¡Creo, Señor, ayuda mi fe!

Evangelio según San Marcos 9,14-29. 

Cuando volvieron a donde estaban los otros discípulos, los encontraron en medio de una gran multitud, discutiendo con algunos escribas. 

En cuanto la multitud distinguió a Jesús, quedó asombrada y corrieron a saludarlo. 

El les preguntó: "¿Sobre qué estaban discutiendo?". 

Uno de ellos le dijo: "Maestro, te he traído a mi hijo, que está poseído de un espíritu mudo. 

Cuando se apodera de él, lo tira al suelo y le hace echar espuma por la boca; entonces le crujen sus dientes y se queda rígido. Le pedí a tus discípulos que lo expulsaran pero no pudieron". 

"Generación incrédula, respondió Jesús, ¿hasta cuando estaré con ustedes? ¿Hasta cuando tendré que soportarlos? Tráiganmelo". 

Y ellos se lo trajeron. En cuanto vio a Jesús, el espíritu sacudió violentamente al niño, que cayó al suelo y se revolcaba, echando espuma por la boca. 

Jesús le preguntó al padre: "¿Cuánto tiempo hace que está así?". "Desde la infancia, le respondió, 
y a menudo lo hace caer en el fuego o en el agua para matarlo. Si puedes hacer algo, ten piedad de nosotros y ayúdanos". 

"¡Si puedes...!", respondió Jesús. "Todo es posible para el que cree". 
Inmediatamente el padre del niño exclamó: "Creo, ayúdame porque tengo poca fe". 

Al ver que llegaba más gente, Jesús increpó al espíritu impuro, diciéndole: "Espíritu mudo y sordo, yo te lo ordeno, sal de él y no vuelvas más". 
El demonio gritó, sacudió violentamente al niño y salió de él, dejándolo como muerto, tanto que muchos decían: "Está muerto". 

Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y el niño se puso de pie. 
Cuando entró en la casa y quedaron solos, los discípulos le preguntaron: "¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?". 

El les respondió: "Esta clase de demonios se expulsa sólo con la oración". 

CARLOS JOSÉ EUGENIO DE MAZENOD

LLegó a un mundo que estaba llamado a   cambiar muy rápidamente. Nacido en Aix de Provenza al sur de Francia, el 1 de   agosto de 1782, parecía tener asegurada una buena posición y riqueza en su   familia, que era de la nobleza menor. Sin embargo, los disturbios de la   Revolución francesa cambiaron todo esto para siempre. Cuando Eugerio tenía 8   años su familia huyó de Francia, dejando sus propiedades tras sí, y   comenzó un largo y cada vez más difícil destierro de 11 años de duración.

Los años pasados en Italia

La familia de Mazenod, como refugiados políticos, pasaron por varias   ciudades de Italia. Su padre, que había sido Presidente del Tribunal de   Cuentas, Ayuda y Finanzas de Aix, se vio forzado a dedicarse al comercio para   mantener su familia. Intentó ser un pequeño hombre de negocios, y a medida   que los años iban pasando la familia cayó casi en la miseria. Eugenio   estudió, durante un corto período, en el Colegio de Nobles de Turín, pero   al tener que partir para Venecia, abandonó la escuela formal. Don Bartolo   Zinelli, un sacerdote simpático que vivía al lado, se preocupó por la   educación del joven emigrante francés. Don Bartolo dio a Eugenio una   educación fundamental, con un sentido de Dios duradero y un régimen de   piedad que iba a acompañarle para siempre, a pesar de los altos y bajos de su   vida. El cambio posterior a Nápoles, a causa de problemas económicos, le   llevó a una etapa de aburrimiento y abandono. La familia se trasladó de   nuevo, esta vez hacia Palermo, donde gracias a la bondad del Duque y la   Duquesa de Cannizzaro, Eugenio tuvo su primera experiencia de vivir a lo noble,   y le agradó mucho. Tomó el título de "Conde" de Mazenod,   siguió la vida cortesana y soñó con tener futuro.

Vuelta a Francia: el Sacerdocio

En 1802, a la edad de 20 años, Eugenio pudo volver a su tierra natal y   todos sus sueños e ilusiones se vinieron abajo rápidamente. Era simplemente   el "Ciudadano" de Mazenod, Francia había cambiado; sus padres   estaban separados, su madre luchaba por recuperar las propiedades de la   familia. También había planeado el matrimonio de Eugenio con una posible   heredera rica. Él cayó en la depresión, viendo poco futuro real para sí.   Pero sus cualidades naturales de dedicación a los demás, junto con la fe   cultivada en Venecia, comenzaron a afirmarse en él. Se vio profundamente   afectado por la situación desastrosa de la Iglesia de Francia, que había   sido ridiculizada, atacada y diezmada por la Revolución.

Él llamado al sacerdocio comenzó a manifestársele y Eugenio respondió a   este llamado. A pesar de la oposición de su madre, entró en el seminario San   Sulpicio de París, y el 21 de diciembre de 1811 era ordenado sacerdote en   Amiens.

Esfuerzos apostólicos: los Oblatos de María Inmaculada

Al volver a Aix de Provenza, no aceptó un nombramiento normal en una parroquia, sino que comenzó a ejercer su sacerdocio atendiendo a los que tenían verdadera necesidad espiritual: los prisioneros, los jóvenes, las domésticas y los campesinos. Eugenio prosiguió su marcha, a pesar de la oposición frecuente del clero local. Buscó pronto otros sacerdotes igualmente celosos que se prepararían para marchar fuera de las estructuras acostumbradas y aún poco habituales. Eugenio y sus hombres predicaban en Provenzal, la lengua de la gente sencilla, y no el francés de los "cultos". Iban de aldea en aldea, instruyendo a nivel popular y pasando muchas horas en el confesonario. Entre unas misiones y otras, el grupo se reunía en una vida comunitaria intensa de oración, estudio y amistad. Se llamaban a sí mismos "Misioneros de Provenza".

Sin embargo, para asegurar la continuidad en el trabajo, Eugenio tomó la intrépida decisión de ir directamente al Papa para pedirle el reconocimiento oficial de su grupo como una Congregación religiosa de derecho pontificio. Su fe y su perseverancia no cejaron y, el 17 de febrero de 1826, el Papa Gregorio XII aprobaba la nueva Congregación de los "Misioneros Oblatos de María Inmaculada". Eugenio fue elegido Superior General, y continuó inspirando y guiando a sus hombres durante 35 años, hasta su muerte. Eugenio insitió en una formación espiritual profunda y en una vida comunitaria cercana, al mismo tiempo que en el desarrollo de los esfuerzos apostólicos: predicación, trabajo con jóvenes, atención de los santuarios, capellanías de prisiones, confesiones, dirección de seminarios, parroquias. Él era un hombre apasionado por Cristo y nunca se opuso a aceptar un nuevo apostolado, si lo veía como una respuesta a las necesidades de la Iglesia. La "gloria de Dios, el bien de la Iglesia y la santificación de las almas" fueron siempre fuerzas que lo impulsaron.

Obispo de Marsella

La diócesis de Marsella había sido suprimida durante la Revolución   francesa, y la Iglesia local estaba en un estado lamentable. Cuando fue   restablecida, el anciano tío de Eugenio, Fortunato de Mazenod, fue nombrado   Obispo. Él nombró a Eugenio inmediatamente como Vicario General, y la mayor   parte del trabajo de reconstruir la diócesis cayó sobre él. En pocos años,   en 1832, Eugenio mismo fue nombrado Obispo auxiliar. Su ordenación episcopal   tuvo lugar en Roma, desafiando la pretensión del gobierno francés que se   consideraba con derecho a intervenir en tales nombramientos. Esto causó una amarga   lucha diplomática y Eugenio cayó en medio de ella con acusaciones,   incomprensiones, amenazas y recriminaciones sobre él. A pesar de los golpes,   Eugenio siguió adelante resueltamente y finalmente la crisis llegó a su fin.   Cinco años más tarde, al morir el Obispo Fortunato, fue nombrado él mismo   como Obispo de Marsella.

Un corazón grande como el mundo

Al fundar los Oblatos de María Inmaculada para servir ante todo a los   necesitados espiritualmente, a los abandonados y a los campesinos de Francia,   el celo de Eugenio por el Reino de Dios y su devoción a la Iglesia movieron a los Oblatos a un apostolado de avanzada. Sus hombres se aventuraron en Suiza,   Inglaterra, Irlanda. A causa de este celo, Eugenio fue llamado "un   segundo Pablo", y los Obispos de las misiones vinieron a él pidiendo   Oblatos para sus extensos campos de misión. Eugenio respondió gustosamente a   pesar del pequeño número inicial de misioneros y envió sus hombres a   Canadá, Estados Unidos, Ceylan (Sri Lanka), Sud-Africa, Basutolandia (Lesotho).   Como misioneros de su tiempo, se dedicaron a predicar, bautizar, atender a la   gente. Abrieron frecuentemente áreas antes no tocadas, establecieron y   atendieron muchas diócesis nuevas y de muchas maneras "lo intentaron   todo para dilatar el Reino de Cristo". En los años siguientes, el   espíritu misionero de los Oblatos ha continuado, de tal modo que el impulso   dado por Eugenio de Mazenod sigue vivo en sus hombres que trabajan en 68   países.

Pastor de su diócesis

Al mismo tiempo que se desarrollaba este fermento de actividad misionera, Eugenio se destacó como un excelente pastor de la Iglesia de Marsella,   buscando una buena formación para sus sacerdotes, estableciendo nuevas   parroquias, construyendo la Catedral de la ciudad y el espectacular santuario   de Nuestra Señora de la Guardia en lo alto de la ciudad, animando a sus   sacerdotes a vivir la santidad, introduciendo muchas Congregaciones Religiosas   nuevas para trabajar en su diócesis, liderando a sus colegas Obispos en el   apoyo a los derechos del Papa. Su figura descolló en la Iglesia de Francia.   En 1856, Napoleón III lo nombró Senador, y a su muerte, era decano de los   Obispos de Francia.

Legado de un santo

El 21 de mayo de 1861 vio a Eugenio de Mazenod volviendo hacia Dios, a la edad de 79 años, después de una vida coronada de frutos, muchos de los cuales nacieron del sufrimiento. Para su familia religiosa y para su diócesis ha sido fundador y fuente de vida: para Dios y para la Iglesia ha sido un hijo fiel y generoso. Al morir dejó a sus Oblatos este testamento final: "Entre vosotros, la caridad, la caridad, la caridad; y fuera el celo por la salvación de las almas".

Al declararlo santo la Iglesia, el 3 de diciembre de 1995, corona estos dos   ejes de su vida: amor y celo. Y este es el mayor regalo que Eugenio de Mazenod,   Oblato de María Inmaculada, nos ofrece hoy.

Catecismo de la Iglesia Católica  153-155

“¡Creo, Señor, ayuda mi fe!” (Mc 9,24)

La fe es un don de Dios, una virtud sobrenatural infundida por Dios... Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores del Espíritu Santo. Cuando San Pedro confiesa que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios vivo, Jesús le declara que esta revelación no le ha venido “de la carne y de la sangre, sino de mi Padre que está en los cienos”.

(Mt 16,179) Para dar esta respuesta de la fe es necesaria la gracia de Dios, que se adelanta y nos ayuda, junto con el auxilio interior del Espíritu Santo, que mueve el corazón, lo dirige a Dios, abre los ojos del espíritu y concede a todos gusto en aceptar y creer la verdad (cf DV 5).

Sólo es posible creer por la gracia y los auxilios interiores de Espíritu Santo. Pero no es menos cierto que creer es un acto auténticamente humano. No es contrario ni a la libertad ni a la inteligencia del hombre depositar la confianza en Dios y adherirse a las verdades por El reveladas. Ya en las relaciones humanas no es contrario a nuestra propia dignidad creer lo que otras personas nos dicen sobre ellas mismas y sobre sus intenciones, y prestar confianza a sus promesas /como, p.e. cuando un hombre y una mujer se casan), para entrar así en comunión mutua. Por ello, es todavía menos contrario a nuestra dignidad “presentar por la fe la sumisión plena de nuestra inteligencia y de nuestra voluntad al Dios que se revela y entrar así en comunión íntima con él.

En la fe, la inteligencia y la voluntad humanas cooperan con la gracia divina: “Creer es un acto del entendimiento que asiente a la verdad divina por imperio de la voluntad movida por Dios mediante la gracia” (S. Tomás de Aquino).

Dios y mi mejor amiga

Santo Evangelio según San Marcos 9, 14-29. Lunes VII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme poder experimentar tu amor.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

Mi mejor amiga, una psicóloga atea, me decía que Dios solamente es una creación de la mente para afrontar el miedo a la muerte que posee cada hombre. Después de mi conversión pasé muchos años tratando de que ella pudiera ver a Dios como yo lo estaba empezando a ver. Transcurrieron siete años intentando todo y nada pasó, solamente discusiones sin fin, peleas sin sentido, por lo que decidimos no meter en nuestras conversaciones el nombre de Dios.

Después de esto solamente me quedó confiar en el poder de la oración, no porque no lo hacía antes, sino porque humanamente todo era imposible. La oración, que es hablar cara a cara con Dios, se convirtió en una petición por mi amiga, en un ayúdame. Un ayúdame que refleja una fe en Él, débil o fuerte, pero que demuestra la confianza en que Él me ayudará.

Pero este ayudarme no es hacer lo que yo quiera sino hacer lo que es mejor para mí y, en mi caso, lo mejor para mi amiga. Mi ayúdame por mi amiga debe ser humilde, que pide a Dios lo que Él quiera, un ayúdame sincero, que no impone a Dios lo que deseo sino uno que pide que se haga su voluntad.

Pero ¿Dios no quiere que mi amiga le ame? Ciertamente que es lo que Él desea y por esto no la obliga a que le ame, sino le regala las oportunidades para que ella le conozca y luego, por conocerle, le pueda amar con verdad; el amor obligado no existe. Mi oración se vuelve un ayúdame a que Tú estés con ella.

Hace cinco meses mi amiga me escribió que está en proceso de creer, según sus términos. Todavía tiene muchas dudas pero ya cree que Dios existe. Este creer de ella de que Dios existe, hace que mi fe débil se vuelva más fuerte. Este amor que yo tengo por mi amiga hace que rece con amor a Dios y ese amor de Dios para todos sus hijos actúa siempre y se hace real en nuestras vidas haciéndose su completa voluntad, que es AMOR.

Los santos son los que se atreven a creer que Dios es el Señor, y Él puede hacer todo. De ahí la exhortación a invocar al Padre que nos dé la gracia de la confianza en la oración, de rezar con valentía y también de despertar la piedad, cuando la hemos perdido, y seguir adelante con el pueblo de Dios al encuentro de Él.

(Homilía de S.S. Francisco, 12 de enero de 2016, en santa Marta).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Encomendar a una persona que amo a nuestro Señor.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

El combate espiritual y las tentaciones

Lo que Dios espera de nosotros, sobretodo, es una seria aplicación en conquistar nuestras pasiones

¿En qué consiste la perfección cristiana?

El combate espiritual, del teatino Don Lorenzo Scupoli, escrito a fines del siglo XVI, es uno de los más famosos tratados de vida espiritual. San Francisco de Sales, también maestro en esa materia y Doctor de la Iglesia, lo llevó en su bolso durante 18 años. Lo leía diariamente y lo recomendaba a las personas que dirigía. Aún cuando haya sido escrito hace más de 450 años, el libro tiene una actualidad impresionante. Para provecho de nuestros lectores, transcribimos aquí algunos trozos de su primer capítulo. *

"La vida espiritual consiste en conocer la infinita grandeza y bondad de Dios, junto a un grande sentido de nuestra propia debilidad y tendencia para el mal; en amar a Dios y detestarnos a nosotros mismos; en humillarnos no solamente delante de El sino, por Su causa, también delante de los hombres; en renunciar enteramente a nuestra propia voluntad para hacer la Suya. Consiste, finalmente, en hacer todo solamente por la gloria de su santo Nombre, con un único propósito - agradarle -, por un sólo motivo: que El sea amado y servido por todas sus criaturas. (...)

Por eso, es necesario luchar constantemente contra uno mismo y emplear toda la fuerza para arrancar cada inclinación viciosa, incluso las triviales. Consecuentemente, para prepararse al combate la persona debe reunir toda su resolución y coraje. Nadie será premiado con la corona si no hubiere combatido con coraje. (...)

Aquel que tuviese el coraje de conquistar sus pasiones, controlar sus apetitos y rechazar hasta los más mínimos movimientos de su voluntad, practica una acción más meritoria a los ojos de Dios que si, sin eso, rasgase sus carnes con las más agudas disciplinas, ayunase con mayor austeridad que la de los Padres del desierto, o convirtiese multitudes de pecadores (...)

Lo que Dios espera de nosotros, sobretodo, es una seria aplicación en conquistar nuestras pasiones; y eso es más propiamente el cumplimento de nuestro deber que si, con apetito incontrolado, nosotros Le hiciésemos un gran servicio. (...)

Para obtener eso, se debe estar resuelto a una perpetua guerra contra sí mismo, comenzando por armarse de las cuatro armas sin las cuales es imposible obtener la victoria en ese combate espiritual. Esas cuatro armas son: desconfianza de sí mismo, confianza en Dios, apropiado uso de las facultades del cuerpo y del alma, y el deber de la oración". 1

* The Spiritual Combat - And a Treatise on Peace of Soul, TAN Books and Publishers, Inc., Rockford, Illinois, USA, 1990, pp. 4 y ss.

Armas espirituales para el combate espiritual

1) Vigilancia.
Permanece alerta y no dejes de orar, de esta forma, cuando venga la prueba podrás superar las tentaciones del demonio. La razón exacta de la caída de los Apóstoles al llenarse de miedo y abandonar a Jesús en el Huerto, fue que no estuvieron vigilantes en la oración.

2) Identificar el ataque y admitir que está ocurriendo.

Cuándo la tentación acecha puede resultar muy útil y simple, admitirla de una manera tranquila, “Estoy siendo tentado por el diablo, el enemigo de Dios”. Descubrir al enemigo cuando nos ataca es la mitad de la batalla. Ignorar su presencia puede aumentar su poder sobre nosotros.

3) Evitar las ocasiones cercanas al pecado.

A menudo somos tentados porque nos colocamos cerca de la ocasión de pecado, recuerda los proverbios: “¡No juegues con fuego!”, ¡Aquel que juega con el peligro, perecerá con el peligro!”, “¡El que camina en la cuerda floja, caerá!”. Una de las razones más simples por la cuales Eva comió de la fruta prohibida, es que ella estaba cerca del árbol del cual Dios le dijo que no comieran.

4) No te descuides cuando te encuentres en estado de desolación espiritual.

Cuando estamos en ese estado, San Ignacio nos da cuatro claves: •   Más oración •   Más meditación •   Examina tu conciencia (para ver por qué estás en desolación) •   Aplícate alguna penitencia adecuada. Algunos demonios solo son expulsados a través de la oración y la penitencia.

5) Usar Sacramentales

El uso apropiado de sacramentales puede ser bastante eficaz en la batalla contra del demonio, en especial tres: El Escapulario de la Virgen del Carmen, la medalla de San Benito y el agua bendita. Santa Teresa de Ávila insiste en usar agua bendita para expulsar al demonio de nuestra presencia, ¿por qué?, el diablo está lleno de orgullo y el agua Bendita es pequeña y poco visible, el demonio odia eso y no lo puede soportar. Por eso en los exorcismos se utiliza el agua bendita.

6) Usar Jaculatorias: dardos de fuego que penetran el cielo.

Cuando somos asaltados por el enemigo, es recomendable ofrecer oraciones cortas y fervientes (jaculatorias); éstas son extremadamente eficaces en espantar al diablo. Algunos ejemplos de estas cortas pero poderosas oraciones son: “Jesús en ti confío”, “Dulce corazón de María se la salvación del alma mía”, “Señor, sálvame”, “Señor ven a rescatarme”, “Jesús, ten misericordia de mi”… y por supuesto invocar con fe y confianza el Sagrado nombre de Jesús, María y San José.

7) Rechazar inmediatamente la tentación.

Parte del problema en el combate espiritual es la respuesta lenta, aletargada y anémica ante la tentación. La gracia de Dios nos sostiene a través del arma la oración, pero aun así, debemos comprometer nuestra voluntad y rechazar con valentía y firmeza la tentación desde el comienzo. Algunas tentaciones frecuentes tienen gran fortaleza sobre nosotros porque abrimos una puerta y la cola del diablo entra, y es difícil echarlo luego.

8) Evitar la pereza.

En una ocasión, cuenta el Diario de Santa Faustina, que el diablo estaba vagando por los corredores del convento, buscando desesperadamente a alguien a quien tentar. Santa Faustina detuvo al diablo y le dijo que, en obediencia a Jesús, le dijera cuál era el mayor peligro para las monjas. De mala gana él respondió: Almas indolentes y perezosas. Todos hemos escuchado el proverbio “La ociosidad es el taller del diablo”, esto significa que si no tenemos nada que hacer, el diablo nos dará bastante que hacer. El gran San Juan Bosco, temía mortalmente el tiempo de vacaciones de sus muchachos en el Oratorio. ¿Por qué?, porque mucho tiempo libre le da entrada completa al diablo en la vida de la juventud, ¿cuán a menudo hemos pecado precedidos por momentos, horas e incluso días de indolencia y pereza?, nuestra filosofía debería ser la de San Alberto Hurtado, “Hay dos lugares para descansar: el cementerio y el cielo”, en el presente es momento de trabajar en nuestra salvación con temor y temblor. Hagamos nuestro el lema de San Benito: “Ora et Labora”. Trabajar y orar.

9) Jesús en el desierto como Ejemplo Supremo: Sus tres armas.

Por supuesto nuestro mejor ejemplo para todo es Jesús, quien dijo, “Yo soy el Camino, la Verdad, y la Vida”. Al final de los cuarenta días en el desierto, el diablo vino a tentarlo. Jesús conquistó al diablo con firmeza y facilidad, usando tres armas que debemos aprender a aplicar: la oración, el ayuno y el uso de la Palabra del Dios. Jesús tuvo una experiencia prolongada de oración en el desierto, acompañada por cuarenta días de ayuno, Él no comió nada. Finalmente el diablo lo tentó usando la palabra de Dios y Jesús también usó la Palabra de Dios como una flecha afilada para perforar los esfuerzos de Satanás. La oración ferviente y prolongada, la renuncia constante a nosotros mismos a través de ayuno y abstinencia, y la familiaridad con la Palabra de Dios, tanto meditándola como poniéndola en práctica, son armas eficaces para combatir y conquistar a Satanás.

10) Tener confianza ante tu Director Espiritual.

Una vez más, el Maestro San Ignacio viene al rescate. En la Regla del Discernimiento número 13, el Santo nos advierte de que al diablo le gusta el secretismo, en el sentido de que si uno está en un profundo estado de desolación, abrirnos a un Director Espiritual puede ayudar a que conquistemos la tentación, así que el diablo buscará las formas de que no lo hagas. Cerrándonos, es como un corte o una herida que está escondida detrás de una curita, hasta que no sea expuesta al sol y desinfectada la herida no solo no sanará, sino que se infectará mucho más y correrá el riesgo de una gangrena y una amputación. De igual forma, una vez que la tentación es revelada a un Director Espiritual, seguramente será vencida. Abrumada por la tentación, la duda, y la confusión poco antes de hacer sus votos, Santa Teresita se abrió con su Madre Superiora para revelarle el estado de su alma, casi inmediatamente la tentación desapareció, ella hizo sus votos y se convirtió en una de las más grandes santas modernas. ¿Qué hubiera pasado si ella hubiese seguido el consejo del diablo y hubiese mantenido el estado de su alma en secreto?, indudablemente no tendríamos a Santa Teresa de Lisieux, Doctora de la Iglesia.

11) Recurrir a San Miguel Arcángel.

En nuestra batalla contra Satanás, debemos usar todas las armas en nuestro arsenal. Dios escogió a San Miguel Arcángel como el ángel fiel, el Príncipe de la Milicia Celestial, para encerrar a Satanás en el infierno y a los otros ángeles rebeldes. San Miguel, cuyo nombre significa “¿Quién como Dios?”, es tan poderoso ahora como lo fue en el pasado. En el medio de las tormentas de las tentaciones, ¿por qué no levantar tu corazón hacia San Miguel y llamarlo? Puedes rezar la famosa oración “San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla…”, o simplemente pide por su intercesión. Su ayuda desde las alturas de los cielos nos hará salir victoriosos de nuestro combate contra el diablo.

12) Acudir siempre a María Santísima.

La mayoría de los mexicanos tienen gran devoción por María, especialmente bajo el título de Nuestra Señora de Guadalupe. Sin embargo en Guadalajara, México, además de venerar a María, Nuestra Señora de Guadalupe como Patrona de México y de las Américas, ellos la honran con otro título: “La General del Ejército”. En el Génesis, en nuestra batalla contra la antigua serpiente, se honra a la mujer que aplastó la cabeza de la serpiente con su escudo, “Haré que haya una enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón.” (Génesis 3,15). De hecho, la antigua serpiente, el diablo, puede arremeter contra nosotros con su fea lengua y escupir veneno, pero cuando nos basamos en la confianza en María, ella aplastará su fea cabeza.2

Para vencer las tentaciones, ten en cuenta estos seis consejos:*

1) No perder la calma: estar seguros de que todas las tentaciones pueden vencerse con la gracia de Dios.

2) Acuérdate de que sólo la voluntad puede pecar y, por lo tanto, mantenla inflexible.

3) Encomiéndate a Dios y a la Virgen Inmaculada, que jamás abandonan a los que acuden a ellos.

4) Desembarázate de la ocasión, en cuanto puedas. Si hubo victoria, da gracias a Dios. Si caída, arrepiéntete y aprovecha la lección para otra vez.

5) Después de cada caída, haz un acto de contrición, confiésate enseguida y además ofrece en reparación una mortificación que te cueste.

6) No vuelvas a pensar más en la tentación; ocúpate de algo. 11 Para tu tranquilidad has de saber que dice San Pablo que Dios jamás permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.12

Dice San Agustín13 y el Concilio de Trento lo repite que «Dios no pide a nadie cosas imposibles, sino que hagas lo que puedas, y pidas lo que no puedas; que Él te ayudará para que puedas»14.

Después de una tentación pueden ocurrir tres cosas:

1) Victoria clara, porque la rechazaste totalmente en cuanto caíste en la cuenta de la tentación: dale gracias a Dios que te ha ayudado a vencer.

2) Derrota clara, porque te dejaste llevar conscientemente: arrepiéntete, humíllate ante Dios, y pídele que te ayude a vencer en otra ocasión; haz un acto de contrición y propón confesarte pronto.

3) Duda de si consentiste o no consentiste. No estás seguro si resististe completamente a la tentación. En este caso expón al confesor sencillamente tu duda, por ejemplo, diciéndole: «he tenido malos pensamientos y malos deseos contra la pureza, y no sé si los he rechazado suficientemente». No te contentes con dejar la confesión para después de la caída.

La confesión también tiene un valor preventivo, porque aumenta la gracia en virtud del sacramento y fortalece la voluntad. Cuando presientas una posible caída, confiésate aunque no tengas pecados graves. Y si, además, puedes comulgar, todavía mucho mejor.

Para dominar el cuerpo es muy conveniente la mortificación. Es una práctica común de todos los santos. Un cuerpo mortificado es mucho más dócil. El ser mortificado fortalece la voluntad y enriquece espiritualmente.

He aquí algunos modos de mortificarse:

- No hacer gastos inútiles.

- Ser puntual para no hacer esperar a los demás.

- Escoger los peores sitios en las reuniones.

- Dejar hablar a los demás cuando estás deseando intervenir. - No discutir aunque se tenga razón, si la cosa no es importante.

- No enfadarnos, si no es necesario.

- Sonreír amablemente aunque no se tengan ganas.

- Disponibilidad en los servicios comunes.

- Escoger para sí mismo lo peor, cuando esto sea posible.

- Evitar ruidos que molestan a los demás. - Cuidar el aseo personal evitando malos olores. - Terminar bien lo que se está haciendo aunque esté cansado. - Etc., etc., etc. 3

Soplo Divino; Domingo de Pentecostés

Los que antes estaban asustados, apocados y escondidos, ahora se transforman en audaces misioneros

Lecturas:

Hechos 2, 1-11: “Todos quedaron llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar”

Salmo 103: “Envía, Señor, tu Espíritu a renovar la tierra. Aleluya.”

Gálatas 5, 16-25: “Los frutos del Espíritu”

San Juan 15, 26-27; 16, 12-15: “El Espíritu de la verdad los irá guiando hasta la verdad plena”.

Hoy celebramos el día de Pentecostés y los textos litúrgicos lo expresan con una gran efusión de signos que nos quieren indicar esta presencia dinámica, vital y renovadora del Espíritu en medio de la Iglesia. Son muchas “las señales” que emplea la Escritura para hablarnos de la irrupción del “Consolador”, prometido por Jesús a sus discípulos. Cada uno de estos signos encierra una gran enseñanza y nos habla, aunque parcialmente, de su actividad: el fuego, el viento y el rocío; el agua o la lluvia, la paloma y la nube, la lengua que todos comprenden.

Pero el Espíritu es mucho más y no puede ser encerrado en un símbolo que se utiliza para representarlo. Quizás en diferentes etapas de nuestra vida y en diversas circunstancias nos llama más la atención una figura en especial. En estos días me he estado preguntando por qué se aparecerá con frecuencia bajo el signo del viento, en el día de Pentecostés como un viento huracanado, fuerte, estruendoso.

Para nosotros la palabra Espíritu no nos sonaría tan dinámica y tan llena de vida porque la hemos reducido más un sentido metafísico, designando un “no ser material”, pero ya desde inicio mismo del Antiguo Testamento la palabra que se usa en hebreo para designarlo, “ruaj”,  tiene el profundo significado de “aliento de vida”, de un modo especial su manifestación en la respiración, el hálito, el resuello, que manifiesta toda esa vitalidad interior que bulle por dentro de una persona y que es signo de su vida. Viento, vendaval, brisa, aire, aura, son expresiones que se quedan cortas cuando queremos expresar todo lo que es el Espíritu. Es una fuerza que arrastra, palpable y evidente, aunque los ojos no puedan ver más que sus efectos. Es el “soplo”  de Dios, su propio aliento, que infundido en la figura del barro la transforma en una persona a su imagen y semejanza. Es el viento poderoso que hace surgir a los jueces y los profetas en un pueblo urgido de esperanzas de salvación. Es la brisa suave y silenciosa que manifiesta presencia de Dios. Es el viento que sopla en Jesús, que se ve impulsado, “ungido por el Espíritu”, para realizar su misión: anunciar Buena Nueva, proclamar liberación, abrir los ojos y anunciar un año de gracia. Jesús es el hombre arrastrado por el Espíritu.  

Y en este día también se nos presentan los discípulos, aquella pequeña y desamparada comunidad, atemorizada ante un mundo hostil, pero que en un determinado momento sienten el mismo “viento”, el mismo Espíritu que impulsó a Jesús. Viento poderoso capaz de hacerles cambiar de vida, de mentalidad y de religión. Los que antes estaban asustados, apocados y escondidos que no pensaban más que en escapar de una muerte semejante a la de su Maestro, ahora se transforman en audaces misioneros capaces de enfrentarse al Sanedrín, de abrir fronteras, de expresarse en nuevos lenguajes, de dejar la seguridad del Cenáculo para explorar nuevos espacios donde resuene la Buena Nueva. Jesús, con su “soplo” y sus palabras de envío, confía a los discípulos  la misma misión que le otorgó el Padre, con todos sus compromisos y obligaciones, con todas sus manifestaciones, una de las cuales será el perdón y la reconciliación, la búsqueda de la justicia y de la verdad. Con el “soplo” de Jesús son transformados en misioneros y testigos de la Buena Nueva que los llevará por otros rumbos para manifestar los signos de su presencia. El Espíritu los conducirá a la verdad y podrán dar testimonio ante un mundo incrédulo y desconfiado.

A veces los cristianos damos la impresión de ser una barca anclada, impasible, que no quiere que la toque el viento y que permanece inmóvil, con apariencia de ser fiel, pero que no se deja impulsar, que no despliega sus velas porque tiene miedo descubrir nuevos horizontes. No son los grandes vientos los que más nos amenazan, sino la pasividad, la calma chicha, lo cotidiano, lo cómodo y la indiferencia. Permanecemos como aguas estancadas que al no removerse se contaminan y se pudren. Permanecemos asustados e indiferentes ante un mundo en cambio; nos instalamos en nuestros miedos y preocupaciones personales y no somos capaces de abrirnos al soplo del Espíritu. A veces en nuestro conformismo, nos dejamos llevar por vientos nocivos, destructores, con tal de seguir la corriente del mundo y su cultura de muerte.

Hoy debemos experimentar este “viento”. Hace falta que levantemos la cabeza y aspiremos profundo para que nos interiorice y haga brotar nuestra fuente profunda. Hoy hay viento, hay rumbo, hay destino, hay misión. Hoy debemos abrir de par en par nuestras puertas para que “el soplo del Espíritu” renueve y transforme. Hoy es un día muy especial para entrar un momento en nuestro interior y escuchar, más allá de lo cotidiano, lo acostumbrado y lo trivial, la voz de Dios y el viento, suave y poderoso, capaz de empujar nuestra nave a buenos puertos. Es día de pedir para cada uno de nosotros y para nuestra Iglesia, el “viento” de Jesús. Hoy es día para anunciar nueva reconciliación, nuevo lenguaje de paz, capaz de superar barreras y divisiones, hoy es día de nuevas actitudes frente al hermano. Es día para dejar escuchar dentro de nosotros al Espíritu de justicia y de verdad ¿Le abriremos nuestro corazón?

Dios nuestro, que por el misterio de Pentecostés santificas a tu Iglesia extendida por todas las naciones, concede al mundo entero los dones del Espíritu Santo y continúa realizando entre los fieles la unidad y el amor de la primitiva Iglesia. Amén.

Pentecostés

La Fiesta de Pentecostés

Por: Redacción | Fuente: aciprensa.com y iglesia.cl 

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.

Hechos de los Apóstoles 2, 1-5

Fiesta de Pentecostés

Originalmente se denominaba “fiesta de las semanas” y tenía lugar siete semanas después de la fiesta de los primeros frutos (Lv 23 15-21; Dt 169). Siete semanas son cincuenta días; de ahí el nombre de Pentecostés (= cincuenta) que recibió más tarde. Según Ex 34 22 se celebraba al término de la cosecha de la cebada y antes de comenzar la del trigo; era una fiesta movible pues dependía de cuándo llegaba cada año la cosecha a su sazón, pero tendría lugar casi siempre durante el mes judío de Siván, equivalente a nuestro Mayo/Junio. En su origen tenía un sentido fundamental de acción de gracias por la cosecha recogida, pero pronto se le añadió un sentido histórico: se celebraba en esta fiesta el hecho de la alianza y el don de la ley.

En el marco de esta fiesta judía, el libro de los Hechos coloca la efusión del Espíritu Santo sobre los apóstoles (Hch 2 1.4). A partir de este acontecimiento, Pentecostés se convierte también en fiesta cristiana de primera categoría (Hch 20 16; 1 Cor 168).

¿Quién es el Espíritu Santo?

Según el Catecismo de la Iglesia Católica, el Espíritu Santo es la "Tercera Persona de la Santísima Trinidad". Es decir, habiendo un sólo Dios, existen en Él tres personas distinas: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta verdad ha sido revelada por Jesús en su Evangelio.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo de la historia hasta su consumación, pero es en los últimos tiempos, inaugurados con la Encarnación, cuando el Espíritu se revela y nos es dado, cuando es reconocido y acogido como persona. El Señor Jesús nos lo presenta y se refiere a Él no como una potencia impersonal, sino como una Persona diferente, con un obrar propio y un carácter personal.

El Espíritu Santo, el don de Dios

"Dios es Amor" (Jn 4,8-16) y el Amor que es el primer don, contiene todos los demás. Este amor "Dios lo ha derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos ha sido dado". (Rom 5,5).

Puesto que hemos muerto, o al menos, hemos sido heridos por el pecado, el primer efecto del don del Amor es la remisión de nuestros pecados. La Comunión con el Espíritu Santo, "La gracia del Señor Jesucristo, y la caridad de Dios, y la comunicación del Espíritu Santo sean con todos vosotros." 2 Co 13,13; es la que, en la Iglesia, vuelve a dar a los bautizados la semejanza divina perdida por el pecado. Por el Espíritu Santo nosotros podemos decir que "Jesús es el Señor ", es decir para entrar en contacto con Cisto es necesario haber sido atraído por el Espíritu Santo.

Mediante el Bautismo se nos da la gracia del nuevo nacimiento en Dios Padre por medio de su Hijo en el Espíritu Santo. Porque los que son portadores del Espíritu de Dios son conducidos al Hijo; pero el Hijo los presenta al Padre, y el Padre les concede la incorruptibilidad. Por tanto, sin el Espíritu no es posible ver al Hijo de Dios, y, sin el Hijo, nadie puede acercarse al Padre, porque el conocimiento del Padre es el Hijo, y el conocimiento del Hijo de Dios se logra por el Espíritu Santo.

Vida de fe. El Espíritu Santo con su gracia es el "primero" que nos despierta en la fe y nos inicia en la vida nueva. El es quien nos precede y despierta en nosotros la fe. Sin embargo, es el "último" en la revelación de las personas de la Santísima Trinidad.

El Espíritu Santo coopera con el Padre y el Hijo desde el comienzo del Designio de nuestra salvación y hasta su consumación. Sólo en los "últimos tiempos", inaugurados con la Encarnación redentora del Hijo, es cuando el Espíritu se revela y se nos da, y se le reconoce y acoge como Persona.

El Paráclito. Palabra del griego "parakletos", que literalmente significa "aquel que es invocado", es por tanto el abogado, el mediador, el defensor, el consolador. Jesús nos presenta al Espíritu Santo diciendo: "El Padre os dará otro Paráclito" (Jn 14,16). El abogado defensor es aquel que, poniéndose de parte de los que son culpables debido a sus pecados, los defiende del castigo merecido, los salva del peligro de perder la vida y la salvación eterna. Esto es lo que ha realizado Cristo, y el Espíritu Santo es llamado "otro paráclito" porque continúa haciendo operante la redención con la que Cristo nos ha librado del pecado y de la muerte eterna.

Espíritu de la Verdad: Jesús afirma de sí mismo: "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (Jn 14,6). Y al prometer al Espíritu Santo en aquel "discurso de despedida" con sus apóstoles en la Última Cena, dice que será quien después de su partida, mantendrá entre los discípulos la misma verdad que Él ha anunciado y revelado.

El Paráclito, es la verdad, como lo es Cristo. Los campos de acción en que actúa el Espíritu Santo, son el espíritu humano y la historia del mundo. La distinción entre la verdad y el error es el primer momento de dicha actuación.

Permanecer y obrar en la verdad es el problema esencial para los Apóstoles y para los discípulos de Cristo, desde los primeros años de la Iglesia hasta el final de los tiempos, y es el Espíritu Santo quien hace posible que la verdad a cerca de Dios, del hombre y de su destino, llegue hasta nuestros días sin alteraciones.

Símbolos

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.

Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.

Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.

Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.

Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.

La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

El Espíritu Santo y la vida cristiana

A partir del Bautismo, el Espíritu divino habita en el cristiano como en su templo. Gracias a la fuerza del Espíritu que habita en nosotros, el Padre y el Hijo vienen también a habitar en cada uno de nosotros.

El don del Espíritu Santo es el que:

- nos eleva y asimila a Dios en nuestro ser y en nuestro obrar;

- nos permite conocerlo y amarlo;

- hace que nos abramos a las divinas personas y que se queden en nosotros.
La vida del cristiano es una existencia espiritual, una vida animada y guiada por el Espíritu hacia la santidad o perfección de la caridad. Gracias al Espíritu Santo y guiado por Él, el cristiano tiene la fuerza necesaria para luchar contra todo lo que se opone a la voluntad de Dios.

Dones

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:

Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.

Don de consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.

Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.

Don de Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.

Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.

Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.

Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.

Por otro lado, los frutos del Espíritu Santo son:

Caridad.
Gozo.
Paz.
Paciencia.
Longanimidad.
Bondad.
Benignidad.
Mansedumbre.
Fe.
Modestia.
Continencia.
Castidad.

Novena a Santa Juana de Arco

Oraciones para cada día de la novena, la puedes hacer tantas veces desees, de manera especial los días previos a la festividad (21 al 29 de mayo)

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos líbranos Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN INICIAL PARA TODOS LOS DÍAS
Mi Señor y mi Dios! Te ofrezco mi petición en unión con la amarga pasión y muerte de Jesucristo, tu Hijo, junto con los méritos de tu Inmaculada y Admirable, María siempre Virgen, y de todos los santos, particularmente con tu ayudante santa en cuyo honor hago esta novena.
¡Baja tu mirada a mí, Señor misericordioso! Concédeme tu gracia y tu amor, y amablemente escucha mi oración. Amén.

ORACIÓN FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Amada Santa Juana de Arco, quien cuya fe era tan firme y amante de la Eucaristía. Apóstol y Profeta de Dios, armada sólo con su fe fue y cambió el corazón y con su propio ejemplo inspiró a otros a la fe y protegió a un país y sus generaciones alejadas de la ruina. Oro para que se me conceda una petición a Dios, que es la intención de esta novena si es su Santa Voluntad. Oro para que ella también conceda que a través de su patrocinio y su Gracia, crezca en la fe para emular su vida en todo lo que hago. Tú que tuviste una muerte mártir exclamando el nombre de nuetro salvador Jesucristo. Es mi sincera oración, no importa cuál sea la circunstancia de mi hora final. Amén

ORACIONES PARA CADA DÍA:

Oración Primer Día:
Santa Juana de Arco, patrona de Francia, mi santa patrona, te pido ahora que luches esta batalla junto a mi en la oración, del mismo modo que guiaste tus tropas a la victoria. Tu, que fuiste llena del Espíritu Santo y elegida por Dios, ayúdame este día con el favor que te pido (aquí decir que su intención). Concédeme por tu intercesión divina y de gran alcance, el valor y la fuerza que necesito para soportar esta lucha constante. Oh Santa Juana, ayúdame a salir victorioso en las tareas que Dios me presenta. Agradezco y pido tu continua protección al pueblo de Dios.
Santa Juana hija devota de la iglesia; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria.

Oración Segundo Día:
Dulce Santa Juana de Arco, aboga por mí ante el trono de Dios omnipotente, que pueda considerarme digno de ser concedida la solicitud que he pedido. Ayúdame, Santa Juana, para ser más como tú en el intento de amar al Señor con todo el corazón, alma y mente. A través de tu guía y la oración, ayúdame a ser un verdadero devoto y cristiano, para que pueda conocer y ver la voluntad de Dios. Ayúdame ahora Santa Juana, en mi momento de necesidad. Te pido que siempre puedas estar cerca de mí, ser mi guía y acercarme cada día más a Jesús. Gracias Santa Juana por haber escuchado mi oración.
Santa Juana enviada por Dios; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Tercer Día:
Amada Santa Juana de Arco se enfrentaste tres pruebas en tu vida. En el primero, un hombre afirmó que estaban comprometidos, en el segundo en Poitiers, y el tercero en Rouen. En cada prueba tu aguardaste la llegada del espíritu de Dios para colocar en tu lengua las respuestas correctas para decir en tu defensa. En la primera defendiste tu compromiso con el Señor Jesucristo. En la segunda se confirmó tu pureza con tal elocuencia que asombró a tus interrogadores. La tercera se desconcertaron los concejales y diste una prueba más de tu pureza con la expresión profética. Yo oro para que cada una de mis palabras sean puras de corazón y sean colocadas allí por el Espíritu Santo.
Santa Juana, cumple a la llamada de Dios; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Cuarto Día:
A la vista de sus enemigos,haiendo frente al acoso, burla, y duda, te mantuviste firme en tu fe. Incluso en el abandono, sola y sin amigos, te mantuviste firme en tu fe. A pesar de que te enfrentaste a tu propia mortalidad, te mantuviste firme en tu fe. Yo oro para que pueda ser tan audaz en mis creencias como tú, Santa Juana. Te pido que viajes a mi lado en mis batallas. Ayúdame a ser consciente de que lo que vale se puede ganar cuando persisto. Ayúdame a mantenerme firme en mi fe. Ayudame a creer en mi capacidad de actuar bien y sabiamente. Amén
Santa Juana Uno con Dios en acción; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Quinto Día:
Santa Juana, que en el seguimiento de los mandatos de Dios, sirvió a sus compatriotas que habían sido oprimidos por los ingleses. Su causa la condujera a la batalla, donde continuó para honrar a Dios mediante el fomento de la pureza y la moral de sus compañeros de armas. Santa Juana cumplió la misión de Dios a través de la justicia - la virtud moral que consiste en la constante y firme voluntad de dar el merecido de Dios al prójimo; establecer la armonía que promueve la equidad y respecto a las personas y al bien común. Ella, mediante el cumplimiento de los mandamientos de Dios, cumple su principal ley: el amor.
Santa Juana Su ejemplo, tanto mediante la palabra y la vida; Sea Dios el primero en ser servido, ruego que en mi propia vida este será también el ejemplo de vida al servicio de Dios.
Santa Juana Patriota en el servicio a su Dios y el país; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria:

Oración Sexto Día:
Inspírame de hora en adelante para aceptar la voluntad de Dios incondicionalmente, tal como lo hiciste cuando obedeciste a las voces santas de sus mensajeros en los campos de Domrémy. "Santa Juana oyó y escuchó la voz de Dios a través de los Santos Catalina, Margarita, y Michael . Ella ha dicho que escuchó por primera vez las voces, mientras era niña. Santa Juana tenía fe completa en los consejos de sus mensajeros y los llevó a buen término, a pesar de la gran oposición. Oren por mí para ser compasivo, servir a Dios servir a los que son pisoteados y pobres en espíritu. Obtenme la fuerza y el valor para defender la misión de amor y la justicia de Dios y predicar con el ejemplo de la piedad, la verdad, el perdón y la fe inquebrantable.
Santa Juana, elegida por Dios en Domrémy, Francia; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Séptimo Día:
Santa Juana exhibió la virtud de la castidad durante su vida. Ella prometió virginidad durante el tiempo que sería agradar a Dios. Fue casta, una virtud que dejó su amor con un corazón recto e indiviso, también logró la pureza al tratar de cumplir la voluntad de Dios en todo, la pureza de la visión al negar complicidad en los pensamientos impuros que nos desvían del camino de Dios, y la pureza de corazón "Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios".
Guerrera santa Juana Virgen; Reza por mí.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Octavo Día:
Cuando los jueces le preguntaron si estaba en gracia de Dios, la respuesta de Joan era: "Si yo no estoy, que Dios me quiera poner en ella; si lo estoy, que Dios Nuestro Señor me mantenga ahí." Su respuesta se adhirió a la doctrina católica que la gracia escapa a nuestra experiencia y no puede ser conocida, excepto por la fe, que no podemos confiar en nuestros sentimientos o nuestras obras a la conclusión de que somos justificados y salvados. (Catecismo 2005). También hay una referencia a la respuesta a sus examinadores en Poitiers cuando se le preguntó acerca de la necesidad de los soldados en el cumplimiento de la voluntad de Dios para liberar a Francia: "En el nombre de Dios los soldados van a luchar, y Dios le dará la victoria!" Cada uno de nosotros podemos vernos como soldados en una batalla de por vida para cumplir la voluntad de Dios, para superar los males de este mundo. Es nuestro deber como sus hijos dedicar nuestra vida a la gloria de su Reino.
Mediante el ejemplo de Santa Juana: la palabra y la vida; Sea Dios el primer servido.
Oro para que mi vida sea también al servicio de Dios.

Santa Juana heroica y valiente ante sus jueces; Reza por mí.

Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria

Oración Noveno Día:
Valiente Santa Juana, doncella de Orleans, te ofrezco esta oración con la esperanza de que de ser posible me guíe en las virtudes del valor, paciencia, dirección, y la confianza en la voluntad de Dios. inspírame de ahora en adelante para aceptar la voluntad de Dios incondicionalmente, tal como lo hizo cuando obedeció las voces santas de sus

mensajeros en los campos de Domrémy.

Ora por mí para ser compasivo, que sirva a Dios sirviendo a los oprimidos y a los pobres en espíritu. Obtenme la fuerza y ??el valor para defender la misión de amor y la justicia de Dios y predicar con el ejemplo de la piedad, la verdad, el perdón y la fe inquebrantable.

Ven en mi ayuda al orar fervientemente por la misericordia de Dios, recordando perdonar a los demás, incluso en tiempos de persecución. Guerrera, suplica a Nuestro Padre Celestial, en honor a su Santa Pasión, que me conceda el valor de hablar la verdad en la cara de la adversidad y la iniciativa de un paso adelante en la batalla espiritual para Él.

O criada casta y firme, blinda mi espíritu para que pueda tratar cada día ser colocado en la gracia de Dios. Y puedo recordar que, al igual que en la batalla, que estoy de ser un soldado para el Señor en esta vida, porque es Él quien dará la victoria.

Santa Juana; Enviada de Dios; Oren por mí para que pueda llegar a ser digno de las promesas de nuestro Salvador Jesucristo.
Decir un Padre Nuestro, 3 Ave María, un Gloria.

EL SÁBADO REIVINDICARÁ SU PAPEL FUNDAMENTAL PARA EL DESARROLLO
REDES ONGD celebra el Día de África con la mirada en la mujer africana
Una representación del musical "Quilombos: El pueblo negro grita libertad", parte central de la jornada

REDES, 21 de mayo de 2018 a las 11:17

Madre africanaEFE

Generar referentes positivos de superacion, autoestima e independencia en las mujeres supone sentar las bases de generaciones presentes y futuras tanto de niños como de niñas

(REDES).-  La mujer es una pieza clave para alcanzar el desarrollo económico, la igualdad social y política y obtener la paz en muchos territorios. Sin embargo, en algunas partes del continente, continúa padeciendo sumisión e inferioridad, y en muchas ocasiones estas condiciones son silenciadas. En África, como en el resto del mundo, las mujeres son agentes centrales del desarrollo, en primer lugar simplemente porque representan cerca del 40% de la fuerza laboral. Una cifra que se puede incluso considerar como infravalorada, puesto que una parte de su trabajo, aunque productivo, permanece invisible en las estadísticas oficiales al no estar remunerado.

En el sector agrícola, su contribución es aún más importante, pues las mujeres son el 60% de la fuerza laboral y producen el 80% de la alimentación según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Es decir que, en sociedades ampliamente dependientes de la producción agrícola nacional, las mujeres tienen un papel clave en el desarrollo económico local y la seguridad alimentaria. Con todo ello, las mujeres africanas mantienen el 90% de la economía, producen el 80% de los alimentos y sustentan a más del 40% de las familias.

La formación y el desarrollo de las mujeres, como cabezas de familia y referentes en sus entornos, suponen un eje clave para el empoderamiento de toda la comunidad. Generar referentes positivos de superacion, autoestima e independencia en las mujeres supone sentar las bases de generaciones presentes y futuras tanto de niños como de niñas.

Por todo ello, con motivo del Día de África, el próximo 26 de mayo, las voluntades de varias entidades cuyo compromiso con el continente africano tiene ya una larga trayectoria: AEFJN (red África Europa Fe y Justicia), la Capellanía Africana, UMOYA - Comités de solidaridad con África Negra, Fundación África Sur, Karibu, Mundo Negro y REDES, nos unimos en la celebración del Día bajo el lema Mujer: futuro y esperanza, las organizaciones buscan hacer visible el rol fundamental de la mujer como eje fundamental para el desarrollo de África.

En palabras de Nicole Ndongala, Directora de la Asociación Karibu, "La mujer africana es por naturaleza una mujer de esperanza. Aunque se encuentre con dificultades, confía en que mañana las cosas van a salir bien." Ella es la protagonista de uno de los hitos de la celebración que es representación del musical "Quilombos: El pueblo negro grita libertad", una actualización a la realidad africana que llama a las puertas de Europa en nuestros días, de la "Missa dos quilombos" escrita por Pedro Casaldáliga y con música de Milton Nascimento.

La representación tendrá lugar en el Colegio Sagrado Corazón el día 25 de mayo a las 20h y la entrada es gratuita. Además, se celebrará una Eucaristía africana el domingo 27 en la Parroquia del Purísimo Corazón de María.

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