¿Acaso van con nosotros?

Evangelio según San Marcos 9,38-40. 

Juan le dijo a Jesús: "Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de los nuestros". 
Pero Jesús les dijo: "No se lo impidan, porque nadie puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí.
Y el que no está contra nosotros, está con nosotros.

San Crispin de Viterbo

Se llamaba Pedro y era zapatero remendón, un oficio hoy en desuso por arte y parte de la sociedad de consumo. Al entrar en el noviciado de los Capuchinos cambió su nombre por el del patrón de los zapateros: San Crispín.   Su carisma más original es el de la sonrisa y el canto. Como no tenía muchas letras, sus superiores lo colocaron en la cocina, la huerta y la portería; nada de sacristías ni, mucho menos, de bibliotecas: tan solo en los más humildes encargos de su convento, pero, eso sí, cantando y riendo.   Era tan de buen carácter que a algunos de sus hermanos les parecía poco monástico... su palabra discreta y oportuna, su sonrisa siempre amable y su alegría suavemente desbordante hicieron del buen Crispín un consejero exigente en la entrega y comprometedor en la más rigurosa observancia de la vida interior y el servicio al prójimo: "Fortiter in re, suaviter in modo"... O sea, tan serios por dentro para lo sustancial, como alegres por fuera para lo accidental.

Oremos 

Tú, Señor, que concediste a San Crispín Viterbo el don de imitar con fidelidad a Cristo pobre y humilde, concédenos también a nosotros, por intercesión de este santo, la gracia de que, viviendo fielmente nuestra vocación, tendamos hacia la perfección que nos propones en la persona de tu Hijo. Que vive y reina contigo.

Concilio Vaticano II Constitución dogmática sobre la Iglesia “Lumen gentium”, §16 (trad. © Libreria Editrice Vaticana)

¿Acaso van con nosotros?

Por último, quienes todavía no recibieron el Evangelio, se ordenan al Pueblo de Dios de diversas maneras. En primer lugar, aquel pueblo que recibió los testamentos y las promesas y del que Cristo nació según la carne (cf. Rm 9,4-5). Por causa de los padres es un pueblo amadísimo en razón de la elección, pues Dios no se arrepiente de sus dones y de su vocación (cf. Rm 11, 28-29). Pero el designio de salvación abarca también a los que reconocen al Creador, entre los cuales están en primer lugar los musulmanes, que, confesando adherirse a la fe de Abraham, adoran con nosotros a un Dios único, misericordioso, que juzgará a los hombres en el día postrero.

Ni el mismo Dios está lejos de otros que buscan en sombras e imágenes al Dios desconocido, puesto que todos reciben de El la vida, la inspiración y todas las cosas (cf. Hch 17,25-28), y el Salvador quiere que todos los hombres se salven (cf. 1 Tm 2,4). Pues quienes, ignorando sin culpa el Evangelio de Cristo y su Iglesia, buscan, no obstante, a Dios con un corazón sincero y se esfuerzan, bajo el influjo de la gracia, en cumplir con obras su voluntad, conocida mediante el juicio de la conciencia, pueden conseguir la salvación eterna. Y la divina Providencia tampoco niega los auxilios necesarios para la salvación a quienes sin culpa no han llegado todavía a un conocimiento expreso de Dios y se esfuerzan en llevar una vida recta, no sin la gracia de Dios. Cuanto hay de bueno y verdadero entre ellos, la Iglesia lo juzga como una preparación del Evangelio y otorgado por quien ilumina a todos los hombres para que al fin tengan la vida.

Uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí

Santo Evangelio según San Marcos 9, 38-40. Miércoles VII de Tiempo Ordinario.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Gracias, Señor, por darme un día más de vida, por darme la oportunidad de acercarme cada vez más a Ti. Ayúdame a responder con generosidad y alegría a los retos que se me presentan, porque sé que por ellos llegaré un día a estar contigo para siempre en el cielo.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio

En este Evangelio, Jesús nos invita a tener cuidado para no usurpar un lugar que no nos corresponde: el de jueces. Naturalmente tendemos a pensar que aquellos que no comparten nuestras opiniones o nuestras formas de actuar están equivocados, pero Él nos recuerda gentilmente que esto no es verdad.

Mientras nosotros nos detenemos a observar lo externo y, especialmente, los errores de los demás, la mirada de Cristo penetra hasta lo más profundo del corazón: las intenciones, los deseos, las pasiones. Ante Él todo se muestra claro y como es, sin dejar de lado los errores, ni las limitaciones. Por eso, es Él y sólo Él quien puede realmente juzgar a los demás.

Sin embargo, la petición de Jesús no se detiene allí. No basta con abstenernos de formular juicios sin fundamento alguno, sino que nos invita a pensar bien de los demás; y aunque no es siempre fácil, ante los ojos de Dios tiene más mérito. Por eso, Cristo nos pone metas altas, "amad a vuestros enemigos", y nos advierte que con la medida con que midamos seremos medidos. Esta advertencia la hace con la confianza absoluta de que sabremos responder con amor a Aquel que por amor murió en la cruz.

La esperanza es don de Dios. Debemos pedirla. Está ubicada en lo más profundo del corazón de cada persona para que pueda iluminar con su luz el presente, muchas veces turbado y ofuscado por tantas situaciones que conllevan tristeza y dolor. Tenemos necesidad de fortalecer cada vez más las raíces de nuestra esperanza, para que puedan dar fruto. En primer lugar, la certeza de la presencia y de la compasión de Dios, no obstante el mal que hemos cometido. No existe lugar en nuestro corazón que no pueda ser alcanzado por el amor de Dios. Donde hay una persona que se ha equivocado, allí se hace presente con más fuerza la misericordia del Padre, para suscitar arrepentimiento, perdón, reconciliación, paz.

(Homilía de S.S. Francisco, 6 de noviembre de 2016).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Pediré perdón a alguien a quien haya juzgado duramente.

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Egoísmo individual y colectivo

El que no está contra nosotros está a favor nuestro. 

Juan le dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre y no viene con nosotros y tratamos de impedírselo porque no venía con nosotros.» Pero Jesús dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros.» «Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa.» «Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado, córtatelo. Más vale que entres cojo en la Vida que, con los dos pies, ser arrojado a la gehenna. Y si tu ojo te es ocasión de pecado, sácatelo. Más vale que entres con un solo ojo en el Reino de Dios que, con los dos ojos, ser arrojado a la gehenna, donde su gusano no muere y el fuego no se apaga.

Reflexión
Los textos bíblicos de hoy nos hablan de dos formas de egoísmo:
1. Egoísmo individual de los ricos: avaricia y explotación de los pobres.
2. Egoísmo colectivo: partidismo religioso.

Segunda lectura - Santiago. 5, 1-6.
En la segunda lectura, el apóstol Santiago denuncia el poco valor de los bienes en los que los ricos han puesto su corazón. Por falta de uso sus riquezas se corrompen.
Para Santiago, esta es la prueba de la avaricia de los ricos, la causa de su condena cuando llegue el día del juicio.

Lo grave es que amontonaron sus riquezas explotando al pobre: la ley mandaba pagar cada día a los trabajadores, antes de llegar la noche. Y ellos han retenido y defraudado el jornal a los obreros: un crimen que clama al cielo. La retención del jornal es, para Santiago, sólo un ejemplo de la explotación y de la injusticia de los ricos.

El apóstol no quiere condenar a los ricos ni la riqueza como tal. Condena el abuso de las riquezas: la avaricia, la falta de solidaridad, la injusticia con los demás. Son formas de egoísmo que acompañan la riqueza, muchas veces

La primera lectura y el Evangelio nos presentan otra forma de egoísmo: el partidismo, que no, es un egoísmo individual, sino un “egoísmo colectivo”.

Primera lectura - Números. 11, 25-29.
En el desierto, Moisés elige a 70 hombres entre los ancianos de Israel. Ellos deben ayudarle en la tarea de gobernar al pueblo. Para eso, Dios les da algo del espíritu que posee Moisés.
Dos de los ancianos no están con ellos en el momento de la comunicación del espíritu. Sin embargo, el Espíritu de Dios viene también sobre ellos. Eso despierta los celos de Josué, el ayudante de Moisés.

La tentación de la autoridad religiosa ha sido siempre la de querer monopolizar el espíritu. Pero el Espíritu de Dios se comunica a quien quiere, como quiere y cuando quiere.

La respuesta de Moisés respeta plenamente esta realidad: “¡Ojalá todo el pueblo recibiera el espíritu del Señor!” Este deseo de Moisés se realizará con la venida del Espíritu Santo, en Pentecostés, sobre la Iglesia primitiva.

Evangelio
La misma actitud de partidismo encontramos en el Evangelio de hoy. Es una situación muy semejante: Los discípulos han visto a un extraño, uno que no es del grupo, que también echa demonios en hombre de Jesús.

Pero la actitud del Señor es mucho más generosa: “El que hace milagros en mi nombre, no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.

El exorcista que echa los demonios en hombre de Jesús, está con el Señor y contra Satanás, aunque no sea oficialmente discípulo de Jesús. Por eso, el Señor aprovecha la oportunidad para pronunciar su sentencia contra todo tipo de partidismo.

El egoísmo llevado a la Iglesia y al mundo religioso puede ser mucho peor que el egoísmo del rico que condena Santiago en la segunda lectura de hoy.

Muchas veces los cristianos queremos ser los protagonistas exclusivos de todo lo bueno que hay en el mundo. Rechazamos lo que viene de otro campo que no es católico. ¿Acaso nuestros intereses de grupo y nuestro cristianismo nos importan más que Cristo?

La Iglesia, sus ministros y sus miembros no pueden monopolizar a Cristo. Cristo es más que la Iglesia y desborda las fronteras de ésta. Y la gracia y la misericordia de Dios no se atan a nada, sino que actúan con entera y soberana libertad.

Debemos tener claridad y seguridad en nuestra fe, en nuestras convicciones religiosas. Pero en nuestro mundo pluralista, lo esencial no es diferenciarnos, enfrentarnos y separarnos por problemas de fe.

Es más importante encontrarnos en el espíritu de generosidad, comprensión y solidaridad. Tenemos que aceptar al otro, reconocer la verdad y el amor que él aporta.

Queridos hermanos, sólo así podremos, juntos, construir el Reino de Dios y crear, unidos, un mundo mejor, con más PAZ, JUSTICIA, AMOR, ALEGRÍA, Y FELICIDAD para todos.

¡Qué así sea!
En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Papa Francisco a los Obispos

Tres preocupaciones de la Iglesias: La crisis de vocaciones, la pobreza evangélica y la reducción y fusión de diócesis.

“No es pecado criticar aquí al Papa”, aseguró el Santo Padre ante los obispos italianos durante el discurso de apertura de la Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana (CEI).

El Pontífice quiso hablar abiertamente ante los obispos y compartir con ellos sus tres principales preocupaciones sobre la Iglesia en Italia: la crisis de vocaciones, la pobreza evangélica y la reducción y fusión de diócesis.

“He pensado, después de agradecer todo el trabajo que hacéis, que es mucho, de compartir con vosotros tres de mis preocupaciones, pero no para que nos demos de bastonazos, sino para decir que me preocupan estas cosas…, vosotros veréis. Y darles la palabra, para que me dirijáis todas las palabras, vuestras ansias, críticas –no es pecado criticar aquí al Papa, ¿eh? No es pecado. Se puede hacer– e inspiraciones que llevéis en el corazón”, fueron las palabras del Santo Padre.

EFECTIVOS POLICIALES DESALOJAN LA ZONA DESPUÉS DE LA AUDIENCIA PAPAL
Amenaza de bomba en el Vaticano

"Hay una bomba cerca del Vaticano", avisó una mujer por teléfono a la Policía

Jesús Bastante, 23 de mayo de 2018 a las 12:13

Seguridad en el VaticanoAgencias

Según el aviso, el artefacto podría estar en la sede del Banco de Crédito Artigiano, a 400 metros de la plaza de San Pedro, cuyas dependencias fueron registradas y el tráfico desviado, lo que provocó el caos de circulación en la zona

(Jesús Bastante).- Aviso de bomba en el Vaticano. Durante la audiencia de los miércoles, efectivos policiales italianos cerraron al tráfico las calles adyacentes a la Via della Conziliazione tras recibir una llamada anónima de una mujer asegurando que "hay una bomba cerca del Vaticano".

La audiencia prosiguió sin problemas, aunque después la Policía ordenó la evacuación de la zona. Según el aviso, el artefacto podría estar en la sede del Banco de Crédito Artigiano,a 400 metros de la plaza de San Pedro, cuyas dependencias fueron registradas y el tráfico desviado, lo que provocó el caos de circulación en la zona.

Junto a los Carabinieri, también respondieron militares y una escuadra canina especializada en la detección de explosivos. Todos los trabajadores de la sucursal fueron desalojados, aunque -hasta ahora- no ha sucedido ninguna explosión.

El episodio no afectó el desarrollo de la audiencia papal ni a los turistas y feligreses que pasean por la zona, más allá de obligarles a transitar alejados de la calle cerrada. Además se evacuó al vecino Palacio de San Pablo, que alberga edificios del Vaticano.

 

EL TEÓLOGO REIVINDICA LA "VALENTÍA Y COHERENCIA" DE FRANCISCO EN ESTE TEMA
José María Castillo: "El clero no tiene 'bula' para abusar de menores y, además, ocultarlo"

"La conducta de este Papa es la que tenía que haber asumido el papado hace muchos años"

José M. Castillo, 23 de mayo de 2018 a las 08:54

El Papa, con los nuevos sacerdotesAgencias

El papa Francisco está haciendo lo que tiene que hacer. Y añado que quienes se enfrentan a este papa, porque está dando a conocer este escandaloso asunto, se hacen cómplices de una de las formas más vergonzosas de delincuencia

El Papa exige a los obispos chilenos un "firme propósito de reparar los daños causados"

(José M. Castillo).- El reciente problema, que el papa Francisco ha tenido con los obispos de Chile, ha puesto al descubierto, no sólo la gravedad del problema de la pederastia en el clero, sino además la honradez del papa Bergoglio, que ha pedido perdón públicamente por lo que este escandaloso asunto ha representado para la Iglesia, para el papado y para el episcopado.

Este escándalo y tantos otros, de los que nos vamos enterando, sobre todo en los últimos años, están indignando a no pocos católicos y ya han provocado que algunos obispos pongan el grito en el cielo. Los trapos sucios se lavan en casa, pero no se airean, para que todo el mundo se entere de las debilidades humanas que se producen entre el clero, como se producen y se reproducen entre todos los mortales. ¿No sería mejor mantener esas cosas en oculto, como se ha hecho durante siglos en la Iglesia?

Los delitos de pederastia son delitos graves, que se cometen contra menores. Y sabemos que, según las Leyes, ocultar delitos graves contra seres inocentes es cometer otro delito. Y además un delito importante. El clero no tiene "bula" para abusar de menores y, además, ocultarlo. El papa Francisco está haciendo lo que tiene que hacer. Y añado que quienes se enfrentan a este papa, porque está dando a conocer este escandaloso asunto, se hacen cómplices de una de las formas más vergonzosas de delincuencia.

Es más, la conducta de este papa, en el desvergonzado escándalo del abuso de menores, es la conducta que tenía que haber asumido el papado hace muchos años. Y aquí no me quiero seguir mordiendo la lengua. En los ya lejanos tiempos de Pío XII, y siendo yo jesuita, me destinaron a un seminario diocesano (no diré de qué seminario estoy hablando) en el que se había descubierto - y era un escándalo público y notorio - que el rector de aquel seminario había abusado de seminaristas que eran chiquillos inocentes. Y lo peor del caso es que, durante el tiempo que estuve en aquel seminario, como educador de los seminaristas, a los responsables del seminario nos llegaban repetidos e insistentes documentos, que nos mandaban de la Santa Sede, en las que se nos prohibía con severidad que se divulgara lo que había sucedido en el seminario. La preocupación, que se nos transmitía, se reducía a mantener oculto el abuso y el delito, que se había cometido.

Como es lógico, aquello fue, para mí, motivo de mucho sufrimiento. Y de no poca reflexión. De ahí que, para terminar, me parece importante decir lo siguiente: los cuatro evangelios - "Palabra del Señor" - nos explican el comportamiento, no sólo de Jesús, sino también de los discípulos y apóstoles más cercanos al mismo Jesús. Pues bien, todos sabemos que Jesús tuvo enfrentamientos muy serios con los primeros apóstoles que tuvo la Iglesia. A Pedro, Jesús le dijo que era "¡Satanás!" y su conducta un "escándalo" (Mt 16 23 par), se nos informa de que el mismo Pedro negó tres veces a Jesús en la pasión (Mt 26, 69-74 par), cuando iban a matar al Señor, "todos lo abandonaron" (Mc 14, 50). Y si nos referimos a un tema tan vital (para un cristiano) como es el de la fe, los evangelios no tienen reparo en repetir, una y otra vez, que los apóstoles tenían una fe muy escasa, no creían o eran hombres que no tenían fe "ni como un grano de mostaza". Los textos, en este sentido, son abundantes (Mt 8, 26; 14, 31; 16, 8; 17, 20; Mc 4, 40; 16 11. 13. 14; Lc 8, 25; 24, 11. 41; Jn 20, 25-31).

Si los evangelios no vieron dificultad alguna en decir públicamente, parta el mundo entero y hasta el fin de los tiempos, las limitaciones, cobardías y contradicciones, que tuvieron los primeros apóstoles de la Iglesia, ¿es que los obispos de hoy son más dignos y más intocables que los primeros apóstoles que nombró Jesús, el Señor?

Himno Akathistos (Siglo V)

El Himno Akathistos es el himno mariano más famoso del Oriente cristiano 

El Himno Akathistos (que literalmente significa «estando de pie », porque se canta en esta posición) es el himno mariano más famoso del Oriente cristiano y quizá de la Iglesia entera. Compuesto en griego, a finales del siglo V, es de autor desconocido. Su paternidad se ha atribuido a diversos personajes, pero no hay ninguna prueba concluyente, y quizá sea mejor así. Como dice un comentarista moderno, «está bien que el himno sea anónimo. Así el himno es de todos, porque es de la Iglesia».

Efectivamente, desde principios del siglo VI la Iglesia bizantina lo incluyó en su liturgia como la expresión más alta del culto a la Santísima Virgen y lo canta en muchas ocasiones, de modo especialmente solemne en el sábado de la 5ª semana de Cuaresma.

La estructura métrica del texto original es de una perfección suma, difícil de verter a otras lenguas. Las veinticuatro estrofas que lo componen (unas más largas, otras más breves, alternativamente) se distribuyen por igual en dos partes : una evangélica y otra dogmática. La primera parte escenifica la narración evangélica en una serie de cuadros, que van desde la Anunciación al encuentro de María con el anciano Simeón en el Templo de Jerusalén . La segunda parte expone los principales artículos de la fe mariana de la Iglesia: perpetua virginidad, maternidad divina, mediación de gracia desde el Cielo.

El Himno Akathistos es común a todos los cristianos de rito bizantino, sean católicos u ortodoxos . Constituye, pues, un puente vetusto y solemne hacia la plena comunión entre la Iglesia de Oriente y de Occidente.

Himno Akathistos, I parte, estrofas 1-12

  1. El más excelso de los ángeles fue enviado desde el Cielo para
    decir «Ave» a la Madre de Dios. Al transmitir su incorpóreo saludo,
    viéndote hecho hombre en Ella, Señor, extasiado el ángel, de este
    modo a la Madre aclamó:
    Ave, por ti resplandecen los gozos,
    Ave, por ti se disuelve el dolor,
    Ave, rescate del llantode Eva,
    Ave, salud de Adán que cayó.
    Ave, Tú cima sublime a humano intelecto,
    Ave, Tú abismo insondable a mirada de ángel,
    Ave, Tú llevas a Aquél que todo sostiene,
    Ave, Tú eres la sede del trono real.
    Ave, oh estrella que al Astro precedes,
    Ave, morada del Dios que se encarna,
    Ave, por ti se renueva el creado,
    Ave, por ti se hace niño el Señor.
    ¡Ave, Virgen y Esposa.
  2. Bien sabía María que era Virgen sagrada, y por eso respondió
    a Gabriel: «Tu singular mensaje se muestra incomprensible a mi
    alma, pues anuncias un parto de virginal seno, exclamando:
    ¡Aleluya!»
    Aleluya, aleluya, aleluya!
  3. Ansiaba la Virgen comprender el misterio, y preguntaba al
    Mensajero divino: «¿Podrá mi seno virginal dar a luz un hijo?
    ¡Dímelo!». Y aquél, reverente, aclamándola, así respondió:
    Ave, presagio de excelsos designios,
    Ave, Tú prueba de arcano misterio,
    Ave, prodigio primero de Cristo,
    Ave, compendio de toda verdad.
    Ave, oh escala celeste que baja el Eterno,
    Ave, oh puente que llevas los hombres al Cielo,
    Ave, de coros celestes cantado portento,
    Ave, oh azote que ahuyenta a la horda infernal.
    Ave, la Luz inefable has portado,
    Ave, Tú el «modo» a nadie has contado,
    Ave, la ciencia de sabios trasciendes,
    Ave, Tú enciendes al fiel corazón.
    ¡Ave, Virgen y esposa!
  4. La Virtud del Altísimo cubrió con su sombra e hizo Madre a la
    Virgen que no conocía varón: aquel seno, hecho fecundo desde lo
    Alto, se convirtió en campo ubérrimo para todos los que quieren
    alcanzar la salvación, cantando de esta manera: ¡Aleluya!
    ¡Aleluya, aleluya, aleluya!
  5. Con el Señor en su seno, presurosa, María subió a la
    montaña y habló con Isabel. El pequeño Juan, en el vientre de su
    madre, oyó el virginal saludo y exultó; saltando de gozo, cantaba a
    la Madre de Dios:
    Ave, sarmiento del más santo Brote,
    Ave, renuevo de un Fruto sin mancha,
    Ave, das vida al Autor de la vida,
    Ave, cultivas a tu Agricultor.
    Ave, Tú campo que muestras las más ricas gracias,
    Ave, Tú mesa que ofreces los dones mejores,
    Ave, un pronto refugio a los fieles preparas,
    Ave, un pasto agradable Tú haces brotar.
    Ave, Tú incienso agradable de súplicas,
    Ave, del mundo suave perdón,
    Ave, clemencia de Dios con el hombre,
    Ave, confianza del hombre con Dios.
    ¡Ave, Virgen y Esposa!
  6. Con el corazón turbado y encontrados pensamientos, el sabio
    José se agitaba en la duda; admirándote intacta, sospecha
    esponsales secretos, oh Inmaculada! Y cuando te supo Madre por
    obra de Espíritu Santo, exclamó: ¡Aleluya!
    ¡Aleluya, aleluya, aleluya!
  7. Los pastores oyeron los coros de los ángeles que cantaban a
    Cristo, bajado entre nosotros. Corriendo a ver al Pastor, lo
    contemplan como cordero inocente, que se nutre al pecho de la
    Virgen, y cantan así:
    Ave, Tú Madre del Pastor-Cordero,
    Ave, recinto del rebaño fiel,
    Ave, defensa de fieras malignas,
    Ave, guardiana de la eternidad.
    Ave, por ti con la tierra exultan los cielos,
    Ave, por ti con los cielos se goza la tierra,
    Ave, voz eres perenne de Apóstoles santos,
    Ave, de Mártires fuertes invicto valor.
    Ave, potente sustento de fe,
    Ave, de gracia esplendente pendón,
    Ave, por ti fue expoliado el infierno,
    Ave, por ti nos vestimos de honor.
    ¡Ave, Virgen y Esposa!
  8. Observando la estrella que guiaba al Eterno, los Magos
    siguieron su fulgor. Fue luminaria segura para ir en busca del
    Poderoso, del Señor. Y alcanzando al Dios inalcanzable, lo
    aclaman felices: ¡Aleluya!
    ¡Aleluya, aleluya, aleluya!
  9. Los Magos contemplaron en los brazos maternos al Sumo
    Hacedor del hombre. Sabiendo que era el Señor, aunque bajo la
    apariencia de siervo, premurosos le ofrecieron sus dones, diciendo
    a la Madre bienaventurada:
    Ave, oh Madre del Astro perenne,
    Ave, aurora del místico día,
    Ave, las fraguas de errores Tú apagas,
    Ave, conduces con tu brillo a Dios.
    Ave, al odioso tirano arrojaste del trono,
    Ave, Tú a Cristo nos das, clemente Señor,
    Ave, rescate Tú eres de ritos nefandos,
    Ave, Tú eres quien salvas del cieno opresor.
    Ave, Tú el culto del fuego destruyes,
    Ave, Tú extingues la llama del vicio,
    Ave, Tú enseñas la ciencia al creyente,
    Ave, Tú gozo de todas las gentes.
    ¡Ave, Virgen y Esposa!
  10. Pregoneros de Dios fueron los Magos en el camino de
    vuelta. Cumplieron tu vaticinio y te predicaban, oh Cristo, a todos,
    sin preocuparse de Herodes, el necio, que era incapaz de cantar:
    ¡Aleluya!
    ¡Aleluya, aleluya, aleluya!
  11. Iluminando Egipto con el esplendor de la verdad, arrojaste
    las tinieblas del error, porque los ídolos de entonces, Señor,
    debilitados por la fuerza divina, cayeron. Y los hombres, salvados,
    aclamaban a la Madre de Dios:
    Ave, desquite del género humano,
    Ave, derrota del reino infernal,
    Ave, Tú aplastas mentiras y errores,
    Ave, Tú muestras la gran falsedad.
    Ave, Tú mar que devoras al gran Faraón,
    Ave, Tú roca que manas el Agua de Vida,
    Ave, columna de fuego que guías de noche,
    Ave, refugio del mundo cual nube sin par.
    Ave, dadora del maná celeste,
    Ave, nodriza de los gozos santos,
    Ave, Tú místico hogar prometido,
    Ave, de leche y de miel manantial.
    ¡Ave, Virgen y Esposa!
  12. El viejo e inspirado Simeón estaba a punto de dejar este
    mundo engañoso. Fuiste dado a él como párvulo, pero en ti
    reconoció al perfecto Señor; y estupefacto, admirando la divina
    Sabiduría, exclamó: ¡Aleluya!
    ¡Aleluya, aleluya, aleluya!

¿Qué es el pecado original?

¿Cómo debemos entender este misterio del pecado original los cristianos?

Pregunta:

Un conocido me preguntó sobre el pecado original y yo me referí al relato tal cual se encuentra en el libro del Génesis en la Sagrada Biblia, pero él me respondió que la interpretación no debía ser literal porque el pecado original habría sido que Adán y Eva tuvieron sexo y que además no era muy claro que ese pecado se transmitía a los hijos, y que esta enseñanza no la comparte ningún otro pueblo. Realmente no supe qué responder. Le agradeceré a su caridad si me podría explicar qué es lo que realmente es seguro sobre este tema en la Biblia y cómo debemos entender este misterio del pecado original los cristianos.

Respuesta:

Estimado:

Si hay algo que llama poderosamente la atención en la historia de los pueblos y de las religiones es precisamente el hecho de que casi todas las mitologías de los pueblos de la tierra presentan tres ideas fundamentales que se repiten constantemente: la idea de un estado feliz de la humanidad primitiva; la idea de una catástrofe originada en un pecado; y la idea de una subsiguiente degradación de toda la naturaleza humana. Esto se repite en relatos tan dispares culturalmente como los mitos helénicos de Prometeo, Pandora, Deucalión, Pirra, la rebelión de los Titanes y la Atlántida. Aparece también en la mítica historia japonesa de los semidioses Izanayi e Izanami, en los mitos fueguinos de la creación del mundo por “Peheipe”, el Gran Espíritu y los análogos de los pieles rojas californianos. El mismo substrato puede reencontrarse en las religiones pesimistas indias y chinas.

Esto junto con la nostalgia que todas las civilizaciones tienen respecto de un Paraíso Perdido (cuya búsqueda ha sido el motor de la humanidad, de sus revoluciones y utopías) y lo inexplicable del mal físico y moral, explican por qué es ésta una de las ideas más firmes y repetidas a lo largo de la historia de la humanidad. No sé de dónde saca su amigo que esto no se encuentra en otros pueblos.

En el libro del Génesis hay dos relatos complementarios; el primero está en Gen 2,8-17; el segundo en Gen 3,1-24. Es evidente que el autor sagrado usa aquí muchas imágenes, razón por la cual algunos teólogos han querido ver en todo este relato una simple imagen o figura y no el relato de un hecho verdadero. No hay que negar que el género propio de este pasaje bíblico ha ofrecido dificultades desde tiempos remotos. Filón no aceptaba su total historicidad, y lo siguieron algunos escritores católicos como Orígenes; San Agustín distinguía en su época varios modos diversos de interpretación. Sin embargo podemos establecer por lo menos lo siguiente[1]: (a) es una historia de un género especial, distinto por el ejemplo al del libro de los Reyes; esto se deduce de las mismas expre­siones sobre Dios, sobre la serpiente, sobre el árbol de la vida y sobre el árbol de la ciencia del bien y del mal; los antropo­morfismos que contiene respecto de Dios son evidentemente claros; (b) pero no se trata de una alegoría, sino del relato de un hecho real presentado  en algunos de sus aspectos bajo un género metafórico, a partir del cual se colige el hecho real. Su historicidad se deduce de la seriedad del carácter mismo del libro del Génesis que es una obra de historia reli­giosa y por tanto nada nos autoriza a pensar que su comienzo sea un simple cuento. Además, es evidente que para el Autor del Libro del Génesis, este relato es la clave que aclara el misterio de toda la historia humana siguiente.

El autor inspirado, en este relato persigue un fin muy preciso: tras haber explicado la creación del hombre, explica el porqué del estado actual a través de la caída moral de la primera pareja humana.

¿Cuáles son los elementos esenciales que encontramos en este relato?

(a) Estado de inocencia y de inmortalidad. El primer hombre y la primera mujer son presentados, según señala J.M. Lagran­ge, como niños en cuanto no han experimentado la concu­piscen­cia, y al mismo tiempo como sumamente maduros respecto de la seguridad de su inteligencia[2]. Para poder entender el misterio del pecado original haría falta entender la perfección de Adán. El Génesis indica su carácter con tres rasgos solamente, pero de un esplendor inconcebible: la inmortalidad corporal (si coméis de este fruto moriréis), el dominio soberano del instinto animal (estaban desnudos y no se sonrojaban) y una ciencia especial que daba imperio sobre el mismo reino animal (trajo Dios las bestias a Adán para que las denominara). El hombre paradisíaco era inmortal, y lo era en virtud de su íntima unión cognoscitiva con el Creador, es decir, en cuanto era un contemplativo de Dios. El relato pone también en relieve la familiaridad del hombre para con Dios, como la libertad que tiene el hijo con su padre. La felicidad de esta inocen­cia en la amistad de Dios estaba destinada a ser duradera, por cuanto el hecho de que la amenaza de muerte sea formulada (Gn 2,17), recordada (3,17) y sancionada (3,24) indican que el hombre estaba gratificado con el privilegio de la inmortali­dad. Pero este estado de inocencia e inmortalidad se encontraba condicionado por una prueba.

(b) La prueba. Al hombre se le puso una condición: someterse al precepto divino que prohibía el comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, con la consecuente renuncia a tal conocimiento. El pecado descrito por el texto no es un pecado de gula ni un pecado sexual. El relato es particularmente claro: y la mujer vio que el árbol era bueno para comer y un deleite para los ojos y apetecible para lograr sabiduría (3,6). El texto quiere decir más de lo que simplemente dice. No hay fruto que esté dotado de tal atributo que nos haga sabios. Esas dos expresiones: “árbol de la ciencia del bien y del mal” y su capacidad de “dar sabiduría”, nos muestran a las claras que el pecado de Adán y Eva es un pecado “gnóstico”, es decir, de conocimiento, de soberbia intelectual. Todo el diálogo de la tentación hace referencia al plano espiritual del hombre: Eva ve que el fruto era deseable para adquirir inteligencia.

La promesa de la serpiente es el conocimiento: vuestros ojos se abrirán. El resultado del pecado es un cono­cimiento: conocieron que estaban desnudos. El hombre será tentado precisamente en su apetito de conocer, por la serpiente, el animal misterioso que se conduce como una potencia hostil al hombre y a Dios, consumada en el arte del engaño del que hace víctima a la mujer (3,2-5).

(c) Esencia de la tentación. Para entender la naturaleza de la tentación y del pecado de los primeros padres es necesario comprender el sentido de la “ciencia del bien y del mal” que les es prohibida por Dios y que ellos buscan adquirir incentivados por Satanás[3]. Ante todo, es un fenómeno del orden del conocimiento y no relacionado ni con la gula ni con la lujuria. Eva quiere en el fruto la sabiduría; la sabiduría suprema es la visión de Dios, la posesión de Dios por medio del conocimiento y del amor; Eva no busca un conocimiento natural, ya que sabía que todo conocimiento natural está reservado al ejercicio natural de la inteligencia humana; pretende entonces una sabiduría sobrenatural.

Es lo que parece indicar la serpiente pues le dice que ese conocimiento los haría semejantes a Dios. Por tanto, lo que Eva y luego Adán buscan en ese fruto es la posesión mística de Dios pero a través de sus fuerzas naturales; no ya como don de Dios sino como adquisición personal. También asimilarse a la sabiduría creadora de Dios: creadora del bien y del mal; es decir, el poder de determinar lo que está bien y lo que está mal, de legislar y de crear la moral[4]. Por tanto, el pecado cometido, en cuanto a su materia implica la profanación de lo sagrado: del conocimiento sagrado y del derecho sagrado y del poder sagrado de Dios. Y por eso, el castigo es la muerte, que en la Escritura era el castigo propio de los profanadores. Hay que tener en cuenta también que el estado de perfección espiritual de Eva es puesto de manifiesto en su inocencia frente a lo que será el objeto de su tentación: ella no tiene inclinaciones desordenadas hacia ese objeto (el acto que le dará sabiduría) por eso debe ser movida desde afuera por una fuerza hostil a Dios. En este relato aparece tanto el carácter maléfico y personal de la serpiente –personificación del diablo– cuanto el hecho de que Eva (y Adán) son rectos por la gracia que ha perfeccionado su naturaleza.

(d) La caída y sus consecuencias. Fruto del pecado es la apertura de los ojos, pero no para un conocimiento superior fuente de nueva felicidad, como había prometido la serpiente, sino para hacerles experimentar el dolor de lo que han perdido. El darse cuenta de su desnudez, significa también  quedar desnudos respecto de la inocencia: están desnudos de un modo distinto a como lo estaban antes del pecado, porque la nueva desnudez, incluye una privación espi­ritual. Dios castiga a la mujer en su íntima cualidad de esposa (sujeción al marido, que aquí in­cluye un sentido degradante) y de madre (parir con dolor); el hombre es punido en su señorío sobre la creación, que le producirá fatiga y contra­riedad para domeñar; a ambos finalmente se los castiga con la muerte, que adquiere un carácter penal y con la pérdida del Paraíso como lugar propio.

De este relato se pueden sacar las siguientes conclusiones teológicas: (a) En el origen el hombre tenía una vida dichosa de inocencia y familiaridad con Dios, destinado a una vida inmortal; (b) Tentado por una potencia malvada, hostil al hombre y enemiga de Dios, aquel transgrede un precepto divino; (c) tras su caída se despierta un sentimiento de pudor, vergüenza, arre­pentimiento por la caída, y se origina una vida de sufrimien­to, dificultades y finalmente, de muerte; (d) la potencia tentadora seguirá acechando al hombre, pero Dios promete la victoria de la Descendencia de la mujer (Jesucristo, como aclara más tarde san Pablo) sobre el maligno (la serpiente).

Si bien hay que reconocer que no se menciona aquí el concepto de una culpabilidad original trasmitida a los descen­dientes de la primera pareja (explícitamente revelada en el Nuevo Testamento), sin embargo, es clara la idea de un cambio adquirido por la raza humana en su relación con Dios a partir de este momento. La expulsión del Paraíso pesa sobre todo el género humano y no solo sobre Adán y Eva.

Se trata asimismo de un verdadero pecado, que produce, por tanto, un detrimento en el hombre que lo comete. El hombre sabía distinguir entre el bien y el mal, de lo contrario no podría haber sido sometido a una prueba moral. En la tentación por tanto el hombre quiere adquirir un conocimiento a través de una especie de experiencia del bien y del mal moral. Pero conocer el mal experimentalmente es poseerlo en cierta forma en uno mismo. Por tanto, la prohibición divina era una prueba, pero una prueba para el bien del hombre.

Este pecado, o el acto prohibido, no fue un acto carnal, porque previo al pecado la amistad con Dios garan­tizaba el estado de inocencia. Se trata por tanto de un acto del espíritu: es un pecado de soberbia y al mismo tiempo de desobediencia a Dios.

Hay que reconocer que la revelación plena del pecado original (en cuanto pecado cometido por quien es principio de todo el género humano y que se transmite a su descendencia) se encuentra en el Nuevo Testamento, en particular en San Pablo (cf. Ro 5,12-21).

San Pablo, intentando demostrar que todos los hombres se encuentran en pecado, por tanto, todos necesitan ser salvados por Cristo, indica el motivo de esta universal pecaminosidad: todos han pecado en Adán, y de Adán el pecado se ha derivado a todos los hombres, incluso los que no han llegado al uso de razón (que es condición para pecar, o sea, para obrar humanamente).

El razonamiento de San Pablo puede resumirse en dos tesis: 1º Por un solo hombre, Adán, el pecado entró en el mundo y con el pecado la muerte, y tanto el pecado como la muerte infectaron a todos los hombres. ¿Por qué? Porque “todos pecaron”. ¿Cómo se prueba esto? A partir de la universalidad de la muerte y de la relación de la misma con el pecado. 2º Por un solo hombre, Cristo, viene también a todos los hombres la gracia y la vida (espiritual y eterna).

Una fuerza particular del argumento está en la relación que San Pablo establece entre el pecado y la muerte: por Adán entró el pecado y por el pecado la muerte. De aquí va a deducir dos consecuencias: allí donde se constate la presencia de la muerte hay que deducir que ha habido pecado; y además no puede tratarse de una relación solo respecto de los pecados hechos con uso de razón (pecados personales) ya que muchos son afectados por la muerte antes de llegar a este estado. Este modo de razonar supone, evidentemente, que la muerte no es algo natural al hombre o al menos que no es algo que, en el plan de Dios, hubiese debido afectar al hombre, sino que existe porque el hombre ha pecado[5].

A todos, pues, alcanzó la muerte “porque todos pecaron”. La universalidad de la muerte es un dato de experiencia: afecta a todos los hombres. Por tanto, de la universalidad del castigo ha de deducirse la universalidad de la culpa por la que el castigo es asignado.

Ahora bien, sigue san Pablo, todos pecaron, pero ¿de qué pecados hablamos? ¿De los pecados que cada uno realiza con plena conciencia? ¿De las transgresiones de la ley que cada uno comete a sabiendas? No puede ser, porque: (a) la muerte ha afectado a los que vivieron antes de que Dios promulgara la Ley (por medio de Moisés) que amenazaba precisamente con la muerte, por lo tanto los que pecaron anteriormente a Moisés se los castigaría con un castigo del cual no habían sido advertidos (lo cual sería injusto); (b) ha afectado y afecta a los que no llegan a realizar actos conscientes (niños). ¿De qué pecado se trata? El único pecado que, anteriormente a la ley de Moisés, fue amenazado con la muerte fue el pecado de Adán y Eva.

De algún modo misterioso este pecado pasa de Adán a todos los otros hombres. De modo contrario no podría explicarse que se encuentre en aquellos que no han “imitado” a Adán (niños y justos). Esta necesidad de que el pecado “pase” plantea al mismo tiempo la necesidad de la existencia de un nexo entre Adán y todos los demás hombres. Este nexo no es otra cosa que la “descendencia” que todos los hombres tienen respecto del primer hombre. Este pecado, por tanto, no se comete personalmente (salvo Adán), sino que se contrae. Por eso el Salmista dice: He aquí que en la culpa nací, en pecado me concibió mi madre (Salmo 50,10).

Y sin embargo, si bien este pecado es “recibido”, también en cierto modo es “nuestro”, ya que San Pablo afirma claramente que todos mueren (castigo del pecado original) porque todos pecaron. Será la teología la que tendrá que delimitar en qué sentido este pecado que recibimos en el momento de nuestra concepción es “nuestro”. Precisamente la teología ahondando estos datos explica que este pecado es un hábito entitativo que consiste formalmente en la privación de la justicia original (el estado de gracia y dones preternaturales en que Dios constituyó a nuestros primeros padres) y materialmente en la concupiscencia[6]. Podemos decirlo con las palabras de San Alberto Magno: “Lo material en el pecado original es la fealdad de la concupiscencia o corrupción del vicio…; lo formal en cambio es la carencia de la justicia debida. La naturaleza perdió la justicia, que le era propia y en la cual había sido creada, para todos aquellos en quienes se exige, como dice Anselmo; por tanto, según puede colegirse de las palabras de Anselmo, puede definirse así: el pecado original es ‘la inclinación a todo mal con la carencia de la justicia debida’. Esta definición pertenece a algunos antiguos Doctores, pero ha sido extraída de Anselmo. En cuanto dice: ‘inclinación a todo mal’, quiere decir inclinación a la conversión al bien conmutable y no conversión, porque lo que es original no tiene la conversión sino en potencia… La aversión, en cambio, la tiene en acto y esto se expresa al decir ‘carencia de la justicia’. Si se dijera que es ‘sólo carencia’ de la justicia, se estaría expresando sólo la pena de daño; pero en cuanto se añade ‘debida’, se indica la razón de la culpa…”[7].

Entre el pecado original de Adán y el nuestro existen, sin embargo, algunas diferencias. El pecado de Adán consistió en un acto y en un estado consecuente al mismo. En cambio el pecado original en nosotros no consiste en un acto, sino tan sólo en un estado: los descendientes de Adán “no se dice que pecasen en él como si realmente realizasen algún acto, sino en cuanto que pertenecen a su misma naturaleza que se corrompió con el pecado”[8]. El Catecismo de la Iglesia Católica dice: “El pecado original es llamado ‘pecado’ de manera análoga: es un pecado ‘contraído’, ‘no cometido’, un estado y no un acto”[9].

Bibliografía:

Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 386 y ss.

  1. Gaudel, Péché originel, Dictionaire de Théologie Catholique, XII, 1, col. 275-606 ;
  2. Rondet, Le peché originel dans la tradition patristique et théologique, Fayard, Paris 1967 ;

Alberto García Vieyra, El paraíso o el problema de lo sobrenatural, Ed. San Jerónimo, Santa Fe, 1980.

[1] La Comisión Bíblica el 30 de junio de 1909, ante una consulta realizada sobre el carácter de los relatos contenidos en los tres primeros capítulos del Génesis aclaró (cf. DS 3512-3519): 1º Los tres primeros capítulos del Génesis contienen relatos sobre sucesos reales y no mitos ni puras alegorías o símbolos de verdades religiosas, ni leyendas. 2º Cuando se trata de hechos que atañen a los fundamentos de la religión cristiana, hay que aceptar el sentido literal e histórico. Así, por ejemplo, la creación de todas las cosas por Dios al principio de los tiempos y la creación especial del hombre. 3º No es necesario entender en sentido propio todas y cada una de las palabras y frases, especialmente aquellas que los Santos Padres y los teólogos han interpretado diversamente. 4º Hay que tener en cuenta que el hagiógrafo no pretendió exponer con rigor científico el orden en que fueron realizadas las cosas, sino que para esto se sirvió de un modo de expresión popular acomodado al lenguaje de su tiempo.

[2] J.M. Lagrange, L’innocence et le péché, en: Revue biblique, 1897.

[3] Cf. Alberto García Vieyra, El paraíso o el problema de lo sobrenatural, Ed. San Jerónimo, Santa Fe, 1980, pp. 42-45.

[4] Por eso Santo Tomás escribe: “El primer hombre pecó principalmente apeteciendo la semejanza de Dios en cuanto a la ciencia del bien y del mal, como la serpiente se lo sugirió, vale decir, que por la virtud de su propia naturaleza determinara qué es lo bueno y qué lo malo”  (II-II, 163, 2).

[5] Dijimos antes que así se presenta en el relato del Génesis: Dios “amenaza” con la muerte sólo si el hombre come del árbol prohibido; y luego al declarar la pena de Adán pone la muerte que sufrirán en relación con la transgresión cometida. Con más claridad aún lo dice el libro de la Sabiduría: Dios creó al hombre para la inmortalidad, y lo hizo imagen de su propia eternidad; pero, por envidia del diablo, la muerte entró en el mundo, y la experimentan los que son herencia del diablo (Sab 2, 23-24).

[6] Cf. S.Th., I-II, 82, 3. “Concupiscencia” no quiere decir aquí tendencia a un objeto ilícito, ni  a la delectación carnal, sino la tendencia de las potencias inferiores hacia su objeto pro­pio –que puede ser lícito y no necesariamente malo– pero de un modo desordenado (cf. S.Th., I-II, 82, 3 ad 1), o sea, actuando al margen de la voluntad y la razón.

[7] San Alberto Magno, II Sent., d. 30, art. 3.

[8] Santo Tomás, Suma Contra Gentiles, IV,52.

[9] Catecismo de la Iglesia Católica, nº 404. El texto del Magisterio más importante es el Decreto del Concilio de Trento Sesión V, del 17 de junio de 1546. DS. 1510/787 a 1516/792. Lo resumió de modo admirable Pablo VI en el  Credo del Pueblo de Dios, Profesión de Fe pronunciada el 30 de junio de 1968.

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