Cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Evangelio según San Lucas 18,1-8. 


Jesús enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: 
"En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres; 
y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. 
Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, 
pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". 
Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. 
Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? 
Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?". 


Mártires Salesas

Las siete hermanas mártires

Sor Gabriela; Sor Teresa María; Sor Josefa María; Sor Ángela; Sor Inés; Sor Engracia; Sor Cecilia (Monjas de la Visitación de Santa María [fundación Salesas])

La siete oyeron un día la «llamada» a la Visitación y dijeron que Sí a Cristo y día a día en el silencio del claustro fueron viviendo su entrega. Ocultas a los ojos de los hombres, pero llevando en su corazón las preocupaciones y sufrimientos de todos ellos en constante oración y sacrificio, fueron gastando su existencia en bien de la Iglesia.

«Desde aquí se puede ser misionera aprovechando todos los instantes de una vida de inmolación y sacrificio.»  « Todo por su amor, su gloria, las almas» Este es el motivo de su entrega. « Junto a Dios todo se transforma, todo cambia de aspecto... ¡vivir en estrecha unión con Jesús nuestro Dios, nuestro todo!  ¡Que dicha, qué felicidad tan grande!  ¡Pobrecitos los que aún no saben que existe!  Pero todo lo que tengamos... lo daremos para ellos...»    

(extracto de sus escritos) Verano de 1936. Está a punto de estallar la guerra. Alarmas, inquietudes... El riesgo es grande porque intentan incendiar el Monasterio de la Visitación de Santa María. Cómo vírgenes prudentes sale de él refugiándose en un bajo semi-sótano que se convierte en una pequeña catacumba donde suben incesantemente al Señor sus ardientes súplicas  y constante oración.

El hecho de vivir varias mujeres juntas y oyéndolas rezar, infunde sospechas de su estado religioso que origina la persecución... Algunos de sus familiares les suplican que vayan con ellos. El portero de la finca se ofrece a ponerlas a salvo una a una ... pero no aceptan. « Queremos seguir reunidas, dispuestas a sufrir todo lo que el Señor permita, felices y contentas de dar nuestra vida por Él « Su fe viva les hace ver la voluntad de Dios en el simple consejo de su Superiora que le había insinuado que, mientras fuera posible no se separan:

Ø fe heroica en estas circunstancias
Ø fiel ante la prueba
Ø inconmovible a la vida del martirio.

«Hemos prometido ante Jesús las siete juntas, no separarnos» Fraternidad exquisita exenta de todo egoísmo, no queriendo dejar a las otras para salvarse cada una a sí misma, y tampoco comprometer a los demás. Amor a su vocación al no aceptar estas ofertas, continuando en la observancia de su vida religiosa con mayor sacrificio... Con paz, serenidad y alegría. Disposición de ánimo tan notoria en todas que admiró a cuantos las visitaron.« El hará de nosotras lo que más convenga» Abandonadas a El permanecen tranquilas.

El Padre Vargas Zúñiga S.J. que tuvo contacto con cada una de ellas se expresa así: « Fui testigo presencial de la santa vida que llevaban estas religiosas en Manuel G. Longoria, 4. La confesé las dos últimas veces y pude admirar la fineza de sus almas y la serenidad de sus ánimos.» Dado su fervor anhelan el martirio y hasta lo esperan con júbilo y deseo de la salvación de las almas: «¡Jesús mío, cuanto antes! « ¡Si por nuestra sangre se salvara España!» Acostumbradas a ver a Dios en las personas y acontecimientos exclaman ante el peligro inminente: « El Señor nos anuncia el martirio «... No miran a las criaturas; se sienten llamadas por Dios a la suprema entrega del amor: dar la vida. « Estamos esperando que de un momento a otro vengan a buscarnos en nombre de Dios.» Una noche de oración templa sus almas.

Están preparadas; sus lámparas bien encendidas con el óleo de la fe y el fuego de la caridad. Pronto darán la mayor prueba de ella. Ansían este momento y crece el deseo a medida que se acerca, dando gracias a Dios al ver llegada la hora. Al dirigirse al camión que las conduce al martirio, las siete, con gran entereza y serenidad proclaman valientemente su fe haciendo la señal de la cruz ante el alboroto de cuantos presencian su marcha.

Apenas llegadas a un descampado, acribilladas a balazos rubrican con su sangre el último y generoso Sí de su entrega. Hna. M.a  Cecilia al sentir que se desploma Hna. M.a  Gabriela a la que va tomada de la mano, instintivamente huye aterrorizada, pero bien pronto se entregará diciendo:    

«Soy religiosa « En la checa lo repetirá a amigos y enemigos... Anima a sus compañeras de prisión a sufrir por Dios, edificándolas por su paciencia y unión a la voluntad divina.

Cinco días después, 23 noviembre seguirá las huellas de sus Hermanas dando la vida por Cristo. ¿Cuántas almas habrán sentido el influjo de esta entrega?

Oración

A la Virgen le  pide la  H. Teresa M.a:

«Dame un alma de apóstol puedes si quieres Tú, que de los Apóstoles la Reina eres. Haz tú, que mi humilde Vida escondida Me inmole por las almas Con alegría. Que con los ojos fijos En mi Jesús, Por su gloria y sus almas Viva en la cruz. Que oculta, silenciosa Y anonadada, Cual la hostia que recibo Cada mañana, Tan solo Jesús sepa Que cada día Me inmolo por las almas Con alegría».

¡Corazón amorosísimo de Jesús! Que quisiste elegir en tu amada Visitación siete Hermanas dichosísimas que derramaran su sangre y dieran por ti su vida. Dígnate glorificar a tus siervas escuchando nuestros ruegos y concediéndonos la gracia que te pedimos por su intercesión, si es para tu mayor gloria y bien de nuestras almas. Amén Se rezará tres veces el Gloria Patri en honor de la Stma. Trinidad. ¡Sagrado Corazón de Jesús en Vos confío!

Monasterio de la Visitación; Champagnat S/n Ciudad de Pilar; Buenos Aires; Argentina

San Juan Clímaco (c. 575-c. 650), monje en el Monte Sinaí La Santa Escala

Dios, único maestro de la oración

La oración es, en cuanto a su naturaleza, la conversación y la unión del hombre con Dios y, en cuanto a su eficacia, la conservación del mundo y su reconciliación con Dios, un puente elevado para  pasar por encima las tentaciones, una muralla contra las tribulaciones, la extinción de las guerras, la alegría futura, la actividad que no cesa jamás, la fuente de las gracias, el proveedor de los carismas, un progreso invisible, el alimento del alma, la iluminación del espíritu, el hacha que cercena la desesperanza, el destierro de la tristeza, la reducción de la cólera, el espejo del progreso, la manifestación de nuestra medida, la prueba del estado de nuestra alma, la revelación de las cosas futuras, el anuncio seguro de la gloria. 



Sé valiente, y tendrás a Dios mismo como maestro de la oración. Es imposible aprender a ver tales cosas por medio de palabras puesto que ver es un efecto de la naturaleza. Asimismo, es imposible aprender la belleza de la oración a través de la enseñanza de otro. La oración sólo se aprende orando y tiene a Dios por maestro, Él que enseña al hombre la ciencia,… que otorga el don de la oración a aquel que ora, y que bendice los años del justo.

Dedicación de las Basílicas de San Pedro y San Pablo

Fiesta, 18 de noviembre 


Dedicación de las basílicas de los santos Pedro y Pablo, apóstoles. La primera de ellas fue edificada por el emperador Constantino sobre el sepulcro de san Pedro en la colina del Vaticano, y al deteriorarse por el paso de los años fue reconstruida con mayor amplitud y de nuevo consagrada en este mismo día de su aniversario. La otra, edificada por los emperadores Teodosio y Valentiniano en la vía Ostiense, después de quedar aniquilada por un lamentable incendio fue reedificada en su totalidad y dedicada el diez de diciembre. Con su común conmemoración se quiere significar, de algún modo, la fraternidad de los apóstoles y la unidad en Iglesia (1626; 1854).

La actual Basílica de San Pedro en Roma fue consagrada por el Papa Urbano Octavo el 18 de noviembre de 1626, aniversario de la consagración de la Basílica antigua.

La construcción de este grandioso templo duró 170 años, bajo la dirección de 20 Sumos Pontífices. Está construida en la colina llamada Vaticano, sobre la tumba de San Pedro.

Allí en el Vaticano fue martirizado San Pedro (crucificándolo cabeza abajo) y ahí mismo fue sepultado. Sobre su sepulcro hizo construir el emperador Constantino una Basílica, en el año 323, y esa magnífica iglesia permaneció sin cambios durante dos siglos. Junto a ella en la colina llamada Vaticano fueron construyéndose varios edificios que pertenecían a los Sumos Pontífices. Durante siglos fueron hermoseando cada vez más la Basílica.

Cuando los Sumos Pontífices volvieron del destierro de Avignon el Papa empezó a vivir en el Vaticano, junto a la Basílica de San Pedro (hasta entonces los Pontífices habían vivido en el Palacio, junto a la Basílica de Letrán) y desde entonces la Basílica de San Pedro ha sido siempre el templo más famoso del mundo.

La Basílica de San Pedro mide 212 metros de largo, 140 de ancho, y 133 metros de altura en su cúpula. Ocupa 15,000 metros cuadrados. No hay otro templo en el mundo que le iguale en extensión.

Su construcción la empezó el Papa Nicolás V en 1454, y la terminó y consagró el Papa Urbano VIII en 1626 (170 años construyéndola). Trabajaron en ella los más famosos artistas como Bramante, Rafael, Miguel Angel y Bernini. Su hermosura es impresionante.

Hoy recordamos también la consagración de la Basílica de San Pablo, que está al otro lado de Roma, a 11 kilómetros de San Pedro, en un sitio llamado "Las tres fontanas", porque la tradición cuenta que allí le fue cortada la cabeza a San Pablo y que al cortársela cayó al suelo y dio tres golpes y en cada golpe salió una fuente de agua (y allí están las tales tres fontantas).

La antigua Basílica de San Pablo la habían construido el Papa San León Magno y el emperador Teodosio, pero en 1823 fue destruida por un incendio, y entonces, con limosnas que los católicos enviaron desde todos los países del mundo se construyó la nueva, sobre el modelo de la antigua, pero más grande y más hermosa, la cual fue consagrada por el Papa Pío Nono en 1854. En los trabajos de reconstrucción se encontró un sepulcro sumamente antiguo (de antes del siglo IV) con esta inscripción: "A San Pablo, Apóstol y Mártir".

Estas Basílicas nos recuerdan lo generosos que han sido los católicos de todos los tiempos para que nuestros templos sean lo más hermoso posible, y cómo nosotros debemos contribuir generosamente para mantener bello y elegante el templo de nuestro barrio o de nuestra parroquia.


El encuentro de los corazones

Santo Evangelio según San Lucas 18, 1-8. Sábado XXXII del tiempo ordinario.



En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, por favor enséñame a disfrutar cada momento de unión contigo a través de mi humilde oración.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En determinadas ocasiones, es muy fácil decir que no sabemos qué nos pide Dios, inclusive afirmamos, que no le oímos, o peor aún que no nos habla, pero ¿qué tanto nos preparamos para entablar un diálogo de corazón a corazón con Aquél que nos ama? ¿Qué tanto le buscamos? ¿Qué tanto insistimos en el momento de pedir algo? ¿Nos hemos preguntado, alguna vez, si realmente pedimos aquello que necesitamos? ¿Aquello que verdaderamente nos conviene?

Gran enseñanza nos quiere dar Jesús mediante esta parábola, pues quiere disponer nuestro corazón para tener un verdadero encuentro con Él. Quiere que hagamos la experiencia de unos hijos que sienten en su corazón la necesidad de pedir y agradecer a un Padre que está siempre a la escucha de sus pequeños. En todo momento y ante cualquier circunstancia, sea buena o sea mala, el Señor está a la escucha. Lo que no comprendemos muchas veces, es que hay ocasiones en las cuales el Señor ve que lo que pedimos no es conveniente para nosotros, o puede pasar que no insistimos suficiente, quizá sea que nos falta paciencia, esa paciencia de la cual hablaba santa Teresa "Confianza y fe viva, mantenga el alma, que quien cree y espera, todo lo alcanza". Pues Dios, que es un gran Padre y no descuida a ninguno de sus hijos no es ajeno a aquello que le pidamos desde el fondo de nuestro corazón.

No dudemos jamás y no nos cansemos de pedir, pues la esperanza debe de ser esa flama viva que alimenta nuestra confianza a través de la oración, pidámosle ante todo al Señor que nos enseñe a orar, pues como nos recuerda constantemente el Papa Francisco: "Es necesario orar siempre y sin desanimarse".

Como Jesús en Getsemaní, tenemos que orar confiándolo todo al corazón del Padre, sin pretender que Dios se amolde a nuestras exigencias, modos o tiempos, esto provoca cansancio o desánimo, porque nos parece que nuestras plegarias no son escuchadas. Si, como Jesús, confiamos todo a la voluntad del Padre, el objeto de nuestra oración pasa a un segundo plano, y se manifiesta lo verdaderamente importante: nuestra relación él. Este es el efecto de la oración, transformar el deseo y modelarlo según la voluntad de Dios, aspirando sobre todo a la unión con él, que sale al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso.
(Catequesis de S.S. Francisco, 25 de mayo de 2016.).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy dialogaré con Jesús sobre todo aquello que llevo en mi corazón. Sea bueno, sea malo, lo dejaré en sus manos y tendré la esperanza y la certeza de que serán oídas con mucho amor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!

¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.

Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Amén.

 
Sin la oración, la fe se tambalea

El Papa explica cómo la oración nos ayuda a conservar la fe y la confianza en Dios.



Ciudad del Vaticano (AICA): “¡La oración no es una varita mágica! Ésta nos ayuda a conservar la fe en Dios y a confiar en Él incluso cuando no comprendemos su voluntad”, expresó el papa Francisco, en la audiencia general del pasado miércoles, 25 de mayo 2016, continuando su ciclo de catequesis sobre la misericordia en la Sagrada Escritura. El Papa recordó que “es necesario orar siempre sin desanimarse”; por lo tanto, no se trata de orar algunas veces, solo cuando tengo ganas¨. ¨No, subrayó Francisco, Jesús nos enseña que se necesita orar siempre sin desanimarse¨.

“¡La oración no es una varita mágica! Ésta nos ayuda a conservar la fe en Dios y a confiar en Él incluso cuando no comprendemos su voluntad”, expresó el papa Francisco



El pontífice reflexionó sobre la necesidad de rezar siempre, sin desfallecer, porque la oración mantiene la fe y la relación con Dios. Para explicarlo recurrió a la parábola de la viuda y el juez que narra el evangelio de san Lucas. 



Las viudas, los huérfanos y los extranjeros eran los grupos más desvalidos de la sociedad; los derechos que la ley les otorgaba podían ser pisoteados fácilmente porque, siendo en general personas solas e indefensas, no contaban con nadie que hiciera valer sus razones. Los jueces, según la tradición bíblica, debían ser hombres temerosos de Dios, imparciales e incorruptibles. Pero el juez al que recurre la viuda de la parábola para tener justicia no lo era, “ni temía a Dios, ni respetaba a nadie”, dice el texto. La única arma de la mujer es su perseverancia, su importunar al alto personaje para que la escuche. Y lo consigue. Al final, el juez accede a sus peticiones, no porque esté movido por la misericordia, ni porque se lo dicte la conciencia; simplemente admite: "Como esta viuda me importuna constantemente, le haré justicia para que no me moleste más”. 



“De esta parábola -dijo Francisco- Jesús saca una doble conclusión: si la viuda, con su insistencia consiguió obtener de un juez injusto lo que necesitaba, cuanto más Dios que es nuestro padre, bueno y justo, hará justicia a los que se lo pidan con perseverancia y además sin tardar. Por eso, Jesús nos exhorta a rezar "sin desfallecer". Todos atravesamos por momentos de fatiga y desánimo, especialmente cuando nuestras oraciones parecen ineficaces. Pero Jesús nos asegura que a diferencia del juez injusto Dios responde con prontitud a sus hijos, aunque esto no quiere decir que lo haga en el tiempo y la forma que nos gustaría. ¡La oración no es una varita mágica! Ayuda a mantener la fe en Dios y confiar en Él, incluso cuando no entendemos su voluntad”. 



Jesús mismo, que rezaba tanto, sirve de ejemplo. “El objeto de la oración -explicó el Papa- pasa al segundo plano porque lo que importa por encima de todo es la relación con el Padre. Esto es lo que hace la oración: transforma el deseo y lo moldea según la voluntad de Dios, cualquiera que sea, porque quien reza aspira en primer lugar a la unión con Dios que es amor misericordioso”. 



La parábola termina con una pregunta: "Cuando el Hijo del hombre venga, ¿encontrará fe en la tierra?". “Y con esta pregunta estamos todos advertidos: no hay que desistir de la oración, incluso si no es correspondida. La oración mantiene la fe, sin ella la fe se tambalea, dijo el Papa al final de su catequesis.

 

Texto completo de la catequesis del Papa Francisco 



Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 



La parábola evangélica que apenas hemos escuchado (Cfr. Lc 18, 1-8) contiene una enseñanza importante: «que es necesario orar siempre sin desanimarse» (v. 1). Por lo tanto, no se trata de orar algunas veces, cuando tengo ganas. No, Jesús dice que se necesita «orar siempre sin desanimarse». Y pone el ejemplo de la viuda y el juez. 



El juez es un personaje poderoso, llamado a emitir sentencias basándose en la Ley de Moisés. Por esto la tradición bíblica exhortaba que los jueces sean personas timoratas de Dios, dignas de fe, imparciales e incorruptibles (Cfr. Ex 18,21). Nos hará bien escuchar esto también hoy, ¡eh! Al contrario, este juez «no temía a Dios ni le importaban los hombres» (V. 2). Era un juez perverso, sin escrúpulos, que no tenía en cuenta a la Ley pero hacía lo que quería, según sus intereses. A él se dirige una viuda para obtener justicia. Las viudas, junto a los huérfanos y a los extranjeros, eran las categorías más débiles de la sociedad. Sus derechos tutelados por la Ley podían ser pisoteados con facilidad porque, siendo personas solas e indefensas, difícilmente podían hacerse valer: una pobre viuda, ahí, sola, nadie la defiende, podían ignorarla, incluso no hacerle justicia; así también el huérfano, así el extranjero, el migrante. ¡Lo mismo! En aquel tiempo era muy fuerte esto. Ante la indiferencia del juez, la viuda recurre a su única arma: continuar insistentemente en fastidiarlo presentándole su pedido de justicia. Y justamente con esta perseverancia alcanza su objetivo. El juez, de hecho, en cierto momento la compensa, no porque es movido por la misericordia, ni porque la conciencia se lo impone; simplemente admite: «Pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme» (v. 5). 



De esta parábola Jesús saca una doble conclusión: si la viuda ha logrado convencer al juez deshonesto con sus pedidos insistentes, cuanto más Dios, que es Padre bueno y justo, «hará justicia a sus elegidos, que claman a Él día y noche»; y además no «les hará esperar por mucho tiempo», sino actuará «rápidamente» (vv. 7-8). 



Por esto, Jesús exhorta a orar “sin desfallecer”. Todos sentimos momentos de cansancio y de desánimo, sobre todo cuando nuestra oración parece ineficaz. Pero Jesús nos asegura: a diferencia del juez injusto, que Dios escucha rápidamente a sus hijos, aunque esto no significa que lo haga en los tiempos y en los modos que nosotros quisiéramos. ¡La oración no es una varita mágica! ¡No es una varita mágica! Ésta nos ayuda a conservar la fe en Dios y a confiar en Él incluso cuando no comprendemos su voluntad. En esto, Jesús mismo – ¡que oraba tanto! – nos da el ejemplo. La Carta a los Hebreos recuerda que – así dice – «Él dirigió durante su vida terrena súplicas y plegarias, con fuertes gritos y lágrimas, a aquel que podía salvarlo de la muerte, y fue escuchado por su humilde sumisión» (5,7). A primera vista esta afirmación parece inverosímil, porque Jesús ha muerto en la cruz. No obstante la Carta a los Hebreos no se equivoca: Dios de verdad ha salvado a Jesús de la muerte dándole sobre ella la completa victoria, pero ¡el camino recorrido para obtenerla ha pasado a través de la misma muerte! La referencia a la súplica que Dios ha escuchado se refiere a la oración de Jesús en el Getsemaní. Invadido por la angustia oprimente, Jesús pide al Padre que lo libere del cáliz amargo de la pasión, pero su oración está empapada de la confianza en el Padre y se encomienda sin reservas a su voluntad: «Pero – dice Jesús – no se haga mi voluntad, sino la tuya» (Mt 26,39). El objeto de la oración pasa a un segundo plano; lo que importa antes de nada es la relación con el Padre. Es esto lo que hace la oración: transforma el deseo y lo modela según la voluntad de Dios, cualquiera que esa sea, porque quien ora aspira ante todo a la unión con Dios, que es Amor misericordioso. 



La parábola termina con una pregunta: «Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?» (v. 8). Y con esta pregunta estamos todos advertidos: no debemos desistir de la oración aunque no sea correspondida. ¡Es la oración que conserva la fe, sin ella la fe vacila! Pidamos al Señor una fe que se haga oración incesante, perseverante, como aquella de la viuda de la parábola, una fe que se nutre del deseo de su llegada. Y en la oración experimentamos la compasión de Dios, que como un Padre va al encuentro de sus hijos lleno de amor misericordioso. ¡Gracias!. (Traducción del italiano, Renato Martinez – Radio Vaticano)+
 
Novena a la Virgen de la Medalla Milagrosa

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a su fiesta (18 al 26 de noviembre)
Por: Devocionario Católico | Fuente: www.devocionario.com 



Oración preparatoria

Virgen y Madre Inmaculada, mira con ojos misericordiosos al hijo que viene a Ti, lleno de confianza y amor, a implorar tu maternal protección, y a darte gracias por el gran don celestial de tu bendita Medalla Milagrosa.

Creo y espero en tu Medalla, Madre mía del Cielo, y la amo con todo mi corazón, y tengo la plena seguridad de que no me veré desatendido. Amén.

Leer la reflexión del día correspondiente.

Oraciones finales

Después de unos momentos de pausa para meditar el punto leído y pedir la gracia o gracias que se deseen alcanzar en esta Novena, se terminará rezando:

Acordaos, ¡oh piadosísima Virgen María!, que jamás se ha oído decir que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando vuestro auxilio, haya sido desamparado. Animado por esta confianza, a Vos acudo, oh Madre, Virgen de las vírgenes, y gimiendo bajo el peso de mis pecados me atrevo a comparecer ante Vos. Oh madre de Dios, no desechéis mis súplicas, antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Rezar tres avemarías con la jaculatoria: OH MARÍA, SIN PECADO CONCEBIDA, ROGAD POR NOSOTROS QUE RECURRIMOS A VOS.

*  *  *
Día primero
Comenzar con la oración preparatoria.
En una medianoche iluminada con luz celeste como de Nochebuena -la del 18 de julio de 1830- aparecióse por primera vez la Virgen Santísima a Santa Catalina Labouré, Hija de la Caridad de San Vicente de Paúl.
Y le habló a la santa de las desgracias y calamidades del mundo con tanta pena y compasión que se le anudaba la voz en la garganta y le saltaban las lágrimas de los ojos.
¡Cómo nos ama nuestra Madre del Cielo! ¡Cómo siente las penas de cada uno de sus hijos! Que tú recuerdo y tu medalla, Virgen Milagrosa, sean alivio y consuelo de todos los que sufren y lloran en desamparo.
* * *
Día segundo
Comenzar con la oración preparatoria.
En su primera aparición, la Virgen Milagrosa enseñó a Santa Catalina la manera como había de portarse en las penas y tribulaciones que se avecinaban.
"Venid al pie de este altar -decíale la celestial Señora-, aquí se distribuirán las gracias sobre cuantas personas las pidan con confianza y fervor, sobre grandes y pequeños."
Que la Virgen de la santa medalla y Jesús del sagrario sean siempre luz, fortaleza y guía de nuestra vida.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
* * *
Día tercero
Comenzar con la oración preparatoria.
En sus confidencias díjole la Virgen Milagrosa a Sor Catalina: "Acontecerán no pequeñas calamidades. El peligro será grande. Llegará un momento en que todo se creerá perdido. Entonces yo estaré con vosotros: tened confianza..."
Refugiémonos en esta confianza, fuertemente apoyada en las seguridades que de su presencia y de su protección nos da la Virgen Milagrosa. Y en las horas malas y en los trances difíciles no cesemos de invocarla: "Auxilio de los cristianos, rogad por nosotros".
Meditar y terminar con las oraciones finales.
* * *
Día cuarto
Comenzar con la oración preparatoria.
En la tarde del 27 de noviembre de 1830, baja otra vez del Cielo la Santísima Virgen para manifestarse a Santa Catalina Labouré.
De pie entre resplandores de gloria, tiene en sus manos una pequeña esfera y aparece en actitud extática, como de profunda oración. Después, sin dejar de apretar la esfera contra su pecho, mira a Sor Catalina para decirle: "Esta esfera representa al mundo entero.., y a cada persona en particular".
Como el hijo pequeño en brazos de su madre, así estamos nosotros en el regazo de María, muy junto a su Corazón Inmaculada. ¿Podría encontrarse un sitio más seguro?
Meditar y terminar con las oraciones finales.
* * *
Día quinto
Comenzar con la oración preparatoria.
De las manos de María Milagrosa, como de una fuente luminosa, brotaban en cascada los rayos de luz. Y la Virgen explicó: "Es el símbolo de las gracias que Yo derramo sobre cuantas personas me las piden", haciéndome comprender -añade Santa Catalina- lo mucho que le agradan las súplicas que se le hacen, y la liberalidad con que las atiende.
La Virgen Milagrosa es la Madre de la divina gracia que quiere confirmar y afianzar nuestra fe en su omnipotente y universal mediación. ¿Por qué, pues, no acudir a Ella en todas nuestras necesidades?.
Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *
Día sexto
Comenzar con la oración preparatoria.
Como marco "¡Oh María, sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a Vos!".
Y enseguida oyó una voz que recomendaba llevar la medalla y repetir a menudo aquella oración-jaculatoria, y prometía gracias especiales a los que así lo hiciesen.
¿Dejaremos nosotros de hacerlo?. Sería imperdonable dejar de utilizar un medio tan fácil de aseguramos en todo momento el favor de la Santísima Virgen.
Meditar y terminar con las oraciones finales.

* * *
Día séptimo
Comenzar con la oración preparatoria.
Nuestra Señora ordenó a Sor Catalina que fuera acuñada una medalla según el modelo que Ella misma le había diseñado.
Después le dijo: "Cuantas personas la lleven, recibirán grandes gracias que serán más abundantes de llevarla al cuello y con confianza".
Esta es la Gran Promesa de la Medalla Milagrosa. Agradezcámosle tanta bondad, y escudemos siempre nuestro pecho con la medalla que es prenda segura de la protección de María.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
* * *
Día octavo
Comenzar con la oración preparatoria.
Fueron tantos y tan portentosos los milagros obrados por doquier por la nueva medalla (conversiones de pecadores obstinados, curación de enfermos desahuciados, hechos maravillosos de todas clases) que la voz popular empezó a denominarla con el sobrenombre de la medalla de los milagros, la medalla milagrosa; y con este apellido glorioso se ha propagado rápidamente por todo el mundo.
Deseosos de contribuir también nosotros a la mayor gloria de Dios y honor de su Madre Santísima, seamos desde este día apóstoles de su milagrosa medalla.
Meditar y terminar con las oraciones finales.
* * *
Día noveno
Comenzar con la oración preparatoria.
Las apariciones de la Virgen de la Medalla Milagrosa constituyen indudablemente una de las pruebas más exquisitas de su amor maternal y misericordioso.
Amemos a quien tanto nos amó y nos ama. "Si amo a María -decía San Juan Bérchmans- tengo asegurada mi eterna salvación".
Como su feliz vidente y confidente, Santa Catalina Labouré, pidámosle cada día a Nuestra Señora, la gracia de su amor y de su devoción.
Meditar y terminar con las oraciones finales.

Cómo ser Santos en las cosas pequeñas e insignificantes

El ser santos no está en la grandeza de nuestras acciones, sino en la pureza de la intención


Para poder guiarte en tu propio proceso de conversión y llegar a la santidad a través de cosas que nos parecen pequeñas e insignificantes, voy a dejarte por aquí algunos ejemplos bíblicos que te servirá de apoyo en este propósito.

1.- La ofrenda de la viuda pobre

Mientras Jesús observaba en la entrada del templo el dinero en la caja del tesoro, no prestaba mucha atención a los ricos y a las grandes cantidades que dejaban. Realmente lo que querían era ser vistos y aplaudidos por su ostentosa y abundante ofrenda.
Luego una pobre viuda dejó unas cuantas monedas en la caja que apenas y alcanzaban para algo. Ésta fue la persona que Jesús miró con gran amor y aprobación. ¿Por qué? No por la sustancia económica de su ofrenda – apenas y era algo. Sino que Jesús leyó las profundidades de su corazón. Ella estaba dando generosamente todo lo que tenía para vivir.

Mensaje de reflexión

El hombre puede ver y juzgar basado en puras apariencias, pero Jesús lee los movimientos internos del corazón humano.

Lo que usualmente es digno de alabanza a los ojos del mundo, Jesús lo desprecia. Por el contrario, lo que el mundo considera insignificante, Jesús lo aprueba y alaba grandemente.

2.- Santa Teresa y las tareas ordinarias

Santa Teresa y su Pequeño Camino puede ser nuestro camino hacia la santidad.

La santidad no depende simplemente de la grandeza de nuestras acciones, sino de la intensidad del amor que acompaña a la acción.

En otras palabras, el secreto para la santidad es hacer las cosas ordinarias de la vida diaria con un amor extraordinario todos los días. ¡Ésa es la clave!

Santa Teresa decía:

"Recoge un alfiler por amor a Dios y salvarás un alma".

Recoger un alfiler, hablando físicamente, no es gran cosa. Sin embargo, si la acción es realizada en la Presencia de Dios, por la intención de agradar a Dios con gran pureza, entonces tiene un valor infinito a los ojos de Dios.

La mayoría de nosotros no estamos involucrados en tareas monumentales o monolíticas que aparecerán en las portadas de los periódicos más famosos del mundo. Por el contrario, muchas de nuestras acciones son las más ordinarias y mundanas. Pero pueden tener un valor infinito si conocemos el secreto de ofrecerlas a Dios.

3.- Una madre trabajando con alegría y amor

La mayoría de las actividades normales de una ama de casa no aparecen en el periódico ni en el noticiero de las 6:00 p.m. Barrer el piso, sacar la basura, hacer las compras, preparar y servir comidas y luego limpiar los sartenes y platos, todas estas actividades son la gloriosa rutina de las amas de casa y de las madres.

Si la madre realiza todo esto con una actitud de quejas, con el ceño fruncido y haciendo el papel de víctima, entonces sus méritos a los ojos de Dios son reducidos a casi nada.

Sin embargo, si una madre se levanta en la mañana ofreciendo su día a Jesús a través del Inmaculado Corazón de María, dispuesta a ofrecer todo lo que hace para agradar a Dios, para santificar a su familia y salvar sus almas, entonces sus acciones tienen gran valor.

Lo que puede ser de valor infinito para la salvación entre las actividades diarias que realizamos son dos acciones e intenciones específicas. Realicemos nuestras actividades a través de la poderosa intercesión de María, “Obra maestra de la creación de Dios” y únamos nuestras acciones al Santo Sacrificio de la Misa.

4.- San Luis María y su amor por María

La importancia de ir a Jesús a través de la intercesión de María. María es un atajo hacia el Sagrado Corazón de Jesús.

San Luis de Montfort pinta esta imagen. Un hombre pobre quiere darle una manzana golpeada al Rey. No es posible que el pobre hombre tenga acceso al rey; y más aún el Rey no aceptará la manzana, menos golpeada. Sin embargo, si el pobre hombre conociera a la Reina, y la Reina tiene un aprecio verdadero por este pobre hombre, entonces la Reina aceptará la manzana, la limpiará, la pulirá y la pondrá en una bandeja dorada junto a una rosa. El Rey, que ama a la Reina, recibirá con mucho gusto la manzana; no por la calidad de la manzana, sino por la persona que le dio la manzana, su amada esposa, la Reina.

Por lo tanto, ¡para nosotros debe ser así también! Nuestas acciones son como la manzana. Casi siempre están manchadas o golpeadas por nuestro enorme amor propio y egoísmo.

Sin embargo, si podemos entregarnos a nosotros mismos y nuestras acciones a Jesús a través de las manos y el corazón de la Reina, entonces el Rey – Jesús, Rey de Reyes y Señor de Señores – no podrá negarse.

En otras palabras, María puede ennoblecer y santificar nuestras pequeñas acciones ¡Créelo!

5.- La Santa Misa como sacrificio

Debemos unir nuestras acciones e intenciones con Jesús en el Santo Sacrificio de la Misa.

Cada Santa Misa ofrecida tiene un valor infinito. ¿Por qué? Por la simple pero profunda razón de que Jesús se ofrece a sí mismo como Víctima de Expiación para el Padre. El Padre mira a Su Hijo y dice:

"Éste es mi Hijo amado en quien me complazco".

¡El Padre no puede negarle nada a Su Hijo!

¿Cómo traducir esto de lo místico a lo práctico? ¡No es tan complicado! Asistan a Misa, pero lleguen temprano. Permítanse 15 minutos. Abran sus corazones al máximo con una confianza infinita en Jesús, Su amor por el Padre, Su amor por ustedes y Su amor por el mundo entero. Al hacerlo, estarán poniendo todo lo que fueron, son y serán en el altar antes de que inicie la Misa.

Los días, actividades – dejen todo en el altar, absolutamente todo – no se guarden nada. La cocina, la limpieza, las peleas con tu hijo adolescente, tus peleas con tu pareja, tu miedo del futuro y las inseguridades del presente, tu leve dolor de cabeza y tu mente aturdida.

La clave es poner todo ante el altar antes de que inicie la Misa. Así se estarán ofreciendo a sí mismos y todo lo que han sido, son y serán a lo largo del día.

Cada detalle acerca de quién eres, tus deseos para tu familia y para ti, son de extrema importancia para Jesús. Nada se escapa del ojo amoroso de Jesús. Él conoce incluso cuántos cabellos tenemos en la cabeza y cuando uno se cae al piso.

El Señor Jesús se preocupa verdaderamente por el mundo entero y por todos y cada uno de nosotros individualmente.

Luego, cuando se ofrezca la Misa, especialmente durante la Consagración del Cuerpo y la Sangre, todo lo que pusieron sobre el altar será elevado al Trono Majestuoso del Padre Eterno en Su Hijo amado en quien Él se complace. A este Hijo, Él no puede negarle nada.

6.- La Misa del Padre Pio

Finalmente, y más importante aún, reciban la Sagrada Comunión en las profundidades de sus almas, como lo aconsejaba el Padre Pío

Si están bien dispuestos con un corazón ardiendo y lleno de amor por el Señor Jesús,habrá una explosión de gracias. Sus pequeñas acciones tendrán valor infinito porque aún la más pequeña de ellas fueron ofrecidas al Padre Eterno a través del amoroso Corazón de Jesús.

En resumen, aprendamos el arte de la santidad. No está en la grandeza de nuestras acciones, sino en la pureza de la intención.

Sin embargo, es de mucha importancia aprender a ofrecernos a nosotros mismos a Dios a través del puro e Inmaculado Corazón de María y a través de Jesús, la Víctima sin mancha ofrecida a Dios Padre en el Santísimo Sacrificio de la Misa.

 

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