Creo en la resurrección de la carne
- 06 Junio 2018
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Evangelio según San Marcos 12,18-27.
Se le acercaron unos saduceos, que son los que niegan la resurrección, y le propusieron este caso:
"Maestro, Moisés nos ha ordenado lo siguiente: 'Si alguien está casado y muere sin tener hijos, que su hermano, para darle descendencia, se case con la viuda'.
Ahora bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin tener hijos.
El segundo se casó con la viuda y también murió sin tener hijos; lo mismo ocurrió con el tercero; y así ninguno de los siete dejó descendencia. Después de todos ellos, murió la mujer.
Cuando resuciten los muertos, ¿de quién será esposa, ya que los siete la tuvieron por mujer?".
Jesús les dijo: "¿No será que ustedes están equivocados por no comprender las Escrituras ni el poder de Dios?
Cuando resuciten los muertos, ni los hombres ni las mujeres se casarán, sino que serán como ángeles en el cielo.
Y con respecto a la resurrección de los muertos, ¿no han leído en el Libro de Moisés, en el pasaje de la zarza, lo que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob?
El no es un Dios de muertos, sino de vivientes. Ustedes están en un grave error".
San Marcelino Champagnat
San Marcelino Champagnat, presbítero y fundador
En Saint-Chamond, en el territorio de Lyon, en Francia, san Marcelino Champagnat, presbítero de la Sociedad de María, que fundó el Instituto de Hermanos Maristas de la Enseñanza, para la formación cristiana de los niños.
Marcelino Champagnat, sacerdote francés que fundó la congregación de los Hermanos Maristas. Nació el año 1789, el mismo año de la Revolución Francesa, en Rosey al sur de Lyon. Sus padres, Juan Bautista y María Teresa, tuvieron 10 hijos, Marcelino fue el noveno. Tenía 24 años, cuando con otros seminaristas compañeros de estudios, empezó a madurar la idea de fundar una congregación de Hermanos, dedicados a la enseñanza y a la catequesis de los niños.
Tres años después fue ordenado sacerdote y lo destinaron a La Valla. En el pueblo los niños no tenían escuela ni catequesis, y los mayores apenas iban a la iglesia. Marcelino empezó a hablar con la gente, se hizo cercano a todos, y el pueblo lo aceptó de buen grado. Tras una fuerte experiencia con un joven moribundo, el P. Champagnat decide fundar una congregación de Hermanos que se dedicaran a la enseñanza y a la catequesis de los niños y jóvenes, especialmente los más necesitados. Enseguida dio los primeros pasos, y el 2 de enero de 1817 reunió, en una casita alquilada cerca de la parroquia, a dos jóvenes que le habían manifestado su deseo de ser religiosos. Se llamaban Juan María Granjon y Juan Bautista Audras.
Éste fue el principio de los Hermanos Maristas. Pronto acudieron otros jóvenes. Marcelino les ayudó a organizar su vida en comunidad: oración y trabajo, formación personal, sencillez y pobreza. Y una filial devoción a la Virgen María, bajo cuya protección se puso, desde el primer momento, la naciente congregación. Después de un periodo de formación, el P. Champagnat les dio un hábito religioso y los jóvenes firmaron sus primeros compromisos (votos) Al cabo de un año, Marcelino abrió una escuela en La Valla y enseguida se hicieron cargo de ella los Hermanos. Después de esta primera escuela vinieron muchas más. Los párrocos y alcaldes de los pueblos vecinos se disputaban a los Hermanos.
Así, el Instituto de los Hermanos Maristas comenzó a crecer, no sin dificultades, y hubo que construir una nueva casa, porque en La Valla ya no cabían todos.
Murió en la madrugada del 6 de junio de 1840, a los 51 años, rodeado de sus Hermanos. Sus restos descansan en la capilla de Ntra. Sra. del Hermitage. En el momento de su muerte, la congregación tenía cerca de 300 Hermanos, 50 casas y escuelas, y alrededor de 7.000 alumnos. E P. Marcelino Champagnat fue declarado «Beato» en Roma, por S. S. Pío XII, el 29 de Mayo de 1955, domingo de Pentecostés. Tras un largo y detallado estudio, los expertos habían declarado la autenticidad de dos milagros obtenidos por su intercesión.
La ceremonia de canonización del P. Marcelino Champagnat fue celebrada el domingo 18 de abril de 1999, por Juan Pablo II. Sus pensamientos y su obra nos muestran el gran amor a Jesús y a María: « Todo a Jesús por María; todo a María para Jesús»
Oremos
Señor Dios todopoderoso, que de entre tus fieles elegiste a San Marcelino Champagnat para que manifestara a sus hermanos el camino que conduce a ti, concédenos que su ejemplo nos ayude a seguir a Jesucristo, nuestro maestro, para que logremos así alcanzar un día, junto con nuestros hermanos, la gloria de tu reino eterno. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.
San Justino (c. 100-160), filósofo y mártir
Tratado sobre la resurrección, 2.4.7-9
«Creo en la resurrección de la carne» Credo
Los que están en el error dicen que no hay resurrección de la carne, que, en efecto, es imposible que ésta, después de ser destruida y convertida en polvo, recupere su integridad. Según ellos, siempre la salvación de la carne será no sólo imposible, sino perjudicial: : reprueban a la carne, denuncian sus defectos, la hacen responsable de los pecados; dicen que si esta carne ha de resucitar, resucitarán también sus defectos... Además, el Salvador dice: «Cuando la resurrección de los muertos, los hombres no se casarán sino que serán como los ángeles en el cielo». Ahora bien, los ángeles, dicen, no tienen carne, no comen ni se unen. Así pues, dicen, no habrá resurrección de la carne...
¡Qué ciegos están los ojos de su entendimiento! Porque ellos no han visto en la tierra «los ciegos ver, los cojos caminar» (Mt 11,5) gracias a la palabra del Salvador..., para hacernos creer que es toda la carne la que en la resurrección resucitará. Si en esta tierra ha curado las enfermedades de la carne y ha devuelto al cuerpo su integridad, cuánto más lo hará en el momento de la resurrección a fin de que la carne resucite sin defecto, íntegramente... Esta gente me parece que ignoran la acción divina en su conjunto, tanto en los orígenes de la creación como cuando hizo al hombre; ignoran el porqué las cosas terrestres han sido hechas.
El Verbo ha dicho: «Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza» (Gn 1,26)... Es evidente, pues, que el hombre, modelado a imagen de Dios, era de carne. Entonces ¡qué absurdo pretender menospreciar, como sin ningún mérito, la carne modelada por Dios según su propia imagen! Que la carne sea preciosa a los ojos de Dios, es evidente porque es su obra. Y porque en ella se encuentra el principio de su proyecto para el resto de la creación, es eso lo que hay de más precioso a los ojos de su creador.
Santo Evangelio según San Marcos 12, 18-27. Miércoles IX de Tiempo Ordinario
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Creo, Señor, y Tú lo sabes, sin embargo, aumenta mi fe.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Definitivamente la lógica de Dios no es la lógica de los hombres. Muchas veces no es que nuestra lógica sea una lógica equivocada sino que nos cuesta aceptar que es una lógica limitada. He ahí nuestra equivocación.
A veces podemos intentar meter a Dios en una especie de fórmula en donde podamos tener seguro el resultado de la operación. O en otras palabras, a veces intentamos tener el control de nuestra vida, que nada se nos escape…, A + B = C, y basta.
Se nos puede olvidar que la vida va más allá de razonamientos lógicos…, de un aspecto simplemente natural; es necesario dar el paso a lo sobrenatural.
Sólo de esta manera es cómo podemos entender el poder de Dios; solamente de esta manera es cómo podemos ir conociendo la voz de Dios. Si nos quedamos simplemente en un plano meramente "humano", tratando de meter a Dios en una ecuación, nos daremos cuenta que el resultado no concuerda, pues no estamos hechos simplemente para caminar en las calles de lo finito sino también para emprender el vuelo hacia la eternidad.
Nuestra equivocación está en quedarse hasta donde pensamos que podemos llegar y no llegar hasta donde Dios nos quiere llevar. La primera es la lógica de los hombres, la segunda es la lógica de Dios.
No depositar nuestra confianza en los bienes efímeros, a usar las cosas sin apego y egoísmo sino según la lógica de Dios, la lógica de la atención a los demás, la lógica del amor. Nosotros podemos estar muy pegados al dinero, tener muchas cosas, pero al final no las podemos llevar con nosotros. Recordad que "el sudario no tiene bolsillos".
(Homilía de S.S. Francisco, 7 de agosto de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Hacer un acto de fe poniendo en las manos de Dios alguna situación que vaya más allá de lo que puedo hacer y de mi comprensión.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
Dios de vivos
¿Es que tiene que morirse alguien para que la Iglesia se llene?
Por: Máximo Alvarez Rodríguez | Fuente: Catholic.net
Antiguamente en muchos de nuestros pueblos, cuando tenía lugar un entierro, la familia del difunto o alguna cofradía se mostraban generosas con los asistentes, repartiendo pan, vino y escabeche. Era una manera de agradecer el favor y de facilitarles el sustento por otra parte necesario ya que generalmente acudían a pie. Así mismo los familiares más allegados tenían su particular banquete que a veces ayudaba a mitigar la pena, dando lugar al consabido refrán de “el muerto al hoyo y el vivo al bollo”- También los curas aprovechaban la celebración para comer juntos no sin rematar la faena con algunos pases de tresillo.
Eran otros tiempos. Pero hoy día la gente sigue muriendo igual que antes. No obstante las circunstancias son distintas. Los medios de comunicación llevan la noticia del deceso a todas partes y los coches y otros medios de transporte facilitan la asistencia desde los lugares más remotos. Y de hecho hay que decir que en general es mucha la gente que acude a los entierros. A veces demasiada en el sentido de que a muchos no les es posible participar en la ceremonia religiosa porque se desborda la capacidad de los templos. No sería mala idea que los curas pusieran un altavoz exterior para que pudieran desde fuera seguir la ceremonia y así el personal no tenga un pretexto para darle a la lengua.
Así mismo no deberíamos olvidar los sacerdotes que, siguiendo aquello de San Pablo de “predicar a tiempo y a destiempo”, tenemos una ocasión privilegiada para evangelizar. Y también -por desgracia- para producir el efecto contrario.
Lo cierto es que aun cuando en algunas partes parece que desciende la asistencia a la misa dominical, hay cada día más ocasiones en las que las iglesias se llenan con ocasión de los entierros. Pero no podemos menos que hacernos una pregunta: ¿es que tiene que morirse alguien para que la Iglesia se llene?. Hace algunos meses dos jóvenes se fueron con el coche por un precipicio. Los dos salieron ilesos. Era un domingo por la mañana, antes de misa. Me atreví a decirles: “si se hubieran matado mañana la iglesia quedaría muy pequeña para acoger a la multitud. Afortunadamente no vendrá nadie. ¿Pero no merecería la pena que el próximo domingo viniera todo el pueblo a dar gracias a Dios porque no pasó nada?”. La invitación quedó hecha, pero para algunos la misa sólo vale si hay muerto.
Siempre he dicho que si no fuera la muerte muchos curas tal vez tendríamos que ir al paro. Y no lo digo en el plan de cura a quien preguntaron a ver qué tal le iban las cosas y dijo en su lengua materna: “Mal, mal, non morre nadie”. Está bien ir a los entierros, es una obra de misericordia. Por supuesto que está muy bien participar conscientemente en la Eucaristía, rezar, escuchar la palabra de Dios con ocasión de los funerales. Pero, ante todo, no olvidemos que Dios es un Dios de vivos; que hay muchas más celebraciones que las de difuntos, que ser cristiano es mucho más que ser enterrador.
PrayforGuatemala
Pésame del Papa por las víctimas del Volcán de Fuego en Guatemala
La Oficina de Prensa de la Santa Sede ha publicado un telegrama, firmado por el secretario de Estado Vaticano, Pietro Parolin, dirigido al Nuncio Apostólico en Guatemala, Mons. Nicolas Thevenin, con motivo de la catástrofe natural que tuvo lugar en este país, el domingo 3 de junio, al producirse una erupción volcánica a 35 kms al sudoeste de la capital, Ciudad de Guatemala; causando hasta el momento, decenas de víctimas mortales, cientos de desaparecidos y millones de afectados que viven en las zonas colindantes.
«El Santo Padre, profundamente apenado al conocer la triste noticia de la violenta erupción del Volcán de Fuego, que ha ocasionado numerosas víctimas e ingentes daños materiales que han afectado a un significativo número de habitantes de la zona, ofrece sufragios por el eterno descanso de los fallecidos y oraciones por todos los que sufren las consecuencias de ese desastre natural.
Asimismo, ruego a vuestra excelencia que transmita el sentido pésame de Su Santidad, junto con expresiones de consuelo, a los familiares que lloran la pérdida de sus seres queridos, así como su cercanía espiritual a los heridos y a los que trabajan denodadamente en auxiliar a los damnificados, mientras pide al Señor que derrame sobre todos ellos los dones de la solidaridad, la serenidad espiritual y la esperanza cristiana, en prenda de lo cual les imparte de corazón la bendición apostólica», concluye el comunicado.
FRANCISCO ESCRIBE UN PREFACIO PARA EL LIBRITO DE ORACIONES 'QUIEN REZA SE SALVA'
"Jesús ha venido a salvarnos así como somos: pobres pecadores que piden ser llevados por Él"
"La vergüenza es una gracia que nos lleva a pedir perdón", afirma Bergoglio
El Papa Francisco, rezandoVatican Media
Es el Señor el primero en tomar la iniciativa y nosotros no podemos hacer nada sin Él
(C. Doody/Vatican News).- No hace falta que intentemos causarle buena impresión a Jesucristo: basta con que nos acerquemos a Él. Este es el secreto de la vida cristiana que el Papa explora en un nuevo prefacio al librito "Quien reza se salva", en el que Francisco afirma que "Jesús ha venido a salvarnos así como somos:pobres pecadores, que piden ser buscados, encontrados, tomados en brazos, llevados por Él". "Quien reza se salva" es un librito que recoge las oraciones más simples de la tradición cristiana, editado por la Revista Mensual Internacional "30 Días". Este manual con las oraciones más sencillas de la tradición cristiana, ideado por Don Giacomo Tantardini (1946 - 2012) fue publicado por primera vez en 2001 por la Revista "30 Días". Siguieron otras ediciones, hasta aquella del 2005 que contenía una introducción firmada por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, quien poco tiempo después sería elegido como Pontífice. La sexta edición ha mantenido ese texto, que es precedido de una breve reflexión del Papa Francisco.
El Señor es el primero en tomar la iniciativa "Esta oración de San Ambrosio - precisa el Pontífice citando la Expositio in psalmum 118 - era muy querida por Don Giacomo Tantardini, la recitaba frecuentemente, nos recuerda su corazón de niño, así su oración es consciente de que es el Señor el primero en tomar la iniciativa y nosotros no podemos hacer nada sin Él".
En el Prefacio, con fecha del 28 de marzo 2018, el Papa Francisco recuerda que el autor le quiso dar como título una expresión de San Alfonso María de Liguori. Un librito traducido a las principales lenguas y difundido en centenares de miles de copias en todo el mundo, llegando gratuitamente incluso en muchas misiones católicas extendidas en todos los ángulos del planeta. "El pequeño libro - escribe el Santo Padre - nace de la intuición de Tantardini a pedido de los jóvenes que se convertían al cristianismo".
Y hoy, los amigos de Don Giacomo lo consideran su regalo más bello. Sobre todo, porque además de las oraciones - afirma el Papa - recoge todo lo que nos ayuda a hacer una buena confesión. Al respecto, el Pontífice cita una frase que este sacerdote repetía frecuentemente en la última parte de su vida: "Quien se confiesa bien se hace santo".
Vademécum para el penitente
A partir de esta frase, el Papa Francisco completa el Prefacio con una especie de vademécum para el penitente que se acerca al sacramento de la penitencia. "El punto de partida - puntualiza el Papa - es el examen de conciencia, el dolor sincero por el mal cometido. Seguido de la confesión de los pecados individuales, de modo concreto y sobrio. Sin avergonzarse de la propia vergüenza". Ya que la vergüenza, afirma el Obispo de Roma, es una gracia que nos impulsa a pedir perdón, al igual que la gracia de las lágrimas, que lava nuestra mirada para ver mejor la realidad.
La misericordia divina nos espera
Por lo demás, como enseña el Evangelio, al Señor le basta un pequeño gesto de arrepentimiento. La misericordia divina, afirma el Papa Francisco, espera paciente el regreso del hijo prodigo, es más, lo anticipa, lo alcanza tocando su corazón, de tal modo de hacer surgir en él, el deseo de poder ser abrazado por su infinita ternura y poder volver a caminar.
"En el confesionario - escribe el Santo Padre - debemos ser concretos en la confesión de los pecados, sin reservas, pero después vemos que es el Señor mismo quien nos tapa la boca, como diciéndonos, está bien así". Al Señor, señala el Papa, le basta este gesto de dolor, no quiere torturar tu alma, la quiere abrazar. Quiere tu alegría.
Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra
Pequeño resumen que ayuda a saber si vamos por el camino correcto
Hoy en día, muchas personas han eliminado a Dios de su vida. Como que en ocasiones nos estorba y preferimos borrarlo, en vez de sentarnos a reflexionar por qué nos pide ciertas cosas. Unas de las cosas que Dios nos pide es cumplir con los mandamientos que Él nos entregó. Los Mandamientos son un camino para llegar al Cielo y ser felices. Cuando los cumplimos, vivimos en paz.
Los tres primeros mandamientos de la ley de Dios nos enseñan cómo debe de ser nuestra actitud para con Dios y los siete siguientes nos enseñan nuestra actitud hacia el prójimo, con los que nos rodean.
Los mandamientos de la ley de Dios son los siguientes:
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Este mandamiento nos dice que Dios debe ser lo más importante en nuestras vidas, debemos amarlo, respetarlo y vivir cerca de Él. Esto lo podemos hacer a través de la oración y los sacramentos.
Debemos creer, confiar y amar a Dios sobre todas las cosas:
1. Creer en Dios que es mi Padre, me ha dado la vida y me ama.
2. Confiar en Dios porque es mi Padre y me ama infinitamente
3. Amar a Dios más que a nada y a nadie en el mundo.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Estoy amando a Dios como un hijo ama a un padre?
• ¿Vivo sólo para las cosas temporales, de la tierra?
2. No tomarás el nombre de Dios en vano.
Este mandamiento nos manda respetar el nombre de Dios y todas las cosas sagradas.
Para cumplir este mandamiento, debemos usar el nombre de Dios con mucho amor y respeto. Debemos de cuidar y respetar todas las cosas que tienen que ver con Dios, así como respetar al sacerdote y a las personas consagradas a su servicio.
Para saber si cumplimos con este mandamiento nos podemos preguntar:
• ¿Uso el nombre de Dios de una manera cariñosa y con respeto, sin jurar en vano el nombre de Dios?
• ¿Respeto las cosas de Dios (capilla, Biblia, rosario, etc.)?
• ¿Trato de manera respetuosa a los sacerdotes y personas consagradas al servicio de Dios?
• ¿He cumplido con las promesas que he hecho?
• ¿He jurado en falso?
• ¿He cumplido las promesas que he hecho a Dios?
3. Santificarás las fiestas.
Este mandamiento nos manda dedicar los domingos y los días de fiesta a alabar a Dios y a descansar sanamente.
Para cumplir con este mandamiento, debemos ir a Misa todos los domingos y fiestas que la Iglesia e indique y celebrar el amor de Dios y todo lo que ha hecho por nosotros. Debemos aprovechar los domingos para rezar más y estar cerca de Dios, así como para descansar sanamente y ayudar a que otros descansen. También, debemos dedicar este día a las cosas de Dios y a la familia.
Para saber si cumplimos bien con este mandamiento, podemos preguntarnos:
• ¿Voy a Misa los domingos y fiestas que manda la Iglesia?
• ¿Hago un esfuerzo por estar muy cerca de Dios durante la Misa y escuchar lo que me quiere decir?
• ¿Pienso en Dios los domingos?
• ¿Ayudo a los demás para que puedan descansar?
Los días en que se debe de asisitr a Misa, además de los domingos, son marcados por la Conferencia Episcopal de cada país.
4. Honrarás a tu padre y a tu madre
Este mandamiento nos manda honrar y respetar a nuestros padres y a quienes Dios le da autoridad para guiarnos y ciudarnos en nuestras vidas.
Para cumplir este mandamiento, debemos escuchar, respetar y amar a los padres y a aquellas personas que tengan autoridad sobre nosotros (abuelos, tíos, sacerdotes, maestros, autoridad civil).
Esto no quiere decir que los padres deben de olvidarse de sus deberes y obligaciones para con los hijos.
Para saber si cumplimos con este mandamiento podemos preguntarnos:
• ¿Ayudo material o espiritualmente a mis padres?
• ¿Soy agradecido con mis padres?
• ¿Los acompaño en su vejez?
• ¿Les demuestro amor?
• ¿Soy agradecido con ellos?
• ¿Los acompaño en sus enfermedades?
5. No matarás
Este mandamiento nos manda respetar nuestra propia vida y la del prójimo, cuidando de la propia salud, porque la vida humana es sagrada. Se trata de no lastimar ni atentar contra la vida propia o ajena, física o moral.
Para cumplir este mandamiento, debemos servir a la vida cuidando nuestra salud, para no caer en vicios como el alcoholismo o la drogadicción. El suicidio es un atentado contra la propia vida.
Con respecto a la vida de otros, debo evitar las críticas y el dar a conocer a todos los defectos ajenos, es decir, las calumnias. El maltratar físicamente a las personas, atenta contra la vida ajena. El aborto es dar muerte a una vida en el vientre de la madre.
Para saber si estoy cumpliendo con este mandamiento me puedo preguntar:
• ¿He hablado mal de los demás?
• ¿He maltratado a alguien físicamente?
• ¿He caído en algún vicio?
• ¿He atentado contra mi salud?
6. No cometerás actos impuros
Este mandamiento nos manda conservar la pureza del cuerpo y del alma.
Para cumplir con este mandamiento, debemos procurar la limpieza interior de nuestro cuerpo y de nuestra alma ya que es un tesoro muy grande que debemos conservar. Nuestro cuerpo es un templo del Espíritu Santo.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He cometido adulterio o fornicado?
• ¿He visto algún tipo de pornografía?
• ¿Me he permitido tener pensamientos y deseos morbosos? ¿He dominado mis pasiones?
• ¿He practicado la homosexualidad?
• ¿He practicado la masturbación?
7. No robarás
Este mandamiento nos manda respetar las cosas de los demás y utilizar las nuestras para hacer el bien. También, nos manda respetar y cuidar la Creación.
Para cumplir este mandamiento, no debemos apropiarnos de lo que no sea nuestro y debemos evitar causar daño a lo que tienen los demás. Respetar la Creación y usar las cosas para hacer el bien. Pagar lo justo a las personas que empleo y cuando soy empleado cumplir con el trabajo para el que fui contratado.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos preguntamos:
• ¿Devuelvo las cosas que encuentro y no son mías?
• ¿Cuido las cosas que me prestan?
• ¿Cuido las cosas que tengo?
• ¿Cuido y respeto la creación?
• ¿Comparto mis cosas con la gente necesitada?
8. No mentirás
Este mandamiento nos manda ser sinceros y no mentir. Nos pide decir siempre la verdad. Mentir es decir algo falso, es engañar.
Para cumplir este mandamiento, debemos decir la verdad y no engañar a los demás ni hablar mal de ellos.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, me puedo preguntar:
• ¿Estoy acostumbrado a ser sincero?
• ¿Acostumbro resolver mis problemas sin mentir?
• ¿Hablo bien de las demás personas?
9. No consentirás pensamientos ni deseos impuros.
Este mandamiento nos dice que no debemos pensar ni desear cosas inmorales. Nos pide pureza de corazón para ver todas las cosas con los ojos de Dios. Pureza de corazón, sea yo soltero(a) o casado(a).
Para poder vivir este mandamiento, necesitamos vivir la virtud de la pureza. Esta virtud nos lleva a respetar el orden establecido por Dios en el uso de la capacidad sexual a fin de vivir un amor humano más perfecto. Practicar la castidad, cuidando lo que vemos, lo que oímos, lo que decimos, etc. Cuidar el corazón de todo aquello que lo pueda manchar.
Para saber si cumplimos con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿He tenido pensamientos inmorales?
• ¿He vivido la virtud de la castidad en mi vida?
• ¿He cuidado la pureza de mi corazón?
• ¿He propiciado situaciones que me pongan en peligro para tener pensamientos y deseos impuros?
10. No desearás los bienes ajenos
Este mandamiento nos manda ser generosos y no dejar lugar a la envidia en nuestros corazones.
Para poder cumplir este mandamiento debemos ser felices con las cosas que tenemos y no tener envidia si alguien tiene más que nosotros. Disfrutar y agradecer lo que tenemos.
Para saber si estamos cumpliendo con este mandamiento, nos podemos preguntar:
• ¿Soy feliz con las cosas que tengo?
• ¿Agradezco y cuido las cosas que tengo como un regalo de Dios?
• ¿Me pongo feliz por mis amigos cuando consiguen algo que yo no tengo?
• ¿Me pongo feliz cuando a los demás les pasan cosas buenas?
¡Al cumplir los mandamientos vamos a estar cerca de Dios y vamos a vivir más felices! Los Diez mandamientos son el mejor camino para llegar al Cielo.
Recuerda que para ser feliz nos conviene cumplir con los Diez Mandamientos que Dios le entregó a Moisés. No olvides que seguir las huellas de Cristo es imitarlo en su perfecto cumplimiento de las leyes de su Padre. Los católicos, además, seguimos el mandato de Cristo: amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo y, predicar el Evangelio a todas las personas.