Cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí
- 20 Marzo 2018
- 20 Marzo 2018
- 20 Marzo 2018
Evangelio según San Juan 8,21-30.
Jesús dijo a los fariseos:
"Yo me voy, y ustedes me buscarán y morirán en su pecado. Adonde yo voy, ustedes no pueden ir".
Los judíos se preguntaban: "¿Pensará matarse para decir: 'Adonde yo voy, ustedes no pueden ir'?".
Jesús continuó: "Ustedes son de aquí abajo, yo soy de lo alto. Ustedes son de este mundo, yo no soy de este mundo.
Por eso les he dicho: 'Ustedes morirán en sus pecados'. Porque si no creen que Yo Soy, morirán en sus pecados".
Los judíos le preguntaron: "¿Quién eres tú?". Jesús les respondió: "Esto es precisamente lo que les estoy diciendo desde el comienzo.
De ustedes, tengo mucho que decir, mucho que juzgar. Pero aquel que me envió es veraz, y lo que aprendí de él es lo que digo al mundo".
Ellos no comprendieron que Jesús se refería al Padre.
Después les dijo: "Cuando ustedes hayan levantado en alto al Hijo del hombre, entonces sabrán que Yo Soy y que no hago nada por mí mismo, sino que digo lo que el Padre me enseñó.
El que me envió está conmigo y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada".
Mientras hablaba así, muchos creyeron en él.
San Martín Dumiense
Confesor Dumio, situado geográficamente cerca de Braga - la capital del reino de los suevos-, distingue del otro Martín de Francia a nuestro Martín. Fue el apóstol de los suevos a los que convirtió al catolicismo. San Martín Dumiense, según conocemos por el epitafio de su tumba que escribió él mismo, era oriundo de Panonia, en la actual Hungría. Debió nacer entre el 510 y el 520.
Quiso vivir el don de la fe en las mismas fuentes. Peregrina a Palestina con la avidez de conocer, pisar, besar y tocar la tierra de Cristo; allí aprovecha su tiempo entre oración, mortificación, y el estudio del griego que le contacta con los santos Padres primeros. Luego pasa por Roma, donde murió y vive Pedro.
Atraviesa el reino de los francos donde se encuentra con los suevos y aprovecha la oportunidad de hacer apostolado con este pueblo. Karriarico, rey suevo arriano -habían caído los suevos en el arrianismo por la actividad del gálata Ayax, enviado por Teodorico- mandó embajada noble para pedir en la afamada y milagrosa tumba de san Martín de Tours el portento de la curación de su hijo.
Era ya la segunda vez que lo hacía, la primera misión no dio el resultado apetecido; ahora manda la ofrenda del peso de su hijo en oro y plata y presenta la promesa de conversión si obtiene del santo de Tours lo que humildemente pide. Y se cura el vástago del rey suevo. Es la ocasión para dejar el arrianismo. San Gregorio de Tours narrará, como testigo presencial, -dejando en el relato el polvo de la leyenda- el ruego de la doble embajada y la posterior conversión del bravo pueblo suevo.
Contribuyó a la conversión de los suevos al catolicismo. En el concilio de Braga del 561 -como un precursor de san Ildefonso en el III de Toledo- se ha logrado la conversión del rey y del pueblo, se establece la unidad y se tiene el gozo de escuchar la fórmula del bautismo “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Murió en el año 580.
Oremos
Señor, Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Martín Dumiense, para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Calevourt, cerca de Bruselas, Bélgica, (1454)
¿Quién eres tú?
Santo Evangelio según San Juan. Martes V de Cuaresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Jesús, te doy las gracias por esta oportunidad que me das para poder encontrarme contigo en la intimidad de la oración. Has estado esperando ardientemente este momento, en que yo viniera a abrirte mi corazón. Tú ya sabes cuáles son mis dificultades, mis anhelos, mis sueños… pero te agrada escucharme, hacerme sentir que estás vivo y que quieres jugar un papel importante en mi vida, si yo te dejo.
Ayúdame, amado Jesús, a abrir el corazón para recibir con amor y atención lo que hoy quieres decirme. Dame la gracia de fundir mi voluntad con la tuya, y que toda mi vida no sea sino un acto de alabanza y de agradecimiento por todo lo que Tú has hecho por mí… pero sobre todo por ser quien eres. Amén.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Muy amada alma:
Hoy has visto que mis palabras hacia los judíos son muy duras y que ellos me preguntan: ¿Quién eres tú?
Sé que muchas veces, sobre todo en los momentos difíciles de la vida, esta misma pregunta ha brotado en tu alma. Quiero responderte.
Soy alguien que te ama, que solamente quiere tu felicidad. Soy alguien que sufre contigo y por ti. Soy aquél que también ríe cuando estás alegre, pero también soy aquél que te ama tanto que estoy dispuesto a sacarte de la esclavitud del pecado.
Muchas veces los que te aman son los que no te molestan, los que dejan que tu vida siga igual…No. Yo no soy de esos, pues esa actitud se llama indiferencia y no amor.
Porque te amo y sólo quiero tu bien, tu felicidad, soy capaz de dirigirte fuertes palabras como a los judíos…entiende que vale mil veces más el golpe de un amigo que te detiene para que no caigas al precipicio, que las palmadas en la espalda de quien es indiferente ante tu ruina.
¡TE AMO! Y lo hago tanto que estoy dispuesto a romper tu tranquilidad si ella te llevará a la ruina.
Escuchaste que les dije a los judíos: "A donde yo voy, ustedes no pueden venir." ¿Sabes a dónde fui? A dar mi vida por cada uno de ellos… ¡a morir por ti! Ellos no podían venir porque solo mi amor por ti es tan grande que llega hasta el punto de dar mi vida por ti. Dentro de pocos días, volveré a morir por ti, se renovará el sacrificio que hice y hago por ti. A ti no te digo que no puedes venir, pues he arrancado tu vida del abismo para ponerla de nuevo en tus manos. Puedes venir, pero ¿quieres hacerlo?
¿Quieres experimentar el amor tan grande que te tengo? ¿Me permitirías compartir mi vida contigo?
Ése soy yo, el que te ama...quizá más de lo que tú mismo lo haces. ¿Me dejas amarte hasta el extremo?
Atte. Jesús
¿Quién eres tú para cerrar la puerta de tu corazón a un hombre, a una mujer que quiere mejorar, volver al pueblo de Dios, porque el Espíritu Santo ha tocado su corazón? Que la Cuaresma ayude a no cometer el error de quien desafió el amor de Jesús hacia el paralítico solo porque era contrario a la ley. Hay que pedir al Señor por nosotros y por toda la Iglesia una conversión a Jesús, una conversión a la misericordia de Jesús. Y así la ley será plenamente cumplida, porque la ley es amar a Dios y al prójimo, como a nosotros mismos.
(Homilía de S.S. Francisco, 17 de marzo de 2015, en santa Marta).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hoy intentaré hacer un acto de amor para hacer experimentar a los demás el amor que Cristo les tiene.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
No te acostumbres al milagro que es Dios
Martes quinta semana de Cuaresma. No pierdas la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en tu vida.
La Cuaresma, como camino de conversión y de transformación, es al mismo tiempo, una exigencia de una firme decisión de frente a Dios nuestro Señor. La Cuaresma nos pone delante lo que nosotros tenemos o podríamos elegir: con Dios o contra Él; junto a Él o separados de Él. Esta decisión no simplemente se convierte en una elección que hacemos, sino es una decisión que tiene una serie de repercusiones en nuestra vida.
El ejemplo de la Serpiente de Bronce que nos pone el Libro de los Números, no es otra cosa sino una llamada de atención al hombre respecto a lo que significa alejarse de Dios. Cuando el pueblo se aleja de Dios aparece el castigo de las serpientes venenosas. Dios, al mismo tiempo, les envía un remedio: la Serpiente de Bronce.
En ese mirar a la Serpiente de Bronce está encerrado el misterio de todo hombre, que tiene que terminar por elegir a Dios o por apartarse de Él.
Está en nuestras manos, es nuestra opción el hacer o no lo que Dios pide.
Esta misma situación es la que vivían los hebreos de cara a Dios en medio de las adversidades, en medio de las dificultades: los hebreos se encontraban en el desierto y estaban hartos del milagro cotidiano del maná y de las dificultades que tenían, lo que hace que el pueblo murmure contra Dios. Algo semejante nos podría pasar también a nosotros: ser un pueblo que se acostumbra al milagro cotidiano y acaba murmurando contra Dios, como les pasó a los judíos de la época de nuestro Señor: acostumbrados, se cegaron al milagro que era tener frente a ellos, ni más ni menos, que a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad.
También nosotros podemos ser personas que acaban por acostumbrarse al milagro: El milagro «tan normal» de la vida de Dios en nosotros a través del Bautismo y a través de la Eucaristía. El milagro «tan normal» del constante perdón de nuestro Señor a través de la confesión, a través de nuestro encuentro con Él. El milagro «tan normal» de la Providencia de nuestro Señor que está constantemente ayudándonos, sosteniéndonos, robusteciendo nuestro corazón.
Y cuando uno se acostumbra al milagro, acaba murmurando, acaba quejándose, porque ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que significa la presencia de Dios en su vida. Ha perdido ya la capacidad de apreciar lo que puede llegar a indicar la transformación que Dios quiere para su vida.
La Cuaresma son cuarenta días en los cuales Dios nos llama a la conversión, a la transformación. Cada Evangelio, cada oración, cada Misa durante la Cuaresma no es otra cosa sino un constante insistir de Dios en la necesidad que todos tenemos de convertirnos y de volvernos a Él. Sin embargo, pudiera ser que nos hubiésemos acostumbrado incluso a eso; como quien se acostumbra a ser amado, como quien se acostumbra a ser consentido y se transforma en caprichoso en vez de agradecido, porque así es el corazón humano.
La constante llamada a la conversión, la constante invitación a la transformación interior —que es la Cuaresma—, nos puede hacer caprichosos, superficiales e indiferentes con Dios, en lugar de hacernos agradecidos. Y, cuando se presenta el capricho, aparece la queja y la rebelión en contra de Dios, y aparece también la ceguera de la mente y la dureza de la voluntad: “Ellos no comprendieron que les hablaba el Padre”. Los judíos habían llegado a cerrar su mente y endurecer su voluntad de tal manera que ya ni siquiera comprendían lo que Jesucristo les estaba queriendo transmitir. ¡Qué tremendo es esto en el alma del hombre! ¡Qué efectos tan graves tiene!
Jesús, en el Evangelio de hoy, nos dice: “Si no creen que Yo soy, morirán en sus pecados”. En la vida no tenemos más que dos opciones: abrirnos a Dios en el modo en el cual Él vaya llegando a nuestra vida, o morir en nuestros pecados. Es la diferencia que hay entre levantarse o quedarse tirado; entre estar constantemente superándose, siguiendo la llamada que Dios nuestro Señor nos va haciendo de transformación personal, de cambio, de conversión, o vernos encerrados, encadenados cada vez más por nuestros pecados, debilidades y miserias.
Preguntémonos: ¿Dónde encuentro dificultades para superarme? ¿En mi psicología, en mi afectividad, en mi temperamento, en mi amor, en mi vida de fe, en mi oración? Muy posiblemente lo que me falta en esa situación no sea otra cosa sino la capacidad de poner a Dios nuestro Señor como centro de mi existencia. Creer que Cristo verdaderamente es Dios, creer que Cristo verdaderamente va a romper esa cadena. Recordemos que Cristo necesita de nuestra fe para poder romper nuestras cadenas; Cristo necesita de nuestra voluntad abierta y de nuestra inteligencia dispuesta a escuchar, para poder redimir nuestra alma; Cristo necesita nuestra libertad.
Quizá en esta Cuaresma podríamos haber seguido muchas tradiciones, hecho ayuno, vigilias, sacrificios y oraciones, pero a lo mejor, podríamos habernos olvidado de abrir nuestra libertad plenamente a Dios. Podríamos habernos olvidado de abrir de par en par nuestro corazón a Dios para dejar que Él sea el que va guiándonos, el que nos va llevando y el que nos libra —como dice el Evangelio— de morir en nuestros pecados. Es decir, el que nos libra de la muerte del alma, que es la peor de todas las muertes, producida no por otra cosa, sino por el encadenarse sobre nosotros nuestras debilidades, miserias y carencias.
No hay otro camino, no hay otra opción: o rompemos con esas cadenas, creyendo en Cristo, o nuestra vida se ve cada vez más encerrada y enterrada. A veces podríamos pensar que el egoísmo, el centrarnos en nosotros, el intentar conservarnos a nosotros mismos es una especie de liberación y de realización personal y la única salida de nuestros problemas; pero nos damos cuenta que cuanto más se encierra uno en uno mismo, más se entierra y menos capacidad tiene de salir de uno mismo.
El Evangelio de hoy nos dice al final: “Después de decir estas palabras, muchos creyeron en Cristo”. Después de que Cristo habla de la presencia de Dios en su alma y en su vida, la fe en los discípulos hace que ellos se adhieran a nuestro Señor. Vamos a preguntarnos también nosotros: ¿Cómo es mi fe de cara a Jesucristo? ¿Cómo es mi apertura de corazón de cara a Jesucristo? ¿Cuál es auténticamente mi disponibilidad? ¿Soy alguien que busca echarse cadenas todos los días, que busca encerrarse en sí mismo, que no permite que Dios nuestro Señor toque ciertas puertas de su vida?
No olvidemos que donde la puerta de nuestra vida se cierra a Dios, ahí quien reina es la muerte, no la superación; ahí quien reina es la oscuridad, no la luz. A cada uno de nosotros nos corresponde el estar dispuestos a abrir cada una de las puertas que Dios nuestro Señor vaya tocando en nuestra existencia. Estamos terminando la Cuaresma, preguntémonos: ¿Qué puertas tengo cerradas? ¿Qué puertas todavía no he abierto al Señor? ¿En qué aspectos de mi personalidad no he permitido al Señor entrar?
Ojalá que nuestro Señor, que viene a nuestro corazón en cada Eucaristía, sea la llave que abre algunas de esas puertas que podrían todavía estar cerradas. Es cuestión de que nuestra libertad se abra y de que nuestra inteligencia nos ilumine para poder encontrar a Dios nuestro Señor; para poder librarnos de esa cadena que a veces somos nosotros mismos y que impide el paso pleno de Dios por nuestra vida.
Se acerca la Pascua, que es el paso de Señor, el momento en el cual Dios pasa entre su pueblo para liberarlo de sus pecados, nuestras puertas deben estar abiertas. Ojalá que el fruto de esta Cuaresma sea abrirnos verdaderamente a nuestro Señor con generosidad, con libertad, con la inteligencia que nos es necesaria para seguirlo sin ninguna duda y sin ningún miedo, para que Él nos entregue la vida eterna que Él da a los que creen en Él.
Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes
El Santo Padre contestó a las inquietudes que le presentaron diferentes jóvenes, en reunión pre-sinodal
“La explotación sexual es un crimen contra la humanidad”. Así de claro fue el Papa Francisco al condenar la trata de mujeres. Además, pidió perdón por la complicidad de algunos católicos en esta esclavitud: “Son unos criminales”.
El Santo Padre realizó esta afirmación en sus respuestas a algunas preguntas de los jóvenes que participan, desde este lunes 19 de marzo, en la reunión pre-sinodal del Sínodo de los Obispos sobre los jóvenes que se celebrará en el próximo mes de octubre.
En un diálogo abierto y cercano, el Santo Padre contestó a las inquietudes que le presentaron diferentes jóvenes, y que versaron sobre la lacra de la trata de personas, el discernimiento vocacional, la educación, el sacerdocio y la vida consagrada
Víctimas de la trata
La primera pregunta se la planteó una mujer nigeriana víctima de la trata de personas y de la explotación sexual. Francisco mostró su horror por esta realidad, por esta “esclavitud de hoy”.
Contó cómo en una visita a una casa de acogida de mujeres que habían sido liberadas le narraban cómo eran sometidas a torturas, amenazas y violencia si intentaban resistirse. Muchas vienen de África o de Europa del Este engañadas con una falsa oferta de empleo.
Además, reflejó su escándalo por el hecho de que muchas de las personas que explotan a estas mujeres o acuden como “clientes”, son personas bautizadas. “Creo que aquí en Italia, el 90% de los ‘clientes’ son bautizados, son católicos. Y pienso en el asco que deben sentir estas mujeres cuando estos hombres les hacen hacer cualquier cosa”.
El Papa fue muy claro y aseguró que la esclavitud sexual “es un crimen contra la humanidad, un delito contra la humanidad, y nace de una mentalidad enferma”.
Se trata de “un problema grave. Si un joven tiene esta costumbre, es un criminal. Quien hace esto es un criminal. Esto no es hacer el amor, esto es torturar a una mujer”. Finalmente, el Papa pidió perdón a las víctimas y a toda la sociedad “por los católicos que participan en este acto criminal”.
Discernimiento
En respuesta a otra pregunta de un joven estudiante francés no bautizado que aseguró encontrarse en un momento de discernimiento para descubrir su vocación en la vida, el Santo Padre aseguró que con solo plantearse la pregunta ya había dado un gran paso.
Francisco aseguró que “todos nosotros tenemos necesidad de discernimiento”. En este sentido, lamentó que “muchas comunidades eclesiales no saben hacerlo, y falta esa capacidad de discernimiento”.
“En la vida, siempre hace falta, en primer lugar, tener la valentía de hablar las cosas que tienes. Pero no todas las cosas se pueden hablar con todo el mundo, busca a alguien con quien tengas confianza. Alguien que no se asuste de nada, que sepa escuchar, y que tenga el don del Señor de decir la palabra justa en el momento justo, y deja que él sea interpelado por tu inquietud, y déjate interpelar por él”.
Subrayó la importancia del discernimiento, porque “cuando un joven no encuentra ese camino de discernimiento, no sólo vocacional, de cualquier aspecto, se cerrará mal, y eso es provocará un tumor en el alma. Un peso que te quita la libertad. Es importarle abrirlo todo. No maquillar el sentimiento, no mimetizar el sentimiento”.
Y añadió que “el proceso de discernimiento dura toda la vida. Deja sacar fuera el sentimiento, no anestesiarlo, no disminuirlo”.
Educación
La tercera pregunta la realizó una joven profesora argentina miembro de Scholas Occurrentes, que lamentó que en ocasiones se educa en verdades construidas desde la razón que debilitan el sentido de trascendencia.
El Santo Padre reconoció esa realidad y habló de “estructuras escolares donde se crece mucho en conocimientos, pero donde se pierde la capacidad de asombrarse, la capacidad de estupor”.
Aseguró que este problema “es una herencia educativa del iluminismo, que hoy se la critica mucho. De hecho, la experiencia de Scholas llegó a revertir esta tendencia en muchos lugares”.
Frente a ese modelo de escuela herencia del iluminismo, el Papa propuso tres pautas. “En primer lugar, aprender a pensar bien, no solo aprender cosas, sino buscar con el pensamiento, hacer el lenguaje del corazón”.
“En segundo lugar, el lenguaje del corazón, aprender a sentir bien. Ahí está el problema del bullying, que es un problema de no saber sentir bien. Educar el sentimiento, y esto no es tan común en las escuelas herederas del iluminismo. En tercer lugar, el lenguaje de las manos, hacer, ser artesanos y creadores”.
Preparación para el sacerdocio
La cuarta pregunta al Papa la formuló un joven seminarista ucraniano. En su respuesta, Francisco afirmó que el sacerdote debe ser testigo de Cristo, porque “el sacerdote que no es testigo de Cristo, hace mucho mal. Se equivoca, desorienta a la gente…, hace mal”.
En este sentido, subrayó la importancia de que el sacerdote de testimonio en una comunidad que también de testimonio, porque “de lo contrario, el sacerdote estará afectivamente solo en una comunidad que no lo acompaña, que sólo lo quiere como sacerdote funcional”.
En la última pregunta, formulada por una religiosa de origen chino, el Pontífice explicó que “la verdadera formación religiosa en la vida consagrada debe tener cuatro pilares: formación en la vida espiritual, formación en la vida intelectual, formación en la vida comunitaria y formación en la vida apostólica”.
Y afirmó que “esto también es válido para los laicos. Es importante educar en toda la potencialidad sin anular, sin sobre-proteger, porque uno se convierte en psicológicamente inmaduro”.
Miremos a San José, modelo de varón
Una recomendación del arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano
El arzobispo de San Juan de Cuyo, monseñor Jorge Lozano, puso a San José como modelo de varón, en vísperas de la solemnidad del esposo de la Virgen y padre adoptivo de Jesús.
“En él reconocemos a un varón cabal, íntegro. Varias escenas evangélicas lo pintan de cuerpo entero. Dios le habla en sueños y José obedece. No tiene todas las evidencias en claro, pero se juega acompañado por la gracia de Dios. Confía en esas señales que Dios le muestra aún en forma borrosa, pero que en su corazón resuenan a modo de interpelación e impulso audaz”, indicó.
El prelado describió a San José como “un hombre de su pueblo, valorando la historia, con una firme esperanza en el cumplimiento de las promesas de la Salvación” y recordó que el Evangelio lo muestra como “conocedor y practicante de su religión” y como “un varón piadoso acompañando a María y al Niño Jesús a las celebraciones en el templo”.
“Fue migrante en la huida a Egipto ante la persecución de Herodes que buscaba al Niño para matarlo. Y allí partió José cuidando a su familia. Le tocó vivir en un país extranjero, sin vecinos de su pueblo ni amigos, sin conocidos”, agregó, y la comparó con “la dura experiencia que hoy atraviesan tantas familias desplazadas por razones étnicas, religiosas o políticas. Los que buscan escapar del hambre o los desastres naturales”.
El prelado señaló que San José era un “hombre trabajador en la carpintería para ganar el sustento familiar. Tanto es así que a Jesús lo conocían por el oficio de José: ‘el hijo del carpintero’”.
Asimismo, destacó que “es patrono de la Iglesia, porque confiamos en que así como cuidó a María y a Jesús, nos protege a todos nosotros”.
“Miremos a José y reconozcamos los varones en él un modelo a imitar. Miremos a José y pidamos que interceda por quienes sufren a causa de la paternidad. Por quienes tienen a sus hijos enfermos, presos, en la pobreza. Por quienes ven con dolor a sus hijos encadenados en el consumo de drogas, en el alcohol o el juego. Por quienes lloran la muerte temprana y absurda. Miremos a José”, concluyó.
¿A qué le temen los niños?
Si el miedo más grande de los niños es la separación de sus padres
Hace un par de años, en una parroquia de Roma donde era catequista, estaba tratando el tema de la Anunciación. Aproveché, por tanto, la ocasión para hablar un poco de la familia terrena de Jesús. En un cierto momento, no recuerdo en relación con qué, una niña afirmó: “Mi gran miedo es que mis padres se divorcien…”.
Después de esa externalización, le siguieron los comentarios de los compañeros, que, uno detrás de otro, empezaron a decir: “Sí, también el mío”. Y lo dijeron todos.
Eran diez niños, no es una muestra representativa que nos permita afirmar que “el miedo más grande de todos los niños es la separación de los padres”, pero ese episodio me hizo meditar.
No soy ni psicóloga ni pediatra, pero ese día reflexioné mucho sobre el hecho que los niños no vienen separadamente del padre o de la madre, sino de la unión de los dos y ninguna ley, ninguna ideología podrá nunca cambiar esta realidad.
Sin juzgar a todas esas personas que han encontrado en el divorcio la única solución a sus problemas, creo que no se puede olvidar que para los niños la separación de los padres es un drama.
La separación: fuente de sufrimientos para los cónyuges y para los hijos
El final de un matrimonio es siempre fuente de sufrimiento y de dificultades.Verdad descontada. Sin embargo, este no debería ser un punto de llegada de la reflexión, sino un punto de partida o de re-partida.
Dos personas que se casan nutren, más o menos conscientemente, esperanzas y expectativas hacia su unión: se presume que si dos personas deciden casarse es porque creen y se desean transcurrir serenamente el resto de su vida juntos.
Sean los que sean los motivos que pueden llevar a una separación, es verdad que en cualquier caso se trata de un fracaso que deja heridas.
¿Pero qué sucede cuando el divorcio sucede entre personas que tienen hijos? ¿Cómo viven los niños la separación de los padres?
Muchos creen que el niño puede crecer adecuadamente también con los padres separados: lo que contaría para el niño, de hecho, sería el amorde la madre y el amor del padre….no el amor entre la madre y el padre.
Pero ¿es realmente así?
El conflicto: primera causa de dolor para los hijos
Muchos psicólogos concuerdan en el hecho de que los hijos crezcan mejor con padres separados en vez de en un clima de conflicto con padres que viven juntos. Son de este parecer, por ejemplo, el doctor Marco Schneider, psicólogo y psicoterapeuta sistémico familiar y la doctora Stefania Ferrari, psicóloga y mediadora familiar. De acuerdo con un estudio realizado por ellos, habría una estrecha correlación entre el conflicto entre los padres (unidos o separados) y el malestar psicológico de los hijos. Según ellos, es por tanto más importante que los padres no estén en conflicto en vez de que estén juntos. Hay además situaciones extremas, en las que la separación se presenta como la única salida.
En la audiencia general del miércoles 24 de junio de 2015, el Papa Francisco afirmó que «es verdad que hay casos donde la separación es inevitable. A veces puede llegar a ser incluso moralmente necesaria». Hay de hecho situaciones oprimentes, en las que «se trata de sustraer al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, el desaliento y la explotación, la ajenidad y la indiferencia».
Pero el lugar ideal para crecer permanece una familia unida
Sin embargo, a pesar de que las primeras causas de malestar para los niños son el conflicto y la violencia, no podemos olvidar que también el divorcio en cuanto tal – también cuando es vivido en aparente armonía - genera en ellos laceraciones.
Los hijos son el fruto de una unión, no vienen de dos personas tomadas singularmente. Esto, a nivel biológico y antropológico no puede ser considerado un hecho irrelevante: los hijos, viniendo de esa unión, quieren participar de ella y en ella buscan protección.
Los niños no solo prefieren vivir con ambos padres, en vez de pasar de una casa a otra, sino que son felices de ver que su madre y su padre se aman. Crecer en una familia unida les ayuda a adquirir seguridad y confianza en las relaciones humanas.
La relación de los padres: primer modelo relacional para los hijos
No puede descuidarse el hecho de que los niños aprenden a relacionarse con los otros, incluidos los futuros novios o cónyuges, sobre la base de las relaciones que han vivido con los padres y que han visto entre los padres. Una persona que ha asistido al disgregarse del propio núcleo familiar puede ser poco propensa a creer en las relaciones sólidas y duraderas y puede tener dificultad para comprometerse seriamente en una relación porque, quizá inconscientemente, la teme.
Son muchas las dificultades que pueden nacer de esta condición que, en cualquier caso, viene percibida por el niño como una condición anómala. Es esto lo que demuestra otro estudio realizado por el “Centro de Psicología Clínica y Psicoterapia”.
El amor entre los cónyuges: un bien también para los hijos
El hombre y la mujer se convierten en padre y madre juntos, en el mismo momento. Ver al padre que ama a la madre y viceversa puede ayudar al niño a descubrir qué es el amor.
Quien ha fracasado en la tarea de mostrar la maravilla del amor esponsal no debe ser estigmatizado: condenar a alguien desde fuera es tan fácil como injusto.
A todos aquellos que van a aventurarse en la misión de convertirse en padres, sin embargo, es necesario recordar que cultivar el amor no será un bien solo para ellos, sino también para los hijos: para los niños, de hecho, no será lo mismo ver que los padres viven una relación conyugal fecunda, serena, armoniosa o sufrir sus conflictos hasta el día de la división definitiva.