Que me siga

"DETENTE, MIRA, REGRESA", CLAVES PARA UNA CUARESMA DESDE LA FE Y LA TERNURA
Francisco: "Éste es el momento para volver a casa, es el tiempo para dejarse tocar el corazón"
"Mira el rostro de Cristo crucificado por amor a todos y sin exclusión. ¿A todos? Sí, a todos"

Jesús Bastante, 14 de febrero de 2018 a las 17:54

Francisco impuso la ceniza en Santa SabinaRD

"Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano ". Así, "¡vuelve!, sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados. Vuelve!, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios".

 (Jesús Bastante).- Detente, sal al encuentro de Dios, regresa. "Vuelve sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados". El Papa Francisco presidió este miércoles la celebración del Miércoles de Ceniza en la basílica de Santa Sabina, en una tradicional ceremonia que arrancó con una peregrinación desde San Anselmo. El comienzo de la Cuaresma arranca con laimposición de la ceniza, procedente de los ramos de olivo bendecidos el Domingo de Ramos. Acompañado por parte de la Curia y frailes dominicos y benedictinos, Bergoglio apuntó que éste, el tiempo de Cuaresma, "es un tiempo propicio para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor". "La Iglesia nos propone prestar especial atención a todo aquello que puede oxidar nuestro corazón", frente a las "tentaciones múltiples"que, "ante las vicisitudes cotidianas se alzan como voces que lo único que saben es sembrar desconfianza".

"Si el fruto de la fe es la caridad, el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación", que son "demonios que paralizan el alma del pueblo creyente". Frente a estos impulsos, la Cuaresma se convierte en un tiempo propicio para "desenmascarar esta y otras tentaciones, y dejar que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar el corazón de Jesús".

Ante esto, Francisco propuso tres palabras: "detente, mira y vuelve".Detenerse "ante la agitación, el correr sin sentido, que nunca llega a ningún lado", ante el falso "mandamiento de vivir acelerando", que termina "destruyendo el tiempo de la familia, de la amistad, de los hijos, de los abuelos, de la gratuidad" en definitiva, "el tiempo de Dios".

Un 'stop' espiritual ante "la mirada altanera, el comentario fugaz y despreciante" que nos hace "olvidarnos de la ternura, para encontrar a los otros, especialmente a los vulnerable, a los heridos, a los que están inmersos en el pecado y el error".

"Detente un poco ante el ruido ensordecedor que atrofia nuestros oídos", ante los sentimientos que impiden "ir hacia los otros y compartir sus cargas y sufrimientos", que "nos priva de los lazos, del valor de los procesos, del estar siempre en camino". "Detente para mirar y contemplar".

Y tras detenerse, observar. "Mira los signos que impiden apagar la caridad, que mantienen viva la llama de la fe y la esperanza, rostros llenos de ternura, mira el rostro de nuestras familias, que siguen apostando día a día para sacar la vida adelante", clamó el Papa.

"Mira el rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro y esperanza, que exigen protección y dedicación, brotes vivientes del amor y de la vida, que siempre se abren paso", prosiguió el Papa. "Mira el rostro surcado por el paso del tiempo de nuestros ancianos", auténtica "memoria viva de nuestros pueblos y rostros de la sabiduría de Dios". También, el rostro de "nuestros enfermos y los que se hacen cargo de ellos", que nos recuerda que "el valor de cada persona no puede ser jamás reducido a una cuestión de cálculo o de utilidad".

"Mira el rostro arrepentido de tantos que intentan revertir sus errores y equivocaciones y, desde sus miserias y dolores, luchan por transformar las situaciones y salir adelante", prosiguió Bergoglio, y la cruz. "Desde la cruz sigue siendo portavoz de esperanza; mano tendida para aquellos que se sienten crucificados, que experimentan en su vida el peso de sus fracasos, desengaños y desilusión".

Cristo, "crucificado por amor a todos y sin exclusión. ¿A todos? Sí, a todos. Mirar su rostro es la invitación esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la desconfianza, la apatía y la resignación. Rostro que nos invita a exclamar: ¡El Reino de Dios es posible!". 

Y después de detenerte y mirar, "vuelve, regresa". "Regresa a la casa de tu padre, vuelve sin miedo a los brazos de tu padre rico de misericordia que te espera. Vuelve sin miedo. Es el momento oportuno para volver a casa, éste es el tiempo para dejarse tocar el corazón".

Porque "Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano ". Así, "¡vuelve!, sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados. Vuelve!, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios".

Homilía del Papa Francisco:

El tiempo de Cuaresma es tiempo propicio para afinar los acordes disonantes de nuestra vida cristiana y recibir la siempre nueva, alegre y esperanzadora noticia de la Pascua del Señor. La Iglesia en su maternal sabiduría nos propone prestarle especial atención a todo aquello que pueda enfriar y oxidar nuestro corazón creyente. 

Las tentaciones a las que estamos expuestos son múltiples. Cada uno de nosotros conoce las dificultades que tiene que enfrentar. Y es triste constatar cómo, frente a las vicisitudes cotidianas, se alzan voces que, aprovechándose del dolor y la incertidumbre, lo único que saben es sembrar desconfianza. Y si el fruto de la fe es la caridad -como le gustaba repetir a la Madre Teresa de Calcuta-, el fruto de la desconfianza es la apatía y la resignación. Desconfianza, apatía y resignación: esos demonios que cauterizan y paralizan el alma del pueblo creyente. 

La Cuaresma es tiempo rico para desenmascarar éstas y otras tentaciones y dejar que nuestro corazón vuelva a latir al palpitar del Corazón de Jesús. Toda esta liturgia está impregnada con ese sentir y podríamos decir que se hace eco en tres palabras que se nos ofrecen para volver a «recalentar el corazón creyente»: Detente, mira y vuelve. 

Detente un poco de esa agitación, y de correr sin sentido, que llena el alma con la amargura de sentir que nunca se llega a ningún lado. 
Detente de ese mandamiento de vivir acelerado que dispersa, divide y termina destruyendo el tiempo de la familia, el tiempo de la amistad, el tiempo de los hijos, el tiempo de los abuelos, el tiempo de la gratuidad... el tiempo de Dios.
Detente un poco delante de la necesidad de aparecer y ser visto por todos, de estar continuamente en «cartelera», que hace olvidar el valor de la intimidad y el recogimiento. 
Detente un poco ante la mirada altanera, el comentario fugaz y despreciante que nace del olvido de la ternura, de la piedad y la reverencia para encontrar a los otros, especialmente a quienes son vulnerables, heridos e incluso inmersos en el pecado y el error. 
Detente un poco ante la compulsión de querer controlar todo, saberlo todo, devastar todo; que nace del olvido de la gratitud frente al don de la vida y a tanto bien recibido. 
Detente un poco ante el ruido ensordecedor que atrofia y aturde nuestros oídos y nos hace olvidar del poder fecundo y creador del silencio. 
Detente un poco ante la actitud de fomentar sentimientos estériles, infecundos, que brotan del encierro y la auto-compasión y llevan al olvido de ir al encuentro de los otros para compartir las cargas y sufrimientos. 
Detente ante la vacuidad de lo instantáneo, momentáneo y fugaz que nos priva de las raíces, de los lazos, del valor de los procesos y de sabernos siempre en camino.

¡Detente para mirar y contemplar! 
Mira los signos que impiden apagar la caridad, que mantienen viva la llama de la fe y la esperanza. Rostros vivos de la ternura y la bondad operante de Dios en medio nuestro. 
Mira el rostro de nuestras familias que siguen apostando día a día, con mucho esfuerzo para sacar la vida adelante y, entre tantas premuras y penurias, no dejan todos los intentos de hacer de sus hogares una escuela de amor. 

Mira el rostro interpelante de nuestros niños y jóvenes cargados de futuro y esperanza, cargados de mañana y posibilidad, que exigen dedicación y protección. Brotes vivientes del amor y de la vida que siempre se abren paso en medio de nuestros cálculos mezquinos y egoístas. 
Mira el rostro surcado por el paso del tiempo de nuestros ancianos; rostros portadores de la memoria viva de nuestros pueblos. Rostros de la sabiduría operante de Dios. 
Mira el rostro de nuestros enfermos y de tantos que se hacen cargo de ellos; rostros que en su vulnerabilidad y en el servicio nos recuerdan que el valor de cada persona no puede ser jamás reducido a una cuestión de cálculo o de utilidad. 
Mira el rostro arrepentido de tantos que intentan revertir sus errores y equivocaciones y, desde sus miserias y dolores, luchan por transformar las situaciones y salir adelante. 
Mira y contempla el rostro del Amor crucificado, que hoy desde la cruz sigue siendo portador de esperanza; mano tendida para aquellos que se sienten crucificados, que experimentan en su vida el peso de sus fracasos, desengaños y desilusión. 
Mira y contempla el rostro concreto de Cristo crucificado por amor a todos y sin exclusión. ¿A todos? Sí, a todos. Mirar su rostro es la invitación esperanzadora de este tiempo de Cuaresma para vencer los demonios de la desconfianza, la apatía y la resignación. Rostro que nos invita a exclamar: ¡El Reino de Dios es posible! 
Detente, mira y vuelve. 
Vuelve a la casa de tu Padre. 
¡Vuelve!, sin miedo, a los brazos anhelantes y expectantes de tu Padre rico en misericordia (cf. Ef 2,4) que te espera. 
¡Vuelve!, sin miedo, este es el tiempo oportuno para volver a casa; a la casa del Padre mío y Padre vuestro (cf. Jn 20,17). Este es el tiempo para dejarse tocar el corazón... Permanecer en el camino del mal es sólo fuente de ilusión y de tristeza. La verdadera vida es algo bien distinto y nuestro corazón bien lo sabe. Dios no se cansa ni se cansará de tender la mano (cf. Bula Misericordiae vultus, 19). 
¡Vuelve!, sin miedo, a participar de la fiesta de los perdonados. 
¡Vuelve!, sin miedo, a experimentar la ternura sanadora y reconciliadora de Dios. Deja que el Señor sane las heridas del pecado y cumpla la profecía hecha a nuestros padres: «Les daré un corazón nuevo y pondré en ustedes un espíritu nuevo: les arrancaré de su cuerpo el corazón de piedra y les daré un corazón de carne» (Ez 36,26). 
¡Detente, mira y vuelve!

Evangelio según San Lucas 9,22-25. 

Jesús dijo a sus discípulos: 
"El Hijo del hombre, les dijo, debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día". 
Después dijo a todos: "El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga. 
Porque el que quiera salvar su vida, la perderá y el que pierda su vida por mí, la salvará. 
¿De qué le servirá al hombre ganar el mundo entero, si pierde y arruina su vida? 

San Claudio de La Colombière

San Claudio de La Colombière, religioso presbítero

En Paray-le-Monial, de Borgoña, en Francia, san Claudio La Colombière, presbítero de la Orden de la Compañía de Jesús, que, siendo hombre entregado a la oración, con sus consejos dirigió a muchos en su esfuerzo para amar a Dios.

San Claudio de la Colombiere, sacerdote jesuita, fue el primero en creer en las revelaciones místicas del Sagrado Corazón recibidas por Sta. Margarita en el convento de Paray le Monial, Francia.  

Gracias a su apoyo la superiora de Margarita llegó también a creer y la devoción al Sagrado Corazón comenzó a propagarse.  San Claudio no solo creyó sino que en adelante dedicó su vida a propagar la devoción siempre unido espiritualmente a Sta. Margarita en cuyo discernimiento confiaba plenamente.  

Sacerdote santo y sabio que supo discernir muy bien la auténtica intervención divina en el alma de Sta. Margarita a pesar que hasta entonces todos los teólogos y las religiosas la  despreciaban y hasta algunos la tenían por posesa. El santo Claudio nació en Saint-Symphorien d'Ozon, cerca de Lyón, en 1641. Su familia estaba bien relacionada, era piadosa y gozaba de buena posición. No poseemos ningún dato especial sobre su vida antes de ingresar en el colegio de la Compañía de Jesús de Lyón.

Aunque sentía gran repugnancia por la vida religiosa, logró vencerla y fue inmediatamente admitido en la Compañía. Hizo su noviciado en Aviñón y, a los dos años, pasó al colegio de dicha ciudad a completar sus estudios de filosofía. Al terminarlos fue destinado a enseñar la gramática y las humanidades, de 1661 a 1666. Desde 1659, la ciudad de Aviñón había presenciado choques constantes entre los nobles y el pueblo En 1662, ocurrió en Roma el famoso encuentro entre la guardia pontificia y el séquito del embajador francés.

A raíz de ese incidente, las tropas de Luis XIV ocuparon Aviñón, que se hallaba en el territorio de los Papas. Sin embargo, esto no interrumpió las tareas del colegio, y el aumento del calvinismo no hizo más que redoblar el celo de los jesuitas, quienes se consagraron con mayor ahínco a los ministerios apostólicos en la ciudad y en los distritos circundantes. En 1673, el joven sacerdote fue nombrado predicador del colegio de Aviñón. Sus sermones, en los que trabajaba intensamente, son verdaderos modelos del género, tanto por la solidez de la doctrina como por la belleza del lenguaje.

El santo parece haber predicado más tarde los mismos sermones en Inglaterra, y el nombre de la duquesa de York (María de Módena, que fue después reina, cuando Jacobo II heredó el trono), en cuya capilla predicó Claudio, está ligado a las ediciones de dichos sermones. El santo, durante su estancia en París, había estudiado el Jansenismo con sus verdades a medias y sus calumnias, a fin de combatir, desde el púlpito sus errores, animado como estaba por el amor al Sagrado Corazón, cuya devoción sería el mejor antídoto contra el Jansenismo. A fines de 1674, el P. La Chaize, rector del santo, recibió del general de la Compañía la orden de admitirle a la profesión solemne, después de un mes de ejercicios espirituales en la llamada "tercera probación". Ese retiro fue de gran provecho espiritual para Claudio que se sintió, según confesaba, llamado a consagrarse al Sagrado Corazón.

El santo añadió a los votos solemnes de la profesión un voto de fidelidad absoluta a las reglas de la Compañía, hasta en sus menores detalles. Según anota en su diario, había ya vivido durante algún tiempo en esa fidelidad perfecta, y quería consagrar con un voto su conducta para hacerla más duradera. Tenía entonces treinta y tres años, la edad en la que Cristo murió, y eso le inspiró un gran deseo de morir completamente para el mundo y para sí mismo. Como escribió en su diario: "Me parece, Señor, que ya es tiempo de que empiece a vivir en Tí y sólo para Tí, pues a mi edad, Tú quisiste morir por mí en particular". El P. La Colombiére fue beatificado en 1929 y su Santidad Juan Pablo II lo declaró santo en 1992. La Iglesia Universal celebra su fiesta el día 15 de febrero.

Oración de San Claudio de la Colombiere S.J.

JESÚS, AMIGO ÚNICO Esta oración está sacada de la 39ª de las "Reflexiones cristianas" (O.C. V, pág. 39); a propósito de S. Juan Evangelista, nos propone que recemos a Jesús, único. y verdadero.

Amigo. Jesús, Tú eres el Amigo único y verdadero; no sólo compartes cada uno de mis padecimientos, sino que lo tomas sobre Ti y conoces el secreto de transformármelo en gozo. Me escuchas con bondad y, cuando te cuento mis amarguras, me las suavizas.

Te encuentro en todo lugar, jamás te alejas y, si me veo obligado a cambiar de residencia, te encuentro allí donde voy. Nunca te hartas de escucharme;, jamás te cansas de hacerme bien. Si te amo, estoy seguro de ser correspondido; no tienes necesidad de lo mío ni te empobreces al otorgarme tus dones. No obstante que soy un hombre pobre, nadie (sea noble, inteligente o santo) podrá robarme tu amistad.

La misma muerte que separa a los amigos todos, me reunirá contigo. Ninguna de las adversidades de la edad o del azar lograrán jamás alejarme de ti; más bien, por el contrario, nunca gozaré con tanta plenitud de tu presencia ni jamás me estarás tan cercano, cuanto en el momento en que todo parecerá conspirar contra mi. Sólo Tú aciertas a soportar mis defectos con extremada paciencia. Incluso mis infidelidades e ingratitudes, aunque te ofenden, no te impiden estar siempre dispuesto a concederme tu gracia y tu amor, si yo las deseo.

Isaac el Sirio (siglo VII), monje cercano a Mossoul Discurso, primera serie 71-74

“Que me siga.” Mc, 8,34)

El Señor entregó a su propio Hijo a la muerte en cruz a causa del ardiente amor por la creación...No porque no hubiera podido rescatarla de otro modo, sino porque ha querido manifestar así su amor desbordante, como una enseñanza para nosotros. Por la muerte de su Hijo único nos ha reconciliado consigo. Sí, si hubiera tenido algo más precioso, nos lo habría entregado para que volviéramos enteramente a él.

A causa de su gran amor hacia nosotros, no quiso violentar nuestra libertad, aunque hubiera podido hacerlo. Antes bien prefirió que nosotros nos acercáramos a él por amor.

A causa de su amor por nosotros y por la obediencia a su Padre, Cristo aceptó gozosamente los insultos y la aflicción... De la misma manera, cuando los santos llegan a su plenitud, desbordando de amor por los demás y por la compasión hacia todos los hombres, se parecen a Dios.

Cristo al centro

Santo Evangelio según San Lucas 9,22-25. Jueves después de Ceniza.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor Jesús, permíteme caminar por el mismo camino que Tú recorriste. Que la cruz sea mi bastón, el amor mi meta y la abnegación el signo de mi entrega total a Ti y al prójimo. Así sea.

Jueves 15 de febrero de 2018

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

El Evangelio de hoy tiene una palabra clave: "conmigo".

Cristo habla abiertamente de padecimientos y desprecios. No niega que Él debe afrontar la muerte y que el destino de sus discípulos no será muy distinto al suyo. Habla de perder la vida y de negarse a uno mismo. Pero si quitamos a Cristo de este centro; si olvidamos que es con Él y por Él, ¿qué sentido tiene todo esto? ¿Cómo se puede comprender una vida de sufrimientos si retiramos la única motivación válida?

"El que quiera seguirme…se venga conmigo…el que pierda su vida por mí". Este tiempo de Cuaresma no propone más sacrificio sin sentido; nos propone recordar la palabra clave del amor a Cristo. No nos pide una vida "excéntrica", tal como el mundo a veces la califica; más bien nos pide dejar el centro para Cristo, pues a Él y no a nosotros le corresponde este lugar. Ciertamente, centrar la vida en Cristo exige sacrificios y renuncia. Pero esto sólo tiene sentido si es por amor.

"Conmigo" significa, además, que no estamos solos en este camino. Cristo por amor se unió a nuestra realidad de cruz y sufrimiento. ¡Es Él quien no merecía sufrir! Y en cambio, nos ama tanto que nos ofrece su compañía en nuestra propia cruz. ¿Cómo no agradecer a Cristo este amor tan sublime? ¿Cómo no responderle de la misma manera?

Con esta actitud de familiaridad con el Señor y no quedarse como cristianos que se conforman con tener una actitud buena con el Señor, pero tú allí y yo aquí. La invitación del Señor está clara y es más atrayente: Somos familia, vosotros sois mi familia si escucháis mi palabra y si la ponéis en práctica. Hay que tener el estilo de quien, con sus problemas, durante el día va en el bus, en el metro e interiormente habla con el Señor o al menos sabe que el Señor lo mira, le es cercano: esta es la familiaridad, es cercanía, es sentirse de la familia de Jesús.

(Homilía de S.S. Francisco, 26 de septiembre de 2017, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Hoy visitaré una iglesia o capilla para acompañar a Cristo Eucaristía durante un tiempo.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

La conversión del corazón
Meditaciones para toda la Cuaresma

Jueves después de Ceniza. ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? 

Reflexionar es una conversión que no debe ser solamente una conversión exterior, sino que debe ir sobre todo hacia la conversión del corazón. La conversión del corazón que viene a ser el núcleo de toda la Cuaresma, es vista por la Escritura, como un momento de elección por parte del hombre que debe dirigir a Alguien. La pregunta es: ¿A quién dirigimos el corazón? ¿Hacia quién me estoy dirigiendo yo? En este período en el cual la Iglesia nos invita a reflexionar más profundamente tenemos que preguntarnos: ¿Hacia dónde voy yo?

En la primera lectura Dios pone delante del pueblo de Israel el bien y el mal, diciéndole que puede elegir, decir a quién quiere servir, qué quiere hacer de su vida. Tú también vas a decidir si quieres vivir tu vida amando al Señor tu Dios, escuchando su voz, adhiriéndote a Él, o vas a tener un corazón que se resiste. Es en lo profundo de nuestra intimidad donde acabamos descubriendo hacia quién estamos orientando nuestra vida.

La Escritura nos habla por un lado de un corazón que se resiste a Dios y por otro lado de un corazón que se adhiere a Dios. Mi corazón se resiste a Dios cuando no quiero ver su gracia, cuando no quiero ver su obra en mi vida, cuando no quiero ver su camino sobre mi existencia. Mi corazón se adhiere a Dios, cuando en medio de mil inquietudes, vicisitudes, en medio de mil circunstancias yo voy siendo capaz de descubrir, de encontrar, de amar, de ponerme de delante de Él y decirle: "aquí estoy, cuenta conmigo".

Jesús en el Evangelio nos presenta esta elección, entre resistencia del corazón y la adhesión del corazón como una adhesión por Él o contra Él: "El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue su cruz cada día y se venga conmigo." Una conversión que no es solamente el cambiar el comportamiento; una conversión que no es simplemente el tener una doctrina diferente; una conversión que no es buscarse a sí mismo, sino seguir a Jesucristo. Esta es la auténtica conversión del corazón.

Jesús pone como polo opuesto, como manifestación de la resistencia del corazón el querer ganar todo el mundo. ¿Qué prefieres tú? ¿Cuál es la opción de tu vida, cuál es el camino por el cual tu vida se orienta, ganar todo el mundo si no te ganas a ti mismo?, pero si has perdido a base de la resistencia de tu corazón lo más importante que eres tú mismo, ¿cómo te puedes encontrar?. Solamente te vas a encontrar adhiriéndote a Dios.

Deberíamos entrar en nuestra alma y ver que estamos ganando o qué estamos perdiendo, a qué nos estamos resistiendo y a quién nos estamos adhiriendo. Este es el doble juego que tenemos que hacer y no lo podemos evitar. Nuestra alma, de una forma u otra, se va a orientar hacia adherirse a Dios, automáticamente está construyendo en su interior la resistencia a Dios. El alma que no busca ganarse a sí misma dándose a Dios, está automáticamente perdiéndose a sí misma.

Son dos caminos. A nosotros nos toca elegir: "Dichoso el hombre que confía en el Señor, éste será dichoso; en cambio los malvados serán como paja barrida por el viento. El Señor protege el camino del justo y al malo sus caminos acaban por perderlo": ¿Qué camino llevo en este inicio de Cuaresma? ¿Es un camino de seguimiento? Me dice Nuestro Señor: ¿Eres de los que quieren estar conmigo, de los que quieren adherirse a Mí? ¿O eres de los que se resisten?

Pedir a Dios con Fe

El Papa Francisco afirma que todo es posible para el que pide con fe

Redacción | Fuente: ACI Prensa/ 14 de Febrero 2018 

En su catequesis de la Audiencia General de este miércoles 14 de febrero en la Plaza de San Pedro del Vaticano, el Papa Francisco animó a rezar con fe, pues “todo es posible para el que pide con fe”, e invitó a aquellos que no tienen una fe suficientemente fuerte a rezar con esta fórmula: “Creo, Señor. Pero aumenta mi poca fe”.

“Recordemos, de hecho, cuanto nos ha dicho el Señor Jesús: ‘Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y será concedido’”, subrayó.

El Santo Padre continuó con las catequesis sobre la Santa Misa. En esta ocasión, reflexionó sobre el Credo y la Oración de los fieles.

El Credo “manifiesta la respuesta común de la asamblea a todo lo que se ha escuchado de la Palabra de Dios. Existe un nexo vital entre la escucha y la fe. De hecho, ésta no nace de la fantasía de mentes humanas, sino que, como recuerda San Pablo, ‘viene de escuchar la Palabra de Cristo’. La fe se alimenta, por lo tanto, de la escucha, y conduce al Sacramento”.

“De esa manera, el rezo del Credo hace que la asamblea litúrgica vuelva a meditar y a profesar los grandes misterios de la fe antes de la celebración eucarística”.

Destacó el vínculo existente entre el Credo y la liturgia de la Palabra, y afirmó que “la escucha de las lecturas bíblicas, prolongadas en la homilía, responde al derecho espiritual del pueblo de Dios a recibir con abundancia”.

“Cuando la Palabra de Dios no se lee bien, no se predica con fervor por el diácono, el sacerdote o el Obispo, se les está privando a los fieles de un derecho, porque los fieles tienen derecho a recibir la Palabra de Dios”, advirtió.

El Credo “vincula la Eucaristía al Bautismo, recibido ‘en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo’, y nos recuerda que los Sacramentos son comprensibles a la luz de la fe de la Iglesia: son ‘signos’ de la fe, la presuponen y la suscitan”.

En este sentido, “me agrada mencionar, el Credo, llamado ‘de los Apóstoles’, como el Símbolo bautismal de la Iglesia de Roma, fórmula que se puede adoptar en la Misa, especialmente en Cuaresma y en el Tiempo Pascual, en el lugar del Credo niceno-constantinopolitano. En la misma fe recibida por los Apóstoles se aplica la fe de cada bautizado, cuya unión a Cristo se actualiza en la celebración Eucarística”.

Tras reflexionar sobre el Credo, el Papa habló también sobre la Oración de los fieles: “La respuesta a la Palabra de Dios acogida con fe se expresa después en la súplica común denominada ‘Oración universal’, porque abraza las necesidades de la Iglesia y del mundo”.

“También se la denomina ‘Oración de los fieles’ –explicó–. De hecho, en los primeros siglos, después de la homilía, los catecúmenos abandonaban la iglesia, mientras los fieles, es decir, los bautizados, unían sus voces para suplicar juntos al Señor”.

El Papa también explicó que “los Padres del Concilio Vaticano II quisieron restaurar esta oración después del Evangelio y de la homilía, especialmente en el domingo y en las fiestas, con el objetivo de que con la participación del pueblo se haga la oración por la Santa Iglesia, por aquellos que nos gobiernan, por aquellos que se encuentran en necesidad, por todos los hombres y por la salvación de todo el mundo”.

“Tras las intenciones particulares, propuestas por un diácono o por un lector, la asamblea une su voz invocando: ‘Escúchanos, o Señor’, o con una súplica similar. Esta es la oración que los fieles elevan a Dios, confiando en que serán escuchados en las peticiones que presentan, por el bien de todos, según su voluntad”.

Por el contrario, “aquellas pretensiones que responden a la lógica mundana, no suben al Cielo, al igual que tampoco son acogidas las peticiones de auto-referencialidad”.

El Pontífice finalizó la catequesis recordando que “las intenciones por las cuales se invita al pueblo fiel a rezar deben dar voz a necesidades concretas de la comunidad eclesial y del mundo, evitando recurrir a fórmulas convencionales o miopes”.

"REZO CADA DÍA PARA PEDIRLE A DIOS LA GRACIA DE UNA BUENA MUERTE"
Georg Ratzinger: "Mi hermano padece una enfermedad paralizante"
El hermano del Papa emérito confirma que no puede caminar, ni levantarse solo

Los hermanos Ratzinger, juntosAgencias

Georg Ratzinger, cuatro años mayor que su hermano, tenía previsto visitar a Benedicto XVI el 8 de abril, una semana antes de su 91 cumpleaños (el 16), "pero es mucho tiempo, quién sabe lo que sucederá hasta entonces"

(J. Bastante).- Benedicto XVI no puede caminar, ni levantarse solo."Mi hermano padece una enfermedad paralizante". Georg Ratzinger revela la actual situación física de su hermano. En una entrevista con 'Neue Post', y que ha sido publicada por la versión alemana Vatican News, el sacerdote confirma lo que todos pensaban cuando el Papa emérito escribió la pasada semana al Corriere della Sera: estamos asistiendo a los últimos días del pontífice alemán. Debido a su estado de salud, Ratzinger se ve obligado a "recurrir a la silla de ruedas", y su salud se va apagando lentamente, según su hermano. "La inquietud más grande es que la parálisis pueda terminar llegando a su corazón, y entonces todo podría terminar velozmente", afirma George. "Rezo cada día para pedirle a Dios la gracia de una buena muerte, en un buen momento, para mí y para mi hermano. Ambos tenemos este gran deseo", añadió. Georg Ratzinger, cuatro años mayor que su hermano, tenía previsto visitar a Benedicto XVI el 8 de abril, una semana antes de su 91 cumpleaños (el 16), "pero es mucho tiempo, quién sabe lo que sucederá hasta entonces". Pese a todo, ambos hermanos hablan por teléfono con cierta asiduidad. Preguntado sobre el particular, el portavoz vaticano, Greg Burke, no quiso hacer comentarios, aunque se remitió a la carta que el propio Papa emérito envió la pasada semana al Corriere, y en la que hablaba de su "último tramo del camino" y el declive de sus fuerzas físicas. El pasado domingo se cumplieron cinco años del anuncio de la histórica renuncia de Benedicto XVI, que se hizo efectiva el 28 de ese mes.

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