Alegría de la visión del Señor Resucitado, alegría de la visión de gloria
- 11 Mayo 2018
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Evangelio según San Juan 16,20-23a.
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Les aseguro que ustedes van a llorar y se van a lamentar; el mundo, en cambio, se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero esa tristeza se convertirá en gozo."
La mujer, cuando va a dar a luz, siente angustia porque le llegó la hora; pero cuando nace el niño, se olvida de su dolor, por la alegría que siente al ver que ha venido un hombre al mundo.
También ustedes ahora están tristes, pero yo los volveré a ver, y tendrán una alegría que nadie les podrá quitar.
Aquél día no me harán más preguntas."
San Mamerto de Viena
En Vienne, en la Galia Lugdunense, san Mamerto, obispo, que, con motivo de una inminente desgracia, instituyó en esta ciudad unas solemnes letanías para el triduo preparatorio de la fiesta de la Ascensión del Señor (c. 475).
Fray Mamerto Esquiú
"Inspiradas y sazonadas con tal virtud sus palabras obraban verdaderas maravillas, y la fama de su nombre corría por todas partes "
Nació el 11 de mayo de 1826 en La Callecita (Piedra Blanca) al pie del Ambato nevado, a pocos kilómetros de la Capital, bajo un techo de paja. Era el día de San Mamerto y la iglesia celebraba la fiesta de la Ascensión. Fray Francisco Cortez misionero y amigo de la familia lo bautizó; y le dijo a la madre de Esquiú, antes de que este naciera, que sería obispo.
Sus padres fueron Santiago Esquiú, soldado catalán enviado por España al Río de la Plata que combatió en el alto Perú hasta ser hecho prisionero por los patriotas; su madre María de las Nieves Medina criolla catamarqueña.
Después de 7 años, en Córdoba, los peritos terminaron con la revisión histórica, pero tiene que ser aprobada aun por la Santa Sede. Terminaron en octubre de 2000 y entregaron 8 cajas de material que el padre Jorge Martínez - sacerdote franciscano y vice postulador de la causa de Beatificación de Fray M.Esquiú - entregó a la Santa Sede, en Roma para revisar nuevamente el material.
El proceso comienza en 1926 Esquiú en cierto modo, no tuvo mucha suerte en cuanto al proceso. Primero hubo una confusión se había iniciado en Córdoba, después se hizo aquí, en Catamarca, un proceso que no tuvo valor. Luego vino la segunda guerra mundial y eso también la detuvo. Cuando ésta terminó, la causa fue retomada pero de los tres teólogos que debían hacer juicio de los escritos de Esquiú, dos son favorables y uno es contrario. Esto hace que la causa se detenga y PÍO XII, el Papa que estaba en ese momento, archiva el proceso.
En 1957, el embajador Manuel del Río pide permiso para reabrir la causa y Juan XXIII se lo otorga en 1958. Él revé todo y hace la defensa, pero al morir, al proceso lo ve Pablo VI, quien aprobó la defensa y así pudo retomar nuevamente la causa en 1964.
Luego en Catamarca, el padre Bernardo Martínez trabajo mucho en la causa, reactivó el proceso, logró el reconocimiento de los restos de Esquiú en la Catedral de Córdoba y pidió la opinión de los nuevos teólogos. Como había sido una causa detenida, en vez de volver atrás pusieron seis teólogos y los seis aprobaron y recomendaron su Beatificación en 1978.
En 1979 se logra la prueba que no hubo culto especial sobre Esquiú, porque el culto también detiene la causa de Beatificación. Entonces todo estuvo acorde para presentar lo que se llamó la disquisición histórica, es decir un estudio histórico. En ese momento lo tomaron tres licenciados de historia, ellos hicieron el trabajo, pero parece que no estaban informados de todo el proceso jurídico y lo terminaron muy tarde, recién en 1990.
Fue entonces cuando el Cardenal pide al padre Jorge Martínez que se ocupe del tema, quien ese momento se ocupaba como Rector de la Universidad de Mendoza. Viajo a Roma e inició una investigación más profunda y en 1993 verifica que desde 1978 la causa se había detenido bastante y que prácticamente estaba parada.
Oremos
Señor, tú que colocaste a San Mamerto en el número de los santos pastores y lo hiciste brillar por el ardor de la caridad y de aquella fe que vence al mundo, haz que también nosotros, por su intercesión, perseveremos firmes en la fe y arraigados en el amor y merezcamos así participar de su gloria. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
Santo Tomás de Aquino (1225-1274), dominico, teólogo, doctor de la Iglesia
Comentario del evangelio según san Juan (Trad. ©Evangelizo.org)
«Alegría de la visión del Señor Resucitado, alegría de la visión de gloria»
Después de hacer la comparación (de la mujer que va a dar a luz) a la tristeza de los apóstoles, el Señor la aplica al futuro gozo que tendrán.
Les promete primero que lo verán, cuando les dice: ‘pero de nuevo me verán’. Sin embargo no dice: ‘me verán’, sino ‘los veré’, pues el hecho de mostrarse a sí mismo proviene de su misericordia, expresada por su mirada. Jesús dice entonces: ‘Pero volveré a verlos’, al Resucitar y en la gloria futura: «Tus ojos contemplarán un rey en su belleza, verán una tierra dilatada» (Is 33:17).
Les promete después la alegría del corazón y el júbilo: ‘y se alegrará su corazón’, es decir al verme en la Resurrección. La Iglesia canta también: «¡Este es el día que ha hecho el Señor, gocemos y alegrémonos en él!» (Sal 117:24). ‘y se alegrará su corazón’ igualmente por la visión de la gloria. «Me llenarás de gozo delante de tu rostro» (Sal 15:11). En efecto, para todo ser es natural encontrar la alegría en la contemplación de la realidad amada. Sin embargo, nadie puede ver la esencia divina sin amarla. Entonces la alegría acompaña necesariamente a esta visión: Ustedes « lo verán», conociéndolo por la inteligencia, «y se alegrará su corazón» (Is 60:5); y esta alegría misma brotará hasta sobre el cuerpo, cuando éste sea glorificado; también Isaías hilvana diciendo: « sus huesos retoñarán» (Is 66:14). «Entra en la alegría de tu Señor» (Mt 25:21).
Finalmente el Señor promete una alegría que durará siempre, cuando dice: ‘y su alegría’, la que tendrán por causa mía en la Resurrección - «Salto de alegría delante del Señor, y mi alma se alegra en mi Dios» (Is 61:10) – ‘nadie se las quitará’ pues «Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte no tiene poder sobre él» (Rm 6:9). Es más, ‘su alegría’, la alegría de gozar la gloria, ‘nadie se las quitará’ pues no se puede perder y porque es perpetua - «habrá alegría eterna sobre sus cabezas» (Is 35:10).
En efecto, esta alegría nadie podrá quitársela a sí mismo por el pecado, pues allá, la voluntad de cada uno estará confirmada en el bien; y nadie tampoco le quitará esta alegría a otro, pues no habrá allá ninguna violencia y nadie dañará a nadie.
"VOLVER AL EVANGELIO COMO NUEVO COMIENZO"
Revitalizar la Iglesia
Reflexión dominical de José Antonio Pagola
José Antonio Pagola, 10 de mayo de 2018 a las 08:33
La libertad del Evangelio
Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús
(José Antonio Pagola).- Los evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo han de "hacer discípulos" que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser "testigos" de lo que han vivido junto a él. Marcos lo resume todo diciendo que han de "proclamar el Evangelio a toda la creación".
Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.
Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria, recordando lo que han escuchado a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.
¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: "El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia". Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús. Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.
Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe no por obligación, sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana no como deber, sino como irradiación y contagio. Es posible introducir en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.
Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada. Tiene razón el papa Francisco cuando nos dice que el principio y motor de la renovación de la Iglesia en estos tiempos hemos de encontrarlo en "volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio".
Ascensión del Señor - B
(Marcos 16,15-20)
13 de mayo 2018
Santo Evangelio según San Juan 16, 20-23. Viernes VI de Pascua.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, que en este rato de meditación pueda encontrarme con tu mano bondadosa y tu amor misericordioso; que sepa escuchar tu voz en el silencio de mi corazón, que tu palabra sea luz para mi vida y pueda irradiarla a mi prójimo.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Hoy, Jesús nos invita a contemplar la alegría, pero, contradictoriamente, comienza hablando de la tristeza para enseñarnos que, para un verdadero cristiano, o por lo menos para quien busca encontrar a Cristo en todos los momentos de su vida, la tristeza no es compatible con él ya que ella es la principal aliada del enemigo quien nos quiere débiles, nos quiere desorientados en el camino.
Pero para lograrlo tenemos que rechazar, desde lo más profundo de nuestro corazón, todo lo que no sea Cristo, todo lo que no nos lleve al cielo, todo lo que desdiga de nuestra responsabilidad y deber de hijos de Dios. El cristiano busca la alegría, pero solo será verdaderamente alegre en la medida que cumpla con el plan divino, en la medida que busca corresponder a la voluntad de Dios, con nuestras debilidades y flaquezas, pero confiados en que Dios del mal, saca bien, que detrás de cada nube está el Sol que irradia luz y calor a quien lo necesita.
"Nuestra alegría es el mejor modo de predicar el cristianismo. Al ver la felicidad en nuestros ojos, tomarán conciencia de su condición de hijos de Dios. Pero para eso debemos estar convencidos de eso". (Madre Teresa de Calcuta).
No es cristiano caminar con la mirada dirigida hacia abajo -como hacen los cerdos: siempre van así- sin levantar los ojos al horizonte. Como si todo nuestro camino se terminara aquí, en la palma de pocos metros de viaje; como si en nuestra vida no existiera ninguna meta y ningún fin, y nosotros estuviéramos obligados a un eterno errar, sin ninguna razón para nuestras tantas fatigas. Esto no es cristiano.
(Papa Francisco, catequesis del 23 de agosto del 2017).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Señor el día de hoy voy a ofrecer mi trabajo y mis estudios por las personas que no pueden y no saben sonreír, que están tristes, para que la alegría de Cristo resucitado sea su fuerza y motivo de felicidad.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro! ¡Venga tu Reino Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
La alegría lleva a dar a conocer a todos los demás, el amor de quien ha sido fiel en medio de los males.
A inicio de mes una joven me pedía oraciones por su mamá porque le habían detectado una grave enfermedad en el corazón que hacía presagiar lo peor. Una semana más tarde, aun sin conocer los resultados médicos definitivos de su mamá, me avisa que pida por su papá porque al día siguiente le operarán de unos tumores que descubrieron de modo inesperado. En unos días la vida familiar de esta joven puede cambiar considerablemente.
Su corazón experimenta miedo ante los males que le circundan. Sin ser ordinarias, situaciones como la descrita ocurren con cierta frecuencia. Recuerdo una madre de familia cuya hija mayor le informa que se encuentra en una situación moral grave. Dos días más tarde le comunican que su hijo será expulsado temporalmente del colegio por un acto grave de insinceridad e indisciplina. En unos días esta mujer siente que se derrumba todo el trabajo educativo realizado durante años en sus hijos.
Me han impresionado las declaraciones del empresario americano que ha perdido a más de ochocientos empleados en el atentado de New York.
Debido al mal ajeno en un día de una acomodada situación ha pasado a una impotencia y angustia por el futuro de su familia y por no poder ayudar a las familiares de sus empleados, como en conciencia desearía realizar.
Aunque más escaso, no es extraño para algunas personas pasar por períodos en los que la ilusión en el cumplimiento de los deberes matrimoniales y familiares, el trabajo apostólico y la misma relación con Dios pierden todo su interés y entran en una oscuridad interior que provoca incluso momentos de duda y turbación.
De un modo u otro, alguna vez, cada uno ha vivido "la experiencia del temor por el asalto del mal que intenta golpear al justo" (19 de septiembre). El Santo Padre, ayudado de los salmos, recuerda las dos fuentes del mal que acontece al hombre: las fuerzas naturales, representadas por "leones en posición de ataque" (cfr. Sal 57,5), y la malicia humana, actuada por "una banda de perseguidores que tienden trampas y cavan fosas" (cfr.
Sal 57,7).
Ante estas situaciones el Papa recuerda que la "luz vencerá la oscuridad y los miedos". En concreto, invita a renovar la certeza de "la presencia de Dios junto a los fieles" y, en consecuencia, a pedir al Señor que envíe su amor y su verdad a la propia vida. "Incluso si se horroriza por el rugido terrible de las fieras y por la perfidia de los perseguidores, el fiel en su interior permanece sereno y confiado". Una vez más el Santo Padre recalca que Dios,de modo ordinario, no hace desaparecer el mal pero su presencia acogida por el hombre, le hace permanecer sereno y seguro mientras camina en medio del mal.
En segundo lugar, el Papa recuerda que "la presencia de Dios no tardará en mostrar su eficacia". Tarde o temprano el mal, los temores, la oscuridad pasarán, mientras Dios permanecerá junto al hombre fiel.
Ante el amor y la verdad divina, surge el agradecimiento profundo y sincero del hombre a Dios. Este agradecimiento no debe ser solamente de palabra. Las palabras del salmista son elocuentes (Sal 57,10.12):
´Te alabaré entre los pueblos, Señor,
te salmodiaré entre las gentes
porque tu amor es grande ...
¡Álzate, oh Dios, sobre los cielos,
sobre toda la tierra, tu gloria!´
La alegría del salmista no es egoísta. La causa de su alegría es principalmente porque la gloria de Dios ha vencido. Es el bien de Dios, su voluntad la que interesa al fiel. El haber sido salvado de los males pasa a un segundo puesto. Pero además, la alegría le lleva a dar a conocer a todos los demás el amor de quien le ha mantenido fiel en medio de los males.
En resumen, la vida del cristiano es un camino que "transcurre desde el lamento dramático, dirigido a Dios, a la esperanza serena y al agradecimiento alegre".
Responder al mundo con testimonio alegre
El Papa destaca el mensaje profético de la Comunidad de Nomadelfia
En la mañana de este viernes 10 de mayo el Papa Francisco se desplazó hasta la localidad italiana de Nomadelfia, donde visitó a los miembros de la Comunidad de Nomadelfia, fundada por el sacerdote don Zeno Saltini y por la laica Irene Bertoni durante la Segunda Guerra Mundial para ofrecer un hogar a niños abandonados. Allí destacó el mensje profético de esta comunidad en favor de la familia.
Nada más aterrizar en el campo deportivo de Nomadelfia, donde le recibieron el Obispo de Grosseto, Mons. Rodolfo Cetolni; el Presidente de la Comunidad, Francesco Matterazzo; y del sucesor de don Zeno, don Ferdinando Neri, el Santo Padre se trasladó al cementerio de la comunidad, donde rezó brevemente junto a la tumba del P. Saltini.
Allí, siguiendo la tradición de los niños de la Comunidad de Nomadelfia, ahora seguida por todos los habitantes y peregrinos de la localidad, dejó una piedra con su nombre sobre la tumba de don Zeno. Esta tradición pretende simbolizar las piedras descartadas que se convertirán en piedras que construirán el Reino de los Cielos.
Posteriormente, el Pontífice se trasladó al centro de la Comunidad de Nomadelfia, conocido como el “Proyecto”, donde se encontró con el núcleo familiar de la Comunidad.
Durante el encuentro con los miembros de Nomadelfia, durante el cual se sucedieron lecturas, testimonios, cantos y danzas, Francisco pronunció un discurso en el que destacó que “Nomadelfia es una realidad profética que se propone realizar una nueva civilización implementando el Evangelio como forma de vida buena y bella”.
Señaló que “vuestro Fundador se dedicó con ardor apostólico a preparar el terreno a la semilla del Evangelio, con el fin de que pudiera llevar frutos de vida nueva”.
“La Ley de la Fraternidad, que caracteriza vuestra vida –continuó el Papa–, fue el signo y el objetivo de toda la existencia de don Zeno, que deseaba una comunidad de vida inspirada en el modelo delineado en los Hechos de los Apóstoles: ‘La multitud de aquellos que se habían hecho creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, y ninguno consideraba de su propiedad aquello que le pertenecía, sino que entre ellos todo era común”.
El Santo Padre exhortó a los miembros de Nomadelfia “a continuar con este estilo de vida, confiando en la fuerza del Evangelio y del Espíritu Santo, mediante vuestro claro testimonio cristiano”.
“Ante el sufrimiento de los niños huérfanos o afectados por las dificultades, don Zeno comprende que el único lenguaje que comprendían era el del amor”, explicó Francisco.
“De esa manera, supo cómo identificar una peculiar forma de sociedad donde no hay espacio para el aislamiento o la soledad, sino el principio de colaboración entre las diferentes familias, donde los miembros se reconocen hermanos en la fe”.
Además, Francisco quiso “subrayar también otro signo profético y de gran humanidad de Nomadelfia: se trata de la atención amorosa a los ancianos que, incluso cuando no gozan de buena salud, permanecen en familia y son ayudados por los hermanos y las hermanas de toda la comunidad”.
El Papa les animó a continuar “en este camino, encarnando el modelo del amor fraterno, también mediante obras y signos visibles, en los múltiples contextos donde la caridad evangélica os llama, pero siempre conservando el espíritu de don Zeno”.
“Frente a un mundo en ocasiones hostil a los ideales predicados por Cristo, no dejéis de responder con el testimonio alegre y sereno de su vida, inspirado en el Evangelio”, concluyó.
¿Completar lo que falta a la Pasión de Cristo?
¿Acaso la Pasión de Cristo está incompleta? ¿No fue suficiente tanto dolor, no bastó con tanta Sangre, no colmó toda medida tan obediencia?
"Completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo" (Col 1, 24).
Alguien debería dar un respingo al escuchar estas palabras del Apóstol. ¿Acaso la Pasión de Cristo está incompleta? ¿No fue suficiente tanto dolor, no bastó con tanta Sangre, no colmó toda medida tan obediencia?
Es, quizá, una de las facetas más sobrecogedoras del drama de la Pasión: toda esa Sangre no es suficiente. Nadie puede decir: “Cristo murió por mí; por tanto, ya estoy salvado. No debo preocuparme, ni es preciso que yo aporte nada más, porque su Pasión me ha logrado el perdón de todas mis culpas y la entrada en el Paraíso”. Si así fuera, habría que afirmar, acto seguido, que todo hombre está salvado, y que nadie se condenará, puesto que Cristo murió por todos.
Y, sin embargo, no es así. La Sangre de Cristo podría haberse derramado en vano, si cada hombre no aporta lo que falta a esa Pasión y no completa en su carne, según las palabras del Apóstol, los sufrimientos de su Redentor.
Para que la Pasión de Cristo me salve, es preciso que yo me asocie a Ella. Debo tomar la mano llagada que Jesús me tiende desde lo alto de la Cruz, y prolongar en mi vida, en mis miembros, en mi corazón y en mi carne la Pasión de mi Redentor. Debo hacerme uno con Él, y completar en mí la Ofrenda, el Sacrificio de Salvación ofrecido por todos los hombres. Entonces estaré salvado.
Me uno a la Pasión de Cristo cada vez que confieso mis culpas en el Sacramento del Perdón y recibo la absolución sacramental. Santa Catalina de Siena decía que, mientras el sacerdote pronunciaba las palabras de la absolución, ella sentía que la Sangre de Cristo se derramaba sobre su alma y la bañaba.
Me uno a la Pasión de Cristo cada vez que tomo parte en el sacrificio Eucarístico. “Toma parte” no es, simplemente, asistir, como pudiera asistir a una representación teatral o a un espectáculo. No basta ocupar el sitio en el banco de la iglesia: debo subirme espiritualmente al altar, ofrecerme en la misma patena en que el sacerdote ofrece el Cuerpo de Cristo, entregar a Dios cuanto soy y cuanto tengo en cada Misa, y comulgar como quien se hace verdaderamente uno con Aquél a quien recibe. Si así lo hago, en cada Eucaristía me convierto en ofrenda, unido a la única Ofrenda.
Me uno a la Pasión de Cristo cada vez que mortifico mis miembros terrenos: cuando ayuno, cuando retraso un vaso de agua durante quince minutos y se lo ofrezco a Dios, cuando salgo de la cama a la hora en punto, entregando al Señor el sacrificio de las primicias, cuando adopto, voluntariamente, una postura ligeramente incómoda en la silla en que me siento... Así, y de mil formas más, con pequeñas mortificaciones voluntarias completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo.
Y me uno a la Pasión de Cristo cada vez que sobrellevo con alegría los mil padecimientos de la vida: cuando procuro no quejarme del calor ni del frío, cuando sonrío ante una persona cargante, cuando trato de que no se noten un dolor de cabeza o unas molestias de estómago, cuando perdono de corazón a quien me ha hecho daño...
Entonces puedo decir, como el Apóstol, que completo en mi carne lo que falta a los sufrimientos de Cristo. Y, si todo ello lo hago en gracia de Dios, la Pasión que Cristo padeció por mí no habrá sucedido en vano.
¿Creían realmente en la eucaristía los primeros cristianos?
Los primeros Padres de la Iglesia defienden la presencia real del Cuerpo y la Sangre Cristo en la Eucaristía
Desde el principio, la Eucaristía ha tenido un papel central en la vida de los cristianos. Maravilla ver la fe y el cariño con el que tratan a Jesús en el Pan eucarístico. Tienen una fe inquebrantable en que el pan y el vino se convierten, por las palabras de la consagración, en elCuerpo y la Sangre de Cristo. Los textos que exponemos a continuación son una prueba de que ya desde los primeros tiempos del cristianismo (siglo I).
Los primeros Padres de la Iglesia defienden la presencia real del Cuerpo y la Sangre Cristo en la Eucaristía
Desde el principio, la Eucaristía ha tenido un papel central en la vida de los cristianos. Maravilla ver la fe y el cariño con el que tratan a Jesús en el Pan eucarístico.
Tienen una fe inquebrantable en que el pan y el vino se convierten, por las palabras de la consagración, en el Cuerpo y la Sangre de Cristo
En varios textos de los siglos I y II, vemos cómo va evolucionando y construyéndose la liturgia de la Iglesia. Emociona comprobar cómo seguimos celebrando la misma Misa que se celebraba en el siglo I: lo podemos ver en la descripción del Santo Sacrificio que San Justino, en el año 155, hace al emperador Antonino Pío; o en la “Traditio Apostólica” de San Hipólito de comienzos del siglo III.
Los textos que exponemos a continuación son una prueba de que ya desde los primeros tiempos del cristianismo (siglo I), en la Iglesia primitiva existía una fe muy clara en la presencia de Jesucristo en el Pan y en el Vino “eucaristizados”.
El testimonio de los Padres de la Iglesia
1. San Ignacio de Antioquía (110 d.C.)
En lo referente a la Eucaristía San Ignacio se presenta siempre muy claro y tajante. Llama a la Eucaristía “medicina de inmortalidad” y categóricamente expresa: “La Eucaristía es la carne e nuestro Salvador Jesucristo”.
Condena vigorosamente a los docetas que afirmaban que Jesús no había tenido cuerpo verdadero sino solo aparente, y por este error, comenta San Ignacio, no querían tomar parte de la eucaristía y morían espiritualmente por apartarse del don de Dios.
“Esforzaos, por lo tanto, por usar de una sola Eucaristía; pues una sola es la carne de Nuestro Señor Jesucristo y uno sólo es el cáliz para unirnos con su sangre, un solo altar, como un solo obispo junto con el presbítero y con los diáconos consiervos míos; a fin de que cuanto hagáis, todo hagáis según Dios”
2. La Didaché o doctrina de los doce apóstoles (60-160 d.C)
La Didaché es muy tajante al afirmar que no todos pueden participar en la Eucaristía, ya que no se puede “dar lo santo a los perros”. Antes de participar exigue confesar los pecados para que el sacrificio sea puro.
Es un testimonio claro también de que la Iglesia primitiva ya reconocía en la Eucaristía el sacrificio sin mancha y perfecto presentado al Padre en Malaquías 1,11: “Pues desde el sol levante hasta el poniente, grande es mi Nombre entre las naciones, y en todo lugar se ofrece a mi Nombre un sacrificio de incienso y una oblación pura. Pues grande es mi Nombre entre las naciones, dice Yahveh Sebaot”.
3. San Justino (165 d.C)
Mártir de la fe cristiana hacia el año 165 (decapitado), es considerado el mayor apologeta del Siglo II. San Justino mantiene el testimonio unánime de la Iglesia al confesar que la Eucaristía no es un alimento como tantos, sino que es “carne y sangre de aquel Jesús hecho carne”.
San Justino con toda claridad excluye la permanencia del pan junto con la carne del Señor rechazando la consubstanciación mantenida por los luteranos.
Lo confirma el empleo que inventa San Justino para la palabra “dar gracias”: hasta él había tenido sentido intransitivo; él la usa en pasiva: “alimento eucaristizado”, que al pie de la letra traduciríamos: “alimento hecho acción de gracias”.
Esta pasiva tan dura inventada por San Justino, unida al cambio de construcc ión que acabamos de señalar, acentúa la nota de un cambio obrado en el alimento ordinario en virtud del cual el pan es ahora carne de Cristo.
4. San Ireneo (130d.C – 202 d.C)
En la teología presentada por San Ireneo la certeza de que el pan y vino consagrados son cuerpo y sangre de Cristo es diáfana, y explícitamente afirma que “el cáliz es su propia Sangre” (la de Cristo) y “el pan ya no es pan ordinario sino Eucaristía constituida por dos elementos terreno y celestial”.
5. San Hipólito (mártir en el 235 d.C.)
Se desconoce el lugar y fecha de su nacimiento, aunque se sabe fue discípulo de San Ireneo de Lyon. San Hipólito es tajante en afirmar que se evite con diligencia que el infiel coma de la Eucaristía, ya que “es el cuerpo de Cristo del cual todos los fieles se alimentan y no debe ser despreciado”.
6. Orígenes (185d.C – 254 d.C)
Con respecto a la Eucaristía los escritos de Orígenes van en la misma línea que el resto de los padres. Afirma que “así como el maná era alimento en enigma, ahora claramente la carne del Verbo de Dios es verdadero alimento, como Él mismo dice:Mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”.
En todos estos casos, Orígenes se refiere al “verdadero alimento” no como pan, sino como “la carne del Verbo de Dios”.
Afirma también que recibir el cuerpo indignamente ocasiona ruina para sí mismos y se refiere a la celebración eucarística como “la mesa del cuerpo de Cristo y del cáliz mismo de su sangre”.
7. Firmiliano, Obispo de Cesarea (268 d.C)
Por lo demás, cuán gran delito es el de quienes son admitidos o el de quienes admiten a tocar el cuerpo y sangre del Señor, no habiendo lavado sus manchas por el bautismo de la Iglesia ni habiendo depuesto sus pecados, habiendo usurpado temerariamente la comunión, siendo así que está escrito: Quien quiera que comiera el pan o bebiera el cáliz del Señor indignamente, será reo del cuerpo y de la sangre del Señor.”
8. San Atanasio, Obispo de Alejandría (295-373 d.C)
“Verás a los ministros que llevan pan y una copa de vino, y lo ponen sobre la mesa; y mientras no se han hecho las invocaciones y súplicas, no hay más que puro pan y bebida. Pero cuando se han acabado aquellas extraordinarias y maravillosas oraciones, entonces el pan se convierte en el Cuerpo y el cáliz en la Sangre de nuestro Señor Jesucristo… Consideremos el momento culminante de estos misterios: este pan y este cáliz, mientras no se han hecho las oraciones y súplicas, son puro pan y bebida; pero así que se han proferidoaquellas extraordinarias plegarias y aquellas santas súplicas, el mismo Verbo baja hasta el pan y el cáliz, que se convierten en su cuerpo”. (SAN ATANASIO, Sermón a los bautizados, 25)
9. San Cirilo de Jerusalén (313-387 d.C)
“Sabiendo que Jesucristo asegura, hablando del pan, que aquello es su cuerpo,¿quién se atreverá a poner en duda esta verdad? E igualmente dijo después, esta es mi sangre, ¿quién puede dudar o decir que nolo es? En otro tiempo había convertido el agua en vino en Caná de Galilea con sola su voluntad, ¿y no le tendremos por digno de ser creído sobre su palabra, cuando convirtió el vino en su sangre? Si convidado a las bodas humanas y terrenas hizo en ellas un milagro tan pasmoso, ¿no debemos reconocer que aquí dio a los hijos del Esposo a comer su cuerpo y beber su sangre?” (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis Mistagógica, 4, 7).
Son especialmente expresivas las palabras de San Cirilo, obispo de Jerusalén a partir del 348, que para manifestar nuestra unión tan plena con Cristo en la Eucaristía dice que nos hacemos una misma cosa con Él…
“Para que cuando tomes el cuerpo y la sangre de Cristo, te hagas “concorpóreo” y “consanguíneo” suyo (un mismo cuerpo y sangre con Él); y así, al distribuirse en nuestros miembros su Cuerpo y su Sangre, nos convertimos en portadores de Cristo (Cristóforos). De está manera -según la expresión de San Pedro- también nos hacemos partícipes de la naturaleza divina”. (SAN CIRILO DE JERUSALÉN, Catequesis Mistagógica, 4, 3).
“Adoctrinados y llenos de esta fe certísima, debemos creer que aquello que parece pan no es pan, aunque su sabor sea de pan, sino el cuerpo de Cristo; y que lo que parece vino no es vino, aunque así le parezca a nuestro paladar, sino la sangre de Cristo”. (SAN CIRILO DE JERUSALEN, Catequesis sobre los misterios>, 22, 1).
Este es un pequeño resumen de lo que la Iglesia enseñó durante los primeros cuatro siglos,en el que se ve cómo los primeros cristianos -desde el principio- tenían una fe firme en la presencia de Cristo en la Eucarístía.
Bibliografía
Gabriel Larrauri (Orar con los Primeros Cristianos, Planeta Testimonio 2011)
José Miguel Arráiz (apologeticacatolica.org)
Textos Eucaristicos Primitivos, Tomos I por Jesús Solano, B.A.C.
Padres apostólicos, por Daniel Ruiz Bueno, B.A.C. Padres apologetas griegos, Daniel Ruiz Bueno, B.A.C.
Ceferino Namuncurá, Beato
Laico Saleciano, 11 de mayo
Primer Varón Argentino en ser Beatificado
Martirologio Romano: En la isla Tiberina, Italia, beato Ceferino Namuncurá, laico argentino. († 1905)
Fecha de beatificación: 11 de noviembree de 2007, durante el pontificado de S.S. Benedicto XVI
Etimológicamente: Ceferino = Viente suave, es de origen latino.
Breve Biografía
La santidad de Ceferino es expresión y fruto de la espiritualidad juvenil salesiana, una espiritualidad hecha de alegría, de amistad con Jesús y María, de cumplimiento de los propios deberes y de entrega por los demás. Ceferino representa la prueba más convincente de la fidelidad con la que los primeros misioneros mandados por don Bosco lograron repetir aquello que él había hecho en el Oratorio de Valdocco: formar jóvenes santos. Este sigue siendo nuestro compromiso de hoy, en un mundo que necesita jóvenes impulsados por un claro sentido de la vida, audaces en sus opciones y firmemente centrados en Dios mientras sirven a los demás.
La vida de Ceferino es una parábola de tan sólo 19 años, pero rica de enseñanzas.
Nació en Chimpay el día 25 de agosto de 1886 y fue bautizado, dos años más tarde, por el misionero salesiano don Milanesio, que había mediado en el acuerdo de paz entre los mapuches y el ejército argentino, haciendo posible al papá de Ceferino conservar el título de "gran cacique" para sí, y también el territorio de Chimpay para su pueblo. Tenía 11 años cuando su padre lo inscribió en una escuela estatal de Buenos Aires, pues quería hacer del hijo el futuro defensor de su pueblo.
Pero Ceferino no se encontró a gusto en aquel centro y el padre lo pasó al colegio salesiano "Pío IX". Aquí inició la aventura de la gracia, que transformaría a un corazón todavía no iluminado por la fe en un testigo heroico de vida cristiana. Inmediatamente sobresalió por su interés por los estudios, se enamoró de las prácticas de piedad, se apasionó del catecismo y se hizo simpático a todos, tanto a compañeros como a superiores. Dos hechos lo lanzaron hacia las cimas más altas: la lectura de la vida de Domingo Savio, de quien fue un ardiente imitador, y la primera Comunión, en la que hizo un pacto de absoluta fidelidad con su gran amigo Jesús. Desde entonces este muchacho, que encontraba difícil "ponerse en fila" y "obedecer al toque de la campana", se convirtió en un modelo.
Un día —Ceferino ya era aspirante salesiano en Viedma— Francesco De Salvo, viéndolo llegar a caballo como un rayo, le gritó: "Ceferino, ¿qué es lo que más te gusta?". Se esperaba una respuesta que guardara relación con la equitación, arte en el que los araucanos eran maestros, pero el muchacho, frenando al caballo, dijo: "Ser sacerdote", y continuó corriendo.
Fue precisamente durante aquellos años de crecimiento interior cuando enfermó de tuberculosis. Lo hicieron volver a su clima natal, pero no bastó. Monseñor Cagliero pensó entonces que en Italia encontraría mejores atenciones médicas. Su presencia no pasó inadvertida en la nación, pues los periódicos hablaron con admiración del príncipe de las pampas. Don Rúa lo hizo sentar a la mesa con el consejo general. Pío X lo recibió en audiencia privada, escuchándole con interés y regalándole su medalla "ad principes". El día 28 de marzo de 1905 tuvo que ser internado en el Fatebenefratelli (Hermanos de San Juan de Dios) de la isla Tiberina, donde murió el día 11 de mayo siguiente, dejando tras de sí una impronta de voluntad, diligencia, pureza y alegría envidiables.
Era un fruto maduro de espiritualidad juvenil salesiana. Sus restos se encuentran ahora en el santuario de Fortín Mercedes, de Argentina, y su tumba es meta de peregrinaciones ininterrumpidas, porque goza de una gran fama de santidad entre el pueblo argentino.
El milagro para su beatificación
El milagro que se aceptó como tal, es el caso de una mujer de Córdoba, Valeria Regina Herrera, que tenía 24 años y que se curó en forma instantánea e íntegramente de un cáncer de útero, y hasta pudo concebir nuevamente. Este hecho para la ciencia es absolutamente inexplicable y esto fue corroborado con estudios médicos anteriores y posteriores de la mujer, que acreditan la desaparición de la enfermedad.
Vamos a compartir el testimonio de ella.
"Mi diagnóstico era un carcinoma que significa un cáncer de útero muy invasivo que a los días de haber hecho una cirugía donde se extrajo todo el material para analizar a los dos ó tres días ya había hecho metástasis con ocho tumores que se palpaban perfectamente, necropsia de tejido, osea, presencia de tejido muerto y el diagnóstico era ese.
Necesitaba urgente comenzar con una quimioterapia. Esto fue un día viernes.
Me piden que por favor me presente al día siguiente en un hospital público para empezar la quimioterapia y esa
misma noche es cuando yo encuentro la revista editada por La voz del Interior y presentaba una lista de todos los posibles santos argentinos. Entre todas las columnas donde estaban las fotos con el rostro de cada uno de esos posibles santos encontré esa misma imagen que tenía mi abuela de Ceferino Namuncurá.
A partir de ese momento me identifiqué directamente como si fuésemos amigos de siempre porque leí que había deseado ser sacerdote para misionar entre los suyos, leí su padecimiento, su agonía, su dolor físico y todo eso, realmente, me hizo sentir como amiga.
Y el artículo se resumía diciendo que para ser santo se necesitaba un milagro y le pedí que ese milagro lo hiciera conmigo porque realmente necesitaba de un milagro, que él sabía que yo había misionado en comunidades tobas, wichis y yo quería seguir haciéndolo.
El sábado siguiente me tenía que presentar en el hospital Rawson para que los médicos que me iban a seguir en el tratamiento me conociesen y me revisaran. Lo hice y me pidieron que vaya el lunes a primera hora para quimioterapia, que vaya y que no se me ocurra quedarme en mi casa.
Le pedí a mi esposo que me llevara a casa, quería tratar de hacer la vida lo más normal posible. Fuimos al río, después fuimos a misa y recibí la unción de los enfermos por parte del párroco y el lunes a primera hora volvimos al hospital.
Me hacen la ficha de ingreso, me dan un carnet y la doctora, antes de que me vaya al pabellón me pide una nueva revisación y ahí es cuando se constata que no se palpaba ningún tumor y que no había necropsia de tejido, sino que estaba todo sano.
Me piden un nuevo dosaje de hormona porque no entendían absolutamente nada y mi nivel de hormona había bajado a la mitad en relación al nivel que tenía el viernes.
Me dijeron que me quede en Córdoba y todos los días me sacaban sangre y me hacían juntar orina para ver el dosaje hormonal, para ver si seguía bajando y el médico que me había derivado me decía “no sé que has hecho, la clínica es una revolución porque directamente nos dijeron que no pueden decir que pasó, solamente que es una involución espontánea”, realmente no tenían palabras para decir que había pasado científicamente".
"Me dijeron que esto iba a ser público y así sucedió, después de cuatro años más o menos, un religioso de la Congregación Menesiana un día llegó a casa y me pregunta si yo había tenía una curación milagrosa. Yo le contesté que si y cuando le dije que mi oración había sido a Ceferino Namuncurá se desinfló porque el había pensado que yo había invocado al fundador de ellos que es Juan María de la Mennais.
Me preguntó si tenía la documentación médica y le dije que tenía todo el legajo. Me pidió fotocopias de todo porque al otro día viajaba a Roma, llevó toda la documentación a Roma a la casa de los salesianos y creo que lo recibió el Padre Daniel Cóvolo y él se contacta con el Padre Dante Simón y lo nombra vicepostulador porque estudia este caso".
Finalmente, el 6 de julio de 2007 S.S. Benedicto XVI autorizó la publicación del decreto en el que se reconoce este milagro