Seguía a Jesús dando gloria a Dios

Evangelio según San Lucas 18,35-43. 

Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. 

Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. 

Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. 

El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". 

Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". 

Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: 

"¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". 

Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". 

En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. 

San Rafael de San José (José Kalinowski)

Se llamó José y nació en Vuna (Polonia) el  1/sept/1835 de noble familia.

Pasó su juventud entregado a la piedad  y al estudio, aunque después enfrió un poco en su  vida de piedad.
En 1853 ingresó en la carrera militar y  muy pronto escaló altos cargos en la misma, que desempeñó  con gran competencia.

Se entregó a las obras de piedad y  de caridad. Alejandro II de Rusia lo elogió grandemente. Se  levantó para defender a su patria y, apresado, llevó una  vida de mucha oración y penitencia.

Fue deportado a los campos  de Siberia, donde pasó en trabajos forzados cuatro años. Iba  madurando en la fe. Después fue confinado a otros campos  más benignos.

Sus compañeros quedaban admirados de su virtud, caridad y  paz. Le consultaban y acudían a él como a un  santo. Fue el preceptor del duque Augusto y le acompañó  a varias naciones de Europa.

A los 42 años dijo adiós  al mundo y pidió al provincial de Austria ser carmelita  teresiano (1877), cambiando su nombre por el de Rafael de  San José. En Polonia se ordenó sacerdote el 15/enero/1882.

Trabajó con  todas las fuerzas de su alma para extender su Orcien  en Polonia. Fue vice-maestro de novicios, prior y vicario provincial  y fundó el convento de Wadowice en 1892, donde desarrolló  un fecundo apostolado.

En esta ciudad nació en 1920 el papa  Juan Pablo II y por el afecto que sentía a  los carmelitas y la veneración de los restos de este  venerable carmelita, intentó Karol Woyti la, por dos veces, ser  religioso carmelita.
Murió santamente el 15/nov/1907.

El papa Juan Pablo II lo  beatificó en su misma patria el 22 de Junio de  1983.  Fue canonizado por el mismo Papa el 17  de noviembre de 1991 en la Basílica Vaticana.

Odas de Salomón (texto cristiano hebraico de principio del siglo II)  § 21

“Seguía a Jesús dando gloria a Dios”

Levanté los brazos al cielo, 
hacia la gracia del Señor. 
Echó lejos de mí mis cadenas; 
mi protector me ha elevado 
según su gracia y su salvación. 

Me despojé de la oscuridad 
y revestí la luz. 
He encontrado unos miembros que no conocían 
ni pena ni angustia ni dolor. 

Me ha ayudado mucho pensar en el Señor, 
así como su comunión incorruptible. 
Su luz me ha exaltado, 
he caminado en su presencia, 
y me acercaré a él, 
alabándolo y glorificándolo. 
Se ha desbordado mi corazón, 
se ha apoderado de mi boca, 
ha brotado de mis labios. 
La exultación del Señor y su alabanza 
alegran mi rostro. 

¡Aleluya!

¡Jesús, ten compasión de mí!

Santo Evangelio según San Lucas 18, 35-43. Lunes XXXIII del tiempo ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, me acerco a tu palabra con la confianza de un niño. Sé que me quieres hablar a través de ella, pero muchas veces no descubro lo que me quieres decir. Abre mis oídos, Señor, para escucharla y mis ojos para poder descubrir tu presencia atenta y amorosa.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Estas palabras brotan de un corazón como el mío, Señor. Yo también necesito de tu compasión. Tantas veces descubro que estoy lleno de debilidades, lleno de miserias y no sé a quién acudir. Como el ciego, me siento al borde del camino, no tanto a llorar mis faltas como a lamentarme de mi estado. Hoy pasas una vez más a mi lado; quiero levantarme y pedirte que me sanes, que me acerques más a Ti.

Sé que habrá voces que traten de desalentarme. Tal vez mis problemas, mis amigos o incluso mi familia intenten hacerme dudar del gran amor que me tienes. Aun así, pido tu ayuda, Señor, porque sin Ti no puedo hacer nada.

"¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!"

La presencia cercana de Jesús permite sentir que, lejos de él, nos falta algo importante. Nos hace sentir necesitados de salvación, y esto es el inicio de la curación del corazón. Luego, cuando el deseo de ser curados se hace audaz, lleva a la oración, a gritar ayuda con fuerza e insistencia, como ha hecho Bartimeo: "Hijo de David, ten compasión de mí". Desafortunadamente, como aquellos "muchos" del Evangelio, siempre hay alguien que no quiere detenerse, que no quiere ser molestado por el que grita su propio dolor, prefiriendo hacer callar y regañar al pobre que molesta. Es la tentación de seguir adelante como si nada, pero así se queda lejos del Señor y se mantienen distantes de Jesús y de los demás. Reconozcamos todos ser mendigos del amor de Dios, y no dejemos que el Señor pase de largo. "Tengo miedo del Señor que pasa", decía san Agustín. Miedo a que pase y a que yo lo deje pasar. Demos voz a nuestro deseo más profundo: "[Jesús], que pueda ver".

(Homilía de S.S. Francisco, 4 de marzo de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

En los momentos difíciles de este día, voy a repetir: "¡Jesús, hijo de David, ten compasión de mí!"

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea
Reflexión del evangelio del día / 14 de noviembre 2016

Uno de los modos de meditar la palabra de Dios es poniéndonos nosotros mismos en el lugar de alguno de los personajes que el pasaje nos presenta. Hoy quisiera que nos colocáramos en los zapatos del ciego. 

Apocalipsis 1, 1-4; 2, 1-5: “Recuerda de dónde has caído, y arrepiéntete”

Salmo 1 “El Señor protege al justo”

San Lucas 18, 35-43 “¿Qué quieres que haga por ti? Señor, que vea”

Uno de los modos de meditar la palabra de Dios es poniéndonos nosotros mismos en el lugar de alguno de los personajes que el pasaje nos presenta. Hoy quisiera que nos colocáramos en los zapatos del ciego. Así, sintamos la inseguridad que provoca la oscuridad, la turbación que provocan los ruidos desconocidos, el miedo que da el avanzar en tinieblas. ¿Qué se siente estar ciego?

Hay quienes llevan su ceguera con mucha dignidad y hasta optimismo. Conozco personas que nos adelantan en superación, servicios y atención, a pesar de su ceguera. Pero con frecuencia la ceguera produce dependencia, imposibilidad y marginación. Desde allí, junto con el ciego, preguntemos qué es el ruido que se oye, por qué los pasos de tanta gente. “Es Jesús”. ¿Qué sentimos en nuestro corazón cuando escuchamos que Jesús pasa a nuestro lado y estamos sumidos en la oscuridad? ¿Por qué no nos unimos al grito de angustia que profiere aquel ciego?“Jesús, hijo de David, ten compasión de mí”. Estoy ciego, estoy perdido en mis oscuridades, no encuentro el camino y las personas que deberían apoyarme, me piden que calle, que no hable, que no exija mis derechos, que no estorbe. “Jesús, tú ten compasión de mí”.

Tú no puedes callarme, tú me escuchas y atiendes, tú me permites acercarme. Oigo tus palabras: “¿Qué quieres que haga por ti?” Señor, tengo una larga lista de cosas que quisiera pedirte. Hay muchas cosas que no entiendo: el mal, el pecado, la injusticia, la violencia… pero lo que más me duele es mi propia oscuridad, mi propio pecado y mi propia maldad. Señor, que vea. Señor, que haya luz en mi interior que me permita tener esperanza y fortaleza para la lucha de cada día. Señor ilumina mis tinieblas para descubrir tu camino de fraternidad y de  amor.

Señor rompe las barreras que me impiden descubrir en cada rostro un hermano, y en cada hombre y mujer tu propio rostro. Señor, que vea.

Jesucristo, Rey del universo

Esta solemnidad ha sido colocada el último domingo del tiempo ordinario, como final del año litúrgico, para expresar el sentido de consumación del plan de Dios

El Papa Pío XI instituyó esta solemnidad con la carta encíclica Quas primas el 11 de diciembre de 1925, y después del Concilio Vaticano II ha sido colocada el último domingo del tiempo ordinario, como final del año litúrgico, para expresar el sentido de consumación del plan de Dios.
CALENDARIO DE ESTA SOLEMNIDAD AÑOS 2000-2019

Ciclo A
Primera: Ez 34, 11-12.15-17; segunda: 1Co 15, 20-26.28; Evangelio: Mt25, 31-46

2002 - 24 de noviembre
2005 - 20 de noviembre
2008 - 23 de noviembre
2011 - 20 de noviembre
2014 - 23 de noviembre
2017 - 26 de noviembre

Una Virtud Poco Hablada

Una virtud que incluso no aparece en el diccionario.

Existe una virtud que es tan poco conocida, que ni siquiera sale en el diccionario. Si la escribes en Word, el corrector te cambiará la palabra por otra o te la subrayará en rojo. Es muy probable que nunca hayas siquiera oído hablar de ella. En cambio, su contraparte, el vicio opuesto, es un tema de conversación frecuente en todos los círculos de todas las razas y estratos sociales, un trending topic en las redes sociales, y sus consecuencias son tan devastadoras que el Papa Francisco las ha comparado con el terrorismo.

El respeto de la reputación de las personas prohíbe toda actitud y toda palabra susceptibles de causarles un daño injusto (cf CIC can. 220). Se hace culpable (…) de maledicencia el que, sin razón objetivamente válida, manifiesta los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran. —Catecismo de la Iglesia Católica, 2477

La benedicencia es la virtud opuesta a la maledicencia. Su forma más básica es el evitar hablar mal de las demás personas, pero no se limita a esto. Se trata de procurar hablar y pensar siempre bien de los demás, de esparcir sus virtudes, cualidades y logros.

La maledicencia es el cáncer de la vida cristiana. Donde existe, reinan la envidia, el rencor, el juicio, la desconfianza, la intriga, la división, la sospecha y el recelo. La benedicencia en cambio es un apostolado, como el de Jesucristo que “pasó por el mundo haciendo el bien” (Hch 10,38). Al aplaudir todo lo bueno que hay en los demás, se crea un clima de aprecio, confianza, buena voluntad, colaboración y favorece a un mejor desarrollo de todas las capacidades de una persona.

En todos los seres humanos, hay una tendencia a buscar en nuestra relación con los demás lo que puede llenar nuestras carencias. Buscamos en los demás lo que nos gusta, pero las cosas en el prójimo casi nunca son como nosotros querríamos. Eso es excelente, porque las decepciones y las imperfecciones de los demás nos obligan a amarlos con un amor auténtico, desinteresado y a no esperar del prójimo la felicidad, la plenitud o la realización que sólo podemos encontrar en Dios. Es preciso adquirir una autonomía espiritual, sabiendo que mi compromiso es con Dios. El hecho de que los demás sean pecadores, a mí no me impide convertirme en santo, ni tengo el derecho de juzgarlo.

Cuando tenemos una contradicción o un problema con alguien, muchas veces nos inclinamos a ver una mala voluntad por su parte y hacer valoraciones morales. En verdad, la mayoría de estas situaciones son simplemente malentendidos, dificultades de comunicación o diferencias de temperamento. El demonio, con el fin de hacerte perder toda tu energía espiritual, hará que te fijes en un montón de cosas negativas de los demás. Entonces te va a dar una carga de inquietud, tristeza y desaliento, que irá minando poco a poco tu propio impulso espiritual.

La benedicencia no se trata de ser mentiroso, exagerado ni adulador. El adulador busca su propio interés, exagerando deshonestamente las cualidades de los demás para manipular y obtener algo a cambio. En cambio, la benedicencia es un reconocimiento auténtico, sincero y desinteresado de las virtudes, aciertos y logros de los demás.

La benedicencia, como toda virtud, exige una conquista personal, no se da normalmente de modo espontáneo y natural. Tiene en su origen otro hábito aún más profundo: pensar siempre bien de nuestro prójimo.

“De la abundancia del corazón habla la boca” (Mt 12,34).

Hay que cultivar la bondad, para pensar siempre bien de los demás y pedirle a Dios la gracia de ver al prójimo como Él lo ve. No hay que ser deshonesto ni mentiroso, pero es mejor equivocarse mil veces dándole el beneficio de la duda al prójimo que condenar o difamar una sola vez en falso. 

Nadie tiene derecho a herir la buena fama de los demás. Si a fuerzas hay que realizar una crítica hacia alguien (en el trabajo, en un proyecto o apostolado, etc.), se debe hacer sólo con quien puede ayudar o solucionar el problema y con quien tiene derecho de saber. No tienes ninguna razón para criticar o hablar mal sobre alguien con otra persona que no puede resolver ni tiene nada que ver con el problema, porque es una falta a la caridad. Tampoco se justifica que, con el pretexto de amenizar una conversación, se hagan comentarios o chistes ingeniosos o crueles sobre los defectos de una persona, sacrificando la caridad por una tonta y cruel satisfacción. Es insensato creer que así te harás agradable y gracioso.

Si aún no has decidido en qué virtud piensas trabajar este nuevo año que comienza, la benedicencia es una buena opción. 

“Si alguno no peca con la lengua es un hombre perfecto” (Sant 3,2).

 Puedes agregar a tu examen de conciencia diario la pregunta “¿he dicho algún comentario anticaritativo hacia el prójimo?” y te puedes colocar como meta diaria decir al menos un comentario positivo sobre alguien cada día. “Construye dentro de tu corazón un sagrario para guardar ahí, como un tesoro, la buena fama de tus hermanos, y siémbrala entre los demás.” -Cristo al Centro. Pensamientos de la espiritualidad de la Legión de Cristo y el Regnum Christi.

No esconder el talento; XXXIII Domingo Ordinario
Reflexión del evangelio de la misa del Domingo 19 de noviembre 2017

Los dones, las cualidades y el tiempo que Dios me ha dado, ¿qué he hecho con ellos? Se acerca el final y es hora de entregar cuentas claras.

Lecturas:

Proverbios 31, 10-13. 19-20. 30-31: “Trabaja con sus hábiles manos”

Salmo 127: “Dichoso el que teme al Señor”

 I Tesalonicenses 5, 1-6: “Que el día del Señor no los sorprenda como un ladrón”

San Mateo 25, 14-30: “Porque has sido fiel en cosas de poco valor, entra a tomar parte en la alegría de tu Señor”

Lo quería todo para él. Pocas veces había tenido la oportunidad de tener esas apetitosas manzanas y un poco de pan extra. “Un sueño de niño”. El internado, aunque daba suficiente comida, no podía darse lujos extras. Así que ahora que una familia le había regalado esa fruta y esos panes, quería disfrutarlos al máximo. Los escondió, en el último cajón de su pequeño buró y esperó el momento oportuno para comerlos a escondidas. Pero fueron pasando los días y esa oportunidad no llegaba hasta que, saturado de ocupaciones, terminó olvidando su tesoro. Pasado un tiempo, recordó su “guardadito” y en secreto fue a buscarlo. Cuál no sería su sorpresa, en lugar de fruta y pan encontró gusanos y pestilente podredumbre. Los bienes que no se comparten acaban pudriéndose. 

¿Cuánto valía un talento en tiempos de Jesús? Mucho se ha discutido sobre la famosa moneda o medida económica llamada talento y su valor real. Es la moneda que ahora nos presenta el evangelio, y que algunos traducen como millones,  pero en la parábola no importa tanto su valor ni es lo que pretende Jesús. Busca enseñarnos cosas mucho más importantes que el dinero. Es una invitación a una profunda revisión interior y una llamada a la vigilancia mientras se espera la venida del Señor. Con frecuencia se ha interpretado esta parábola solamente en el plano personal e individualista: los dones, las cualidades y el tiempo que Dios me ha dado, ¿qué he hecho con ellos? Y claro que es muy válida esta interpretación porque es una fuerte llamada de atención para cada uno de nosotros sobre  todos estos “talentos” que el Señor nos ha confiado.Conocemos personas con enormes capacidades, con increíbles aptitudes que sin embargo no aportan nada a la comunidad, ni siquiera a su propia persona. No digamos ya que “han enterrado sus talentos”, sino que los han desperdiciado, los han utilizado para el mal, o bien de tanto guardarlos, acaban podridos.

Al hablar Jesús del Reino de los Cielos, del “producir y multiplicar”, me hace pensar en valores y riquezas mucho más grandes. ¿Qué es lo que Jesús nos confía y que le preocupa que multipliquemos una y otra vez? ¿Cuál es esa riqueza que al acumularla no produce pobreza ni injusticia en los hermanos? Ciertamente Jesús está hablando de los valores del Reino: paz, amor, servicio, justicia, verdad, su gran sueño de que todos seamos hermanos y vivamos unidos. Estos son verdaderos valores por los que Jesús vivió y murió. Él vino a nosotros para decirnos que tenemos un solo Padre del cual todos somos hijos, y que nos da la posibilidad de participar en su vida divina construyendo desde aquí su mundo de amor. Cuando contemplo la vida que llevamos los cristianos me quedo con frecuencia pensando: ¿qué hemos hecho del Evangelio de Jesús? ¿Esto es lo que Jesús espera de nosotros? ¿Hemos trabajado y multiplicado lo que Jesús vino a traernos y ha confiado en nuestras manos? Su ejemplo y su doctrina deberían producir en nuestros pueblos riquezas incalculables de armonía, de justicia, de paz y de concordia. Jesús no tolera la apatía y la indiferencia, no  nos pide solamente conservar, sino multiplicar.

Al leer esta parábola, a alguno se le ha ocurrido legitimar las actividades bancarias basado en ese pequeño párrafo que nos habla de poner el dinero en el banco para ganar los intereses. Aunque no es el propósito de la parábola, indudablemente que también nos podemos cuestionar sobre la economía del mercado que se ha transformado en una especie de ídolo y se considera intocable. Y así, como “ídolo que tiene ojos y no ve, oídos y no oye”, se ha adueñado de conciencias, de países y de toda la naturaleza, produciendo graves desequilibrios y masas inmensas de desposeídos¿Nos hará reflexionar esta parábola  sobre la injusticia que es dar la primacía al dinero sobre las personas? ¿Seguirá adelante esta maquinaria que destroza pueblos, comunidades y familias? Precisamente, los valores que nos ha dejado Jesús son los que hemos estado descuidando. Como cristianos tenemos una grave responsabilidad en procurar la justicia y la equidad en la distribución de los bienes.

Indudablemente, la parábola también tiene un fuerte sentido escatológico, reforzado por la lectura de la carta de San Pablo que anuncia: “El día del Señor llegará como un ladrón en la noche”. Se acerca el final y es hora de entregar cuentas claras. Nada de lo que tenemos es nuestro, solamente lo estamos administrando y las grandes riquezas que nos ha dejado el Señor, debemos entregarlas multiplicadas, no en maldades sino en obras buenas. A veces vivimos como si nunca fuéramos a morir y hoy nos recuerdan estas lecturas que solamente estamos de paso y que debemos vivir prevenidos. Por eso San Pablo afirma: “Ese día, a ustedes no los tomará por sorpresa, como un ladrón… No vivamos dormidos como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente”

¿Cómo hemos hecho “producir” los bienes y las cualidades que Dios nos ha dado? ¿Cómo cuidamos y multiplicamos los valores del Reino? ¿Estamos preparados para entregar cuentas de todo lo que hemos recibido?

Concédenos, Señor, tu ayuda para entregarnos fielmente a tu servicio, porque sólo en el cumplimiento de tu voluntad podremos encontrar la felicidad verdadera, por Cristo, nuestro Señor. Amén.

RD Y MENSAJEROS DE LA PAZ CONVOCAN EL I ENCUENTRO INTERNACIONAL DE PERIODISTAS “PRO PAPA FRANCISCO”
¿Cómo apoyar al Papa Francisco y a sus reformas?
El simposio se celebrará el jueves en San Antón, dentro de la semana-homenaje al cardenal Tarancón

Jesús Bastante, 20 de noviembre de 2017 a las 08:03

Pro Papa Francisco

Comunicadores de todo el mundo queremos compartir sinergias comunicativas, proponer ideas y colaborar para multiplicar todo el mensaje del Papa y que llegue a todos

(Jesús Bastante).- "Invito a todos a ofrecer a los hombres y a las mujeres de nuestro tiempo narraciones marcadas por la lógica de la Buena Noticia". El Papa Francisco se ha convertido en un auténtico fenómeno comunicativo y mediático. Nunca antes las palabras del Santo Padre tenían un impacto mundial como en este momento.

En la era de la información, Jorge Mario Bergoglio ha hecho de la comunicación uno de los ejes de su pontificado. El "huracán Francisco" supone un auténtico fenómeno mediático, que va más allá de la fe y proyecta el mensaje del Evangelio como nunca antes en la historia de la Iglesia.

Conscientes de la importancia de acompañar al Papa Francisco en este camino, Religión Digital y Mensajeros de la Paz convocan el I Encuentro Internacional de Periodistas "Pro Papa Francisco".

Una jornada que tendrá lugar este jueves en la madrileña iglesia de San Antón. El "templo 24horas" de Hortaleza, uno de los símbolos de la "Iglesia hospital de campaña" auspiciada por Bergoglio, es el lugar idóneo para congregar a comunicadores para, como reza el lema, "apoyar al Papa Francisco y a sus reformas".

El Encuentro se inscribe dentro de la semana-homenaje al cardenal Vicente Enrique Tarancón, que arranca este lunes con una conferencia impartida por el cardenal hondureño (y coordinador del grupo de cardenales que asesora al Papa en la reforma de la Curia), Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga, que será presentado por el director de RD, José Manuel Vidal. A ello seguirá la visita a la exposición sobre el "cardenal de la Transición" y la inauguración de las jornadas, con la presencia del cardenal de Madrid, Carlos Osoro; el presidente de la Fundación Pro Futuro, Julio Rimoldi; el presidente de Mensajeros de la Paz, padre Ángel; y el sobrino del purpurado, Juan J. Tarancón.

Programa del encuentro

El I Encuentro Internacional de Periodistas "Pro Papa Francisco", tendrá dos partes. Una, orientada a profesionales, que se abrirá con una mesa redonda en la que intervendrán, entre otros, el rector de Comillas, Julio Rodríguez; el teólogo José María Castillo; y los periodistas Jaime Escobar y José Manuel Vidal, sobre "¿Cómo apoyar a Francisco y sus reformas?", al que seguirá la discusión y aprobación de un manifiesto.

La segunda parte, abierta al público, arrancará a las 16,30 horas, con una conferencia a cargo del director de la Civilttà Cattolica, Antonio Spadaro, sj., sobre "¿Cómo aprovechar las sinergias, para apoyar a Francisco y sus reformas desde los medios?", a la que seguirá la presentación del manifiesto en rueda de prensa.

En un momento en que los grandes conglomerados mediáticos globales tratan de silenciar los mensajes de calado y de fondo del Papa, para centrarse casi exclusivamente en lo más superficial y anecdótico del pontificado, comunicadores de todo el mundo queremos compartir sinergias comunicativas, proponer ideas y colaborar para multiplicar todo el mensaje del Papa y que llegue a todos.

A lo largo de estos cuatro años de Pontificado, Bergoglio ha puesto los mimbres para confeccionar una Iglesia en salida, hospital de campaña,abierta a todos, especialmente a los más pobres, los elegidos del Señor.

Sin embargo, por primera vez en la historia de la Iglesia contemporánea, algunos grupos religiosos y mediáticos han lanzado una continua campaña de desprestigio contra Francisco y sus reformas. Frente a ello, la gran mayoría del pueblo de Dios acompaña, entusiasmada y esperanzada, el camino marcado por el Papa, que no es otro que el del Evangelio de Jesús. Precisamente, uno de los objetivos de este congreso internacional de periodistas "Pro Francisco" no es otro que el de compartir esta esperanza de los fieles, y darle un altavoz, positivo y propositivo, que sume y haga más visible la revolución de la fraternidad que propone Bergoglio. 

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