vida real.

Uno de ellos es el padre Gary Thomas es un veterano exorcista  que sirve en la diócesis de San José (Estados Unidos). En sus más de diez años de experiencia ha tratado decenas de casos de actividad demoniaca por lo que no sólo lucha contra la influencia de Satanás sino también contra la creencia generalizada en la sociedad de que no existe.

En una entrevista para la revista Cosmopolitan, que está destinada al público femenino y nada sospechosa de ser pro religión, este exorcista norteamericano acaba dando una auténtica catequesis sobre el poder de Satanás, su poder y la victoria de Cristo sobre la muerte y sobre el demonio. Un argumento cristiano que ha entrado en decenas de miles de hogares haciéndose un hueco en esta publicación.

Su experiencia ha inspirado libros y películas
Este exorcistas es de los más conocidos del país puesto que su experiencia permitió que se escribiera el libro que más tarde se convirtió en la película de The Rite (El rito) protagonizada por Anthony Hopkins.
Para dejar claro que existen casos y que esto no es algo del pasado, el padre Gary Thomas explicaba que el día anterior a la entrevista “recibí cinco llamadas telefónicas. Tenemos varias solicitudes a la semana para realizar el rito del exorcismo, inclusive fuera de nuestra diócesis”.

“Yo no hago nada por mí mismo. Tengo un equipo de expertos médicos conformado por un psicólogo clínico, un psiquíatra y un médico”, indicaba este sacerdote. Pero además del equipo médico tiene otro igual de importante para estos casos. “También tengo un equipo de oración que hace todos los discernimientos. Cada persona que solicita un exorcismo es evaluada. Solo se termina haciendo un exorcismo formal cuando todo lo demás ha fallado”.

El riesgo de la ouija y el Reiki
Preguntado en Cosmopolitan qué actividades pueden ser peligrosas, el padre Thomas hizo una lista que habrá sorprendido a más de una lectora de dicha revista. Y enumera:“Las personas que usan tablas de la ouija (que es un instrumento de magia, no un juguete), las cartas del tarot, las lecturas de la palma de la mano, meditaciones como el Reiki, el uso del yoga como una forma de poder mediante el cual se evoca a falsas dioses”.

En su opinión, “no es ningún secreto que nuestra sociedad tiene hambre de espiritualidad. El problema es que las personas están buscando en los lugares equivocados”. Otro de los problemas que destacó fue que una parte importante de la sociedad “el cristianismo ya no es relevante por lo que construyen su propia moralidad, su propia manera de vivir”.

"Satanás no es una metáfora"

Dirigiéndose a los miles de lectores de la revista, el exorcista estadounidense  indicó que “Jesús no vino solo para ser un buen tipo. Satanás no es una metáfora. Satanás es real. A él le gustaría que usted crea que no existe y ese es su mayor engaño. La gente tiene que darse cuenta de que no somos los dueños de nuestro propio destino. Tenemos que ponernos a disposición de Dios”.

Además, quiso incidir mucho en esta consideración: “Algo que piensan erróneamente las personas es que Satanás no existe. Satanás sí existe y es por eso que Jesucristo vino. No estoy tratando de evangelizar, pero es por eso que doy entrevistas. Doy entrevistas porque hay charlatanes que mienten al decir que ‘limpiarán su casa’.También hay otras personas que sí lo pueden hacer, porque tienen un don, y sin embargo optaron por utilizarlo del lado oscuro”.

Muy insistente con los riesgos del yoga
El padre Gary Thomas está muy concienciado sobre las posibilidades que abren la puerta al demonio y que en muchas ocasiones se presentan de manera inocente. De ahí que ya en varias ocasiones haya alertado de los riesgos del yoga, muy extendido en todo Occidente, incluso entre los católicos.
Del mismo modo, ha advertido también en distintas ocasiones de otros males que esclavizan al hombre y que permiten la entrada de Satanás: “el incremento del consumo de drogas y la adicción a la pornografía son facilitadores y signos de la acción del demonio”.

¿El purgatorio existe? No sale en la Biblia…

Si se llega a la eternidad debiendo algo, el alma se tendrá que purificar

Por: P. Henry Vargas Holguín | Fuente: Moral y Luces 

La verdad del purgatorio, aunque no esté mencionada explícitamente en la Biblia, se entrevé en la misma.

En la sagrada escritura hay muchos elementos que ayudan a fundamentar la convicción de que nada impuro, manchado o imperfecto puede entrar en contacto con Dios, que no se puede acceder a Dios sin pasar a través de algún tipo de purificación cuando sea necesaria.

Veamos sólo algunos de estos elementos. En la epístola a los hebreos, que habla de los ejemplos de fe en la historia sagrada, se mencionan a unos mártires; más concretamente el texto dice: “Unos fueron torturados, rehusando la liberación por conseguir una resurrección mejor” Hebreos 11,35.

Y estos mártires no pueden ser otros que los siete hermanos Macabeos que murieron seguros de la resurrección en la vida futura: “Es preferible morir a manos de hombres con la esperanza que Dios otorga de ser resucitados de nuevo por Él…” (2 Mac. 7, 14).

De manera pues que en el pueblo de Israel ya había conciencia de que la muerte no es el fin, de que hay una resurrección y esta tiene que ser a un vida de gloria. Resurrección que hay que favorecer; de consecuencia ya había consciencia de una recompensa para los que mueren sin pecado o en gracia de Dios.

Y como en muchos casos no se muere con el alma pulcra pues es necesaria una purificación, es necesario purgar el pecado.

Y los que quedan son conscientes de que con su oración pueden ser solidarios con los que mueren para ayudarles en dicha purificación.

Es lo que vemos claramente en el 2 Macabeos 12. Aquí se da por cierto que existe una purificación después de la muerte. Judas Macabeo efectuó una colecta para tener lo necesario a fin de que se ofreciera un sacrificio expiatorio por el pecado de unos soldados caídos.

“Esta enseñanza se apoya también en la práctica de la oración por los difuntos, de la que ya habla la Escritura: “Por eso mandó [Judas Macabeo] hacer este sacrificio expiatorio en favor de los muertos, para que quedaran liberados del pecado” (2 M 12, 46).

Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, en particular el sacrificio eucarístico, (cf DS 856) para que, una vez purificados, puedan llegar a la visión beatífica de Dios.

La Iglesia también recomienda las limosnas, las indulgencias y las obras de penitencia en favor de los difuntos: llevémosles socorros y hagamos su conmemoración.

Si los hijos de Job fueron purificados por el sacrificio de su padre, (cf. Jb 1,5) ¿por qué habríamos de dudar de que nuestras ofrendas por los muertos les lleven un cierto consuelo?

No dudemos, pues, en socorrer a los que han partido y en ofrecer nuestras plegarias por ellos (San Juan Crisóstomo, hom. in 1 Cor 41,5)” (Catecismo, 1032).

Es pues doctrina segura la existencia de un estado transitorio de purificación obligatorio para aquellos que, habiendo muerto en gracia de Dios, necesitan mayor purificación para llegar a la santidad necesaria para entrar en la realidad celestial.

En el Antiguo Testamento hay muchos ejemplos en los que se ve que lo que está destinado a Dios debe ser lo mejor, lo perfecto.

Uno de estos ejemplos es la calidad de la ofrenda de Abel aceptada con agrado por parte de Dios (Gn 4, 8); o por ejemplo, en el plano sacrificial, lo que entra en contacto con Dios debe ser lo perfecto, es el caso de los animales destinados para la inmolación (Lv 22, 22).

Pero más que las cosas son las personas que quieren tener su eterno destino en Dios las que deben ser perfectas, sin mancha.

En el plano institucional es la integridad física de los ministros del culto (Lv 21, 17-23). A esta integridad física o personal de los ministros del culto debe corresponder una entrega total a Dios por parte de todo el pueblo de acuerdo con las grandes enseñanzas del Deuteronomio.

Se trata de amar a Dios con todo el ser, con pureza de corazón y con el testimonio de las obras (Dt 10, 12 ss).

esta integridad debe ir más allá de la vida presente para entrar en la comunión perfecta y definitiva con Dios, con el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (Ex 3, 6), con el Dios en quien todos viven.

Es lo que asegura también Jesús hablando de la resurrección: “Y que los muertos resucitan lo ha indicado también Moisés en lo de la zarza, cuando llama al Señor el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque para él todos viven” (Lc 20, 37-38).

El Salmo 50, el salmo penitencial por antonomasia, nos habla en clave de purificación interior: si el pecador confiesa y reconoce la propia culpa (v. 6), y pide insistentemente ser purificado o ‘lavado’ (vv. 4. 9. 12 y 16), podrá proclamar la alabanza divina (v. 17).

Y una de las características de la figura del Siervo de Yahvéh es su función de interceder y expiar en favor de muchos; al término de sus sufrimientos, él «verá la luz» y «justificará a muchos», cargando con sus culpas (Is 53, 11).

Pasando ya al Nuevo Testamento, Jesucristo también nos insinúa varias veces de la realidad del purgatorio cuando dice, por ejemplo: “Mientras vas donde las autoridades con tu adversario, aprovecha la caminata para reconciliarte con él, no sea que te arrastre ante el juez y el juez te entregue al carcelero, y el carcelero te encierre en la cárcel. Yo te aseguro que no saldrás de allí hasta que no hayas pagado el último centavo” (Lc 12, 58-59). Aquí la cárcel es el sinónimo del purgatorio de donde se saldrá una vez se ha pagado toda deuda.

Jesús hace referencia por tanto a una purificación temporal de la que se saldrá cuando termine. Esta purificación no puede ser ni el infierno ni en el cielo, pues entre otras cosas son realidades eternas de las que no se saldrá.

Es decir si no arreglamos las cosas mientras vamos de camino a la eternidad y se llega a ella debiendo algo, el alma se tendrá que purificar.

Y el Apóstol San Pablo habla de un fuego purificador y del valor de la obra de cada uno, que se revelará el día del juicio: “Si la obra de uno construida sobre el cimiento (sobre Cristo) resiste, recibirá la recompensa. Mas aquel cuya obra quede abrasada sufrirá el daño. Él, no obstante, quedará a salvo, pero como quien pasa a través del fuego” (1 Co 3, 14-15).

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