Entregado a los hombres y a su Padre, Cristo nos alimenta con la Palabra y con el Pan de vida
- 20 Enero 2018
- 20 Enero 2018
- 20 Enero 2018
Evangelio según San Marcos 3,20-21.
Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni siquiera podían comer.
Cuando sus parientes se enteraron, salieron para llevárselo, porque decían: "Es un exaltado".
San Fabián
SAN FABIÁN Papa y Mártir y SAN SEBASTIÁN, Mártir
El culto de san Sebastián ha estado siempre unido al de san Fabián. Los martirologios más antiguos ponían ya juntos sus nombres y juntos permanecen aún en las Letanías de los santos.
No obstante las amenazas de persecución, el Papa san Fabián (236-250) organizó el cuadro religioso de la Roma cristiana, dividiendo la ciudad en siete distritos, administrados cada uno por un diácono. Fue una de las primeras víctimas de la persecución de Decio, quien lo consideraba como enemigo personal y rival suyo.
La Iglesia disfrutaba de paz en la segunda mitad del siglo III, con lo que creció mucho el número de cristianos. El resultado fue que se extendió una cierta molicie y se originaron diversas luchas intestinas entre los cristianos, como explica el historiador Eusebio. A finales del siglo la Providencia permitió una nueva persecución, de parte de Diocleciano y Maximino, que la empezaron precisamente por los miembros de las tropas. Uno de los casos más famosos fue el del soldado Sebastián.
Sebastián, hijo de familia militar y noble, era oriundo de Narbona, pero se había educado en Milán. Llegó a ser capitán de la primera cohorte de la guardia pretoriana. Era respetado por todos y apreciado por el emperador, que desconocía su cualidad de cristiano. Cumplía con la disciplina militar, pero no participaba en los sacrificios idolátricos. Además, como buen cristiano, ejercitaba el apostolado entre sus compañeros, visitaba y alentaba a los cristianos encarcelados por causa de Cristo.
Esta situación no podía durar mucho. Fue denunciado al emperador. Maximino lo llamó, le afeó su conducta y le obligó a escoger entre ser su soldado o seguir a Jesucristo. Sebastián no dudó, escogió la milicia de Cristo. Desairado el emperador, le amenazó de muerte.
El cristiano Sebastián, convertido en soldado de Cristo por la confirmación, se mantuvo firme en su fe. Entonces, enfurecido Maximino, lo condenó a morir asaeteado. Los sagitarios lo llevaron al estadio, lo desnudaron, lo ataron a un poste y lanzaron sobre él una lluvia de saetas. Y lo dejaron allí por muerto.
Según el relato de su martirio, sus amigos que estaban al acecho, se acercaron y al ver que aún estaba vivo, lo recogieron, y lo llevaron a casa de una noble cristiana romana, llamada Irene, que lo mantuvo escondido en su casa y le curó las heridas hasta que quedó restablecido.
Le aconsejaban sus amigos que se ausentara de Roma, pero no quiso Sebastián, pues ya se había encariñado con la idea del martirio.
Se presentó inesperadamente ante el emperador, que quedó desconcertado, pues lo daba por muerto. Sebastián le reprochó con energía su conducta por perseguir a los cristianos. Maximino mandó que lo azotaran hasta morir. Los soldados cumplieron esta vez sin errores el encargo y tiraron su cuerpo en un lodazal. Los cristianos lo recogieron y lo enterraron en la Vía Apia, en la célebre catacumba que lleva el nombre de San Sebastián.
El culto a San Sebastián es muy antiguo. Es invocado contra la peste y contra los enemigos de la religión. Es uno de los santos más populares y de los que tiene más imágenes y más iglesias dedicadas.
Es llamado el Apolo cristiano, uno de los santos más reproducidos por el arte, pues como el martirio lo presenta con el torso desnudo y cubierto de flechas, tenían los artistas más campo de acción. Pero la belleza estaba sobre todo en su alma, en su inquebrantable fidelidad a Cristo, que él prefirió a todas las ventajas y prestigios humanos, que le ofrecía el emperador.
San Ambrosio, que luego sería arzobispo de Milán, fue su gran panegirista: "Aprovechemos el ejemplo del mártir San Sebastián. Era oriundo de Milán y marchó a Roma en tiempo en que la fe sufría allí una terrible persecución. Allí padeció, mejor dicho, allí fue coronado".
En el cielo goza de doble aureola de mártir, pues padeció doble martirio, suficiente cada uno de ellos para alcanzar la corona de la gloria. Su generosidad en arrostrarlo por segunda vez es un ejemplo para todos.
oremos
Señor Dios, gloria de aquellos que has escogido para tu servicio, te pedimos que, por la intercesión del Papa y mártir San Fabián, nos concedas progresar continuamente en la misma fe que él vivió y en el deseo de servirte cada día con mayor entrega. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Señor, danos el espíritu de fortaleza, para que, siguiendo el ejemplo del mártir San Sebastián, aprendamos a obedecerte a ti que a los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de fiestas marianas: Nuestra Señora de las Mesas, Montpellier, Francia. "Armas de la ciudad de Montpellier"
Imitación de Cristo, tratado espiritual del siglo XV
Libro IV, c. 11
Entregado a los hombres y a su Padre, Cristo nos alimenta con la Palabra y con el Pan de vida
Tú, Dios mío, me eres testigo de que ninguna cosa me puede consolar, ni criatura alguna dar descanso sino Tú, Dios mío, a quien deseo contemplar eternamente. Mas esto no es posible mientras vivo en carne mortal... Entre tanto tendré los libros santos para consolación y espejo de la vida; y sobre todo esto, el cuerpo santísimo tuyo por singular remedio y refugio.
Conozco que tengo necesidad de dos cosas, sin las cuales no podría soportar esta vida miserable. Detenido en la cárcel de este cuerpo, confieso serme necesarias dos cosas, que son mantenimiento y luz. Dísteme, pues, como a enfermo tu sagrado cuerpo para alimento del alma y del cuerpo, y además me comunicaste tu divina palabra para que sirviese de luz a mis pasos (Sl 118, 105). Sin estas dos cosas yo no podría vivir bien; porque la palabra de Dios es la luz de mi alma, y tu sacramento es el pan que le da vida.
Éstas se pueden llamar dos mesas colocadas a uno y otro lado en el tesoro de la santa Iglesia. Una es la mesa del sagrado altar, donde está el pan santificado, esto es, el precioso cuerpo de Cristo; otra es la mesa de la Ley divina que contiene la doctrina sagrada, enseña la verdadera fe, y nos conduce con seguridad hasta el lugar del descanso de Dios.
Gracias te doy, Creador y Redentor de los hombres, de que, para manifestar a todo el mundo tu caridad, dispusiste una gran cena, en la cual diste a comer, no el cordero figurativo, sino tu santísimo Cuerpo y Sangre, alegrando a todos los fieles y embriagándolos con el cáliz saludable de este sagrado banquete donde están todas las delicias del paraíso.
Jesús predicaba, sus familiares murmuraban, y su madre callaba
Santo Evangelio según San Marcos 3, 20-21. Sábado II del Tiempo Ordinario.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, una vez más me encuentro en tu presencia. Te doy las gracias de todo corazón por este momento de intimidad. Gracias por ser quien eres. Creo en Ti, pero ayúdame a creer con firmeza que tu amor puede superar todos mis límites y que tu misericordia es más grande que toda mi miseria.
Aumenta mi confianza. Dame la gracia de saber con el corazón que en tus brazos siempre encontraré el cariño y el refugio que tanto necesito.
Te amo, pero Tú sabes que mi amor es pequeño, frágil y débil. Enciende en mí el fuego de tu amor. Haz que tu Sagrado Corazón incendie el mío y me convierta así en llama que extienda entre los hombres el reino de tu amor. Sagrado Corazón, venga tu Reino.
Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
María, hoy el Evangelio me presenta a un Jesús tan entregado a los demás que no tiene ninguna reserva de tiempo para sí y a tus familiares (si eran los de Él, también eran los tuyos) que lo tildan de loco y quieren forzarlo a regresar a tu casa.
¡Qué sufrimiento te habrá causado aquella escena! Me imagino los comentarios que te circundaban, los dedos de las mujeres que te señalaban cuando te veían pasar, los cotilleos y críticas de los que te llamaban "la madre de ese loco" y los comentarios hirientes de quienes te hostigaban y casi te recriminaban que no fueras a detener las "locuras" de tu hijo.
Y tú, callabas. ¡Qué gran ejemplo me das! Callabas. Sí. Pero no como quien es incapaz de defenderse, como quien se inhibe ante los comentarios, ni mucho menos, como una mera espectadora que se mantiene indiferente.
No. Tu silencio es diferente. Es el silencio de quien ama, de quien confía en el amado y tiene la certeza de lo que hace es lo mejor. Es el silencio de quien ama a quien lo ofende, de quien sabe perdonar sin rencores y pone la otra mejilla. Es el silencio de quien escucha a Dios y calla con su boca, para que su vida sea encarnar la voz de Dios cumpliendo su voluntad.
Tu silencio es el de la Madre que ama a su Hijo. Por supuesto te encantaría tener a Jesús a tu lado… ¡pero no a cualquier precio! El tuyo, es un silencio del amor que da libertad y espacio al amado, permitiendo que los demás gocen de la alegría de escucharlo.
María, ¡ayúdame a vivir el silencio como tú!
Cuando, en lugar de esforzarse en crecer, se pone a destruir a los que están creciendo, y cuando en lugar de seguir los buenos ejemplos, los juzga y les quita su valor. La envidia es un cáncer que destruye en poco tiempo cualquier organismo: "Un reino dividido internamente no puede subsistir; una familia dividida no puede subsistir". De hecho -no lo olvidéis-, "por envidia del diablo entró la muerte en el mundo". Y la murmuración es el instrumento y el arma.
(Discurso de S.S. Francisco, 29 de abril de 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy buscaré vivir el silencio como María, evitando palabras y pensamientos que juzguen el comportamiento de los demás.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
María, siempre humilde y obediente
Ella, en la humildad de su faena diaria, de su trabajo y silencio hecho oración, era tan apóstol como el que más.
Humildad en Belén
El nacimiento del Mesías no pudo haber sido más sencillo y humilde. Una cueva. Un pesebre con pajas. Un buey y una mula. Simplicidad y ocultamiento envueltos en silencio.
Pero no muy lejos de allí, un ángel del Señor se presentaba a unos pastores y les anunciaba con júbilo: “os ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor”. Luego, una multitud del ejército celestial que se puso a armar un jaleo imponente en el cielo, cantando a grandes voces...
Los pastores, al llegar al lugar del nacimiento, contaron emocionados todo eso a María. Todos se maravillaban de lo que decían aquellas simples personas, mientras Ella, “por su parte, guardaba todas estas cosas, y las meditaba en su corazón...” No es esa la reacción normal de una mujer o de un hombre ante tales acontecimientos... Cualquiera de nosotros se hubiera puesto a presumir (¿discretamente?) comentando a los que ya empezaban a juntarse: “fíjaos, todo esto por mi hijo; si será importante...” María no procedió así.
Unos días después. Los chiquillos del pueblo pasaron por las calles de Belén anunciando a voz en grito: “¡que llega gente importante! ¡con camellos y caballos y cofres...!”
Y así era. Llegaban a la aldea unos Reyes Magos de Oriente. Fueron guiados por una estrella. Iban derechitos a la casa donde estaban la pareja de extranjeros recién llegados a Belén, a los que les acaba de nacer un hijo. Entraron en la casa. Se postraron adorando al Niño. Le entregaron oro, incienso y mirra (homenaje ofrecido a los Reyes...).
Eso era como para llenar de ínfulas a cualquiera de nosotros. El montón de curiosos que ya tapaba la puerta, estarían boquiabiertos... Pero a María no se le subió el incienso a la cabeza; ni la mirra, ni el oro. Además, ni tiempo tuvo. Tras atender debidamente a sus ilustres huéspedes, debieron salir con premura a Egipto. Porque a los pocos días se les avisó de que Herodes buscaba al Niño para matarlo...
¡Qué lástima! -podríamos pensar nosotros-. Justo ahora que se había corrido su fama por Belén y por toda la región. Justo ahora que empezaban a ser gente importante para todos aquellos aldeanos...
Nosotros seguramente habríamos obrado muy diversamente. Nosotros quizá habríamos aprovechado la lograda situación social y económica para hacernos proteger y esconder por los muchos admiradores que ya tendríamos en Belén. Nosotros quizá, dado que había oro abundante, habríamos pagado a un buen puñado de guardaespaldas y de soldados para velar y defender al Niño contra la guardia de Herodes. Nosotros, sintiendonos famosos, ricos, fuertes e inteligentes, quizá habríamos desafiado así la prepotencia del tirano. Nosotros quizá habríamos hecho todo eso quedándonos cómodamente en Belén, pero desatendiendo temerariamente la voluntad de Dios.
María, no. Ella con José y el Niño, tomando lo necesario y dejando lo demás a los necesitados, huyeron a Egipto. ¡Eso es aceptar y vivir con humildad y sencillez la voluntad de Dios! Aunque cueste. Y costó lo suyo.
Humildad en Egipto.
Llegaron a Egipto. Allí ya no eran nadie. Inmigrantes. Tuvieron que empezar de cero. Casa, trabajo, amistades... todo. A ganarse la vida. Porque del oro de los reyes ya no les quedaría nada. No debían estar muy acostumbrados a tener tanto y en pocos días habrían ya repartido casi todo a los pobres e indigentes de los barrios vecinos. Y quién sabe si calcularon bien para el viaje... Total, que lo más seguro es que no les debía quedar apenas nada.
Parece increíble, pero así fue. El Hijo de Dios, la Madre de Dios y el bueno de José, de inmigrantes. Ganándose la vida en Egipto, como podían. Salieron adelante confiados en la providencia y gracias a su trabajo y a no pocos sacrificios y privaciones, sobrellevados con una sencillez admirable y conmovedora. Dios no pudo dejar de bendecir un amor y un esfuerzo tan impregnados de humildad.
Humildad durante la presentación de Jesús en el tempo de Jerusalén.
Recuerda el evangelista que “cuando se cumplieron los días de la purificación...” Pero, purificación... ¿de qué? ¿de quién? Si nunca ha existido ni existirá mujer más pura que aquella María de Nazaret...
Y prosigue el relato sagrado: “para presentarlo al Señor...” Pero, si el Señor era precisamente aquel bebé que María llevaba en brazos y acariciaba con ternura...
Sí. Al recordar la purificación de María y la presentación del Niño en el templo, asombra cómo se dan la mano la humildad de María y el amor a la misión del mismo Cristo. Ni María necesitaba purificarse, pues es la Inmaculada, ni Jesús niño necesitaba ofrecerse al Padre, pues toda su vida no tenía otro sentido, otra finalidad distinta de la de hacer la voluntad de Dios.
Pues, nada. Ahí van, humildemente, a cumplir lo prescrito por la ley, a obedecer. Como Dios manda.
En esto, apareció el anciano Simeón, que se prodigó en alabanzas al Niño: “porque han visto mis ojos tu salvación... luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”. Y por si no era suficiente, se presentó también la profetisa Ana, que no paraba de alabar a Dios y hablaba del Niño a todo el mundo...
Y José y María, la Madre de ese gran Salvador, no podían permitirse ni siquiera un cordero de un año... No tenían más que para un par de tórtolas... Sí, eso; lo de la gente pobre y humilde. Sus ahorros no les daban para más... Paciencia, claro; pero sobre todo, humildad.
Nosotros, sin duda, hubiéramos organizado otra entrada “como Dios manda”. Una entrada triunfal, como se merece el Mesías y su Madre. Con trompetas, carrozas, presentes valiosísimos para el Templo, con alfombra roja y transmitiéndolo todo en directo al mundo entero vía satélite. Porque nosotros tenemos en mucho eso de ser alcanzados por la fama y eso de tener importancia y una “posición” considerable y de cierta categoría. Nosotros somos bastante soberbios y orgullosos. Y aquí la Virgen con su humildad y sencillez, nos está recordando que todo eso que nos parece tan importante, a los ojos de Dios no vale absolutamente nada, si está al margen de su voluntad.
Humildad en Nazaret.
¡Cuánto tiempo en la más pura simplicidad y ocultamiento! Treinta años de vecindad en Nazaret. Ni un sólo gesto o actitud en María que indicara a los vecinos y vecinas su verdadero rango, su fenomenal categoría de Madre de Dios, de Reina del cielo y de todo el universo.
¡Que diversos, a veces, hemos salido sus hijos! Nosotros, disimulando nuestros defectos. María, disimulando sus grandezas.
Ella, durante treinta años, tratando de ocultar que es Madre del Mesías, del Salvador, Reina del universo. Ella, con el vestidito usado y remendado de los días de labor. La mujer del carpintero. Una vecina más de Nazaret.
Treinta años siendo Reina, y aparentando ser una vecina más. Treinta años siendo Madre de Dios y apareciendo como la mujer del carpintero del pueblo. Ella, que era la única persona en el mundo que ha podido decirle a Dios: “Hijo mío...” La única que pudo mandar a Dios a la fuente con el cántaro; o al huerto, con el borriquillo...
Treinta años sin darse importancia. La humildad de María en Nazaret parece haberse adentrado de lleno en los confines de lo heroico. Y aún más si consideramos que, en aquel pueblecito, la Virgen tuvo que añadir a lo anterior el peso humillante de la murmuración y la calumnia.
Sí. Cuando por la aldea se corría la voz de la locura de Cristo... Cuando murmurando se le consideraba endemoniado, amigo de publicanos y pecadores, borracho y glotón... O cuando, aquel día, después de su intervención en la sinagoga, estuvieron a punto de despeñarlo en su misma tierra...
Después de todo eso, María no desapareció de Nazaret. No se volvió a marchar a Egipto... No. Soporto con humildad y silencio lo que por ahí se comenzaba a decir, lógicamente, también de Ella: “ahí va la madre del loco, la madre del endemoniado, la madre del tal por cual...”
Cuánto necesitamos nosotros estar, como María Santísima, Virgen de humilde y obediente, listos ante la calumnia, el desprecio, la incomprensión y la indiferencia. Listos en la humildad, que es olvido de sí mismo, que es aceptación sumisa y confiada de lo que Dios mande y permita...
Humildad en Pentecostés.
Aquella mañana de Pentecostés, por las plazas de Jerusalén, los Apóstoles comenzaron a organizar un lío de mucho cuidado.
Mientras tanto, por una calle cualquiera, pasaba María desapercibida, quizá con la cesta de la compra...
Ella, la persona más excelsa de la Iglesia, venga a merecer gracias de Dios para que allá, en la plaza, miles y más miles de gentes comenzaran a convertirse al Cristianismo, al oír a San Pedro hablando en Griego, en Hebreo, en Latín, en Inglés y en todo...
Ella, en la humildad de su faena diaria, de su trabajo y silencio hecho oración, era tan apóstol como el que más. A decir verdad, más que cualquiera de ellos. Ninguno lo hubiera sido, ni lo será nunca, sin la intercesión callada y humilde de María.
María, Virgen humilde y obediente, ¡qué Madre tenemos en Ti!
"LOS FALSOS DIOSES, LOS ÍDOLOS DE LA AVARICIA, DEL DINERO, DEL PODER LO CORROMPEN TODO"
Clamor del Papa contra el machismo: "No se puede normalizar la violencia contra la mujer"
A los niños del Hogar El Principito: "Ustedes son el reflejo de Jesús, y también son nuestro tesoro"
Jesús Bastante, 19 de enero de 2018 a las 19:15
Francisco, con un joven indígena, en Puerto MaldonadoAgencias
No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad
(Jesús Bastante).- "No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades". El Papa Francisco lanzó un fuerte mensaje contra el machismo en un breve encuentro con la población de la zona en el Instituto Superior Jorge Basadre de Puerto Maldonado.
Un breve encuentro (justo después acudió al Hogar El Principito) en el que participaron varios de los catequistas que día a día trabajan por inculturar el Evangelio en este rincón del mundo. "Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada... pero no somos la tierra de nadie", señalaron Arturo y Margarita en representación de todo un pueblo.
Vinieron habitantes no sólo de la Amazonía peruana, sino también de otros países vecinos. Brasil, Bolivia, Colombia... Todo el Amazonas estaba allí. Francisco lo agradeció. "¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar!".
"Esta tierra tiene rostros: los tiene a ustedes", clamó Francisco, quien advirtió del "mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios".
Frente a ellos, el Papa reivindicó el papel de la familia y de la comunidad, frente a los que quieren "una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar". Nuevas víctimas de la cultura del descarte, "una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses"; una "cultura anónima, sin lazos, sin rostros", denunció.
"Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir" y que trata igual a la tierra, devastando bosques, ríos y quebradas. También las personas, "usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles»". Y de ahí, a la trata de personas, aunque el Papa prefirió hablar "de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro". "Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias", subrayó Francisco, quien añadió, con dureza: "No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades". "No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad" clamó. "Techo, tierra y trabajo", son razones para que muchas personas lleguen a la Amazonía, "buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias", abandonando sus vidas "por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias", por la extracción del oro. Un oro que "se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos".
"Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo", gritó Francisco. "Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos".
Hay esperanza, que "no es genérica, ni abstracta". "Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad", culminó Francisco, que pidió a los habitantes: "Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos"
Tras este encuentro, Francisco se dirigió hasta el Hogar El Principito, de niños y jóvenes huérfanos o abandonados. Una cita sumamente emotiva, pues el Papa pudo comprobar cómo estos chicos, que lo han perdido todo, siguen encontrando huellas, y luces, de esperanza. "No podía irme de Puerto Maldonado sin saludarles", apuntó, indicando que "ustedes, niños, son el reflejo de Jesús, y también son nuestro tesoro, el tesoro más lindo que tenemos que cuidar".
"Perdonen las veces que los mayores no los sabemos cuidar. Cuando sean grandes no lo olviden: sus vidas siempre exigen más trabajo para no volvernos ciegos e indiferentes ante tantos otros niños que pasan necesidades", añadió Bergoglio. "Ustedes son el tesoro más preciado que tenemos que cuidar".
"Gracias por ser luz de esperanza para todos nosotros", añadió, pidiendo a los jóvenes que "no se conformen con lo que está pasando, no renuncien a su vida ni a sus sueños (...). Estudien, prepárense, aprovechen la oportunidad para formarse. El mundo les necesita a ustedes, y los necesita como tal y cual son, no disfrazados de ciudadanos de otros pueblos. No se conformen con eser el vagón de cola de la sociedad. Los necesitamos como motor, empujando".
Palabras en castellano:
Queridos hermanos y hermanas:
Veo que han venido no sólo de los rincones de esta Amazonia peruana, sino también de los Andes y de otros países vecinos. ¡Qué linda imagen de la Iglesia que no conoce fronteras y en la que todos los pueblos pueden encontrar un lugar! Cuánto necesitamos de estos momentos donde poder encontrarnos y, más allá de la procedencia, animarnos a generar una cultura del encuentro que nos renueva en la esperanza.
Gracias Mons. David, por sus palabras de bienvenida. Gracias Arturo y Margarita por compartir con todos nosotros sus vivencias. Nos decían: «Nos visita en esta tierra tan olvidada, herida y marginada... pero no somos la tierra de nadie». Gracias por decirlo: no somos tierra de nadie. Y es algo que hay que decirlo con fuerza: no son tierra de nadie. Esta tierra tiene nombres, tiene rostros: los tiene a ustedes.
Esta región está llamada con ese bellísimo nombre: Madre de Dios. No puedo dejar de hacer mención a María, joven muchacha que vivía en una aldea lejana, perdida, considerada también por tantos como «tierra de nadie». Allí recibió el saludo y la invitación más grande que una persona pueda experimentar: ser la Madre de Dios; hay alegrías que sólo las pueden escuchar los pequeños.[1]
Ustedes tienen en María, no sólo un testimonio a quien mirar, sino a una Madre y donde hay madre no está ese mal terrible de sentir que no le pertenecemos a nadie, ese sentimiento que nace cuando comienza a desaparecer la certeza de que pertenecemos a una familia, a un pueblo, a una tierra, a nuestro Dios. Queridos hermanos, lo primero que me gustaría transmitirles -y lo quiero hacer con fuerza- es: ¡esta no es una tierra huérfana, es la tierra de la Madre! Y, si hay madre, hay hijos, hay familia, hay comunidad. Y donde hay madre, familia y comunidad, no podrán desaparecer los problemas, pero seguro que se encuentra la fuerza para enfrentarlos de una manera diferente.
Es doloroso constatar cómo hay algunos que quieren apagar esta certeza y volver a Madre de Dios una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar. Por eso nos hace bien repetir en nuestras casas, comunidades, en lo hondo del corazón de cada uno: ¡Esta no es una tierra huérfana! ¡Tiene Madre! Esta buena noticia se va transmitiendo de generación en generación gracias al esfuerzo de tantos que comparten este regalo de sabernos hijos de Dios y nos ayuda a reconocer al otro como hermano.
En varias ocasiones me he referido a la cultura del descarte. Una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses; pareciera que el consumismo alienante de algunos no logra dimensionar el sufrimiento asfixiante de otros. Es una cultura anónima, sin lazos, sin rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir. La tierra es tratada dentro de esta lógica. Los bosques, ríos y quebradas son usados, utilizados hasta el último recurso y luego dejados baldíos e inservibles. Las personas son también tratadas con esta lógica: son usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles».
Pensando en estas cosas permítanme detenerme en un tema doloroso. Nos hemos acostumbrado a utilizar el término «trata de personas», pero en realidad deberíamos hablar de esclavitud: esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. No se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres, sosteniendo una cultura machista que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades. No nos es lícito mirar para otro lado y dejar que tantas mujeres, especialmente adolescentes sean «pisoteadas» en su dignidad.
Varias personas han emigrado hacia la Amazonia buscando techo, tierra y trabajo. Vinieron buscando un futuro mejor para sí mismas y para sus familias. Abandonaron sus vidas humildes, pobres pero dignas. Muchas de ellas, por la promesa de que determinados trabajos pondrían fin a situaciones precarias, se basaron en el brillo prometedor de la extracción del oro. Pero el oro se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humanos.
Los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder lo corrompen todo. Corrompen la persona y las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos. Los animo a que se sigan organizando en movimientos y comunidades de todo tipo para ayudar a superar estas situaciones; y también a que, desde la fe, se organicen como comunidades eclesiales de vida en
torno a la persona de Jesús. Desde la oración sincera y el encuentro esperanzado con Cristo podremos lograr la conversión que nos haga descubrir la vida verdadera. Jesús nos prometió vida verdadera, vida auténtica, eterna. No ficticia, como las falsas promesas deslumbrantes que, prometiendo vida, nos llevan a la muerte.
La salvación no es genérica, ni abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad. Es una manera de hacer visible el Reino de los Cielos, comunidades donde cada uno se sienta parte, se sienta llamado por su nombre e impulsado a ser artífice de vida para los demás.
Tengo esperanza en ustedes, en el corazón de tantas personas que quieren una vida bendecida. Han venido a buscarla aquí, a una de las explosiones de vida más exuberante del planeta. Amen esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra Madre de Dios, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos.
A María, Madre de Dios y Madre Nuestra nos encomendamos, nos ponemos bajo su protección. Y por favor, no dejen de rezar por mí.
Dios te salve, María...
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[1] «Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, por haber ocultado estas cosas a los sabios y a los prudentes y haberlas revelado a los pequeños» (Mt 11,25).
UNA DE LAS POBLACIONES MÁS POBRES DE LIMA
Francisco bendice a la comunidad de Manchay
"Manchay está contigo" decían los allí reunidos
Redacción, 20 de enero de 2018 a las 11:08
Manchay es una comunidad de unos 140.000 habitantes en el distrito de Pachacamac, que fue formada en 1983 por inmigrantes llegados desde la región sureña de Ayacucho que huían del conflicto interno generado por el grupo terrorista Sendero Luminoso
El papa Francisco saludó y bendijo hoy a miles de ciudadanos de la comunidad de Manchay, una de las poblaciones más pobres de Lima, que llegaron hasta las afueras de la sede de la Nunciatura Apostólica, donde se hospeda el pontífice.
Francisco arribó a la Nunciatura, en el distrito de Jesús María, tras sostener una reunión privada con miembros de la Compañía de Jesús en la iglesia de San Pedro, en el centro histórico de Lima.
El pontífice bajó del vehículo oficial en el que se trasladó para ir a saludar a las miles de personas apostadas a las afueras del lugar, en medio de las ovaciones, saludos y lágrimas de los ciudadanos.
Muchas de las personas portaban globos amarillos y blancos, además de rosarios e imágenes religiosas, que pidieron al papa que bendiga mientras arrojaban pétalos de flores amarillas.
Además, el papa recibió el pedido de bendición para muchos niños pequeños que fueron llevados por sus padres, mientras otras personas le agradecían y decían que "Manchay está contigo" y "Manchay quiere al papa".
En un momento, se produjo un incidente cuando varias personas derribaron una de las vallas de seguridad y cayeron a los pies del papa, lo que generó la inmediata reacción de los agentes de seguridad, sin que se produzcan mayores problemas.
Francisco salió posteriormente al balcón en el segundo piso de la Nunciatura para agradecer a las personas que llegaron a saludarlo.
"Quiero agradecer todo el esfuerzo que muchos ustedes hicieron para venir, especialmente a los de Manchay, que son tantos. Gracias, esos gestos no me los olvido", dijo.
El pontífice les pidió luego rezar todos juntos un Ave María y bendijo a los feligreses, a los que de inmediato les pidió que "despacito, despacito, se van yendo para las casas".
"Ustedes necesitan dormir y la gente de acá, de los edificios también. Hasta mañana, si Dios quiere", concluyó.
Manchay es una comunidad de unos 140.000 habitantes en el distrito de Pachacamac, que fue formada en 1983 por inmigrantes llegados desde la región sureña de Ayacucho que huían del conflicto interno generado por el grupo terrorista Sendero Luminoso.
El presidente de Perú, Pedro Pablo Kuczynski, anunció el jueves que su Gobierno destinará 100 millones de soles (unos 30 millones de dólares) para la construcción de un hospital en Manchay que se llamará "Papa Francisco".
RD/agencias
Papa Francisco con los pueblos Amazónicos
¡Cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas!
Por: Redacción | Fuente: ACI Prensa
El Papa Francisco dirigió un extenso y sentido discurso esta mañana en Puerto Maldonado, en el departamento peruano de Madre de Dios, a los pueblos amazónicos en el que pidió respetar y promover a estos grupos étnicos, ante las diversas amenazas que padece la Amazonía.
A continuación, el texto completo del Santo Padre:
Queridos hermanos y hermanas: Junto a ustedes me brota el canto de San Francisco: «Alabado seas, mi Señor». Sí, alabado seas por la oportunidad que nos regalas con este encuentro. Gracias Mons. David Martínez de Aguirre Guinea, señor Héctor, señora Yésica y señora María Luzmila por sus palabras de bienvenida y sus testimonios.
En ustedes quiero agradecer y saludar a todos los habitantes de Amazonia. Veo que han venido de los diferentes pueblos originarios de la Amazonia: Harakbut, Esse-ejas, Matsiguenkas, Yines, Shipibos, Asháninkas, Yaneshas, Kakintes, Nahuas, Yaminahuas, Juni Kuin, Madijá, Manchineris, Kukamas, Kandozi, Quichuas, Huitotos, Shawis, Achuar, Boras, Awajún, Wampís, entre otros.
También veo que nos acompañan pueblos procedentes del Ande que se han venido a la selva y se han hecho amazónicos. He deseado mucho este encuentro, quise empezar por aquí la visita a Perú. Gracias por vuestra presencia y por ayudarnos a ver más de cerca, en vuestros rostros, el reflejo de esta tierra.
Un rostro plural, de una variedad infinita y de una enorme riqueza biológica, cultural, espiritual. Quienes no habitamos estas tierras necesitamos de vuestra sabiduría y conocimiento para poder adentrarnos, sin destruir, el tesoro que encierra esta región, y se hacen eco las palabras del Señor a Moisés: «Quítate las sandalias, porque el suelo que estás pisando es una tierra santa» (Ex 3,5).
Permítanme una vez más decir: ¡Alabado seas Señor por esta obra maravillosa de tus pueblos amazónicos y por toda la biodiversidad que estas tierras envuelven! Este canto de alabanza se entrecorta cuando escuchamos y vemos las hondas heridas que llevan consigo la Amazonia y sus pueblos. Y he querido venir a visitarlos y escucharlos, para estar juntos en el corazón de la Iglesia, unirnos a sus desafíos y con ustedes reafirmar una opción sincera por la defensa de la vida, defensa de la tierra y defensa de las culturas.
Probablemente los pueblos amazónicos originarios nunca hayan estado tan amenazados en sus territorios como lo están ahora. La Amazonia es tierra disputada desde varios frentes: por una parte, el neo-extractivismo y la fuerte presión por grandes intereses económicos que apuntan su avidez sobre petróleo, gas, madera, oro, monocultivos agroindustriales.
Por otra parte, la amenaza contra sus territorios también viene por la perversión de ciertas políticas que promueven la «conservación» de la naturaleza sin tener en cuenta al ser humano y, en concreto, a ustedes hermanos amazónicos que habitan en ellas.
Sabemos de movimientos que, en nombre de la conservación de la selva, acaparan grandes extensiones de bosques y negocian con ellas generando situaciones de opresión a los pueblos originarios para quienes, de este modo, el territorio y los recursos naturales que hay en ellos se vuelven inaccesibles.
Esta problemática provoca asfixia a sus pueblos y migración de las nuevas generaciones ante la falta de alternativas locales. Hemos de romper con el paradigma histórico que considera la Amazonia como una despensa inagotable de los Estados sin tener en cuenta a sus habitantes.
Considero imprescindible realizar esfuerzos para generar espacios institucionales de respeto, reconocimiento y diálogo con los pueblos nativos; asumiendo y rescatando la cultura, lengua, tradiciones, derechos y espiritualidad que les son propias.
Un diálogo intercultural en el cual ustedes sean los «principales interlocutores, sobre todo a la hora de avanzar en grandes proyectos que afecten a sus espacios».[1] El reconocimiento y el diálogo será el mejor camino para transformar las históricas relaciones marcadas por la exclusión y la discriminación.
Como contraparte, es justo reconocer que existen iniciativas esperanzadoras que surgen de vuestras bases y de vuestras organizaciones, y propician que sean los propios pueblos originarios y comunidades los guardianes de los bosques, y que los recursos que genera la conservación de los mismos revierta en beneficio de sus familias, en la mejora de sus condiciones de vida, en la salud y educación de sus comunidades.
Este «buen hacer» va en sintonía con las prácticas del «buen vivir» que descubrimos en la sabiduría de nuestros pueblos. Y permítanme decirles que si, para algunos, ustedes son considerados un obstáculo o un «estorbo», en verdad, ustedes con sus vidas son un grito a la conciencia de un estilo de vida que no logra dimensionar los costes del mismo.
Ustedes son memoria viva de la misión que Dios nos ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común. La defensa de la tierra no tiene otra finalidad que no sea la defensa de la vida. Sabemos del sufrimiento que algunos de ustedes padecen por los derrames de hidrocarburos que amenazan seriamente la vida de sus familias y contaminan su medio natural.
Paralelamente, existe otra devastación de la vida que viene acarreada con esta contaminación ambiental propiciada por la minería ilegal. Me refiero a la trata de personas: la mano de obra esclava o el abuso sexual.
La violencia contra las adolescentes y contra las mujeres es un clamor que llega al cielo. «Siempre me angustió la situación de los que son objeto de las diversas formas de trata de personas. Quisiera que se escuchara el grito de Dios preguntándonos a todos: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9). ¿Dónde está tu hermano esclavo? [...] No nos hagamos los distraídos. Ni miremos para otra parte. Hay mucha complicidad. ¡La pregunta es para todos!».[2] Cómo no recordar a Santo Toribio cuando constataba con gran pesar en el tercer Concilio Limense, cito: «que no solamente en tiempos pasados se les hayan hecho a estos pobres tantos agravios y fuerzas con tanto exceso, sino también hoy muchos procuran hacer lo mismo…» (Ses. III, c.3), fin de la cita. Por desgracia, después de cinco siglos estas palabras siguen siendo actuales.
Las palabras proféticas de aquellos hombres de fe —como nos lo han recordado Héctor y Yésica—, son el grito de esta gente, que muchas veces está silenciada o se les quita la palabra. Esa profecía debe permanecer en nuestra Iglesia, que nunca dejará de clamar por los descartados y por los que sufren.
De esta preocupación surge la opción primordial por la vida de los más indefensos. Estoy pensando en los pueblos a quienes se refiere como «Pueblos Indígenas en Aislamiento Voluntario» (PIAV).
Sabemos que son los más vulnerables de entre los vulnerables. El rezago de épocas pasadas les obligó a aislarse hasta de sus propias etnias, emprendieron una historia de cautiverio en los lugares más inaccesibles del bosque para poder vivir en libertad. Sigan defendiendo a estos hermanos más vulnerables.
Su presencia nos recuerda que no podemos disponer de los bienes comunes al ritmo de la avidez y del consumo. Es necesario que existan límites que nos ayuden a preservarnos de todo intento de destrucción masiva del hábitat que nos constituye.
El reconocimiento de estos pueblos —que nunca pueden ser considerados una minoría, sino auténticos interlocutores— así como de todos los pueblos originarios nos recuerda que no somos los poseedores absolutos de la creación.
Urge asumir el aporte esencial que le brindan a la sociedad toda, no hacer de sus culturas una idealización de un estado natural ni tampoco una especie de museo de un estilo de vida de antaño. Su cosmovisión, su sabiduría, tienen mucho que enseñarnos a quienes no pertenecemos a su cultura.
Todos los esfuerzos que hagamos por mejorar la vida de los pueblos amazónicos serán siempre pocos.[3] Son preocupantes las noticias que llegan sobre el avance de algunas enfermedades. Asusta el silencio porque mata. Con el silencio no generamos acciones encaminadas a la prevención, sobre todo de adolescentes y jóvenes, ni tratamos a los enfermos, condenándolos a la exclusión más cruel. Pedimos a los Estados que se implementen políticas de salud intercultural que tengan en cuenta la realidad y cosmovisión de los pueblos, promoviendo profesionales de su propia etnia que sepan enfrentar la enfermedad desde su propia cosmovisión.
Y como lo he expresado en Laudato si’, una vez más es necesario alzar la voz a la presión que organismos internacionales hacen sobre ciertos países para que promuevan políticas de reproducción esterilizantes.
Estas se ceban de una manera más incisiva en las poblaciones aborígenes. Sabemos que se sigue promoviendo en ellas la esterilización de las mujeres, en ocasiones con desconocimiento de ellas mismas.
La cultura de nuestros pueblos es un signo de vida. La Amazonia, además de ser una reserva de la biodiversidad, es también una reserva cultural que debe preservarse ante los nuevos colonialismos.
La familia es, lo dijo una de ustedes, y ha sido siempre la institución social que más ha contribuido a mantener nuestras culturas. En momentos de crisis pasadas, ante los diferentes imperialismos, la familia de los pueblos originarios ha sido la mejor defensa de la vida. Se nos pide un especial cuidado para no dejarnos atrapar por colonialismos ideológicos disfrazados de progreso que poco a poco ingresan dilapidando identidades culturales y estableciendo un pensamiento uniforme, único… y débil. Escuchen a los ancianos, por favor,
ellos tienen una sabiduría que les pone en contacto con lo trascendente y les hace descubrir lo esencial de la vida. No nos olvidemos que «la desaparición de una cultura puede ser tanto o más grave que la desaparición de una especie animal o vegetal».[4] Y la única manera de que las culturas no se pierdan es que se mantengan en dinamismo, en constante movimiento. ¡Qué importante es lo que nos decían Yésica y Héctor: «queremos que nuestros hijos estudien, pero no queremos que la escuela borre nuestras tradiciones, nuestras lenguas, no queremos olvidarnos de nuestra sabiduría ancestral»! La educación nos ayuda a tender puentes y a generar una cultura del encuentro. La escuela y la educación de los pueblos originarios debe ser una prioridad y compromiso del Estado; compromiso integrador e inculturado que asuma, respete e integre como un bien de toda la nación su sabiduría ancestral, y así nos lo señalaba María Luzmila.
Pido a mis hermanos obispos que, como se viene haciendo incluso en los lugares más alejados de la selva, sigan impulsando espacios de educación intercultural y bilingüe en las escuelas y en los institutos pedagógicos y universidades.[5]
Felicito las iniciativas que desde la Iglesia Amazónica peruana se llevan a cabo para la promoción de los pueblos originarios: escuelas, residencias de estudiantes, centros de investigación y promoción como el Centro Cultural José Pío Aza, el CAAAP, el CETA, novedosos e importantes espacios universitarios interculturales como el NOPOKI, dirigidos expresamente a la formación de los jóvenes de las diversas etnias de nuestra Amazonia.
Felicito también a todos aquellos jóvenes de los pueblos originarios que se esfuerzan por hacer, desde el propio punto de vista, una nueva antropología y trabajan por releer la historia de sus pueblos desde su perspectiva. También felicito a aquellos que, por medio de la pintura, la literatura, la artesanía, la música, muestran al mundo su cosmovisión y su riqueza cultural. Muchos han escrito y hablado sobre ustedes.
Está bien, que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren su identidad. Necesitamos escucharles. Queridos hermanos de la Amazonia, ¡cuántos misioneros y misioneras se han comprometido con sus pueblos y han defendido sus culturas!
Lo han hecho inspirados en el Evangelio. Cristo también se encarnó en una cultura, la hebrea, y a partir de ella, se nos regaló como novedad a todos los pueblos de manera que cada uno, desde su propia identidad, se sienta autoafirmado en Él. No sucumban a los intentos que hay por desarraigar la fe católica de sus pueblos.[6] Cada cultura y cada cosmovisión que recibe el Evangelio enriquece a la Iglesia con la visión de una nueva faceta del rostro de Cristo.
La Iglesia no es ajena a vuestra problemática y a vuestras vidas, no quiere ser extraña a vuestra forma de vida y organización. Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las Iglesias locales amazónicas.
Al respecto me dio mucha alegría que uno de los trozos del Laudato si fuera leído por un diácono permanente de vuestra cultura.
Ayuden a sus obispos, misioneros y misioneras, para que se hagan uno con ustedes, y de esta manera dialogando entre todos, puedan plasmar una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena.
Con este espíritu convoqué el Sínodo para la Amazonia en el año 2019, cuya primera reunión como consejo presinodal será aquí, hoy, esta tarde.
Confío en la capacidad de resiliencia de los pueblos y su capacidad de reacción ante los difíciles momentos que les toca vivir.
Así lo han demostrado en los diferentes embates de la historia, con sus aportes, con su visión diferenciada de las relaciones humanas, con el medio ambiente y con la vivencia de la fe. Rezo por ustedes y por su tierra bendecida por Dios, y les pido, por favor, que no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.
Tinkunakama (Quechua: Hasta un próximo encuentro).
Ciertamente el milagro no es necesario, pero Dios lo hace para los no creyentes y para quienes han perdido la Fe
“Eucaristía” proviene del griego y significa “acción de gracias”. Con esta palabra significamos las gracias enviadas del Cielo por el amor de Cristo. Tanto en el plano místico como en el humano es el máximo regalo, es el sacramento más sublime; por ello se le llama el “Santísimo Sacramento del Altar”.
La Eucaristía puede entenderse sencillamente como un alimento sobrenatural. Pues así como el cuerpo absorbe el alimento natural sin darnos cuenta y lo aprovecha, así ocurre con la nutrición sobrenatural, que nos dirige a la santidad. De tal manera, comulgar en pecado mortal es una gran sacrilegio. Para que una falta sea pecado mortal se requiere: que la falta sea grave, que se conozca y que se cometa con pleno consentimiento.
Ante el pecado tenemos el remedio en la confesión; sin embargo algunos no comulgan por negarse, porque no conciben arrodillarse ante un humano o porque dicen que van a volver a pecar. Pero así como cuando caemos nos levantamos lo más pronto posible, así también si pecamos hemos de acudir a la penitencia, pues Dios perdona a quienes confiesan llanamente sus pecados y una vez perdonados, podemos acercarnos a la Sagrada Comunión dignamente y para nuestra salud espiritual.
En la Sagrada Eucaristía ocurre un milagro que se llama transubstanciación, el cual es un milagro metafísico, no visible, que se da en cada Misa, por lo que podemos afirmar que el Milagro Eucarístico es un hecho sobrenatural que ha ocurrido constantemente.
Ciertamente el milagro no es necesario, pero Dios lo hace para los no creyentes y para quienes han perdido la Fe.
Los Milagros Eucarísticos son muchos y se ordenan en cuatro grupos:
Milagros Eucarísticos Históricos:
En estos no interviene la ciencia pero se documentan en la historia; por ejemplo, el milagro de Tolosa en 1225, donde San Antonio de Padua consagró una hostia que fue adorada por un burro y así se convirtió el pueblo entero.
Otro ejemplo es el de Santa Clara de Asís, quien estando enferma y desesperada usó la custodia para defender a su convento de los invasores musulmanes. De esta custodia salieron rayos de luz cegadores que vencieron a los atacantes.
Milagros Eucarísticos Apologéticos:
En este grupo se ubican los Milagros Eucarísticos que permanecen hasta hoy, que pueden verse y que han sido estudiados por la ciencia. Son hostias consagradas sin corromperse. La más antigua está en Zamora, consagrada en 1159 y sigue tan blanca hoy como en aquel día.
En Siena, Italia, fueron profanadas algunas hostias el 15 de Agosto de 1730 al ser robado un copón. Estas hostias fueron iluminadas y encontradas por sacerdotes tres días después y hoy en día siguen intactas como cuando fueron robadas.
Milagros Eucarísticos sucedidos a Sacerdotes que han perdido la Fe:
En el tercero y cuarto grupo se ubican los Milagros Eucarísticos sucedidos a Sacerdotes que han perdido la Fe en la presencia real de Nuestro Señor Jesucristo y que en sus manos la hostia se ha convertido en carne y el vino en sangre.
La multitud de Milagros Eucarísticos hace imposible presentarlos todos durante un breve artículo, pero hemos de señalar la gran cantidad de milagros sucedidos en toda Europa que muestran la constancia de la Gracia que Nuestro Señor desea hacernos para afirmar nuestra Fe.
Espero que esta plática nos transforme para asistir a Misa con devoción y no dejar de comulgar.