No hacen lo que dicen
- 05 Noviembre 2017
- 05 Noviembre 2017
- 05 Noviembre 2017
Jesús habla con indignación profética. Su discurso, dirigido a la gente y a sus discípulos, es una dura crítica a los dirigentes religiosos de Israel. Mateo lo recoge hacia los años ochenta para que los dirigentes de la Iglesia cristiana no caigan en conductas parecidas.
¿Podremos recordar hoy las recriminaciones de Jesús con paz, en actitud de conversión, sin ánimo alguno de polémicas estériles? Sus palabras son una invitación para que obispos, presbíteros y cuantos tenemos alguna responsabilidad eclesial hagamos una revisión de nuestra actuación.
"No hacen lo que dicen". Nuestro mayor pecado es la incoherencia. No vivimos lo que predicamos. Tenemos poder, pero nos falta autoridad. Nuestra conducta nos desacredita. Un ejemplo de vida más evangélica de los dirigentes cambiaría el clima en muchas comunidades cristianas.
"Atan cargas pesadas e insoportables y las ponen sobres las espaldas de los hombres; pero ellos no mueven ni un dedo para llevarlas". Es cierto. Con frecuencia somos exigentes y severos con los demás, comprensivos e indulgentes con nosotros. Agobiamos a la gente sencilla con nuestras exigencias, pero no les facilitamos la acogida del Evangelio. No somos como Jesús, que se preocupa de hacer ligera su carga, pues es humilde y de corazón sencillo.
"Todo lo hacen para que los vea la gente". No podemos negar que es muy fácil vivir pendientes de nuestra imagen, buscando casi siempre "quedar bien" ante los demás. No vivimos ante ese Dios que ve en lo secreto. Estamos más atentos a nuestro prestigio personal.
"Les gusta el primer puesto y los primeros asientos [...] y que les saluden por la calle y los llamen maestros". Nos da vergüenza confesarlo, pero nos gusta. Buscamos ser tratados de manera especial, no como un hermano más. ¿Hay algo más ridículo que un testigo de Jesús buscando ser distinguido y reverenciado por la comunidad cristiana?
"No os dejéis llamar maestro [...] ni preceptor [...] porque uno solo es vuestro Maestro y vuestro Preceptor: Cristo". El mandato evangélico no puede ser más claro: renunciad a los títulos para no hacer sombra a Cristo; orientad la atención de los creyentes solo hacia él. ¿Por qué la Iglesia no hace nada por suprimir tantos títulos, prerrogativas, honores y dignidades para mostrar mejor el rostro humilde y cercano de Jesús?
"No llaméis a nadie padre vuestro en la tierra, porque uno solo es vuestro Padre: el del cielo". Para Jesús, el título de Padre es tan único, profundo y entrañable que no ha de ser utilizado por nadie en la comunidad cristiana. ¿Por qué lo permitimos? 31 Tiempo ordinario - A
(Mateo 23,1-12) 5 de noviembre 2017
XXXI DOMINGO DEL TO “A”(Malq 1, 14b-2, 2b. 8-10; Sal 130; 1 Tes 2, 7b-9. 13;Mt 23, 1-12)
TEXTO EVANGÉLICO
“El primero entre vosotros será vuestro servidor. El que se enaltece, será humillado, y el que se humilla, será enaltecido”.
TEXTO SÁLMICO
“Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.”
TEXTO PATRÍSTICO
“Revistámonos de concordia, manteniéndonos en la humildad y en la continencia, apartándonos de toda murmuración y de toda crítica y manifestando nuestra justicia más por medio de nuestras obras que con nuestras palabras” (San Clemente I).
TEXTO ASCÉTICO
“El séptimo grado de humildad consiste en que uno no sólo diga con la lengua que es el inferior y el más vil de todos, sino que también lo crea con el más profundo sentimiento del corazón” (San Benito, Regla VII).
TEXTO MÍSTICO
“Creo va mucho en acostumbrarse a esta virtud, o en procurar alcanzar del Señor verdadera humildad, que de aquí debe venir; porque el verdadero humilde ha de desear con verdad ser tenido en poco y perseguido y condenado sin culpa, aun en cosas graves. Porque si quiere imitar al Señor, ¿en qué mejor puede que en esto? Que aquí no son menester fuerzas corporales ni ayuda de nadie, sino de Dios” (Santa Teresa de Jesús, Camino de Perfección 15, 2).
TEXTO PONTIFICIO
“Hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles, sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes” (Francisco, Egangelii Gaudium 288).
CONSIDERACIÓN
Principio de oro en el discernimiento espiritual es la humildad. Por eficaz que parezca la tarea evangelizadora y el proceso de maduración personal, sin humildad no hay filtro que ayude a descubrir si en la actividad hay actitud de servicio o proyección protagonista.
La santidad, un camino de amor
Ya ha comenzado el curso en los diferentes centros de formación de la archidiócesis. He tenido el gusto de participar en muchos de sus actos de inauguración. Y precisamente este domingo quisiera tener un recuerdo para el santo a quien debemos el nombre de nuestro Ateneo Universitario.
¿Quién fue san Paciano? Un hombre famoso por su vida y por su palabra, documentado como el segundo obispo de Barcelona. Se cree que murió sobre el año 390. Se le considera Padre de la Iglesia de Occidente. Fue venerado desde el siglo VI como santo y sus reliquias se conservan en la Basílica de los Santos Mártires Justo y Pastor de Barcelona.
En el prefacio de la Misa de los santos se dice que ellos son intercesores nuestros y ejemplos para nuestras vidas. Por lo tanto, si san Paciano es patrón de nuestro Ateneo, no lo es sólo para que le imitemos en el estudio de la teología y de las ciencias humanas, que así hay que hacerlo, sino también y, de manera especial, para que le imitemos en su santidad. ¿De qué sirve un gran teólogo, un gran profesional, si su vida no refleja la grandeza de Dios, su santidad? El Señor nos dice a todos: «Sed perfectos como vuestro Padre celestial» (Mt 5,48).
La santidad es descubrir y saborear que Dios nos ama con un amor personal, irrepetible, único y, por consiguiente, conlleva nuestra decisión de amarlo con un amor grande y personal. Cuando trabajamos o estudiamos, si lo hacemos desde el corazón, podemos descubrir y vivir este amor único y personal de Dios. El Señor quiere vivir una gran aventura de amor con todos nosotros, pero es necesario que nos dejemos amar, que no pongamos obstáculos, que no dudemos de Él, aunque nuestras vidas tengan aspectos turbios y de mucha fragilidad.
El beato Charles de Foucauld tiene una oración preciosa, que me gustaría que hiciéramos nuestra. En ella, hace que Dios nos diga: «Conozco tu miseria, las luchas y tribulaciones de tu alma, la debilidad y los achaques de tu cuerpo; conozco tu cobardía, tus pecados y tus debilidades. A pesar de todo te digo: dame tu corazón, ámame tal como eres.»
Abandónate en las manos del Señor. No temas. Nos cansaremos más nosotros de pecar que Dios de perdonarnos. El papa Francisco nos lo repite muy a menudo: «Dios no se cansa de perdonar». Acojamos con gozo su perdón y su misericordia. Sumerjámonos en el océano de su amor. Démosle nuestro corazón hoy y siempre.
Estimados hermanos y hermanas, que nuestra habitación, que nuestro hogar, sean también un espacio y una ocasión de centrar nuestra vida más y más en el amor. Nuestra vida no tendrá sentido si no amamos con todas nuestras fuerzas y con todo el corazón al Señor. Desde el amor a Dios, desde el corazón de Dios, podremos vivir amando. Con nuestra oración y sacrificio, con nuestra vida entregada por amor, contribuiremos a la salvación del mundo.
Cardenal Juan José Omella Arzobispo de Barcelona
Guido Maria Conforti, Santo
Obispo y Fundador, 5 de noviembre
Martirologio Romano: En Parma, de Italia, San Guido María Conforti, obispo y buen pastor, siempre en vela por la defensa de la Iglesia y de la fe de su pueblo, el cual, movido por el anhelo de la evangelización de los pueblos, fundó la Pía Sociedad de San Francisco Javier (1931).
Etimologicamente: Guido = Aquel que pertenece al bosque, es de origen germánico.
Fecha de beatificación: 17 de marzo de 1996 por S.S. Juan Pabo II
Fecha de canonización: 23 de octubre de 2011 por el Papa Benedicto XVI.
Breve Biografía
GUIDO MARIA CONFORTI nació en Ravadese (Parma -Italia ) el 30 de marzo de 1865.
Era el octavo de los diez hijos de Rinaldo Conforti y Antonia Adorni.
La óptima educación cristiana recibida de su madre, la complementaron los Hermanos de las Escuelas Cristianas en cuya escuela de Parma realizó su primaria. Guido solía decir que su vocación se debía a la educación recibida de estos religiosos y, además, a una singular experiencia que tuvo contemplando el Crucifijo.
Venciendo la resistencia de su padre, en 1876 entró en el seminario, donde realizó brillantemente sus estudios, distinguiéndose por su diligencia, piedad y obediencia. Durante sus estudios de teología, el Beato Andrés Ferrari fue su rector en el seminario., Sin haber sido aún ordenado sacerdote Guido fue nombrado vicerector del seminario, tarea que continuó realizando después de su ordenación sacerdotal que tuvo lugar el 22 de septiembre de 1888. En esta misión pudo mostrar sus elevadas dotes de educador siendo un modelo para los jóvenes seminaristas por su testimonio de santidad y caridad pastoral.
Su vocación sacerdotal y misionera había nacido a los pies del Crucifijo. "No es posible - escribió - fijar la mirada en este modelo divino sin sentirse empujado a cualquier sacrificio por grande que sea".
"El Crucifijo es el gran libro que ofrece a nuestros ojos horizontes infinitos". De hecho, a pesar de que la vida de Guido transcurrió en la región italiana de Emilia, su mirada abarcaba los horizontes de toda la humanidad, y nunca desfalleció en el deseo ardiente de anunciar el Evangelio a todos los hombres. El "espectáculo" de la cruz le hablaba "con la elocuencia de la sangre", manifestándoles el amor infinito de Dios hacia la humanidad. En 1895, Guido funda una Congregación Misionera de hombres consagrados a Dios con el único fin de llevar el Evangelio a los no cristianos.
El 9 de junio de 1902, el Siervo de Dios fue llamado a regir la Arquidiócesis de Rávena. El día de su ordenación episcopal pronunció los votos religiosos junto con el voto de dedicarse sin reservas al anuncio del Evangelio "ad gentes". En Rávena, la enfermedad le obligó a largos períodos de inactividad. Su profundo sentido de responsabilidad pastoral hacia el rebaño que le había sido confiado le llevó a presentar su dimisión que fue aceptada.
Regresó humildemente a su Instituto Misionero donde, recuperada algo su salud, se ocupó en la formación de los alumnos misioneros y a la redacción de las Constituciones de su familia misionera.
A finales de 1907, el Santo Padre confió al Siervo de Dios la diócesis de Parma. Durante 25 años él fue buen pastor, signo viviente de la "solicitud maternal de la Iglesia hacia todos los hombres, tanto fieles, como infieles, por su preocupación particular por los pobres y los más débiles".
La catequesis fue el punto principal de su tarea pastoral: instituyó las escuelas de la doctrina cristiana en todas las parroquias, preparó a los catequistas con apropiados cursos de cultura religiosa y pedagógica. Fue el primer obispo de Italia que celebró un congreso de catequética en su diócesis.
Cinco veces realizó la visita pastoral a las parroquias, celebró dos sínodos diocesanos, instituyó y promovió la Acción Católica, especialmente de los jóvenes. Cuidó de manera especial la cultura y la santidad del clero, la formación de los seglares, las asociaciones y la prensa católica, las misiones populares, los congreso eucarísticos, marianos y misioneros. Logró reconciliar a los ánimos divididos, se preocupó por llevar a los extraviados a la unidad del rebaño y fomentó el amor y el respeto incondicional hacia el Papa.
Su presencia en los momentos difíciles de la historia de aquellos años en la ciudad de Parma fue discreta, casi inobservada, pero eficaz y con resultados. Durante las huelgas de 1908, fundó un grupo de abogados dedicados a la defensa de los derechos de los campesinos y de los sacerdotes, Cuando una parte de la ciudad se opuso violentamente a la instauración del fascismo y se corría el peligro de un baño de sangre, la mediación de Conforti obtuvo la retirada de las milicias fascistas, evitando así una guerra civil.
La preocupación por la Iglesia local que le había sido confiada no le quitó la "preocupación por aquellos lugares del mundo donde la Palabra de Dios no ha sido anunciada". Creía firmemente que el anuncio del Evangelio "ad gentes" fuese el camino más seguro por la nueva evangelización de su pueblo. Se entregó incansablemente a la tarea de "la Evangelización ad gentes" ya fuese a través de su familia misionera, como colaborando con las varias iniciativas de animación misionera en Italia y en el resto del mundo.
Puso especial cuidado en colaborar en la fundación y en la difusión de la Pontificia Unión Misionera del Clero, de la que fue su primer presidente. "Fue providencial que, en la fundación de la Unión Misionera del Clero, al lado de P. Pablo Manna se encontrase Guido María Conforti, que no sólo ayudó excepcionalmente con su consejo y su colaboración a la naciente Unión, sino que con su autoridad logró para dicha Unión la aprobación pontificia" (Pablo VI ).
En 1928, Conforti viajó a China para visitar las comunidades y los lugares que habían sido confiados a la familia religiosa de la que él era Superior General. Su viaje fue signo de la comunión entre las Iglesias.
El 5 de noviembre de 1931, consumido por su incansable tarea pastoral, habiendo recibido devotamente el Sacramento de los Enfermos y el Santo Viático, después de haber profesado públicamente su fe y haber implorado la bendición de Dios para su clero y su pueblo, Guido María Conforti entró en la Casa del Padre.
El Papa Juan Pablo II lo beatificó el 17 de marzo de 1996.
Fuera máscaras; XXXI Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 5 de noviembre 2017
La separación entre la fe y la vida cotidiana es uno de los más graves errores que estamos cometiendo.
Lecturas:
Malaquías: 1, 14-2, 2. 8-10: “Ustedes se apartaron del camino y han hecho tropezar a muchos”
Salmo 130: “Señor, consérvame en tu paz”
I Tesalonicenses 2, 7-9.13: “Queríamos entregarles no sólo el Evangelio de Dios, sino nuestra propia vida”
San Mateo 23, 1-12: “Los fariseos dicen una cosa y hacen otra”
La entrada a los centros de rehabilitación se ha tornado difícil, traumática e indignante para muchos. Hay los nuevos sistemas que permiten “ver todo el interior” de la persona y a muchos les parece una invasión a la intimidad. Pero las desconfianzas, las trampas y los nuevos métodos para introducir el contrabando y las sustancias prohibidas obligan a los supervisores a estar atentos a todo posible fraude o engaño. “De nadie podemos estar seguros. Caras vemos y corazones no sabemos. Nadie queda exento… porque hay quien con su sonrisa, su seguridad y su carita de santo quiero abrir todas las puertas. Estamos ante el mundo de la hipocresía”, son los argumentos de quienes nos obligan a la revisión. “Todo mundo tiene máscaras y es muy difícil descubrir las intenciones del corazón”.
¿Cómo no sentirse sacudido con las graves acusaciones de Malaquías contra los sacerdotes o con los discursos agresivos de Jesús contra quienes se han instalado en la cátedra? Indudablemente las páginas de este domingo son fuertes y requieren una gran valentía para asumirlas, aplicárnoslas y aceptarlas con humildad. Lo más fácil es dejarlas en el pasado, aplicarlas a los demás y nosotros pretender quedar invisibles para seguir juzgando a los otros.
Es cierto que Malaquías habla contra los sacerdotes y que Cristo lo dice de los escribas y fariseos, pero también es cierto que no se están refiriendo sólo a ellos, sino que están denunciando también la conducta de todos los discípulos y muy en especial de quienes tienen responsabilidades y autoridad. Se sirven de la polémica con ellos para llamar la atención sobre los graves peligros que representan estas actitudes que se nos meten en nuestra mentalidad, e intentan desenmascarar a los modernos escribas y fariseos que argumentando fidelidad, nos disimulamos detrás de las superficialidades y etiquetas, y escondemos los propios defectos y fallas para seguir “condenando” a los demás. ¿Quién estará libre de estos pecados? ¿Quién no trata, consciente o inconscientemente, de ocultar sus errores? Todos hemos fallado. Cristo lo entiende y lo acepta con un corazón misericordioso, lo que denuncia y condena es la falsedad e hipocresía.
No importan tanto nuestras palabras o justificaciones, Jesús nos viene a decir, como ya lo había anunciado en las parábolas de los domingos anteriores, que no importa mucho lo que digamos, que lo importante son nuestras acciones y nuestros frutos. La sociedad nos exige coherencia y signos visibles de credibilidad que sean testimonio de vida, que manifiesten unidad de los creyentes, que hablen por sí mismos del compromiso con los pobres y pequeños, que sean reflejo del rostro de Jesús. Pero nosotros le hemos quitado el valor a las palabras y las hemos hecho huecas y vacías. ¿Cómo devolverles su valor? Las graves incongruencias de un país, cristiano, que se hunde en la corrupción, en la violencia y la mentira por sí solas nos desmienten. La separación entre la fe y la vida cotidiana es uno de los más graves errores que estamos cometiendo.
Una máscara y una exigencia intolerable nos llevan a pretender que los demás hagan lo que nosotros no estamos haciendo. Se pretende superar la crisis económica cargando de impuestos y restricciones a quienes menos tienen; se asumen programas solidarios para quedarse con las ganancias; se reta a que los demás actúen con transparencia y honestidad y se esconden las verdaderas intenciones. El maestro, el padre de familia, el sacerdote, buscan educar a los jóvenes en la transparencia y honestidad, pero no son capaces de sostener la verdad y aceptan sobornos, mordidas y componendas. En especial Jesús se dirige a quienes tenemos alguna autoridad y exigimos que se cumplan las leyes, pero que después nos hacemos de la manga ancha para dejar pasar las infracciones a nuestra conveniencia. Muy fuertes suenan las acusaciones que lanza el profeta Malaquías en contra de los sacerdotes y nos tienen que tocar el corazón: “Ustedes se han apartado del camino, han hecho tropezar a muchos en la ley y han anulado mi alianza”. Este domingo nos podemos hacer la pregunta al revés de cómo la hacíamos el día de las misiones: ¿Alguien por culpa nuestra, consciente o inconsciente, se ha apartado de Dios?
El Papa Francisco continuamente hace alusión a esta doble moralidad que defiende las apariencias más que la interioridad. La fama, el honor, mantos y coronas, han seducido a todos los hombres y mujeres. También a quienes vivimos en la Iglesia nos seduce el deseo de aparecer y de ostentación. Para Jesús todo es diferente: para él lo que importa es la persona, no los atuendos o las apariencias. Él descubre a profundidad el corazón y mira más allá de los vestidos. Dios no viste a sus ministros a la moda ni con modistos famosos o firmas reconocidas. Por el contrario, su Palabra siempre desnuda y como espada penetra hasta lo profundo del corazón, despoja de máscaras y deja al descubierto las más escondidas intenciones. No podemos vivir de apariencia y por eso, en este día, Jesús exige que no utilicemos títulos o distinciones que opaquen el nombre de Dios. No quitemos a Dios de su lugar y nos pongamos nosotros asumiéndonos como padres, maestros, pastores y guías. Quienes deberíamos ser reflejo de su rostro, pretendemos ocultarlo y ocupar su sitio. Nunca nadie debe predicarse a sí mismo, sino manifestar al único y verdadero Dios. Filacterias y palabras no muestran el rostro de Dios sino lo oscurecen.
Pablo nos muestra al verdadero servidor comparándose con una madre que estrecha en su regazo a los pequeños y que busca dar vida, Jesús nos ofrece el camino para ser verdaderamente grandes: “Que el mayor entre ustedes sea su servidor”. Es el único camino y no tenemos otro. Basado en una comunidad de iguales, donde nadie pretende ser el único maestro y jefe, el camino de Jesús nos enseña que la auténtica jerarquía será el servicio a la fraternidad. Pondrá como único maestro y señor a Jesús y a su reino, donde no hay escalafones, donde no hay privilegios, sino donde hay servicio y amor. Cristo hoy contempla a su Iglesia y le recuerda las mismas palabras que pronunciaba en los primeros tiempos, Cristo hoy también nos dice que el único camino para ser grandes es el servicio. ¿Cómo estamos sirviendo? ¿Cómo nos mira Jesús a quienes somos sus seguidores y discípulos? ¿Estamos sirviendo o sólo nos hemos dedicado a hablar y a recibir honores?
Padre bueno, que en Jesús nos has enseñado que el servicio a los hermanos nos da la mayor felicidad, concédenos que, libres de ambiciones e hipocresías, sigamos su ejemplo de amor y servicio. Amén.
Papa Francisco: Ser “hombres de la vida y no de la muerte”.Misa por los cardenales y obispos fallecidos este año
(ZENIT – 3 Nov. 2017).- “La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado”, ha dicho el Papa Francisco.
A las 11:30 horas de esta mañana, en el Altar de la Cátedra de la Basílica Vaticana, el Santo Padre Francisco ha presidido la Santa Misa en sufragio de los cardenales y obispos fallecidos este año.
«Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (42,3). “Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios”, ha explicado el Papa.
Estas palabras del Salmo –ha aclarado el Santo Padre– se habían quedado grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que hoy recordamos. “Damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia” y ha añadido que Dios es fiel y nuestra esperanza en Él no es inútil.
Sigue el texto de la homilía del Papa:
Homilía del Papa Francisco
La celebración de hoy nos pone una vez más frente a la realidad de la muerte, haciendo que también se reavive en nosotros el dolor por la separación de las personas que han estado cerca de nosotros, y nos han ayudado; pero la liturgia alimenta sobre todo nuestra esperanza por ellos y por nosotros mismos.
La primera lectura expresa una firme esperanza en la resurrección de los justos: «Muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para vida eterna, otros para vergüenza e ignominia perpetua» (12,2).
Los que duermen en el polvo, es decir, en la tierra, son obviamente los muertos, y el despertar de la muerte no es en sí mismo un retorno a la vida: algunos despertarán para la vida eterna, otros para vergüenza eterna. La muerte hace definitiva la «encrucijada» que ya está ante nosotros aquí, en este mundo: la senda de la vida, es decir, con Dios, o la senda de la muerte, es decir, lejos de Él. Esos «muchos» que resucitarán para la vida eterna son los «muchos» por los que Cristo ha derramado su sangre. Son esa muchedumbre que, gracias a la bondad misericordiosa de Dios, experimenta la realidad de la vida que no acaba, la victoria completa sobre la muerte a través de la resurrección.
En el Evangelio, Jesús fortalece nuestra esperanza, cuando dice: « Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre» (Jn 6,51). Estas palabras remiten al sacrificio de Cristo en la cruz. Él aceptó la muerte para salvar a los hombres que el Padre le había entregado y que estaban muertos en la esclavitud del pecado. Jesús se hizo nuestro hermano y compartió nuestra condición hasta la muerte; con su amor rompió el yugo de la muerte y nos abrió las puertas de la vida. Con su cuerpo y su sangre nos alimenta y nos une a su amor fiel, que lleva en sí la esperanza de la victoria definitiva del bien sobre el mal, sobre el sufrimiento y sobre la muerte. En virtud de este vínculo divino de la caridad de Cristo, sabemos que la comunión con los muertos no es simplemente un deseo, una imaginación, sino que se vuelve real. La fe que profesamos en la resurrección nos lleva a ser hombres de esperanza y no de desesperación, hombres de la vida y no de la muerte, porque nos consuela la promesa de la vida eterna enraizada en la unión con Cristo resucitado.
Esta esperanza, que la Palabra de Dios reaviva en nosotros, nos ayuda a tener una actitud de confianza frente a la muerte: en efecto, Jesús nos ha mostrado que esta no es la última palabra, sino que el amor misericordioso del Padre nos transfigura y nos hace vivir en comunión eterna con Él. Una característica fundamental del cristiano es el sentido de la espera palpitante del encuentro final con Dios. Lo hemos reafirmado hace poco en el Salmo Responsable: «Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?» (42,3). Son palabras poéticas que expresan de manera conmovedora nuestra espera vigilante y sedienta del amor, de la belleza, de la felicidad y de la sabiduría de Dios.
Estas palabras del Salmo se habían quedado grabadas en el alma de nuestros hermanos cardenales y obispos que hoy recordamos: nos han dejado después de haber servido a la Iglesia y al pueblo que se les confió con la mirada puesta en la eternidad. Por tanto, damos gracias por su servicio generoso al Evangelio y a la Iglesia, al mismo tiempo que nos parece oírles repetir con el Apóstol: «La esperanza no defrauda» (Rm 5,5). Sí, no defrauda. Dios es fiel y nuestra esperanza en Él no es inútil. Invoquemos para ellos la intercesión materna de María Santísima, para que participen en el banquete eterno, que con fe y amor gustaron ya durante su peregrinación terrena.
EL PAPA DENUNCIA A LAS AUTORIDADES "CIVILES O ECLESIÁSTICAS" QUE "LLEVAN UNA DOBLE VIDA"
Francisco: "Si la autoridad se ejerce mal, se vuelve opresiva y crea un clima de desconfianza y hostilidad"
"Los discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, sino tener una actitud de hermanos"
Jesús Bastante, 05 de noviembre de 2017 a las 12:13
El Papa Francisco, hoy, en el AngelusRD
No debemos considerarnos superiores a los demás; la modestia es esencial para una existencia que quiere estar conforme a las enseñanzas de Jesús, que es manso y humilde de corazón
(Jesús Bastante).- Modestia frente a apariencia, hermandad frente a sentido de superioridad, autoridad contra autoritarismo. Estas fueron las claves de las palabras del Papa Francisco en el Angelus de este mediodía, en el que criticó con dureza a "las autoridades que exigen a los demás que hagan cosas justas, que ellos no practican en primera persona". Esas autoridades, "civiles o eclesiásticas", que "llevan una doble vida". Hacía frío, y viento, en Roma, pero ello no fue óbice para que decenas de miles de fieles se agolparan en la plaza de San Pedro para escuchar a Bergoglio. Muchas pancartas movidas al aire, muchos 'Tu es Petrus' frente a las críticas solapadas de algunos. Algo así debió vivir Jesús en sus últimos días en Jerusalén, que fueron la base de la catequesis papal.
"El Evangelio de hoy está ambientado en los últimos días de la vida de Jesús, en Jerusalén", comenzó el Papa. "Días de expectativas, pero también de tensión". Momentos en los que Jesús se dirige a los escribas y a los fariseos, a los que "critica con dureza"; y también horas en las que "deja importantes consejos para los cristianos de todo tiempo. También para hoy".
Así, Jesús denunciaba cómo a escribas y fariseos "les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros". Frente a esta actitud, el Papa recordó que "los discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o supremacía, sino que entre nosotros debe haber una actitud de hermanos".
"Si hemos recibido cualidades de nuestro Padre Celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, -y no aprovecharlas para nuestra satisfacción personal", añadió Francisco, quien insistió en la necesidad de evitar "el mal ejercicio de la autoridad", que "crea un clima de desconfianza y hostilidad"
Por contra, "la autoridad debería tomar precisamente su fuerza del buen ejemplo, que sirva para ayudar a los demás a practicar lo que es justo y debido, y sostener en las pruebas a quienes se encuentran en el camino del bien".
"No debemos considerarnos superiores a los demás; la modestia es esencial para una existencia que quiere estar conforme a las enseñanzas de Jesús, que es manso y humilde de corazón", concluyó Francisco.
Palabras del Francisco antes del Angelus
Queridos hermanos y hermanas: ¡buenos días!
El Evangelio de hoy (Mt 23: 1-12) está ambientado en los últimos días de la vida de Jesús en Jerusalén; días cargados de expectativas y tensiones. Por un lado, Jesús dirige severas críticas a los escribas y los fariseos, y por el otro, realiza importantes entregas a los cristianos de todos los tiempos, por lo tanto también a nosotros.
Él le dice a la multitud: «En la cátedra de Moisés, se han sentado los escribas y los fariseos» Ustedes hagan y cumplan lo que ellos digan». Esto para hacer entender que ellos tienen la autoridad para enseñar lo que es conforme a la ley de Dios. Sin embargo, inmediatamente después, Jesús añade: «pero no los imiten; porque dicen y no hacen. (V 2- 3). Un defecto frecuente en quienes tienen una autoridad, es exigir de los demás cosas, inclusive justas, pero que ellos no practican en primera persona. Jesús dice: «Atan fardos pesados, difíciles de llevar, y se los cargan en la espalda a la gente, mientras ellos se niegan a moverlos con el dedo» (v. 4). Esta actitud es un mal ejercicio de la autoridad, que en cambio debería tomar su principal fuerza precisamente del buen ejemplo, para ayudar a otros a practicar lo que es justo y debido, sosteniéndolos en las pruebas que se encuentran en el camino del bien. La autoridad es una ayuda, pero si se ejerce mal, se vuelve opresiva, no permite que la gente crezca y crea un clima de desconfianza y hostilidad.
Jesús denuncia abiertamente algunos comportamientos negativos de los escribas y fariseos: «Les gusta ocupar los primeros puestos en las comidas y los primeros asientos en las sinagogas; que los salude la gente por la calle y los llamen maestros » (vv.6-7). Esta es una tentación que corresponde a la soberbia humana y que no siempre es fácil de vencer.
Luego, Jesús realiza las entregas a sus discípulos: «Ustedes no se hagan llamar maestros, porque uno solo es su maestro, mientras que todos ustedes son hermanos [...] Ni se llamen jefes, porque solo tienen un jefe que es el Mesías. El mayor de ustedes que se haga servidor de los demás» (vv. 8-11).
Nosotros, los discípulos de Jesús no debemos buscar títulos de honor, de autoridad o supremacía, porque debe haber una actitud fraternal entre nosotros. Todos somos hermanos y no debemos dominar a los demás de ninguna manera. Si hemos recibido cualidades de nuestro Padre Celestial, debemos ponerlas al servicio de los hermanos, y no aprovecharlas para nuestra satisfacción personal. No debemos considerarnos superiores a los demás; la modestia es esencial para una existencia que quiere estar conforme a las enseñanzas de Jesús, que es manso y humilde de corazón.
La Virgen María, «humilde y alta más que otras criatura» (Dante, Paradiso, XXXIII, 2), nos ayude con su intercesión maternal, a rehuir del orgullo y la vanidad, y a ser dóciles al amor que viene de Dios, para el servicio de nuestros hermanos y para su alegría, que también será la nuestra.
Saludos posteriores
"Ayer, en Indore, India, fue proclamada Beata Regina Mary Vattalil, religiosa de la Congregación de las Hermanas Franciscanas Clarisas, asesinada por su fe cristiana en 1995", dijo el Santo Padre. "La hermana Vattalil dio testimonio de Cristo en el amor y la mansedumbre, y se une a la larga fila de mártires de nuestro tiempo. Su sacrificio es una semilla de fe y paz, especialmente en tierra india".
Asimismo el Pontífice saludó a varios grupos de peregrinos, en particular los provenientes de Gomel, Bielorussia, los miembros del "Centro Académico Romano Fundación" de Madrid, los fieles de Valencia, Murcia y Torrente en España, así como a las religiosas Hermanas de la Divina Providencia que celebran los 175 años de la fundación de su Instituto. "Saludo al coro juvenil italiano Los polifónicos de Trento, la coral de las ciudades italianas de Candiana, Maser y Bagnoli di Sopra; y a los participantes del Festival de música y arte sacra, llegados de varios países, los fieles de Altamura, de Guidonia y de la parroquia de San Lucas en Roma", concluyó el Pontífice deseando a todos un buen domingo y recordando su petición de rezar por él: "¡Buen almuerzo y hasta pronto!".