Entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres
- 21 Marzo 2018
- 21 Marzo 2018
- 21 Marzo 2018
Evangelio según San Juan 8,31-42.
Jesús dijo a aquellos judíos que habían creído en él: "Si ustedes permanecen fieles a mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos:
conocerán la verdad y la verdad los hará libres".
Ellos le respondieron: "Somos descendientes de Abraham y jamás hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo puedes decir entonces: 'Ustedes serán libres'?".
Jesús les respondió: "Les aseguro que todo el que peca es esclavo del pecado.
El esclavo no permanece para siempre en la casa; el hijo, en cambio, permanece para siempre.
Por eso, si el Hijo los libera, ustedes serán realmente libres.
Yo sé que ustedes son descendientes de Abraham, pero tratan de matarme porque mi palabra no penetra en ustedes.
Yo digo lo que he visto junto a mi Padre, y ustedes hacen lo que han aprendido de su padre".
Ellos le replicaron: "Nuestro padre es Abraham". Y Jesús les dijo: "Si ustedes fueran hijos de Abraham obrarían como él.
Pero ahora quieren matarme a mí, al hombre que les dice la verdad que ha oído de Dios. Abraham no hizo eso.
Pero ustedes obran como su padre". Ellos le dijeron: "Nosotros no hemos nacido de la prostitución; tenemos un solo Padre, que es Dios". Jesús prosiguió:
"Si Dios fuera su Padre, ustedes me amarían, porque yo he salido de Dios y vengo de él. No he venido por mí mismo, sino que él me envió.
San Nicolás de Flüe
Confesor (1417-1497) Nació en el 1417, justo el año en que termina el Cisma de Occidente con la elección de Martín V como Papa por el concilio de Constanza. En familia de católicos campesinos, se ocupa de los trabajos del campo, pero es asiduo a la oración y practica el ayuno como cosa habitual cuatro días por semana. Se casa cuando tiene treinta años con Dorotea Wyss.
La unidad familiar dura veinte años, tienen 10 hijos, uno de ellos llega a frecuentar la universidad y el mayor consigue ser presidente de la Confederación. Siendo Nicolás un hombre de paz, tuvo que intervenir en tres guerra, en la de liberación de Nüremberg, en la vieja de Zurich y en la de Turgovia contra Segismundo. En el año 1467 da comienzo la parte de su vida.
Tiene cincuenta años y con el permiso de su esposa y de sus hijos se retira a vivir como eremita en la garganta de Ranft. Vive entregado a la meditación preferentemente de la Pasión del Señor que contempla siguiendo los distintos episodios, como hicieron Juan Ruysbroeck y Enrique Suso. Obtiene un alto y profundo conocimiento de la Santísima Trinidad. Hace notable penitencia y practica riguroso ayuno. La celda que le han construido los paisanos solo dispone de una ventana para ver los oficios del sacerdote y otra para contemplar la naturaleza de Unterwald.
El obispo de Constanza va a bendecir el lugar que se convierte en centro de peregrinación. El contenido será el culto a la Eucaristía y el motivo el hecho milagroso del ayuno absoluto y prolongado de Nicolás. Se cierra su vida con una enfermedad cargada de dolor y de sufrimiento que lleva con paciencia tan grande como su pobreza. Después de recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, muere el 21 de marzo de 1487.
Los católicos comenzaron en el 1591 el proceso de canonización que no llega a promulgarse hasta el 1947 por el papa Pío XII, el mismo día de la Ascensión. Han pasado más de 350 años y es que la santidad, antes de ser oficialmente reconocida, está supeditada a las contingencias históricas.
Oremos
Señor, Dios todopoderoso, que nos has revelado que el amor a Dios y al prójimo es el compendio de toda tu ley, haz que, imitando la caridad de San Nicolás de Flüe seamos contados un día entre los elegidos de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Calendario de Fiestas Marianas: Nuestra Señora de Bruges, Flandes (1150), donde se preserva un rizo de pelo de la Virgen.
San Agustín (354-430), obispo de Hipona (África del Norte), doctor de la Iglesia
Sermones sobre el evangelio de San Juan, nº41,8 (Trad. ©Evangelizo.org)
“Entonces conocerán la verdad, y la verdad los hará libres”
«El esclavo no se quedará en la casa para siempre; el hijo, en cambio, permanece para siempre.». Esa casa, es la Iglesia, y el esclavo, es el pecador. Los pecadores entran numerosos en la Iglesia. El Señor no dice: el esclavo “no está” sino más bien “no permanece en la casa para siempre”…Cuando el rey de toda justicia esté sentado en el trono, como lo dice la Escritura (Mt 25:31), ¿quién podrá glorificarse de tener un corazón puro? ¿Quién podrá glorificarse de no estar manchado por el pecado? ¿Adónde pues está la esperanza, para nosotros quienes no estamos sin pecado?
Escucha tu esperanza: «Pero el Hijo permanece para siempre; si entonces el Hijo les da la libertad, serán realmente libres»…éramos esclavos de nuestro egoísmo; una vez liberados seremos servidores del amor. Es lo que dice el apóstol Pablo: «ustedes hermanos míos, han sido llamados a la libertad, pero que esa libertad no sea un pretexto para satisfacer su egoísmo; al contrario, pónganse, por amor, al servicio los unos por los otros» (Ga 5:13). Un cristiano no puede decir: « ¡soy libre!, fui llamado a la libertad; era un esclavo, pero fui redimido, entonces me encuentro sin obstáculos y puedo hacer lo que quiero. Que nadie se oponga a mi libertad, ¡soy libre!» No, si ocupas tu voluntad para cometer el pecado, te conviertes en esclavo del pecado. No abuses entonces de tu libertad; al contrario, sírvete de ella para evitar el pecado. Serás libre si te conviertes en servidor, exento del pecado si te conviertes en servidor de la rectitud.
Santo Evangelio según San Juan 8, 31-42. Miércoles V de Cuarresma.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, concédeme poder ver tu amor paternal.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Mi mamá creó una mesa en mi casa con fotografías de la familia.Colocó a sus hijos, se colocó ella con mi papá y finalmente a mi abuela. Al terminar ella pensaba que algo no estaba bien o que algo faltaba, mi hermano llegó y le solucionó el problema, faltaba mi foto. Mi mamá, apenada y adolorida,fue y colocó una fotografía mía en el centro de la mesa.
Hacía algunos años que no visitaba a mi mamá, y mi ausencia física la engañó, al grado de olvidar colocar mi foto en la nueva mesa familiar; pero su amor de madre le decía que algo estaba mal, que algo faltaba. Este amor es lo que representa la casa de Dios, más que una cosa física es un hogar donde Dios nos ama y nos protege. Y así como un hijo jamás se va de su hogar, del amor de la familia, un cristiano jamás se va de la casa de Dios, del amor del Padre.
Pero todos nosotros sabemos que hay familias con problemas, donde el padre jamás se ha portado como uno o donde el hijo solamente es un huésped, no un verdadero hijo. Dios, en cambio, es un verdadero padre amoroso y fiel. Nosotros, en algunas ocasiones, no nos comportamos como verdaderos cristianos; algunas veces queremos irnos de la casa de Dios. Pero sabemos que nuestra felicidad está en que nuestra fotografía esté en la mesa, que nunca nos vayamos del hogar familiar, que siempre estemos en el corazón de Dios.
Un hijo de verdad respeta a sus padres porque los ama. Un cristiano de verdad se comporta como hijo de Dios cuando sólo desea hacer la voluntad de Dios; le obedece porque sabe que Dios sólo desea lo mejor para él y basa todo en el amor que existe entre Dios y él, entre el Padre y el hijo. Un hijo siempre confía en su papá porque sabe que lo ama y ésta debe ser la confianza que debemos darle al amor que Dios nos tiene, una confianza de hijo que se sabe amado.
Un verdadero hijo de Dios es completamente feliz porque es consciente del amor de Dios, y es libre porque el pecado no es el camino que desea tomar. Pero, algunas veces, por debilidad me voy de la casa, pero jamás me voy del hogar, jamás me voy de la casa de Dios, quien jamás deja de amarme. Por ser su hijo, mi fotografía estará en la mesa familiar, por ser cristiano habitaré por siempre en el corazón de Dios.
Para consolidar nuestra relación de pertenencia al Señor Jesús, el Espíritu nos hace entrar en una nueva dinámica de fraternidad. Por medio del Hermano universal, Jesús, podemos relacionarnos con los demás de un modo nuevo, no como huérfanos, sino como hijos del mismo Padre bueno y misericordioso. Y esto hace que todo cambie. Podemos mirarnos como hermanos, y nuestras diferencias harán que se multiplique la alegría y la admiración de pertenecer a esta única paternidad y fraternidad.
(Homilía de S.S. Francisco, 15 de mayo de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Descubrir los detalles del amor paternal de Dios en mi vida.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Cristo en la cruz pone todo por nosotros
Miércoles quinta semana de Cuaresma. La cruz de Cristo se convierte en punto de partida para nosotros.
Durante toda la Cuaresma la Iglesia nos ha ido preparando para encontrarnos con el misterio de la Pascua, que es el juicio que Dios hace del mundo, el juicio con el cual Dios señala el bien y el mal del mundo. La Pascua no es solamente el final de la pasión; la Pascua es la proclamación de Cristo como juez del universo. Un juez que, por ser juez del universo, pone a sus pies a todos: sus amigos, que pueden ser los que le han servido; y a sus enemigos, que pueden ser los que no le han servido.
El juicio que Dios hace del hombre dependerá de cómo el hombre se ha comportado con Cristo. Ser conscientes de esto es, al mismo tiempo, dejar entrar en nuestro corazón la pregunta de cuál es la opción fundamental de nuestras vidas.
Escuchábamos en la narración del Libro de Daniel, que los tres jóvenes son salvados del horno del fuego ardiente por el ángel del Señor. Yo creo que lo fundamental de esta narración es la reflexión final: “Bendito sea el Dios de Sadrak, Mesak y Abed Negó, que ha enviado a su ángel para librar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron su vida antes que servir y a adorar a un dios extraño”.
Éste es el punto más importante: el ser capaz de juzgar nuestra vida de tal forma que nuestros actos se vean discriminados según nuestra opción por Dios. O sea, Dios como criterio primero, y no al revés. Que nuestra forma de afrontar la vida, nuestra forma de pensar, de juzgar a las personas, de entender los acontecimientos, no se vean discriminadas por «lo que a mí me parecería» , es decir, por un criterio subjetivo.
Esta situación debe ser para todos nosotros punto de examen de conciencia, sobre todo de cara a la Pascua del Señor, para ver si efectivamente nuestra vida está decidida por Dios. La cruz se convierte así, para cada uno de nosotros, en el punto de juicio, el punto al cual todos tenemos que llegar para ver si mi vida está o no decidida por Cristo nuestro Señor.
Cristo en la cruz apuesta todo por nosotros. Cristo en la cruz pone todo por nosotros. Cristo en la cruz se entrega totalmente a nosotros. La cruz de Cristo se convierte en punto de juicio para nosotros: Si Él nos ha dado tanto, ¿nosotros qué damos? Si Él ha sido tanto para nosotros, ¿nosotros qué somos para Él? Si Él ha vivido de esa manera con nosotros y para nosotros, ¿nosotros cómo vivimos para Él?
Jesús, en el Evangelio, pide a los judíos que le escuchaban que examinen quién es su Padre. Ellos le dicen: “Nosotros tenemos por padre a Dios”. Pero Jesús les contesta que no es verdad, porque les dice: “Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado”.
Cuando nuestra vida choca con la cruz, cuando nuestra vida choca con los criterios cristianos, tenemos que preguntarnos: ¿Quién es mi padre?; no ¿cuál es mi título?; no ¿cuál es la etiqueta que yo traigo puesta en mi vida? ¿Cuál es el fruto que da en mi vida la opción por Cristo? ¿Qué es lo que realmente brota en mi vida de mi opción por Cristo? Porque ése es verdaderamente el origen de mi existencia.
Jesús dice a los de su época que ellos no son los hijos de Abraham; porque el fruto de Abraham sería una opción definitiva por Dios, hasta el punto de ser capaz de arriesgar el propio interior, el propio juicio para seguir a Dios. Recordemos que Abraham puso, incluso lo ilógico de la orden de Dios de matar a su propio hijo, para obedecer a Dios.
Cristo y su cruz se convierten en un reclamo para cada uno de nosotros: ¿quién eres Tú? El misterio Pascual es para todos nosotros una llamada. No me puedo quedar nada más en los ritos exteriores. ¿Cuál es la obra que me está diciendo a mí si opto por Cristo o no? Mi comportamiento cristiano, mi compromiso cristiano, mi opción definitiva por Jesucristo es donde puedo ver quién es verdaderamente mi Padre, allí es donde sé quién es auténticamente el Señor de mi vida.
Cuando los judíos le responden a Jesús: “Nosotros no somos hijos de prostitución, no tenemos más padre que Dios”, están tocando un tema muy típico de toda la Escritura: la relación con Dios. El pueblo de Dios como un pueblo amado, un pueblo fiel, un pueblo esposo de Dios. Por eso dicen: “no somos hijos de prostitución, no somos hijos de adulterio, somos hijos genuinos de Dios”.
Pero Cristo les responde: “Si Dios fuera su Padre me amarían a mí[...]”. Si realmente fuesen un pueblo esposo de Dios, me amarían a mí. Si realmente fuesen un pueblo fiel a Dios, un pueblo que nace del amor esponsal a Dios, amarían a Cristo.
Podría ser que en nuestra alma hubiese algunos campos en los que todavía Cristo nuestro Señor no es el vencedor victorioso, no es el esposo fiel. ¿No podría haber campos en nuestra vida, rasgos en nuestra alma, en los que por egoísmo, por falta de generosidad, por pereza, por frialdad, nuestra alma todavía no corriese al ritmo de Dios, no estuviese alimentándose de la vida de Dios, no estuviese nutriéndose de la opción fundamental, definitiva, única, exclusiva por Dios nuestro Señor?
La Semana Santa es un período de reflexión muy importante. Un período que nos va a mostrar a un Cristo que se ofrece a nosotros; un Cristo que se hace obediente por nosotros; un Cristo que es la garantía del amor esponsal de Dios por su pueblo. Un Cristo que reclama de cada uno de nosotros el amor fiel, el amor de don total del corazón hecho obras, manifestado en un comportamiento realmente cristiano. El misterio pascual es la raya que define si soy alguien que vive de Dios, o soy alguien que vive de sí mismo.
Jesucristo, en la Eucaristía, viene a redimirnos de esto. Jesucristo quiere darnos la Eucaristía para que de nuevo en esa unión íntima del Creador, del Señor, del Redentor con el alma cristiana, se produzca la opción fuerte, definitiva, amorosa por Dios.
Pidámosle que esta opción llegue a iluminar todos los campos de nuestra vida. Que ilumine nuestro interior, que ilumine nuestra alma, que ilumine también nuestra vida social, nuestra vida familiar, y, sobre todo, que ilumine nuestra libertad para que optemos definitivamente, sin ninguna cadena, por aquello que únicamente nos hace libres: el amor de Dios.
Miremos el Crucifijo
El Papa recomienda mirar a Cristo ensangrentado para superar los momentos oscuros
A partir de la Primera Lectura de este martes 20 de marzo, en la que se narran las penurias del pueblo de Israel tras la huida de Egipto, el Papa Francisco explicó en la Misa celebrada en Casa Santa Marta cómo mirar a Cristo ensangrentado en la cruz puede ayudar a superar los momentos de desilusión en el camino de conversión que, incluso, pueden incitar en el alma sentimientos de rechazo a Dios.
El pueblo de Israel, a pesar de todo lo que había recibido de Dios, el maná cuando les faltaba de comer, el agua cuando les faltaba de beber, mostró su rechazo a Moisés y a Dios cuando llegaron a la frontera con la tierra de Caná y comprobaron que estaba habitada por un pueblo poderoso fuertemente armado.
El Santo Padre explicó que “el pueblo no soportó el viaje”, del mismo modo que las personas comienzan “una vida para seguir al Señor, para estar cercano al Señor, pero llegan a un punto en que las pruebas parecen superarlos”.
Se llega entonces a un momento en que la persona dice “¡basta! ¡Yo aquí me paro y me doy la vuelta!”. Se piensa, pues, en el pasado con nostalgia: “cuanta comida maravillosa comíamos allí”, en referencia a la nostalgia que, en un momento concreto, sintieron algunos israelitas de la esclavitud en Egipto.
“Estas son las ilusiones que nos mete el diablo: te hace ver lo bello de una cosa que has dejado, de las cuales te has convencido en el momento de la desolación del camino, cuando todavía no has alcanzado la promesa que te hizo el Señor”.
El Obispo de Roma comparó esta situación con el camino de la Cuaresma. Puede ocurrir que “en Cuaresma podamos pensar de este modo. O concebir la vida como una Cuaresma: siempre hay pruebas y las consolaciones del Señor como el maná, el agua… Y a pesar de todo, el pueblo de Israel no podía olvidar lo que comían en la mesa de la esclavitud”.
Esa tentación que experimentaron los israelitas en el desierto es la misma que afecta a cualquier persona cuando se quiere seguir al Señor pero se atasca. El error, cuando eso sucede, es “hablar a espaldas de Dios e intoxicarse el alma” debido a que se piensa que Dios no lo quiere ayudar.
El Papa siguió explicando el significado de la Primera Lectura, y en concreto la escena en que Dios envía unas serpientes que empiezan a morder a los israelitas que habían murmurado contra Él. Entonces Moisés intercede por ellos, y el Señor le ordena que haga una serpiente de bronce y que la eleve sobre un asta. Todo aquel que hubiera sufrido la mordedura y mirara la serpiente de bronce, quedaría curado.
Lejos de ser un elemento idolátrico, el Santo Padre señaló que la serpiente de bronce sobre el asta es un elemento profético: “es la figura de Cristo sobre la cruz”.
“Ahí esta la llave de nuestra salvación, la llave de nuestra paciencia en el camino de la vida, la llave para superar nuestros desiertos: mirar al crucifijo. Mirar a Cristo crucificado”.
Por ello, el Pontífice invitó a que, en los momentos de dificultad en el camino, “mirar al crucifijo”, a “Cristo cubierto de llagas”. En concreto, invitó a mirar a los crucifijos “feos”, pero “realistas”. “Porque los artistas han hecho crucifijos bellos, artísticos”, lo cual “no siempre es mundanidad”, porque el artista pretende así mostrar “la gloria de la cruz, la gloria de la resurrección”.
Pero para los momentos en que se siente desfallecer en el camino, el Papa recomendó mirar a aquellos crucifijos en los que se muestra a Cristo cubierto de sangre, antes que aquellos en los que se muestra la gloria. Y ya después contemplar la gloria de la resurrección.
El Obispo de Roma finalizó la homilía haciendo una recomendación: “Enseñad a vuestros hijos a mirar el crucifijo y la gloria de Cristo. Pero nosotros, en los momentos malos, en los momentos difíciles, intoxicados un poco por haber dicho en nuestros corazones cualquier cosa contra Dios, miremos las llagas de Cristo”.
"ES EL PRODIGIO DE LA COMUNIÓN: CADA VEZ QUE LA RECIBIMOS, NOS TRANSFORMAMOS UN POCO EN JESÚS"
Francisco vuelve a desautorizar a Sarah: "Se puede recibir la comunión en la boca o en la mano, como prefiramos"
"Os deseo una primavera florida, recordad que lo que crece en el árbol, viene de las raíces. ¡No cortéis las raíces!"
Jesús Bastante, 21 de marzo de 2018 a las 10:25
Francisco saluda a un pequeño en San PedroVatican News
No lo olvidéis: Jesús perdona siempre. Jesús no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir el perdón
(Jesús Bastante).- "Hoy es el primer día de la primavera. ¡Feliz primavera!". El Papa Francisco improvisó toda una teología sobre las raíces y los frutos aprovechando la llegada de la nueva estación. Y recordando, en una clara advertencia -la enésima- al cardenal Sarah, que "se puede recibir la comunión en la boca o en la mano, como prefiramos". Lo importante es que, "cada vez que tomamos la comunión, nos transformamos un poco en Jesús".
"Todo sucede en primavera, florecen las plantas, los árboles dan fruto. Pero responded: un árbol, una planta, que no es regada, ¿puede crecer bien? No", preguntó el Papa. "Un árbol, una planta, que no tiene raíces, ¿puede surgir?Sin raíces no se puede florecer", recordó Bergoglio, el 'Papa de la primavera', quien anunció que acudirá, los días 25 y 26 de agosto, al Encuentro Mundial de las Familias de Dublín.
"Este es el mensaje: la vida cristiana debe ser una vida que debe florecer, en obras de caridad, haciendo el bien. Pero si no nace de las raíces, no podrá crecer. ¿Y quién es la raíz? ¡Jesús! Si no tienes las raíces, no podrás crecer", clamó.
"Si no creces con la oración y los sacramentos, ¿podrán florecer en ti flores cristianas? No", prosiguió el pontífice, quien deseó "que esta primavera sea florida para vosotros, y una Pascua florida, de virtud, de hacer el bien para los demás. ¿Habéis entendido? Recordad que todo lo que el crece en el árbol, viene de lo que hay en la raíces. No cortéis las raíces".
Tras el improvisado speech, Francisco retomó su catequesis sobre la Eucaristía, deteniéndose especialmente en la comunión. "Vamos a la Eucaristía para nutrirnos de Cristo, ya sea en la palabra o en el sacramento del altar", para escuchar las palabras del Señor, que repite el sacerdote: "Quien come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí, y yo en él".
"De hecho -subrayó el Papa-, el gesto de Jesús, que ofrece a sus discípulos su cuerpo y sangre en la Última Cena, continúa hoy a través del ministerio de sacerdotes y diáconos, con la distribución del pan de la vida y el cáliz de la salvación".
Porque tomar el cuerpo y la sangre de Cristo "nos invita a un examen de conciencia". De un lado, "la distancia que nos separa de la santidad de Cristo". Del otro, "creemos que su sangre viene para la remisión de los pecados. Porque todos nosotros somos perdonados en el bautismo. Y todos somos perdonados cada vez que nos acercamos al sacramento de la penitencia".
"No lo olvidéis: Jesús perdona siempre. Jesús no se cansa de perdonar. Somos nosotros los que nos cansamos de pedir el perdón", recordó Francisco, quien insistió en que "cuando caminamos hacia el altar para recibir la comunión, es Cristo quien viene al encuentro. ¡La Eucaristía es un encuentro con Jesús!".
"Nutrirse de la Eucaristía significa dejarse cambiar por lo que recibimos, convertirnos en él", señaló. "Cada vez que tomamos la comunión, nos transformamos un poco en Jesús (...). Como el pan y el vino se convierten en el cuerpo y la sangre del Señor, nosotros somos transformados en Eucaristía viviente", añadió.
"Es muy bello esto. Mientras te unes a Cristo, escapando de nuestro egoísmo, la comunión se abre a todo lo que son una cosa en él. Ese es el prodigio de la comunión. Nos convertimos en aquello que recibimos", recordó.
"La Iglesia desea vivamente que los fieles reciban el cuerpo del Señor, con hostia consagrada en la misma mesa, como signo del banquete eucarístico", pidió el Papa, quien instó a que, "si se puede, con las dos especies, sabiendo que la doctrina católica enseña que en una sola especie se recibe el Cristo entero".
"Recibiendo el sacramento en boca, o en la mano, como prefiramos", dejó claro, para los convencidos de la ultraortodoxia. E invitó a que, "tras la comunión, nos ayude el silencio", abogando por "prolongar el momento de silencio hablando con Jesús desde el corazón".
"Cuanto recibimos transforma nuestra vida", subrayó. "La Eucaristía nos hace fuertes, para dar frutos, flores de buenas obras, para vivir como cristianos. Es significativa la oración de hoy, en la que pedimos al Señor que la participación en su sacramento sea para nosotros medicina de salvación que nos proteja del mal".
Saludo en castellano
Queridos hermanos:
Celebramos la Misa para nutrirnos de Cristo, que se nos da en la Palabra y en el Sacramento del Altar. En el momento de la comunión que hoy contemplamos, Jesús se nos sigue dando en su Cuerpo y en su Sangre, por el ministerio de la Iglesia, como hizo con los discípulos en la Última Cena.
Después de la Fracción del Pan, el sacerdote nos invita a mirar «al Cordero que quita el pecado del mundo», reconociendo la distancia que nos separa de la santidad de Dios y de su bondad al darnos como medicina su preciosa Sangre, derramada para el perdón de los pecados. Somos, por tanto, convocados «al banquete de bodas del Cordero», reconociéndonos indignos de que entre en nuestra casa, pero confiados en la fuerza de su Palabra salvadora. Caminamos hacia el altar para nutrirnos de la Eucaristía, para dejarnos transformar por quien recibimos, como dice san Agustín: «Yo soy el alimento de las almas adultas; crece y me comerás. Pero no me transformarás en ti como asimilas los alimentos de la carne, sino que tú te transformarás en mí».
La Liturgia eucarística se concluye con la oración de la comunión. En ella damos gracias a Dios por este inefable don y le pedimos también que transforme nuestra vida, siendo medicina en nuestra debilidad, que sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección.
***
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Exhorto a la comunión frecuente, haciendo presente el misterio de amor que se encierra en el Sacramento, para que la unidad con Cristo y con su Iglesia se manifieste en nuestro actuar cotidiano y testimonie nuestra vida nueva en Cristo.