Viendo la fe que tenían
- 12 Enero 2018
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Evangelio según San Marcos 2,1-12.
Jesús volvió a Cafarnaún y se difundió la noticia de que estaba en la casa.
Se reunió tanta gente, que no había más lugar ni siquiera delante de la puerta, y él les anunciaba la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro hombres.
Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud, levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo un agujero descolgaron la camilla con el paralítico.
Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: "Hijo, tus pecados te son perdonados".
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
"¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?"
Jesús, advirtiendo en seguida que pensaban así, les dijo: "¿Qué están pensando?
¿Qué es más fácil, decir al paralítico: 'Tus pecados te son perdonados', o 'Levántate, toma tu camilla y camina'?
Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados
-dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa".
El se levantó en seguida, tomó su camilla y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba a Dios, diciendo: "Nunca hemos visto nada igual".
San Antonio María Pucci
«La vida del padre Pucci bien puede calificarse como la labor heroica e impagable de un santo cura de pueblo; dio su vida por todos. Murió después de haber cubierto con su manta a un indigente que yacía en la calle aterido de frío»
Incontables sacerdotes han entregado su vida a Dios ejerciendo su labor pastoral en poblaciones de escaso relieve. En estas misiones, frecuentemente teñidas de soledades, han amasado heroicas virtudes sosteniendo firmemente su vocación con la gracia de Cristo, y haciendo que ésta germine en una inagotable cascada de bendiciones. Han sido el punto de referencia más cercano que las buenas gentes han tenido para proponerse la búsqueda de la santidad.
Eustaquio, que ese era el nombre de pila de Pucci, se santificó siendo sacerdote de una parroquia durante medio siglo, como miembro de la Congregación de los Siervos de María (Servitas), en la que adoptó el nombre de Antonio María. Había nacido en la localidad italiana de Poggiole, colindante a Pistoia, el 16 de abril de 1819. Era uno de los siete hermanos de una humilde familia, y como tal estaba destinado por su padre a ser labrador. Pero él acariciaba el sueño de convertirse en sacerdote. Siendo un monaguillo servicial y piadoso, don Luigi, el párroco que le ayudaba a estudiar, se fijó en él. Y cuando el joven cumplió 18 años, el bondadoso presbítero se entrevistó con su padre, quien no ocultó su juicio negativo respecto a la vocación que mostraba su hijo. Esta resistencia se venció poco después y Eustaquio fue ordenado en 1843.
No era agraciado, ni resultaba simpático. Ahora bien, ni su voz nasal de tono monótono, ni sus ligeros gestos nerviosos eclipsaron su piedad. Y su labor apostólica, realizada entre las gentes sencillas, daba grandes frutos porque ayudaba a todos a remontar las debilidades y a superar dificultades de diverso calado. Erraron los que al hablar de su eventual proceso de canonización lo tildaron de un hombre ordinario. Las personas se encariñaban con el humilde párroco, que vivió durante cuarenta y cinco años una heroicidad perseverante y oculta, solo manifiesta a los ojos de Dios. El cardenal Laurenti, prefecto de la Congregación de Ritos, confió al P. Ferrini, postulador general de la Orden: «Si el padre Pucci ha sido siempre buen párroco y buen religioso a la vez, es sin duda un santo de verdad».
Dedicado a los menesteres pastorales en la parroquia de san Andrés de Viareggio, se centraba en labores diversas: enseñanza del catecismo, ayuda a los pobres, acciones sociales, dirección de grupos de seglares, fundación de religiosas, del apostolado del mar, etc. Y de forma especial se ocupó de los niños pobres y enfermos. Daba singular relieve a las celebraciones de las primeras comuniones. Y repartía premios, como el de la «Befana» (o «hada-buena»), remedo de la tradición española de los Reyes Magos; él mismo se implicaba llevando gustoso los juguetes al domicilio de los pequeños.
Calibrando la importancia de ofrecer una formación integral a los jóvenes y en función también de la enseñanza del catecismo, instituyó la «Compañía de San Luís». Sin saberlo, y sin haber tenido ocasión de encontrarse en vida, el padre Pucci realizaba con los jóvenes una labor paralela a la que san Juan Bosco efectuaba en esa época en Turín. Conocedor de la riqueza del buen humor para la vida espiritual, en el reglamento de la asociación dirigida a los jóvenes había escrito que «buscaran un buen amigo y huyeran de los tristes».
Su ejercicio pastoral fue bendecido con vocaciones de personas a las que dirigía. Fue impulsor, entre otras obras, de las Siervas de María de Viareggio y de «La Pía Unión de los hijos de San José». Instituyó la Cofradía de la Misericordia y la Conferencia de San Vicente, todo con objeto de ejercitar la caridad con los más necesitados, a los que entregaba sin dudarlo su manteo y colchón cuando el frío glacial los dejaba ateridos. Los pobres y enfermos tenían en él siempre una mano amiga. Los buscaba por las calles para darles ayuda y consuelo; ello caló en el corazón de las gentes que lo denominaron «padre de los pobres».
Como religioso, fue superior de la casa de Viareggio en 1859, y reelegido, excepcionalmente, de modo permanente. En 1883 su gobierno se extendió a toda la Toscana; estuvo presidido por la preocupación de ser amado más que temido, de ser caritativo, servidor de todos y no dominador. Este apóstol de la caridad, devotísimo de la Virgen de los Dolores, humilde, consolador de los afligidos, insigne confesor, gran reconciliador y dador de paz, que fue agraciado con dones extraordinarios diversos, una vez más se apiadó de un pobre que yacía en el suelo aterido de frío. Le dio su manto para que se cubriera, y ello le acarreó una grave pulmonía, a consecuencia de la cual murió el 14 de enero de 1892, a la edad de 73 años. Fue beatificado por Pío XII el 22 de junio de 1952, y canonizado por Juan XXIII el 9 de diciembre de 1962.
San Juan Crisóstomo (c. 345-407), presbítero en Antioquía, después obispo de Constantinopla, doctor de la Iglesia
Homilías sueltas: Sobre el paralítico
«Viendo la fe que tenían»
Este paralítico tenía fe en Jesucristo. Lo prueba la manera como fue presentado a Jesucristo: lo bajaron abriendo el techo de la casa... Sabéis bien que los enfermos se encuentran, a menudo, en un estado de abatimiento, a veces tan grande y de tan mal humor, que a menudo los buenos servicios que se les prestan les encierran aún más en su cama... Pero este paralítico está contento que lo hayan sacado de su lecho y hecho objeto de un espectáculo público atravesando plazas y calles en su litera...
Este paralítico no tiene amor propio. La muchedumbre rodea la casa en la que está el Salvador, todos los lugares para entrar están cerrados, la puerta de entrada obstruida... ¡no importa! Lo harán pasar por el techo y él se alegra: ¡el amor es sumamente hábil, la caridad ingeniosa! «El que busca halla; al que llama se le abre la puerta» (Mt 7,8). Este enfermo podía haber dicho a sus amigos que lo llevan: «¿Pero, qué vais a hacer? ¿Por qué tanto trabajo? ¿Por qué tanta prisa? Esperemos a que la casa esté libre, que todos se hayan marchado. Entonces nos podremos presentar a Jesús a quien habrán dejado casi solo...» Pero no; el paralítico no piensa nada semejante; es una gran gloria para él tener tantos testigos de su curación.
Santo Evangelio según San Marcos 2, 1-12. Viernes I de Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, ayúdame en este día a tener un espíritu abierto a todo lo que me digas. Dame la gracia de poder escucharte y dame la fuerza para hacer lo que me pides.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Como hermanos en la fe, podemos llevar a los que, heridos por el egoísmo, están a nuestro lado muchas veces sin esperanza. Es nuestro deber de católicos buscar una camilla, tomar uno de los extremos y llevar a este herido con un espíritu de equipo, y más aún, de familia junto a los que siente esta misma responsabilidad.
Encontramos ocasiones en que no somos responsables de las heridas y lesiones que provocan la discapacidad. Pero siempre podemos tener la urgencia de sanar las heridas que impiden hacer un acercamiento a Cristo. Él es el único que vuelve a dar una vida llena de esperanza.
Cristo se digna sanar a estas personas por nuestra fe. Éste es el poder de la intercesión. Hemos recibido la luz, viendo lo que muchos no ven y oyendo lo que algunos otros no oyen. Demos a conocer a este Dios amoroso que da esperanza sin importar los ánimos, los peligros, los vientos a favor y en contra.
Si tenemos fe es para iluminar el camino que lleva a Cristo, si tenemos esperanza es para compartirla en la desesperación, si tenemos amor es para darnos dando al que llevamos dentro.
Somos responsables porque creemos. Precisamente es por esto que debemos ayudar a creer tomando las camillas de los paralíticos en la fe. No importará si es difícil llegar a un Cristo rodeado por personas que forman murallas de problemas. El amor es ingenioso y todo lo puede. Es todo un reto, pero, a fin de cuentas, es lo que Dios quiere: que le llevemos a todo herido.
La pereza es un pecado feo, puede afectar a cada hombre: es vivir porque es gratis el oxígeno, el aire, es vivir siempre mirando a los otros que son más felices que yo, vivir en la tristeza, olvidar la alegría. Es un pecado que paraliza, nos hace paralíticos. No nos deja caminar. A nosotros Jesús hoy nos dice: Levántate, toma tu vida como es, bonita, fea, como sea, tómala y ve adelante. No tengas miedo, ve adelante con tu camilla - “Pero, Señor, no es el último modelo...” - ¡Pero ve adelante! ¡Con esa camilla fea, quizá, pero ve adelante! Es tu vida, es tu alegría.
(Homilía de S.S. Francisco, 28 de marzo de 2017, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
El amor es ingenioso. Hoy buscaré alguna nueva forma de compartir mi fe.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino! Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amen.
La amistad es el amor humano más puro. La verdadera amistad nos conduce al bien y a la verdad, desea lo mejor para nosotros y los mejor de nosotros.
El amor humano fundamenta este afecto personal y desinteresado. La amistad muestra que tendemos naturalmente a relacionarnos con los demás.
Hay personas que nos eclipsan, o que al verlas son ya de nuestro “club”, porque coinciden con nuestro modo de pensar o de ser. Sin embargo, hay otras que nos resultan no tan simpáticas o agradables a la primera vez, quizá porque tenemos prejuicios o porque no las juzgamos “dignas” de nuestra amistad. Aquí recae la necesidad de saber valorar a las personas por lo que son: hijos de Dios, y no por lo que tienen, o infundadamente nos parecen. Los prejuicios se acaban cuando conocemos, aceptamos y tratamos de auxiliar a los demás.
La amistad es el amor humano más puro, pues el mismo Agustín de Hipona afirmaba: "Aborrecí todas las meras cosas materiales, porque en ninguna encontré la amistad". Esto quiere decir que nuestro corazón está hecho, principalmente, para amar a personas humanas, como nosotros, pero que tiene su culminación en el amor sobrenatural.
Los amigos surgen en la medida que recorremos la vida. El amigo verdadero es quien nos conduce al bien y a la verdad. El amigo desea lo mejor de nosotros. No concibe la vida sin amor. Sabe disculpar. Permanece a nuestro lado cuando todos se han ido. Se alegra en los triunfos. En definitiva: un amigo es un gran tesoro.
La amistad se va perfilando y llevando a una mayor madurez progresivamente. No es lo mismo poseer amistades cuando tenemos seis años que cuarenta o sesenta. La auténtica amistad se purifica en el crisol del tiempo, de las dificultades, de la disponibilidad, del perdón, del interés sincero por cada amigo…
Para un cristiano la fuerza de la amistad es singularísima y del todo superior. Nuestro amigo más fiel y distinguido es Cristo, que nos quiso mostrar el camino más seguro y completo para ser amados.
La atracción portentosa de su amistad arrastra corazones hacia la verdad y hacia el bien. Cristo no oculta a sus amigos la exigencia de su amistad. ¡Cuántos de nuestros hermanos cristianos se entregaron completamente por el Amigo! Miles de mártires-amigos atestiguan que su amistad no es cualquier cosa.
El amor cristiano sobrenatural es mucho más fuerte que la vida y que la muerte. ¡Qué honra para tal Amigo así preferido! No sólo los mártires le han resaltado como el más digno y fiel, sino también los cristianos "de calle", ésos que día a día desgastan su vida con amor y esperanza en un Dios que les aguarda en el cielo para toda la eternidad.
Es imposible olvidar el testimonio del P. Andrea Santoro, sacerdote italiano misionero en Turquía, que fue asesinado el 5 de febrero, mientras rezaba en la iglesia en la que era párroco en Trabzon, ciudad del Mar Negro. Nuevamente podemos reencontrar en el mundo esos amigos que dan todo por un Cristo cercano. El P. Andrea era la referencia del amor cristiano aún no conocido por muchos.
Si queremos ser amigos en verdad de Cristo y de nuestros semejantes, hemos de actuar como nos lo pide el Amigo. Cristo no pide imposibles. La misma amistad implica un "sí" al Amigo e implica un "no" a lo que no es compatible con esta amistad, que es incompatible con la vida de la familia de Dios, con la vida verdadera en Cristo.
Así apuntan sabiamente algunas palabras de nuestro querido Papa Benedicto XVI: «Cuando decimos un "no" a la cultura de la muerte, ampliamente dominante, una "anticultura" que se manifiesta, por ejemplo, en la droga, en la huida de lo real hacia lo ilusorio, hacia una felicidad falsa que se expresa en la mentira, en el fraude, en la injusticia, en el desprecio del otro, de la solidaridad, de la responsabilidad con respecto a los pobres y los que sufren; que se expresa en una sexualidad que se convierte en pura diversión sin responsabilidad, que se transforma en "cosificación", pues no se le considera persona, digno de un amor personal, que exige fidelidad, sino que se convierte en una mera mercancía.
Cuando decimos "sí" a su amistad, todo este contenido se expresa en los diez mandamientos, que no son un paquete de prohibiciones, de "no", sino que presentan en realidad una gran visión de vida. Son un "sí" a un Dios Amigo que da sentido al vivir (los tres primeros mandamientos); un "sí" a la familia (cuarto); un "sí" a la vida (quinto); un "sí" al amor responsable (sexto mandamiento); un "sí" a la solidaridad, a la responsabilidad social, a la justicia (séptimo); un "sí" a la verdad (octavo); un "sí" al respeto del otro y de lo que pertenece (noveno y décimo). Todo esto es lo que hace feliz la vida y lo que nos hace poseer una auténtica amistad».
Ahora más que nunca ha de resonar esa invitación del Vicario de Cristo: "quien deja entrar a Cristo (en la propia vida) no pierde nada, nada – absolutamente nada – de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera".
El secreto de la amistad está en actuar por principios, con valentía y amor, si realizamos esto, Cristo nos dirá: "vosotros sois mis amigos".
Cuando Dios dice No... ¿Qué hacer con las oraciones sin respuesta?
Dios escucha y contesta todas nuestras oraciones, pero a veces la respuesta es No y esas normalmente se sienten como no respondidas
Déjenme comenzar diciendo que el término “oraciones sin respuesta” me parece uno bastante equivocado porque Dios escucha y contesta todas nuestras oraciones. Es solo que a veces la respuesta es “No” y esas normalmente se sienten como no respondidas. Esas son las oraciones que se sienten como que se han estrellado contra un muro enorme, que han sido enviadas de regreso a la tierra de golpe. Pero, las oraciones sin respuesta, pueden ser muchas veces bendiciones disfrazadas, aun cuando en ese momento, parezcan pérdidas que nos destrozan el corazón.
Creo que el misterio que hay en un “No” de Dios puede ser una de las más inexpugnables y difíciles piedras de tropiezo para los Cristianos. Puede ser colocada justo ahí, al lado de la maldad, y muchas veces ambas se combinan cuando nuestras oraciones parecen seguir sin respuesta en medio de la tragedia y el dolor. Puede ser aún más frustrante cuando nuestras oraciones parecen ignoradas y otros a nuestro alrededor ven pronto auxilio a sus clamores.
En la universidad, un compañero estaba comprometido con su novia de la escuela. Ellos estaban en su último año de universidad y esperaban con ansias su boda y su vida juntos. De pronto ella cayó enferma, de algo serio. Esto hizo que prácticamente toda la universidad se volcó en oración juntos para interceder por su sanación, pero ella falleció.
Al mismo tiempo, conocí a una mujer que estaba luchando con la infertilidad después de haber sufrido en la adolescencia un aborto que tuvo complicaciones. Algunos de los compañeros oramos por ella en alguna ocasión y supimos luego que estaba embarazada. Tengo amigos que ha recibido provisión financiera que llegó de la nada en el último minuto, cuando la esperanza parecía pérdida y otros que vieron sus plazos vencerse sin recibir el rescate esperado.
¿Qué hacemos cuando hemos volcado nuestros corazones en oración a Dios y nada sucede, o pasa todo lo contrario de lo que hemos estado pidiendo? He encontrado algunas cosas que me han dado esperanza al pasar por esos valles.
Mis primeros pensamientos de consuelo llegan cuando recuerdo que éste no es nuestro hogar. Cualquier cosa que suceda o no en esta vida no es el final de nuestra historia. Mi esposa y yo sufrimos la pérdida de un bebé en un embarazo interrumpido hace unos años. Con las primeras señales de problemas, oramos y oramos y oramos, pero se sentía como que todas nuestras oraciones chocaban con el techo o no iban a ninguna parte. Pero el recordar que este mundo no es el final nos ayudó durante el proceso de duelo. El saber que nos encontraríamos con nuestro bebe algún día puso nuestro sufrimiento temporal, pero totalmente real, en perspectiva. San Pablo, un hombre no extraño al dolor y las dificultades, escribió a los Corintios “No se pueden equiparar esas ligeras pruebas que pasan aprisa con el valor formidable de la gloria eterna que se nos está preparando. Nosotros, pues, no nos fijamos en lo que se ve, sino en lo que no se ve; porque las cosas visibles duran un momento, pero las invisibles son para siempre“. (2ª Corintios. 4,17-18)
Otra cosa que me ha ayudado cuando Dios dice “No” es recordar que Él sabe lo que hace aun cuando yo no lo sepa. Dios es Amor. Es nuestro Padre amoroso. Sus planes y propósitos para mi vida van más allá de lo que pueda comprender desde mi perspectiva. A veces parece difícil confiar en Dios cuando parece que no escucha o no le importan nuestras circunstancias actuales. Mi propio orgullo, miedo o ansiedad pueden nublar mi comprensión u oscurecer mi vista del gran diseño. Es precisamente en ese momento en el que nuestra oración parece sin respuesta que nos vemos obligados a tomar la decisión – ¿dudaré de la bondad de Dios o buscare su consuelo? En esencia, ¿confió en Él solo cuando me da lo que quiero, o confiaré en Él aun cuando no comprenda lo que hace? Aprender a confiar a Dios cuando todo tu interior está enojado con Él y listo para alejarse de su presencia, es un precioso momento de crecimiento espiritual.
Finalmente, nunca malgastes tu sufrimiento. Puede ser por algo pequeño o trivial, o por algo que parezca de vida o muerte, cada vez que sentimos que nuestras oraciones son ignoradas o no respondidas, cada vez que Dios nos dice No, hay una decepción o nivel de sufrimiento. Cuando nos unimos en el sufrimiento con Jesús, no importa sea grande o pequeño, estamos unidos a Él en una forma única y poderosa. Cuando llevamos nuestras heridas a tocar sus llagas, podemos decir “Ahora me alegro cuando tengo que sufrir por ustedes, pues así completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo para bien de su cuerpo, que es la Iglesia.”(Colosenses 1,24). Por irónico que parezca, el dolor que experimentamos al no recibir respuesta a nuestras oraciones, puede ser por sí mismo, una oración de intercesión por otros. Podemos tomar nuestra desilusión y ofrecerla a Jesús como ofrenda, como sacrificio por aquellos en necesidad de Su gracia. Esto puede redimir nuestro sufrimiento, nuestra decepción o nuestra desilusión y traernos curación y consuelo, mientras profundizamos en nuestra relación con Dios y nos ayuda a confiar en Él nuevamente.
El Papa se centrará en estos dos grandes temas en su viaje a Perú y Chile
La situación de la población indígena y el problema de la corrupción serán dos de los principales temas que tratará el Papa Francisco en su próximo viaje apostólico a Chile y Perú, que emprenderá el próximo lunes 15 de enero, según reveló el Secretario de Estado del Vaticano, Cardenal Pietro Parolin.
En una entrevista publicada por Vatican News, el Cardenal Parolin señala que el significado del viaje del Papa a Perú y a Chile es “el encuentro con la Iglesia, que es el encuentro con la comunidad cristiana”.
“El Papa acude como pastor de la Iglesia universal para encontrarse con las Iglesias locales, Iglesias que son particularmente vivaces, particularmente activas, como son la Iglesia en Chile o la Iglesia en Perú que, por otra parte, tienen que afrontar numerosos desafíos que plantea la realidad del mundo de hoy”.
En particular, hay dos desafíos presentes en el corazón del Papa. “El primero es la población indígena. Aquí quiero hacer una referencia también al Sínodo sobre la Amazonía, que ha sido convocado por el Papa recientemente y que tendrá lugar en 2019”.
En segundo lugar, está “el tema de la corrupción, que impide el desarrollo y que impide también superar la pobreza y la miseria. Creo que no será un viaje simple, será realmente un viaje apasionante”.
En la entrevista, el Secretario de Estado también trató otros temas, como el próximo Sínodo sobre la juventud, la situación de la familia o la reforma de la Curia Romana.
Sínodo sobre la juventud
“El año 2018 se caracterizará por una especial concentración de la atención de la Iglesia en los jóvenes a todos los niveles: en sus expectativas, en sus aspiraciones, en los desafíos que deben afrontar y, también, en las esperanzas que llevan consigo, así como en sus debilidades y miedos”, explicó el Cardenal.
Señaló que “lo más innovador de esta aproximación es la búsqueda de una nueva relación de la Iglesia con los jóvenes, reflejada en un paradigma de responsabilidad despojada de todo paternalismo. La Iglesia verdaderamente quiere entablar un diálogo con la realidad juvenil, quiere entender a los jóvenes, quiere ayudarlos”.
El objetivo del Papa y de la Iglesia es “preguntar a los jóvenes qué es lo que puede hacer la Iglesia por ellos, cómo pueden ellos contribuir al Evangelio, a la difusión del Evangelio hoy”
Amoris laetitia
La familia ha pasado a ser uno de los temas de mayor interés pastoral en la Iglesia “tras la celebración de dos Sínodos y la publicación de la Exhortación apostólica Amoris laetitia”.
La celebración de la Jornada Mundial de las familias en Dublín (que tendrá lugar el próximo mes de agosto de 2018) “será una etapa importante porque es también la primera tras la publicación del documento. Será una etapa de reflexión, una etapa de profundización y una etapa también para llevar adelante este proceso de aplicación de las indicaciones de Amoris laetitia”.
“Creo que Amoris laetitia, además de ser un abrazo que la Iglesia da a las familias y a sus problemáticas en el mundo de hoy, para ayudar de verdad a enraizar el Evangelio en el interior de la familia, que ya de por sí es un Evangelio, el Evangelio de la familia. Al mismo tiempo es una petición de ayuda a las familias para que colaboren y contribuyan al crecimiento de la Iglesia”.
Reforma de la Curia
El Cardenal Parolin destacó que en la reforma de la Curia “ya se han dado pasos notables hacia adelante. Ya el año pasado, el Papa en su discurso a la Curia enumeraba todas las medidas que deberían tomarse después de someterlas a estudio, sobre todo, por parte del Consejo de Cardenales del C9”.
“No se trata tanto de insistir en la reforma estructural, con la promulgación de nuevas leyes, de nuevas normativas, nombramientos, etcétera, como de profundizar en el espíritu que debe animar toda la reforma de la Curia: la conversión, que es la dimensión fundamental de la vida cristiana”.
La reforma, finalizó, busca “hacer que la Curia pueda ser una verdadera ayuda al Papa para anunciar el Evangelio, para testimoniar el Evangelio, para evangelizar el mundo de hoy”.